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Acto

Administrativo
Derecho Administrativo II
2º semestre 2018
Profesor Marco Felipe Ascencio Otárola

Escuela de Derecho. Facultad de ciencias Jurídicas. UCN

Antofagasta

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1. Acto Administrativo

1.a. Generalidades

El interés general en relación a la actuación de la administración.

Una de las pretensiones centrales del Estado de Derecho es la sujeción al Derecho, lo que
en el caso de los titulares de potestades administrativas dados sus campos de incidencia, se
hace muy necesario.

El derecho administrativo constituye respuesta al requerimiento del Estado de Derecho, pues


se desarrolla con el objeto de sujetar a la ley a la actividad de una administración que esta
investida de potestades para la atención de funciones y competencias que le tienen atribui-
da. En este orden de cosas, el acto administrativo cumple una función fundamental, pues a
través de él se materializa el ejercicio concreto de las potestades administrativas; en palabras
del profesor Cristian Rojas “con el acto administrativo se desciende desde el ámbito de las
potestades a la realidad verificable y controlable, pues las potestades se concretan formal-
mente en actos jurídicos que se sujetan a ese derecho que reconoce los poderes y privile-
gios de que gozan sus titulares”.

El Derecho Administrativo valora a los individuos (y conforme a esa valoración los trata), par-
tiendo de su dimensión solidaria de miembros activos de la comunidad y de intereses. El De-
recho Administrativo se diferencia y contrapone así al Derecho Privado que arranca de una
concepción individualista del hombre, en la que sólo encuentra acomodo los esquemas de la
justicia conmutativa, según la cual “lo mío” es irreductible por antagónico a “lo tuyo” y a “lo
suyo”, no permitiendo ver ni tratar lo que es común a todos y, que por ser de todos, lo es
también de cada uno de nosotros.

Será justamente esta dimensión comunitaria y solidaria del administrado y su conexión inse-
parable con el interés público la que es elevada a un lugar primario por el Derecho Adminis-
trativo.

Es difícil concebir una idea de Derecho Administrativo que no lleve incorporada explícita o
implícitamente, una referencia neta y determinante al interés público.

La actividad administrativa constituye uno de los elementos dinámicos que más inciden en
las esfera de los derechos es intereses de los particulares. Ello se explica por la necesidad

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que tiene la administración de cumplir con su objeto social, cuál es la promoción del bien
común.

La noción de interés público ha penetrado la concepción clásica de los derechos, ya sea:

– límite de los mismos.


– como fundamento de las restricciones que puede imponer la autoridad.
– como criterio para resolver conflictos.

En estos dos últimos casos existe un impacto en lo político evidente.

Los fenómenos descritos obedecen a que los ámbitos de lo público y lo privado tienden hoy
a interrelacionarse como una forma de respuesta a los crecientes niveles de exigencia de las
personas frente al Estado.

El interés público es entonces, una pauta que permite juzgar la actividad política y jurídica,
también como fundamento o motivación de la actividad formal de la administración.

Algunos autores distinguen entre interés colectivo e interés público.

Junto al interés propio de cada individuo considerado en sí mismo, surgen intereses que se
refieren a un grupo de individuos, a los cuales denominan intereses colectivos. Para que el
interés colectivo pase a ser interés público –sostienen– es necesario que el Estado coloque
determinados intereses colectivos entre sus fines propios, esto es, la publicación de dichos
intereses.

Toda la actividad administrativa debe responder a una finalidad de interés general y estará
regida, de acuerdo con las disposiciones constitucionales y legales vigentes, por una serie de
principios que orienten y ordenan la actividad del poder público administrativo para hacer lo
que el cumplimiento de la finalidad exige así como evitar lo que ésta se le contrapone.

La natural manifestación de la existencia de un interés general o público, es la dotación de


una organización administrativa a su servicio, que asegure su realización ya sea operando
por sí misma o ya sea través de agentes sociales a los que ésta debe promover, regular o
fiscalizar. Así, el interés general es para la administración pública un elemento constitutivo, es
la razón de ser de este complejo organizativo.

El interés general llama a la acción de los órganos del estado, por lo que se constituye en el
fundamento y en la medida de los poderes de la administración. Así, toda actuación adminis-
trativa “vendrá necesariamente generada, aparecerá objetivamente justificada por la previa

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declaración o calificación de un interés como público; y tenderá, invariablemente, a su inme-
diata satisfacción o realización”.

Al mismo tiempo el interés público supone una exigencia de abstención cuando no está pre-
sente, queda expuesto al plano de la desviación de poder, cuando la actuación no tiene por
objetivo el interés general.

En suma, podemos afirmar que la noción de interés general sirve, de una parte, como fun-
damento de la actuación y del ejercicio de ciertas potestades administrativas y, de otra,
cumple también la función de limitar los poderes de la administración “pues estas no existen
más que en la medida que determina el interés general”.

La función administrativa comprende toda la actividad de los órganos administrativos (centra-


lizados o descentralizados), y también la actividad de los órganos legislativo y judicial en la
medida en que no se refiere a sus funciones específicas.

1.b. La actividad formal de la administración del Estado

Para la concreción de los fines que la CPR y las leyes encomiendan a la administración del
Estado, éste se sirve de diversas formas jurídicas.

La actividad jurídica de la administración (actividad formal) que despliega el ejecutivo, en el


ámbito administrativo, se refleja básicamente en lo que se conoce como actos administrati-
vos y los contratos de la administración, que se constituyen en la principal fuente productora
de la relaciones jurídicas entre a la Administración del Estado y los administrados, y que se
coloca a estos últimos en una situación jurídica positiva o negativa, de acreencia o de gra-
vamen frente a aquélla.

El acto administrativo puede ser concebido esencialmente como una decisión unilateral eje-
cutoria de la administración, en la que se concreta el ejercicio de la potestad administrativa.
Esta idea refleja las concepciones francesas (Hauriou, Vedel), y parte de las alemanas
(Mayer).

No obstante lo anterior, también existe una corriente privativa del acto administrativo, que lo
asocia a la idea de negocio jurídico (acto jurídico). Esta concepción define actos administrati-
vo como “cualquier declaración de voluntad, deseo, conocimiento o juicio, realizada por un
sujeto de la administración pública en el ejercicio de una potestad administrativa”. Esta idea
es la recogida por la mayoría de la doctrina española, no obstante, quienes opinan en con-

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trario, como Ramon Parada, sostienen que sólo sirve para ilustrar de manera genérica el acto
administrativo.

Así las cosas, el acto administrativo presentaría ciertas notas esenciales:

– los actos administrativos son actuaciones jurídicas y no meramente materiales, que supo-
ne en mayor parte de los casos una declaración de voluntad de la administración pública,
pero también de simple conocimiento o juicio.
– El acto jurídico administrativo, es decir, esta declaración de ls que hablamos, debe ser
emitida por la administración pública. En algunos supuestos, sin embargo, la jurispruden-
cia española ha llegado a calificar de acto administrativo los producidos por administrados
cualificados. La propias legislación ha calificado de actos administrativos este tipo de ac-
tos particulares que actúanos por delegación, y respecto de los cuales la administración
delegan retiene potestades de supervisión.
– la declaración debe ser consecuencia de una potestad administrativa, lo que, como sa-
bemos, conecta a los actos administrativos con el principio de legalidad.
– El acto administrativo persigue satisfacer intereses públicos concretos, por lo que se agota
con su propio cumplimiento, a diferencia de los reglamentos que tienen vigencia indefinida.
De ahí que el acto exija su efectivo e inmediato cumplimiento o ejecución, por lo que la
Administración goza de privilegio de ejecutividad y ejecutoriedad.

La Administración del Estado y sus organismos, deben someter su acción a la Constitución


Política de la República (CPR) y a la ley, teniendo especial sujeción a lo contemplado en el
artículo art. 1° inciso 4° y al art. 5° inciso 2° de la Carta, esto es, deberán constantemente,
en cada una de sus actuaciones, promover el bien común y, paralelamente, deberán hacerlo
con pleno respeto de los derechos de las personas y sus garantías, debiendo en cada ac-
tuación recordar su servicio a la persona humana. Evidentemente que esta actuaciones esta-
rán sujetas siempre al principio de responsabilidad que eventualmente le pudiera caber a la
Administración y a sus organismos tal como lo preceptúa el art. 38 inciso 2° de la Constitu-
ción Política. Esto por cuanto todos los ciudadanos tienen sin excepción derecho a la pro-
tección jurídica de sus derechos, los cuales pueden ser quebrantados exactamente igual por
una conducta activa que por una conducta omisiva de la Administración.

Esta enunciación de principios no seria del todo esclarecedora sino indicáramos aquí que
además la Administración no es libre de realizar su función pública de bien general como se
le ocurra o venga en ganas a sus agentes o funcionarios. Muy bien lo señala nuestra C.P.R.
en su articulo 7° al establecer que para que los actos de los órganos de la Administración
tengan validez es necesario que sean dictados en la forma que prescriba la Ley, bajo pena

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de nulidad si no se cumple con dicho requisito. Es decir los órganos del Estado, entre ellos
los órganos de la Administración del Estado, órganos administrativos –cualquiera sea su es-
tructura organizativa o personificación- actúan válidamente en el Derecho si lo hacen dentro
de su competencia, previa investidura regular de sus titulares, y en la forma que prescriba la
ley. Esa forma de actuación de los órganos administrativos es precisamente el llamado “pro-
cedimiento administrativo”, y especialmente cuando se refiere a la actuación jurídica de
aquellos al dictar actos jurídicos, propiamente actos administrativos.

La actividad formal de la administración se extiende como instrumento auxiliar de distintos


cometidos de la administración, tales como la actividad de fomento, de regulación, de poli-
cía, de servicio público, de fomento.

1.c. Relación jurídica de DA

El Derecho Administrativo no sólo atribuye potestades a la Administración para el cumpli-


miento de sus fines de interés general y regula su organización y funcionamiento interno, sino
que ordena también relaciones jurídicas, como cualquier otra rama del Derecho.

Sin embargo, esas relaciones jurídicas no siempre tienen la misma estructura y característi-
cas que las de Derecho privado. En este último, las normas jurídicas ordenan las relaciones
entre los sujetos reconociendo en su favor determinados derechos subjetivos (como el de
propiedad por ejemplo), que conllevan obligaciones correlativas de otras personas.

El Derecho privado se descompone, en términos simples, en un conjunto de derechos y


obligaciones aplicables a las relaciones sinalagmáticas entre sujetos. También el Derecho
Administrativo regula relaciones de este tipo, que a veces son creadas por contratos o con-
venios y otras directamente por la ley.

No obstante lo anterior, hay casos donde la situación del administrado frente a la Administra-
ción es distinta, ya que carece de un verdadero derecho subjetivo a exigir o a impedir una
actuación administrativa, dado que las normas jurídicas permiten a aquélla decidir con dis-
crecionalidad. Ello no quiere decir que al ciudadano le corresponda una situación jurídica me-
ramente pasiva, es decir, de simple receptor de las desiciones de la Administración, ya sea
que le beneficien o perjudiquen. Es, por el contrario, un sujeto jurídico al que se le reconoce,
de variadas maneras, la posibilidad de intervenir ante la administración en todos aquellos
asuntos que sean de su interés y la de exigirle que cumpla la ley en todo caso. Se trata de
una situación jurídica más compleja que las propias de las relaciones de Derecho privado.

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Al hablar de relaciones jurídicas de Derecho público, supone que una de las partes será el
Estado o un órgano público y que, en cualquier caso, cuentan con personalidad jurídica.

La estructura de la relación jurídica de Derecho público es similar a la de Derecho privado,


pero hemos indicado, que no igual. Al menos estamos en presencia de dos partes o centros
de impulsión jurídica, un órgano de la Administración o el Estado (fisco), y una persona natu-
ral o jurídica o un grupo de ellos. Estas partes pueden adoptar posiciones o situaciones jurí-
dicas activas o pasivas, según si en esa relación jurídica se ejercer derechos o se deben dar
cumplimiento a una obligación o aceptar un padecimiento. Cuando el particular adopta una
posición activa, ello se debe a que está en el ejercicio de un derecho subjetivo. Cuando se
trata de la Administración, bien puede estar en el ejercicio de un derecho subjetivo o de una
potestad.

En Derecho administrativo se habla de derecho subjetivo o de derechos públicos subjetivos


para significar aquellas situaciones jurídicas activas, facultades que se reconocen a favor de
una persona en sus relaciones con la Administración y que le permiten exigir de ésta una
obligación o conducta concreta, ya sea de dar, hacer o no hacer o abstenerse. Lo interesan-
te es que en Derecho administrativo se conocen también otros derechos subjetivos de distin-
to contenido, a los que corresponden obligaciones que sólo la Administración puede cumplir.
El Derecho público subjetivo significa dar a su titular la posibilidad de generar relaciones jurí-
dicas con la Administración o el Estado y, también, ejercer legítima y exclusivamente una fa-
cultad ya predefinida por el objeto de la relación jurídica, respecto del correlativo ente público
obligado, y ello, de un modo imperativo y garantizado. Bien puede tratarse de una presta-
ción, que cede única y exclusivamente en beneficio de su titular (derecho subjetivo) o de la
carga de mantener incólume o inmodificable una cierta situación jurídica que beneficia indis-
tintamente al privado y a una colectividad entera (interés legítimo).

1.d. Las formas de la actividad administrativa

La actividades administrativas del Estado pueden asumir diversas formas o expresiones:


– La actividad técnica de la administración. Son todas las actuaciones materiales de la ad-
ministración que no producen un efecto jurídico directo. Ejemplo, funcionario que acarrea
un expediente. Se trata de la actuación dominante en la acción administrativa, pero que
carece de sustantividad jurídica en cada acción concreta (excepto lo que dice relación con
la responsabilidad).
– Los hechos jurídicos de la administración, son todas las actuaciones materiales de la Ad-
ministración que producen un efecto jurídico directo, esto es, crear, modificar o extinguir

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un derecho, como acontece con un funcionario que conduce un vehículo fiscal, sin suje-
ción a las normas sobre uso de tales bienes.
– Los actos jurídicos de la adminstración, son las decisiones o declaraciones de voluntad
que producen un efecto jurídico directo, eso es, la creación, nacimiento, modificación o
extinción de un derecho o un deber.

Debemos tener presente que la actividad administrativa puede dividirse atendiendo a varios
criterios, el primero de ellos y el más relevante entre nosotros es el jurídico formal, del que
resultan varios varios tipos de actividad:

– los actos administrativos


– los convenios
– los contratos administrativos
– la coacción administrativa

La nota esencial a cada una de estas categorías es la de constituir los actos administrativos
una decisión unilateral de la administración jurídicamente formalizada.

Por su parte, la actividad material o técnica de la administración, que es la dominante por lo


demás en la acción administrativa, es parte de las actuaciones de la administración, pero ca-
rece de sustantividad jurídica en cada acción concreta.

1.e. Concepto de acto administrativo

En términos comparados, Guido Zanobini señala que el acto administrativo es la declaración


de voluntad, de juicio, de conocimiento o de deseo de la administración en ejercicio de una
potestad administrativa distinta de la reglamentaria” . Concepto recepcionado por la doctrina
española a través de García de Enterría y Tomás Ramón Fernández en su clásico Curso de
derecho administrativo. Dicha idea se extiende a la actividad unilateral y potestativa de la
Administración.

El acto administrativo es el modo tradicional cómo la Administración ha concretizado sus de-


cisiones orgánicas que provocan consecuencias jurídicas. Es un instrumento que trasciende
las distinciones doctrinarias sobre las actividades que desarrolla la administración.

Soto Kloss , nos explican, a propósito del acto administrativo lo siguiente: Dada la idea que
la ley 19.880 LBPA ha adoptado la decisión de adherirse a una definición de acto administra-
tivo puramente formal, parece oportuno recordar que la CPR permite elaborar una noción de
acto administrativo, sin necesidad de recurrir a doctrinas extranjeras; por su parte Moraga
Klenner sostiene que el acto administrativo en Chile permite reconocer que él se expresa de
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distintas maneras: solamente utilizando la CPR, son actos administrativos los actos de la
administración (art. 98 sobre la CGR), los actos de gobierno (art. 52 atribuciones exclusivas
de la Cámara de Diputados, número 1), el acto o resolución de autoridad administrativa (art.
12 sobre la privación de la nacionalidad o su desconocimiento), orden u ordenes (art. 19 nú-
mero 7 sobre libertad individual), las disposiciones generales de policía (art. 19 nº 13 derecho
de reunión), acto expropiatorio (art. 19 nº 24 inc. 3º)… .

Así las cosas, en términos amplios, acto administrativo es todo acto jurídico dictado por la
administración y sometido al Derecho Administrativo. La jurisprudencia de la CGR, a través
del dictamen nº 5380 del año 2000 sostiene que el acto administrativo es es toda declara-
ción de voluntad general o particular de un órgano administrativo, en función de una potes-
tad administrativa y que tiene por finalidad decidir o emitir juicios sobre derechos, deberes e
intereses de las entidades administrativas o de particulares frente a él.

Rolando Pantoja Bauza define acto administrativo como una declaración de voluntad orgáni-
ca manifestada en la forma prescrita por la constitución y las leyes, por una autoridad admi-
nistrativa, en atención a determinados supuesto de hecho y de Derecho, y que produce
efectos jurídicos. Por su parte Eduardo Soto Kloss plantea su definición con un marcado
acento en torno a la finalidad del acto administrativo, señalando que se trata de una ordena-
ción racional unilateral, dictada por un órgano estatal en ejercicio de función administrativa
que está destinado a satisfacer una necesidad pública concreta y que produce efectos jurídi-
cos directos.

Debemos notar que se trata de definiciones doctrinales que emanan de diversos autores na-
cionales, la que fue muy profusa hasta antes de la dictación de la LBPA, dado que esta últi-
ma ley prescribe definición legal en torno a que se entiende por acto administrativo; la prime-
ra de ellas, contenida en el art. 3º inciso 2º LBPA: las decisiones formales que emitan los ór-
ganos de la Administración del Estado en las cuales se contienen declaraciones de voluntad,
realizadas en el ejercicio de una potestad pública, la segunda es en sentido amplio, incorpora
además la enunciación contenida en el art. 3º inciso 6º de la LBPA que también entiende por
acto administrativo los dictámenes o declaraciones de juicio, constancia o conocimiento que
realicen los órganos de la Administración en el ejercicio de sus competencias.

Una cuestión fundamental en relación a la actuación de la Administración es el principio de


juridicidad, que se encuentra reconocido en la constitución en sus artículos 6 y 7, pero no se
refieren únicamente a la conformidad a la ley, strictu sensu, si no que acuden al termino en la
acepción mas general de norma jurídica integrante del ordenamiento. Con ello se aleja de la
tradición de ligar el principio de legalidad exclusivamente con la ley formal como expresión de

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la voluntad general, sino que se aviene a una interpretación del mismo como principio de ju-
ridicidad. Al indicar juridicidad nos referimos al ordenamiento jurídico general. Dentro del
principio de juridicidad, encontramos la consagración como requisito general de la actuación
de los órganos del Estado el principio de legalidad, consagrado en el art. 7º CPR.

1.f. Elementos de los actos administrativos

Respecto de este tema, nos centraremos principalmente en una sistematización doctrinal y


no legal.

a) Competencia. Es de esencial importancia que el órgano administrativo tenga atribuida la


competencia para actuar. La competencia no sólo representa un elemento del acto adminis-
trativo, sino además es un presupuesto necesario para la producción del mismo.

Cierta parte de la doctrina considera este elemento como de carácter formal, pero nosotros
nos inclinamos por su aspecto objetivo. Ahora bien, para determinar si un órgano administra-
tivo es competente o no para llevar a cabo una determinada actuación, es necesario también
considerar los distintos factores que representan los límites de competencia:

– Materia. Corresponde al conjunto de ámbitos de actuación que le han sido asignados a un


órgano administrativo dentro de la administración.
– Territorio. Se refiere al ámbito espacial dentro del cual un órgano determinado puede
desarrollar sus funciones y ejercer sus atribuciones.
– Grado. Es la posición que tiene un órgano administrativo dentro de la escala jerárquica de
la administración.

b) Contenido u objeto. Corresponde al elemento objetivo propiamente tal. Lo podemos en-


tender como la resolución o decisión en sí mismas consideradas.

El objeto del acto administrativo es la decisión que adopta la autoridad, y que, en términos
generales no es otra que la que está predefinida por el legislador o que, no estándola, es la
que adopta el órgano administrativo de un modo discrecional, pero en todo caso siempre en
directa orientación hacia el interés público que debe perseguirse.

El objeto del acto administrativo, que es la decisión orgánica que lleva envuelta, bien puede
ser la realización de prestaciones concretas, como cuando es necesario satisfacer una nece-
sidad pública específica o una necesidad o interés privado cubierto por una ley; o bien, el
objeto puede ser una decisión negativa, como cuando se rechaza una solicitud de un parti-
cular. Por lo mismo, no todos los actos administrativos generan necesariamente una verda-
dera relación jurídica. Esta última sólo existe en los actos administrativos que contienen una
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declaración de voluntad –por oposición a la declaración de conocimiento o de juicio- que es
favorable para él administrado, sea porque crea o modifica una relación jurídica.

c) Motivación del acto administrativo. Se trata del deber de fundamentar o motivar los
actos administrativos. Soto Kloss expresa que la motivación o fundamentación es la expre-
sión formal de aquella situación de hecho (motivo) que mueve a la Administración a obrar ju-
rídicamente, pues constituye dicha situación una necesidad pública que satisfacer, habién-
dose encargado por el ordenamiento el lograr su cumplida satisfacción. Es la exposición
formal y explícita de la justificación de la decisión. Para García de Enterría y Tomas Ramón
Fernández motivar un acto obliga a fijar, en primer término, los hechos de cuya consideración
se parte y a incluir tales hechos en el supuesto de una norma jurídica; y en segundo lugar, a
razonar como tal norma jurídica impone la resolución que se adopta en la parte dispositiva
del acto.

En definitiva, la motivación de los actos administrativos es el deber del Estado consistente en


expresar las razones de hecho y de Derecho que llevaron a la Administración a la dictación
de un acto, explicando y justificando la decisión adoptada.

Ahora bien, la causa o motivo del Acto Administrativo admite una distinción: causa o motivos
reglados y causa o motivos discrecionales. En el primer caso, la norma objetiva consigna de
forma expresa los hechos cuya descripción normativa obligan a la autoridad a adoptar una
decisión, por ejemplo: pase a retiro (jubilación) de un funcionario militar. En el segundo caso
es distinto, la ley no establece la causa o motivo del Acto Administrativo, ya sea porque es la
misma norma la que delega en la autoridad la determinación de su actuación o porque le
confiere la atribución, sin mencionar los supuestos fácticos que obligan a adoptar la decisión.

En ambos casos, el efecto es igual. La concurrencia de una causa o motivo reglados o dis-
crecionales, obliga al agente público a ejercitar su competencia.

Debemos tener presente que toda la actuación de la administración debe ser razonable,
proporcionada y legalmente habilitada, por lo que la causa o motivo es un elemento que
debe expresarse en toda clase de acto administrativo.

La ley 19.880 LBPA es la norma legal de mayor relevancia sobre el principio de motivación
de los actos administrativos. Las normas que de manera patente lo demuestran son:

– art. 11 a propósito de la imparcialidad.


– art. 16 a propósito de la transparencia y publicidad.
– art. 41 inciso 4º y 6º en cuanto al contenido de la resolución

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Por otra parte encontraremos disposiciones relacionadas con la motivación de los actos ad-
ministrativos:

– artículo 1 y 2, en cuanto a ámbito de aplicación.


– art. 3º inciso final, en relación con el art. 51. Presunción de legalidad, imperio y exigibilidad.
Ejecutoriedad inmediata.
– art. 5º principio de escrituración.
– art. 12, principio de abstención de las autoridades y funcionarios, por interés personal, pa-
rentesco, y amistad íntima o enemestidad manifiesta.
– art. 15 principio de impugnabilidad.
– art. 17 letras a) y d), obtención de copia autorizada de documentos durante la tramitación
de los procedimientos, y acceder a los actos administrativos y a sus documentos.
– art. 34 a 39, prueba en el procedimiento administrativo
– art. 59 recurso de reposición y jerárquico
– art. 60 recurso extraordinario de revisión
– art. 61 revisión de oficio de la administración

d) Elemento finalista

Todo el actuar de la administración persigue un interés público y el cual constituye la finalidad


genérica de todo acto administrativo. El fin es un elemento siempre reglado y se identifica
con la pregunta “para qué se dicta” el acto administrativo. Se suele entender por la finalidad
del acto administrativo, el ejercicio de la potestad pública en un sentido pre-definido por el
legislador para concretizar por su intermedio la voluntad de la ley.

Los agentes públicos deben actuar cumpliendo el fin de la norma que otorga las atribucio-
nes. Este elemento desplaza del ámbito de los actos administrativos a todos aquellos actos
que se producen en el campo privado. Esta función administrativa puede referirse a relacio-
nes entre los administrados con la administración o en su propia esfera interna, pero en todo
caso, el acto solamente puede ser dictado por un órgano público que forma parte del com-
plejo organizacional que conocemos como administración del Estado.

Un acto está viciado -de desviación de poder- cuando el funcionario, sin estar jurídicamente
autorizado, usa el poder de la ley con una finalidad distinta de la prevista por ella. Persigue
una finalidad personal, beneficiar a un tercero o beneficiar a la propia administración.

La ausencia de este elemento, es decir, dictar el acto administrativo con una finalidad distinta
a la perseguida por la ley, nos lleva a enfrentar el vicio de desviación de poder, ello ocurre
cuando:

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– El funcionario actúa con una finalidad personal.
– Cuando el funcionario actúa con la finalidad de beneficiar a un tercero.
– Cuando el funcionario actúa con la finalidad de beneficiar a la propia administración.

En Chile, la doctrina sostiene al FIN como un elemento del acto administrativo, es conteste
que mediante él, el agente público debe perseguir, al adoptar el Acto Administrativo, ciertos
propósitos o razones válidos.

1.g. Clasificaciones de los actos administrativos

A.- Según la forma externa Este criterio -nomenclatura emana de la LBPA, la que considera
diversas formas del acto administrativo:

– Art. inc. 4º LBPA Decreto supremo es la orden escrita que dicta el Presidente de la Repú-
blica o un ministro “por orden del Presidente”, sobre asuntos propios de su competencia.
Los Decretos Supremos pueden adoptar dos modalidades: Los simples decretos, que son
aquellos que versan sobre materias específicas; los reglamentos o decretos reglamentarios
que tiene un carácter general. Ambos pueden emanar de otras autoridades además del
Presidente, como rectores de Universidades públicas y los alcaldes.
– Art. 3 inc. 5º de la LBPA reconoce las resoluciones son los actos de análoga naturaleza -
órdenes escritas- que dictan las autoridades administrativas dotadas de poder de deci-
sión.
– art. 3 inc. 6º LBPA establece también los acuerdos, que son aquellas decisiones de los ór-
ganos administrativos pluripersonales y se llevan a efecto por medio de resoluciones de la
autoridad ejecutiva de la entidad correspondiente.
– También las declaraciones de juicio, constancia o conocimiento. En el contexto de la
LBPA, la jurisprudencia de la CGR, dictámen nº 45.336 de 2008, define las declaraciones
de juicio como las que tienen por objeto informar acerca de las materias que la ley ha co-
locado dentro de la respectiva esfera de atribuciones, con miras a la resolución del proce-
dimiento administrativo que corresponda, y que se expresan mediante dictámenes. Agrega
dicho pronunciamiento de la CGR, que en el mismo contexto, los actos administrativos
que consisten en declaraciones de juicio suponen la instrucción actual de un procedimien-
to de este carácter , tiene su fuente en las normas legales que ordenan solicitarlos o en la
apreciación de la necesidad de requerirlos. Además, dicho dictámenes se puede emitir, ya
sea por el mismo órgano a cargo de tramitar el procedimiento o por otro distinto.

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B.- De acuerdo a la extensión de sus efectos , distinguiremos entre actos generales y actos
de efectos particulares.

– Actos de efectos generales. Son aquellos actos administrativos que contienen un conjunto
de normas de carácter y aplicación general, esto es, aplicables a toda la población o a un
grupo indeterminado de ella. Es el caso del reglamento, que es un acto administrativo que
concreta la norma legal, pero que sin embargo es de carácter general.
– Actos de efectos individuales o particulares. Son aquellos actos administrativos que se re-
fieren a personas determinadas y su campo de aplicación se reduce al caso concreto, pu-
diendo tratarse de una persona, de varias o incluso de un grupo más amplio pero identifi-
cable y determinable. Esta clasificación es importante por la forma de notificación. De
acuerdo a la LBPA, art. 48, los actos de efectos generales deben ser publicados mediante
su inserción en el diario oficial. Por su parte, los actos administrativos de efectos individua-
les, deben ser notificados a los interesados, conteniendo dicha notificación su texto integro
(art. 45) y que, tales notificaciones deben ser hechas por escrito, mediante carta certifica-
da dirigida al domicilio que el interesado hubiere designado en su primera presentación o
con posterioridad (art. 46).

C.- En atención a la oportunidad procesal de su emisión

Podemos distinguir entre actos terminales y actos preparatorios. Se desprende del art. 18 de
la LBPA.

– Actos resolutorios, terminales o decisiorios son aquellos actos administrativos que resuelve
o dan termino a un procedimiento. Su fundamento se encuentra en el principio conclusivo
previsto en el art. 8 de la LBPA, con arreglo a lo cual todo el procedimiento administrativo
está destinado a que la Administración dicte un acto decisorio que se pronuncie sobre la
cuestión de fondo y en el cual se exprese su voluntad.
– Actos trámite o preparatorios son aquellos actos administrativos que constituyen -como su
nombre lo indica- un trámite o preparación de un acto resolutivo.

Esta clasificación es relevante para efectos de impugnación, ya que los actos terminales o
decisorios son siempre impugnables mediante recursos administrativos y/o acciones consti-
tucionales, en virtud del derecho fundamental al debido y racional proceso del art. 19 nº 3
CPR. En cambio, los actos de mero trámite son impugnables sólo cuando determinen la im-
posibilidad de continuar un procedimiento o produzcan indefensión ( art. 15 LBPA).

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D.- En atención a sus consecuencias para los administrados

Actos favorables y actos desfavorables a los administrados.

– Actos favorables son aquellos que les reconocen derechos, prerrogativas o situaciones
jurídicas activas a los interesados.
– Actos desfavorables son aquellos que imponen un deber, obligación, gravamen o limita-
ción al administrado.

La importancia de esta categoría estriba en que la LBPA prevé algunas garantías adicionales
a favor de los interesados para el caso de los actos desfavorables. A saber, artículo 11 Los
hechos y fundamentos de derecho deberán siempre expresarse en aquellos actos que afec-
taren los derechos de los particulares, sea que los limiten, restrinjan, priven de ellos, pertur-
ben o amenacen su legítimo ejercicio, así como aquellos que resuelvan recursos administrati-
vos. Artículo 52 Los actos administrativos no tendrán efecto retroactivo, salvo cuando pro-
duzcan consecuencias favorables para los interesados y no lesionen derechos de terceros.
Artículo 61 La revocación no procederá cuando se trate de actos declarativos o creadores
de derechos adquiridos legítimamente.

1.h. Características de los actos administrativos

a.- Presunción de legalidad.

Artículo 3 inc. 8° LBPA “Los actos administrativos gozan de una presunción de legalidad, de
imperio y exigibilidad frente a sus destinatarios, desde su entrada en vigencia, autorizando su
ejecución de oficio por la autoridad administrativa, salvo que mediare una orden de suspen-
sión dispuesta por la autoridad administrativa dentro del procedimiento impugnatorio o por el
juez, conociendo por la vía jurisdiccional”.

Los Actos Administrativos son legales mientras no se diga lo contrario, ya sea por el juez o
por la propia administración, en un procedimiento que tenga como resultado la invalidación
del acto. Se trata de una “suposición de que el acto fue emitido conforme a derecho, es de-
cir, que su emisión responde a todas las prescripciones legales y constitucionales, que es
perfecto, y que tiene, por tanto, valor y eficacia jurídica”.

La presunción de legalidad del acto administrativo es un privilegio especial; en palabras del


gran García de Enterría es una legitimidad iuris tantum (presunción simplemente legal), o pro-
visoria, que mientras no se destruya por vía invalidatoria o través de los instrumentos impug-
natorios y recursivos como también contenciosos administrativos, permite darle cumplimien-
to y ejecutarlo, es decir, le confiere imperio y lo hace inmediatamente exigible. Para Patricio

15
Aylwin, la presunción de legalidad se fundamenta en otra presunción: el deber de las autori-
dades de actuar conforme a derecho.

Aylwin sostiene que la presunción de legitimidad de los actos administrativos es un efecto


propio de ellos, que se funda en el carácter público del acto, bajo el supuesto que los órga-
nos de la Administración actúen dentro de la legalidad. La presunción de legalidad para este
autor (ex PR), implica respecto de los actos administrativos que mientras no se declare su
ilegitimidad, surte todos los efectos legales cuando ha nacido a la vida del Derecho y debe
ser tenido como válido.

Silva Cimma, por su parte, también lo considera como un efecto normal del acto que subsis-
te mientras no se declare lo contrario por las vías impugnadoras que correspondan. El profe-
sor Ivan Arostica planeta que la construcción de principio de legalidad hecha por la contralo-
ría, respecto de los actos administrativos y consagrado en el art. 3 de la LBPA, se seguirían
dos efectos: En primer lugar, hace exigible el acto administrativo, permitiendo a la adminis-
tración su ejecución y obligando a sus destinatarios. El problema surgiría del hecho que, al
no hacerse expresamente una distinción, ha de entenderse que esta exigibilidad correría tan-
to a favor de los actos lícitos como de los ilícitos. Por tanto, los actos administrativos de
cualquiera de los dos tipos gozarían de la presunción de legalidad, manteniendo su carácter
de exigibilidad, mientras la nulidad del acto no sea declarada. Bien sabemos que la nulidad
de Derecho público no opera de pleno derecho, sino que debe ser decorada por vía jurisdic-
cional o administrativo, sobre todo porque en cualquier caso podría un particular alegar au-
sencia de alguno de los requisitos del artículo 7 de la CPR para eximirse del cumplimiento de
lo dispuesto en un acto administrativo.

El segundo gran efecto que se seguiría de la aplicación del principio de legalidad, seria que la
carga de la prueba de la ilegalidad del acto administrativo, recaería en el particular, lo que pa-
rece lógico toda vez que es éste el que ha debido impugnar el acto buscando destruir sus
efectos.

La legitimidad del acto administrativo es siempre impugnable, lo que hace ser a dicha pre-
sunción meramente legal: la legitimidad no supone cerrar la vía administrativa o judicial de
control del acto administrativo que se cree irregular por parte de cualquiera afectado por el
mismo, corroborado por el art. 2 de la LBGAE y por la LBPA que regula la revisión de los ac-
tos administrativos en su capitulo IV artículos 53 a 62.

16
b.- Imperio o imperatividad o ejecutoriedad.

En el ámbito del Derecho administrativo, el imperio hace referencia a la capacidad de éste de


obligar o, lo que es lo mismo, a su capacidad inherente de imperar o de ser eficaz por sí
sólo. Refiere al carácter obligatorio o vinculante del acto administrativo, en cuanto norma
emanada de autoridad, en ejercicio de una potestad administrativa, el cual genera, desde su
entrada en vigencia, el deber de cumplimiento de aquel.

La imperatividad es la expresión de la facultad de imperio que tiene un determinado ente,


para ejercer actos con consecuencias jurídicas, a partir de disposiciones unilaterales de vo-
luntad. El profesor Claudio Moraga Klenner, señala que el imperio hace referencia a la capa-
cidad de obligar que tiene un acto administrativo, siendo eficaz por sí sólo, no cesando sus
efectos, ni requiriendo ser auxiliados por los tribunales y con independencia de la aquiescen-
cia del interesado. Además, no atiende a la regularidad o no del acto, por aplicación de la
presunción de legalidad, quedando en caso de ser irregular, a salvo la vía que corresponda
para ser impugnados.

En la misma linea Aguerrea Mella, señalando que el acto administrativo no requiere de la


aceptación del destinatario, para su perfeccionamiento, existencia o validez, porque son una
declaración unilateral de voluntad que tiene fuerza obligatoria -en el supuesto que se ajuste a
Derecho, por cuanto contiene una orden o mandato.

El art. 52 inc. 1º de la LBPA recoge el efecto en comento, prescribiendo ”que los actos de la
Administración Pública sujetos al Derecho Administrativo causan inmediata ejecutoriedad”.

La característica aquí descrita, también tiene relación con la impugnación administrativa o


judicial del acto administrativo, ya que éste será obligatorio para el administrado, aun cuando
haya intentado la impugnación por cualquiera de las vías que tiene a su disposición, mientras
que se encuentre pendiente de resolución, debiendo soportar los efectos que el acto produ-
ce, durante el lapso entre su vigencia y la eventual extinción de sus efectos. Esto por aplica-
ción del artículo 57 de la LBPA a propósito de la NO suspensión de los efectos del acto im-
pugnado, mientras no sea resuelta la impugnación.

c.- Irretroactividad

La irretroactividad de los actos administrativos, ha sido expresamente tratada por la LBPA en


sur art. 52. La ley prohibe el efecto retroactivo de los actos de la Administración, salvo en
cuanto éstos sean favorables para el interesado y no lesionen derechos de terceros.

17
La regla general indica que los actos administrativos entran en vigencia a través de su comu-
nicación (notificación o publicación), y producen sus efectos hacia lo futuro. En efecto, él art.
51 inc. 2º LBPA prescribe que ”los decretos y las resoluciones producirán efectos jurídicos
desde su notificación o publicación, según sean de contenido individual o general”.

La irretroactividad del acto administrativo conoce tres excepciones:

– vigencia desde una fecha anterior a la notificación; en virtud del principio pro-ciudadano o
pro-administrado, art. 52 LBPA “cuando produzcan consecuencias favorables para los in-
teresados y no lesionen derechos de terceros”. Ejemplo, actos administrativos de urgen-
cia, art. 10 inc. 7º Ley 10.336 de organización y atribuciones de la CGR
– vigencia diferida del acto.
– vigencia desde que ocurra una condición, la que debe estar prevista en el propio acto ad-
ministrativo

d.- Exigibilidad.

El profesor Claudio Moraga Klenner nos enseña que la exigibilidad de los actos administrati-
vos es un privilegio de la administración, de ejercer coacción contras las personas o propie-
dades para obtener un propósito legal, sin necesidad de autorización judicial.

Otro punto de vista nos lo da el profesor Aylwin Azocar, quien sostiene que la exigibilidad es
una propiedad del acto administrativo que le permite ejecutarse por sí mismo, sin nuevo trá-
mite. Silva Cimma sigue la misma idea, permite que el acto administrativo sea inmediatamen-
te ejecutable, sin limitaciones ni intervención de otras autoridades o poderes.

Nosotros tenemos la visión del profesor Aylwin y Silva Cimma, en el sentido que la exigibili-
dad es una propiedad del acto administrativo, consecuencia lógica de la facultad de imperio
de que goza la Administración.

El art. 3º inc. 8º LBPA prescribe que “los actos administrativos gozan de imperio y exigibilidad
frente a sus destinatarios, desde su entrada en vigencia, autorizando su ejecución de oficio
por autoridad administrativa”.

Una cuestión relevante que no podemos dejar de notar, es la diferencia conceptual que se
presente entre los vocablos de exigibilidad, ejecutoriedad y ejecutividad. Ya hemos dicho que
la exigibilidad se relaciona con la posibilidad de compeler por vías coactivas al particular para
exigir de él, el cumplimiento del acto administrativo. Por otra parte, se debe distinguir entre
ejecutoriedad y ejecutividad, que son conceptos que se refieren a cuestiones diversas. La
ejecutividad es un efecto propio de los actos cuyas órdenes están dirigidas al ámbito interno
18
y externo de la Administración y que dice relación con la obligatoriedad de la orden conteni-
da en el acto por el sólo hecho de emanar de la actividad formal del Estado y estar ampara-
dos de la presunción de legalidad que les asiste. La ejecutoriedad en cambio, es un efecto
de los actos administrativos que requiere para su ejecución de la colaboración de uno o más
particulares, pudiendo constreñirlos para obtener su cumplimiento -por algunas de las vías
que se contemplan al efecto: imposición de una multa u otra sanción administrativa; hacer
ejecutar el acto por sus propios medios, por cuanta y cargo del particular reunente; y de ha-
cerlo ejecutar por un tercero ajeno por cargo y cuenta del particular que incumple, tan pronto
como se ha dictado el acto administrativo, aun cuando pendan plazos para la interposición
de recursos administrativos o aquellos que abren la vía jurisdiccional ordinaria, y a pesar que
éstos se hayan interpuesto, mientras no sea decretada la suspensión de los efectos del acto
por haber norma especial que habilite al órgano decisor para ello, o se haya fallado mediante
sentencia de término que los declare inaplicables o nulos.

Si bien la ejecutividad de los actos administrativos es un principio general establecido en la


LBPA, se debe entender que ello no habilita al órgano público a exigir o compeler al particu-
lar a su cumplimiento por vía coactiva (ejecutoriedad), sino en cuanto exista una norma ex-
presa que lo autorice.

Es la ley -en general- que establece que el acto administrativo goza de la presunción de le-
galidad (legitimidad) y, sobre esta presunción, descansa su fuerza ejecutoria (ejecutoriedad),
la que faculta a la Administración a poner en práctica por sus propios medios, es decir, sin
recurrir al imperio judicial. No obstante, puede ocurrir que la ley o la naturaleza del acto ad-
ministrativo exijan la intervención judicial y, en tal caso, debe cumplirse esa intervención, pues
de los contrario la Administración actuaría por vías de hecho, procedimiento que está vedado
por la ley.

e.- Impugnabilidad

La impugnabilidad es una característica que incide de manera importante en los modos de


extinguir los actos administrativos, no solo cuando determina el derecho de los interesados a
oponerse a determinados actos, sino que además se materializa la idea que los actos admi-
nistrativos son revocables -en sentido amplio- por motivos de mérito o ilegalidad.

La impugnabilidad es un contrapeso a la actividad Estatal o si se quiere a las prerrogativas


estatales. Así, la presunción de legalidad puede ser destruida, atacándose éstos por alguna
de las vías impugnatorias que se contemplan en el ordenamiento jurídico.

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El fundamento positivo de la impugnabilidad comienza en la CPR, que reconoce el Derecho
de acción art. 19 nº 3, luego se reafirma en el art. 38 inc.2º cualquier persona que sea lesio-
nada en sus derechos por la Administración del Estado, de sus organismos o municipalida-
des, podrá reclamar ante los tribunales que determine la ley, sin perjudico de la responsabili-
dad que pudiere afectar al funcionario que hubiere causado daño. Luego, el art. 2 de la LB-
GAE que contempla la posibilidad de presentar acciones y recursos correspondientes a que
den lugar el abuso o exceso en el ejercicio de las potestades públicas de los Organos de la
Administración del Estado. Finalmente, es la misma LBPA en su art. 15 que reconoce la im-
pugnabilidad de los actos administrativos a nivel de principio que informa las actuaciones
formales de la administración.

La impugnación de los actos administrativos, en sí misma -no ya como principio- tiene direc-
ta relación con la extinción provocada de los mismos y se denomina genéricamente como
revisión de los actos administrativos.

f.- Escrituración

Sólo son actos administrativos los de carácter escrito, los demás pueden ser constitutivos de
actuaciones materiales de la administración.

Esta característica emana de la LBPA, en su artículo 5 “Principio de escrituración. El proce-


dimiento administrativo y los actos administrativos a los cuales da origen, se expresarán por
escrito o por medios electrónicos, a menos que su naturaleza exija o permita otra forma más
adecuada de expresión y constancia”.

Lo anterior pone de manifiesto lo siguiente:

– En razón de la naturaleza del acto, se da la posibilidad de manifestar el Acto Administrati-


vo, a través de otra forma de expresión o constancia.
– Soporte digital. La escrituración puede ser cumplida por medios electrónicos.

Eficacia, revisión, terminación y extinción de los actos administrativos

a.- Eficacia

Que el acto administrativo goce de eficacia jurídica, quiere decir que este es obligatorio para
aquellos que se encuentran comprendidos por el mismo, sean órganos de la administración
pública, funcionarios o particulares.

20
La eficacia jurídica es independiente de la validez o invalidez que el acto administrativo pueda
tener, toda vez que, debido a la presunción de legalidad, el acto administrativo deberá ser
cumplido mientras no sea anulado por el juez o invalidado por la propia administración.

En principio el acto administrativo goza de eficacia u obligatoriedad, una vez que ha conclui-
do el procedimiento administrativo que le sirve de antecedente. Sin embargo, la LBPA dispo-
ne de regla especial en cuanto a la eficacia temporal para los decretos y resoluciones, las
que producirán sus efectos desde su notificación o publicación según sea el contenido, indi-
vidual o general. Artículo 51. Ejecutoriedad. Los actos de la Administración Pública sujetos al
Derecho Administrativo causan inmediata ejecutoriedad, salvo en aquellos casos en que una
disposición establezca lo contrario o necesiten aprobación o autorización superior.

Los decretos y las resoluciones producirán efectos jurídicos desde su notificación o publica-
ción, según sean de contenido individual o general.

No existe regla similar para otra clase de actos administrativos como aquellos de certifica-
ción, constancia, juicio o conocimiento.

La eficacia del acto administrativo está subordinada a mecanismos de publicidad, ya sea la


publicación del acto o medida, lo que ha sido previsto por la LBPA en el art. 51 inc 2° “Los
decretos y las resoluciones producirán efectos jurídicos desde su notificación o publicación,
según sean de contenido individual o general”

b.- Notificación

Todo acto administrativo de efectos individuales debe ser notificado previamente a los parti-
culares para que sea eficaz. A este respecto, los artículos 45 y 46 de la LBPA se ocupan de
regular los requisitos y efectos de las notificaciones. Artículo 45. Procedencia. Los actos ad-
ministrativos de efectos individuales, deberán ser notificados a los interesados conteniendo
su texto íntegro.

Las notificaciones deberán practicarse, a más tardar, en los cinco días siguientes a aquél en
que ha quedado totalmente tramitado el acto administrativo.

No obstante lo anterior, los actos administrativos que afectaren a personas cuyo paradero
fuere ignorado, deberán publicarse en el Diario Oficial.

Artículo 46. Procedimiento. Las notificaciones se harán por escrito, mediante carta certificada
dirigida al domicilio que el interesado hubiere designado en su primera presentación o con
posterioridad.
21
Las notificaciones por carta certificada se entenderán practicadas a contar del tercer día si-
guiente a su recepción en la oficina de Correos que corresponda.

Las notificaciones podrán, también, hacerse de modo personal por medio de un empleado
del órgano correspondiente, quien dejará copia íntegra del acto o resolución que se notifica
en el domicilio del interesado, dejando constancia de tal hecho.

Asimismo, las notificaciones podrán hacerse en la oficina o servicio de la Administración, si el


interesado se apersonare a recibirla, firmando en el expediente la debida recepción. Si el in-
teresado requiriere copia del acto o resolución que se le notifica, se le dará sin más trámite
en el mismo momento.

En cuanto a su contenido, las notificaciones han de contener el texto íntegro del acto; y en
cuanto a su forma, deben practicarse en el plazo máximo de cinco días, a partir de la total
tramitación del acto administrativo. Se harán por escrito, mediante carta certificada dirigida al
domicilio que el interesado hubiere designado en su

primera presentación o con posterioridad. Las notificaciones por carta certificada se enten-
derán practicadas a contar del tercer día siguiente a su recepción en la oficina de Correos
que corresponda.

Las notificaciones podrán, también, hacerse de modo personal por medio de un empleado
del órgano correspondiente, quien dejará copia íntegra del acto o resolución que se notifica
en el domicilio del interesado, dejando constancia de tal hecho. Asimismo, las notificaciones
podrán hacerse en la oficina o servicio de la Administración, si el interesado se apersonare a
recibirla, firmando en el expediente la debida recepción. Si el interesado requiriere copia del
acto o resolución que se le notifica, se le dará sin más trámite en el mismo momento.

En caso de que la notificación no pudiera ser llevada a cabo en la forma antedicha, el artículo
45 inciso 2° de la LBPA autoriza que frente a actos administrativos que afectaren a personas
cuyo paradero fuere ignorado, deben ser publicados en el Diario Oficial.

A partir de la notificación correcta, el acto comienza a desplegar efectos, si bien el artículo 47


de la LBPA admite la posibilidad que, por voluntad del propio interesado los defectos de la
tramitación puedan entenderse subsanados: Artículo 47. Notificación tácita. Aun cuando no
hubiere sido practicada notificación alguna, o la que existiere fuere viciada, se entenderá el
acto debidamente notificado si el interesado a quien afectare, hiciere cualquier gestión en el
procedimiento, con posterioridad al acto, que suponga necesariamente su conocimiento, sin
haber reclamado previamente de su falta o nulidad.

22
c.- Revisión

La revisión de los actos administrativos, en términos sencillos, es la potestad de la Adminis-


tración de volver sobre sus propios actos, enmendándolos, reemplazándolos o extinguiéndo-
los, ya sea de oficio o a petición de parte, en atención al mérito, oportunidad, conveniencia o
legalidad, sin perjuicio de la facultad radicada en los tribunales de justicia de declarar nulos
los actos administrativos.

Una de las primeras fuentes que permiten a la administración volver sobre su decisión, esta
prescrita en el artículo 3 de LBGAE, en cuanto al bien común, corroborado en el inciso 4 del
artículo 1 de la CPR. La Administración pública, en búsqueda del bien común, el interés ge-
neral y los acelerados cambios que se suscitan en la sociedad en el siglo XXI, hace necesario
adaptar determinadas decisiones a la realidad, pero también exigencias de carácter jurídico,
como lo es el fiel cumplimiento de la juridicidad de los actos administrativos.

Se relacionan con la revisión del acto administrativo:

c.1.- La aclaración.

La LBPA en su artículo 62 prescribe que, en cualquier momento, la autoridad administrativa


que hubiere dictado una decisión que ponga término a un procedimiento podrá, de oficio o a
petición del interesado, aclarar los puntos dudosos u obscuros y rectificar los errores de co-
pia, de referencia, de cálculos numéricos y, en general, los puramente materiales o de he-
chos que aparecieren de manifiesto en el acto administrativo.

Se trata de una institución idéntica a la que conocemos en el CPC.

c.2.- La revocación.

El fenómeno de la revocación de los actos administrativos no se comprende sino se hace


una reflexión previa sobre la llamada revisión de oficio. La LBPA no contiene una regulación in
extenso del tema, más bien se sostiene en sólo una norma de la LBPA, el art. 61, en cuanto
potestad revocatoria.

La norma en comento regula una de las hipótesis de extinción de los actos administrativos.
Se establece que la revocación procede por regla general, salvo que se configure algunas de
las excepciones allí contempladas. Para la CGR, la revocación consiste en dejar sin efecto un
acto administrativo por la propia Administración mediante un acto de contrario imperio, si
aquél vulnera el interés público general o especifico de la autoridad que lo emitió, de manera
que deberá fundarse en razones de mérito, conveniencia u oportunidad.
23
La clave de la potestad revocatoria de la administración, se encuentra en la tensión que se
origina entre, por un lado, el interés público comprometido en la modificación o revocación
de una situación existente, y de otro lado, la seguridad jurídica del particular al mantenimien-
to de su statu quo intangible, aspecto que entronca con el principio de confianza legítima.

El profesor Iván Arostica muy bien nos explica que, las circunstancias de oportunidad, mérito
o convivencia, dicen relación con las apreciaciones y valoraciones de hecho efectuadas por
la Administración, una vez que el acto, regular y lícito ya ha sido emitido, que a fin de darle
mayor operatividad, claridad y eficacia, aconsejan su retiro”.

La revocación toma su fundamento en la potestad invalidatoria, que de acuerdo al profesor


Millas “es el poder o facultad de la administración del Estado de volver sobre sus actos pro-
pios, ya sea de oficio o a petición de parte, para revisar o retirar por sí misma actos adminis-
trativos viciados, irregulares o contrarios al ordenamiento jurídico”. La revocación priva de
efectos a un acto administrativo por ser o pasar a ser éste contrario al interés público o ge-
neral o, específicamente, del objeto o giro y bienes públicos de la entidad emisora del acto.

Dada la importancia de la revocación, obligan a la administración a que el ejercicio de esta


potestad deba producirse mediante la ineludible observancia de una serie de requisitos o
exigencias. Por ello no cabe el ejercicio de esa potestad por parte de la administración sin
que previamente una norma habilite y determine en forma taxativa los supuestos en que la
revocación puede producirse.

La revocación no supone confrontar el acto administrativo con la legalidad al que debe total
observancia, sino que a un criterio subjetivo de la propia administración, a saber, la califica-
ción de un nuevo interés general, la conveniencia de otorgar una nueva regulación ante ne-
cesidades públicas cambiantes, o a la circunstancia que lo decretado en el acto administrati-
vo ha dejado de ser tenido como valioso ante un nuevo escenario fáctico. Natural corolario
de lo dicho es entender que el fundamento de la revocación es el cambio en uno de los pre-
supuestos del acto administrativo original que lo desajustan respecto del interés general teni-
do en vista cuando se dictó.

En todo caso, lo antes dicho no supone negar la posibilidad de revocar actos administrativos
que al mismo tiempo son irregulares, pero que rigen y tienen vigencia porque él vicio de que
adolecen no es dé una entidad tal que haya requerido su anulación.

Además, la revocación es un modo de extinguir el acto administrativo. Es una eliminación del


mundo jurídico que tiene lugar cuando la pervivencia de sus efectos se manifiesta en contra-
dicción con los intereses públicos que la administración debe tutelar.
24
La revocación opera de manera natural allí donde hay actos administrativos cuyos efectos se
cumplen sucesivamente en el tiempo. Por lo mismo se niega la posibilidad de ser revocados
los actos instantáneos o cuyos efectos ya se han agotado o consumado. Asimismo, la segu-
ridad jurídica exige la revocación no afecte los derechos y situaciones jurídicas que han sido
creados o reconocidos por ley o por la propia administración, en provecho o beneficio de las
personas.

Para los efectos de la LBPA, la revocación cabe ser ejercida por el mismo órgano que ha dic-
tado el acto que es objeto de esta medida, pero no procederá en los casos expresamente
señalados en art. 61:

– Cuando se trate de actos declarativos o creadores de derechos adquiridos legítimamente.


– Cuando la ley haya determinado expresamente otra forma de extinción de los actos
– Cuando por su naturaleza, la regulación legal del acto impida que sean dejados sin efecto.

Con todo, logramos encontrar en la doctrina dos puntos pacíficos acerca del tema:

– La potestad revocatoria no tiene plazo para ser ejercida. Resulta lógico que no lo tenga, en
cuanto se trata del poder necesario para llevar a la práctica los cambios de dirección polí-
tica que experimenta la administración pública. (no obstante para el profesor este punto,
en parte también puede ser discutible).
– Los límites de dicha potestad, de los cuales el más evidente es el de los derechos adquiri-
dos por parte del beneficiado del acto administrativo.

En suma, la potestad revocatoria permite a la Administración revisar sus propios actos, en


cuanto al mérito, oportunidad y conveniencia de los mismos, pudiendo dejarlos sin efectos
total o parcialmente, mediante un acto de contrario imperio, por haberse alejados éstos de
su finalidad o no dar cumplimiento al interés general del momento que se revisa.

Se trata entonces de un modo de extinguir los actos administrativos no natural, sino que
provocado -como también ocurre con lo la impugnación, en cuanto no es consecuencia del
mismo, sino de una evaluación ex post que realiza la Administración.

c.3.- La invalidación

El concepto de invalidación no se encuentra reconocido en nuestro ordenamiento jurídico. La


doctrina define la invalidación de los actos administrativos (en Chile), como la privación de los
efectos de un acto administrativo de la propia autoridad, dictado con anterioridad, por ser
éste contrario al ordenamiento jurídico, en virtud del ejercicio de la potestad revocatoria. Otra
noción nos indica que es una causal extraordinaria de extinción que consiste en dejar sin

25
efecto el acto administrativo por la misma autoridad que dispuso la medida irregular, atendi-
do que resulta contrario a derecho, esto es, que adolece de un vicio de ilegalidad o onscons-
titucionalidad.

Supone dejar sin efecto un acto contrario a derecho, es decir, que adolece de un vicio de ile-
galidad o inconstitucionalidad. Además, la invalidación es declarada de oficio por la adminis-
tración, en virtud del art. 6 CPR y 53 inciso 1º de la LBPA. En el mismo sentido la jurispru-
dencia de la CGR sostiene que la invalidación debe ser resuelta por la misma autoridad que
dispuso la medida irregular , a través de la emisión de un nuevo decreto o resolución que or-
dene dejarlo sin efecto, aun cuando aquélla haya cumplido con el trámite de toma de razón,
siempre, por cierto, que la invalidación sea procedente y los errores fehacientemente acredi-
tados.

Lo anterior permite distinguir la invalidación de la revocación, que es el retiro de un acto pro-


pio, privándolo de sus efectos por motivos de mérito, oportunidad o conveniencia, con base
a un criterio objetivo.

Destacar que también se diferencia la revocación de la invalidación por la proyección de los


efectos de éstas en el tiempo. Así, la revocación genera efectos a futuro, en cuanto cambio
de parecer de la Administración, mientras que la invalidación, en cuanto ejercicio de la potes-
tad invalidatoria por causal de anulabilidad del acto, produciría efectos retroactivos.

Antes de la LBPA, la doctrina iuspublicista nacional hacia esta distinción entre revocación e
invalidación. El dictamen de la CGR número 22.804 de 1971 refiere: los actos administrativos
pueden ser dejados sin efecto por la administración tanto por razones de ilegalidad como
por causales de conveniencia u oportunidad. En el primer caso procede la invalidación…,
por el contrario, cuando las razones que se invocan para dejar sin efecto el acto administrati-
vo son la conveniencia y la oportunidad, se configura la revocación…Posterior a la LBPA, el
órgano contralor sigue con la distinción, en el dictamen 33.541 de 2006 se expresa: la invali-
dación requiere la existencia de vicios de derecho y no razones de mérito, oportunidad o
conveniencia, propias de otra institución, la revocación.

Problema que se presenta con la invalidación, es él de los límites que ella tiene. Por una par-
te, se entiende, utilizando normas de derecho común, que los derechos que han sido otor-
gados por la autoridad a través de un acto administrativo, respecto de un particular de bue-
na fe, estos ingresarían a su patrimonio, siendo el límite a la invalidación. Pero se trata de de-
rechos que tiene su origen en un acto administrativo que adolece de vicios de legalidad.

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Si bien el acto administrativo que adolece de un vicio de legalidad produce todos sus efectos
en tanto no haya sido invalidado por la Administración, o declarada su nulidad por los Tribu-
nales, los particulares no pueden beneficiarse de la ilicitud del acto administrativo para adqui-
rir derechos. En otros términos, , hay una jurisprudencia minoritaria que establece que un
acto que ha sido emitido de manera irregular no puede dar lugar, en principio, a situaciones
jurídicas consolidadas.

En lo que respecta al procedimiento invalidatorio, la solicitud debe realizarse en un plazo de


dos años contados desde la notificación o publicación del acto administrativo. Ello, toda vez
que el referido plazo es de caducidad y no de prescripción, por lo cual no pueden interrum-
pirse ni suspenderse en virtud de la interposición del recurso dentro de su término. La solici-
tud debe ser resuelta por la misma autoridad que dictó el acto, mediante una dictación de un
nuevo decreto o resolución que ordene dejar sin efecto el acto primitivo. De acuerdo a diver-
sos pronunciamientos, no obsta a la invalidación que el acto haya sido tomado razón, pues
la invalidación siempre será procedente si el plazo se encuentra vigente y los vicios acredita-
dos.

Un aspecto de los aspectos que merece atención, radica en que la invalidación debe ser re-
suelta previa audiencia de interesado. La materialización de esta etapa del procedimiento, no
ha quedado bien definida. Sin embargo, sí se ha establecido que, por su naturaleza, el referi-
do trámite de audiencia no es aplicable a los actos administrativos que contengan normas de
general aplicación (un reglamento), sin que ello se puede deducir que tales actos no pueden
ser impugnados e invalidados.

La aplicación de la potestad invalidatoria no excluye la intervención de los Tribunales de Jus-


ticia en la materia, mediante la interposición de los recursos que establezca del ordenamiento
jurídico. En el mismo sentidos la CGR siempre mantiene su facultad para pronunciarse sobre
la legalidad de los actos administrativos, pudiendo ordenar al órgano correspondiente ejercer
la potestad invalidatoria.

c.4.- Decaimiento

El decaimiento es una forma natural de término de los efectos de un acto administrativo, ex-
perimentándose la pérdida de eficacia del mismo, en razón de circunstancias sobrevinientes
que hacen desaparecer un supuesto de hecho o de derecho del acto administrativo, indis-
pensable para su existencia. En el primer caso, la alteración, evolución o modificación de la
realidad que motivó el acto ya no es tal, haciendo estéril la producción de sus efectos, extin-

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guiéndose los efectos del acto, pero no el acto en sí mismo, que pervivirá en el ordenamiento
jurídico, pero solo de una manera formal.

El profesor don Hugo Caldera, sostiene que que el decaimiento por razones fácticas, no
produciría una extinción definitiva, pero sí indefinida en el tiempo.

El segundo caso, desapareciendo el supuesto de Derecho que dio origen al acto administra-
tivo, podemos sostener que se trata de una derogación tácita o la simple cesación de sus
efectos por la desaparición del ordenamiento jurídico de la regla de derecho en que se funda
su existencia.

Efectos del acto administrativo

Podemos mencionar los siguientes:

– La presunción de legalidad.
– La imperatividad.
– La exigibilidad o imperio.
– La vigencia de los actos administrativos.

De los tres primeros, ya hemos explicado de que se trata, respecto del último de ellos nos
referiremos en las líneas que siguen.

Por regla general, los actos administrativos entran en vigencia a través de su notificación y
producen sus efectos hacia lo futuro. Ello, en virtud de lo preceptuado en el art. 2 de la
LBPA, se reafirma lo expresado en el art. 52 del mismo texto legal.

La irretroactividad del acto administrativo conoce excepciones, la retroactividad y la vigencia


diferida el acto.

En cuanto a la retroactividad del acto administrativo, consiste en la vigencia del acto adminis-
trativo dede una fecha anterior a su notificación o publicación, en virtud del principio pro-ciu-
dadano consagrado en el art. 52 de la ley 19.880: cuando produzcan consecuencias favora-
bles para los interesados y no lesione derechos de terceros.

Esta hipótesis se verifica en dos casos:


– Cuando el acto administrativo produce consecuencias favorables para los interesados y no
lesiones derechos de terceros.
– Cuando la ley lo indica. Esta circunstancia acontece en el caso de los nombramientos,
donde la autoridad puede ejercer la facultad que le confiere el art. 16 del Estatuto Adminis-

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trativo, en orden a disponer que ellos rijan desde la fecha indicada en sus respectivos de-
creto o resoluciones de nombramiento: inc. 2 art. 16 EA Si el decreto o resolución ordena-
re la asunción de funciones en una fecha anterior a la de su total tramitación, el interesado
deberá hacerlo en la oportunidad que aquél señale.

Otro aspecto a considerar es el de la vigencia diferida del acto administrativo, se trata de una
vigencia del acto administrativo desde una fecha posterior a su notificación o publicación.

Extinción de los actos administrativos

La extinción de los actos administrativos son aquellos hechos jurídicos, actos administrativos
o actos de los interesados que generan ineficacia de los actos administrativos.

Podemos clasificarlos, dependiendo del punto de vista doctrina, en dos grandes grupos:

– Causas naturales ordinarias, son aquellas que operan con el agotamiento o cumplimiento
del acto administrativo, cómo sería el cumplimiento del objeto del acto.
– Causales provocadas, anormales o extraordinarias, son aquellas que tiene su origen en un
acto administrativo o en una sentencia judicial.

Causas naturales u ordinarias de extinción

1.- El decaimiento

Figura que ya hemos revisado.

2.-El cumplimiento del fin o la llegada del plazo

La manera natural de poder terminar los efectos del acto administrativo, sería el cumplimien-
to o agotamiento de su objeto o finalidad. El profesor Caldera Delgado distingue entre aque-
llos actos que se agotan con la sola ejecución y aquellos que se dictan para tener vigencia
indefinida, en cuyo caso es necesario considerar la ejecución de su objeto y el logro de su
finalidad por etapas, de forma gradual, hasta alcanzar el cabal e íntegro cumplimiento.

De igual forma, para el caso de los actos que se dictan para estar vigentes durante un lapso
de tiempo determinado, el cumplimiento de dicho plazo, es la terminación natural de los
efectos y de la finalidad con la que fue dictado el acto.

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3.- La caducidad

Es la cesación de los efectos de un acto administrativo, cuya sanción es la extinción del


mismo, de lo que se desprende que han de estar sujetos a una condición resolutoria.

De lo anterior se sigue que es un modo de extinguir los efectos del acto administrativo de
modo natural, que opera como una sanción para el destinatario o beneficiario del acto por no
haber ejercido sus derechos en un cierto lapso de tiempo o por no cumplir con ciertas con-
diciones o modos que se establecen como requisitos necesarios para que éste surta efectos
o lo haga de manera estable, ya sea por indicarlo expresamente la ley o por constar la auto-
ridad con la facultad para ello, plasmado en el propio acto.

El acto administrativo que caduca es un acto válido y producirá todos sus efectos mientras
no se constante la caducidad. Se asemeja a la revocación, en cuanto rige para lo futuro;
pero se diferencia de dicho modo de extinguir los actos administrativos, en que se motiva en
el incumplimiento de las obligaciones que imponía al beneficiado y opera cuando aun éste
haya podido constituir derechos en favor del administrado o haber ampliado su esfera de
una determinada situación jurídica.

Al mismo tiempo, la caducidad se diferencia de la invalidación en dos aspectos: por una par-
te, la primera recae sobre un acto válido y regular, mientras que la segunda, opera respecto
de actos ilegítimos. Por otra parte y a consecuencia de lo anterior, la caducidad operará ha-
cia lo futuro, no alterando los efectos que hubiesen emanado del acto válido, mientras la in-
validación opera retroactivamente, eliminando los efectos que se generaron a partir del acto
viciado.

4.- El mero retiro

El mero retiro del acto administrativo consiste en la decisión de la autoridad no perseverar


con su tramitación, en alguna etapa intermedia antes de la finalización del procedimiento
administrativo o, habiendo concluido su tramitación, no se cumple con los requisitos necesa-
rios para la producción de sus efectos. En otras palabras, se trata sólo de un proyecto de
acto administrativo o se trata de un acto frustrado, que no llega a concluir los trámites nece-
sarios para su creación.

El profesor Moraga Klenner sostiene, que aunque cuestionable, habría una hipótesis de mero
retiro, en los casos en que un acto administrativo es dejado sin efecto mientras pende el pla-
zo para su entrada en vigencia o mientras no se cumple la condición suspensiva de la cual
pende. Adherimos a la postura que en éste caso no se configuraría el mero retiro, ya que

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para privar de los efectos al acto, habría que dictar un acto administrativo revocatorio, lo que
implica estar ante otra figura.

Otras forma, provocada. La Nulidad de Derecho Público

La nulidad de Derecho público es una institución que no tiene regulación expresa en nuestro
ordenamiento jurídico, ha nacido y se ha desarrollado gracias a la doctrina y la jurispruden-
cia.

Debemos dar por estudiada la institución de la nulidad, como una sanción legal de ineficacia,
pero que en materia de Derecho público tiene sus diferencias.

Una de las primeras teorías que explican la institución en comento, a partir de la CPR 80’, es
la del profesor Eduardo Soto Kloss.

En primer lugar para Soto Kloss, la nulidad de derecho público actuaría de pleno derecho o
ipso iure, fundado en que el acto contraviene preceptos constitucionales (art. 6 y 7 de la
CPR). El argumento se encontraría en que dicho carácter ipso iure, sería la salvaguarda de la
supremacía constitucional en el ordenamiento jurídico y de la juridicidad, con ello, del Estado
de Derecho. Por tanto, dado el carácter contra constitucionem del acto administrativo, se
sanciona con nulidad de pleno derecho en virtud de una razón de utilidad pública.

En segundo lugar, la Nulidad de Derecho Público para Soto Kloss, es imposible de sanear,
ratificar o convalidar. Lo anterior, es consecuencia del hecho que el acto nulo no produce
efectos por estar así previsto expresamente en la CPR, y sin no produce efectos no existe
para el Derecho en tanto manifestación de voluntad con efectos jurídicos, a lo sumo una si-
tuación de hecho, por lo anterior, no puede sanearse, convalidarse o rectificarse.

Finalmente, y uno de las características más polémicas del punto de vista del profesor Soto
Kloss es, consecuencia del carácter de pleno derecho de ésta nulidad, su imprescriptibilidad.
Se trata de una sanción de inexistencia del acto administrativo, que al ser contrario a la
Constitución, carece de realidad jurídica por efecto de lo dispuesto en el art. 7 CPR.

Por su parte, le profesor Gustavo Fiamma, crítica a Soto Kloss, en aquella parte de la nulidad
que opera de pleno derecho, reconociendo que por seguridad jurídica se debe acudir a Tri-
bunales, para que estos conozcan y declaren la nulidad.

Fiamma Olivares aporta también en cuanto al procedimiento. La nulidad antedicha no se en-


cuentra reconocida expresamente en nuestro ordenamiento jurídico, realizando el profesor
una construcción dogmático-histórica para explicar cuestiones de índole procesal, fundado
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en el Derecho a la acción, más bien Derecho de petición del art. 19 número 14 de la CPR, en
relación con el derecho a la defensa del art. 19 número 3 CPR. Mediante la integración de la
normas citadas, se obtiene una teoría de la acción de Nulidad de Derecho Público, que aun-
que dudosa doctrinariamente, se ha masificado y aceptado largamente por el foro, generan-
do a partir de ella jurisprudencia que ha acogido su existencia, sin perjuicio de la evolución
con que se ha resuelto las pretensiones por ella invocada.

Pero esta evolución doctrinal y jurisprudencial ha sido criticada, constatando que , no exis-
tiendo normas claras que permitan afirmar fehacientemente que existe un estatuto que rige a
las nulidades de Derecho público, se debe desarrollar en primer lugar, por parte del legislador
e introducir las sanciones correspondientes a los vicios de que adolezca el acto administrati-
vo que merezca la nulidad como sanción de ineficacia.

Además, se suma el hecho que opere ipso iure por cuanto nuestro ordenamiento jurídico re-
conoce a la nulidad como sanción de ineficacia, pero que debe ser declarada por el juez,
sumando a ello la presunción de legalidad de los actos administrativos, todo lo anterior sirve
a criticar la teoría de Soto Kloss y Fiamma . Pareciera que sólo el art.35 CPR sería el único
caso (no pacífico tampoco) que permitiría afirmar la nulidad ipso iure , pero sólo de una cues-
tión puntual.

Otro punto que se critica a la teoría de Soto Kloss, es la imprescriptibilidad de la acción de


nulidad de Derecho Público. Pedro Pierry sostiene que sostener la imprescriptibilidad sería
atentar contra la seguridad jurídica.

Pierry ahonda en el tema de la nulidad, sosteniendo que hay que distinguir, desde un punto
de vista doctrinario y de derecho comparado, entre:

– aquellas acciones cuya única finalidad es la obtención de la declaración de nulidad de un


acto administrativo,
– y aquellas que buscan la declaración de un derecho en favor de un particular.

Respecto de las primeras, en el derecho francés son denominadas recursos por exceso de
poder y pueden interponerse por cualquier persona que tenga interés en ello. Tiene efectos
generales erga omnes y tiene breve plazo de prescripción, en atención a la necesidad de
certeza respecto de los actos administrativos. En cuanto a las acciones del segundo tipo,
son las denominadas acciones de plena jurisdicción que buscan la declaración de un dere-
cho a favor de un particular, siendo necesario para ello la declaración de nulidad del acto
administrativo. Están sujetas a plazos más largos de prescripción, que en fondo sería similar
a aquel en que prescribe el derecho del que se busca su declaración.

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Siempre, en relación a los actos administrativos y la nulidad debemos tener en consideración
2 principios esenciales:

– Trascendencia. La doctrina reduce el principio a la siguiente regla. No hay nulidad sin per-
juicio. Quiere decir que la potestad judicial anulatoria debe servir de vigencia al principio de
la juridicidad-legalidad, y ayuda al administrado lesionado en su esfera patrimonial de de-
recho producto del acto viciado. El art. 13 inc 1 y 2 LBPA, recogen el principio bajo la no-
ción de perjuicio, entendiendo como lesión a un derecho o interés legítimo de un particular.
(rr. art. 38 inc. 2° CPR).Por ello es importante tener en consideración que todas aquellas
ilegalidades de los actos administrativos que son inocuas para el interesado no causan nu-
lidad.
– Conservación. Según este principio, la nulidad es un derecho excepcional a la ilegalidad
del acto, desarrollando a su amparo mecanismos de saneamiento tales como la convali-
dación, conversión, rectificación y la prescripción.Podemos colegir del art. 13 LBPA que es
posible sanear los vicios de que pueda adolecer un acto administrativo y, aun cuando la
ley no lo diga expresamente, el saneamiento por convalidación tácita de la administración
solamente puede tener lugar cuando la autoridad administrativa haya tomado conocimien-
to del vicio y realice cualquier actuación que no sea la invalidación, exigiéndose que el vicio
aparezca de manifiesto o que, posteriormente, el órgano sepa que su decisión se basó en
antecedentes erróneos o falsos.

Si bien el art. 13 inc. Final LBPA, otorga a la administración la facultad de subsanar las ilega-
lidades de los actos que emita, entonces, el ejercicio de la potestad de saneamiento queda
subordinada a que el acto irregular objetivamente sea susceptible de conservarse dentro del
ordenamiento jurídico, pues reúne los requisitos mínimos de validez.

En consecuencia, el inc., final del art. 13 LBPA distingue dos clases de ilegalidades: (formas
con las cuales nos acercamos al modelo español, distinguiendo actos nulos de actos anula-
bles).
– Aquellas que conducen inevitablemente a la nulidad del acto, puesto que es insaneable.
– Aquellas que, no obstante causar perjuicio al interesado, son susceptibles de saneamiento
por la administración.

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Causales de nulidad del acto administrativo:

a.- La investidura regular

La investidura regular es un procedimiento en cuya virtud una persona o conjunto de perso-


nas asumen la calidad de titular dentro de un órgano público. En esta caso, debemos enten-
der la titularidad en sentido amplio, ya sea ésta permanente (titular en sentido estricto) o
temporal (subrogante o suplente). Por tanto, en virtud de la investidura se entiende que los
actos de una persona natural se entienden realizados y son imputables a una persona jurídi-
ca a la cual pertenece.

El tema de la investidura no es una cuestión totalmente resuelta por nuestro ordenamiento


como causal que provoque la nulidad de los actos administrativos. Desde antiguo nuestra
legislación y jurisprudencia administrativa ha reconocido la figura del funcionario de hecho, tal
como da cuenta el art. 16 inc. 2º del Estatuto Administrativo, art. 63 de la LBGAE.

b.- Incompetencia

A pesar de que el concepto de competencia aparece como da fácil comprensión, esto no se


presenta con tanta claridad en la práctica. En efecto, en muchas ocasiones este concepto se
utiliza en sentido amplio, como comprensivo de estar habilitado o facultado para poder ac-
tuar o ejercer una atribución, asimilándose al principio de legalidad en los términos del art. 7
inc. 2º CPR. En tales supuestos, se podría sostener que no es competente para actuar
aquella autoridad que no está investida en su cargo, que no está habilitada por la ley, que
actúa fuera de los supuestos de hechos previstos en la norma, que ejerce sus facultades
para una finalidad diversa de la establecida en el ordenamiento. En este alcance, la compe-
tencia se asimila a legalidad.

En sentido estricto, la competencia dice relación con la forma como la ley asigna y/o distri-
buye determinadas atribuciones entre órganos de la administración del estado, con el objeto
de que en su ejercicio no se produzcan solapamientos y sea posible una mejor gestión y
ejercicio de las mismas. Así, la competencia se refiere a los ámbitos que fija el legislador para
el ejercicio de una potestad. Ésta se divide tradicionalmente en relación al ámbito material, el
ámbito territorial, el ámbito temporal y el ámbito de grado de jerarquía.

En el primer caso, esto es, el ámbito material, la ley determina respecto de las materias o
contenidos si se puede ejercer determinada potestad. En este caso, se traduce en que la
autoridad puede ejercer sus atribuciones en relación a los contenidos específicos de actua-

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ción. Así, si bien diversos órganos tienen potestad sancionadora, ellos sólo pueden ejercer
respecto del ámbito específico de materias que determina el legislador.

En el ámbito territorial, esto se determina de acuerdo a la delimitación que el propio legisla-


dor ha establecido: competencia nacional, regional, provincial, comunal. En algunas ocasio-
nes se han establecidos límites territoriales diversos, como sucede con las Corporaciones de
Asistencia Judicial, que comprenden más de una región.

En cuanto al ámbito temporal, esto aparece asociado a aquellas facultades que se pueden
ejercer dentro de cierto tiempo o plazo. Así sucede, por ejemplo, cuando se solicita la modi-
ficación de un permiso que ya ha caducado o se otorgan ciertos beneficios durante un cierto
período.

Respecto del ámbito temporal, esto aparece asociado a aquellas facultades que se pueden
ejercer dentro de cierto tiempo o plazo. Así sucede, por ejemplo, cuando se solicita la modi-
ficación de un permiso que haya caducado o se otorgan ciertos beneficios durante cierto pe-
ríodo.

Por último, la jerarquía o grado también constituye un elemento que determina la competen-
cia. En algunos casos es la ley y, en otros, son las normas administrativas las que determinan
la autoridad que puede ejercer una potestad. Así sucede respecto de la adjudicación de los
contratos de obras públicas, ya que el monto del mismo determina la autoridad competente
para su adjudicación.

c.- Ausencia o ilegalidad de los motivos

Tradicionalmente, los motivos o fundamentos son mencionados como elementos del acto
administrativo haciendo un símil con la causa propia del ámbito civil.

Considerando que la administración del Estado siempre ha de tener un motivo objetivo, que
es el previsto por la ley, no es posible que esto pueda variar al infinito y, menos aún, éstos
puedan derivar de una actuación arbitraria.

Estos motivos pueden ser de hecho o de derecho, ya se que se encuentren en los supues-
tos fácticos contenidos en la norma jurídica, o sea, la norma que justifica su ejercicio. En este
caso, nuevamente nos encontramos con un tema de legalidad, pues estos motivos han de
encontrar en las normas que integran el bloque de legalidad su fundamento, incluyendo los
supuestos de hecho que conllevan su ejercicio. Así, para sancionar a un particular, se requie-
re que la ley otorgue dicha potestad (motivo de derecho), y que éste haya realizado una con-

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ducta que para la ley sea constitutiva de infracción (motivos de hecho). Sin embargo, este
procedimiento no siempre es tan simple como se presenta, pues existe un amplio abanico
de factores que indicen en el mismo:

– No sólo se debe determinar la existencia de los hechos, sino que se deba hacer una califi-
cación jurídica de los mismos.
– Normalmente, el legislador utiliza conceptos jurídicos indeterminados, cuya apreciación
queda entregada en una primera etapa a la autoridad administrativa. (utilidad pública, inte-
rés nacional, orden público).
– El ejercicio de la potestad puede ser discrecional, de forma tal que el control en su ejercicio
y su contenido también deriva en un control de los motivos que justifican dicho obrar. En
este caso, el margen de libertad o libre apreciación que el legislador le entrega al órgano
administrativo se transforma en un residuo como consecuencia del control de los elemen-
tos reglados de la potestad y que permiten mediante los PGD ejercer un control sobre la
misma colocando un límite a una eventual arbitrariedad (proporcionalidad, igualdad, no
discriminación, buena fe, confianza legítima, etc.)

d.- Ilegalidad del objeto

El objeto se traduce en la manifestación concreta de la potestad, ya sea ésta una declaración


de voluntad, juicio o constancia. En muchos de estos casos, el objeto será ilegal como con-
secuencia de un vicio en los motivos, pero también puede ser posible que la ilegalidad sólo
recaiga en el objeto, como consecuencia de una determinación que no guarda relación o
coherencia con los motivos.

Nuevamente el tema del vicio del objeto no es sino un tema de legalidad en general. No es
posible que en el ejercicio de sus potestades públicas los órganos de la administración
adopten determinaciones ilegales.

e.-Desviación de poder

Esta creación doctrinal francesa busca velar porque el acto administrativo no sólo se dicte
para satisfacer un interés general, sino el fin público específico previsto por la ley.

De esta manera, constituye una de las técnicas más valiosas para evitar las interpretaciones
torcidas de la ley, los resquicios legales, las argucias o leguleyadas, que buscan alterar el
sentido de la ley con el objeto de extender el ejercicio de una potestad pública para casos no
previstos, considerando el fin públicos específico que le asigna el legislador.

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f.-Vicio de forma

Por último, nos encontramos con el vicio de forma, que comprende tanto el vicio de proce-
dimiento y de la forma que debe revestir el acto administrativo.

A este respecto, sólo se debe señalar que la jurisprudencia ha hecho aplicación del principio
de trascendencia, en cuya virtud no cualquier vicio de forma conlleva la nulidad del acto ad-
ministrativo. Esto quiere decir que se exige cierta gravedad y entidad que se requieren en el
contexto de los estándares del instituto de la nulidad del acto administrativo, regla que por lo
demás ha sido recogida en él art. 13 inc. 2º de la LBPA.

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