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Sintonizar: Sintonizar significa conectarnos con nuestro hijo para ver que le pasa y qué
necesita, si queremos ayudarlo a calmarse primero es necesario saber qué ocurre. De ahí
la importancia de conocer y observar a nuestros hijos, preocuparnos de desarrollar
nuestra sensibilidad y en el momento estar tranquilos para poder sintonizar.
Reflejar: Una vez que sabemos lo que le pasa al niño, se lo debemos reflejar (ponerle en
palabras lo que siente, lo que sucede o lo que necesita). Se ha comprobado que esto tiene
importantes beneficios educativos (el niño aprende que eso que está sintiendo se llama
“rabia”, genera calma (la palabra contiene la sensación de descontrol) y conecta ambos
hemisferios cerebrales (el desborde viene del hemisferio derecho y al hacer uso del
lenguaje activamos el izquierdo). Junto con esto, permite que el niño se sienta visualizado
y entendido, lo que inmediatamente lo calma y baja sus defensas. En este paso es ideal
hablar poquito, especialmente si la emoción es intensa. Fuera de que al niño le puede
resultar irritante, tampoco sirve de mucho, puesto que su cerebro no está receptivo.
Facilitar expresión adaptativa: Dejarlo llorar, que exprese su rabia, sus penas, sus miedos
y sus culpas. Muchas veces los niños no saben lo que les pasa o les cuesta expresarlo, por
lo que es importante ayudarlo. Esto significa ayudarlo a llorar, poner en palabras lo que
siente, dibujar lo que les ocurre, etc. Le digo que tiene que sacar la penita para que su
corazón no esté apretado, o que las lagrimas sacan la tristeza para afuera, ya que al ser
explicaciones concretas y corporales les hacen sentido.
Lo importante que tenemos que considerar es que alentar al niño a expresar lo que siente
no significa que lo dejemos hacer cualquier cosa, el límite se establece después del reflejo,
debiendo quedar muy claro que el problema no es lo que siente, sino la forma en que lo
está expresando “se que estas nervioso (reflejo) pero comerte las uñas no te va a hacer
sentir mejor (límite)”. Es recomendable además proponer una forma alternativa para
calmarse.
Reflexión guiada: Una vez que el niño esta lo suficientemente tranquilo para hablar se le
debe ayudar (a través de preguntas, explicaciones o reflejos) a reflexionar lo que pasó y
enseñarle formas adaptativas de expresarse y resolver los conflictos.
La reflexión guiada sirve para que el niño se conozca a si mismo (“se que te frustras
mucho cuando alguien cambia los planes”), aprenda a resolver los conflictos (“¿Qué
podrías hacer la próxima vez que tu hermano no te quiera prestar un juguete?”), aprenda
a satisfacer una necesidad (“cuando necesites que te ayude, dímelo”), aprenda de lo
sucedido (“no es bueno romper juguetes cuando tenemos rabia”), o aprenda una
estrategia de regulación (“¿cómo podrías descargar tu rabia la próxima vez sin dañar a
nadie?”).