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Naciones
pueden considerarse, en mayor medida que ningún otro pueblo, los hi
jos más legítimos de la edad de la máquina»; «la fuerza aérea es el
arma propia de Estados Unidos».7 Aun así, el problema inverso no es
menos significativo: la atribución a otro país de un poderío tecnológi
co extraordinario que se hace esquivo para con el propio. Así, por
ejemplo, en el Reino Unido ha sido común, sucesivamente, el conven
cimiento de la superioridad de Alemania, Estados Unidos, la Unión
Soviética y. en los últimos años, Japón, así como la sensación de que
siempre hay una nación que lleva la delantera en este sentido. En con
secuencia, el vuelo transatlántico de Lindberg, efectuado en 1927, fue
aclamado tanto en Europa como en América en cuanto prueba patente
de la energía propia del Nuevo Mundo.8 Los comunistas de todo el
mundo vieron en los halcones de Stalin la prueba viva de la superiori
dad de la sociedad soviética.9 Los fascistas, y también, de hecho, algu
nos antifascistas, pensaban que ninguna nación estaba tan preparada
para la aviación como la Alemania nazi e Italia. En fechas más recien
tes, la patria nipona se tuvo por la más capaz para la era electrónica.
Tomados de forma individual, semejantes asertos pueden parecer dig
nos de crédito. y han llevado a muchos a concebir, de manera errónea,
ideas demasiado nacionalistas en lo tocante a la tecnología. Sin em
bargo, si se consideran de un modo colectivo, salta a la vista que se
contradicen entre sí.
El tecnonacionalismo da por supuesto que la patria constituye la
unidad clave de análisis para el estudio de la tecnología: las naciones
son las entidades que inventan, que poseen presupuestos de investiga
ción y desanollo. así como culturas de innovación, y que difunden y
emplean la tecnología. El éxito de los diversos países depende, en opi
nión de los tecnonacionalistas, de la destreza con que lo hagan. Esta
actitud aparece de forma implícita no sólo en numerosas historias na
cionales de la tecnología, sino también en muchos estudios políticos,
como los dedicados a los «sistemas nacionales de innovación». Hay
tecnologías concretas que se asocian con determinados países: las re
lacionados con la industria algodonera y la máquina de vapor se tie
nen por británicas; las vinculadas a la química, por alemanas; las que
tienen que ver con la fabricación en serie, por estadounidenses, y la
electrónica de consumo se considera propia de los japoneses.10 Y ello
146 lnnomción y tradición
Nacionalismo tecnológico
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tica y, ahora, China han estado imitando tecnologías foráneas a una es
cala descomunal, y esta circunstancia ha constituido un aspecto esen
cial de su rápido crecimiento económico.
En esta historia de convergencia entre las naciones más ricas exis
te un caso muy especial. Estados Unidos no alcanzó en productividad
a Europa en el siglo XIX, sino que se puso por delante de ella. La dife
rencia se hizo más marcada a lo largo del xx. hasta el punto de que,
a mediados, los índices de productividad eran del doble de los de los
colosos industriales del Viejo Continente. Su predominio no se debió
a una clara supremacía en el ámbito de la «ciencia fundamental» ni
tampoco en el de la «investigación industrial», toda vez que en ningu
no de ellos llevaba la delantera en 1900. Al decir de los historiadores,
el rasgo distintivo de Estados Unidos y lo que sirvió de estímulo al
aumento particular que experimentó en lo referente a la innovación
fueron los avances en el ámbito de la tecnología de la producción, los
mismos que desembocaron en la fabricación en serie. Aun así, los tes
timonios que hagan pensar que la actividad inventora de Estados Uni
dos se centró en esta área no son tan irrefutables como podrían hacer
nos creer los análisis de enfoque más nacionalista. A finales del siglo
XIX y principios del siguiente se diéron intercambios extraordinarios
de conocimientos tecnológicos a través del Atlántico.17 Mediada la cen
turia, no obstante, el país había alcanzado un claro liderazgo en la in
vestigación industrial desde cualquier punto de vista. toda vez que do
minaba tanto la producción como la innovación mundiales. El caso
era, por demás, atípico. y las circunstancias parecen las ideales para
que las tecnologías se derivaran de innovaciones nacionales. Quizá Es
tados Unidos constituyese, tras la segunda guerra mundial. un ejem
plo excepcional en el que los productos de invención propia tuvieron
buenos resultados. No faltan estudios que demuestren que las tecno
logías promovieron la prosperidad de la nación: el error consistió en
creer que podía aplicarse a otros países, y que la tasa de crecimiento
fue particularmente alta.
Nos es dado, por ende, concluir que las innovaciones mundiales
pueden ser el determinante principal del crecimiento económico del
planeta, si bien de aquí no se sigue que deba aplicarse lo mismo para
todos los estados particulares: como quiera que la innovación nacio-
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Mundialización tecnológica
Autarquía y objetos
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Hidrogenación
En los albores del siglo xx, el químico francés Henri Sabatier demos
tró que podían emplearse catalizadores metálicos a fin de lograr la hi
drogenación -o adición química de hidrógeno-- de un buen número
de compuestos, tanto orgánicos como inorgánicos. En particular, re
sultaron de relieve tres aplicaciones del proceso: la fabricación de
margarina, la de amoníaco y la de gasolina; y las tres brindaron susti
tutos de productos antiguos: el amoníaco se empleó para hacer nitra
tos, con lo que reemplazaron a los yacimientos chilenos de guano; la
gasolina derivada del carbón suplió a la que se destilaba del petróleo,
y la margarina obtenida de grasas y aceites hidrogenados se convirtió
en sucedáneo de la mantequilla y de otras formas de margarina. Todos
ellos estarían estrechamente vinculados a la cuestión nacional durante
el siglo xx.
La nación no lo es todo
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lico, que afectó a todo, desde la propulsión naval con motores de gasó- ,
leo y los barcos pesqueros hasta la industria química. En la década de
1960, la Unión Soviética volvió a recurrir a Occidente a fin de obtener
modelos de automóviles y las instalaciones necesarias para fabricar
los. Gracias a cierto acuerdo fim1ado con FIAT, recibió la maquinaria
-estadounidense. sobre todo- con que equipar un gigantesco edifi
cio de nueva planta destinado a la producción de una versión de los
modelos 124 y 125. en número de 600.000 ejemplares aproximada
mente al año desde 1970 más o menos. El automóvil resultante. que
recibió el nombre de Lada en el mercado de exportación, aún se fabri
ca en nuestros días. en tanto que el establecimiento sigue siendo el
que más coches monta de toda Rusia: 700.000 anuales. lo que supo
ne un nivel de productividad de menos de la mitad con respecto a las
principales casas internacionales. Se construyó en una ciudad recién
fundada a orillas del Valga con el nombre de Togliattigrado. y forma
ba parte de un ciclópeo proyecto que incluía también la presa Lenin,
sobre el mismo río. Su denominación constituye un homenaje a Pal
miro Togliatti. sucesor del intelectual Antonio Gramsci en la direc
ción del Partido Comunista de Italia. Los dos habían estudiado en Tu
rín, cuna de la FIAT, que también los había visto entrar a formar parte
de la política activa del país. Cierto escrito elaborado por Gramsci en
prisión a finales del siglo xrx brindó a la izquierda el término for
dismo.
La Unión Soviética era una nación pobre. El ritmo al que adquirió
tecnología foránea y se industrializó resulta tan extraordinario como
el coste humano que hubo de pagar a instancia de Stalin. Lejos de li
mitarse a imitar, ambicionaba crear una sociedad nueva y superior,
más innovadora y más capaz de sacar provecho de las tecnologías que
un capitalismo desprovisto de coordinación y acosado por las crisis.
La economía planificada. que careció de una propiedad privada signi
ficativa y de competencia alguna por parte de las empresas capitalis
tas durante períodos muy prolongados, demostraría, según se procla
maba, ser superior a la postre. A partir de 1957. año del1anzamiento
del Spútnik, muchos occidentales no comunistas -y también, de he
cho, anticomunistas- acabaron por convencerse de que la Unión So
viética había resuelto el problema de la innovación y el uso de nueva
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