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El Dragón Salvador

Érase una vez un dragón que se llamaba Max. Su sueño era ser
el mejor salvador del mundo. Al parecer iba a ir a un parque
muy divertido en el bosque de Camelot. Pero, llegó la
maldad.
Mientras Max estaba dando vueltas en la rueda giratoria,
apareció una máquina del tiempo y salió un dragón que
empezó a soltar objetos en un volcán cercano. Este dragón se
llamaba Stoop y venía del futuro. Soñaba en ser el único que viviera en la
Tierra y en el Universo.
Stoop no sabía que Max tenía poderes, pero resulta que los dos tienen los mismos poderes. Los dos
pueden congelar exhalando intensamente, pueden quemar con el fuego de sus ojos muy abierto, y secar
con la mano muy fuerte. También pueden correr a súper velocidad activando ese poder dando patadas muy
rápidas en el suelo antes de salir a toda velocidad.
Los dos dragones empezaron a pelear porque Max le dijo que parara de molestar al volcán. Pero cuando a
Stoop le mandan algo que no quiere hacer, se enfada. Y así comenzó la batalla de los dragones.
Stoop peleaba con una serie de poderes: fuego, hielo, fuego, súper velocidad. Y Max luchaba: hielo, fuego,
hielo, fuego, súper velocidad. Resulta que los poderes eran contrarios y no podía ganar ninguno de los dos
porque si mezclas fuego con hielo se crea piedra. Como los dragones no pueden tener la súper velocidad
mientras vuelan arriba y abajo, las piedras caen al suelo a toda velocidad y los dragones no llegan a
cogerlas.
Pero cuando llevaban mucho tiempo peleando, Max empezó a entender por qué estaba atacando mal.
Porque no sabía que Stoop estaba haciendo otra serie distinta a la suya.
Así que Max decidió escoger el poder anterior para tener el mismo poder activado que Stoop. Pero como
Max tenía la habilidad de activar dos poderes a la vez, eligió usar el poder de congelar y quemar. Stoop le
atacó con fuego. Fuego y fuego no hacen nada. Pero el hielo de Max con el fuego de Stoop creó piedra. Por
suerte, Max llegó a coger la piedra, esquivó el fuego de Stoop con la súper velocidad y se acercó a él y le
tiró la piedra. Entonces, cayó la piedra y como Stoop se había quedado sorprendido del ataque con hielo y
fuego a la vez, Max aprovechó y le volvió a lanzar la piedra en forma de estalactita y se la clavó en la
barriga.
El dragón que había venido del futuro, Stoop, murió vencido por Max, el dragón que salvó a los habitantes
de Camelot. La gente agradecida votó y decidieron que Max fuera el rey de Camelot. Y así se convirtió en el
dragón salvador.
Un pequeño pececito

Había una vez, y te lo digo porque me lo contaron (me lo contó un


ratoncito muy viajero que había estado por los mares navegando y
había conocido a un pececito muy inquieto que se lo encontró cuando
él estaba pescando…). El ratón me contó un relato que me dejó
alucinado. Abre tus orejas y atiende a mi cuento.
Existía un pececito que vivía en lo más profundo del mar, era
pequeñito y lleno de bonitos colores con manchitas en su piel. Su
mamá estaba loca con él, nunca paraba, siempre quería jugar y a la
escuela no quería ir a estudiar. Su mamá siempre le decía
-Pececito vete a la escuela, porque no llegarás a ser nada y no aprenderás a poder esquivar a las redes y
cañas de pescar…
Pero el pececito se reía de su mamá y le decía:
-Ay mamá, déjame disfrutar y poder navegar, soy muy joven y quiero conocer el mar.
Su mamá se llevaba las aletas a la cabeza y lo dejaba navegar, no podía retenerlo por mucho tiempo más.
El pececito feliz se recorría el mar, y un día encontró una gamba fácil de atrapar que colgaba asustada y fue
corriendo a atraparla, era un gran manjar… Pero al comérsela con su boquita se dio cuenta de que se había
quedado enganchado, no podía navegar, y algo le empujó hacia el exterior… Muy asustado intentó
escabullirse, pero estaba atrapado. Entonces sintió como caía en algo duro y escuchó una vocecilla:
-¡¡Ohhh!! Este es muy pequeño…
El pececillo lo miró, era un pequeño ratón, asustado le pidió que lo dejara, que quería volver con su mamá.
El ratoncito lo miró y le sonrió:
-¿Tú no tendrías que estar en la escuela? Eres muy pequeño para andar sólo por estos mares, deberías
estar estudiando… Gracias que soy un ratoncito bueno, porque te podrían haber pescado los humanos y te
hubieran llevado y acabarías frito…
El pececito lo miró muy asustado y empezó a llorar, quería volver con su mamá… El ratón lo tranquilizó y le
aconsejó que en vez de surcar mares, tendría que ir a aprender para su futuro… El pequeño pez le prometió
que estudiaría mucho y jamás le volvería a pasar nada de eso porque sería muy listo. El ratón se alegró al
oír eso, le soltó, y le pidió que volviera a casa con su madre para descansar. El pececito se tiró al agua y se
despidió de su amigo el ratón, le dio las gracias y se sumergió…
Al poco rato llegó a su casa y su madre estaba muy preocupada. Cuando le vio se alegró y le dio muchos
besos… Pececito le prometió ir a estudiar y ser muy listo, su madre muy contenta le dio más besos y le dijo
que le había preparado gambas, pero pececito no tenía muchas ganas de cenar y miró a su madre con mala
cara. En fin, eso hizo aprender a pececito y nunca más se fue solo por el mar y no faltó a clase ningún día.
Así me lo contó el ratoncito… ¿y sabéis como lo encontré? Porque yo estuve allí, yo era aquel ratoncito
aventurero…
Sebastián, el caracol valiente

Sebastián era un caracol tranquilo, con muchos años y


recorridos a su espalda. Y no es que no hubiera sido
valiente, sino que la casa que llevaba sobre su
escurridizo lomo pesaba ya demasiado y hasta
chirriaba, y eso le hacía temer. “Los años no
pasan en balde…”, se decía el pobre Sebastián
mientras procuraba llegar a pasitos muy muy lentos
hasta el arroyo, como hacía cada primavera.
En el maravilloso prado en el que vivía, todos los
animalitos celebraban la llegada de esta estación con mucho
entusiasmo. Acudían todos hasta el arroyo para darse un chapuzón fresquito, las mariposas lo adornaban
todo con flores silvestres, las abejas preparaban deliciosos tarros de miel, las ardillas pelaban riquísimas
nueces…para dar la bienvenida a la primavera como se merecía. A Sebastián siempre le había encantado
participar, pero como ahora ya se había hecho muy mayor y su casa era demasiado pesada, había perdido
un poco la ilusión. Y es que el caracol Sebastián siempre se encargaba de avisar a todos los animalitos del
bosque y de organizar los mejores juegos, y ahora ya no podía hacerlo igual de bien que antaño.
Así, mientras intentaba un año más dirigirse hacia el arroyo, y al ver que tras varias horas de recorrido
apenas había realizado ni la mitad del camino, Sebastián entristecido decidió dar marcha atrás y no acudir al
gran evento. El viejo caracol pensó que no importaría y que nadie le echaría en falta, pero se equivocó.
Preocupados, al ver que el atardecer se avecinaba y Sebastián aún no había llegado al arroyo, todos los
animales del prado se organizaron dispuestos a encontrar a su gran amigo Sebastián, el rey de todas las
fiestas.
1. ¡Sebastián! ¿Qué haces todavía aquí? ¿Te has olvidado de que hoy es el día en que damos la
bienvenida a la primavera, la estación más bonita del mundo? – Preguntó la ardilla Paca, uno de los
animalitos más rápidos del lugar.
2. No me he olvidado, querida Paca, pero es que estoy muy viejito y mi casa es ya muy pesada como
para poder moverla de acá para allá, y tengo miedo de que se rompa en mil pedazos.
3. ¡Tonterías!
Y como si no hubiera escuchado nada, la ardilla Paca corrió de nuevo hacia donde se encontraban el resto
de animales y, tras unas pocas palabras, todos comenzaron a trabajar. Al poco rato una hermosa carretilla
de madera lucía radiante, lista para llevar al caracol Sebastián hasta la fiesta sin que tuviera que
preocuparse de nada.
Y así lo hicieron. Con mucho empeño y esfuerzo todos los animalitos fueron empujando poco a poco al viejo
caracol para que pudiese subir a la carretilla. Una vez allí, Sebastián no podía creer lo que veía. ¡Los
animalitos se habían esforzado mucho y todo estaba precioso! Y el pobre Sebastián se emocionó al
recordar los buenos momentos vividos, olvidándose por un momento de que se había hecho mayor y de que
su casita se había vuelto muy pesada, y participando en la fiesta como el que más.
Cuando la celebración iba terminando, la ardilla Paca se subió hasta la copa del árbol más alto del prado y,
de pronto, dejó caer como una especie de tela que ocultaba algo. Ese algo era un precioso cartel hecho de
flores bordadas, en el que se leía: “A Sebastián, el caracol más valiente y bueno del mundo”.
Y así fue como Sebastián se dio cuenta de que la edad no le hacía ser menos importante, y junto a su
carretilla no dejó de participar en la fiesta de la primavera ni de ver a sus amiguitos, hasta el fin de sus días.
El perro sin aullido

Había una vez un perro que era el mejor aullando del


mundo. Practicaba y practicaba, y hasta a algunos les
daba clases, aunque a ninguno le salía tan bien como a
él. Le decían que no sabían hacerlo tan bien y que
nunca lo iban a conseguir. Lo hacían una y otra vez,
pero nada, no lo conseguían. Y algunos tienen celos,
unos más que otros.
Un día, el perro por la calle vio un cartel de un concurso
de talento. El perro sonrió y dijo… ¡allá voy! Y se apuntó
rápidamente. Pero al día siguiente de apuntarse se
levantó y no podía aullar.
Entonces pensó en todos los súper villanos. ¡Ya lo sé! ¡Rati es una rata súper poderosa!
4. ¿Pero dónde está su guarida secreta? – se preguntó el perro.
Y fue rápidamente a llamar a sus amigos.
1. Tenemos que encontrar la guarida secreta de Rati – dijo el perro.
2. ¿Esa Rati Súper poderosa?- preguntó uno de sus amigos.
Y el perro le contestó que sí e hicieron un plan, y al día siguiente fueron a buscar la guarida secreta de Rati.
Un amigo buscó por un lado y otros por otro, y buscaron y buscaron hasta que al día siguiente otro amigo la
encontró.
1. Ja, ja, ja… ¿buscáis el aullido?- dijo Rati. – Pues aquí no está, está enterrado.
2. ¿Dónde?- preguntó el perro.
3. Eso no te lo voy a decir- Contestó Rati.
Y los amigos salieron disparados a la puerta y fueron a buscar el aullido. Estuvieron casi tres meses
buscando pero nada. Buscaron en el campo, en la playa y en la ciudad. Un día buscaron en un pueblo y ahí
estaba.
Y lo cogieron, pero cuando menos se lo esperaban estaban rodeados de súper villanos. Y se empezaron a
pelear por el aullido.
1. Pues si os peleáis me lo llevo. Dijo un caracol súper villano.
Y desapareció y los villanos se mosquearon. Furiosos, fueron a buscar al caracol mientras el perro buscaba
al ejército más grande del mundo mundial, el ejército aullador. Y aullando fueron en busca de todos los
súper villanos.
El malvado caracol seguía, mientras, en su guarida secreta, cuando el perro tuvo una gran idea.
1. Vamos a mi casa- dijo el perro.
Y los cinco amigos se dirigieron a casa del perro.
1. ¡Vamos a hacer un robot!- dijo el perro.
Y los cinco amigos empezaron a hacerlo, lo terminaron, y fueron a la batalla. Encontraron la guarida del
caracol y entraron y cogieron el aullido sin que el caracol se diera cuenta, yéndose después el perro
rápidamente al concurso. Casi llega tarde, pero finalmente llegó ¡y ganó!
Y feliz se fue a merendar y vivieron felices con el premio.
Súper Coneja y el malo Chercán

Había una vez una conejita llamada Lupita, a la que decían


“Súper Coneja”.
Un buen día apareció en el bosque el malo malísimo
Chercán, que quería destrozarlo todo matando a ciervos,
ardillas… ¡he incluso a Súper Coneja
Pero, por su parte, Súper Coneja no iba a dejar que el malo
Chercán se apoderara del bosque, por lo que se puso
su capa y fue a enfrentarse a él.
Cuando llegó, al momento se dio cuenta de que no solo se
trataba del malo Chercán, sino también del águila Jorqui.
Ambos querían destrozar el bosque y la conejita, asustada pero firme, decidió atacarles para evitarlo. Pero,
lamentablemente, el águila Jorqui con sus garras la atrapó y se la llevó a un calabozo.
Entonces Súper Coneja, al ver que el suelo era de tierra, hizo un gran hoyo para salir y escapó. Cuando
llegó a su casa contactó con sus amigos Súper Ratón, Súper Ardilla y Súper Castor. Tras reunirse, todos
fueron a ver al constructor Marmota y le pidieron un robot gigante para el día siguiente.
Marmota les dijo que no iba a poder tenerlo listo para el día siguiente, pero la conejita sabía que la marmota
era muy ambiciosa, por lo que le preguntó: ¿si te pagamos el doble puedes hacerlo?
2. ¡Obvio!- dijo entonces la marmota.
Al día siguiente fueron a buscar el robot. Todos los pequeños súper héroes manejaban una parte: Súper
Ratón el brazo izquierdo, Súper Castor el brazo derecho, Súper Ardilla las dos piernas… y por último Súper
Coneja la cabeza del robot, que disparaba rayos láser.
Y así todos juntos se enfrentaron al malo Chercán y al águila Jorqui, venciéndoles y recuperando el bosque
La gallinita roja

Había una vez una gallina roja llamada Marcelina, que vivía
en una granja rodeada de muchos animales. Era una granja
muy grande, en medio del campo.En el establo vivían las
vacas y los caballos y los cerdos tenían su propia
cochiquera. Había hasta un estanque con patos y un corral
con muchas gallinas. Había en la granja también una
familia de granjeros que cuidaba de todos los animales. Un
día la gallinita roja, escarbando en la tierra de la granja,
encontró un grano de trigo. Pensó que si lo sembraba
crecería y después podría hacer pan para ella y todos sus amigos.
Entonces la gallinita roja preguntó a sus amigos
- ¿Quién me ayudará a sembrar el trigo?
- Yo no, dijo el pato
- Yo no, dijo el cerdo
- Yo no, dijo el perro
- Muy bien, pues lo sembraré yo, dijo la gallinita.
Y así, Marcelina sembró sola su grano de trigo con mucho cuidado. Abrió un agujerito en la tierra y lo tapó.
Al cabo de un tiempo el trigo creció y maduró, convirtiéndose en una bonita planta. Y otra vez la gallinita roja
preguntó a sus amigos:
- ¿Quién me ayudará a segar el trigo?
- Yo no, dijo el pato
- Yo no, dijo el cerdo
- Yo no, dijo el perro
- Muy bien, si no me queréis ayudar, lo segaré yo, exclamó Marcelina
Y la gallina, con mucho esfuerzo, segó ella sola el trigo. Tuvo que cortar con su piquito uno a uno todos los
tallos. Cuando acabó, habló muy cansada a sus compañeros:
- ¿Y quién me ayudará a trillar el trigo?
- Yo no, dijo el pato
- Yo no, dijo el cerdo
- Yo no, dijo el perro
- Muy bien, lo trillaré yo - dijo la gallinita
Estaba muy enfadada con los otros animales, así que se puso ella sola a trillarlo. Lo trituró con paciencia
hasta que consiguió separar el grano de la paja. Cuando acabó, volvió a preguntar:
- ¿Quién me ayudará a llevar el trigo al molino para convertirlo en harina?
- Yo no, dijo el pato
- Yo no, dijo el cerdo
- Yo no, dijo el perro
- Muy bien, lo llevaré y lo amasaré yo, contestó Marcelina.
Y con la harina, Marcelina hizo una hermosa y deliciosa barra de pan. Cuando la tuvo terminada, muy
tranquilamente preguntó:
- Y ahora, ¿quién quiere comer un trozo de la barra de pan?
- ¡Yo, yo! dijo el pato
- ¡Yo, yo! dijo el cerdo
- ¡Yo, yo! dijo el perro
- ¡Pues NO os la comeréis ninguno de vosotros! contestó Marcelina. Me la comeré yo, con todos mis hijitos.
Y así lo hizo. Llamó a sus pollitos y la compartió con ellos.
El oso Pomposo.

En el bosque estaban de fiestas. Las flores y árboles lucían


erguidos en todo su esplendor formando bonitos escaparates.
Esa noche había una verbena y todos los animales acudían al
claro del bosque, muy contentos, con sus mejores galas.
Todos vieron llegar a Oso Pomposo por la senda: grande,
peludo, vestido con unas mallas rosas, pulseras y collares de
colores y pendientes en las orejas. Algunos lo miraban
sonriendo y se daban codazos al verlo pasar por su lado, pero
Oso Pomposo se propuso disfrutar de la noche y no hacer caso
de las miradas burlonas.
De repente:
- ¡Tú!  ¿Dónde vas así vestido? - escuchó a su espalda.
Oso Pomposo se volvió y vio al lobo furioso.
- ¿Es a mí? - dijo extrañado.
- ¡Estás haciendo el ridículo! ¡Vete de aquí! - repitió el lobo.
- ¡No estoy haciendo nada! ¡Déjame disfrutar de la verbena!
Entonces el lobo sacó los colmillos y se acercó a él amenazadoramente.
¡Largo de aquí! ¡No eres bienvenido!
- ¡Yo no estoy haciendo nada malo! ¡Visto como quiero! - le contestó Oso Pomposo, retrocediendo
ante la agresividad del lobo.
Los animales del bosque que estaban presenciando la escena, se fueron arremolinando alrededor.
- ¿Por qué no dejas a Pomposo en paz? ¡No hace daño a nadie vistiendo así! - dijo un joven zorro
alzando la voz.
El lobo lanzó una mirada fulminante al zorro.
¿Quién te has creído que eres? ¡Zorro enano! - le gritó, olvidándose por un momento de Oso Pomposo.
- ¡Un pequeño zorro que no dice más que la verdad! - dijeron los padres del zorro apoyando a su hijo.
- ¡Cada uno viste como quiere! - dijeron las culebras y serpientes.
- ¡No hace daño a nadie! - dijeron los búhos y lechuzas.
- ¿Por qué no lo dejas en paz? - hablaron las polillas y mariposas.
- ¡Basta ya! ¡Queremos disfrutar de la noche! - dijeron los sapos y ranas saltando valerosamente delante
de Pomposo para protegerlo.
Ante la avalancha de protestas el lobo no tuvo más remedio que agachar las orejas y se fue muy enfadado.
La música volvió a sonar, y todos, también Oso Pomposo, disfrutaron de la verbena
“La tortuga veloz”.
Había una vez una aldea de lentas y pausadas tortugas.
Todas ellas vivían en calma, sin prisas, No les interesaba lo
más mínimo el tiempo.
Entre todas había una tortuga distinta, se llamaba Veloz. Su
madre le puso ese nombre porque no paraba de correr de
un lado a otro.
- Veloz, ¿quieres quedarte quieta mientras te abrocho el
cordón? – se quejaba cada día la mamá de la tortuga.
Era tan rápida como un jaguar y tan ágil como una libre.
Resultaba bastante extraño verla correr y saltar entre el
resto de las lentas tortugas.
La profesora tortuga siempre estaba llamándole la atención
– Veloz,  ¿quieres estar tranquila en tu asiento? –
Pero Veloz no podía.  Por más que lo intentaba, no era capaz de llevar el ritmo pausado de todas las
demás.
Cuando jugaba en el patio, su compañera le decía:
-Veloz, ¿quieres estarte quieta que así no puedo contarle el secreto a Teresa?
Pero a Veloz le emocionaba tanto salir al patio, que le era imposible quedarse sentada en un banco
cuchicheando.
Se sentía tan distinta a todas las demás, que a veces pensaba que algún día se convertiría en cualquier otro
animal.
-Tal vez yo sea como las mariposas – pensaba Veloz – que primero son un pequeño huevo, luego se
convierten en gusano y terminan siendo bellas mariposas.
Veloz empezaba a estar cansada de que todo el mundo le dijese que se estuviese quieta.
-Veloz, no saltes en la biblioteca – decía la tortuga bibliotecaria.
-Veloz, no corras tanto que no te alcanzo – comentaba su amiga Claudia.
Pero un día muy especial sucedió algo …
La mañana de Navidad, toda la aldea amaneció cubierta por la nieve. El gran árbol de Navidad,
que habían decorado todas las tortugas juntas, estaba rodeado de regalos.
– ¡Ha venido Santa Claus! – anunció una tortuga pequeñita.
Poco a poco, despacio, muy despacio, todas las tortugas se levantaron, tomaron su desayuno y se
pusieron los abrigos para acudir a por sus regalos.
Veloz llegó la primera de todas, claro está. Y mientras esperaba al resto de lentas tortugas, pudo ver a
un lobo escondido entre los árboles, dispuesto a capturar a sus lentas amigas.
Entonces, Veloz comenzó a toser para llamar la atención del canino.
Y el lobo pensó – Empezaré mi banquete con esta tortuga solitaria –
Cuando el lobo se abalanzó sobre Veloz, esta empezó a correr como solo ella sabía hacer.
Así consiguió despistar al lobo, que acabó perdido y ya nunca más supo encontrar el camino.
Cuando Veloz regresó a la aldea, todas las tortugas la estaban esperando.
– Gracias Veloz, tu rapidez nos ha salvado a todos, – dijo la profesora tortuga, que había visto a su
querida alumna.
Así fue como todas las tortugas entendieron lo importante que era Veloz en sus vidas y Veloz
comprendió que no era malo ser un poco distinta.
El pingüino y sus amigos”

El invierno había traído mucha nieve y una gran capa de


hielo.
Pero eso no le importaba al pingüino, pues no era nada
friolero.
El pingüino Pablo se pasaba el día patinando y, cuando se
encontraba cansado,
se lanzaba al agua para seguir jugando y buceando.
En el oscuro océano vivía su amigo el pulpo Pipo,
que cada día le esperaba impaciente para jugar.
Hacían largas excursiones para encontrar viejos barcos o
tesoros perdidos,
que se encontraban en el fondo del océano sumergidos.
Un día, apareció un joven oso,
al que también le encantaba patinar.
Se llamaba Peloso y era un joven muy fuerte y muy amoroso.
Pablo y Peloso se hicieron grandes amigos.
Jugaban a los vaqueros y también a los indios.
El pulpo había oído hablar tanto del oso que estaba impaciente por verlo,
así que preparó una gran fiesta para darle la bienvenida y conocerlo. Y así lo hizo.
Pero cuando el pingüino quiso llevar al oso al fondo del mar, se llevó una terrible desilusión.
El pequeño oso no sabía bucear.
Además, le daba miedo el agua,
lo cual era bastante raro, pero no lo podía evitar.
El pingüino se lo contó al pulpo, que se quedó bastante chafado por el banquete que había preparado.
Pasaron los días.
Sobre el hielo, el pingüino y el oso se deslizaban
y, en el fondo del océano, el pulpo y el pingüino disfrutaban mientras juntos buceaban.
El oso había oído hablar tanto del pulpo que estaba deseando conocerlo.
Y así, sin más,
le propuso al pingüino preparar una gran fiesta para celebrar su nueva amistad
Y así lo hizo.
Pero cuando el pingüino quiso llevar al pulpo a la superficie, se llevó una terrible desilusión.
Su gran amigo no podía patinar.
No era por miedo,
nada de eso,
es que fuera del agua no podía respirar.
El pingüino se lo contó al oso, que se quedó bastante disgustado por el banquete que había preparado.
El oso y el pulpo intentaron animar al pingüino,
que andaba bastante triste por no poder juntar a sus dos amigos.
Una mañana, mientras Pablo andaba cabizbajo,
Alguien le tocó la pata y pronunció su nombre desde abajo.
Cuál fue su sorpresa,
cuando al agachar la cabeza,
vio a su amigo oso con traje de bucear
Y al pequeño pulpo con una máscara para respirar.
Los tres amigos prepararon una fiesta,
y celebraron su amistad con una tarta y muchas velas,
Una por cada día que habían sido amigos
y una más por los días que les quedaban por estar juntos.
El pingüino, emocionado, dio las gracias a sus dos amigos
porque habían sabido resolver sus diferencias y ahora podían disfrutar todos juntos.
Y así fue como los tres amigos aprendieron a ceder un poco,
por el bien de la amistad de este trío loco
La ratita blanca

El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas de las
nieves a una fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus
capas de armiño y guiando sus carrozas de escarcha. Sin embargo, una
de ellas, Alba, al oír llorar a unos niños que vivían en una solitaria
cabaña, se detuvo en el camino. El hada entró en la pobre casa y
encendió la chimenea. Los niños, calentándose junto a las llamas, le
contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y mientras
tanto, se morían de frío y miedo.

– “Me quedaré con vosotros hasta que vuestros padres regresen”,


prometió.

Y así lo hizo, pero a la hora de marcharse, nerviosa por el castigo que podía imponerle su soberana por la
tardanza, olvidó la varita mágica en el interior de la cabaña.

El hada de las cumbres miró con enojo a Alba.

– “No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen castigo!”.

Las demás hadas defendieron a su compañera en desgracia.

– “Sabemos que Alba no ha llegado temprano y ha olvidado su varita. Ha faltado, sí, pero por su buen
corazón, el castigo no puede ser eterno. Te pedimos que el castigo solo dure cien años, durante los cuales
vagara por el mundo convertida en una ratita blanca”.

Así que si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante, sabed que es Alba,
nuestra hadita, que todavía no ha cumplido su castigo.
Un conejo en la vía

Daniel se divertía dentro del coche con su hermano menor, Carlos. Iban


de paseo con sus padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias
aguas y elevarían sus nuevas cometas. Sería un paseo inolvidable. De
pronto el coche se detuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó a su padre
exclamar con voz ronca:

– “¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!”.

– “¿A quién, a quién?”, le preguntó Daniel.

– “No se preocupen”, respondió su padre. – “No es nada”.

El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio, empezó a sonar
una canción de moda en los altavoces.

– “Cantemos esta canción”, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás.

La mamá comenzó a tararear una canción. Sin embargo, Daniel miró por la ventana trasera y vio tendido
sobre la carretera a un conejo.

– “Para el coche papi”, gritó Daniel. “Por favor, detente”.

– “¿Para qué?”, respondió su padre.

– “¡El conejo se ha quedado tendido en la carretera!”.


– “Dejémoslo”, dijo la madre. “Es solo un animal”.

– “No, no, detente. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales”. Los dos niños estaban muy
preocupados y tristes.

– “Bueno, está bien”, dijo el padre dándose cuenta de su error.

Y dando la vuelta recogieron al conejo herido. Sin embargo, al reiniciar su viaje una patrulla de la policía les
detuvo en el camino para alertarles sobre que una gran roca había caído en el camino y que había cerrado
el paso.

Entonces decidieron ayudar a los policías a retirar la roca. Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar
el camino libre y llegar a tiempo al veterinario, donde curaron la pata al conejo. Los papás de Daniel y Carlos
aceptaron a llevarlo a su casa hasta que se curara. Y unas semanas más tarde toda la familia fue a dejar al
conejito de nuevo en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz
estando en libertad.
PARA UN TANGO AMADO

Aquella música con la crecí es sinónimo de libertad,

en sus suaves y penetrantes movimientos esconden

sabiamente la frescura que lentamente conduce a seducir.

El aroma de sus notas que se funden en ritmos finos,

desbordantes, enfatizan cada uno de sus sonidos.

Te transportan a mundos inimaginables, poco a poco

pueden atrapar no solo tu cuerpo, sino tu alma,

haciéndote perder la sensación de ser de este mundo

Porque en tu transitar vuelas hacia cosmos diferentes,


cada palabra apuñala tu corazón y tu razón,

quedas absorto en un idilio del que ya no escapas

porque no quieres y no puedes, tal vez es su sonido;

ya sus notas se han convertido en sentimiento para tu alma,

Se ha fundido en tu corazón para no salir jamás


NADA

Quisiera desaparecer, esfumarme,

fundirme, esparcirme en el aire,

ser nada no sentir, no pensar,

no analizar, no meditar.

No quiero volver a sentir,

no quiero volver a extrañar

pero más que todo no quiero

volverte a amar.

Ser nada como soy sin ti,

ser viento de aquí para allá,

ser distancia y también ser oscuridad.


No quiero volver a besar,

no quiero volver a abrazar

no quiero volver a tocar,

ni a acariciar.

Simplemente quiero ser viento

que va de aquí para allá.

Solo quiero ser lo que soy,

Nada, porque: ¡nada soy!


TU VOZ

Escuchar de nuevo aquella voz

en la bocina de mi teléfono

hizo estremecer mi corazón,

cada latido se aceleró,

volví a escuchar de nuevo

esa tu inolvidable voz.

¿Pero era esa la misma voz?

la que ayer me dijo:¡te amo!

¡te extraño!, sin ti no vivo…

Era la misma, igual que siempre


aquella tu inolvidable voz,

solo que anoche

cuando volví a escuchar tu voz,

ya no escuché te amo,

ni te quiero, ni te extraño.

escuché tu indiferencia, tu desamor

y una vez más mi corazón se partió en dos.


HUELLAS

Huiste de mi vida,

sin aparente razón,

le quitaste la alegría,

a mi pobre corazón

Busqué los besos de otra boca

a otros brazos me aferré


pero aún mi espíritu te evoca

sin olvidar lo que te ame.

Nadie me puede hacer temblar

como lo hiciste en el ayer,

recuerdo tus ojos mirando el mar

y nunca más los volveré a ver.

Esta tarde gris y fría

te vuelvo a recordar

aún la angustia de aquel día

hace mis ojos inundar.


PENSANDO EN TI

Hoy pienso nuevamente en ti,

y veo que este amor carece de desmayos,

que lo que yo creí un juego o una ilusión,

se ha convertido en el más maravilloso


de todos los sentimientos posibles.

Pienso en ti e inmediatamente,

mi rostro resplandece,

mis ojos se iluminan y mi corazón late de prisa,

tanto que nada ni nadie puede detenerlo.

Pienso en ti porque a pesar de todo,

eres el único hombre que he amado en la vida,

porque llegaste a tocar lo más profundo de mí,

porque te instalaste en cada fibra de mi ser,

y de allí es imposible poder sacarte


DESPEDIDA

Hoy descubrí que perfectamente puedo vivir sin ti,

que la diferencia entre tenerte a mi lado

y definitivamente perderte, es ninguna

que estando a tu lado, ya viví la soledad,

ya viví el abandono, la tristeza y la desgracia.

Hoy descubrí que seguir luchando por tenerte,


es inadmisible, absurdo e ilógico.

Hoy descubrí que todo el amor que te tengo,

y todo lo que he hecho por ti ha sido inútil,

por eso cuando vuelvas,

será mi despedida final,

la ultima de tantas,

aunque tú no lo creas,

aunque pienses que yo,

no puedo vivir sin ti.

Aunque en tu imaginación insensata

pienses que esta es una decisión pasajera,

hoy te irás de mi vida para siempre,

aunque tú no lo creas.
UN INTENTO DE POEMA

Quisiera escribir un poema

que encierre lo que siento por ti,

descifrar este teorema

es inútil, incluso para mí.

Voy nuevamente a intentarlo

aunque otra vez en el intento perezca

mi intención de poder lograrlo,

y aunque tu amor, no lo merezca


este intento de poema como pocos,

es explicito, sencillo y fecundo.

Lo puede entender todo el mundo,

los ignorantes, los letrados y los locos.

tal vez empiece diciendo: ¡te quiero!,

continúe diciendo que te adoro

aunque nada nuevo contaría

y la duda seguro seguiría.

Mejor empezaría y lo describiría,

el paisaje de seguro serviría,

lo han utilizado poetas cada día,

pormenorizaría tus ojos, allí me perdería.

El problema es que horas pasaría,

descifrando lo que dicen tus ojos,

para poder escribir lo pensaría,


ya que puedo ganarme tus enojos.

Saber que dicen esos tus ojos,

es como especificar lo que por ti siento,

si tan solo calmaras mis antojos

podría por fin expresarlo, ¡yo no miento!

Con tus ojos pareces describírmelo

que al igual que yo también lo sientes,

pero tienes miedo de decírmelo

y por eso otra vez mejor me mientes.

Como ni tú ni yo nos atrevemos,

y yo no sé escribir como poeta,

la duda continuará cuando nos vemos

atrévete, ámame, aunque yo no sea perfecta.


GUERRA

Guerra que arrastras dolor sin razón,

dejando huérfanos y viudas al azar,

algún día has de tener que acabar,

no podrás torturar más el corazón.

Has nacido de la insensatez

con que muchos esperan gobernar

sin pensar en el pueblo soez


que todo lo ha de pagar.

Tu estrategia es la de perder

aun cuando acabas de empezar

se vislumbra que vas a absorber

tiempo y dinero sin pensar.

Pero esto no es nada comparado

con las vidas que vas a cobrar,

veo un soldado humillado

queriendo con orgullo ganar,

tal vez lo que no entiende ese soldado

es que cuando coge su pluma,

con sus poemas ha logrado

toda la libertad y paz para su alma,

sin haber su arma disparado.


Tema: loa popular de amor

"Arbolito de romero,
nacido en el mes de enero;
cómo quieres que te olvide,
si tú eres mi amor primero".

Que hará tanto guambra vago,


riéndose aquí de balde
buenos están boniticos
para nombrarles de Alcalde."

"Jesús va creciendo
Cada día más.
Yo también le quiero
Siempre mucho más."

"Salen a la fiesta
solo a murmurar
pero ni siquiera
dos reales saben gastar."

"Bonitos ojos que tienes


como flor de capulí
si no quieren tus padres
tendrás que llorar por mí."

"Me perdonan bellos caballeros


que estoy un poquito mariado
porque la prioste me brindó
una copita de anisado."

"Oh qué gente novelera


que me llenan de sonrisa
para novelería han salido
pero menos para Santa Misa."

"Agua blanca, cristalina,


agüita de yo beber,
no vine tanto por agua
sino por venirte a ver
Unidad Educativa Particular
“Virgen De Fátima”

PROYECTO DE LENGUA Y LITERATURA

TEMA: LOS POEMAS

ALUMNO:
LIAM EDUARDO PAREDES JIMÉNEZ

PROFESORA: LCDA. MARIA PROAÑO

AÑO LECTIVO:
2022-2023

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