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La buena fe en los negocios internacionales.

Una aproximación a la
Convención de Compraventa Internacional de Mercaderías

Por Mónica Sofía Rodríguez [1]

(PRIMERA PARTE)
1.- Introducción. 2.- La buena fe y la autonomía de la voluntad. 3.-La aceptación de la buena fe en el
derecho comparado 4.- La buena fe en el derecho argentino 4.1.-La buena fe en la celebración: 4.2.-La
buena fe en la interpretación: 4.2.a.- La interpretación hecha por las partes. 4.2.a.- La interpretación
hecha por las partes. 4.2.c.- La interpretación auténtica: 4.3.-Las reglas de hermenéutica de los
contratos. 4.4.- La buena fe en el cumplimiento. 4. 5.- La buena fe en el proyecto de reforma.

1.- Introducción

La buena fe rige el comportamiento del comerciante, imponiéndole una obligación de conducta, así como
fijando unos parámetros para la interpretación de los contratos y de los derechos y obligaciones de las
partes.
“El ordenamiento jurídico exige este comportamiento de buena fe, no sólo en lo que tiene de limitación y
de veto a una conducta deshonesta (vgr., no dañar, no defraudar, etcétera), sino también en lo que tiene
de exigencia positiva prestando al prójimo todo aquello que exige una fraterna convivencia (vgr., deberes
de diligencia, de esmero, de cooperación, etc.)”[2].
La buena fe ha sido entendida en un aspecto objetivo y en uno subjetivo.
De acuerdo con el primero, es una guía que conduce la conducta de las partes, con un contenido positivo
que les impone deberes de conducta.
A su respecto “se puede sostener que esta especie expresa la lealtad, la honestidad, la probidad y
confianza en el comportamiento de cada uno de los contratantes.” (...). En tanto que la buena fe
subjetiva, “se refiere a la correcta situación del sujeto dentro de la relación jurídica, y no al contenido o a
los efectos de la relación misma, como es el caso de la especie objetiva que ya analizamos".[3]
Asimismo DE LA PUENTE Y LAVALLE, anotan: "…En sentido subjetivo, la buena fe se refiere a la
intención con que obran las personas o a la creencia con que lo hacen, por lo cual se le llama "buena fe
creencia"; en sentido objetivo, la buena fe actúa como regla de conducta, que orienta la actuación ideal
del sujeto, lo que determina que se le denomine "buena fe-lealtad."[4]
Destacan las siguientes características otorgadas por la doctrina a la buena fe objetiva:
"a) Se trata de un deber de conducta impuesto al sujeto, con un contenido eminentemente ético.
b) Este deber de conducta importa que no se perjudiquen los intereses ajenos fuera de los límites
impuestos por la tutela legítima de los intereses propios.
c) Para apreciar la conducta se prescinde del punto de vista subjetivo de las partes para referirse a un
criterio objetivo.
d) Esta objetividad no excluye, sin embargo, que deje de tomarse en consideración un elemento
subjetivo, como es el dolo o culpa del sujeto. Quien actúa con dolo o culpa no puede escudarse en la
buena fe objetiva.
e) El criterio objetivo consiste en la comparación de la conducta del sujeto con un estándar jurídico, o sea
un prototipo de conducta social media.
f) El estándar jurídico aplicable debe buscarse teniendo en cuenta el contexto social en que actúa el
sujeto".
Por tanto, no se reduce a la estricta observancia de las obligaciones contractuales sino que abarca
también la configuración de los mismos contratos, y preside su formación. En esta primera etapa -la
formación del contrato- es de especial importancia manifestar claramente las circunstancias personales y
hacer patente la situación real del objeto del contrato, sin permitir que la distancia -en muchos casos
considerable- conduzca a posible errores que no sean de fácil verificación. Es preciso informar de todas
las circunstancias que puedan interesar a la contraparte: las peculiaridades de la legislación; las
circunstancias específicas que no puedan ser conocidas por el futuro contratante luego de un estudio
profesional adecuado y que constituyen en cierta forma extensión de las obligaciones pre y pos-
contractuales.
De acuerdo con esta posición, LUIS DÍEZ-PICAZO, comentando una sentencia del Tribunal Supremo
español de 17 de junio de 1970, afirma: " La buena fe es un criterio objetivo ,… que en materia
contractual estricta no sólo funciona como un canon hermenéutico, - … - sino también como una fuente
de integración del contenido normativo del contrato, que actúa por vía dispositiva, a falta de pacto y
abstracción hecha de la intención o de la voluntad de las partes. En el artículo 1.258 del CC la buena fe
está situada en el mismo plano y equiparada a la ley y a los usos normativos, como normas dispositivas
o supletorias del negocio jurídico. Y nadie podrá decir que la ley y los usos normativos sólo integran el
contenido de los contratos cuando hay una voluntad de algún modo expresada de las partes que permite
reconducirse a ellos".[5]
La buena fe, que en general se concibe como la convicción de obrar conforme a derecho, se define en
este caso como buena fe-probidad, o sea la recíproca lealtad que las partes de deben en todos los
aspectos de la contratación, y esa lealtad debe apreciarse objetivamente, es decir aplicando a cada
situación el criterio de lo que hubieran hecho dos personas honorables y razonables. Lo que interesa es
la conducta esperada de cada una de las partes por la otra.
A su turno Etcheverry sostiene que la buena fe implica un estado subjetivo presumido sobre la base de
un comportamiento y con referencia a un sujeto. El comportamiento –acción y omisión- debe realizarse
en una forma debida de acuerdo a las condiciones y circunstancias del acto sometido a examen.[6]

2.- La buena fe y la autonomía de la voluntad

Como bien ha sostenido la doctrina “la autonomía de la voluntad privada ha sido, y es, la piedra angular
del contrato, pero ella no actúa sola, pues es como la pierna de una persona que necesita de la otra para
que el cuerpo humano, el contrato, se sostenga y cumpla a cabalidad su función; esta otra pierna es
nada menos que la buena fe”.[7]
La actuación de la buena fe –esto es el comportamiento leal y honesto en la negociación- modula a la
autonomía de la voluntad, y por su intervención pueden moderarse los efectos del pacta sunt servanda.
Al decir de Schipani, la buena fe se convierte en “fuente heterónoma que integra y corrige la voluntad de
las partes en relación al efecto vinculante del acuerdo, y en la determinación de la prestación debida”.[8]

3.- La aceptación de la buena fe en el derecho comparado

En los códigos civiles de primera y segunda generación la buena fe objetiva, como regla de conducta que
acompaña a la lex privata y que inspira el comportamiento de las partes y el contenido de las relaciones
contractuales queda relegada al menos en apariencia a un segundo término cumpliendo una función
subsidiaria, en el mismo orden y con el mismo rango que el derecho dispositivo.
Sin embargo el planteamiento subjetivista que se atribuye a los códigos civiles de primera y se la
segunda generación no impide, como ya vimos, que la doctrina y la jurisprudencia hayan construido una
teoría objetivista del contrato, pues no en vano en todos ellos se reconoce que los efectos jurídicos
surgidos del contrato no derivan únicamente de la voluntad contractual.
Los códigos civiles de la tercera generación, como ser el Código Suizo de las Obligaciones y el BGB
alemán, se prescinde de la causa, apartándose de la doctrina del derecho común pretendiendo volver a
la pureza del derecho romano, se reconoce la autonomía privada pero la voluntad contractual o negocial
no crea directamente el contrato o el negocio, sino que se subsume en los tipos creados por la ley. Así la
referencia a la buena fe cobra un significado mucho más importante.
Sin pretender agotar el tema podemos referir, sólo a modo de ejemplo, algunas disposiciones en el
derecho comparado receptoras de la buena fe en distinta medida.
En el derecho colombiano, el código de comercio en el artículo 871 dispone que "los contratos deberán
celebrarse y ejecutarse de buena fe y, en consecuencia, obligarán no sólo a lo pactado expresamente en
ellos, sino a todo lo que corresponda a la naturaleza de los mismos, según la ley, la costumbre o la
equidad natural". Igualmente el artículo 863 dispone: "Las partes deberán proceder de buena fe exenta
de culpa en el período precontractual, so pena de indemnizar los perjuicios que se causen".
El artículo 2320 del Código Civil colombiano, establece:"El que de buena fe ha vendido la especie que se
le dio como debida, sin serlo, es solo obligado a restituir el precio de la venta, y a ceder las acciones que
tenga contra el comprador que no le haya pagado íntegramente".
Similares términos son los del artículo 1272 del Código Civil peruano.
El art. 168 del CCPer. establece “El acto jurídico debe ser interpretado de acuerdo con lo que se haya
expresado en él y según el principio de la buena fe”
El art. 9-1 de la AGBG (ley alemana de condiciones generales) del 9/XII/1979, establece que las
disposiciones de aquellas son ineficaces cuando desfavorezcan en contra de la regla de la buena fe, de
modo desmesurado a la parte contractual acherida.
En el derecho inglés se considera que cuando las partes entran en negociaciones, lo hacen bajo el
entendido de que están asumiendo un riesgo en el cuál pueden perder de manera repentina que no es
incorrecto interrumpir arbitrariamente las negociaciones, ni negociar con varias partes al tiempo, sin
hacerle saber a las demás de esta situación.[9]
En el derecho norteamericano el art. 1.203 del Código de Comercio Uniforme (UCC) la buena fe tiene un
significado más extenso aunque asimilado a la “honestidad” o al “trato justo”

4.- La buena fe en el derecho argentino:

La obligación de actuar de buena fe, tanto en la negociación, como en la interpretación y ejecución del
contrato está explícitamente establecida en el art. 1198, pár 1º, disposición que establece deberes y
cargas que deben cumplirse en la contratación.
Entre ellas, se encuentra la llamada “carga de conocimiento”, que obliga a informarse debidamente antes
de celebrar un contrato, y que en caso de incumplimiento ocasionará la inexcusabilidad del error en que
la parte caiga. La “obligación de lealtad y veracidad”, que obliga a comunicar a la otra parte todas las
circunstancias que debe conocer, cuyo incumplimiento puede dar lugar a la anulación del acto por
omisión dolosa. La “obligación de declarar correctamente la voluntad” en el momento de prestar el
consentimiento, pues la declaración se interpretará de conformidad con lo que su destinatario pudo
verosímilmente entender.
El referido art. 1198 dispone en su párrafo inicial que. “Los contratos deben celebrarse, interpretarse y
ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo que verosímilmente las partes entendieron o pudieron
entender, obrando con cuidado y previsión. ...”
Se establece la regla básica del derecho de los contratos: “se deben celebrar, interpretar y cumplir de
buena fe”. Las normas morales no rigen solamente el objeto de los contratos, sino también la actividad
contractual misma, es decir la negociación, la interpretación y el cumplimiento.
4.1.-La buena fe en la celebración:

Desde el momento en que las partes dan inicio a las negociaciones previas al contrato, quienes
intervienen en ellas quedan sometidos a la regla de la buena fe en la celebración, la cual permite
fundamentar la responsabilidad precontractual, que es considerada como el deber de reparar los daños
causados con culpa o dolo en la formación de un contrato, a raíz de su frustración.
Comprende situaciones diversas como el abandono intempestivo de las negociaciones o por ej, cuando
se obliga al otro interesado a incurrir en gastos innecesarios o cuando se divulgan los secretos conocidos
en las negociaciones, etc.
En tal sentido se dijo que “la buena fe significa que cada uno debe guardar fidelidad a la palabra
empeñada y no defraudar la confianza o abusar de ella, ya que ésta forma la base indispensable de
todas las relaciones humanas. La buena fe no es norma: es principio supremo de las relaciones
obligatorias, de forma que todas deben medirse por él”.[10]
La buena fe-probidad exige que los contratantes se conduzcan escrupulosamente.
Sostiene Videla Escalada que no implica presunción alguna en el sentido de aceptar que las partes
hayan actuado de buena fe al convenir el acuerdo. Se trata de un parámetro objetivo que, en el caso
concreto, puede estar muy alejado del verdadero propósito de una o ambas partes.[11]

4.2.-La buena fe en la interpretación:

El objeto de la hermenéutica jurídica consisten en desentrañar el sentido de una exteriorización que debe
reflejar una voluntad, fijando su alcance preciso.
Dentro de ella se encuentran las reglas de interpretación del derecho y las de interpretación del contrato
y de la ley.
Si bien los hechos o motivos que inspiraron al legislador pueden ser independizados de la interpretación
de la norma; los hechos de los negocios jurídicos, en cambio, tienen gran relevancia para la
interpretación del negocio debiendo atenderse al sentido que la gente da a las palabras empleadas.
Cuando se interpreta una norma, se establece un significado en abstracto, en cambio, la interpretación
del contrato versa siempre sobre algo concreto, sobre un contrato en particular, y el intérprete debe
colocarse en un punto de vista que esté por encima del interés de cada parte para encontrar cuál fue la
verdadera declaración.
A su turno habrá que distinguir entre declaraciones unilaterales y bilaterales, ya que en las últimas para
analizar el consentimiento, hay que investigar la voluntad común de las partes, porque la buena fe exige
que se dé a la manifestación el significado con que la entendieron las personas que en ella confían.[12]

4.2.a.- La interpretación hecha por las partes.

Nada impide que a posteriori de la celebración de un contrato las partes procedan a interpretarlo fundado
en la autonomía de la voluntad, teniendo como límite el perjuicio de los terceros. Se trata de la
interpretación auténtica del contrato.
Esta interpretación tiene como límite el perjuicio de los terceros sosteniendo la jurisprudencia a su
respecto que “no cabe interpretar la imperfección de que adolezcan las cláusulas contractuales en
beneficio de quienes así las redactaron, cuando con ello se acarrea un perjuicio a terceros para los que
son res inter alios acta”[13]
4.2.b.-La interpretación judicial

En todos los casos de conflicto el juez debe investigar cuál es el contenido de las disposiciones
contractuales. Para lo cual cuenta con los métodos y elementos de la hermenéutica aplicados al caso
particular del contrato, debiendo siempre comenzar por el análisis gramatical o semántico continuando
por la investigación lógica. Se deben interpretar los contratos considerándolos como un todo integral,
estableciendo el sentido de cada cláusula dentro y en función de ese todo. Debe atenderse al resultado
de la interpretación y, en relación con las cláusulas dudosas, aparece el principio de conservación del
contrato.

4.2.c.- La interpretación auténtica:

El artículo 1198 del c.c. nos da asimismo, una directiva de interpretación al establecer que el contrato
deberá interpretarse “de acuerdo con lo que verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender,
obrando con cuidado y previsión”
Dice Danz que el juez coloca, en lugar de las dos partes, a dos personas razonables, y se pregunta
cómo habrían éstas concebido y entendido la conducta que constituye la declaración de voluntad, y
cómo habrían cumplido en tal caso.[14]

4.3.-Las reglas de hermenéutica de los contratos:

Se basan en tres principios fundamentales: la fuerza obligatoria de los contratos; el deber de celebrarlos,
ejecutarlos e interpretarlos de buena fe; y la regla de que los contratos se hacen para ser cumplidos.
Se discute si estas reglas son imperativas o simplemente dispositivas, como asimismo respecto de quien
es el destinatario de tales reglas, si lo son primeramente las partes, o si lo es únicamente el juez.
Me aventuro en compartir la opinión de quienes sostienen que las partes de un contrato tienen limitada
su libertad contractual por estas reglas de interpretación que utilizarán a posteriori para establecer el
sentido y alcance de las disposiciones pactadas, por cuanto deberán necesariamente tenerlas en cuenta
y contar con ellas para la correcta ejecución de lo pactado.[15]
A su turno Messineo las califica de imperativas porque considera que “es de interés general que el
contrato sea interpretado rectamente en forma que salvaguarde la voluntad común de las partes”[16]

4.4.- La buena fe en el cumplimiento:

Parece de Perogrullo decir que las partes deben ejecutar el contrato de buena fe sin dolo, o errores
permitiendo a cada parte recibir lo que era esperable en base a las estipulaciones del contrato, y aún en
la etapa posterior o post-contractual manifestada, por ejemplo en la obligación del secreto profesional ,
comercial, o industrial.
Pero en este punto se deben considerar situaciones en las que es factible modificar las estipulaciones
contractuales, de acaecer ciertas circunstancias. Ello se relaciona con las teorías de la imprevisión,
lesión y abuso del derecho.-
Los postglosadores sostenían que los contratos llevaban implícita la cláusula rebus sicstantibus, es decir
mientras se mantengan las circunstancias de hecho existentes al contratar, porque las partes habían
consentido sobre esas bases.
Por lo tanto si en dicha base del negocio se produjera una alteración total e imprevista, que no hubiera
sido considerada en el contrato en forma alguna, no sería conforme con la buena fe someter
inflexiblemente a la parte desproporcionadamente perjudicada por la alteración del contrato, que se
concertó bajo presupuestos completamente diferentes.
Sin ahondar en el tema, por exceder el camino trazado en el presente trabajo, diremos que el sistema de
nuestro derecho permite la revisión de los contratos por los jueces cuando hubiere imprevisión (art.
1198), y también en los supuestos de lesión (art. 954) y abuso del derecho (art.1071). Sosteniendo la
jurisprudencia que la teoría de la imprevisión como un caso especial de abuso del derecho.[17]

4. 5.- La buena fe en el proyecto de reforma

El Proyecto de Código Civil de 1998,[18] se muestra una ideología claramente definida en el sentido de
requerir y de privilegiar la buena fe negocial y considerarla en un sentido amplio en las distintas etapas
de la negociación. Así en sus Fundamentos se expresa que:
“En cualquiera de las categorías negociales es liminar el principio de la buena fe. El Proyecto sigue al
respecto el criterio de la ley 17.711 en cuanto a la buena fe objetiva y lo acentúa porque en los contratos
discrecionales la buena fe es el correlato imprescindible de la plena autonomía contractual: así lo exige
la inexorable regla moral, y –además- sólo puede ser considerado eficiente el comportamiento leal y
honesto de quienes los celebran, puesto que, siendo imposible concertar el denominado contrato
perfecto que prevea todas y cada una de las alternativas del desarrollo del cumplimiento del plan
prestacional, es razonable sin embargo que cada una de las partes dé por descontado que la otra
actuara correctamente. Definir la buena fe es, quizás, un empeño técnicamente difícil pero, en realidad,
cualquiera sabe de qué se trata. ...”
...“En la etapa de formación del contrato las partes deben comportarse de buena fe para no frustrar
injustamente las tratativas contractuales, aunque todavía no haya sido emitida una oferta; y el oferente
está obligado, conforme esa regla y según las circunstancias, a poner al alcance del destinatario de la
oferta información adecuada sobre hechos relativos al contrato que puedan tener aptitud para influir
sobre su decisión de aceptar.
Las partes también deben actuar de buena fe durante la ejecución del contrato, el cual genera
obligaciones secundarias pues las vincula con los alcances en que razonablemente se habría obligado
un contratante cuidadoso y previsor, incluyendo a las consecuencias virtualmente comprendidas en él,
conforme a su naturaleza, a las negociaciones previas, a la conducta ulterior, a las prácticas establecidas
entre las partes, a los usos si no han sido excluidos expresamente, u a la equidad, teniendo en cuanta la
finalidad del acto y las expectativas justificadas de la otra parte. ...”
... “El contrato también debe ser interpretado de buena fe, a cuyo fin se asigna especial relevancia a lo
que ha sido común intención de las partes, antes que a la literalidad de lo manifestado (Cod. Civil
quebequés de 1992, art. 1425; Convención de Viena sobre Compraventa Internacional de Mercaderías
de 1980- art. 8.1, Ley 22.765); al sentido que razonablemente hubiera atribuido a la manifestación de
una de las partes una persona en la situación y de las condiciones de la otra (Convención de Viena
sobre Compraventa Internacional de Mercaderías de 1980 – art. 8.2, Ley 22.765, art. 1197, Proyecto de
Código Único de 1987, art. 1198, Proyecto de la Cámara de Diputados de 1993); a la existencia de
diferencias significativas en poder de negociación relativo de cada una de las partes (art. 1432, Cod. Civil
quebequés de 1992; art. 935, Proyecto del Poder Ejecutivo de 1993); a la relación de equivalencia de las
contraprestaciones si el contrato es a título oneroso (art. 237, Cod. Civil portugues de 1967; art. 932,
Proyecto del Poder Ejecutivo de 1993).”
El proyecto prevé también que si el contrato es celebrado por una parte que actúa profesionalmente, se
tomará especialmente en cuenta la adecuación a las pautas razonables de actuación leal en la actividad
a la que corresponde el contrato para la interpretación de buena fe.
Así también en la etapa denominada post-contrato, es decir, con ulterioridad al cumplimiento de las
obligaciones principales propias del contrato, las partes deben continuar actuando de buena fe, ya que
ese deber regula la existencia y los alcances de las obligaciones accesorias que subsisten, por
estipulación de partes, la restitución y la reparación del daños que, en su caso correspondan una vez
producida la extinción de aquél y la interpretación y el cumplimiento de tales obligaciones.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

BRIZZIO, Claudia: “ Regulación del Contrato en la economía globalizada – con especial referencia al
Proyecto de Código Civil de 1998”. Revista de Doctrina Nº 3 – Colegio Público de Abogados de la Capital
Federal. 2001

DE LOS MOZOS, José Luis: “ La Exigencia de la buena fe en el tráfico negocial moderno” Pag. 879 a
886- del libro Responsabilidad por Daños en el Tercer Milenio. Abeledo –Perrot. 1997

FELDSTEIN DE CÁRDENAS, Sara Lidia: “Derecho Internacional Privado – Parte Especial” Ed. Abeledo –
Perrot. Bs. As. 2000.-

FELDSTEIN DE CÁRDENAS, Sara Lidia: “Derecho Internacional Privado” – de la colección Reformas al


Código Civil Nº 18 – Directores: López Cabana, Roberto y Alterini, Atilio – Ed. Abeledo- Perrot . Bs. As.
1994

OVIEDO ALBAN, Jorge: “Campos de aplicación y criterios de interpretación de la Convención de Viena


para la Compraventa Internacional de Mercaderías” Mayo 2001. Pace Law School Institute of
International Commercial Law.

ZUPPI, Alberto: “La Interpretación en la Convención de Viena de 1980 ( CISG) – Compraventa


Internacional de Mercaderías”.- T 1997 – Sec. Doctrina. Pag 1291 a 1301.-

CONVENCIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE LOS CONTRATOS DE COMPRAVENTA


INTERNACIONAL DE MERCADERÍAS.- Ed. Naciones Unidas 1989.

CÓDIGO CIVIL y Leyes Complementarias – Comentado, Anotado y Concordado” Director: Belluscio –


Coordinador: Zannoni. Editorial Astrea – Julio 1993.

ANTECEDENTES PARLAMENTARIOS – Proyecto de Código Civil de la República Argentina – 2º Edición


– La Ley S.A. Editora e Impresora – Año 2000
Febrero de 2005

[1] Profesora Adjunta Regular de Derecho Internacional Privado de la Facultad de Derecho – U.B.A.,
Profesora de Postgrado de Actualización en Negocios Internacionales y Derecho Comercial
Contemporáneo; Coordinadora Académica del Instituto de D.I.Pr. del Colegio de Abogados de San Isidro.
[2] ALTERINO, Atilio A. : “Contratos civiles, comerciales, de consumo. Teoría general”. Buenos Aires,
1998. pag. 34.
[3] RICARDO OSVALDO LARROZA. "La buena fe contractual". En Contratos, Teoría general. T II.
RUBÉN S. STIGLITZ. Director. Depalma. Buenos Aires. 1993. págs. 251 y 254
[4] "La fuerza de la buena fe", en: Contratación contemporánea. Teoría General y principios. Palestra.
Lima - Perú. Temis. Bogotá D.C. Colombia. Octubre de 2000. pág. 276.
[5] . DIEZ PICASO, Luis. Estudios sobre la jurisprudencia civil. Editorial Tecnos. Madrid. 1979. Tomo 1
Pág. 388. Sentencia de 17 de junio de 1979. Sánchez Ruizpérez y Gráficas Cervantes S.A. c. Sánchez
Ruizpérez.
[6] ETCHEVERRY, Raúl A., “ El standard de buena fe en el derecho mercantil”, en La Ley 1987-E. 897-
904 pag. 900
[7] SOTO, C. A. ; “La autonomía privada y la buna fe como fundamento de la fuerza obligatoria del
contrato” cuaderno de doctrina Nº 11. Colegio Público de Abogados de la Capital Federal. Buenos Aires,
2000. pag. 26
[8] Schipani, S. “La nuova legge cinese in mateia di contratti e in diritto romano come base di essa e della
comunicazzione con i codice del sistema romanistico en Roma y America” Diritto romano comune. Nro.
8/1999, Modena, 2000, pag. 225, ap.3-D. Cita tomada de Regulación del contrato en la economía
globalizada- Claudia Brizzio – Revista de Doctrina Nª 3- Colegio Público de Abogados de la Capital
Federal – Bs. As. 2001.
[9] GOODE, Roy. The concept of good faith in English law. http:/www.cisg.law.pace.edu
[10] C Fed. Cba, Sala Civ. Y Com. 28/7/78, LL, 1979-A-201
[11] VIDELA ESCALADA, Federico: “La interpretación de los contratos civiles”. Bs. As. 1964
[12] Ver CNCiv. Sala C, 18/2/77, Ed. 75-522; Videla Escalada, La interpretación de los contratos civiles,
pag. 30
[13] CNCom. Sala C, 5/3/71, JA, 11-1971-551, sum.62
[14] DANZ, : “La interpretación de los negocios jurídicos”, pag. 96
[15] Betti, Teoría General del negocio jurídico. Pag. 249
[16] Messineo; Doctrina general. II, pag. 97 – Conforme Videla Escalada, La interpretación de los
contratos civiles ,p. 59
[17] CNCiv. Sala G, 2/7/80, - ED, 99 - 770, sum. 54
[18] ver. Antecedentes Parlamentarios – Proyectos de Código Civil de la República Argentina – 2º
Edición. Ed. La Ley S.A. Año 2000.- pag. 50/51.
Citar: elDial.com DC56B

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