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Uno era un simpático ratón que destacaba por sus ingeniosas ocurrencias. Otro, un cuervo un
poco serio pero muy generoso y de buen corazón. El más elegante y guapo era un ciervo de
color tostado al que le gustaba correr a toda velocidad. Para compensar, la cuarta de la
pandilla era una tortuguita muy coqueta que se tomaba la vida con mucha tranquilidad.
Como ven, no podían ser más diferentes unos de otros, y eso, en el fondo, era genial, porque
cada uno aportaba sus conocimientos al grupo para ayudarse si era necesario.
– ¡Chicos, es nuestra querida amiga la tortuga! Ha tenido que pasarle algo grave porque su voz
suena desesperada ¡Vamos en su ayuda!
Pero justo en ese momento, apareció entre los árboles el cazador. El cuervo les apremió:
El roedor les contó lo que había pensado y el cuervo y el ciervo estuvieron de acuerdo. Los tres
rescatadores respiraron muy hondo y se lanzaron al rescate de urgencia, en plan “uno para
todos, todos para uno”, como si fueran los famosos mosqueteros.
¡El cazador estaba a punto de coger a la tortuga! Corriendo, el ciervo se acercó a él y cuando
estuvo a unos metros, fingió un desmayo, dejándose caer de golpe en el suelo. Al oír el ruido,
el hombre giró la cabeza y se frotó las manos:
Lógicamente, en cuanto vio al ciervo, se olvidó de la tortuguita. Cogió el arma, preparó unas
cuerdas, y se acercó deprisa hasta donde el animal yacía tumbado como si estuviera muerto.
Se agachó sobre él y, de repente, el cuervo saltó sobre su cabeza. De nada le sirvió el sombrero
que llevaba puesto, porque el pájaro se lo arrancó y empezó a tirarle de los pelos y a picotearle
con fuerza las orejas. El cazador empezó a gritar y a dar manotazos al aire para librarse del
feroz ataque aéreo.
Mientras tanto, el ratón había conseguido llegar hasta la trampa. Con sus potentes dientes
delanteros, royó la red hasta hacerla polvillo y liberó a la delicada tortuga.
El ciervo seguía tirado en el suelo con un ojito medio abierto, y cuando vio que el ratón le hacía
una señal de victoria, se levantó de un salto, dio un silbido y echó a correr. El cuervo, que
seguía atareado incordiando al cazador, también captó el aviso y salió volando hasta perderse
entre los árboles.
– ¡Maldita sea! ¡Ese estúpido pajarraco me ha dejado la cabeza como un colador y, por si fuera
poco, el ciervo se ha escapado! ¡Menos mal que al menos he atrapado una tortuga! Iré a por
ella y me largaré de aquí cuanto antes.
¡Pero qué equivocado estaba! Cuando llegó al lugar de la trampa, no había ni tortuga ni nada
que se le pareciera. Enojado consigo mismo, dio una patada a una piedra y gritó:
– ¡Esto me pasa por ser codicioso! Debí conformarme con la presa que tenía segura, pero no
supe contenerme y la desprecié por ir a cazar otra más grande ¡Ay, ¡qué tonto he sido!…
El cazador ya no pudo hacer nada más que coger su arma y regresar por donde había venido.
Por allí ya no quedaba ningún animal y mucho menos los cuatro protagonistas de esta historia,
que a salvo en un lugar seguro, se abrazaban como los cuatro buenísimos amigos que eran.
Los gemelos Carlos y Alberto eran idénticos, aunque no del todo. Aunque físicamente eran
iguales, su carácter y su actitud no tenían nada en común.
Carlos era estudioso, atento, generoso y organizado. Sin embargo, Alberto era un pasota vago,
perezoso y envidioso.
Todos los días Carlos llevaba los deberes bien hecho, limpio y ordenados. Pero su hermano
pasaba de hacerlos o los hacía con pocas ganas.
-Deberías imitar a tu hermano y trabajar más y mejor. Si esto sigue así suspenderás y tendrás
que repetir curso.
Carlos sabía de sobra lo que hacía y que no serviría de nada hablar con él. Pero como no quería
que volvieran a regañar a su hermano le cogió el cuaderno y le hizo los deberes sin que el otro
se diera cuenta.
-Le arrancaré los deberes a mi hermano esta noche sin que se dé cuenta y así no me volverán a
comparar con él -pensó Alberto.
Y fue a la mesa de su hermano, cogió el cuaderno que había encima de la mesa y le arrancó las
páginas de los deberes.
A la mañana siguiente, cuando la maestra revisó los deberes, vio que Carlos sí los tenía hechos,
pero que Alberto no los había hecho.
- ¿Cómo es posible? -dijeron los gemelos a la vez. Y se pusieron a discutir, sin darse cuenta de
que todos sus compañeros y la maestra les estaban escuchando.
-Yo te hice los deberes ayer -dijo Carlos-. Tendrían que estar en tu cuaderno.
-Pues ya ves que no, porque no hay nada en mi cuaderno - dijo Alberto-. Además, ¿cuándo has
hecho tú tus deberes? ¡Te los arranqué ayer mientras dormías! ¡No has tenido tiempo!
-Parece que te equivocaste y arrancaste tus propios deberes, Alberto, los que tu hermano
Carlos te había hecho -dijo la maestra.
Idénticos, pero diferentes Alberto se sintió muy culpable. Su hermano, al que tanta envidia le
tenía, le había echado una mano. Y ahora les iban a castigar a los dos.
-Todo sería más sencillo si dejaran de compararnos todo el tiempo -le dijo Alberto a la
maestra-. Que seamos idénticos no quiere decir que seamos iguales, y ya estoy harto.
-Y yo -dijo Carlos.
Desde aquel día las cosas cambiaron. Carlos y Alberto hablaron y, ahora, Alberto ya no envidia
tanto a su hermano, puesto que ha entendido que no es un rival, sino que puede contar con él
siempre que lo necesite.
Un hombre muy rico y generoso
Adaptación de la antigua fábula oriental
Del Dinero
Érase una vez un hombre muy sabio que, al llegar a la vejez, acumulaba más riquezas de las
que te puedas imaginar. Había trabajado mucho, muchísimo durante toda su vida, pero el
esfuerzo había merecido la pena porque ahora llevaba una existencia placentera y feliz.
El anciano era consciente de sus orígenes humildes y jamás se avergonzaba de ellos. De vez en
cuando, se sentaba en un mullido sillón de piel, cerraba los ojos, y recordaba emocionado los
tiempos en que era un joven obrero que trabajaba de sol a sol para escapar de la pobreza y
cambiar su destino ¡Quién le iba a decir por aquel entonces que se convertiría en un respetado
hombre de negocios y que viviría rodeado de lujos!
Ahora tenía setenta años, estaba jubilado y su única ambición era descansar y disfrutar de
todo lo que había conseguido a base de tesón y esfuerzo. Ya no madrugaba para salir
corriendo a trabajar ni se pasaba las horas tomando decisiones importantes, sino que se
levantaba tarde, leía un buen rato y daba largos paseos por los jardines de su estupenda y
confortable mansión.
Las puertas de su hogar siempre estaban abiertas para todo el mundo. Todas las semanas,
invitaba a unos cuantos amigos y eso le hacía muy feliz. Como hombre generoso que era, les
ofrecía los mejores vinos de su bodega y unos banquetes que ni en la casa de un rey eran tan
exquisitos.
¡Pero eso no es todo! Al finalizar los postres, les agasajaba con regalos que le habían costado
una fortuna: pañuelos de la más delicada seda, cajas de plata con incrustaciones de
esmeraldas, exóticos jarrones de porcelana traídos de la China…El hombre disfrutaba
compartiendo su riqueza con los demás y nunca escatimaba en gastos.
Pero sucedió que un día su mejor amigo decidió reunirse con él a solas para decirle claramente
lo que pensaba. Mientras tomaban una taza de té, le confesó:
– Sabes que siempre has sido mi mejor amigo y quiero comentarte algo que considero
importante. Espero que no te moleste mi atrevimiento.
El anciano, le respondió:
– Tú también eres el mejor amigo que he tenido en mi vida. Dime lo que te parezca, te
escucho.
– Yo te quiero mucho y agradezco todos esos regalos que nos haces a todos cada vez que
venimos, pero últimamente estoy muy preocupado por ti.
El anciano se sorprendió.
El viejo, que sabía mucho de la vida, le dedicó una sonrisa y pausadamente le dijo:
– Querido amigo, gracias por preocuparte, pero voy a confesarte una cosa: en realidad, lo hago
por hacer un favor a mis hijos.
El amigo se quedó de piedra ¡No entendía qué quería decir con eso!
– Sí, amigo, un favor. Desde que nacieron, mis tres hijos han recibido la mejor educación
posible. Mientras estuvieron a mi cargo, les ayudé a formarse como personas, estudiaron en
las escuelas más prestigiosas del país y les inculqué el valor del trabajo. Creo que les di todo lo
que necesitan para salir adelante y labrarse su propio futuro, ahora que son adultos.
El amigo meditó sobre esta explicación y entendió que el anciano había tomado una decisión
muy sensata.
El anciano le guiñó un ojo y dio un último sorbo al té. Después de esa conversación, su vida
siguió siendo la misma, nada cambió. Continuó gastándose el dinero a manos llenas, pero, tal y
como había asegurado aquella tarde, sus hijos no heredaron ni una sola moneda.
Moraleja: Esfuérzate cada día por aprender y trabaja con empeño e ilusión por cumplir tus
sueños. Una de las mayores satisfacciones de la vida es conseguir las cosas por uno mismo y
disfrutar la recompensa del trabajo bien hecho.
Una chica llamada Penélope vivía en ese pueblo. Se bañaba en una laguna, no muy
apartada de allí.
Estaba sola, disfrutando del baño, hasta que empieza a notar que el agua se estaba
aclarando y siendo cada vez más calma, como si hubiera algo extraño, y a la vez muy
bueno. Los animales se acercaban a mirar fijamente una parte de la laguna, la más
profunda.
La curiosidad le ganó, se aproximó poco a poco, hasta que vio algo muy brilloso e
hipnotizador. Se sumergió y pudo ver qué había allí: un medallón muy extraño.
–Lo único que te puedo decir es que vayas a la casa de Daniel, él sabe mucho de estas
cosas.
–Es un medallón muy extraño, voy a ver si encuentro algunas escrituras que hable de
estas cosas.
–Bueno, pero pronto–, dijo Penélope. Daniel salió corriendo y entre tantas cosas
Leonardo y Penélope fueron con miedo y curiosidad, pensaron que podía ser de
alguna bruja o estar embrujado.
Daniel siguió: –De un brujo bueno, Hamlet. Lo utilizaba para que las personas lo
quisieran, porque era feo y viejo. Anacleta, hermana de Hamlet, embrujó el medallón
Anacleta.
todos.
Leo le dijo: –Lo que quieres hacer está mal, seguro que la bruja te está hipnotizando,
Penélope, desprendiéndose del medallón que tanto le gustaba, le contestó. –Está bien,
toma.
Al llegar, Leo tuvo una gran idea, tirarlo juntos, cada uno con una mano, lo tiraron
Leo y Penélope se asustaron y se fueron corriendo. Nunca más volvieron a saber del
“Medallón Embrujado”.
A la tarde salí caminando por la ciudad rumbo a la playa y al pasar por la casa de mi
Marchamos los tres a la playa, él llevaba a Josefina sobre sus hombros, y yo llevaba la
ballena inflable y una mochila de color negro.
Llegamos a la playa, había mucha gente. Tiré todo y salí corriendo para tirarme al
del marinero.
Cuando me volvía sentí un fuerte dolor en la pierna, era un calambre, no podía nadar,
Volví a la playa porque mi amigo estaba ahí todavía. Yo le pedí disculpas por el mal
momento pasado.
Él me dijo: –No pasa nada, pero debes tener cuidado, para eso está la boya, hay
Y así terminamos la tarde, tomando mate los tres juntos y comiendo tortas fritas.
Un buen comienzo
Paula Perdomo
La azafata anunció que aterrizarían en el Aeropuerto de Carrasco en quince minutos.
Peter, un adolescente de quince años recién cumplidos, ojos claros, piel blanca y
cabello enrulado, miró la hora en su reloj, eran las siete de la mañana del día sábado
cuatro de julio.
sentada a su lado, guardó en su bolso de mano el libro que venía leyendo. El papá de
Diez horas antes habían partido de Vancouver. Peter pensaba en lo mucho que
extrañaría su ciudad natal, sus amigos, su gente y hasta el clima, porque en Canadá
estaban en verano.
Se quedarían a vivir en Uruguay, así que tendría que hacerse nuevos amigos. De todas
formas, no se dejaría de comunicar con sus amigos de Canadá.
por la mañana, Peter partió hacia el Liceo 98, situado a pocas cuadras de su casa.
Por suerte, había estudiado español, lo cual facilitaba la comunicación entre sus
compañeros y los profesores. Preguntó cuál era su salón, y hacia allí se dirigió, 4° 5
era su grupo.
lleno de pecas, y Emiliano, gordito y bajito. Enseguida se estrecharon las manos y Peter
A mitad de mañana entró la Directora en la clase y les contó que se iba a realizar un
Festival el viernes veinticuatro de julio con dos objetivos: uno de ellos era recaudar
fondos para el paseo de fin de año, y el otro, la promoción y difusión de los Derechos
Humanos.
La idea era armar una feria enfrente al liceo y vender productos hechos por los
alumnos, que tuvieran alguna relación con el tema. También habría un escenario para
venta de alimentos.
Esa tarde, Peter pensaba qué podrían hacer para el Festival, a él le interesaban mucho
los Derechos de los Niños. Emiliano y Agustín lo habían invitado a diseñar algo juntos.
No quería hacer carteles ni folletos porque era lo que todos hacían siempre, además,
Tenía que haber alguna manera de hacer que la gente prestara atención e intente
hacer algo por ayudar a los niños y adolescentes que hoy en día, en distintas partes del
mundo son discriminados por su color de piel, por hablar otro idioma, tener distintas
posibilidades, ser gordo, alto, flaco o bajo. Muchos tienen que trabajar en horribles
Un buen comienzo
Paula Perdomo
La azafata anunció que aterrizarían en el Aeropuerto de Carrasco en quince minutos.
Peter, un adolescente de quince años recién cumplidos, ojos claros, piel blanca y
cabello enrulado, miró la hora en su reloj, eran las siete de la mañana del día sábado
cuatro de julio.
sentada a su lado, guardó en su bolso de mano el libro que venía leyendo. El papá de
Diez horas antes habían partido de Vancouver. Peter pensaba en lo mucho que
extrañaría su ciudad natal, sus amigos, su gente y hasta el clima, porque en Canadá
estaban en verano.
Se quedarían a vivir en Uruguay, así que tendría que hacerse nuevos amigos. De todas
por la mañana, Peter partió hacia el Liceo 98, situado a pocas cuadras de su casa.
Por suerte, había estudiado español, lo cual facilitaba la comunicación entre sus
compañeros y los profesores. Preguntó cuál era su salón, y hacia allí se dirigió, 4° 5
era su grupo.
lleno de pecas, y Emiliano, gordito y bajito. Enseguida se estrecharon las manos y Peter
A mitad de mañana entró la Directora en la clase y les contó que se iba a realizar un
Festival el viernes veinticuatro de julio con dos objetivos: uno de ellos era recaudar
fondos para el paseo de fin de año, y el otro, la promoción y difusión de los Derechos
Humanos.
La idea era armar una feria enfrente al liceo y vender productos hechos por los
alumnos, que tuvieran alguna relación con el tema. También habría un escenario para
venta de alimentos.
Esa tarde, Peter pensaba qué podrían hacer para el Festival, a él le interesaban mucho
los Derechos de los Niños. Emiliano y Agustín lo habían invitado a diseñar algo juntos.
No quería hacer carteles ni folletos porque era lo que todos hacían siempre, además,
Tenía que haber alguna manera de hacer que la gente prestara atención e intente
hacer algo por ayudar a los niños y adolescentes que hoy en día, en distintas partes del
mundo son discriminados por su color de piel, por hablar otro idioma, tener distintas
posibilidades, ser gordo, alto, flaco o bajo. Muchos tienen que trabajar en horribles
Para lograr el objetivo de que a cada niño se le respeten sus Derechos, se requería
clase esa mañana, nadie se burló de sus características, ni de sus costumbres cuando
pronunciar las palabras en español. Eso era lo que se merecían todos los niños del
mostraran las distintas formas de violación de los Derechos de los Niños. Le contó a
primero que hicieron fue pedir en el liceo si el día del Festival podían usar la pantalla
grande del Salón de Informática, para que todos pudieran ver el video, y la respuesta
fue afirmativa.
Agustín propuso poner de fondo dos canciones de Ruben Rada, “Yo quiero” y “Tengo
derecho”. Peter, que no las conocía, las escuchó y le pareció excelente idea.
Una semana y media después, tenían armado el video que contaba con varias imágenes
y varios videos de discriminación racial en varias partes del mundo, que consiguieron
concierto de Ruben Rada que cerró el Encuentro. También incluyeron una entrevista
que realizó Emiliano a un representante de UNICEF en Uruguay.
número importante de personas para ver el video. La respuesta fue muy buena,
hacen.
gente y pensaba en lo importante que es ver las cosas para entenderlas y ponerse en
Estaba satisfecho de dar un paso para concienciar los Derechos de los Niños y
Lo mejor que cada ser humano podría hacer, sería no quedarse con las imágenes de
violencia, como pueden ser de niños maltratados, e intentar cambiarlas por imágenes
Peter, que había viajado desde el norte del continente, no dudó en emprender un
nuevo camino para reivindicar los Derechos de los Niños, demostrando que ésta es
Sara vivía con sus cuatro hermanos: Luis, de 12, Luciana de 13, María de 14 y Raquel
A Luna le diagnostican una enfermedad y poco tiempo de vida. Ella no quería operarse.
Quería salvarse para criar a sus hijos y pensó que lo mejor era no operarse.
El mal carácter de ellos se debía al golpe muy fuerte por la muerte de Luna.
En realidad, estaban tan tristes y enojados por haber perdido a su madre y no sabían
cómo decirlo.
premios.
Todos los niños se divertían, menos Sara y sus hermanos. Ellos sólo jugaban a pelear
y pegarse.
Una compañera de clase los observó, muy preocupada le contó a su mamá, que
trabajaba en la Policlínica.
Al otro día, la mamá los invitó a tomar la merienda en su casa. Entonces, les dijo que
los quería ayudar. Los niños aceptaron la ayuda y el cariño que la señora les ofreció.
Aída no sólo los ayudó a sentirse mejor, sino que les dio mucho amor.
Con ella aprendieron que nadie tiene la culpa de la muerte de su mamá, que la muerte
Todos juntos pueden salir de las dificultades y con amor son más fáciles las cosas.
María Nela
Carlos Ratti
Había una vez, una niña llamada María Nela, ella trabajaba en un circo.
Su tarea era domar animales como elefantes, caballos, ponys, etc. Pero el animal
que más le gustaba trabajar eran los caballos, porque con ellos la niña se sentía feliz,
cuidada y sobre todas las cosas muy contenta pues luego de cada función era muy
aplaudida por todo el público, por todas las cosas que ella hacía encima del animal.
Pero un día, el circo llegó a una ciudad. María Nela quedó maravillada al ver edificios
muy altos, grandes tiendas y hermosas plazas. A la niña le llamó la atención que niños
como ella caminaban por las veredas de la gran ciudad usando una túnica blanca y
una moña azul. Ahí ella pensó: –¿A dónde van esos niños con esos uniformes?
–Una escuela es un lugar donde los niños van a aprender a escribir, leer, y a jugar con
muchos compañeros.
circo.
–Tengo una idea hija, lo hablamos con tu papá, en tiempo de clases tú irás a la escuela
Así fue como María Nela comenzó a ir a la escuela, lugar donde hizo muchos amigos
y amigas.
Ella, a la hora del recreo, contaba todas sus vivencias en el circo, mientras que los otros
niños le contaban sus días en la escuela, el barrio y cómo era esa gran ciudad, qué
María Nela estaba muy feliz, porque a partir de ahora aprendería muchas cosas y su