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INTERPRETACION, CALIFICACION E INTEGRACION DEL ACTO


JURIDICO
a. LA INTERPRETACION DEL ACTO JURIDICO

Es una actividad encaminada mediante un proceso de compresión,


establecer el sentido y alcance de la manifestación o manifestaciones de
voluntad, resolviendo así las dudas sobre su existencia y las
desinteligencias sobre su contenido.

b. LA CALIFICACION DEL ACTO JURIDICO

Consiste en determinar su naturaleza jurídica, expresada en un nomen


iuris (arrendamiento, hospedaje, etc.), lo que viene a constituir la
premisa indispensable para determinar las normas jurídicas que le son
aplicables. Por la calificaron se identifica el abstracto tipo legal en cuyo
supuesto normativo se ha subsumir el acto jurídico concreto.

La calificación del contrato.


La calificación de un contrato consiste en establecer su naturaleza
jurídica, encuadrándolo en alguno de los tipos que regula la ley o en otro
que resulta ser expresión de la libertad contractual de las partes. La
designación que las partes hayan empleado es absolutamente
indiferente. Las cosas son por lo que son y no por su nombre. Así lo han
fallado reiteradamente nuestros tribunales de justicia.
No siempre la tarea del juez es la de calificar. A veces únicamente debe
interpretar una determinada cláusula contractual accesoria o
complementaria a un contrato tipo (compraventa, arrendamiento). Sin
embargo, cuando debe hacer ambas tareas, lo lógico es que primero
interprete para descubrir la voluntad real y luego califique.
La importancia de la calificación radica en la circunstancia de que por
ella se determina toda la legislación supletoria aplicable al contrato, en
aquello que no fue previsto por los contratantes.

c. LA INTEGRACION DEL ACTO JURIDICO

Por la integración del acto jurídico se llena las lagunas que presenta con
las normas dispositivas que se consideran incluidas en el acto sino se ha
dispuesto lo contrario, para determinar todos los efectos que se habrá de
producir. Se llenan los vacíos que se presentan para establecer todos
sus efectos puesto que el acto negocial obliga a las partes no solo en
cuanto se haya expresado en el sino también en todos sus efectos que
se deriven de la ley.

71 INTERPRETACION DEL ACTO JURIDICO


Sustancialmente, la interpretación del acto jurídico quiere decir determinar el
significado relevante jurídicamente de lo que las partes han dispuesto,
mediante el análisis de la manifestación de voluntad y de las circunstancias en
que es pronunciada.
a. Ámbito de la Aplicación

Las normas de interpretación son de aplicación a toda clase de acto


jurídicos unilaterales, bilaterales, patrimoniales, extrapatrimoniales,
escrito o verbales, con manifestación expresa o táctica, salvo la
existencia de normas especificas para determinados actos.

b. Objeto de la Interpretación

El acto jurídico debe ser interpretado indagando cual es la voluntad o


la común intención del otorgante y otorgantes en el mo0mento de la
declaración del acto, estableciendo con precisión los derechos y
obligaciones que han querido crear, regular, modificar o extinguir.

c. Sistema objetivo, subjetivo y mixto

En la esencia del acto jurídico esta la voluntad jurídica manifestada


(aquí no hablamos de voluntad psicológica). Los elementos
esenciales de la voluntad jurídica con el discernimiento, la intensión,
la libertad (estos tres elementos integran la voluntad interna) y la
exteriorización (voluntad de declarar). La voluntad interna y su
declaración constituyen una unidad denominada voluntad como
hechos psicológico no exteriorizado (reserva mental) y por tanto sin
ninguna trascendencia social.

72 INTERPRETACION LITERAL, INTERPRETACION DE BUENA FE

Articulo 168.- "El acto jurídico debe ser interpretado de acuerdo con lo que se
haya expresado en él y según el principio de la buena fe."
El articulo mencionado contiene dos reglas de interpretación de los actos
jurídicos: la interpretación literal y la interpretación de buena fe.
a. Interpretación literal

El acto jurídico como norma particular que es, constituye una realidad
morfológica y sintáctica que el interprete debe analizar desde el
punto de vista gramatical o literal para captar su significación y
alcance. Si luego de ser interpretado resulta que los términos
utilizados son claros en cuanto relevan sin lugar a dudas la voluntad
real del agente, se estará al sentido literal de las estipulaciones; las
expresiones que traducen inequívocamente la voluntad del agente no
pueden ser rechazadas por el intérprete.

Ejemplo: de Pothier

“Vos habíais alquilado de mi un pequeño departamento de una casa,


el resto del cual ocupaba yo. Os he renovado el contrato en estos
términos: Doy en alquiler a X, “mi casa” por tantos años, por el precio
establecido en el precedente arrendatario. ¿Estarías autorizado a
pretender que os he alquilado toda mi casa? No pues, aunque por
tantos años, aunque los términos “a mi casa”, en su sentido
gramatical, significa la saca entera, y no un simple departamento, es
visible, sin embargo, que nuestra intención, de la que no puede
dudarse, debe prevalecer sobre los términos del contrato.

b. Interpretación de buena

La buena fe puede ser afrontado desde dos perspectivas: una


subjetiva en la cual se considera como la convicción interna que se
está actuando correctamente, con forme a derecho (llamada también
buena fe creencia); y otra objetiva, caracterizada por el
comportamiento correcto del sujeto que es percibido por la
contraparte o por los demás (buena fe lealtad, probidad, confianza o
comportamiento). Si bien a nivel probatorio es evidente que la buena
fe objetiva acusa menos incertidumbre que la buena fe subjetiva, es
pertinente resaltar que no se trata propiamente de “dos clases
distintas de buena fe, sino más bien dos aspectos de un mismo
concepto, ya que la distinción solo tiene sentido desde el punto de
vista de su diversa instrumentación en el ordenamiento”. Por otro
lado, la doctrina española sostiene, “inicialmente, buena fe
(bonafides) expresa la confianza o la esperanza en una actuación
correcta de otro. Se concreta en la lealtad en los tratos y en la
fidelidad en la palabra dada. Posee, sin embargo, una eficacia mucho
más amplia y significa un modelo de comportamiento, no formulado
legalmente y de imposible formulación legal, que vive en las
creencias y en la conciencia social y al que deben ajustarse los
comportamientos individuales”.
Se advertido que existen tres vías de concreción del principio de la
buena fe:
1. Como un canon o criterio hermenéutico. Es importante tener en
cuenta que “la regla de la buena fe en la interpretación quiere
ser una medida razonable de lo justo, representando también un
límite a la discrecionalidad del intérprete”.

2. Como un criterio de conducta conforme al cual deben ser


cumplidas las obligaciones en el ámbito de la relación
contractual, la buena fe obliga a cada una de las partes a
comportarse “de manera tal de no perjudicar y más bien, de
salvaguardar el razonable interés de la contra parte, cuando ello
no importe ningún apreciable e injusto sacrificio a cargo suyo”.

3. Como un canon o criterio que debe someterse el ejercicio de los


derechos subjetivos. Cabe resaltar que mientras el art. 168 c.c.
entiende al principio de la buena fe en el primer sentido (a), el
art. 1362 le da una doble connotación a este principio: sea como
criterio hermenéutico y como regla de conducta (a y b). no debe
olvidarse que, al ser de un alcance tan general el principio de
buena fe este se irradia a través de otro grupo de principios,
como es el caso del abuso del derecho, fraude a la ley, actos
propios, entre otros. Otro sector de la doctrina prefiere calificar
estos principios como “extralimitaciones contrarias a la buena
fe”.

Se afirma con razón, que “la buena fe obliga a la parte a la


coherencia de los propios comportamientos para no defraudar la
confianza que estos han generado a la contraparte: esta se
funda en el antiguo precepto venire contra factum proprium”. En
efecto, el principio de los actos propios se remonta a la máxima
venire contra factum proprium non valet, vale repetir “que a
nadie ha de estar permitido ir en contra de sus propios actos”.
Así, si una persona ha creado una situación de este tipo tendrá
que responder.

Por ello “el fundamento de este principio está muy


estrechamente relacionado con la doctrina que exige dar
protección jurídica a la buena fe manifestada en la confianza
depositada en la apariencia”. Se ha afirmado que la teoría de los
actos propios puede ser incluida dentro de la fuente de las
obligaciones. El Anteproyecto de Ley de Reforma del Código
Civil peruano, en la propuesta relativa al Título Preliminar ya
contempla este principio.

La doctrina es unánime al admitir que no cabe invocar el


principio de los actos propios “cuando el acto vinculante fuera un
acto prohibido por ley”. Así, cuando se afirma que “la conducta
anterior no es obstáculo para que el sujeto plantee la nulidad del
acto, cuando esta nulidad fue instituida por la ley para protegerlo
de aprovechamientos injustos”. Por ello, si, por ejemplo, unos
contratos no son válidos, por estar atacados de nulidad, no cabe
aplicar la doctrina de los actos propios, pues ella no establece
una obligación de mantener actos jurídicos con finalidad ilícita,
sino de actuar coherentemente cuando se presentan
manifestaciones de voluntad validas; pero contradictorias entre
sí. El principio de los actos propios no puede amparar actos
ilícitos.

Un sector de la doctrina de aquel país denuncia que “la


inaplicabilidad de la doctrina de los actos propios en el derecho
civil peruano se justifica porque ya existen soluciones jurídicas a
los problemas relevantes que formula tal doctrina”.

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