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Sobre las competencias del Estado. Ideas generales

Una de las funciones principales del Derecho internacional es, la de delimitar


y distribuir las competencias estatales.
La nota de soberanía que caracteriza al Estado es la que fundamenta y
explica el conjunto de competencias que, con independencia de cualquier otro
poder o autoridad, le corresponden para el ejercicio de sus funciones;
competencias que tomando como base los propios elementos constitutivos del
Estado van a ser fundamentalmente, de carácter territorial y personal: las
competencias territoriales, se refieren a la reglamentación de las actividades
que se desarrollan dentro del ámbito del territorio estatal; las competencias
personales inciden sobre las personas que habiten en su territorio, y por
extensión sobre las personas físicas y ciertos objetos que poseen su
nacionalidad, pudiendo también el Estado ejercer ciertas competencias sobre
sus nacionales cuando se encuentren en el territorio de otro Estado.
Al Estado le corresponde otras competencias de base y alcance
extraterritorial, por relación, concretamente, a ls personas, cosas y actividades
que se localicen y tengan lugar en espacios internacionales, que no
pertenezcan a la soberanía de ningún Estado.
El ordenamiento jurídico internacional reconoce la capacidad de que dispone
el Estado para ejercer sus competencias soberanas con total plenitud,
exclusividad y autonomía, y ello como notas expresivas de la no subordinación
del poder estatal a ninguna otra autoridad, sin su consentimiento.
La soberanía del Estado determina que éste pueda ejercer en principio, todas
las competencias necesarias para el desempeño de sus funciones, con
exclusión de cualquier otro Estado, y aun con absoluta discrecionalidad a la
hora de tomar decisiones; pudiendo destacar concretamente ahora, por
relación a esta última característica, la autonomía constitucional que
corresponde al Estado, a la hora de decidir el modelo de organización interna y
la forma de gobierno.
Las competencias territoriales del Estado
2.1. Cuestiones generales
El Estado ejerce sus competencias, en primer término, sobre una base física
que conocemos por territorio. El territorio representa uno de los elementos
esenciales para la existencia del Estado y determina que las competencias
territoriales resulten especialmente relevantes para la vida del Estado, así
como para el propio juego de las relaciones internacionales.

2.2. Concepto y naturaleza jurídica del territorio


El territorio es la base física o espacial en la que ejerce su autoridad y, por
tanto, sus poderes y competencias, un Estado determinado.
La teoría de la competencia es la que mejor nos permite comprender la
naturaleza jurídica del territorio. Esta teoría considera el territorio estatal como
el límite de las competencias estatales y el área geográfica de aplicación de las
mismas.
El territorio estatal comprende:

a. El territorio terrestre propiamente dicho.


b. Las aguas que se encuentran en el territorio terrestre, como los ríos, lagos,
lagunas, etc.
c. El subsuelo correspondiente.
d. Ciertos espacios marítimos adyacentes a sus costas (aguas interiores y mar
territorial).
e. En el supuesto de un Estado archipelágico, las aguas archipelágicas.
f. El espacio aéreo suprayacente al territorio terrestre.
g. Aquellas que tengan un alcance extraterritorial.

Las competencias del Estado pueden tener también una base y alcance
extraterritorial. Por ejemplo:

 Sobre buques y aeronaves. El Estado ejerce su jurisdicción exclusiva sobre los


buques y aeronaves que ostentan su pabellón, y que poseen su nacionalidad
cuando navegan o sobrevuelan por alta mar.
 Sobre normas internas. El Estado puede dar a sus normas internas efectos
extraterritoriales, sobre todo en el orden penal. En particular, los Estados dictan
normas con un alcance extraterritorial para proteger algunos de sus intereses
fundamentales y aun los de la comunidad internacional, sancionando ciertos
delitos, con independencia de la nacionalidad de su autor y del lugar de su
comisión, como los delicta iuris gentium (delitos contra el Derecho de gentes)
que engendran la responsabilidad penal de los individuos (por ejemplo:
piratería marítima, delitos relacionados con la navegación aérea y marítima,
crimen de genocidio, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, crimen
de agresión o aquellos delitos relacionados con el tráfico de drogas o el
terrorismo internacional).
 Sobre espacios marítimos. El Estado ejerce ciertas competencias
especializadas sobre otros espacios marítimos que no pertenecen
estrictamente a su territorio. Se trata de los espacios correspondientes a la
Zona Económica Exclusiva y la Plataforma Continental, en los cuales al Estado
ribereño corresponden sólo ciertos derechos soberanos a efectos
fundamentalmente económicos.

2.3. Modos de adquisición del título de soberanía


sobre el territorio
Tradicionalmente se puede hacer referencia a dos formas de adquisición de
la competencia territorial:

1. Modos originarios. Aquellos que se utilizan cuando el territorio sobre el que se


establece la competencia no está sometido a la de otro Estado, tratándose, por
tanto, de un territorio sin dueño, de una terra nullius (ocupación, accesión).
2. Modos derivativos. Aquellos que actúan sobre un territorio que está sometido
a la competencia de otro Estado en el momento en que se establece sobre él la
competencia de un nuevo Estado (cesión, conquista).

Algunos de los modos anteriores han perdido en la actualidad toda relevancia


práctica, como es el supuesto de la ocupación, o la validez internacional, como
en el caso de la conquista.
La ocupación. Se entiende por ocupación la adquisición de un territorio nullius
basada sobre la toma de posesión efectiva del mismo y acompañada de la
intención de adquirir sobre él la competencia territorial. Es el modo más
importante dentro de los llamados originarios.
La ocupación ha perdido en la actualidad toda relevancia práctica, ya que no
es posible hablar hoy en día de la existencia de territorios nullius, de territorios
sin dueño. Sin embargo, su estudio sigue teniendo interés ya que, actualmente,
para la resolución de litigios de carácter territorial (especialmente de atribución
y delimitación de territorios) habrá que valorar el derecho en vigor en el
momento en el que se consolidó el título histórico.
Ante todo, la ocupación exigía que se tratase de un territorio nullius (un
territorio sin dueño), tal como ha venido a destacarlo la jurisprudencia
internacional. El Tribunal Internacional de Justicia ha advertido que los
territorios habitados por tribus o pueblos que tenían una organización social y
política no eran considerados terra nullius. De ahí que la adquisición de
soberanía sobre dichos territorios no se pudiese adquirir unilateralmente a
través de la ocupación de terra nullius como título original, sino mediante
acuerdos concluidos con los jefes locales.
Sobre esta base, para que la ocupación tenga consecuencias internacionales
es necesario, además, que se den dos requisitos o elementos:

1. El elemento psicológico o animus occupandi. Se expresa a través de la propia


práctica seguida por los órganos del Estado ocupante.
2. El elemento material de la efectividad de la ocupación. Este requisito se
traduce en el ejercicio de la autoridad del Estado sobre el territorio ocupado,
autoridad que habrá de ser manifestada de manera continuada, en forma
notoria y a través de actos de administración perfectamente individualizados.
En todo caso, este requisito resultará relativizado (en cuanto al carácter
continuado e intensidad del ejercicio de las competencias que se exige) en
función de las propias características físicas del territorio de que se trate y, en
particular, por ejemplo, de que se trate de territorios desérticos, inaccesibles,
etc. en los que no es posible practicar en todo momento y con igual intensidad
la soberanía territorial.

Frente a las tesis invocadas en los primeros momentos de los grandes


descubrimientos geográficos, no se puede considerar como verdadero título de
adquisición de territorios su descubrimiento y la simple exploración de los
mismos, sin que estén seguidos de una necesaria ocupación efectiva.
La accesión. Consiste en el título para extender la competencia a aquellas
formaciones terrestres que hayan acrecido al propio territorio del Estado, bien
por causas naturales (aluvión, formación de islas, etc.) bien por la propia
actividad del hombre (construcción de diques, muelles, etc.).
Generalmente se considera que en estos casos la extensión de la
competencia territorial se produce automáticamente sin que sea necesario
ningún acto jurídico del Estado tendente a consolidar la ampliación, aunque
algún sector doctrinal entiende que sería necesaria la ocupación seguida
de animus occupandi.
La cesión. Es un modo derivativo de adquisición de territorios y está basada
en un acuerdo entre dos o más Estados para llevar a cabo una transferencia
territorial, mediante la renuncia por parte del Estado cedente a favor de la
adquisición de esa parte del territorio por otro Estado.
La cesión no se perfecciona jurídicamente hasta la ocupación efectiva del
territorio y el consiguiente ejercicio de las competencias por el Estado
beneficiario de la cesión.
Las cesiones se pueden realizar a título gratuito o a título oneroso, bien por
permuta o por compraventa.
La prescripción adquisitiva. Se busca aplicar a aquellos casos en que un
Estado se ha posesionado de un territorio que, en principio, pertenece a la
soberanía de otro Estado, ejerciendo durante un cierto tiempo una ocupación
efectiva que consolidaría su título, en el supuesto de que no se produzcan
actos de protesta por parte de aquel otro Estado.
La conquista. Es considerada también como un modo derivativo de
adquisición territorial. Conforme al Derecho internacional clásico, suponía la
transferencia al vencedor de parte del territorio del Estado vencido al terminar
una guerra.
Para que la conquista se considerase como un título válido por el Derecho
internacional era necesario que, básicamente, concurriesen los siguientes
requisitos:

a. Que hubiese terminado el conflicto armado (las anexiones realizadas en plena


guerra eran consideradas como inválidas).
b. Que se produjese una ocupación efectiva.
c. Que se diese en el Estado vencedor animus possidendi, no siendo necesaria la
existencia de animus transferendi por parte del Estado vencido o una
manifestación expresa del consentimiento por parte de este último.

Actualmente la conquista es una figura condenada por el Derecho


internacional contemporáneo, en base al principio de prohibición de amenaza o
uso de la fuerza. Así lo contempla la Resolución 2625 (XXV) de la Asamblea
General de las Naciones Unidas.
El principio de efectividad. Este principio desempeña un papel destacado en
los distintos modos de adquisición de la competencia territorial. Sin embargo,
pierde toda o casi toda significación y relevancia en los casos de territorios que
han estado sujetos a dominación colonial. En estos supuestos rige el principio
del uti possidetis iuris.
El principio del uti possidetis iuris supone que la delimitación fronteriza de los
Estados nacidos de la descolonización se produce conservando como límites
territoriales los derivados tanto de los propios tratados internacionales
fronterizos concluidos por las potencias coloniales como de las antiguas
divisiones administrativas fijadas por una potencia colonial sobre un
determinado territorio, y otorgando al título jurídico de la época colonial
preeminencia sobre la posesión efectiva como base de la soberanía. El
principio utti possidetis iuris ha encontrado, sobre todo, un firme reconocimiento
en Hispanoamérica.

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