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La frustración se define como el sentimiento que se produce cuando una persona no alcanza
algo que desea, o no suceden las cosas como quiere que pasen, deriva de la impotencia, la
rabia y la tristeza.
Resulta de lo más compleja ya que convive con otras emociones y aparece cuando no
somos capaces de gestionar una situación sobre la que teníamos ciertas expectativas, o
cuando nos llevan la contraria y no queremos ceder ante las opiniones de la otra persona.
Para aprender a gestionarla, debemos contar con recursos y estrategias, así como una base
que nos permita solucionar esas situaciones, que si no se canalizan de forma adecuada
pueden derivar en conflicto.
Lo primero es fortalecer la empatía en los niños para acceder a mayor reflexión y escucha.
Primero preguntamos a nuestro hijo qué cree que es la empatía y para qué sirve, ya
que iniciar un tema haciéndole reflexionar y averiguar sin información adicional le
crea curiosidad e interés.
Una vez que ha expuesto lo que opina, como padres pasan a definir el concepto:
explicar la empatía mediante un cuento o una historia les ayudará a captar más la
atención (si hay estímulos visuales, siempre resulta más atractivo que si sólo es a
nivel verbal).
¡Empezamos a practicar! Solicitamos a nuestro hijo que escriba en un papelito una
situación que haYA vivido y que le haya generado frustración y en la que cree que
debería haber puesto en práctica la empatía. Posterior a ello les compartirán dicha
situación, de esta forma podrán generar alternativas de solución en conjunto
practicando la empatía, la comprensión de las necesidades del otro y un entorno de
confianza y apoyo.
Momento de reflexión: después del juego práctico, le preguntamos a nuestro hijo
qué le ha parecido el papel de la empatía ante la frustración y se hace un cierre de la
actividad.
Ante la frustración, es necesario seguir el siguiente proceso y exponer a los peques a los
pasos que pueden dar. Esto les permitirá fomentar su capacidad de pensamiento estratégico
para establecer metas ante ciertas expectativas, así como planes alternativos cuando no las
Pasos
Ejemplo
Ante dicha situación (frustración) empiezo a hablar un poco mal a mis padres,
hermanos, etc. es importante empezar por reconocer que siento, si es enojo,
tristeza, molestia, etc.
Creo que debo bajar la intensidad de mi rabia para que la frustración (y la situación)
no me controle.
Pienso que hay que encontrar una solución porque de lo contrario no podre
continuar con mis actividades y eso no me beneficia.
Estaré dispuesto a escuchar, así podre recibir apoyo y podre organizar mis
actividades. Tengo que aprender que no puedo controlar todo y que cada error me
ayuda a mejorar, está bien no saberlo todo.
Muestro empatía con mis padres, hermanos, buscamos entre todos la manera de
aportar una parte que nos haga sentir cómodos y en un espacio de respeto.
establecer una estrategia si no tiene sus emociones desagradables bajo un mínimo control.
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Es decir, si está enojado porque no se entiende con sus compañeros haciendo un trabajo, no
Por ello es necesario enseñar a los niños a bajar el nivel de intensidad de sus emociones
Otras estrategias:
Para enseñar al niño (a) a tolerar la frustración, existen consejos útiles que detalló a
continuación:
1. Dar ejemplo. La actitud positiva de los padres a la hora de afrontar las situaciones adversas
es el mejor ejemplo para que los hijos aprendan a solventar sus problemas.
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el niño interpretará la frustración y luego adoptará el rol opuesto. Se le puede animar a que
hable consigo mismo de forma positiva y busque una manera de resolver el problema.
Reforzar las acciones apropiadas del niño. Es importante elogiarlo cuando retarde su
respuesta habitual de ira ante la frustración, y cuando utilice una estrategia adecuada.
Reforzar los pasos y no solo las metas: con ello favorecemos que sea el camino, su
esfuerzo, sus acciones, lo que valen la pena, lo que ha de valorar, no solo el logro final.
Perder es genial para esto. Es, de hecho, una de las mejores lecciones: no siempre se gana,
pero no pasa absolutamente nada, porque el proceso, el juego, ha sido divertido.
No tenemos control sobre todo lo que nos rodea: el factor suerte de los juegos les enseña
que hay elementos en la vida sobre los que no tenemos control, que no podemos cambiar,
de manera que aumenta la tolerancia a la frustración.
Juegos en los que haya cambios de normas (que sean algo más complejos) o que
impliquen que decisiones de otros jugadores nos afectan, son ideales, porque nos sirven
para trabajar la flexibilidad.
Son juegos que nos hacen ser conscientes de que las normas no son siempre las
mismas y que hemos de adaptarnos a ellas, a pesar de que eso pueda no ser
cómodo.
Orientación Psicopedagógica.