Está en la página 1de 8

Éticas de la serenidad - Estoicismo 5

El buen fluir de la vida y las disposiciones hábiles

Por tanto, la cuestión es cómo el espíritu puede


avanzar siempre equilibrada y sosegadamente,
mostrarse favorable a sí mismo, contemplar
satisfecho su actitud y no interrumpir su goce
(gaudium), sino mantenerse en una situación de
placidez, sin exaltarse ni deprimirse nunca.

Séneca, Sobre la serenidad de espíritu (De


Tranquillitate Animi), 2.4.

I. EL BUEN FLUIR DE LA VIDA

1. La felicidad como buen fluir

Zenón definió la felicidad de esta manera: «La felicidad es el buen fluir de la vida
(eúroia bíou)». / Estobeo, Extractos de física y ética (Eclogae physicae et ethicae), II, 77.

Y eso mismo es la virtud del hombre feliz, es decir el buen fluir de una vida [...] /
Diógenes Laercio, Vitae, VII, 88.

2. El buen fluir como movimiento sin trabas ni interrupciones

El buen fluir (eúroia) de nada tiene tanto como de continuidad y ausencia de trabas. /
Epicteto, Disertaciones, IV, iv, 5.

¿Y en qué consiste empeñarse en el fin propuesto? En movernos sin trabas en el deseo


y en el rechazo. Y eso, ¿en qué consiste? En no frustrarnos en el deseo ni ir a caer en el
objeto de rechazo. A esto ha de tender el ejercicio. / Epicteto, Disertaciones, III, xii, 4-5.

Evitar la frustración y el rechazo se relacionan con la disposición estoica llamada reserva


(hypexaíresis). De esto se hablará más adelante.

3. Saber fluir como saber seguir. Fluir-con como confluir

(2) Reposado y a la vez dispuesto; resplandeciente y a la vez compuesto: así es quien


en todo sigue a la razón. / Marco Aurelio, Meditaciones, 10.12; la traducción es mía.

1
Y yo, ¿qué quiero? Comprender a la naturaleza y seguirla. / Epicteto, Manual, 49.

De un lado, el sabio estoico sólo depende de sí mismo, lo que lo sitúa en una posición de
autonomía difícilmente superable. Pero, de otro lado, para poder sostener esta radical autonomía
ante el mundo, el sabio debe saber seguir, avenirse-a, acordar-con, conformarse-a. ¿Qué es lo que
sigue, a qué se aviene? A sí mismo, sí, pero a aquella parte de sí mismo que comparte con el
universo todo; aquella parte de su alma que, estrictamente hablando, es suya y no es suya, o es
mucho más que suya: la razón misma (el lógos), lo que en sentido estoico equivale a decir la
naturaleza. En efecto, el sabio sólo sigue un orden racional que él no ha decidido, que lo precede
desde siempre, que lo trasciende y lo rebasa. De su capacidad de poder seguir este orden
depende el buen flujo de su vida.
Por otro lado, así como el buen fluir de un río supone que el agua siga el curso trazado por las
márgenes, vale decir en general que lo que fluye sigue un curso; en este sentido, todo fluir, es un
fluir-con: un con-fluir. ¿Qué es un buen afecto? Es la confluencia entre el sentir y la razón: el sentir
fluye con la razón, acompaña su curso, se aviene a su guía.

II. LAS DISPOSICIONES HÁBILES

1. Mantenerse con el principio rector: la reserva estoica

La quietud originaria del principio rector

El alma es como una vasija con agua; las representaciones, como el rayo de luz que
incide sobre el agua. Cuando el agua se mueve, parece que también se mueve el rayo
de luz y, sin embargo, no se mueve. / Epicteto, Disertaciones, III, iii, 20-21.

Pues, ¿qué mayor tempestad que la de las representaciones poderosas y que nos
quitan la razón? ¿Y qué otra cosa es esta tempestad, sino una representación? Porque,
quítale el miedo a la muerte y tráete los truenos y relámpagos que quieras y te darás
cuenta de qué gran bonanza y qué gran calma hay en el principio rector. / Epicteto,
Disertaciones, II xviii 30, p. 223.

Elimina la representación. Detén el impulso. Apaga el apetito. Mantente con el


principio rector. / Marco Aurelio, Meditaciones, 7.9; la traducción es parcialmente mía.

Supongamos que en nuestra casa hay un cuarto especial. El espacio es tan amplio como
queramos y está amueblado a nuestro propio gusto y medida. La luz es generosa y las paredes
aíslan el lugar de tal modo que los ruidos externos no alcanzan a oírse: reina el silencio. Pero el
cuarto es especial, sobre todo, porque, al ingresar en él, la calidad de las experiencias se

2
transforma. Si antes de entrar estábamos turbados por algún asunto, una vez dentro, las
turbaciones desaparecen. No es que aquello que nos creaba ansiedad u ofuscamiento, miedo o
tristeza haya dejado de existir. Sabemos que existe, pero desde la perspectiva que nos
proporciona el cuarto, ahora eso nos resulta indiferente; después de todo, está ahí afuera.
El hecho de que haya desaparecido lo que hasta hace un instante ocupaba nuestra mente,
implica que aquel espacio mental, antes tomado, está ahora libre. Eso es el cuarto: un espacio libre
y un espacio de libertad. Puedo hacer en él lo que me plazca, incluso no hacer nada. Qué hacer es
lo de menos. Lo extraordinario del cuarto es esa libertad de hacer o no hacer, libertad que radica,
sobre todo, en que las turbaciones han quedado fuera.
¿Cómo sería la vida si tuviéramos un cuarto así y pudiéramos estar en él todo el tiempo que
quisiéramos? O más bien: ¿cómo sería la vida si, en lugar de estar en el cuarto, el cuarto estuviera
en nosotros? ¡Pero el cuarto ya está en nosotros! Es el principio rector. Sólo hay que preservarlo
libre, espacioso, claro, diáfano. En eso consiste la reserva estoica.

Preservar la quietud del principio rector: la reserva (hypexaíresis) del estoico

[...] al caminar conforme al impulso, el movimiento de las piernas no excede, sino que
se corresponde en cierto modo con el impulso, de modo que una se detiene cuando
quiere, o cambia el paso. En cambio, en el caso de los que corren ya no ocurre tal, sino
que el movimiento de las piernas excede el impulso, de modo que se deja llevar y no es
posible cambiarlo obedientemente una vez que se ha empezado a ir de ese modo. /
Crisipo citado por Galeno, Sobre las doctrinas de Hipócrates y Platón (De Placitis
Hippocratis et Platonis), IV, 2, 15-16.

En fin, se acepta la velocidad, a condición de que se pare cuando recibe una orden, no
avance más allá de lo fijado y pueda desviarse y pasar de la carrera al paso [...] /
Séneca, Sobre la ira (De Ira), 2.35.2

Igual que tienes cuidado al andar de no pisar un clavo o tocerte un pie, ten cuidado
también de no perjudicar a tu principio rector. Si observáramos eso en cada acción,
emprenderíamos la acción con mayor seguridad. / Epicteto, Manual, 38.

Lo que en todo momento le permite al caminante hábil detenerse o cambiar el paso, eso que
Crisipo llama “caminar conforme al impulso”, es que tiene, por así decir, una reserva de quietud a
la que apelar. Quien así se mueve, nunca se ve en la necesidad de recuperar una posición
extraviada. Al contrario, siempre está en posición-de, porque siempre conserva (reserva) su
posición.
Desde una perspectiva puramente física, lo que se preserva es la posición del centro de
gravedad, aquel punto en el que, teóricamente, se concentra el peso del cuerpo. Ese centro opera

3
como punto de equilibrio. Si hablamos en este sentido —y de acuerdo con la teoría estoica— del
centro del alma, entonces ya no es un centro de gravedad, sino un centro de mando: el principio
rector. ¿Qué es la reserva estoica, entonces? Mantener al principio rector en su quietud originaria,
vacío de turbaciones, luminoso, claro; impedir que la agitación tome ese espacio.

2. Fluir como quietud en el movimiento

Es preciso que el cuerpo esté compacto y no abatido, ni en movimiento ni en reposo.


Igual que la reflexión vigila que aparezca en la cara una expresión inteligente y
agradable, lo mismo hay que exigir en lo que toca a todo el cuerpo. (3) Todo eso hay
que mantenerlo sin afectación. / Marco Aurelio, Meditaciones, 7.60.

Si no vienen a ti las cosas cuya persecusión o rechazo te trastornan, sino que tú, en
cierto modo, vas a su encuentro con un juicio sereno, las cosas se mantendrán
inmóviles y no se te verá más perseguirlas o rechazarlas. / Marco Aurelio,
Meditaciones, 11.11.

Mantente sobrio en la relajación. / Marco Aurelio, Meditaciones, 4.26.

(2) Reposado y a la vez dispuesto; resplandeciente y a la vez compuesto: así es quien


en todo sigue a la razón. / Marco Aurelio, Meditaciones, 10.12; la traducción es mía.

La fluidez, como movimiento hábil, conserva en todo momento un centro de reposo. Esto es lo que
permite estar siempre presto, listo, siempre a tiempo con respecto a la posibilidad de detenerse o
cambiar el paso. Esta presteza, esta especie de alerta permanente, sin embargo no deriva de una
tensión, sino, al contrario, de una profunda “relajación”.
¿Qué es fluir? Quietud en el movimiento. Mantener siempre un claro de quietud interior. Quizá
uno de los mejores ejemplos de cómo la fluidez supone encontrar los claros (los espacios vacíos),
sea el siguiente texto taoísta:

Un buen cocinero necesita afilar su cuchillo una vez al año. Trocea con destreza. En
cambio un cocinero torpe lo afila cada mes. Corta la carne a golpes. He usado este
cuchillo durante diecinueve años y he destazado miles de bueyes. Pero el cuchillo
sigue tan afilado como la primera vez que se separó de la piedra de afilar. Entre las
articulaciones hay espacios y la hoja carece de grosor. Al no ser gruesa y pasar por
ellos, puede moverse libremente donde desee: tiene todo el espacio que quiera para
moverse. Así que, después de diecinueve años, mi cuchillo sigue tan afilado como el
primer día. / La sabiduría de Chuang Tse, cap. 3.

4
El movimiento hábil encuentra los espacios (los claros) y hace que la hoja del cuchillo pueda
moverse libremente entre ellos. Por eso es que el filo permanece sin desgaste: porque el
movimiento se ha abierto paso sin fricción, sin resistencia, sin esfuerzo. El cuchillo “fluye”. El
cocinero torpe, al contrario, maniobra a la fuerza y así desgasta el filo.
Pero los claros que el cocinero encuentra al destazar la carne, suponen que el propio cocinero
tenga una disposición clara en su interior. Él debe ir “sintiendo”, en cada momento, por dónde
puede avanzar la hoja y para eso requiere de una disposición plenamente receptiva, alerta, de
“escucha”, es decir, de silencio o quietud interior.

3. Corolarios

1. En la buena fluencia no hay esfuerzo (como en el Wu wei taoísta)

De aquí que Epicteto caracterice al que progresa (el prokóptōn) como aquel que “usa en todo un
impulso no forzado” (Manual, 48, 3).

Véase también, Séneca, Sobre la firmeza del sabio (De Constantia Sapientis), 9.3.

2. Medir las propias fuerzas antes de iniciar cualquier actividad

6. Y así, para que el espíritu pueda estar tranquilo, no hay que zarandearlo, ni fatigarlo
con la realización de muchas cosas importantes, como dije, y situadas por encima de
nuestras fuerzas.
[...] 7.2 Siempre que intentes algo, mídete a ti mismo, lo que te propones y los
elementos de que dispones, pues el arrepentimiento de no haber terminado una tarea
te será desagradable. / Séneca, Sobre la ira (De Ira), III 6, 6 y III.7.2.

3. Las acciones torpes (opuestas a las hábiles)

Correcto, no corregido. / Marco Aurelio, Meditaciones, 7.12.

Toda acción torpe, producto de una disposición torpe, es la consecuencia de perder la reserva, es
decir, de apartarse del principio rector (y dejar que la agitación “tome” aquel espacio de quietud
originaria). Como consecuencia, el buen fluir queda interrumpido y se da alguna de las siguientes
situaciones:

-Choque (por rechazo).


-Frustración (por impulso excesivo en el deseo).
-Caída, daño (por exceso de impulso o falta de atención).
-Estancamiento (discontinuidad: ¿desmotivación?).

5
Incluso la acción que busca enmendar el yerro es en cierta medida torpe, pues lo hábil habría sido
no tener que enmendar (“Correcto, no corregido”). Ser tardo en cuanto a los reflejos morales es
producto de no haber estado lo suficientemente atento.
La atención es quizá la mayor habilidad estoica, la que mantiene la reserva y habilita la buena
fluencia. También en esto el estoicismo se acerca al ideal budista de atención plena (véase
Satipatana Suta).

4. Fluir como experiencia óptima: una perspectiva desde la psicología


contemporánea

Los siguientes fragmentos pertenecen al libro Fluir (Flow). Una psicología de la felicidad (Kairós,
1996). Su autor, Mihaly Csikszentmihalyi (pronúnciese Cis-zen-mijáli), es profesor y decano del
departamento de psicología de la Universidad de Chicago. Dedicó varios años de estudio a lo que
él llama “experiencias óptimas”. También las denominó experiencias “de flujo”, pues la enorme
mayoría de los entrevistados reportaban esas vivencias en términos de “fluir”.

El estado opuesto a la condición de entropía psíquica es la experiencia óptima. Cuando


la información que llega a la conciencia es congruente con nuestras metas, la energía
psíquica fluye sin esfuerzo. / p. 68

El elemento clave de una experiencia óptima es que tiene un fin en sí misma [...]
La palabra “autotélico” deriva de dos palabras griegas, auto, que significa en sí
mismo, y telos, que significa finalidad. Se refiere a una actividad que se contiene a sí
misma, que se realiza, no por la esperanza de algún beneficio futuro, sino simplemente
porque hacerlo es en sí la recompensa. Jugar a la bolsa para ganar dinero no es una
experiencia autotélica, pero sí jugar para poner a prueba la propia habilidad de
predecir las tendencias futuras. / p. 109.

La experiencia autotélica, o flujo, eleva el transcurso de la vida a otro nivel. La


alienación da paso al involucramiento, el disfrute reemplaza al aburrimiento, la
impotencia da paso al sentimiento de control [...] Cuando la experiencia es
intrínsecamente gratificante la vida está justificada en su presente, en vez de ser
rehén de un hipotético beneficio futuro. / p. 112.

Nuestros estudios sugieren que la fenomenología del disfrute [se refiere a las
experiencias óptimas, autotélicas o “de flujo”] tiene ocho componentes importantes.
Primero, la experiencia suele ocurrir cuando nos enfrentamos a tareas que tenemos al
menos una oportuidad de lograr [vivir de acuerdo con la razón/naturaleza; ganar
serenidad de espíritu, etc]. Segundo, debemos ser capaces de concentrarnos en lo que
hacemos [estar atentos a nuestros pensamientos y acciones: observación pura].
Tercero y cuarto, normalmente la concentración es posible porque la tarea
6
emprendida tiene unas metas claras [claridad de fines y fundamentos] y nos ofrece
una retroalimentación inmediata [podemos en todo momento saber si estamos
actuando “bien” o “mal”]. Quinto, uno actúa sin esfuerzo, con un profundo
involucramiento que aleja de la conciencia las preocupaciones y frustraciones de la
vida cotidiana [se apunta a un bien interno, es decir, a la excelencia con que se
desarrolla la actividad en sí, más allá de bienes externos como reconocimiento,
premios, dinero, etc.]. Sexto, las experiencias agradables permiten a las personas
ejercer un sentimiento de control sobre sus acciones [sentimiento de control sobre
mis pensamientos e impulsos, reserva]. Séptimo, desaparece la preocupación por la
personalidad aunque, paradójicamente, el sentimiento acerca de la propia
personalidad surge más fuerte después de la experiencia de flujo [suspendo el juicio
sobre mí mismo: si lo estoy haciendo bien o mal, si seré sabio o necio, etc.].
Finalmente, el sentido de la duración del tiempo se altera; las horas pasan en minutos
y los minutos pueden prolongarse hasta parecer horas [es la experiencia de estar
profundamente inmersos en el presente o “aquí y ahora”]. / pp. 82-83; los corchetes
son míos.

7
Ejercicios autoexamen de mi fluidez
Ejercicios:

La fluidez de mi cuerpo

Cuando estés caminando o moviéndote entre objetos, observa si tu modo de andar es fluido.
Observa la cadencia de tus pasos, si caminas como si se tratara de un único movimiento continuo
o si hay cortes, interrupciones; si eres capaz de prever los obstáculos y anticiparte a ellos con
“gracia”,, si hay una economía del movimiento o si, al contrario, hay esfuerzo.

Dónde, cuándo, con quiénes fluyo o no

(1) Lee detenidamente las características y disposiciones envueltas en el buen fluir y luego
haz una lista con dos columnas; en una, enumera aquellos espacios, circunstancias, situaciones y
personas con las que sientes que fluyes (en ell trabajo, en las tareas domésticas, en la espera, en
la conversación, en la escucha, en la sexualidad, cantando bajo la ducha, leyendo, platicando con
éste o con aquél);; en la otra columna enumera aquellos espacios, circunstancias, situaciones y
personas con las que te parece que no fluyes.
(2) Observa
erva tus espacios de fluencia: ¿Se dan las características que sugieren estas páginas
(las disposiciones hábiles del estoico, las observaciones de la psicología contemporánea sobre
experiencias óptimas)?
(3) Observa (sin
sin juzgarte)
juzgarte los motivos de tu aparente no-fluencia
fluencia en cada caso:
-Si
Si es por discontinuidad: ¿a qué obedece esta discontinuidad? ¿Falta de atención? ¿Falta de
motivación? ¿Motivaciones inadecuadas (bienes externos en lugar de bienes internos/intrínsecos)?
¿Puedes hacer algo al respecto siguiendo
s las indicaciones de estas páginas?
-Si
Si es por trabas, ¿obedecen éstas a rechazos o a deseos? ¿Hay choque o frustración, caída,
daño? Estudia los motivos de tu rechazo y tu deseo; trata de desmontarlos a la luz de la distinción
maestra.
-¿Observas
¿Observas que hay esfuerzo y desgaste? ¿Estás imponiéndote cargas superiores a tus fuerzas?
¿Hay algún modo de aligerar el esfuerzo y el desgaste?
-¿Puedes convertir estos espacios en experiencias de bu
buen flujo? ¿Qué deberías hacer para ello?
(Una sugerencia de la filosofía griega y del libro Flow:: encuéntrale (o invéntate) un bien interno a
esa actividad. Fluidez y creatividad van de la mano.)
mano.

También podría gustarte