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Este capítulo comienza otra serie de revelaciones. Una vez má s, San Juan regresa al
principio y traza la historia espiritual de la Iglesia y del cristiano en su guerra con
Sataná s. Pero las visiones que ahora siguen son algo diferentes en cará cter de las ya
relacionadas, en la medida en que el conflicto ahora se describe má s bien como entre
los poderes del cielo y el infierno que entre el cristiano individual y sus opresores. Al
igual que con las otras visiones, así aquí, el recital parece calculado para apoyar al
cristiano sufriente en sus pruebas, ya que se predice el derrocamiento de los poderes
de las tinieblas; y toda la serie culmina en un relato de la humillació n final del diablo, y
la exaltació n de la Iglesia y la bienaventuranza del cielo.
El siguiente aná lisis ayudará a aclarar la relació n de las diversas partes de la
visió n.
I. EL ORIGEN DE LA ENEMISTAD ENTRE CRISTO Y EL MUNDO . (Cap. 12:7–13.)
II. EL PROGRESO DE LA GUERRA.
1. Los asaltos del diablo. (1) Los ataques directos del dragón a Cristo (cap. 12:1–7
y 13–17). (2) Sobre la Iglesia por medio de la bestia salvaje (cap. 13:1–10). (3) Sobre
la Iglesia por medio de la bestia de dos cuernos (cap. 13:11–18).
2. El derrocamiento y castigo del diablo. (Cap. 20:1–10.) (1) El destino del dragón
(cap. 14:7). (2) El destino de la bestia salvaje (Babilonia) (cap. 14:8; 17; 18; 19:19,
ets.). (3) El destino de la bestia de dos cuernos (cap. 14:9; 19:19, ets.).
3. La victoria de los fieles. (Cap. 14:13; 19:1–10; 21; 22)
Ver. 1.—Y apareció una gran maravilla; y se vio un gran letrero (Versió n
Revisada). Este signo consiste en la totalidad de las apariencias, cuyo relato está
contenido en este versículo y en el siguiente. Por lo tanto, la visió n se declara
claramente como figurativa (cf. el uso del verbo correspondiente en ch. 1:1). En el
cielo. Aunque la escena de la visió n se abre en el cielo, inmediatamente después se
transfiere a la tierra. Es dudoso que se atribuya algú n significado particular a la
expresió n, aunque Wordsworth señ ala con respecto a la Iglesia: "Porque su origen es
de arriba; el suyo es el reino de los cielos". Y Bengel: "La mujer, la Iglesia, aunque en la
tierra, está , sin embargo, en virtud de su unió n con Cristo, en el cielo". Una mujer. La
mujer es, sin duda, la Iglesia de Dios; no necesariamente limitada a la Iglesia cristiana,
sino toda la compañ ía de todos los que reconocen a Dios, incluidos los seres celestiales
que existían antes de la creació n, así como la creació n misma. La figura se encuentra
tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Así Isaías 54:5, 6, "Porque tu
Hacedor es tu Esposo... Porque el Señ or te ha llamado como mujer abandonada y
afligida" (cf. también Juan 3,29; 2 Corintios 11:2; Efesios 5:25–32). Vestido con el
sol. Toda la descripció n está destinada a retratar la gloria y la belleza de la Iglesia. La
mayoría de los comentaristas antiguos dan interpretaciones particulares de los
símbolos empleados. Por lo tanto, se cree que el sol representa a Cristo, el Sol de
Justicia. Primasios cita Gá latas 3:27, "Porque cuantos de vosotros habéis sido
bautizados en Cristo os vestimos de Cristo". Y la luna bajo sus pies. Esto se
interpreta como una muestra de la naturaleza permanente de la Iglesia; pisa bajo los
pies la luna, el símbolo de los tiempos y las estaciones cambiantes. Se piensa que se
HOMILÉTICA
Vers. 1–17.—Los enemigos de Dios y de su Iglesia. "Esa vieja serpiente". En capítulos
anteriores de este libro ha habido indicios de diversas fuerzas malignas que en
diversos momentos hostigarían a la Iglesia de Dios. Quiénes serían, o qué, o có mo
funcionarían, aú n no se nos ha mostrado. Esto se hace, sin embargo, en capítulos que
aú n no hemos considerado. De ellos hay varios. De cada uno tenemos una
representació n en forma de alegoría o pará bola. En este capítulo se nos muestra el
primero de ellos. No podemos tener ninguna duda de quién es el que se pretende;
tampoco hay ninguna dificultad muy grande sobre las características principales del
boceto, por oscuros que puedan ser algunos de los detalles menores. El enemigo es el
diablo. El objeto de su rabia es la Iglesia fiel, representada bajo el símbolo de "una
mujer, vestida de sol", etc. Cuando encontramos, también, que esta mujer dio a luz a
un hombre-niñ o, que se busca para ser devorado tan pronto como nace; que, a pesar
de todo, está arrebatado a Dios y a su trono, desde cuyo asiento de poder debe
gobernar a las naciones como con una vara de hierro; tenemos marcas muy distintivas
que apuntan inequívocamente a nuestro Señ or. El enemigo, al no devorarlo, persigue a
la mujer, y fracasando en sus designios contra ella, pasa a la guerra con el remanente
de su simiente. Pero, como muestra el capítulo, en todos los casos el maligno se
precipita solo hacia su propia derrota. De modo que este capítulo contiene una
pará bola de significado glorioso, ya que establece la obra de Sataná s contra la Iglesia
de Dios. Su trabajo actual es hacer la guerra contra aquellos que guardan los
mandamientos de Dios y la fe de Jesú s. ¿Por qué debería seleccionarlos como los
objetos de su ataque? ¿Por qué? ¡Porque otros está n haciendo su trabajo por él! Se
molesta a sí mismo só lo acerca de sus perturbadores. Tiene poca necesidad de cuidar
a los demá s. Intentemos, entonces, a la luz de este capítulo, mirar a nuestro enemigo a
la cara y descubrir qué es, qué puede hacer y qué no puede. Nuestro tema, entonces,
es: nuestro enemigo, como lo esbozó una mano Divina.
I. NUESTRO ENEMIGO ES PERSONAL. (Ver. 9.) De poco serviría decir que la personalidad
del maligno no puede decidirse a partir de un capítulo como este; porque las alusiones
a Sataná s en otros lugares son tan numerosas y tan variadas que nos callan a la
convicció n de su personalidad; es decir, que es un ser distinto, con voluntad, plan y
propó sito propios, que se mueve en "los lugares celestiales", es decir, en el reino del
espíritu. A menudo encontramos los pronombres personales usados con respecto a él
(Juan 8:44). Los nombres y epítetos que se le aplican indican lo mismo. El nombre "el
diablo" significa "el calumniador". É l es representado en las Escrituras como
calumniando a Dios ante los hombres, y como calumniando a los hombres ante Dios.
El apó stol habla de él como "buscando a quien pueda devorar". Tampoco puede haber
duda de que nuestro Señ or y sus apó stoles nos enseñ an que hasta el albedrío
pernicioso de Sataná s gran parte del mal en el mundo debe ser rastreado. Recordemos
el conflicto de nuestro Señ or con él.
.S.C. S. CONWAY
H. D.M. Spence-Jones, ed., Revelación, The Pulpit Commentary (Londres; Nueva
York: Funk & Wagnalls Company, 1909).
Pá Gina . Exportado de Verbum, 6:10 p. m. 16 de marzo de 2022.
de San Juan. ¡Cuá nto má s, entonces, puede Dios exigir de nosotros que de ellos! ¿Lo
obtendrá ? 4. En esta guerra santa todos lucharon. No fue simplemente designado para
todos, sino aceptado por todos ellos. No se negaron ni se retiraron de ella. Ese no era
su camino. Como cuando el valiente niñ o baterista, cuando fue capturado por el
ejército francés, se le pidió que sonara la "retirada", respondió que no sabía có mo
hacerlo, porque el ejército britá nico nunca se retiró ; así se puede decir de todo
verdadero soldado del ejército de Cristo: nunca se retiran. 5. Y se sobrepusieron. "Oh,
recuerda que los esclavos del pecado no son hijos de Dios. Si Sataná s tiene dominio
sobre ti, no está s en Cristo Jesú s. Donde está el arca del Señ or, Dagó n debe caer sobre
su rostro y ser quebrantado. "Lo que nace de Dios vence al mundo". ¿Estamos,
entonces, resistiendo? ¿Estamos conquistando? No nos dejemos engañ ar. Si el pecado
es nuestro amo, perecemos. La gracia debe reinar en nosotros, o somos miserables. La
santidad no es un lujo para unos pocos, es una necesidad para todos".
II. EL PODER EN VIRTUD DEL CUAL VENCIERON . Se dice que esto era: 1. Por la sangre del
Cordero, es decir, en virtud de, a causa de, en el suelo de, esa sangre. Ahora bien, esto
es así porque la sangre del Cordero es: (1) La base de nuestra paz. Debe haber una
posició n firme si un hombre va a luchar. El ingeniero tiene mucho cuidado de tener
una base firme para su trabajo. Y si vamos a contender en esta guerra, nuestras almas
deben estar en paz con respecto a nuestra aceptació n con Dios. La tortura de la duda y
el tormento del miedo será n fatales para nuestra realizació n digna de ese nombre.
Debemos tener paz con Dios; y tenemos esto só lo en virtud del sacrificio expiatorio de
Cristo. (2) El antídoto de nuestro pecado. Muchos piensan que la doctrina del perdó n
completo y gratuito a través de la sangre de Cristo es una doctrina que alienta a los
hombres en pecado. Argumentan que lo que es tan libremente perdonado será
libremente incurrido. El hijo mayor de la pará bola pensó que era escandaloso que su
joven hermano fuera perdonado tan libremente por su padre, por lo que "estaba
enojado y no entraba". Y alguna vez ha habido gente que ha pensado esto. Pero
apelamos a los registros de la Iglesia. ¿Quiénes han sido los má s fieles, los má s puros,
los má s semejantes a Cristo? ¿No han sido ellos los que se han aferrado, como lo hizo
Pablo, a esta bendita verdad con todo su corazó n? Y apelamos a la experiencia. ¿No es
la memoria de nuestro Señ or crucificado lo que es poderoso para la purificació n del
corazó n? ¿Pueden el recuerdo de su amor y el amor del pecado permanecer juntos? Es
imposible. Así que la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. (3) Trabaja en
nosotros la paciencia. Có mo esto es necesario, en una guerra como la que el creyente
tan probado tiene que librar, es evidente. Bienaventurado el que perdura. ¡Pero qué
ayuda para tal paciente perdurabilidad se encuentra en el ejemplo de nuestro Señ or!
Pensamos en él con toda su santa mansedumbre; có mo "como oveja antes que sus
esquiladores es tonta", etc. Y mientras contemplamos ese patró n perfecto de paciente
que soporta el mal, ¡có mo nuestras propias pruebas y tristezas se vuelven poco, y cada
vez menos en comparació n con el suyo! (4) La inspiración de nuestro amor. "Alejandro,
César, Carlomagno y yo", dijo Napoleó n, "fundamos grandes imperios; pero ¿de qué
dependían las creaciones de nuestro genio? A la fuerza. Só lo Jesú s fundó su imperio
sobre el amor, y hasta el día de hoy millones morirían por él". Así, la sangre del
Cordero se convierte para nosotros en un poder real, en virtud del cual vencemos. 2.
La palabra de su testimonio. Esto se une a lo que tenemos pero del que ahora
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suficiente para dar cuenta de todo el mal que encontramos, entonces se puede decir
que nuestra propia naturaleza es suficiente para dar cuenta de todo el bien que
encontramos. (4) No es suficiente decir que el mal es la mera ausencia de bien, una
cualidad negativa, no positiva. Eso solo empuja la pregunta má s atrá s, y nos lleva a
preguntarnos: ¿Por qué la ausencia de una cualidad debería causar tanta miseria en el
entorno que ha dejado? Si la tierra no se hubiera hecho incapaz de luz aparte del sol,
no habría oscuridad. La oscuridad, por lo tanto, y el mal también, requieren una causa,
son una creació n distinta. 2. La Biblia afirma tal existencia. Tomemos só lo un ejemplo
de las muchas afirmaciones de esta verdad. Nuestro Señ or nos enseñ ó a orar: "No nos
dejes caer en la tentació n, sino líbranos del maligno". É l acababa de salir de un
conflicto temeroso con ese maligno, y por lo tanto nos pide que así oremos. Si las
palabras de nuestro Señ or, y las de sus apó stoles, no enseñ an la personalidad y la
existencia real de Sataná s, entonces no se podría idear ningú n lenguaje que lo
enseñ ara. 3. Y es una buena noticia, un evangelio. Porque el mal que se resume en una
persona, en una sola cabeza, destruye eso, como será destruido, y el mal deja de ser
(cf. historia del emperador romano, que deseaba que toda Roma tuviera un solo
cuello, para poder destruirla de un golpe; en un sentido muy real es así con el reino
del mal). Sataná s irrumpió como un lobo en el redil, no tiene un lugar inherente
legítimo en él, y puede ser expulsado, o destruido por el buen Pastor, y lo será .
II. NOS ENSEÑ A QUE EL PODER DE SATANÁ S ES LIMITADO . Sería terrible pensar lo
contrario. En los momentos oscuros los hombres se sienten tentados a pensar. El
pesimismo así lo piensa. Y se puede preguntar: ¿Por qué el mal no debe ser eterno y
bueno? Toda la doctrina de la evolució n está en contra de ella. Vemos perpetuamente
que las formas inferiores de vida dan lugar a las má s altas, cuanto menos buenas a
mejores. Así es en todos los departamentos de la vida. El má s apto sobrevive. El no
apto desaparece. Por lo tanto, creemos en el límite que enseñ a el texto. Toda la Biblia
lo afirma. Enseñ arlo es casi la razón de ser de la Biblia. Y si bien en la hipó tesis má s
razonable —que nuestra vida aquí no es má s que una escuela, una educació n—
podemos explicar, al menos en gran medida, la presencia del mal en sus variadas
formas, a pesar de, e incluso porque, la sabiduría infinita, el poder y la bondad está n a
la cabeza de todas las cosas; pero si el diablo es cabeza de todos, entonces no hay
explicació n para el bien mucho y mú ltiple que sabemos que existe y aumenta día a día.
Creyendo, por lo tanto, que reina la beneficencia, el mal debe tener un fin.
III. EXPLICA LA VIRULENCIA DEL MAL EXISTENTE ENTRE LOS HOMBRES. Dice que es porque
Sataná s está en "gran ira, sabiendo eso", etc. Tal representació n está de acuerdo con el
cará cter maligno que la Biblia siempre atribuye, y que debe pertenecer a, Sataná s. Vea
en las narraciones evangélicas, cuando se le ordena que salgan de aquellos de los que
había tomado posesió n, con qué violencia los maltrata, los derriba, los derriba, los
arroja a convulsiones, etc. Es lo que Sataná s haría y hace. Y en la experiencia cristiana
existe la contrapartida de esto (cf. el "Progreso del peregrino" de Bunyan).
IV. NOS LLEVA A PREGUNTARNOS: ¿POR QUÉ SE NOS DICE TODO ESTO? Era y es: 1. Para
evitar la consternación, el desconcierto y la desesperación. Uno puede entender có mo
no pocos serían, para muchos todavía, sujetos por estos enemigos de la fe. 2. Inspirar
esperanza y coraje, paciencia y confianza. ¡Cuá n calculadas para prestarnos este alto
servicio son estas enseñ anzas! 3. Para que podamos decírselos a los demás. Muchos, sin
.S.C. S. CONWAY
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antagó nicos: la luz y la oscuridad, el pecado y la santidad, Cristo y Sataná s, "los
factores apropiados de la historia". Esta visió n es, para nosotros, una de advertencia y
amonestació n. Aprendemos las condiciones en las que tenemos la vida. Nuestros
corazones son el campo de batalla, y por el dominio sobre ellos las dos fuerzas
compiten. Nuestro deber es claro. 2. El cuidado Divino de la Iglesia. El "desierto" no es
un lugar de peligro, sino de seguridad. La ciudad, con su corrupció n, es el lugar mortal.
Es cierto que el desierto no ofrece lujo; pero el lujo es peligro. En el desierto la Iglesia
es alimentada y alimentada. Dios ha preparado las condiciones de seguridad para su
Iglesia durante los tiempos de la gran contienda que luego será detallada. Entonces
deja que el humilde discípulo tenga fe y esperanza. El Señ or lo defenderá en el día de
la batalla, y lo alimentará para la vida eterna.—R. G.
Vers. 7–12.—Guerra y triunfo. Las cosas celestiales ("en el cielo") está n
representadas de nuevo por una batalla, una guerra. Siempre hay contenció n en la
tierra entre las fuerzas que son malas y las que son Divinas. La historia de la raza
humana es la historia de una lucha eterna, una lucha entre los elementos celestiales y
terrenales; lo bueno y lo malo; la carne y el espíritu. Aquí todas las fuerzas
contendientes está n ligadas bajo dos grandes capitanes, "Michael" y "el dragó n".
"Miguel y sus á ngeles saliendo a la guerra con el dragó n"; y "el dragó n guerreó y sus
á ngeles". No hay dificultad en descifrar sus nombres. "Miguel" es el á ngel del Señ or,
"que es como Dios". Es él quien entra en "la casa del hombre fuerte, y estropea sus
bienes"; el que "trae a la nada al que tiene el poder de la muerte, es decir, el diablo"; el
que "se manifestó para este propó sito, para que pueda destruir las obras del diablo".
Sí, es él, el "Rey de reyes y Señ or de señ ores". Y el dragó n se afirma expresamente
(ver. 9) ser "la serpiente vieja, la que se llama el Diablo y Sataná s". Esta escena es la
escena central de todo el libro, y representa la lucha incesante. La cuestión no es
dudosa. Para el consuelo de la Iglesia, en todas las épocas de su lucha, "la gran voz en
el cielo" proclama "la salvació n, y el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de
su Cristo". La lucha se representa en otra parte. Aquí está la simple palabra de triunfo.
1. "Ellos [el dragó n y sus á ngeles] no prevalecieron" 2. Fueron expulsados: "Tampoco
se encontró su lugar má s en el cielo". 3. Fueron completamente derrotados: "El gran
dragó n fue derribado", "y sus á ngeles fueron derribados con él". 4. El reinado
triunfante del Redentor sigue: "Ahora viene la salvació n, y el poder, y el reino de
nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo". Las palabras del gran coro se elevan a
nuestros labios: "Y reinará por los siglos de los siglos". El acusador es silenciado.
"¿Quién es él ese condemeth?" 6. El triunfo se remonta a su verdadera fuente. (1) "Lo
vencieron por la sangre del Cordero, y (2) por la palabra de su testimonio"; y (3) por
toda su devoció n: "Y no amaron su vida hasta la muerte". 7. El consiguiente jú bilo
celestial: "Por tanto, alégrate, oh cielos, y vosotros que habitá is en ellos".
Verdaderamente es bendito el que lee y entiende estas palabras. Aquí el triunfo final
de lo celestial sobre lo terrenal, lo sensual, lo diabó lico, se representa claramente y se
afirma innegablemente.—R. G.
Vers. 13–17.—Seguridad en la persecución satánica. La derrota anticipada, una
derrota ya efectuada en los consejos divinos, excita la ira del dragó n, que lee con
.R. G. R. VERDE
.R. G. R. VERDE
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Pá Gina . Exportado de Verbum, 6:10 p. m. 16 de marzo de 2022.
seguridad su propia condenació n y subyugació n en esa "sangre del Cordero" que las
manos de sus propios "crueles y malvados" derramaron. El tiempo de su poder es
limitado; es "poco tiempo". Sataná s enfurecerá su hora y perseguirá a la mujer. Así
somos traídos de vuelta a la parte anterior de la visió n, y contemplamos:
I. LA PERSECUCIÓ N SATÁ NICA DE LA IGLESIA DE DIOS . Juan está hablando desde las
profundidades a la Iglesia en todas las épocas, durante las cuales el mismo espíritu
virulento se desahogará . ¡Cuá ntas veces el pequeñ o rebañ o ha tenido que mirar estas
palabras, cuando el lobo voraz se ha dispersado, devorado y desgarrado! Debe ser
necesario que vengan las persecuciones. El espíritu celestial se encuentra con una
oposició n tan grande en lo terrenal, que no puede haber concordia. La gran promesa
hecha a la demanda: "¿Qué tendremos, pues?", se cierra con el temido anuncio, "con
persecuciones". Siempre lo es; pero no solo así.
II. LA PROTECCIÓ N DIVINA DE LA IGLESIA PERSEGUIDA. El Señ or provee para los suyos: "Ni
un pelo de tu cabeza perecerá ". La seguridad de la Iglesia es representada por su
morada y alimento en el desierto. La Iglesia perseguida vuela a su lugar. Dios ha
preparado para ella un lugar seguro. Ella vuela con alas que él también le ha dado. ¡Ah!
él "lleva en las alas de las á guilas" como de antañ o. É l ha proporcionado un lugar, má s
bien una condició n, o estado, en la tierra, para los suyos. Es uno de resistencia. No
podía ser uno de lujosa autoindulgencia, que la vida de la ciudad representaría. "No
amaban sus vidas". Es una condició n de sufrimiento, de negació n y privació n. Toman
la cruz. Las palabras está n tan entrelazadas con nuestro discurso comú n, que la figura
se vuelve familiar para todos nosotros. Pero Dios "nutre" a su pueblo en su vida en el
desierto. É l los alimenta con maná , pan del cielo. No se va, ni los abandona. Las viejas
palabras vienen a nuestros pensamientos: "Habitará n sanos y salvos en el desierto";
"La sedré, y la llevaré al desierto, y le hablaré có modamente;" "¿Quién es este que
viene del desierto, apoyá ndose en su Amado?" Es el lugar de la disciplina, el
entrenamiento y las dificultades, de probar y poner a prueba. Pero es el lugar de
bendició n. A través de ella guía a su pueblo como un rebañ o. É l va delante de ellos, y
es su Retaguardia, su Defensa y Salvació n. É l los guiará con seguridad y gentileza
incluso a la tierra prometida. Los días de desierto terminará n. Hay un límite. No es
má s que por "un tiempo, y tiempos, y medio tiempo". —R. G.
Vers. 1–6.—La cristiandad social y la paternidad social. "Y apareció una gran
maravilla en el cielo", etc. ¡Qué objetos extrañ os puede crear la imaginació n humana, o
en un estado pasivo recibir! ¡Qué extraordinario sueñ o o visió n es esta del ermitañ o
apostó lico en Patmos! "Una mujer dispuesta con el sol, con la luna bajo sus pies, y una
corona de doce estrellas alrededor de su cabeza, produce un hombre-niñ o. Un enorme
dragó n escarlata con diez cuernos y siete cabezas diademadas, cuya cola barre tras
ella la tercera parte de las estrellas a la tierra, se para ante ella para devorar al niñ o en
el momento en que nace, ya que el niñ o debe gobernar a las naciones con una vara de
hierro. Pero el niñ o es arrebatado al trono de Dios, y la mujer vuela al desierto, donde
es alimentada durante mil doscientos sesenta días". Tomaré esta extrañ a criatura de
la imaginació n como he tomado las otras visiones, no para representar cosas de las
que no sabemos nada, sino para ilustrar algunas realidades importantes con las que
.R. G. R. VERDE
H. D.M. Spence-Jones, ed., Revelación, The Pulpit Commentary (Londres; Nueva
York: Funk & Wagnalls Company, 1909).
Pá Gina . Exportado de Verbum, 6:10 p. m. 16 de marzo de 2022.
estamos má s o menos familiarizados. Hay dos temas aquí: (1) la cristiandad social y
(2) la diabólica social.
I. LA CRISTIANDAD SOCIAL. Por "cristiandad social" me refiero a la existencia de Cristo
en una sociedad humana, o en una comunidad de hombres. Utilizo este lenguaje en
preferencia al término "Iglesia", para ese término ahora, ¡ay! rara vez representa la
cristiandad, pero a menudo al revés. Las expresiones en la comunidad episcopal,
"nuestra Iglesia" y, en el dominio inconformista, "nuestras Iglesias", son, ¡ay! lo
suficientemente lejos de representar a Cristo, ya sea en sus doctrinas, ética o espíritu.
El amor abnegado es la esencia de la cristiandad; pero ¿dó nde encontramos eso, ya sea
en "nuestra Iglesia" o en "nuestras Iglesias"? La cristiandad es paz, antipatía eterna a
toda ira, resentimiento, ambició n, guerra. Pero "nuestra Iglesia" le da a la guerra una
sanció n, una licencia, una bendició n. La palabra "Iglesia", por lo tanto, en su sentido
convencional, la repudio como una calumnia sobre Cristo. Usando esta visió n, por lo
tanto, para ilustrar la cristiandad social, se sugieren dos observaciones con respecto a
la sociedad o comunidad en la que Cristo vive y obra. 1. Es glorioso. "Una mujer vestida
[arreglada] con el sol, y la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce
estrellas" (ver. 1). Está rodeado de los rayos solares de la verdad Divina. Bajo los pies
está el mundo. Pisotea toda mundanidad en su espíritu y objetivos. Alrededor de su
frente, como una diadema sin igual, hay doce estrellas. La verdadera Iglesia como
comunidad de hombres cristianos, Cristo en idea, espíritu y bú squeda, es el objeto má s
glorioso bajo los grandes cielos. Revela má s de Dios que todos los globos que ruedan a
través de la inmensidad. Es una Iglesia gloriosa. La Iglesia convencional es un
adulador rastrero; la verdadera Iglesia como soberana coronada. 2. Se está
multiplicando. "Ella estando con el niñ o lloró , se esforzó en el parto y le dolió ser
entregada" (ver. 2). La verdadera Iglesia no es estéril ni estéril, sino de otra manera;
es fecundante y multiplicador. Se sugieren tres observaciones con respecto a su
descendencia: (1) Se produce con dolor. "Con dolor al ser entregado". "Toda la vida",
se ha dicho, "amanece en angustia, segú n el fiat (Génesis 3:16)". Hay una angustia de
la Iglesia que Cristo puso sobre ella; es la ley de su vida que debe traer a Cristo al
mundo, pero no puede obrar la liberació n sin conocer el sufrimiento. Pablo habla de sí
mismo como "tribulador en el nacimiento". ¿Quién conoce la angustia de aquellos que
se esfuerzan fervientemente por formar a Cristo en los hombres y por sacarlo a la luz?
¿Qué es la religió n genuina y personal sino Cristo en los hombres, trabajando dentro
de ellos para "querer y hacer su propio bien placer"? (2) se presenta para gobernar. "Y
ella dio a luz a un hombre-niñ o que debía gobernar a todas las naciones con una vara
de hierro" (ver. 5). Todo converso de Cristo es un gobernante, nace para gobernar. El
servilismo y el flunkeyismo en todas sus formas son ajenos a sus instintos y espíritu.
Sus instintos y porte son imperiales. Todos los descendientes de la verdadera Iglesia
son reyes, así como "sacerdotes para Dios". (3) Está destinado a la comunió n Divina.
"Y su hijo fue arrebatado a Dios, y a su trono" (ver. 5). Cualesquiera que sean las
pruebas de los verdaderamente cristianos, aquí está el final. Sublime destino este.
"Dios nos ha levantado juntos, y nos ha hecho sentarnos juntos en lugares celestiales
en Cristo Jesú s". Aunque la madre tuvo en sus pruebas y persecuciones huir al
"desierto", incluso allí estaba segura. "Ella tenía un lugar preparado por Dios".
Conclusió n74 Lea en los diarios de la época la conducta de nuestro ejército entre
los soudaneses: también un pequeñ o trabajo titulado, 'Mimar a los egipcios'.
.D. T. D. TOMÁ S
H. D.M. Spence-Jones, ed., Revelación, The Pulpit Commentary (Londres; Nueva
York: Funk & Wagnalls Company, 1909).
Pá Gina . Exportado de Verbum, 6:10 p. m. 16 de marzo de 2022.
respectivos seguidores o á ngeles. Cristo y sus discípulos representan al uno. É l es el
"Capitá n de la salvació n"; todos sus discípulos se alistan como sus soldados, está n
inspirados con su propó sito y luchan bajo su bandera. El "dragó n", llamado el diablo y
Sataná s, y sus votantes, representan al otro. No hay un hombre que respire que no
esté activamente involucrado en uno u otro de esos ejércitos. La gran pregunta a
determinar es: "¿Quién está del lado del Señ or?" —el lado de la realidad moral, el
derecho y la benevolencia. "El que no está conmigo está contra mí".
II. LAS CUESTIONES DEL CONCURSO. 1. El único ejército estaba completamente
desconcertado. ¿Qué fue de ellos? "Y no prevaleció ; tampoco se encontró su lugar en el
cielo" (ver. 8). El príncipe de este mundo es expulsado. Un Má s fuerte que él ha
entrado en el palacio, y es vencido, y "le ha quitado toda su armadura en la que
confiaba, y ha dividido su botín".
"É l, el poder Todopoderoso
Hurl'd de cabeza ardiendo desde el cielo etéreo,
Con horrible ruina y combustió n, abajo
A la perdició n sin fondo; allí para morar
En cadenas adamantinas y fuego penal
Que durst desafía al Omnipotente a las armas".
(Milton.)
2. El otro ejército fue sublimemente triunfante. Observa: (1) La canció n triunfante.
"Y oí una voz fuerte [grande] que decía en el cielo: Ahora viene la salvació n, y la fuerza
[el poder], y el reino de nuestro Dios" (ver. 10). El pæan celestial proclama la
liberació n del hombre, el reino de Dios y la adoració n de Cristo, y retrata en la
delineació n grá fica a la víctima miserable como el "acusador de nuestros hermanos
ante Dios día y noche" (ver. 10). (2) Las armas triunfantes. ¿Có mo se ganó la victoria?
a) Por la vida de Cristo. "La sangre del Cordero". ¿Qué significa esto? b) Por la Palabra
de verdad. "Por la palabra de su testimonio" (ver. 11). El Verbo Divino es la espada
que todo lo conquista. c) Por amor abnegado. "No amaron sus vidas hasta la muerte"
(ver. 11). El amor abnegado es el espíritu inspirador en esta guerra. "El Dios de paz
herirá a Sataná s bajo tus pies en breve" (Rom. 16:20).
CONCLUSIÓ N. El mal en esta tierra, aunque es fuerte, tiene a la multitud y al imperio
de su lado. Aunque ha vivido mucho tiempo, ha ganado victorias y es activo y vigoroso
hasta esta hora, no vivirá para siempre. Su destino está sellado, su cabeza está
magullada, sus extremidades se marchitan y su muerte se acerca. Lo que Cristo mismo
vio algú n día será atestiguado por un universo adorador. "Vi a Sataná s caer como un
rayo", etc.—D. T.
Ver. 11.—Conquista moral ganada por medio de Cristo. "Lo vencieron por la sangre
del Cordero". Es trillado, pero siempre solemnemente cierto, decir que la vida es un
combate. Los antagonistas morales del alma nos encuentran en todas partes en todos
los departamentos de la vida, círculos de la sociedad, esferas de acció n. No, se
levantan dentro de nosotros. Estos só lo pueden ser vencidos por la "sangre del
Cordero", es decir, por la vida abnegada de Cristo.
.D. T. D. TOMÁ S
H. D.M. Spence-Jones, ed., Revelación, The Pulpit Commentary (Londres; Nueva
York: Funk & Wagnalls Company, 1909).
Pá Gina . Exportado de Verbum, 6:10 p. m. 16 de marzo de 2022.
I. ES
A TRAVÉ S DE SU SANGRE (O VIDA) QUE DESPERTAMOS NUESTRO ANTAGONISMO CON EL
MAL MORAL. ¿Dó nde aprendemos la vileza, la enormidad, la ruinosidad del pecado,
como lo aprendemos en la cruz? Allí, de hecho, "el pecado parece excesivamente
pecaminoso". Cuando estamos capacitados para mirarlo a la luz de esa cruz, toda el
alma se eleva en oposició n decidida a ella.
II. ES A TRAVÉ S DE SU SANGRE (O VIDA) QUE OBTENEMOS NUESTRAS ARMAS SUMINISTRADAS.
¿Cuá les son las armas con las que se debe restaurar el mal? 1. UN CONOCIMIENTO CLARO
DEL DERECHO. Es só lo por el bien que el mal puede ser sofocado Su vida fue la
encarnació n inteligible. y la demostració n convincente del derecho moral. 2. Un amor
inflexible por lo correcto. Lo correcto como idea no es un arma. Pero justo como un
amor se convierte en un instrumento triunfante en esta guerra.
III. ES A TRAVÉ S DE SU SANGRE (O VIDA) QUE OBTENEMOS NUESTRO CORAJE INSPIRADO . En
esta guerra requerimos un coraje inquebrantable e invencible, un coraje que nos
impulse a luchar, incluso hasta la muerte. ¿De dó nde viene esto? Só lo de Cristo. Su
espíritu de autosacrificio es el alma de todo verdadero coraje.—D. T.
Vers. 12–17.—La derrotabilidad del diablo. "Por tanto, alégrate, cielos, y vosotros
que habitá is en ellos. ¡Ay de los habitantes de la tierra y del mar!", etc. Esta porció n de
la visió n de Juan ilustra cuatro hechos de gran importancia y de interés vital para
todos los hombres.
I. TAN PODEROSO COMO ES EL AMO-DEMONIO DEL MAL, NO ES PRUEBA CONTRA LAS DERROTAS .
"Por tanto, alégrate, vosotros [oh] cielos, y vosotros que habitá is en ellos" (ver. 12). 1.
Aquí hay una derrota implícita. Los esfuerzos de este demonio incomparable, por muy
sabiamente dirigidos y poderosamente realizados, está n cada vez má s expuestos al
fracaso. No hay nada permanente en el error, no hay estabilidad en el mal. Todos los
sistemas contrarios a los hechos e injustos en principio no son má s que casas en la
arena del tiempo. Las leyes del universo fluyen en un volumen cada vez mayor contra
el mal. El diablo es verdaderamente un agente derrotable; no tiene poder sobre
aquellos que está n pretensados con bondad. "El príncipe de este mundo viene y no
encuentra nada en mí". El mandamiento es: "Resiste al diablo, y él huirá de ti". A
medida que la luz se extiende y la virtud crece, todos los esquemas de maldad,
políticos, sociales y religiosos, se rompen en pedazos y caen a la ruina. 2. Aquí hay una
derrota justamente exultable. "Alégrate, cielos". En cualquier cielo en que se presencie
esta derrota, ya sea en el alma individual o en el círculo social, es motivo de regocijo.
En cada error corregido, en cada prejuicio aplastado, en cada propó sito impío roto, en
cada impulso impuro conquistado, llega al alma el mandamiento: "Alégrate, cielos". Es
la alegría del preso que abandona su celda, del paciente que vuelve a la salud.
II. POR GRANDES QUE SEAN SUS DERROTAS, NO APAGAN SU ANIMOSIDAD. "¡Ay de los
habitantes de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo
gran ira, porque sabe que no ha hecho sino poco tiempo". Cazado desde una arena,
entra en otra, ardiendo de indignació n, y má s aú n cuando siente que su tiempo para el
trabajo se está acortando. "No tiene má s que poco tiempo". "Cuando el espíritu impuro
se ha ido de un hombre, camina por lugares secos, buscando descanso y no
encontrando ninguno". Es "un leó n rugiente, que va buscando a quién devorar". A
medida que cada derrota debilita su poder, contrae su reinado y disminuye sus
.D. T. D. TOMÁ S
H. D.M. Spence-Jones, ed., Revelación, The Pulpit Commentary (Londres; Nueva
York: Funk & Wagnalls Company, 1909).
Pá Gina . Exportado de Verbum, 6:10 p. m. 16 de marzo de 2022.
oportunidades, su naturaleza maligna se vuelve má s intensa en el odio. Como la voraz
bestia del desierto, su incapacidad para sujetar sus colmillos en una víctima le abre el
apetito por otra. El mal es insaciable.
III. QUE SU ANIMOSIDAD ESTÁ ESPECIALMENTE DIRIGIDA CONTRA LA VERDADERA IGLESIA . "Y
cuando el dragó n vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que dio a
luz al hombre-niñ o" (ver. 13). Que la mujer se erija como emblema de la Iglesia de la
época, o colectivamente los hombres cristianos, y tenemos ante nosotros una imagen
del poderoso demonio atormentá ndola a ella y a su progenie. Leemos que "la
serpiente echada de su agua de boca como una inundació n [río] después de la mujer"
(ver. 15). Y de nuevo, "El dragó n fue [encerado] con la mujer, y se fue [lejos] a hacer la
guerra con el remanente [resto] de su simiente" (ver. 17). ¿Qué demonios odia má s y
anhela aplastar? No la política, el aprendizaje, el comercio, la ciencia, la literatura, el
arte. Ninguno de estos como tal, sino el Cristo en los hombres. Dondequiera que esté el
Espíritu de Cristo, el espíritu de ternura, humildad, amor abnegado, esto lo odia y
busca destruir. Sobre tal cosa "derrama agua como una inundació n", para que pueda
"hacer que sean arrastrados por el diluvio [arroyo]". ¿Quién dirá lo que derrama de su
boca? Falsas acusaciones, errores perniciosos, persecuciones sociales, etc.
IV. QUE LA VERDADERA IGLESIA, INCLUSO EN CIRCUNSTANCIAS DIFÍCILES, ESTÁ BAJO LA
PROTECCIÓ N ESPECIAL DEL CIELO. "Y a la mujer se le dieron dos alas de un gran á guila, para
que volara al desierto, a su lugar, donde se alimenta por un tiempo, y veces, y medio
tiempo, desde el rostro de la serpiente" (ver. 14). Nota: 1. La Iglesia está en el desierto.
"Para que ella pueda volar al desierto". El hogar de los hombres cristianos en esta
tierra siempre ha sido má s un desierto que un Canaá n: intrincado, peligroso, sombrío.
2. Aunque en el desierto, tiene enormes privilegios. (1) Está dotado de un poder celestial.
"A la mujer se le dieron dos alas de un gran á guila". Está dotado de instintos y
facultades altísimos. Al igual que el á guila, la Iglesia tiene el poder de levantarse de la
tierra, penetrar en las nubes y disfrutar del azul. "Puede montarse en alas como
á guilas". (2) Tiene toda la tierra para servirle. "Y la tierra ayudó a la mujer, y la tierra
abrió su boca", etc. (ver. 16).—D. T.
Ver. 16.—La naturaleza al servicio de la cristiandad. "La tierra ayudó a la mujer".
Por consentimiento comú n, "la mujer" aquí significa humanidad redimida, o los hijos
de Dios colectivamente, o, en otras palabras, lo que se llama la Iglesia. 1. Su apariencia
es maravillosa. "Vestido con el sol". 2. Su progenie es maravillosa. "Ella dio a luz a un
niñ o varó n". 3. Su antagonista es maravilloso. El diablo es el gran enemigo de la
humanidad redimida, y la descripció n dada de él indica que es un ser de fuerza
estupenda y malicia. 4. Su influencia es maravillosa. Los seres sobrenaturales se
involucran en un conflicto feroz por su cuenta. Había guerra en el cielo. El tema aquí
es la Naturaleza sirviendo a la cristiandad. La tierra — la naturaleza — "ayudó a la
mujer" — encarnaba el cristianismo. La naturaleza ayuda a la cristiandad de varias
maneras.
I. POR SUS GRANDES REVELACIONES. La naturaleza revela todos los grandes temas que
constituyen el fundamento mismo de los descubrimientos bíblicos. 1. Existe Dios. Toda
la naturaleza proclama, no só lo su existencia, sino su personalidad, unidad,
espiritualidad, sabiduría, bondad, poder. 2. Existe la ley. Cada parte está bajo el
.D. T. D. TOMÁ S
H. D.M. Spence-Jones, ed., Revelación, The Pulpit Commentary (Londres; Nueva
York: Funk & Wagnalls Company, 1909).
Pá Gina . Exportado de Verbum, 6:10 p. m. 16 de marzo de 2022.
riguroso reinado de la ley. Cualquier infracció n de las leyes de la naturaleza conlleva
sanciones. 3. Hay mediación. El principio de mediació n atraviesa toda la naturaleza. Un
elemento, un agente, un ser, en todas partes sirviendo a otro. 4. Hay responsabilidad.
En el mundo humano, los hombres son reconocidos en todas partes como
responsables, los hombres en todas partes sienten su responsabilidad. 5. Hay misterio.
Hay una neblina sobre toda la naturaleza. Cada parte tiene arenas que ningú n
intelecto puede penetrar. Todo el universo parece flotar en el oscuro mar del misterio.
Ahora, todos estos temas que encontramos en la naturaleza los encontramos también
en la Biblia. Por lo tanto, la naturaleza viene, también, a ilustrar el significado de la
Biblia y confirmar su verdad. Es una gran pará bola. Por lo tanto, "la tierra ayuda a la
mujer".
II. POR SUS IMPRESIONES MORALES. La naturaleza es adecuada para hacer impresiones
sobre la tierra que se correspondan exactamente con las que el cristianismo ensaya
producir. 1. El sentido de dependencia. ¡Cuá n infinitesimalmente pequeñ o hombre se
siente al lado de las grandes colinas, enfrentando la ondulació n del océano, y bajo las
horribles estrellas! En medio de la majestuosidad de las apariencias de la Naturaleza,
se siente a sí mismo como nada, y menos que nada. Se siente llevado como una paja
sobre la inundació n sin resistencia del destino. 2. Reverencia. ¡Cuá n grande aparece
Dios en la naturaleza, tanto en el minuto como en lo vasto! "Un astró nomo desédito
está loco". Hay un espíritu en la naturaleza que parece decir a toda alma pensativa:
"Quita tus zapatos de tus pies", etc. 3. Contrición. Las corrientes de bondad Divina
parecen brotar de cada cuchilla, fluyen en cada rayo, laten en cada ola de aire, y son
vocales con reproche al hombre culpable por su ingratitud y desobediencia hacia su
Hacedor. 4. Adoración. Al oído de la razó n, mil voces hablan al hombre: "Haz un ruido
gozoso al Señ or, canta el honor de su Nombre". Ahora, estas son só lo las impresiones
que el evangelio pretende producir; y así la naturaleza sirve al cristianismo
esforzá ndose por producir los mismos resultados espirituales; y de esta manera, de
nuevo, "la tierra ayuda a la mujer".
III. POR SUS INVENCIONES MULTIPLICADAS. Los hombres, al estudiar la naturaleza y
emplear sus leyes, elementos y fuerzas para sus usos intelectuales y temporales, han
alcanzado aquellas artes que son altamente conducentes al avance del cristianismo. 1.
Hay mercancía. El comercio reú ne a las naciones má s remotas en un interés comú n.
Los medios para exportar mercancías está n disponibles para exportar la Palabra de
Dios. 2. Está la prensa. La prensa es una invenció n de la naturaleza, y una invenció n
que es admirablemente adecuada para avanzar en el cristianismo. Ya ha llevado el
evangelio a la parte má s distante de la tierra. 3. Hay pintura. El arte por el cual el
hombre transfiere las formas de la naturaleza, y encarna su propia concepció n de la
belleza en el lienzo. Por este noble arte, las escenas y los personajes de la Biblia, e
incluso nuestro bendito Señ or mismo, son traídos con una realidad vívida bajo el aviso
de los hombres. 4. Hay música. El arte má gico que capta los sonidos flotantes de la
naturaleza y los teje en cepas de melodía que despiertan los sentimientos má s
profundos. Nunca la verdad llega con una majestuosidad tan extrañ a al corazó n como
cuando viene flotando en la ola de la melodía. 5. Hay gobierno. El gobierno es de la
tierra, terrenal; pero ayuda al cristianismo. El gobierno romano, en las primeras
EXPOSICIÓN
.D. T. D. TOMÁ S
H. D.M. Spence-Jones, ed., Revelación, The Pulpit Commentary (Londres; Nueva
York: Funk & Wagnalls Company, 1909).
Pá Gina . Exportado de Verbum, 6:10 p. m. 16 de marzo de 2022.