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AduanasRevista 14 noviembre, 2022 0 Comments
A partir del 2010 y hasta finales del año 2019, se observó un importante
crecimiento del comercio internacional, que incluso fue superior al incremento en la
producción de los países en su conjunto. Lo anterior, gracias a la expansión
continuada del fenómeno de la globalización, con cada vez una mayor apertura e
interconexión entre las diferentes economías nacionales. Dicho crecimiento fue
posible debido a diversos factores del comercio exterior, entre los que se contaron
la importante disminución de las barreras aduaneras y la homologación de los
productos hacia las características y especificaciones técnicas requeridas para el
intercambio de bienes y mercancías, lo que permitió superar diversos obstáculos.
En el terreno logístico se acusó una significativa mejora en la calidad y prestación
de los servicios de transporte de carga en sus diferentes modalidades, con una
notable organización de sus diversos sistemas y la consolidación de su
infraestructura de conectividad, lo que también influyó en el abaratamiento de los
fletes y costos asociados, favoreciendo al comercio. El acelerado desarrollo de las
telecomunicaciones permitió, por una parte, la realización de transacciones de
compra-venta en línea y el seguimiento de la trazabilidad de los embarques, al
tiempo que facilitó las operaciones financieras con aceptables niveles de seguridad
en el ciberespacio, contribuyendo a la consolidación de las finanzas
internacionales.
Durante ese periodo se han evidenciado, por una parte, las debilidades del sistema
comercial internacional y sus cadenas de suministro, altamente dependientes de
algunas pocas fuentes de suministro focalizadas en la región de Asia-Pacífico, así
como la fragilidad del comercio por la ruptura de los ciclos de reposicionamiento de
contenedores, la inestabilidad política y la crítica situación financiera internacional.
Hoy, casi por finalizar el año 2022, el escenario mundial acusa una enorme
incertidumbre tanto de corto y mediano plazos, cuyos acontecimientos
seguramente marcarán el futuro de la humanidad en los años por venir. En efecto,
el planeta vive momentos preocupantes en diversos frentes geopolíticos que están
impactando a las cadenas de suministro globales, en renglones sensibles como el
costo, el tiempo de los ciclos de transporte y la disponibilidad de proveedores,
cuyos nocivos efectos, seguramente se intensificarán en los meses por venir.
Con todo ello, las previsiones del Banco Mundial son en el sentido de que el
mundo está avanzando hacia una recesión en 2023 con una serie de crisis
financieras en los mercados emergentes y en las economías en desarrollo que les
podría causar daños duraderos, al decir de los analistas de la institución. En el
lado positivo de la ecuación, algunos países como México, se sitúan como
alternativas viables para la relocalización de industrias proveedoras para la
economía estadounidense, así como para la maquila de bienes de consumo final,
orientados hacia los principales mercados mundiales. No obstante, si la sombra de
la recesión persiste, las grandes economías consumidoras también reducirán sus
flujos de importación con impactos negativos para los países productores y sus
cadenas de suministro.