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Libro 06 de la

Serie Breeding Season

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Traducción realizada por Traducciones Cassandra
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Traducción no oficial, puede presentar errores
Sinopsis
Sable nació en el seno del club Hell's Slaves MC. Su madre y su
hermana son putas del club, así que su futuro ya está trazado. Pero
nadie conoce sus secretos, uno de los cuales es su enamoramiento de
toda la vida del VP del club. Él es mayor, más rudo, y nunca la
consideraría para ser su vieja, pero eso no le impide soñar.
Dog es el segundo al mando y se toma su trabajo muy en serio.
La lealtad lo es todo para él. Cuando se trata de Sable, le resulta difícil
seguir las reglas. Ella es joven y dulce, con unos grandes ojos
marrones que lo hechizan. Cuando Forge la envía fuera del club para
reunir información sobre un policía local, no puede quitársela de la
cabeza. Le preocupa su seguridad, y aún más, que otro hombre ponga
sus manos en lo que considera suyo.
¿Desobedecerá a su Prez en nombre del amor o mantendrá
sus muros inflexibles y mirará hacia otro lado?
Capítulo 1
—¿Ninguno de ustedes tiene nada mejor que hacer? —Dog miró
fijamente al creciente grupo de curiosos.
Se pasó la mano libre por el pelo, haciendo lo posible por
mantenerse quieto. Llevaba más de tres horas sentado en el taburete
del patio principal, así que no estaba de muy buen humor.
Una de las viejas le estaba haciendo su último tatuaje, un
intrincado collage de calaveras en el bíceps izquierdo. La mujer llevaba
décadas tatuando, y ésta era la cuarta vez que él era su lienzo. Se miró
el brazo mientras la multitud se dispersaba, agradeciendo que la obra
de arte pareciera estar terminada. Era mejor de lo que esperaba. Ahora
mismo, lo único que quería era salir del caluroso patio y tomar una
cerveza fría.
—Ese es uno de los buenos.
Ya les había dicho a todos que se fueran a la mierda. Dog no
apreciaba un público cuando estaba acalorado, incómodo y nervioso
por las agujas. Cuando se dio cuenta de que era Sable, su ira se
derritió. Ella era su única debilidad.
—¿Eso crees?
Ella asintió, caminando alrededor del tronco de árbol que usaban
como mesa para abarcar todos los ángulos. Cuando llegó detrás de él,
le pasó las yemas de los dedos por el hombro, haciendo que todo su
cuerpo cobrara vida. Se sentó más recto en el taburete, acomodando
su postura. —Buen trabajo, Patty. Creo que es tu mejor trabajo hasta
ahora —dijo ella.
—Gracias, cariño. ¿Cuándo vas a dejar que te haga algo?
Sable se encogió de hombros. —Soy demasiado gallina.
—No necesitas que te hagan nada. Eres perfecta tal y como eres
—dijo Dog.
Hubo un momento de silencio incómodo.
—¿El viejo Dog está jugando con gatitos? —dijo Patty. Tosió en
cuanto empezó a reírse. Su voz era áspera por toda una vida de fumar.
La perra vieja no sabía cuándo mantener la boca cerrada. Dog era el
vicepresidente de los Hell's Slaves MC, por lo que no era muy
inteligente hacerlo enojar, fuera ella una vieja o no.
—¿Has terminado? Parece que vas a toser un puto pulmón. —Sí,
él era veinte años mayor que Sable, pero nunca había dicho que fuera
a reclamar a la joven de veintiséis años. Cualquier atracción que
tuviera estaba embotellada y en la estantería.
Patty mantuvo la boca cerrada y le limpió el brazo. Dog se levantó,
estirando todos sus músculos acalambrados. Sable seguía allí, pero él
se dirigió de nuevo a la sede del club, ignorándola.
—¿Cuánto tiempo te llevó el tatuaje? —preguntó ella.
—Ni puta idea. Demasiado tiempo.
Ella lo acompañó. Recordaba cuando era una adolescente torpe.
Ahora, Sable había crecido, con muchas curvas, rasgos perfectos y
una piel suave y pálida. Él se detuvo justo antes de entrar. Dog trató
de repetir el desinterés con Sable, como hacía casi todos los días de
su vida, pero era imposible cuando ella lo miraba con esos grandes
ojos marrones de cierva. Ella se llevó el pelo oscuro hacia un lado de
su cuerpo. Siempre que estaba nerviosa, se lo retorcía y jugueteaba
con él.
Sable era una puta del club, al igual que su madre y su hermana.
Eso significaba que no había que tomarla en serio. Ella era un coño
para que los hermanos lo compartieran. Él podría tomarla ahora
mismo. Decirle que subiera a su cama y abriera las piernas. Pero algo
siempre lo detenía.
No era sólo la enorme diferencia de edad.
Él quería algo más y eso nunca podría suceder con Sable. Tal vez
en otra vida, pero no en ésta. Se reirían de él en el puto club si
intentaba tomar un coño del club como su vieja. Sería el hazmerreír.
—¿Qué pasa? —preguntó.
Ella bloqueó la entrada con su cuerpo.
—Apenas me has hablado desde el tiroteo. Te echo de menos, Dog.
¿He hecho algo malo?
Había pasado casi un año desde el tiroteo en el club. Varios de
ellos tenían heridas de bala, incluidos él, el Prez y Sable. Desde ese
día, se había dado cuenta de lo importante que era ella para él. Casi
la habían perdido. Había pasado meses ayudándola a rehabilitarse,
incluso con la pierna jodida. Ella se había preocupado por las
cicatrices y había tenido miedo a las armas durante un tiempo, y él la
había ayudado a superar todo eso. Deseaba poder protegerla siempre.
Por supuesto, ser un buen tipo había jugado en su contra.
Se había enamorado.
Sus sentimientos por la joven belleza tenían que ser apagados, y
la única manera que conocía de hacerlo era mantener su distancia,
fuera de su vista, fuera de su mente.
No era tan fácil.
—No has hecho nada malo. Has salvado la vida de Beth. Todo el
mundo respeta lo que hiciste por el club.
—No me refería a eso. Me refiero a ti y a mí. Solíamos ser más
cercanos, incluso más después del tiroteo, y ahora no puedes soportar
mirarme.—
Él no podía hacer esto. No podía pasar nada entre ellos, así que
toda esta conversación no tenía sentido. Dog luchó contra el nudo que
crecía en su garganta. —Todos tenemos nuestros papeles que
desempeñar aquí, Sable. Yo tengo un club que dirigir, tú tienes
hombres que follar.
Ella frunció el ceño, pero la expresión parecía más dolida que
enfadada.
Dog la rodeó y entró. En cuanto la puerta se cerró tras él, sintió
simultáneamente una caída del corazón, como si pesara doscientos
kilos, y una sensación de amargo alivio. Había hecho lo que tenía que
hacer. Tal vez ser un jodido imbécil aseguraría que ella se mantuviera
alejada de él.
Entró en la cocina y comprobó la oferta de comida que había en
el mostrador. Dog agarró un plato y lo llenó, luego tomó asiento.
Necesitaba comer algo y luego reunirse con Forge, su presidente, para
hablar de negocios.
Su mente seguía siendo un caos cuando Beth se acercó a su
mesa. Apretó los dientes pero se obligó a hacerse el simpático.
—¿Cómo está el bebé? —le preguntó.
—Está durmiendo. —La mujer tomó asiento frente a él.
Dog asintió y continuó comiendo. —Nunca he visto a Forge tan
feliz. Una familia le sienta bien.
Beth sonrió. —¿Y tú, Dog? Acabo de ver a Sable subir corriendo
las escaleras. Estaba llorando.
—¿Y?
Ella frunció el ceño. —Sé lo que siente por ti. Pensé que era
mutuo. La visitabas todos los días después de que le dispararan. Esto
no tiene sentido para mí.
Odiaba que las viejas no pudieran ocuparse de sus propios
asuntos, pero Dog tenía que comportarse lo mejor posible con Beth o
Forge le arrancaría la cabeza.
—Nunca creciste en un club. Las cosas funcionan de cierta
manera, siempre lo han hecho y siempre lo harán. No nos casamos
con putas.—
—¿A qué se debe el cambio de opinión?
—No hay cambio de opinión —dijo. —¿Un tipo no puede ser
amable? Ayudamos a los nuestros por aquí. Eso es todo.
—Nunca dije nada, pero antes de que le dispararan, ella me habló
de ti. Dijo que era su sueño que la eligieras. Como si eso fuera un gran
premio. Es obvio que está enamorada de ti. —Beth se encogió de
hombros. —Sable es una gran chica. De ninguna manera se merece
que la traten como basura.
Beth se levantó y se alejó. Quiso decirle que esperara, que lo
escuchara, pero mantuvo la boca cerrada. Beth y Sable se habían
hecho buenas amigas, así que él siempre estaría en el lado perdedor.
Dog siguió comiendo, con el cuerpo aún tenso por haber
escuchado lo que Sable había dicho de él. Sí, en un mundo perfecto,
él la reclamaría. Pero si alguna vez decidía sentar la cabeza, querría
una mujer pura, sólo para él. No quería que la mitad del puto club
supiera cómo era ella desnuda o que le recordaran que se la habían
follado de todas las maneras posibles. Y ellos lo harían. Además, tomar
a una vieja y formar una familia no eran prioridades en su mente.
Tenía mucha rabia acumulada. Su propia madre lo había abandonado
al nacer, y ese rechazo se le había quedado grabado. No quería repetir
la historia.
Estaba mejor por su cuenta.
Ser VP de los Hell's Slaves era su vida.
Su humor seguía agriándose mientras sus pensamientos se
oscurecían. Lo que necesitaba era la habitual salida violenta, y el club
siempre se la proporcionaba. Esperaba que Forge tuviera algo que
quisiera limpiar. Eso le daría la oportunidad de desahogarse.
Dog se encontró con el Prez en la parte de atrás, cerca de su taller.
—Hola, papá.
Forge lo miró, con sus rasgos duros. Luego sonrió. —Ni siquiera
puedo enfadarme. Suena demasiado bien.
Dog se apoyó en la puerta. —¿Las cosas van bien con la familia?
—Perfectamente. Estoy viviendo en una maldita nube. —Forge
comenzó a ordenar las herramientas en su banco. Estaba trabajando
en algunos cuchillos nuevos y en una especie de trabajo en hierro con
las iniciales de su hijo. Dog no se molestó en comentarlo, o Forge se
pondría a la defensiva. Lo negara o no, el presidente era masilla
cuando se trataba de su mujer y su hijo.
—¿Querías hablar?
—Sí. —Continuó ordenando. —¿Cómo le va a Redneck? ¿Algún
problema?
Después de matar a su traicionero sargento de armas, habían
estado demasiado tiempo sin un ejecutor. Finalmente votaron por
Redneck. Era más joven, pero había nacido en el club y era un
despiadado hijo de puta. Había demostrado su lealtad una y otra vez.
—Lo está haciendo bien. Ese chico tiene mucho para demostrar.
—Me gusta cómo suena eso. No lo pierdas de vista. —Forge se
acercó y se centró en él. —El nuevo alcalde quiere una limpieza
tranquila.
Dog se rió a carcajadas. —Un alcalde corrupto tras otro. Bueno
para los negocios, supongo.
—Muy bien. Lo tendremos envuelto en nuestro dedo en poco
tiempo. Lo visitaremos mañana y lo escucharemos.
—¿Sabe lo que pasó con Peterson?
—Realmente no me importa. Si paga, haremos el trabajo —dijo
Forge. —Mientras tanto, haz que algunos de los chicos saquen toda la
suciedad que haya sobre él. Lo ideal sería conseguir fotos de él con
una de nuestras chicas. Está casado y serán útiles si intenta jodernos.
Los políticos son tan fáciles de chantajear.
—Lo haré.
Nada de violencia por hoy. Tendría que ir al gimnasio y descargar
su frustración en el saco de boxeo. Cualquier cosa para sacarse a
Sable de la cabeza.

****
Sable pasó la mayor parte de la tarde llorando en su habitación.
Se sentía como una basura. Peor que basura. No, ella no tenía
derechos con el VP del club, ni mucho menos. Al parecer, él ni siquiera
la soportaba.
Entonces, ¿por qué lo amaba?
Recordaba estar enamorada de él desde los diecisiete años. Era
fuerte, despiadado y tenía el control. Ella lo veía levantar pesas,
fingiendo que limpiaba o cosía parches en los cortes. Su cuerpo era
duro como una roca, endurecido y tonificado a la perfección. Las
cicatrices y los tatuajes sólo lo hacían más sexy.
Su madre había intentado meterse en su cama, pero él la había
rechazado. El hecho de que no fuera un cerdo como muchos de los
otros hombres del club sólo hacía que su atracción por él aumentara.
Pero, como él había dicho, ella era un coño de club y nada más.
No tenía derechos. No tenía futuro.
Su hermana pequeña era cuatro años menor y amaba su papel
en el club. Se follaría a cualquier cosa que caminara. Sable suponía
que su futuro había sido trazado para ella incluso antes de nacer. Su
madre era una puta del club, y Sable había nacido en el club, hija de
uno de los moteros. No tenía ni idea de quién. Su hermana
probablemente tenía un padre diferente, teniendo en cuenta lo mucho
que se paseaba su madre y lo distintas que eran. Honey tenía el pelo
rubio y los ojos azules y era la favorita de los hombres.
Sable prefería pasar desapercibida. Cada vez que había una fiesta
o una comida al aire libre, se quedaba detrás de la barra, repartiendo
cerveza y mezclando bebidas mientras las otras chicas competían por
la atención de los chicos. Llevar la cuenta de cuántos tipos podía follar
en una noche no era su idea de pasarlo bien.
Después de sentir lástima por sí misma la mayor parte de la tarde,
decidió que necesitaba salir del recinto por un tiempo. Tal vez una
terapia de compras.
Encontró a Old Dog en el patio, sacando brillo al cromo de su
moto. Sable sonrió con toda la dulzura que pudo y le rogó que la llevara
al centro comercial. Era el punto de civilización más cercano al club,
y prometía unas horas de evasión de su estado de ánimo deprimido.
Era difícil desear algo que sabía que nunca podría tener. Era algo que
le destrozaba el alma. Un día, Dog encontraría a la mujer adecuada, y
ella tendría que mirar desde la distancia.
Sable no estaba segura de lo que le había pasado a Dog. Se había
convertido en otra persona aparentemente de la noche a la mañana.
Había sido tan bueno con ella en el pasado, y ahora sus verdaderos
sentimientos estaban saliendo a la luz.
Old Dog y Brass la dejaron frente a una tienda de ropa y se fueron
juntos. Ella debía llamarlos cuando estuviera lista para volver a casa.
Sable miró la ropa a través de la ventana, pero decidió que tenía
demasiada hambre para hacer algo más que comer primero. Se había
perdido la cena, así que se dirigió a la cafetería. El desayuno del día
era su favorito.
La camarera se acercó una vez que se hubo acomodado en un
puesto. —¿Eres una de esas chicas de los Hell's Slaves?
Ella se limitó a asentir. Sable odiaba que los forasteros los
juzgaran, especialmente a las chicas. Hizo su pedido y observó los
coches y la gente desde el otro lado de los grandes ventanales. El olor
del tocino y los huevos hizo que su estómago retumbara.
—Hola, preciosa.
Sable levantó la vista para encontrar a un policía de pie al final
del puesto. El hecho de haberse criado en un club de motociclistas le
provocaba una aversión natural a las fuerzas del orden. Lo ignoró. Los
policías solían tratar de obtener información sobre el club. Ser parte
de los Hell's Slaves era lo que ella era, y nunca los traicionaría.
El policía era mucho mayor que ella, de aspecto limpio y delgado.
Ella ya lo odiaba.
—Te he visto aquí antes. Nunca olvido una cara. Especialmente
tu cara. —Se sentó ante ella en el puesto.
Ella puso los ojos en blanco. Le habían enseñado a guardar
silencio. Era algo natural para ella.
—¿Qué haces aquí sola? ¿Te dejan sin protección? No debes ser
muy importante para ellos.
Su corazón se aceleró un poco, pero mantuvo la calma por fuera.
No había hecho nada malo.
Llegó la comida y la camarera la dejó caer frente a ella. —¿Quieres
pedir, Hank?
—Dame lo de siempre. Por suerte, hoy no comeré solo.
Le guiñó un ojo a Sable y su estómago se revolvió.
—Pediré mi comida para llevar —dijo ella.
Hank la agarró de la muñeca, demasiado fuerte. —No te muevas.
Harías una estupidez y montarías una escena. Eso no terminaría bien
para ti.
Odiaba que los policías hicieran un perfil de todos los del club. Se
convertían en enemigos, y a veces en aliados cuando querían ganar
dinero extra. Forge tenía un control sobre la policía local y los políticos,
pero este tipo estaba presionando su autoridad. Los únicos que podían
mantenerla a salvo eran los hermanos del Hell's Slaves.
En cuanto él relajó su agarre, ella apartó la mano y se frotó la
muñeca. Esto era lo último que necesitaba ahora. Todo lo que quería
era un par de horas de paz.
—¿Qué quieres? —dijo finalmente. ¿Debería llamar a Old Dog
ahora? Este policía estaba empezando a asustarla. Quería volver a la
seguridad del club. Sable rara vez salía del ámbito protector del
recinto.
—A ti —dijo él. —Sé quién eres y de dónde vienes. Eres mejor que
ellos, Sable. Puedo darte una vida real en el mundo real. Ellos te han
cegado, sólo tienes que ver eso.
—Paso.
Difícilmente paso.
¿Cómo sabía su nombre? No le gustaba que la hubiera estado
acechando o espiando cada vez que venía a la ciudad. ¿Cuánto había
indagado?
—Piensa en tu futuro. Los Hell's Slaves van a caer de una forma
u otra. Estamos sobre ellos, y es sólo cuestión de tiempo. Su archivo
tiene treinta centímetros de grosor. Si nos ayudas con alguna
información interna, serás bien recompensada.
Ella negó con la cabeza, sin mirarlo a los ojos.
—Más que eso. Desde la primera vez que te vi supe que un día
serías mía. Soy así de intuitivo —dijo. —Tengo un trabajo de verdad.
Un trabajo respetable. Puedo cuidar de ti. No soy un asqueroso
asesino sin respeto por las mujeres o la ley. Puedo mirar más allá de
tu pasado.
Sable sólo quería a Dog, aunque fuera un asesino despiadado.
Pero él no la quería a ella.
Él no podía mirar más allá de su pasado.
El club sólo la veía como un coño.
Ella no importaba.
—No me conoces en absoluto —dijo ella. —No tengo nada para
decirte.
—Proteger a los criminales te meterá en un montón de problemas,
jovencita. Sé inteligente. Este podría ser el primer día del resto de tu
vida. —Extendió la mano para tocar su cara, pero ella se apartó. —
Dame una oportunidad, preciosa.
—Mi nombre no es preciosa. —Miró la comida, odiando la idea de
dejarla atrás, pero se levantó para irse.
—¿Puedes poner un rastreador en la moto de Forge? Nunca
sabrán quién lo puso allí. ¿Crees que tu Prez perdería el sueño si te
pasara algo?
—Déjame en paz.
Salió corriendo de la cafetería y caminó a toda velocidad por la
acera del centro comercial para alejarse del policía. Sabía de lo que
ellos eran capaces. Muchos de ellos abusaban de su poder y las
arrastraban a la comisaría sin causa probable. Ella no quería ver el
interior de una celda. Sable sacó su teléfono móvil y llamó a Old Dog.
—Necesito que me vengan a buscar —dijo.
—Acabo de dejarte, jovencita. No iré hasta dentro de una hora por
lo menos.
Las lágrimas le punzaron los ojos. —Por favor. Hay un policía
siguiéndome. Me está presionando para que delate al club.
Hubo silencio en la línea.
—Estamos en camino.
El teléfono se apagó.
¿Y si le pasaba algo? ¿Perdería el sueño Dog? ¿Alguien en el club
siquiera se daría cuenta?
Capítulo 2
Dog tiró la llave inglesa y se subió a su moto, encendiendo el
motor y escuchando el ronroneo de su bebé. Esto sí que era la puta
vida. Le encantaba trabajar en esta belleza. Era la única posesión real
que tenía en su vida.
Dejando el motor en marcha, buscó un trapo para limpiar el
exceso de grasa que había caído sobre la carrocería y el asiento.
—Malditos imbéciles —dijo Old Dog, saliendo de la casa club.
—¿Qué pasa? —preguntó, observando a un par de chicos que lo
seguían. —¿Vas a mojar la polla?
—Voy a por Sable. Necesita apoyo.
Si se trataba de Sable, debería dejarlo pasar, pero cuando se
trataba de esa mujer, parecía que no podía seguir su propio consejo.
—¿Apoyo para qué? —Una vez más, tenía que ocuparse de sus
propios asuntos, pero aquí estaba, haciendo preguntas que realmente
no debería.
—Fue al centro comercial, a hacer algunas cosas personales de
chicas, pero un policía la ha estado siguiendo. La está poniendo
nerviosa y quiere apoyo y que la busquen.
Dog se frotó la parte posterior de la cabeza. —Joder, voy a ir con
ella.
—¿Estás seguro, hermano? Estamos en ello.
—No, yo iré. —Quería asegurarse de que Sable estaba bien. No le
gustaba la idea de que estuviera sola y expuesta. Era una buena chica,
aunque fuera una mujer adulta. También era dulce.
Subiendo a su moto, dejó su bolsa de herramientas para más
tarde. Con el corte de cuero puesto, salió del estacionamiento con Old
Dog y los chicos pisándole los talones. Acelerando el motor, infringió
todas las leyes de velocidad hasta llegar al centro comercial en
cuestión.
Cuando se detuvo frente a la fachada, la entrada estaba llena de
gente que iba y venía, pero vio a Sable. Estaba apoyada en la pared,
con las gafas de sol puestas, y él vio al policía. Parecía pálida,
asustada, y tan condenadamente pequeña en comparación con el
hombre.
En cuanto el policía oyó las motos, dio un paso atrás y Sable se
precipitó hacia ellos.
—La mía —dijo Dog, señalando detrás de él. Old Dog era el
motorista al que ella se había dirigido.
—Está bien. Puedo ir aquí.
—¿Parece que te estoy dando una maldita opción? —preguntó. —
¡Sube, ahora! —Miró al oficial de policía, reconociéndolo. Hank Little
o algo así. Había multado a un par de chicos en sus motos en la
ciudad, e incluso le puso una multa por exceso de velocidad a Forge
una vez, aunque el Prez nunca la pagó.
Hank llevaba años detrás de ellos. Por la forma en que el policía
miraba a Sable, no sólo iba a tratar de utilizarla, no, allí había
intención de algo más.
Sable no discutió con él mientras se subía a la parte trasera de
su moto. Para dejar claro a quién pertenecía, le agarró el culo y la
apretó más contra su espalda, haciendo que se aferrara a él.
El policía tenía que saber con quién estaba tratando. Nadie tocaba
a una mujer del club, nadie. Estaba furioso.
Aceleró su moto, dio la vuelta y se dirigió de nuevo a la sede del
club. El agarre de Sable se estrechó en torno a él y quiso decirle que
estaba a salvo, que no tenía que preocuparse y que él la mantendría a
salvo.
En lugar de eso, entró en el estacionamiento del club y ella se bajó
mientras llegaban los otros chicos.
—Gracias —dijo ella, sin encontrar su mirada.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó Old Dog.
—Sí, lo estoy ahora.
Beth eligió ese momento para salir corriendo hacia su amiga.
Observó cómo tiraba de Sable en sus brazos, abrazándola. —Old Dog
me dijo lo que había ocurrido. ¿Estás bien? ¿Tienes miedo? ¿Te ha
hecho daño?
Sable se tocó la mano y él notó las marcas de los dedos en su
muñeca. Extendió la mano, sujetándolas. Le haría una visita especial
al policía.
Ella apartó la mano de él. —Estoy bien. En realidad, él... él...
quería que pusiera algún tipo de dispositivo de seguimiento en la moto
de Forge. Dijo que podía darme protección y que lo único que tenía
que hacer era delatar al club. —Se mordisqueó el labio cuando Forge
salió a reunirse con ellos mientras ella explicaba, sosteniendo a su hijo
contra su pecho. —Te juro que nunca haría eso, Forge. Soy leal al club
y nunca me convertiría en una rata.
—Él lo sabe. ¿No es así? —dijo Beth.
—Lo sé.
Sweetheart y Honey salieron corriendo de la casa club. La madre
y la hermana de Sable estaban allí, tirando de ella en un abrazo.
Ambas mujeres parecían recién salidas de la cama. Ninguna llevaba
maquillaje ni mucha ropa.
—Oh, nena, no puedes volver a salir de esa manera sin nadie —
dijo Sweetheart. —Ya te he hablado de la policía. —Se giró hacia Forge.
—Ella está bien, ¿no es así? ¿No vas a echarla?
—Ella está bien —dijo Forge. —Necesito que vengas conmigo,
Sable. Necesito saberlo todo.
Sable asintió y Dog la siguió.
Honey atrapó su mano. —Sabes, podría hacerte pasar un buen
rato, Dog. Todo lo que tienes que hacer es decir la palabra. —Honey
siempre le hacía proposiciones. Sweetheart había dejado de hacerlo
hace mucho tiempo. No se había follado a ninguna de las dos mujeres.
Echando un vistazo a Sable, vio que lo estaba observando, y
desvió rápidamente la mirada cuando la descubrió. Él había metido la
pata allí, sin duda alguna.
Soltándose del agarre de Honey, siguió hasta el despacho de
Forge. Sable se sentó y Beth volvió para traerle una taza de café.
—Nena, no puedo permitir que te quedes aquí —dijo Forge.
—Ella es mi amiga. Recibió una bala por el club.
—Esto es un asunto del club. Puedes hacer lo que necesites
después. Será toda tuya.
Beth asintió pero parecía que quería discutir. No podía culparla.
De pie en la esquina de la oficina, esperó a que la puerta se
cerrara. Todo el amor que había en los ojos de Forge por su mujer
desapareció.
Este era el líder de su club. El hombre que moriría por cada uno
de ellos.
—Vas a contarme todo desde el principio.
—Sí, por supuesto.
Sable fue detallista, sin dejar de lado nada. Les contó lo que hizo
Hank, lo que dijo, las amenazas y las promesas. Para cuando terminó,
Dog quería ir a cazar al hombre, matarlo lenta y dolorosamente.
En cambio, Forge volvió a su escritorio, tomando asiento.
—Sable, ¿qué tan leal eres al club?
—Sabes que nunca delataría a ninguno de ustedes. Son mi
familia. —Se miró las manos. —Nunca pondría a Beth en peligro. Lo
sabes.
—Hay algo que puedo necesitar que hagas y puede que tengas
que utilizar a Hank para conseguirlo por mí.
Ella levantó la vista. —¿Qué?
—Ya me has oído.
A Dog no le gustaba esto.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó ella.
—¿Has oído hablar de Luther Grass?
Ella asintió. —Se presenta a alcalde o algo así. No estoy
exactamente segura. No sigo la política.
—Está causando algunos problemas al club. Hank trabaja para
él reuniendo información sobre algunos de sus problemas. Su
intención es deshacerse de nosotros, ya sea forzándonos a salir por
completo o arrestándonos.
—Oh —dijo ella.
—Necesito que te acerques a Hank, entonces él te llevará
directamente a Luther. Debes reunir toda la información que puedas
y traerla al club.
Sable estaba tensa y a Dog no le gustaba esto.
—Pero ellos saben que soy parte del club. Hank lo sabe. No se lo
creerán.
Forge abrió el cajón de su escritorio y sacó una carpeta con un
juego de llaves. —No, a menos que para el mundo exterior, no seas
parte de nosotros. Tengo una casa, un coche y también te he
conseguido un trabajo. No estarás en el club, ni vivirás aquí, ni estarás
con ninguno de los chicos. Sé que esto va a llevar algún tiempo, Sable,
pero el club necesita esto y tú eres la primera persona que se ha
metido bajo la piel de Hank.
—¿Puedo pensar en esto? —preguntó ella.
—Puedes.
—¿Y después?
—Siempre serás bienvenida en el club, Sable. Esta es tu casa y
Beth no lo querría de otra manera. Tienes un par de días para
pensarlo. —Cerró el expediente y lo volvió a colocar en su escritorio.
Sable se puso en pie y, sin mediar palabra ni mirar hacia él, se
marchó.
—No me gusta esto —dijo Dog.
—No te he preguntado qué te gusta o no, Dog. Esto es lo que va a
pasar. Sable es una puta del club y tenemos que ir a por Grass. Está
presionando mucho al club y si puedo ocuparme de él de forma rápida
y ágil, lo haré. Además, pensé que tú mismo lo habías dicho, ella es
sólo una puta del club.

****
Sable se quedó mirando la habitación en la que vivía en la sede
del club desde hacía tiempo. Este era su espacio. Un par de chicos se
habían quedado a pasar la noche, pensando que había pasado algo,
pero ni siquiera los chicos podían luchar contra las consecuencias del
alcohol.
Había muchos secretos sobre su vida. Nadie sabía la verdad, ni
siquiera Beth.
Hablando de eso, su mejor amiga entró.
—¿Estás bien?
—Sí, sólo pensando.
—Te esperaba en la cocina. Pensé que un buen chocolate caliente
te haría sentir mejor.
Ella soltó una risita. —Siempre sabes lo que me hace sentir mejor.
Beth se sentó en el borde de la cama. —Ojalá supiera qué puede
hacerte sonreír ahora mismo.
—Estoy bien.
—No estás bien. No hace falta ser un genio para ver que te duele.
—No es nada. Créeme. —Apretó los labios mientras las lágrimas
llenaban sus ojos.
—Eso no es nada, Sable. Por favor, no llores.
Beth la rodeó con sus brazos y la abrazó con fuerza. A Sable no
se le escapó que era su mejor amiga la que le ofrecía consuelo y no su
madre. Se aferró a su amiga y sollozó. Ni siquiera sabía por qué
lloraba.
—¿Esto es por Forge y por lo que quiere que hagas? —preguntó
Beth.
Esto hizo que Sable se apartara y mirara fijamente a su amiga. —
¿Lo sabes?
—Por supuesto que lo sé. No me gusta. Espero que no aceptes.
Suena peligroso. No me gusta nada como suena Hank. Es un policía
y cree que puede ir por ahí haciéndote daño. —Beth le sujetó la mano.
—No me gusta.
—Puedes seguir diciéndolo pero eso no cambia los hechos.
Beth la miró. —Lo vas a hacer, ¿verdad?
—El club me necesita, Beth.
—¿Y qué pasa con Dog?
Escuchar su nombre hizo que un pico de dolor la recorriera. —
¿Qué pasa con él? No es que me quiera, ¿verdad? Sólo soy una puta
del club para él. —Se miró las manos donde descansaban en su
regazo. Sus sentimientos por Dog la hacían débil, patética, y no quería
mostrarse así ante él.
Él siempre había sido amable con ella, pero ahora, había una
distancia. Podía soportar que la llamaran coño del club y que los
chicos la tocasen al azar sólo para poder estar cerca de Dog. Su
esperanza era que él se arriesgara con ella, pero nunca lo haría. Ella
había estado viviendo en una ilusión. Dog la veía como nada.
Nunca iba a tener su final feliz, pero al menos el club podría
continuar sin la influencia de Grass. Después de su reunión con
Forge, se conectó a su portátil y lo investigó. Las promesas que hacía.
Daba miedo. Veía al club como algo sucio y a los miembros como
animales.
Ella lo odiaba sólo por su descripción de ellos.
—Si fuera otra persona, me lo creería. —Beth le tocó la mano. —
Vamos. Puedes hablar conmigo.
—Estoy bien. Voy a hacer esto por el club, y luego se me ocurrirá
algo. No tienes que preocuparte por mí.
—Siempre me preocuparé por ti —dijo Beth. —Siempre has sido
muy buena conmigo.
Sable sonrió. —No es que seas una persona difícil de tratar.
—Sí, pero mira el comienzo que tuve aquí. Me ha costado mucho
tiempo encontrar mi lugar y sé que la única razón por la que lo he
hecho es por ti.
Sable adoraba a Beth. La otra mujer nunca había tenido una
mejor amiga, ni una vida real. Su padre la había aislado de todos y de
todo. Ni siquiera por amor, no, por su propia codicia.
—Siempre estaré aquí para ti. —Besó la mejilla de su amiga.
Haría cualquier cosa por Beth, por el club y por Forge. —Tengo
que ir a decírselo.
—¿De verdad vas a hacerlo? —preguntó ella.
—Sí. Ahora vuelvo.
Se bajó de la cama y salió de su dormitorio. Caminó por el largo
pasillo. El sonido de los gemidos provenía de una de las habitaciones
con la puerta abierta de par en par. Se detuvo y vio a su hermana con
Old Dog y otro de los chicos. No vio su cara, pero su hermana estaba
gimiendo. Tenía una polla en la boca y otra en el culo.
No era una visión inusual para ella.
Saliendo de la habitación, se detuvo para encontrar a su madre
llevando a uno de los jóvenes prospectos al piso de arriba.
—Querida —le dijo, acariciando su cara.
Desde que tenía uso de razón, había dejado de besar a su madre
por razones obvias. Había oído a varios de los hombres decir que
Sweetheart era una mujer que sabía chupar pollas e incluso se
maravillaban de su técnica para tragar. Sí, su vida había sido
interesante en este club.
Apartando parte de su pelo de la cara, se obligó a sonreír.
—¿Por qué no viene y se une a nosotros? —dijo el prospecto.
—No, mi chica es de las buenas. Me alegro mucho de que estés
bien. —Su madre la abrazó. —Me tengo que ir. Ya sabes que me
encanta estrenar a los nuevos.
Arrugó la nariz, pero siguió bajando hacia el club principal. Varios
de los chicos estaban bebiendo, un par de ellos jugaban al billar y
otros tiraban a los dardos. No vio a Dog. O bien estaba follando con
alguna de las otras mujeres, o trabajando en su moto, o con Forge.
No pienses en él. Tienes que superarlo.
Después de caminar hacia la oficina de Forge, no dudó en llamar
a la puerta de madera.
—Adelante.
Entró en el despacho y vio que, efectivamente, Dog estaba allí.
Estaban revisando unos papeles, que Forge movió a un lado, tapando.
La simple acción le dolió.
No confiaba en ella.
Nadie confiaba en ella.
—Yo... lo haré —dijo ella. —Puedo empezar ahora mismo.
—¿Estás segura?
—Sí. Estoy segura. Voy a necesitar todos los detalles y lo que
esperas. Necesitaré estar segura de que puedo contactar contigo en
caso de que algo vaya mal. —Se frotó las manos. —¿Te asegurarás de
que los chicos lo sepan? —preguntó. —No creo que pueda soportar
que piensen que soy una traidora o algo así.
—No —dijo Forge, poniéndose de pie. —Lo que tienes que
entender es que una vez que empieces con esto, el club verá que nos
has dado la espalda. Dog y yo seremos los únicos que conoceremos
tus intenciones, y lo que te pedí.
—Y Beth. Ella lo sabrá.
—Y ella sabe que debe mantener la boca cerrada sobre los
asuntos del club.
—No sabía que estaría... sola. —Estaba acostumbrada a sentirse
así. Toda su vida había sido exactamente así. Nunca había encajado
en el club ni en su familia.
—Lo que tienes que entender, Sable, es que la única forma de que
esto funcione es que crean que estás fuera, completamente. Que no
eres parte de este mundo. A los chicos, cuando te vean, se les dirá que
querías salir. Que no podías soportar la vida del club.
Las lágrimas estaban muy cerca.
Esta era la única familia que tenía. La idea de que la odiaran,
aunque fuera todo falso, era demasiado. Pero para ellos, sería real.
Miró a Dog. Su mirada estaba sobre ella, pero no podía dejarse
llevar. ¿Se compadecía de ella? ¿Era esta una tarea más como VP?
Aquí no había nada para ella. En realidad, no.
—Bien, necesitamos esto. El club necesita esto. —Respiró
profundamente. —Lo haré.
Esta vez no miró a Dog.
—¿Estás segura? —preguntó Forge. —No puedo permitir que te
juntes con Beth después de esto.
—¿Quieres que te ayude o no? —preguntó riendo. —Esto ya es
difícil, pero he oído hablar de ese tal Grass. No es bueno, y va a
arruinar el club si se le da la oportunidad. Quiero ser capaz de ayudar.
—Dio una palmada. —Estoy lista.
Forge sacó las llaves de la casa, el coche, junto con el teléfono
móvil y el papeleo. —Todo lo que necesitas saber está ahí. Mañana
llegará una entrega de ropa de tu talla. Lo organizaré esta noche.
—Eso será rápido.
—Sí, lo será. Te irás ahora mismo pero tienes que escribir una
carta. Una despedida y una breve razón de tu partida. ¿Puedes
hacerlo? —preguntó.
—Por supuesto.
—Dog será el encargado de entregarla. Todo el mundo sabe que
son muy unidos.
De nuevo, el dolor.
Ella lo ignoró.
Avanzando hacia el escritorio, tomó una hoja de papel y el
bolígrafo que él le ofrecía. No era necesario que fuera una carta larga,
pero sabía sin duda cómo quería hacerlo. Después de escribirla, la
firmó y se la entregó a Forge.
Él la leyó por encima y la miró.
—¿Qué?
—Lo sé.
Forge le dio la carta a Dog. En lugar de guardar silencio, la leyó
en voz alta. —Sé que esto va a ser un shock para todos, pero estoy
cansada de que piensen que soy una puta del club. No lo soy. Nunca
he estado con un hombre. Soy virgen y ya no quiero formar parte de
este club. Manténgase lejos de mí. Sable. —Dog la miró con confusión.
—En caso de que te lo preguntes, es cierto. Nunca he estado con
un hombre. —Giró sobre sus talones y salió de la casa club.
Capítulo 3
—Si se enteran, está muerta —dijo Dog. —¿Te das cuenta de eso?
Forge negó con la cabeza. —No actuarán sin mi permiso.
Habían pasado dos noches. Dos malditas noches. Sable se había
ido, y ya había rumores en el club. Las conversaciones sobre su
encuentro con Hank habían alimentado las especulaciones de que se
había vendido. Todo era parte del plan de Forge, pero a Dog no le
gustaba. Los Hell's Slaves MC eran letales cuando se trataba de
venganza.
Forge abrió una cerveza, sin preocuparse por nada en el mundo.
Las chispas de las hogueras bailaban en el cielo nocturno.
Dog se pasó una mano por el pelo, paseándose de un lado a otro.
—Esa chica no sabe nada de la vida civil. Nació entre estos muros. Es
la única vida que conoce.
—Por eso está dispuesta a sacrificarse por el club —dijo Forge. —
Ahora, echa un polvo o toma una cerveza. Esta conversación me está
aburriendo.
No tenía sentido razonar con el Prez. Forge siempre ponía los
asuntos del club en primer lugar, y también lo hacía Dog, pero Sable
no debía ser utilizada como peón. Debían proteger a los suyos, aunque
fueran coños del club.
Dog salió del patio y subió las escaleras de dos en dos para llegar
a su habitación. Siguió repitiendo lo que Sable había dicho antes de
irse. Lo que había escrito en su carta.
No era posible que tuviera veintiséis años y nunca se hubiera
follado a un miembro. ¿Cómo podía ser una puta del club y ser virgen?
No tenía sentido. Pero él había visto la sinceridad y el dolor en sus ojos
cuando dijo las palabras.
Deseó poder apagar sus emociones y hacer su maldito trabajo.
Había vivido una vida violenta y no preocuparse o pensarlo dos veces
había sido una ventaja cuando se trataba de la vida en el club de los
Hell's Slaves.
Sable lo hacía sentirse débil.
No dejaba de imaginársela en la casa alquilada, con ese puto
idiota babeando sobre ella. Sin la protección del club, Hank no tenía
ninguna razón para contenerse, ninguna razón para mantener sus
sucias manos para sí mismo.
Dog golpeó con el puño sobre su tocador.
Cuando tuvieran información sobre Luther Grass, Sable sería
libre de volver a casa. Tenía que hacer algo para poner la pelota en
marcha. Habían hablado de conseguir una puta del club para que se
follara a Grass y así poder chantajear al perfecto padre de familia para
que dejara el club en paz. Ahora Forge había cambiado todos esos
planes, y Sable estaba en medio de ellos.
Dog pensó en Honey. Esa perra siempre estaba rogando que la
follaran. No se lo pensaría dos veces a la hora de seducir y atrapar a
Grass. Como VP del club, ella nunca lo cuestionaría si le pidiera que
lo sedujera.
Miró hacia el patio. Forge y los chicos se lo estaban pasando bien:
riendo, bebiendo. El bajo de la música hacía sonar las balas sueltas
de su mesita de noche. Sólo podía pensar en Sable. Aunque
consiguiera que Honey le siguiera el juego, Forge estaría enfadado por
haber ido por encima de él. Estaba en una situación jodida.
Dog se duchó para calmarse. El agua fría lo ayudó a sofocar la
guerra que se libraba en su interior. ¿Cuándo le había crecido la
maldita conciencia? Debería estar sentado en el patio con sus
hermanos, disfrutando de la buena vida.
Una cosa era segura, no iba a dormir esta noche, y no quería
pasar otra noche preocupándose por ella. Se dirigió directamente al
Prez. Dog era demasiado leal al club como para tener una agenda
secreta, así que la sacó a la luz.
—Me dirijo a la ciudad para ver cómo está Sable —dijo.
Forge lo miró fijamente a los ojos. —Mantén la distancia. —Luego
añadió: —Lleva a Redneck contigo.
—No necesito una niñera.
—Tú mismo has dicho que él aún está verde. Quizá puedas
enseñarle un par de cosas —sonrío Forge y volvió a su conversación.
Dog rechinó los dientes. El puto pelirrojo ya estaba de pie.
Hizo un gesto con la cabeza para indicar al joven ejecutor que lo
siguiera. Prepararon sus motos para un viaje nocturno, asegurándose
de que tenían gasolina y de que llevaban la calefacción por si había
problemas.
—¿Por qué estamos comprobando a Sable? Fue su elección irse,
que se joda.
—No necesito explicarte nada. Recuérdalo y nos llevaremos bien.
—Aceleró su moto y salió por las puertas abiertas hacia la oscuridad.
En esta zona tan alejada del país, no había farolas ni puntos de
civilización en kilómetros.
Al entrar en el pueblo, los negocios estaban cerrados y había
pocos coches en las carreteras. Sus ojos se concentraron en la tercera
casa en hilera con las persianas verdes justo delante. Las luces
estaban encendidas en el interior. Dog redujo la velocidad de su moto
a un ritmo lento, y finalmente bajó un pie una vez que estuvo
directamente frente a la casa. Redneck se detuvo detrás de él.
—¿Qué vamos a hacer?
—Nada —dijo Dog.
—¿De verdad? Pensé que me estabas poniendo a prueba. Estaba
dispuesto a cargarme a la chica.
Dog se erizó. —No vas a hacer nada —dijo. —Un consejo, nunca
actúes si no tienes el visto bueno de un superior. Las consecuencias
podrían ser feas.
—Forge lo dejó claro.
—Bien. Ahora espera aquí. —Luego añadió: —Vigila los
alrededores.
Eso lo mantendría ocupado. No era que Dog odiara a Redneck.
Había demostrado una y otra vez que era valioso para el club. Había
estado allí cuando mataron a Peterson. Era un despiadado y leal hijo
de puta. Pero Dog todavía equiparaba la confianza con la debilidad.
Todos habían confiado en Hound, el último ejecutor de Forge, pero
éste se había vuelto contra el club.
No volvería a cometer el mismo error.
Dog se bajó de la moto, escudriñando la zona antes de cruzar el
césped. Se asomó a las ventanas laterales, dirigiéndose a la parte
trasera de la casa. No había rastro de ella.
Se subió a un cubo de basura en la parte de atrás, apoyó el pie
en el bajante y luego utilizó la fuerza de sus brazos para subirse al
alféizar del segundo piso.
Allí estaba ella. Sable estaba sentada con las piernas cruzadas en
la cama grande, con un montón de fotos esparcidas delante de ella.
No pudo ver bien lo que estaba haciendo, pero al menos estaba sola.
¿Pero por cuánto tiempo?
La puerta de un coche se cerró de golpe. —¡Joder! —Se tiró al
suelo, aterrizando en cuclillas. Forge le había dicho que mantuviera la
distancia y había estacionado frente a la casa. Aunque Redneck se
marchara, la moto de Dog quedaría atrás. Hank Little empezaría a
sospechar y todo el plan se iría a la mierda.
Caminó por las sombras del lado de la casa, esperando que Hank
no se diera cuenta de su presencia. Esperando poder mantener el
control y no acuchillar al policía.
Fue entonces cuando notó el uniforme completo que se acercaba
a la puerta. Ella había pedido una pizza. Exhaló, apoyando una mano
en el lateral de la casa. Se acercó al chico de las rayas rojas y amarillas,
tomando la pizza de sus manos. Dog metió la mano en el bolsillo y le
dio cuarenta dólares antes de mandarlo a la mierda.
Llamó al timbre.
Los pasos resonaron en el interior de la casa y luego se encendió
la luz del porche. Sable abrió la puerta principal y se quedó inmóvil.
—Siempre hay que comprobar quién está en la puerta antes de
abrirla.
Frunció el ceño. —¿Por qué estás aquí, Dog?
—¿No se me permite comprobar cómo estás?
Se abrió paso hacia el interior de la casa. El aire olía dulce.
—Son velas con olor a vainilla. —Le quitó la pizza y se dirigió a la
cocina. Su larga melena negra estaba peinada con suavidad, fluyendo
más allá de su trasero. Sólo llevaba una camiseta de pijama que no le
llegaba a las rodillas. Apretó los dientes mientras la observaba
moverse.
Ella dejó la caja en la mesa y se dio la vuelta, apoyando las manos
a ambos lados del mostrador.
—¿Cómo te va por aquí?
Sable se encogió de hombros. —Estoy viva.
—¿Ha venido Hank?
—Tenemos una cita para comer mañana en la cafetería.
Aprovecharé para decirle que estoy fuera del club. Eso hará que las
cosas se muevan
—¿Qué quieres decir con una cita?
—Forge quiere que lo caliente. Ese es el plan, ¿no? Acercarme a
él, y luego acercarme a Grass.—
Se mordió el labio, conteniendo tantas cosas que quería decir. —
No lo calientes demasiado. Sólo necesitamos información sobre Grass.
—¿Cómo voy a acercarme a esa persona si no pretendo que él me
guste?
—¿Estás segura de que estás fingiendo?
Ella se marchó furiosa, ignorando su pregunta. Él la siguió hasta
la sala de estar, agarrando su brazo para detenerla. —Esto no fue idea
mía, Dog. Fue idea de Forge utilizar a una puta del club para follar
con el policía. Para acercarse a Grass. Para salvar al club de una
pesadilla política.
Todo su cuerpo se erizó. Una reivindicación territorial que nunca
había conocido ardía en sus entrañas, retorciéndose hasta que sintió
que iba a vomitar. La idea de Sable y Hank juntos era indigerible.
—No me gusta el plan —dijo.
—No le dijiste nada a Forge al respecto. Que yo recuerde, tus
labios estaban sellados. Me viste partir.
—Tal vez me equivoqué —dijo.
Ella negó con la cabeza. —Hay que hacerlo. Forge me lo pidió y yo
acepté. ¿Crees que sería tan indulgente si le dijera que no me interesa
ayudar? Es un hombre inteligente. Vio el interés de Hank en mí y lo
usó a su favor. El club es lo primero. Entiendo cómo funciona, Dog.
Forge exigía lealtad y obediencia. Si Sable se hubiera negado a
apoyar al club, Forge probablemente la habría echado a la calle como
había hecho con Romy. La vida del club no era para los débiles de
corazón.
—¿Qué pasa con la nota?
—¿Qué pasa con ella?
Se apartó, pasándose las manos por el pelo antes de girarse hacia
ella. —¿Cómo, Sable? ¿Cómo puede ser verdad? He visto a los
hermanos ir a tu habitación con mis propios ojos. No pensaban en
jugar a las cartas contigo.
—Estaban borrachos y dormían la mona. No puedo ser
responsable de las historias que cuenten al día siguiente. Es difícil
creer que no soy una puta, ¿no? ¿Por qué? ¿Porque mi madre y mi
hermana no pueden mantener las piernas cerradas? No soy como
ellas, Dog. Nunca lo seré. Quizá dejar el club sea lo mejor para mí.
—¿Y ser la mujer de Hank encaja perfectamente en tu plan?
—Que te jodan. —Subió corriendo las escaleras alejándose de él.
Por supuesto, él no podía dejarla sola, y la persiguió. Ella se había
encerrado en el dormitorio, así que utilizó un costado de su cuerpo
para abrir la puerta a golpes. Se agrietó y se astilló antes de golpear la
pared que había detrás.
Se quedó allí, con la respiración agitada.
Ella estaba llorando, alejándose de él.
—No huyas de mí —le dijo.
—¿Qué quieres de mí? Estoy tratando de hacer lo correcto, pero
todo lo que haces es hacerme sentir como una basura —dijo ella. —
Supongo que no es muy diferente de cómo me has tratado durante el
último año.
—No debería haber venido aquí —dijo, su fuego desapareciendo.
Todo esto era culpa suya. Si hubiera tenido un control de sus
emociones, estaría en el club sin nada en su conciencia.
—¿Por qué lo hiciste?
Avanzó hasta que ella quedó atrapada contra la pared junto a la
cama. Dog apoyó una mano cerca de su cabeza. —Porque no puedo
soportar la idea de las manos de otro hombre sobre ti.

****
¿Por qué le importaba? A lo largo de los años, él podría haber ido
a su habitación en el club y ella no lo habría rechazado. No a Dog.
Pero él no la quería, de hecho, apenas la soportaba.
Pero estaba aquí cuando no debía, apasionado y celoso. ¿Qué
significaba eso? Los hombres del club eran territoriales, en general. Él
era el único, además de Forge, que sabía que todo esto era falso, así
que probablemente no podía soportar la idea de que un policía
corrupto disfrutara de un coño que pertenecía al club.
Esa era la única explicación.
—Es un sacrificio que Forge está dispuesto a hacer.
—Yo no —dijo.
Pasó el dorso de sus dedos por su brazo. Durante años, el aroma
de su colonia la había vuelto loca. Era único de él, e incluso ahora, su
cuerpo reaccionaba. La barba incipiente de su cara se asomaba, y ella
ansiaba raspar sus uñas sobre ella.
—Porque soy propiedad del club.
Dog sacudió ligeramente la cabeza, sin perder el contacto visual.
—Me perteneces.
Ella exhaló un jadeo apenas audible.
—No quiero que Hank te toque. Ni un puto dedo. Si intenta algo,
me llamas. ¿Entendido?
—Forge no lo aprobaría. Eso no es parte del plan.
—Eso no es lo que te pedí. ¿Lo entiendes?
Ella asintió, sin querer discutir con el VP. Desde que era una
niña, le habían inculcado la cadena de mando, y era un hábito difícil
de quitar.
Sus ojos azules siempre habían sido uno de sus rasgos
dominantes, pero la forma en que la miraba ahora mismo la
descolocaba.
Dios, quería tocarlo, llevar su corte, sentir sus labios contra los
suyos.
—Dilo.
—Te llamaré si el policía intenta algo.
—Buena chica.
Le encantaba que él le dijera eso con su voz áspera y masculina.
La volvía loca. Su mirada recorrió su cuerpo. Sólo llevaba una
camiseta de pijama de gran tamaño. No era lo más sexy que tenía,
pero apenas le cubría el cuerpo. Hubiera jurado que él iba a
arrancársela, para obligarla a ir a la cama y sacarle la virginidad.
En lugar de eso, le agarró un mechón de pelo en el puño, se
inclinó hacia ella y respiró profundamente. Exhaló casi con un
gruñido, un sonido grave y profundo que hizo que su coño se
humedeciera.
—No le digas a Forge que estuve aquí.
—¿Dog?
—Que quede entre nosotros.
No le gustaban los secretos como éste. Si el Prez se enteraba, sería
exiliada o algo peor. Incluso Dog se estaba poniendo en riesgo. ¿Por
qué? Sable era leal al club. Era su hogar y todo lo que conocía. La
única razón por la que había aceptado esto era porque Forge se lo
había pedido, pero también porque Dog la había alejado. Sintió que
era su única opción.
—¿Por qué haces esto? Estás jugando un juego peligroso.
—Eres mi chica, Sable. Siempre has sido mía.
Ella entrecerró los ojos. —¿Qué significa eso?
Sable no era material de vieja, no con sus antecedentes, no con
una madre y una hermana que eran putas populares del club. Todo el
club creía que ella era un coño del club. Esa reputación no podía
deshacerse. Dog probablemente quería una chica que estuviera
limpia. Pero no sería la primera vez que un hermano reclamaba a una
mujer del club para ser su juguete personal.
—Significa que cuando esta cereza sea reventada, yo seré el que
lo haga. —Bajó la mano que tenía libre y le tocó suavemente el coño a
través de la camiseta y las bragas. Ella jadeó en voz alta, incapaz de
contenerse mientras la corriente de su toque se esparcía como un
fuego salvaje por sus venas. Sus rodillas se sintieron débiles, su
corazón bombeó a un nuevo ritmo.
Cuando su boca se separó, porque su cuerpo era incapaz de
tomar suficiente aire, los labios de él descendieron sobre los suyos. La
besó a fondo, con una mano apretando su pelo y la otra aún entre sus
piernas. Se sintió totalmente controlada, poseída, consumida, y le
encantó cada segundo.
Sable siempre había amado a Dog. Si tan solo él pudiera amarla
a ella con la misma intensidad. Pero ella conocía su tipo. Él estaba
acostumbrado a conseguir todo lo que quería cuando lo quería. Ella
era una de sus obsesiones actuales. No era amor. No era duradero.
Cuando se apartó, le rodeó el cuello con los brazos, tirando de él.
Él no la rechazó esta noche, besándola más profundamente hasta que
ella se derritió a su alrededor, desesperada y dolorida por su toque.
—Es suficiente —dijo él, asegurando sus dos muñecas y
bajándolas frente a ella. —Tu pizza se está enfriando.
—No me importa la pizza.
—Sable, tengo que irme. Esto fue un error.
Ella entrecerró los ojos. —¿Así que no quieres que te llame si
Hank empieza algo?
La decepción la asaltó. Sintió como si su corazón fuera
acuchillado por mil pequeños cuchillos.
—Haz como si nunca hubiera venido aquí. Joder, soy mejor que
esto.
Él giró sobre sus talones, dirigiéndose hacia la puerta rota de su
habitación. Leal al Prez sin importar qué. No la sorprendía, pero seguía
doliendo. Le dolió tanto que se sintió entumecida, incapaz de moverse,
hablar o perseguirlo.
Se quedó allí, escuchando cómo se marchaba, cómo se cerraba la
puerta principal y cómo el rugido de su moto se convertía en silencio.
Se había ido. Una parte de ella no quería que la fantasía estallara. Una
parte de ella deseaba ser una mujer diferente.
Sable se hundió en la pared hasta quedar sentada, sujetando sus
rodillas contra su cuerpo. Nunca se había sentido tan sola. Tan
desesperada por algo que no podía tener.
Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, y el sabor salado
cubrió sus labios. Se tocó la boca, recordando su beso. Su reclamo
parecía real, pero ¿qué sabía ella? Nunca había sido testigo de una
relación sana. Su padre era un miembro de los Hell's Slaves, y eso sólo
había sido un juego de adivinanzas. ¿Tenía los mismos ojos que éste?
¿Una nariz similar a la de aquel? Con los años, había superado su
curiosidad, manteniéndose casi siempre alejada. Había visto a los
hombres engañar, había visto cómo trataban a las mujeres en general.
Forge y Beth, eso era algo diferente. Su amor era palpable, y eran cien
por cien leales el uno al otro.
Aquello era de ensueño.
Capítulo 4
Esto era una muy mala idea.
Incluso mientras Dog lo pensaba, estacionó su moto. Forge estaba
haciendo esto a propósito. Había reunido a varios tipos del club para
dirigirse a la ciudad. Su Prez había dejado a propósito a su vieja
porque sabían que en el momento en que Beth viera a Sable, las dos
se hablarían y todo el plan se iría a la mierda.
Estaba harto de oír hablar del plan.
Sable, como la buena mujer que era, dedicada al club, había
telefoneado a Forge en cuanto su cita había terminado con el policía.
Había informado a Hank de su salida del club. Lo que más le
sorprendió fue que Forge le dijera que bajo ningún concepto debía
follar con Hank inmediatamente. Se vería demasiado sospechoso. Su
razonamiento era que ella quería una nueva vida lejos de la vida del
club. Abrir las piernas sólo atraería más sospechas. Si quería una
nueva vida, iba a tener que demostrarlo pasando página y no siendo
tan abierta con él.
Dog amaba a su Prez en este momento, pero también seguía
odiando la situación. Para ayudar a la exhibición que iban a hacer,
Sweetheart y Honey estaban con ellos, así como un par de coños más
del club.
Desde que Sable le había soltado la verdad sobre su virginidad,
había empezado a interrogar a los hermanos, discretamente, pero
ninguno de ellos era capaz de aclarar qué había pasado exactamente.
—Amigo, vamos, es un coño libre. La incliné, la tomé y me fui.
—Me montó hasta el cansancio, pero ya sabes, no lo recuerdo
realmente.
—No te estreses por eso.
Cuando preguntó sobre la mañana siguiente, todos dijeron lo
mismo, Sable no estaba para otra vuelta.
Ella ya se había ido.
Mientras se bajaba de la moto, Forge le echó una mirada. Estaba
siendo un poco problemático con este plan. Tal vez porque se había
enterado de que la mujer que creía que era una puta era cualquier
cosa menos eso y eso lo estaba matando.
Las cosas que le había dicho, la forma en que la había tratado.
No había ninguna duda en su mente. Sable no era una puta del club.
Los hermanos iban a su habitación, se desmayaban, y cuando se
despertaban por la mañana, ella siempre se había ido para asegurarse
de que no la buscaran.
Sable se había guardado y él no iba a ser un imbécil y tratar de
preguntarse por qué, él sabía por qué.
Por él.
Se había guardado para él porque, por alguna extraña razón,
Sable sentía algo por él. Él no lo merecía.
—Oh, joder —dijo Sweetheart. —En serio. ¿Ella está trabajando
aquí? ¿Este lugar es mejor para ella que el club? Sabía que debería
haberla abandonado en el momento en que la escupí. Puta traicionera.
Apretó las manos en puños mientras escuchaba a la madre de
Sable despotricar.
Esto era una muy mala idea. Fuera lo que fuera lo que estaba a
punto de ocurrir, iba a hacer daño a Sable. Tendría que ser una buena
actriz para superar esto.
Tiene que serlo. Ella ha convencido a todo un club de ser un coño
libre durante todo este tiempo que estaba guardándose para ti.
Dog nunca se había considerado un hombre posesivo. Leal,
seguro, pero cuando se trataba de mujeres del club, no lo era. Por lo
general, siempre había alguien para montar su polla, y las mujeres
que había visto estaban contentas de ir a donde las querían. Nunca
las juzgaba por ello y sabía que pasarían de él por una polla más
grande dentro del club. Se había acostumbrado a ello.
Pero Sable se había guardado para él.
Ninguna otra polla había estado dentro de ella.
Ella era jodidamente pura. Toda suya, y él quería probarla. No
tenía ninguna duda de lo que quería. No quería que un policía de
mierda le quitara lo que le pertenecía por derecho.
—No empieces. Tengo hambre —dijo Forge. —Cualquiera puede
seguir adelante y marcharse. No te voy a obligar a quedarte.
El trabajo de Sable era trabajar en la cafetería local. Forge lo había
hecho a propósito. Ayudaría con su plan en acción el tratarla como
una mierda, pero también cuando el plan estuviera terminado, Forge
podría traerla de vuelta al redil.
Era una completa y total mierda.
Dog odiaba el plan, pero igualmente no volvió a subirse a su moto.
Entró en la cafetería, consciente del repentino silencio que su
presencia siempre creaba.
Encontraron un par de puestos libres en la parte de atrás. Una
pareja se escabulló como ratas asustadas cuando tomaron asiento.
Nada nuevo. Estaba acostumbrado a ello.
Al sentarse, su mirada se dirigió a ella. Estaba a un par de mesas
de distancia. El pelo recogido en una cola de caballo. El uniforme que
llevaba abrazaba esas curvas sensuales pero era modesto. Una cosa
gris y fea.
Ella no miró hacia ellos pero él vio lo tensa que estaba. Se ocupó
del pedido que acababa de tomar y él la vio tener que tranquilizarse
antes de agarrar la cafetera y llenar los pedidos de la gente.
Él sabía lo que iba a pasar, al igual que ella. Esto le iba a doler.
Forge sabía de antemano cuál era su sección para poder sentarse
aquí.
Ella se entretuvo, esperó, y finalmente, cuando era claramente
demasiado grosero no venir y acercarse a ellos, dio un paso hacia el
grupo.
Todos se congelaron.
—¡Puta! —dijo Honey en un siseo.
Sable se tensó. La pluma se dirigió hacia el cuaderno de notas.
Levantó la cabeza. El fuego en sus ojos se veía claramente.
Así es. No te derrumbes. No muestres tu miedo o tu dolor.
—¿Qué puedo servirles? —preguntó ella.
—No quiero que tomes mi orden de comida —dijo Sweetheart. —
No quiero que la traición se pegue a mi comida.
Sable se quedó mirando a su madre. Apretando los dientes. —
Entonces vas a tener que moverte. —Miró a su alrededor. —Estás en
mi sección. Si no quieres que te sirva, bien. Muévete.
Maldita sea, lo estaba excitando, enfrentándose a su madre.
Sweetheart se puso de pie y dio un paso hacia su hija. Dog se
tensó, pero Forge lo pateó por debajo de la mesa, manteniéndolo a
raya. No le gustaba esto, ni un poco, y lo enfurecía. Aun así, se quedó
quieto. Los otros clientes estaban mirando y él odiaba que Sable
pasara por esto. Sin embargo, ella no se echó atrás, incluso cuando
Sweetheart adoptó su postura, con los brazos cruzados.
—No sé qué te pasa. Está claro que he hecho algo mal. Te enseñé
mejores modales. Te enseñé lealtad.
Sable se rió. —¿Me enseñaste lealtad? Lo que me enseñaste,
madre, es a abrir las piernas para cualquier hombre que se atreva a
mirar en mi dirección. —Miró a todo el club. —Mira a tu alrededor,
podría haberme tirado a mi padre, por lo que sé. Ni siquiera sabes cuál
es mi padre. No intentes fingir que me has enseñado algo. No lo has
hecho. No me sorprendería, sin embargo, que hubieras abandonado a
tu hija. Lo único que te interesa es la próxima polla que montar en
lugar de lo que realmente estoy haciendo.
Sweetheart abofeteó a Sable en la cara. Fue duro, y el instinto de
Dog fue agarrar a la mujer mayor y alejarla.
Se quedó sentado.
Esto estaba mal.
Lo sabía.
La bofetada había sido tan fuerte que esperaba ver sangre.
Habían montado una escena y ahora Forge se levantaba. —Es
hora de que nos vayamos. —No dio explicaciones.
Nadie dijo una palabra.
Uno a uno, se fueron. Sable se puso de pie, con la columna
vertebral recta, mirando a su madre. No se tocó la cara ni mostró
ningún signo de debilidad.
Joder, parecía una reina.
Todos se subieron a sus motos. Dog se permitió una última
mirada al interior de la cafetería. Sable no se había movido. Se dio una
sacudida y miró hacia ellos. En el momento en que lo vio, desvió la
mirada y se dio la vuelta.
Maldita sea, había metido la pata cuando se trataba de ella.
Volvieron a montar hasta la sede del club.
Los chicos empezaron a hablar. Sweetheart se llevó una mano al
pecho como si acabara de pasar por una gran tragedia.
Siguió a Forge, entrando en el despacho del Prez y cerrando la
puerta de golpe.
—¿Estás contento? —preguntó Dog.
Forge se sentó y asintió. —Sí, lo estoy.
Sacudió la cabeza. —Esto está mal.
—¿Y por qué? —preguntó. —¿Porque no puedes soportar ver a
Sable sufriendo?
—Su madre acaba de golpearla, Forge. ¿Qué hacemos cuando
todo esto termine, qué pasa entonces? ¿Crees que va a ser fácil para
ella volver a aceptar el club con los brazos abiertos? —preguntó.
—En realidad no importa ahora. El club la aceptará con los brazos
abiertos, les guste o no. No depende de mí arreglar las relaciones
familiares. Sweetheart y Honey ven lo que quieren ver.
—No me gusta esto. No me gusta nada de esto. —Lanzó su mano
al aire.
Forge se rió. —Creo que tienes que calmarte. El plan está
funcionando. O funcionará si le das una oportunidad. Sable lo va a
conseguir y, cuando lo haga, me aseguraré de que todos en el club
conozcan su devoción y lealtad. Nunca volverá a ser sólo una puta del
club. Puedo garantizarlo.
Dog sabía que no debía decir lo que estaba a punto de decir, pero
no podía contenerse. —Ella no es una puta de club. Sable nunca se
ha follado a ninguno de los hombres. No ha sido tocada, es virgen.
Todo lo que ha hecho ha sido proporcionar una habitación a los
chicos. Ninguno de ellos la ha tocado. Sólo asumen que lo han hecho.
****
—Puedo arrestarla por agresión —dijo Hank.
Sable odiaba mucho esto. Forzando una sonrisa en sus labios
aunque le doliera la cara, negó con la cabeza. —Realmente no hay
razón. No es que a ellos les importe. —Se encogió de hombros. —No
valen la pena.
Cuando llegara a casa, se lavaría la boca con jabón. Era la única
manera en que iba a ser capaz de lidiar con todas las mentiras que
había expulsado de su boca. Lo que no podía decirle a Hank era que
después del golpe de su madre, había ido al baño y había llorado.
Había llorado tanto que le había llevado más tiempo que el de su
descanso para recomponerse. Tuvo que pedir una tarde libre por
motivos personales. Tendría que recuperar su turno, pero el dolor se
había quedado con ella. Ver a algunos de los hombres por los que
había renunciado a su cama, su madre, su hermana, todos ellos la
veían como menos que ellos.
Realmente le dolía.
Acomodando su cabello detrás de la oreja, miró hacia la calle.
Acababan de disfrutar de una cena juntos en un bonito local italiano.
A Hank le encantaba la pasta y ella no se quejaba. Sujetando su
pequeño bolso, él la acompañó a casa. Había podido evitar ir en su
coche o estar sola en un espacio reducido con él.
Le puso una mano en la base de la espalda y ella quiso gritar. No
hizo ningún movimiento para evitar que la tocara.
—Son escoria, Sable. Tú eres mejor que ellos. Créeme. Luther
Grass tiene planes para todo el MC en esta ciudad. Tienen que irse y
yo, por mi parte, haré lo que sea necesario para asegurarme de que
Grass gane.
—No sé quién es esta persona Grass. —Se frotó la sien. —Lo
siento mucho. Creo que la bofetada fue realmente mala.
Hank se detuvo y se tocó la mejilla, que se había magullado
ligeramente debajo del ojo. Una cosa que diría de su madre, es que se
alegraba de que, al crecer, no hubiera tomado la costumbre de
castigarlas con la mano. Vaya, la mujer tenía algo de fuerza.
—¿Te duele la cabeza?
—Sí —dijo ella con un gemido. —Lo siento mucho. Creo que voy
a tener que cortar la velada. Es una pena. Me lo he pasado muy bien.
Había pasado la velada escuchando a Hank hablar de cómo entró
en el cuerpo de policía, qué papel desempeñaba, y cómo ampliaba su
lista de logros. Cuánto mejor era él que cualquier otra persona en el
mundo.
Era... agotador.
Este hombre pensaba que era mejor que todos los chicos del MC,
y sin embargo, era tan egocéntrico. Ni siquiera entendía el significado
de la palabra lealtad. Aun así, le siguió el juego. No era que tuviera
mucho que decir. Hank llenaba cualquier tipo de silencio incómodo.
Le encantaba el sonido de su propia voz y no había forma de que ella
lo interrumpiera.
Caminaron de vuelta a su casa. Ella se quedó mirando la casa.
En cualquier otro momento, le habría encantado un lugar así. Incluso
podría imaginarse a sí misma disfrutándolo con Dog, pero todo esto
era parte de un plan. No era real.
Hank tomó su mano entre las suyas. —¿Me dejas invitarte a salir
de nuevo mañana?
—Me gustaría.
—Bien. —Se inclinó hacia ella y le besó la mejilla. —Eres una
mujer muy especial, Sable. Realmente dulce. Hiciste bien en dejarlos.
—Gracias. —Ella quiso gritarle, pero le dio la espalda, consciente
de lo cerca que seguía estando. —Tuve una noche maravillosa. Gracias
por ser tan comprensivo. —Le dio un beso y cerró la puerta. Se
desplomó contra la madera y se cubrió la cara.
—Se está enamorando de ti.
Dejó escapar un pequeño grito mientras levantaba la vista para
ver a Forge sentado en las escaleras. Mirando de nuevo a la puerta y
luego al Prez, abrió la boca y la cerró. —¿Y si...? Él podría haberte
visto.
—No lo hizo. No estoy cerca de la puerta y no la has abierto
demasiado. —Se levantó.
—¿Y tu moto? Estamos haciendo esto para acercarnos y si se da
cuenta de que estoy jugando con él, todo será en vano.
Forge la miró fijamente. —¿Eres virgen?
—Espera, ¿qué?
—No quiero ninguna mentira elaborada ni ninguna tontería.
Contéstame. ¿Eres virgen?
—Has estado hablando con Dog. —Se mordisqueó el labio,
sintiendo cómo se le calentaban las mejillas.
Forge se alejó de las escaleras y se puso delante de ella. —¿Eres
virgen? Sí o no. ¿O fue una mentira que le dijiste a Dog para volverlo
loco?
Ella negó con la cabeza. —Soy virgen.
—Dímelo ahora mismo. ¿Quieres dejar esto? —preguntó él. —Te
pedí que lo hicieras porque Hank te mostró interés y pensé que tenías
experiencia. Dados los comentarios de los chicos sobre ti a lo largo de
los años, lo di por hecho. Ese fue mi error.
—Yo... no, hemos empezado ahora. Hank se cree esta historia.
Puedo hacerlo.
—¿Puedes hacer esto sin follar con él? —preguntó Forge. —No
quiero que tu primera vez sea con alguien que no soportas.
—Sinceramente no lo sé. No lo quiero pero haré lo que sea
necesario para el club. —Se frotó la sien.
—Lo siento por eso —dijo él, señalando su mejilla.
—No es nada.
—Tu madre lo lamentará cuando sepa la verdad.
—No importa.
—Me voy a ir ahora. Cierra la puerta con llave. —Forge giró sobre
sus talones, pero en lugar de salir por la puerta principal, oyó cómo
se cerraba la de la cocina. Después de colocar rápidamente la
cerradura en su lugar en la parte delantera, se apresuró hacia la parte
trasera e hizo lo mismo.
En cuanto a las conversaciones, tenía que ser la más extraña que
había tenido con su Prez. No había mentido a Hank. Su cabeza estaba
a punto de explotar.
Después de abrir la nevera, se sirvió un poco de leche y subió las
escaleras. Puso la leche fría junto a su mesita de noche, entró en el
baño, se quitó la ropa, se metió en la ducha y dejó que la noche se
desvaneciera. Quería eliminar todo rastro de Hank de su cuerpo.
Una vez que se sintió lo suficientemente limpia, salió, se puso
rápidamente una camisa y estaba entrando en su dormitorio,
secándose el pelo, cuando vio a Dog sentado en el borde de su cama.
No llevaba su corte de cuero, ni sus botas. De hecho, no llevaba más
que calzoncillos mientras la miraba.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó.
—¿Por qué no le dijiste a Forge que querías dejarlo? Era así de
sencillo.
—Yo empecé esto. El club necesita esto. No podemos seguir
hablando sobre lo mismo que siempre. Puedo hacer esto.
—¿Crees que Hank va a esperar para probarte?
—Sí. —Hank aún no había hecho un movimiento inapropiado. No
iba a darle ni siquiera una pista de que sería bienvenido. —No deberías
estar aquí. ¿Dónde está tu ropa?
—En el suelo. Si pudieras quitarme los ojos de encima un minuto,
verías dónde están.
Ella lo miró rápidamente a los ojos y se rió. —Lo haces a
propósito. ¿Por qué?
—Simple, me gusta cuando tus ojos están en mí.
—No te entiendo, Dog. Un minuto no soportas que esté cerca de
ti. Ahora me dices que me deseas. Tienes que dejar de hacer esto.
—¿Hacer qué? —Se acercó a ella y la pared detuvo su huida.
La forma en que la miraba, cómo la hacía sentir dolor por él. No
tenía sentido. Lamiéndose los labios, lo observó.
—¿Tienes idea de lo que me haces? —le preguntó. —Desde que
soltaste esa bomba, no puedo sacarte de mi mente. No es justo. —Le
tocó la barbilla, le inclinó la cabeza hacia atrás y lo único que ella
quería era que la besara.
—¿Por qué eres tan diferente? —preguntó ella.
—Dime, Sable. Si yo hubiera sido el hombre en tu cama, ¿habrías
sido capaz de alejarme? ¿Me habrías abandonado? —Acarició un dedo
por su cuello, posándose en su pulso durante una fracción de segundo
antes de viajar más abajo. —¿O me hubieras dado este cuerpo? ¿Me
hubieras dejado probar lo que ningún otro hombre ha probado?
Ella lo miró fijamente, con la boca seca.
—¿Realmente quieres que responda a eso? —preguntó.
—Con lo apretados que tienes los pezones, creo que ya sé la
respuesta.
Ella gritó cuando él le pellizcó un pezón, pero entonces sus labios
lo cubrieron a través de la tela.
Todo el sentido común la abandonó. Esto no era justo. Quería
odiarlo, no ceder ante él.
Tenía dos opciones: apartarlo o agarrarle la cabeza y pedirle más.
Capítulo 5
Dog no iba a correr ningún riesgo. Quería su marca en Sable
antes de que este plan de mierda fuera más allá. Necesitaba asegurar
su reclamo.
—Cuando pensaste que era una puta, me trataste como basura
—dijo.
Fue como un cuchillo en el corazón. Sabía que la había cagado. A
lo grande.
—No intentaba ser un imbécil. Nena, me enamoré de ti hace años,
tienes que creerlo, pero siendo VP, sabía que nunca podríamos estar
juntos. Ya sabes cómo funciona el club. Era mejor mantener la
distancia. Si me permitía enamorarme de ti, no terminaría bien para
ninguno de los dos.
—¿Y ahora?
—Las cosas son diferentes —dijo él.
Ella se lamió los labios y él siguió el movimiento de su lengua. Su
polla se engrosó en sus boxers. —¿Dime por qué?
—Porque quiero que seas mía. No me importa quién lo sepa.
—No soy un coño del club —dijo ella.
Él entrecerró los ojos, rastrillando su mano en su pelo. —No
quiero un coño. Quiero que seas mi vieja.
Ella dejó escapar una respiración temblorosa. —No lo dices en
serio.
Él apretó más su cabello, haciéndola estremecer. Dog pasó sus
labios por el lado bueno de su cara. —No necesito mentir, ¿no? —
Luego le susurró al oído: —Si quisiera esa cereza, me la darías.
Dog enroscó los dedos de su mano libre alrededor del borde de su
camisa y comenzó a subirla, con el dorso de sus dedos rozando
suavemente su estómago. Le giró la cabeza, acercando sus labios a los
de ella. La respiró. Un beso se convirtió en dos, luego en tres. Ella
estaba completamente receptiva, y finalmente lo besó con hambre,
gimiendo en su boca. Él la devoró, apretando su cuerpo contra el de
ella. Llevaba demasiado tiempo conteniéndose. Toda esa pasión
reprimida era imposible de mantener embotellada por más tiempo.
—Por favor, Dog.
—Sí, me gusta cómo me lo suplicas.
Tiró de la camisa por encima de su estómago, viendo las cicatrices
que Hound le había hecho allí. Al menos había tenido el placer de
torturar al maldito traidor antes de que Forge acabara con su vida.
Dog dejó que el material volviera a caer en su sitio. Ella había estado
en su camino a la cama, pero él no esperaba que estuviera
completamente desnuda debajo. Gruñó en lo más profundo de su
pecho.
—¿Qué pasa?
Dog no se había dado cuenta de que había desconectado, su
mente regresando a esos meses en los que había cuidado de Sable.
Fue cuando se enamoró. Sin vuelta atrás.
Sacudió la cabeza con desprecio. —¿Qué has oído hablar de mí
en el club? —Odiaba que ella supiera todas las historias de perras que
se había follado a lo largo de los años. Ninguna de ellas importaba.
—Que tienes una gran polla.
Levantó una ceja. —¿Eso te asusta?
—No me da miedo.
Sonrió con satisfacción. Ella era tan condenadamente linda.
Nunca se había dado cuenta de lo excitante que sería su inocencia. —
No estoy aquí para eso.
Sable frunció el ceño. —¿Qué quieres decir?
—Quiero ser el hombre que te dé placer. Quiero que recuerdes lo
que puedo darte.
Sus labios se separaron pero no dijo nada.
Le acarició la mejilla y le pasó el pulgar por el moratón que le
había hecho su madre. —Joder, eres perfecta, Sable.
—¿Incluso con mis cicatrices?
—Fui yo quien te cuidó después de que te dispararan, ¿o no lo
recuerdas?.
Ella deslizó sus manos sobre los músculos de sus hombros hasta
que sus brazos rodearon su cuello. —Me acuerdo de todo. Estabas ahí
para mí todos los días. Eras mi héroe.
Su voz era tan condenadamente suave y dulce. Todo lo contrario
a las mujeres del club.
—Debería haberte dicho mis sentimientos entonces —dijo. —Fui
un cobarde.
—No, lo entiendo. No tienes que explicarte —dijo ella. —Nací en
el club. Los chicos se habrían reído de ti si hubieras reclamado un
coño del club como tu vieja.
—Eres demasiado buena para mí, nena. Lo siento.
Ella peinó sus dedos en el pelo de su nuca. Se sentía muy bien.
—¿No has venido a reclamarme? Sabes que no te rechazaré.
—No sé por qué he venido aquí. Parece que no puedo alejarme. Y
pensar en las manos de ese imbécil sobre ti me vuelve loco.
—No quiero a Hank.
—Dime que no dejarás que se acerque demasiado.
Ella exhaló. —Le prometí a Forge hacer este papel. Tenemos que
proteger al club de Luther Grass.
—Estabas fuera con Hank esta noche —dijo él contra sus labios.
—Si él quisiera entrar, ¿habrías dicho que sí? Sable, dime que no lo
dejarás cruzar esa línea. Por lo que a mí respecta, perteneces a los
Hell's Slaves. Me perteneces a mí.
—Pero...
Tal vez tendría que poner una bala en la puta cabeza de Hank,
incluso si eso significaba alejarse de su club. La mera idea de que
Sable fuera besada, tocada, follada, lo ponía en una rabia asesina.
Había venido aquí para darle la mejor primera experiencia de su vida.
Para hacer las cosas oficiales entre ellos. Dog había sido abandonado
al nacer. Tenía mucha rabia acumulada en su interior. Incluso a los
cuarenta y seis años, nunca había sido capaz de romper esos muros.
Sable era su debilidad. Ella lo hacía sentir humano. Sólo ella sería
capaz de domarlo.
Pero ella se negaba a asumir el mismo compromiso.
—Tal vez no debería haber venido aquí después de todo —dijo. —
Me dices que eres virgen, que te has estado guardando. Pero por otro
lado, ¿estás dispuesta a saltar a la cama con Hank por el bien del puto
club? Pensé que eras diferente a tu hermana.
Ella intentó abofetearlo pero él le agarró la muñeca con fuerza,
mirándola fijamente a los ojos.
—Eres el único hombre que he querido, Dog. Sólo a ti. —Su
pasión era palpable.
—Así está mejor. —La besó con fuerza y la levantó en sus brazos
para que pudiera rodear su cintura con las piernas. Su coño desnudo
le rozaba el estómago, y sería una tortura salir de aquí esta noche sin
follarla. Por lo menos, tenía que probarla.
Bajó su cuerpo sobre la cama, con los brazos de ella aún rodeando
su cuello. El deseo en la habitación nubló su lógica. Su olor estaba
por todas partes. Rechinó sus caderas entre los muslos de ella, y ella
se levantó para recibir su empuje. Sus maullidos hicieron que su polla
se pusiera dura como una piedra.
Sus manos lo recorrían, explorando, probando sus músculos.
Haría cualquier cosa por ella.
—Dog, hazme el amor, por favor.
Cuando ella se acercó a su polla, tratando de deslizar su mano
dentro de sus calzoncillos, él le aseguró la muñeca junto a su cabeza.
Era bueno privándose a sí mismo, pero no tan bueno.
Se besaron y se besaron, sus cuerpos se entrelazaron mientras se
retorcían en la cama. Ella lo estaba volviendo loco. —Esta noche no,
nena.
Descendió por su cuerpo, abriendo sus gruesos muslos. Ella lo
miraba, con el pecho aún agitado mientras luchaba por recuperar el
aliento. Su coño estaba desnudo, rosado y perfecto. Dog separó sus
labios, memorizando cada detalle de su mujer. Luego le pasó la lengua
por los pliegues, escuchándola gritar por primera vez.
—Qué coño tan bonito, Sable. Voy a disfrutar de esto.
Pintó una línea a lo largo de su abertura con el dedo, tan tentado
de empujarlo hacia dentro, pero eso tendría que venir más tarde.
Cuando la reclamara, no sería en este cuchitril con su moto escondida
en el cobertizo trasero. Haría las cosas bien, porque ella se merecía
algo mejor.
Dog le rodeó el culo, presionando el pulgar contra él mientras le
acariciaba el clítoris con la lengua, una y otra vez, hasta que ella se
retorció sobre las sábanas. Coño virgen. Viviendo en el club.
Empezaba a pensar que todo era un puto mito. Sable sería toda suya,
cada parte de ella. Y él atesoraría el honor.
Dog se acomodó para el largo viaje, frotando su cara entre las
piernas de ella, follándola con su lengua, y luego chupando su clítoris.
El apretado manojo de nervios estaba hipersensible. Ella gritó fuerte,
gimió y luego comenzó la serie de sonidos más sexy que él había
escuchado. Estaba seguro de que no había chupado a las putas del
club. Pero podía vivir entre las piernas de Sable.
Ella no tardó nada en conseguirlo. En cuestión de minutos, se
agarró a las sábanas, su cuerpo se tensó, y luego se soltó por completo,
su crema cubriendo su boca mientras se estremecía con su liberación.
Su cuerpo se estremecía una y otra vez. Jadeaba en pequeñas ráfagas,
completamente dominada por la fuerza de su orgasmo.
Él se limpió la cara con el dorso de la mano mientras se
arrastraba por la cama. Estaba agotada, mirándolo con los ojos
empañados.
Dog la besó en la frente. —Descansa, cariño.
Luego se deslizó fuera de la cama, se colocó los vaqueros y agarró
su camiseta.
—¿A dónde vas?
—De vuelta al club.
—¿No puedes quedarte?
Se rió. —Recuerda que estás interpretando un papel, le guiñó un
ojo. —Sigue interpretando a la novia del policía, pero el único hombre
que puede ensuciarse contigo soy yo.

****
Lo vio marcharse. Si hubiera tenido energía, lo habría perseguido
o al menos lo habría visto salir por la ventana. Pero él la había
destrozado. El orgasmo la había desgarrado por dentro y se sentía
como una gelatina caliente, completamente satisfecha y prácticamente
resplandeciente.
Dog tenía razón en una cosa: era sucio. Las cosas que había
hecho entre sus piernas eran obscenas y a ella le había encantado
cada segundo. Su titánica contención no hacía más que excitarla
mucho más. ¿Por qué no la había reclamado esta noche? Desde luego,
ella no lo hubiera rechazado.
Al principio, se sintió incómoda y tímida con su cabeza entre las
piernas, pero en cuanto él tomó las riendas, casi se olvidó de su propio
nombre. Lo único que importaba era la sensación de su boca en su
coño. Tuvo el presentimiento de que nada podría detener a Dog. Sable
ya se creía adicta al lado sucio de Dog... y quería más.
Una vez que él se fue, la tristeza la envolvió. La soledad. Deseó
estar en la parte trasera de su moto, con los brazos apretados
alrededor de su cintura, dirigiéndose a casa, al club, también. Esto no
era un hogar. Todo era un espejismo, una vida falsa que nunca querría
para sí misma. Aunque el club no era perfecto, era lo único que
conocía. Estar sola en el mundo exterior provocaba que su ansiedad
se disparara.
Recordó las cosas que Dog había dicho. Estaba celoso de Hank, y
quería que ella fuera su vieja. ¿Lo decía en serio? Ser elegida por el VP
era más que un honor. Desde que Forge estaba casado, Dog era el
hombre más codiciado del club, y la quería a ella.
El plan del Prez para conseguir información sobre Grass
aseguraba que todos, incluso su propia familia, la odiaran. Si
conseguía sacar a Dog de su pesadilla, todo valdría la pena. Se tocó la
mejilla dolorida. Era sólo un dolor, sólo un cuerpo. Lo que importaba
era su corazón, y su amor por Dog. Si tenía eso, soportaría cualquier
cosa.
Sable se durmió soñando con una vida feliz. No se despertó hasta
que sonó su alarma a primera hora de la mañana. Era difícil
acostumbrarse a un estilo de vida civil, que incluía acostarse
temprano y levantarse temprano. Estaba acostumbrada a las fiestas
hasta altas horas de la noche y a dormir hasta que le apetecía salir de
la cama. El orden y la rutina constantes la ponían de los nervios.
Su teléfono sonó mientras se preparaba para ir a su trabajo en la
cafetería. Era Hank.
—¿Cómo te sientes hoy, cariño?
Se tocó la cara y se miró en el espejo. No estaba tan adolorida,
pero se veía peor. —Estoy bien. Todo se curará en unos días.
—Bueno, tengo una buena noticia que puede ayudar.
—¿Oh?
—Después de tu turno, ¿te gustaría cenar conmigo? Luther Grass
va a dar una fiesta en la piscina de su casa de campo para unos pocos
invitados selectos y dijo que eres bienvenida a ir... como mi cita.
—Eso suena divertido, Hank. Me encantaría ir.
—Genial. Te pasaré a buscar sobre las cinco. Intenta tapar los
moratones. Él suele tener a la prensa sacando fotos.
Cuando colgó, tenía sentimientos encontrados. Esto era
exactamente lo que Forge esperaba, pero parecía demasiado fácil y no
tenía un buen presentimiento. Grass odiaba al MC y lo estaba
utilizando como herramienta de campaña. Si él tenía la sensación de
que ella estaba mintiendo, podría ser desastroso para ella.
Tendría que ser una excelente actriz. Sable no conocía a su padre,
así que, en cierto modo, Forge era todo lo que tenía en cuanto a
modelos masculinos. Quería su aprobación, quería que estuviera
orgulloso.
Su turno en la cafetería pasó sin problemas. No vinieron
motociclistas, lo que la alegró. Era más difícil mentirles a la cara. Y
sin la presencia de Forge o de Dog, no estaba segura de hasta dónde
podría llegar uno de ellos, ya que todos la consideraban una rata.
—Hasta mañana —gritó al salir de la cafetería al final de su turno.
Le dolían los pies y había estado tan ocupada que se había perdido el
descanso para comer. El estómago le rugió mientras se dirigía a su
coche en el estacionamiento. No tenía mucho tiempo para prepararse
para la cena. Sable no se lo había dicho a Forge ni a Dog. Ya sería
bastante estresante estar rodeada de sus enemigos sin tener que
preocuparse de que las cosas no salieran según lo planeado. Prefería
llamar a Forge y darle buenas noticias que decepcionarlo si no
conseguía ninguna información útil.
Todo era demasiado bueno para ser verdad. Sólo era su segunda
cita con el policía y él le estaba presentando al hombre que buscaban.
Con suerte, Grass bajaría la guardia en una fiesta social y daría algo
que el club podría utilizar. Ella mantendría los ojos y los oídos abiertos
para todo.
Después de una ducha rápida, se miró la cara bajo las luces
brillantes del baño. ¿Cómo iba a ocultar este hematoma? Se puso la
base de maquillaje sobre las manchas, pero eso hizo que pareciera
peor. Cuando terminó, llevaba demasiado maquillaje para su gusto.
Debería tener una cita con Dog, no con Hank. Con suerte, esta
noche obtendría suficiente información para que Forge le dijera que
volviera a casa. No tenía a nadie en el mundo, ni siquiera a su propia
familia. El club y Dog eran todo lo que tenía.
Cuando el timbre sonó unos minutos antes, su corazón dio un
salto. No dejaba de debatir si debía decírselo a Dog o a Forge. ¿Y si
algo salía mal?
Sable respiró con tranquilidad y se convenció de que tenía que
ser fuerte. Podía hacerlo. En cuanto abrió la puerta, sus nervios
estaban a flor de piel. Odiaba jugar con este policía, aunque fuera
odioso.
—Estás espléndida —dijo él. Cuando le agarró la mano y le besó
los nudillos, ella se encogió. Lo último que quería era tener las manos
de este hombre sobre ella.
—Gracias.
Cuando él intentó entrar en su casa, ella atrapó su bolso de la
mesa junto a la puerta. —Estoy lista para ir.
—De acuerdo. —Él le puso la mano en la parte baja de la espalda
y la condujo a su coche. Le pareció extraño que utilizara su coche de
policía para asuntos personales. A pesar de que la acomodó en el
asiento del copiloto, ella se erizó. Desde que era una niña, le habían
enseñado a temer a la policía. Eran el enemigo. Se había hablado
mucho sobre estar en la parte trasera de un coche patrulla. Nunca
eran buenas historias.
—¿A qué distancia vive tu amigo? —preguntó.
—A las afueras de la ciudad. ¿No conoces a Luther Grass?
Ella negó con la cabeza. —No me mantengo al día con la política.
—Así es. Te criaste con esos paganos. Probablemente ni siquiera
recibiste una educación adecuada.
Sable se mordió la lengua.
—No te preocupes —dijo. —Las cosas sólo pueden ir hacia arriba
desde aquí.
—Tienes razón —dijo ella.
Durante el resto del trayecto, él siguió hablando de los males de
la vida de MC y del poder que tenía en el cuerpo de policía. Cuando
estacionó el coche, ella exhaló su alivio.
Había otros coches de aspecto caro alineados y la iluminación
exterior ya estaba preparada. Al entrar en la propiedad, un camarero
se dirigió hacia ellos con una bandeja de plata con copas de champán.
Hank sacó dos y le dio una a ella.
Ella escudriñó los patios exteriores en busca de Grass. Su mente
seguía dándole vueltas a las preguntas que podría hacer sin parecer
demasiado sospechosa. Se quedó en blanco.
—Sable, me gustaría presentarte a Luther Grass.
Jadeó y se giró. Hank y Luther la miraban fijamente. Ella había
estado tan ocupada buscándolo que no había prestado atención a su
entorno.
—Hola.
Él tomó su mano, sujetándola con demasiada fuerza. —He oído
hablar mucho de ti. Tenemos tanto de qué hablar.
Ella tragó con fuerza. —No soy muy interesante.
—Pero tienes información privilegiada que podría ayudarnos a
todos: mi campaña, la carrera de Hank y tu futuro. Eres una chica
inteligente.
No le salieron las palabras. Se quedó parada como una idiota.
Hank se aclaró la garganta. —Es como te dije antes,
probablemente tiene miedo a las represalias. Esos animales son
implacables cuando se trata de soplones. Su propia madre le dio una
paliza ayer cuando entró en la cafetería.
Luther asintió. —Claro. Por supuesto. —La miró fijamente a los
ojos y, en ese momento, ella juró que podía leer su mente. —Bueno,
mézclense, disfruten. Hay suficiente comida para alimentar a un
ejército.
Su corazón volvió a latir mientras él se alejaba.
—¿Estás bien? Te ves pálida —dijo Hank.
—Estoy bien. Es que no he comido en todo el día. No quería
arruinar mi apetito para nuestra cita.
Él sonrió. —Deja que te traiga algo de comida. Mira los
alrededores. Te encontraré.
Sable se alegró de estar sola. Había mucha gente para una
supuesta fiesta íntima. Todos parecían ricos y ella se sentía fuera de
lugar. Prefería la vida ruda y bulliciosa del club. Había visto a Grass
entrar por una de las puertas de la derecha, así que se dirigió en esa
dirección. Las voces profundas provenían de las ventanas abiertas, así
que se sentó en una silla de jardín cercana donde podía escuchar sin
ser evidente.
.—.. una vez que se hayan ido, podremos controlar el tráfico de
armas y drogas. Todas las rutas tendrán que pasar por nosotros. Una
vez que sea elegido, tendremos todo el poder que necesitamos. El único
problema al que nos enfrentaremos son los Hell's Slaves.
—Se trata de un beneficio para todos. Te deshaces del problema
y te haces ver como un santo limpiando la ciudad. Eres un maldito
genio, Luther.
Grass se rió. Luego se rieron todos.
No podía respirar. Se suponía que esto era política, pero era
mucho más profundo. Grass estaba sucio, y Forge ni siquiera era
consciente de ello. Él pensaba que el político estaba limpísimo, y por
eso necesitaba encontrar esqueletos en su armario o chantajearlo.
—¿Quieres un poco?
Sable levantó la vista para ver a un hombre trajeado de pie con
una bandeja de entremeses.
No quiso contestar por si Grass oía su voz a través de la ventana.
En su lugar, sacudió la cabeza y miró hacia otro lado, esperando que
él captara la indirecta.
Tuvo suerte, él se marchó.
—¿Qué pasó con tu cita?
Era Luther Grass. Todo su cuerpo se tensó. ¿Se daba cuenta de
que ella había escuchado partes incriminatorias de su conversación?
—Me está trayendo un plato de comida. Me salté el almuerzo, así
que me muero de hambre. —Ella hizo su mejor acto, poniendo la
fachada de una mujer relajada y despreocupada. Por dentro, era un
maldito desastre.
—Estoy seguro de que no le importará que te robe unos minutos
entonces.
Sonrió, una sonrisa malvada, y extendió la mano hacia un lado.
Ella no tuvo más remedio que levantarse y seguirle la corriente.
Capítulo 6
Dog esperó dentro de la habitación de Sable.
Esto no le gustaba.
Ella nunca había tardado tanto en volver a casa. Estaba al tanto
de su cita. No había mucho que se le escapara al Prez. Forge lo había
puesto al tanto de su situación y de cómo se suponía que ella iba a
reunirse con el propio Grass como mujer de Hank. Dog se preguntó
por qué Sable había decidido no compartir esa información. Estaba
jugando con fuego.
Comprobando su reloj por quincuagésima vez, apretó los dientes.
Esto estaba jodido.
Mientras se paseaba por su habitación, se acercaban las dos de
la madrugada. Ningún maricón tendría una fiesta hasta tan tarde.
Algo iba mal. Lo sabía.
Sacando su móvil, no tuvo más remedio que llamar a Forge. Su
Prez se enojaría, pero ¿a quién le importaba, realmente? La vida de
Sable estaba en juego. Cada vez que no confiaba en su instinto,
sucedían cosas malas.
Se acercó el móvil a la oreja, esperando que Forge respondiera o
al menos le enviara un mensaje que lo calmara.
¿Y si ella se está follando a Hank?
¿Y si ella llega a ese nivel por el club?
¿La querré aún?
Cortó esa línea de pensamiento. No importaba. Confiaba en Sable.
Sólo estaba molesto por la frecuencia con la que tenía que escuchar a
los chicos hablar mal de ella. En las últimas veinticuatro horas,
incluso Forge tuvo que prohibirles hablar de ella.
Algunos de los chicos hablaban de que su coño estaba podrido y
que cualquiera que le metiera la polla tendría que atenerse a las
consecuencias de que se le cayera. Todas las estupideces de las que
hablaban los hombres.
—Hola —dijo Beth. Su voz sonaba como si hubiera estado
dormida.
—Oye, ¿está Forge ahí?
—Ajá, Forge, es para ti.
Oyó crujidos. —Más vale que esto sea bueno.
—Sable no está en casa.
—¿Qué?
—Ya me has oído. Sable no está en casa. Tú y yo sabemos que
una fiesta no debe durar tanto. Esto no me gusta. Estoy preocupado.
Más crujidos llegaron a la línea. —Tengo que atender esto, nena.
Vuelvo en un minuto.
Claramente, a Forge se le había caído el teléfono mientras
caminaba. Esto sólo lo enojó aún más.
—¿Me estás diciendo que ignoraste una orden directa que te di?
—Corta con la mierda, Forge. Tú y yo sabemos que aquí es donde
voy a estar. Imagino que desde que descubriste la verdad sobre Sable,
te alegras de que desobedezca la puta ley.
—No me alegro. ¿Qué quieres decir con que ella no está en casa?
—Exactamente lo que estoy diciendo. Te dijo dónde estaría y aún
no ha vuelto.
Forge gimió. —Son un poco más de las dos. Así que la fiesta
continuó. La mierda pasa.
—No creo que lo haya hecho. Algo no está bien. Vamos, tú y yo
sabemos que el tal Grass es una mierda. —Dog se pasó los dedos por
el pelo mientras empezaba a sentir pánico. —Tenemos que sacarla de
esto. Es la única manera de que esté a salvo. Tienes que cancelar todo
esto.
—Ahora, escúchame. Ella sabe lo mucho que necesitamos esto y
no voy a sacarla así como así. Entiendo que estés enojado. Yo también
lo estaría si fuera Beth. Tienes que esperar. Es imposible que Grass le
haga algo a Sable. La han visto en la fiesta.
—Ella es un coño del club, Forge. Así es como él la vería. Por lo
que sabemos, Hank está involucrado en cualquier mierda que Grass
esté tratando de hacer.
—No vamos a revelar su tapadera. Todavía no —dijo Forge.
—¿Cuándo será? ¿Cuando aparezca en una bolsa para
cadáveres?
—Basta. Basta ya.
Dog hizo una pausa cuando escuchó la puerta abrirse. —Creo que
está aquí —dijo, dejándose caer sobre la cama. Lo que no había
previsto era que su portátil se balanceara precariamente hasta caer al
suelo.
—¿Qué demonios acabas de hacer? —preguntó Forge.
—Hay alguien en tu casa —dijo Hank. Su voz se hizo oír mientras
se producía movimiento en las escaleras.
Joder.
Necesitaba esconderse.
No había lugar para esconderse.
Abrió el armario y se deslizó dentro. Esto era tan jodidamente
estúpido. No podía creer que se estuviera escondiendo de un policía
cuando podía romperle el cuello tan fácilmente.
Quería hacerlo. Sería muy divertido.
Permaneciendo perfectamente quieto, observó a través de la grieta
de las puertas.
Hank llegó primero, con el arma preparada.
—Está bien —dijo Sable. —No hay nadie aquí. —Soltó una risita.
Para cualquier otra persona, sonaba divertida, pero él detectó el borde
del pánico. —Mira, sólo era mi portátil. Probablemente no lo puse bien
en la cama y se cayó o algo así. —Se encogió de hombros. —Te
acostumbras a los ruidos extraños. No es nada.
¿Sabía ella que él estaba aquí?
Hank se giró.
—Vamos, guarda esa pistola. Me estás asustando. No me gustan
las armas. —Ella levantó el portátil.
—¿Cómo duraste en la casa club? —preguntó Hank.
Ella dejó escapar un grito ahogado cuando el policía le rodeó la
cintura con sus brazos. Ella ya había puesto el ordenador sobre la
cama.
Las manos de Dog se apretaron.
—No hagas nada —dijo Forge. La voz de su Prez era fuerte y clara
en su oído, pero quería hacerlo.
—No sé. Supongo que solo lo hice. Ya sabes. Te enfrentas a lo que
la vida te depara. Es lo que hago. —Acarició el pecho de Hank, inclinó
la cabeza hacia atrás y sonrió.
Dog vio la intención que tenía él.
Lo mismo hizo Sable, ya que de repente se sacudió, fingiendo un
bostezo.
—Vaya, estoy muy cansada. Probablemente no debería haber ido
contigo esta noche. Ya sabes que con el largo turno en la cafetería,
siempre estoy de pie. Uno pensaría que mi cuerpo ya estaría
totalmente acostumbrado. —Se rió.
Hank suspiró. —Eres demasiado buena.
Al menos había algo en lo que podían estar de acuerdo.
—No lo soy, Hank. No soy una buena persona, pero intento serlo.
Tú conoces mi historia. Nací en el club.
—Ellos se irán pronto.
—Perfecto. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Por supuesto. —Hank le acarició la mejilla. —Puedes
preguntarme cualquier cosa.
—¿Desde cuándo conoces a Grass?
—¿Por qué? —Hank se tensó.
—Solo por curiosidad. Estoy acostumbrada a los chicos, ya sabes.
Pueden conocerse desde hace veinte años pero seguirán dándose
golpes entre ellos. Luego pueden conocer a alguien cinco minutos y
ser los mejores amigos. Estoy acostumbrada a lo tradicional. No quise
entrometerme.
—Mierda, lo siento. Luther y yo nos conocemos desde hace mucho
tiempo. Siempre tuvimos esta visión de cómo sería la ciudad perfecta.
Mantener a los ciudadanos a salvo.
—¿La misma visión?
—Sí, estamos en esto juntos. En las buenas y en las malas.
Ella asintió. Bostezó de nuevo. —Lo siento mucho.
—Me voy a ir. Tal vez en otro momento.
Sable sonrió. —Me gustaría.
Salió del dormitorio y Dog esperó hasta que oyó cerrarse la puerta
principal.
Después de salir del armario, se sentó en la cama mientras Sable
volvía a entrar.
—¿Está ahí? —preguntó Forge.
—Sana y salva.
—Ponme en el altavoz.
Dog pulsó su teléfono móvil. Sable parecía aterrorizada.
—Sable, ¿estás bien?
—Sí, estoy bien. Lo estoy haciendo bien.
—¿Pero? ¿Por qué siento que viene un pero? —preguntó Forge.
Ella se rodeó el cuerpo con los brazos. —Grass es una mala
noticia, Forge. No está limpio. Pretende ser el jefe del tráfico de armas
y drogas. Su única intención es el poder. Ustedes se interponen en su
camino. No sé lo que van a hacer, pero quiere que yo trabaje en su
campaña. Quiere que divulgue los secretos del club. Cree que tus
hombres no tienen respeto por las mujeres. Que somos coños para
ustedes. Pero está dispuesto a ponerme en un puesto en su junta
directiva si estoy dispuesta a revelar pruebas perjudiciales sobre ti. Él
da miedo.
Dog se puso en pie y la acercó a él. Todavía sostenía el teléfono
para Forge.
—¿Qué más has averiguado?
—Nada. Intentó tenerme a solas en su casa pero lo evité. Hay algo
raro en él. Yo... no me sentía segura. Estuve tratando de irme toda la
noche desde que lo escuché.
—Maldita sea, Forge. Ella regresa a casa.
—Todavía no. No si ella puede obtener más información. No
sabemos qué va a hacer Grass. Para tomar el control del comercio de
armas y drogas, ha tenido que tener algún tipo de conversación con
los cárteles, o al menos con la mafia local. Ellos manejan los puertos.
Nosotros lo sabemos. Deshacerse de nosotros significa que tiene gente
en línea para hacerse cargo del extremo de distribución. Tenemos que
saber qué ha planeado para nosotros.
Dog inclinó la cabeza hacia atrás. Sable negó con la cabeza. —No
lo sé.
—Si quieres salir, lo respetaré. Volverás al club.
—Pero aparte de saber lo que tiene planeado, no estamos cerca
de cambiar nada realmente —dijo ella.
—No importa —dijo Dog.
—Sí importa. No quiero que le pase nada malo al club. Puedo
hacerlo. Lo que necesito saber, Forge, es qué información puedo
darles. No voy a incriminar al club a menos que tú lo autorices. —Ella
gimió. —Eso ha sonado raro.
Forge se rió. —Te llamaré por la mañana con los detalles que
puedas dar a conocer. Le joderemos un poco la cabeza. ¿Puedo ir a la
cama ahora?
Dog sonrió. —¿No vas a darme una patada en el culo?
—Oh, vas a ser pateado. Créeme. No voy a dejar pasar esto.
Forge colgó y Dog se guardó el móvil en el bolsillo.
—Viniste y me esperaste. ¿Estabas preocupado por mí?
—¿Es tan difícil de creer? —preguntó.
Ella negó con la cabeza. —Ha sido una noche muy larga.
—Entonces lo único que voy a hacer es abrazarte.
Sable frunció el ceño. —¿Lo harás?
—Toda la noche. Haré lo que necesites que haga.
—Necesito que te quedes. Sé que va en contra de sus deseos, pero
lo necesito de verdad.
—Forge sabe que estoy aquí y que me va a dar una paliza. Bien
puedo hacer que valga la pena.
****
Al día siguiente, Sable no podía dejar de sonreír. Toda la noche
estuvo en los brazos de Dog. Su piel era cálida y olía a su colonia. Este
había sido su sueño durante mucho tiempo. Era un poco cursi para
ella. Todo lo que había querido era ser de Dog. Su mujer. Su todo. No
se le escapaba la ironía de que la forma en que se había acercado a él
era fingiendo que se iba del club. Poniéndose en riesgo de ser herida o
incluso asesinada.
Dejando a un lado esos pensamientos, se quitó el lápiz del pelo y
tomó algunos pedidos. La cafetería se estaba llenando rápidamente.
Disfrutaba trabajando en la cafetería. Ver a la gente ir y venir. Por
supuesto, odiaba a los clientes difíciles a los que les gustaba quejarse
de la comida aunque se la hubieran comido toda. No todos los días
podían ser buenos.
Después de llenar la cafetera, se dio la vuelta a tiempo para ver a
Grass y Hank entrar en la cafetería. No era una visión habitual. Se
puso nerviosa. Era la primera vez que veía a Grass por aquí. Por
alguna razón, a él no le gustaba la cafetería.
Hank venía a verla regularmente.
Girando hacia el café, cerró los ojos y trató rápidamente de calmar
su respiración. Podía hacerlo. Todo esto era por el club.
Con el café listo, empezó a ofrecerse a llenar las tazas de todos.
Eso fue lo que le dijeron en su primer día de trabajo. El café era muy
bueno, y ella tenía que mantener a todos abastecidos. Sólo pagaban
una taza, pero era una recompensa para que volvieran a por más.
Hank y Grass se sentaron en su sección.
Genial.
Piensa en Dog. Sus brazos. Su todo.
Forzando una sonrisa en sus labios, se acercó a su mesa. —Hola,
caballeros. ¿Qué puedo ofrecerles? —Ya habían tomado las tazas cerca
de la puerta. De nuevo, otra característica del restaurante. Elija su
taza y se la llenarán. Paga una vez y te la llenan muchas veces.
Mirando a Hank, puso la jarra de café sobre la mesa, sacó su
libreta y sacó el lápiz.
—Estás muy bonita —dijo Grass. —Eres un hombre afortunado,
Hank.
—Sé que lo soy. Ella es especial.
—Ustedes dos están haciendo que me sonroje. ¿Qué puedo
ofrecerles?
—Voy a tener una pequeña reunión este fin de semana —dijo
Grass. —Sólo unas pocas personas. Deberían venir ustedes dos. Será
muy divertido.
Algo en su invitación la desconcertó. Todo lo relacionado con
Grass la inquietaba.
—Rayos, no puedo este fin de semana —dijo Hank. —Tengo que
asistir a un seminario. Al que me pediste que me inscribiera. Quedará
bien en mi currículum.
—Ah, sí, el de la delincuencia callejera y las bandas —dijo Grass.
—Yo también tengo que estudiar —dijo ella. —Estoy tomando un
par de clases en la universidad local. Estudio todo lo que puedo, pero
los fines de semana es cuando puedo hacer mis trabajos.
Forge le pagaba todos los cursos de la universidad. Una pequeña
muestra de su aprecio por lo que ella hacía.
De nuevo, otra sonrisa forzada en sus labios.
—Lo entiendo. En otra ocasión.
Ella asintió, tomó su pedido y se dirigió de nuevo al mostrador
principal. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Forge, Dog, un
par de miembros del club, su madre y su hermana entraban en la
cafetería.
¡Que me jodan!
Esto no podía ser peor. Claro que sí. Una vez más, ellos se
sentaron en su sección.
Con el corazón acelerado, terminó de servir y se dio cuenta de que
había dejado la jarra de café en la mesa de Grass y Hank. Todo este
estrés estaba jugando con su cabeza.
Si conseguía hacer esto otra vez delante de aquellos hombres,
debería ser nominada para algún tipo de premio. Nunca se había
considerado una actriz, ni mucho menos.
—Pedazos de mierda, todos ellos —dijo Hank.
—Y ni siquiera puedes echarlos —se burló Grass.
Eres peor que ellos. Escondes tu maldad con un traje elegante, pero
yo veo tu verdadero yo.
—Su comida no tardará en llegar.
—No les sirvas —dijo Hank, agarrando su brazo.
Era la primera vez desde el centro comercial que la agarraba
bruscamente.
—Tengo que hacerlo. Es mi trabajo.
—No seas celoso, Hank. Recuerda que ahora te pertenece y ella lo
sabe. —Había un filo en su voz.
Sujetando la cafetera para protegerse, cuadró los hombros y se
acercó al MC. Esta era su familia. Aparte de Forge, Beth y Dog, todos
los demás la miraban como si fuera basura.
Puedo hacerlo. Es por el bien del club.
Se acercó a la mesa y comenzó a servir el café.
—Hola —dijo Beth.
De todos los de la mesa, Beth era la más dulce. No encajaba en el
club, o al menos no lo había hecho hasta que Forge la tomó bajo su
ala. Por supuesto, él también la había reclamado. Ella era mucho más
que un pedazo de culo para él.
—Hola —dijo ella. No podía ser mala con Beth. La mujer no se lo
merecía.
—No hables con esa puta —dijo Honey. —Siempre supe que eras
diferente. Sólo que no me di cuenta de lo rata que eras.
Sable miró a su hermana. Honey siempre había querido ser un
coño del club. Había sido un sueño extraño, pero desde que eran
adolescentes, Honey quería ser propiedad del club, no de un solo
hombre. De las dos, Honey veía la vida de su madre como un sueño
hecho realidad. Sweetheart nunca tuvo que preocuparse por el dinero
o por la procedencia de la próxima comida. Ser propiedad del club
conllevaba una gran cantidad de beneficios.
—No digas eso —dijo Beth.
—Puedo decir lo que quiera.
—Sigue siendo tu hermana.
Esta era otra razón por la que adoraba a Beth. La mujer siempre
quería dar la cara por ella. Ella había hecho lo mismo por Beth cuando
era nueva en el club.
—No es mi hermana.
—Ni una hija. No la dejaría acercarse a mí ahora. Es una escoria.
Antes de que Sable pudiera reaccionar, su madre le escupió. Le
golpeó en la mejilla y, por si fuera poco, Honey la empujó con fuerza.
El ataque no se lo esperaba y, en lugar de agarrarse, se estrelló
contra la mesa de al lado. La cafetera que sostenía derramó su
contenido sobre ella. La mesa golpeó su costado, pero como no estaban
atornillados al suelo, no había nada que amortiguara su caída.
Se golpeó la cabeza con fuerza, gritando.
Un poco aturdida por la caída, intentó incorporarse. La cafetera
se había estrellado contra el suelo y, al apretar la mano para hacer
palanca, el cristal se le clavó en la palma de la mano, haciéndola
jadear. Las lágrimas llenaron sus ojos. Aún con la mano
ensangrentada, se limpió la saliva de la cara en el delantal de su
uniforme. Se le revolvió el estómago. Esto era demasiado. Se sentía
humillada, rota y más sola que nunca.
El dolor de cabeza la mareaba. Toda la escena era surrealista y
deseó que todo fuera una pesadilla.
Levantó la vista para ver que Hank tenía a su hermana y a su
madre esposadas. Grass se agachó junto a ella. La tocó y necesitó toda
su fuerza para no retroceder. Quería a Dog. Esto era una tortura. Su
madre y su hermana lo habían hecho.
Poniendo una mano en su estómago, trató de apartarse mientras
vaciaba el contenido de su estómago en el suelo.
—Sable, estoy aquí —dijo Beth.
—Tú y los de tu clase ya han hecho suficiente. ¿No ves lo que han
hecho? —la voz de Grass estaba llena de desprecio.
Ella quería hablar. Decirle que dejara de ser un bastardo
hipócrita. Pero no le salieron las palabras.
Estoy sola.
—Tenemos que llevarla al hospital —dijo Grass. La ayudó a
levantarse. Ella estaba un poco inestable. Le dolía el costado y la
cabeza. Se llevó una mano a la frente y sintió algo pegajoso. —Por lo
que a mí respecta, tú y los de tu clase son las malas semillas de este
pueblo. Tienen que irse antes de que me asegure de que su
desaparición sea más permanente.
—Así que eres Grass. Creo que no nos conocemos —dijo Forge.
¿Por qué su cabeza estaba pegajosa?
Todo parecía un poco inestable. La gente se movía. ¿Se suponía
que debían moverse mientras estaban quietos? Cerró los ojos.
El dolor en el costado aumentó.
La cabeza.
Su costado.
Su madre le había escupido.
Esto era demasiado. A pesar de todos los defectos de su madre,
ella la había amado. Ahora mismo, sin embargo, estaba sola. Peor que
una huérfana.
Abriendo los ojos, trató de encontrar a Dog.
Lo quería.
El agarre de Grass se hizo más fuerte y ella gimió.
Encontró a Dog. Estaba al lado de Forge.
No parecía feliz. La ira era evidente en su rostro.
¿La culpaba a ella?
No era justo. Ella odiaba esto. Todo lo que quería hacer era cerrar
la distancia entre ellos y caer en sus brazos. Él la abrazaría tan bien.
—Ella realmente necesita ir a un hospital —dijo Forge.
Girando la cabeza, miró a su Prez.
—Tengo la cabeza mojada —dijo, frunciendo el ceño. Se tocó la
frente y encontró más humedad.
Forge avanzó, pero Grass levantó una mano. —Si te acercas más,
haré que Hank escriba una orden de alejamiento. Son unos animales.
Se rió. —Somos animales y tú sigues abrazando a uno de
nuestros desechos. No te preocupes, Sable fue bien educada por el
club. Creo que los chicos cuidaron bien de ese coño.
—¡Forge! —gritó Beth.
Esto se estaba saliendo de control.
Ningún hombre la había tocado. No quería que Beth la odiara
también. La sola idea de que su mejor amiga la odiara era demasiado.
—Movimiento equivocado —dijo Grass.
Forge sonrió.
No era el momento de un enfrentamiento.
Hank regresó y cuando la tocó, ella quiso apartarlo. Pero no lo
hizo. El dolor inundó su cuerpo por su toque.
¿Por qué seguía sangrando? Mirando al suelo, vio más sangre.
Maldita sea.
Odiaba la sangre. Le recordaba a Hound.
Gimiendo, sintió otra oleada de náuseas sobre ella. Esto no era
bueno. El mundo empezó a girar.
Tenía que controlarse a sí misma.
—Se va a caer. —Alguien había hablado. Ella no sabía quién. Sólo
sabía que todo se había vuelto muy oscuro de repente.
Capítulo 7
Todo esto era una mierda.
Si las cosas iban según el plan, ¿por qué demonios tenía Forge
que hacer otra visita a la cafetería? Todo esto podría haberse evitado.
No tenían nada que probar. Hank y Luther ya se habían creído la
historia de Sable.
—Sabes dónde está —dijo Forge. El bastardo estaba siendo
despectivo. Si hubiera sido Beth, estaría mucho más involucrado.
—Sí, y no puedo llegar a ella. No tengo ni puta idea de lo que está
pasando.
—Ella está viva. Sólo están siendo demasiado cautelosos.
Después de llevar a Sable al hospital hace casi dos semanas,
Hank y Grass la habían ingresado, manteniendo la seguridad en su
habitación las veinticuatro horas del día. Uno de los hermanos de
Hell's Slaves salía con una chica que trabajaba en el hospital, así que
pudieron obtener algunas actualizaciones, pero no las suficientes. Se
suponía que Sable estaría en su casa alquilada, donde él podría
vigilarla.
Había estado cubierta de puta sangre y él tuvo que quedarse allí
y ver cómo otro hombre la cargaba. Otro hombre era su héroe cuando
debería ser él. Forge estaba llevando esto demasiado lejos.
La última vez que vio a Sable así fue después de que Hound le
disparara. Todos esos sentimientos de desesperación volvieron a
aparecer. Fue cuando se dio cuenta de que la amaba. Ahora sabía que
no podía perderla.
—Ha pasado más de una semana. Ella ya te dijo que Grass no
está limpio. ¿Qué más quieres?
Forge se levantó de su silla, dejando su cerveza en la mesa. —
Escucha, Grass no es un tonto. Es más inteligente que el policía. Es
precavido. Probablemente tenía sus propias dudas sobre Sable. Por
eso fui a la cafetería —dijo Forge. —Ahora ella es uno de ellos. Él la
llevará al siguiente nivel.
—¿Qué nivel es ese?
—Escucha, Dog, estoy en esto. Tengo a los chicos revisando los
puertos, buscando toda la información que puedan. Antes de sacarla,
tenemos que estar seguros. Este es el tipo de mierda que puede
enterrarnos. Sable lo entiende. Tal vez deberías tomar nota.
Forge se alejó.
Dog se dirigió al patio principal. Había terminado con esta mierda.
Planeaba ir a la ciudad y averiguar exactamente lo que estaba pasando
con Sable. Mientras se preparaba junto a su moto, sintió un golpe en
el hombro. Se giró.
Era Beth.
Ella no le dio la oportunidad de hablar. —Prométeme que no le
dirás a Forge que he hablado contigo.
Él asintió sin pensarlo dos veces.
—Sable me llamó. Van a dar una fiesta en el club de campo de
Grass esta noche. Está asustada.
—¿Por qué no se lo dijiste a Forge?
—Sabes que él pone el club en primer lugar, pero Sable es mi
amiga. Tú también te preocupas por ella. Sé lo que está pasando, Dog.
Apretó los dientes con fuerza. Beth no debía saber nada de esto.
Si Forge se enteraba de que Sable había hablado con su vieja sobre
sus planes secretos, no la dejaría volver al club. La lealtad tenía que
ser lo primero.
—De acuerdo. Me encargaré de esto. Mantén la boca cerrada si te
importa Sable. Forge no es un hombre que perdone.
Ella tragó con fuerza pero asintió con la cabeza.
La vio alejarse y reunirse con los demás en el comedor para cenar.
Dog montó en su moto y la puso en marcha. El rugido le dio ánimos.
Debería llevar refuerzos, sobre todo sabiendo lo profundo que estaba
Grass en el submundo, pero no podía arriesgarse a que Forge
detuviera todo. Dog tenía que mantener a Sable a salvo.
Mientras se dirigía a la ciudad, recordó el dulce aroma de Sable
cuando habían pasado la noche juntos. Ella era joven e inocente. Él
no había puesto una mano inapropiada en ella esa noche. Sólo había
sido abierto, gentil, honesto. La amaba, carajo.
Se acercó al club de campo. Los coches estaban alineados a lo
largo de la carretera rural a lo largo de un kilómetro. Esto no era una
pequeña fiesta. ¿Cómo iba a entrar allí y mezclarse con un grupo de
trajeados?
Dog estacionó su bicicleta fuera del camino y corrió a través de la
carretera hacia el club. El sol casi se había puesto, haciendo que su
presencia fuera menos perceptible. Le hubiera gustado que estuviera
más oscuro.
El zumbido de las conversaciones falsas ya lo irritaba. Las risas
practicadas, los cumplidos vacíos y las tonterías orgullosas eran lo
contrario a la vida en el club. Quería volver allí ahora mismo, con
Sable.
Examinó a la multitud, sorteando a la gente. Llevaba la
cremallera de su chaqueta de cuero y se esforzaba por mantenerse
fuera del radar. Si Little o Grass lo reconocían, esto habría terminado.
Tenían seguridad privada, y se aseguró de no hacer contacto
visual con ninguno de ellos. Agarró una copa de champán mientras
giraba, fingiendo pertenecer. ¿Dónde demonios estaba Sable? Beth
dijo que estaría aquí esta noche.
Se dirigió al edificio junto a las piscinas, mirando por las ventanas
mientras daba un sorbo a su bebida. Sabía a azúcar y orina, así que
tiró el resto en la hierba. Prefería lo duro.
En el interior, se fijó en un gran número de chicas. Un par de
ellas parecían asustadas, y no estaban vestidas como las mujeres que
se mezclaban fuera. Siguió moviéndose, tomando notas mientras
intentaba obtener una mejor visión de la sala. Al rodear el edificio, se
detuvo antes de doblar la esquina. Había muchas voces roncas, y
reconoció a una de ellas: el presidente de un club rival. No le
extrañaría que se inclinara ante Grass. El fin de los Hell's Slaves MC
era lo más importante para Grass. Mientras que algunos clubes
estaban felices de ser —hombres sí— por el precio correcto, incluso
para los políticos corruptos, Forge no era uno de ellos. Claro que él
haría su trabajo sucio, pero en sus propios términos.
Volvió por el mismo camino, encontrándose cara a cara con uno
de los guardias de seguridad. Dog se alzaba sobre él.
—¿Vas a tocar el puto silbato?
—¿Estás en la lista de invitados? —preguntó el guardia.
—Trabajo con Grass. Estoy seguro de que no le gustaría que me
hicieras enfadar —dijo. —¿Por qué no te aseguras de que todas estas
perras ricas tengan sus vasos llenos?
El guardia retrocedió, pero Dog tenía una presencia imponente,
incluso cuando quería parecer accesible. Abrió la primera puerta que
encontró y se atrevió a entrar en el edificio. No tenía ni idea de quién
estaba dentro, pero no estaba consiguiendo nada buscando a Sable.
Había un tipo mayor embutido en un traje, dos chicas jóvenes a
cada lado de él. Su mano bajo el vestido de una de ellas. Él conocía a
las putas, y eso no le parecía consentido.
Un policía se acercó a él, lo que lo hizo detenerse. Los moteros y
los policías nunca se llevaban bien, especialmente cuando uno de ellos
intentaba robarle la mujer al otro.
—¿Te gusta algo de lo que ves?
—¿Eh?
—¿Buscas comprar algo a largo plazo o es algo de una noche?
Dog tardó un minuto en darse cuenta. Escudriñó la habitación
con ojos nuevos. Estaban traficando con chicas. Se pasó una mano
por la cara. Ahora mismo, deseaba tener el club a su espalda. Esto era
una prueba sólida que podían usar contra Grass. Significaría que
Sable podría volver a casa.
—Tal vez una cosa de una hora. ¿Tienes alguna virgen? —
preguntó Dog.
El policía sonrió. —Tienes un gusto caro.
Dog se encogió de hombros, siguiendo al policía mientras lo
guiaban por las amplias salas de conexión. Había tipos desagradables
babeando por mujeres jóvenes en cada esquina, como si fuera lo más
normal del mundo. Era surrealista cuando se suponía que ésta era la
fiesta de un aspirante a político. Grass estaba más jodido que
Peterson.
Cuando salieron a un pasillo largo y estrecho, Dog se bajó la
cremallera de la chaqueta y sacó su pistola, golpeando al policía antes
de dejarlo caer al suelo. Le dio una palmadita y le quitó la radio y la
pistola antes de tomar la escalera que conducía al sótano.
Había cajas y cajas de rifles automáticos, un surtido expuesto
sobre una mesa. ¡Joder! No era una buena posición para él. Dog sacó
su móvil y llamó a Forge, pero no había señal en el sótano. Necesitaba
salir del club de campo pero no quería irse sin Sable. No dejarían un
alijo de armas de este tamaño sin compañía, así que Grass y sus
hombres no podían estar lejos.
Dog buscó otra forma de salir del sótano cuando oyó pasos que
bajaban tras él. Las voces se hicieron más fuertes. Tenían que haber
encontrado el cuerpo del policía arriba.
No le preocupaba la cárcel. Le preocupaba no salir vivo de aquí.

****
Sable se retocó el lápiz de labios en la sala de energía. Odiaba
usar maquillaje, pero Hank quería que se viera bien. Decía que la
hacía parecer mayor y más sofisticada. Ella nunca había encajado en
aquel grupo, y no quería hacerlo.
Había hablado con Beth por la mañana, y esperaba que Dog
viniera a por ella. Después de que él se mantuviera alejado en la
cafetería mientras ella se desangraba en el suelo, no estaba segura de
que le importara. Habían pasado casi dos semanas desde que la
llevaron al hospital, y ni una palabra de Dog, Forge o cualquier otra
persona del club. Se sentía realmente abandonada, como si estuviera
sola en todos los sentidos.
Miró su reflejo en el espejo. Su pelo negro estaba cepillado y liso.
Hank le decía que se lo cortara, ya que le sobrepasaba la cintura, pero
ella sabía que a Dog le gustaba tal y como estaba. Las mujeres de estos
círculos más finos llevaban cortes más cortos y Hank decía que su
pelo largo la hacía parecer salvaje. Él le recordaba constantemente de
dónde venía, como una especie de mancha que nunca podría limpiar
del todo.
A ella no le importaba lo que él pensara.
Sable respiró hondo, sabiendo que no podía esconderse aquí para
siempre. Su cuerpo se había curado de la experiencia en el
restaurante. Parecía mucho peor de lo que era con toda la sangre.
Luther y Hank habían aprovechado la oportunidad para segregarla
aún más, intentando sonsacarle información en cada oportunidad. Se
pasaba los días encerrada en una habitación privada del hospital,
aunque hacía casi una semana que se había recuperado por completo.
Saber de todos sus negocios clandestinos la ponía ansiosa al estar
bajo llave. Pero si Dog ya no se preocupaba por ella, ¿a dónde iba a
volver? Desde luego, no con su familia.
A los pocos segundos de salir del baño, Hank estaba allí, con su
mano en la espalda. Una parte de ella se sentía sofocada por el policía,
pero también sabía que, sin él, habría visto un lado mucho peor de
Luther Grass. Él quería utilizarla como cebo para los motoristas,
aunque le costara la vida. Hank no quería ni oírlo, insistiendo en que
ella era buena como fuente de información.
—Estás hermosa con ese vestido —dijo, guiándolos hacia las
piscinas. Todavía le costaba caminar con tacones y le costaba
mantener el equilibrio.
—Gracias. —Se sentía completamente fuera de lugar, metida en
un vestido que le contenía todas las curvas y le dificultaba la
respiración. Seguía pareciendo varias tallas más grande que las
mujeres que se mezclaban en la fiesta.
Sabía que esta fiesta era diferente a las demás. No se trataba sólo
de recaudar fondos para la campaña o de besar culos. Grass estaba
atrayendo a sus contactos, los que no quería que se hicieran públicos.
Había visto a algunos de los rivales de los Hell's Slaves, lo que hizo
que sus nervios aumentaran. Se estaban reuniendo muchos jugadores
importantes de los bajos fondos, y ella sabía que sólo era la primera
etapa para intentar acabar con el club de Forge. Mantenía los ojos y
los oídos abiertos en cada oportunidad para absorber la mayor
cantidad de información para su Prez.
—La próxima semana es importante para Luther. Una vez que sea
votado, podrá empezar a cumplir sus promesas de campaña —dijo
Hank. —¿Recuerdas su compromiso número uno?
—¿Deshacerse de los Hell's Slaves?
Asintió con una sonrisa. —Entonces se acabarán todas tus
preocupaciones, cariño. Todos esos paganos estarán muertos, entre
rejas, o expulsados lejos de nuestra jurisdicción.
Ella le devolvió la sonrisa.
—Estarás a salvo y no tendrás que mirar por encima del hombro.
—¿Y confías en Grass?
Él se mordió un poco el labio, sin dejar de caminar. —Es un
hombre complicado, pero tiene grandes planes. Planes grandiosos.
—Hank, ¿acaso otro club no llenará el vacío una vez que los Hell's
Slaves hayan desaparecido?
Esta vez, se rió. —Grass tiene todo cubierto. No es un cobarde
como lo era Peterson. Confía en mí.
Estuvo tentada de preguntarle por las jóvenes que habían traído
en furgonetas y por los sórdidos personajes que había visto mezclados
en las sombras. Pero no quería dejar entrever lo mucho que sabía y
echarlo todo a perder. Grass estaba involucrado en drogas, armas y
mujeres. Era un desastre.
—Me alegro de oír eso. Después de esta noche, me gustaría volver
a mi casa. No hay necesidad de que pase más tiempo en el hospital.
Nunca me he sentido mejor.
—Te lo he dicho, Sable. Es por tu seguridad. Hasta que Grass sea
elegido, no puede protegerte como le gustaría.
—Me siento como una prisionera —dijo ella. Sable echaba de
menos que Dog se colara en su casa. Echaba de menos todo lo
relacionado con él, y se preguntaba si él también pensaba en ella por
la noche. Hank se estaba volviendo demasiado territorial últimamente,
y fingiendo o no, ninguna mujer lo soportaría por mucho tiempo.
Hank se detuvo y se enfrentó a ella, sosteniendo sus dos manos
entre las suyas. Ella se encogió. —Debes estar acostumbrada a ello
según el lugar de donde vienes, Sable. Por cierto, deberías considerar
cambiar tu nombre. Suena como el nombre de una stripper.
Contuvo la respiración y se mordió la lengua.
—Ya es bastante difícil ser policía con una ex-motociclista como
novia. Si alguna vez vas a ser mi esposa, muchas cosas tendrán que
cambiar. No soy yo, por supuesto, pero la gente juzga.
—Por supuesto —logró decir ella.
Él exhaló, satisfecho de sí mismo.
—Vamos a comer algo. —Los condujo a la gran casa de la piscina.
Ella podía oler la carne que se estaba asando.
Al acercarse al edificio, oyó el familiar rugido de las motos. El
sonido le hizo sentir un cosquilleo en todo el cuerpo, ya que le
recordaba a Dog volviendo a casa después de un paseo. Siempre
estaba deseando verlo.
Hank también lo oyó y le soltó la mano, corriendo hacia el edificio
donde estaban Grass y sus superiores. Ella se acercó a la carretera en
un intento de ver las motos. ¿Eran los Hell's Slaves u otro club rival?
—Bonita fiesta.
La voz de atrás estaba tan cerca de su oído que juró que podía
sentir sus labios.
Intentó girar su cuerpo pero él rodeó su cintura con los brazos
primero, manteniéndola en su sitio.
—¿Qué haces aquí?
—¿No puedo comprobar cómo está mi chica?
—Te verán, Dog. No tienes ni idea de la cantidad de grandes
nombres que hay en esta fiesta.
—Oh, tengo una idea o dos.
Esta vez, ella giró su cuerpo en los confines de sus fuertes brazos.
—¿Mataste a alguien?
Él sonrió.
Dios, se veía tan malditamente sexy. No había nada que pudiera
hacer para alejarla. Olía a cuero y a su rica colonia. Ella quería cerrar
los ojos y ahogarse en él, permitirle que la alejara del mundo.
—En serio, ¿qué pasa?
Él la miró fijamente, sin preocuparse lo más mínimo. ¿Estaba
siquiera escuchando lo que ella decía?
—Este vestido, ¿lo elegiste tú?
Ella negó con la cabeza.
—Es demasiado ajustado, joder. ¿Y qué es toda esta mierda en tu
cara? —Le pasó el pulgar por el labio inferior, luego esperó a que ella
lo tomara en su boca. Su coño se inundó de humedad. Él liberó su
pulgar, peinando su mano en el pelo de ella.
—Estoy interpretando un papel.
—Un poco demasiado bien —dijo Dog. No le preocupaban las
docenas y docenas de personas que los rodeaban. Él no se relacionaba
en absoluto. Toda su atención se centraba sólo en ella. —No has ido a
tu casa. No me gusta que estés fuera de mi alcance. Te estás haciendo
demasiado amiga del enemigo, ¿no?
—Esto no me gusta más que a ti, Dog.
—Bueno, esta noche, estarás en mi cama.
Ella jadeó cuando sus labios se posaron sobre los suyos. Se
derritió contra él: su fuerza, su confianza, su capacidad para salirse
con la suya.
Su lengua la dominaba, una mano en su pelo y la otra apretando
su culo. Cuando se apartó, sus ojos eran intensos. Todo en Dog era
pura masculinidad. —¿Vas a ser capaz de montarte en mi moto con
este vestido?
¿Realmente estaba planeando llevársela, acabar con esta jodida
farsa de una vez por todas?
—Dime qué está pasando. Me estás asustando.
Se puso en cuclillas y se acercó mientras deslizaba una cuchilla
afilada a lo largo de su vestido, creando una hendidura hasta su
cadera. —¿Crees que no puedo cuidar de mi chica? Nos vamos a casa.
Todo esto no debería haber ocurrido, pero ya se ha acabado.
—¿Tienes suficientes pruebas? ¿Estás seguro de que lo hemos
conseguido?
La agarró del brazo y la condujo fuera de la zona de la piscina
hacia la calle. El rugido de las motos aún resonaba en el paisaje rural.
—Las motos...
—Forge va a enseñarle a Grass exactamente quién es el dueño de
este puto pueblo.
El alivio inundó sus venas. El club equivalía a la seguridad. Todo
esto se iba a resolver esta noche.
—Entonces, ¿todo está bien? ¿Forge aprobó esto?
—Forge escucha a su vieja. Ella sabía que estabas en problemas,
y después de esta noche, tenemos más que suficiente para enterrar a
Grass.
—¿Qué hay de ti, Dog? ¿Seguro que quieres estar a mi lado?
Él se detuvo en seco, cuando todo lo que ella quería era estar lejos
del club de campo y en la seguridad de su moto. Dog inclinó su barbilla
hacia arriba. —Si te refieres a lo que te pasó en la cafetería, ese fue el
día más difícil de mi vida. Tuve que quedarme allí y mirar cuando todo
lo que quería hacer era cuidar de ti. —Pasó el dorso de sus dedos por
su mejilla y ella se inclinó hacia su toque. —El juego ha terminado.
Ahora eres mía.
Capítulo 8
—¿Estás bien? —preguntó Dog, mirando a Forge, que estaba
sentado en su oficina en la sede del club.
Había tomado a Sable y la había llevado al club, sólo para volver
a tiempo de ver cómo todo se hundía con Grass. Dog había tomado
todas las pruebas que necesitaba, mezclándose en la fiesta como un
pulgar hinchado, pero junto con ello, había conseguido que se
grabaran todas las conversaciones con el policía, por no mencionar las
pruebas que conducían a las armas, las chicas, incluso un par de
hombres y mujeres que hablaban de drogas y la esperanza de ampliar
la distribución. Todo lo que necesitaban había caído en sus manos y
no habría sucedido si no hubiera sido por Sable. Esa mujer necesitaba
ser recompensada.
—Sí, estoy bien.
—¿Cuál es el problema entonces? —Dog se cruzó de brazos,
viendo la preocupación en la cara de Forge. —Tenemos todo lo que
queríamos.
—Y para hacerlo, actuaste a mis espaldas involucrando a Beth.
Eso no me gusta. Claro, hemos puesto a Grass en su lugar y ya ha
hecho la llamada para dimitir. Su carrera en la política ha terminado.
No lo detendrá, sin embargo. Le hemos arrebatado su posición de
poder. Va a volver con más fuerza.
Dog se rió. —Creo que estás pensando demasiado en ese tipo de
cosas. No tiene nada a lo que volver. Sinceramente. Tenemos esto.
Forge lo miró fijamente. —¿Crees que quería poner a Sable en
peligro? ¿Crees que disfruté de alguna parte de esto?
—Forge... —dijo.
—Ni siquiera empieces conmigo. Esta mierda es más grande de lo
que incluso yo imaginaba. No fuiste inteligente esta noche. El tipo de
juego en el que estaba Grass, estaba muy por encima de sus
posibilidades y nosotros somos los que estamos en la línea de fuego.
Piensa en eso. —Forge levantó su trago de whisky y lo bebió de nuevo,
luego se sirvió un nuevo vaso.
—No te desquites con Beth.
Beth había pasado por encima de Forge, no él. Pero, como VP,
todavía debería haber dejado que Forge conociera todos los detalles de
su conversación antes de actuar.
—No pienso hacerlo. No estoy enojado con ella. Supe desde el
momento en que entró en mi vida que era especial. Ella no entiende
nuestra política como nosotros. Sólo hacía lo que podía por su amiga.
Después de lo que pasó en la maldita cafetería, no puedo culparla.
Se paseó de un lado a otro. El pasado no podía deshacerse. Sólo
quería que las cosas volvieran a ser como antes.
—Sable está fuera. Su tapadera ha sido descubierta.
—Y no puede salir de los terrenos del club durante las próximas
semanas, tal vez incluso meses, hasta que sepa que toda esta puta
mierda está resuelta. Su vida está en peligro. Hank sabe que ha jugado
con él. —Forge sacudió la cabeza, exhalando un suspiro.
—Tengo lo que querías.
—No, Sable consiguió lo que necesitaba. Sólo aceleraste el
proceso porque eras demasiado impaciente. ¿No eres el mismo hombre
que se negó a reclamarla porque supuso que era un coño del club? —
Forge apretó los dientes, con la mano apretada. —Entiendo que hoy
hemos ganado, pero eso es sólo hoy.
—La protegeré. Daría mi vida por este club, lo sabes. —Tomó un
respiro purificador. —¿Vas a contarle al club lo que pasó con Sable?
Forge se rió sin humor. —No eres mi jefe, pero resulta que sí, se
lo voy a contar a todos, pero ¿qué crees que va a pasar? Sable va a
estar atrapada aquí con una familia que la metió en el hospital. Puedes
pensar que has ganado y que todo está resuelto, pero no es así. Ni
mucho menos, Dog.
Dog salió de la oficina, sabiendo en sus entrañas que había
metido la pata. Claro que consiguieron las pruebas que necesitaban,
pero no estaban limpias. Forge se había echado hacia atrás desde el
momento en que hizo la llamada en la fiesta, y no era así como su Prez
quería que sucediera.
No habló con nadie mientras subía las escaleras. Nadie lo había
visto llevar a Sable a su habitación, y Forge ciertamente lo había
enfrentado a la dura realidad de lo que iba a suceder.
Al entrar en su dormitorio, la vio sentada en el borde de la cama.
Se había quitado el vestido y llevaba una de sus camisas y unos
pantalones cortos.
—¿Está todo bien?
Ella era demasiado dulce para él.
—Sí, todo está bien.
—¿Entonces por qué pareces tan enojado?
Se acercó a ella, ahuecando su cara, apartando su pelo. Se había
limpiado todo el maquillaje de la cara y volvía a parecer Sable. Su
mujer. Siempre suya. —Lo siento —dijo.
—¿Por qué?
—La mierda que dije en la fiesta sobre que eras amigable con
ellos.
—Nunca fui amigable. Lo odiaba, Dog.
Presionó sus labios contra los de ella, silenciando su protesta. —
No lo hagas. No necesitas explicar nada. Soy un puto impulsivo, ¿de
acuerdo? Sé que eres mía. Siempre has sido mía. No te merezco.
Deberías mandarme a la mierda para que no te vuelva a tocar.
Ella sonrió y él vio las lágrimas brillando en sus ojos. —No haría
algo así. Me duele que pienses que podría traicionarte tan fácilmente,
pero no podría vivir sin ti. —Ella puso su mano en el pecho de él. —
Quiero estar contigo para siempre.
Él no la había sentido en mucho tiempo. Necesitaba saber que
ella era suya en todos los sentidos.
Quitándose la chaqueta de los hombros, la ayudó a ponerse en
pie. Le quitó la camisa y la tiró sobre la cama. Todavía había un par
de moretones que salpicaban su carne y él odiaba cada uno de ellos.
—Quería ser yo quien te llevara, cariño. Ser quien te protegiera.
Ser quien te amara.
Ella le echó los brazos al cuello y lo besó. —Sólo te quería a ti. —
Ella gimió mientras él le pasaba un dedo por el cuerpo, rozando su
cadera y bajando para quitarle los pantalones cortos.
La quería completamente desnuda para él.
Ella agarró el borde de su camisa, quitándosela del cuerpo y
tirándola a un lado.
Desnudos. Pecho con pecho, la acercó, sintiendo sus suaves
curvas contra él. Deslizando su mano por su espalda, llegó a su culo
y ahuecó su carne.
—Necesito marcarte, Sable. Hacerte mía. Esta noche, tengo que
reclamarte.
—Por favor, Dog. Te deseo. No tienes idea de cuánto tiempo he
deseado esto.
La levantó y la colocó en el centro del colchón. Alejándose, se
dirigió a la parte inferior de la cama. —Abre las piernas para mí. —
Ella lo hizo, mirándolo. —Más abiertas. —Él dejó escapar un gemido.
Su coño estaba resbaladizo, listo para él. Su coño virgen. Todo lo que
tenía que hacer era dar un paso adelante y tomarlo. Sentir su apretado
coño deslizándose sobre su gruesa polla. La deseaba. En cambio, se
contuvo. —Tócate. No puedes correrte. Juega con tu coño. Muéstrame
lo mucho que me deseas.
Se quitó los vaqueros, dejándolos caer al suelo. Su polla se liberó.
Envolviendo sus dedos alrededor de la longitud, la movió hacia arriba
y hacia abajo. La punta de la polla se llenó de semen y la utilizó para
frotarse toda la polla.
Sumergió los dedos sobre su coño, moviéndolos hacia arriba y
hacia abajo antes de deslizarlos hacia arriba para tocar su clítoris. Sus
gemidos resonaron en el aire y él gimió. Haciendo fuerza con el puño,
lo único que deseaba era follársela sin piedad, metiéndosela hasta las
pelotas, pero en lugar de eso, se controló a sí mismo, conteniéndose.
Los sonidos de la excitación de ella aumentaron y eso sólo sirvió para
aumentar la de él.
Arrodillado en la cama, continuó observando la forma en que sus
labios se separaban, el rubor en sus mejillas, el deseo deliberado en
sus ojos. —No te detengas. —Se acercó y respiró su aroma. Se le hizo
la boca agua. Presionando su cara contra su coño, lamió desde su
clítoris, deslizándose entre sus dedos mientras la probaba. Ella jadeó
pero siguió sus instrucciones, sin detenerse.
Bien. Él no quería que se detuviera.
Agarrando sus muslos, la mantuvo abierta mientras le lamía el
coño. Pasando por encima de su clítoris, bajando a su entrada,
volviendo a subir, y saboreándola, sacando su placer.
—Por favor, Dog —dijo ella, gimiendo.
—Te vas a correr cuando yo te diga.
Él siguió torturándola, amando cómo se dejaba llevar por él. No
había nada falso en sus respuestas. Cada parte de ella era natural y
él no quería que cambiara. Sable, de rostro limpio, hermosa, amable,
divertida, ésta era la mujer que él amaba. La mujer que quería a su
lado. Lucharía por ella todos los días. Cada paso del camino. Nadie
volvería a hacerle daño ni a tocarla. La mantendría protegida, amada.
Incluso su propia familia tendría que pasar por él.
—Córrete por mí —le dijo.
Bastaron unos cuantos movimientos de su lengua para que ella
se corriera contra su boca. Sus gritos de placer llenaron el aire.
Todo lo que quería era disfrutar de su coño, pero sabía que no iba
a durar. No quería correrse en la cama. No, quería que su semen
llenara su vientre. Tenía esta necesidad abrumadora de criarla. De
tenerla llena con su hijo. Su estómago grande, sus tetas maduras.
Cada parte de ella perteneciente a él.
Su polla se endureció con sólo pensarlo. Le costó contenerse, pero
finalmente pudo hacerlo.
Subiendo por la cama, puso la punta de su polla en su entrada y
se hundió lentamente en ella. Centímetro a centímetro, sintiendo cómo
su apretado coño lo envolvía. Estaba empapada, perfecta, y le
pertenecía sólo a él. Ella gimió una vez que estuvo llena de su polla,
arqueándose para tomar todo de él. Sus ojos se pusieron en blanco.
Sable se sentía tan bien.
Agarrando sus caderas, la montó. Intentó hacerlo despacio al
principio, pero rápidamente adquirió un ritmo intenso. Dog tenía toda
la intención de reclamar su culo después de esto, pero primero tenía
que llenarla con una carga de su semen, empapando su vientre, lo que
haría más posible dejarla embarazada.
Ella gimió su nombre y él tomó su boca, sumergiéndose en ella
con su lengua. Soltó sus caderas para tomar sus manos, sujetándolas
a la cama mientras la follaba con más fuerza, penetrando
profundamente. No había forma de que durara. Aprovechando la
euforia de tenerla por fin en su cama, Dog se corrió, llenando su coño,
pero no había terminado. Incluso después de que su orgasmo se
desvaneciera, permaneció con las pelotas dentro de ella, con la
intención de derramar otra carga de semen antes de acercarse a su
culo.

****
Sable soltó una risita y luego gimió cuando Dog hundió sus
dientes en la curva de su culo. Cerró los ojos.
—Por favor —dijo.
—Te alimentaré en un minuto.
Había estado insaciable toda la noche. Ella no tenía ni una sola
queja. Le encantaba cada segundo de sus caricias. Sin embargo, su
estómago refunfuñó y ella realmente necesitaba algo de comida. —
Tengo que comer antes de continuar con esto.
Dog gimió y la hizo girar. Todavía estaba desnuda, pero entre la
noche anterior, esta mañana y toda su charla sucia, había perdido
cualquier inseguridad sobre su cuerpo desnudo. De hecho, estaba
más que feliz de estar en plena exhibición para él. Con los brazos
abiertos, le sonrió.
—Joder, ¿qué tal si te traigo un montón de chocolatinas? —
preguntó.
—Eso no es buena comida —se rió ella.
—Entonces, ¿qué tal si hacemos un trato? Bajamos,
desayunamos fuerte y durante el resto del día vuelves a ser toda mía.
¿Qué te parece?
—¿Me quieres sólo para ti? ¿Seguro que puedes soportar un día
entero de mí?
—No, no es suficiente. Nunca será suficiente. —Él la miró
fijamente a los ojos y ella sonrió. Esto era como salir de un sueño. No
quería que terminara.
—¿Debería ir abajo? —preguntó ella.
—Forge va a ponerlos a todos en orden. No tienes nada de qué
preocuparte.
Él no entendía. Poniendo una mano en su pecho, no quiso
estropear el momento.
—Oye, ¿qué pasa? —preguntó él.
—No es nada. Sólo que, ya sabes, con algunas de las cosas que
se dijeron, no sé si quiero enfrentarlas. Ni a mi hermana ni a mi madre.
Si eso está bien. No quiero causar ningún problema.
—Sable, ¿qué pasa? —preguntó.
—Olvídalo. —Ella se deslizó por debajo de él. —Está bien. —
Levantó su camisa y sus pantalones cortos. Ninguna de sus cosas
estaba ya en la casa club. Toda su vida se sentía en el aire. Él la tomó
del brazo pero ella se encogió de hombros, vistiéndose rápidamente.
—Sólo dijeron esa mierda porque pensaron que habías
traicionado al club.
—No lo entiendes y está bien. Estoy bien. Sinceramente. —Ella
no lo estaba pero Dog no iba a ser capaz de entender lo que pasaba
por su cabeza. Para ser sincera, ella misma no tenía ni idea. Estaba
abrumada.
Tras respirar profundamente, lo liberó lentamente, notando cómo
se agitaba a pesar de sus esfuerzos.
Él se bajó de la cama y ella observó cómo se ponía algo de ropa.
Tenía que hacer frente a la música de una manera u otra. Mirando el
reloj de la mesita de noche de él, vio que era muy temprano, así que
esperó no encontrarse con nadie.
Una vez que los dos estaban listos, con las manos apretadas a los
lados, Dog tomó la delantera, sosteniendo su mano y avanzando por
el pasillo, en dirección a las escaleras.
¿Sería capaz de volver al club sabiendo lo que sentían por ella?
¿Las cosas que habían dicho? Aunque todo se debía a que ellos creían
que ella había traicionado al club, eso no detenía el dolor. Eso estaba
muy presente. Ella quería ser amada por alguien incondicionalmente,
incluso por encima del club. Eso nunca vendría de su familia, pero tal
vez de Dog.
Llegaron a la sala principal y Sable se detuvo. No debería estar
pasando, pero Forge estaba de pie con Beth en el centro de la sala,
todo el club presente, incluyendo los coños del club. Ella agarró la
mano de Dog en un apretón de muerte.
—¿Qué está pasando? —preguntó.
—Todos están siendo puestos al corriente de lo ocurrido. Saben
que estás aquí, Sable.
—No puedo ir allí.
—Sí puedes. Yo estoy contigo. Nadie te va a juzgar.
Ella se tensó. Sable nunca había visto a más de la mitad del club
despierto a esta hora. Era surrealista. El hambre de hace unos
segundos se convirtió en una horrible sensación de malestar. No sabía
cómo iba a soportarlo.
Dog abrió la puerta y juntos entraron en la sala principal. Todos
los ojos se dirigieron hacia ella y no pudo mirar. No se atrevió a ver lo
que fuera que estaban pensando reflejado en sus ojos.
Estoy bien. No va a pasar nada malo.
—Estamos a salvo gracias a lo que Sable estaba dispuesta a
hacer. Ni una sola vez le dio la espalda al club. Todo fue una actuación.
La única información que le dio a Grass y a Little fue la que yo le dije.
Todo lo que hizo lo hizo bajo mi mando. —Forge se acercó a ella y le
levantó la barbilla. —Gracias, por todo lo que has hecho por este club.
—Le estrechó la mano y frunció el ceño al hacerlo. El Prez siempre
parecía tan serio.
Estaba tan nerviosa que todo su cuerpo temblaba. —Pensé que
todos estarían en la cama.
—Todos tenían que saberlo, Sable. No iba a arriesgarme a que te
hicieran daño otra vez.
Ella asintió.
Dio un paso atrás pero ella no miró a nadie. En el suelo, vio dos
pares de pies. Llevaban zapatillas con pompones en la parte superior.
Eran del mismo color y no hacía falta ser un genio para saber a quién
pertenecían.
—Oh, cariño —dijo su madre.
—No puedo... Lo siento mucho. —Esto vino de su hermana.
Levantó la vista cuando estaban a punto de abrazarla, pero se
apartó. Las cosas desagradables que habían dicho. Lo que habían
hecho. En este momento, no podía permitirse dejarse llevar por ellos.
No era tan fácil perdonar y olvidar.
—Tengo mucha hambre —dijo.
Alejándose de Dog, miró alrededor de la habitación y asintió con
la cabeza. —Me alegro de que todos estemos a salvo y de que Grass ya
no pueda hacer daño a nadie. —No tenía nada más que decir. Ser el
centro de atención no estaba en su naturaleza.
Escapar a los confines de la cocina era su única opción. Dog la
siguió. Fue directamente a la nevera. Le rodeó la cintura con los
brazos.
—Háblame —dijo.
—No tengo nada que decir en este momento. ¿Quieres algo dulce
o salado para desayunar?
—Sable, puedo sentir lo agitada que estás. Habla conmigo.
—Estaré bien. No es nada en realidad. —Sacó algunos
ingredientes para cocinarles a ambos un gran desayuno. Esperaba
que para el momento en que se sirviera en un plato, tuviera
nuevamente apetito. Dog la dejó ir para poner los artículos en la
encimera. Sin su toque, no se sentía con los pies en la tierra. Se sentía
a punto de ahogarse sin poder salir. Esto era una pesadilla. El club
era su familia, pero ahora se sentía como una impostora. Una intrusa.
Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero rápidamente las enjugó.
No había forma de que llorara. No ahora. Ni nunca más.
—Mira, hubo un tiempo en el que me habría alejado y habría
dicho, si dices estar bien, eso significa que estás bien. No tengo nada
de qué preocuparme. Pero te conozco. Sé que no hay nada bien en ti.
Habla conmigo. Dime cuál es el problema.
Ella suspiró, lamiéndose los labios mientras se le secaba la boca.
—Yo... realmente no lo sé. Con todo lo que está pasando, ya no siento
que pertenezca a este lugar. Las cosas que dijeron...
—Sólo las dijeron porque pensaron...
—Sé lo que pensaron, Dog. —Ella le puso una mano en el brazo
para detenerlo. —Lo que me molesta es que ni siquiera dudaron de mi
lealtad. Ellos... lo creyeron. Nunca les he dado motivos para creer que
no estaba cien por cien involucrada con este parche. Lo estoy. Puta de
club o no, esta es mi familia y ellos fueron capaces de creerme tan
débil. —Esta vez dejó caer las lágrimas. Su dolor era muy agudo.
—Ahora mismo, me duele. No quiero abrazar a mi madre o a mi
hermana. No quiero hablar con la gente. Es fácil contigo porque sabías
la verdad pero, en realidad, pensaste que había estado con todos los
chicos. —Miró al suelo. —Todo el mundo siempre asume lo peor de mí,
y ahora mismo, sólo, necesito algo de tiempo.
—¿Quieres que te deje en paz?
—No. Me gustaría que estuviéramos juntos todo el día. Donde
seamos sólo tú y yo. Nada de esta otra mierda, si te parece bien. La
sonrisa falsa no es lo mío.
Él sonrió pero no llegó a sus ojos. Se preguntó si había metido la
pata al hablar tan abiertamente de su dolor.
—Quiero que sepas que puedes acudir a mí para cualquier cosa
—dijo él.
—Lo sé. —Apoyó la cabeza en su hombro, recibiendo el consuelo
y la paz que su fuerza siempre le daba. —Vamos a comer algo.
Capítulo 9
Dog pensaba que después de los primeros días de vuelta a casa,
Sable sería capaz de integrarse de nuevo. Todavía no había sucedido.
Se comportaba como una paria, no hablaba con nadie y era reservada.
No podía decir que la culpaba, pero seguía sin ser saludable.
Acababa de salir de una reunión con Forge y algunos de los
rangos superiores cuando Honey se cruzó en su camino en el patio.
Realmente odiaba a la perra después de lo que le había hecho pasar a
Sable.
—¿Quieres compañía esta noche, Dog
Dog nunca se había acostado con ella y no tenía intención de
empezar ahora. Sabía que tenía que hacer pública su relación con
Sable. Hablaría con Forge sobre ello esta semana. Sable era la única
mujer que quería como su vieja. Pronto todo el mundo lo sabría.
—Voy a ver a tu hermana. —Intentó rodearla, pero ella se aferró
a su brazo.
—¿Sable?—
—Sí, ese es el nombre de tu hermana. —Tiró de su brazo para
liberarse.
—¿Por qué quieres estar con ella, de todos modos? Ella no es uno
de nosotros. Le gustaba ser una civil. Lo vi en sus ojos. ¿Crees que no
se folló al policía?
Apretó los dientes. Sable tenía razón. Su familia nunca la querría
como se merecía. —¿Oíste lo que dijo Forge cuando llegó a casa? Todo
fue una puta actuación. A petición de Forge. Ella no hizo nada malo.
—Todos sabemos la verdadera historia.
—¿Y cuál es? —Quería rodear su cuello con las manos y quitarle
la vida.
—Ella nunca ha sido una parte real del club. Incluso nuestra
madre se avergüenza de ella. Es una niña buena y nunca conseguirás
de ella nada más que un aburrido sexo de vainilla —dijo. —Yo, en
cambio, haré todo lo que me pidas. Por algo tengo una reputación.
Dog la miró. —He terminado con los coños del club. Aléjate de mí.
Se dirigió a su habitación. Sable se había duchado recientemente.
Estaba sentada en el borde de la cama, secándose el pelo con una
toalla. Siempre le había gustado su pelo largo, le encantaba cómo se
sentía envuelto en sus puños mientras se la follaba.
—¿Terminó la reunión? —preguntó ella.
Él asintió con la cabeza. El encuentro con Honey seguía sin
gustarle.
—Ya llevas días encerrada. Forge dijo que podrían pasar meses
antes de darte libertad.
—No me importa —dijo ella. —Es mejor que hacer el papel de
novia de Hank.
Él no podía estar más de acuerdo.
—No es aceptable. Prepárate, te voy a llevar a dar un paseo.
Necesitas un poco de aire fresco.
—¿Seguro que al jefe le parece bien?
Dio un par de pasos dentro de la habitación. —¿Crees que no
puedo cuidar de ti?
Sable se mordió el labio y negó con la cabeza. Esos ojos grandes,
oscuros e inocentes siempre lo derretían por dentro.
—Reúnete conmigo junto a mi moto en cinco minutos.
Había reclamado a su mujer y en algún momento de esta semana
haría oficial su relación en el club. Ella subiría de rango y obtendría
el respeto que merecía. Ahora mismo, quería pasar tiempo a solas con
Sable sin dramas, sin andar a escondidas. Ella era para él mucho más
que sexo. Quería meterse en su cabeza, conocer a la chica de la que
se había enamorado.
Una vez que estuvo de vuelta en el patio, Sweetheart corrió hacia
él. —Estás eligiendo a la hija equivocada, Dog. Incluso yo podría
hacerte disfrutar más que Sable.
La fulminó con la mirada. —Vigila tu boca cuando hables de
Sable. Podría costarte tu puesto en el club.
Estaba perdiendo la paciencia rápidamente.
Dog fue a ver a Redneck. Estaba asando unas hamburguesas con
algunos de los hermanos. —Unas palabras —dijo.
Redneck se alejó del grupo, llevando una botella de cerveza. —
Honey y Sweetheart me están irritando los putos nervios. Mantén a
esas zorras a raya, recuérdales su lugar en el club o hazlas
desaparecer.
El joven ejecutor asintió con la cabeza, sin ningún sentimiento de
conflicto en sus ojos.
Dog le dio una palmada en la espalda y se dirigió a su moto.
Se aseguró de que estaba cargada de combustible y preparada
para un largo viaje. Enrolló una toalla en su alforja. Todo estaba
preparado y listo para salir cuando apareció Sable con la vieja
chaqueta de cuero que él siempre asociaba con ella. La tenía desde
siempre.
Al acercarse, él la atrapó por ambos lados del cuello y la besó con
fuerza en la boca. —Te lo voy a dar todo, nena.
Una vez que las cosas se calmaran, la llevaría a la ciudad y le
compraría lo mejor de todo, incluyendo cueros nuevos. Quería que el
mundo supiera que era su vieja para mantenerla a salvo y asegurarse
de que otros hombres se mantuvieran alejados. En el club de los Hell's
Slaves, cualquiera que jugara con la mujer de otro hombre era
condenado a muerte. Se corría la voz rápidamente, y rara vez se jugaba
con las viejas del club.
Ella se subió a la moto detrás de él, rodeando su cintura con los
brazos. A él le encantaba sentirla. Se amoldaba perfectamente a su
cuerpo.
—¿Adónde vamos? —le susurró al oído.
Su destino era un secreto.
Aceleró el motor, girando lo justo para sonreír, y luego se pusieron
en marcha.
El viento en su cara, la potencia bajo su asiento, la belleza a su
espalda... la situación no podía ser mejor. A Forge le preocupaba que
Hank Little o Luther Grass intentaran vengarse de Sable o del club,
pero no iba a obsesionarse con lo que pudiera pasar. Mantendría a
Sable cerca, y las puertas del club se mantenían cerradas y vigiladas
por ahora. Era el procedimiento habitual cuando había posibilidad de
problemas. La seguridad de sus miembros era siempre clave.
El crepúsculo no tardaría en llegar, así que tenía que llegar a su
destino. Aumentó su velocidad, acelerando por las calles y, finalmente,
por los caminos de tierra más accidentados. Disminuyó la velocidad
hasta llegar a un arrastre, y finalmente frenó.
El océano parecía no tener fin, desbordando el borde del mundo.
Apagó el motor y ayudó a Sable a bajar de la moto.
—¿Dónde se encuentra este lugar, Dog?
No había gente ni casas a la vista. Así era como le gustaba. Ser
un motociclista significaba que nadie lo quería cerca. Este era uno de
sus lugares secretos. Venía aquí cuando necesitaba despejarse o
recordar que era un ser humano y que no vivía para matar.
Extendió los brazos a cada lado. —Es el paraíso, ¿no?
Ella sonrió, mirando a su alrededor con un asombro infantil.
Después de quitarse las zapatillas, caminó descalza hacia el agua. —
Es muy bonito. He visto lugares como éste en la televisión, pero nunca
con mis propios ojos.
—¿Qué quieres decir? —preguntó él. —¿Nunca has estado en una
playa?
Ella negó con la cabeza. —¿Es raro?
Sabía que la vida en el club podía ser absorbente, pero lo
enfurecía que los padres decidieran desentenderse de sus hijos. Sable
se merecía tener recuerdos felices, experiencias enriquecedoras y
conocer el verdadero amor. Él se lo daría todo.
Se agachó y tomó un puñado de arena húmeda, apretándola en
un puño y viéndola caer al suelo. Señaló una concha marina y la
alegría en su rostro le derritió el corazón. Dog se quedó allí,
observando cómo exploraba, enamorándose más a cada segundo.
—¿Quieres nadar? —le preguntó.
Sable se giró para mirarlo, todavía en cuclillas y recolectando
conchas en su camisa. —¿Nadar? ¿Aquí? ¿Cómo?
—No hay nadie en kilómetros a la redonda —dijo él. —Quítate
toda la ropa y lánzate.
—¿Es seguro?
—Sable, arriésgate. Diviértete un poco. A partir de ahora vas a
empezar a vivir, no sólo a existir.
Ella se puso de pie y miró hacia el océano, luego hacia él. Él le
hizo un gesto para que se quitara la ropa. Después de hacer otro
barrido visual de la zona, ella se quitó la ropa hasta quedarse sólo con
el sujetador y las bragas.
—Quítate eso también. No querrás que estén mojadas para el
viaje a casa.
Respiró profundamente y se desnudó. Dog se acomodó en la
arena, apoyándose en un codo para disfrutar de la vista. El sol
empezaba a ponerse, y los azules y verdes brillantes se apagaban.
Respiró profundamente el aire salado, escuchando los chillidos
despreocupados de Sable. Se sentía en el cielo.

****
El agua estaba más fría de lo que esperaba, y chilló cuando las
olas le golpearon el estómago. Se sumergió en el océano, nunca se
había sentido tan libre y salvaje. Dog estaba en la orilla, observándola
mientras jugaba con un palo en la arena. Podría quedarse aquí para
siempre, olvidarse del mundo, de su familia, y seguir siendo feliz.
De vuelta al club, Forge tenía a todos en alerta máxima. Ella era
el objetivo de la venganza, una enorme diana en su cabeza. No era una
posición en la que le gustara estar. Especialmente cuando su madre y
su hermana estaban peor que antes de ir a la misión. Todo en su vida
se sentía jodido, pero en este momento, sólo estaba el aquí. Sólo el
ahora.
Miró al horizonte, el sol se hundía cada vez más. El cielo comenzó
a transformarse en una obra de arte, una hermosa mezcla de
naranjas, rosas y rojos. Se sentía diminuta en este lugar, sus
preocupaciones eran insignificantes en el gran esquema de las cosas.
Sable nadó durante tanto tiempo que sintió que sus dedos se
arrugaban. Cuando sintió que algo le rozaba el cuerpo, gritó.
—Te tengo, nena.
Los brazos de Dog la rodearon por detrás, con su cuerpo desnudo
pegado al suyo. Ella se retorció en sus brazos, la flotabilidad del agua
la hizo sentir más ligera que el aire. Rodeó su cintura con las piernas
mientras él flotaba en el agua con ella.
Él le apartó el pelo mojado de la cara y le acarició el rostro. —Eres
preciosa, Sable.
Ella negó con la cabeza. Le resultaba extraño aceptar cumplidos.
Había sido invisible durante mucho tiempo.
—No me digas que estoy equivocado porque no lo estoy. De todas
las mujeres del mundo, tengo la mejor. —Le besó la punta de la nariz.
—Y yo tengo al VP.
—Lo tienes —dijo él.
El agua acariciaba sus cuerpos. Ella peinó con sus dedos el pelo
de la nuca de él. Era fuerte y cálido, y la hacía sentir tan segura y
deseada. —No das tanto miedo —dijo ella.
—¿Se supone que debo hacerlo?
—Todo el mundo te tiene miedo, Dog.
—¿Tú no?
Ella sonrió, dándole un beso. —Siempre te he amado, incluso
antes de saber lo que era el amor.
Se besaron suavemente, profundamente. La pasión era pura e
inundaba su cuerpo de calor.
—Voy a amarte como te mereces. A partir de ahora, somos tú y
yo, ¿de acuerdo?
—Eso me gusta —dijo ella.
Estaba tan acostumbrada a estar en modo de supervivencia,
fingiendo ser algo que no era en el club, y no tener a nadie en el mundo
que la pusiera en primer lugar. Le llevaría tiempo acostumbrarse a
esto. Ya se estaba volviendo adicta a la sensación de ser deseada.
—Está oscureciendo. Probablemente deberíamos ir a la orilla —
dijo Dog.
—¿Podemos volver aquí? —preguntó ella. —Por favor.
—Tengo muchos lugares que mostrarte. Hay un río cerca del club
que te encantará. Cuando quieras venir aquí, sólo tienes que
decírmelo.
Cuando llegaron a la orilla, tomados de la mano, ella tiró de él
para que no siguiera caminando.
—¿Qué pasa?
—Quiero probar algo. —Ella le indicó que se acomodara en la
arena húmeda, las olas seguían cubriendo sus piernas en una
secuencia rítmica. Sable le pasó la mano por la polla, dándole vida al
instante. Su cuerpo masculino la fascinaba.
Después de bombear su erección un par de veces, le cubrió la
polla con la boca. Él gimió y se apoyó en un codo para mirar. —Maldita
sea, Sable. No tienes que hacer eso.
—Quiero hacerlo. Siempre he soñado con hacerte esto. —Ella
continuó, moviéndose arriba y abajo sobre su polla, chupando y
usando su lengua. Aunque nunca se la había chupado a un hombre,
había escuchado a los coños del club hablar de la técnica y de lo que
los hombres querían. Sus gruñidos y gemidos la excitaban. Le daba
placer y una sensación de poder dar tanto placer a Dog.
El agua le acariciaba las piernas, haciéndole cosquillas en el coño
con cada ola. La polla de él se puso más dura, más gruesa, y entonces
su mano se aferró con fuerza a su pelo. Ella jadeó, apartándose de su
polla.
—No me voy a correr en tu garganta, Sable. —Él la volteó,
abriendo sus piernas con su muslo, y luego estaba dentro de ella,
bombeando duro y rápido. —Quiero este coño lleno de mi semen.
Era una máquina, embistiendo dentro de ella, haciendo que su
temperatura subiera de adentro hacia afuera. Cada vez que la
penetraba, le acariciaba el clítoris, moviendo las caderas de forma
precisa para volverla loca de necesidad.
—Córrete para mí, nena. No puedo aguantar. —Volvió a tirarle del
pelo para asegurarse. Y funcionó. Su cuerpo detonó, sorprendiéndola
con la guardia baja. Gritó, un caleidoscopio de colores y luces
danzando en su visión. Su coño palpitaba una y otra vez, haciendo
que el placer se prolongara.
Cuando por fin volvió a abrir los ojos, Dog la miraba fijamente,
con los brazos aún clavados bajo sus hombros.
—Eres increíble —dijo.
Sable sintió una ráfaga de culpa. —He oído lo que Honey ha dicho
de mí.
—¿Por eso querías hacerme una mamada? ¿Por lo que dijo tu
hermana?
Ella negó con la cabeza. —No, no tiene nada que ver. Pero es que
no es algo que deba decir una hermana, ¿no?
—Es una perra rencorosa. ¿Sabes por qué? Porque sabe muy bien
que eres mejor que ella. Cualquier mujer puede abrirse de piernas
para el club, pero tú te guardaste para mí.
—Y no caíste en sus encantos. Parece que todo el mundo lo hace.
Su hermana era hermosa, con el pelo rubio, los ojos azules y la
figura perfecta. Tenía una confianza enorme. Todos los chicos la
amaban. Sable era mayor, pero siempre a su sombra.
—No he tenido una vida fácil. Claro, tengo mi oportunidad de
elegir a las mujeres ahora que Forge está casado, pero quiero el sueño.
Quiero dar a mis hijos la vida que yo nunca tuve. Se merecen dos
padres que se amen. No tengo ojos para los coños del club, Sable. Tú,
más que nadie, sabes quién soy realmente.
Tenía razón. Dog era duro, frío y distante. Nunca coqueteaba con
las chicas. Habían sido amigos desde siempre.
Ella confiaba en él.
—Quiero que mi bebé sepa quién es su padre. No quiero vivir la
vida de mi madre.
—Nunca lo harás, cariño. Eres toda mía. Sólo somos tú y yo.
Besó sus labios, suaves y tiernos. La luna sustituyó al sol en el
cielo, el aire se volvió más fresco. Dog se deslizó fuera de ella y la
levantó para ponerla de pie. Llegaron a la orilla y se dirigieron a su
ropa.
Mientras se vestían, ella observó cómo la luz de la luna brillaba
en la superficie del océano. Una nueva calma la invadió. Todo iba
tomando forma.
—Gracias por traerme aquí, Dog. Este ha sido uno de los días más
felices de mi vida.
Él le acarició la cara. —Sabes que mi lealtad está con los Hell's
Slaves. Nunca defraudaría a Forge. Pero ahora mi lealtad también te
pertenece a ti.
Ella no pudo evitar sonreír. Él era el VP, el hombre más codiciado
del club. Ella sabía cómo funcionaban las cosas. Convertirse en su
vieja sería el máximo honor. Era un sueño hecho realidad.
—¿Estará todo bien? Escuché lo que dijo Forge. Me asusta.
Forge seguía mencionando lo molesto que estaba Hank porque
ella lo había traicionado. Y creía que Luther Grass intentaría vengarse
de los Hell's Slaves. Todo el club estaba cerrado, las puertas bien
aseguradas con guardias y patrullas.
—Hank no volverá a tocarte. No tienes idea de lo difícil que fue
para mí dejar que esa farsa continuara.
—Espero que todo esté bien. La única razón por la que acepté
ayudar fue para salvar el club.
—El club nunca desaparecerá.
Llegaron a su motocicleta y Dog pasó la pierna por encima. Ella
se subió detrás de él, abrazándolo con fuerza.
No se lo diría, pero le preocupaba el futuro. Había algo en Hank
que le producía escalofríos. La hacía sentir pequeña. Su odio hacia los
Hell's Slaves era intenso y ella dudaba que dejara pasar todo esto,
aunque Grass hubiera sido un criminal empedernido. Las pruebas que
tenían Forge y Dog eran probablemente la única razón por la que
ninguno de esos imbéciles había actuado todavía.
Llegaron de nuevo al club en plena noche. Los focos iluminaban
las grandes puertas. Dog puso un pie en el suelo y aceleró el motor.
Las puertas comenzaron a abrirse.
Notó algo blanco en la oscuridad y señaló.
Dog se dirigió al lado derecho del portón y arrancó el sobre
clavado en él. Lo abrió mientras ella miraba por encima de su hombro.
Era una foto retocada de una lápida con el nombre de ella grabado en
la roca. Debajo de su nombre estaban escritas las palabras puta de
club de por vida. Su corazón se desplomó.
Él giró la cabeza. —Esto no significa nada.
Dog estacionó la moto y luego se dirigió al portón con la carta en
la mano. —¿Quién demonios estuvo en el portón las últimas horas?
Los chicos siguieron señalando con el dedo. Redneck apareció
cuando la discusión se hizo más fuerte.
—Esto estaba en nuestra puerta. ¿Ese policía de mierda fue capaz
de acercarse tanto sin que ninguno de ustedes, imbéciles, se diera
cuenta?
Se pasaron la carta.
Ella no se acercó demasiado, pero cuando Dog golpeó a Ghost en
la cara, supo que él debía estar de guardia.
Incluso dentro de la seguridad del club, un nuevo miedo recorrió
su sistema. No podían esconderla para siempre. Dog no podía estar a
su lado las veinticuatro horas del día. Hank había llegado hasta sus
puertas, enviando una tarjeta de visita, una advertencia de lo que
estaba por venir.
Acababa de encontrar la felicidad, y no estaba segura de cuánto
tiempo sería capaz de mantenerla.
Capítulo 10
No había rastro de Grass, pero eso no significaba que no estuviera
por ahí. Dog sabía que tenía que seguir buscándolo. Hank seguía
prestando servicio en el cuerpo de policía, pero se había dedicado a
ayudar a los niños del otro lado de la carretera o a visitar el hospicio
local. Hacía todo lo posible por parecer un ciudadano respetuoso con
la ley.
Por el momento, se mantenían fuera de su camino, pero mientras
se sentaba a horcajadas en su moto y echaba un vistazo a la comisaría,
no quería hacer otra cosa que quemar el lugar y verlo arder en llamas.
Con las gafas puestas, vio a Hank salir de la comisaría, con el
ceño fruncido mientras subía a su coche.
Forge salió mientras Dog arrancaba su moto.
—No hace falta que vayas —dijo Forge. —Tengo a un par de mis
hombres siguiéndolo.
—¿Crees que será suficiente?
—Tengo los hombres que necesitamos. Tienes que empezar a
aprender a confiar en ellos.
Se giró hacia su Prez. —¿Confiarías en ellos con Beth?
—Confío en todo el club con Beth, Dog. Tienes que aprender a
hacer lo mismo.
Resopló. —No es lo mismo cuando la mitad del club ni siquiera
quiere estar cerca de ella. —Se pasó una mano por la cara. —Voy a
reclamarla. Quiero que el club sepa que me pertenece. —El anillo que
le había comprado todavía ardía en su bolsillo.
Forge le dio una palmada en la espalda. —Estaré allí contigo. No
tienes que perder tiempo para reclamarla. Ya no.
—¿Por qué razón? —preguntó.
—Si se corre la voz de que has reclamado a Sable, eso podría
poner fin a esta mierda.
—No voy a usarla como cebo.
—No tienes que hacerlo. Ella ha sido el cebo desde el principio.
Dog apretó los dientes. —Quiero hablar de Honey y Sweetheart.
Ya has oído la mierda que dicen.
—Ya he hablado con los hombres. Todos los hombres las han
rechazado. Nadie quiere coños podridos y en eso se han convertido.
No quieren creer que se equivocaron por hacer lo que hicieron.
Conozco a Sable. Ella ha sido parte de este club toda su vida. Su
lealtad está con nosotros. No necesita que sus parientes la ayuden.
Nos tiene a nosotros y eso es todo lo que importa. Podemos cuidar de
ella. Beth me ha contado lo que dicen su madre y su hermana. Lo oigo
todo y lo veo todo. Voy a ocuparme de ello. Lo que ella necesita ahora
es que estés a su lado. No esperes hasta que este asunto de Hank y
Grass termine. Hazlo ahora. Casi perdí a Beth. Mi mayor
arrepentimiento fue no hacerle saber lo que sentía antes.
—No soy el tipo de persona que comparte sus sentimientos.
—¿Crees que yo sí? Puedo compartir mi rabia, mostrar mi furia,
pero cuando se trata de amor, no sé qué carajo estoy haciendo. Todo
es una confusión. —Sacudió la cabeza. —La verdad es que sólo
tenemos una vida y no quiero oír ni ver cómo la desperdicias. No está
bien. Toma lo que quieras. Ama a esa mujer, y al final, ella volverá a
ti, siempre.
Forge se subió a su moto y le dio la vuelta al encendido.
Había estado esperando la oportunidad perfecta para pedirle a
Sable que se casara con él, para demostrar a todo el club a quién
pertenecía.
No tenía sentido esperar.
Al entrar en la sede del club, vio a su madre y a su hermana.
Como siempre, estaban sentadas en el regazo de un par de hombres
del club. A lo lejos, vio a Sable tendiendo la ropa. Nadie se había
ofrecido a ayudarla.
Una vez más, estaba sola.
Beth salió corriendo de la cocina con un delantal enrollado en la
cintura y harina decorando su mejilla.
Era la única persona del club que quería tener algo que ver con
su mujer. Pues bien, ya había terminado con eso.
Beth se lanzó a los brazos de Forge, besándolo como si lo
necesitara para respirar o algo así.
—Sable —llamó él, gritando para que se le oyera por encima del
ruido.
Ella levantó la cabeza y lo miró.
—Trae tu culo aquí.
Ella negó con la cabeza, terminó de colocar la prenda en el
tendedero y se acercó a él.
Le sujetó las manos y le pasó el pulgar por los nudillos.
—Eres preciosa —le dijo.
Ella sonrió.
Maldita sea, ella lo hacía doler por todas las razones correctas.
Extendió la mano y le apartó el pelo de la cara. Era perfecta.
Hermosa.
Dulce.
Toda suya.
Ningún otro hombre la había tocado.
No iba a dejar que nadie más supiera lo perfecta que era.
Lentamente, se arrodilló y toda la conversación en el patio se
detuvo. El club se centró en él.
—Sable, eres la mujer más increíble que he conocido. Eres
amable, hermosa, y lo que es más, te has guardado para mí. Fui un
idiota. Pensé que estabas con todos, pero ni una sola vez te acostaste
con ellos. Te guardaste para mí. Me has amado durante mucho tiempo
y he intentado ignorarlo, pero ya no quiero hacerlo. Te amo, Sable.
Siempre te he amado y tenerte como esposa sería el mejor regalo que
un hombre podría pedir. Has sido leal al club. Has puesto tu vida en
peligro por nosotros. Te pido que me des una oportunidad. Que me
dejes amarte, que te muestre lo que significa ser una vieja de este club.
Sable, ¿te casarás conmigo?
Las lágrimas llenaron sus ojos. Ella no dudó. —Sí.
—¿Qué?
—Sí, sí, sí, por supuesto, me casaré contigo.
Deslizó el anillo en su dedo y se puso de pie, rodeándola con sus
brazos, levantándola y balanceándola en el aire.
Maldita sea.
Nunca había estado tan asustado en su vida.
Acariciando su cara, se apoderó de sus labios y ella gimió,
inclinando la cabeza hacia atrás.
—¿Tienes idea de lo mucho que te amo? —le preguntó.
—Ni siquiera un poco, pero estoy empezando a hacerme una idea.
De repente, su mujer fue apartada de él por Beth, que la abrazó
con fuerza. —Quiero ayudarte a planear la boda.
Sable se rió. —De acuerdo. De acuerdo, pero no va a ser en una
iglesia. Me gustaría casarme aquí. En la sede del club.
—Tienes que ir de blanco —dijo Dog.
Ella gimió.
—Quiero a mi mujer con un vestido blanco para poder
arrancártelo esa noche y hacerte completamente mía.
—Estás loco —dijo ella.
—Loca de amor por ti. —La tomó en sus brazos de nuevo.
Forge la abrazó y le dio la enhorabuena. También lo hicieron
muchos de los hombres del club. Cuando Honey y Sweetheart se
acercaron, Sable ya estaba en sus brazos, y él las fulminó con la
mirada.
Sweetheart fue a abrir la boca, pero de repente Forge estaba allí.
—Ya estoy harto de ustedes dos —dijo. —Si llego a oír una sola
mala palabra de sus bocas sobre esta mujer, están fuera de juego. No
voy a permitir que la suciedad podrida se extienda en mi club. No me
gusta. Nunca me ha gustado, y no va a empezar ahora. Sable es una
de nosotros. Ella ha hecho más por este club que ustedes dos juntas.
La elijo a ella antes que a ustedes. —Forge abrazó a su mujer y se fue.
Dog ya había escuchado suficiente. Levantando a Sable, la llevó
a la sede del club.
—Dog, estás siendo muy grosero.
—Los chicos entenderán que estoy robando a mi futura esposa
para poder llenarla de mis bebés.
—¿Bebés?
—Sí, ¿no quieres algunos? Quiero montones. Así es como quiero
verte: un gran estómago, lleno de mis bebés. —Abrió la puerta de una
patada e hizo lo mismo con el pie, cerrándola.
Dejándola caer en la cama, no rompió el contacto.
—Eres insaciable.
—No me canso de ti. He perdido demasiado tiempo sin tenerte.
¿De verdad crees que voy a dejar pasar otro momento en el que no te
reclame? ¿Donde el mundo entero no sepa que eres mía?
—No sé cómo he tenido tanta suerte. —Ella le acercó la cara y le
besó los labios. Abrió el botón de sus vaqueros, deslizando su mano
dentro para encontrar su calor húmedo.
Estaba decidido a follarla, a llenarla con su semen. Quería que
Sable estuviera embarazada. Atada a él en todos los sentidos y se iba
a asegurar de que nunca más conociera el dolor o la angustia.
La protegería. Era el único que podía hacerlo.
—Estás pensando demasiado. Hazme el amor, Dog. Hazme tuya.

****
Sable no trataba de regodearse, aunque el anillo en su dedo se
estaba convirtiendo rápidamente en una distracción. Limpiando,
cocinando, lavando los platos, se encontró admirándolo.
Tan perfecto.
Tan bonito.
Iba a pertenecer a Dog. En su corazón, siempre le había
pertenecido a él. Este anillo no cambiaba eso, pero ciertamente la
hacía sentir muchas emociones diferentes. Por encima de todas, Dog
la había elegido a ella. Sabiendo que la amaba y que no quería usarla
sólo por su cuerpo, se sentía en las nubes. Él la amaba y cada mañana
estaba allí, sonriéndole, haciéndole creer que iban a estar bien.
De pie en la cocina, preparándose un café, se adentró en su propio
mundo de fantasía, viendo a un niño y una niña, ambos con cortes de
cuero, corriendo por la sede del club.
Alguien se aclaró la garganta, y ella se giró para ver a Honey de
pie en la puerta.
Desde que Forge había advertido a su madre y a su hermana,
ambas la habían evitado como la peste.
—No he tenido la oportunidad de felicitarte.
—Gracias.
Sirvió agua caliente en su taza de café.
—Ví la forma en que estabas con ese policía.
Sable dejó la tetera y se giró para mirar a su hermana, negando
con la cabeza. —No, lo que viste fue una actuación. Eso fue todo. Una
actuación. Nunca lo quise. ¿Por qué es tan imposible que creas que
amo este lugar?
—Nunca saliste de fiesta. Está claro que nunca llevaste a ninguno
de los hombres a tu cama.
—Sólo he querido a Dog. Fue el único hombre que quise, e incluso
cuando no me miraba, es... Amo este club. Moriría por este club. Son
mi familia. Pensé que tú y mamá verían más allá del acto y ayudarían.
Pero no, ustedes dos sólo querían ver lo que pensaban. Que yo no era
buena. Que tenía que haber una razón para mi forma de ser, porque
simplemente no podían aceptar el hecho de que amaba a un hombre.
Honey levantó las manos. —Lo entiendo. Lo siento. Siempre
hemos sido diferentes, tú y yo. Supongo, no sé qué supongo. Yo... lo
siento. —Honey dejó caer sus manos, frotándolas por su cuerpo. —
Quería ver lo malo en ti. Siempre has sido la buena. No importa lo que
haga, la gente siempre parece iluminarse en tu compañía, y por una
vez, yo era la hermana buena.
—No es una competencia. Los hombres te adoran.
—Y sé que pase lo que pase, ninguno de ellos me va a mirar como
te mira Dog. Lo he visto. Te adora.
Sable sonrió. —¿Lo hace?
—Sí. He visto cómo te miraba en el pasado, y no ha cambiado. —
Honey se rió. —Te vas a casar. Serás la vieja de Dog. Estoy un poco
celosa, pero espero que con el tiempo puedas perdonarme. —Honey
soltó un suspiro. —No lo digo sólo porque éste sea mi único hogar. Lo
digo en serio. Eres mi hermana.
—¿Aunque te hayas ofrecido a mi hombre? —preguntó Sable.
Honey gimió. —¿Te ha hablado de eso?
—Dog y yo no guardamos muchos secretos. —Ella sonrió,
pensando en su vida con Dog. —No puedo creer que me haya pedido
que me case con él. No dejo de repetirlo en mi cabeza.
—¿Crees que alguna vez vas a ser capaz de perdonarme? —
preguntó Honey.
—Hay una entrega en el frente —gritó alguien, interrumpiendo.
Sable puso los ojos en blanco. —Deja de pensar en eso. Iré a ver
qué es.
—No creo que debas ir —dijo Honey.
—No te preocupes. —Se secó las manos en una toalla, caminando
por el club. Fuera, una furgoneta blanca había dado marcha atrás.
Parecía una furgoneta de reparto. El club recibía constantemente
paquetes. Si Forge dejaba a Beth sola cinco minutos con Internet, esa
mujer podía gastar un montón.
El hombre sostenía un portapapeles y ella lo firmó rápidamente,
sin mirar siquiera lo que Beth podría haber comprado.
—Está por el lado.
Honey salió de la casa club y Sable se giró para mirarla.
—¡Sable, corre! —gritó Honey.
Era demasiado tarde.
Sable fue arrastrada al interior de la furgoneta. Mientras
intentaba escapar, alguien le dio un puñetazo en la mandíbula,
haciéndola caer al suelo.
Esto no era una entrega.
Las estrellas bailaron en su visión y el malestar inundó su cuerpo.
—¿Crees que podrías escapar de mí? —dijo Hank. —Ni hablar.
Puedo esperar. Soy un tipo paciente.
—Y más vale que seas aún más jodidamente paciente —oyó
hablar a Grass desde algún lugar.
Hank agarró sus manos, presionándolas a ambos lados de su
cabeza. Ella gritó, luchando contra él.
—Por favor, déjame ir —gritó mientras él la abofeteaba, con
fuerza.
Ella sabía que él tenía una vena malvada. Lo había visto muchas
veces en el trabajo y sabía de primera mano que era un monstruo.
Sólo que ahora, ella era la víctima elegida. Cuando había querido
algo de ella, había sido el perfecto caballero.
—Ni hablar. ¿Crees que puedes burlarte de mí con ese sucio
coño? No puedo creer que haya esperado, pero está bien. Si quieres
jugar con nosotros, bueno, vamos a jugar contigo. Voy a conocer cada
rincón de ti, y me voy a asegurar de que ese imbécil no quiera tener
nada que ver contigo para cuando termine.
—Estás cometiendo un gran error —dijo ella.
Hank se rió. Sólo que este hombre no parecía capaz de hablar.
Estaba poseído por la necesidad de venganza.
—Hank, por favor. Llévame de vuelta y no te harán daño.
Ella jadeó cuando él presionó repentinamente la punta de una
hoja contra su cara. El miedo subió por su columna vertebral,
amenazando con desbordarse.
Las lágrimas que llenaban sus ojos finalmente se filtraron. El
malestar se apoderó de ella.
—Me pregunto si te seguiría queriendo si estuvieras arruinada. Si
no parecieras bonita, sino que fueras tan jodidamente fea que lo
hicieras vomitar sólo con mirarte.
—Hank, por favor.
—Hank, por favor —imitó su voz, su cara retorciéndose mientras
hablaba. —Pensaste que podías tomar de mí. Que no veía lo que
estaba pasando. Debería haberlo sabido. —Él no decía nada sensato.
Ella había jugado con él. Él había pensado que había ganado, pero ella
había sido la actriz perfecta. Ni una sola vez había visto a través de su
acto. Fue una novedad para ella porque realmente pensó varias veces
que había metido la pata. Puntos para ella.
—Te voy a demostrar que nadie intenta meterse conmigo y se sale
con la suya. Un día, Grass volverá a estar en la cima y todas esas
pruebas que tu asqueroso club creía tener desaparecerán. Seremos
los dueños de la ciudad. Seremos sus dueños, y en cuanto a ti, no
serás más que un puto recuerdo.
La hoja presionó de nuevo.
Podía quedarse callada o luchar.
La idea de la muerte la asustaba. Hank podría apuñalarla aquí
mismo y se desangraría.
Ella no quería caer sin luchar. El club era su familia. Ella lucharía
por ellos.
Incluso cuando quería romper a llorar, empezó a reír. Esto no era
divertido. Nada de lo que iba a pasar era gracioso.
—¿De qué mierda te ríes? —preguntó Hank.
Ella lo había asustado y él había aflojado su agarre. Girándose
hacia un lado, se tapó la boca y se llevó una mano al estómago,
cediendo a la ola de histeria que la había invadido.
—¿Qué está pasando ahí detrás? —preguntó Grass.
¿Qué demonios estoy haciendo? Esto es una completa locura. Voy
a morir.
Se sacudió a Hank cuando intentó tocarla. Apartándose de él, se
giró para mirarlo por fin. Ahora que estaba sentada, mirándolo
fijamente, no era ella la que estaba en una posición vulnerable. Si
Hank iba a acercarse a ella con un cuchillo, estaría preparada. Aunque
no pudiera hacer nada.
—Lo siento mucho. —Soltó una risita de satisfacción.
—¿Crees que esto es divertido?
—Sí. Crees que vas a hacer que los chicos paguen, y que de
alguna manera serás el dueño de esta ciudad. ¿Acaso los dos se han
mirado en el espejo? Yo estaba en esa fiesta. Ustedes estaban
vendiendo mujeres que no querían estar allí. ¿Creen que son mejores
que el club? Son peores.
Hank la fulminó con la mirada. —A esas mujeres se les dio una
segunda oportunidad. Deberían estar agradecidas.
—Esas mujeres fueron robadas. Llamas al club escoria. Crees que
estás por encima de ellos pero no lo estás. Estás por debajo de ellos.
Siempre lo has estado. Por eso tienes que luchar para intentar librarte
de la suciedad que se adhiere a tu piel. —La ira llenó el vacío del miedo,
apoderándose de ella. Necesitaba callarse, pero después de escuchar
los insultos de Hank hacia el club, y sabiendo lo que habían planeado,
ya estaba harta de actuar como la mujer tonta que buscaba un héroe.
Estaba harta de actuar con miedo.
Si él pensaba que ella iba a caer en silencio, se equivocaba. Ella
lucharía hasta el final.
Con las manos apretadas a los lados, miró a Hank a los ojos.
—Nunca ganarás porque eres débil. Eres patético, y la verdadera
escoria eres tú.
Capítulo 11
La agarró por el pelo y la arrastró hacia él. El dolor le recorrió todo
el cuerpo, pero se negó a gritar y a darle la satisfacción. Él no era
fuerte y musculoso como la mayoría de los hombres de los Hell's
Slaves, pero seguía siendo más fuerte que ella. Y estaba enojado.
—Te estaba haciendo un favor. Eras mi caso de caridad —dijo él.
—¿Cuántos hombres se ofrecerían a rehabilitar a una zorra?
—Eres un cerdo —dijo ella. —Y tan actor como lo fui yo.
—No, en realidad me estaba enamorando de ti. Ahí es donde
somos diferentes. Yo soy un ser humano. Vi potencial, aunque era
difícil pasar por alto tu pasado. Pero en realidad no era tu pasado en
absoluto. Eres una puta de club de por vida.
—No me conoces en absoluto. Todo lo que querías era poseerme.
—Bueno, ahora te hundirás con tu precioso club. ¿Y ese salvaje
musculoso con el que montas? Será el primero en irse.
—Déjalo en paz —dijo ella.
Pensó en Dog y en lo mucho que lo amaba. Una ola de
desesperación la invadió al imaginarlo muerto o encerrado en la cárcel
por el resto de su vida.
Hank se rió, meciéndola de un lado a otro por el pelo. Ella trató
de agarrarle las muñecas, pero el ángulo era demasiado incómodo y la
furgoneta conducía de forma errática, empujándolos de un lado a otro.
Finalmente la apartó de un empujón y ella cayó de culo. —Están
justo detrás de nosotros. ¿Crees que los Hell's Slaves se rendirán y
darán la vuelta? No importa lo que me hagas, se vengarán de ti.
Créeme, eso no será bonito.
Él guiñó un ojo. —Eso es lo que esperamos.
Ella le preguntó de qué estaba hablando, una y otra vez, pero él
dejó de hablar. ¿Qué iban a hacer? No veía ninguna pistola en la parte
trasera de la furgoneta. ¿Qué demonios estaban planeando?
Sable se abrazó con las piernas al pecho en la esquina de la
furgoneta. Intentó repetir los acontecimientos en su cabeza,
preguntándose qué podría haber hecho de otra manera. Pero las
furgonetas de reparto como ésta iban y venían con frecuencia, así que
no había pensado en ello. Incluso los guardias de la puerta dejaron
entrar a Hank sin pensarlo dos veces.
Recordó la nota clavada en las puertas no hace mucho tiempo.
¿Hank iba a matarla? ¿Enterrarla en una tumba poco profunda sólo
para ajustar cuentas con Dog y el club?
De ninguna manera dejaría que sus nervios la dominaran ahora,
no con los chicos tan cerca. Tenía que tener la esperanza de que la
rescatarían y acabarían con toda esta locura de una vez por todas.
—Prepárate ahí atrás. Dos minutos. Asegúrate de que se quede
tranquila —dijo Grass desde la pequeña ventana de la parte delantera
de la furgoneta. —Ella va a tener un montón de diversión esta noche.
—Luego se rió y se rió, enviando escalofríos por su columna vertebral.
Aunque ya no era virgen, pertenecía a Dog. ¿La querría incluso una
vez que fuera violada por extraños? Todos sus sueños se estaban
haciendo realidad y ahora esto...
Hank se acercó a ella y le puso una tira de cinta adhesiva en la
boca. La agarró por la parte superior del brazo y la sacó en cuanto la
puerta exterior se abrió. Ella escudriñó la zona, buscando a Dog, a
Forge, una moto de los Hell's Slaves. Cualquier cosa.
¿No les seguían la pista?
Todo estaba en silencio. Había tantas furgonetas idénticas a su
alrededor que era un laberinto alejarse de ellas. La empujaron a través
de las filas de furgonetas hasta que llegaron a un pequeño helipuerto.
Grass estaba hablando por el móvil, gritando mientras la estática de
las aspas del helicóptero se hacía más fuerte a medida que se
acercaban.
Hank le arrancó la cinta de los labios.
—Espero que no te den miedo las alturas.
—¿Adónde me llevas? El club me encontrará —dijo ella.
—Mira a tu alrededor, Sable. Nadie vendrá por ti. Eres demasiado
problemática, incluso para ellos. Yo era el único dispuesto a
arriesgarse contigo. Pero eres una rata de dos caras. Y yo no ofrezco
segundas oportunidades.
Ella trató de soltar su brazo sin éxito. —No quiero una segunda
oportunidad. Se supone que eres un oficial de policía. ¿Qué pasó con
la ley y el orden?
—Los de tu clase no merecen justicia. No soy el equivocado.
—¿Qué hay de Grass?
—Luther puede ser poco convencional, pero hará las cosas bien.
Habrá muchos cambios buenos por aquí bajo su liderazgo.
Ella puso los ojos en blanco. —¿Armas y drogas? ¿Trata de
mujeres? No hay nada correcto en eso.
—¿Por qué los clubes de moteros y la mafia local deben controlar
todo el comercio ilegal? En nuestras manos, podemos asegurarnos de
que las cosas se manejen correctamente. El dinero quedará en manos
de hombres buenos, no de delincuentes.
No tenía sentido razonar con él.
Grass se reunió con quien ella supuso que era el piloto, y le hizo
un gesto a Hank para que viniera. Sable se plantó, pero él la empujó
hacia delante. No quería que la llevaran a otro sitio. ¿Cómo la
encontraría Dog? Odiaba estar a merced de estos dos locos.
Una vez dentro del helicóptero, el ruido de la estática era tan
fuerte que nadie podía oír sus quejas. Nunca había subido a un
helicóptero ni a un avión, y mientras se elevaba del suelo, se agarró a
los bordes de su asiento hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
El viaje no fue demasiado largo. Y dio las gracias cuando
aterrizaron en tierra firme. El motor se apagó y el silencio regresó.
Todos salieron del helicóptero y ella se sintió completamente perdida
y sola.
—Es hora de irse —dijo Luther. Hank se la entregó. Ella miró al
policía, creyendo que era el menor de los males.
—Has jugado conmigo, Sable. No te ayudaré más. Las chicas del
club no tienen ninguna elegancia. Debería haberlo sabido.
Grass se rió. —Te veré en la oficina, Hank. Primero, tengo que
añadir ésta a la casa de muñecas.
Ella tragó con fuerza.
Antes de darse cuenta, estaba en la parte trasera de un
todoterreno negro, dirigiéndose a un lugar que sabía que sería una
pesadilla.

****
Forge y Redneck fueron los primeros en salir. Old Dog lo encontró
en la parte de atrás buscando algunas piezas viejas y le dijo que se
habían llevado a Sable. Nunca había conocido el verdadero miedo
hasta ese momento.
Siguió al Prez, con la mente dividida en muchas direcciones.
¿Cómo había sucedido esto? ¿Por qué no la había tenido más cerca?
Lo único que jugaba a su favor era el hecho de que se la habían llevado
a plena luz del día, delante de medio club. El rugido de las docenas de
motos sonaba como una colmena enfadada buscando devorar algo
entero. Viajaron a toda velocidad por las carreteras secundarias tras
la furgoneta blanca. Aunque conocían su objetivo y les pisaban los
talones, no serviría de nada que Sable muriera en esa furgoneta.
¿Y si se detenían y encontraba el cuerpo roto y ensangrentado de
Sable dentro?
Sin vida.
Sin sonrisa.
Recordó la vez que Sable había recibido un disparo de Hound. Su
vida había estado tan cerca de apagarse, y fue entonces cuando se dio
cuenta de lo importante que era para él.
No podía perderla ahora.
Forge levantó la mano en el aire, haciendo un círculo rápido. Las
motos se separaron en la intersección de delante. Aunque nadie había
visto quién había agarrado a Sable, Dog sabía que había sido ese
maldito policía. Iban a salir de la furgoneta, así que necesitaban tener
todas las vías cubiertas. Forge ya no estaba jugando. Tanto si Sable
estaba viva como muerta, el responsable iba a sufrir.
Su grupo de Hell's Slaves siguió por el largo camino lateral,
emergiendo en un estacionamiento industrial cerca de la planta de
clasificación de correo. Disminuyó la velocidad hasta llegar a un ritmo
lento, y luego apoyó su pie en el pavimento.
—¿Qué demonios? —murmuró para sí mismo.
Había una fila tras otra de furgonetas blancas idénticas. Ninguna
se movía ni estaba fuera de lugar. Unos minutos después, Forge y el
resto de los chicos se unieron a ellos. Su Prez se detuvo a su lado.
—¿Alguien ha conseguido ver nuestra furgoneta?
Dog negó con la cabeza.
—Tendremos que recorrer los pasillos de arriba a abajo. La
encontraremos, Dog.
Señaló las puertas automatizadas protegidas con cadenas al final
de la carretera, con alambre de espino. Incluso si se abría una brecha
en las puertas, probablemente habría cámaras de seguridad por todas
partes. Lo habían planeado hasta el último detalle.
Forge estaba en su teléfono celular, ladrando órdenes, pero Dog
estaba a un millón de kilómetros de distancia. Sable estaría
aterrorizada. Él le había prometido mantenerla a salvo.
—No están aquí —dijo Forge, guardando su teléfono.
—¿Qué quieres decir? Estábamos justo detrás de ellos. Sable está
en una de esas furgonetas.
Forge negó con la cabeza. —Sable consiguió poner un rastreador
en el teléfono de Hank. Sabemos dónde la han llevado. ¿Estás listo
para ir a buscarla?
No necesitó que le preguntaran dos veces. —Dirige el camino.
Todas las motos giraron en la carretera, siguiendo a Forge, el
rugido colectivo era un consuelo familiar. Él tenía la información de
seguimiento y sabía dónde encontrar a Hank Little. Se creyeron muy
listos, conduciéndolos a este estacionamiento. Seguramente suponían
que tendrían horas mientras los Hell's Slaves buscaban en cada una
de esas furgonetas y en el edificio. Little y Grass se llevarían una
sorpresa.
Una media hora más tarde, estacionaron a un lado de la
carretera.
—Es la oficina de gobierno de Grass.
Dog se quedó mirando el edificio. Si Hank estaba allí, eso
significaba que Sable también estaba.
—¿Cómo manejamos esto? —preguntó Dog.
—Con fuerza.
Forge levantó tres dedos, y los siguientes tres hermanos en la
cadena de mando siguieron a Forge y a Dog al edificio. Todos estaban
armados, y no sabían jugar otra cosa que no fuera sucio. Peterson
había aprendido por las malas a no meterse con los Hell's Slaves,
pagando con su vida. Ahora estos dos payasos aprenderían la misma
lección.
Dog pateó la puerta de la oficina de Luther Grass. La puerta se
estrelló contra la pared de detrás con un fuerte golpe. Hank jadeó y
tropezó hacia atrás, apoyando una mano en el escritorio para no caer.
—¿Dónde está?
—¿De qué estás hablando?
No estaba allí para escuchar tonterías. Dog se lanzó hacia
delante, agarrando a Hank por el cuello. Hank era alto y esbelto, pero
no tanto como Dog. Sus músculos se tensaron mientras sujetaba al
policía. —Vamos a intentarlo de nuevo. ¿Dónde diablos está mi vieja?
Hank entrecerró los ojos. —Estás en un edificio del gobierno ...
—¿Y?
—La policía llegará en unos minutos.
Se burló. —Bien, entonces Sable puede testificar que la has
secuestrado. ¿Dónde está? —Cuando Hank no respondió, Dog agarró
y aplastó su mano sobre el escritorio. Sacó una navaja de mariposa,
haciendo un bonito espectáculo para él. —Última oportunidad para
hablar.
No hubo comentarios, así que Dog golpeó la punta de la navaja
en el dorso de la mano de Hank. El policía aulló, cayendo de rodillas,
mirando la sangre que rezumaba de la herida, con la navaja clavada
en su sitio.
—Está con Luther. Se la está llevando a su casa de putas.
Se giró para mirar a Forge. El Prez parecía furioso. —Usa tu mano
buena y anota la dirección. Ahora —dijo Forge. —Y no me jodas que
te vienes de viaje. Irás como una perra detrás de Old Dog.
Dog sacó su navaja, limpiando la sangre en los pantalones de
Hank. Todos salieron del edificio, dirigiéndose a sus motos. No había
contado con no encontrar a Sable. El rastreador estaba en Hank, no
en ella, pero al menos ahora tenían la información que necesitaban.
La supuesta casa de putas estaba en las afueras de la ciudad,
cerca de un club de campo. Por fuera, parecía una modesta casa de
campo, nada que mirar dos veces. El ojo entrenado de Dog notó la
seguridad, la puerta con cerradura y las rejas en las ventanas.
—Diles que abran las puertas —dijo Dog.
Cuando sonó el intercomunicador, Hank hizo lo que le pidieron y
las puertas comenzaron a abrirse automáticamente. Las motos
entraron con fuerza y se apoderaron del lugar. Esto se iba a poner feo.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Forge. Por lo general, sabían
todo lo que había en su territorio. Algo de esta naturaleza debería
haber estado en su radar.
—Luther lo llama su casa de muñecas. Mantiene a las mujeres
aquí.
— Ustedes dos son de doble fondo. ¿No aprendieron nada de su
predecesor? Hay que elegir un lado de la ley —dijo Dog.
Se encogió de hombros. —Estas chicas no son nada. Ilegales,
huérfanas, sin hogar. Les estamos haciendo un favor —dijo Hank. —
Ahora están viviendo el sueño americano.
—¿Seguro que ellas estarán de acuerdo con eso? —preguntó Dog.
Empujó a Hank. —No deberías haber tomado a mi mujer. Ahora no
me conformaré con nada menos que destruir todo tu jodido imperio.
Una vez dentro del edificio, los hermanos se dispersaron, con los
rifles y las pistolas preparados. La seguridad era una broma, y los
tenían apuntados con pistolas y atados a los pocos minutos de entrar.
—¿Dónde está Sable? —preguntó Dog.
—No lo sé. Se suponía que nos encontraríamos en su oficina
después de que la dejara aquí. La quería domada y entrenada.
Probablemente ya se haya ido.
—Pues más vale que reces para que nadie le haya puesto un dedo
encima —dijo Dog, subiendo la escalera en busca de ella. Habitación
tras habitación, abrió las puertas para encontrar mujeres jóvenes
escasamente vestidas, y ninguna de ellas parecía dispuesta a estar
allí. Por lo menos, los coños del club amaban su lugar en la vida.
Nunca se les imponía nada. La vida en el MC era diferente a la del
mundo libre. Los de fuera no podían entender su forma de vida.
Esta mierda era una cosa totalmente diferente. Grass estaba en
otro nivel de maldad.
—Aquí abajo —dijo Shadow. —La encontré.
Dog bajó corriendo la escalera, siguiendo la voz hasta el sótano
del edificio. Era muy lúgubre, sin luz natural. Había chicas desnudas
encadenadas a las paredes. Buscó a Sable por toda la habitación.
—¡Dog!
Se giró hacia la voz. Sable estaba atada a una silla de madera,
con toda la ropa puesta. Estaba viva y no parecía haber sido torturada,
todavía. Se precipitó hacia ella, patinando sobre sus rodillas al
acercarse, rodeando su cintura con los brazos. Con la cabeza en su
regazo, otro hermano cortó las cuerdas que rodeaban sus muñecas y
luego ella pasó los dedos por su pelo.
—Lo siento mucho, cariño.
—No es tu culpa, Dog. He sido una estúpida. Debería haberlo
sabido.
Sacudió la cabeza. —No, tú eres mi responsabilidad.
Ella podría estar llevando a su hijo ahora mismo. Ambos podrían
haberse perdido. Intentó forzar todos los pensamientos enfermizos y
locos que se reproducían en su cabeza. La tenía de vuelta. Y nunca
permitiría que se la arrebataran de nuevo.
—¿Quién ha hecho esto, Sable? —preguntó Forge, muy serio.
—Hank y Luther. Querían vengarse de mí y del club.
Él ya lo sabía, pero al oírlo de su boca, quiso matarlos a ambos
lentamente. Necesitaría el permiso del Prez para ello, y con todo el
drama político, dudaba que su jefe lo permitiera todavía.
—¿Te han hecho daño?
—Estoy bien. Aunque estaban planeando muchas cosas para esta
noche. Me alegro de que me hayan encontrado.
Se levantó y la tomó en sus brazos, abrazándola.
—Suelta a todas las mujeres. Tendremos que limpiar esta mierda.
Será una gran noticia si llega a los medios de comunicación, así que
manténganlo en secreto —dijo Forge. Los hermanos comenzaron a
liberar a las mujeres atadas.
—¿Qué pasa con Hank y Luther? ¿Van a salir a la calle? ¿Y mi
venganza?
—No quiero nuestro sello en nada de esto, Dog. Sabes lo que
podría significar para el club. Sé paciente. Cuando llegue el momento,
tendrán su merecido.
—Pero es mi vieja.
Forge se pasó una mano por la cara. —Cinco minutos. Asegúrate
de no matarlo.
Luther no estaba en el lugar, pero Hank era el que realmente se
había metido bajo su piel. Dog aún lo recordaba respirando sobre su
mujer, tocándola, acercándose demasiado para su comodidad.
Utilizaría bien sus cinco minutos.
—No me dejes. —Sable le rodeó el cuello con los brazos mientras
él la subía por las escaleras. Estaba indeciso: consolar a su mujer o
sacarle los dientes a ese imbécil. La furia que llevaba dentro se calmó
cuando la miró a los ojos morenos.
La tenía de vuelta. Eso era lo que realmente importaba. Ella era
su futuro. Juntos formarían una familia, y ambos amarían a sus hijos
como deben hacerlo los padres.
Cuando volvieron al vestíbulo, con muchos hermanos aún en
guardia, hizo contacto visual con Hank. —Cariño, son sólo cinco
minutos, luego soy todo tuyo.
—Él no vale la pena, Dog.
La llevó hasta las puertas delanteras, donde había un gran
asiento. La sentó y se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre
las suyas. —Nunca he estado más asustado, cariño. Odié que hicieras
ese reconocimiento. Me destrozaba cada día. Pero esto, saber que te
habían secuestrado, me destrozó por dentro. Nunca sentí tanta
desesperación.
—Me dijo que nunca vendrías por mí. Sé que quería que lo
creyera, pero nunca lo hice.
—Siempre vendré por ti, cariño.
Se besaron y se sintió como el cielo. Ella lo completaba, la luz
para su oscuridad. Se besaron más fuerte, más profundo, y a él le
importó un carajo quién estuviera mirando. En cuanto la llevara a
casa, la reclamaría una y otra vez. Quería darle placer, escuchar sus
gritos resonando en la habitación.
—Eso es perfecto. Puedes volver al club y chupar pollas el resto
de tu vida —dijo Hank.
Pequeña mierda celosa. Dog giró la cabeza y miró fijamente al
desgraciado. Su cuerpo quería actuar, cada músculo tenso y listo, pero
necesitaba poner a Sable en primer lugar. Ella quería que fuera el
mejor hombre y se alejara.
Se giró hacia ella.
—De acuerdo, muchachote, cinco minutos.
Capítulo 12
Al llegar a la sede del club, Sable se vio rodeada por los hermanos
del club y su hermana vino corriendo hacia ella.
Al principio, Dog agarró el brazo de su hermana e intentó
retenerla, pero Sable lo detuvo. Rodeó a su hermana con sus brazos,
estrechándola. Si había una oportunidad de arreglar su relación,
estaba dispuesta a perdonar y olvidar.
—Estaba muy asustada. No sabía qué hacer —dijo Honey.
—Está bien.
—No, no lo está. Te dije todas esas cosas horribles y malas, y no
fue justo por mi parte. Lo siento mucho. —Honey lloraba mientras
hablaba.
Sable no tenía ganas de llorar. Aparte de ser raptada y del miedo
generalizado a lo que podría pasar, ella había sobrevivido. Desde el
principio creyó que Dog la rescataría y había tenido razón.
Él había llegado justo a tiempo.
Claro, el miedo se había apoderado de ella por un corto tiempo,
pero eso no significaba que iba a permitir que la controlara por
completo.
Estar de vuelta en la sede del club la hacía sentir segura, alegre
y feliz.
Se apartó de su hermana y Dog la levantó inmediatamente. Sus
nudillos estaban ensangrentados por los cinco minutos que había
pasado a solas con Hank. No le importó. Habían sido muchas las
heridas que ella le había limpiado a lo largo de los años. El club silbó
y aplaudió.
—Váyanse a la mierda, chicos —dijo él.
—Bueno, discúlpenme por querer ver a mi amiga —dijo Beth.
Dog gimió, apoyando su cabeza contra la de Sable —Parece que
mucha gente temía que estuvieras muerta —dijo.
—A mí me gusta. Significa que tengo un lugar aquí.
Era curioso cómo las cosas se resolvían por sí solas. Después de
volver a casa tras ser expulsada del club, las cosas no parecían
iguales, pero ahora se daba cuenta de que todo podía volver a la
normalidad.
—Siempre tendrás un lugar. No lo olvides nunca. Estás aquí para
quedarte, siempre. —Él hundió sus dedos en su pelo, acercándola y
aplastando sus labios contra los suyos. Se derritió contra él, amando
su sensación y no queriendo que se detuviera. —Nunca dejaré que te
pase nada. Nunca más.
Soltó una risita contra su boca, pero se vio arrastrada a los brazos
abiertos de Beth. Su amiga la abrazó hasta que no pudo respirar.
Forge intervino. —Está viva. No hay necesidad de comportarse
así.
—Sí, pero él era un policía. ¿Tenemos que preocuparnos todos?
¿Necesitamos abandonar el país? —preguntó Beth. Ella todavía no
estaba totalmente acostumbrado a la vida del club, y era enternecedor.
Sable dio un paso atrás para apoyarse en Dog. No iban a salir del
país. No era necesario ya que Hank no iba a ser un problema, ni
tampoco Grass. Ambos eran una vergüenza para el departamento de
policía. Sus sustitutos eran fáciles de encontrar. No tenía ninguna
duda de que alguien estaría vigilando las calles, amenazándolos. O si
sabían lo que era bueno para ellos, aprenderían a mirar hacia otro
lado por un precio.
Ella no era estúpida. Sabía cómo funcionaba esto.
Hank quería ser el que mandara y no recibir órdenes de ellos. Su
sentido delirante de que era mejor que todos los demás era
simplemente impactante, el de Grass también. Sólo Grass sabía hasta
dónde llegaba su mente perturbada. Era un verdadero criminal y
quería el poder de moverse libremente sin que nadie interfiriera en su
trabajo.
—Bien, todos se han divertido, y ahora, tengo un trabajo que
hacer —dijo Dog. La levantó en brazos y ella no tuvo más remedio que
rodear su cintura con las piernas. Al VP del club no le importaba el
público. Estaba orgulloso de ser su hombre, y era la mejor sensación
del mundo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella. Él tenía un agradable y
firme agarre en su culo, y a ella le gustaba así.
—Simple, pueden disfrutar de ti mañana ... o en un par de días.
Yo quiero disfrutar de ti ahora.
Ella soltó una risita. —Estás actuando como un loco.
—No, estoy actuando como un hombre que quiere a su mujer y
no quiere compartir.
Llegaron a su dormitorio y ella se rió cuando él cerró la puerta de
una patada. En lugar de dejarla caer a la cama, la bajó hasta sus pies
y comenzó a quitarle la ropa lentamente.
Se tomó su tiempo, quitándole la camisa, seguida de los vaqueros,
y luego las bragas y el sujetador. Cuando estuvo desnuda ante él, se
sentó en el borde de la cama y tomó su mano entre las suyas.
Gimió. —No puedo creer que seas mía. Este cuerpo es mío. No sé
qué hice para merecerte, Sable, pero nunca te dejaré ir.
—No has hecho nada más que ser tú. —Ella le sostuvo la cara
mientras él la agarraba por las caderas y la acercaba. Sus grandes y
ásperas manos contra su suave piel eran perfectas.
Ella gimió cuando él la atrajo hacia sí. Todavía llevaba ropa, pero
eso no le impidió sentir la dureza de su polla mientras la estrechaba.
Ella se contoneó para comprobarlo.
—¿Tienes idea de lo que me estás haciendo? —le preguntó.
—¿Haciendo que me desees?
—Eso no es difícil de hacer. Siempre te deseo. Siempre te querré.
Le encantaba oírle decir esas preciosas palabras. Significaban
mucho para ella. —¿Qué te estoy haciendo?
—Quiero follarte sin parar, llenarte con mi hijo para que todos los
putos hombres de aquí y de fuera sepan que estás tomada. No quiero
que nadie más te mire de la misma manera que yo. Pueden mantener
sus miradas alejadas. Eres toda mía. Siempre serás mía, y eso es todo
lo que quiero. —Le apartó el pelo de la cara. —Eres mi mujer, Sable.
Lo sabes y yo lo sé. Soy un bastardo posesivo cuando se trata de ti. No
me importa si te mereces algo mejor o más. Eres la única mujer que
quiero.
Para silenciarlo, ella apretó sus labios contra los suyos. Él le
rodeó la espalda con un brazo y ella gimió su nombre, sin querer que
se detuviera.
—Joder, te amo —dijo él, mordiéndole los labios.
Ella sonrió. —Bien, porque te deseo. Prepárame. No me importa
que venga el hombre más rico del mundo y me ofrezca una vida mejor.
El único hombre que quiero, el único hombre que he querido, está
aquí. Eres el único, Dog. Siempre has sido tú. Siempre lo serás.
La hizo girar hacia la cama y le abrió los muslos.
Ella miró hacia abajo, viendo cómo su gran mano acariciaba entre
sus muslos, tocando su coño. Un gemido salió de sus labios cuando
la abrió. El pulgar de él presionó su clítoris antes de deslizarse hacia
abajo para sumergirse en su interior.
Trabajó con el pulgar, luego lo sacó y sus dedos lo reemplazaron.
Dos, tres, trabajando dentro de ella, llenándola. Era más viejo, más
experimentado, y sabía exactamente cómo volverla loca de necesidad
absoluta. Cada vez que estaba con él era como la primera vez.
Ella gritaba, gimiendo su nombre, sin querer que él se detuviera.
Cuando Dog se arrodilló de repente, su lengua acarició su clítoris. Se
burló de su sexo, subiendo y bajando, alrededor, antes de llevarse el
nódulo a la boca y chuparlo con fuerza. Ella jadeó y apretó las sábanas
con los puños, tratando de no dejar que la creciente presión la
consumiera.
El leve dolor ni siquiera se comparaba con el placer que sentía
mientras él jugaba con ella.
Gritando su nombre, ella se agitó, deseándolo, desesperada por
él, hambrienta por Dog. Y él se lo dio. Su lengua danzó por su coño,
haciéndola doler y gemir, pero no le permitió correrse.
Como siempre, él era el que mandaba.
No le gustaría que fuera de otra manera.
Tan repentinamente como había empezado a burlarse de ella, se
apartó, y ella hizo un mohín, poniéndose de rodillas para observarlo.
Él se quitó la ropa, dejando al descubierto su cuerpo duro,
musculoso y muy tatuado. Ella apretó los muslos para tratar de crear
algo de fricción, pero él le dijo con una mueca. —Mantenlos abiertos.
—Su voz dura hizo que un escalofrío de placer y necesidad recorriera
su columna vertebral.
Ella sonrió y abrió las piernas, disfrutando de cómo él la miraba
con hambre. En los últimos dos días, Dog había adquirido el hábito de
mirarla fijamente, y a ella le gustaba. Le encantaba cómo la trataba.
Era mágico ser la única que conocía este lado del VP.
Dog rodeó su polla con los dedos, trabajando desde la raíz hasta
la punta, y luego volviendo a bajar. El pre-semen se acumuló en la
punta y él curvó su dedo, haciéndole señas para que se acercara a él.
Se deslizó hacia el extremo de la cama y se arrodilló en el suelo.
—Abre —le exigió él.
Con los labios abiertos, le acercó la polla a la cara, sus manos se
dirigieron a su pelo y lo envolvieron en su puño mientras se hundía
lentamente en su boca. Ella gimió en torno a su longitud, tomándolo
más profundamente hasta que llegó al fondo de su garganta. Él soltó
una maldición y se retiró, pero tan sólo hasta que la gruesa cabeza de
él estuvo dentro.
Deslizando su lengua por la ranura, lo saboreó y quiso más.
Quería que se derramara en su boca para poder tragarlo todo. Dog le
llenó la boca, usando su agarre en su largo cabello para guiarla sobre
su longitud, tomando su boca. Ella gimió alrededor de su enorme polla
y, en respuesta, él maldijo y se deslizó hasta el fondo, pero no
demasiado. Siempre pensaba en ella, no sólo en él.
—Joder, no, no voy a dejarte embarazada corriéndome en tu boca.
—Salió de ella y la levantó. Aterrizó en la cama con un movimiento y
en pocos segundos, Dog estaba dentro de ella, follándola con fuerza.
El hombre era una máquina. La agarró de las manos, presionándolas
contra la cama, manteniéndola en su sitio mientras le trabajaba el
coño. Entrando y saliendo, golpeó dentro de ella, follándola con más
fuerza, y ella lo aceptó. Lo deseaba. Le encantaba sentirlo dentro de
ella, uniéndolos de la manera más íntima.
Sus labios se estrellaron contra los de ella, asaltando su boca. La
pasión la ayudó a deslizarse hacia ese hermoso lugar al que sólo él
podía llevarla. Le soltó las manos, agarrando sus caderas mientras la
tomaba con fuerza y rapidez. Dog era su motorista, su bestia, y ella le
pertenecía.
Se separó del beso y recorrió su cuello para chuparle el pulso. Su
barba incipiente creaba sensaciones que la hacían estar cerca del
orgasmo sólo con sus caricias. No se cansaba de él. Durante el resto
de su vida, estaría encantada de estar a su merced, en su cama, en su
vida. Ningún otro hombre podría satisfacerla.
—Eres mía, Sable. Toda mía. Ahora y para siempre. Nunca te voy
a dejar ir. Ahora córrete sobre mi polla. —Se retiró de su interior, la
puso de rodillas y volvió a estar dentro de ella con sus dedos
acariciando su clítoris.
Esto era el cielo.

****
Dos meses después
No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que su mujer
estaba embarazada. Al menos, Dog suponía que hacía falta una mujer
que supiera leer todas las señales y Beth le había dicho discretamente
que fuera a buscar un kit de prueba de embarazo, ya que Sable
mostraba todos los signos de estar embarazada.
No tiene la regla.
Náuseas por la mañana.
Sus pechos estaban un poco doloridos y pesados. Él lo atribuyó
al hecho de que no podía tener suficiente de ella. Sable era una
adicción. Cada noche, sin importar lo tarde que fuera, tenía que estar
dentro de ella. Algunas noches, así era como se quedaba dormido, con
su polla dentro de ella y sus brazos sosteniéndola contra él,
manteniéndola a salvo.
Sable no se quejaba.
Sólo que ahora tenía un kit de prueba de embarazo y no quería
asustarla.
No se había quejado demasiado de las náuseas y, en un par de
horas, parecía perfectamente feliz y contenta.
Forge salió para apoyarse en la pared. Los dos observaban a sus
mujeres. Sable y Beth estaban tendiendo la ropa. Como siempre, había
guardias en las puertas delantera y trasera. Grass había sido
capturado por algún miembro nómada de su clan y entregado en su
puerta. Se habían encargado de él, para asegurarse de que nunca
pudiera causarles problemas en el futuro. También se habían ocupado
de Hank. Se apoderaron del burdel que Grass había montado,
liberando a todas las mujeres. Las únicas mujeres que ponían a
trabajar eran las que querían estar allí. Haciendo buen dinero de la
única manera que querían. Hasta ahora, había un número creciente
de mujeres y el mantenimiento de la propiedad era fácil, además, la
mayoría de los hombres que frecuentaban el club eran ricos, imbéciles
con derecho, lo que ahora les facilitaba la vida con toda la información
adicional que habían recopilado.
—Felicidades. Beth me lo dijo.
—Todavía no lo sabemos. Tengo la prueba. Ni siquiera sé si ella
lo sabe.
Se rió. —Bueno, ¿a qué esperas? Ella está justo allí. Ve a por ella,
hombre.
Dog se aclaró la garganta. —Esta vida, sé que es... tiene muchos
peligros. La muerte está muy cerca. Hemos tenido que enterrar a
muchos hermanos en nuestro tiempo.
—No lo hagas, Dog.
—Necesito hacer esto. Si alguna vez me pasara algo, cuida de ella.
Yo... la jodí con ella. Estuve a punto de perderla muchas veces, y la
idea de que sufra o no tenga a nadie me mata.
Forge le agarró el hombro. —No vas a morir. No dejaré que ocurra
porque creo que va a ser muy divertido verte perseguir a esa mujer y
a un niño. Espero que tengas una hija sólo para poder verte intentar
espantar a todos esos pequeños bastardos cuando ella sea mayor de
edad. No necesitas que te tranquilice. Sable es propiedad del club.
Será protegida y amada. Tienes mi palabra, pero no porque sea tu
vieja. Si no porque se ganó ese derecho hace mucho tiempo. Ahora,
deja de ser un marica y ve a por ella.
Dog tomó aire y se dirigió hacia Sable.
Se estaba acostumbrando a que él se la echara al hombro y la
llevara a donde quisiera. Si estaba embarazada, ¿eso sería perjudicial
para el bebé? Tenía muchas preguntas y preocupaciones. El primer
paso era confirmar si ella llevaba a su hijo.
En lugar de tomarla al estilo cavernícola, fue más bien un
caballero y la tomó de la mano, llevándola de nuevo a su habitación.
De nuevo, su risa le siguió.
—Parece que tengo que irme, Beth —dijo, dirigiéndose a su amiga.
—¿Qué pasa, Dog?
Cerró la puerta y la presionó contra ella. —Te amo.
—Y yo a ti. —Ella ladeó la cabeza, con confusión en los ojos.
—Quiero pasar el resto de mi vida contigo.
—Lo sé. —Le rodeó el cuello con los brazos. —Pero tenemos que
hablar de cómo sigues llevándome cuando me deseas.
—Te encanta, así que deja de quejarte. —Él sacó el test del bolsillo
y lo levantó. —Creo que es hora de que lo sepamos.
Todo el color se drenó de su cara. —Oh. ¿Quieres... qué quieres
que indique?
—No me importa. Quiero que estés embarazada. Quiero que me
pertenezcas en todo lo que importa.
De nuevo, esa sonrisa estaba en sus labios. —De acuerdo.
—Pero primero, necesito que te des cuenta de que no te voy a
dejar de lado. Esto no es un juego para mí. Eres mi vieja, Sable. No
me voy a aburrir, ni estoy buscando una salida. —Acarició su mejilla.
—Estoy enamorado de ti. Lo quiero todo. Niños, volver a casa contigo,
pelearnos, reconciliarnos y saber que al final de cada día me vas a
estar esperando. —Las lágrimas llenaron sus ojos y él gimió. —No
llores.
—Son lágrimas de felicidad, Dog. No sabes cuántas veces he
querido que me digas eso. Cómo he soñado con que dijeras algo así.
Yo también quiero estar para siempre contigo.
Miró la prueba. —Hagámoslo. Veamos lo que dice.
—No vas a verme orinar —dijo ella. —Eso sería asqueroso.
—Miraré hacia otro lado.
Entraron en su cuarto de baño y él sintió sus manos temblar
dentro de las suyas.
—Estoy aquí, pase lo que pase. Si dice que no, lo intentaremos de
nuevo. Resulta que me gusta criar a mi mujer.
—¿Y si dice que sí? —preguntó ella.
—Entonces intentaremos que sean gemelos.
Se rió. —No creo que funcione así.
—Haré que funcione. —Él la besó con fuerza mientras ella reía.
Se detuvieron, leyendo las instrucciones.
—Bien, hagamos esto.
Él no miró, sino que sostuvo su mano mientras ella orinaba en el
palo. Lo colocó en un trozo de papel de seda sobre la encimera
mientras se lavaba las manos, y entonces él la rodeó con sus brazos,
apoyando su cabeza sobre la de ella, esperando.
—¿Qué nombre quieres ponerle si es una niña?
—Vete a la mierda —dijo él.
—Dog, sé serio.
—Lo estoy siendo. Apuesto a que nuestra hija será muy hermosa
y estaré constantemente mandando a la mierda a los chicos. Mejor
darles una razón para que se alejen.
—No estás siendo serio. Me gusta Ashley o Cole para un chico —
dijo ella. —¿Qué te parece?
—Supongo. No soy bueno con los nombres. Tú puedes poner
todos los nombres.
Le besó el cuello y sus manos subieron desde la cintura hasta las
tetas.
—Dog, es la hora —dijo ella.
Juntos, se inclinaron para mirar el kit de prueba de embarazo. —
¿Qué significa eso?
Ella levantó la caja y lo miró, con una enorme sonrisa en la cara.
—Estoy embarazada.
Él se apoderó de su boca, haciéndola soltar la caja mientras la
levantaba en sus brazos, llevándola hasta su cama.
Ella se rió mientras ambos caían uno al lado del otro en el
colchón, mirándose fijamente a los ojos.
—Toda mía, Sable. Toda mía para el resto de nuestras vidas.
—Sí —dijo ella. —Pero definitivamente no puedes ponerle nombre
a nuestro hijo no nacido.
—Trato, pero puedo follarte, incluso cuando me odies.
—Nunca podría odiarte.
—Bien. —Le levantó la camisa y le puso la mano en el estómago.
Chico o chica, iba a cuidar de su mujer y de sus hijos.
No podía esperar a ver crecer su familia, y tenía la intención de
mantenerla preñada durante un tiempo. Nunca le daría una razón
para dejarlo.

Fin

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