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(*) Conferencia dictada por Rafael Badell Madrid el 29 de enero de 2004 en la Universidad San
Pablo CEU. en Madrid- España
I. Introducción
1[2] Ver sentencia de la Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia del
11 de febrero de 1985 (Caso Leonor Cedeño Salazar vs Cadafe).
agosto de 1995 (Caso: José R. Marín Vs. Cadafe); 28 de junio de 1996 (Caso: Bazar Belune
de Margarita, C.A. vs. Cadafe), entre otros.
5[6] Tales como el artículo 259, que consagra la facultad de la jurisdicción contencioso-
administrativa para condenar a la Administración el pago de sumas de dinero y a la
reparación de daños y perjuicios causados por ella. Asimismo, el derecho a la tutela judicial
efectiva (Art. 26), el principio de igualdad ante las cargas públicas (Arts. 21, 133, 140) y la
garantía indemnizatoria en la expropiación (Art. 115) entre otros.
sistema autónomo de responsabilidad patrimonial del Estado basado en principios
propios de Derecho Público.
9[10] El artículo 68 preveía el derecho de acceso a la justicia, pero fue utilizado como
sustento del principio de la tutela judicial efectiva. La norma, en concreto, disponía: «Todos
pueden utilizar los órganos de la Administración de Justicia para la defensa de sus derechos
e intereses, en los términos y condiciones establecidas por la ley, la cual fijará normas que
aseguren el ejercicio de este derecho a quienes no dispongan de medios suficientes. La
defensa es derecho inviolable en todo estado y grado del proceso».
10[11] Artículo 56: «Todos están obligados a contribuir a los gastos públicos». Artículo
223: «El sistema tributario procurará la justa distribución de las cargas según la capacidad
económica del contribuyente atendiendo al principio de la progresividad, así como la
protección de la economía nacional y la elevación del nivel de vida del pueblo».
indemnización expropiatoria11[12] constituyeron también base para el desarrollo
jurisprudencial de la responsabilidad del Estado y de sus funcionarios.
“El Estado responderá patrimonialmente por los daños que sufran los particulares
en cualquiera de sus bienes y derechos, siempre que la lesión sea imputable al
funcionamiento de la Administración Pública”.
Esta norma declara de manera expresa la responsabilidad del Estado por daños
que le sean imputables a la Administración. Adicionalmente, esta disposición ha
sido desarrollada en la Exposición de Motivos de la Constitución, para abarcar la
responsabilidad por funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos, así
como la responsabilidad derivada de la actividad judicial, legislativa, administrativa
y, de manera general, la que se derive de la actuación de cualquiera de los otros
órganos del Estado. En tal sentido, en la exposición de motivos del precitado
artículo 140 se lee:
11[12] Artículo 101: «Sólo por causa de utilidad pública o de interés social, mediante
sentencia firme y pago de justa indemnización podrá ser declarada la expropiación de
cualquier clase de bienes. En la expropiación de inmuebles, con fines de reforma agraria o
de ensanche y mejoramiento de poblaciones, y en los casos que por graves razones de
interés nacional determine la ley, podrá establecerse el diferimiento del pago por tiempo
determinado o su cancelación parcial mediante la emisión de bonos de aceptación
obligatoria con garantía suficiente».
12[13] Debe tenerse en cuenta que el nuevo texto constitucional venezolano abandona la
clásica tripartición del poder público para definir un Estado en el que el Poder se divide en
cinco ramas. Además de las tradicionales ejecutiva, legislativa y judicial, se agregan una
rama electoral y otra denominada ciudadana, que agrupa los órganos constitucionales de
El carácter general de esta disposición es claro. Así, los particulares podrán exigir
la responsabilidad del Estado bien por falta o por sacrificio particular derivado de
un daño causado por los servicios públicos o por cualquier actividad pública sea
administrativa, judicial, legislativa, de control o electoral de los entes públicos o
privados en ejercicio de tales funciones. El nuevo sistema pone el acento en el
daño sufrido por la victima -administrado- y no en la culpa.
b) Artículos 7, 25, 46, 49, 139, 141, 199, 200, 216, 222, 232, 244, 255, 281 y 285
relativos a la responsabilidad de los funcionarios públicos.
integridad patrimonial.
f) Artículos 1, 2, 19, 21, 133, 299, 311 y 316 relacionados con el principio de
igualdad ante las cargas públicas.
Asimismo, los artículos 42, ordinal 15º; 182, ordinal 2º y 3º; 183, ordinal 1º; y 185,
ordinal 6º, ejusdem, consagran el principio según el cual todas las demandas
intentadas contra la República, los Estados y Municipios, Institutos Autónomos o
contra las empresas del Estado, son del conocimiento de la jurisdicción
contencioso-administrativa.
17[18] Vid. Moreau, Jacques. La responsabilité administrative, PUF (Que sais-je?). París
1986. Págs. 84-86.
Por ello se asegura que «la culpa deja de ser la protagonista exclusiva en el
escenario de la responsabilidad por daños, pasando a compartir cartel con un
factor de atribución nuevo, que al extender su esfera de aplicación va a producir
una suerte de socialización de la obligación de responder, por imperio de la
afinación del factor de atribución. La resignación cristiana ante lo que
antiguamente se denominaban “accidentes” dejó paso a la búsqueda a ultranza de
un obligado a reparar el perjuicio. La justicia y la equidad obligaron a asegurar una
reparación a las víctimas de accidentes “anónimos” o sin culpa aparente de nadie,
19[20] López Mesa, Marcelo J. Algunos excesos en materia de responsabilidad del Estado.
¿Es posible aplicar al Estado la doctrina del riesgo creado? Conferencia dictada el 30 de
agosto de 2001, en la ciudad de Salta, Argentina.
Hay, además, otros casos relevantes de los cuales debemos hacer mención. De
esta manera, en decisión del 11 de febrero de 1985, caso Cedeño Salazar vs.
Cadafe, la Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia –al
pronunciarse sobre la responsabilidad de una empresa del Estado- señaló lo
siguiente:
En tal sentido, y respecto del daño moral ocasionado por el descrédito público
realizado por la Administración contra determinado particular, la Sala Político-
Administrativa de la Corte Suprema de Justicia señaló, en sentencia del 12 de
diciembre de 1996, lo siguiente:
26[27] La sentencia citada resume esa evolución de la siguiente manera: “…en el caso
venezolano, ya esta Sala en otras oportunidades ha acordado la indemnización a los
ciudadanos que han sufrido daños en su esfera patrimonial o moral, por razón de actos y
hechos imputables a la Administración y en el caso específico de hechos ilícitos, la
responsabilidad de la Administración había sido determinada en función de los artículos
1185 y siguientes del Código Civil. Más aún, en situaciones similares a la que nos ocupa,
se había ordenado la indemnización por daño moral en función del artículo 1193 ejusdem.
Ahora bien, desde hace algún tiempo se ha venido insistiendo en que no es propio acudir a
las fuentes de las obligaciones que rigen en materia civil, para declarar la responsabilidad
de la Administración por su actividad, especialmente por lo respecta a su actividad extra-
contractual…”.
27[28] vid. Pietri, Alejandro, Valoración Jurídica del Daño Moral, Editorial Fabretón,
Caracas, 1988, pp. 107 y siguientes.
por daño moral interpuesta por un particular que sufrió daños como consecuencia
de electrocución por contacto con un tendido eléctrico propiedad de la empresa
pública Cadafe. En esa decisión la Sala determinó lo siguiente:
29[30] Sentencia de la Sala Político Administrativo del Tribunal Supremo de Justicia del
29de diciembre de 1998, Caso Franz Weibezahn vs. Compañía Anónima Nacional
Teléfonos de Venezuela, CANTV.
De allí que, salvo en el caso en que los daños causados al particular sean
consecuencia del cumplimiento de las órdenes recibidas por la Administración
concedente –en el cual ésta responderá de forma directa frente al usuario-, la
responsabilidad del concesionario subsiste con la de la Administración concedente
del servicio, quedando a salvo la posibilidad para el usuario de acudir a una u otra
vía.
31[32] Decreto N° 318 con rango y fuerza de Ley Orgánica sobre Promoción de la
Inversión Privada bajo el Régimen de Concesiones (Gaceta Oficial N° 5.394 extraordinario
del 25 de octubre de 1999).
La Exposición de Motivos de la Constitución, tal y como se afirmó
anteriormente, establece la posibilidad de que el Estado sea responsable
patrimonialmente, incluso por la actuación de los particulares en el ejercicio de
funciones públicas. Por tanto, los entes que emiten “actos de autoridad” quedan,
en lo que atañe a la responsabilidad derivada de esos actos, sujetos al mismo
régimen de responsabilidad del Estado derivado del artículo 140 de la
Constitución.
32[33] Se trata sin duda de una responsabilidad directa desde que el Estado siempre será
responsable de los daños causados por sus órganos jurisdiccionales independientemente de
que los mismos deriven de una falta del servicio de justicia propiamente dicha o de una
falta personal de los jueces llamados a prestar ese servicio, pues ésta, en definitiva, frente a
la posición del afectado, se traduce en una mera falta del servicio que puede ser recurrida
directamente contra el Estado o contra el funcionario involucrado si así lo prefiere, sin
perjuicio del derecho de aquel de repetir lo pagado contra el causante del daño .
sentencias definitivas...”, y que tal determinación
en el campo de la responsabilidad, “...se dirige
fundamentalmente al caso de las sentencias
erróneas o errores judiciales...”.
Comparte esta Sala el criterio de la conexidad de
los supuestos antes mencionados con la idea de
la Responsabilidad de la Administración por
funcionamiento anormal (del servicio de la
Administración de justicia), aún cuando considera
menester incluir un “no” menos importante
supuesto al caso del funcionamiento anormal del
Poder Judicial, referido al ilícito de la “denegación
de justicia”, que bien puede configurar la
abstención del juez a emitir un pronunciamiento
en la etapa cognitiva, así como también en el
incumplimiento de ejecutar la decisión judicial que
acordó un derecho a la parte en el juicio a que
diera lugar.
Así pues, con la existencia de estos tres
supuestos y las diversas manifestaciones de cada
uno de ellos en las diversas materias, se puede
establecer la Responsabilidad del Estado Juez,
partiendo de la noción de que la justicia es por
demás un servicio público cuya prestación está
garantizada plenamente en la Constitución de la
República, y como tal, debe cumplir con las
características inherentes a su funcionalidad, so
pena de incurrir en falta grave por la anormalidad
en su funcionamiento».
Al respecto, el artículo 275 del Código Orgánico Procesal prevé que “en todos
los casos anteriormente señalados es posible que se anule una sentencia
definitivamente firme a través del extraordinario recurso de revisión. Si ello ocurre,
la responsabilidad del Estado es automática –salvo que la revisión sea
consecuencia del supuesto previsto en el numeral 6 del artículo 470, antes
transcrito, en cuyo caso no habrá derecho a obtener reparación alguna. En los
restantes supuestos (numerales 1 al 5 del artículo 470 ejusdem) se deberá
indemnizar al condenado que resulte absuelto “...en razón del tiempo de privación
de libertad...”.
Pero el error judicial que genera responsabilidad debe ser grave, inaceptable, e
inexcusable. Siguiendo el esquema planteado por el prenombrado autor, las notas
características del error judicial capaz de generar la responsabilidad del Estado
han sido estudiadas en la doctrina desde dos posturas, a saber: a) Una primera
posición que otorga relevancia a la causa de la decisión jurídica errónea, conforme
a la cual el error existirá cuando por dolo, negligencia o errónea apreciación de los
hechos, el juez dicta una decisión injusta no acorde con la realidad; b) Una
segunda posición que visualiza el error judicial como resultado equívoco no
ajustado a la ley, bien por derivar de una incorrecta aplicación del derecho o de
una errónea apreciación fáctica. Así, bastará cotejar la solución adoptada con la
que exclusivamente procede en el caso enjuiciado, para determinar si en efecto,
existe error judicial.36[37]
37[38] Sentencia de la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia del 18
de junio de 2000.
notificaciones por cualquier vía, comisiones, etc.) o aquellos relacionados con la
inejecución de las sentencias.
También generará la responsabilidad del Estado los daños causados por los
órganos del Poder Judicial por actos que si bien no son jurisdiccionales si son
inherentes a su actividad, tales como la desaparición de expedientes, dinero u
objetos consignados en los tribunales, la reducción injustificada de los días y horas
de despacho, etc.
38[39] Sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia del 28 de julio
de 2000, Caso Luis Alberto Bacca.
instrucción o pérdida de dinero, títulos y demás objetos que hubieren sido
consignados en los tribunales.39[40]
En muchos casos la propia ley prevé cual será el régimen indemnizatorio aplicable
a los daños que hubiere causado su aplicación. En el caso venezolano cabe citar,
entre otras, la Ley de 24 de marzo de 1854 que declaró la abolición de la
esclavitud, previendo el pago de una indemnización en favor de los dueños de
esclavos liberados; la Ley de 28 de mayo de 1850 que estableció la obligación del
Estado de resarcir los daños causados a los acreedores por la aplicación de la Ley
de Espera y Quita de fecha 9 de abril de 1849 que previó una moratoria para el
pago de deudas vencidas y la Ley Orgánica que Reserva al Estado la Industria y
el Comercio de los Hidrocarburos del 29 de agosto de 1975.
No obstante, en otros casos, la ley puede negar de forma expresa o tácita todo
resarcimiento por los daños que su aplicación pudiere causar y es aquí donde un
sistema de responsabilidad integral del Estado debe prevalecer. En estos casos,
en opinión de GARRIDO FALLA, «el silencio de la ley, y por vía de responsabilidad
patrimonial por daños inferidos a los particulares, debe presumirse la existencia de
indemnización».41[42]
40[41] Concheiro del Río, Jaime. Responsabilidad patrimonial del Estado por la
declaración de inconstitucionalidad de las leyes. Editorial DIJUSA. Madrid, 2001. Pág.
283
Las leyes de contenido expropiatorio son aquellas que suponen la privación del
derecho de propiedad de los particulares sobre sus bienes por casas de interés
general (vgr. leyes de nacionalización, leyes de demanialización). En estos casos,
deberá el Estado indemnizar a los particulares como consecuencia de la
expropiación del bien. Así, afirma GARRIDO FALLA, “la indemnización expropiatoria
es la consecuencia de una actividad lícita de la Administración [...] con la
simultanea compensación que implica el reconocimiento de su derecho a percibir
el justo precio del bien sacrificado”.44[45]
44[45] Garrido Falla. Tratado de Derecho Administrativo. Vol. II. Tecnos. Madrid. 1992.
Pág. 287-288.
45[46] Sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, del 20 de noviembre de 2002, caso
FEDENAGA vs. Ley de Tierras y Desarrollo Agrario.
En Venezuela se presentó el caso en el cual, la Corte Suprema de Justicia en
Pleno en sentencia del 14 de diciembre de 1999, declaró la nulidad parcial de un
dispositivo contenido en el artículo 59 del Código Orgánico Tributario, y en
consecuencia, se anuló el Parágrafo Único del referido artículo, relativo a los
intereses moratorios e indexación de las deudas tributarias. Sin embargo, en la
sentencia aclaratoria –dictada por la Sala Constitucional el 26 de julio de 2000- se
determinó que la nulidad de la referida norma no incide sobre la validez y eficacia
de los actos dictados con fundamento en el referido Parágrafo Único del artículo
59, que para la fecha del fallo hubieren quedado definitivamente firmes, en virtud
de un acto administrativo que no haya sido recurrido, o por haber recaído decisión
judicial que causara cosa juzgada. Por tanto, se negó, en la práctica, la posibilidad
de que las personas afectadas por actos firmes dictados con fundamento en una
norma inconstitucional obtengan la indemnización por los daños sufridos.
46[47] Parada, Ramón. Derecho Administrativo. Tomo I. Marcial Pons. Madrid. 1996. Pág.
720.
Ahora bien, por lo que se refiere al aspecto objetivo, la responsabilidad abarca
tanto el actuar (a) ilícito del Estado (responsabilidad por falta o funcionamiento
anormal), en su actividad formal (i.e. actos administrativos, sentencias, normas);
en su actividad material (i.e. actuaciones, hechos); inactividad (i.e. omisiones o
abstenciones); y actividad contractual (el tema de los contratos administrativos),
como sus actuaciones (b) lícitas (responsabilidad por sacrificio particular),
tales como las limitaciones generales al derecho de propiedad (i.e. expropiación,
servidumbre, ocupaciones temporales, requisición de bienes en tiempo de guerra,
limitaciones por razones urbanísticas) y la revocatoria por razones de mérito de
actos y contratos administrativos. También se comprende dentro de la
responsabilidad del Estado, aquella derivada por los daños causados por (c)
situaciones de riesgo creado (responsabilidad por riesgo o actividades
peligrosas).
Estas características se derivan de los artículos 140, 26, 49 y 259 del texto
constitucional, los cuales conforman el sistema actual de responsabilidad
patrimonial del Estado Venezolano.
1. El daño
Debe ser cierto y efectivo, es decir, real y actual no eventual o futuro. También
debe ser especial o personal, lo que implica que el mismo esté individualizado con
relación a una persona o grupo de personas, es decir, que el daño no debe
constituir una carga común que todos los particulares deben soportar. Al respecto
–BAENA DEL ALCÁZAR- señala que el hecho de que la lesión sea singular o personal
«no quiere decir que sea individual, por lo que se comete un error al relacionar
este punto con el requisito de que el daño sea individualizado. Se trata de que sea
singular o individualizable respecto a un sujeto o grupo de sujetos determinado. En
definitiva con la singularidad quiere decirse que el daño no sea una carga general
impuesta a todos, por lo que rompa el principio de igualdad».48[49]
Es necesario además que el daño sea antijurídico, esto es, que se trate de un
daño que el administrado no tiene el deber jurídico de soportar, dado que excede
de la común de las cargas que la gestión administrativa comporta para la
colectividad. Esa antijuridicidad se deriva de la inexistencia en el ordenamiento
jurídico de una norma que justifique la carga impuesta al administrado, la cual, al
carecer de fundamento en derecho, se erige como una lesión injusta que debe ser
resarcida.
48[49] Baena del Alcázar, Mariano. “La lesión que no se tiene el deber jurídico de soportar
de acuerdo con la ley” en Colección Maestros Complutenses de Derecho. Luis Jordana de
Pozas, Creador de Ciencia Administrativa. Servicio Publicaciones Facultad de Derecho,
Madrid, 2000. Pág. 250
que no pueden percibirse materialmente como los daños morales. También es
necesario distinguir el alcance de la reparación, desde que si se trata de
actuaciones ilegítimas de la Administración, la reparación del daño debe ser
integral. En estos casos se indemnizan todos los perjuicios causados por la
actuación ilegítima de la Administración, sean estos directos o indirectos. Los
administrados no están en posición de soportar las consecuencias perjudiciales de
la actividad ilegítima.
Se sostiene así que frente a las situaciones no reguladas por ley en las que el
derecho del particular cede por razones de interés público, deben aplicarse
analógicamente los principios que rigen el instituto expropiatorio que niegan la
procedencia del daño por lucro cesante.
(i) la fuerza mayor, elemento externo al patrimonio del afectado que causa un
daño que si bien pudo ser conocido era irremediable. Por lo general la fuerza
mayor opera como causal eximente de responsabilidad en los supuestos de obras
públicas que se ven afectadas en su ejecución por acontecimientos inevitables.
(ii) el hecho de un tercero, causal que se verifica cuando el daño deriva de una
persona distinta al afectado y al autor del daño. No obstante, para que el hecho
del tercero opere como causa exoneratoria, será necesario que éste sea la única
causa del perjuicio. Si el hecho del tercero concurre con la conducta desplegada
por la Administración, ésta será igualmente responsable y no podrá enervar su
responsabilidad.
Ello corrobora lo dicho, en el sentido de que la actitud del Poder frente al límite
que implica la imposición de la responsabilidad por su ejercicio, depende del
mayor o menor grado de desarrollo del Estado de derecho. Así se explica, quizá,
el caso W. Ribeiro del 5 de febrero de 1964, en el que el Tribunal Supremo
desaplicó la Constitución de 1961 por la anteriormente vigente, 51[52] a fin de
justificar la exoneración de responsabilidad del Estado frente a los daños
causados a un particular por las torturas físicas infringidas por agentes de la
Seguridad Nacional durante la dictadura que culminó en 1958. 52[53]
No obstante esta decisión fue revocada por la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, en fecha 19 de noviembre de 2002, por considerar que la
sentencia dictada por la Sala Político-Administrativa no resultaba compatible con
los principios consagrados en la Constitución. 54[55]
[...]
[...]
[...]
[...]
De allí que difiera esta Sala del criterio expresado por la Sala
Político-Administrativa en la sentencia objeto de revisión cuando
expresa que la responsabilidad extracontractual de la
Administración debe ser interpretada bajo criterios restringidos a
objeto de evitar generalizaciones que lleven a la Administración a
asumir la responsabilidad de todas las situaciones de daño y
afecten el erario público. Antes bien, considera esta Sala
Constitucional que tratándose la responsabilidad patrimonial del
Estado de una garantía constitucional inherente a todo Estado
de Derecho, consagrada a favor del particular afectado por la
conducta administrativa dañosa, la misma debe ser
interpretada por los jueces en forma progresiva y amplia, a
favor del administrado.
Entre las sentencias dictadas en este sentido, cabe destacar el caso Nelson
Molina vs Cadafe, decidido por el Tribunal Supremo en fecha 7 de marzo de 1989,
en el que luego de analizar la disposición contenida en el artículo 1193 del Código
Civil, que regula la responsabilidad civil por guarda de cosas, se determinó la
responsabilidad del Estado por los daños causados por la línea de transmisión
eléctrica sujeta a su custodia, con independencia de que ésta se encontrase en
terrenos de propiedad privada. Después de verificar la ocurrencia del daño y la
intervención de la cosa en la producción del mismo, el Máximo Tribunal concluyó
que la condición de guardián de la cosa de la demandada se halla igualmente
probada pues «[...] la condición de distribuidora de energía eléctrica que tiene la
empresa Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico (CADAFE) le
imprime la cualidad de ser guardián de la conducción de esa energía hasta el sitio
de consumo. En el itinerario de transporte de esa energía el distribuidor no pierde
la cualidad de guardián así los postes puedan encontrarse en terrenos de
propiedad privada, ya que no es el propietario del terreno quien puede recoger la
energía eléctrica en la planta para trasladarla al sitio final a los fines del consumo
[...] resulta obvio que la cosa productora del daño fue la electricidad, la cual tiene
«[...] La parte actora invocó los artículos 1185, 1193 y 1194 del
Código Civil. Esta Sala comparte el criterio según el cual, cuando el
daño se imputa al hecho propio de las personas, funciona la
responsabilidad civil ordinaria, pero si el daño se imputa como en
este caso “a la acción de la cosa” la responsabilidad del guardián
no se rige por el artículo 1185 del Código Civil, sino por la
disposición especial del artículo 1193 ejusdem, el cual por su
naturaleza especial es de preferente aplicación. El fundamento de
esta responsabilidad es una presunción de “culpa en la guarda” que
la Ley establece contra el custodio, quien sólo puede librarse
probando que el hecho fue causado por falta de la víctima, el hecho
de un tercero, caso fortuito o fuerza mayor. Igualmente, el artículo
1194 que sólo permite al propietario de una edificación exonerarse
de responsabilidad demostrando que la ruina no ha ocurrido por
falta de mantenimiento de efectos de construcción.
1. Competencia
De otro lado, el artículo 183 ejusdem prevé que “los tribunales competentes de
acuerdo con las previsiones del derecho común o especial, conocerán en primera
instancia, en sus respectivas Circunscripciones Judiciales: 1. De cualquier recurso
o acción que se proponga contra los Estados o Municipios; 2. De las acciones de
cualquier naturaleza que intenten la República, los Estados o los Municipios,
contra los particulares”.
Finalmente, debemos acotar que, aun cuando conoce el juez administrativo, el iter
procesal es el del juicio ordinario previsto en el Código de Procedimiento Civil, con
algunas limitaciones establecidas en la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia, relativas a la notificación del Procurador General de la República y a
algunos medios de prueba (juramento decisorio, inspección ocular y exhibición de
documento).
2. Antejuicio Administrativo
Este antejuicio administrativo tiene una doble finalidad; de una parte, evitar el
juicio contra el Estado, pues en esa fase administrativa éste puede allanarse total
o parcialmente a las pretensiones del administrado y, de otro lado, sirve también
para que el Estado esté enterado con anticipación de la eventual demanda y
pueda así adelantar sus defensas.
83[84] Fraga Pittaluga, citado por Soto Hernández, María Eugenia. El Proceso Contencioso
Administrativo de la Responsabilidad Extracontractual de la Administración Pública
Venezolana. Cuadernos de la Cátedra Allan R. Brewer-Carías de Derecho Administrativo.
Nº 15. UCAB. Caracas, 2003. Pág. 49.
a) Iniciación
Dicho escrito, en el cual se expondrán las pretensiones del caso, debe tener la
forma de un libelo y en consecuencia de ello han de cumplirse en lo posible los
extremos a que se contrae los artículos 340 del Código de Procedimiento Civil.
87[88] Sentencia de la Sala Político Administrativa del 14 de octubre de 2003, caso Fonder
vs Inversora Finanvalor, C.A.
Asimismo se observa que al tratarse de un procedimiento administrativo, las
reclamaciones que se ejerzan por esta vía deben cumplir también con los
requisitos dispuestos en el artículo 18 de la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos. A este respecto, la Procuraduría ha señalado que no es necesario
que el escrito de reclamación se ajuste en todos sus términos a las condiciones de
forma exigidas a las demandas en el artículo 340 del Código de Procedimiento
Civil «sin embargo como se aspira recibir una indemnización, lo menos que se
puede exigir al interesado es que precise los términos de la reclamación, en sus
aspectos cualitativos y cuantitativos. No basta entonces, a los fines del antejuicio
administrativo, con reclamar abstractamente el pago de una indemnización; es
menester que el interesado concrete su monto. Los distintos conceptos que le
componen, las razones de hecho y de derecho que le sirvan de fundamento, y de
ser posible, las pruebas preconstituidas que den verosimilitud a tales afirmaciones,
porque de lo contrario, la Administración no estaría en condiciones de dar
respuesta al interesado y no se alcanzan entonces los fines perseguidos por la ley
al consagrar el antejuicio administrativo como condición previa para intentar las
demandas contra la República» (dictamen de la Procuraduría General de la
República de fecha 21-12-82. Doctrina de la Procuraduría General de la
República, pág. 35).
b) Sustanciación
c) Decisión
Dentro de los diez (10) días hábiles siguientes a la notificación, el interesado debe
dar respuesta al órgano que corresponda, acerca de si acoge o no la decisión
notificada. En caso de desacuerdo, queda facultado para acudir a la vía judicial
(artículo 58).
90[91] Cfr. González Pérez, Jesús. Manual de Derecho Procesal Administrativo. Civitas.
Madrid, 1992. Pág. 391.
De tal forma, que a través de la ejecución de la sentencia se concretiza el
derecho a la tutela judicial efectiva consagrado en el artículo 26 de la Constitución.
De allí que pueda señalarse que la ejecución se traduce en una de las
manifestaciones fundamentales de ese derecho. En efecto, tal como lo estableció
acertadamente la Corte Suprema de Justicia el derecho constitucional de acceso a
la justicia “no sólo se comprende la acción, como el derecho subjetivo público y
autónomo de acudir a los Tribunales, sino también el de lograr la ejecución de
los fallos que éstos dicten” (énfasis añadido).91[92]
Así, no es suficiente que el particular pueda hacer valer sus derechos ante los
Tribunales competentes, ni que se produzca una decisión de fondo sobre el
asunto planteado, sino que será menester además que se cumpla con lo decidido
por el Tribunal para que efectivamente se materialice el derecho a la tutela judicial.
94[95] Sentencia de la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia del 23
de Septiembre de 2003, Caso Constructora Giandi vs. Centro Simón Bolívar.
Cuando la orden del Tribunal no fuere cumplida o la partida prevista no fuere ejecutada, el
Tribunal a instancia de parte, ejecutara la sentencia conforme al procedimiento ordinario
pautado en el Código de Procedimiento Civil; y,
* *
Bibliografía