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Érase una vez un dragón que se llamaba Max. Su sueño era ser
el mejor salvador del mundo. Al parecer iba a ir a un parque
muy divertido en el bosque de Camelot. Pero, llegó la
maldad.
Mientras Max estaba dando vueltas en la rueda giratoria,
apareció una máquina del tiempo y salió un dragón que
empezó a soltar objetos en un volcán cercano. Este dragón se
llamaba Stoop y venía del futuro. Soñaba en ser el único que viviera en la
Tierra y en el Universo.
Stoop no sabía que Max tenía poderes, pero resulta que los dos tienen los mismos poderes. Los dos
pueden congelar exhalando intensamente, pueden quemar con el fuego de sus ojos muy abierto, y secar
con la mano muy fuerte. También pueden correr a súper velocidad activando ese poder dando patadas muy
rápidas en el suelo antes de salir a toda velocidad.
Los dos dragones empezaron a pelear porque Max le dijo que parara de molestar al volcán. Pero cuando a
Stoop le mandan algo que no quiere hacer, se enfada. Y así comenzó la batalla de los dragones.
Stoop peleaba con una serie de poderes: fuego, hielo, fuego, súper velocidad. Y Max luchaba: hielo, fuego,
hielo, fuego, súper velocidad. Resulta que los poderes eran contrarios y no podía ganar ninguno de los dos
porque si mezclas fuego con hielo se crea piedra. Como los dragones no pueden tener la súper velocidad
mientras vuelan arriba y abajo, las piedras caen al suelo a toda velocidad y los dragones no llegan a
cogerlas.
Pero cuando llevaban mucho tiempo peleando, Max empezó a entender por qué estaba atacando mal.
Porque no sabía que Stoop estaba haciendo otra serie distinta a la suya.
Así que Max decidió escoger el poder anterior para tener el mismo poder activado que Stoop. Pero como
Max tenía la habilidad de activar dos poderes a la vez, eligió usar el poder de congelar y quemar. Stoop le
atacó con fuego. Fuego y fuego no hacen nada. Pero el hielo de Max con el fuego de Stoop creó piedra. Por
suerte, Max llegó a coger la piedra, esquivó el fuego de Stoop con la súper velocidad y se acercó a él y le
tiró la piedra. Entonces, cayó la piedra y como Stoop se había quedado sorprendido del ataque con hielo y
fuego a la vez, Max aprovechó y le volvió a lanzar la piedra en forma de estalactita y se la clavó en la
barriga.
El dragón que había venido del futuro, Stoop, murió vencido por Max, el dragón que salvó a los habitantes
de Camelot. La gente agradecida votó y decidieron que Max fuera el rey de Camelot. Y así se convirtió en el
dragón salvador.
Un pequeño pececito
Había una vez una gallina roja llamada Marcelina, que vivía
en una granja rodeada de muchos animales. Era una granja
muy grande, en medio del campo.En el establo vivían las
vacas y los caballos y los cerdos tenían su propia
cochiquera. Había hasta un estanque con patos y un corral
con muchas gallinas. Había en la granja también una
familia de granjeros que cuidaba de todos los animales. Un
día la gallinita roja, escarbando en la tierra de la granja,
encontró un grano de trigo. Pensó que si lo sembraba
crecería y después podría hacer pan para ella y todos sus amigos.
Entonces la gallinita roja preguntó a sus amigos
- ¿Quién me ayudará a sembrar el trigo?
- Yo no, dijo el pato
- Yo no, dijo el cerdo
- Yo no, dijo el perro
- Muy bien, pues lo sembraré yo, dijo la gallinita.
Y así, Marcelina sembró sola su grano de trigo con mucho cuidado. Abrió un agujerito en la tierra y lo tapó.
Al cabo de un tiempo el trigo creció y maduró, convirtiéndose en una bonita planta. Y otra vez la gallinita roja
preguntó a sus amigos:
- ¿Quién me ayudará a segar el trigo?
- Yo no, dijo el pato
- Yo no, dijo el cerdo
- Yo no, dijo el perro
- Muy bien, si no me queréis ayudar, lo segaré yo, exclamó Marcelina
Y la gallina, con mucho esfuerzo, segó ella sola el trigo. Tuvo que cortar con su piquito uno a uno todos los
tallos. Cuando acabó, habló muy cansada a sus compañeros:
- ¿Y quién me ayudará a trillar el trigo?
- Yo no, dijo el pato
- Yo no, dijo el cerdo
- Yo no, dijo el perro
- Muy bien, lo trillaré yo - dijo la gallinita
Estaba muy enfadada con los otros animales, así que se puso ella sola a trillarlo. Lo trituró con paciencia
hasta que consiguió separar el grano de la paja. Cuando acabó, volvió a preguntar:
- ¿Quién me ayudará a llevar el trigo al molino para convertirlo en harina?
- Yo no, dijo el pato
- Yo no, dijo el cerdo
- Yo no, dijo el perro
- Muy bien, lo llevaré y lo amasaré yo, contestó Marcelina.
Y con la harina, Marcelina hizo una hermosa y deliciosa barra de pan. Cuando la tuvo terminada, muy
tranquilamente preguntó:
- Y ahora, ¿quién quiere comer un trozo de la barra de pan?
- ¡Yo, yo! dijo el pato
- ¡Yo, yo! dijo el cerdo
- ¡Yo, yo! dijo el perro
- ¡Pues NO os la comeréis ninguno de vosotros! contestó Marcelina. Me la comeré yo, con todos mis hijitos.
Y así lo hizo. Llamó a sus pollitos y la compartió con ellos.
El oso Pomposo.
El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas de las
nieves a una fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus
capas de armiño y guiando sus carrozas de escarcha. Sin embargo, una
de ellas, Alba, al oír llorar a unos niños que vivían en una solitaria
cabaña, se detuvo en el camino. El hada entró en la pobre casa y
encendió la chimenea. Los niños, calentándose junto a las llamas, le
contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y mientras
tanto, se morían de frío y miedo.
Y así lo hizo, pero a la hora de marcharse, nerviosa por el castigo que podía imponerle su soberana por la
tardanza, olvidó la varita mágica en el interior de la cabaña.
– “No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen castigo!”.
– “Sabemos que Alba no ha llegado temprano y ha olvidado su varita. Ha faltado, sí, pero por su buen
corazón, el castigo no puede ser eterno. Te pedimos que el castigo solo dure cien años, durante los cuales
vagara por el mundo convertida en una ratita blanca”.
Así que si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante, sabed que es Alba,
nuestra hadita, que todavía no ha cumplido su castigo.
Un conejo en la vía
El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio, empezó a sonar
una canción de moda en los altavoces.
La mamá comenzó a tararear una canción. Sin embargo, Daniel miró por la ventana trasera y vio tendido
sobre la carretera a un conejo.
– “No, no, detente. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales”. Los dos niños estaban muy
preocupados y tristes.
Y dando la vuelta recogieron al conejo herido. Sin embargo, al reiniciar su viaje una patrulla de la policía les
detuvo en el camino para alertarles sobre que una gran roca había caído en el camino y que había cerrado
el paso.
Entonces decidieron ayudar a los policías a retirar la roca. Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar
el camino libre y llegar a tiempo al veterinario, donde curaron la pata al conejo. Los papás de Daniel y Carlos
aceptaron a llevarlo a su casa hasta que se curara. Y unas semanas más tarde toda la familia fue a dejar al
conejito de nuevo en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz
estando en libertad.
PARA UN TANGO AMADO
no analizar, no meditar.
volverte a amar.
ni a acariciar.
en la bocina de mi teléfono
ya no escuché te amo,
ni te quiero, ni te extraño.
Huiste de mi vida,
le quitaste la alegría,
a mi pobre corazón
te vuelvo a recordar
Pienso en ti e inmediatamente,
mi rostro resplandece,
la ultima de tantas,
aunque tú no lo creas,
aunque tú no lo creas.
UN INTENTO DE POEMA
Tu estrategia es la de perder
"Arbolito de romero,
nacido en el mes de enero;
cómo quieres que te olvide,
si tú eres mi amor primero".
"Jesús va creciendo
Cada día más.
Yo también le quiero
Siempre mucho más."
"Salen a la fiesta
solo a murmurar
pero ni siquiera
dos reales saben gastar."
ALUMNO:
LIAM EDUARDO PAREDES JIMÉNEZ
AÑO LECTIVO:
2022-2023