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Jeremy Bentham: la felicidad para el mayor

número
Jeremy Bentham, fundador del utilitarismo.
La historia de Jeremy Bentham es la de un joven de inteligencia fuera de lo común en la
búsqueda de un objetivo muy concreto: revolucionar la sociedad para conseguir la felicidad
de sus miembros. Una meta quizá demasiado alta para un solo hombre, pero en la que se
volcó hasta crear uno de los movimientos filosóficos de mayor calado que vivió el siglo XIX: el
utilitarismo.

Jeremy Bentham nació en el barrio de Houndsditch, en Londres, Inglaterra, el 15 de


febrero de 1748. De familia acomodada, pronto dio muestras de una extraordinaria
inteligencia, que supieron cultivar adecuadamente en la Westminster School. Verdadero
niño prodigio, antes de alcanzar los 5 años ya leía y escribía tratados, entendía latín,
griego y francés, y tocaba el violín. A los 12 ingresó en la Universidad de Oxford (siendo la
persona más joven en hacerlo hasta ese momento) para seguir los pasos de su padre y
estudiar Derecho. Sin embargo, pese a licenciarse con todos los honores en 1763, no le
dedicó mucho tiempo a la profesión, pues despertó más interés en él la propia filosofía del
derecho, de manera que pasaría buena parte de su vida dedicándose a teorizar tanto de
esa como de otras cuestiones, llegando a ser un reputado filósofo, economista y escritor.
Con el tiempo sería uno de los más grandes reformadores de la Europa de los siglos XVIII
y XIX.

Bentham, un inconformista nato


Bentham estaba dotado de un fuerte carácter y fue haciéndose más radical con el
paso de los años, lo que le granjeó el odio de no pocos. Se convirtió en un total
inconformista, crítico con todas aquellas creencias y normas aceptadas sin otro motivo
que la misma tradición, de tal manera no debe sorprendernos que se pusiera metas muy
altas en la vida. Es de ahí que puede entenderse su decisión de llevar a cabo grandes
reformas sociales, hasta el punto de hacerse partidario de abolir la monarquía y la
aristocracia, además de uno de los primeros hombres en reenfocar la idea de la justicia,
cambiando el modelo desde la perspectiva de la venganza y la revancha a la reinserción
social. También fue uno de los primeros en abogar por la igualdad democrática,
especialmente en lo referente al voto femenino.

Por todo ello suele ser considerado el primero de los conocidos como “filósofos
radicales”, que ingeniaron nuevas formas de ver y juzgar el mundo, con el fin de que este
avanzara hacia aquello que –creían– era lo mejor para la sociedad. Vinculado al ala Whig
(el partido liberal inglés), algunas de sus propuestas sobre reforma jurídica, mejoramiento
de prisiones y reforma penal serían apoyadas en el Parlamento británico, ganándose un
odio creciente de los conservadores.

Bentham es considerado el primero de los filósofos «radicales» de la Inglaterra del siglo


XIX
Muchas de las ideas de Bentham acerca de los cambios que han de surgir en la
sociedad aparecen ya en la primera mitad de su vida, que transcurre de muy distinta
manera. El verdadero momento en que se empieza a fraguar su filosofía se da en 1776,
cuando escribe Fragmento sobre el gobierno, texto en el que aparecen pormenorizadas
las críticas de Bentham al sistema judicial inglés y que gozó de un importante éxito ya
desde su misma publicación. Estas ideas, enraizadas en la realidad y enfocadas a
conseguir el progreso de la sociedad, pronto empezaron a cosechar simpatías… y
antipatías.

Muy viajero, visitó Italia y Constantinopla y residió tanto en Francia como en Rusia
durante la década de los 80 del XVIII (a lo largo de su vida llegó a hablar inglés, francés,
alemán, italiano, ruso y algo de chino), lugares donde empezó a sistematizar sus ideas.
En algunos libros reflexiona sobre los usos jurídicos y sistemas de gobierno del
continente. Uno de los más famosos de esa época fue El panóptico (1780), invención de
Bentham que consistía en una prisión diseñada de forma geométrica para que todos los
presos pudieran ser vigilados por un solo hombre. El sistema impedía a los presos ver a
quien les vigilaba, con la premisa de que, al sentirse permanentemente controlados, se
comportarían razonablemente. Este modelo ganaría fuerza en años posteriores, usándose
en el diseño no solo de prisiones, sino en todo edificio en que fuera necesaria la
“sensación” de vigilancia completa. Esta obra es la confirmación de Bentham como una
de las grandes personalidades de la cultura y la política europea, al ser traducido al
francés y el alemán. En Rusia, donde vivió cerca de dos años visitando a su hermano,
escribiría En defensa de la usura, obra con la cual quiso deshacer los prejuicios que
existían en la sociedad de la época contra esa cuestión y que produjo un gran escándalo
en Inglaterra.

Diseño del panóptico de Bentham.


Al igual que David Hume, Bentham no creía en la teoría de “estado de la
naturaleza” (que trata de dilucidar, hipotéticamente, los derechos y naturaleza de los
seres humanos antes de que existiera la sociedad civil, sus normas morales y sus
instituciones), del mismo modo que no compartía la existencia de derecho “naturales”.
Ideas estas que chocan con las opiniones de Rousseau (el hombre, naturalmente, no es
bueno ni malo, se hace así porque la sociedad lo cambia) y otros filósofos famosos como
Montesquieu, Hobbes o Locke.

A pesar de considerar absurdo el iusnaturalismo (la doctrina que defiende la


existencia de derechos humanos determinados por la propia naturaleza) reflejado en
la Declaración de derechos del hombre y el ciudadano, Bentham fue nombrado ciudadano
honorífico de la República surgida de la Revolución Francesa, pues la filosofía de nuestro
protagonista se acercaba a las corrientes progresistas de la época, tal y como refleja su
obra cumbre: Introducción a los principios de la moral y la legislación (1789). Este libro,
que Bentham tardó unos 15 años en escribir, es la piedra de toque del utilitarismo.

Bentham no sintió la hostilidad hacia la Revolución Francesa que sí sintieron otros


dirigentes británicos. En 1803 escribió Llamamiento para la Constitución, libro que sería
adoptado como programa político por el partido Whig. Tuvo una considerable influencia en
el pensamiento constitucionalista europeo, especialmente entre los diputados españoles
de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 («La Pepa»), primera constitución
española y una de las más liberales de la época.

El padre del utilitarismo

No puede escribirse una biografía de Jeremy Bentham sin destacar la tremenda


influencia que tuvo en su época, y es que toda una generación de políticos,
economistas e intelectuales ingleses se vio convencida por sus tesis. Durante los últimos
años de su vida, su propia casa se convirtió en el centro neurálgico del utilitarismo –la
filosofía que fundó y que buscaba alcanzar el mayor bien para el mayor número de
personas posible–, haciendo de lugar de reunión, tertulia y debate de la élite intelectual de
su época. El siglo XIX, burgués, capitalista, industrial y próspero, es clara expresión de su
filosofía.

El utilitarismo de Bentham tiene un objetivo muy claro: lograr la felicidad para el mayor
número de personas posible
Dentro del grupo de seguidores del utilitarismo hemos de destacar dos figuras: el
primero, el discípulo y amigo personal de Bentham, James Mill, quien aplicó los principios
del utilitarismo a su propia familia, donde encontramos al otro protagonista, John Stuart
Mill, hijo del anterior y ahijado de Bentham.

Junto a John, Bentham fundó la Westminster Review en 1823, destinada a defender


las tesis del utilitarismo, logrando gran relevancia. John Stuart Mill fue el encargado
de pulir y continuar el trabajo de su padrino tras su muerte, convirtiéndose en la figura
más famosa del movimiento y añadiéndole dos características fundamentales: la defensa
de la individualidad (pues bajo el utilitarismo la mayoría puede fácilmente esclavizar a la
minoría, y no hay minoría más pura que el individuo) y la importancia del cálculo
cualitativo frente al meramente cuantitativo.

Muerte, leyenda y realidad


Jeremy Bentham falleció el 6 de junio de 1832, a los 84 años. Diez años antes, en
1822, había mandado hacer una serie de anillos funerarios con su efigie (realizada por
John Fields) para ser portados por sus más cercanos amigos. Todos contaban con el
nombre del destinatario y fueron entregados a su muerte.

Restos de Bentham, perfectamente vestidos, expuestos en el UCL.


Su cuerpo fue embalsamado y, cuenta la leyenda, donado por él mismo al
University College de Londres para ser expuesto al público. La historia no es cierta,
pues en realidad fue guardado durante años por Thomas Southword Smith, quien decidió
donarlo al UCL en 1850. Hoy, el esqueleto, completamente vestido, se expone en la
universidad con una cabeza de cera. La auténtica se conserva también en el UCL de
manera semipública.

Otra leyenda en torno a Bentham y el University College es que él fue uno de los
fundadores. Tampoco esto es cierto, al menos en el grado que se le ha querido dar a
nivel institucional. Lo que sí parece verdad es que la universidad se fundó bajo las ideas
defendidas por Bentham respecto a la educación, las cuales había plasmado en su
colección de ensayos, Crestomatía (1817). En ellos, destaca el papel de la educación
como motor para reformar la sociedad, por lo que debía estar destinada a la clase media,
ser barata y financieramente autónoma. También debía excluir cualquier enseñanza
religiosa, pues Bentham era partidario de separar tanto la educación como la legislación
de las creencias espirituales.

Con el paso de los años las ideas de Bentham, especialmente tras los aportes de
Stuart Mill, lograrían un enorme éxito, influyendo en múltiples aspectos de la vida, la
justicia y la moralidad occidental. Adelantado a su tiempo, su pensamiento es aplicado
todavía hoy, incluso por algunos que jamás han oído hablar del gran reformador inglés del
XIX.

Los 11 libros principales de Bentham

«Fragmento sobre el gobierno», Jeremy Bentham (Tecnos).


1. Fragmentos sobre el gobierno.
2. El panóptico.
3. En defensa de la usura.
4. Introducción a los principios de la moral y la legislación.
5. Ensayo sobre táctica en las asambleas legislativas.
6. Crestomatía.
7. Deontología, o la ciencia de la moralidad.
8. Nomografía, el arte de redactar leyes.
9. Teoría de las ficciones.
10. De los delitos contra uno mismo.
11. Protesta contra las tasas judiciales.

Teorías éticas; el utilitarismo


Para Aristóteles el objetivo de nuestra vida es la felicidad. Para los hedonistas, el placer.
La tercera corriente de la que vamos a hablar es el utilitarismo. Para estos lo que justifica
nuestra acción es la utilidad, entendida como el mayor bienestar para el mayor número.
Los teóricos del utilitarismo clásico fueron filósofos ingleses como Jeremy Bentham o
John Stuart Mill. Para ellos lo que hace buena o mala una acción son sus consecuencias
entendidas como placer. Si algo hace feliz a un gran número de gente es bueno, si los
hace infelices malos.
El utilitarismo es una teoría que tiene a su favor su simpleza. En muchos casos es sencillo
aplicar el cálculo utilitarista en los conflictos morales. Pensemos por ejemplo en el caso de
que tengamos que hacer una carretera para dar servicio a millones de personas. Puede
que tengamos que expropiar terrenos de gente que no quiere dejar sus casas, pero la
teoría utilitarista dice que la acción está justificada, porque beneficia a muchos, aunque
perjudique a unos cuantos.
Es también fácil entender porque, desde el punto de vista utilitarista, hay que decir la
verdad, trabajar honradamente o pagar impuestos. La cuestión es que todas estas cosas
producen la mayor felicidad para el mayor número. La teoría utilitarista permite hacer
cálculos más o menos fáciles para determinar si una acción es correcta o incorrecta.
El utilitarismo es una visión ética que casa muy bien con la democracia. También las
sociedades democráticas tienen como objetivo procurar la mayor felicidad general. De
hecho, parece que los políticos hacen muchas veces cálculos utilitaristas antes de tomar
decisiones, o al menos que las justifican según cálculos utilitaristas; cuando toman una
medida siempre la justifican diciendo que beneficia a mucha más gente que la que
perjudica (aunque realmente no sea así) Aquí tenéis un video que ilustra una decisión
política que es un disparate desde el punto de vista utilitarista.
La prueba de que el utilitarismo es una teoría ética influyente es que muchas veces la
gente utiliza el termino inútil para censurar una acción o una persona. Hay cosas útiles
(como la ingeniería, los ordenadores, el inglés, la medicina…) y cosas inútiles (como la
astronomía o la poesía o tumbarse bajo un peral o mismamente la filosofía). Ahora
también está muy de moda el termino eficiente, para describir lo que es útil en grado
sumo. Por eso se insiste en que la sanidad debe ser eficiente, la educación eficiente, la
justicia eficiente y todo lo demás eficiente también, lo cual quiere decir que tiene que
rendir más beneficio que coste en términos económicos.
Algunos teóricos han criticado el utilitarismo llamando la atención sobre sus límites. Lo
cierto es que tenemos fuertes intuiciones sobre lo que es correcto o lo que no que no son
estrictamente utilitaristas. Esto se ve por ejemplo en el caso de la sanidad. Está
demostrado que dedicar un cierto presupuesto a la prevención de enfermedades (por
ejemplo, una campaña para hacer mamografías) es más eficiente que tratarlas una vez
que se han desarrollado. Dado que nuestros recursos son escasos: ¿deberíamos dedicar
más esfuerzo a la prevención, y no tratar mediante carísimos tratamientos a las personas
que ya están enfermas? ¿Deberíamos dedicar tanto dinero a curar a la gente de
enfermedades difíciles o caras? Según el criterio utilitarista, no. (Este es el criterio que
aplican los laboratorios, por supuesto)
¿Porque, desde un punto de vista utilitarista, debería un país dedicar carísimos recursos
educativos a que todos sus alumnos tengan formación en cosas que no van a ser útiles
para el conjunto? ¿Qué necesidad hay, ciertamente, de que todo el mundo tenga una
formación cultural, por ejemplo? ¿Qué necesidad hay de que la gente conozca las obras
de arte o las novelas más importantes o que sepan de astronomía o de filosofía o de
historia o de lenguas clásicas? Con que lo sepan unos cuantos ya es suficiente.
Un caso en el que también se ponen en cuestión nuestros criterios utilitaristas es el del
chivo expiatorio. A veces podemos tener la fuerte impresión de que no es justo que una
persona se sacrifique, aunque sea por el bien del colectivo. Imagina el caso de un lugar
donde se ha producido un crimen. La policía detiene a un sospechoso y todo el mundo
está convencido de que es así, hasta el punto de que todos lo odian y se crea eso que se
llama «alarma social». Imagina que eres el juez que tiene que juzgarlo, y que tú, que
conoces el caso, tienes serias dudas de que sea el culpable. Pero todo el mundo cree que
lo es y si lo dejas libre será un escándalo. ¿Que debes hacer?
(No es este un caso tan raro. En España hubo un caso parecido con el crimen de una
chica que se llamaba Rocio Wanninkhof. La policia detuvo a una mujer y todo el mundo
estaba convencido de que era la culpable, sobre todo por la campaña que hicieron los
medios de comunicación. Así que condenaron a la mujer. que estuvo en la cárcel un año y
medio hasta que se descubrió que a Rocio la había asesinado otro hombre.)
https://www.youtube.com/watch?v=AT7Y5SB4298

https://www.youtube.com/watch?v=0uICRiIubaI

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