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Sobre los desafíos de los derechos humanos. ¿Qué significa la universalidad de los derechos? Javier de Lucas.

Resumen
hecho por Paula Caroca C.

En primera instancia, el autor fundamenta su texto refiriéndose a dos grandes tesis respecto de la
teoría de los derechos humanos, la primera que estipula que “el Derecho es lucha por los derechos,
por el derecho a tener derechos”, que dicho en otras palabras, “el sentido del Derecho (…) no está
en las mentes de los sabios juristas, sino en los procesos sociales que las más de las veces son luchas
de los individuos – por sí y en grupo – por alcanzar el reconocimiento y la garantía de sus
necesidades básicas”. El segundo principio propone la idea de “la igualdad de los derechos, la igual
libertad”, que hoy en día continúa como aspiración y no se ha transformado en realidad.

El autor propone como fundamento principal de su intervención el que “la igualdad es el requisito
de la universalidad de derechos y sólo a través de ella (…) se pueden alcanzar los derechos” y así,
el derecho como concepto no sería compatible con la idea de un límite o una frontera en el sentido
simbólico. “Fronteras geográficas que imponen desigualdad en reconocimiento y/o (…)
nacionalidad (…) fronteras interiores, las que discriminan entre seres humanos”.

“Igualdad, universalidad, diferencia y desigualdad son, pues, elementos que debemos precisar a la
hora de establecer el rumbo de la lucha por los derechos que nos permitirá conseguirlos para todos.”

En cuanto a la tesis de la universalidad, el autor ejemplifica varias condiciones actuales del mundo
por las cuales fundamenta por qué no se podría “hablar en serio de universalidad” (p.5), sin embargo,
describe al concepto por medio de las siguientes precisiones: “la universalidad de los derechos
humanos es una exigencia normativa y que el hecho no se haya conseguido no desmiente su
pertinencia (…) el concepto mismo de derechos humanos no puede entenderse sin la nota de
universalidad, porque si no son universales, si no son derechos de todos los seres humanos, no son derechos
humanos.”

En esta misma línea, define la universalidad como “igualdad en el reconocimiento”, que “no puede
tener como condición la desaparición de la diversidad, de la pluralidad, de las diferencias de
identidad”, dado que mientras esas diferencias “sigan siendo construidas como desiguales (…) la
universalidad seguirá siendo una más de esas bellas ideas que no se toman en serio”. Cita a Kant
quien planteaba “si en la experiencia de la vida de tantos seres humanos esos derechos no existen
no tiene sentido que sigamos proclamándolos como universales.”

Esta contradicción debe entenderse como una faltante que puede cambiar con el tiempo y como
resultado de las luchas sociales, entendiendo así que “la historia de los derechos humanos es la de
su progresiva extensión, la de su continua ampliación hacia la meta de la universalidad”, y, por lo
tanto, es un proceso continuo. “(…) ha ido realizándose, ampliando el ámbito de sujetos a los que
se aplica y ampliando y diversificando también el número de derechos. Ha ido convirtiéndose en
más universal, más inclusiva (…)”

Al mismo tiempo, es importante distinguir y precisar a qué se refiere exactamente la universalidad


de los derechos humanos, dado que “lo que es derecho a este lado del océano, resulta delito al otro
y viceversa”, por ende, hay que entender “que los derechos humanos no son una realidad “natural”
(…), sino un producto, (…) una conquista histórica. Que tienen por tanto orígenes y desarrollos en
lugares y culturas muy concretos y que no todos se han positivizado (…) en todos los países, o aún
no se dan en algunos”.
Sobre los desafíos de los derechos humanos. ¿Qué significa la universalidad de los derechos? Javier de Lucas. Resumen
hecho por Paula Caroca C.

Por lo tanto, “todo ello no significa que los derechos humanos sean creados por los Estados, o por
determinados poderes”, sino que “decimos que los derechos humanos son triunfos frente a los
intereses u opiniones de los demás, sean estos demás (…) cualquier otro.”

En la actualidad entonces, los derechos humanos deben enfrentarse a desafíos propios del avance,
reconociendo a la transculturalidad como “la prueba o el test” más actual de la universalidad. Este
desafío no comprende “admitirlas sin más, - las pretensiones y visiones de mundo de otras culturas
- sino para examinar si hay algo que debemos cambiar o añadir”. Es importante reconocer que en
la conversación y el debate de nuevas visiones de mundo e incurrencias de otras nuevas culturas
surgirán elementos que el autor propone se deben medir por medio del “criterio de la satisfacción
de las necesidades básicas de los seres humanos”, para así evitar caer en “prácticas que suponen la
violación de los derechos individuales”.

Una idea de mucha importancia es la de comprender a la lucha por los derechos como “la razón
misma de ser del Derecho”, que equivale a “luchar por la igualdad de los más vulnerables” y
reconocer como “síntomas de grave riesgo, el de la fragmentación del vínculo social, de la cohesión
social, del proyecto común” a las instancias de “violencia de género, desigualdad estructural, déficit
en reconocimiento en pueblos indígenas”, entre otras.

“La necesidad del reconocimiento de la igualdad compleja, la igualdad que entiende las diferencias.
Porque ese reconocimiento (…) es la clave de la justicia”. Mientras que “la “sociedad del
menosprecio”. Una sociedad en la que el grupo hegemónico excluye, domina, desprecia a los otros,
construyéndolos como esclavos” sería el equivalente directo a desigualdad e injusticia. Finalmente,
el autor añade que “añoramos el compromiso de los poderes públicos, el modelo de un Estado que
asuma esa tarea de la lucha contra la desigualdad, contra el menosprecio, como prioridad”.

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