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Historia de la Veterinaria
en el Río de la Plata
Osvaldo Antonio Perez
Desde el momento en que el hombre domesticó a los animales, su relación para con ellos
dejó de ser algo más que la simple subsistencia alimenticia. Una firme alianza, muchas
veces defensiva-ofensiva, debió contemplar un cuidado mutuo. En garantía de este vínculo,
el hombre aportó a través de su raciocinio el dominio de un arte y ciencia, ni más ni menos
que la veterinaria, la capacidad de curar las enfermedades de su socio.
En Egipto los animales sagrados tenían, dentro de los templos, personas que estaban a
cargo de su alimentación y cuidado. "Los sacerdotes de menor rango, los uab (purificados)
examinaban los animales para el sacrificio; los de mayor categoría o hemunefer (servidores
del dios) cuidaban de los animales..."[1]. Aparte de estos estaban los swnw, prácticos laicos
cuyas funciones eran la inspección del ganado y de la carne, y de supervisar a los
sacrificadores de los templos.
Dentro del territorio de lo que hoy es China, en el siglo VIII a. C. el veterinario Wang Tao
escribió una obra sobre enfermedades del hombre, del caballo, de los vacunos y de los
perros. Cuatro siglos más tarde el veterinario Ma Shi Huang "curaba caballos y dragones,
nombre que en la literatura china se daba a los caballos celestiales que sudan sangre, es
decir a caballos padeciendo de lo que en la actualidad se considera una parasitosis por
Parafilaria multipapilosa"[3].
En la India, el rey Asoka, conocido como el Constantino del budismo por su favoritismo hacia
esta religión, mandó construir durante su reinado (hacia el -270) hospitales veterinarios,
pasookicisa, para recoger los animales enfermos.
Aristóteles escribió una Historia de los Animales, así como Partes de los Animales -el más
antiguo tratado de fisiología animal en cualquier idioma- y un tratado sobre la Generación de
los Animales. La especulación filosófica predomina en general sobre cualquier otro tipo de
certeza, de allí que haga afirmaciones, como que la rabia no es transmisible al hombre no
importa las mordeduras que se produzcan, sin rigor científico. Sin embargo algunos de sus
razonamientos no dejan de llamar la atención, como aquel en que sostiene que existen en la
sangre fibras, aparte del agua, que producen la coagulación [4]. O este otro: "El corazón es
la única de las vísceras, y ciertamente la sola parte del cuerpo, incapaz de tolerar cualquier
afección grave, cosa que razonablemente tiene que ocurrir; porque si la parte primaria o
dominante estuviere enferma, nada hay ya a que puedan recurrir confiadamente las demás
partes que de ella dependen. Prueba de que el corazón no puede tolerar afección morbosa
es el hecho de que ninguna res inmolada en los sacrificios se ha visto nunca que estuviera
afectado por las enfermedades que se observan en las demás vísceras; porque fueron
muchas las veces que se hallaron los riñones llenos de piedras y excrecencias, pequeños
abscesos, como en el hígado, pulmones, y más que todos ellos en el bazo. También hay
muchos estados mórbidos observados en dichas partes, siendo la porción del pulmón junto a
la tráquea, y la porción del hígado situada junto a la unión con el gran vaso de la sangre las
menos propensas a ellos. También admite esto explicación razonable; porque precisamente
en estas partes es en donde el pulmón y el hígado están más íntimamente unidos al
corazón. De otra parte, cuando los animales mueren de enfermedad y no debido a sacrificio,
y por afecciones como las indicadas antes, descubrimos afecciones morbosas en el corazón,
si las buscamos"[5].
El romano Catón (234-149 a.C.) en su obra "De re rústica", aconsejaba cuidar las pezuñas
de los bueyes cubriéndolas con pez líquida. Como tratamiento de la sarna y para prevenir las
picaduras de garrapatas, recomendaba una maceración de semillas de altramuz junto con
otra planta llamada amurco, disuelta en agua o en vino, preparación esta que se debía
aplicar al cuerpo de la oveja por dos o tres días, lavando luego al animal con agua de mar.
Publio Virgilio Marón (70-19 a. de C.) recordaba en sus Geórgicas que los pastores trataban
sus ovejas con sarna esquilándolas y después las frotaban con un ungüento hecho de orujo
de aceite amargo, espuma de mercurio, azufre virgen, pez de Ida, cera crasa, cebolla
albarrana, eléboro y betún.
Un rico patricio romano nacido en territorio hoy hispánico, Lucio Junio Moderato Columela,
fue el que usó por vez primera la palabra veterinario en el siglo I. La utilizó para calificar al
pastor que ejerce las funciones inherentes a los conocimientos de medicina animal. Entre
sus enseñanzas referidas a la medicina veterinaria cabe consignar su preocupación porque
los animales no defecaran sobre el forraje, y por el aislamiento de los enfermos.
El libro sexto de los doce que dedicó a la agricultura, está consagrado al cuidado y cría de
bueyes, caballos y mulas. Indica remedios para la mayoría de las afecciones comunes de
estos animales, y si bien muchas observaciones están llenas de supersticiones, tales como
que los dolores de vientre e intestinal se curan en los bueyes y caballos nada más mirando
patos, no son pocos los preceptos que muestran el adelanto de la ciencia médica.
Para tratar las apostemas lo mejor era "abrirlas con hierro que con medicamento. Después
de haber exprimido la concavidad que contenía la materia, se lava con orina de buey
caliente, y se ata poniendo hilas empapadas en pez líquida y aceite..."[6].
La castración de los terneros -y en esto Columela seguía los consejos de Magón- se debía
hacer no con "hierro", sino comprimiendo los testículos con un pedazo de cañaheja hendida,
y que se fueran quebrantando de a poco. Cuando se quería hacer un buey, y por
consiguiente el hierro era inevitable, la mejor época era la primavera o el otoño,
especialmente cuando la luna estaba en cuarto menguante. Aun así, la hemorragia se
controlaba mejor ajustando dos listones angostos de madera a la altura de los "nervios" de
los testículos.
Para la sarna del caballo aconsejaba frotar al animal, expuesto a los rayos del sol, con resina
de cedro o aceite de lentisco, o con grasa de becerro marino; pero si la enfermedad estaba
avanzada eran necesarios remedios más heroicos, en cuyo caso daba resultado una
preparación hecha cociendo partes iguales de betún, azufre y eléboro en pez líquida y
manteca añeja. Antes de aplicar el producto se debía raspar la zona afectada con un hierro,
lavándola con orina.
Un edicto del emperador Diocleciano, fechado en el año 301 después de Cristo, al tiempo
que tasa los precios de alimentos se ocupa de nuestra especialidad fijando aranceles a los
veterinarios o mulomedicus.
El grecobizantino Apsirto, del siglo IV de nuestra era, fue veterinario jefe en el ejército de
Constantino, el emperador romano que aceptó la libertad de cultos. Su obra se halla en la
Hippiatrika, compilación hecha por un escritor hasta hoy desconocido, ordenada por
Constantino VII en el siglo X. Al retirarse de la actividad, formó una escuela de hipiatría.
Los romanos alumbraron aún otra figura de la profesión como fue Renatus Vegetius, del
siglo V, que es reconocido como el primer autor de un libro escrito dedicado exclusivamente
a la medicina veterinaria. Se lo considera el padre de la especialidad.
En la Edad Media aparece el mariscal, cargo asignado al jefe de doce caballos entre los
germanos. Tenía a su cargo el cuidado de ellos ejerciendo las funciones de un veterinario.
No hubo grandes avances científicos en el medioevo, por lo que toda una pléyade de santos
fueron consagrados al cuidado de los animales. San Roque y San Sebastián eran invocados
en casos de peste; San Huberto y Santa Quiteria contra la rabia; San Eloy se encargaba de
las fracturas y será, con el tiempo el patrono de los veterinarios; San Blas protegía a todos
los animales, mientras que San Antonio ponía todo su énfasis en la atención de cerdos y
ganado menor [8].
El rey Alfonso XI mandó escribir en el siglo XIV un Libro de la montería, donde las dolencias
del perro merecen un tratamiento especial.
Los albéitares ejercieron su actividad en España como si fueran hipiatras, es decir, limitando
su accionar al tratamiento de las enfermedades de los equinos y al arte de herrar [12].
Todos anteponían a su título, el de "maestro herrador", aunque el arte no formaba parte de
la albeitería, sino que era simplemente un complemento. El albéitar siempre era a la vez
herrador, en cambio la condición inversa no era la regla. Muchas veces un simple menestral
poseía el título de maestro herrador, careciendo del de albéitar.
A fines del siglo XV, los Reyes Católicos de España designan albéitares examinadores, y una
pragmática que lleva la fecha del 13 de abril de 1500, dada en Sevilla confirma la concesión
extendida a los albéitares de las Reales Caballerizas, la de examinar a los aspirantes a
maestros de albeitería y herradores. Esta es la demostración de la existencia del Proto-
albeiterato, cuyo primer Tribunal - el de Castilla- estuvo en Madrid; más tarde, a lo largo del
siglo XVI aparecieron otros Tribunales en Pamplona -Navarra-, Zaragoza -Aragón-,
Barcelona -Cataluña- y Valencia.
Para ser juez examinador siempre había que ser albéitar de las Reales Caballerizas, de allí el
nombre de "Real Tribunal" con que se lo designó al grupo de proto-albéitares examinadores.
Francia es conceptuada como la patria de la veterinaria moderna. Uno de sus más antiguos
y mejores cultores fue Jacques Labessie de Solleysel (1617-1680), quien en 1664 publicó
"Le Parfait Maréchal", obra que aparte de su inigualable valor para la formación del
veterinario de la época, se destacaba por denunciar la penosa situación en que se hallaba la
profesión debido a haber caído el arte en manos de los herradores.
El Consejo de Estado del Rey de Francia expidió en los años 1746, 1774 y 1775, diversos
decretos en los que se ordenaba la declaración obligatoria de las enfermedades, el marcado
de los animales, se legislaba sobre el transporte y el comercio de aquellos, así como se
disponían normas sobre enterramiento de cadáveres, indemnización de ganaderos y
problemas relativos al sacrificio. El primer país que aplicó el sacrificio fue Inglaterra durante
la epizootia de 1745, en la que se mataron seis mil vacunos [13].
El lauro que más enaltece a la nación francesa es el de haber sido la cuna de la primera
escuela oficial para enseñar Veterinaria. Un decreto del 4 de agosto de 1761 autorizaba a
Claudio Bourgelat, director de la Escuela Militar de Equitación en Lyon desde 1740 y autor
en 1751 de "Elementos de la Hipiatría y los Nuevos Conocimientos de la Medicina Equina", a
fundar en esta ciudad una "Escuela para el tratamiento de las enfermedades de las bestias".
Comenzó a funcionar el 2 de enero del año siguiente y el 13 de febrero ingresó el primer
alumno. Las clases empezaron el día 16 del mismo mes; el 27 contaba la Escuela con cinco
alumnos, ocupados en hacer disecciones y copiar las lecciones orales.
La historia cuenta que Bourgelat (1712-1779), que fue primero abogado y luego militar,
defendió en una ocasión a un individuo acusado por un delito. Habiendo logrado su libertad
tomó Bourgelat conocimiento de que su defendido era realmente culpable, por lo que
desconsolado, abandonó el foro y la toga dedicándose a su otra gran pasión, los animales
[14]. Ya en esta labor fue el primer director y organizador de la Escuela de Veterinaria de
Lyon, como más tarde también lo fue de la de Alfort, creada en 1765 en un suburbio de
París, a nueve kilómetros de su centro geográfico, sobre la ribera del Marne. El 3 de junio de
1764, por decreto del Consejo de Estado francés se le confirió el título de Escuela Real a la
Escuela de Veterinaria de Lyon [15].
Finalmente vaya una referencia a otro sabio francés que con sus investigaciones permitió a
la medicina veterinaria avanzar a pasos agigantados en la segunda mitad del siglo XIX. Luís
Pasteur trabajó en diversos aspectos de las patologías animales, desde sus estudios sobre
los medios de control de la pebrina, enfermedad del gusano de seda, efectuados entre 1865
y 1869, pasando por las vacunas contra el cólera aviar (1880), el carbunclo (1881) [16] y la
erisipela del cerdo (1882) hasta culminar con el descubrimiento de la vacuna contra la rabia
en 1885[17].
NOTAS:
Agradecemos la colaboración para la publicación de este articulo a: Osvaldo A. Pérez - Médico Veterinario,
U.B.A. - Licenciado en Historia, USAL - Profesor de Historia, USAL - San Nicolás 1436, (1407) Buenos
Desde el momento en que el hombre domesticó a los animales, su relación para con ellos dejó de ser algo
más que la simple subsistencia alimenticia. Una firme alianza, muchas veces defensiva-ofensiva, debió
contemplar un cuidado mutuo. En garantía de este vínculo, el hombre aportó a través de su raciocinio el
dominio de un arte y ciencia, ni más ni menos que la veterinaria, la capacidad de curar las enfermedades de
su socio.
En Egipto los animales sagrados tenían, dentro de los templos, personas que estaban a cargo de su
alimentación y cuidado. "Los sacerdotes de menor rango, los uab (purificados) examinaban los animales para
el sacrificio; los de mayor categoría o hemunefer (servidores del dios) cuidaban de los animales..."[1].
Aparte de estos estaban los swnw, prácticos laicos cuyas funciones eran la inspección del ganado y de la
carne, y de supervisar a los sacrificadores de los templos.
El papiro de Kahun es el documento que atestigua la presencia de la medicina veterinaria en Egipto. En él se
describen enfermedades del ganado y su tratamiento, así como de enfermedades de perros, gatos, aves y
peces. "Además de ritos mágicos y religiosos, los tratamientos preventivos y curativos de enfermedades de
los animales incluían baños fríos y calientes, fricciones, cauterizaciones, sangrías, castración, reducción de
fracturas, etc.". [2]
En la Mesopotamia el Código de Hammurabi (hacia el 1750 a.C.) contiene aranceles para la cura de bueyes
y asnos. En la religión hindú el veterinario Palakapya era considerado hijo de un santón y de una elefanta.
Otro veterinario célebre fue Salihotra, cuyo nombre se adjudicó posteriormente al caballo y a los médicos de
caballos: salihotrasastra.
Dentro del territorio de lo que hoy es China, en el siglo VIII a.C. el veterinario Wang Tao escribió una obra
sobre enfermedades del hombre, del caballo, de los vacunos y de los perros. Cuatro siglos más tarde el
veterinario Ma Shi Huang "curaba caballos y dragones, nombre que en la literatura china se daba a los
caballos celestiales que sudan sangre, es decir a caballos padeciendo de lo que en la actualidad se considera
una parasitosis por Parafilaria multipapilosa". [3]
En la India, el rey Asoka, conocido como el Constantino del budismo por su favoritismo hacia esta religión,
mandó construir durante su reinado (hacia el -270 d.C.) hospitales veterinarios, pasookicisa, para recoger los
animales enfermos.
Jenofonte, el gran polígrafo ateniense discípulo de Sócrates, escribió un tratado de “La equitación”, que
posee algunos principios de higiene animal, si bien como su título lo indica, no es una obra dedicada a la
patología equina. También dedicó su atención a los perros en una obra llamada “De la caza y de la
montería”.
Aristóteles escribió una “Historia de los Animales”, así como “Partes de los Animales” -el más antiguo
tratado de fisiología animal en cualquier idioma- y un tratado sobre “La Generación de los Animales”, en el
que la especulación filosófica predomina en general sin rigor científico, sobre cualquier otro tipo de certeza,
de allí que haga afirmaciones como que la rabia no es transmisible al hombre no importa las mordeduras que
se produzcan.
Sin embargo, algunos de sus razonamientos no dejan de llamar la atención, como aquel en que sostiene que
existen en la sangre fibras, aparte del agua, que producen la coagulación [4], o este otro:
"El corazón es la única de las vísceras, y ciertamente la sola parte del cuerpo, incapaz de tolerar cualquier afección grave,
cosa que razonablemente tiene que ocurrir; porque si la parte primaria o dominante estuviere enferma, nada hay ya a que
puedan recurrir confiadamente las demás partes que de ella dependen. Prueba de que el corazón no puede tolerar afección
morbosa es el hecho de que ninguna res inmolada en los sacrificios se ha visto nunca que estuviera afectado por las
enfermedades que se observan en las demás vísceras; porque fueron muchas las veces que se hallaron los riñones llenos de
piedras y excrecencias, pequeños abscesos, como en el hígado, pulmones, y más que todos ellos en el bazo. También hay
muchos estados mórbidos observados en dichas partes, siendo la porción del pulmón junto a la tráquea, y la porción del
hígado situada junto a la unión con el gran vaso de la sangre las menos propensas a ellos. También admite esto explicación
razonable; porque precisamente en estas partes es en donde el pulmón y el hígado están más íntimamente unidos al corazón.
De otra parte, cuando los animales mueren de enfermedad y no debido a sacrificio, y por afecciones como las indicadas antes,
descubrimos afecciones morbosas en el corazón, si las buscamos". [5]
El romano Catón (234-149 a.C.) en su obra "De re rústica", aconsejaba cuidar las pezuñas de los bueyes
cubriéndolas con pez líquida. Como tratamiento de la sarna y para prevenir las picaduras de garrapatas,
recomendaba una maceración de semillas de altramuz junto con otra planta llamada amurco, disuelta en agua
o en vino, preparación que se debía aplicar al cuerpo de la oveja por dos o tres días, lavando luego al animal
con agua de mar.
Publio Virgilio Marón (70-19 a.C.) recordaba en sus “Geórgicas” que los pastores trataban sus ovejas con
sarna esquilándolas y después las frotaban con un ungüento hecho de orujo de aceite amargo, espuma de
mercurio, azufre virgen, pez de Ida, cera crasa, cebolla albarrana, eléboro y betún.
Un rico patricio romano nacido en territorio hoy hispánico, Lucio Junio Moderato Columela, fue el que usó
por vez primera la palabra veterinario en el siglo I. La utilizó para calificar al pastor que ejerce las funciones
inherentes a los conocimientos de medicina animal. Entre sus enseñanzas referidas a la medicina veterinaria
cabe consignar su preocupación porque los animales no defecaran sobre el forraje, y por el aislamiento de los
enfermos.
El libro sexto de los doce que dedicó a la agricultura, está consagrado al cuidado y cría de bueyes, caballos y
mulas. Indica remedios para la mayoría de las afecciones comunes de estos animales, y si bien muchas
observaciones están llenas de supersticiones, tales como que los dolores de vientre e intestinal se curan en
los bueyes y caballos nada más mirando patos, no son pocos los preceptos que muestran el adelanto de la
ciencia médica.
Para tratar las apostemas lo mejor era "abrirlas con hierro que con medicamento. Después de haber
exprimido la concavidad que contenía la materia, se lava con orina de buey caliente, y se ata poniendo hilas
empapadas en pez líquida y aceite...". [6]
La castración de los terneros -y en esto Columela seguía los consejos de Magón- se debía hacer no con
"hierro", sino comprimiendo los testículos con un pedazo de cañaheja hendida, y que se fueran quebrantando
de a poco. Cuando se quería hacer un buey, y por consiguiente el hierro era inevitable, la mejor época era la
primavera o el otoño, especialmente cuando la luna estaba en cuarto menguante. Aun así, la hemorragia se
controlaba mejor ajustando dos listones angostos de madera a la altura de los "nervios" de los testículos.
Para la sarna del caballo aconsejaba frotar al animal, expuesto a los rayos del sol, con resina de cedro o
aceite de lentisco, o con grasa de becerro marino; pero si la enfermedad estaba avanzada eran necesarios
remedios más heroicos, en cuyo caso daba resultado una preparación hecha cociendo partes iguales de betún,
azufre y eléboro en pez líquida y manteca añeja. Antes de aplicar el producto se debía raspar la zona afectada
con un hierro, lavándola con orina.
El ajo, de múltiples indicaciones terapéuticas en la historia de la medicina, era empleado en su forma molida
tanto en la sarna del bovino, como en la mordedura del perro rabioso.
Otro ejemplo de la superstición aplicada en la veterinaria romana lo da Plinio Segundo (25-79 d.C.), quien
recomendaba prevenir la rabia en el perro dándole leche de una nodriza que estuviese amamantando a un
niño. Las mordeduras de los perros rabiosos se debían tratar aplicando en la herida cenizas de una cabeza de
perro, las que también podían ser bebidas. [7]
Un edicto del emperador Diocleciano, fechado en el año 301 d.C., al tiempo que tasa los precios de
alimentos se ocupa de nuestra especialidad fijando aranceles a los veterinarios o mulomedicus.
El grecobizantino Apsirto, del siglo IV de nuestra era, fue veterinario jefe en el ejército de Constantino, el
emperador romano que aceptó la libertad de cultos. Su obra se halla en la “Hippiatrika”, compilación hecha
por un escritor hasta hoy desconocido, ordenada por Constantino VII en el siglo X. Al retirarse de la
actividad, formó una escuela de hipiatría.
Los romanos alumbraron aún otra figura de la profesión como fue Renatus Vegetius, del siglo V d.C., que es
reconocido como el primer autor de un libro dedicado exclusivamente a la medicina veterinaria, por lo que
se le considera el padre de la especialidad.
Posteriormente, ya en la Edad Media aparece el mariscal, cargo asignado al jefe de doce caballos entre los
germanos. Tenía a su cargo el cuidado de estos, ejerciendo las funciones de un veterinario.
No hubo grandes avances científicos en el medioevo, por lo que toda una pléyade de santos fueron
consagrados al cuidado de los animales. San Roque y San Sebastián eran invocados en casos de peste; San
Huberto y Santa Quiteria contra la rabia; San Eloy se encargaba de las fracturas y será, con el tiempo, el
patrono de los veterinarios; San Blas protegía a todos los animales, mientras que San Antonio ponía todo su
énfasis en la atención de cerdos y ganado menor. [8]
En el siglo IX aparecen simultáneamente herraduras de clavo en Bizancio y en Occidente, lo que dio origen a
un nuevo oficio: el herrador. Pese a que al principio no se confunden la medicina con el arte de herrar,
lentamente y por el contacto constante con los animales, el herrador va adquiriendo los conocimientos
suficientes como para ejercer ambas actividades. Así ocurrió en España y en sus colonias, mientras que en el
resto de Europa, "desde el mariscal, caballerizo, se llega al veterinario; los herradores no influyen en la
evolución científica de la profesión". [9]
"La institución de la caballería como casta social durante el medievo influencia poderosamente la medicina de los équidos...
Si el caballo era prenda inseparable del caballero, se comprende el interés en saber cuidar y curar tan preciado animal; entre
las obligaciones que señala a los caballeros el Rey Alfonso X, en las Partidas, figuran conocimientos de hipología e
hipiátrica. Don Quijote recuerda que los caballeros andantes han de saber herrar el caballo y catar sus heridas". [10]
El rey Alfonso XI mandó escribir en el siglo XIV un “Libro de la montería”, donde las dolencias del perro
merecen un tratamiento especial.
"Uno de los documentos más valiosos para la historia universal de la Veterinaria es el manuscrito de Alvárez de Salmiella,
mariscal español del siglo XIV, cuyo ejemplar se conserva en la Biblioteca Nacional de París; el estudio de la cirugía
veterinaria del medievo está completo en esta obra, tanto en la descripción de las técnicas operatorias como en las admirables
ilustraciones que exornan el texto...". [11]
Los albéitares ejercieron su actividad en España como si fueran hipiatras, es decir, limitando su accionar al
tratamiento de las enfermedades de los equinos y al arte de herrar. [12]
Todos anteponían a su título, el de "maestro herrador", aunque el arte no formaba parte de la albeitería, sino
que era simplemente un complemento. El albéitar siempre era a la vez herrador, en cambio la condición
inversa no era la regla. Muchas veces un simple menestral poseía el título de maestro herrador, careciendo
del de albéitar.
A fines del siglo XV, los Reyes Católicos de España designan albéitares examinadores, y una pragmática
que lleva la fecha del 13 de abril de 1500, dada en Sevilla confirma la concesión extendida a los albéitares de
las Reales Caballerizas, la de examinar a los aspirantes a maestros de albeitería y herradores. Èsta es la
demostración de la existencia del Proto-albeiterato, cuyo primer Tribunal - el de Castilla- estuvo en Madrid;
más tarde, a lo largo del siglo XVI aparecieron otros Tribunales en Pamplona -Navarra-, Zaragoza -Aragón-,
Barcelona -Cataluña- y Valencia.
Para ser juez examinador siempre había que ser albéitar de las Reales Caballerizas, de allí el nombre de
"Real Tribunal" con que se lo designó al grupo de proto-albéitares examinadores.
Francia es conceptuada como la patria de la veterinaria moderna. Uno de sus más antiguos y mejores
cultores fue Jacques Labessie de Solleysel (1617-1680 d.C.), quien en 1664 publicó "Le Parfait Maréchal",
obra que aparte de su inigualable valor para la formación del veterinario de la época, se destacaba por
denunciar la penosa situación en que se hallaba la profesión debido a haber caído el arte en manos de los
herradores.
El Consejo de Estado del Rey de Francia expidió en los años 1746, 1774 y 1775, diversos decretos en los
que se ordenaba la declaración obligatoria de las enfermedades, el marcado de los animales, se legislaba
sobre el transporte y el comercio de aquellos, así como se disponían normas sobre enterramiento de
cadáveres, indemnización de ganaderos y problemas relativos al sacrificio. El primer país que aplicó el
sacrificio fue Inglaterra durante la epizootia de 1745, en la que se mataron seis mil vacunos. [13]
El lauro que más enaltece a la nación francesa es el de haber sido la cuna de la primera escuela oficial para
enseñar Veterinaria. Un decreto del 4 de agosto de 1761 autorizaba a Claudio Bourgelat -director de la
Escuela Militar de Equitación en Lyon desde 1740 y autor en 1751 de "Elementos de la Hipiatría y los
Nuevos Conocimientos de la Medicina Equina"-, a fundar en dicha ciudad una "Escuela para el tratamiento
de las enfermedades de las bestias", la cual comenzó a funcionar el 2 de enero del año siguiente y el 13 de
febrero ingresó el primer alumno. Las clases empezaron el día 16 del mismo mes; el 27 contaba la Escuela
con cinco alumnos, ocupados en hacer disecciones y copiar las lecciones orales.
La historia cuenta que Bourgelat (1712-1779), que fue primero abogado y luego militar, defendió en una
ocasión a un individuo acusado por un delito. Habiendo logrado su libertad tomó Bourgelat conocimiento de
que su defendido era realmente culpable, por lo que desconsolado, abandonó el foro y la toga dedicándose a
su otra gran pasión, los animales. [14]
Ya en esta labor fue el primer director y organizador de la Escuela de Veterinaria de Lyon, como más tarde
también lo fue de la de Alfort, creada en 1765 en un suburbio de París, a nueve kilómetros de su centro
geográfico, sobre la ribera del Marne. El 3 de junio de 1764, por decreto del Consejo de Estado francés se le
confirió el título de Escuela Real a la Escuela de Veterinaria de Lyon. [15]
Mientras tanto, en España recién en 1792 se inaugura la Escuela de Madrid. El Proto-Albeiterato terminó
incorporándose a esta Escuela en 1835, cuando se creó la Facultad de Veterinaria. Finalmente en 1850 y
después de trescientos cincuenta años de actividad el Proto-Albeiterato desapareció.
Contemporáneo de Bourgelat, brilla en la historia veterinaria francesa Charles Vial de Saint-Bel (1753-
1793). Graduado en Lyon, enseñó en París, en la escuela de Alfort. Exiliado durante la Revolución Francesa,
fundó en Inglaterra el Veterinary College of London en abril de 1791. Falleció a los dos años de su gran
obra, a consecuencia del muermo, enfermedad que contrajo de uno de sus pacientes equinos.
El primer curso de veterinaria en los Estados Unidos se estableció en la Universidad de Cornell durante
1868, aunque la primera escuela de veterinaria se fundó en el Colegio del estado de Iowa en 1879.
Finalmente vaya una referencia a otro sabio francés que con sus investigaciones permitió a la medicina
veterinaria avanzar a pasos agigantados en la segunda mitad del siglo XIX. Luis Pasteur trabajó en diversos
aspectos de las patologías animales, desde sus estudios sobre los medios de control de la pebrina,
enfermedad del gusano de seda, efectuados entre 1865 y 1869, pasando por las vacunas contra el cólera aviar
(1880), el carbunclo (1881) [16], y la erisipela del cerdo (1882) hasta culminar con el descubrimiento de la
vacuna contra la rabia en 1885. [17]
NOTAS
[1]. Ramírez Valenzuela, M.: "Los antiguos métodos de profilaxis de las enfermedades animales", en
Revue Scientifique et Technique, Office International des Epizooties, vol. 13, Nº 2, París, junio 1994, p. 346.
Después que México consumó su independencia, los diversos gobiernos que trataron de dirigir los destinos
del país, reconocieron la necesidad de explotar los recursos del país de una manera racional. Para lograr este
objetivo era necesario destinar fondos para la importación de maquinaria, así como formar técnicos
capacitados apoyados en los nuevos conocimientos científicos aplicados a la agricultura. La primera petición
para instalar una escuela de agricultura se hizo en 1825, pero pasarían casi 30 años, en los que se llevaron a
cabo otros proyectos.
El 17 de agosto de 1853 por mandato del decreto 4001 expedido por el presidente Santa Anna, se funda el
Colegio Nacional de Agricultura, al cual se le anexa una escuela de veterinaria.
Dicha Institución debía impartir instrucción primaria, secundaria y superior. Establecía una bolsa de trabajo
para los egresados ya que los mariscales y veterinarios del ejército debían de ser seleccionados de sus
egresados. Las clases se iniciaron en febrero de 1854, sin embargo, los vaivenes políticos y económicos del
país afectaron a la recién formada escuela, lo que obligó a clausurar el establecimiento 2 años después.
En 1857 se reabre dicha institución con el nombre de Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria. Su
primer director fue el prominente químico mexicano Leopoldo Río de la Loza. Sus estudiantes comenzaron a
egresar en 1858, siendo Ignacio Salazar el primer veterinario graduado en dicha escuela.
En 1864 Leopoldo Río de la Loza propuso un nuevo proyecto para reorganizar la educación agrícola y
veterinaria por lo que la escuela se llamaría Escuela Imperial de Agricultura y Veterinaria, sin embargo, unos
años después al caer Maximiliano el plan fracasó.
Es de mencionar que desde 1861 los planes de estudio de la Escuela fhabían estado cambiando: 1864, 1877,
1883, 1886, 1892, 1905, 1908… hasta llegar al treceavo plan en 1993. En esta institución se formaron a lo
largo de 57 años una gran cantidad de ingenieros agrónomos; médicos veterinarios; mariscales;
administradores de fincas y topógrafos.
El presupuesto variaba enormemente dependiendo del Ministerio al que estaba adscrita: cuando dependía del
Ministerio de Instrucción y Jurisprudencia (1891-1908) tenía 1/5 parte del presupuesto que se le asignaba
cuando pertenecía al Ministerio de Fomento (1853-1891, 1908-1914).
Desde 1882 la Escuela comenzó a enviar a sus mejores estudiantes a tomar cursos de perfeccionamiento en
el extranjero, fue así que algunos alumnos tomaron cursos de hortalizas, riego, zootecnia y microbiología,
etcétera.
La Escuela era muy cuestionada ya que se gastaba mucho dinero para que se graduaran 3 estudiantes por
año, esto era inconcebible en un país con un 85% de población analfabeta. Para 1902 la eficiencia terminal
de los egresados era ligeramente superior al 10 %.
Desde 1906 el gobierno porfirista planteó algunas reformas y toma al sector agropecuario como punta de
lanza. Invita al gobernador Olegario Molina a colaborar dentro de su gabinete, el eminente empresario
yucateco consideró a la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria como la piedra angular de la política
agraria. Para esto fue necesario enviar a un grupo de profesores a Europa con el fin de analizar los diferentes
planes de estudio que estaban en boga, así como para contratar a varios profesores extranjeros y de esta
forma vigorizar el personal docente de la escuela.
Fue así que vinieron doctores de Italia, Francia y Estados Unidos, este grupo estaba conformado por expertos
en diferentes áreas de la agricultura y la ganadería: Química agrícola, fruticultura, textiles, maquinaria,
zootecnia, etc.
En 1908 se creó la Estación Agrícola Central de San Jacinto, anexa a la Escuela de Agricultura y Veterinaria,
en donde laboraban los expertos extranjeros y los mejores agrónomos y veterinarios mexicanos.
Para 1910 los estudiantes de la Escuela de Agricultura y Veterinaria se presentaron en el Palacio Nacional
exigiendo la renuncia del Gral. Porfirio Díaz. A partir de ese año el ambiente se fue haciendo más difícil y la
Revolución comenzó a hacer estragos. Hasta que a finales de 1914 todas las dependencias de la Secretaría de
Fomento fueron clausuradas, incluyendo a la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria.
En 1929 se anexó a la UNAM, gracias a los esfuerzos de los estudiantes, mismos que promovieron la
anexión, y finalmente logran su objetivo. Ya en 1945 se le agrega el término y zootecnia, quedando entonces
como: ESCUELA NACIONAL DE MEDICINA VETERINARIA Y ZOOTECNIA
Durante la primera mitad del siglo XX hubo varios intentos de abrir algunas escuelas de veterinaria, dos por
parte de la Escuela Nacional de Agricultura en 1930 y 1939, y otros dos intentos más por el ejército
mexicano en 1920 y 1933, siendo todos fallidos.
Después de concluida la Segunda Guerra Mundial el comercio internacional de ganado se reactiva, los
ganaderos brasileños quieren controlar el mercado internacional del ganado cebú hacia Estados Unidos, por
vía México, por su parte los norteamericanos, quienes controlaban el mercado internacional, se oponen a este
avance argumentando que el ganado cebú brasileño proviene de zonas en las que existe fiebre aftosa.
En septiembre de 1946 se presenta en Boca del Río, Ver., un brote de una enfermedad a la que no le dieron
importancia, a principios de diciembre la enfermedad se extendió y se detecta el virus de la Fiebre Aftosa, a
finales de ese mismo mes los norteamericanos confirman el brote.
A principios de 1947 se estructura la Comisión Nacional contra la Aftosa, en abril de ese año los
norteamericanos temerosos de que la epizootia penetre a territorio estadounidense apoyan con técnicos,
equipo y recursos financieros y se funda la Comisión México-Americana contra la Fiebre Aftosa, e imponen
el método de control del rifle sanitario. A finales de 1947 el rifle sanitario fue sustituido por el método de
control por vacunación, erradicando la enfermedad en enero de 1955.
A partir de la aftosa la ganadería bovina sufrió un grave decremento entre 1947 y 1955, mientras que la
avicultura y la porcicultura se vieron estimuladas al igual que la industria de los alimentos balanceados y
estas dos especies tomaron y sustituyeron gran parte que anteriormente era ocupado por la carne de bovino.
Durante la epizootia de la aftosa la prioridad para los médicos veterinarios mexicanos era mantener y
preservar la salud de los animales, esto es, el área médica recibió un fuerte impulso, así como sus materias:
microbiología, virología, salud pública, inmunología; en contraparte, el área de ganadería (crianza de
animales) quedó a la expectativa hasta 1955, año en que la Fundación Rockefeller inició un programa de
mejoramiento de la avicultura mexicana, mientras que el programa de mejoramiento del ganado se inició
hasta 1962.
En 1953, se otorgó el primer tiempo completo al profesor Mercado; lo anterior, entre otras cosas, propició
que internamente, la Escuela de Veterinaria se organizara en 3 grupos: Los veterinarios dedicados a la clínica
de pequeñas especies se hacían llamar ‘‘médicos cirujanos zootecnistas’’. La versión ‘‘ranchera’’ de la
profesión que les llamaban ‘‘tocólogos’’ usaban botas y no usaban corbata. La tercera versión era la del
‘‘investigador’’ docente de la Escuela dedicado a la Academia y generalmente trabajaba en INIP (Instituto
Nacional de Investigaciones Pecuarias).
En 1957, se formó la primera Escuela de Medicina Veterinaria de Provincia en el Estado de Veracruz para
enfrentar la creciente demanda estudiantil y continuaron abriéndose escuelas hasta llegar a 42.
Posteriormente se llevó a cabo el programa de formación de recursos humanos de la FAO, para tal efecto a
partir de 1966 envía al extranjero a un grupo de 70 jóvenes médicos veterinarios a especializarse en
diferentes ramas de la medicina veterinaria.
Para 1969, después de superar un clima adverso de oposición por parte del Consejo Universitario de la
UNAM, bajo la dirección de Pablo Zierold Reyes, se logra dar el cambio de escuela a FACULTAD DE
MEDICINA VETERINARIA Y ZOOTECNIA, dando inicio a los programas de postgrado en patología y
zootecnia de aves.
A fines del siglo XX la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM continuó su evolución y
sobre todo muestra que la diversidad cultural está llegando a sus aulas, estudiantes, profesores y autoridades.
Además de los avances paralelos al desarrollo de la tecnología se observa que el campo de acción ha ido
creciendo, actualmente además de estudiar a las especies tradicionales, como son los bovinos, cerdos, aves y
mascotas se está abriendo un amplio panorama en el que se incluyen especies que hasta hace poco no eran
objeto de estudio, como por ejemplo, los animales de zoológico, fauna silvestre, los animales de laboratorio,
la acuacultura, la apicultura. Nuevas áreas se han vuelto visibles, como es el caso del comportamiento
animal.
Además, los viejos esquemas de explotación animal están siendo cuestionados bajo el paradigma vigente del
desarrollo sustentable. Y algo que es muy significativo es el hecho de que se está observando una tímida
pero sostenida tendencia hacia las ciencias sociales.
Actualmente hay pequeños grupos de médicos veterinarios que están preocupados, además del quehacer
cotidiano, de temáticas como la problemática dentro del salón de clase, de las diferentes tendencias dentro de
la ganadería mexicana, de las dinámicas que existen dentro de las comunidades rurales, así como de temas
históricos tales como una búsqueda exhaustiva de las raíces prehispánicas, españolas y criollas de la
medicina veterinaria y zootecnia mexicanas y el análisis de acontecimientos actuales.
Entre 1916 y 2003 ha habido 26 directores.
Para 1896 se calculaba que en Francia había cerca de 4,000 veterinarios, mientras que en México había un
poco más de 30, mismos que trabajaban en las diferentes dependencias del gobierno mexicano:
Ministerio de Fomento
Ministerio de Guerra
Consejo Superior de Salubridad
Rastros de la ciudad de México
Instituto Patológico Nacional
Instituto Médico Nacional
Instituto Bacteriológico Nacional
Estaciones Agrícolas Experimentales
Dirección General de Agricultura
Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación
Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias
Zoológicos
Clínicas particulares
Laboratorios farmaceúticos
Para 1953 había 300 veterinarios, 0.001% de la población total de la República Mexicana.
Los médicos veterinarios mexicanos formaron varias asociaciones gremiales:
Sociedad Agrícola-Veterinaria(1878-1880)
Sociedad Ignacio Altamirano (1878-1880)
Sociedad Agrícola Mexicana (1878-1914)
Sociedad de Medicina Veterinaria (1896-1897)
Asociación de Escuelas y Estaciones Agrícolas Experimentales (1910-1914)
El Ateneo de Medicina Veterinaria (1920)
Academia Nacional de Medicina Veterinaria. Primera época (1933-1963)
Sindicato de Médicos Veterinarios Mexicanos (1939)
Academia Veterinaria Mexicana (1964 )
Colegio Nacional de Médicos Veterinarios Zootecnistas de México (1957)
Asociación Mexicana de Especialistas en Nutrición Animal (1973)
Asociación Mexicana de Escuelas y Facultades de Medicina Veterinaria y Zootecnia (1972)
Comisión Nacional de Evaluación (1989)
Consejo Nacional de Educación de la Medicina Veterinaria y Zootecnia (1995)
Federación de Colegios y Asociaciones de Médicos Veterinarios Zootecnistas de México (1994)
Y múltiples asociaciones de veterinarios especialistas en diversas áreas.
Los primeros líderes de la comunidad veterinaria fueron: José de la Luz Gómez y Eutimio López Vallejo
Difundieron sus trabajos en varias publicaciones periódicas:
Gaceta Agrícola-Veterinaria (1878-1880)
La Escuela de Agricultura (1880-1882)
El Veterinario y el Agricultor prácticos (1880-1882)
Ilustración Veterinaria (1896-1897)
El Progreso (1896-1900)
Boletín de la Sociedad Agrícola Mexicana (1878-1914)
Boletín de la Dirección General de Agricultura (1911-1914)
Boletines de las Estaciones Agrícolas Experimentales mexicanas (1908-1914)
Revista Veterinaria México (1970)
Técnica Pecuaria (1976)
Aportaciones de los médicos veterinarios mexicanos
Organización del servicio de Sanidad Animal en el Ejercito mexicano.
Elaboración de los reglamentos sanitarios de rastros, establos y expendios de carne y leche (1887)
Control sanitario de la importación de animales: (180,000 bovinos; 40,000 cerdos; ovinos; cabras,
avestruces; gallinas; abejas; peces; etc.).
Control de la epizootia de mal rojo porcino en el centro de México (1887-1888)
Elaboración de la vacuna antirrábica (1888).
Establecimiento de la inspección microscópica de la carne (1892)
Control de la epidemia de lobado en el sureste de México (1898-1899)
Elaboración de vacunas contra diferentes enfermedades (1900-1907)
Control del derriengue en Colima (1910)
Publicación del primer libro de bacteriología en México (1912)
Publicación de los primeros textos de homeopatía veterinaria en México (1912)
Desarrollo del control biológico de la langosta (1914)
Control de la epizootia de fiebre aftosa (1946-1955)
Control de la varroasis de las abejas (1991-)
Enfermedad hemorrágica viral del conejo (1988-1991)
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20. Pérez, O. A. Breve historia de la Veterinaria Médico Veterinario, UBA. Licenciado en Historia, USAL. Profesor de
Historia, USAL. San Nicolás 1436, (1407) Buenos Aires. República Argentina. Presidente de Asociación Argentina de
Historia de la Veterinaria ASARHIVE (http://www.asarhive.com.ar) (http://webs.sinectis.com.ar/oaperez)
oaperez@sinectis.com.ar
Historia de la Medicina Veterinaria. Sus orígenes II. Grecia, Roma, Imperio
Bizantino e Imperio Árabe
History of Veterinary Medicine. Origins II. Greece, Rome, Byzantine Empire and
Arab Empire
Patricio Berríos
Escuela de Medicina Veterinaria
Facultad de Ecología y Ciencias Naturales
Universidad Andrés Bello
República 440. Santiago
pbetch19@yahoo.com
ÍNDICE
Resumen.........................................................................................................................................13
Abstract...........................................................................................................................................13
1.- Grecia antigua........................................................................................................................... 14
2.- Roma antigua............................................................................................................................ 16
3.- Imperio Bizantino.....................................................................................................................18
4.- Imperio árabe............................................................................................................................ 19
Referencias.....................................................................................................................................20
Resumen
En el presente trabajo, correspondiente a la segunda parte, se realiza una descripción y análisis de
la historia de la medicina veterinaria desde su desarrollo en Grecia hasta el imperio Árabe.
Abstract
In the present work, corresponding to the second part, it is made a description and analysis of the
history of the veterinary medicine from its development in Greece to the Arab Empire.
Referencias
Extractado de: Veterinary Medicine. An
Illustrated History. Dunlop, R.H.,
Williams, D.J. MOSBY. 1996. 692 pp
* El primer libro dedicado a la veterinaria fue escrito por Renato Vegetius, en el Siglo IV, en
Roma. La primera función de
los "veterinarios" fue la de cuidar los caballos, que eran una importante arma de guerra. En
este sentido, la relevancia
de los primeros "colegas" creció con las invasiones bárbaras, cuando se comenzaron a usar las
herraduras. Al ganado,
en tanto, lo manejaban los pastores.
* La palabra "veterinario" tiene una historia particular. Deviene de "veterano", "viejo", "vetusto",
porque así eran los
animales que necesitaban cuidado. El primero en emplearla fue Columela, en el siglo I. Sin
embargo, durante muchos
años no fue utilizada. En España, por ejemplo, existían los "albeitares", palabra derivada del
árabe, que nombraba a
los herreros. Es que eran los maestros herreros quienes se ocupaban de los caballos, en todo
sentido. También se
empleó el vocablo "mariscal", porque la principal función de los veterinarios era cuidar a los
caballos de los ejércitos. Fue
recién en 1772 cuando un abogado francés, Claude Bourgelat, desencantado con su profesión
(se dice que defendió a un
asesino, quien luego de conseguir la absolución le confesó su culpabilidad), fundó una escuela
para curar animales, a la
que denominó escuela de "Veterinaria", recuperando la olvidada palabra. Esa institución fue
creada en Lyon, y tiempo
después Bourgelat abrió otra en Alfort, en las afueras de París. Ambas son los antecedentes de
las actuales facultades
de veterinaria que aún hoy existen en Francia. Hacia 1850 la albeitería fue desapareciendo en
España, reemplazada
por la veterinaria "moderna".
* El único veterinario que ganó un premio Nobel fue el australiano Peter Doherty. Fue en 1996,
por su trabajo sobre la
especificidad de la respuesta inmune mediada por células (compartido con Rolf Zinkernagel).
Claro, Doherty también
es inmunólogo