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Política y/o violencia.

Pilar Calveiro
Desobediencia armada
Forma de desobediencia más radical y confrontativa: grupos armados. Respuesta y
continuación a la violencia vivida en Argentina en el siglo XX.
Cuando se da inicio al Proceso de Reorganización Nacional, existían dos
importantes organizaciones guerrilleras en el país: a) Montoneros y b) Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP)
ERP
Con origen en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), de orientación
trotskista y socialista, se funda por un puñado de 50 jóvenes en julio de 1970. Noción de
“ejército” debido a la necesidad de librar una guerra popular con base en el triunfo
vietnamita sobre los Estados Unidos, interpretación de que en Argentina ocurría algo
similar con el pueblo contra el imperialismo y sus aliados. El PRT-ERP desconfiaba de la
conducción de Perón ante un proyecto revolucionario, por lo que existían profundas
divergencias entre trotskistas y peronistas.
Según ellos, el liderazgo peronista era contrario a los intereses populares: “la
desconfianza que el ERP tenía hacia las formas burguesas de la política y hacia el
peronismo como movimiento, junto al lugar privilegiado que le asignaba a la lucha armada”
(p. 80). 1973: en mayo tras ascenso a la presidencia de Cámpora intentan copamiento de
una comisaría en Merlo; en agosto asesinan a un comisario acusado de torturar a presos
políticos; septiembre intento de copar el Comando de Sanidad y ese mismo mes el
gobierno declara ilegal al ERP, excluidos del proceso democrático: “su estrategia (…)
consistía en romper el equilibrio constitucional para concluir con una farsa democrática
destinada a debilidad la organización popular y revolucionaria” (p. 81). Se intensifica la
actividad guerrillera a partir del 73, focos de guerrillas rurales “justifican” la intervención y
la represión del Ejército, “creación campos de concentración”. Dura derrota tras intentar
copar el batallón de arsenales 601 en Monte Chingolo, de 250 guerrilleros 49 muertos.
Montoneros condena la fallida operación en Monte Chingolo, critican la conducción
trotskista, pese a que ellos también utilizaban tácticas guerrilleras: “ambas acciones se
inscribían dentro de la táctica de ataque indiscriminado a las Fuerzas Armadas, que redundó
en favorecer la cohesión de las instituciones militares en torno a la necesidad de
producir un golpe de Estado que detuviera la subversión” (p. 82). Tras el golpe del 24 de
marzo, comienza el proceso de la destrucción del ERP y para fines de 1976 unos 50
militantes habían logrado escapar del país. En 1977 una de las organizaciones
guerrilleras más numerosas había desaparecido.
Montoneros
De las llamadas Organizaciones Armadas Peronistas (OAP): Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR), Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Descamisados y Montoneros,
tras años de fusiones e incorporaciones, estas organizaciones se unifican bajo el nombre
de Montoneros hacia el año 1974. Montoneros se había fundado en 1970, quienes en su
primera aparición pública secuestran y asesinan al general Aramburu, figura muy
importante en el derrocamiento de Perón en 1955.
Clara definición peronista, aunque aún había posturas distintas dentro de la OAP,
como de las FAR -guevarismo y disidentes de la izquierda tradicional- por ejemplo, quienes
abogaban por el socialismo como arma política; las FAP -izquierda del peronismo-,
nacionalismo de izquierda y peronista; Descamisados -nacionalismo católico y juventud
demócrata cristiana-, noción de un catolicismo radical. “Buena parte de los integrantes
originales del grupo original de Montoneros provenía también del cristianismo
progresista, de grupos nacionalistas y de peronistas” (p. 87), y pese a que algunos de sus
integrantes admiraban al falangismo español y habían pertenecido a grupos de derecha “su
adhesión al peronismo haría que, sin entrar en mayor contradicción con todos esos valores,
colocarían el acento en un nacionalismo de corte popular antes que en católico, elitista
y oligárquico, al estilo de los grupos de la vieja derecha” (p. 87). Eran organizaciones
pequeñas que desarrollaron prácticas semejantes (operativos y expropiación de armas,
dinero y documentación; propaganda armada y operaciones de “justicia popular”). Las
acciones políticas se orientaban en simpatizar con la población (reparto de alimentos en
zonas marginales, propaganda en medios populares, etc.), siendo la época entre 1972 y
1976 en la cual las organizaciones dejaban de lado sus diferencias por el Movimiento
Peronista. Fueron reconocidas “oficialmente” por el peronismo por el mismo líder como
“formaciones especiales”
Para los grupos guerrilleros los espacios políticos eran producto de sus acciones
armadas: “el poder político del radicalismo, del desarrollismo, de las Fuerzas armadas en el
país, había brotado desde muchos años atrás de la boca de los fusiles” (p. 89) Aceleración
de la violencia. A diferencia del ERP, se volcaron a la coyuntura electoral y en una
confianza ciega hacia Perón, cuya participación fue clave en la campaña electoral del
doctor Cámpora en 1973, quienes creyeron que esa apertura electoral había sido producto
de su lucha. Obtuvieron algunos cargos en el nuevo gobierno de Perón. En aquel espacio de
legalidad, las organizaciones crecieron y conformaron la llamada Tendencia
Revolucionaria, “formada por el conjunto de agrupaciones (juvenil, femenina, sindical,
universitaria, de estudiantes secundarios, de villas de emergencia) que respondían
políticamente a las OAP” (p. 90), la cual se selló con la unificación de FAR y Montoneros.
Poder de movilización, de propaganda y difusión política enorme.
Al asumir el poder Perón, comienzan los problemas con la derecha peronista y el
propio líder. Noción de una imposición de un proyecto impopular y gran parte de
Montoneros “no podía aceptar la distancia entre el Perón pragmático que asumió el
gobierno y la imagen del ‘líder revolucionario’ construida durante el exilio” (p. 91). 1 de
mayo de 1974: culmina el enfrentamiento directo, ruptura definitiva entre Montoneros
y Perón. Dos meses más tarde moría Perón, dejando el gobierno en manos de su mujer
Isabel Martínez y el ministro López Rega, enemigos de la izquierda peronista.
Recrudecimiento de la represión y los grupos parapoliciales, forzando a Montoneros a
abandonar los espacios políticos y volcando sus esfuerzos cada vez más en la acción
armada y clandestina. Batalla desigual dentro del Movimiento Peronista.
En aquel escenario, Montoneros se lanza a una demostración de fuerza militar para
intentar recuperar los espacios políticos. En 1975, la organización realizó casi 500
operativos militares (propaganda, asesinatos enemigos públicos, ataques a las FFAA),
cuyas acciones “lejos de crear contradicciones en las fuerzas de seguridad, las
unificaron en torno a la necesidad de aniquilar a los grupos guerrilleros” (p. 93). Tras
el golpe de Estado, Montoneros llevó al limite su accionar militar: entre el 11 de marzo y el
10 de mayo realizó una serie de ajusticiamientos; en 1977 llevó a cabo 600 operaciones,
pero cada vez incrementaban las bajas; en agosto de 1978, tras una estimación de 4500
bajas los dirigentes Montoneros deciden lanzar una contraofensiva en 1979, con la
esperanza de un estallido insurreccional que nunca se materializó.
Política y violencia
Contextualización de aquella violencia. En los años 60, Revolución Cubana y la
Guerra de Vietnam, surgen las ideas de que la lucha revolucionaria podía acelerar los
cambios sociales necesarios en el Tercer Mundo para acabar con la injusticia social.
Surge la teoría del foco, trascendental para los movimientos de liberación del
Tercer Mundo al concebir la lucha antiimperialista como la condición posible para
llevar a cabo una revolución social. Germinan diversos movimientos armados en muchas
partes del globo, cuya concepción “ponía el acento en crear las condiciones
revolucionarias mediante la aceleración de conflictos y la acción directa” (p. 96).
Foquismo y uso de la violencia claves en los movimientos radicales revolucionarios
(guerrilla argentina ERP emparentado con el MIR, los tupamaros uruguayos, M19 de
Colombia, Organización de Liberación Palestina, Frente Sandinista, etc.). preponderancia
de lo militar sobre lo político al tener la creencia que mediante la lucha armada surgiría
la conciencia que desataría la revolución social. Sustento de lo autoritario de lo político,
los jóvenes se relacionaban con prácticas autoritarias a fines de los 60, ejemplo más claro:
grupo nacionalista Tacuara y Federación Juvenil Comunista, antisemitismo y estalinismo.
Considerar a la política como una cuestión de fuerza: “la guerrilla consideraba que
respondía a una violencia ya instalada de antemano en la sociedad” (p. 98).
Inicio de los 70, reivindicación de la violencia. Jóvenes entre 18 y 25 años
engrosaban las filas de estos grupos armados que realizaban asaltos a bancos, secuestros,
asesinatos, bombas, etc. Entre 1970 y 1974, se habían seleccionado blancos políticos, pero
una vez intensificada la práctica militar “la lucha armada pasó a ser la máxima expresión de
la política primero y la política misma más tarde” (p. 99). La influencia del peronismo en
las OAP, llevó a una mezcla entre el foquismo y el populismo, pero se fue desvirtuando en
la medida que Montoneros se distanciaba del movimiento peronista; aunque el ERP seguía
la corriente del foquismo, desconfiando en la lucha electoral, propuesta de la conformación
de un ejército con foco en la guerrilla rural. “los jóvenes radicalizados de la década de los
70 habían aprendido el valor político de la violencia en una sociedad que se valía de ella”,
fueron productos de su sociedad y su época.
Atrapados
Proceso de militarización de las organizaciones desvinculadas a la lucha de masas
tuvieron 2 vertientes principales:
1.- Idea de construcción de un ejercito popular: iniciado a fines de 1974,
inmediatamente tras la ruptura con Perón por parte de Montoneros y agrupaciones
asociadas a Tendencia Revolucionaria. Tras el fracaso de acceder al gobierno por vías no
violentas, la estructura comenzó a especializarse militarmente: diferenciación de 2 grupos,
milicianos (tareas políticas, aunque se militarizarían más tarde) y combatientes, la mayoría
de los miembros de la organización participaban en la actividad militar.
Durante 1975, se forma el Ejército Montonero, organización militar en pelotones,
servicio de inteligencia, documentación falsa y armamento, potencia militar considerable
para aquella organización. Intención de la creación de un ejército regular se reflejaba en la
importancia a la disciplina militar, los uniformes, los rangos, etc. Reivindicación del
uniforme como derecho, retroceso de la revuelta y la desobediencia. “la geografía, las
poderosas unidades, el ejército regular, las armas y la no política ‘sostienen’ la revolución”
(p. 103). Militarización provocó internamente debilitamiento y progresiva
descomposición en las organizaciones: lazos autoritarios en detrimento del
compañerismo, poca participación de los militantes en las decisiones: “la guerrilla había
comenzado a reproducir en su seno las formas y las técnicas del poder establecido,
antes que generar un cuestionamiento y desarrollar variantes alternativas de prácticas y
participación política” (p. 104). Poder contra poder, arrogancia y soberbia. De la
resistencia pasaron a parecerse a ese poder central al cual disputan ahora el lugar
2.- Represión contra las organizaciones sociales, políticas y sobre todo contra
las armadas, partió en un primer momento desde la derecha peronista vinculada a
importantes sectores de las Fuerzas Armadas. 1973, comienza el accionar público de la
Alianza Anticomunista Argentina o Triple A, organización terrorista paramilitar con el
apoyo y la protección del gobierno (precisamente del ministro López Rega), que llevó a
cabo asesinatos y atentados que terminaron con la vida de dirigentes y militantes de la
izquierda política, vinculados o no con las guerrillas. Tras la muerte de Perón su actividad
se intensificó, entre julio y agosto del 74, un asesinato cada 19 horas, en septiembre ya
habían muerto 200 personas. La guerrilla respondió durante 1974 y 1975 con más
asesinatos en represalia
Violencia desatada entre izquierda y derecha: “sin embargo, detrás de los tiros, la
lucha era sin duda política (…) se disputaban proyectos diferentes y, en ese contexto, la
conducción del peronismo como movimiento mayoritario” (p. 106), verdadera lucha por
la legitimidad y la legalidad, inclusión y exclusión. Violencia de la derecha cobró miles
de víctimas, Comando Libertadores de América. La AAA tenía prácticas de desaparición de
personas, secuestro de militantes latinoamericanos y asesinatos masivos de familias de
guerrilleros. Golpe de 1976 “implicó no sólo la represión masificada de la guerrilla, con
una violencia inédita, sino también cualquier tipo de oposición” (p. 107), acción contra
todo lo vinculado como subversivo. Debilitamiento interno se sumó a las bajas de los
movimientos guerrilleros, aunque el ERP y Montoneros seguían considerándose firmes en
la lucha. Montoneros: “el desastre político y militar que sufrió fue fruto de una
organización atrapada en las concepciones y prácticas militarizadas, burocratizadas,
pragmáticas y autoritarias que se han descrito hasta aquí y que, de manera creciente, le
escamotearon el más elemental sentido de realidad” (p. 109)
Una lógica cerrada
Desastre de la guerrilla explicado por la represión y la división interna. Para julio de
1976, el ERP ya había sido aniquilado, aunque para aquel momento Montoneros persistía
en la lucha. Se presentan los mecanismos políticos, militares y organizativos que
condujeron a Montoneros a su derrota final
Lo político
1.- Pragmatismo: cierto menosprecio por la elaboración intelectual.
Contradicciones en el proceso político “la única verdad es la realidad”. “el énfasis en la
práctica y en la acción dio lugar a severas contradicciones dentro de la linea política, que
fue llevada en una y otra dirección, según se sucedían las coyunturas” (p. 113), las cuales
eran respaldadas por la realidad. El pragmatismo llevó a una incomprensión de Perón y
el movimiento peronista: “Mientras Perón se planteaba la ‘comunidad organizada’,
Montoneros esperaba medidas de corte socialista, nacionalización de empresas y recursos, e
incluso la formación de milicias populares” (p. 113-114)
2.- Desinserción de los sectores populares: aislamiento creciente y reducción de su
área de influencia en los sectores ligados a la organización. Montoneros tenía un trabajo de
base del Movimiento Peronista en los frentes territoriales y juveniles, sin embargo, “el
movimiento peronista abarcaba a muchos otros sectores y constituía un fenómeno social
mucho más amplio, pero también, sin duda, buena parte de su capacidad de presión,
negociación y concertación residía en el poder de ese aparato sindical, al que Montoneros
nunca pudo acceder” (p. 114).
Este proceso de desinserción se profundizó por la represión ejercida por la AAA y
luego por el gobierno militar. Propuestas populares de acciones no eran consideradas
viables ni deseables: la formación de un ejército, prácticamente una declaración de guerra y
prácticas que no harían más que incrementar la violencia no coincidían precisamente con
el movimiento peronista. La destrucción de organizaciones de base llevaría a la pérdida
de canales de comunicación, a la desconexión y a la autosuficiencia. Agudización a
partir de 1977, las conducciones abandonan el país, luego los mandos medios y
posteriormente quienes pudieron hacerlo. El mencionado proceso “llevó, por una parte, a la
formulación de propuestas que el Movimiento Peronista, de por sí disperso y golpeado por
el accionar represivo sobre todos sus frentes, no podía ni quería recoger. Pero, por otra,
llevó a las conducciones a creer que las acciones de resistencia que se emprendían en el
país eran una respuesta real a la política montonera” (p. 116). Separados de la lucha política
y temidos por los activistas sindicales, pues podían atraer la represión. Al aislarse de los
sectores populares, aumentó una lógica cerrada, autosostenida, sin instancias de
confrontación política, internista.
3.- Prevalencia de la lógica revolucionaria sobre el sentido de “realidad”: escasa
relación con el entorno político y social, deriva en reemplazar el análisis político por una
lógica interna de principios revolucionarios. Prácticas de Montoneros se alejan del
acontecer. “se fue produciendo un deslizamiento gradual que comenzó por distorsiones
ligeras para llegar a un discurso verdaderamente aberrante, sin contacto alguno con lo que
podríamos llamar lo ‘realmente existente’” (p. 118), por ejemplo, cada movimiento era
justificado por una presunta cercanía al triunfo. Falseamiento de lo real como una versión
aceptable y creíble dentro de la organización
4.- Convicción del triunfo inexorable: “cualquier situación es favorable para fines
estratégicos”. Presuponer una línea de evolución histórica que lleva al triunfo incondicional
de los objetivos. En vista de esto, tanto el ERP como Montoneros, consideraron el golpe de
1976 como beneficioso para la causa por las contradicciones que atraería al aclarar un
enfrentamiento hasta ese momento difuso, lo cual aceleraría el triunfo según ellos
Lo militar
1.- militarización de lo político: bajo el foquismo, el accionar militar generaba
conciencia. Una vez en la clandestinidad, la balanza entre lo político y lo militar se inclinó
hacia lo último. “idea de que lo militar era el pilar fundamental y prácticamente único del
poder político; no ya una extensión de lo político sino su sustento principal” (p. 121).
Reducción de lo político a lo militar, que ocupa el espacio político y predomina sobre el
primero, la realidad sociopolítica se reducía a variables militares entre 2 fuerzas:
propias y enemigas. Pensamiento binario de eliminación del enemigo, análisis de este en
base a tiempo, espacio y armas. Empobrecimiento de lo conceptual y conducción con
pensamiento burocrático-militar
2.- Guerra y enemigo: opositor = enemigo; lucha política = guerra. “se caracteriza
como enemigo a todo el aparato represivo, a la burocracia sindical sin exclusiones, a la
derecha del peronismo y a la burguesía, por lo menos la industrial” (p. 123), ambigüedad y
arbitrariedad de la definición de enemigo. Extensión de la violencia, muchas pérdidas en
vidas humanas
Lo organizativo y la política interna
1.- simplificación de lo político como problema organizativo: organizativismo,
ante las crisis políticas, se optaba por reorganizaciones administrativas. problemas de
representatividad. Transformación de la organización de Organización Político Militar
(OPM) en partido revolucionario, el Movimiento Peronista Montonero (MPM)
especialización de funciones y mayor centralismo en la conducción. No surge como
establecer alianzas y acuerdos con otros sectores. “la conducción, bajo el argumento de que
la relación con las masas debía sostener a la guerrilla y no a la inversa, retaceó recursos con
los que contaba y dejó indefensos a militantes populares que hubiera podido proteger” (p.
126)
2.- falta de participación en los mecanismos de promoción y en la toma de
decisiones: conducción de Montoneros marcada por el centralismo de la toma de
decisiones, lo cual se incrementó desde 1974, reestructuración condujeron a eso, incluso
sin independencia regional. Conducción Nacional formada por 4 miembros, subordinados
a ellos el Secretariado Nacional y el Consejo Nacional, todo en un puñado de personas:
“allí se trazaban las políticas, sin que existieran mecanismos de convalidación o
rectificación de las mismas por parte de los demás niveles de la organización; allí se deben
buscar las responsabilidades últimas del accionar montonero entre 1976 y 1980” (p. 127),
no existían casi formas de manifestar desacuerdo: “cuando todas las decisiones de un
cuerpo colectivo se toman por un consenso tan amplio que no amerita ni siquiera la
consulta, resulta evidente que sencillamente no existe espacio para el disenso” (p. 128)
3.- disciplinar el desacuerdo: el aumento de la represión dio aún más prioridad a lo
militar, por lo que la disciplina reemplazó a la participación. Conducción simulaba y
castigaba el desacuerdo y boicoteaba la discusión. Montoneros fue una organización
disciplinada y vertical. Presencia del autoritarismo, que aludía a un principio de
obediencia. Convertirse prácticamente en todo lo que antes se resistía. “uno de los signos
más claros de la derrota política de Montoneros lo constituye esto: el no haber podido
constituirse en una alternativa de resistencia de esas formas del poder, en una posibilidad de
fuga de él, sino haber generado a la postre, su reproducción lisa y llana” (p. 131)
4.- lógica amigo/enemigo: conducción de Montoneros en su delirio de dueña de la
verdad, se creían capaces de definir la distinción entre amigo y enemigo: dividir entre lo
bueno y lo malo y justificar acciones como fines de los principios revolucionarios. A
partir del recrudecimiento de la violencia en 1976, todo lo que no sea revolucionario es
contrarrevolucionario. Fusilamientos a desertores, conspiradores, traidores,
insubordinados, a quienes abandonaran la organización sin autorización. Quienes huían
tenían que hacerlo tanto de Montoneros como de las Fuerzas Armadas. Desacuerdo =
expulsión de la organización. “todo aquel que no ostentó una fidelidad incondicional a la
conducción fue acusado de ser enemigo real o potencial, aumentando el aislamiento y la
necesidad política” (p. 133).
5.- infalibilidad e irrevocabilidad de la conducción: no se reconocían los errores
cometidos por la misma conducción. En la conducción solo hubo reemplazos de puestos
por la muerte de alguno de sus miembros, no había mecanismos de destitución
“las órdenes y la sumisión a las mismas deben explicarse por este conjunto de
prácticas políticas, militares y organizativas que aislaron a los militantes de la realidad
nacional y los convirtieron en victimas primero de la política represiva del Estado,
pero también de la organización que ellos mismos habían creado y de su propia
conducción” (p. 134).
Cerco y aniquilamiento
Desde 1975, los militantes tenían más probabilidades de morir que de sobrevivir.
Sin embargo, hubo varios que permanecieron hasta el final, debido a entre la fidelidad a los
principios y haber emprendido un camino sin vuelta atrás, un pacto con los compañeros
caídos y responsabilidad colectiva. Quiebre con la formación ética inicial en la
organización en gran mayoría por jóvenes semiintelectuales de clase media,
responsabilidad por la “sangre derramada” y una suerte de deuda moral. Muchos
fueron asesinados o fueron a parar a los campos de concentración-exterminio. En Tucumán
y Córdoba se realizaban detenciones de vinculados a la guerrilla y la torturaban hasta
obtener información y “colaboración” para dar con más subversivos y sus asentamientos;
los secuestrados señalaban caras de los guerrilleros, terminando en decenas de detenidos-
desaparecidos, lo que luego sería aplicado también en Buenos Aires, guerrilleros cada vez
más acorralados.
La conducción extremó las medidas para combatir antes de ser capturado e incluso
llevar consigo una pastilla de cianuro para no ser capturado con vida, declarar traidores a
quienes no cumplieran con esto o cayeran en manos del enemigo o revelaran información.
Gran cansancio en los militantes, imposibilidad de resistir y necesidad de terminar:
infalibilidad de la victoria, acorralamiento tras pérdida de amigos y compañeros,
desconfianza en las conducciones, soledad en la clandestinidad: “el militante caía derrotado
de antemano. No tenía posibilidad de resistir; ya no quería resistir” (p. 141). Un
elemento importante para la destrucción de las organizaciones fue la delación; las Fuerzas
Armadas sabían cuales eran los puntos débiles y los explotaban. Resistir heroicamente sin
dar información o colaborar directamente con los militares. “rotos los lazos orgánicos y
la confianza en un proyecto colectivo, se buscó alguna forma de salvación personal o,
cuando menos, la atenuación del sufrimiento” (p. 142). Gran número de detenciones
producidas por la delación, pero también pueden haberse producidos indirectamente. “Se
podría decir que las condiciones de descomposición internas -principalmente políticas-
facilitaron el accionar represivo, a la vez que se potenciaron con él. Una cosa propició la
otra (…) La derrota política de la izquierda, en general, y de la izquierda peronista, en
particular, precedió a la derrota militar y la hizo posible” (p. 143).
Reflexiones finales
Destrucción de los movimientos armados se consiguió con la represión. No solo
guerrilleros, sino que también, otros militantes de organizaciones políticas ajenos o no a la
lucha armada fueron asesinados, torturados o desaparecidos.
Medidas represivas del Estado entre el contexto interno y respondiendo a un
fenómeno extranacional de Guerra Fría en que Estados Unidos buscaba asegurar su
hegemonía en el continente, guerras sucias para impedir y eliminar cualquier proyecto
alternativo a los lineamientos desde Washington. “la particular violencia del caso
argentino, con una secuela de treinta mil desaparecidos sin paralelo con ningún otro país
latinoamericano -a excepción de Guatemala-, puede pensarse precisamente por la extensión
e influencia de los movimientos armados” (p. 146), más aun, existiendo grupos armados
que disputaban el poder armado al Estado. Para aquellos solo quedaba el exterminio y la
aniquilación de raíz de las organizaciones a nivel latinoamericano: “violencia de
‘escarmiento’ del Estado, contra aquellos que intentaban poner en entredicho su núcleo más
medular, permanece como memoria de un miedo gigante que no se atreve siquiera, en el
presente, a reconsiderar la difícil y decisiva relación entre política y violencia” (p. 147).
Las guerras sucias permitieron la apertura incondicional de América en sus formas
económicas, políticas e intelectuales.

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