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AduanasRevista 14 noviembre, 2022 0 Comments
En la segunda década del siglo XXI, el mundo empezó a registrar un crecimiento sostenido
de sus economías, una vez que fue superada la crisis motivada por el colapso financiero
surgido en los Estados Unidos en 2008, lo que llevó a que el mundo se hundiera en una
recesión económica sin igual. Hacia finales del 2009, el Producto Interno Bruto (PIB)
mundial se contrajo 1.68%, en Estados Unidos 2.78% y el PIB de México 4.70%, de
acuerdo con datos del Banco Mundial.
A partir del 2010 y hasta finales del año 2019, se observó un importante crecimiento del
comercio internacional, que incluso fue superior al incremento en la producción de los
países en su conjunto. Lo anterior, gracias a la expansión continuada del fenómeno de la
globalización, con cada vez una mayor apertura e interconexión entre las diferentes
economías nacionales. Dicho crecimiento fue posible debido a diversos factores del
comercio exterior, entre los que se contaron la importante disminución de las barreras
aduaneras y la homologación de los productos hacia las características y especificaciones
técnicas requeridas para el intercambio de bienes y mercancías, lo que permitió superar
diversos obstáculos.
En ese fatídico año, que seguramente el mundo nunca olvidará, se intensificó el ya famoso
Coronavirus surgido hacia finales del 2019 en una pequeña provincia de China, cuyo alto
nivel de contagio y rápida expansión, afectó de manera severa todo ese andamiaje de
sistemas de producción e intercambio comercial construido durante al menos tres décadas,
golpeando la parte más sensible de todo el planeta: la salud humana. Durante los siguientes
dos años, la economía internacional ha acusado una severa reducción en todos sus
indicadores colapsando a las cadenas de suministro con una profunda herida en el comercio
de todo el orbe.
Durante ese periodo se han evidenciado, por una parte, las debilidades del sistema
comercial internacional y sus cadenas de suministro, altamente dependientes de algunas
pocas fuentes de suministro focalizadas en la región de Asia-Pacífico, así como la fragilidad
del comercio por la ruptura de los ciclos de reposicionamiento de contenedores, la
inestabilidad política y la crítica situación financiera internacional. Hoy, casi por finalizar el
año 2022, el escenario mundial acusa una enorme incertidumbre tanto de corto y mediano
plazos, cuyos acontecimientos seguramente marcarán el futuro de la humanidad en los años
por venir. En efecto, el planeta vive momentos preocupantes en diversos frentes
geopolíticos que están impactando a las cadenas de suministro globales, en renglones
sensibles como el costo, el tiempo de los ciclos de transporte y la disponibilidad de
proveedores, cuyos nocivos efectos, seguramente se intensificarán en los meses por venir.
Guerra Rusia-Ucrania. En otro frente, la guerra declarada por Rusia contra Ucrania, en su
afán expansionista, ha venido a complicar también las cadenas de suministro en renglones
sensibles como son el abasto de granos alimenticios, la disponibilidad de materias primas y
energéticos y, la libre operación de diversas rutas marítimas. Los efectos inmediatos se
evidencian en el incremento de las cotizaciones internacionales de productos, mercancías y
servicios de transporte. Otros impactos indirectos son las restricciones para las operaciones
productivas de empresas rusas en occidente y un ambiente altamente hostil que amenaza
con extenderse a otras regiones del planeta, potenciado por las actitudes bélicas de Corea
del Norte y el efecto China, cuya reciente consolidación de su régimen político totalitario
por tercer periodo consecutivo, no arroja buenas señales en la estabilidad política mundial.
Con todo ello, las previsiones del Banco Mundial son en el sentido de que el mundo está
avanzando hacia una recesión en 2023 con una serie de crisis financieras en los mercados
emergentes y en las economías en desarrollo que les podría causar daños duraderos, al decir
de los analistas de la institución. En el lado positivo de la ecuación, algunos países como
México, se sitúan como alternativas viables para la relocalización de industrias proveedoras
para la economía estadounidense, así como para la maquila de bienes de consumo final,
orientados hacia los principales mercados mundiales. No obstante, si la sombra de la
recesión persiste, las grandes economías consumidoras también reducirán sus flujos de
importación con impactos negativos para los países productores y sus cadenas de
suministro.