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DERECHO CONSTITUCIONAL

UNIDAD I: PERSONA Y SOCIEDAD


Todas las disciplinas científicas que se han abocado al estudio del tema, historia,
sociología, antropología, etnología– han llegado a una conclusión unívoca: el ser humano
existe siempre en relación con otros seres humanos, lo que equivale a una permanente
interacción entre ellos. “El hombre no existe, sino que coexiste; no vive, sino que
convive”. En otras palabras, vivir humanamente es vivir con otros hombres.

Desde las edades más remotas, encontramos siempre agrupaciones humanas (que,
aunque rudimentarias e imperfectas, son grupos) y jamás individuos aislados.

En consecuencia, la sociedad no se presenta como un producto artificial y voluntario de


los hombres, sino como el modo específico de vivir del hombre. Por tanto, la inferencia
de que el hombre es, naturalmente, un ser social, parece del todo consecuente.

Este aserto, que desde la antigüedad constituye una especie de lugar común debe, sin
embargo, ponderarse adecuadamente.

Cierto es que el hombre, para satisfacer por sí mismo sus más elementales necesidades
(alimento, vestuario, habitación), necesita de la cooperación del grupo social. Cierto es
también, que el hecho de que el hombre aparezca siempre dándose en sociedad,
1. ACERCA DE LA carecería de sentido si en lo vital humano no existieran fuertes impulsos sociales, si lo
NATURALEZA SOCIAL social no fuera una dimensión esencial de la naturaleza humana.

DE LA PERSONA El impulso que mueve al hombre a participar en lo social no es, originariamente, más que
su propia autoafirmación en el ser. “El hombre percibe más o menos claramente su
dependencia de la sociedad y la necesidad que tiene de ella. El salvaje no se siente en
seguridad más que en su medio social; en cuanto sale de él, está expuesto a la muerte o
a caer en la esclavitud. En los pueblos civilizados, la necesidad pone a disposición de los
hombres los instrumentos de desarrollo que les permiten vivir mejor”.

Junto al impulso social del hombre (que se traduce particularmente en cooperación con
el grupo) existe también una naturaleza antisocial que se expresa sobre todo en una
continua voluntad por invalidar toda limitación y ampliar su capacidad de poder e
influencia. “El hombre vive la exigencia de su necesitar de los otros; pero vive igualmente
el impulso egocéntrico que le mueve a hacer de los otros simples medios. Aquí, en esta
voluntad de fraude, contar para los otros sin que éstos cuenten para él, está el germen
de su impulso antisocial. El hombre es social y antisocial a la par. La esencia de este
hecho está en la convivencia vital de que lo social es ayuda necesaria y, al mismo tiempo,
límite y barrera”.

Por lo tanto, es posible entender que el hombre ha desplegado esfuerzos a través de


los siglos, creando instituciones que estimulen los impulsos sociales y limiten al mismo
tiempo los antisociales.

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Esta teoría plantea que la sociedad es sólo una suma de
individuos, un aglomerado de partes que permanecen
distintas entre sí. Los individuos son las únicas realidades, los
individuos son sustancia y, en cambio, los grupos sociales no
son más que su función. Todas las especies de grupos humanos
carecen, entonces, de realidad por ser únicamente ficciones o
2.1. Concepción
abstracciones.
mecánica
o
La sociedad no es sujeto de vida propia, como es el hombre,
atomista
porque no hay vida de la sociedad equivalente a la vida de los
2. CONCEPCIÓN individuos. Las únicas realidades humanas sustentantes y las
MECÁNICA Y únicas que viven en el sentido genuino de la palabra vivir, son
las personas individuales. Cierto es que los hombres reciben
ORGÁNICA DE LA una nueva cualidad como miembros de la sociedad, pero ésta
SOCIEDAD no existe sino en ellos y por ellos.

Para los organicistas, la sociedad es una unidad originaria con


La importancia del la que los individuos mantienen la relación de miembros; y, por
estudio de estas lo tanto, sólo pueden ser comprendidas partiendo de la
concepciones opuestas, naturaleza del todo.
radica en que nos
permite advertir en toda La concepción orgánica suele exponerse con una connotación
su significación la biológica: la sociedad es un organismo igual al de los animales.
compleja relación La base de la vida social no es psicológica sino biológica. La
sociedad-individuo, sociedad, como todo organismo, implica la “unión de varias
tópico determinante en partes que cumplen funciones distintas y que con su acción
la formulación de 2.2. Concepción combinada concurren a mantener la vida del todo”. Algunos
regímenes políticos. organicista autores llevan las identidades a un grado extremo: las
instituciones de ahorro corresponden al sistema vascular, las
redes telegráficas al sistema nervioso, los ciudadanos son las
células y los empleos públicos los órganos.

La doctrina orgánica también se presenta revistiendo un


carácter espiritualista: la sociedad presenta una unidad o
personalidad moral, con voluntad propia y que es éticamente
la más valiosa. Desde este punto de vista, el grupo social
tendría un alma independiente de los individuos, una
conciencia colectiva y una voluntad independiente.

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Ante todo, la sociedad tiene vida independiente de los elementos singulares que la
componen: los individuos pasan, se suceden; la sociedad, en cambio, permanece y
conserva su forma. La sociedad nace, se desarrolla y muere, de un modo propio,
siguiendo una trayectoria propia. Por tanto, la descripción de la vida de todos y cada
Semejanzas, que uno de los individuos no supone la descripción de la vida de la sociedad.
permiten afirmar el
Entre los individuos que componen la sociedad existen relaciones necesarias por las
carácter orgánico de la cuales todo individuo experimenta el efecto de su pertenencia al todo. Hay una
sociedad solidaridad y una colaboración a fines comunes, es decir, una ordenación de las
diversas actividades en relación con fines que exceden de la vida individual. El trabajo
de todo individuo no concierne sólo a sus necesidades propias, sino también a las de
un número indefinido de otros individuos; será, en suma, una distribución, una
división del trabajo social (como la llama Durkheim), esto es, una ‘organización’ de las
tareas y de la vida común.

La primera, más visible, consiste en que la sociedad no es un todo compacto,


concreto, inescindible; sus partes no tienen un lugar o sitio fijo, como las de los
organismos, sino que gozan de una cierta movilidad, de una cierta autonomía e
independencia crecientes, en razón directa del desarrollo de la sociedad misma. La
sociedad es, en suma, un todo discreto, mientras que el organismo es un todo
concreto. Por ende, son posibles en la sociedad ciertos fenómenos que no tienen
equivalencia en el organismo (por ejemplo, emigración, suicidio, etc.), y que no
podrían consiguientemente explicarse según la sola concepción orgánica, entendida
estrictamente.

Diferencias entre la La segunda diferencia es de orden espiritual y de importancia todavía mayor que la
primera. En el organismo existe un fin único, a saber: la vida del todo; las partes no
sociedad y un
tienen valor sino en cuanto concurren a mantener la vida del todo, y no vive sino por
organismo en sentido ésta. La sociedad, en cambio (aun teniendo fines propios), sirve al bien de los
individuos y es una condición necesaria para la vida de éstos. Todo individuo no es
propio
solamente un medio, sino que también es un fin en sí, tiene un valor absoluto. Esta
diferencia esencial entre la sociedad y el organismo tiene particular importancia para
las aplicaciones jurídicas. No podemos concebir un sistema de Derecho sin la idea del
valor de la persona. Siguiendo literalmente la teoría orgánica, deberíamos negar este
valor y considerar al individuo como un simple medio. A tal error gravísimo se inclinan
precisamente aquellos sociólogos que, sin suficientes reservas críticas, consideran la
sociedad como un organismo. Adviértase que también incurrieron en un error tal
(bien que a través de otra vía) los grandes clásicos griegos Platón y Aristóteles, a los
cuales la idea del carácter orgánico de la sociedad los privó de apreciar
adecuadamente el valor de la persona individual (por lo cual pudieron, por ejemplo,
justificar la esclavitud).
Como conclusión, en términos generales y sin que ello implique enunciar una regla
rígida o absoluta, se reconoce que la concepción mecanicista expresa ideas básicas de
individualismo y libertad y se corresponde con los principios de la democracia
CONSLUSIÓN individual.

Por el contrario, el organicismo expresa ideas de sociabilidad y tiende a conjugarse


con las tendencias totalitarias.

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Con criterio ecléctico, Bidart Campos anota: “En definitiva, es conveniente evitar las
dos posiciones extremas: la del organicismo, que equipara la sociedad a un ser vivo y
la considera como una fase de la evolución de las sustancias; y la mecanicista, que la
supone formada por el mero arbitrio de los individuos mediante pacto o
consentimiento.

De la organicista queda, como trasfondo de verdad, que la sociedad es exigencia de


la naturaleza del hombre. De la mecanicista conviene en mantener la noción de que
la sociedad no es un ente sustancia, y de que en ella no se anula el libre albedrío de
los hombres que la componen”.

3. LA CONDICIÓN POLÍTICA DE LA PERSONA HUMANA


Cualquier actividad Origen del término: antigua
destinada a obtener un fin Polis griega (Atenas).
determinado, un resultado
ACEPCIÓN GENÉRICA
concreto: política deportiva, Significado: las cosas de la
CONCEPTO DE POLÍTICA política empresarial, política Polis, de la ciudad.
cultural, etc.
Supuesto básico:
ACEPCIÓN JURÍDICA Política vinculada al Estado. convivencia humana, la vida
social.
¿Puede sostenerse la
naturaleza política del
hombre? Estas interrogantes, a pesar de ser contemporáneas a los filósofos de la antigüedad,
no tienen en nuestros días una respuesta definitiva, y los planteamientos que en uno
y otro sentido se formulan no están exentos de carga ideológica.
¿Puede vivir en
Al respecto estudiaremos dos corrientes, la Aristotélica y la Contractualista.
sociedad sin
organización política?
Aristóteles es el primer expositor de la politicidad natural del hombre y su célebre
sentencia “el hombre es un animal político” (zoon politikon) tiene un alcance y
proyección no siempre bien comprendidos.

Para Aristóteles el hombre no puede vivir en sociedad sin forma de organización


política.

Corriente Aristotélica El planteamiento aristotélico ha contado en todas las épocas con entusiastas
seguidores (Polibio, San Agustín, Santo Tomás, los organicistas). En el presente, los
estudiosos de la política (al margen de las conclusiones de los antropólogos) admiten
que el hombre no sólo es sociable, sino político; que la convivencia en que se sustenta
su sociabilidad tiene que ser, necesariamente, política. “Porque si los hombres
conviven, si los hombres están juntos, necesitan una ordenación, una dirección, un
gobierno. Y con esta necesidad aparece el principio político que informa la vida
societaria. La convivencia social se politiza, porque de otra manera se disolvería, sería

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caos, anarquía, desorden; simplificando la noción, diríamos, para hacer plenamente
comprensible la idea, que la convivencia social no puede prescindir de una jefatura,
de una dirección, de un rectorado. Con ello aparece ya la politicidad; al erigir un
mando, un gobierno, la convivencia social se torna política; en cuanto ese mando y
ese gobierno tienen a su cargo la regencia de los hombres y procuran algún yunque,
es común a la misma totalidad: fin público”.

La posición opuesta a la corriente aristotélica está representada por la doctrina


“contractualista” o del “pacto social”, que tuvo precursores en la antigüedad entre
algunos sofistas y estoicos, pero que logra su mejor expresión a partir del siglo XVII en
las obras de Hobbes y Locke, para proyectarse, más adelante, con Rousseau.

Al margen de las numerosas diferencias entre los autores citados, hay un punto
común a todos ellos: describen una etapa prepolítica de la sociedad.

En efecto, mientras la corriente aristotélica sostiene que el nacimiento de la sociedad


y la organización política son simultáneos, los contractualistas afirman que habría
existido una etapa llamada “estado de naturaleza”, sin politicidad. Sólo
posteriormente, por obra de la voluntad y del acuerdo humano, se habría celebrado
el “pacto” o “contrato social”, en virtud del cual la convivencia social queda
políticamente organizada.

No todos los contractualistas conciben el “estado de naturaleza” en los mismos


términos. Para Hobbes, por ejemplo, el estado de naturaleza, previo a la constitución
de la sociedad política, sería un estado de lucha general, de “guerra de todos contra
todos”. Locke, en cambio, no tiene una visión tan pesimista del estado prepolíti co. El
“sentido común”, inherente a todo hombre, contribuye a que éste supere los
Hipótesis
conflictos de intereses que se originan en la vida social. Finalmente, la visión de
Contractualista Rousseau es francamente optimista: “El hombre es bueno por condición natural y
solamente las circunstancias histórico-sociales inadecuadas a la exigencia de su
naturaleza le han viciado”.

La diferente concepción que tienen los contractualistas del “estado naturaleza”


explica consecuentemente el carácter que atribuyen al poder político emergido del
“pacto social”. Hobbes –el pesimista– postula por un gobierno autocrático; su
doctrina sostiene con energía máxima el principio de la monarquía absoluta. Su
pensamiento se sintetiza en la máxima: “Gobierno absoluto o caos”.

Locke –el ecléctico– sostiene que en el “pacto” hay una reserva de derechos para los
particulares, de tal modo que solamente se delega en el poder político aquella parte
de libertad que es indispensable ceder para salvaguardar el resto. La monarquía
constitucional constituye su fórmula política.

La concepción idílica de Rousseau cierra el cuadro contractualista: del estado de


naturaleza se pasa a la sociedad, como si los hombres vivieran en el estado de
naturaleza, a la erección de un poder que no es el de un hombre, que se impone a
todos los demás con facultades soberanas derivadas del pacto, sino que es el poder
de la ley, expresión de la “voluntad general”. ¿Cuál es su expresión política? Para
algunos la democracia directa; para otros, el absolutismo democrático.

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Un enfoque, obviamente diferente, pero que tiene de común con el contractualismo
el hecho de concebir una etapa prepolítica, corresponde al marxismo. Así, para Marx
y Engels, la organización política sólo emerge cuando la sociedad se escinde en clases.

Expresa Engels que el Estado es un producto de las sociedades económicamente


evolucionadas, en las que la propiedad y los privilegios están distribuidos en forma
desigual. Estas sociedades son complejas, divididas en clases. La más elevada de ellas
es la clase rectora, y se designa clase superior en virtud de su posición social y política,
que se basa en la propiedad y el control de los medios de producción: tierras, fábricas,
etc. Aunque no gobiernan directamente sino a través de una institución social
específica (el Estado), las clases rectoras conservan su situación superior a todas las
demás, y de manera indirecta unifican las diferentes formas de poder bajo su mando.

En consecuencia, para el marxismo el Estado tiene un carácter de instrumento de


dominación de una clase por otra, en la sociedad burguesa o capitalista. En la sociedad
socialista –etapa de la dictadura del proletariado– el Estado, en cambio, sirve al
proletariado, la inmensa mayoría. Finalmente, en la etapa comunista –sociedad sin
clases– el Estado se extinguirá y al gobierno de las personas sucederá la
administración de las cosas.

4. LAS INSTITUCIONES
La palabra “institución” deriva del latín “institutio”, que según su etimología significa
“fundamento”, “cimiento”, establecimiento primordial de alguna cosa.

La palabra “institución” designa todo lo que ha sido inventado por los hombres, en
oposición a lo que es natural. Estas creaciones humanas apuntan en su esencia a dar
satisfacciones a necesidades sociales: conservación o perfeccionamiento del grupo.

Seguidamente, debemos puntualizar que las instituciones son creaciones colectivas.


En efecto, escapa de las posibilidades individuales la creación de una institución. Ellas
son el resultado de un actuar humano colectivo.

CONCEPTO DE Cierto es que, con frecuencia, se adjudica la paternidad de una institución a una
persona determinada (por ej.: el Hogar de Cristo, al Padre Hurtado). Sin embargo, ello
INSTITUCIÓN
tan sólo implica un reconocimiento al autor de la idea fundacional, por cuanto en
definitiva, para que la actividad individual se convierta en institución, necesita contar
con el respaldo de la idea colectiva. Como bien dice Tagle, “debe haber un grupo de
personas que apoye esa obra, que comparta esa idea y que, además, actúe de
conformidad a ella. Desde el poder se pueden crear entes, pero ellos no se convertirán
en instituciones, es decir, no se institucionalizarán si no hay respaldo colectivo. Una
biblioteca creada por decreto, pero que no tiene sede, o que teniéndola no está
abierta al público, o que estándolo no tiene concurrencia, no es, estrictamente
hablando, una institución”.

Otra característica que poseen las instituciones está representada por su estabilidad.
Las instituciones tienden a proyectarse en el tiempo, a permanecer, y constituyen,

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por lo mismo, un poderoso factor de estabilidad y continuidad en la organización
social. No hay institución de lo fugaz, de lo efímero. En el lenguaje cotidiano se emplea
un estándar que refleja en forma muy expresiva esta característica: “los hombres
pasan, las instituciones quedan”.

Con estos antecedentes podemos complementar la definición de institución, diciendo


que: son creaciones del obrar humano colectivo que, con carácter de permanencia,
procuran satisfacer necesidades sociales éticas.

Se encuentra representado por la organización técnica y


material: textos jurídicos que la reglamentan, locales,
muebles, máquinas, emblemas, papel timbrado, personal,
una jerarquía administrativa.

La circunstancia de que en el elemento estructural se


conjuguen factores de tan diversa naturaleza contribuye a
ELEMENTO
crear no pocas confusiones.
ESTRUCTURAL O
FORMAL
A veces señalamos un edificio y decimos: “aquello es tal o
cual institución”; o bien: “esto es la universidad” o “el
hospital”. Sin embargo, queremos decir que son los
edificios que pertenecen a la institución, el local y cuerpo
visible de la asociación. Las instituciones son formas
organizadas de actividad social, y tienen, por tanto, un
aspecto externo, enmarcado en el tiempo y en el espacio.

Se encuentra expresado en las ideas, creencias, sistemas


ELEMENTOS DE LAS de valores que sirven de sostén al orden que la institución
establece. Toda institución aparece así como una
INSTITUCIONES
disposición de los elementos que la constituyen,
ordenados hacia el fin que tiende a promover.

“La institución es una idea de obra o de empresa que se


realiza y dura jurídicamente en un medio social”. Maurice
Hauriou.
ELEMENTO
Para la realización de esta idea se organiza un poder en
INTELECTUAL O DE
una serie de órganos. Por otra parte, entre los miembros
REPRESENTACIÓN
del grupo social interesado en la realización de la idea se
COLECTIVA
producen manifestaciones de comunión alrededor de esa
idea, dirigidas por los órganos del poder y reglamentadas
por procedimientos, Para esto se requieren –señala
Haubiou– tres factores, por medio de los cuales se asegura
la unidad consensual de la operación fundacional: la
unidad en el objeto de los consentimientos, la acción de
un poder y el lazo de un procedimiento.

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El caso de los partidos políticos –instituciones políticas por
antonomasia– permite ejemplarizar en forma muy clara la
concurrencia de los elementos estructurales e
intelectuales dentro de una institución.

En efecto, el elemento estructural aparece representado,


en primer lugar, por el grupo humano (miembros o
ELEMENTO militantes del partido), por los estatutos (reglas que rigen
INTELECTUAL O DE su organización interna), patrimonio (sede social,
REPRESENTACIÓN mobiliario, vehículos, utensilios, etc.).
COLECTIVA
El elemento intelectual se expresa en la doctrina,
declaraciones de principios, programas del partido.

¿Cuál es el elemento más importante? Parece evidente


que sin la presencia del factor intelectual el partido no se
podría crear, pero no es menos cierto que sin la
concurrencia del elemento estructural el partido tampoco
tendría destino. Debe, en consecuencia, concluirse que
ambos elementos son imprescindibles para la vida de una
institución.

Tomando como referencia su objeto, pueden distinguirse innumerables tipos de


instituciones: religiosas, educacionales, económicas, militares, deportivas, culturales,
sociales, etc.

Por su incidencia con nuestra disciplina, sólo nos ocuparemos de las instituciones
jurídicas y políticas.
En toda sociedad –con cierto grado cultural– los problemas
que suscitan la convivencia y el conflicto de interés
individuales, han de ser resueltos con arreglo a normas.

CLASIFICACIÓN DE LAS Dentro del complejo normativo existente en toda sociedad, lo


que viene a cualificar a las normas jurídicas es su
INSTITUCIONES “coactividad” (o coercibilidad), lo que significa que la norma,
llegado el caso, podrá ser aplicada por la fuerza del poder
INSTITUCIONES público. Esto distingue a la norma jurídica de la moral o de la
JURÍDICAS convencional que no están sancionadas de la misma manera.

Se suele definir a las instituciones jurídicas como aquellas que


tienen existencia en el mundo del derecho, creadas por
normas, y los comportamientos adecuados a ellas, que
tienden a realizar un principio de justicia.

Cabe preguntarse, entonces, si en toda institución existen


normas (estatutos), ¿cuál sería el rasgo específico de las
instituciones jurídicas en relación con las demás
instituciones?

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Para descubrir esa diferencia hay que tener en cuenta que en
la institución jurídica, la norma, además de ser un elemento
estructural de la institución, constituye su objeto específico,
su realidad misma, es decir, lo creador de la institución y lo
creado por ella, a la vez.

En cambio, en las otras instituciones, lo normativo pasa a ser


lo instrumental, el medio de que una institución exista o
sobreviva. En un club deportivo la cosa creada no es el
conjunto de las normas que lo rigen; en cambio, en la
institución jurídica “familia”, lo creado es precisamente ese
conjunto de normas que determinan lo que es una familia.
Por. eso, mal será conocida una academia de pintores
(institución artística) si estudiamos solamente su estatuto,
que en realidad es algo secundario, instrumental, en la vida
INSTITUCIONES de esa institución. (Aquí lo que interesa es conocer las
JURÍDICAS exposiciones que ha hecho, el valor de su pinacoteca, el
número y el prestigio de sus miembros, etc.). En cambio,
quien quiera conocer esas instituciones jurídicas que se
llaman “el contrato”, o la “familia”, o “la propiedad”,
estudiará las normas jurídicas a ellas referidas y lo atinente a
su comportamiento real (doctrina, jurisprudencia, etc.).

Por otra parte, las instituciones jurídicas apuntan a la


realización de un valor: la justicia; por lo menos de la justicia,
tal como es entendida por determinada comunidad. Las
instituciones jurídicas están puestas al servicio del derecho, a
los fines de regular la convivencia humana conforme a un
principio que se entiende justo.

Así, “el poder judicial” es una institución jurídica que tiende a


que los conflictos individuales sean resueltos por otro ente
que no sean las partes”.

Las instituciones jurídicas pueden ser tanto “públicas” como


“privadas”.
Duverger define las instituciones políticas como “aquellas que
se refieren al poder, a su organización, a su evolución, a su
ejercicio, a su legitimidad, etc.

Por su parte, Karl Loewenstein considera que “las


INSTITUCIONES instituciones políticas son el aparato a través del cual se
POLÍTICAS ejerce el poder en una sociedad organizada como Estado, y
las instituciones son, por lo tanto, todos los elementos
componentes de la maquinaria estatal”.

Como se puede apreciar, aparte de sus diferencias formales,


los dos autores coinciden en que lo que cualifica a una

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institución política es su vinculación directa con el poder
central (poder estatal).

Como ejemplo de instituciones políticas se puede citar: el


Estado, el Parlamento; el Presidente de la República; la
Corona; los partidos políticos; la Constitución (institución-
norma).

Aparte de su específica vinculación con el poder estatal, las


instituciones políticas presentan las características generales
mencionadas para toda institución.

La estabilidad, es decir, la permanencia en el tiempo, es característica propia de todas


las instituciones.

¿La estabilidad institucional excluye el cambio? La respuesta es obviamente


negativa. Las instituciones sociales duran un tiempo más o menos largo, según que
respondan mejor o peor a las necesidades del medio social y según que las ideas sobre
que reposan interpreten o no el sistema de valores vigentes en ese medio social.
Como expresa Hauriou, “Las instituciones responden a necesidades, prestan servicios;
cuando cesan de rendirlos, o se han transformado las necesidades o se han
corrompido las instituciones, haciéndose parasitarias; en este caso, la confianza del
público se aparta de ellas lentamente. Si sobreviven algún tiempo, es en virtud de la
velocidad adquirida, pero se encuentran en trance de reforma o supresión”.

En esta contingencia, la duración de las instituciones básicas indispensables no


siempre está asegurada en un mundo en proceso de rápida evolución técnica, política
y económica. Las condiciones del mundo y de la vida, en constante evolución,
contribuyen a que las instituciones, debido a su rigidez inherente, se hagan insensibles
LAS INSTITUCIONES Y
a las necesidades indispensables del hombre. A lo largo de los años, la comunidad, la
EL CAMBIO SOCIAL universidad, la industria, el hospital, el sistema jurídico y las estructuras políticas
presentan con frecuencia un interés mucho menor por sus pacientes, sus empleados,
sus hospitalizados, clientes y por quienes integran la institución. Esto produce como
resultado una patología individual y social. En efecto, son pocas las instituciones que
en las circunstancias actuales pueden evitar la contingencia, cada década o cada
generación, de serios problemas de reestructuración”.

Hay dos posibilidades según las cuales un sistema de correlación entre necesidades e
instintos humanos y su forma de satisfacción institucional puede llegar a ser inestable:
por una parte, cuando una modificación de las necesidades e instintos que subyacen
a la institución no va acompañada del cambio de las instituciones o de sus formas; por
otra, cuando se modifica una institución y las necesidades y los instintos son los
mismos.

En gran medida, el progreso del hombre depende de su capacidad para estructurar y


reestructurar sus instituciones básicas, tarea ardua y compleja para cuyo éxito es
preciso superar en forma continua no pocos obstáculos.

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En efecto, el desequilibrio entre el conocimiento científico-técnico utilizable y las
instituciones sociales existentes es muy marcado. El cambio científico-técnico tiene
un ritmo más rápido, que no coincide con la capacidad asimilativa de una institución:
ésta tiende a conservar, a mantener un statuo quo. Vale decir: ocurre un desfase, y la
sociedad entra en crisis. Nuestro conocimiento científico crece más de prisa que
nuestra ciencia social.

En lo que atañe a la especie instituciones políticas, el factor estabilidad –inherente a


toda institución– adquiere una importancia relevante. Si las instituciones políticas no
se proyectaran hacia el futuro, con vocación para subsistir, carecerían de sentido. “No
se concibe un Estado sólo para hoy ni un presidente sólo para esta tarde ni una ley
sólo para este instante. A ese respecto, la estabilidad institucional –y la propia palabra
Estado la evoca– es una tendencia característica de todo régimen político y de todo
orden jurídico, y no exclusividad de uno de cualquiera de ellos”.

La estabilidad institucional se expresa en continuidad jurídica. De allí que sea


imprescindible distinguir entre estabilidad y continuidad, por una parte, e inmovilidad
y fosilización, por otra. “La estabilidad institucional no excluye el cambio, pero
requiere que éste se realice dentro y no contra, ni al margen de los cauces
institucionales. De este modo, ni el cambio obsta a la continuidad ni la continuidad al
cambio. La continuidad jurídica –columna vertebral de la institucionalidad– implica
simplemente que la creación del orden normativo, y consecuentemente su cambio,
se produce de conformidad a las normas jurídicas existentes, de tal modo que la
validez de las nuevas se funda en las anteriores”.

Por otra parte, no se puede olvidar que las instituciones políticas superiores están
íntimamente vinculadas a la ideología política, a la que sirven y forjan
simultáneamente.

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