Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
A partir de 1950 la situación [del gobierno peronista] comenzó a cambiar. Una prolongada sequía
malogró las cosechas y los precios internacionales comenzaron a bajar. […] Una crisis profunda comenzó a
incubarse. […] Otros recursos contribuyeron a [esta crisis]: la obsecuencia del parlamento, el temor de los
funcionarios y, sobre todo, la inflexible represión policial de las actividades de los adversarios del régimen.
Ni los partidos políticos ni las instituciones de cultura pudieron realizar reuniones públicas, ni fue posible
publicar periódicos o revistas que tuvieran intención política. A los opositores les fue impedido hasta salir
del país y a los obreros que resistían a las organizaciones oficiales se los persiguió brutalmente. […] Las
instituciones de cultura debieron cerrar sus puertas y sólo prosperaron las que agrupaban a los adictos al
régimen, que demostraba marcada predilección por un grotesco folklorismo.
La respuesta a esta creciente organización dictatorial fue una oposición sorda de las clases altas y de
ciertos sectores politizados de las clases medias y populares. […] En 1951 un grupo militar de tendencia
nacionalista encabezado por el general Menéndez intentó derrocar al gobierno, pero fracasó y los hilos de
la conspiración pasaron a otras manos, que consiguieron conservarlos a la espera de una ocasión propicia.
[…]
[En 1955, tras] el conflicto con la Iglesia, [...] la vieja conspiración militar comenzó a prosperar y se
preparó para un golpe que estalló el 16 de junio de 1955. La Casa de Gobierno fue bombardeada por los
aviones de la Armada, pero los cuerpos militares que debían sublevarse no se movieron y el movimiento
fracasó. Ese día grupos regimentados recorrieron las calles de Buenos Aires con aire amenazante,
incendiaron iglesias y locales políticos […].
La conspiración militar adquirió nuevo vuelo bajo la dirección del general Eduardo Lonardi y
estalló en Córdoba el 16 de septiembre. Hubo allí acciones violentas, pero la sublevación general de la
marina, que concentró sus barcos en el Río de la Plata y amenazó con bombardear la Capital, enfrió el
escaso entusiasmo de los jefes aún adictos a Perón. Pocos días después el presidente entregó su renuncia y
Lonardi se hizo cargo del poder.
Subrepticiamente, Perón se refugió en la embajada del Paraguay y poco después se embarcó en una
cañonera que lo llevó a Asunción. De la férrea organización que lo había sostenido no quedaron sino vagos
vestigios incapaces de resistir. [...] Cuarenta y ocho horas bastaron para poner al descubierto la constitutiva
debilidad de la obra de diez años. Sólo quedaban unas masas populares resentidas por el fracaso, que se
negaban a atribuir al elocuente conductor, y procuraban endosar a la "oligarquía". Y quedaba una
"oligarquía" que confiaba en subsistir y en prosperar, gracias a la fortaleza que había logrado al amparo de
quien se proclamaba su enemigo. Pero indudablemente la relación entre oligarquía y masas populares
quedaba planteada en el país en nuevos términos, porque los sectores obreros urbanos habían crecido
considerablemente y habían adquirido no sólo experiencia política, sino también el sentimiento de su
fuerza como grupo social.
Spinelli, María Estela. La desperonización. Una estrategia política de amplio alcance (1955-1958
(frag.).
El problema político más grave que afrontó el antiperonismo desde su triunfo por la vía armada en
setiembre de 1955 fue ¿qué hacer con el peronismo?. La solución consensuada, desperonización. Esta se
convirtió en el signo distintivo y la nueva fuente de conflictos, violencias y frustraciones del gobierno
surgido de la autodenominada “Revolución Libertadora”. […]
El general Lonardi juró como presidente provisional el 23 de setiembre de 1955, mientras recibía la
entusiasta adhesión de la población movilizada - que invadió las calles de Buenos Aires y de las ciudades
grandes y pequeñas de todo el país portando banderas, cantando el Himno Nacional y vivando la
democracia y la libertad-, de numerosas asociaciones civiles, profesionales, religiosas y el apoyo público
de todo el arco político partidario antiperonista. Las primeras medidas oficiales desperonizadoras fueron
quitar las denominaciones de Perón y Eva Perón, como así también las que hacían alusión a otras
referencias partidarias, de calles, ciudades, plazas e instituciones diversas. A ello siguió la salida de
circulación e incineración pública de los libros de lectura peronistas, la prohibición de cantar la marcha
“Los muchachos peronistas” y la conformación de las comisiones investigadoras que recibieron denuncias
y pretendieron recabar pruebas sobre las más diversas acusaciones que habían alimentado el rumor y la
sospecha en los últimos años. También se ordenó la liberación de los presos políticos y militares que
habían combatido al peronismo, quienes fueron recibidos por nutridas manifestaciones como héroes. […]
El rápido traspaso del poder al general Pedro Eugenio Aramburu [el 13 de noviembre de 1955]
significó en el Ejército, la hegemonía de los sectores partidarios de la desperonización a ultranza […] En
ese marco de ideas y sentimientos políticos dominante, se decretó la disolución del Partido Peronista y la
confiscación de sus bienes, la prohibición de todo tipo de propaganda, incluyendo el pronunciar el nombre
propio del presidente depuesto y el de su esposa, la utilización de imágenes, símbolos y signos y la
liquidación de la Fundación Eva Perón. La profundización y sistematización de las políticas
desperonizadoras, agravada también por otro tipo de hechos, como el robo del cadáver embalsamado de
Evita, por parte de un comando del Ejército, tuvo como efecto no deseado para los “libertadores”, el
surgimiento de la “resistencia peronista” que ensayó espontáneamente diversas formas de violencia,
propaganda y desestabilización política.
[… ] Incluyó, además de la degradación de oficiales y suboficiales de las tres armas que habían
actuado en defensa del gobierno constitucional derrocado, fueran o no peronistas, la puesta en
disponibilidad del personal docente y administrativo de los distintos niveles educativos y clausulas
discriminatorias para acceder a cargos o concursos, cesantías en reparticiones de salud pública, en la
justicia y en otras dependencias estatales. Se trataron de corregir los zigzagueos iniciales, mediante una
política de claro corte rupturista, cuyos críticos denominaron “revanchista”, y denunciaron en ella la
reedición de los métodos arbitrarios que había practicado el peronismo hacia la oposición.
La innovación introducida por la nueva gestión de gobierno con relación al problema peronista
radicó en que el peronismo como identidad política se definió como el enemigo del sistema democrático y
de la nación misma.
Texto completo en: historiapolitica.com/datos/biblioteca/Spinelli1.pdf