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LOS NOMBRES DEL DIABLO

Se suele usar, indistintamente y con patente error “diablo” y “demonio”. Se suele pensar
que son sinónimos. Pero la Biblia distingue: “demonios” son muchos: todos los ángeles
rebeldes contra Dios…. (Daimon, griego: genio, o una especie de ser intermedio: Los dioses,
los héroes, los daimones, y los hombres… No necesariamente una entidad maléfica para los
griegos, pero en la acepción cristiana, en el NT designan a los ángeles caidos y rebeldes)

De alguno demonios sabemos su nombre. Y al primero, que hacia cabeza entre ellos, le
llamamos Diablo.

Es decir, demonios hay muchos, Diablo sólo uno, el más importante de ellos. Siempre, en la
tradición católica, se usa diablo en singular. Diablo es como llama el Nuevo Testamento a
Satán (del griego “diaballo”: acusar, dividir)

Satán o Satanás le llama el Antiguo Testamento (el acusado, el adversario, en hebreo). Es el


más poderoso de los demonios.

Por lo tanto Satanás y el Diablo identifican al mismo principe de los demonios

Otros demonios en la Sagrada Escritura son: Belcebú, Asmodeo, Meridiano, Belial…

El eminente biblista Francesco Spadafora apunta que en En hebreo recibe el nombre de


has-satán ‘el adversario’ (Job 1,6. 9. 12; 2, 3.4.6. 7; 1 Par 21, 1; Zac 3, 1. 2)

En el griego de los Setenta se lee diabolos, ‘acusador’ para traducir el hebreo has-satán: y
también sar y sorer, ‘enemigo’ (en Est 7, 4; 8, 1); hállase también el termino daímon con el
que los griegos denominaban principalmente a los genios tutelares inferiores a los dioses;
pero la versión de los Setenta los emplea para nombrar al diablo, traduciendo los nombres
hebreos se’îrìm (Lev 17, 7; 16, 8. 10; 2 Par 11, 15; Is 13, 21; 34, 14); sedîm (Dt 32, 17; Sal
106, 37; acadio Sidu); elîlîm (Sal 96, 5), Siyyîm (Is 34, 14).

Se presenta como principal responsable de la caída de nuestros primeros padres (Gén 3, 1


ss.; cf. Sab 2, 24; Jn 8, 44; Heb 2, 14; Ap 12, 9; 20, 2); como espía que acusa a los hombres
ante Dios y los tienta para lograr su condenación (Job 1, 6 ss.; 1 Par 21, 1; Zac 3, 1 s.). Al
diablo de la lujuria, al que se vence con la mortificación y la oración, se le llama Asmodeo
en Tob 3, 8; 6, 8 ss.; 12, 3. 14. Según cierta opinión rabínica seguida por Orígenes (PG 11,
1364) y renovada por los modernos, el Azazel de que se habla en Lev 16, 8, ss. para el día de
la expiación, sería un diablo y precisamente el príncipe de los diablos. Pero probablemente
Azazel no es más que un nombre del macho cabrio expiatorio, lanzado al desierto.

En el NT el término en singular (ho diabolos) es empleado 39 veces en este sentido de


enemigo de Dios y de sus fieles; en plural es empleado en tres casos como ‘acusador’ (1
Tim 3, 11; 2 Tim 3, 3; Ju 2, 3). Aparece también 36 veces ó satanás, y las voces afines oi
daimones (Mt 8, 31) y tò daimonion (63 veces, 27 en singular y 36 en plural). En Ap 12, 9 y
20, 2 el diablo o satanás es identificado con el dragón. Llámasele también el ‘tentador’ ó
peirázon: Mt 4, 3); el ‘maligno’ (ponerós: Act 19, 12; 1 Jn 2, 13); el ‘espíritu inmundo’) tò
àkazarton: Mt 12, 43); en Ap 12, 10 se le da el calificativo de ‘acusador de nuestros
hermanos (los cristianos) que les acusa ante Dios día y noche’, y en relación con el juicio
que nos espera, se le llama también ‘el adversario en el tribunal’ (ho antidikos: 1 Pe 5, 8).

Y se le llama con apelativos muy definitorios: el Acusador, el Maligno, el Tentador, el Padre


de la mentira, el Príncipe de este mundo, el Enemigo, Dragón, Serpiente…Espíritu inmundo.

Abundar más en detalles de nombres y particularidades morbosas de los demonios es algo


muy presente en una literatura mágica y ocultista que tiene tanto de fiabilidad como los
autores y editoriales que las sostienen. Pero la tradición cristiana siempre se ha dedicado
más a la definición, a las esencias y naturaleza, que a los detalles morbosos.

Nosotros nos quedamos, como no podría ser de otra manera, con lo que sabemos que es
verdad. El dato revelado. La Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia.

Hablemos de Lucifer. “Portador de la luz”. La tradición cristiana usa este nombre como
sinónimo de Satanás, aunque algún autor contemporáneo como el Padre Amorth, experto
exorcista, opina que es el nombre de otro demonio distinto a Satanás. Es decir que Satanás
y Lucifer no son el mismo, sino dos demonios diferentes. El Padre Fortea, parece que ha
operado una evolución en esta opinión, ya que en su obra “Summa daemoniaca” de 2020
opina igual, pero anteriormente, en “Daemoniacum” de 2002 estaba por la opinión basada
en la tradición más antigua, como el caso de Orígenes que sostenía que ambos nombres se
refieren a la misma entidad del príncipe de los demonios. Yo me quedo con la tradición.

En Apocalipsis (Ap. 12, 7-9): “Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus
Angeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Angeles combatieron pero no
prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos.Y fue arrojado el gran Dragón, la
Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado
a la tierra y sus Angeles fueron arrojados con él”

Hubo una gran batalla en el cielo, y el Arcángel Miguel combatió contra el Demonio (a
quien también se le dá el nombre de Satanás, o Dragón. y se lo llama el seductor del mundo
entero). Lucifer fué precipitado hacia la tierra para hacer la guerra a los hombres.

(Lc. 10, 18): “El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” Lo vió porque es el
Hijo eterno de Dios, igual al Padre, con Quien coexiste desde siempre.

El profeta Isaías, unos seis siglos antes de la venida de Jesús, también hace referencia a su
caída. (Is 14, 12-15): "¡Cómo has caído del cielo, Lucero de la aurora (astro rutilante), y has
sido precipitado a tierra! Tú que decías: Escalaré los cielos, pondré mi trono por encima de
las estrellas, y me sentaré en el monte más alto, en la cima de la montaña celeste; escalaré
las nubes, seré igual que Dios. ¡Has caído en el Abismo, en lo más hondo de la fosa!" La
destrucción de Babilonia que se profetiza en Isaías 13 simboliza lo que sucederá a los que
luchen contra el pueblo de Dios. Isaías 14 se refiere más específicamente al rey de
Babilonia, a quien Isaías compara con la estrella de la mañana, lucifer, elevado de forma
soberbia, como queriendo preceder a Dios en el firmamento

Este nombre de Lucifer aplicado a la caida de un príncipe babilónico sería tomado por los
Santos Padres y dadas las circunstancias aplicado a Satanás, que es precipitado desde los
cielos por su soberbia. Es San Jerónimo el primero que en su traducción e la Vulgata usa
Lucifer para referirse al lucero del alba

El Lucero del alba es una denominación popular para referirse al planeta Venus, cuando es
visible en el cielo anunciando el amanecer. Este apelativo indica su luz poderosa entre
todas las estrellas y su belleza…Siguiendo la bella tradición cristiana: Cristo es el Sol que
viene de Oriente y vence la oscuridad, María , su madre se asimila a la luna, y las estrellas
son los ángeles…entre ellas el astro más bello: Venus, estrella de la mañana, Lucifer,
portador de la luz…precipitado desde el cielo por su soberbia.

Otra confusión es la del Diablo con el Anticristo. Ap. 13 aparece las dos Bestias. Ambas
tienen entidad propia, no son Satánas…al que el Apocalipsis llama Dragón.

Frente a Cristo, el Dragón, el Dragón, el abanderado de las fuerzas del mal encabeza ahora
la rebelión decisiva y terminal, escoltado por dos auxiliares: la Bestia del Mar, que será el
dominador en el plano político (en la Escritura el mar simboliza el orden temporal) y la
Bestia de la Tierra, que llevará a cabo la falsificación del cristianismo (la tierra firme es el
símbolo de la religión); el pseudo profeta o falso profeta, como se le llama también.

Demonología es la ciencia o doctrina concerniente a los demonios.

Mucha de la literatura que se títula así misma de demonología está contaminada con
mistificaciones peligrosas, errores graves y perniciosos en cuanto Satanás, príncipe de la
mentira, es un gran sembrador de confusión

Existe, no obstante, una verdadera doctrina acerca de los demonios, una verdadera
demonología: aquella que partiendo de la revelación trata de la creación y caída de los
ángeles rebeldes, y de las diferentes maneras en que a estos espíritus caídos se les permite
tentar y afligir a los hijos de los hombres.

Lo primero que impresiona al que se acerca al estudio de este tema es la universalidad y


antigüedad de la creencia en la existencia de los demonios o espíritus malignos y de la
creencia en la posibilidad de entrar en comercio con ellos por la magia y la brujería
Esta creencia en espíritus, tanto buenos como malos, esta presente en las formas primitivas
de culto religioso; y, en consecuencia, algunos mitologistas modernos se ven inducidos a
atribuir su origen ya sea a la personificación de las fuerzas de la naturaleza —en las que
muchos han encontrado una “llave a todas las mitologías”— o al animismo, o una creencia
en la poderosa actividad de las almas de los muertos, que, por lo tanto, eran invocados y
adorados. Según esta última teoría, al principio se concibió a todos los espíritus como almas
de hombres muertos, y a partir de este animismo aborigen se desarrollaron gradualmente
los diversos y elaborados sistemas de mitología, demonología y angelología.

Pero aquí conviene distinguir entre los hechos mismos y la teoría diseñada para su
interpretación. Es un hecho que estas formas rudimentarias de culto se encuentran entre
pueblos primitivos. Pero la manera en que comenzaron y los motivos de los primeros
adoradores prehistóricos son y deben permanecer como materia de conjetura. Del mismo
modo, en lo que se refiere a estas últimas fases, es un hecho que estas creencias y practicas
primitivas tienen ciertas características en común con sistemas étnicos posteriores y más
elaborados —por ejemplo, la demonología iraní de el Avesta— y estos a su vez tienen
muchos puntos que encuentran algún equivalente en las páginas de las Escrituras y la
teología católica; pero de ningún modo se deduce de estos hechos que estas teorías fáciles
sean correctas en cuanto a la naturaleza de la conexión entre estos diversos sistemas
étnicos y cristianos. Y una consideración más detallada del tema puede servir para
demostrar que puede explicarse de otra forma más satisfactoria.

Demonología Asiria y Acadia

Universalidad de estas creencias y prácticas.

Desciframiento de los jeroglíficos cuneiformes, ha abierto el camino al estudio de la rica


literatura de Babilonia y Asiria.

De ciertos textos cuneiformes que son descritos especialmente como “religiosos”, aparece,
como señala Lenormant, que, además del culto público y oficial de los “doce grandes
dioses” y sus divinidades subordinadas, los asirios tenían una religión más sagrada y
secreta, una religión de misterio, magia y brujería. Además, estos textos “religiosos”, junto
con una gran cantidad de inscripciones “talismánicas” en cilindros y amuletos, prueban la
presencia de una demonología sumamente rica. Debajo de los dioses mayores y menores
había un vasto ejército de espíritus, algunos buenos y benéficos, otros malos y dañinos.

La antigüedad e importancia de esta religión secreta, con su magia y encantamientos de los


buenos espíritus o demonios malignos, puede deducirse del hecho de que por orden del rey
Asurbanipal, sus escribas hicieron varias copias de una gran obra mágica según un ejemplar
que había sido conservado desde una antigüedad remota en la escuela sacerdotal de Erech
en Caldea. Esta obra consistía de tres libros, el primero de los cuales está totalmente
consagrado a encantamientos, conjuros e imprecaciones contra los espíritus malignos.
Debemos recordar que estos libros cuneiformes están realmente escritos en tablillas de
arcillas, y cada tablilla de estos primeros libros que nos han llegado termina con el título
“Tablilla No. ___ de los Espíritus Malignos”

Una clase especial de estos espíritus era el sedu o toro divino, que es representado en la
conocida figura de un toro con cabeza de hombre tan común en los monumentos asirios.

Demonología Iraní

En muchas maneras una de las demonologías más notables es la presentada en el Avesta, el


libro sagrado del mazdeísmo de Zoroastro. En esta religión antigua, que a diferencia de la
de los asirios aún existe en la comunidad de los parsis, cobra mayor prominencia la guerra
entre la luz y las tinieblas, el bien y el mal. Opuesto contra el dios bueno, Ahura Mazda (u
Ormuz), con su jerarquía de santos espíritus, está alineado el reino oscuro de los demonios
o daevas bajo Ahrimán, el cruel espíritu maligno, el demonio de demonios (Daevanam
Daeva) y el cual está en guerra constante contra Ahura Mazda y sus fieles siervos como
Zoroastro.

Cabe señalar que el nombre de Daeva es un ejemplo del cambio de un sentido bueno a uno
malo que se ve en el caso de la palabra griega daimon; pues el significado original de la
palabra es “el resplandeciente” y proviene de una raíz aria primitiva div, que es asimismo la
fuente del griego Zeus y el latín deus.

Aunque hay marcadas diferencias entre los demonios de el Avesta y el diablo en las
Escrituras y la teología cristiana (pues la doctrina cristiana esta libre del dualismo existente
en el mazdeísmo), la lucha esencial entre el bien y el mal sigue siendo la misma en ambos
casos

Demonología Judía
Cuando pasamos de el Avesta a los Libros Sagrados de los judíos, es decir a la Escritura
canónica, nos sorprende la ausencia de una demonología elaborada como la de los persas y
asirios. De hecho, hay mucho sobre los ángeles del Señor, las huestes celestiales, serafines,
querubines y otros espíritus que están ante el trono o ministran a los hombres, pero la
mención de espíritus malignos es comparativamente escasa. No es que se ignore su
existencia, pues tenemos la tentación de la serpiente, en la que tanto judíos como
cristianos reconocen la obra del espíritu maligno. En Job Satanás aparece de nuevo como el
tentador y acusador del hombre justo; en Reyes es él quien incita a David a asesinar al
profeta; en el libro de Zacarías se le ve en su oficio como acusador. Un espíritu maligno
desciende sobre los falsos profetas. Saúl es afligido o aparentemente poseído por un
espíritu maligno.

La actividad del demonio en las artes mágicas es indicada en las obras realizadas por los
magos del Faraón y en la leyes levíticas contra magos o brujas. El macho cabrío era enviado
al desierto a Azazel, que algunos suponen era un demonio, y a esto se puede agregar un
pasaje notable en Isaías el cual parece respaldar la creencia general de que los demonios
habitan en lugares desolados: "Y los demonios y los monstruos se encontrarán, y los
peludos se gritarán unos a otros, allí reposará la lamia y encontrará descanso en él” [[Is.
34,14). Es cierto que en este caso la palabra hebrea traducida por “demonios” puede
simplemente denotar animales salvajes. Pero por otra parte, la palabra hebrea que es
traducida muy literalmente como “peludos” es traducida como demonios por Tárgum y
Peshitta, y se supone que signifique una deidad en forma de cabra análoga al griego Pan. Y
“lamia” representa el Lilit original, un espíritu nocturno que en la leyenda hebrea es la
esposa demoniaca de Adán.

Un mayor desarrollo de la demonología en el Antiguo Testamento se ve en el Libro de


Tobías. Ahí aparece el demonio Asmodeo que desempeña el papel asignado a los demonios
en muchas demonologías étnicas y leyendas populares.

Talmud. Así, el antedicho texto de Isaías proporcionó, bajo el nombre de Lilit, un misterioso
espíritu femenino nocturno que aparentemente vivía en lugares desolados, y de inmediato
la convirtieron en la esposa demoníaca de Adán y la madre de los demonios. Pero cabe
preguntarse ¿de dónde estos exponentes del Texto Sagrado obtuvieron alguna justificación
para decir que nuestro primer padre contrajo un matrimonio mixto con un ser de otra raza
y engendró hijos distintos de los humanos? Ellos simplemente tomaron el texto de Génesis
5,3: “Y Adán vivió ciento treinta años y engendró un hijo a su imagen y semejanza.” Esta
declaración explicita, dicen ellos, implica claramente que antes de esa época él había
engendrado hijos que no eran a su imagen y semejanza; para esto tendría que haber
encontrado alguna ayuda idónea de otra raza que no era la suya, a saber, una esposa
demoníaca, para convertirse en la madre de los demonios. Esta mención de una unión
entre el hombre y seres de un orden diferente había sido durante mucho tiempo un rasgo
familiar en la mitología y demonología paganas y como se verá más adelante, algunos
comentadores cristianos primitivos descubrieron algo de apoyo para él en Génesis 6,2, que
dice cómo los hijos de Dios: “tomaron por esposas a las hijas de los hombres.”

Una característica de la demonología judía era la sorprendente cantidad de demonios. De


acuerdo a todos los relatos, todo hombre está rodeado por miles de demonios. El aire está
lleno de ellos y, al ser ellos la causa de varias enfermedades, era bueno que los hombres
mantuvieran cierta guardia sobre sus bocas, no fuese que al tragarse un demonio pudiesen
verse afectados por alguna enfermedad mortal. Esto puede recordar la tendencia común a
personificar enfermedades epidémicas y hablar de ”el demonio del cólera”

Demonología de los Primeros Escritores Cristianos

Se debe recordar, por un lado, que muchos de los milagros evangélicos, y en particular la
expulsión de demonios, en todo caso deben haber dado a los fieles un sentido vivo de la
existencia y el poder de los espíritus malignos.

Al mismo tiempo, como hemos visto, las Escrituras mismas no proveen ninguna
información completa y clara respecto al origen y naturaleza de estos poderosos enemigos;
por otra parte, se puede observar que los primeros conversos y maestros cristianos eran en
su mayoría o judíos o griegos y muchos de ellos vivían en medio de aquellos que profesaban
una u otra de las antiguas religiones orientales. Así, aunque naturalmente deseaban saber
algo sobre estos asuntos, tenían muy poco conocimiento definido de la verdad y por otra
parte, escuchaban diariamente información falsa y engañosa.

Además, hubo una fuente fructífera de error que es bastante probable que se olvide. Ahora
que el consentimiento común de los comentaristas católicos han proporcionado una mejor
interpretación de Génesis 6,2, y definiciones conciliares y los argumentos teológicos han
establecido el hecho de que los ángeles son seres puramente espirituales, puede parecer
extraño que algunos de los primeros maestros cristianos hayan supuesto que la frase “hijos
de Dios” posiblemente podría significar los ángeles o que estos espíritus puros podrían
haber tomado para sí esposas de las hijas de los hombres. Pero debe tenerse en mente que
los viejos comentaristas que leyeron los Setenta o alguna versión derivada, no pusieron
esta interpretación en el pasaje; la palabra misma estaba en el texto que tenían ante ellos,
es decir, la antigua Biblia griega decía expresamente que “los ángeles de Dios tomaron
como esposas a las hijas de los hombres”. Esta desafortunada lectura ciertamente fue
suficiente para dar una indicación errónea a mucha de la demonología de los primeros
escritores cristianos y aquellos que se desviaron en otros asuntos, naturalmente también
adoptaron las peculiares ideas sobre este tema.
De cierta forma, uno de los ejemplos más notable de esta demonología errónea es aquella
que se encuentra en las homilías pseudo [[Clementinas¡¡ (Hom. VIII, IX). El escritor da un
relato muy completo de los misteriosos episodios de Genesis 6,2, el cual en común con
otros tantos, considera es el origen de los demonios que eran, en su opinión, los
descendientes de la supuesta unión de los ángeles de Dios y las hijas de los hombres.

Pero los moralistas evaden este tema de una manera más ingeniosa. De acuerdo a su
relato, las ángeles no fueron dominados por la pasión del amor sensual mientras estaban
todavía en su estado puramente espiritual; sino que cuando miraron hacia abajo y fueron
testigos de la iniquidad e ingratitud de los hombres, cuyos pecados profanaban la hermosa
creación de Dios, pidieron a su Creador les dotase de cuerpos como los hombres, de
manera que pudiesen bajar a la tierra, rectificar las cosas y llevar una vida intachable en la
creación visible. Su petición fue concedida, recibieron cuerpos humanos y bajaron a morar
en la tierra. Pero ahora descubrieron que con sus cuerpos de carne mortal habían adquirido
también la debilidad y las pasiones que tanto estragos habían causado en los hombres, y
también ellos, como los hijos de los hombres, se enamoraron de la belleza de las mujeres y,
olvidando el noble propósito de su descenso a la tierra, se entregaron a la gratificación de
su lujuria, y así se precipitaron temerariamente a su ruina. El resultado de su unión con las
hijas de los hombres fueron los gigantes —hombres poderosos de constitución y poderes
sobrehumanos, como se convirtieron en hijos de ángeles encarnados, pero al mismo
tiempo mortales, como sus madres mortales. Y cuando estos gigantes perecieron en el
Diluvio, sus almas incorpóreas vagaron por el mundo como la raza de los demonios.

Demonología Medieval y Moderna

Mientras los teólogos de aquel periodo escolástico exponían y dilucidaban la doctrina


católica respecto a los ángeles y los demonios, había además un lado oscuro en las
supersticiones populares y en los hombres que continuaban practicando las artes negras de
la magia, brujería y el trato con el diablo.

En el turbulento período del Renacimiento y la Reforma parece que hubo un nuevo brote
de viejas supersticiones y prácticas malignas, y por algún tiempo tanto los países católicos
como los protestantes se sintieron perturbados debido a las extrañas creencias y acciones
de verdaderos o supuestos profesores de las artes negras y por los crueles y crédulos
persecutores que intentaban suprimirlos. En la nueva era de la Revolución y la difusión de
ideas prácticas y métodos científicos exactos, muchos pensaron inicialmente que estas
supersticiones medievales desaparecerían rápidamente.

Cuando los hombres, materializados por el crecimiento de la riqueza y las comodidades de


la civilización e iluminados por la ciencia y las nuevas filosofías, apenas pudieron encontrar
fe para creer en las verdades puras de la religión revelada y hubo poca cabida para
cualquier creencia en las doctrinas de demonios. Los racionalistas creían haber encontrado
la clave de todo conocimiento y que no había nada en el cielo o en la tierra que estuviese
fuera del alcance de su ciencia y filosofía. Lejos de desaparecer de la faz de la tierra, gran
parte del antiguo ocultismo ha sido revivido con nuevo vigor y ha tomado nueva forma en
el espiritismo moderno.

Conclusión

Con todas sus variaciones y contradicciones, los numerosos sistemas de demonología aún
tienen mucho en común. En algunos casos esto puede explicarse por el hecho de que uno
ha tomado prestado libremente de otros. Así, la demonología de los primeros escritores
cristianos naturalmente debería mucho a los sistemas de demonología judíos y griegos, y
estos a su vez apenas estuvieron libres de influencias extranjeras. Y dado que no solo las
opiniones heréticas, sino también la enseñanza ortodoxa sobre el tema tiene, en todo caso,
ciertos elementos en común con los sistemas étnicos —desde el animismo del simple
salvaje hasta la elaborada demonología de los caldeos e iraníes— el mitólogo o folklorista
nos invita a llegar a la conclusión de que todos provienen de una misma fuente, y que la
doctrina bíblica y católica sobre los espíritus malignos no debe ser más que un desarrollo
del animismo y una forma más refinada de demonología étnica.

Pero es bueno observar que, en el mejor de los casos, esta solución es más que una
hipótesis plausible y que los hechos del caso pueden explicarse igualmente mediante otra
hipótesis que muchos escritores filosóficos no parecen haber considerado, a saber: la
hipótesis de que la enseñanza de la religión revelada sobre este tema es verdad después de
todo. ¿Podría decirse que si esto fuese así no habría rastro de la creencia en los demonios
entre razas fuera del redil cristiano o en sistemas religiosos más antiguos que la Biblia? Si,
como enseña nuestra teología, los ángeles caídos realmente existen y se les permite probar
y tentar a los hijos de los hombres, ¿no deberíamos esperar encontrar alguna creencia en
su existencia y algunos rastros de su maligna influencia en cada país y en cada época de la
historia humana? ¿No deberíamos esperar encontrar que aquí, como en cualquier otro
lugar, los elementos de verdad estarían superpuestos por el error, y que deberían tomar
diferentes formas en cada nación y cada época sucesiva, de acuerdo a la medida del
conocimiento, la cultura y las nuevas ideas corrientes en las mentes de los hombres?

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