Está en la página 1de 6

Dictaduras y democracias.

Marcos Novaro
Tras la caída de Perón en 1955 hasta inicios del siglo XXI, Argentina estuvo
marcada por la inestabilidad. Regímenes violentos, autoritarios y muchas veces fallidos;
sociedad desigual y excluyente y a nivel político una constante crisis de legitimidad.
La revolución libertadora y gobiernos de Frondizi e Illia
Quienes derrocan a Perón el 16 de septiembre de 1955 se identifican en tres grupos:
a) Conservadores, reestablecer el orden jerárquico; b) detractores a Perón por privar de
ciertas libertades; c) nacionalistas y peronistas decepcionados por el régimen. Acuerdo
entre estos 2 primeros grupos encarnado en el general Pedro Aramburu quien proscribe a
Perón, intención de desperonizar la Argentina, la llamada “Revolución Libertadora”.
Sin embargo, lo anterior no era tarea fácil: la complejidad del orden estatal y los
grandes cambios sociales eran factores que impedían erradicar el peronismo de raíz.
Dificultades para crear gobiernos legítimos: “el híbrido de democracia de masas,
corporativismo y autoritarismo que él creó dependía de un frágil equilibrio entre el
ejército, el sindicalismo y el aparato electoral de provincias, que solo el líder pudo
garantizar, y por breve lapso” (p. 219). Además, división entre quienes derrotan a Perón el
55. Sindicatos de trabajadores poderosos en detrimento de un grupo empresario que no
conseguía organizarse. La pugna en Argentina a partir de 1955 no es meramente una
disputa entre un campo democrático y otro autoritario, pues en ambos bandos hubo
actores ambivalentes que en ciertas ocasiones invertían los roles, aunque predominaba
la intención de instaurar algún tipo de democracia. La Revolución Libertadora marca el
inicio de un deterioro de la autoridad estatal, sobrevivencia de un movimiento de masas
organizado y ordenado que perdura sin el sistema institucional. De acuerdo al contexto
internacional, como Perón había cerrado las puertas a los influjos externos, una vez
derrocado se produce una irrupción de ideas nuevas en las cuales destaca el
desarrollismo, el cual apostaba por sacar a los países del atraso, programa que fue acogido
por Arturo Frondizi, el cual intentaba sellar una “alianza entre el antiperonismo moderado
y los peronistas desencantados con su líder, en particular los sindicalistas” (p. 221). Perón
seguiría activo políticamente desde el exilio, primero promoviendo contragolpes militares
y “huelgas revolucionarias” fallidas, y posteriormente apoyando a distintas facciones de su
movimiento. “En este juego unos y otros irían aprendiendo los límites que existían para
lograr sus objetivos y la inevitabilidad de un acuerdo. Pero el aprendizaje llevó casi dos
décadas de conflictos y el acuerdo llegaría demasiado tarde”. Se realiza una Convención
Constituyente en 1957 y se aprueba derogar la Constitución peronista, pero negación a
limitar los derechos sociales y sindicales.
En este convulso contexto, Frondizi llega a un acuerdo secreto con Perón para
apoyar al neoperonismo: Frondizi gana las elecciones de 1958 y como era inviable
gobernar sin o contra los peronistas, este decide gobernar con ellos hasta que el
desarrollo económico fuera fructífero y pudiera quitárselos de encima. Ahora el
problema se ubicaba en mantener a raya a un grupo poderoso en el país: los sindicatos. Al
principio cumple con los acuerdos respectivos, pero rápidamente inician huelgas contra la
apertura del sector petrolero y las inversiones extranjeras, el presidente encarga la represión
a los militares. En el terreno universitario, estudiantes se movilizan contra la ley de
creación de universidades privadas. Frondizi llega a la conclusión de que debe imponer la
autoridad desde arriba para lograr los cambios esperados y pese a que los resultados de
sus políticas económicas eran buenos, era deslegitimado tanto por peronistas como por
antiperonistas. Aunque, crecimiento económico y auge de salarios = inflación; también
déficit comercial. Para 1959, Perón vuelve a la carga revelando el acuerdo de 1958 e
impulsa a los militares a derrocar el gobierno, a lo que este responde ampliando las
funciones represivas de los militares. Revolución cubana alteró más aún los ánimos: “Cuba
apareció como paradigma de los peligros que corría la región si se permitía que un caudillo
de masas confluyera con las ideas y el programa de la revolución social” (p. 224).
En 1962, triunfos electorales de sindicalistas y fieles a perón, llevan a los militares a
hacer renunciar a Frondizi y a poner a José María Guido en el poder. Divisiones internas
también en las Fuerzas Armadas. La mayor preocupación del gobierno de Guido era evitar
a toda costa la radicalización del peronismo. Surgimiento de una militancia juvenil
peronista combativa. Elecciones de 1963 permiten la participación del “justicialismo”
(peronismo moderado); siguen los “adictos a Perón”, y esta llama a votar en blanco, por lo
que Arturo Illia, candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) llega a la
presidencia con apenas un 26%. Illia intenta buscar aliados para solventar el problema de su
legitimidad: en el ejército puso a Juan Carlos Onganía (jefe azul), aunque condicionándolo
al poner en puestos de mando a oficiales colorados; además, “propuso democratizar los
gremios, autorizar más de una organización por rama de industria y dar representación a las
minorías en las direcciones, objetivos que compartían la izquierda y los combativo” (p.
225). En lo económico, se siguieron lineamientos similares y tras una recesión en 1962, los
gremios lanzan un plan de lucha entre mayo y junio de 1964. Contexto de revolución de
las costumbres impulsadas por la juventud, también un “giro a la izquierda” de las
clases medias. Tensión entre la idea de Revolución y orden, también repercute en la Iglesia
católica jóvenes católicos se alinean con la izquierda marxista y peronista, asimilan el
cristianismo con la revolución. Primeros focos guerrilleros provocan la doctrina de
seguridad nacional. “el peronismo fiel a Perón no solo giraba a la izquierda sino que seguía
siendo imbatible en las urnas, así que los planes golpistas se aceleraron” (p. 227);
finalmente Illia es expulsado del poder el 28 de junio de 1966, y asume una junta de
comandantes que designa al general Onganía.
Una espiral de autoritarismo y violencia
Inicio de la “Revolución Argentina”, la cual confería plenos poderes a los militares,
cambios estructurales en lo político. Onganía: “ejercería el poder ejecutivo por tiempo
indeterminado, con total libertad para decidir funcionarios y políticas, también el
legislativo y los poderes provinciales y tendría amplias atribuciones sobre las propias
fuerzas armadas” (p. 227). Lo anterior produce choques con la sociedad que buscaba una
alternativa nacional y popular. La política del crecimiento económico y el orden parecieron
satisfactorio en sus primeros años, pero la tensión crecía a medida que algunas autoridades
vinculadas al neoperonismo y al sindicalismo optaban por crear un orden corporativo. La
represión producía el efecto contario, pues cada vez más y más protestas contra el
gobierno. Onganía no pudo fortalecer al sector empresarial ante los gremios y además había
disputas entre empresas nacionales y extranjeras.
En 1969, estalla una insurrección popular a la que se suman estudiantes, sindicatos y
sectores empresariales en la ciudad de Córdoba, hecho conocido como el “Cordobazo”, el
cual fue controlado muy dificultosamente por el ejército. Pese a que intentó contentar a los
gremios, en mayo del 70, el grupo Montoneros asesina al ex presidente Aramburu, figura
importante de la Revolución Libertadora, un acto justificado por amplios sectores ante la
violencia militar. “El país se internó así en un clima dominado por la violencia. Y por
una muy particular: ya no la dispersa y acotada de la Resistencia, ni tampoco la espontánea
del Cordobazo, sino una planificada, dirigida contra la vida de los enemigos” (p. 228);
asesinatos contra lideres y amplios grupos guerrilleros. En junio de 1970, Onganía es
obligado a renunciar y se reemplaza por un general retirado: Roberto Levingston, quien
tampoco obtiene mucho consenso social; en 1971, inflación sube y crecen las protestas:
tanto militares como partidos políticos habían fracasado para poner un orden estable en
el país. “Argentina parecía cada vez más ingobernable y la crisis de autoridad del
Estado volvió al centro de la escena (…) Su debilidad alimentaba desequilibrios
estructurales, como la inflación: Argentina era ya un caso único tanto por la dimensión del
fenómeno como por su prolongación en el tiempo” (p. 229). En marzo de aquel año, las
movilizaciones apoyadas por la guerrilla provocan que la Junta Militar ponga en el poder al
general Alejandro Lanusse, quién hizo un pronto llamado a elecciones, en un contexto en el
que un golpe derechista o una revolución social le asfixiaban. Lanusse intentan mantener
a raya a las guerrillas con leyes para su represión, sin embargo, las actividades guerrilleras
no cesaban y bajaban la moral al ejército: debilitamiento estatal. Masacre de guerrilleros
presos en Trelew. El general intenta un acuerdo político entre los que Perón no se presenta
en una candidatura presidencial, pero pone a alguien para que asuma su lugar: Héctor J.
Cámpora, el cual sería electo con el 50% en marzo de 1973: “Perón buscó en principio, por
medio de Cámpora, moderar los conflictos con un pacto social y uno político” (p. 230),
situación mucho más tensa con el regreso de Perón al país, en el cual hay un
enfrentamiento armado entre montoneros y bandas de ultraderecha, Cámpora renuncia.
“Así, el líder logró finalmente su cometido: volver a la presidencia respaldado
por una amplia mayoría (…) cerrado el ciclo marcado por la limitación de la soberanía
popular, no sucedería nada parecido a la recomposición de la legitimidad del orden
político” (p. 231). Perón cambió de aliados: los gremios debían ayudar a controlar a
Montoneros. Perón permite el fortalecimiento de grupos paramilitares, entre los cuales
destacó la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), la cual asesinó a miles de
militantes y dirigentes de izquierda entre el 73 y el 76. Montoneros y el ERP toman
represalias con la vía armada. El 1 de mayo de 1974, se produce la ruptura definitiva entre
Montoneros y Perón, quien les expulsa del movimiento. “La muerte de Perón, el 1 de julio
de 1974, por tanto, se produjo en las peores circunstancias: agravó el vacío de poder, el
descontrol de la economía y el choque de las fuerzas en pugna” (p. 231). Un año
después a 1976, la inflación era del %566, proliferación de asesinatos políticos entre
diciembre del 75 y febrero del 76. Clima de cesión total de soberanía de la sociedad y grado
extremo de autonomía, algo que favorecía mucho a los militares. El auge de las acciones
guerrilleras sirve para justificar la represión.
Una intervención militar en aquella época, “no se limitaría a “poner orden” ni a
excluir a un sector civil “desviado”, apuntaría a curar una nación enferma de pies a
cabeza, inyectándole por la fuerza los remedios necesarios”, postura que fue adoptada
por Jorge Rafael Videla (Ejército), Eduardo Massera (Marina) y Ramón Agosti (Aviación)
y con visiones del neoliberalismo. Se aprendió de los errores que llevaban al fracaso de los
golpes militares anteriores. Se presentó un programa titulado Proceso de Reorganización
Nacional surgido el 24 de marzo de 1976; el consenso antisubversivo fue un obstáculo para
fortalecer la autoridad del Estado: secuestro, tortura y asesinato de más de 10 mil personas
en los 3 años siguientes -la mayoría dirigentes y miembros de organizaciones
revolucionarias, armadas y no armadas. Repliegue de los guerrilleros a la espera de una
ola de movilización que no llegó. Enfrentamientos entre facciones incluso dentro de la
Junta Militar. Tras la disputa del canal Beagle, la dictadura cede ante la presión
internacional al hacer ingreso de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH): violaciones de D.D.H.H. son documentadas y se da apoyo a organizaciones como
las Madres de Plaza de Mayo. La sociedad se hizo débil y dócil ante la violencia de la
dictadura, bajo la idea de lo que los militares consideraban “necesario”. En 1981, Roberto
Viola sucede a Videla, la economía queda en bancarrota, las soluciones provocan una
inflación más acelerada y se deterioran los ingresos y cuentas públicas. Protestas
incluso de los empresarios, la UCR y EL Partido Justicialista forman la Multipartidaria con
el objetivo de un cronograma electoral. Lejos de ceder, los militares reemplazan a Viola por
Leopoldo Galtieri.
“Más que un nuevo orden la dictadura gestaba una versión más aguda y excluyente
de la crónica inestabilidad argentina” (p. 235). Debacle social, reclamos por detenidos-
desaparecidos y alineación de los sindicalistas con Saúl Ubaldini (paz, pan y trabajo).
Galtieri aplica una medida desesperada para recuperar el “ímpetu refundacional”,
con una mejor relación con el nuevo presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, se
prepara un plan para recuperar el alma de la sociedad: recuperar las islas Malvinas. El
plan se pone en marca el 2 de abril de 1982 y es todo un éxito, se logra la ocupación
efectiva de la isla casi sin resistencia, contando con un extraordinario apoyo de la
sociedad y la dirigencia civil que aclamó a Galtieri. Sin embargo, la respuesta británica no
se hizo esperar: Consejo de Seguridad de la ONU ordenaba a Argentina a retirarse y acto
seguido, Gran Bretaña puso en marcha una operación militar para recuperar las islas: “El 14
de junio, tras duros combates en los que murieron 650 argentinos y 300 británicos, los
ocupantes se rindieron. Horas después los generales obligaron a Galtieri a renunciar y
lo reemplazaron por su par retirado Reynaldo Bignone, quien anunció el inicio de la
transición a la democracia” (p. 237)
Una democracia en aprietos, de Alfonsín a Duhalde
El poder militar quedó muy deteriorado tras la Guerra de las Malvinas. Surgimiento
en este contexto de Raúl Alfonsín, quien había denunciado las violaciones a los derechos
humanos y se había opuesto a la guerra de las Malvinas. Gana las elecciones de 1983 con el
52% de los votos, la UCR por primera vez había vencido al peronismo. Llega al poder con
la expectativa de devolver la igualdad social con la restauración de la democracia. Las
prioridades del gobierno fueron: “juzgar el terrorismo de Estado, democratizar las
instituciones, en particular las sindicales, y reactivar la economía para recuperar empleos y
salarios” (p. 238). En el plano económico interno, la inflación seguía siendo un problema
debido a la falta de inversiones y el fuerte déficit público; pese a que el plan antiiflacionario
de 1985 funciona por algunos meses, no se logra avanzar en inversiones y exportaciones.
Amenaza de los “carapintadas”, facción rebelde del ejército opuesta a los juicios de
Alfonsín, se rebelan en abril de 1987 con la toma de la base militar de Campo de Mayo, la
sociedad repudió el motín; habría otro a fin de año y otro más en 1988. Las medidas de
justicia de Alfonsín no dejaban conforme a nadie. Auge de una opinión antiestatista de las
clases medias y altas
En las elecciones de 1989, gana Carlos Menem, un comprometido con el peronismo.
“Cumplió el sueño de que un gobierno elegido le entregara el poder a otro, lo que no
sucedía desde 1928, y entre distintos partidos desde 1916” (p. 240). Menem heredó una
situación muy desfavorable, pero con oportunidades, pues la superinflación hizo que el
gobierno tuviera carta blanca para vender empresas, eliminar regulaciones, barreras
comerciales, limitar barreras laborales. Problema de la enorme deuda pública: Menem se
alía con los empresarios y pese a que la inflación no cesaría, aceleró las privatizaciones y
sería controlada a mediados de 1991. Con esta nueva situación, se reactivaría el consumo
y la industria, se reducen tasas de deudas con acuerdos, aumenta el PIB y la inversión.
Cada vez más los gremios colaboraban con el Estado a cambio de compensaciones.
problemas. Apoyo social al gobierno hizo plantearse la posibilidad de una reelección, la
cual se logró tras el Pacto de Olivos, donde se “acotaba el poder presidencial con un jefe de
Gabinete, un Consejo de la Magistratura para controlar la elección de jueces y límites a los
decretos” (p. 242-243). Convención constituyente en abril de 1994 y la nueva
Constitución fue jurada por todos los partidos, pero malas noticias en ese año: Al alza de la
desocupación y déficit comercial Los escándalos de corrupción se multiplicaron. La
información sobre el tráfico ilegal de armas, más las confesiones de algunos ex militares
sobre los “vuelos de la muerte” y otros crímenes de la dictadura debilitaron “la política de
reconciliación” y olvido. Crisis de México y sus posibles repercusiones en Argentina. Pese
a todo, Menem consigue la reelección. La disminución de la pobreza se revirtió y llevó a
la protesta social, movimientos sindicales y gremiales en apoyo a Eduardo Duhalde,
enfrentado a Menem: “El cambio de humor social se debió también a la creciente
insatisfacción por los resultados de las privatizaciones” (p. 244). Formación de la
“Alianza” entre la UCR y el Frepaso. Luego de un nuevo intento fallido de reforma
constitucional, Menem terminó su gobierno el 10 de diciembre de 1999, traspasándole el
mando al presidente electo, el radical Fernando de la Rúa. La Alianza se complica
económicamente, multiplicación de protestas. “La popularidad del presidente se derrumbó,
así quedó a merced de quienes pudieran sostenerlo: en el Congreso ese rol lo asumiría el
peronismo del interior, aunque solo en lo que sirviera para concretar el ajuste en todo el
país y no obligara a sus distritos a compartir el esfuerzo” (p. 246). Pese a múltiples intentos
por hallar salidas, finalmente renuncia en diciembre del 2001, tras una gran movilización
social.
Asume Duhalde como presidente provisional y es él quien controla la situación:
“El gobierno de Duhalde significó una solución institucional, basada en el acuerdo entre
los principales partidos del Parlamento, a una inédita crisis política, social y económica. Su
éxito mostró la solidez alcanzada por la democracia argentina” (p. 248)
Cambios y continuidades en el ciclo Kirchnerista
El poder económico seguía siendo muy frágil pese a la estabilización económica.
Duhalde se ve forzado a adelantar las elecciones a 2003 tras un incidente que dejó dos
manifestantes muertos por la policía. Se presentaron 3 candidatos peronistas. La pugna en
la segunda vuelta hizo ganar a Kirchner contra Menem, convirtiéndose en “el primer
presidente en décadas en recibir de su antecesor cuentas superavitarias, inflación controlada
y en baja, un PIB en acelerada expansión e ingentes recursos para asignar a discreción
desde el poder ejecutivo. Con esos medios lograría rápidamente adquirir la legitimidad
que le faltaba” (p. 249). Su gobierno fue marcado por la concentración de poder y el
crecimiento, reconstruye la autoridad presidencial. Desde entonces el presidente amplió
su coalición y la disciplinó, dándole una orientación más de izquierda: aprovechando la
crisis de los partidos, incorporó dirigentes del Frepaso, la UCR, el socialismo y otros
grupos. En 2007 es sucedido por Cristina Fernández, su mujer.

También podría gustarte