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LÍMITE DEL PENSAMIENTO Y PRINCIPIO DE COPIA

Aunque el pensamiento parece poseer una total libertad, en realidad está reducido a límites
muy estrechos pues además del principio de no contradicción, subsiste otro, a saber, el de
copia, según el cual nuestras ideas no son más que copias de nuestras impresiones, así que es
imposible pensar algo que no hayamos sentido previamente. La razón no genera así ideas por
sí mismas, no existen las ideas innatas de las que habla Descartes, esto queda demostrado
proponiéndonos el análisis de las ideas complejas en ideas simples, y de estas últimas
referidas a experiencias.

Sirva de ejemplo la idea de Dios. Para Hume, es producto de nuestra capacidad de aumentar
indefinidamente, características que, en cualquier caso, los seres humanos poseen, tales como
la sabiduría, la bondad, el poder, etc. De igual manera, ocurre con la idea de substancia, de
unidad del mundo e incluso con la ideal del Yo, todas ellas, ideas vinculadas por relaciones
de contigüidad. Por lo tanto, desde un punto de vista empirista, saber si una idea es verdadera
pasa necesariamente por encontrar la impresión con la que se corresponde.

Pensemos en un término filosófico: si no remite a impresión alguna, carece de significado,


por lo tanto, la filosofía tradicional entendida con ontología ha hecho uso dogmático de lo
que ha considerado verdades. El principio de copia se convierte así en un criterio de
demarcación entre lo que es conocimiento real y de la vieja metafísica. Hume defiende sin
embargo que hay una manera aceptable de metafísica, que es precisamente el estudio de los
límites del pensamiento, es decir, una gnoseología o teoría del conocimiento.

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