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Illia
1. Introducción
El golpe de Estado de 1966 puso fin al Gobierno de Arturo Umberto Illia. El médico cordobés gobernó el
país entre 1963 y 1966; tres años de un difícil equilibrio político entre las presiones que ejercían los
sectores peronistas (proscritos), las FFAA y algunos sectores del empresariado, sobre todo las petroleras,
los laboratorios de medicamentos y la prensa dominante. Su derrocamiento supuso el inicio de un
régimen burocrático y autoritario pleno, en el que las fuerzas armadas tomaron el poder sin fijar un plazo
concreto de retorno a las urnas y se propusieron un proyecto de modernización y racionalización política
y económica.
La Revolución Argentina (denominación que se otorgaron los golpistas) tenía objetivos pero no plazos. El
proyecto se organizó según tiempos poco precisos. El tiempo económico que debía garantizar la
acumulación de capitales y la reducción de costos, abaratar el valor de la mano de obra y frenar la
inflación, insertarse al mercado global a través de actividades dinámicas desalentando otras. El tiempo
social, una vez asegurado esto, redistribuir la riqueza a fin de pacificar y erradicar la conflictividad social
recurrente: huelgas, manifestaciones, paros, tomas de fábricas. Finalmente el tiempo político, el último,
que suponía la apertura democrática, cuando los otros objetivos estuviesen cumplidos.
El experimento político que se instaló en el país, siguió las directrices de la Doctrina de la Seguridad
Nacional, un plan represivo a escala continental promovido por EEUU en el marco del conflicto
Este-Oeste. La dictadura no supuso solamente la represión física y el recrudecimiento de la violencia sino
también la reinstalación de una moral y de una cultura que significó la censura de una diversidad de
manifestaciones culturales: el cine, la radio, la televisión, la prensa, el teatro, la literatura.
2. Acta recuerdo
Alsogaray: En representación de las Fuerzas Armadas, vengo a pedirle que abandone este despacho.
Illia: Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted,
además, es un usurpador que se vale de las fuerzas de los cañones y de los soldados de la Constitución
para desatar la fuerza contra la misma Constitución, contra la ley, contra el pueblo. Usted y quienes lo
acompañan actúan como salteadores nocturnos, que, como los bandidos, aparecen de madrugada.
Las palabras subieron de tono, Alsogaray le dijo a Illia que estaba garantizada su seguridad con un
traslado a la quinta de Olivos; el mandatario le contestó que no le importaba su bienestar personal.
Illia: ¡El único jefe supremo de las Fuerzas Armadas soy yo! ¡Ustedes son insurrectos! ¡Retírense!
Con el despacho presidencial bloqueado por los militares, a las seis de la mañana un grupo de ellos
encabezados por el coronel [Luis César] Perlinger tomó la posta del apriete final a Illia para que dejara el
poder. El "Acta recuerdo" reproduce el tenso diálogo.
Perlinger: ¡Doctor Illia, en nombre de las Fuerzas Armadas, vengo a decirle que ha sido destituido!
Illia: ¡Ya le he dicho que ustedes no representan a las Fuerzas Armadas! ¡A lo sumo, constituyen una
fracción levantada contra la ley y la Constitución!
A las 7.25, según el acta, comenzó el desenlace. Irrumpieron en el despacho efectivos de la Guardia de
Infantería de la Policía Federal, armados, que se pusieron frente a la mesa del presidente, con Perlinger a
un costado. El documento histórico relata:
Perlinger: Señor Illia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo de las
personas que aquí se encuentran. Usted puede quedarse, los demás serán desalojados por la fuerza.
Illia: Yo sé que su conciencia le va a reprochar lo que está haciendo. (Dirigiéndose a la tropa policial) A
muchos de ustedes les dará vergüenza cumplir las órdenes que les imparten estos indignos (…)
Perlinger: ¡Dos oficiales a custodiar al Dr. Illia! ¡Los demás avancen y desalojen el salón!
¿Qué hecho se está relatando en el “Acta recuerdo”? ¿Qué impresiones te genera el relato de lo
ocurrido?
Busca y lee con atención el artículo 75 (incisos 25/26/27/28/29) de la Constitución Nacional y la ley 23.544
(Ley de Defensa Nacional). Analiza las atribuciones que otorga al poder civil (Ejecutivo, Legislativo) y a
las Fuerzas Armadas; luego, vincula la fuente con esas normativas.
3. Antes de profundizar en el proceso que abre la Revolución Argentina, hagamos un
racconto...
Conocedor de lo precario de su situación, con votos “prestados” y vigilado por los militares,
Frondizi aceleró los tiempos de su política. Comenzó pagando en los primeros meses de su gobierno, sus
deudas con los peronistas: el Congreso votó una Ley de amnistía (presos políticos) y sancionó la Ley de
Asociaciones Profesionales, que restableció el sindicato único por rama de actividad favoreciendo a los
sindicatos peronistas, aumentó los salarios un 60%, congeló los precios, aumentó las pensiones y redujo
las tarifas de los transportes.
Con las Fuerzas Armadas la relación fue más complicada. Presionado por continuos planteos
militares (alrededor de treinta y tres), el gobierno fue cediendo en todas sus posiciones. Aceptó desde la
implantación del Plan de Conmoción Interna del Estado (Conintes),
que ponía en manos militares la represión de todo tipo de
manifestación obrera o motín interno, hasta la designación de
Alsogaray, un liberal ortodoxo, como ministro de economía.
El Desarrollismo
El eje del modelo económico desarrollista era la industria pesada con aporte de capitales y
tecnología extranjeros, preferentemente norteamericanos, en sectores juzgados claves para la nueva
etapa de desarrollo: la siderurgia, la petroquímica, la celulosa, la automotriz, la energía, y en especial el
petróleo.
Una segunda fuente, fueron los economistas que explicaban la pobreza de los países atrasados
como un círculo vicioso difícil de romper sin recurrir a la ayuda externa. Una frase que resumía ese
enfoque y que recorrió el mundo fue “los países pobres son pobres porque... son pobres”. Esta afirmación
se justificaba argumentando que los países pobres producen poco porque el bajo nivel tecnológico limita
el crecimiento de su producción. Se dedican a abastecer el consumo de bienes básicos: alimentos,
vestido, salud y educación. Producen poco, por lo tanto no tienen capacidad de ahorro. Sin ahorro no
pueden hacerse inversiones que modifiquen la baja productividad, el modelo se repite hasta el infinito.
Partiendo de estas concepciones, la llave del éxito para los desarrollistas era que el capital
extranjero se radicara en el país con fuertes inversiones que Argentina no podía realizar dada la escasez
de sus recursos de capital. Estos capitales deberían desarrollar la exploración y producción de petróleo, la
industria química y petroquímica, la siderurgia y la industria automotriz. La producción nacional no
dependería de las importaciones de combustible, de materias primas industriales que no producía y
podría encarar la producción de maquinarias y equipos, generando así su propia tecnología. Este cambio
sería acompañado por obras públicas que modernizarían la infraestructura energética, vial y de
transporte para mejorar la eficiencia del aparato productivo. Si bien en términos generales el planteo
resultaba atractivo, tropezaba con objeciones políticas y técnicas.
La caída de Frondizi produjo una crisis de sucesión, una rápida maniobra política, evitó que
asumiera un presidente militar. Aplicada la Ley de Acefalía, la presidencia recayó en el Presidente
Provisional del Senado, José María Guido (1962-1963), cuyo gobierno estuvo signado por la influencia de
los uniformados y las peleas en el interior de las Fuerzas Armadas. Luego de cada enfrentamiento, la
facción triunfante imponía su propio elenco de gobierno. Durante este período, todas las provincias
permanecieron intervenidas y el Congreso Nacional no sesionó.
El gobierno de Guido, que completó el período de Frondizi hasta las nuevas elecciones
presidenciales, imprimió un giro de 180 grados a la política desarrollista implementada entre 1958 y 1962.
Este cambio no era atribuible al nuevo Presidente de la República, que sólo pretendía conservar la
fachada institucional sino a los responsables del golpe militar.
Los liberales concentraron su atención en la contención del gasto público, por ejemplo
disminuyendo las inversiones y restringiendo el crédito. Los resultados no fueron los esperados pese a
lograr el equilibrio fiscal. En efecto, la tasa de inflación anual en ese bienio estuvo en el orden del 25 %, en
promedio. Esto se logró con un alto costo económico y social: fuerte contracción de la producción y el
empleo, caída del salario real, cierre de empresas por falta de crédito y consecuente aumento de las
tensiones sociales. En resumen, un ensayo de política liberal que solo tuvo éxito en la transferencia de
ingresos de los sectores más débiles a los más poderosos.
Luego del golpe de 1955 las Fuerzas Armadas se dividieron en numerosas facciones, que podrían
resumirse en dos: azules y colorados . Ambos grupos se diferenciaban entre sí fundamentalmente por la
postura que asumían respecto del peronismo y al respeto del orden civil y constitucional. Los colorados
representaban al sector antiperonista a ultranza, y llegaban, en su obstinación, a considerarlo sinónimo
de comunismo. Liderados por el general Toranzo Montero, asumieron posiciones claramente golpistas.
Para los azules en cambio, a pesar de sus excesos, abusos de su poder, y su demagogia insoportable, el
peronismo era una fuerza nacional y cristiana que permitió salvar a la clase obrera del comunismo y se
constituía por lo tanto en un bastión contra la subversión; se oponían a Perón porque este había tratado
de “politizar” al ejército y ponerlo a su servicio. Aceptaban en cambio, a los peronistas sin Perón.
Adoptaron una línea “profesionalista”: el objetivo declarado era que los militares se capacitaran en su
tarea específica alejándose de las deliberaciones políticas.
Durante 1962-63 ambos bandos se enfrentaron en dos oportunidades. En 1963 el grupo azul
derrotó definitivamente a los colorados. Su líder, el general Juan Carlos Onganía, consustanciado con la
“Doctrina de la Seguridad Nacional” fue nombrado por Guido Comandante en Jefe del Ejército. Centró su
objetivo en la reconstrucción de la institución, y el restablecimiento del orden y la disciplina.
Consideraba que las divisiones dentro de las Fuerzas Armadas eran producto de la participación militar
en cuestiones políticas. Consolidó su autoridad y poco a poco se fue convirtiendo en el único vocero de
los militares.
Según Alain Rouquié el levantamiento colorado de 1963 se produjo para frenar el intento de los
azules de integrar a los peronistas- no a Perón-, en un frente moderado junto con la UCRI y la Democracia
Cristiana. Su derrota hizo sin embargo, que los azules desistieran de su intención integradora y adoptaran
una posición antiperonista, para evitar la división interna entre los militares. Esta era la mejor prueba de
que la principal intención del grupo azul era preservar la disciplina interna.
Cuando el gobierno de Guido llamó a elecciones, varios partidos políticos, liderados por Frondizi
formaron un Frente Electoral Nacional y Popular, que incluía algunos sectores del peronismo. Presiones
militares y disidencias internas quebraron el Frente. Llegados los comicios, parecía claro que los
peronistas votarían nuevamente en blanco. Pero la creación de la Unión del Pueblo Argentino (UDELPA),
que llevaba la candidatura de Aramburu alteró los pronósticos. Muchos peronistas, que lo consideraban
el responsable del derrocamiento de Perón, de los fusilamientos y de las persecuciones, prefirieron dar su
voto a un adversario menos odiado: el Dr. Illia, candidato de la UCRP. En los resultados electorales la
fórmula Arturo Illia-Carlos Perette se constituyó en la primera minoría con menos del 25% de los votos,
seguido de alrededor de un 20% de votos en blanco. Con ese porcentaje, la UCRP llegó al gobierno en
una posición muy débil. Además, el antiperonismo del partido lo vinculaba con los militares colorados y
el ejército estaba en manos de los azules.
Con este panorama asumió la presidencia Illia (1963-1966), un político cordobés que no era la
figura más destacada de su partido y es probable que su candidatura derivara de la escasa fe en el triunfo
de los principales dirigentes radicales. Dentro del abanico de tendencias de esa agrupación política, tenía
simpatías por las posiciones más progresistas. En algunos temas el gobierno de Illia se desarrolló en
escenarios parecidos al que soportara Frondizi desde 1958: surgió de elecciones donde el peronismo
estaba proscripto, sufrió el descontento militar y la presión de los sindicatos. Sin embargo, su
presidencia se definió por el respeto de las normas y la decisión de no abusar de los poderes.
La economía
La política económica, de perfil keynesiano, puso el énfasis en la acción del Estado, el desarrollo
del mercado interno, las políticas de distribución y la protección del capital nacional. En esa línea el
Congreso votó la Ley de Salario Mínimo, Vital y Móvil. En los hechos, la gestión económica tuvo más
éxitos que los percibidos por la opinión pública de su época, imagen que quedó grabada por muchos
años en vastos sectores de la sociedad. En efecto, el PBI creció moderadamente, los salarios reales se
recuperaron y aumentaron las exportaciones a partir de excelentes cosechas. Estos logros no implicaron
desbordes presupuestarios ni otros desequilibrios económicos. Pero así como en lo social la convivencia
era imposible, en el terreno económico había limitaciones estructurales que impedían la continuidad del
crecimiento en el largo plazo.
Desde el punto de vista académico, los frustrados intentos de desarrollo de los años 60, fueron
explicados por la crisis recurrente de la Balanza de Pagos. Se lo llamó “ciclo de marchas y contramarchas”
o “stop and go”. Dicho en pocas palabras, las crisis de crecimiento estaban vinculadas al estrangulamiento
de la Balanza Comercial, porque en períodos de expansión de la producción, las importaciones (materias
primas para la industria, bienes intermedios y bienes de capital) crecían más rápidamente que las
exportaciones (excedentes del sector agropecuario que no habían cambiado mucho desde la década del
50). Se producía inexorablemente una balanza comercial crecientemente desfavorable, y
consecuentemente la tendencia al agotamiento de las reservas de divisas, que era resuelta, en primera
instancia con restricciones a las importaciones (incluidas las prohibiciones) y luego mediante una
medida general y más operativa: la devaluación.
Pero no todas las medidas económicas fueron graduales y exitosas: la anulación de los contratos
petroleros con empresas extranjeras, llevó al país al desabastecimiento del entonces llamado oro negro y
ganar la desconfianza de los Organismos Internacionales, como el FMI y el Banco Mundial.
La política
Los resultados de su política fueron distintos de los esperados. Ninguno de los grupos de poder
estaba conforme. En 1964 la CGT implementó un Plan de Lucha que incluía la ocupación pacífica de
establecimientos fabriles. Llegaron a ocuparse once mil en dos meses, agudizando los problemas del
gobierno.
Para entonces muchos dirigentes sindicales estaban intentando disputar el liderazgo a Perón, para
quien era cada vez más difícil manejar el movimiento a distancia y la imposibilidad de prescindir, por eso
mismo, de estos dirigentes. La estrategia vandorista en ausencia del Perón, era: invocar su nombre, usar el
poder de presión que le daban la capacidad de movilizar a los sindicatos obreros y el control de los votos
peronistas para liberarse de la tutela del líder.
Paralelamente a estos conflictos el gobierno de Illia debió enfrentar la oposición militante de las
fuerzas Armadas. Desde septiembre de 1962, los azules se asociaron con sociólogos expertos en
comunicación social que esbozaron una nueva imagen del Ejército. La tarea se concentraba en torno del
comandante en jefe. Los comunicadores presentaron al ejército como legalista, obediente al poder civil, y
no deliberativo, en el cual los planteos que debilitaban la disciplina eran cosa del pasado.
Cabe aclarar que esta posición de Onganía estaba en estrecha consonancia con la “Doctrina de la
Seguridad Nacional”, surgida luego de la Revolución Cubana en 1959. Según dicha teoría, las Fuerzas
Armadas debían desplazar su función de defender la soberanía territorial, para defender las fronteras
ideológicas dentro del propio territorio. Esta concepción, muy funcional a los intereses de los EEUU, que
deseaban evitar que la ideología socialista de la revolución cubana se extendiera a todo el continente,
tenía eco en los militares argentinos. Estos, siempre temerosos del desorden social, ahora podían “palpar”
la amenaza en el pensamiento de izquierda de los jóvenes y el descontento social generalizado. Por otro
lado, pensaban que los ejércitos latinoamericanos podían descansar de su tarea de defender las fronteras
y dedicar sus esfuerzos a controlar cómo pensaban los ciudadanos, porque la única posibilidad de ataque
provendría del bloque comunista. En ese caso los Estados Unidos acudirían en auxilio de los países de su
órbita. La doctrina suponía que los movimientos subversivos encontraban un caldo de cultivo adecuado
en las situaciones de pobreza, por lo tanto, debía ser de interés de las
Fuerzas Armadas promover el desarrollo económico de los países
latinoamericanos. Así, el gobierno norteamericano acentuaba las
presiones militares para convertir a los ejércitos del continente en
aliados en la lucha contra el enemigo interno y la subversión comunista.
A continuación, para profundizar sobre las medidas aplicadas por el Gobierno de Onganía en el
marco de la Revolución Argentina y de la Doctrina de la Seguridad Nacional te propongo que elijas
uno de los siguientes recorridos.