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EL BOSQUE DE LA

AMISTAD
Había una vez un bonito
bosque lleno de animalitos.
Todos ellos eran diferentes,
pero
convivían y se respetaban sin
problemas.
Un buen día llegó un
astuto zorro llamado
Potorro y tuvo un pequeño
conflicto con el
conejo Alejo. El zorro, en
vez de dialogar e intentar
solucionar el problema,
decidió alejarse del
conejo y no ser su amigo.
Además, como era nuevo
y no tenía demasiados
amigos, decidió
inventarse el Club de los
Animales Fantásticos. En
este club podían entrar todos
los animales que
quisieran, siempre que al
zorro le cayeran bien y
cumplieran una condición:
no hablarle al conejo
Alejo. El resto de animales
estuvieron pensando qué
hacer. Tenían dudas porque
en realidad
Alejo era su amigo y, a pesar
de sus cosillas, con él habían
disfrutado siempre y no le
importaría
que entrara también al
club. Además, en el
bosque siempre todos se
habían respetado y
ayudado, y nunca habían
dejado solo a nadie ni se
ponían ese tipo de
condiciones entre ellos.
Pero, por otro lado, tampoco
querían quedarse fuera del
club ya que el zorro le había
prometido
que se lo pasarían genial.
La primera en decidirse fue
la serpiente Clemente, que
como era muy tímida se fue
con el
zorro, pensando que en el
club haría más amigos. A
ella, le siguió el oso Patoso,
que siempre
hacía lo que veía en los
demás, sin pensar mucho en
lo que realmente quería ni en
los valores
con los que le habían
educado sus papás osos. Más
adelante, se unió al grupo el
ciervo Siervo,
ya que al ver a los demás
tenía miedo a quedarse solo
con el conejo Alejo. Ante
esto, el conejo
cada vez se sentía más triste,
pero parece que a ninguno de
sus antiguos amigos les
preocupaba
demasiado. Preferían hacer
lo que hacían los demás y
seguir a su nuevo líder.
Bueno, en realidad
había un animalito al que sí
le importaba, ya que la
ardilla Pilla decidió quedarse
junto al conejo
porque le caía bien, y porque
quiso acompañar a su
compañero en esa situación.
Además, no le
parecían justas las
condiciones impuestas por el
zorro para entrar en su club.
La ardilla Pilla tenía
una gran personalidad y
confiaba mucho en sí misma.
Por eso, no siempre hacía lo
que hacían
los demás, pensaba por sí
misma según sus valores,
y se preocupaba porque
todo el mundo
estuviera bien a su
alrededor. Los papás de la
ardilla, muy queridos en el
bosque, le habían
educado para que no
impusiera a nadie su criterio
ni aceptara las imposiciones
de los demás, y
mucho menos si eso suponía
faltar el respeto o dejar fuera
a algún compañero del
bosque.
Durante algún tiempo todo
estuvo así, el zorro con su
club por un lado, y el
conejo y la
ardilla por otro, sin que
ninguno de sus antiguos
amigos le hablaran. Sin
embargo, en el club no
todo resultó ser tan bonito, y
pronto empezaron los
problemas. El zorro siempre
quería mandar e
imponer las normas a
seguir, amenazando con
echar del club a aquel que
no las cumpliera.
Lógicamente, eso no
gustaba a los demás
animales, y algunos
quisieron volver a su
situación
anterior. No obstante, les
daba un poco de vergüenza,
ya que pensaban que lo de
dejar de hablar
al conejo para seguir la
absurda condición impuesta
por el zorro no estuvo bien.
Se dieron cuenta
que igual que el zorro
consiguió aislar al conejo,
cualquier día podía hacer lo
mismo con ellos, en
cuanto no le gustara
alguna cosa o le llevaran
la contraria en algo. Se
dieron cuenta, por el
contrario, que el conejo y la
ardilla tenían una verdadera
amistad, sin condiciones ni
imposiciones
por parte de nadie, y sobre
todo basada en el respeto y la
ayuda mutua. El ciervo
Siervo sentía
envidia de ellos porque con
el zorro siempre tenía miedo
a ser rechazado por cualquier
cosa y, en
ese caso, seguramente los
demás actuarían del mismo
modo que hicieron con el
conejo.

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