Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
También cuenta el narrador que Azarías se dedica a contar las válvulas que le saca a los
autos, pero no conoce bien los números, entonces los inventa. Además, suele orinarse las
manos para que no se le agrieten. Algunos días del mes se despierta débil y abandona
del todo sus tareas en el cortijo y se echa a retozar, sin inmutarse por lo que los criados, e
incluso el señorito, piensen, hasta que finalmente logra ir de vientre en pleno campo y se
siente recompuesto, listo para retomar sus monótonas tareas.
Otra de las actividades que Azarías realiza por fuera de su trabajo es correr al cárabo, un
ave rapaz que le genera una extraña fascinación y a la vez pánico. Se trata de una
especie de juego: por la noche se dirige a la sierra y empieza a imitar el ruido del cárabo,
intentando provocarlo, hasta que el ave emite su aullido, y entonces Azarías se pone a
correr desenfrenadamente, entre divertido y atemorizado, hasta llegar jadeando otra vez
al rancho. Allí siempre lo recibe Lupe, la Porquera que le reprocha esos juegos infantiles,
pero él la ignora y se apura a visitar al Gran Duque, para contarle que ha estado corriendo
al cárabo.
Un día, en una de sus visitas, la milana no responde a sus llamados ni a sus mimos y,
alarmado, Azarías se dirige al señorito para anunciarle que su milana está enferma y
pedirle que llamen al médico, el Mago del Almendral. Pero el señorito se ríe a carcajadas
de la idea de llamar al Mago solo por un ave, lo cual estremece a Azarías. Pero a nadie
parece importarle su tristeza, pues la Lupe, Dacio, el Porquero, Dámaso y las muchachas
de los pastores se suman a la carcajada y a burlar al Azarías por preocuparse por un
pájaro. Entonces el hombre se dirige al establo y se pone a contar válvulas para
serenarse, hasta que se queda dormido. Al despertar, llama a su pájaro pero no recibe
respuesta y, al acercarse a él, descubre que ha muerto. Atravesado por la tristeza, el
Azarías toma el cadáver del pájaro y anuncia que se va a lo de su hermana.
Régula, al verlo llegar con el ave muerta, le dice que saque de su casa esa carroña.
Entonces él deja afuera al ave y toma en brazos a la Niña Chica, la hija mayor de Régula,
una niña inválida que permanece siempre acostada o en brazos, con la mirada extraviada.
Azarías dice que se dispone a hacer el entierro de la milana, y se dirige con la Niña Chica,
que emite sus característicos berridos, hacia el exterior de la casa. Entonces cava un
hoyo, donde entierra al pájaro, y luego de quedarse mirando el túmulo de tierra un rato,
toma a la niña en brazos y empieza a rascarle la cabeza, mientras la llama “milana
bonita”.
Paco, el Bajo, es el esposo de la Régula. Vive en el cortijo con su familia, hasta que
Crespo, El guarda mayor, le encarga instalarse en la Raya de lo de Abendújar. Paco no
tiene problema en hacerlo pero sabe que eso di cultará la educación de sus hijos, que
para él y su esposa es algo muy importante porque sería lo único que les permitiría dejar
de ser pobres. Ya bastante tienen con la Niña Chica, a la cual, si bien es la hermana
mayor, llaman así en alusión a su enfermedad, que le impide hablar, moverse y valerse
por sus propios medios.
Sin embargo, Paco, el Bajo, experimenta a la vez una transformación, pues mientras
desarrolla sus faenas habituales, se encuentra a sí mismo pensando en las reglas de la
gramática y las consulta con la Régula. Una de esas noches, mientras discute de esos
temas con la Régula, se escucha el berrido lastimero de Charito, la Niña Chica, y Paco, el
Bajo, siente vergüenza de haber engendrado a una muchacha muda como ella. Se alivia,
fi
sin embargo, pensando que su otra hija, la Nieves, es más inteligente. Recuerda
entonces el origen de ese nombre, que muy poco tiene que ver con el color moreno de la
piel de su familia, sino con que durante el embarazo, la Régula sufría de calores
extenuantes y el Mago les sugirió llamarla “Nieves” para evitar que este bebé saliera con
algún problema como la Niña Chica.
Paco, el Bajo, piensa con amargura que la Nieves no llegó a asistir a la escuela porque su
familia fue encomendada a la Raya de lo de Abendújar, y por eso intenta transmitirle las
enseñanzas de la gramática que aprende del señorito Lucas. La Nieves responde a Paco
con las mismas ocurrencias de los trabajadores del Cortijo, y su padre aprovecha
entonces para imitar las carcajadas y las respuestas del señorito Lucas. Pero se muestra
muy satisfecho con los avances de Nieves y le cuenta a la Régula que hay esperanzas en
ella, pues tiene talento, no como la inútil Niña Chica.
Una mañana, llega Crespo, el Guarda Mayor, a la Raya, y le anuncia que don Pedro, el
Périto, ordena que Paco y su familia regresen al Cortijo, pues ya han cumplido su deber
en la Raya. Paco está muy ilusionado porque cree que ahora Nieves podrá ir a la escuela
y llegar lejos, y sus hijos varones, que ya están en edad de trabajar, podrán ayudar
económicamente a la familia. Pero una vez en el Cortijo, don Pedro comienza a repartir
tareas e instrucciones para los recién llegados. Régula, por ejemplo, se encargará, entre
otras cosas, de atender el portón de la estancia y estar a disposición de las salidas y
entradas del coche de la Señora y el señorito Iván, a quienes no les gusta esperar. Antes
de concluir, don Pedro, con pudor, observa a la Nieves, y termina diciéndole a la Régula
que ahora que la niña está crecida podría ayudar a su esposa, doña Purita, que ya está
grande para las tareas del hogar. Al escuchar esta propuesta de trabajo para Nieves,
Paco y la Régula se sienten muy decepcionados, pero deben aceptar lo que mandan sus
superiores.
Un día, Carlos Alberto , el hijo mayor del señorito Iván, hace su Comunión en la Capilla
del Cortijo, y dos días después llegan al Cortijo la Señora Marquesa acompañada del
Obispo. Régula les abre el portón y queda deslumbrada y ensaya algunos saludos
ridículos, pero la Señora Marquesa le indica que debe besarle el anillo. Régula besa
exageradamente el anillo y luego el coche se dirige a la Casa Grande, donde se celebra
una esta en lo alto. En paralelo, el personal se reúne en la corralada a festejar y brindar
por el señorito Carlos Alberto y la Señora. Pero Nieves no puede asistir, porque se
fi
encuentra sirviendo el banquete de la Casa Grande. Allí, la Señora repara en ella y le
pregunta a Pedro de dónde ha sacado esa alhaja. Él le responde que es la hija menor de
Paco, el secretario del señorito Iván. Entonces la Señora se sorprende y le dice a su hija,
Miriam, que esa muchacha podría ser una buena primera doncella.
Más tarde, en la Casa de Arriba, don Pedro suele armar una escena de celos a Purita que
se repite continuamente: le reprocha que ella se abre el escote para provocar a Iván y le
dice que es una zorra, a lo cual ella siempre responde que no puede renegar de los
dones que Dios le dio, mientras presume su cuerpo cínicamente. Esa actitud altanera
pone aún más nervioso a Pedro, que la amenaza con pegarle, pero ella le dice que es un
cobarde y no se animaría a lastimarla. Entonces él se pone a llorar y le dice que ella lo
tortura. Pura se mira al espejo, ostentando su cuerpo, mientras Pedro llora en la cama
como una criatura. Nieves suele presenciar esas escenas y contárselas luego a Paco, su
padre, quien le dice que ella debe ver y callar, sumisamente.
Más tarde, don Pedro intenta disculparse con Nieves, diciéndole que solo la estaba
embromando, pero de inmediato se dirige a su mujer, Purita, para volver a reprocharle su
actitud con Iván y la escena de celos de siempre vuelve a comenzar.
fi
Capítulo 3: LA MILANA
Para entonces, Rogelio, uno de los hijos varones de Paco y Régula, ya maneja el tractor,
y para alivianar el peso a su madre, suele llevarse a su tío Azarías a andar en tractor con
él. A diferencia de Rogelio, el otro hijo de Paco, Quirce, es hosco y aprovecha cualquier
ocasión para desaparecer del Cortijo. Solamente sonríe cuando Rogelio se burla de
Azarías, pidiéndole que cuente las mazorcas. Al ver que Azarías no sabe contar, los
hermanos se ríen, y la Régula los reprende, diciendo que reírse de un viejo inocente es
ofender a Dios. Entonces ella le acerca la Niña Chica al Azarías para que la recoja en
brazos, y le dice que la niña es la única que lo comprende. Azarías la recoge
amorosamente y la llama, una vez más, “milana bonita”, hasta que ambos se quedan
dormidos como dos ángeles.
de manera imprevista, ante la mirada atónita de todos, vuela hasta posarse en el hombro
del Azarías, que lo recibe al son de “milana bonita”.
CAPÍTULO 4 : EL SECRETARIO
Un verano en que el Quirce saca cada tarde el rebaño de ovejas y Rogelio se encarga del
jeep y del tractor, el señorito Iván le advierte a Crespo que no pierda de vista a los
hermanos, pues Paco, el Bajo, ya está viejo y no quiere quedarse sin secretario. Sin
embargo, ninguno de sus hijos tiene el olfato de su padre, que desde chico se ponía en
cuatro patas y, como si fuera un perro de caza, era capaz de distinguir con el olfato a la
presa de caza. El señorito Iván siempre le pregunta a qué huele la caza, y Paco se
sorprende de que aquel no huela todo lo que él sí.
El señorito Iván comienza de muy chico a aficionarse por la caza y ya a los trece años
sale entre los tres primeros de un torneo; se vuelve tan bueno en ello que a veces hasta
logra tener cuatro pájaros muertos en el aire. Desde esos días, Ivan se acostumbra a la
compañía de Paco: aprovecha su buen olfato y cuando nota que aquel es malo para
cargar las armas, le ordena que practique cargar todas las noches antes de acostarse,
asegurándole que si logra ser el más rápido de todos nadie podrá superarlo como
secretario. Paco, que es servicial por naturaleza, acata la orden y se esfuerza muchísimo.
Con el tiempo, Iván se convierte en un cazador muy habilidoso y lo usa a Paco de testigo
para presumir su excelencia con los demás. Paco se siente muy orgulloso de que su
testimonio sea tan importante para el señorito, y se vanagloria de que los amigos de Iván
envidien más que nada a su secretario. De hecho, muchas veces Paco es requerido por
esos señores, incluso por algún Embajador o algún Ministro, para asistirlos en la caza con
sus dones de olfato. En esas oportunidades, Paco se muestra muy altanero de su saber y
el señorito Iván observa, orgulloso, cómo los otros se asombran de las habilidades de su
secretario. Se sorprenden de que Paco recuerde el lugar donde ha caído cada una de las
aves que Iván derriba.
Luego de la caza, Iván suele darle un billete a Paco como recompensa, no sin dejar de
reprocharle que le está costando muy caro. Con ese dinero, la Régula va a Cordovilla a
comprar artículos de primera necesidad.
En una oportunidad, luego de la caza, un asiduo cazador, René, el francés, dice durante
el almuerzo en la Casa Grande que en Centroeuropa el nivel de alfabetización es mucho
mejor que allí. Enojado, Iván le responde que allí ya no hay analfabetos, pues ya no están
en el año 1936, y ambos hombres comienzan a pelear y a faltarse el respeto. Para
demostrar su punto, Iván llama a Paco, Régula y Ceferino y, adoptando el tono didáctico
del señorito Lucas, le dice al francés que antes esos empleados eran analfabetos.
Entonces le pide a Paco que se esmere y escriba su nombre, pues está en juego la
dignidad nacional. A la par, don Pedro, nervioso, le dice a René que desde hace años el
país está haciendo lo posible por redimir a esta gente. Entretanto, los tres criados hacen
un garabato con mucha dificultad. Iván le dice al francés que ahora ya puede ir a contarlo
a París, para todos aquellos que juzgan erróneamente a los españoles. Y entonces toma
la mano de Régula y, exhibiendo su pulgar deformado de tanto trabajo forzado, le dice
que hasta hace unos días esa mujer firmaba con el dedo. Régula se siente sofocada,
mientras el francés observa con espanto la deformidad de su pulgar y el señorito Iván le
explica que eso se debe a los trabajos que desempeña. Enseguida, Iván felicita a sus
empleados y les dice que se retiren, mientras todos ríen paternalmente, menos René, que
ha quedado perplejo.
La vida en el Cortijo no tiene, sin embargo, demasiadas novedades, salvo las periódicas
visitas de la Señora, que obligan a Régula a estar muy atenta, pues en cuanto se demora
en abrir el portón, recibe el maltrato de la Señora. En esas visitas, la Marquesa suele
entrevistar uno por uno a cada empleado, para averiguar sus quehaceres, y luego les da
algo de dinero. Después ellos se comentan entre sí que la Señora es muy buena con los
pobres y celebran en la corralada en su honor.
CAPÍTULO 5: EL ACCIDENTE
Durante la época de migración de las palomas, el señorito Iván suele instalarse dos
semanas en el Cortijo y, para ese entonces, Paco le tiene preparadas las herramientas
para salir de caza. Pero, con los años, a Paco se le va dificultando desenvolverse
físicamente en el bosque, y el señorito Iván empieza a señalarle que el paso del tiempo se
hace evidente en él. Entonces el secretario, por no reconocer sus flaquezas, continúa
esforzándose: por ejemplo, trepa a los árboles ayudado de una soga y se desolla las
manos en el intento, pero al llegar a la cima afirma con altanería que aún sigue siendo útil.
Iván, sin embargo, nunca queda conforme con su desempeño y lo sigue provocando,
diciéndole que ya no es lo que solía ser. Paco, el Bajo, se esfuerza cada vez más,
poniendo en riesgo su vida, y el señorito Iván no solo no percibe su dolor y cansancio,
sino que lo trata de holgazán.
En una ocasión, Paco se olvida los capirotes, caperuzas que debería usar para mantener
quietos a los palomos que hacen de señuelo antes de soltarlos. Entonces Iván le pide,
ante el horror de Paco, que ciegue a todos los palomos con una navaja. Otra tarde, Paco
no logra sostenerse con las piernas y cae del árbol en el que está trepado. Iván le grita,
enojado, que casi cae encima suyo, sin reparar en que su secretario se retuerce del dolor
en el suelo. Paco se señala la pierna y el señorito le resta importancia, pero, en cuanto ve
que aquel no logra ponerse de pie, le reprocha que ahora nadie podrá ayudarlo a seguir
con la caza. Paco, lleno de culpa, le sugiere que llame a su hijo Quirce y el señor Iván,
insatisfecho, llama a Facundo para que se lleven al secretario y hagan llamar a Quirce.
El hijo de Paco asiste a Iván y, una vez más, se muestra hosco y hermético, pero
demuestra notables habilidades soltando las aves señuelo. Iván, sin embargo, empieza a
errar sus tiros y se enoja porque Quirce es tan bueno que no puede echarle la culpa a él
de ello, con lo cual empieza a responsabilizar a Paco de distraerlo con su accidente. Más
tarde, ya en el Cortijo, Iván va a contarle a Paco que ha errado más que nunca y en eso
se cruzan a Azarías, descalzo y mugriento. Paco lo presenta como su cuñado y Azarías
se acerca, embelesado, a la percha donde Iván lleva sus palomos muertos y comienza a
examinarlos. Le pregunta si quiere que se los desplume e, impresionado, Iván acepta.
A continuación, Iván lleva a Paco a Cordovilla a ver al doctor don Manuel, que sin
necesidad de hacer estudios asegura que el secretario tiene el peroné fracturado. Iván se
desespera porque en unos días tiene una importante jornada de caza y él no puede
prescindir de Paco. El médico responde que él solo es un informante y le aconseja que
mejor se agencie otro secretario, pero afirma que luego Iván podrá decidir qué hace, pues
“él es el amo de la burra” (113), refiriéndose a Paco.
Una semana después, vuelven a consultar a don Manuel y este sugiere enyesar a Paco,
asegurando que no estará listo para la jornada de caza que tendrá lugar en dos días. De
regreso al Cortijo, Iván y Paco van en silencio como si el lazo entre ellos se hubiera roto, y
Paco se siente responsable de la fractura, hasta que el señorito rompe el silencio para
decirle a Paco que no debe hacer caso a los médicos y, aunque le duela, debe esforzarse
por andar, pues después podría quedar postrado para siempre.
buen secretario. Paco replica que Azarías es bueno con las aves, pero corto de
entendimiento.
Desde ese día, Iván visita todos los días a Paco y lo incita a que se mueva, y cuando
Paco le dice que él es quien más lamenta no poder hacerlo, Iván le responde que el
hombre es voluntad y él debe esforzarse más. Llegado el día de la caza, Iván pasa a
buscar a Paco y le ordena que lo acompañe, aún a pesar de los reparos de Régula.
Durante la caza, Paco comienza a notar que los demás criados están recogiendo para
otros cazadores los pájaros derribados por Iván, con lo cual este le pide que se esfuerce
más, pero en el apuro Paco vuelve a fracturarse la pierna. Esa tarde, Iván vuelve a
llevarlo al médico, quien sugiere nuevamente el reposo aunque, ante las quejas de Iván,
asegura otra vez que es su decisión si quiere desperdiciar del todo a Paco. Iván sostiene
que lo de Paco es una mariconada pero, finalmente, termina pidiéndole que le recomiende
a uno de sus hijos.
Al día siguiente, Iván lleva a Quirce a la caza pero no logra que el chico demuestre ningún
entusiasmo; más bien, parece aburrirse. De ahí que luego, durante el almuerzo, Iván
emita un discurso sobre cómo los jóvenes de ahora no saben lo que quieren, viven
cómodos y no aceptan las jerarquías. A continuación, asegura que todos, los que más
tienen y los que menos también, deben acatar una jerarquía, pues unos están debajo y
otros arriba porque es ley de vida. Entretanto, Iván observa cómo Nieves sirve la mesa y,
cuando llega a él, la mira descaradamente y le pregunta por qué su hermano, Quirce, es
tan huraño. Nieves se siente sofocada y responde con una sonrisa nerviosa.
Más tarde, antes de acostarse, Iván vuelve a llamar a Nieves y le pide que le quite las
botas. Mientras ella cumple, él la mira y luego le dice que ha crecido mucho y se le ha
puesto muy linda la figura. Pero cuando ella le dice que tiene quince años, Iván se queda
pensando y luego asegura que no son los suficientes, por lo que le permite retirarse.
Nieves queda muy desconcertada por esta escena y, de regreso en la cocina, rompe de
los nervios una fuente. Pasadas las doce, mientras atraviesa el jardín de regreso a su
casa, descubre al señorito Iván y a doña Purita besándose ferozmente a la luz de la luna.
CAPÍTULO 6: EL CRIMEN
Don Pedro, el Périto, se presenta en lo de Paco a la mañana siguiente y le pregunta a
Régula si no vio salir del Cortijo a su esposa, Purita. Régula le asegura que solo vio salir
por el portón al señorito Iván en su coche y Paco con rma lo que dice su esposa, de
modo que Pedro regresa cabizbajo a la Casa Grande. Entonces Nieves, que ha
presenciado la escena, le dice a su padre que la noche anterior vio a Purita besándose
con el señorito. Paco se pone muy nervioso y le dice a su hija que ella debe callar todo lo
que ve y oye.
fi
Enseguida, regresa Pedro para con rmarles que Purita no está en la Casa Grande y que
hay que dar aviso al personal del Cortijo por si fue secuestrada. Paco, el Bajo, reúne a
toda la gente del Cortijo. Pedro les anuncia la desaparición de su esposa y les pregunta si
alguien la ha visto. Nieves, custodiada por la mirada de su padre, mece a la Niña Chica
intentando disimular lo que sabe, hasta que don Pedro se dirige directamente a ella para
saber si la noche anterior no vio a Purita en la Casa Grande. Ante la negativa de Nieves,
don Pedro deja ir al personal y se acerca a Régula para confesarse: le dice que Purita
tiene que haber salido en el auto del señorito Iván, aunque solo para burlarse de él, no
por otra cosa. Régula le asegura que Iván iba solo en el auto pero don Pedro insiste,
sugiriendo que su mujer pudo haberse escondido en el asiento de atrás del auto, tapada
con un abrigo, y haberse ido a Madrid, para embromarlo a él. Régula insiste en que Iván
iba solo y entonces don Pedro se da por vencido.
Pasan los días y don Pedro es visto vagando por el Cortijo, perdido y humillado. Una
semana después, llega el señorito Iván en su auto y don Pedro se acerca a él para
comprobar que llega solo. Frente a Régula y Paco le pregunta al señorito Iván si no vio a
Purita la otra noche después de la cena. Al escucharlo, el señorito esboza una sonrisa
frívola, se hace el sorprendido de que Pedro haya perdido a su mujer y sugiere que tal
vez ella se fue a lo de su madre, luego de las usuales discusiones que tienen. Pedro
con rma que tuvieron una discusión pero insiste en que la mujer no pudo haberse ido del
Cortijo sino en un coche, y se sabe que el único que salió fue el de Iván. Entonces este
responde que Purita pudo haberse escondido en su auto sin que él lo notara, pues es tan
distraído. Ante la decepción de Pedro, Iván le da unas palmadas en el hombro y le dice
que no sea melodramático ni piense que Purita lo engaña.
Más tarde, Iván regresa a la casa de Paco para preguntarle cómo está de la pierna y, si
bien aquel le dice que está curándose, lo desafía a acompañarlo a cazar al día siguiente.
No obstante, enseguida se da cuenta de que, con el yeso, Paco no podría ayudarlo,
entonces le pregunta si puede valerse de su cuñado retrasado. Paco le responde que
Azarías es inocente, pero probando no se pierde nada, de modo que lo llama y le dice
que Iván lo necesita para la caza.
Al día siguiente, el señorito pasa a buscar a Azarías en su auto y le pregunta si lleva soga
para trepar a los árboles. Se preocupa al verlo descalzo, pero Azarías no lo escucha y se
pone a preparar los materiales necesarios y luego, sin pedir permiso a Iván, empieza a
llamar a la grajilla, que enseguida se le posa sobre el hombro y come el alimento que le
da. Iván los observa con desprecio y dice que el pájaro come más de lo que vale. A
continuación, Iván y Azarías viajan hasta la sierra.
Una vez allí, Azarías se orina las manos y luego se trepa a un árbol. Iván repara en que el
hombre no hace uso de la soga que llevó. El señorito se lamenta de que no haya aves
volando, pero Azarías no lo escucha porque, como un niño, está balanceándose en el
fi
fi
árbol y agitando al palomo señuelo. Iván lo reta y le dice que deje de alterar en vano a la
paloma y espere a que aparezcan aves volando para agitarlo, pero Azarías continúa el
balanceo. Entonces Iván le grita violentamente para que se aquiete, y aquel queda
inmóvil y acobardado, como un niño.
De vuelta en el Cortijo, Iván le dice a Paco que consuele a su cuñado y, entre risas, se
justi ca por haber matado a su pájaro, diciendo que él es incapaz de contener su afán de
caza y que Azarías es un maricón. Entonces el señorito asegura que le conseguirá otra
grajeta, pues esa carroña abunda en el Cortijo, y se despide hasta la tarde. Azarías, entre
lágrimas, se acerca a la Niña Chica, que emite uno de sus alaridos, y Azarías le dice a
Régula que la Charito llora porque el señorito ha matado a la milana.
Por la tarde, cuando Iván pasa a recoger a Azarías, este parece otro, más entero, y carga
la jaula con los palomos señuelo, un hacha y una soga del doble de grueso que la de la
mañana, tranquilo, como si no hubiese ocurrido nada. Iván se ríe de la soga y Azarías le
dice que es para trepar. El señorito responde que espera que ahora cambie su suerte.
En la sierra, Azarías se muestra ausente y no responde a los apuros de Iván al ver las
aves. Tranquilo, se sube al árbol, con la soga a la cintura, y una vez que está arriba, se
inclina hacia abajo para pedirle a Iván que le alcance la jaula con los palomos que dejó al
pie del árbol. Iván se agacha para tomar la jaula y, al levantarse hacia Azarías, este le
echa al cuello la soga con el nudo corredizo y tira del otro extremo, ajustándola. Iván,
evitando soltar la jaula y lastimar a los palomos, trata de zafarse de la soga solo con una
mano, pues aún no comprende lo que sucede. Incluso le reprocha a Azarías estar
distraído y no reparar en las aves que surcan en ese momento el cielo. Pero Azarías
fi
fi
comienza a tirar de la soga con todas sus fuerzas, hasta que el señorito es alzado del
suelo y, mientras suelta la jaula, le dice a Azarías, con voz entrecortada, que está loco.
Enseguida se escucha el estertor de Iván, que saca la lengua. Azarías amarra la cuerda al
árbol y sonría, mientras las piernas de Iván experimentan convulsiones y espasmos,
como si bailara, y luego su cuerpo se balancea hasta quedar inmóvil. Mientras, Azarías
mira al cielo, riendo bobamente y repitiendo mecánicamente “milana bonita”. En ese
instante, una gran bandada de zuritas vuela por el aire.