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ANÁLISIS TEMÁTICO Y ESTILÍSTICO DE LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ

ÍNDICE

1. La generación de 1936.
2. La obra poética de Miguel Hernández.
3. Miguel Hernández y la naturaleza.
4. El amor en la poesía de Miguel Hernández.
5. Imágenes y símbolos en la poesía de Miguel Hernández.
6. El compromiso social y político en la obra de Miguel Hernández.
7. Tradición y vanguardia en la obra de Miguel Hernández.
8. Vida y muerte en la poesía de Miguel Hernández.

1.- LA GENERACIÓN DE 1936.

Se suele llamar Generación de 1936, Promoción de 1936 o Primera


Generación de Posguerra a la formada por aquellos que empiezan a escribir
inmediatamente después de la Guerra Civil que sufrió España en el siglo XX,
entre los años 1936 y 1939. Padecen las consecuencias de la dura España de la
autarquía y la división entre vencedores y vencidos, la censura y las penurias y
miserias morales y materiales que imponía la situación. Son los años de pujanza
del Existencialismo.

2.- LA OBRA POÉTICA DE MIGUEL HERNÁNDEZ.

Miguel Hernández es una de las figuras más atractivas de la llamada


Generación del 36. Su mundo poético —como el de todo poeta verdadero— es un
mundo transfigurado. Así, toda su obra no es más que la transformación poética de
ásperas, fuertes y extremadas realidades. Todas sus vivencias, desde las de pastor
adolescente hasta las de preso condenado a la última pena, se convierten en poesía
por el milagro de una intuición lírica, purísima y precoz en sus primeras
composiciones, y madurada después por el dolor y la muerte

2.1. Poemas de adolescencia.


Se conservan más de 100 poemas de esta época iniciática. Son en su
mayoría de arte menor. Los versos aparecen combinados libremente o siguen las
formas tradicionales de la poesía popular: romancillos, endechas, romances,
redondillas, cuartetas… Sólo en algunos pocos poemas ensaya el arte mayor
Los temas de estos poemas son muy variados, pero casi siempre
relacionados con la vida campestre. Los encuentra en el paisaje de Orihuela, en
la serranía que recorre con sus cabras. Su vida de pastor se introduce en ellos y
les presta su vocabulario agreste: “zagal”, “zurrón”, “hato”, “cordero”, “chivo”,
“lagarto”, “risco”… Se observa una gran capacidad para la percepción del mundo
bucólico pastoril y para expresar las sensaciones que le provoca el paisaje de su
tierra.

2.2. Perito en lunas (1933).


En su primer viaje a Madrid, la llamada Generación del 27 está en
pleno apogeo. El pastor-poeta se ha sentido atraído, y deslumbrado por una de las
actitudes más significativas de aquel grupo de poetas ya consagrados: la vuelta a
Góngora, nacida al calor de la conmemoración del cuarto centenario de su muerte.
[
Miguel Hernández se lanza con “Perito en lunas” a la conquista de aquella maestría
de la forma, a la búsqueda de la belleza como fin último de la poesía; y ello le
empuja al cultivo de la metáfora, al empleo del endecasílabo, a la utilización de las
estrofas clásicas. Pero su gongorismo no es puramente imitativo, sino que se asienta
en lo real e inmediato, en la cercanía de la tierra y no en un mundo puramente
fabuloso como el del cordobés.
El tema central de Perito en lunas se relaciona con la luna, aunque
muchas veces enlaza tangencialmente con otras realidades. No es una luna literaria,
sino real, vista y sentida en el monte, en las huertas o en las calles. Evidentemente
las metáforas o metamorfosis muchas veces se hallan encubiertas en otros objetos
similares o bajo un nombre supuesto. En unas ocasiones la luna será jinete, en otras
era, hogaza, narciso, etc… El poeta nos recrea su propio mundo bucólico, nos habla
de los frutos del campo de Orihuela: sandía, la granada, el limón; del ganado, en la
oveja; de las aves de corral como el gallo; de la culebra y de la serpiente, de los
cohetes, de las palmeras y de todo el mundo rural que percibe.
El libro está constituido por 42 octavas reales en endecasílabos en los
que predomina la acentuación en 6ª y 10ª sílabas.
2.3. El rayo que no cesa (1936)
El rayo que no cesa, compuesto entre 1934 y 1935, fue publicado en
enero de 1936. Lo conforman 31 composiciones: 27 sonetos , dos poemas y dos
elegías .
El tono trágico o dolorido preside el libro desde el poema que lo abre, «Un carnívoro
cuchillo…», escrito entre 1934 y 1935. Describe una lucha constante, en la que el yo
lírico pelea contra la fatalidad con actitud combativa y vital. Expresa el amor
humano, visto como destino trágico y presiente la muerte como algo inminente. Su
motivo central es, pues, la amenaza constante de un destino trágico y violento. En
El rayo que no cesa se produce la maduración íntima de un concepto de amor que lo
aleja de las melancolías y de los vuelos místicos, por lo que se abre con un poema
cortante y patético, donde el amor es “un cuchillo carnívoro”, símbolo de fantasma
homicida hiriente y perseguidor; es el amor como agonía, un amor doloroso .
Simplificando mucho, podemos decir que este libro, que lo lanzaría a la fama, es el
resultado de dos crisis: una amorosa y otra ideológica y poética. Los poemas están
marcados por la influencia positiva de su segundo viaje a Madrid.
Tres de los poemas amorosos están dedicados a su novia Josefina Manresa, el
resto de los referentes a este tema (a raíz de una ruptura provisional con Josefina) a
dos mujeres que representan polos opuestos: Maruja Mallo (a quien corresponden
más de la mitad de los poemas del libro) y María Cegarra.
2.4.- Viento del pueblo (1937).
Durante la guerra civil, el poeta somete su fuerza creadora a los fines más
inmediatos. Busca Hernández una poesía útil que llegue al corazón del pueblo
llano, escrita para ser recitada en las trincheras, aldeas y pueblos, y busca
emparejarlas con el cancionero popular con la intención de «mantener la moral
del soldado, para adoctrinarle a propósito de la causa.
El contenido del libro podemos estructurarlo en cuatro categorías, aunque el
autor no establece ningún orden ni clasificación: 1) Elegías, 2) Odas, 3) Cantos épicos
y 4) Poemas imprecatorios. Los poemas más hermosos pertenecen, como es natural,
a los tres primeros grupos; en cambio, los del cuarto, de inspiración más airada, rozan
la arenga y son el clamor condenatorio de un pueblo.
2.5.-El hombre acecha (1939).
El hombre acecha sigue la línea marcada por Viento del pueblo, pero con un
doloroso acento por la tragedia de la guerra. Desde el título mismo, se nos propone
una tesitura dolorida, un desencanto amargo por comportamientos crueles e injustos.
La guerra había acumulado experiencias demasiado feroces y el hambre, las cárceles,
las mutilaciones y la destrucción ensombrecieron su poesía. “No me dejéis ser fiera”,
clama. Y también “ayudadme a ser hombre”. Pero un mundo de compulsiones, de
delaciones y de violencias azuza de continuo el instinto feroz, y el poeta, que quiere
cantar la ternura junto al amor al hijo, siente que las armas animalizan al hombre. La
simbología es clara fiera-maleza-garra, correspondiéndose con hombre agresivo-odio-
armamento. El desaliento se halla, sin embargo, superado por el impulso de
solidaridad y, en último término, por su fe en el hombre, que no desaparece nunca
del todo. Destaca el poema «Llamo a los poetas», que exalta la solidaridad entre
poeta y pueblo, revelando si no una poética, sí una actitud ante la poesía, que debe
substanciarse en la vida. En ambos libros (Viento del pueblo y El hombre acecha), el
lenguaje es más claro, más directo. La preocupación estética es menor: así se lo exigía
la intención que lo animaba.

2.6. Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941).


Esta obra es un “diario íntimo” en forma poética, en el que Miguel Hernández ha
ido expresando sus meditaciones, sus sentimientos sobre el amor, la muerte o la
ausencia. Algunos poemas manifiestan una unidad clara entre sí o son claras
variaciones sobre el mismo tema (por ejemplo, 22 y 99). Son poemas breves, concisos,
sometidos a una reducción conceptual y lingüística, que acentúa su carácter íntimo,
casi secreto. De hecho, sólo aparece el dolor del hombre ante la ausencia de la mujer,
del hijo y de la libertad, y la presencia de la soledad y la muerte.
3. MIGUEL HERNÁNDEZ Y LA NATURALEZA.

Miguel Hernández nace en un ambiente rural y mediterráneo de la España de


principios del siglo XX. Vive impregnado de naturaleza y esta empapa toda su obra
literaria. Fue gran conocedor y amante de la fauna, la flora y el mundo mineral de su
entorno levantino. Hernández es el poeta que devuelve la poesía a la naturaleza, la
rescata de la desnaturalización del grupo del 27.

3.1.-La naturaleza real como entorno vital: la poesía sensorial.

En su primera etapa la naturaleza abarca el paisaje y los elementos cotidianos de


su modesta existencia. Una naturaleza que se constituye en la protagonista del poema.El
poeta inicia su viaje literario acogiendo como figura estelar de sus poemas a la
naturaleza real, con ligeros visos de imitación modernista o glorificación literaria.

En sus poemillas más infantiles se advierte la estrecha vinculación entre el


quehacer poético y su cotidianidad. Ahora bien la naturaleza captada en el entorno
inmediato de su experiencia pecuaria desarrolla otros dos rasgos que caracterizan su
obra de adolescente y joven creador.

3.2.-La naturaleza relacionada con Dios.

Miguel Hernández se considera parte de la naturaleza, la ensalza y la dignifica


desde lo humilde hasta lo más majestuoso y sublime.

El constante diálogo con la naturaleza se colma de sensualidad pagana al incluir


escenas y alusiones mitológicas. El poeta quiere exhibir sus adquisiciones culturales
librescas. Imita a cuantos escritores admira, en especial a los poetas clásicos españoles
(Fray Luis de León, para empezar) pero también a sus contemporáneos (Juan Ramón
Jiménez, Rubén Darío, Jorge Guillén, Antonio Machado).Nos brinda una naturaleza
descrita con realismo, a la que añade rasgos bucólicos estilizados, la armonía de la
naturaleza envuelve al poeta en plena soledad.

La fusión de Hernández con la Naturaleza se deberá asimismo a que concibe


todo lo natural como obra de Dios; naturaleza siempre en sentido bucólico y geórgico,
esto es, pastoril y campesino frente a la gran urbe (Madrid) que le asfixia. En sus
primeros poemas la naturaleza es símbolo de pureza y de divinidad.

3.3.- Naturaleza relacionada con la invención del lenguaje. Naturaleza y hermetismo


literario: la poesía pura.

Como homenaje al estilo de Góngora, escribe en 1932 su primer libro, Perito en


lunas: sucesión de acertijos poéticos que supone uno de los exponente más
originales de la poesía pura, sustentada en lo neogongorino, como manifestación
culta, y en la adivinanza como expresión tradicional. Los poemas describen objetos
sencillos de la naturaleza y de la vida cotidiana y además no llevan título.

El nexo común que da unidad al libro es la metáfora lunar. Todos los objetos son
descritos por sus recónditas formas lunares. Se trata de un procedimiento similar al
del cubismo en la pintura. Recordemos el poema “Toro”. Pero, sobre todo, la luna
(por sus cuatro fases) es el modelo de comportamiento de la naturaleza: ciclo vital,
exaltación de vida e, incluso, representación de la fecundidad.

El creacionismo católico convive en Miguel Hernández (durante sus dos primeras


etapas, hasta fijar su residencia en Madrid, en 1935) con la filosofía del hilozoísmo.
Según esta, la materia se halla espiritualizada y por eso el poeta tiende a ver la
materia como viva y dotada de intenciones. Por ello, la palmera pone tirabuzones a la
luna o la espiga aplaude el día.

De la naturaleza brotarán las más peculiares metáforas de Miguel Hernández y sus


símbolos más logrados. Ejemplo antológico es el símbolo del “viento”: en su etapa
descriptiva y costumbrista, el viento es un fenómeno atmosférico; en su etapa
religiosa el viento es la voz de Dios y la de sus profetas; durante el conflicto bélico, el
viento se erige en símbolo de hálito, empuje y voz del pueblo; finalmente este
símbolo positivo deviene en símbolo de persecución y peligro, de adversidad contra
lo armónico y el amor en su poesía amorosa en tiempos de cárceles.

TEXTO DE APOYO (UN POEMA DE PERITO EN LUNAS)

(SERPIENTE)

En tu angosto silbido está tu quid,


y, cohete, te elevas o te abates;
de la arena, del sol con más quilates,
lógica consecuencia de la vid.
Por mi dicha, a mi madre, con tu ardid,
en humanos hiciste entrar combates.
Dame, aunque se horroricen los gitanos,
veneno activo el más, de los manzanos.
MIGUEL HERNÁNDEZ

Comentario :
La serpiente es un ofidio de un cuerpo largo y estrecho que suele emitir un silbo agudo y
siseante, y se traslada de lugar rozando la tierra en forma de «S» o en zigzag. La forma
alargada de una serpiente tiene elementos comunes con el de un cohete de pólvora (un
petardo con mecha que va inserto al extremo de un junco o carrizo), cuando sube produce un
silbido a la vez que describe zigzagueantes movimientos ascendentes como serpenteando. La
figura de la serpiente, en sus distintas evoluciones, también se asemeja a la trayectoria
tortuosa del borracho, embriagado por la bebida alcohólica "«lógica consecuencia de la vid»"
(verso 4). "«Que tal vez maduró un sol con más quilates»", (v. 3).

La segunda parte de la octava real contiene claras referencias bíblicas. Según el relato del
Génesis (2,17 y 3,6), Dios advirtió a nuestros primeros padres que no comieran del árbol de la
ciencia del bien y del mal, la mujer, seducida por la serpiente, tomó de su fruto (una manzana)
y comió, y dio también al hombre, al que indujo a cometer el mismo pecado de desobediencia,
por lo que ambos fueron expulsados del jardín del Edén. La serpiente hizo, pues, caer en la
tentación nuestra primera madre, a Eva, y él dijo: «Dios sabe que en el momento en que
comáis del árbol que está en medio del huerto se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios,
conocedores del bien y del mal».

4- EL AMOR EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ.

Si tuviéramos que reducir o sintetizar la poesía hernandiana: tendríamos que


calificarla de poesía amorosa: ningún poema de Miguel Hernández queda al margen del
sentido amoroso, a la naturaleza, a la mujer, al hijo, a los amigos, al pueblo, a la vida. El
sentimiento pasional es el gran eje a cuyo alrededor gira la poesía de Miguel Hernández.

Ciñéndonos a la concepción del amor hacia los seres humanos, al margen del amor divino de
su etapa católica, podemos distinguir varios enfoques:

4.1. El despertar sexual y la pugna religiosa.

En su adolescencia poética, Miguel Hernández no soslaya menciones


referidas a la lujuria, aunque sitúa la acción en ambientes mitológicos. Eran
ambientes imaginarios que chocaban con su religiosidad, como si de una
exculpatoria “lamentación de la carne” se tratara ya que su poesía religiosa viene
marcada por el dualismo teológico de la oposición entre espiritualidad y
sexualidad.

Influido por el pensamiento reinante en su ciudad, por los amigos


oriolanos y por las lecturas del momento, Hernández monta toda una gran
campaña ascética dirigida a reprimir todo cuanto a la sexualidad se refiera. Unas
veces, culpa a la ciudad, donde se liberan todos los controles. Pero, en otras, se
debate interior y personalmente ante la tentación del goce sexual.

4.2. El amor- lamento y el amor- ilusión de tradición literaria.

El amor incipiente hacia una mujer, probablemente real, es


expresado en primera instancia dentro de la tradición literaria que conoce bien. Sus
fuentes son: el amor cortés (siglo XV) y poemas bucólicos de raíz petrarquista (siglo
XVI). También ha leído y absorbido a los románticos. Lo delatan la cita de Federico
Belart en uno de sus poemas (“Juventud sin amores no es juventud” y versos
como”una mujer tan bella como ingrata”.
La metáfora de la herida, perteneciente al lenguaje del amor pasión
de los cancioneros medievales y de la mística se convierte en Miguel Hernández en
símbolo de la existencia.

4.3. El amor-dolor que va de la tradición a la realidad.

Miguel conoce en la Orihuela de 1934 a una joven modista, de


diecisiete años. Después de haberse empapado en lo rústico y lo vivo de la naturaleza,
ahora se ha enamorado. Se llama Josefina Manresa. Con el amor verdadero, Miguel
Hernández ya no renuncia a su sentir aunque preste a su voz resonancias del
pasado.De dos tradiciones: la poesía erótico- religiosa y el petrarquismo amoroso
nacerá El rayo que no cesa (1935) su primer y celebrado gran libro de sonetos
amorosos. El amor vivido por Miguel Hernández como fatal amenaza y tortura, no por
no ser correspondido, sino por no ser gozado sexualmente.

La experiencia del rechazo (por amor inviable con María Cegarra, por
amor sexual imposible antes del matrimonio con Josefina Manresa o por la relación
acabada con Maruja Mallo) provoca que el vitalismo de la poesía hernandiana genere
el dramatismo de esta etapa: sus ansias de vivir, de amar, chocan ,en el caso de
Josefina Manresa, con una moral provinciana y estrecha que rechaza el goce erótico
produciendo la llamada pena hernandiana.

4.4. El amor- alegría. El amor-fraternidad.

Miguel Hernández y Josefina Manresa se casan en 1937. Busca el


nuevo brote amoroso en su mujer y en la descendencia. El vientre femenino, materno
ampara e identifica a los hombres, a la naturaleza, al cosmos.

En los instantes en que el poeta está en prisión el amor parece


vencer el odio y el resentimiento desencadenado por la guerra.El amor ,tanto en la
etapa religiosa como en la postrera, es fundamento de todo cuanto existe y se
proyecta e infunde en todo. Desde la cárcel de Torrijos nos llegan Las nanas de la
cebolla, dedicadas a su segundo hijo. El poeta ha recibido una carta de su mujer en la
que le dice que solo se alimenta de pan y cebolla. Son unas hermosísimas seguidillas
(con bordón) de amor a un hijo que deviene en amor-alegría.

4.5- El amor esperanza.

Cuando Miguel Hernández tropieza con la Historia, al estallar la


guerra civil, se encuentra con una realidad desmesurada y amenazante. Para poder
combatirla, en su última etapa,el poeta debe empequeñecerla y hacerla
vulnerable.Durante su turismo carcelario ,Hernández se vuelve hacia sí mismo,hacia su
mundo interior y personal: el intimismo del yo como trasunto amoroso y soc ial,
absorbe emocionalmente la Historia destruida. Es la fase definitiva de la
rehumanización de la poesía: estremecedoras vivencias personales con un fondo de la
horrible guerra que se elude o se presenta metaforizada.
Cancionero y romancero de ausencias hay que entenderlo como una
especie de diario emocionado de una vida fatídicamente abocada a su extinción.Sin
embargo, el desánimo por una vida llena de ausencias no es óbice para que Miguel
Hernández supere su amargura y culmine con un canto de esperanza y victoria de sus
ideales.

5.- IMÁGENES Y SÍMBOLOS EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ.

Los poemas de Miguel Hernández, en sus años de aprendizaje (1924-1931), presentan


unas imágenes tomadas directamente de su entorno de Orihuela. En palabras de José Luis
Ferris, éstas son “el limonero, el pozo, la higuera, las pitas , el patio…” 1.

Las imágenes y los símbolos varían según la etapa creativa y vital que Hernández
experimenta. Esas etapas son cuatro:

1ª Etapa.

Perito en lunas (1933). El poeta se declara experto en lunas en dos acepciones: una, la
natural, por su contemplación como pastor; la otra, la artística: todos los objetos de su entorno
y conocimiento pueden quedar pintados poéticamente como formas lunares. Los asuntos
retratados son objetos cotidianos. Pozo, sandía,noria,huevo,hogaza,raqueta de chumbera,
sombrero….La comprensión del poema de Perito en lunas se complica porque añade una
ardua expresión gongorina. Entre los símbolos, aparece el toro, con el significado de sacrificio y
de muerte (sus cuernos son “mi luna menos cuarto” y los toreros, “émulos imprudentes del
lagarto”). La palmera, elemento paisajístico mediterráneo, es comparada con un chorro:
“Anda, columna; ten un desenlace / de surtidor” . Por otra parte, hay en este primer libro de
Miguel Hernández imágenes y símbolos muy de su tiempo, como cuando califica a las veletas
de “danzarinas en vértices cristianos / injertadas: bakeres más viudas”, en alusión a la bailarina
Josefina Baker, también negra y viuda.

2ª etapa

El rayo que no cesa (1936). El tema fundamental del poemario es el amor y sobre él
van a girar todos los símbolos que aparecen. Así, el rayo, que es fuego y quemazón, representa
el deseo, enlazando a su vez con nuestra tradición literaria (Llama de amor viva, de San Juan
de la Cruz). La sangre es el deseo sexual; la camisa, el sexo masculino y el limón, el pecho
femenino, según podemos observar en un soneto como “Me tiraste un limón, y tan amargo”.
La frustración que produce en el poeta la esquivez de la amada (Josefina Manresa) se traduce
en la pena, uno de los grandes asuntos de este libro (soneto “Umbrío por la pena, casi bruno”).
El carácter ambivalente de la amada lo apreciamos en el soneto “Fuera menos penado si no
fuera / nardo tu tez para mi vista, nardo”, en donde la amada queda representada mediante
metáforas de signo suave (nardo, tuera, miera), o bien a través de otras imágenes que
recuerdan lo áspero (cardo o zarza, por ejemplo). Todos estos temas quedan resumidos en
“Como el toro he nacido para el luto”, que es una especie de epifonema; hay un paralelismo
1
Miguel Hernández, Antología poética, selección y prólogo de José Luis Ferris, Madrid, Espasa Calpe,
2008, p. 17.
simbólico entre el poeta y el toro de lidia, destacando en ambos su destino trágico al dolor y a
la muerte, su virilidad, su corazón desmesurado, la fiereza, la burla y la pena 2.

No todos los poemas de El rayo que no cesa son así. Algunos nos hablan de una
relación sexual más plena, por lo que hay críticos que no los identifican con Josefina Manresa,
sino con una relación fugaz que Hernández tuvo con la pintora Maruja Mallo 3. Nos estamos
refiriendo a “Me llamo barro aunque Miguel me llame”, poema que expresa una entrega servil
hacia la amada (dice: “Soy una lengua dulcemente infame / a los pies que idolatro
desplegada”), y al soneto “Por tu pie, tu blancura más bailable”. Como podemos apreciar, el
símbolo clave de estos dos poemas es el pie y ambos acusan la influencia de Residencia en la
tierra (1935), de Pablo Neruda.

3ª etapa.

Viento del pueblo (1937) ejemplifica, muy a las claras, lo que es poesía de guerra,
poesía como arma de lucha. El este libro hay un desplazamiento del yo del poeta hacia los
otros. Así, pues, viento es voz del pueblo encarnada en el poeta: “Vientos del pueblo me llevan,
/ vientos del pueblo me arrastran, / me esparcen el corazón / y me aventan la garganta”. Al
pueblo cobarde y resignado, que no lucha, se le identifica con el buey (“los bueyes doblan la
frente, / impotentemente mansa / delante de los castigos”). El león, en cambio, es la imagen
de de la rebeldía y del inconformismo.

La mirada del poeta se vuelve, solidaria, hacia los que sufren. De ahí poemas como “El
niño yuntero”, que desde su nacimiento es “carne de yugo” (tal el buey), “como la herramienta
/ a los golpes destinado” (cosificación), que está “empezando a vivir, y empieza a morir de
punta a punta” (vivir/morir, antítesis muy del gusto del Barroco).

La contraposición entre ricos y pobres se da en “Las manos”, poema en el que están


simbolizadas las que para Miguel Hernández eran las dos Españas. Según el poeta, “unas son
las manos puras de los trabajadores”, las cuales “conducen herrerías, azadas y telares”. Las
otras son “unas manos de hueso lívido y avariento, / paisaje de asesinos”, que “empuñan
crucifijos y acaparan tesoros”.

Tras su matrimonio con Josefina Manresa (9-III-1937), ya no se canta tanto a la amada


como deseo, sino que ahora se pone el acento en su maternidad. El símbolo, por tanto, va a
ser el vientre; de ahí que en el comienzo de la “Canción del esposo soldado” leamos: “he
poblado tu vientre de amor y sementera”. El hijo futuro será la prolongación de los nuevos
esposos y la esperanza de una España mejor (“Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado”, “para
el hijo será la paz que estoy forjando”).

En El hombre acecha (1939) vamos a encontrar el tema del hombre como fiera y, en
consecuencia, colmillos y garras: “Garra como símbolo de fiera. Fiera (y sus equivalentes tigre,

2
Véase el atinado comentario de Juan Cano Ballesta en su edición de Miguel Hernández, El rayo que no
cesa, Madrid, Espasa Calpe, 2007, p. 107.
3
José María Balcells, “De Josefina a María, y de María a Maruja (Sobre la musa de ‘Me llamo
barro…’)”, en Homenaje a María Cegarra, ed. de Santiago Delgado, Murcia, Editora Regional, 1995, pp.
163-171.
lobo, chacal, bestia), como símbolo de la animalización regresiva del hombre, a causa de la
guerra y del odio”4. Todo ello lo podemos observar en la “Canción primera”.

4ª etapa

En la última poesía hernandiana se impone una dialéctica en la que entran en liza los
símbolos de la luz y la sombra,es decir, de la vida y la muerte, de la esperanza y la frustración.
La sombra se va apoderando de los espacios vitales y del mundo poético de Hernández según
avanza la guerra, sobre todo tras la muerte del primer hijo:

Para que quiero la luz

Si tropiezo con tinieblas (Cancionero .78)

Cancionero y romancero de ausencias, obra póstuma, se abre con elegías a la muerte


del primer hijo del escritor, Manuel Ramón, fallecido en 1938 a los diez meses; Este es evocado
mediante imágenes intangibles: “Ropas con su olor, / paños con su aroma”; “lecho sin calor,
/sábana de sombra”. La esperanza, no obstante, renace con la venida de un nuevo hijo (poema
“Alborada de tu vientre”), que llevará por nombre Manuel Miguel: a él, que vino al mundo a
principios del 39, van destinadas las tristísimas “Nanas de la cebolla”. En ese nuevo hijo queda
simbolizada la pervivencia del poeta: “Tu risa me hace libre, / me pone alas. / Soledades me
quita, / cárcel me arranca

En la cárcel, la pasada guerra es como un mal sueño que ha sembrado España de


muertos y de presos (poema “Tristes guerras”). En la cárcel –o en las sucesivas cárceles que
habrá de padecer- Miguel Hernández sigue añorando a su amada (poema “Ausencia en todo
veo”). La muerte, simbolizada aquí por el mar, como en Jorge Manrique, empieza a ser la única
certeza para el poeta: “Esposa, sobre tu esposo / suenan los pasos del mar”.

Hernández cierra su peripecia vital y poética con unos versos de reafirmación de la luz
sobre la sombra. Se sobrepone al desánimo y triunfa la esperanza en la lucha.

Pero hay un rayo de sol en la lucha

Que siempre deja la sombra vencida.(Eterna sombra.1941)

6.-EL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA OBRA DE MIGUEL HERNÁNDEZ.


4
Miguel Hernández, El hombre acecha, Cancionero y romancero de ausencias, ed. de Leopoldo de Luis
y Jorge Urrutia, Madrid, Cátedra, 2008, p. 85.
En la primera etapa de Miguel Hernández, en pleno éxtasis de
expresión religiosa y de eufórica asunción de las teorías teocéntricas – y, por ende,
conservadoras- sublima el trabajo y la abnegación como peldaños de la escalera con la
que se alcanzaba a Dios. Este período conformista y reaccionario del pensamiento
hernandiano va desapareciendo ya en algunas muestras de sentimentalismo
costumbrista, donde lo folclórico cede paso a la adhesión con el necesitado. Así lo
podemos contemplar en “ Mi barraquica ” (1930) influido por Vicente Medina.

La situación social y política de la época de Miguel Hernández era la


misma que la de finales del siglo XIX: una oligarquía territorial que había impedido
cualquier reforma agraria para que se cultivaran los predios y se repartieran para el
cultivo los inmensos latifundios del agro español, un clero conservador y reaccionario,,
dominante e inmovilista y una clase militar autoritaria apoyando la monarquía. Los
cambios que quisieron realizar algunos gobiernos de la II República española
provocaron la guerra civil (1936).

Cuando los poetas del grupo del 27 recogen el romancero y la poesía


popular tradicional, rara vez acometen los problemas del pueblo desvalido
contemporáneo. Solo Miguel Hernández se considera verdaderamente pueblo que
canta las penas de los pobres.

El gran compromiso que enaltece la figura y la obra de Hernández


radica en que puso sus fuerzas para defender la tierra, para dignificar al hombre del
campo y para concienciarlo de sus posibles derechos y de las posibilidades de
conseguirlo.

La nueva vida de Miguel Hernández en la capital española, los


avatares de la política y las nuevas amistades terminaron provocando que Miguel
abandone el lastre ideológico oriolano. Paulatinamente, Miguel Hernández se decanta
hacia el lado del más débil, del desvalido obrero. Comienza así un nuevo periodo junto
a la nueva clase social que reivindica sus derechos: la del pueblo trabajador.

Abandona la poesía pura y católica de antaño e inicia en la segunda


mitad de 1935 una poesía impura, con las primeras protestas sociales. La poesía
impura se define como una poesía manchada por su ímpetu social y su afinidad con la
libertad y la defensa de los valores humanos más comprometidos popularmente. Es el
antípoda del esteticismo y la poesía pura de la etapa anterior.

Declarada la guerra, Hernández se decanta por el bando republicano,


que identifica con los pobres, en contra del rebelde, del invasor, el asesino, el rico. Los
dos libros poéticos de esta época son muy distintos. Viento del pueblo (1937)
constituye la faceta optimista, alentadora, entusiasta y combativa por la esperanza en
la victoria: se mueve por la fraternidad, la libertad y la sangre fecunda. Destacan
contenidos éticos de solidaridad con el oprimido y se exaltan las virtudes del amor a la
patria, la libertad y el heroísmo. El estilo se hace claro y transparente, directo, para ser
comprendido por el humilde rural y analfabeto, el metro es el romance y la metáfora
se simplifica.
Cuando la derrota republicana es inminente ante el fúnebre balance
de odio, heridos inútiles, muertos y cárceles; lanza Miguel Hernández un desgarrado
grito desalentador, El hombre acecha (1938). Es la visión pesimista de la guerra en
general. Verso amplio y doloroso, casi prosaico, lento. Sin embargo el poeta cierra este
libro con un canto de esperanza. Es la magnífica “Canción última”, de verso de arte
menor, preludio de “Cancionero y romancero de ausencias”.

En definitiva, toda la obra de Miguel Hernández – junto a la veta del


amor - recoge un profundo contenido de poso social que brota de la honda fidelidad
del poeta a sus propios orígenes humildes. Su poesía social es una síntesis de dolor
compartido y de denuncia contra la injusticia capitalista, en defensa de las clases
explotadas. Poemas que marcan momentos líricos imperecederos son: “El niño
yuntero”, ”Las abarcas desiertas” y “Aceituneros” entre otros.

7. TRADICIÓN Y VANGUARDIA EN LA OBRA DE MIGUEL HERNÁNDEZ.

Basado en ambas influencias, Miguel Hernández elabora una praxis poética que
tiende a la innovación y con el tiempo, a la creación de un mundo poético propio.

Veámoslo en tres apartados de manera cronológica:

7-1-La tradición de los clásicos literarios españoles .

Dada su adhesión a la tierra, se siente influido en su primera etapa por el


costumbrismo regionalista .Sin embargo, cuando emula a Vicente Medina o José
María Gabriel y Galán no se queda en la superficialidad del habla popular dialectal sino
que añade sentimentalismo, intimismo y complicidad con sus protagonistas, como se
aprecia en el poema “En mi barraquica”.

Esta influencia costumbrista se funde con la identificación emocional y vital de


Hernández con la naturaleza. El joven Hernández combina la influencia del asceta Fray
Luis de León de “Vida retirada” con la tradición renacentista de “Alabanza de aldea y
menosprecio de corte” de Antonio de Guevara.

“El Rayo que no cesa”, es una reelaboración pagana y erótica o sensual de la


poesía sanjuanesca, del petrarquismo de Garcilaso y del pesimismo o existencialismo
del mejor Quevedo. Además, el trasfondo de toda su poesía amorosa anterior a la
guerra civil española se forja en la tradición del amor cortés y cancioneril del
quinientos español, con el petrarquismo de Garcilaso a la cabeza: la amada concebida
como mujer llena de virtudes y belleza, galardón inaccesible, motivo del dolor del
poeta.

Influencias destacadas son también el modernismo de Rubén Darío, como


puede percibirse en “Oriental” donde calca la famosa “Sonatina”, los escritores del
siglo de oro donde aprende mitología griega y latina que le sirve para introducir
sensualidad y erotismo natural en su poesía. La lucha entre condenar y aplaudir el goce
carnal conduce a Hernández a valorar a otros escritores que se debatieron entre
creencias, pesares y necesidades de Dios, como Unamuno. Otros escritores de la
época que admira fueron, Machado de donde procede la impronta castellana con la
que se expresa lo español y España y Juan Ramón Jiménez por su fina sensibilidad.

El romanticismo de Zorrilla, Bécquer o Espronceda lo erigen en un poeta


romántico y posmodernista mientras que las obras de Lope de Vega “ Fuente
Ovejuna” y ”Peribáñez” fueron modelos para sus obras de primera reivindicación
social.

Con todo la personalidad literaria que más impacto en Miguel Hernández fue
Luis de Góngora, el Góngora de “Las Soledades”y de “La fábula de Polifemo y Galatea”

7.2-Los escarceos vanguardistas: el surrealismo.

De la influencia de la metáfora y del hermetismo gongorino surgirá “Perito en


lunas”, su primer poemario, manifestación de una poética ultrapurista. Hernández no
se limita a la emulación de Góngora con sintaxis obsoleta y metáforas racionalistas
sino que suma nuevas imágenes de inusual lazo racional, con un deseo de que
provoquen en el lector un latigazo de sorpresa y emoción artística fundamentadas en
cierto grado de irracionalidad surrealista

En la época del llamado ciclo de” Sonreídme” el oriolano emplea algunos


recursos propios del lenguaje surrealista, que abandonará definitivamente al tener que
dirigirse al pueblo llano español al comenzar la guerra civil.

El surrealismo se relaciona comúnmente con una perspectiva onírica


irracional, engendrada por libres asociaciones y discordancias y con un proceso de
distorsión de la realidad que produce efectos absurdos y alucinantes. Se crean, así,
visiones e imágenes visionarias. Quizás el número XXX de Perito en lunas: Retrete, sea
el más significativo.

En definitiva en la obra de Miguel Hernández confluyen lo clásico y lo


moderno como ejemplo sintético de lo que fue la estética en las décadas de los años
20 y 30 de la España del siglo XX.

7.3.-La tradición popular: el neopopularismo.


La corriente popular llega a Miguel Hernández por dos vías: la transmisión oral y
sus lecturas.
El entorno rural hacía familiares coplas de estaciones, cantares de siega, lances
amorosos, tal como recoge Hernández en su auto sacramental o en su teatro rural .Por
otro lado, no eran extrañas las lecturas de recopilaciones específicas del folklore
español ni de recreaciones cultas de otros poetas contemporáneos que realzaban la
lírica tradicional.

8.-VIDA Y MUERTE EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ.


8.1.La muerte parte de la vida.

El mundo poético de Miguel Hernández se define como el del amor y la muerte,


junto a la vida. Son los tres grandes temas de la poesía de Hernández.
En su obra se suceden todas las fases del crecimiento del individuo: desde los
balbuceos y la ingenuidad de la infancia hasta los momentos de fascinación y
contemplación del entorno natural, de la religión de su ambiente cultural, los
enamoramientos, el despertar de la conciencia y el sexo, la lucha por los ideales y el
choque contra la adversidad y la muerte acechante. Y, poéticamente, vida y muerte se
aúnan en dos sentidos:
a.- Uno, en el sentido existencialista del filósofo Heidegger (1889-1976), por
ejemplo, “el hombre es un ser nacido para la muerte”, ya anticipado por Quevedo en la
literatura española :” vivir es un ir muriendo a cada instante”.
b.- Otro, en el sentido solitario de la muerte- semilla. Como cantó Walt
Withmann( 1819-1892): el hombre es un ser que vela por la especie y permanece en ella.
Eros y thánatos- amor y muerte- aparecen unidos para que la vida del ser humano
se perpetúe como especie. Se es vencedor de la muerte en cuanto engendramos. La visión
de la muerte que transmite poéticamente el oriolano alcanza a la prolongación alcanza a la
prolongación del ser en la especie.

8.2.-Las elegías.

En el ambiente del poeta la muerte era algo habitual. Sus atentísimos ojos no
podrían pasar sin percibir y experimentar un profundo dolor interno por la muerte cercana
e inexorable; vida y muerte prematura como destino de la naturaleza .Ejemplos de elegías
serían la célebre “Elegía a Ramón Sijé” y la que compuso por el asesinato de Federico
García Lorca.

8.3.Símbolos de vida y muerte.


Vamos a estudiar el sentido transcendente y regenerador de la vida en dos de sus
símbolos: los huesos y la lluvia.

8.3.1. Los huesos, símbolos de vida y amor.


Aparecen menciones de huesos en las cuatro etapas de
evolución de su poesía. El significado, asimismo, evoluciona y se va
dotando de profundidad.
En el primer período creativo de Miguel Hernández, se citan
huesos naturales cuando aparece la imagen de la muerte. En el
período amoroso, los huesos pasan a ser uno de los centros del
impulso erótico. En el período bélico, surge la metonimia hueso-ser
humano, y simboliza el impulso épico, el empuje de los combatientes
republicanos. En el período de las prisiones, el símbolo invierte su
significado y se dirige hacia la muerte.Los huesos serán el centro de la
ausencia erótica y, a la vez, la imagen de la atracción amorosa.
8.3.2 .-La lluvia, el mito de la muerte que florece.

El primer uso de la palabra “lluvia”, en el período


oriolano de la poesía de la naturaleza, como es habitual en Hernández,
designa una realidad natural. A continuación se recurre a las matáforas
ingenuas del tipo “lluvia de luz solar”, “lluvia de versos”, “árbol lluvioso
de frutos”.
En el período existencial – amoroso ( 1934 - 1935) se produce
una extensión del significado: es la” lluvia amorosa sobre la vida seca”
del poeta. En el contexto amoroso, la lluvia es amor y el efecto de la
lluvia es la amada.
En contextos elegíacos de la época de “El rayo que no cesa” y
poemas posteriores (1935-1936), la lluvia se asocia a la pena por la
muerte de un ser querido, otro tipo de pena amorosa.
En “Viento del pueblo” el contexto bélico y de transformación
social proletaria invita a que la metáfora se desarrolle hacia
descripciones de la exaltación del esfuerzo y del trabajo (“lluvia de
sudor”) y hacia arengas más épicas (“lluvia de sangre”).
En el contexto poético de los últimos poemas, la tragedia de la
guerra se resuelve en el mito de la muerte que florece. Con la imagen
de lluvia regeneradora de vida, se refiere tanto a la vida personal como
a la colectiva.

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