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INSTITUCION: U.N.N.

E HUMANIDADES

TÍTULO: IDEAS INNATAS, DESCARTES


(RACIONALISMO) Y LOCKE
(EMPIRISMO)

ALUMNO: RIOS, JOAQUIN GABRIEL

DNI:41507791

CATEDRA: FILOSOFIA MODERNA

FECHA: 05/03/2020
Introducción

En un primer momento es indispensable resaltar el contexto histórico de dichos autores


que reflexionaran sobre las ideas innatas. La Edad Moderna es un periodo particular que
se caracteriza por desprenderse de la “ataduras medievales”, en donde el centro de
atención es el hombre; por lo que hay una mirada antropocéntrica. Donde las reflexiones
filosóficas girarán en torno a la Conciencia, y por ello, el punto de partida de los
sistemas serán el yo. Por lo que conceptos como los de Ideas, Impresiones, son producto
de dicho contexto. En el plano gnoseológico el hombre cumple el rol fundamental y es
aquel que da fundamento a las cosas, incluso antes que Dios.

Desarrollo

Primero y principal cabe recalcar que Descartes le otorga un grado de realidad objetiva
a las ideas innatas, es decir, existen y son productos del espíritu humano. Que, a su vez,
estas Ideas son implantadas en la sustancia pensante por la sustancia perfecta, Dios.

Descartes afirma que si dejáramos de lado todas las cosas extensas igualmente daríamos
con la verdad absoluta. Ya que, al ser una sustancia pensante, tiene la facultad del
pensar; por lo que estaría en constante relación con Pensamientos. El pensador propone
una clara distinción de los Pensamientos, por un lado, los Juicios: que son las Ideas que
se complementan con Afirmación o Negación. Y, por el otro, las Voluntades o
Afecciones: aquellas que están sumadas con los sentimientos del Querer o Temor. Así
mismo, señala la clasificación de Ideas, dividiéndolas en tres. Las Ideas Innatas, es
decir, las que nacen con el espíritu, las Adventicias que vendrían siendo aquellas que
siendo extrañas provienen del exterior del espíritu, y, por último, las Ficticias; que son
las ideas hechas o inventadas por uno mismo.

Descartes se emprende la tarea de examinar las razones de por qué las que provienen del
exterior son ciertas o creídas sin ponerlas bajo tela de juicio.

Por un lado, él plantea la justificación de que son exteriores porque pareciera que así se
lo enseña la naturaleza. Lo cual termina rechazando porque no suena convincente, por la
misma razón de que se trata de una inclinación a creer que la naturaleza las enseña de
esa manera. Al contrario de lo que la luz natural enseña, y porque no posee la capacidad
para saber si es verdadera o no dicha inclinación. Porque una inclinación puede,
claramente, dejarse llevar por el camino erróneo, por ejemplo: cuando existe la
inclinación por algo malo, ya sea un vicio, antes que preferir el recto camino. Por lo que
esta justificación queda resquebrada y rechazada. Con respecto a la segunda razón o
fundamentación, parecieran que son externas porque son independientes de la voluntad
del espíritu, por lo que se presentan e imprimen en él cierta Idea. Por ejemplo: el simple
hecho de tener calor o frío, son independientes del deseo de mi voluntad el quererlas
experimentar o no. Este argumento también tiene el carácter de insuficiente o débil
porque ya que, para Descartes, existe la posibilidad de que una facultad, cuyo vistazo
desconocemos, este produciendo esas Ideas en mi espíritu, haciéndolas creer que son
independientes de nuestra voluntad. Pero esto no es todo, también existe la esperanza de
que dichas Ideas no concuerden con el objeto mentado.

Por ello Descartes termina concluyendo que todo este tiempo se ha estado engañando y
creyendo que dichas ideas existían gracias a un objeto exterior, recibidas por los
órganos sensitivos, por una impulsión ciega y temeraria, lo llevo a creer que eran ideas
extrañas y diferentes de su ser. Con esto Descartes llega a concluir que esas Ideas no
son más que producidas y originadas en su propio espíritu, por eso mismo se dice que
todas las Ideas que se pueden llegar a concebir ya están impregnadas en la res cogitans,
es decir, innatas. Primeramente, para que una Idea tenga realidad formal debe estar
concebida en la realidad objetiva, es decir, primero debe darse la piedra en sí, con todos
los componentes que conforman la misma (características, etc); para así, dar lugar a la
pierda en la realidad, en el mundo de lo sensitivo. Por esta misma razón todas las ideas
tienen que ser puesta en la sustancia pensante por una realidad sumamente objetiva, la
causa; en otras palabras, Dios. A su vez sería erróneo suponer que es imposible que
todas las Ideas se puedan originar de otra, porque caeríamos en una cadena hacia el
infinito (necesitaríamos una Idea para justificar otra y así sucesivamente). Por lo que se
deduce que, si o si, debe haber una causa primordial, original que de realidad formal a
todas las ideas. Esto es primordial para entender que las cosas extensas lleven consigo
multiplicidad de componentes, pero aquellos que son descubiertos por los sentidos; no
poseen certeza o evidencia alguna de la cual podamos afirmar su realidad.

Un ejemplo claro de ello es cuando Descartes en su segunda meditación metafísica


indaga sobre las cosas extensas, decide realizar un análisis de una cera de abeja. Todas
aquellas cualidades corporales de la cera son cambiantes y hasta carecen de objetividad,
la misma cera puede ser sólida, luego pasar a líquida, y así un sinfín de atributos. De
esto se desprende la idea de que en realidad no conocemos las Ideas por nuestro aparato
sensitivo, sino nuestro Entendimiento es el aquel que, alejado de lo corporal, llega a dar
con la Esencia de la cosa.

Llegado a este punto Descartes hace una división de las sustancias, por un lado, la
sustancia pensante, nada más que aquella cosa que piensa, pero sin extensión. Y por el
otro lado, la sustancia extensa, la cosa con extensión, pero sin la capacidad del pensar.
Todas ellas producidas por una única sustancia infinita, Dios, la que tiene en sí todas las
perfecciones posibles y que muchas de ellas escapan de nuestra finita inteligencia. Y él
es el culpable de implantar en nuestro espíritu todas las Ideas posibles para nuestra finita
composición. Por lo que las ideas innatas lo que nos permiten es llegar a las ideas
últimas o absolutas, por ejemplo, nos permite llegar la primera verdad cartesiana,
pienso, luego existo. Nos permite también llegar a la deducción de la misma Idea de
Dios y así poder fundamentar nuestro conocimiento. Ya que, gracias a la idea innata de
Dios, que siempre estuvo impregnada en nuestro espíritu, podemos dar fundamento
metafísico a las cosas extensas; en otras palabras, toda la realidad. La Idea innata de
Dios es una de la más importantes dentro del sistema de Descartes porque con ella
podemos asegurarnos de que las cosas extensas que se nos presentan son verdaderas,
por lo que Dios es un garante del conocimiento verdadero.

Lo cual se puede afirmar que las ideas innatas en Descartes representan la verdad
absoluta, porque la claridad y la evidencia lo justifican. Descartes no hace énfasis en el
correlato que existe entre el Pensamiento y el Objeto, porque como vimos las Cosas
quedan altamente dejadas de lado y separados de la verdad absoluta. Si se permite la
analogía, podemos compararlo con los dos planos que postula Platón, un primer plano el
ideal o mundos de las ideas que son la verdad en sí misma, y por otro el plano terrenal o
sensible; aquel que es simplemente una mera copia, muy vaga de la verdad ultima. Así
podemos afirmar que Descartes se inclina mucho más por la corriente platónica que la
aristotélica, pero también siguiendo un poco al segundo, porque vemos que las verdades
absolutas sí están en el espíritu, y a su vez dentro del plano terrenal.

Un gran crítico e investigador de las ideas innatas es el filósofo ingles John Locke. Ya
que este llegara a afirma que la manera en como adquirimos conocimientos basta para
probar que no existen tales ideas. El rumor de que dichas ideas son existentes desde el
momento en que el espíritu es creado es completamente falso, porque el humano con su
única fuente de conocimiento, la experiencia, llega a obtener todo el conocimiento que
posee sin la previa existencia de dichas ideas falsas.

No son innatos porque lo desconocen una gran parte de la humanidad, niños, brutos, etc.
La primera contradicción que se encuentra es que esas máximas, supuestamente innatas,
son ignoradas por muchos humanos, pero es evidente que no están impresas en el alma.
Por ello todas las verdades que adopta la mente son, pareciera, adventicias, porque son
percibidas y no originadas desde un principio por Dios.

Los defensores del innatismo afirman que estas ideas innatas son conocidas cuando la
persona alcanza el uso de la razón. Esto quiere decir que el humano al madurar y tener
noción del uso de la razón las descubre, pero esto mismo afirma su contradicción,
porque si son descubiertas en una cierta etapa, el hecho de que se descubran; prueban
que no son innatas. Más bien, serían como las verdades matemáticas, es decir,
descubiertas luego de un amplio ejercicio de la razón. Locke critica esta idea de
descubrimiento porque se supone que la razón es la facultad de deducir verdades
desconocidas a partir de principios o proposiciones ya conocidas. Lo cual nunca
podríamos, verdaderamente, afirmar que son innatas; si es que las descubrimos por
primera vez después del uso de la razón. Además, que muchas de las personas que
llegan al uso de razón, no terminan por completo de conocer dichas máximas. Por eso
esas verdades universales tienen el mismo carácter que cualquier otra verdad, son
desarrolladas. Así mismo, se negará que gracias a la razón se las descubra, sino que se
van desarrollando. En otras palabras, estas verdades “innatas” no se diferencian en nada
de las verdades cognoscible, cualesquiera que sean; jamás se las conoce antes del uso de
la razón, sino que posiblemente, pueden ser concebidas después de ello, pero decir
cuándo es imposible.

Para dejar más en claro la inexistencia de las ideas innatas Locke postula los pasos por
la cual la mente alcanza distintas verdades. En un primer lugar se encuentra ella como
un receptáculo entonces vacío, luego los sentidos dan entrada a ideas particulares y
llenan ese receptáculo. Esta información que reciben los sentidos Locke las denomina
como Impresiones, que son tomadas por la mente para darles alojamiento en la memoria
y luego darles nombres. A medida que este proceso se repite una buena cantidad de
veces, la mente empieza a elaborar el proceso de abstracción y poco a poco empieza a
utilizar los nombre generarles. Por esta misma razón un niño, que todavía no llega al
uso de razón, puede reconocer distintos objetos con los que se relaciona una
determinada cantidad de veces. Así puede reconocer los juguetes con los cuales juega,
los objetos con lo cual se alimenta, entre un sinfín de cuestiones; porque solo le basta su
memoria y la capacidad de reconocer ideas. Pero un niño no posee la verdad hasta que
ella sea explicada y digerida, por la misma razón no podrá reconocer conceptos
matemáticos. Por ello no existen tales verdades innatas porque primero se necesita del
desarrollo del entendimiento, que se ira ejercitando con la razón.

A su vez, si estas Ideas innatas realmente existieran deberían de ser los primeros
pensamientos que una persona deba tener. Ya que, al estar integradas al espíritu
humano, necesariamente debería ser lo primero que se conciba, porque se suponen que
son de fácil y evidente comprensión. Agregando el factor de que muchas cosas se
aprenden antes de que esas verdades universales se comprendan, incluso en múltiples
casos la posibilidad de que una persona fallezca sin siquiera tomar conciencias de tales
ideas, asecha constante mente y refuta toda doctrina de las ideas innatas.

La defensa más clara que se le otorga a esta doctrina es que dichas ideas son de fácil y
rápida comprensión, por lo que lleva a, con mucha seguridad, afirmar que existe un
asentimiento universal sobre las mismas. Esto quiere decir que es reconocido y sabido
que estas ideas realmente existen y que todos los humanos lo reconocen. Pero ya que
vimos que es imposible que sea lo primero que concebimos como pensamiento y que no
es lo primero que conocemos, queda desechada la posibilidad de un asentimiento
universal. Pero a esto, Locke, agrega que tampoco esas ideas se nos muestran al
entendimiento con claridad. Dando el ejemplo de una persona analfabeta, esa persona
carente de educación y que se la considera ignorante, tiene que necesariamente asentir y
conocer la existencia de las ideas innatas. Porque pareciera que dicha persona está
alejada de todo tipo de conocimientos o saberes, por lo que debe, si es que están en su
espíritu, reconocer y saber las ideas universales. Pero como existe la posibilidad de que
el analfabeto las ignore o incluso no las reconozca, la existencia de las ideas innatas
quedan claramente comprometidas y desmentidas.

Por otro lado, podemos situar a George Berkeley, filósofo irlandés que negara la
existencia de ideas abstractas afirmando que solo hay singulares y particulares.
Declarando así que la mera creencia en las ideas abstractas produce en el sujeto la
aceptación de la existencia del objeto; independientemente del sujeto que percibe. Este
autor también rechazará y combatirá el movimiento filosófico del Escepticismo.
Aludiendo que caemos en él por dos motivos, por un lado, porque la limitación natural
del entendimiento y la oscuridad de las mismas cosas. En otras palabras, porque las
facultades humanas no son aptas para escudriñar la Esencia íntima de las cosas.

La segunda razón es porque la mente humana carece de perfección, es finita y, en


consecuencia, le imposibilita el acceso a conceptos o cosas que participen de la
infinitud. Mientras que Descartes afirma que el error se produce por el mal uso de las
facultades y por la condición de ser finito, Berkeley negara que el error se cometa por
estas razones, sino porque el humano cree poder dar explicación y razones a ideas
abstractas, presuponiendo que la mente puede elaborar dichas ideas. Por ello, disciplinas
tales como la lógica o la metafísica han incurrido al error gracias a esa suposición; dar
por sentado que la mente puede dar explicación o manejar ideas abstractas. Esto
también lleva a un error garrafal que es no creer en la existencia aislada, por si misma,
de las cosas. Es gracias a la mente que percibe y la aptitud de considerar cada cualidad
(del objeto) por separado de todas las demás a las que va unida; y así elaborar un acervo
interno, una idea abstracta. Al observar determinados objetos percibidos por los
sentidos, halla en ellos algo que es común y semejante a todos y, por otro lado, algo que
es relativamente particular de cada uno.

Por ejemplo, cuando tenemos una determinada cantidad de personas distintas, la mente
deja de lado todas aquellas diferencias o aspectos particulares que los hace distintivos
para crear una idea abstracta, que engloba una serie de características, que no tienen
lugar en la realidad, pero que la mente la concibe como común de esa cantidad
determinada de personas. Así nacen conceptos como el de “humano”, aquel que
conlleva una determinada serie de cualidades comunes a un grupo, como pueden ser la
estatura, el color de piel, etc. Pero, nuevamente, esas cualidades no son reales o no
pretenden tener lugar en la realidad; solo es producida por la mente para luego
reconocerlas (porque como es lógico, no hay una estatura o color de piel común a todos
los humanos). Lo cual nos hace suponer que Berkeley rechaza las ideas innatas, aquellas
que son depositadas en el espíritu por Dios. Ya que, siguiendo la línea empirista de
Berkeley, los conceptos abstractos o ideas innatas son solo productos de la mente
humana; y en consecuencia no son otorgados por la divinidad. Son Ideas que se forman
a partir de la experiencia que tiene el sujeto perceptivo de los diversos objetos con los
que se relaciona.

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