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LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

A principios del siglo XIX, la Revolución Industrial provoco el desplazamiento de


muchas personas desde el campo hasta las ciudades para trabajar en las nuevas
fábricas.
SITUACION DE LA CLASE OBRERA
Aunque los obreros emigraban a las ciudades con el objetivo de mejorar sus
condicione de vida, su situación era realmente lamentable.
Muchos eran analfabetos y carecían de formación laboral. Por eso se empleaban
como mano de obra no cualificada y sus salarios eran muy bajos.
La jornada laboral se alargaba hasta mas de quince horas diaria; la invención del
alumbrado de gas posibilito los turnos de trabajo durante las veinticuatro horas
del día.
A causa de lo reducido de los salarios, las mujeres y los niños debían trabajar
para contribuir a la economía familiar. Aun así, el nivel de vida apenas llegaba al
umbral de la subsistencia.
Aparecieron grandes barrios marginales en los que las familias Vivian hacinadas
en viviendas precarias y sin servicios de saneamiento, lo que favoreció el
desarrollo de epidemias.
No existía ningún tipo de cobertura medica ni de seguridad social. Los días en
que no se trabajaba, no se cobraba y si la enfermedad se alargaba por mucho
tiempo, el trabajador era despedido.
La miseria se respiraba por todas partes. El agotamiento físico, la angustia y la
falta de esperanza estimularon el alcoholismo.
LA INCICLICA RERUN NOVARUM (de las cosas nuevas)
Esta pésima situación de la clase obrera se generalizo en toda Europa. La
respuesta de la iglesia, desde el primer momento, consistió en la atención
educativa, asistencial y religiosa en los nuevos barrios por parte de las
parroquias y, sobre todo de las nuevas congregaciones religiosas surgido para
responder a este reto.
Pero hubo también una importante respuesta doctrinal: ante la evidente y
tremenda realidad, el papa León XIII promulgo, el 15 de mayo de 1891, la primera
encíclica social, denominada Rerun Novarum
En este documento se expone la visión cristiana sobre los temas siguientes:
✓ El trabajo y su remuneración,
✓ el derecho a la propiedad,
✓ los derechos de los más débiles,
✓ la dignidad de todos los seres humanos,
✓ las obligaciones de proletarios y propietarios,
✓ la obligación de la justicia en el salario.
La doctrina cristiana sobre estos temas, según la encíclica, deriva de una lectura
atenta del Evangelio. Además, también se enumeran los errores en que incurrían
algunas posturas revolucionarias que pretendían resolver los errores en que
incurrían algunas posturas revolucionarias que pretendían resolver la miseria de
los obreros de forma violenta.
A esta encíclica la siguieron otras, entre las que destacan Cuadragésimo Anno,
de Pio XI (1931), y Octogésima Adveniens, de Pablo VI (1971) Centesimus
Anuus, de Juan Pablo II (1991)
Estos documentos contienen unos principios de reflexión y una serie de
orientaciones para la acción que constituyen lo que se conoce como doctrina
social de la Iglesia
FUNCION SOCIAL DE LA PROPIEDAD
Toda persona necesita elementos materiales (casa, alimentos, vestidos,
dinero…)
Para subsistir y desarrollarse humanamente. Quien nada posee depende
totalmente de a ayuda de los demás y por lo tanto, tiene negada su autonomía.
El respeto que debemos tener a los bienes ajenos es una consecuencia del
respeto a la propia persona. Un sistema político o económico que prive a las
personas de los vienen necesarios es siempre moralmente injusto.
Jesús enseña que todas las personas son iguales ante Dios; por ello, tienen el
mismo derecho a participar de las riquezas existentes en el mundo.
Desgraciadamente, los recursos de la Tierra están repartidos de una manera
desigual e injusta. Mientras en unos pocos países se acumula la mayor parte de
la riqueza mundial, en el resto existe una angustiosa situación de subdesarrollo
que hace que millones de personas se encuentren por debajo del umbral de la
pobreza.
Este desorden no es nuevo: siempre ha habido desigualdades entre las personas
y entre las naciones. Pero hoy, por su contraste con un impresionante desarrollo
económico, se hacen mas patentes las situaciones terriblemente injustas de
pobreza.
El evangelio no ofrece ningún sistema político- económico concreto para poner
remedio a esta situación, pero proporciona unos criterios en los que se prioriza
el espíritu de solidaridad.
La actitud cristiana hacia los más pobres y desfavorecidos supone implicarse
personal y socialmente.
Personalmente. Mediante el desprendimiento consciente de los propios bienes
para favorecer una propiedad más ecuánime y un reparto más equitativo.
Socialmente. A través de obras concretas de ayuda (aportaciones económicas,
limosnas subvenciones, prestamos, microcréditos, etc.) que faciliten la salida de
la marginación a grupos enteros de la población mundial.

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