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“el acto administrativo se presenta como una declaración producto de la función

administrativa, que a su vez está llamada a satisfacer, a servir y a gestionar los


intereses generales”.

Si bien reconoció que existen diferentes criterios para conceptualizar al acto


administrativo, destacó que la definición más apropiada tiene que ver con
entenderlo como “una declaración que está llamada a producir efectos jurídicos
directos, individuales, particulares y concretos sobre terceros ajenos a la
administración”.

Otro de los puntos en los que Sammartino hizo más énfasis es que el acto
administrativo consta de una serie de piezas fundamentales e indispensables, a
saber: competencia, causa, objeto, procedimientos sustanciales esenciales,
motivación y finalidad. Ninguna de ellas puede estar ausente. Entonces -
planteó el académico-, “si el acto administrativo es portador de todas estas
piezas, y si además genera una situación subjetiva llamada derecho subjetivo,
la ley le otorga una consecuencia que es que ese acto administrativo tiene
estabilidad”. Sin embargo, “si verificamos que existe un acto administrativo que
carece de esas piezas, o si una de esas piezas tiene un vicio grave, vamos a
encontrar que estamos ante un acto administrativo irregular y cuando esto
sucede es la propia administración quien debe revocar ese acto”.

Por otro lado, Sammartino planteó que en la Argentina el régimen jurídico del
acto administrativo “ha quedado intacto no solo al restablecimiento
democrático, sino a la reforma constitucional”, lo que provocó que se puede
advertir “la coexistencia de 3 modelos de derecho administrativo”. El primer
modelo es “aquel labrado en tiempo de quiebre institucional: por ejemplo, rige
hoy la Ley de Amparo 16.986, la Ley de Procedimientos Administrativos Nº
19.549 y la jurisprudencia labrada por la Corte durante la Dictadura. Sin
embargo, no podemos decir que exista Derecho Administrativo en momentos
de quiebre institucional, ya que sin Estado de derecho no hay derecho
administrativo”. El segundo modelo mencionado por el académico fue el del
Estado formal y democrático de hecho, el cual tiene también una serie de
debilidades propias. El tercer modelo tiene que ver con entender a la
Constitución Nacional como la norma superior, “que los derechos son normas
con vocación de efectividad y que todas las autoridades públicas están
comprometidas con el deber jurídico fundamental de respetar la dignidad de la
persona”.

Finalmente, Sammartino hizo hincapié en priorizar una triada basal compuesta


por el Principio de Dignidad de la Persona, los Derechos Humanos
fundamentales y el Principio Propersona.

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