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2. TEMA: LA CRÍTICA DE LOS CONCEPTOS METAFÍSICOS.
A partir de la distinción entre impresiones e ideas y del principio según el cual toda idea se
deriva de una impresión, Hume crítica los conceptos tradicionales de la metafísica que,
según él, carecen de significado, ya que no existe la impresión o sensación de la que pu-
dieran derivarse. Esta crítica se aplica a las ideas de a) conexión necesaria entre causa y
efecto, b) la existencia de una sustancia extensa exterior a la conciencia, b) existencia de
un yo como sustancia y d) intentos de demostración racional la existencia de Dios.
a) En primer lugar, critica la conexión necesaria entre causa y efecto. Todos los ra-
zonamientos acerca de cuestiones de hecho se fundan en la relación causa y efecto para
poder ir más allá de la evidencia de nuestra memoria y nuestros sentidos y así, por ejem-
plo, establecemos una relación entre el agua y la posibilidad de ahogarnos o entre la lla-
ma y el calor. Pues bien, la metafísica entiende la relación causa-efecto como una co-
nexión necesaria que se funda en la razón: dada la causa tiene que darse el efecto por-
que hay un poder, fuerza o energía en la causa que implica el efecto. Sin embargo, cuan-
do establezco una conexión entre la causa y el efecto sólo puedo decir que la experiencia
me muestra que en el pasado ha sido así, pero no podemos deducir que en el futuro o
con objetos semejantes, será así. Que se siguiera un efecto distinto e incluso contrario no
es imposible. ¿Cuál es, entonces, el principio que funda la conexión causa y efecto? Es la
costumbre o el hábito (a la que llegamos por la experiencia): tras la conjunción constante
de dos objetos que se suceden siempre del mismo modo (por ejemplo, llama y calor, nie-
ve y frío) por la costumbre esperamos el uno por la aparición del otro (de uno que llama-
mos causa esperamos que suceda otro después que llamamos efecto): el hábito o cos-
tumbre nos hace propensos a creer que de causas semejantes se seguirán efectos seme-
jantes (y por tanto en una ordenada regularidad en los sucesos de la naturaleza).
Para terminar tener en cuenta que Hume no cuestionó la validez del principio de causali-
dad sino cualquier prueba racional de una conexión necesaria entre la causa y el efecto.
Es la costumbre la que origina una creencia en esa “conexión” gracias a la cual nuestra
especie ha podido sobrevivir.
b) En segundo lugar, critica la idea de sustancia material, la existencia externa de
cuerpos como algo específicamente diferente de nuestras percepciones. Para Hume tal
idea es absurda porque no podemos formar una idea de algo que sea específicamente
distinto a las ideas e impresiones. Hume considera que la creencia en la existencia de
cuerpos exteriores se origina en la imaginación y la memoria, de suerte que el escepticis-
mo en lo referente a dicha creencia sólo se puede sostener teóricamente (filosóficamen-
te), pero en las acciones de nuestra vida diaria, todos, incluidos los filósofos, creemos que
dichos cuerpos existen.
c) Otra de las ideas oscuras en metafísica es la idea de yo, de sujeto, como una sustan-
cia material o espiritual en la cual inciden las percepciones y por lo cual sustancia y per-
cepciones son distintas. Pero a esto cabe responder que si la sustancia no procede de
una impresión, no tenemos idea alguna de la sustancia y, en definitiva, tendremos un
término sin significado.
En relación con el yo se plantea el problema de la identidad personal (un caso especial
del problema de la identidad de la sustancia), pues parece que todos tenemos una idea
de nosotros mismos como algo que permanece idéntico a través de las diversas per-
cepciones y experiencias. Sin embargo, toda idea ha de derivarse de una impresión y co-
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mo la idea de yo es la de algo invariable, la impresión de que procede debería ser invaria-
ble. Pero encontramos que “no existen impresiones constantes e invariables... y en con-
secuencia no existe tal idea”, es decir, la idea de yo. Esta idea se forma porque gracias a
nuestra memoria nuestras percepciones se unen por asociación en la imaginación y así
atribuimos identidad a lo que en realidad es una asociación de percepciones relacionadas
entre sí. El yo solo es una ficción que imaginamos dada la constancia y coherencia de
nuestras percepciones, una creencia surgida de las relaciones de semejanza y causalidad
entre nuestras percepciones, pero que nos es útil en la vida.
d) Por último, Hume critica los razonamientos metafísicos que pretenden probar la exis-
tencia de Dios. Son tres: a) el argumento ontológico (probar la existencia de Dios a par-
tir de su idea), que es erróneo porque la idea de existencia no puede deducirse de una
impresión, sino que es idéntica a la idea de percepción u objeto; b) el argumento cos-
mológico pretende probar la existencia de Dios como causa última de una serie de cau-
sas (Santo Tomás), pero si cada causa tiene la suya, tratar de averiguar la causa de la
serie entendida como totalidad es contrario al modo en que empleamos el principio de
causalidad; c) por último, está el argumento que se basa en el orden del universo y que
es el único que merece ser tenido en cuenta según Hume. Pero esta hipótesis, según la
cual existe una causa inteligente que otorgó y conserva el orden del universo, es incierta e
inútil. Incierta porque va más allá de la experiencia e inútil porque de ella no se pueden
deducir cualidades en Dios como la bondad o la omnipotencia ni principios de conducta y
comportamiento para los hombres. Por todo ello Hume piensa que el fundamento de la
religión debemos buscarlo en la fe y no en la razón.
3. PAREJAS DE NOCIONES
3.1 Impresiones e ideas.
Hume llama percepción a cualquier contenido de la mente, por ejemplo, la sensación de
un color, la idea de triángulo o el sentimiento de amor, etc. Las percepciones se dividen
en impresiones e ideas “que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad”.
Las impresiones se presentan a la mente con mayor fuerza o vivacidad que las ideas. Por
ejemplo, son impresiones la sensación de un color cuando lo veo o el sentimiento de amor
en el momento en que lo siento. En cambio, son ideas, esa misma sensación de color
cuando la evoco en el recuerdo gracias a la memoria o ese mismo sentimiento de amor
cuando lo anticipo gracias a la imaginación.
En su obra Tratado de la naturaleza humana, Hume distingue además percepciones sim-
ples y complejas y aplica esta distinción a ambas clases de percepciones, impresiones e
ideas. La percepción de una mancha roja es una impresión simple y su imagen en mi re-
cuerdo es una idea simple. Pero si veo una ciudad desde lo alto de una montaña recibo
una impresión compleja formada por los tejados, chimeneas, torres y calles y cuando
pienso después en esa ciudad y recuerdo esa impresión, tengo una idea compleja.
A su vez, las impresiones se dividen en impresiones de sensación y de reflexión. Las
de sensación surgen en la mente por causas desconocidas y hacen que sintamos placer o
dolor. De ellas queda una copia en la mente a la que llamamos idea una vez que cesa la
impresión. Cuando esta idea incide en la mente, produce nuevas impresiones (pasiones,
deseos y emociones) que constituyen las impresiones de reflexión; así, por ejemplo, si
cierta impresión me produjo placer, su recuerdo puede hacer nacer en mi el deseo de vol-
verla a experimentar, y tal deseo es una impresión de reflexión.
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Las ideas, por su parte, también son de dos clases: de la memoria y la imaginación: las
primeras son más intensas que las segundas y permanecen fieles al orden y la forma de
las impresiones originales; las segundas no, pues trastocan su orden y forma de apari-
ción.
Según Hume las ideas se asocian por tres principios: a) semejanza: por ejemplo cuando
la idea de una figura pintada nos lleva a pensar en el original; b) contigüidad en el espa-
cio y en el tiempo: por ejemplo cuando la habitación de un edificio nos hace pensar en las
otras partes del mismo; c) causa y efecto: cuando, por ejemplo, una herida (causa) nos
lleva a pensar en el dolor que le sigue (efecto).
3.2. Límites del pensamiento y principio de copia
Tras distinguir entre impresiones e ideas, Hume se pregunta si el pensamiento tiene algún
límite, pues a primera vista la imaginación puede formar ideas de manera ilimitada. En-
cuentra que los límites del pensamiento son dos: por una parte, “lo que implica contradic-
ción absoluta”, pues, en efecto, nadie puede pensar, por ejemplo, un triángulo cuadrado,
una línea sin longitud o una superficie sin anchura; por otra parte, que “todas nuestras
ideas o percepciones más endebles, son copia de nuestras impresiones o percepciones
más intensas”, en otras palabras, las impresiones preceden a las ideas y son causa de
estas, por lo que constituyen un límite del pensamiento. Por tanto, no hay ideas innatas en
el sentido de los filósofos racionalistas como Descartes, es decir, ideas cuyo origen es el
entendimiento al margen de la experiencia, como eran para estos las ideas de sustancia,
de Dios y las entidades matemáticas.
Hume pretende probar este principio que es esencial en su filosofía con dos argumentos.
El primero se basa en el análisis de las ideas: si analizamos las ideas complejas, éstas se
componen de ideas simples, pero a cada idea simple corresponde una impresión simple y
viceversa. De este modo, toda idea, por alejada que pueda parecer de la experiencia,
procede directa o indirectamente de la experiencia. La idea de Dios, por ejemplo, tiene su
origen en la experiencia que tenemos de la inteligencia, sabiduría y bondad de los hom-
bres que luego elevamos al infinito y, en último término, en pasiones como el temor al de-
sastre y la esperanza de ventajas y mejoras que atribuimos a un poder invisible e inteli-
gente.
El segundo se basa en que un término o una idea sólo puede tener significado para noso-
tros si poseemos la experiencia correspondiente. Por esta razón, si nos falta un sentido o
este es defectuoso, no podremos entender el significado del término y formar la idea co-
rrespondiente; un ciego de nacimiento, por ejemplo, no puede formar idea alguna del co-
lor, a no ser que la asocie a otra sensación que sea capaz de experimentar. También
puede que una persona sana no haya experimentado la sensación correspondiente a un
objeto y carezca de la idea del mismo; así, por ejemplo, una persona que no ha probado
jamás el vino no puede hacerse una idea de su sabor. Y lo mismo ocurre en el caso de las
emociones y sentimientos: quien no ha experimentado jamás un odio intenso, difícilmente
se forma una idea de él.
Para Hume, el principio de copia no es ni una ley empírica ni una simple definición, sino
un criterio con el que se puede aclarar el significado de los términos y conceptos que em-
pleamos en nuestra vida cotidiana y sobre todo de los conceptos filosóficos.
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4. CONTEXTUALIZACIÓN
El conjunto de las obras y el pensamiento del autor.
El problema del cocimiento fue abordado por Hume en dos de sus obras más importantes, el
Tratado de la Naturaleza Humana (1739) y la Investigación sobre el conocimiento humano
(1748).
En el Tratado de la Naturaleza Humana, Hume pretendía construir una nueva teoría filosófi-
ca que fundamentase tanto a la filosofía como a las ciencias: la “ciencia de la naturaleza
humana”. Pensaba que todas las actividades humanas remitían directa o indirectamente al
ser humano, algunas porque se refieren a su conducta o a sus gustos, como la ética y la
estética; otras, porque estudian los principios y operaciones de su pensamiento, como la
lógica; y otras porque se basan en el uso de sus facultades cognoscitivas, como la matemá-
tica y la física. Puesto que el método experimental no puede aplicarse en las ciencias huma-
nas, se debe comenzar por una rigurosa observación de los procesos psicológicos humanos
y de su comportamiento moral. Hume cree que todas las experiencias humanas pueden ser
comprendidas estudiando los mecanismos ocultos de nuestra mente en que se basan di-
chas experiencias. A partir de nuestras impresiones, y trabajando con las leyes de asocia-
ción de ideas, nuestra mente crea nuestro conocimiento del universo.
Sin embargo, la conclusión del Tratado era completamente pesimista, cercana al escepti-
cismo total. De ahí que los objetivos de la posterior Investigación sobre el conocimiento
humano (1748) sean más modestos: se trata de fijar los límites del conocimiento humano, no
ya de elaborar una ciencia del hombre aplicando el método de Newton. Tiene un carácter
crítico, pero su escepticismo es moderado. Esta obra es una reelaboración de la primera
parte del Tratado de la Naturaleza humana (1739) donde se desarrollaban los asuntos relati-
vos al entendimiento. Para conseguir una mayor facilidad de lectura y aceptación del gran
público, Hume simplificó algunos argumentos y eliminó otros de la primera obra, publicada
sin éxito y con numerosas críticas. En las secciones siguientes, Hume desarrolla su crítica
escéptica a las operaciones del entendimiento y a algunos conceptos metafísicos clásicos,
como la idea de conexión necesaria entre causa y efecto. Las secciones finales de la Inves-
tigación se ocupan de problemas como la relación entre libertad y necesidad, la razón en los
animales o la providencia. La obra se cierra con una justificación de la filosofía escéptica.
En sus trabajos posteriores investiga diversos temas, moral, religión, historia, economía y
política. Además de los mencionados, destacan los Diálogos sobre la religión natural (escrito
en torno a 1758 y publicado póstumamente en 1779), la Historia natural de la religión (1757),
la monumental Historia de Inglaterra (1756-1759), y varias colecciones de ensayos (sobre
moral y política, sobre las pasiones, sobre la tragedia, sobre el suicidio, sobre la inmortali-
dad).
Lugar del pensamiento de Hume en la historia de la filosofía.
David Hume es considerado el máximo representante del Empirismo, corriente filosófica
que afirmó que la razón estaba supeditada y limitada por los datos sensoriales, es decir,
por la experiencia. Los precedentes del empirismo los encontramos en GUILLERMO DE OC-
CAM y en FRANCIS BACON: OCCAM (siglo XIV) afirmaba que el conocimiento está en la ex-
periencia del particular, individual y concreto, no en el universal, ya que racionalmente
sólo podemos hablar de las cosas concretas de las que tenemos experiencia, pues son
las únicas que conocemos, mientras que BACON (siglo XVI) se basó en el método inducti-
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vo, que parte de la observación exhaustiva y metódica de hechos particulares, y considera
que es el único camino para asegurar el conocimiento.
Hume supone la culminación del empirismo iniciado por LOCKE, del que adoptó algunos
principios básicos, como por ejemplo el afán de depurar el conocimiento de todo prejuicio
y superstición. El empirismo se puede definir como la doctrina filosófica según la cual to-
dos los conocimientos proceden de la experiencia sensible. Representa una reacción con-
tra el racionalismo en cuanto éste defiende un conocimiento procedente del puro enten-
dimiento al margen de la experiencia.
Además de las influencias de otros empiristas, como LOCKE o BERKELEY, Hume se inspira
en algunos pensadores ilustrados franceses, como DIDEROT, D'ALEMBERT, VOLTAIRE y
ROUSSEAU, pues Hume es el representante británico de la Ilustración, que estaba exten-
diéndose por toda Europa.
Los ensayos y escritos de Hume despertaron poco interés en Inglaterra, donde fue más
conocido por su escepticismo y su ateísmo, ya que resultaban escandalosos. Sin embar-
go, en Francia era reconocido y ensalzado como el principal escritor inglés.
Hume influye en la “escuela del sentido común” (REID, OSWALD, BEATIE) y en KANT, que
reconoce que Hume lo despertó del dogmatismo y lo llevó a plantearse de una manera
crítica todas las cuestiones que conciernen a la filosofía así como a admitir, de una vez
para siempre, el origen empírico del conocimiento humano. También parten de Hume el
positivismo y el empirismo del siglo XIX, y su influencia se proyecta en la filosofía contem-
poránea (siglo XX) en movimientos como el empirismo lógico o el neopositivismo.
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Apéndice: Dos ejemplos de textos resumidos
TEXTO A
«He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o espe-
cies, que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e inten-
sas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece de un nombre en
nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo, porque solamente con fines filosó-
ficos era necesario encuadrarlos bajo un término o denominación general. Concedámonos, pues,
a nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas impresiones, empleando este término en
una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresión, pues, quiero denotar nues-
tras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o
deseamos, o queremos. Y las impresiones se distinguen de las ideas, que son percepciones me-
nos intensas de las que tenemos conciencia cuando reflexionamos sobre las sensaciones o mo-
vimientos arriba mencionados».
RESUMEN: