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PARTE GENERAL
Autor: Daniel H. Domínguez Henaín.
LA LLAMADA “PARTE GENERAL” DEL DERECHO PENAL
Es extraordinariamente clara y precisa la explicación de Zaffaroni sobre el contenido de la parte general del
derecho penal. Señala el mencionado autor: “...la parte general del derecho penal es una exposición teórica que
debe responder a tres preguntas fundamentales: 1) ¿qué es el derecho penal; 2) ¿qué es el delito? y 3)¿cuáles
son las consecuencias penales del delito?. Y agrega luego: al sistema de respuestas a la primera pregunta lo
llamamos “teoría del saber del derecho penal”, al de la segunda “teoría del delito” y al de la tercera “teoría de la
coerción penal”.1
Normativamente, el contenido de nuestra materia la encontramos en el Libro primero del Código Penal (arts. 1
al 78 inclusive) cuyas disposiciones generales son aplicables no sólo a los delitos contemplados en el libro
segundo del código (arts.79 y sig.), sino también a los comportamientos delictivos previstos por las leyes
especiales, en cuanto éstas no dispusieran lo contrario (art. 4 del C.P.).
Comenzaremos con el conjunto de conocimientos teóricos que nos permita responder a la pregunta ¿qué es el
derecho penal?.
1 Zaffaroni, Eugenio Raúl. Manual de Derecho Penal-Parte General, Ediar, Bs.As., cuarta edición, 1985, pág. 41.
2 Nino, Carlos Santiago. Introducción al análisis del derecho,
3 Zaffaroni, Eugenio R.; ob cit., pág.58 y ss.
4 El sistema de la doble vía fue prevista por primera vez por Carl Stooss en 1983 en sus proyectos de código penal para
Suiza.
Como señala Zaffaroni 5 , si por arte de magia derogamos el código penal, igualmente esas acciones seguirían
siendo antijurídicas. Es en este sentido en el que debe entenderse el carácter sancionador: El derecho penal no
crea la ilicitud sino que, a conductas ya ilícitas, le agrega la pena a las sanciones establecidas en otras ramas del
derecho. En casos excepcionales el derecho penal sí es constitutivo de ilicitud, al contemplar como delictiva a
ciertas acciones que, de no haber sido desvalorada por el ordenamiento penal, no serían contrarias a derecho,
ellas son : 1.- Las tentativas que no producen lesiones ni daños y la tentativa inidónea (arts. 42 y 44 in fine,
respectivamente); el delito de omisión de auxilio (art. 108 del C.P.), que impone un deber de solidaridad mínima;
y 3.- el maltrato de animales (ley 14.346)6.
Como correlato de lo expuesto debe entenderse el carácter fragmentario del derecho penal. Los tipos penales-
aquella parte de la ley penal que individualiza la conducta prohibida y las condiciones y circunstancias de su
producción- recortan del universo de acciones posibles, sólo aquellas que se consideran suficientemente
disvaliosas para merecer una sanción punitiva. Todo lo que no fue captado por el tipo penal, es penalmente
irrelevante. Por ello, cuando se dice que determinado bien jurídico está penalmente protegido en el ordenamiento
jurídico argentino, no pasa de ser una afirmación muy necesitada de precisión. Los bienes jurídicos sólo están
protegidos contra determinadas formas de afectarlos.
Así, si se dice que la vida es un bien jurídico penalmente tutelado en razón de que el matar a otro está tipificado
como delito en el código penal argentino (arts. 79 y 84 del C.P.), no debe entenderse con el alcance de
considerar que la vida está protegida contra todo comportamiento que la afecte, sino limitadamente, a ciertas
formas de lesión. En otras palabras, existen ciertas acciones que causan la muerte de otra persona y que no han
sido captadas por la prohibición, por lo que el bien jurídico “vida humana” no estaría protegido de estas formas
de lesión.
Ejemplo: El boxeador que golpea a su rival en el cuadrilátero cumpliendo rigurosamente las reglas del boxeo, no
comete el delito de homicidio si con uno de sus golpes provoca la muerte de aquél- aunque al golpearlo haya
tenido la intención de matar a su rival- porque esta forma de “matar” no está abarcada por la prohibición. 7
Por otra parte, con la asignación del carácter fragmentario al derecho penal, se pretende advertir sobre la
siguiente situación: de todas las conductas antijurídicas, sólo algunas fueron tipificadas como delito: Todas las
conductas delictivas son necesariamente antijurídicas, pero sólo un grupo limitado de comportamientos
antijurídicos son a su vez delictivos. En otros términos, la antijuridicidad del comportamiento es consustancial
al hecho delictivo: el delito es una acción típica antijurídica y culpable. Por lo que nunca un accionar conforme a
derecho puede ser delictivo. La antijuridicidad es la característica que presenta una acción de ser contraria al
derecho. Pero como no toda disposición jurídica es necesariamente una ley penal, tal contrariedad puede
referirse también a cualquier otra disposición del ordenamiento jurídico(civil, laboral, comercial, etc.). Ejemplo:
El incumplimiento en término de una obligación de pago, será antijurídico pero no delictivo, al no haber sido
contemplado como delito la simple omisión de pago.
La enunciación de aquellas conductas antijurídicas que se consideran delictivas es de carácter taxativo. Ello
significa que, si por involuntaria omisión del legislador, comportamientos de alto contenido disvalioso e incluso
lesivo de bienes jurídicos esenciales no fueron tipificados como delitos, no podrá castigarse con pena su
realización en virtud de expresas disposiciones constitucionales que excluyen en el ámbito penal, la integración
analógica o por vía de los principios generales del derecho (arts. 18 y 19, segunda parte, de la C.N.). En el
derecho penal no hay lagunas: todo comportamiento que expresamente no haya sido tipificado como delito,
pertenece a la esfera de libertad. Las irracionales consecuencias de considerar delictivas a ciertas acciones de
menor entidad disvaliosa respecto a otras que quedaron fuera del catálogo delictivo, sólo pueden ser corregidas
por vía de una reforma legal, pero nunca por medio de una interpretación integrativa o analógica. A ello se
oponen disposiciones de rango superior: Arts. 18 (principio de legalidad) y 19 (primera parte), de la C.N. y otras
garantías consagradas en tratados internacionales.
LAS TEORÍAS DE LA PENA.
Lo que se estudia bajo el título de “teorías de la pena” es lo atinente a la fundamentación y límites de la pena
estatal. A tal efecto debemos interrogarnos por la función del derecho penal, no bastando para ello con encontrar
una función cualquiera, sino una función legítima. La determinación de la función y legitimidad del derecho
penal, constituyen el contenido esencial de las distintas teorías de la pena y en torno a ello gira el debate central
de nuestros días.
Advierte con acierto Roxin, que lo que se trata de responder con estas teorías es el interrogante acerca de
“¿Cómo y bajo qué presupuestos puede justificarse que el grupo de hombres asociados en el Estado prive de
libertad a alguno de sus miembros o intervenga de otro modo, conformando su vida en su existencia social?. Es
ésta una pregunta acerca de la legitimación y los límites de la fuerza estatal...” 8. Una advertencia que formula el
mencionado autor, es la referente a evitar caer en el error de pretender dar una respuesta acabada a tales
interrogantes, cuando de lo que se trata es de ir adecuándola a las cambiantes situaciones histórico-espirituales,
constitucional y sociales para hacerla compatible con un Estado de Derecho.
Tradicionalmente se hace una clasificación en teorías absolutas y teorías relativas de la pena, para encuadrar
en alguna de estas concepciones a las respuestas más usuales que se han elaborado sobre el sentido y los límites
de legitimidad de la pena estatal.
Teorías absolutas: Se caracterizan por considerar que la pena tiene el sentido de materializar el valor justicia,
al compensar la culpabilidad del autor de un delito mediante la irrogación del mal en que la pena consiste. Por tal
9 Bacigalupo, Enrique. Principios de derecho penal-parte general. Akal/iure., Madrid, 1997, pág. 7.
10 Citado por Roxin, ob. cit. Pág. 12.
11 Roxin, ob. cit., pág. 12/13.
12 ídem, pág.12.
Finalmente, se destaca como negativa la despreocupación que manifiestan los retribucionistas por los efectos
sociales que produce la pena desentendiéndose de si con ella se mejora al condenado o si, por el contrario, se
crean condiciones para la reiteración del delito. Las teorías absolutas no brindan pauta alguna en relación al
tramo de ejecución de la pena y las modalidades posibles de su instrumentación. Los nocivos efectos que la
prisionización producen en el condenado y la búsqueda de penas alternativas a las privativas de libertad para
evitar estas perniciosas consecuencias, no serían preocupaciones de los retribucionistas, lo que constituye un
déficit evidente de esta concepción
TEORÍAS RELATIVAS: A diferencia de las absolutas, no consideran a la pena como un fin en sí misma sino
que le asignan una función de prevención de futuras conductas delictivas, consistiendo en ello la utilidad de la
pena. Si el valor justicia (pena justa) constituye el fundamento legitimante de la pena para las teorías absolutas,
el valor utilidad (pena útil) lo es para las teorías relativas: la pena justa-se dirá- es la pena necesaria. Mientras las
concepciones absolutas de la pena miran al pasado (el delito ya cometido) para retribuirle el mal a su autor, la
tesis preventistas miran al futuro tratando de evitar la comisión de nuevos delitos.
Se clasifican a las teorías relativas en dos grandes grupos: Teorías de la prevención general y teorías de la
prevención especial, según se dirijan los efectos que se esperan de la pena a los que no han delinquido o tengan
por destinatario principal al sujeto transgresor.
Cada una de ellas, a su vez, puede ser positiva o negativa, por lo que tenemos dentro de las teorías relativas a
las siguientes: a) Teoría de la prevención especial positiva; b) Teoría de la prevención especial negativa; c)
Teoría de la prevención general negativa y d) Teoría de la prevención general positiva. Veamos que sostienen
cada una de ellas.
Teoría de la prevención especial positiva: Comparte como nota común con las demás teorías de la prevención,
su pretensión de prevenir a través de la pena la comisión de futuras conductas delictivas, distinguiéndose de las
teorías de la prevención general en que, tal objetivo, lo quiere lograr actuando sobre el delincuente, para que éste
no vuelva a delinquir. Recordemos a uno de los principales exponentes de la prevención especial, Franz von
Liszt, para quien la prevención podía lograrse de tres maneras posibles. “Corrección, intimidación,
neutralización: éstos son, pues, los inmediatos efectos de la pena, los móviles que subyacen en ella y mediante
los cuales protege a los bienes jurídicos”. “...1) Corrección de los delincuentes que necesiten corrección y
capaces de ella; 2) Intimidación de los delincuentes que no necesiten de corrección; 3) Neutralización de los
delincuentes no susceptibles de corrección.” 13
Varias son las objeciones a que se hace pasible la teoría de la prevención especial positiva. En primer lugar se
cuestiona-y en esto comparte la crítica que se le hace a las teorías absolutas- su falta de capacidad como para
delimitar el derecho a punir del Estado en cuanto a su contenido. No brinda ningún criterio sobre la base del
cual se pueda determinar qué acciones pueden ser legítimamente sancionadas con pena. Esta carencia impide
poner una valla de contención a la desmesurada expansión del derecho penal.
Por otra parte, de seguirse estrictamente sus postulados, llevaría a un derecho penal de autor en el que la
intervención estatal no tendría fijado un límite en cuanto a la duración de las medidas que se apliquen al sujeto.
Aquellas no tendrían relación con la gravedad del hecho ni con la culpabilidad del autor (límites a la pena
infranqueables para las teorías absolutas), sino con las necesidades de readaptación del trasgresor. Así, un hurto
de escasa cantidad de dinero cometido por un sujeto con inclinación cleptómana, justificaría la aplicación de una
medida de seguridad totalmente desproporcionada con la gravedad del injusto, ya que su duración debería ser la
necesaria para lograr la neutralización de la peligrosidad del autor. Esto llevaría a la admisión de penas
indeterminadas en la ley, con grave afectación del principio de legalidad, e incompatible con un Estado de
Derecho.
La contra cara de lo que ocurre con la comisión de delitos por sujetos peligrosos que llevaría a una
prolongación de la pena conforme a las necesidades de prevención, es lo que ocurre cuando el ilícito ha sido
cometido en circunstancias extraordinarias y de difícil repetición. De igual manera, cuando el transcurso del
tiempo demuestra la innecesariedad de la pena por resocialización del autor. ¿Se podría justificar la imposición
de la pena a criminales nazis por hechos cometidos hace más de cincuenta años cuando desde entonces han
demostrado una buen conducta?. Esto es lo que frecuentemente se argumenta cuando es solicitada la extradición
de quienes se encontraban viviendo con identidad falsa fuera de Alemania, y según los vecinos del lugar eran
personas muy correctas y hasta solidarias. Una aplicación pura de la teoría de la prevención especial debería
negar la necesidad de pena, y con ello su legitimidad, lo que no parece conveniente ni aceptable.
Finalmente, observa Roxin, que esta posición logra determinar un fin de la pena, pero lo que no consigue es
fundamentar la legitimidad de la sanción.
Una síntesis de las objeciones puede encontrarse en esta conclusión de Roxin: “La teoría de la prevención
especial no es idónea para justificar el Derecho penal, porque no puede delimitar sus presupuestos y
consecuencias, porque no explica la punibilidad de delitos sin peligro de repetición y porque la idea de
adaptación social forzosa mediante una pena no contiene en sí misma su legitimación, sino que necesita de
fundamentación jurídica a partir de otras consideraciones”. 14
Teoría de la prevención especial negativa: Esta posición pretende explicar la pena como una forma de impedir
la repetición del delito actuando sobre el delincuente, pero no para mejorarlo, sino impidiendo físicamente
futuras reincidencias. Ejemplos: pena de muerte; amputación de manos al ladrón; castración del violador;
lobotomía; etc.
La total falta de legitimación de esta posición exime de mayores comentarios, resultando inaceptable para un
Estado de Derecho.
Teoría de la prevención general negativa: Conforme a esta teoría, la pena ya no incidiría sobre el autor del
delito sino sobre quienes no delinquieron intimidándolos, al ejercer una inhibición de los impulsos delictivos por
13 von Liszt, Franz. “La idea de fin en el derecho penal”, editado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
Universidad Nacional Autónoma de México; México, 1994, pág.112/115.
14 Roxin, Claus. ob. cit., pág. 17.
el temor que experimentarían a sufrir la sanción. En este sentido se expresaba von Feuerbach- uno de sus
principales representantes- al decir que la pena actuaba sobre la generalidad de los miembros de la sociedad de
manera contramotivante, ejerciendo una “coacción psicológica”. Lo explicaba diciendo: “Todas las
contravenciones tienen su causa psicológica en la sensualidad, en la medida en que la concupiscencia del hombre
es la que lo impulsa, por placer, a cometer la acción. Este impulso sensual puede ser cancelado a condición de
que cada uno sepa que a su hecho ha de seguir, ineludiblemente, un mal que será mayor que el disgusto
emergente de la insatisfacción de su impulso al hecho...” y agregaba: “...I) El objetivo de la conminación de la
pena en la ley es la intimidación de todos, como posibles protagonistas de lesiones jurídicas. II) El objetivo de su
aplicación es el de dar fundamento efectivo a la conminación legal, dado que sin la aplicación la conminación
quedaría hueca (sería ineficaz). Puesto que la ley intimida a todos los ciudadanos y la ejecución debe dar
efectividad a la ley, resulta que el objetivo mediato (o final) de la aplicación es, en cualquier caso, la
intimidación de los ciudadanos mediante la ley”. 15
Por lo tanto, para la teoría de la prevención general negativa, habría que distinguir dos momentos: a) La
conminación abstracta de la pena prevista para cada delito (Ejemplo: la pena de 8 a 25 años que se prevé para
quien mate a otro en el código penal argentino); b) La aplicación efectiva de la pena a quien ya realizó la acción
delictiva. Sin embargo, ambas tendrían la misma finalidad-intimidar- aunque actuarían de forma diferente.
La amenaza de pena que está contemplada en los códigos penales antes de que alguien en particular realice la
acción prohibida, tiene por finalidad disuadir a cualquier persona de la realización del acto criminal, al
amenazarlo con una pena si realiza tal acción. Como lo advertía Feuerbach, debería ser siempre mayor el mal
que se amenace en relación con la insatisfacción que pueda experimentar el sujeto por la abstención al hecho.
El segundo momento a considerar, es cuando ya se ha llevado a cabo la acción criminal. Aquí podría parecer
que ya ha fracasado la amenaza y por lo tanto la aplicación de la pena resultaría extemporánea para el autor, ya
que lo que ocurrió no puede borrarse con la pena. Pero es claro que la efectiva materialización de la sanción
tiene también por finalidad la evitación de futuras conductas delictivas, no por parte de su autor, sino de los
demás miembros de la comunidad que observarían como aquella amenaza se cumple necesariamente. De ocurrir
lo contrario-impunidad ante hechos delictivos-, ya nadie se vería en el futuro intimidado por la amenaza de pena,
con lo que su conminación abstracta perdería toda efectividad.
La prevención general negativa no resulta convincente por distintas razones. En primer lugar, de aceptarse su
punto de partida, habría que admitir la afectación al principio de proporcionalidad mínima que debe existir entre
la entidad del injusto y la culpabilidad del autor por una parte, y la magnitud de la sanción por la otra (Principio
de proporcionalidad). Y esto es así, ya que si la pena debe funcionar como contra-motivación, cuando en una
comunidad determinada se perciba un incremento en la comisión de ciertos delitos, la respuesta debería ser un
aumento de la pena en la magnitud necesaria como para influir en los índices de criminalidad haciéndolos
disminuir.
Pero ante tal situación la pena ya no estaría en relación con lo que el sujeto hace, sino que se usará al
condenado como un verdadero “chivo expiatorio”. La sanción tendría una pretensión ejemplarizante, con lo que
se configuraría la más grave trasgresión a la moral Kantiana, que no admite la degradación que significa para la
persona que se la esté utilizando para la obtención de objetivos que la trasciendan:
La falta de legitimidad de esta propuesta se evidencia al proponer como política criminal adecuada aquella que
infunda temor en los miembros de la comunidad para que no cometan actos delictivos. Y en esto no habría
límites para el Estado, que podría valerse del terror como mecanismo de contención a la criminalidad, lo que es
difícilmente compatible con un Estado de Derecho. Esta es, a mi criterio, la objeción más importante que se le
puede formular a esta teoría.
A ello se agrega la falta de correlato entre lo sostenido teóricamente y las comprobaciones empíricas. Se dice
al respecto, que no está demostrado que el incremento de pena influya necesariamente en la disminución de los
índices de delictuosidad. Por otra parte, esta concepción presupone-lo que tampoco es coincidente con lo que
normalmente ocurre- que los hombres actuarían o dejarían de hacerlo respondiendo a estímulos externos que
influirían en su decisión. Ejemplo: En el tráfico ilegal de drogas, es común que algunos sujetos utilicen su
propio cuerpo como forma de transportar de un país a otro, la sustancia prohibida. La sola apertura de alguna de
las cápsulas que ingieren lo llevaría a una muerte segura. Sin embargo, este mal de posible acontecer no logra
disuadir a estas personas de su acción. ¿Podría hacerlo la amenaza de una sanción mucho menos grave y de más
lejana e incierta producción?. Es más, en los países en los que la pena de muerte está consagrada para ciertos
delitos, no se ha logrado evitar que sigan cometiéndose esa clase de infracción. Más que la gravedad de la pena,
son las chances de ser captado por el sistema penal, lo que incidirá en la toma de decisión.
Otras objeciones me parecen menos importantes, y alguna de ellas pueden ser fácilmente rebatidas. Así,
cuando se argumenta que cada delito que se comete, es una demostración del fracaso de esta concepción al
evidenciar que la contramotivación que se esperaba de la amenaza de pena no se ha logrado, se puede contestar
que ello, por sí solo, no demuestra la ineficacia de la pena. Para ello lo que habría que demostrar que sin
conminación de pena, el número de delitos se hubiera mantenido invariable. Sólo así se podría concluir en el
fracaso de esta concepción. En otros términos, a pesar de la comisión de delitos no se podría sostener que ha
fracasado la prevención general, pues pudo haber tenido incidencia contramotivante en muchos otros que por
ello no delinquieron.
De todas maneras, me parece importante resaltar que el eje de la discusión no debería pasar por demostrar el
efecto intimidante que produce la pena como fenómeno social, sino en determinar si es legítimo que un Estado
de Derecho pretenda obtener determinados fines infundiendo el temor entre sus súbditos.
Teoría de la prevención general positiva:
Distintas expresiones teóricas se encuadran dentro de la denominada “Teoría de la prevención general
positiva”, también llamada “teoría de la prevención-integración”, existiendo diferencias de matices entre sus
15 Feuerbach, Paul J. A. R. “Tratado de Derecho Penal”, traducción al castellano de la 14a. edición alemana (1847), por
Eugenio R. Zaffaroni e Irma Hagemeier, editorial Hammurabi, Bs.As., 1989, pág. 60/61.
sostenedores. La idea central es la de atribuir a la pena el fin de mantener y reforzar la vigencia social de la
norma, la que de alguna manera, es puesta en cuestión al cometerse el delito. Con la pena, se ratifica a la norma
infringida por el delincuente con su conducta criminal.
Si en una comunidad se reconoce vigencia a una norma que prohíbe matar, la conducta de matar a otro socava
en cierta forma la confianza social en la vigencia del mandato, por lo que resulta necesario castigar a ese
comportamiento para demostrar que el dar muerte a otro sigue estando prohibido en la comunidad. La pena, en
este sentido cumpliría la función de comunicar simbólicamente a través de su imposición, que el modelo de
sociedad que pretende el delincuente no es el aceptable, manteniendo inalterada la conciencia normativa social.
Con la pena, se pretende afirmar y asegurar las normas fundamentales en una comunidad.
Esta teoría no niega que con la pena puedan producirse otros efectos sociales o incluso psicológicos como los
que destacan las demás teorías, sino señala que no es ello lo relevante. Veamos como lo explica Günther Jakobs,
uno de sus principales sostenedores: “La pena no repara bienes, sino confirma la identidad normativa de la
sociedad. Por ello, el Derecho penal no puede reaccionar frente a un hecho en cuanto lesión de un bien jurídico,
sino sólo frente a un hecho en cuanto quebrantamiento de la norma. Un quebrantamiento de la norma, a su vez,
no es un suceso natural entre seres humanos, sino un proceso de comunicación, de expresión de sentido entre
personas”.16
Se ha señalado como una diferencia esencial de esta pensamiento, el de no requerir una verificación empírica
de sus postulados. En este sentido señala Jakobs. “La prestación que realiza el Derecho penal consiste en
contradecir a su vez la contradicción de las normas determinantes de la identidad de la sociedad. El Derecho
penal confirma, por tanto, la identidad social. ...En esta concepción, la pena no es tan sólo un medio para
mantener la identidad social, sino que ya constituye ese mantenimiento mismo. Ciertamente puede que se
vinculen a la pena determinadas esperanzas de que se produzcan consecuencias de sicología social o individual
de muy variadas características, como, por ejemplo, la esperanza de que se mantenga o solidifique la fidelidad al
ordenamiento jurídico. Pero la pena ya significa algo con independencia de estas consecuencias: significa una
autocomprobación”.17
La constitución de la sociedad tiene lugar a través de normas. Algunas de ellas -señala Jakobs- tienen
capacidad para auto estabilizarse ya que su corrección puede ser captada racionalmente por vía cognitiva y su
trasgresión produce consecuencias inmediatas al trasgresor. Así, quien desafíe a la ley física de la gravedad,
pretendiendo caminar en el aire, sufrirá inmediatamente las consecuencias de desconocer validez a una ley
natural: recibirá una “pena natural” que podrá consistir en lesiones corporales, rotura de piernas, etc.) que lo
llevará a adecuar, en el futuro, su conducta respetando aquellas leyes de la naturaleza. Con las normas jurídicas
no pasa lo mismo, ya que son por naturaleza contingentes y cambiantes, dependiendo de valoraciones que no
todos las comparten. Es por ello que necesita estabilizarse de forma diferente, siendo tal la función que cumple
la pena.
Refiriéndose a las normas jurídicas y su distinción respecto a otra clase de normas, señala
Jakobs:“Precisamente a causa de la evidente contingencia de estas normas, es decir, a causa de-sit venia verbo-la
indemostrabilidad de la voluntad correcta en relación con las normas jurídicas y también morales, su vigencia ha
de garantizarse de otro modo, precisamente a través de la sanción. Desde el final del Derecho natural, la pena ya
no se impone a sujetos irracionales, sino a sujetos refractarios. La sanción contradice el proyecto del mundo del
infractor de la norma: éste afirma la no-vigencia de la norma para el caso en cuestión, pero la sanción confirma
que esa afirmación es irrelevante”.18
La prevención general positiva es muy seguida en la doctrina moderna, y parece preferible al no hacerse
pasible de las críticas formuladas a las demás teorías, aunque teniendo muy presente la advertencia que formula
Bacigalupo: “La decisión en favor de la prevención general positiva requiere por lo tanto que, al mismo tiempo,
no se cierre la discusión sobre el progreso de la idea de un derecho penal más humano” 19
Teorías de la Unión:
Se trata de posiciones intermedias que presentan a los fines “utilidad” y “justicia”, como no incompatibles,
haciéndolos jugar de manera armónica en la legitimidad de la pena.
Es frecuente distinguir los distintos momentos de la pena para asignarle fines diferentes. Señala Roxín que en el
momento de la amenaza punitiva, esto es la pena como conminación genérica abstracta, por ejemplo, la que está
contemplada en la ley penal antes de que el hecho se cometa (Ej: Se aplicará pena de “x” cantidad de años a
quien...).En ese momento la pena cumple una función de prevención general. Distinta sería la situación en el
momento de la determinación judicial de la pena en la sentencia, en la que no podrá superarse el marco de la
culpabilidad del autor, por más que necesidades de prevención general o especial aconsejen una sanción mayor
(la justicia por sobre al utilidad de la pena). Por último, en la instancia de ejecución de la pena, adquieren
preponderancias los fines resocializantes (prevención especial).
Es de destacar que en nuestro ordenamiento positivo tenemos varias disposiciones que tienen que ver con los
fines de la pena. En primer lugar, la Constitución Nacional establece que : “ Las cárceles de la Nación serán
sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ella...”(art. 18, in fine). Por su parte, la
Convención Americana de Derechos Humanos, en su art. 5, punto 6, expresa: “ Las penas privativas de la
libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la readaptación social de los condenados”.
16 Günther, Jakobs. Sociedad, norma y persona en una teoría de un derecho penal funcional. Traduccióna al castellano de
Manuel Cancio Meliá y Bernardo Feijoó Sánchez, editorial Civitas, Madrid, 1996, pág11.
17 Idem, pag.18.
18 Ídem, pág. 28.
19 Bacigalupo, Enrique. Principios de derecho penal-parte general. Akal/ iure. Madrid, 1997, pág.16.
En relación al principio de culpabilidad deben determinarse dos aspectos esenciales: A) alcances de su
contenido; B) jerarquía normativa de su reconocimiento en el ordenamiento positivo.
1.-A) Con respecto al contenido del principio, puede decirse que predomina en doctrina la concepción que
exige para la aplicación de una pena, ciertos presupuestos sin los cuales la punición carecería de legitimidad, y
que tienen que ver con las condiciones requeridas para reprochar por su hecho al autor. En este sentido, la
culpabilidad -fundamento y límite de la legitimidad de la pena- puede entenderse válidamente como sinónimo de
reprochabilidad.
Entre los presupuestos básicos requeridos para la formulación del reproche, se encuentra el reconocimiento en
el hombre del libre albedrío. Una fundamentación antropológica que parta de una concepción determinista, quita
toda posibilidad de aplicación al principio de culpabilidad, pues a quien no tiene libertad para elegir, no se le
podrá cuestionar lo hecho. En el determinismo no hay lugar para el premio ni tampoco para el castigo, pues el
mérito o demérito del comportamiento presupone la posibilidad de elección, entre adecuar su acción al mandato
normativo o desviarse de él.
Este presupuesto metafísico, sin embargo, no está exento de cuestionamientos, en especial en lo referente a la
posibilidad de una demostración empírica de su existencia, lo que ha puesto en crisis a la concepción de la
culpabilidad en el sentido expuesto20.
El principio de culpabilidad puede ser afectado de dos grandes formas:
1.- Por aplicarse pena sin que se den las condiciones que permitan formular al autor un reproche por lo que hizo.
2.- Cuando, si bien era posible la formulación del reproche, la sanción no guarda una cierta proporcionalidad con
la magnitud del ilícito cometido (proporcionalidad de la pena). Analicemos brevemente ambas situaciones.
1.-Condiciones del reproche: Es dominante la concepción que considera como presupuestos necesarios para la
culpabilidad, la presencia conjunta de los siguientes condiciones: a) Que el sujeto en el momento de actuar haya
tenido la posibilidad de comprender la criminalidad de su conducta.; b) Gozar de un cierto ámbito de
autodeterminación, sin el cual tampoco se podría reprochar al autor por su acción.
De lo expuesto, se pueden inferir las consecuencias de reconocer a la culpabilidad como uno de los principios
rectores en al ámbito del derecho penal:
a) Para poder comprender la criminalidad del acto, el sujeto deberá tener la posibilidad de saber lo que está
materialmente haciendo . Conforme a ello los errores invencibles que impidan al sujeto conocer los riesgos que
genera su acción (no sabe lo que hace) , serán un impedimento para la imputación subjetiva del hecho (error de
tipo invencible). En el ámbito penal no es admisible la responsabilidad objetiva: No se puede responsabilizar
penalmente a un sujeto por la mera causación de resultados lesivos, si al menos no ha existido un
comportamiento imprudente o negligente de su parte (No hay pena sin culpa).
b) La comprensión de la criminalidad no sólo presupone el conocimiento de la materialidad de la acción, sino
también el haber tenido la posibilidad de comprender la relevancia jurídico-penal del hecho y la pena prevista
para el mismo.
Para ello, será necesario-por una parte- que exista una ley que en forma clara y precisa delimite el
comportamiento prohibido y la pena que corresponderá a su autor (exigencia de ley previa al hecho). Por tal
razón la pretensión de aplicar retroactivamente una ley penal más gravosa o incriminante lesiona el principio de
culpabilidad.
De todas formas, aún cuando existiera una ley previa al hecho que individualice la acción prohibida y la pena
correspondiente, la comprensión de la criminalidad podrá faltar por alguna de estas razones: En primer lugar
puede que carezca en el momento del hecho de la capacidad psíquica necesaria para poder motivarse en la
norma. La ausencia de tal capacidad, que puede o no tener un carácter patológico, exime de responsabilidad
penal a quien la padece (inimputabilidad). Por otra parte, puede ocurrir que las circunstancias del caso no
permitan imputarle al sujeto el desconocimiento del carácter delictivo del hecho: errores de prohibición
invencibles.
c) También se requerirá que el autor haya tenido la posibilidad de evitar la comisión del delito o de haber dado
cumplimiento a un mandato de acción. 21 Ello pude estar ausente por distintas razones (fuerza física irresistible,
involuntabilidad, etc.).
d) Finalmente, habrán circunstancias en las que, aún cuando se den todas las condiciones precedentemente
expuestas (ley previa, posibilidad psíquica de comprensión, efectivo conocimiento de la prohibición, capacidad
de acción) igualmente no se le pueda reprochar al autor por lo que hizo, si no gozó de un cierto ámbito que le
haya permitido autodeterminarse libremente (estado de necesidad exculpante).
Antes de analizar en forma sucinta la segunda forma de lesionar el principio de culpabilidad (por falta de
proporcionalidad entre el injusto cometido y la pena a aplicar), es necesario realizar una importante advertencia.
El principio de culpabilidad le da una fisonomía al derecho penal, fijándole límites al descartar la punición en
todos aquellos supuestos en los que no estén presentes los presupuestos del reproche. Desde tal perspectiva, la
consecuencia siempre es la misma, en el sentido de que no podrán considerarse delictivas tales conductas siendo
por lo tanto inaplicable su consecuencia-la pena- al autor del hecho. Sin embargo, los efectos sistemáticos que
producirá la ausencia de los distintos presupuestos del reproche, no siempre serán los mismos. Como se verá en
su momento, no produce las mismas consecuencias dogmáticas la falta de capacidad de acción en el autor que,
por ejemplo, el desconocimiento de la relevancia penal de su conducta: Ambas situaciones impiden considerar
delictivo el comportamiento del agente, y en ello está su coincidencia: no podrá aplicársele pena alguna. Pero
más allá de ello, existen ciertos efectos que produce la falta de capacidad de acción en el autor y que no las
produce el error de prohibición invencible.
En otras palabras, no debemos confundir el principio de culpabilidad, con la culpabilidad como categoría
sistemática perteneciente a la teoría del delito. Esto se comprenderá mejor cuando se estudien las categorías
individuales de la teoría del delito (acción, tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad).
20 De ello me ocuparé al tratar el concepto de culpabilidad como uno de los componentes del delito.
21 Bacigalupo, Enrique. Principios constitucionales de derecho penal. Hammurabi, Bs.As., 1999, pág.137 y ss.
2.-Proporcionalidad mínima de la pena: El principio de culpabilidad también tiene manifestación respecto a la
entidad de la sanción. Debe mediar una relación proporcional mínima entre la entidad del injusto y la magnitud
de la pena: A mayor ilicitud mayor sanción punitiva.
Esta proporción también debe respetarse teniendo en cuenta una segunda dimensión: La comparación de pena
en relación con la magnitud de sanción prevista para los otros delitos. Así, por ejemplo, no sería admisible que el
hurto tuviera prevista una pena superior a la establecida para el homicidio debido a la mayor ilicitud que implica
la acción de quitar la vida respecto a la de lesionar la propiedad. En verdad, esta última exigencia del principio
de proporcionalidad ya no es una derivación del principio de culpabilidad, sino más bien emerge del principio
republicano en virtud del cual se exige racionalidad a los actos de gobierno, y es evidente que no sería racional
castigar más severamente conductas que tienen-respecto a otras-un menor contenido de ilicitud.
22 Sancinetti, Marcelo A. Principios constitucionales vigentes para el derecho penal material (inédito).
El principio de la intrascendencia de la pena tiene jerarquía constitucional al estar expresamente consagrado en
la Convención Americana sobre Derechos Humanos (art.5º punto 3) como uno de los derechos inherentes a la
integridad personal.
23 Convención Americana de Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), (ley 23.054), art. 9: “Nadie puede ser
condenado por acciones u omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivas según el derecho aplicable.
Tampoco se puede imponer pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito”
24 En su parte pertinente, el punto 1 del art. 9 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece: “...Nadie
podrá ser privado de su libertad, salvo por las causas fijadas por ley y con arreglo al procedimiento establecido en ésta...”.
25 Feuerbach, Paul Johann A.R. “Tratado de derecho penal”, traducción al castellano de la 14a. Edición alemana (Giessen,
1847), por Eugenio Raúl Zaffaroni e Irma Hagemeier, colección Criminalistas Perennes, editorial Hammurabi, Bs.As.,
1989, pág.63, parágrafo 20.
26 Bacigalupo, Enrique. “Principios constitucionales de derecho penal”, Ed. Hammurabi, Bs.As., 1999, pág. 46. Explica
Bacigalupo que el código penal- a diferencia de lo que sostenía von Liszt- no debe considerarse la carta magna del
delincuente, sino la magna carta del ciudadano, aclarando que no se trata de un mero juego de formulaciones elegantes sino
que “...si el acento se pone en el delincuente es claro que el principio de legalidad se debería entender como un mal
necesario, pues protege al mal ciudadano frente a la sociedad; consecuentemente, toda reducción de su contenido puede
aspirar a contar con comprensión. Por el contrario, si el principio de legalidad protege al ciudadano, será un bien necesario,
pues protegerá al débil frente al poderoso (el Estado), y la limitación de sus alcances no debería contar con la comprensión
de los ciudadanos”.
Bustos Ramírez, Juan. “Manual de Derecho Penal”, 3era. edición, Ed. Ariel, Barcelona, 1989, pág.59.
Sentado lo anterior, me ocuparé de dos aspectos que, aunque están estrechamente interrelacionados entre sí,
deben ser cuidadosamente distinguidos: 1.-Fundamentos del principio de legalidad; 2.-Alcances del referido
principio.
b) LEX SCRIPTA: De la exigencia de lex scripta (ley escrita) surge la necesidad de reconocer como única
fuente de conocimiento en materia penal a la ley, resultando inaplicables el derecho consuetudinario, la
jurisprudencia o los principios generales del derecho, tanto en lo que hace a la determinación de la materia de
prohibición, como en lo atinente a la pena.
Esta ley debe ser tal no sólo en un sentido formal, esto es, haber sido dictada por el órgano competente
(Congreso de la Nación para los delitos; Legislaturas provinciales o concejos municipales para el ámbito
contravencional) y conforme al procedimiento constitucionalmente establecido para su sanción, sino también en
un sentido material (disposición de carácter general).
Conforme a ello, en el ámbito penal, rige el principio que establece que todo lo que la ley no prohíbe
corresponde al ámbito de libertad. En el derecho penal, no hay lagunas. Todo lo que no está prohibido está
permitido. Por ello, si existe discrepancia entre lo que el legislador quiso prohibir-lo que puede surgir de los
debates parlamentarios o de la exposición de motivos- y lo que la ley prohíbe, prima lo establecido en la ley. Al
respecto es muy ilustrativa aquella metáfora que utiliza Zaffaroni cuando dice que la ley, como hija del
legislador, tiene su carga genética, pero el cordón umbilical lo corta el principio de legalidad.
Por las razones expuestas, no serán constitucionalmente admisibles las tipificaciones o sanciones establecidas
por decreto o cualquier otra disposición no emanada del poder legislativo.
c)LEX STRICTA: De la exigencia de lex stricta (ley estricta),-que tiene como destinatarios específicos a los
intérpretes y aplicadores del derecho- emerge la proscripción absoluta en el derecho penal de la analogía “in
malam partem” y de toda otra forma de integración legal con la pretensión de colmar presuntas “lagunas del
derecho”33.
29 Si bien la Convención Americana de Derechos Humanos contempla ambos principios en un mismo artículo, no es menos
cierto que éstos aparecen claramente diferenciados como el principio de legalidad y el de retroactividad (art. 9 de la
CADH).
30 El carácter más gravoso de una ley -como también su mayor benignidad- se determina en concreto, para cada caso, y
respecto a cada uno de los sujetos intervinientes en el hecho. Por ello es perfectamente posible que a un mismo supuesto
pueda aplicársele más de una ley. El principio de legalidad, en su manifestación de irretroactividad de la ley penal más
gravosa o incriminante, se complementa con otras disposiciones jurídicas que establecen la obligación de aplicar la ley
penal que, para el caso (o más precisamente, para el sujeto) sea la más benigna. Así, por ejemplo si para uno de los autores
del hecho resulta más favorable la ley anterior, ésta será de aplicación para él. Si, en cambio, la nueva ley es más benigna
para el otro coautor, corresponderá en derecho que su situación se resuelva aplicando retroactivamente la ley nueva. Todo
ello se tratará en detalle al desarrollar el tema referido al ámbito temporal de validez de la ley penal, donde se analizarán las
reglas que rigen para el caso de sucesión de diferentes leyes en el tiempo.
31 Como si lo hace el art. 41 del C.P., en el que se establecen los aspectos a considerar para la determinación de la pena en
concreto.
32 Tribunal Constitucional, España, diciembre 19, 1996. Publicado en La Ley, 1997-D,196.
Sostiene Karl Larenz, que se procede analógicamente cuando se traslada una regla, dada en la ley para un
supuesto de hecho, a otro supuesto de hecho no regulado en la ley pero “similar” a aquél. 34 Este procedimiento
de integración de lagunas que en otras ramas del derecho no sólo está admitido sino incluso impuesto- así, en el
ámbito civil, si una cuestión no puede resolverse, ni por las palabras, ni por el espíritu de la ley, se atenderá a los
principios de leyes análogas; y si aún la cuestión fuese dudosa, se resolverá por los principios generales del
derecho teniendo en consideración las circunstancias del caso, art. 16 del C.C.- está proscrito en el ámbito penal,
en el cual no existen las llamadas “lagunas del derecho”. Lo que así se denomina en otras ramas, en el ámbito
penal son espacios de libertad.
Lo expuesto vale tanto para la denominada “analogía legal” como para la llamada “analogía jurídica. En la
analogía legal, la regla jurídica en base a la cual se resolverá el caso se traslada de un precepto concreto que
regula cierta situación, a otra semejante. Ejemplo:
En cambio, en la analogía jurídica, la regla que se aplicará al caso se elabora a partir de una idea jurídica que se
desprende de varios preceptos35. Ejemplo:
Sin embargo, no resulta sencillo distinguir la analogía- que como procedimiento integrador está vedado -, de la
denominada interpretación extensiva y su aceptación en el ámbito penal, respecto a la cual las opiniones no son
uniformes.36 No podemos detenernos -a pesar de su enorme importancia- en el análisis de los criterios
sustentados para diferenciar la interpretación extensiva de la analogía. Sólo diremos que, no sería analógica la
interpretación que surge del “sentido literal posible” del texto legal 37.
Como observa Roxin, la vinculación del intérprete al límite del tenor literal, no es una exigencia arbitraria, sino
que está en estricta consonancia con los fundamentos jurídicopolíticos y jurídicopenales del principio de
legalidad: “...el legislador sólo puede expresar con palabras sus prescripciones; y lo que no se desprenda de sus
palabras no está prescripto, no ‘rige’. Por eso, una aplicación del Derecho penal que exceda del tenor literal
vulnera la autolimitación del Estado en la aplicación de la potestad punitiva y carece de legitimación
democrática. Además, el ciudadano sólo podrá incluir en sus reflexiones una interpretación de la ley que se
desprenda de su tenor literal, de tal manera que pueda ajustar su conducta a la misma.” 38
Ahora bien, como ya señaláramos, una de las exigencias que emerge del principio de legalidad es que la ley
penal sea escrita. El tener que valerse de un idioma para plasmar las prohibiciones y mandatos, implica que,
frecuentemente, las disposiciones jurídicas admitan más de una interpretación posible. ¿El juez es libre para
seguir cualquiera de ellas en la medida que esté dentro de lo lingüísticamente admisible?
La gramatical no es la única vía-ni siquiera la más importante- para definir los alcances de una disposición,
debiendo ser complementada con otros criterios, como el teleológico, el sistemáticos, el históricos, etc. Si luego
de considerar todos estos criterios interpretativos es posible concluir en más de un sentido, un sector doctrinario
fundamenta la necesidad de optar por la interpretación más restrictiva de punición, es decir, por aquella que
signifique dar un alcance más limitado al ámbito de lo prohibido. Al respecto, importantes voces de la doctrina
argentina se manifiestan partidarias-bajo ciertas condiciones- de una interpretación restrictiva de la ley penal.
33 En el ámbito penal, no existen “lagunas”. El principio general es que, todo lo que no está expresamente prohibido por
ley, está permitido.
34 Larenz, Karl. Metodología de la ciencia del derecho., traducción de Marcelino Rodríguez Molinero, Ed. Ariel,
Barcelona, 1994, pág.374.
35 Roxin, Claus. Derecho Penal-Parte General, t:I, traducción de la 2° edición alemana (1994) por Diego-Manuel Luzón
Peña, Miguel Díaz y García Conlledo, y Javier de Vicente Remesal, Civitas, 1997, pp.140.
36 Un interesante desarrollo de este tema puede verse en Bacigalupo, Enrique, ob.cit., pp. 77.
37 El tenor literal posible del texto legal no es reconocido como límite a la interpretación, por un importante sector
doctrinal.
38 Roxin, Claus. Derecho Penal-Parte General.; pp.149/150.
Esta es la posición que sustentan, con diferentes alcances y fundamentación, Zaffaroni 39, Bacigalupo40 y
Sancinetti41.
Cabe destacar que, en consonancia con el principio de legalidad, la única analogía prohibida es la “in malam
partem”. Esto es, como fuente creadora de delitos o de las sanciones punitivas, y lo está, incluso, en aquellos
casos en que la materia de prohibición se refiera a institutos correspondientes a ámbitos del derecho en el que la
analogía está aceptada o incluso impuesta. 42 En cambio, la analogía “in bonam partem” -en virtud de la cual se
mejora la situación legal del sujeto por una vía interpretativa que va más allá de la letra de la ley, considerando
no incriminada una conducta o considerándola de manera más benévola- no colisiona con el mencionado
principio, siendo admisible en la medida en que no sea arbitraria.
d)LEX CERTA: Pesa sobre el legislador el deber de evitar fórmulas imprecisas o vagas en la determinación
del ámbito de lo penalmente prohibido. La ley penal debe precisar- sin por ello caer en el defecto de un
casuismo- en la mayor medida posible la acción prohibida, como toda otra condición que hace a la
determinación de lo punible. Ya lo advertía Welzel, que el principal peligro para el principio de legalidad no
provenía de la analogía sino de las leyes penales indeterminadas: “¡El verdadero peligro que amenaza al
39 Se inclina por reconocer como vinculante el principio de interpretación restrictiva: “...dentro del alcance semántico de las
palabras legales puede haber un sentido más amplio para la criminalización o uno más limitado o restrictivo. Las dudas
interpretativas de esta naturaleza deben ser resueltas en la forma más limitativa de la criminalización. Se trata de la misma
razón que da origen al principio procesal in dubio pro reo, que no es pacíficamente aceptada, pues se afirma que no consiste
en una regla interpretativa del derecho penal sino en un criterio procesal de valoración de prueba. Quienes la rechazan
sostienen que dentro del límite semántico del texto legal puede elegirse libremente la más amplia, la literal o la restrictiva, o
sea que no admiten un principio general. Ese rechazo se basa en una distinción que no se justifica-al menos con la extensión
de la negativa-porque ambas consecuencias (in dubio pro reo e interpretación restrictiva) se desprenden de la
excepcionalidad de la criminalización primaria. Sólo en casos muy excepcionales la regla general de la interpretación
semánticamente más restrictiva de criminalización cede ante otra más amplia, esto es, cuando el sentido restrictivo provoca
una consecuencia ridícula o absurda, que la literal más amplia evita (la cosa mueble del art. 162 debe ser entendida en
sentido corriente y no civil, porque eso llevaría a dejar impune el hurto de inmuebles por accesión o representación). Este
extremo también impone que la interpretación reduzca el ámbito de lo prohibido por debajo del límite semántico mínimo (el
concepto de funcionario en el incumplimiento de los deberes, es más limitado que el señalado en el art. 78, para no penar al
recolector de residuos que omite retirar los de un vecino). El criterio de interpretación semánticamente más restrictiva debe
defenderse en la actualidad, donde parece ser uno de los principales instrumentos capaces de contener el formidable avance
de la tipificación irresponsable”.- Zaffaroni, Eugenio Raúl. Derecho Penal-Parte General, Ediar, Bs. As., año 2000, pág.
112/113.
40 El punto de vista que aquí se postula sostiene que ya la extensión de la ley penal por encima de la interpretación que
permita fijar un número mínimo de casos comprendidos en su texto es violatoria de la función de garantía de la ley penal.
Ciertamente, que esta toma de posición choca con la difundida idea de la inaplicabilidad del principio in dubio pro reo en
referencia a las dudas sobre la ‘cuestión jurídica’. Sin embargo este punto de vista no está totalmente huérfano de apoyos.
La razón que fundamenta la aplicación de este principio formulado como in dubio pro libertate o in dubio mitius a los
problemas de interpretación de la ley es la necesidad de que las consecuencias jurídicas que limitan derechos requieran una
‘fundamentación completa para justificar su aplicación’. Naturalmente que en el caso de colisión de dos interpretaciones
posibles de un texto legal, una más comprensiva que la otra, ninguna de las dos puede tener un fundamento completo. La
decisión en favor de una u otra no podrá apoyarse, por tanto, en el mejor fundamento lógico o hermenéutico de alguna de
las interpretaciones posibles. Consecuentemente, la decisión sólo es posible en función de criterios de otro nivel. A nuestro
juicio ese nivel es el institucional: estamos ante un conflicto entre más o menos libertad. Nuestra decisión se apoyará en una
razón institucional, derivada de la jerarquía de la libertad (art. 1°, CE). No es el ‘sentido posible del texto’ lo que dará el
límite de la interpretación, sino el ‘sentido más restringido del texto’. De esta manera la ley penal puede ser realmente una
barrera que no debe superar la política criminal”. Bacigalupo, Enrique. Principios constitucionales de derecho penal.
Hammurabi, Bs.As., 1999, pág.95/96.-
41 Quien, a diferencia de Zaffaroni y Bacigalupo, no lo vincula con el principio de legalidad sino con el principio-débil-de
mínima intervención. En efecto, refiriéndose a tal principio sostiene Sancinetti que: “... posiblemente sólo pueda cumplir la
función de un principio de orientación para la interpretación de los tipos penales: si no hay ninguna otra regla de
interpretación a la vista, se puede partir de una interpretación restrictiva del tipo penal, sobre la base de que de ese modo se
restringe la fuerza expansiva de la ley penal (ultima ratio). Este campo de aplicación equivaldría a ver en el principio de
mínima intervención un sucedáneo, para el derecho material, del principio in dubio pro reo, de alcance, como tal, solamente
procesal.” Sancinetti, Marcelo. “Principios constitucionales vigentes para el derecho penal material”, correspondiente a la
Guía para la clase de Principios constitucionales de la materia Derecho penal-parte general integrante del plan de estudio de
la carrera de especialización en derecho penal que se dictara en la Facultad de Derecho de la UNNE el día 5/4/97. (Material
inédito)
42 Por estar íntimamente vinculado con este tema, valga la siguiente cuestión como demostración de la singular
importancia de un buen manejo de las categorías correspondientes a la denominada parte general del derecho penal, para
una adecuada interpretación de los tipos penales en pariticular. Demostrativo de ello es lo que ocurre con la discusión
respecto a si el ilegítimo apoderamiento furtivo de energía eléctrica es o no configurativo del delito de hurto.
Un sector importante de la doctrina argentina lo considera comprendido en la materia de prohibición del tipo del art. 162
del C.P. como consecuencia de considerar “cosa” a la energía eléctrica: Si el hurto es, como lo establece el art. 162 del C.P.
el apoderamiento ilegítimo de una cosa mueble ajena, no habría inconvenientes en considerar al apoderamiento de energía
eléctrica ajena como hurto en la medida en que la energía eléctrica sería una cosa en el sentido legal. Se suele argumentar
para tal entendimiento que con la reforma al código civil por la ley 17.711, se ha solucionado el problema al incorporar
dicha ley un segundo párrafo al art. 2311 estableciendo que “las disposiciones referentes a las cosas son aplicables a la
energía y a las fuerzas naturales susceptibles de apropiación.
Sin embargo, tal razonamiento lejos está de aportar una argumentación suficiente como para zanjar la discusión. En primer
lugar, debería determinarse si el término “cosa” constituye o no un elemento normativo del tipo de carácter legal, pues sólo
para el caso en que tal interrogante sea contestado afirmativamente, los alcances de su significación estarían determinados
por la ley civil.
Pues bien, admitamos de momento que la expresión cosa constituye un elemento normativo del tipo de carácter legal, por lo
que su alcance está fijado por el código civil.
principio nulla poena sine lege no es de parte de la analogía, sino de las leyes penales indeterminadas!. Una ‘ley
penal’ que ‘determina’: será castigado quien lesiona los principios del orden social democrático (o socialista o
cualquier otro), no es conciliable con la idea de Estado de Derecho; no es una ley penal en el sentido
sustancial...” 43
Al respecto se debe tener presente la característica especial de la legislación penal de ser un sistema discontinuo
de ilicitudes, en el sentido de que no toda conducta antijurídica es ya por ello delictiva, sino que del universo de
acciones contrarias al derecho sólo algunas son tipificadas como delito y sancionadas como tales con una pena.
Por ello el legislador debe esmerarse en precisar cuáles son esas acciones prohibidas o impuestas y por cuya
realización u omisión corresponda una sanción penal.
Tal exigencia de una “lex certa”, no estará cumplida - por lo general- cuando no se individualice mínimamente la
acción que se considera prohibida, sino sólo se describan resultados lesivos.
Así, a título de ejemplo, si una disposición legal conminara con pena de de 3 a 9 años de prisión a todo aquél
que con su conducta lesionara el derecho de propiedad de un tercero, sin dudas que la misma sería
inconstitucional. Al ser la propiedad ajena susceptible de ser afectada de muchas maneras, ((Ej, apoderamientos
furtivos de cosas muebles (hurto); ocupación ilegítima de inmuebles (usurpación); destrucción de bienes (daño);
perjuicio patrimonial producto de un accionar fraudulento (estafa); etc.) al no establecerse cuál de estas formas
queda comprendida en la prohibición, carece de la concreción necesaria como para saber con antelación al
hecho cuales son los comportamientos prohibidos. 44
Por ello, para poder cumplir con el principio de legalidad en su exigencia de “lex certa”, será necesario que el
legislador se valga lingüísticamente de formas verbales a través de las cuales refiera a las conductas que quiere
prohibir. La ausencia de un verbo en el tipo penal, nos advertirá respecto a la posible inconstitucionalidad de la
ley por incumplimiento de la exigencia de certeza.
De no entenderse así, no sería necesaria una pluralidad de disposiciones jurídico-penales pues podría bastar con
una sola. Por ejemplo, una ley que dispusiera lo siguiente: “Se aplicará prisión de 1 día a 25 años a quien
lesione bienes jurídicos de otro”. Allí estarían contempladas todas las acciones lesivas posibles, y el amplio
margen de pena que va desde la posibilidad de aplicar 1 día de prisión como mínimo hasta 25 años como
máximo, permitiría al juez cuantificar la sanción en función de la gravedad del hecho. Sin embargo, una
disposición con tal laxitud no cumpliría mínimamente con la exigencia de certeza que el principio de legalidad
requiere en la ley previa al hecho.
Lo expuesto no debe llevar a la errónea concepción de entender que sólo una previsión tan minuciosa que
describa en todos sus detalles las particulares circunstancias en que se puede cometer un hecho puede ser
compatible con el principio de legalidad45 . No es necesario caer en tal intolerable casuismo- que por otra parte,
sería difícil de lograr ante la dificultad de imaginar todas las posibles formas comisivas.
Toda ley debe tener un cierto grado de abstracción y generalización. Lo que interesa es que de la ley penal surja-
en la forma más claramente posible- cuáles son las acciones que se consideran delictivas.
Pero no siempre es posible legislar con tanta precisión, ya que en algunos casos, por la naturaleza de las cosas a
regular o por lo inestable o cambiante de las situaciones regladas, se recurren a técnicas legislativas no exentas
Si bien se lee, allí sólo se dice que a la energía-al igual que a las fuerzas naturales- le son aplicables las disposiciones
referentes a las cosas, y no que la energía sea, en sí misma, una cosa. Por lo tanto, habrá que determinar si a la energía se
aplican esas disposiciones precisamente por pertenecer a la categoría de cosas o si sólo hay una asimilación legal en su
tratamiento (analogía legal), sin que se pueda afirmar tal pertenencia.
Si se entendiera que sólo hay una asimilación en su tratamiento, el apoderamiento de energía no podría ser considerado
hurto, en razón de que la ley penal argentina requiere para su configuración el apoderamiento de una cosa, y no estando
admitida la analogía en el ámbito penal -por más que en derecho civil si lo esté-se debería concluir en que tal conducta es
atípica del delito de hurto.
En cambio, si se entiende que de la definición de cosa que realiza el art. 2311 del Código Civil en su primer párrafo- donde
se considera tal a los objetos materiales susceptibles de tener un valor- surge que al ser la energía un objeto con tales
caracteres es una cosa para el derecho civil, se podría concluir válidamente que su apoderamiento ilegítimo constituye el
delito de hurto.
43 Welzel, Hans. Derecho penal alemán-parte general. Traducción al castellano de la 11a. Edición alemana por Juan Bustos
Ramírez y Sergio Yáñez Pérez. Editorial jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1976, pág. 40.
44 Es por esta razón que no resulta del todo correcto sostener que la propiedad es un bien penalmente tutelado en el derecho
argentino, ya que sólo algunas acciones lesivas a la propiedad han sido contempladas como delito mientras que muchas
otras sólo constituyen un ilícito civil. (Ej., el inquilino que incumpliendo un contrato de locación deja de pagar el alquiler
lesiona sin dudas la propiedad de su locador, pero ello no es constitutivo de delito alguno).
45 Sólo cuando determinadas modalidades de comisión sean consideradas por el legislador como merecedoras de un
especial tratamiento por su mayor o menor contenido disvalioso recurrirá a una expresa previsión de tales circunstancias en
el tipo penal, creando tipos penales agravados o atenuados.
Así, por ejemplo, el art. 79 del C.P. contempla el homicidio simple que castiga la conducta de matar a otro. Pero si desde
una perspectiva axiológica se considera más disvalioso o más reprochable la utilización de ciertos medios para lograr la
muerte, se prevé expresamente esta circunstancia en un tipo penal calificado, como ocurre, por ejemplo, en nuestra ley
penal, con la utilización de veneno u otro procedimiento insidioso para producir la muerte, en el que el homicidio pasa a ser
agravado (art. 80, inc. 2 del C.P.).-
de cuestionamientos. Particulares problemas presentan al respecto, un grupo de supuestos de los que me ocuparé
a continuación. Ellos son, las denominadas “leyes penales en blanco” y los llamados “tipos penales abiertos”.
LAS LEYES PENALES EN BLANCO: Esta es la denominación que reciben aquellas leyes penales que
presentan una particularidad especial en su precepto, el cual, aparece necesitado de complementación por remitir
-expresa o implícitamente, a otra disposición, en donde se contemplan aquellos aspectos que completan la
delimitación de la materia de prohibición. En otras palabras, en estas leyes la pena está claramente establecida
pero no así el supuesto de hecho, el cual no aparece precisado en la ley penal sino por otras esferas competentes,
que pueden ser legislativas o administrativas.
Un claro ejemplo de ley penal en blanco es el art. 205 del C.P. : “Será reprimido con prisión de seis meses a dos
años, el que violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes, para impedir la introducción o
propagación de una epidemia”.
Como se podrá apreciar, en el precepto de la ley sólo está referida de manera incompleta la conducta delictiva,
pues ella resultará de cuáles sean las medias concretas que adopten las autoridades competentes tendentes a
impedir la introducción o propagación de una epidemia. Así, verbi gracia, si para evitar la introducción al país de
una enfermedad infectocontagiosa el Ministerio de Salud exige la adopción de ciertas medidas de profilaxis por
parte de quienes ingresen al país proveniente de regiones en las que se padece la enfermedad, la conducta
delictiva será precisamente ingresar al territorio argentino sin adoptar las medias de profilaxis que el Ministerio
dispuso. Pero tales medidas- y en consecuencia, las conductas que se consideren delictivas-no sólo diferirán
según el tipo de enfermedad de que se trate, sino que, incluso frente a una misma patología, la profilaxis
cambiará en el tiempo en función del grado de avance científico en las ciencias médicas que permita conocer la
forma de contagio y propagación de la enfermedad. Sin dudas, no serán las mismas medidas las que se hubiesen
podido disponer respecto a una misma enfermedad en el año 1922 (fecha en la que entró en vigencia nuestro
código penal) que la que se puedan adoptar en al actualidad.
Otro caso de ley penal en blanco lo constituye el art. 206 del C.P. que sanciona con prisión de uno a seis meses
al que violare las reglas establecidas por las leyes de policía sanitaria, en el que la conducta delictiva, al igual
que en caso del art. 205, dependerá de las disposiciones que adopte la policía sanitaria.
Los ejemplos son válido para demostrar la razón de ser de esta técnica legislativa que no es otra que la de evitar
una petrificación de las disposiciones penales que la vuelvan inoperantes por la velocidad de los cambios que se
produzcan en ciertos ámbitos. Al ser desaconsejable una continua modificación de la ley penal para actualizarla
a las cambiantes circunstancias, se recurre a esta técnica legislativa de fijar en la ley penal, aquellos aspectos
generales de la conducta prohibida remitiendo a otra instancia (administrativa o legislativa) la precisión de los
aspectos que, por su variabilidad o impredecibilidad, no puedan ser fijados en el tipo penal.
En otros casos, la necesidad de recurrir a esta forma de legislar puede deberse a la imposibilidad de precisar
todos los aspectos que hacen al accionar delictivo en la ley penal, lo que requeriría una particularización
inconveniente. Esto es lo que ocurre con el art. 863 de la ley 22.415 (delitos aduaneros), en el cual se reprime
con prisión de seis meses a ocho años al que importare o exportare mercaderías en horas o por lugares no
habilitados al efecto... (inciso “a”). En este caso, tales datos no podrían estar precisados en la ley. En un país con
una vasta frontera como el nuestro, se requeriría una extensa delimitación de las distintas zonas y rutas por las
que se pueden trasladar las mercaderías objeto de importación o exportación, con indicación de los horarios en el
que se realizarían los controles aduaneros, todo lo cual, lógicamente, no puede estar plasmado en la ley penal.
Será entonces, la autoridad administrativa la que establezca cuáles son los lugares y horarios habilitados,
completándose recién, con tales datos el ámbito de lo prohibido.
Esta característica de las leyes penales en blanco las hacen problemáticas en, al menos, dos cuestiones que
necesitan ser especialmente tratadas: a) Su compatibilización con el principio de legalidad; b) Lo vinculado a la
aplicación retroactiva de una ley extrapenal más benigna, cuando es ésta la que completa la materia de
prohibición. Sólo me ocuparé en este lugar de la primera cuestión, dejando el tratamiento de la segunda para el
momento de analizar la sucesión de leyes en el tiempo, en el capítulo referente al ámbito temporal de validez de
la ley penal.
CUESTIONES SOBRE LA CONSTITUCIONALIDAD DE LAS LEYES PENALES EN BLANCO:
La constitucionalidad de las leyes penales en blanco, depende del respeto de dos condiciones esenciales: Por una
parte, al remitir la ley penal a otra instancia la delimitación precisa de la conducta prohibida, cuando tal remisión
no es a otra disposición legal, sino, por ejemplo, a decisiones administrativas, el límite de su constitucionalidad
estará dado por la circunstancia de que tal remisión no constituya una verdadera delegación de facultades que
son privativas del poder legislativo. La tipificación de conductas delictivas es una facultad indelegable del
Congreso de la Nación, órgano al cual corresponde el dictado del código penal (art. 75, inc. 12 de la C.N.).
Esto hace a la esencia del sistema constitucional argentino que se afirma en el principio de la división de
poderes, correspondiendo al Legislativo el dictado de las leyes. En este sentido, en uno de sus primeros fallos
nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación ha señalado: “ Siendo un principio fundamental de nuestro
sistema político la división del gobierno en tres grandes departamentos, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial,
independientes y soberanos en su esfera, se sigue forzosamente que las atribuciones de cada uno le son
peculiares y exclusivas; pues el uso concurrente o común de ellas haría necesariamente desaparecer la línea de
separación entre los tres altos poderes políticos, y destruiría la base de nuestra forma de gobierno” (Fallos, T:1;
32).
El Poder ejecutivo participa, es verdad, en la formación de las leyes con arreglo a la Constitución , las promulga
y hace publicar; pero no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de
carácter legislativo (art. 99 inc. 3 de la C.N., primero y segundo párrafos). Incluso, está expresamente excluido
de los decreto de necesidad y urgencia las normas que regulen materia penal (Art. 99, inc. 3, C.N., tercer
párrafo).
Por lo tanto, para reconocer su validez constitucional, en la ley penal en blanco deberá quedar debidamente
delimitada en sus caracteres esenciales la conducta prohibida. La remisión a otras instancias sólo será admisible
en lo que hace a la determinación de detalles o precisión de ciertos aspectos que completan el ámbito de lo
prohibido, pero lo nuclear debe figurar en la ley.
El otro aspecto, menos problemático pero igualmente importante, tiene que ver con los alcances del principio de
legalidad en lo que a las leyes en blanco se refiere.
Al respecto, no hay discrepancias en reconocer que, mientras no se complete el precepto -por disposiciones
contenidas en otra ley, reglamento, disposiciones administrativas, etc.- no hay “ley previa” en el sentido
constitucional. Por lo tanto, cualquier pretensión de aplicar pena a conductas realizadas con posterioridad a la
sanción de la ley penal en blanco, pero antes de que su contenido haya sido completado, constituirá una
aplicación retroactiva de una ley penal incriminante, viciada por lo tanto, de inconstitucionalidad.
Y esto es así, por varias razones. Si bien es cierto que, en el ejemplo anterior, antes del despliegue de la acción
ya estaba en vigencia la ley en la que se establecía la sanción a aplicar, y señalaba en el precepto los caracteres
esenciales de la conducta prohibida, sin embargo, la misma no cumple con el requisito de “lex certa” al no estar
completo su precepto. Por otra parte, a consecuencia de ello, se afectaría el principio de culpabilidad, al no haber
podido el sujeto conocer con antelación a la realización de la acción, cuál era la conducta prohibida, requisito
éste esencial para el reproche (culpabilidad).
Por todo ello, mientras no se haya dictado la ley o norma administrativa complementaria, no hay ley previa en el
sentido constitucional, no pudiéndose aplicar hasta tanto se complete el ámbito de prohibición.
46 Welzel, Hans. “Derecho Penal Alemán”, traducción al castellano de la 11a. Edición alemana, por Juan Bustos Ramírez y
Sergio Yáñez Pérez. Editorial Jurídica de Chile, 1976, pág. 187.
47 Es absolutamente imposible individualizar todas las conductas infractoras a deberes de cuidado, debido a que cada
acción, por simple que sea, requiere la adopción de ciertos recaudos para que su realización no conlleve la afectación de
bienes jurídicos de terceros. Piénsese en la inmensa cantidad de actos que se realizan cotidianamente. Si se tiene en
consideración que los cuidados que se deben adoptar dependen de las circunstancias concretas en que se lleva a cabo la
EL CARÁCTER INACABADO DEL PRINCIPIO DE LEGALIDAD PENAL:
En verdad, no sólo las leyes penales en blanco y los tipos penales abiertos presentan dificultades a la hora de
definir su compatibilización con la exigencia de “lex certa” que emerge del principio de legalidad penal. Es
frecuente encontrar cierta imprecisión en otras referencias legales 48. Por sólo enunciar algunas de ellas, esto es lo
que sucede con los llamados “conceptos necesitados de complementación valorativa” o elementos normativos
del tipo.
Los “conceptos necesitados de complementación valorativa” no proporcionan una completa descripción de la
conducta prohibida sino que requieren de parte del juez un juicio valorativo para llegar a su individualización 49.
Ejemplo de ello, lo encontramos en expresiones legales como “corrupción” de menores (art. 125 del C.P.);
material “pornográfico” (art. 128 del C.P.) 50 ; inmadurez sexual (art.120 del C.P.), cuya significación no es
unívoca sino que depende de ciertas posturas axiológicas, las que por otra parte son cambiantes con el tiempo,
no siendo infrecuente que lo que para algunos pueda ser catalogado como un acto de corrupción sexual, para
otros no lo sea.
Por ello, y a modo de conclusión, puede decirse que el principio de legalidad no puede entenderse como
definitivamente consolidado. En este sentido debe entenderse la afirmación de Zaffaroni de que se trata de una
regla de realización progresiva o principio inacabado, en el que su realización es siempre transitoria y
perfectible.51 La comunidad que quiera vivir en un Estado de derecho debe bregar por la plena vigencia del
principio de legalidad- aunque ello sea siempre una tarea inconclusa- pues, como bien señala Roxin, un Estado
de Derecho debe proteger al individuo no sólo mediante el derecho penal, sino también del derecho penal.52
acción se comprenderá que para lograr la captación dentro del tipo legal de todas estas acciones, no queda otra posibilidad
que la de recurrir a una cierta abstracción, no siendo posible una mayor precisión en la individualización de la acción
prohibida que la que se puede lograr con la genérica referencia al carácter imprudente o negligente del acto.
48 Es interesante lo resuelto por Tribunal Constitucional Federal alemán en el “caso de la bancarrota” (BVerGE 48) en el
que se trataba de la obligación del comerciante de realizar el balance de su patrimonio “en término”. Allí, analizando la
constitucionalidad de tal expresión y su compatibilidad con la exigencia de determinación sostuvo: “El individuo debe tener
la posibilidad de conocer desde un principio lo que está prohibido penalmente para poder adecuar su comportamiento a
ello...Sin embargo, no se debe extremar el mandato de la determinación de la ley, pues de lo contrario las leyes se tornarían
excesivamente rígidas y casuísticas y no se podrían adecuar a la evolución de la vida, al cambio de las situaciones o a las
características especiales del caso concreto. Este peligro surgiría si el legislador tuviera que concretar todo supuesto de
hecho típico hasta sus últimos detalles... Por ello, el derecho penal no puede renunciar a la utilización de conceptos
generales que no pueden ser descritos formalmente con toda exactitud y que por esta razón necesitan, en gran medida, una
interpretación judicial...Por lo tanto, el mandato de determinación legal, no significa que el legislador esté obligado a
describir los supuestos de hechos típicos punibles exclusivamente con elementos descriptivos, exactamente determinados...
En el Derecho penal no deben considerarse como necesariamente inconstitucionales las cláusulas generales o los conceptos
indeterminados que requieran una valoración judicial. En consecuencia, no caben objeciones contra el uso de cláusulas y
conceptos jurídicos de esta naturaleza, siempre y cuando sea posible establecer una base aceptable para la interpretación y la
aplicación de la norma, utilizando para ello los métodos de interpretación conocidos- especialmente si se toman en
consideración otros preceptos de la propia ley y se observa la relación entre las normas-, o sobre la base de una consolidada
jurisprudencia, de forma tal que el ciudadano tenga la posibilidad de reconocer el valor jurídico protegido por la norma
penal y la prohibición de determinados comportamientos así como la posible reacción estatal... La valoración sobre la
cuestión de si el supuesto de hecho típico está determinado legalmente por la norma penal en el sentido del art. 103 II GG,
por lo tanto, puede depender de quiénes sean los destinatarios del precepto. Si éste se dirige a personas, respecto de las
cuales se puede suponer que por razón de su formación o de su experiencia práctica poseen determinados conocimientos
técnicos y el tipo penal regula una materia relacionada con tales conocimientos, no surge ninguna clase de dudas , en el
sentido del art. 103 II GG, respecto de la capacidad del destinatario para comprender esos conceptos y para adecuar su
comportamiento... ”. Citado en Eser, Albin-Burkhardt, Björn. Derecho Penal. Cuestiones fundamentales de la Teoría del
Delito sobre la base de casos de sentencias. Traducción al castellano de la versión alemana(1992), por Silvina Bacigalupo y
Manuel Cancio Meliá, Colex, Madrid, 1995, pp.53.
49 Roxin, Claus. “Derecho Penal-Parte General”, t:I, traducción de la 2° edición alemana (1994) por Diego-Manuel Luzón
Peña, Miguel Díaz y García Conlledo, y Javier de Vicente Remesal, Civitas, 1997 pág.170.
50 La Corte Suprema de Justicia de la Nación, tuvo oportunidad de expedirse respecto a la constitucionalidad del art. 128,
en su anterior formulación, sosteniendo en el caso “Musotto” que el mismo no incumplía la exigencia de lex certa: “...no
existe obstáculo constitucional alguno para que -como en el caso- cuando el contenido de los derechos o de las
prohibiciones dependa sustancialmente de una valoración a realizarse en vista de circunstancias insusceptibles de
enumeración previa, sea la autoridad jurisdiccional quien determine y aplique esa valoración cultural...” (CSJN, Fallos 310:
1909, del 29/9/1987). Citado por Hendler, Edmundo-Gullco, Hernán. “Casos de Derecho Pena Comparado”, Editores del
puerto, Bs.As., 1996, pp.11.
51 Zaffaroni, Eugenio Raúl-Alejandro Alagia-Alejandro Slokar. “Derecho Penal-Parte General”, Ediar, año 2000,
pág.104/105.
52 Roxin, Claus.ob cit, pág.137.
facultad de crear delitos, competencia indelegable que corresponde al Congreso de la Nación Argentina (art.75,
inc. 12 de la C.N.). La cuestión referente a si corresponde a las Legislaturas Provinciales y los Concejos
Municipales legislar en materia contravencional, o si es también una facultad delegada por las provincias a la
Nación comprendida dentro de la facultad de dictar un Código Penal (el cual comprendería un capítulo sobre
contravenciones), está muy discutida en doctrina. Lo cierto es, que no existe una legislación contravencional
nacional, habiendo las provincias dictados sus propias normativas al respecto, las cuales tienen vigencia en los
respectivos estados provinciales.
58 Sancinetti, Marcelo A. “Principios constitucionales vigentes para el derecho penal material” elaborado cmo guía para la
clase de la carrera de Especialización en Derecho Penal que se dictara en la Facultad de Derecho de la UNNE, durante el
bienio 1997-1998. (inédito).
59 “Si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más leve, el delincuente se
beneficiará de ello.”
60 Si la ley vigente al tiempo de cometerse el delito fuere distinta de la que exista al pronunciarse el fallo o en el tiempo
intermedio, se aplicará siempre la más benigna. Si durante la condena se dictare una ley más benigna, la pena se limitará a la
establecida por esa ley. En todos los casos del presente artículo, los efectos de la nueva ley se operarán de pleno derecho.”
posterioridad al cumplimiento de la condena el mismo sujeto comete un nuevo delito, no corresponderá
declararlo reincidente si una ley posterior había decriminalizado la acción por la que fue condenado
originalmente.
E n todos los casos, el tribunal sentenciante debe aplicar de pleno derecho la nueva ley más benigna, esto es, sin
que sea necesaria una petición expresa del interesado o de su abogado defensor. (Art. 2 del C.P.).
Hasta aquí, las reglas que rigen la sucesión de leyes en el tiempo. Corresponde ahora precisar los parámetros en
base a los cuales se determinan en qué casos una ley se considera más benigna que otra.
En primer lugar, al hablar de ley, y siendo que, normalmente ésta se integra con precepto (tipo penal) y
sanción, la mayor benignidad puede ser la consecuencia de una modificación de cualquiera de ellos. Así, no sólo
es más favorable la ley que establece pena menor o menos grave. También es, obviamente, aquella que por
alguna razón no contempla a la acción que se debe juzgar dentro de su materia de prohibición, es decir no la
considera delictiva.
No siempre una ley penal está compuesta por un tipo penal y su correspondiente pena. Numerosas disposiciones
jurídico-penales, como por ejemplo, todas las del Libro Primero del Código Penal (arts. 1 a 78), al no contemplar
a los delitos en particular, no responden a esta estructura. Sin embargo, estas disposiciones también inciden de
manera determinante en la en la mayor o menor gravedad de una ley penal.
Esto es lo que hace que frecuentemente no sea sencillo determinar que ley es la más favorable, ya que la nueva
norma puede contemplar varios aspectos, alguno de los cuales pueden beneficiar y otros perjudicar al sujeto.
Piénsese por ejemplo, en la situación que se produciría si se reemplazase nuestro actual código penal por otro.
En tal caso, las variaciones entre las disposiciones de una y otra ley pueden darse en múltiples temas, como ser,
respecto a las acciones que se consideran típicas (penalmente relevantes), condiciones de justificación o de
inculpabilidad, clase de pena, montos de la pena, condiciones para su aplicación (pena en efectivo o condicional)
, requisitos para obtener la libertad condicional, supuestos en base a los cuales se configura la reincidencia,
lapsos de prescripción de la acción y de la pena, etc.; todo lo cual puede llevar a que algunas de estas
disposiciones sean más favorables en la ley derogada y otras lo sean en la nueva ley penal.
Se debe tener presente, que la mayor benignidad de una ley no se puede determinar en abstracto, esto es, de la
simple lectura del contenido de las sucesivas leyes que han tenido vigencia en el tiempo. La única forma de
resolver correctamente la cuestión es analizarlas en su posible aplicación al caso concreto y respecto a cada uno
de los sujetos (autores, cómplices o instigadores) intervinientes en el mismo. Veámoslo en el siguiente ejemplo:
Tres personas intervienen como coautores en un hecho delictivo. Al momento de comisión del delito regía la ley
“A”; ésta es luego derogada por la ley “B”, la cual pierde vigencia antes de dictarse sentencia en la causa, al ser
reemplazada por la ley “C”.
El procedimiento a seguir para determinar cuál es la ley penal aplicable, consiste en comparar los efectos que
producirían la aplicación de las distintas leyes en cada uno de los sujetos intervinientes, y ver cuál de ellas
resulta integralmente más favorable para cada partícipe.
Si, por ejemplo, la ley “A” resulta ser la más benigna para uno de los autores, mientras que es la ley “ B” la más
favorable para el otro autor, siendo más ventajosa la ley “C” para el tercero de los intervinientes en el hecho, la
solución correcta será resolver el caso mediante la aplicación a cada uno de los sujetos de aquella ley que le sea
más favorable, con lo que queda claro que es posible y legalmente admisible la aplicación de más de una ley
penal a un mismo caso.
Sin embargo, debe cuidarse de caer en el error de pretender aplicar parcialmente a cada sujeto más de una ley
mediante la selección de aquellas partes, de las distintas disposiciones jurídicas, que resulten más ventajosas, lo
que sería incorrecto. La aplicación a cada partícipe de contenidos parciales de las sucesivas leyes, sería
inconstitucional, en razón de que el juez estaría usurpando una facultad propia del poder legislativo al no aplicar
al caso ninguna de las leyes que tuvieron sucesiva vigencia en el tiempo ( “A”, “B”, o “C”), sino otra distinta
(que podríamos llamar la ley “D”) que se elaboró con las distintas partes seleccionadas de cada una de las leyes.
Por tal razón, luego de definir, sobre la base de los criterios expuestos, cuál es la ley más benigna, ésta deberá
aplicarse integralmente sin que puedan reemplazarse ninguna de sus disposiciones por las de alguna de las otras
leyes. Esto es siempre así, con una única excepción: las atinentes al cómputo de la prisión preventiva.
En efecto, el artículo 3 del Código Penal dispone: “En el cómputo de la prisión preventiva se observará
separadamente la ley más favorable al procesado”.
El cómputo de la prisión preventiva establece como se contabilizará y descontará de la pena que finalmente le
corresponda al sujeto, el tiempo que ha permanecido privado de su libertad cautelarmente. La prisión preventiva
es un instituto de naturaleza procesal cuya regulación compete a los códigos de procedimiento penal de cada
provincia, en los que se fijan las condiciones que habilitan la privación de libertad de una persona acusada de
haber cometido un delito mientras dura el proceso. El período de permanencia en prisión durante el proceso no
es cumplimiento de pena, pues al no haber aún condena firme no puede haber cumplimiento de pena, sino que su
encerramiento cumple una función de carácter cautelar. Sin embargo, es de estricta justicia que todo el tiempo
que permaneció el procesado en tal condición, se le descuente luego de la pena que debe cumplir en razón de la
condena impuesta. Por ello, la ley penal establece la forma y modo de contabilizar ese tiempo descontándolo de
la sanción. Esto es lo que establece el art. 24 del C.P., el cual partiendo de la base de que la pena de reclusión es
más grave que la de prisión, dispone que por cada día de prisión preventiva se descontará un día de la pena de
prisión; y por cada dos días de prisión preventiva se descontará uno solo de la pena de reclusión.
Volviendo al análisis del artículo 3 del C.P., el mismo impone al juez el deber de seleccionar entre todas las
leyes que han tenido vigencia en el tiempo-desde que se ejecutó el hecho y hasta el momento en que perdure
algún efecto jurídico de la condena 61- aquél cómputo de la prisión preventiva que sea más favorable para el
61 Aclara Zaffaroni que “por duración de la condena debe entenderse cualquier tiempo en que persista algún efecto jurídico
de la sentencia condenatoria, que abarca el registro de la misma en el correspondiente organismo estatal, el cómputo de sus
efectos para obtener cualquier beneficio o incluso las dificultades que puede acarrear al autor en el ámbito administrativo o
laboral.” (Derecho Penal-Parte General, ediar, año 2000, pág. 116.
procesado, aunque esta disposición esté contemplada en una ley distinta de la que se consideró-en los otros
aspectos, claro está- como la más beneficiosa para el sujeto. En esta situación el juez no se estaría convirtiendo
en legislador al aplicar a un mismo sujeto disposiciones correspondientes a cuerpos legales diferentes, debido a
que es la propia ley la que establece este procedimiento a seguir.
Ejemplo: Si un sujeto cometió un delito durante la vigencia del actual código penal y luego se modificara
integralmente por un nuevo código, el que resulta aplicable por ser más favorable para el sujeto, se deberán, no
obstante, considerar las disposiciones en materia de prisión preventiva del código derogado si el cómputo que
establece es más beneficioso para el procesado; en todo lo demás regirían las previsiones de la nueva ley.
ALCANCES DEL PRINCIPIO DE APLICACIÓN DE LA LEY MÁS BENIGNA RESPECTO A LAS LEYES
PENALES EN BLANCO Y A LAS LEYES TEMPORALES Y TRANSITORIAS.
Cuando la exigencia de aplicación de la ley penal más benigna estaba sólo en el código penal, se sostuvo en
doctrina que, al ser una ley común la que establecía este principio, el mismo podía ser reemplazado por otra ley
posterior de igual jerarquía. Esto es lo que ocurría con las denominadas leyes temporarias y transitorias a las
que se les reconocía el efecto de contener una implícita derogación del art. 2 del C. P.
Las leyes temporarias son aquellas que fijan su auto abrogación señalando un tiempo de vigencia de la misma,
superado el cual deja de ser aplicable. Las transitorias, por el contrario, no establecen un tiempo preciso de
vigencia sino que lo condicionan a la permanencia de aquellas circunstancias especiales que determinaron su
sanción. Ejemplo de estas últimas son aquellas que, tomando en consideración la mayor desprotección en que se
encuentran ciertos bienes como consecuencia de extraordinarias situaciones, como ser terremotos, inundaciones,
etc, elevan la escala penal de los delitos contra la propiedad al quedar éstos expuestos a la rapiña por parte de
terceros.
Se suele afirmar que estas leyes implican una derogación implícita del principio de aplicación de la ley penal
más benigna 62, argumentando que, de lo contrario, carecerían prácticamente de efecto, pues al ser siempre estas
leyes más gravosas, y teniendo en consideración la duración de los procesos penales en los que la sentencia se
dicta frecuentemente varios meses, o en algunos casos años, después de la fecha en que se cometió el hecho, ello
llevaría a que todos los ilícitos cometidos en los últimos tiempos de vigencia de la ley-temporaria o transitoria-
se terminarían resolviendo en base a la nueva legislación la cual al ser más benigna, se debería aplicar
retroactivamente en base a lo dispuesto por el art. 2 del C.P. Por ello, para evitar la pérdida de eficacia, se
sostiene el carácter ultra activo de estas leyes.
Pero es el caso que, actualmente, el principio de la ley penal más benigna ya no tiene una base meramente
legal, sino constitucional al estar contemplado en la Convención Americana de los Derechos Humanos (art.9, in
fine), como en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art.15, punto 1) y ser éstos tratados a los
que el art. 75, inc. 22 de nuestra carta magna reconoce tal jerarquía.
Esta nueva situación ha llevado a que se ponga en cuestión la afirmación de que aplicación de la ley penal más
benigna no rige respecto a las leyes temporarias y transitorias, con el sólido argumento de que una ley
infraconstitucional (ley común), no puede limitar los alcances de una disposición de superior rango (lo dispuesto
en un tratado). Se sostiene así, que actualmente el principio no admite excepciones legales. 63 64
En verdad, el problema es más general. Su incidencia se percibe no sólo respecto a las leyes transitorias o
excepcionales sino también a las leyes penales en blanco e inclusive, en los elementos normativos del tipo,
cuando se produce un cambio en la ley extrapenal-al cual remite la ley penal en blanco o que delimita el
concepto del elemento normativo del tipo- que influye favorablemente en la situación del imputado mejorando
su situación. El interrogante a contestar es si la retroactividad de la ley más benigna es un principio sin
excepciones o si por el contrario, en ciertas circunstancias son admisibles restricciones a su aplicación.
La cuestión central, a mi entender, pasa por una toma de posición respecto a si las disposiciones que limitan
los alcances de la prohibición, justificación, o punibilidad son susceptibles de restricción mediante una
interpretación teleológica o, por el contrario debe estarse a su literalidad.
Es verdad que ni del art. 9 de la Convención Americana de Derechos Humanos, ni del art. 15, punto 1 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos no surgen limitaciones a la exigencia de aplicación de la ley
más benigna. Adviértase además, que la referida norma no refiere sólo a una ley penal más benigna sino a
cualquier clase de ley, por lo que las modificaciones de normas extrapenales deberán tomarse en cuenta para
aplicarse retroactivamente si a consecuencia de ellas se produce una mejora en la situación del partícipe de un
delito.
Una conclusión posible, en consonancia con la literalidad de la ley sería el no admitir excepciones al principio
de aplicación de la ley más benigna, por lo que las leyes temporarias o transitorias sólo serían aplicables durante
su vigencia careciendo siempre del efecto ultraactivo que le asigna cierta doctrina. Por otra parte, de seguirse el
mencionado criterio se debería admitir que debería aplicarse retroactivamente cualquier modificación en las
leyes extrapenales o en ámbitos a los que la ley penal en blanco o el elemento normativo remite para la
delimitación de la conducta prohibida, si incide favorablemente por decriminalización de la acción o menor
severidad al ser ley más benigna
62 Esto fue lo que sostuvo la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en Fallos: 247:403; 250:205; 251:45; 253:93; entre
otros (citado por Zaffaroni-Alagia-Slokar, Derecho Penal-Parte General, pág. 115, nota 69; y es el pensamiento de un
importante sector doctrinario.
63 Zaffaroni, Eugenio R. “Manual de Derecho Penal”, ediar, 1985, pág. 178/180
“Derecho Penal-parte general”, pág. 115/ 117. Sostiene que las leyes penales temporarias o excepcionales han sido
“...claramente abolidas en el derecho argentino desde la reforma constitucional de 1994...” (ob. Cit., pág. 117).
64 En igual sentido, Fierro, Guillermo J. “Aplicación de la ley penal más benigna”, comentario al art.2 del C.P., publicado
en “Código Penal y normas complementarias-análisis doctrinario y jurisprudencial”,dirección a cargo de Baigún-Zaffaroni,
hammurabi, B.As., 1997 tomo 1, pág. 70.
No obstante creo necesario hacer algunas distinciones, ya que la solución no siempre será la misma. El
análisis de ciertas situaciones nos demostrará que el criterio de no admitir excepciones al principio en cuestión
puede llevar a soluciones muy discutibles.
Ejemplo: Un sujeto falsifica australes en el momento en que los mismos constituían moneda de curso legal en el
país. Se le inicia un proceso por falsificación de monedas (art. 282 del C. P.). Durante el proceso y antes de
dictarse sentencia cambia la ley que establece la moneda de curso legal en el país reemplazando el austral por el
peso.
De admitirse la posición que sostiene que debería aplicarse retroactivamente cualquier cambio en la ley
extrapenal que incida favorablemente en los alcances de la prohibición o de su pena, debería concluirse que en el
caso corresponde la absolución del imputado en razón de que el mismo-se diría- no falsificó moneda de curso
legal en la República, como lo exige el art. 282 del C.P., pues ahora el signo monetario es el peso, mientras que
lo aquél falsificó fueron australes.
Esta solución no puede ser considerada satisfactoria. La modificación con el transcurso del tiempo de ciertos
aspectos, que no hacen al núcleo de la conducta prohibida no puede llevar a eximir de responsabilidad, si el
hecho se sigue considerando legalmente como una acción delictiva: La conducta de falsificar monedas de curso
legal, sigue siendo delictiva. No hubo una decriminalización de esta acción.
Para la correcta solución de este tema debe considerarse cuál ha sido el fundamento en base al cual se establece
la aplicación retroactiva de la ley más benigna, el cual, como ya se vio, no es un derivado del principio de
legalidad (art. 18 de la C.N.).
En efecto, la prohibición de aplicar retroactivamente una ley penal incriminante o más gravosa, encuentra su
justificación, como ya sabemos, en el debido respeto al principio de culpabilidad al ser condición para poder
efectuar el reproche, que toda persona haya tenido al momento de realizar la acción la posibilidad de conocer el
carácter delictivo del hecho y la pena que le corresponderá. Por otra parte, la necesidad de que la ley sea
cronológicamente anterior al hecho es la única forma de garantizar adecuadamente la objetividad en el
juzgamiento (fundamentos del principio de legalidad).
En verdad, ni el principio de culpabilidad ni la objetividad en el juzgamiento requieren para su realización la
necesaria aplicación de una ley más benigna: Quien va a ser juzgado en base a una ley que regía en el momento
en que realizó la acción delictiva, no podrá alegar la afectación de ninguna de las referidas garantías
(culpabilidad y objetividad en el juzgamiento) por más que con posterioridad entre en vigencia una ley que le
resulte más favorable. Y ello en razón de que el autor ha tenido la posibilidad de conocer con antelación a la
comisión del delito, el carácter penalmente relevante del hecho y la pena que le corresponderá por su comisión.
Todo ello demuestra que la exigencia de aplicación de la ley más benigna se basa en un fundamento diferente al
del principio de legalidad, siendo necesario explicitarlo pues, como luego se verá, la adecuada delimitación de
los alcances del principio se deberá hacerlo teniendo en consideración el telos de esta disposición.
Cuando una modificación legal responde a un cambio de criterios valorativos, de manera tal que lo que antes
se consideraba como socialmente intolerable ya no lo es, o al menos ya no en igual magnitud, la sanción penal
por tales hechos sin considerar estos cambios resulta inconveniente por varias razones. Al respecto expresa Silva
Sánchez que: ...la aplicación retroactiva de normas que eliminan la punibilidad de un hecho o de normas que, al
menos, la disminuyen no pueden responder sino a una consideración: en el primer caso, a la apreciación, obvia,
de que, para el ordenamiento de que se trate, la pena impuesta anteriormente no cumple ya efecto alguno de
prevención general ni de prevención especial. Tal extremo se prueba por la exclusión del ámbito de lo punible
del hecho cuya nueva comisión en el futuro aquélla pretendía evitar. La previamente impuesta es , por tanto, una
pena que se revela innecesaria y, por ello, inadmisible. En el segundo caso, la nueva norma, al proceder a una
reducción de la sanción penal prueba que la concreta intensidad de la pena impuesta bajo el régimen anterior no
es precisa para mantener la eficacia preventivo-general y preventivo especial del sistema; se trata por tanto de
una pena excesiva. Así las cosas, el mantenimiento de una pena que el ordenamiento jurídico considera
innecesaria o excesiva en orden a los fines que ese ordenamiento ha de cumplir sólo podría justificarse en la
mera retribución del hecho pasado.”65
Sin desconocer que existen importantes voces que propugnan la aplicación retroactiva de las normas
extrapenales que modifican favorablemente la situación del acusado 66, adhiero a las posiciones diferenciadoras
que advierten sobre la necesidad de ciertas matizaciones. Particularmente me inclino por considerar que será el
fundamento en que se basa el instituto el que servirá para delimitar los alcances del mismo.
El criterio rector será entonces el siguiente: si los cambios que se han producido en la ley extrapenal responden
a modificaciones valorativas jurídicas, ellas deberán aplicarse retroactivamente si favorecen al partícipe de un
hecho. Por el contrario si las modificaciones son sólo de circunstancias fácticas pero sin que se haya alterado la
concepción axiológica sobre el hecho en sí, no corresponderá su aplicación a supuestos ocurridos con
anterioridad.
Este criterio no es antojadizo sino que tiene que ver con la razón de ser del instituto y con la función que se
asigna a la pena. Silva Sánchez lo explica muy claramente: “...Resulta innegable que esta postura tiene
argumentos en su favor, si se atiende exclusivamente a la ‘función’ de la institución de la retroactividad de la ley
más favorable. En efecto, si la morigeración introducida por la nueva normativa tiene como causa, no un cambio
de la valoración jurídica, sino una mera variación en las circunstancias, el rechazo de la aplicación retroactiva de
tal normativa más favorable al reo podría fundamentarse en que sigue habiendo ‘necesidad (preventivo-general y
65 Silva Sánchez, Jesús María. “Legislación penal-socio-económica y retroactividad de disposiciones favorables: el caso de
las ‘leyes en blanco’ “., pág. 699.
66 Señala Silva Sánchez, que esta posición se ha consolidado como doctrina dominante siendo seguida por importantes
autores debiéndose destacar su recepción por la jurisprudencia en Alemania, Italia y España. (Autor y obra citada, pág.
705/706).
preventivo-especial) de pena (o de esa medida de pena)’ para los hechos cometidos en las circunstancias
anteriores”.67
Para concluir tomaré como ejemplo a dos casos resueltos por la Corte Suprema de Justicia de la Nación: Ellos
son el caso “Santoro” 68 y el caso “Frigorífico Yaguané”69.
En el caso “Santoro”, la situación que debió resolver la Suprema Corte, tenía vinculación con lo dispuesto por
una ley penal en blanco. Se trataba de una venta de productos efectuada por un comerciante a valores superiores
a los precios máximos fijados por el Poder Ejecutivo Nacional en uso de las facultades conferidas por la ley
12.830 (ley penal en blanco). Lo que estaba en discusión era si la posterior abolición por parte del propio Poder
Ejecutivo de aquel precio máximo, ¿debía llevar a la impunidad del comerciante por aplicación del art. 2 del
Código Penal ?. El juez en lo penal entendió que sí. Por su parte, llegada la causa por vía del Recurso Federal
Extraordinario a conocimiento de la Cortes Suprema de Justicia de la Nación, nuestro máximo tribunal revocó la
decisión del inferior. Esta resolución la considero correcta. Al no haberse producido una modificación del
contenido de injusto del hecho sino sólo cambios fácticos circunstanciales en aspectos no nucleares que dejaban
inalterado en su esencia el tipo penal- la conducta de vender por encima de los precios máximos continuaba
siendo una infracción punible- y sólo haber variado el quantum en razón del proceso inflacionario reinante, no
correspondía la aplicación retroactiva de la ley más benigna, pues no se modificó la valoración jurídica sobre el
hecho.
El caso del Frigorífico Yaguané, presenta aspectos interesantes que merecen ser analizados. Se trataba de una
sanción aplicada por la Junta Nacional de Carnes por violación del horario establecido para el faenamiento, por
el P.E. en uso de las facultades otorgadas por el art. 3 del decreto ley 19.095/71 durante el período de veda al
consumo de carne vacuna. El faenamiento sólo podía comenzar a las 20 hs. del día de veda, siendo que la
imputada inició esas labores a las 18 hs. Como con posterioridad se modificó el horario autorizando la faena
desde las 15 hs., la recurrente solicitó que se aplicara al caso el principio de la ley más benigna pues, conforme
con la nueva disposición (autorización de faenamiento desde las 15 hs.), la conducta realizada había sido
desincriminada (ya no era ilícito faenar a las 18 hs.).
Parecería que un simple cambio de circunstancias fácticas no podrían hacer aplicable el principio de la ley más
benigna, sin embargo, es importante tener presente ciertos aspectos cuya consideración podrían llevar a una
solución diferente. Destaca al respecto en su dictamen el Dr. Enrique Petracchi, por entonces Procurado
General, que la mutación de la norma extrapenal complementaria no se debe a un cambio previsible en la
situación regulada sino, como surge de los fundamentos de la resolución de la Junta Nacional de Carnes, “...a
que el órgano competente para su dictado advierte que la disposición anterior no sirve adecuadamente al interés
que determinó su sanción y por el contrario produce ‘situaciones de privilegio’ en el proceso de
comercialización que se busca regular con justicia...”. Estas razones llevaron al Procurador General a entender
que resultaba aplicable al caso el art. 2 del C.P.
En verdad, esa era la solución que mi entender correspondía, pues al considerar el propio organismo
competente lo nocivo de las disposiciones anteriores por producir situaciones de privilegio, se había operado una
cambio en la valoración jurídica de esas acciones que justificaban la aplicación retroactiva de la ley más
benigna. No obstante, el criterio de la C.S.J.N. fue otro.
Es de destacar que al momento de juzgarse los casos citados, la exigencia de aplicación de la ley penal más
benigna sólo estaba consagrada en la ley común (art. 2 del C. P.) por lo que podía ser derogada por otra ley
posterior, situación, como vemos, distinta a la actual.
b)Principio real o de defensa: Conforme a este principio se debería aplicar la ley de aquél estado en cuyo
territorio no se cometió el delito (no se llevó a cabo la acción ni se produjo el resultado) pero que afectan a los
bienes jurídicos públicos que en él se encuentran.
Como se puede apreciar, este es un principio complementario al de territorialidad en base al cual se podría
aplicar la ley de un estado aunque el delito no se haya cometido en su territorio, siempre que se produzca la
afectación de bienes jurídicos públicos que pertenecen al propio estado. Ejemplos: La falsificación de moneda,
aunque la acción de falsificar y los billetes falsificados se produzcan en territorio de otro país, terminan
afectando a la economía del estado al que pertenece la moneda falsificada; por las mismas razones se dice
aplicable el principio real o de defensa en los casos de menosprecio a los símbolos patrios de un país; a la
conspiración para derrocar al gobierno de un estado, etc., cuando la comisión de tales delitos se produjo en
territorio de otro estado, por ser aquél el titular del bien jurídico público afectado por tales acciones.
c)Principio de la nacionalidad o de la personalidad: Este principio también sostiene la aplicación de la ley de
un estado para delitos cometidos fuera de su territorio tomando en consideración la nacionalidad del autor o bien
de la víctima del delito. Conforme a ello, se distingue entre el principio de la nacionalidad o personalidad
activa- en base al cual se propugna la aplicación de la ley penal del estado del cual es nacional el autor del
delito-, del principio de nacionalidad o personalidad pasiva, en el que lo determinante es la nacionalidad de la
víctima siendo aplicable por tanto, la ley del estado del cual es nacional es sujeto pasivo del delito.
Ejemplos: a) Si un ciudadano español comete un delito en Italia, la pretensión de España de aplicar su ley al
caso aunque el delito no se cometió dentro de su territorio, se basaría en el principio de la nacionalidad activa; b)
Igualmente, si la víctima es un ciudano sueco, y lo matan en Argentina, Suecia pretendería aplicar su ley en base
al principio de la nacionalidad pasiva.
El fundamento de este principio radica, en la pretensión de obediencia a la ley del estado cualquiera sea el
lugar en el que el nacional se encuentre ( principio de la nacionalidad activa); o bien en la protección del
ciudadano independientemente del país en el que se halle (nacionalidad pasiva).
d)Principio de la universalidad: Conforme a esta principio cualquier estado en el que no se cometió el delito
puede aplicar su ley en la medida en que se trate de “delitos internacionales”. Lo decisivo es que el delito por el
que se persiga sea de aquellos en los que la comunidad internacional en su conjunto tienen interés en reprimir,
por afectar bienes supranacionales. Ejemplos: Genocidios; piratería; trata de blanca; tráfico internacional de
armas; tráfico internacional de estupefacientes, etc.
Las condiciones de persecución de estos delitos están contemplados en tratados internacionales en los que se
establecen los alcances del principio.
Principio (subsidiario) del derecho penal por representación:
Este principio, como lo advierte Bacigalupo, 72 tiene un carácter subsidiario y se aplica cuando el estado
requerido no concede, por la razón que sea, la extradición del delincuente que se encuentra en su territorio. En tal
caso, puede el estado requirente autorizar al estado requerido a que juzgue al sujeto por representación, pero
aplicándole la ley del estado que lo va a juzgar, aunque allí no se haya cometido el delito, ni se haya afectado un
bien jurídico público protegido por ese estado, ni se trate de un delito internacional.
72 Bacigalupo, Enrique. “Principios de derecho penal-parte general”; akal/iure, Madrid, 1997, pág119.
El principio del derecho penal por representación halla su fundamento en la solidaridad que debe existir entre
los diferentes estados.
Debe quedar en claro que, con los mencionados principios, sólo se trata de determinar qué estado podrá
aplicar su ley penal al caso. Pero si el sujeto al que se pretende juzgar se encuentra dentro del territorio de otro
estado, no se puede avasallar su soberanía ingresando con pretensión de detener al criminal. Lo que corresponde
hacer es solicitar su extradición. El estado requirente será quien pretenda aplicar su ley al infractor; el estado
requerido será aquél a quien se solicita su colaboración para la detención del delincuente y su posterior entrega al
estado que pidió la extradición.
La situación en nuestra legislación positiva:
De todos los principios enunciados, nuestro país adoptó el de territorialidad, el real o de defensa y el universal,
este último, conforme a tratados celebrados con otros países. Los de nacionalidad o personalidad activa ni pasiva
no fueron receptados por la ley argentina. Sí lo fue-subsidiariamente- el del derecho penal por representación.
El código penal argentino comienza diciendo:
“Este código se aplicará:
1. Por delitos cometidos o cuyos efectos deban producirse en el territorio de la Nación Argentina, o en los
lugares sometidos a su jurisdicción;
2. Por delitos cometidos en el extranjero por agentes o empleados de autoridades argentinas en desempeño de su
cargo.
En el inciso 1 del trascripto artículo 1 del código penal argentino, aparecen consagrados dos principios: a) el de
territorialidad, al establecer que la ley penal argentina se aplica a los delitos cometidos en el territorio de la
Nación Argentina o en los lugares sometidos a su jurisdicción. En el mismo inciso, al establecer “...o cuyos
efectos...” se reconoce aplicación al subprincipio de ubicuidad, por lo que, tanto si la acción se llevó a cabo en
territorio argentino, como si el resultado típico se produjo en nuestro territorio se aplicará la ley penal argentina.;
b) el principio real o de defensa, al decir “...o cuyos efectos...” Esta es la segunda significación que tiene la
expresión efectos en la mencionada ley, refiriendo al efecto lesivo de un bien jurídico público que se encuentra
en el estado.
Se podría entender que también el inciso segundo refiere al principio real o de defensa, dado que los delitos
cometidos en el extranjero por agentes o empleados de autoridades en desempeño de su cargo, dañan la imágen
del Estado Nacional, por lo que la razón de la aplicación de la ley penal argentina a esos delitos cometidos fuera
de su territorio, estaría basada en la afectación de un bien público nacional.
El principio de universalidad, rige en ciertos tratados multilaterales celebrados por nuestro país.
El principio del derecho penal por representación, fue receptado, subsidiariamente a los demás principios, en
el art. 12 de la ley 24.767 (Ley de cooperación internacional en materia penal). En dicho artículo se establece
que, si el requerido para la extradición es un ciudadano argentino éste podrá optar por ser juzgado por los
tribunales de nuestro país. Si el ciudadano argentino realiza la opción, y siempre que no sea aplicable al caso un
tratado que obligue a extraditar al nacional, la extradición será denegada y el nacional será juzgado en el país
según la ley penal argentina. Ello bajo la condición de que el Estado requirente preste conformidad para ello,
renunciando a su jurisdicción y remita todos los antecedentes y pruebas que permitan el juzgamiento.
Como se puede apreciar de la normativa trascripta, en el caso en que nuestro país deniegue la extradición por
haber optado el ciudadano argentino por ser juzgado por los tribunales argentinos, se aplicará la ley penal
argentina a un delito que, no es de carácter internacional, ni fue cometido en nuestro país, ni sus efectos tampoco
se han producido en nuestro territorio. Se lo juzgará por representación del Estado que tenía derecho a aplicar su
ley, el cual, al no poder hacerlo por haberse denegado la extradición, acepta que lo juzgue y aplique su ley el
Estado argentino.
Los principios de nacionalidad activa73 ni pasiva no fueron receptados por la ley argentina.
PRIMER CASO.-
Juan y Pedro son compañeros de trabajo. Como no tenían dinero para salir el fin de semana Juan propone a
Pedro hurtarle dinero al padre de aquél. Pedro acepta. Por la tarde y mientras el padre de Juan se encontraba
merendando, Juan y Pedro ingresan a la habitación de aquél y mientras Juan toma dinero de la billetera de su
padre, Pedro se lleva el dinero que estaba dentro del portafolio del padre de Juan. Con posterioridad, ambos son
descubiertos como autores del hecho y se les inicia una causa penal.
Al momento en que Juan y Pedro cometieron el hurto, estaba en vigencia la ley “B” que pero establece
que :“estarán exentos de penas por los hurtos, defraudaciones o daños que recíprocamente se causaren: los
cónyuges, ascendientes y descendientes”. También estaba vigente el Pacto de San José de Costa Rica, que
impone la aplicación de la ley penal más benigna.
El abogado defensor en su alegato sostiene que tanto a Juan como a Pedro se le debe aplicar la ley “A”, ley ésta
que perdió vigencia una semana antes que Juan y Pedro cometieran el hurto, y que en su normativa no
contemplaba al hurto como delito sino como una mera infracción civil. El abogado de Juan y Pedro sostiene que
si bien cuando sus defendidos cometieron el hecho ya se encontraba en vigencia la ley “B” que castiga al hurto
como delito, sin embargo, debe aplicarse ultraactivamente la ley “A” por ser ésta más benigna.-
73 No obstante cabe aclarar, que para un sector de nuestra doctrina el supuesto que lo trato bajo la denominación de
“principio del derecho penal por representación”, lo consideran un supuesto de aplicación excepcional del principio de la
nacionalidad activa, al considerar que la ley penal se aplica-en el supuesto analizado-en razón de ser el autor del delito un
ciudadano argentino.(En este sentido, Fierro, Guillermo J. “La parte general del nuevo Proyecto de Código Penal”, editorial
Zeus, 20-D-7, pág. 150 y ss.; también, Soler, Sebastián, ob. cit, tomo 1.)
Analice el argumento dado por el defensor de Juan y Pedro y manifieste si el mismo es o no correcto.
En caso de que usted no coincida con el abogado defensor, señale las razones de su discrepancia y cuál sería a su
criterio la solución correcta del caso.-
SEGUNDO CASO.
El Poder Ejecutivo Nacional preocupado por la proliferación de hurtos de bebés a quienes se les extraen órganos
para comercializar en el mercado negro de órganos, y ante un vacío legislativo que castigue específicamente tal
situación decide dictar un decreto de necesidad y urgencia estableciendo que: “Serán sancionados con pena de
prisión perpetua quienes secuestren a niños menores de tres años con la finalidad de extraerles sus órganos”.-
Simultáneamente manda un proyecto de ley al parlamento para su tratamiento y sanción. El Congreso de la
Nación aprueba el proyecto y lo convierte en la ley N° “x”, sin modificar en lo más mínimo el contenido del
proyecto del ejecutivo, el que por otra parte, era exactamente igual al contenido del decreto de necesidad y
urgencia..Establece además que, en razón de la loable finalidad que inspiró al decreto de necesidad y urgencia
dictado por el Poder Ejecutivo, la vigencia de la ley se retrotrae a la fecha en que fue dictado el decreto de
necesidad y urgencia.
Raúl, había sido detenido en el momento en que estaba por extraerle el hígado a un niño de dos años a quien
había secuestrado horas antes y lo tenía anestesiado. Sin embargo, ello había sido cometido antes de que se
aprobara la ley N° “x” pero durante la vigencia del decreto de necesidad y urgencia.-
Si usted fuera el juez de la causa,¿ aplicaría a Raúl la pena que establece la ley “x” ?- Fundamente su respuesta.
TERCER CASO
Antonio y María son argentinos y estando de novio y deciden ir de paseo a París donde permanecen por espacio
de un mes. Un día antes de regresar a la Argentina, ambos discuten acaloradamente y Antonio la propina a María
una fuerte golpiza lo que le produce lesiones en los riñones. María por temor a que se pueda demorar su regreso
a la Argentina no realiza denuncia en París.
De regreso a Salta, María concurre al médico de policía donde se constatan las lesiones que ésta había sufrido
como consecuencia del castigo propinado por Antonio. Al tomar conocimiento de ello, el Fiscal promueve
acción penal contra Antonio- quien también ya se encontraba de regreso en Corrientes- por el delito de lesiones
graves.
En su fundamentación, el fiscal sostiene que siendo Antonio ciudadano argentino, corresponde la aplicación de
la ley penal de nuestro país, en virtud de que si bien nuestra legislación no receptó el principio de nacionalidad
pasiva sí lo hizo respecto al principio de nacionalidad activa.
Analice el argumento del fiscal y señale su coincidencia o discrepancia con el mismo, dando los fundamentos de
su opinión.-
CUARTO CASO
Un ciudadano argentino realizó-con finalidad homicida- un disparo con un arma de largo alcance desde territorio
argentino (Paso de los Libres-Corrientes) impactando a otro argentino que se encontraba en territorio brasileño
(Uruguayana-Brasil), ocasionándole la muerte.
Preguntas:
1.-Identifique la problemática en cuestión, señalando la denominación que recibe esta clase de hechos en las que
existe una separación espacial entre el lugar en que se despliega la acción (que pertenece al territorio de un país)
y aquél en que se produce el resultado (que integra el territorio de otro país).
2.- Si, por vía de hipótesis, imaginamos que la Argentina considera que el lugar de comisión del delito es el lugar
en que se despliega la acción, y Brasil-por su parte- entiende que es el lugar en que se produce el resultado ¿Qué
situación jurídica se produciría en el caso dado, y cuál es la solución que se propone en doctrina al respecto?
3.- Para la situación inversa (que Argentina entendiera como lugar de comisión aquél en que se produjo el
resultado y Brasil el del despliegue de la acción) ¿Cómo se denomina a esta situación, y cuál es la propuesta que
realiza la doctrina para evitar la producción de estos conflictos?.-
4.-Conforme a las disposiciones jurídicas vigentes en nuestro país, podría la Argentina pretender la aplicación de
su ley penal alegando que ambos ciudadanos (víctima y victimario) son argentinos?.Fundamente su respuesta.
QUINTO CASO
“X” fue querellado por “Y” como instigador de un discurso pronunciado por el legislador “N” en la Cámara de
diputados de la Nación, en el que el legislador “N” formulaba imputaciones calumniosas a “Y”. “X” es el asesor
del diputado, y fue quien redactó el discurso que éste leyera en una de las sesiones de la Cámara.
Preguntas:
1.-Si usted fuera el abogado defensor de “X” ¿qué argumento jurídico utilizaría para sostener la impunidad de
“X”?.
2.- Suponga ahora que usted es el abogado del querellante “Y”, ¿Qué argumento jurídico utilizaría para sostener
la responsabilidad penal de “X”?.-
SEXTO CASO
El Congreso de la Nación dicta la siguiente ley: “ El que matare a otro, sufrirá pena de prisión cuya duración
será la necesaria para obtener la resocialización del condenado”.
Con posterioridad a la entrada en vigencia de la ley, Juan mata a otro
El abogado defensor de Juan cuestiona la constitucionalidad de la ley en razón de que no precisa con antelación
al hecho, la pena que correspondería al autor por el delito de homicidio, lo que violaría el art. 18 de la C.N.
El fiscal defiende la constitucionalidad de la ley, alegando que la misma responde a la teoría de la
resocialización que ha sido receptada por la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que en su art.5
punto 6 establece que: “Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la
readaptación social de los condenados”. Por lo que la duración de la pena debe estar en consonancia con las
necesidades de readaptación de cada delincuente, lo que debe determinarse en cada caso en concreto y no por vía
de una conminación abstracta que fije mínimos y máximos.
Analice los argumentos del fiscal y del defensor y manifieste fundadamente a quién le asiste razón.
SÉPTIMO CASO.
OCTAVO CASO
Juan, Pedro y Antonio habían cometido un robo con armas, siendo los mismos coautores del delito. Con
posterioridad al hecho, Juan y Pedro fueron detenidos y sometidos a prisión preventiva, mientras que Antonio se
hallaba prófugo.
Al momento de comisión del delito regía la ley “A” que sancionaba el robo con armas con pena de 4 a 8 años
de prisión y el siguiente cómputo para la prisión preventiva: por cada día de prisión preventiva se descontará un
día de la pena de prisión.
Con posterioridad, y antes de que se dicte sentencia, se sanciona una nueva ley, la ley “B” establece pena de 3
a 6 años de prisión para el robo con armas, y prevé el cómputo de la prisión preventiva de la siguiente manera:
por cada 2 días de prisión preventiva, se descontará un día de la pena de prisión. Antonio es detenido cuando ya
estaba en vigencia la ley “B”.
Luego de varios meses de haber permanecido Juan Pedro y Antonio en prisión preventiva, se realiza el juicio
y el tribunal entiende que los mismos deben ser condenados por el delito de robo con armas.
Si usted integrara el tribunal, ¿qué ley o leyes tomaría en cuenta para la aplicación de la pena y el cómputo de
la prisión preventiva para Juan, Pedro y Antonio?. Fundamente suficientemente su respuesta, formulando todas
las aclaraciones que considere conveniente.