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ÍNDICE
1. La generación de 1936.
2. La obra poética de Miguel Hernández.
3. Miguel Hernández y la naturaleza.
4. El amor en la poesía de Miguel Hernández.
5. Imágenes y símbolos en la poesía de Miguel Hernández.
6. El compromiso social y político en la obra de Miguel Hernández.
7. Tradición y vanguardia en la obra de Miguel Hernández.
8. Vida y muerte en la poesía de Miguel Hernández.
El nexo común que da unidad al libro es la metáfora lunar. Todos los objetos son
descritos por sus recónditas formas lunares. Se trata de un procedimiento similar al
del cubismo en la pintura. Recordemos el poema “Toro”. Pero, sobre todo, la luna
(por sus cuatro fases) es el modelo de comportamiento de la naturaleza: ciclo vital,
exaltación de vida e, incluso, representación de la fecundidad.
(SERPIENTE)
Comentario :
La serpiente es un ofidio de un cuerpo largo y estrecho que suele emitir un silbo agudo y
siseante, y se traslada de lugar rozando la tierra en forma de «S» o en zigzag. La forma
alargada de una serpiente tiene elementos comunes con el de un cohete de pólvora (un
petardo con mecha que va inserto al extremo de un junco o carrizo), cuando sube produce un
silbido a la vez que describe zigzagueantes movimientos ascendentes como serpenteando. La
figura de la serpiente, en sus distintas evoluciones, también se asemeja a la trayectoria
tortuosa del borracho, embriagado por la bebida alcohólica "«lógica consecuencia de la vid»"
(verso 4). "«Que tal vez maduró un sol con más quilates»", (v. 3).
La segunda parte de la octava real contiene claras referencias bíblicas. Según el relato del
Génesis (2,17 y 3,6), Dios advirtió a nuestros primeros padres que no comieran del árbol de la
ciencia del bien y del mal, la mujer, seducida por la serpiente, tomó de su fruto (una manzana)
y comió, y dio también al hombre, al que indujo a cometer el mismo pecado de desobediencia,
por lo que ambos fueron expulsados del jardín del Edén. La serpiente hizo, pues, caer en la
tentación nuestra primera madre, a Eva, y él dijo: «Dios sabe que en el momento en que
comáis del árbol que está en medio del huerto se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios,
conocedores del bien y del mal».
Ciñéndonos a la concepción del amor hacia los seres humanos, al margen del amor divino de
su etapa católica, podemos distinguir varios enfoques:
La experiencia del rechazo (por amor inviable con María Cegarra, por
amor sexual imposible antes del matrimonio con Josefina Manresa o por la relación
acabada con Maruja Mallo) provoca que el vitalismo de la poesía hernandiana genere
el dramatismo de esta etapa: sus ansias de vivir, de amar, chocan ,en el caso de
Josefina Manresa, con una moral provinciana y estrecha que rechaza el goce erótico
produciendo la llamada pena hernandiana.
Las imágenes y los símbolos varían según la etapa creativa y vital que Hernández
experimenta. Esas etapas son cuatro:
1ª Etapa.
Perito en lunas (1933). El poeta se declara experto en lunas en dos acepciones: una, la
natural, por su contemplación como pastor; la otra, la artística: todos los objetos de su entorno
y conocimiento pueden quedar pintados poéticamente como formas lunares. Los asuntos
retratados son objetos cotidianos. Pozo, sandía,noria,huevo,hogaza,raqueta de chumbera,
sombrero….La comprensión del poema de Perito en lunas se complica porque añade una
ardua expresión gongorina. Entre los símbolos, aparece el toro, con el significado de sacrificio y
de muerte (sus cuernos son “mi luna menos cuarto” y los toreros, “émulos imprudentes del
lagarto”). La palmera, elemento paisajístico mediterráneo, es comparada con un chorro:
“Anda, columna; ten un desenlace / de surtidor” . Por otra parte, hay en este primer libro de
Miguel Hernández imágenes y símbolos muy de su tiempo, como cuando califica a las veletas
de “danzarinas en vértices cristianos / injertadas: bakeres más viudas”, en alusión a la bailarina
Josefina Baker, también negra y viuda.
2ª etapa
El rayo que no cesa (1936). El tema fundamental del poemario es el amor y sobre él
van a girar todos los símbolos que aparecen. Así, el rayo, que es fuego y quemazón, representa
el deseo, enlazando a su vez con nuestra tradición literaria (Llama de amor viva, de San Juan
de la Cruz). La sangre es el deseo sexual; la camisa, el sexo masculino y el limón, el pecho
femenino, según podemos observar en un soneto como “Me tiraste un limón, y tan amargo”.
La frustración que produce en el poeta la esquivez de la amada (Josefina Manresa) se traduce
en la pena, uno de los grandes asuntos de este libro (soneto “Umbrío por la pena, casi bruno”).
El carácter ambivalente de la amada lo apreciamos en el soneto “Fuera menos penado si no
fuera / nardo tu tez para mi vista, nardo”, en donde la amada queda representada mediante
metáforas de signo suave (nardo, tuera, miera), o bien a través de otras imágenes que
recuerdan lo áspero (cardo o zarza, por ejemplo). Todos estos temas quedan resumidos en
“Como el toro he nacido para el luto”, que es una especie de epifonema; hay un paralelismo
1
Miguel Hernández, Antología poética, selección y prólogo de José Luis Ferris, Madrid, Espasa Calpe,
2008, p. 17.
simbólico entre el poeta y el toro de lidia, destacando en ambos su destino trágico al dolor y a
la muerte, su virilidad, su corazón desmesurado, la fiereza, la burla y la pena 2.
No todos los poemas de El rayo que no cesa son así. Algunos nos hablan de una
relación sexual más plena, por lo que hay críticos que no los identifican con Josefina Manresa,
sino con una relación fugaz que Hernández tuvo con la pintora Maruja Mallo 3. Nos estamos
refiriendo a “Me llamo barro aunque Miguel me llame”, poema que expresa una entrega servil
hacia la amada (dice: “Soy una lengua dulcemente infame / a los pies que idolatro
desplegada”), y al soneto “Por tu pie, tu blancura más bailable”. Como podemos apreciar, el
símbolo clave de estos dos poemas es el pie y ambos acusan la influencia de Residencia en la
tierra (1935), de Pablo Neruda.
3ª etapa.
Viento del pueblo (1937) ejemplifica, muy a las claras, lo que es poesía de guerra,
poesía como arma de lucha. El este libro hay un desplazamiento del yo del poeta hacia los
otros. Así, pues, viento es voz del pueblo encarnada en el poeta: “Vientos del pueblo me llevan,
/ vientos del pueblo me arrastran, / me esparcen el corazón / y me aventan la garganta”. Al
pueblo cobarde y resignado, que no lucha, se le identifica con el buey (“los bueyes doblan la
frente, / impotentemente mansa / delante de los castigos”). El león, en cambio, es la imagen
de de la rebeldía y del inconformismo.
La mirada del poeta se vuelve, solidaria, hacia los que sufren. De ahí poemas como “El
niño yuntero”, que desde su nacimiento es “carne de yugo” (tal el buey), “como la herramienta
/ a los golpes destinado” (cosificación), que está “empezando a vivir, y empieza a morir de
punta a punta” (vivir/morir, antítesis muy del gusto del Barroco).
En El hombre acecha (1939) vamos a encontrar el tema del hombre como fiera y, en
consecuencia, colmillos y garras: “Garra como símbolo de fiera. Fiera (y sus equivalentes tigre,
2
Véase el atinado comentario de Juan Cano Ballesta en su edición de Miguel Hernández, El rayo que no
cesa, Madrid, Espasa Calpe, 2007, p. 107.
3
José María Balcells, “De Josefina a María, y de María a Maruja (Sobre la musa de ‘Me llamo
barro…’)”, en Homenaje a María Cegarra, ed. de Santiago Delgado, Murcia, Editora Regional, 1995, pp.
163-171.
lobo, chacal, bestia), como símbolo de la animalización regresiva del hombre, a causa de la
guerra y del odio”4. Todo ello lo podemos observar en la “Canción primera”.
4ª etapa
En la última poesía hernandiana se impone una dialéctica en la que entran en liza los
símbolos de la luz y la sombra,es decir, de la vida y la muerte, de la esperanza y la frustración.
La sombra se va apoderando de los espacios vitales y del mundo poético de Hernández según
avanza la guerra, sobre todo tras la muerte del primer hijo:
Hernández cierra su peripecia vital y poética con unos versos de reafirmación de la luz
sobre la sombra. Se sobrepone al desánimo y triunfa la esperanza en la lucha.
Basado en ambas influencias, Miguel Hernández elabora una praxis poética que
tiende a la innovación y con el tiempo, a la creación de un mundo poético propio.
Con todo la personalidad literaria que más impacto en Miguel Hernández fue
Luis de Góngora, el Góngora de “Las Soledades”y de “La fábula de Polifemo y Galatea”
8.2.-Las elegías.
En el ambiente del poeta la muerte era algo habitual. Sus atentísimos ojos no
podrían pasar sin percibir y experimentar un profundo dolor interno por la muerte cercana
e inexorable; vida y muerte prematura como destino de la naturaleza .Ejemplos de elegías
serían la célebre “Elegía a Ramón Sijé” y la que compuso por el asesinato de Federico
García Lorca.