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Citas de doctrina.

Buena fe contractual

[En sede no jurídica, la expresión buena fe designa una persuasión subjetiva interna (de carácter
ético) de estar actuando o haber actuado correctamente. Representa un estado de ánimo.
Proyectada al terreno del derecho civil, la buena fe asume dos direcciones. La primera, la buena fe
subjetiva, conserva aquella fisonomía psicológica. La segunda, la buena fe objetiva, que es la que
mayormente interesa en materia de contratos, la pierde. dblquote Continúa señalando el autor:
“La buena fe subjetiva es la creencia que por efecto de un error excusable, tiene la persona de que
su conducta no peca contra el derecho. Es la convicción interna o psicológica de encontrarse
sujeto en una situación jurídica regular, aunque objetivamente no sea así; aunque hay error. Como
el derecho ampara la convicción de regularidad, en ocasiones diversas disculpa o excusa el error,
con lo que deja de lado una aplicación implacable de normas técnicas que conduciría a la nulidad
con efecto retroactivo o consecuencias enojosas para quien está persuadido de las regularidad de
su situación. De consiguiente, la buena fe subjetiva es una noción justificativa del error] (López
Santa María, Jorge. “Los Contratos. Parte General”. Editorial Jurídica de Chile, págs 288 y 289).

Ver Sentencia

[La moderna doctrina, esto es la doctrina alemana, ha elaborado, con base en la jurisprudencia de
los tribunales, una serie de supuestos típicos a los cuales parece aplicarse la idea de que la buena
fe opera como un límite en el ejercicio de los derechos subjetivos] (Wieacker, Franz. “El Principio
General de la Buena Fe”. Cuadernos Civitas, pág.21)

Ver Sentencia

[Conforme a los dictados de la buena fe contractual, las partes conjugan sus actos en una
conducta de colaboración mutua en el cumplimiento de sus obligaciones, orientados a todo
aquello que deriva de la naturaleza de la obligación que cada quien debe acatar. Mirado en ese
contexto, el principio de la buena fe impone a las partes de un contrato “el deber de lealtad y
corrección frente a la otra durante todo el íter contractual. O sea, desde las conversaciones
preliminares o fase precontractual, pasando por la celebración, hasta la ejecución del contrato y
las relaciones postcontractuales] (López Santa María, Jorge. “Los Contratos. Parte General.
Editorial Jurídica de Chile, pág. 9).

Ver Sentencia

[La buena fe implica, por consiguiente, la reiteración del valor fundamental de los usos en la
interpretación, salvo en la hipótesis descrita del acuerdo evidente de las partes destinado a
atribuir a la declaración una significación diversa de la usual. Ahora, si no hubiere ni tal acuerdo de
las partes, ni usos sociales específicos susceptibles de determinar el sentido de la convención
discutida, la buena fe exige, en último término, que el juez interprete aplicando el criterio del
“hombre correcto”, preguntándose cómo el prototipo de hombre normal comprendería la
convención] (López Santa María, Jorge. “Los Contratos. Parte General. Editorial Jurídica de Chile,
pág. 377).

Ver Sentencia
[1-Para reforzar la fuerza obligatoria de lo pactado contractualmente. Junto con el principio de no
ir contra los propios actos, la ejecución de buena fe se interpreta como una exigencia primaria de
no desconocer a posteriori lo que libremente fue convenido en el contrato; 2.- En la creación de
deberes contractuales no explícitos … Constituyen pues la perfecta aplicación de la regla segunda
del art. 1546 que estima que como consecuencia de la buena fe pueden añadirse deberes a las
partes cuando así se desprende de la naturaleza de la obligación principal o cuando lo imponen la
ley o la costumbre; 3.- En la calificación de la naturaleza del contrato; 4.- Para dar una
interpretación razonable a una cláusula contractual que ha devenido obscura; 5.- En la
morigeración de la literalidad del contrato, “usando este estándar jurídico como contrapeso al
principio del pacta sunt servanda; 6.- Para integrar el contenido del contrato cuando se detectan
vacíos o lagunas en la relación contractual; y 7.- En la prueba del contrato. También el autor citado
expresa que la aplicación del principio de buena fe supera incluso los marcos del concepto estricto
de contrato. Esta aplicación genérica puede abarcar la interpretación de otros negocios jurídicos
no contractuales, los derechos reales, el ejercicio de acciones tanto personales (no derivadas de
contrato) como reales, la forma de comportarse en el juicio, la ejecución de actos de la
Administración del Estado y el uso de privilegios laborales como el fuero] (Corral Talciani, Hernán.
“Contratos y Daños por Incumplimiento”. Editorial Abeledo Perrot – Legal Publishing, págs. 67 y
ss.).

Ver Sentencia

[Es el modo sincero y razonable con que se procede, razón por la cual esté íntimamente
relacionado con la idea de rectitud, de intención y de lealtad.Luego, debe apuntarse que los
principios generales del derecho, entre ellos el de la buena fe, tienen un carácter formativo del
cuerpo legal que los contempla, puesto que las determinaciones generales y particulares no es
lógico que los contradigan, todo lo contrario, les darán aplicación. No será extraño, entonces, que
la estructura, las instituciones y el articulado concreto se estructure considerándolos. Es por lo
anterior que el intérprete debe tenerlos presente para dar sentido a sus disposiciones, “por la
necesaria congruencia entre ellos como criterios generales y las normas concretas”; de ser
necesario integrarán la ley, y no se debe olvidar que ellos sólo tienen un carácter enunciativo, pues
nada descarta que concurran otros principios que contribuyan a otorgar un aspecto valorativo a
las reglas legales, a las que imprimen un aspecto ético, moralizador y de solidaridad social]
(Boetsch Gillet, Christian. “La buena fe contractual”. Editorial Jurídica de Chile, pág. 72).

Ver Sentencia

[En la experiencia romana clásica se precisaron ocho contenidos del principio de buena fe como
muestra de lo que los jueces modernos podrían definir: i) la consideración de la culpa (falta de
diligencia) para definir el incumplimiento de las obligaciones contractuales y del ii) el monto de la
condena ha de resarcir el interés del actor en que la obligación se hubiera cumplido; iii) la
represión del dolo, entendido en sentido amplio como engaño provocado o aprovechamiento del
error o ignorancia espontánea de la otra parte; iv) la interpretación del contrato con el criterio de
discernir lo realmente convenido por las partes con preferencia a la literalidad de las palabras; v) la
consideración de todos los pactos que hubieran hecho las partes aunque no los invocaran en la
fórmula; vi) el tener como convenidos los elementos naturales del negocio; vii) la compensación
de las deudas recíprocas derivadas del mismo contrato y viii) la consideración de la equidad o el
equilibrio entre las prestaciones] (Adame Goddard, Jorge. “El principio de la buena fe en el derecho
romano y en los contratos internacionales”. Instituto de Investigaciones Jurídicas – UNAM, pág.28).

Ver Sentencia

Si bien es un principio general del Derecho, en materia contractual adquiere relevancia la buena
fe. Apoyándose en la doctrina las Cortes han desarrollado los fundamentos y alcances de este
principio.

1- Fundamentos de la buena fe contractual

Un completo desarrollo de la buena fe contractual lo realiza la Primera Sala de la Corte Suprema al


señalar que este es un principio general del derecho, heredado de los romanos, de la buena fe,
que se proyecta en diversas disciplinas jurídicas, y bajo cuyo prisma han de ser examinados los
antecedentes de este proceso. El diccionario de la Real Academia Española, por Buena Fe (bonna
fides, en latín) entiende: “Rectitud honradez. Convicción en que se halla una persona de que hace
o posee alguna cosa con derecho legítimo”. En otras palabras, es el modo sincero y razonable con
que se procede, razón por la cual esta íntimamente relacionado con la idea de rectitud, de
intención y de lealtad.

Se ha distinguido entre la buena fe subjetiva (la buena fe-creencia) y la buena fe objetiva (la buena
fe-lealtad). “En sede no jurídica, la expresión “buena fe” designa una persuasión subjetiva interna
(de carácter ético) de estar actuando o haber actuado correctamente. Representa un estado de
ánimo. Proyectada al terreno del derecho civil, la buena fe asume dos direcciones. La primera, la
buena fe subjetiva, conserva aquella fisonomía psicológica. La segunda, la buena fe objetiva, que
es la que mayormente interesa en materia de contratos, la pierde. dblquote Continúa señalando el
autor: “La buena fe subjetiva es la creencia que por efecto de un error excusable, tiene la persona
de que su conducta no peca contra el derecho. Es la convicción interna o psicológica de
encontrarse sujeto en una situación jurídica regular, aunque objetivamente no sea así; aunque hay
error. Como el derecho ampara la convicción de regularidad, en ocasiones diversas disculpa o
excusa el error, con lo que deja de lado una aplicación implacable de normas técnicas que
conduciría a la nulidad con efecto retroactivo o consecuencias enojosas para quien está
persuadido de las regularidad de su situación. De consiguiente, la buena fe subjetiva es una noción
justificativa del error.” (“Los Contratos. Parte General.” Jorge López Santa María. Página 288-289).

Por su parte, en cuanto a la buena fe objetiva, a ella se remite el artículo 1546 del Código Civil
cuando prescribe que los contratos deben ejecutarse de buena fe y que, por consiguiente “obligan
no solo a lo que en ellos se expresa”, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la
naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella. Las reglas o principio
de la buena fe objetiva y expone los contratantes el deber de comportarse correcta y legalmente
en sus relaciones mutuas, desde el inicio de los tratos preliminares y hasta el momento incluso
posterior a la terminación del contrato. “A diferencia de la buena fe subjetiva, que se aprecia in
concreto por el sentenciador, mediante la averiguación de la convicción íntima y personal del
sujeto implicado, la buena fe objetiva se aprecia in abstracto, prescindiendo el juez que las
persuasiones, creencias o intensiones psicológicas de los contratantes, para puntualizar, él, la
conducta socialmente exigible de las partes, exclusivamente en base a la equidad, a los usos y, en
general, como habría dicho Savigny, al espíritu del pueblo o al modelo del hombre razonable.
Frente a la indeterminación o variabilidad el estándar de la buena fe, el autor y juez español Jaime
Santos Briz, inspirado especialmente la doctrina alemana ha propuesto los postulados que siguen:

A. La buena fe debe ser considerada como un módulo de carácter objetivo.

B. Su determinación se llevará a efecto por medio de los usos del tráfico y del fondo medio de
cultura de la sociedad

C. Sin embargo, la objetividad del principio no debe ser exagerada y han de atenderse, en primer
lugar, las circunstancias del caso concreto.

D. Partiendo de esta base ha de aspirarse un justo equilibrio que los intereses de las partes; y

E. No debe llegar a eludirse la voluntad del legislador expuesta en preceptos coactivos con
fórmulas rígidas, por ejemplo, al señalar los plazos de prescripción.” ( ob. Cit. Pág. 292).

“Por su parte, el insigne jurista ruso, profesor de universidades francesas, alemanas y suizas,
Andrés von Tuhr, concluyendo su estudio sobre la buena fe señala: el campo de aplicación de la
buena fe en materia de obligaciones no puede deslindarse mediante reglas taxativas.
Necesariamente hay que dejar al tacto jurídico y el sentido práctico del juez el decidir cuándo y en
qué medida cabe apartarse de la letra del contrato en vista de las circunstancias del caso concreto.
El es quien ha de buscar la solución que mejor se acomode a la voluntad real de las partes y a sus
legítimos intereses y que más cumplidamente satisfaga el sentimiento jurídico de las personas
razonables y entendidas. Por eso la aplicación del Derecho no es un simple problema lógico, sino
también un arte que sólo puede enseñar la experiencia. La buena fe contractual corresponde a la
moral del deber sobre la que recientemente ha escrito el profesor Enrique Barros, distinguiéndola
de la moral de aspiración: el objetivo de una moral del deber no es hacer de cada persona un
héroe como santo, sino un ciudadano cumplidor de los requerimientos básicos que plantea la vida
social… De lo que se trata de excluir el abuso y la mala fe y no de prescindir del altruismo y la
perfección.” (Ob. Cit. Pag. 293).

Manifestaciones concretas de la buena fe se advierte en todo el proceso iter contractual. En efecto


tanto en la etapa de los tratos preliminares, en el instante de la celebración, en el cumplimiento y
en las relaciones pos contractual.

En la etapa previa existen muchos deberes precontractuales que pueden hacerse depender de la
buena fe objetiva, la que exige que cada uno de los negociadores presente las cosas conforme a la
realidad, de manera que los actos e informaciones encaminadas a ilustrar al interlocuto r deben
enmarcarse en una línea de corrección y de lealtad. Este es el momento en que las partes se
ponen de acuerdo y se dan la debida confianza, para luego concluir el contrato.

En cuanto a la fase de celebración del contrato también se puede advertir el reconocimiento que
hace el legislador a este principio en estudio. Así, en esta etapa en que las partes firman el
contrato, las cláusulas deben quedar redactadas en términos tales que de ellas no puedan
derivarse luego perjuicios a alguna de las partes, debiendo tenerse presente, en todo caso, que de
existir dudas, a de estarse más a la intención de los contratantes que a lo literal de las palabras.
Así, encontramos que si bien conforme al artículo 1815 del Código Civil la venta de cosa ajena es
válida, las indemnizaciones a que tiene derecho el comprador, en caso de ser evicta la cosa, bien
podrían vincularse con la buena fe objetiva. Situación similar puede constatarse tratándose de la
lesión enorme cuando una de las partes abusa del estado de necesidad o inexperiencia de la otra,
obteniendo ventajas económicas desproporcionadas.

En relación a la fase de ejecución de los contratos, la responsabilidad civil por incumplimiento es


más amplia si la incorrección o deslealtad del deudor llega a ser constitutiva de dolo, al tenor del
artículo 1558 del Código Civil, porque en ese evento no sólo debe responder por los perjuicios
previstos, sino que también por los imprevistos. A su vez, también pueden entenderse derivadas
de la buena fe contractual la excepción de contrato no cumplido y las reajustabilidades e
indemnizaciones por la mora en el pago de una obligación dineraria de origen contractual.

Luego, incluso después de terminar la relación contractual, durante las fases liquidación del
contrato el principio en estudio se mantiene, imponiendo deberes que dependerán de las
circunstancias. “Regla general es impedir cualesquier conducta de entre las cuales una parte
pudiera disminuir las ventajas patrimoniales legítimas de la otra” (Ob. Cit. Pág. 300).

“El principio de la buena fe, entendido con la amplitud que le pertenece, y aplicado efectivamente
por los tribunales, representó un instrumento morigerador de la autonomía de la voluntad materia
contractual, de que permite, cuando corresponda, apartarse del tenor literal del contrato, ora
ampliándolo, ora restringiéndolo, en virtud de las circunstancias propias el caso que los tribunales
son llamados a ponderar. La buena fe objetiva permite equilibrar el respeto debido a la palabra
empeñada (la fuerza obligatoria del contrato) con los requerimientos de justicia, máximo
desideratum del Derecho. (Ob. Cit. Pág. 301) (Corte Suprema, Primera Sala, 19 de octubre de
2010, Rol 2236-2009).

Otra sentencia señala que el ordenamiento jurídico demanda transparencia al individuo en sus
actuaciones, sea que las realice en forma individual o las realice mediante agrupaciones
autorizadas por el ordenamiento jurídico que las refrenda otorgándoles la personificación.

Por otra parte, el ordenamiento jurídico reclama también la honestidad en las actuaciones de los
individuos, que descansa en grandes pilares, como son la buena fe y la protección de los intereses
de terceros.

Por consiguiente, el ordenamiento jurídico demanda transparencia a los contratantes y buena fe


en el tráfico jurídico.

Los principios generales del derecho son reglas superiores de carácter lógico axiológico que
procuran la armonía social y la solución de conflictos de los derechos emanados de las relaciones
jurídicas, mediante la concreción de los valores de la seguridad y de la justicia (Raúl Álvarez Cruz,
“Comentario crítico presentado por el profesor don Raúl Álvarez Cruz”, en Estudios sobre
Reformas al Código Civil y Código de Comercio, Editorial Jurídica de Chile, 2008. pág.336).

Estos parámetros de la conducta debida están contenidos en diferentes preceptos del


ordenamiento jurídico y orientan su interpretación sistémica, de modo tal que al verificarse la
infracción de alguna de estas disposiciones y, en consecuencia, invalidar una decisión jurisdiccional
adoptada con tal error de derecho, se está protegiendo precisamente aquellos fines ulteriores que
otorgan unidad al espíritu general de la legislación (Corte Suprema, Primera Sala, 7 de agosto de
2012, Rol 3929-2012).
También se ha fallado que debe recordarse que uno de los principios inspiradores, no tan sólo en
el ámbito contractual, sino también transversal al ordenamiento jurídico, lo constituye la buena fe,
cuya consagración legal, en su arista objetiva, se encuentra en el artículo 1546 del Código Civil, al
expresar que “Los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo
que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la
obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”, lo cual cobra especial relevancia al
tratarse de una obligación de carácter mercantil.

Este principio conlleva la idea de respeto, imponiendo a los contratantes el deber de comportarse
correcta y lealmente en sus relaciones mutuas durante todo el desarrollo del íter contractual,
desde el inicio de sus tratos preliminares hasta incluso después de la terminación del contrato. En
otras palabras, y al decir de la doctrina, la buena fe equivale a la obligación de cooperación, a la
lealtad a la palabra dada, y la exclusión del dolo y del uso abusivo de los derechos subjetivos.

Asimismo, debe entenderse que la buena fe, como principio integrador del ordenamiento jurídico,
cumple una serie de funciones: a) como un canon o criterio para la interpretación de los contratos,
ya que la hermenéutica del intérprete ha de hacerse de tal manera que el sentido que se atribuya
a los contratos sea el más apropiado para llegar a un desenvolvimiento leal de las relaciones
contractuales; b) como un canon o criterio para limitar el ejercicio de derechos subjetivos; y c)
como un criterio de conducta, conforme al cual deben ser cumplidas las obligaciones,
encontrándose en ella una ampliación del deber de prestación, más allá de los términos
resultantes del contexto del contrato o de la ley.

Es precisamente esta ampliación de deberes la que realiza el juez, mediante una interpretación
supletoria o integradora, en que añade, a lo estipulado por las partes, aquello que resulta
necesario para alcanzar los fines del convenio, entendiéndose que esta actuación se sitúa en una
zona intermedia entre la interpretación propiamente tal y la determinación de los términos
implícitos del contrato.

Así, interpretar el contrato para dirigirlo a su ejecución leal, implicará, muchas veces, dar lugar a
obligaciones que no se pactaron expresamente, pero que las partes, sin embargo, asumieron
implícitamente, sobrepasándose, de esta manera, la literalidad contractual (Corte de Apelaciones
de Iquique, 28 de mayo de 2012, Rol 650-2011).

2.- Alcance del artículo 1446 del Código Civil

Tratándose de un contrato bilateral el artículo 1446 del Código Civil exige ejecutarlo de buena fe,
en el entendido que las partes no sólo quedan obligadas a lo que en él se expresa, sino a todas las
cosas que emanan precisamente de la naturaleza o característica de la obligación y, por lo mismo,
el artículo 1444 señala que dentro de los contratos deben distinguirse las cosas que son de su
naturaleza, aquéllas que no siendo esenciales se entienden pertenecerle sin necesidad de una
cláusula especial (Corte de Apelaciones de Concepción del 13 de julio de 2012, Rol 368-2012).

4.- Buena fe debe existir en todo el íter contractual

Ha enarbolado el recurrente el artículo 1546 del Código Civil, argumentando que no constituye
ejecución de buena fe el otorgar al demandante una ganancia o lucro indebido, esto es, más allá
de los perjuicios realmente sufridos por quien reclama la reparación, como se ha hecho con el fallo
de primera instancia, confirmado por el de segunda, que no sólo ordena el pago del daño sufrido
por el actor, sino que además lo beneficia gratuitamente y sin fundamento alguno.

Sobre este punto, menester es recordar que la buena fe, en tanto que principio general de la
contratación, dice relación con la conducta que deben observar las partes durante todo el íter
contractual, esto es, desde las tratativas preliminares hasta el cumplimiento mismo del contrato.
Pues bien, el reproche que ahora se analiza, lejos de atacar la conducta o proceder de las partes
contratantes, cuestiona una decisión judicial, como si fuera posible buscar la mala fe de aquellos
en la determinación del juez. En efecto, señala el recurrente que no constituye ejecución de buena
fe otorgar al demandante una ganancia, un lucro indebido, por sobre los perjuicios realmente
sufridos, y que lo que se está haciendo con la sentencia que se impugna es justamente eso,
beneficiando gratuitamente a la demandante (Corte Suprema, Primera Sala, 30 de agosto de
2011, Rol 6456-2009).

Otra sentencia ha señalado que es menester tener presente que dicha disposición consagra una
regla que contempla el principio de la buena fe, la cual prescribe: “Los contratos deben ejecutarse
de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas
que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre
pertenecen a ella”. Resulta útil citar al autor Hernán Corral Talciani, quien expone sobre los
principales tópicos de aplicación del principio de la buena fe por parte de los tribunales de justicia
y que pueden resumirse en los siguientes: 1.– En las tratativas precontractuales, como estándar de
conducta precontractual; y, por tanto, como interpretación de las obligaciones nacidas del
precontrato; 2.– En la celebración del contrato, vinculado a la ausencia de documentos
probatorios del acuerdo contractual; 3.– En los efectos poscontractuales.

El mismo autor expresa que desde una perspectiva de extensión contractual vertical de la regla,
esto es, ¿a qué obligan los contratos?, puede situarse la aplicación del principio en los siguientes
aspectos: 1.– “Para reforzar la fuerza obligatoria de lo pactado contractualmente. Junto con el
principio de no ir contra los propios actos, la ejecución de buena fe se interpreta como una
exigencia primaria de no desconocer a posteriori lo que libremente fue convenido en el contrato”;
2.– En la “creación de deberes contractuales no explícitos” (…) “Constituyen pues la perfecta
aplicación de la regla segunda del artículo 1546 que estima que como consecuencia de la buena fe
pueden añadirse deberes a las partes cuando así se desprende de la naturaleza de la obligación
principal o cuando lo imponen la ley o la costumbre”; 3.– En la calificación de la naturaleza del
contrato; 4.– Para dar una interpretación razonable a una cláusula contractual que ha devenido
obscura; 5.– En la morigeración de la literalidad del contrato, “usando este estándar jurídico como
contrapeso al principio del “pacta sunt servanda”; 6.– Para integrar el contenido del contrato
cuando se detectan vacíos o lagunas en la relación contractual; y 7.– En la prueba del contrato.
También el autor citado expresa que “la aplicación del principio de buena fe supera incluso los
marcos del concepto estricto de contrato. Esta aplicación genérica puede abarcar la interpretación
de otros negocios jurídicos no contractuales, los derechos reales, el ejercicio de acciones tanto
personales (no derivadas de contrato) como reales, la forma de comportarse en el juicio, la
ejecución de actos de la Administración del Estado y el uso de privilegios laborales como el fuero”
(“Contratos y Daños por Incumplimiento”, Editorial Abeledo Perrot, Legal Publishing, 2010,
páginas 67 y ss.) (Corte Suprema, Primera Sala, 10 de junio de 2013, Rol 4178-2012).
5.- Buena fe en etapa pre contractual

Retomando la fase preliminar del contrato surge el criterio en la doctrina e incluso en la


jurisprudencia (sentencia Rol N°1374–93 de la Corte de Apelaciones de Concepción y Rol N°486–
04 de la Corte Suprema) que las partes deben comportarse de buena fe para no frustrar
injustamente las tratativas preliminares, pues si bien los sujetos contratantes no están obligados a
llevar las negociaciones hasta su fin y concluirlo, tampoco la ruptura puede ser injustificadamente
y en caso de serlo entra a jugar su rol la responsabilidad precontractual.

De esta manera y siguiendo esta línea argumental el principio de la buena fe aparece en el


horizonte de esta materia, la cual podemos definirla como la opinión o creencia de que uno está,
de que posee legítimamente alguna cosa; sin embargo en sentido adverso la mala fe es la
convicción intima en que uno se halla que no posee legítimamente alguna cosa, por haberla
tomado sin derecho o haberla adquirido de persona que no podía enajenarla; también se llama
buena fe, en sentido general, el modo sincero y justo con que uno procede en sus contratos, sin
engañar a la persona con quien lo celebra.

Toda relación jurídica se presume de buena fe, aspecto subjetivo éste que si bien resulta de difícil
demostración. Pero parece evidente que la falta de justificación o, simplemente, la injustificación
de una retractación sin fundamento ni mérito, configura o deja presumir un acto que carece de
buena fe.

Si bien el retiro durante las tratativas contractuales es un derecho de las partes, ello no excluye la
responsabilidad por los daños que se generen por aquel que se desiste sin causa o
arbitrariamente. La buena fe es el fundamento de la responsabilidad precontractual. En lo tocante
a la ruptura de las tratativas se ubica en el campo de lo subjetivo el determinar lo injusto o
injustificado de su ruptura, de forma tal que el criterio para examinar el curso de las tratativas,
resulta imperioso cualificar los elementos esenciales del contrato cuya celebración eventual
prevén, lo que en la especie suscitó, tal como consta de la prueba rendida en autos y ante el
marco regulatorio de la buena fe, no resulta posible concluir que estamos en presencia de un acto
intempestivo, toda vez que ya se había llegado a configurar un consentimiento sobre el préstamo
hipotecario para la adquisición del inmueble (Corte Suprema, Primera Sala, 12 de abril de
2012, Rol 218-2011).

7.- Deber que impone a las partes del contrato el principio de buena fe

Conforme a los dictados de la buena fe contractual, las partes conjugan sus actos en una conducta
de colaboración mutua en el cumplimiento de sus obligaciones, orientados a todo aquello que
deriva de la naturaleza de la obligación que cada quien debe acatar. Mirado en ese contexto, el
principio de la buena fe impone a las partes de un contrato el deber de lealtad y corrección frente
a la otra durante todo el íter contractual. O sea, desde las conversaciones preliminares o fase
precontractual, pasando por la celebración, hasta la ejecución del contrato y las relaciones
postcontractuales (Corte Suprema, Primera Sala, 28 de mayo de 2014, Rol 1859-2013).

8.- Obligación que debe asumir constructor aun cuando contrato sea consensual. Obra debe
servir para el objeto que se contrató. Principio de la buena fe
Tratándose de una obligación de hacer de las particulares condiciones que presenta la ejecución
de una obra de construcción, la discusión que se ha planteado dice relación con la forma en que
ésta debió cumplirse ante la ausencia de un contrato escrito que detallara la especificidad de su
realización y los elementos que se han debido utilizar en el desempeño. Sobre este punto no
puede dejar de anotarse que era tarea del demandado realizar el estudio del proyecto a ejecutar,
objeto del contrato, y dentro de cuyo precio se incluye todo aquello que sea necesario para la
correcta terminación y funcionamiento de la instalación, más allá de la determinación de los
materiales que se haya acordado utilizar. En efecto, aun cuando la parte que encomienda el
trabajo no detalle en forma expresa la manera como el contrato debe cumplirse, en esta especial
situación debe mirarse al resultado obtenido luego de ejecutada la obra, de suerte que aquella
haya quedado en condiciones de servir para lo que es, respetando los principios constructivos y la
lex artis que regla la materia.

Esta misma línea argumentativa nos impide tener por cumplida una obligación de la naturaleza de
que hablamos cuando, una vez entregada o bien dada por terminada la obra por quien tenía a su
cargo la edificación, se constata que presenta defectos de construcción, como ha quedado
precisamente justificado en el caso que nos ocupa. Ciertamente, no puede permitirse, so pretexto
que se trata de un contrato consensual -en los términos del artículo 1443 del Código Civil- y que se
carece de las especificaciones técnicas precisas y claras, que se tenga por cumplida una prestación
que adolece de deficiencias e incorrecciones que han quedado en evidencia; según se consignó
por los jueces del fondo en el motivo undécimo del fallo de primera instancia y que resulta ser, en
el presente estadio procesal, un presupuesto fáctico inalterable.

A partir de lo expresado cobra especial relevancia el tenor del artículo 1546 del Código Civil,
también invocado por la demandante, de acuerdo al cual los contratos deben ejecutarse de buena
fe, obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino que a todas las cosas que emanan de la
naturaleza de la obligación o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella. Se trata, entonces,
de una extensión del deber de prestación, conforme a los dictados de la buena fe contractual,
conjugando a los contratantes en una conducta de colaboración mutua en el cumplimiento de sus
obligaciones, orientados a todo aquello que deriva de la naturaleza de la obligación que cada
quien debe acatar.

Respecto a la buena fe contractual, se ha dicho que es “una actitud de cooperación que vincula al
deudor a poner energías propias al servicio de los intereses ajenos, a la vista de un cumplimiento
que responde con todos sus bienes” (Emilio Betti, Teoría General de Las Obligaciones, Ed. Rev. de
Derecho Privado, Madrid, pág. 118). En palabras del profesor Jorge López Santamaría, “[…] la
buena fe implica, por consiguiente, la reiteración del valor fundamental de los usos en la
interpretación, salvo en la hipótesis descrita del acuerdo evidente de las partes destinado a
atribuir a la declaración una significación diversa de la usual. Ahora, si no hubiere ni tal acuerdo de
las partes, ni usos sociales específicos susceptibles de determinar el sentido de la convención
discutida, la buena fe exige, en último término, que el juez interprete aplicando el criterio del
“hombre correcto”, preguntándose cómo el prototipo de hombre normal comprendería la
convención” (Los Contratos, parte general, Ed. Jurídica de Chile, pág. 377).

Siguiendo al mismo catedrático, no debe olvidarse la evidente función social y económica que
exhibe el contrato en el desenvolvimiento de la actividad de un país, permitiendo la
materialización de las relaciones económicas entre las personas y, con ellas, la circulación de la
riqueza, el intercambio de bienes y de los servicios. Mirado en ese contexto, el principio de la
buena fe impone a las partes de un contrato “el deber de lealtad y corrección frente a la otra
durante todo el íter contractual. O sea, desde las conversaciones preliminares o fase
precontractual, pasando por la celebración, hasta la ejecución del contrato y las relaciones
postcontractuales”. (op. cit., pág. 9).

De esta manera, ha de entenderse que el citado artículo 1546 contempla una verdadera norma de
integración de los contratos, pues según ella, estos últimos dictan más allá de su letra “todos los
elementos que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación o que por la ley o la
costumbre pertenecen a ella. Esta norma, no obstante encontrarse ubicada en el Título XII del
Libro IV del Código Civil, a propósito del efecto de las obligaciones, más parece una norma de
integración del contrato, básica de considerar para el proceso interpretativo posterior” (Corte
Suprema, sentencia de 11 de mayo de 1992, R.D.J., T. 89, secc. 1ª, pág. 46).

Consecuencialmente, una interpretación del contrato habido entre las partes en la situación sub
judice, acorde con la buena fe a que se ha hecho alusión, nos conduce indefectiblemente a la
conclusión que su cumplimiento debe verificarse en términos tales que los defectos de
construcción, no atribuibles por supuesto a quien demanda, deben estar ausentes. Ergo, al
constatarse la existencia de tales anomalías, se tendrá por incumplida la obligación del encargado
de la obra, consistente en hacer entrega de la misma, correspondiéndole, por consiguiente
indemnizar los perjuicios que tal incumplimiento han podido provocar.

A idéntica conclusión se arriba si se examina la el caso sub lite a la luz del artículo 1563 del Código
citado, norma que regla que “En aquellos casos en que no apareciere voluntad contraria deberá
estarse a la interpretación que mejor cuadre con la naturaleza del contrato. Las cláusulas de uso
común se presumen aunque no se expresen”. En efecto, aparece indiscutible, atendida la
naturaleza del contrato celebrado entre las partes -que por cierto resulta ser una ley para ellas
atento a lo que prevé el artículo 1545 del Código Civil- que éste no puede tenerse por cumplido si
se presentan falencias en la edificación encargada, sin que fuera ni siquiera necesario que las
partes expresaran una cláusula en tales términos. Es más, difícilmente podría pensarse que la
intención de las partes fue pactar lo contrario, de manera que también resulta atinente al efecto lo
que expresa el artículo 1560 del mencionado compendio normativo (Corte Suprema, Primera Sala,
29 de mayo de 2014, Rol 2073-2013).

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