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Las garantías constitucionales del proceso

1ª Parte. Constitución y proceso

El fenómeno de la constitucionalización de las garantías procesales de los textos


fundamentales.
Tras la Segunda Guerra Mundial se produce en Europa, y especialmente en aquellos países que en la
primera mitad dl siglo XX tuvieron regímenes políticos totalitarios, un fenómeno de
constitucionalización de los derechos fundamentales de la persona, y dentro de éstos, una tutela de
las garantías mínimas que debe reunir todo proceso judicial. Se pretendía con ello evitar que el futuro
legislador desconociese o violase tales derechos, protegiéndolos, en todo caso, mediante un sistema
reforzado de reforma constitucional.

En España, esta constitucionalización de las mínimas garantías procesales no se ha alcanzado


plenamente hasta la Carta Magna de 1978.
La finalidad última del fenómeno de constitucionalización de los derechos y garantías procesales no
es otro que lograr la tan pretendida Justicia, reconocida en nuestra Carta Magna como valor superior
del ordenamiento jurídico (art.1.1 C.E.). El proceso se convierte de este modo en el medio de
realización de la justicia.
Los derechos fundamentales además de carácter objetivo también tienen una vertiente subjetiva, en la
medida en que atribuyen a una persona el poder de ejercitarlos, así como de reclamar su debida
protección.
El T.C. ha estimado que los derechos fundamentales son irrenunciables. Respecto de los derechos
recogidos en el art.24 C.E., observamos que se trata de derechos cuyo ejercicio en el proceso
depende, única y exclusivamente, de la voluntad del justiciable; este es libre de renunciar a su
ejercicio. Ello no significa que pueda renunciarse a su contenido pues no solo son derechos subjetivos,
sino que incorporan además un elemento objetivo, en el sentido de configurarse como verdaderas
normas de aplicación directa, esenciales e informadoras de nuestro ordenamiento jurídico, cuya
vigencia y eficacia deben ser amparadas por el Juez.

El precepto constitucional que mayor trascendencia tiene en cuanto a las garantías procesales es el
art.24, puesto que a través de él no solo se elevan a rango constitucional las pautas mínimas que
debe cumplir todo proceso, sino que se adquieren además naturaleza de derechos fundamentales.
Consecuencias de la constitucionalización como derechos fundamentales de las
garantías procesales del art. 24 C.E.

1. Su aplicación directa e inmediata, esto es, su alcance jurídico-positivo (arts. 9.1 y 53.1 C.E.)
Los derechos fundamentales vinculan a todos los poderes públicos. La ausencia de un desarrollo
legislativo no puede, en ningún caso, servir de excusa para impedir la aplicación directa del art. 24
C.E.
2. Su interpretación de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los
tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España (art. 10.2
C.E.). A través de este precepto constitucional se incorporan expresamente al ordenamiento
interno español las declaraciones de derechos de carácter supranacional, quedando nuestro
ordenamiento jurídico vinculado a ellas.

3. Su regulación por Ley Orgánica, que en todo caso deberá respetar su contenido esencial (arts.
53.1, 81.1 y 2 C.E.)
El T.C. ha restringido el ámbito material de las Leyes Orgánicas, indicando que a pesar de que una
ley tenga relación con un derecho fundamental no por ello debe, necesariamente, tener rango de
orgánica.
En consecuencia, hemos de concluir que la Ley Orgánica como categoría normativa tiene carácter
excepcional, no siendo necesario que la regulación referente a la actividad procesal deba tener
este rango, al entenderse que los derechos o garantías procesales no requieren normas de
desarrollo sino normas de ejercicio.

4. Posibilidad de pedir la tutela de los tribunales ordinarios mediante un procedimiento preferente y


sumario (art. 53.2 C.E.)
El propio Juez o Tribunal a quo y ante los órganos jerárquicamente superiores podrán valorar de
forma rápida la eventual vulneración del art. 24 C.E., y una vez agotada la vía jurisdiccional
ordinaria procederá el recurso de amparo ante el T.C.

5. Posibilidad de pedir la tutela del Tribunal Constitucional mediante el recurso de amparo (arts. 53.2
y 161.1.b C.E.)
El recurso de amparo se configura como el mecanismo a través del cual todo ciudadano puede
recabar la protección del T.C. de los derechos recogidos en los arts. 14 a 30 C.E., siempre y
cuando haya intentado el restablecimiento del derecho que considera infringido ante los Tribunales
ordinarios mediante los medios de impugnación existentes en las normas procesales.
El recurso de amparo no es un medio ordinario de protección de los derechos fundamentales y, en
consecuencia no cabe acudir directamente a dicho Tribunal sin que previamente los órganos
jurisdiccionales hayan tenido la oportunidad de reparar la lesión por los cauces que el
ordenamiento jurídico ofrece.

6. Su especial protección ante el Tribunal Constitucional por la vía del recurso de inconstitucionalidad
(art. 161.1.a C.E.)
El recurso de inconstitucionalidad aparece como la vía procesal adecuada para asegurar la
constitucionalidad de las leyes, esto es, para controlar que la actividad legislativa se adecúa a los
mandatos constitucionales.
La función principal de este recurso es la defensa objetiva de la Constitución, al afirmar su
primacía y privar de todo efecto a las leyes contrarias a la misma, excluyendo del ordenamiento a
las disconformes con el Texto Fundamental.

El Tribunal Constitucional como órgano supremo de interpretación de la constitución.


Valor de sus sentencias.

Por encima del texto legal puede situarse la interpretación constitucional que de él haga el Alto
Tribunal mediante su doctrina. Así, las sentencias del T.C. tienen valor normativo cuando anulan la ley
con eficacia erga omnes (art. 164 C.E.) y también cuando no la anulan pero imponen una determinada
interpretación de la misma.
En cualquier caso, cualquier tipo de resolución del T.C. vincula a todos los Poderes Públicos quienes,
por mandato del art. 87 L.O.T.C., están obligados al cumplimiento de lo que este Tribunal resuelva.
2a Parte: Análisis del art. 24 C.E. a la luz de la doctrina del
Tribunal Constitucional

Derecho a la tutela judicial efectiva


El derecho a la tutela judicial efectiva tiene,, en palabras del T.C., un contenido complejo que incluye a
modo resumen, los siguientes aspectos:
 El derecho de acceso a los Tribunales
 El derecho a obtener una sentencia fundada en derecho congruente
 El derecho a la efectividad de las resoluciones judiciales
 El derecho al recurso legalmente previsto.

No debe confundirse este primer apartado del art.24 C.E. con el segundo, en el que se establecen
múltiples garantías procesales.

Derecho de acceso a los tribunales


El Tribunal Constitucional incluye tres grandes materias dentro de la garantía de la tutela judicial
efectiva y que hacen referencia al acceso a los Tribunales:

 El derecho a la apertura del proceso

Esta primera manifestación del derecho de acceso a los Tribunales incide sobre el demandante,
aquella persona que reclama una determinada protección jurisdiccional. Acceso a la jurisdicción
que se concreta en el derecho a ser parte en un proceso y a promover la actividad jurisdiccional.
Se trata de un derecho prestacional de configuración legal.

La titularidad del derecho corresponde tanto a las personas físicas como a las personas jurídicas a
quienes el ordenamiento reconoce capacidad para ser parte en un proceso. El derecho a la tutela
judicial corresponde por igual a españoles y extranjeros.

El derecho al acceso al proceso puede verse conculado por normas que impongan requisitos
impeditivos u obstaculizadores del acceso a la jurisdicción, si tales trabas resultan innecesarias,
excesivas y carecen de razonabilidad o proporcionalidad respecto de los fines que lícitamente
puede perseguir el legislador.
Sin embargo, hay obstáculos legítimos: el cumplimiento de los plazos legales, los trámites previos
al proceso (trámites que impliquen la búsqueda de una solución extraprocesal de la controversia) y
las fianzas, depósitos y consignaciones.

Principio del “favor actionis” o “pro actione” y sus manifestaciones: el antiformalismo y la


subsanabilidad de los defectos procesales.
El ordenamiento procesal tiene una serie de reglas formales que se encuentran establecidas en
atención a lograr la seguridad jurídica a través de la legalidad. El T.C. ha insistido en que ningún
requisito formal puede convertirse en un obstáculo que impida injustificadamente un
pronunciamiento sobre el fondo. El T.C. nos recuerda que los requisitos formales solo sirven en
cuento que son instrumentos dirigidos a lograr la finalidad legítima de establecer las garantías
necesarias para los litigantes y por ello, si no hay detrimento de otros bienes o derechos dignos de
tutela, debe permitirse la subsanación del defecto.

El juzgador debe procurar, antes de rechazar una demanda, incidente o recurso defectuoso, la
subsanación o reparación del defecto, siempre que no tenga su origen en una actividad contumaz
o negligente del interesado y que no dañe la regularidad del procedimiento ni la posición jurídica
de la otra parte. Si no se apreciare negligencia en la parte y el defecto fuese susceptible de
reparación sin daño para el proceso, procederá la apertura de un trámite de subsanación. En
conclusión, los defectos subsanables no pueden convertirse en insubsanables por inactividad del
órgano jurisdiccional.

El beneficio de justicia gratuita: el derecho a la gratuidad de la justicia es de configuración legal, es


decir, corresponde al legislador determinar el contenido y concretas condiciones de ejercicio. Solo
respecto del imputado en un proceso penal se impone al legislador la necesidad de proveerlo de
un abogado de oficio.

 La llamada de la parte al proceso, con especial atención a los requisitos constitucionales de


los actos de comunicación

El artículo 24 de la C.E. garantiza el derecho a acceder al proceso en condiciones de poder ser


oído y ejercitar la defensa de los derechos e intereses legítimos. En consecuencia, los actos de
comunicación de las decisiones judiciales (notificaciones, citaciones y emplazamientos), en la
medida en que hacen posible la comparecencia del destinatario y la defensa contradictoria de las
pretensiones, representan un instrumento ineludible para la observancia de las garantías
constitucionales del proceso.
Por todo ello, el emplazamiento a las partes debe realizarse por el órgano jurisdiccional con todo
cuidado, cumpliendo las normas procesales que regulan dicha actuación a fin de asegurar la
efectividad real de la comunicación.

La notificación personal: por notificación personal haya de entenderse toda aquella que se realiza
en el domicilio de un ciudadano, bien en su persona o bien en la de cualquiera de las otras
personas a que se refiere el art. 268 LEC.

La notificación por edictos: la notificación por edictos es una modalidad de comunicación de actos
o resoluciones judiciales de carácter supletorio y excepcional. La comunicación edictal tan solo
puede utilizarse cuando no es posible recurrir a otros medios más efectivos. Es preciso agotar
antes todas aquellas modalidades que aseguren un mayor grado de recepción por el destinatario,
y dejar constancia formal de haberse intentado practicarlas.
 La exigencia de la postulación

Las leyes procesales exigen que, en determinados casos, los particulares comparezcan en juicio
representados por Procurador y dirigidos por Letrado, ya que este es el único modo de tutelar
jurídicamente sus pretensiones.

En los casos en que se exige esta postulación y el particular acude directamente a los órganos
jurisdiccionales debe procurarse su subsanación, y no convertir este hecho en un motivo de
inadmisión o desestimación.

Derecho a obtener una sentencia fundada en derecho congruente


Las sentencias deben ser motivadas jurídicamente y deben ser congruentes. El TC afirma que el
derecho a la tutela judicial efectiva comprende el de obtener una resolución fundada en Derecho que
ponga fin al proceso.

A pesar de que la sentencia debe motivarse en Derecho, ello no excluye que pueda ser jurídicamente
errónea, constituyendo una infracción de ley o de doctrina legal. El art. 24 C.E. no ampara la amyor o
menor corrección de la resolución judicial en la interpretación de la legalidad, sino la prohibición de
toda arbitrariedad o manifesta irracionabilidad de la misma. El derecho a la tutela judicial efectiva se
define como derecho a la obtención de una resolución judicial fundada, sin incluirse en él un derecho
al acierto a los órganos jurisdiccionales en la aplicación de la legalidad.

 La congruencia de las sentencias


Hay incongruencia cuando existe un desajuste entre el fallo judicial y los términos en los que las
partes han planteado los términos de debate procesal.
Tipos de incongruencia: La falta de adecuación entre la parte dispositiva y las pretensiones
deducidas en el proceso, admite distintas manifestaciones: que la sentencia otorgue más de lo
solicitado por el actor; que conceda menos de lo admitido por el demandado; o que resuelva cosa
distinta de lo pedido por ambas partes, omitiendo así el pronunciamiento respecto de las
pretensiones deducidas en juicio.
Hay incongruencia omisiva cuando no se deciden todos los puntos objeto de debate, ni se da
respuesta a una pretensión de la parte, siempre que el silencio judicial no pueda razonablemente
interpretarse como desestimación tácita.

 La regla iura novit curia


Los tribunales no tienen necesidad, ni tampoco obligación de ajustarse a las normas aducidas por
las partes y pueden basar sus decisiones en fundamentos jurídicos distintos.
Derecho a la efectividad de las resoluciones judiciales

 Inmodificabilidad de las resoluciones judiciales


Las resoluciones judiciales dictadas en el mismo proceso que hayan adquirido firmeza, no serán
alteradas o modificadas al margen de los cauces legales previstos.
La inmodificabilidad de la sentencia es un instrumento para asegurar la efectividad de la tutela
judicial.
La aclaración de sentencias: es plenamente compatible con el principio de inmodificabilidad de la
sentencia firme. Sin embargo, la figura de la aclaración de resoluciones judiciales está sometida a
una rigurosa interpretación restrictiva dada su carácter de excepción frente al principio de
invariabilidad de la sentencia.
Para denunciar la nulidad de una sentencia debe acudirse a los recursos ordinarios y
extraordinarios, que legalmente procedan contra la sentencia, pues así lo exige el carácter
subsidiario del recurso de amparo.
Solo en los supuestos de haber agotado todos los recursos utilizables dentro de la vía judicial, o no
existir tales recursos, queda expedita la posibilidad de acudir en amparo al T.C., como último
mecanismo válido para analizar y corregir la decisión judicial que ha infringido el art. 24 C.E.
Al objeto de agotar los recursos ante los tribunales ordinarios, el T.C. ha considerado que la
revisión es una vía procesal válida antes de acudir al recurso.
En este punto, debemos destacar que el “recurso de audiencia al rebelde” debe considerarse,
según el T.C., como un “recurso utilizable dentro de la vía judicial” para remediar situaciones de
vulneración del principio de audiencia.

 Las medidas cautelares


La tutela judicial no es tal sin medidas cautelares que aseguren el efectivo cumplimiento de la
futura resolución definitiva que recaiga en el proceso.
Las medidas cautelares que afecten a la libertad personal o supongan una restricción de la libre
disposición de los bienes, a falta de carácter reglado, deben fundamentarse en un juicio acerca de
su razonabilidad para la consecución de la finalidad propuesta, en atención a las circunstancias
concurrentes.
Las medidas cautelares pueden adoptarse sin audiencia previa del afectado por la misma.
Las medidas cautelares son provisionales y modificables en cualquier momento mientras se
suscita el pleito principal.

La prisión provisional: La prisión provisional se configura como la medida dirigida a asegurar que
los imputados no se sustraerán a la actuación de la justicia y comparecerán en su momento para
dilucidar las responsabilidades penales en que hayan incurrido.
Para su adopción deben concurrir dos presupuestos:
a) El fumus boni iuris, esto es, la existencia de indicios racionales de la comisión de una
acción delcitiva; y
b) El periculum in mora, que debe integrarse con la consecución de fines constitucionalmente
legítimos y congruentes con la naturaleza de esta medida, tal como evitar el riesgo de
sustracción a la acción de la Justicia. Que la persona haga algo que pongan en dificultad la
actuación de la justicia.

Medidas cautelares contra los actos administrativos: del derecho a la tutela judicial efectiva se
deriva la potestad jurisdiccional para adoptar una medida cautelar y suspender la ejecución de
tales actos al objeto de asegurar la eficacia real del pronunciamiento futuro que recaiga en el
proceso, evitando así un daño irremediable en el mismo.
Su puede pedir que se suspenda la ejecución de un acto administrativo.

 La ejecución de las resoluciones judiciales firmes.


El derecho a la tutela judicial efectiva de los derechos e intereses legítimos exige también que el
fallo judicial se cumpla en sus propios términos, pues solo de esta manera el Derecho reconocido
ene l proceso se hace real y efectivo, y se garantiza el pleno respeto a la paz y seguridad jurídica
de quien se vio protegido judicialmente.
Por ello, ante la falta de cumplimiento voluntario de un determinado fallo judicial procede si
imposición forzosa a la parte vencida.
La ejecución ha de llevarse a cabo en los propios términos de la resolución, de acuerdo con el fallo,
que es el que contiene el mandato de la Sentencia, sin posibilidad de modificarlo.
El derecho a la ejecución se satisface cuando los Jueces y Tribunales, a quienes corresponde
hacer ejecutar lo juzgado, adoptan las medidas oportunas para el estricto cumplimiento del fallo,
sin alterar el sentido y contenido del mismo.
En determinados casos, legalmente previstos y por resolución motivada, pueda modificarse su
ejecución. Así, se destaca que tan constitucional es una ejecución en la que se cumple el principio
de la identidad total entre lo ejecutado y lo estatuido en el fallo, como la ejecución en la que por
razones atendibles, la condena es substituida por su equivalente económico (indemnizatorio) o por
otro tipo de prestación.
El derecho a que se ejecuten las resoluciones judiciales firmes viene sometido a los requisitos y
limitaciones formales y materiales que disponga el legislador. Para examinar la legitimidad o
validez constitucional de los límites impuestos por el legislador en orden a la ejecución de las
resoluciones judiciales firmes, deberá verificarse si responden a razonables finalidades de
protección de valores, bienes o intereses constitucionalmente protegidos y guardan una debida
proporcionalidad con dichas finalidades.
Ejecución de resoluciones judiciales extranjeras: el Tribunal español a la hora de decidir sobre la
ejecución en España de una resolución judicial extranjera, ha de tener en cuenta las garantías
contenidas en el art. 24 C.E.
Ejecución de la condena de futuro: si una Sentencia firme contiene una condena de futuro, dicha
condena no puede sin más quedar inejecutada, pues ello entrañaría una vulneración del derecho.
Derecho al recurso legalmente previsto

El legislador es libre para determinar la configuración, los supuestos en que procede y los requisitos
que han de cumplirse en la formalización del derecho al recurso.

El legislador, en principio, es libre de disponer cual sea el régimen del recursos dentro de cada
proceso, pero esa disponibilidad tiene un límite en el proceso penal que viene impuesto por el art. 15.5
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966: toda persona declarada culpable de
un delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos
a un Tribunal superior, conforme a lo prescrito por la ley.

Prohibición de la reformatio in peius


La figura de la reforma peyorativa consiste en la situación que se produce cuando la posición jurídica
de la parte procesal que interpone un recurso resulta empeorada exclusivamente como consecuencia
de su recurso, es decir, sin que medie impugnación directa o incidental de la contraparte y sin que el
empeoramiento sea debido a poderes de actuación de oficio del órgano jurisdiccional. Cuando se
presenta un recurso no se puede dejar peor de como estaba.

Derecho a la no indefensión
Indefensión constitucional: prohibición o limitación del derecho de defensa, que se produce en virtud
de actos de los órganos jurisdiccionales que suponen una mengua o privación del derecho de alegar o
probar, contradictoriamente, y en situación de igualdad.
Para que pueda ampararse una situación de indefensión, el T.C. exige la concurrencia de los
siguientes requisitos:
a) Debe ser material. Ha de existir una privación o limitación sustancial de los derechos de
defensa del recurrente cifrado, en la imposibilidad de efectuar alegaciones o de probar lo
alegado.
b) Debe tratarse de una privación real, efectiva y actual de los medios de alegación o prueba.
c) Tiene que ser total y absoluta.
d) Ha de ser definitiva.
e) Debe ser imputable exclusivamente, de modo inmediato y directo, al órgano jurisdiccional; esto
es, no puede haber sido provocada ni consentida por el recurrente con algún tipo de pasividad,
impericia o negligencia.
Derecho al juez ordinario predeterminado por la ley
El T.C. entiende que el derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley exige:

a) Que el órgano judicial haya sido creado previamente, respetando la reserva de Ley en la materia
b) Que esta le haya investido de jurisdicción y competencia con anterioridad al hecho motivador del
proceso judicial
c) Que su régimen orgánico y procesal no permita calificarle de un Juez ad hoc o excepcional
d) Que la composición del órgano judicial venga determinada por ley, siguiéndose en cada caso
concreto el procedimiento legalmente establecido para la designación de sus miembros.

El art. 24.2 C.E. no se extiende a garantizar un Juez concreto, sino únicamente comprende el derecho
a que la causa sea resuelta por el Juez –el competente- o por quien funcionalmente haga sus veces.
El derecho al juez ordinario o natural resulta de aplicación a todos los órdenes jurisdiccionales, y no
solo al penal. De igual modo resulta de plena aplicación a la jurisdicción especial militar.
El derecho al Juez ordinario predeterminado por la Ley resulta vulnerado si se atribuye indebidamente
un asunto determinado a una jurisdicción especial y no a la ordinaria.
La potestad jurisdiccional tan solo puede ser confiada a Jueces y Magistrados independientes,
inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la Ley.
La inamovilidad significa que, nombrado o designado un Juez o Magistrado conforme a su estatuto
legal, no puede ser removido del cargo sino en virtud de causas razonables tasadas o limitadas y
previamente determinadas.
El vehículo normativo para determinar cuál será el Juez del caso, es la ley en su sentido estricto, y no
el Decreto-ley ni las disposiciones emanadas del ejecutivo.

Derecho a la defensa
El derecho a la defensa asegura a las partes la posibilidad de sostener argumentalmente sus
respectivas pretensiones y rebatir los fundamentos que la parte contraria haya podido formular en
apoyo de las suyas, pero sin que sea necesario que de facto tenga lugar una efectiva controversia
argumental entre los litigantes, que, por unas u otras razones, puede no producirse.
En consecuencia, se justifica la resolución inaudita parte en caso de incomparecencia por voluntad
expresa o tácita de la parte o por negligencia imputable a la misma, esto es, no se infringe el derecho
de defensa cuando se ofrece a los litigantes la posibilidad real de ser oídos, con independencia de
que estos hagan uso o no de esta posibilidad.
El derecho a la defensa comprende no solo la asistencia de Letrado libremente elegido o nombrado de
oficio (en los casos previstos por la ley), sino también a defenderse personalmente, esto es, el
derecho a la defensa privada o derecho a defenderse por sí mismo.

 Especial referencia al acusado en el proceso penal

La posibilidad de ejercicio del derecho de defensa contradictoria se concreta en tres reglas ya


clásicas:
 Nadie puede ser acusado sin haber sido, con anterioridad, declarado judicialmente imputado
 Como consecuencia de lo anterior, nadie puede ser acusado sin haber sido oído con
anterioridad a la conclusión de la investigación; y
 No debe limitarse a tomar declaración testifical a quién a partir de las diligencias practicadas
pueda fácilmente inferirse que contra él existe la sospecha de haber participado en la
comisión de un hecho punible, ya que la imputación no ha de retrasarse más allá de lo
estrictamente necesario, por lo que deberá tomársele declaración como imputable al objeto
de que pueda defenderse como estime conveniente.
En el proceso penal debe garantizarse al acusado el “derecho a la última palabra”: poder tener
una oportunidad final para confesar los hechos, ratificar o rectificar sus propias declaraciones o las
de cualquier interviniente en el proceso, o incluso discrepar de su defensa o completarla de
alguna manera.

 Derecho al intérprete
El derecho al intérprete está dirigido a garantizar la adecuada defensa, pues solo quien conoce los
motivos por los que se le demanda está en condiciones de articular su estrategia defensiva con las
garantías debidas.
La vigencia de este derecho alcanza no solo a los extranjeros sino también a los españoles que no
conozcan suficientemente el castellano.

Derecho a la asistencia de letrado


El derecho a la asistencia letrada solo es exigible constitucionalmente en los procesos judiciales, y
además, no en todos los casos, sino cuando los intereses de la justicia lo requieran.

Este derecho comporta que el interesado pueda encomendar su representación y asesoramiento


técnico a quien merezca su confianza y considere más adecuado para instrumentar su propia defensa.
La vigencia de este derecho exige que, en determinadas ocasiones, deba ser proporcionado por los
poderes públicos.
En los procesos en los que no es obligada la intervención letrada, si alguna parte desease la defensa
de un abogado, el juzgador no puede obstaculizar su voluntad.
Los órganos judiciales tienen la obligación de favorecer el efectivo ejercicio de ese derecho.
En el ejercicio de este derecho no puede restringirse la libertad de expresión del letrado, salvo cuando
se incurre en el insulto o la descalificación o se infringen las obligaciones procesales de actuación en
el proceso.

 Finalidad
El derecho a la asistencia letrada persigue un doble fin:
 Garantizar que las partes puedan actuar en el proceso de la forma más conveniente para
sus derechos e intereses jurídicos, y defenderse debidamente contra la parte contraria; y
 Asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de
contradicción, que imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar
desequilibrios entre la respectiva posición de las partes o limitaciones en la defensa que
puedan conducir a algunas de ellas a un resultado de indefensión.

 Nombramiento de Abogado de oficio


El derecho a disfrutar de Abogado del turno de oficio únicamente despliega toda su eficacia en
relación con el imputado en un proceso penal, siendo en los demás casos un derecho sometido a
diversos condicionamientos procesales y materiales.

La privación de la posibilidad efectiva de la dirección letrada a quien carece de medios económicos


produce una situación de indefensión, constitucionalmente prohibida. En consecuencia, la
pasividad del órgano judicial en cuanto a la designación de letrado de oficio ante la solicitud de la
parte interesada, puede constituir una violación del art. 24.2 C.E.

La realización efectiva del derecho a la asistencia letrada no se satisface solo con el nombramiento
de un abogado de oficio, sino que además debe proporcionarse asistencia letrada real y efectiva.
El derecho a intérprete, aunque no esté expresado en la ley, si está comprendido en el derecho a
la asistencia letrada: si el primero no conoce el idioma del segundo, no podrá llevar a cabo una
defensa adecuada.

 Relevancia de la ausencia del abogado


Para que la falta del letrado provoque no solo una indefensión formal, sino también material que
suponga la vulneración del art. 24 C.E., es preciso que, además, la ausencia letrada haya podido
razonablemente causar un perjuicio al recurrente.

 Límites
El derecho a la asistencia letrada concurre conjuntamente con el derecho de la parte contraria a un
proceso sin dilaciones indebidas, el cual merece la adecuada protección frente a solicitudes de
nombramiento de Abogado de oficio que, evidenciándose innecesarias para una mayor eficacia de
la defensa, pueden ser formuladas con el exclusivo propósito de dilatar la duración normal del
proceso y prolongar así una situación jurídica, cuyo mantenimiento se revela desde el mismo
momento de la iniciación del proceso difícilmente sostenible.

Derecho a ser informado de la acusación


Derecho fundamental cuyo ámbito de aplicación s extiende únicamente en el proceso penal, y
consiste en asegurar el conocimiento del acusado acerca de los hechos que se le imputan y de los
cargos que contra él se formulan penalmente, para poder así defenderse de forma contradictoria. No
se puede admitir una acusación tácita o implícita.

El T.C. ha convertido al principio acusatorio en el principio fundamental de nuestro método de


enjuiciamiento penal, que rige en cualquier tipo de proceso criminal y debe respetarse en las dos
instancias judiciales.
El principio acusatorio implica la existencia de una contienda procesal entre dos partes contrapuestas
–acusador y acusado- que ha de resolver un órgano imparcial con neta distinción de las tres funciones
procesales fundamentales: acusación propuesta y defendida por persona distinta al Juez, defensa con
derechos y facultades iguales a las del acusador, y decisión por un órgano judicial independiente e
imparcial.

La finalidad última del principio acusatorio no es otra que la de proteger la debida imparcialidad del
juzgador. Por ello, el principio acusatorio exige:

a) Separación de funciones entre juez instructor y el juez decisor.


b) Imposibilidad de celebrar el juicio oral sin que exista acusación. Esta fase del proceso penal,
verdadero núcleo del mismo, no puede tener lugar sin una parte, pública o privada, que
formule una acusación. Las funciones de acusar y juzgar deben estar encomendadas a dos
órganos o sujetos procesales distintos.
c) Correlación entre acusación y sentencia. Los términos en que ha sido formulada la acusación
determinan el objeto del proceso penal, por lo que el juzgador no puede apartarse de los
mismos.
d) Prohibición de la reformatio in peius, La situación del recurrente, fijada en la sentencia
recurrida, no puede verse agravada por la resolución del juez ad quem (ante el que se recurre,
el órgano judicial superior).

El principio acusatorio es exigible en todas las instancias judiciales.

 La información de la acusación en el juicio de faltas.


El derecho reconocido en el art. 24.2 C.E. se extiende también al juicio de faltas. Ello implica la
prohibición de que el Juez actúe sucesivamente como acusador y como juzgador, esto es, como
parte y como Juez, reserva la acusación a las partes del proceso y, en consecuencia, impide que
nadie pueda ser condenado sin haber sido acusado.
En el juicio de falta la acusación se formaliza en el acto del juicio, de manera que una vez conocida
la acusación pueden formularse por el acusado las alegaciones y proponer las pruebas que estime
oportunas para su defensa.

Derecho a un proceso público


Las actuaciones judiciales serán públicas, con las excepciones que prevean las leyes de
procedimiento.
Este derecho implica que los juicios puedan ser conocidos más allá del círculo de las personas
presentas en los mismos, pudiendo tener así una proyección general. Esta proyección no puede
hacerse efectiva más que con la asistencia del público y de los medios de comunicación.
Las declaraciones judiciales efectuadas por personas (litigantes, testigos etc.) sin posibilidad de ser
vistos por una de las partes no comprometen la existencia de este derecho.

 Finalidad
El principio de publicidad tiene una doble finalidad:
a) Proteger a las partes de una justicia sustraída al control público (ha de haber control
pública)
b) Mantener la confianza de la comunidad en los Tribunales, constituyendo en ambos sentidos
tal principio uno de los pilares del Estado de Derecho.

 Ámbito de aplicación en el proceso penal: el secreto sumarial


En el proceso penal se distingue una fase preparatoria de instrucción (sumario) y una posterior
fase plenaria (juicio oral). El principio de publicidad, como garantía del justiciable, solo es de
aplicación a la fase plenaria, es decir, al juicio oral en el que se producen las pruebas de cargo y
descargo y se formulan las alegaciones y peticiones definitivas de la acusación y la defensa.

 Límites
El principio de publicidad no constituye un derecho ilimitado; este principio puede conocer
excepciones que, en todo caso, deberán estar siempre autorizadas por ley.
El carácter no absoluto de este derecho permite que el acceso del público y de la prensa a la
celebración de un determinado juicio, pueda ser limitado o excluido, entre otras, por razones de
capacidad de la Sala de Justicia, o de orden público justificadas en una sociedad democrática, que
estén previstas por las leyes.
Derecho a un proceso sin dilaciones indebidas
La resolución de los litigios tendrá lugar dentro de un plazo razonable, esto es, sin dilaciones
indebidas.

 Autonomía
Este derecho tiene pretendida autonomía frente a los recogidos en el art. 24.1 C.E.

 Contenido
El derecho a un proceso sin dilaciones indebidas se refiere a una razonable duración temporal del
procedimiento necesario para resolver y ejecutar lo resuelto.
Este derecho del justiciable supone correlativamente para los órganos judiciales, la exigencia de
practicar los trámites del proceso en el más breve tiempo posible en atención a todas las
circunstancias del caso.
Así, este derecho comporta que el proceso se desenvuelva en condiciones de normalidad dentro
del tiempo requerido para que los intereses litigiosos puedan recibir pronta satisfacción.

 Naturaleza jurídica
Este derecho posee una doble faceta (o naturaleza jurídica):
 De un lado una faceta prestacional, consistente en el derecho a que los Jueces y
Magistrados resuelvan y hagan ejecutar lo resuelto en un “plazo razonable”.
 De otro, una faceta reaccional que consiste en el derecho a que se ordene la inmediata
conclusión de los procesos en los que se incurra en dilaciones indebidas.

 Ámbito de aplicación
El derecho a un proceso sin dilaciones indebidas no solo resulta de aplicación al proceso penal,
sino que su infracción puede acontecer, de igual modo, en cualquier otro tipo de proceso.

 Criterios objetivos de delimitación

 Exceso de trabajo del órgano jurisdiccional: no sirve como excusa.


 La defectuosa organización, personal y material de los Tribunales.
 El comportamiento de la autoridad judicial: La infracción del derecho a un proceso sin
dilaciones indebidas puede venir dado por una simple inactividad (pasividad) u omisión del
órgano judicial, o por una determinada actuación que provoca una dilación persistente (por
ejemplo, la suspensión injustificada de un juicio; la reapertura de la instrucción para la práctica
de nuevas actuaciones, etc.).
 La conducta procesal de la parte.
 La complejidad del asunto: la complejidad del proceso es otro de los criterios que suele
considerar y ponderar el T.C. para valorar, en cada caso concreto, el cumplimiento o la
violación de este derecho.
 La duración media de los procesos del mismo tipo.
 El interés que en el proceso arriesga el justiciable.
Derecho a un proceso con todas las garantías
Dentro del derecho a un proceso con todas las garantías encontramos:

 El derecho a la igualdad de armas procesales


 El derecho a la imparcialidad judicial; y
 El derecho a respetarse la inmediación judicial penal y sus efectos.

Derecho a la igualdad de armas procesales


El derecho a la igualdad de partes en el marco procesal no ha sido expresamente reconocido en
nuestro Texto Constitucional.
Este derecho exige que las partes cuenten con medios parejos de ataque y defensa, ya que para
evitar el desequilibrio entre las partes es necesario que ambas dispongan de las mismas posibilidades
y cargas de alegación, prueba e impugnación.
La vigencia de este derecho a la igualdad de armas procesales impide privar de trámites determinados
en las normas rituarias de alegación o de contradicción a una de las partes, o crear obstáculos que
dificulten gravemente la situación de una parte respecto de la otra.

Derecho a la imparcialidad judicial

 Imparcialidad subjetiva – imparcialidad objetiva


El T.C. distingue dos modos de apreciar la imparcialidad judicial, o dos vertientes de la misma: una
subjetiva, que se refiere a la convicción personal de un juez determinado respecto al caso concreto
y a las partes; y otra objetiva, que incide sobre las garantías suficientes que debe reunir el
juzgador en su actuación respecto al objeto mismo del proceso.
Se ha puntualizado que no basta con que las dudas o sospechas sobe la imparcialidad del Juez
surjan en la mente de la parte, sino que lo determinante y decisivo es que las razones para dudar
de la imparcialidad judicial, por un lado, queden exteriorizadas y apoyadas en datos objetivos y,
por otro, alcancen una consistencia tal que permita afirmar que se hallan objetiva y legítimamente
justificadas.

 La recusación como medio de protección de la imparcialidad judicial


La recusación se configura como el remedio arbitrado por la Ley para desplazar del conocimiento
del proceso a aquellos Jueces y Magistrados que posean una especial relación con las partes o
con el objeto del proceso y que, por ello, susciten recelo sobre su imparcialidad.
La imparcialidad presupone el deber de abstenerse de jueces y magistrados cuando concurra
alguna causa legal, y el correlativo derecho de las partes a recusarlos.
Este derecho debe ejercerse tan pronto se tenga conocimiento de la causa que fundamente la falta
de imparcialidad judicial.
Para poder ejercer este derecho resulta imprescindible conocer la composición del tribunal
sentenciador.
En caso de existir un cambio de composición del Tribunal, surge el deber de poner en
conocimiento de la partes la nueva composición del Tribunal, pues ello hace posible, entre otras
cosas, que aquéllas puedan ejercer su derecho a recusar en tiempo y forma.
Las posturas de quienes sin más recusan a un Juez, sin especificar la causa o razón que lo motiva,
es absolutamente verosímil entender que lo único que se pretende es la obstrucción de la Justicia
por lo que en este caso debe inadmitirse la recusación.
El efecto de la estimación del recurso de amparo, por infracción del derecho a un proceso con
todas las garantías, se concreta en la nulidad de la resolución impugnada, para que, reponiéndose
el pleito al momento de denegación de la recusación, sea continuado hasta su conclusión por el
sustituto del juez o magistrado recusado.

 La regla “el que instruye no debe juzgar”


El fin de esta regla es asegurar que los Jueces y Magistrados intervinientes en la resolución de la
causa se acerquen a la misma sin prevenciones ni prejuicios que en su ánimo pudieran quizá
existir a raíz de una relación o contacto previos con el objeto del proceso. Se pretende evitar que
influya en el juzgador la convicción previa que se haya podido formar sobre el fondo del asunto al
realizar actos de investigación como Instructor.
Sin embargo, no toda intervención del Juez antes de la vista tiene carácter de instrucción ni
permite recusarlo.
Doctrina del TC sobre las actividades de tipo instructoras susceptibles de impedir al juez participar
en la etapa decisoria:
1. Lo que caracteriza la consideración de la actividad instructor es el contacto directo con el
acusado o con el material fáctico necesario para que se celebre el juicio.
2. También compromete la imparcialidad judicial la resolución referente a la admisión a trámite de
una querella; la adopción de medidas cautelares, tanto personales como reales; la emisión de
auto procesamiento; la revocación del archive o sobreseimiento provisional ordenando la
continuación de las diligencias judiciales; o la apertura del juicio oral, pues en estos casos
existe una calificación o “juicio anticipado o provisional” sobre los hechos que posteriormente el
Juez está llamado a sentenciar;
3. No se infringe la imparcialidad judicial con la adopción previa de medidas de estricta
ordenación del proceso. Por ejemplo: reclamar los antecedentes penales e informes de
conducta; citar a los acusados informándoles de sus derechos y requiriéndoles para que
nombren Abogado y Procurador; señalar fecha para la celebración del juicio oral etc.
4. Tampoco deben calificarse como actos de instrucción la resolución de los recursos devolutivos
interpuestos contra las resoluciones del Juez instructor.
5. No basta con constatar el hecho de que el Juez sentenciador ha realizado actos de naturaleza
instructor, sino que es preciso acreditar, siquiera sea indiciariamente, que dicha actividad ha
podido provocar en su ánimo prejuicios que efectivamente comprometan su imparcialidad.
6. No se pone en juego la imparcialidad del Juez cuando este debe fallar un asunto similar a otro
enjuiciado por él con anterioridad, salvo que entre ambos exista una identidad tal susceptible
de provocar una “inclinación previa objetiva” del magistrado.

La inmediación judicial penal y el límite de la segunda instancia


Las Audiencias Provinciales, en el recurso de apelación penal (recurso al órgano superior), no pueden
condenar al absuelto en función de la revaloración de la prueba personal1 practicada en la instancia,
pues ello supondría vulnerar la garantía de la inmediación judicial practicada ante el primer juez
sentenciador. No se puede revisar en 2ª instancia condenando o agravando lo dispuesto en 1ª
instancia revisando las pruebas de naturaleza personal del Tribunal de 1ª instancia.

En consecuencia, cuando en la apelación penal se plantean cuestiones de hecho suscitadas por la


valoración de pruebas personales de las que dependa la condena del acusado resultará siempre
necesaria la celebración de vista pública en segunda instancia para que el órgano de apelación pueda
resolver tomando conocimiento inmediato de dichas pruebas.
Los límites de esta doctrina son los siguientes:

 En primer lugar, solo es de aplicación a favor del condenado.


 En segundo lugar, solo afecta a la revisión de las pruebas personales practicadas en primeras
instancia. Por ello:

 De practicarse nuevas pruebas en segunda instancia, sí cabe la condena en función de


esta nueva actividad probatoria;
 Y si la sentencia se basa en pruebas reales, como documentos, también cabe el posterior
control de valoración de dichas pruebas, siempre que no comporte indirectamente
desvalorar pruebas personales.

 En tercer lugar, solo alcanza al control de los hechos pero no a las cuestiones jurídicas, como la
calificación jurídica del delito, la existencia o no de un concurso ideal de delitos etc.
 En cuarto lugar, no afecta al razonamiento indiciario de primera instancia que puede controlarse
en apelación “siempre que los indicios no se deduzcan de las pruebas personales”.

1
Prueba personal:
Derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes
El derecho a la prueba es aquel que poseen las partes consistente en la utilización de los medios
probatorios necesarios para formar la convicción del órgano jurisdiccional acerca de lo discutido en el
proceso, por lo que todas las pruebas pertinentes solicitadas cumpliéndose los requisitos legales
deben ser admitidas y practicadas. En consecuencia, la no práctica de un medio probatorio
inicialmente admitido es o puede ser una denegación tácita del derecho a la prueba.
Se trata de un derecho de configuración legal, esto es, el legislador interviene activamente en la
delimitación del contenido constitucionalmente protegido por esto derecho.

 Ámbito de aplicación
El derecho a la prueba es ejercitable en todo tipo de procesos, independientemente del orden
jurisdiccional en el que se ejercite.

 Titularidad
El derecho a la prueba corresponde a ambas partes procesales, esto es, tanto a la actora o
acusadora como a la demanda o acusada.

 Derecho a la defensa y derecho a la prueba


El derecho a la prueba se encuentra íntimamente ligado al de defesa, en la medida en que este
último no es posible si se impide a alguna de las partes el derecho a traer al proceso los medios
justificativos o demostrativos de las propias alegaciones o los que desvirtúan las de la parte
contraria.

 Límites
El derecho a la prueba no tiene un carácter ilimitado. Dada su naturaleza de derecho de
configuración legal, su ejercicio debe acomodarse a las exigencias y condiciones impuestas por la
normativa procesal.

 La pertinencia de la prueba
Para que un medio probatorio pueda ser admitido debe ser pertinente. Existe la pertinencia
siempre que la prueba propuesta tenga relación con el objeto del proceso y con lo que constituye
themma decidendi para el Tribunal.
La valoración de la pertinencia o impertinencia de la prueba corresponde al Tribunal de instancia,
sin perjuicio de su control o revisión en las instancias superiores, incluso, en amparo.

 La licitud de la prueba
Otro límite del derecho a la prueba lo constituye la licitud de la prueba, entendiéndose por tal
aquella que ha sido obtenida o practicada sin infracción de los derechos fundamentales
reconocidos en el Capítulo Segundo del Título 1 de la Constitución.
La ilicitud de una prueba no impide la aportación del elemento probatorio, válidamente obtenido,
que tenga por objeto acreditar los mismos hechos que pretendían justificarse con dicha prueba
ilícita.

 Límites temporales y formales


El derecho a la prueba debe ejercitarse dentro del tiempo y bajo la forma legalmente prevista.
El momento estrictamente probatorio tiene lugar durante la sustanciación de la primera instancia,
lugar en el que deberá ejercerse oportunamente el derecho a la prueba. En consecuencia el T.C.
considera ajustado a la Constitución el carácter excepcional y limitado de la prueba en segunda
instancia.

 Control constitucional de la infracción del derecho a la prueba.


El análisis de las resoluciones del T.C. nos permite observar que resuelve el recurso de amparo en
sentido favorable, cuando concurren dos requisitos:

a) En primer lugar, que la resolución judicial denegadora de una prueba no haya sido razonada,
o la motivación del rechazo (o falta de práctica) del medio probatorio sea arbitrario o
irrazonable; y
b) En segundo lugar, que se haya provocada en la parte recurrente una verdadera situación de
indefensión.

Al objeto de verificar cuando una prueba reúne un carácter decisivo o relevante, el T.C. exige que
el recurrente acredite dos extremos.

a) Por un lado, debe justificar la relación entre los hechos que se quisieron y no e pudieron
probar y las pruebas no practicadas; y
b) Por otro lado, debe evidenciar que de haberse realizado el medio probatorio que no se llevó
a cabo, la sentencia hubiese sido favorable.

Derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesar culpable


Los derechos a no declarar y a no confesarse culpable se encuentran constitucionalizados en los art.
17.3 y 24.2 de nuestra Carta Magna así como recogido en los arts.14 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y 6 del Convenio Europeo de Derechos Humanos. Estos derechos se
desarrollan legislativamente por la Ley Orgánica 14/1983, de 12 de diciembre, dando una nueva
redacción al art.520 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Estamos en presencia de dos derechos íntimamente conectados entre sí, y ambos son garantías o
derechos instrumentales del genérico derecho de defensa.
Doctrina del Tribunal Constitucional:

1. No obligatoriedad en la declaración del presunto culpable;


2. Validez plena de las confesiones hechas de modo voluntario aunque sean contra sí mismo;
3. No desvirtuación o invalidez de la declaración realizada en la etapa sumarial por el hecho de
su rectificación en el acto del juicio oral.
4. Insuficiencia para desvirtuar el derecho a la presunción de inocencia de la declaración contra sí
mismo efectuada sin presencia de un órgano jurisdiccional.
5. Distinción del derecho a no declarar contra sí mismo y no declararse culpable con actos que,
en mayor o menor medida, entran en conflicto con el mismo. Ej.: el deber del ciudadano de
someterse al “test de alcoholemia

La declaración contra sí mismo prestada por medio de tortura, o bajo constricción o compulsión, es
una prueba inadmisible y radicalmente nula al violentar los arts. 17.3 y 24.2 C.E.
La declaración contra sí mismo reflejada en un atestado policial, considerada por el T.C. como
insuficiente para desvirtuar la presunción de inocencia, ya que el atestado donde se recoge tal
declaración tiene únicamente el valor de denuncia. Además el Alto Tribunal ha establecido la
insuficiencia para que dicha declaración se convierta en prueba de confesión con que se dé por
reproducida en el juicio oral, pues para ello se precisa la ratificación o reiteración por el inculpado en
cualquier momento del proceso ante el órgano jurisdiccional.

Derecho a la presunción de inocencia


El derecho a la presunción de inocencia se configura como el derecho a no ser condenado sin
pruebas de cargo válidas, lo que exige una mínima actividad probatoria, realizada con las garantías
necesarias, referida a todos los elementos esenciales del delito y que de la misma quepa inferir
razonablemente los hechos y la participación del acusado en los mismos.

Así, la eficacia del derecho a la presunción de inocencia opera en un doble sentido:


 Por una parte, en la situaciones extraprocesales, constituye el derecho a recibir consideración
y el trato de no autor o partícipe en los hechos de carácter delictivo.
 Por otro lado, opera, fundamentalmente, en el campo procesal. Des de este punto de vista, el
derecho a la presunción de inocencia significa que toda condena debe ir precedida siempre de
una actividad probatoria impidiendo la condena sin pruebas.

 Forma de destruirse: existencia de una actividad probatoria suficiente


El derecho a la presunción de inocencia solo puede ser desvirtuado cuando el juicio de
culpabilidad se apoya en pruebas legalmente practicadas en el acto del juicio oral bajo los
principios de contradicción, igualdad, publicidad, oralidad e inmediación. Esto constituye la
actividad probatoria suficiente para poder condenar a una persona.
Supuestos insuficientes para destruir la presunción de inocencia

 El atestado policial: Tanto el atestado policial, como las declaraciones que constan en el
mismo no tienen eficacia probatoria pues, únicamente, tienen valor de denuncia. En
consecuencia, para que pueda considerarse prueba de cargo legítima deberá ser objeto de
ratificación ante el órgano judicial y en el acto del juicio oral mediante la declaración testifical
de los agentes policiales firmantes del atestado.
Como excepción a todo lo dicho merecen destacarse ciertas diligencias policiales que, lato
sensu son consideradas como pruebas periciales: nos referimos a la “prueba de alcoholemia” ;
y a los datos objetivos y verificables (ejemplo: croquis e informes elaborados por la Agrupación
de Tráfico de la Guardia Civil) que pueden constar en el atestado policía.

 Las diligencias sumariales de investigación: Estas diligencias no sirven para justificar un fallo
condenatorio, ya que su finalidad no es la fijación definitiva de los hechos, sino la preparación
del juicio oral, proporcionando los elementos necesarios para la acusación y la defensa.

 La identificación de una persona en las ruedas de reconocimiento.

 La prueba ilícita: Los medios probatorios ilícitamente obtenidos, esto es, logrados con
infracción de los derechos fundamentales tampoco pueden ser empleados para destruir la
presunción de inocencia.

Supuestos suficientes para destruir la presunción de inocencia

 Las diligencias sumariales de investigación

 La prueba indiciaria: La prueba indiciaria o indirecta, que es aquella que se dirige a mostrar la
certeza de unos hechos (indicios) que no son los constitutivos del delito, pero de los que
pueden inferirse estos y la participación del acusado por medo de un razonamiento basado en
el nexo causal y lógico existente entre los hechos probados y los que se trata de probar, sirve
para fundamentar un fallo condenatorio siempre que concurran los siguientes requisitos:

 Que resulten plenamente probados los indicios


 Que entre los indicios y los hechos que se infieren exista un enlace preciso y lógico
 Que el juzgador exteriorice el razonamiento que le ha conducido a tener por probado el
hecho delictivo y la participación en el mismo del acusado.

 Las declaraciones efectuadas por el acusado durante la instrucción de la causa: Las


declaraciones que el imputado pueda efectuar ante el juez instructor pueden valorarse por el
Tribunal sentenciador a pesar de que sean, posteriormente rectificadas durante la celebración
del juicio oral.

 Las declaraciones de los coimputados y de la víctima: Las declaraciones que realicen los
coimputados entre ellos, debido el carácter testimonial de sus manifestaciones, pueden ser
valoradas por el Tribunal sentenciador. Incluso se admite la condena basada en declaraciones
de los coimputados siempre que se dé una mínima corroboración externa expresada en la
resolución.
Adquieren pleno valor probatorio (testifical) las declaraciones de la víctima del delito.

 Los testigos de referencia: Las declaraciones que sobre los hechos enjuiciados efectúen
personas que no los han presenciado, solo pueden desvirtuar la presunción de inocencia
cuando haya una imposibilidad real y efectiva de obtener y practicar la prueba testifical en l
persona que haya adquirido el conocimiento directo de los hechos.

 La denominada “prueba de alcoholemia”: puede destruir la presunción de inconciencia siempre


que: el test sea avalado o complementado en el curso del proceso y durante la práctica
voluntaria del test se haya informado al interesado de su derecho a la repetición de la prueba a
través de un análisis clínico en un centro sanitario.

 Los datos objetivos y verificables que constan en atestados policiales: El T.C., con ocasión de
accidentes de circulación, se ha manifestado en el sentido de que el croquis y los informes
confeccionados por la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, una vez incorporados a las
actuaciones judiciales, constituyen un medio probatorio que el juzgador puede tener en cuenta
para fundamentar su sentencia condenatoria siempre que se permita, el acto del juicio oral, la
contradicción de su contenido. Tales diligencias son aquellas que no pueden ser practicables
directamente en el juicio oral por ser imposible su reproducción en idénticas circunstancias, y
que incorporan datos objetivos y verificables. En consecuencia, mientras se permita contrastar
la objetividad y veracidad de dichos datos, estos pueden ser valorados judicialmente, a pesar
de que al juicio oral no asistan los agentes firmantes del atestado.

 El desplazamiento de la carga de la prueba


La presunción de inocencia ocasiona un desplazamiento de la carga de la prueba a las partes
acusadoras a quienes incumbe exclusivamente (y nunca a la defensa) probar los hechos
constitutivos de la pretensión penal.

 La libre valoración de la prueba en el proceso penal


El principio de la libre valoración de la prueba supone que los distintos elementos probatorios
pueden ser ponderados libremente por el Tribunal de instancia, a quien corresponde, en
consecuencia, valorar su significado y trascendencia en orden a la fundamentación del fallo
contenido en la sentencia; pero para que dicha ponderación puede llevar a desvirtuar la presunción
de inocencia, es preciso una mínima actividad probatoria producida con las garantías procesales
que de alguna forma pueda entenderse de cargo y de la que pueda deducirse, por tanto, la
culpabilidad del procesado.
El principio de libre valoración de la prueba incide también en la segunda instancia, permitiendo al
Tribunal de apelación revisar o corregir la valoración del material fático efectuada por el juzgador
de instancia, si bien en este punto deben recordarse las limitaciones que expusimos respecto de la
imposibilidad del tribunal superior de condenar al absuelto en función de la revaloración de la
prueba personal practicada en la instancia, pues ello supondría vulnerar la garantía de la
inmediación judicial practicada ante el primer juez sentenciador.
 In dubio pro reo y derecho a la presunción de inocencia
Según la doctrina del T.C., si bien tanto el principio jurisprudencial in dubio pro reo como la
presunción de inocencia son manifestaciones de un genérico favor rei, la diferencia entre ellos
radica en que el primero pertenece al momento de la valoración probatoria, esto es, ha de
aplicarse cuando, habiendo prueba, existe una duda racional sobre la concurrencia de los
elementos objetivos y subjetivos que integran el tipo penal 2 de que se trate. En cambio, la
presunción de inocencia desenvuelve su eficacia cuando existe falta absoluta de prueba realizada
con las garantías procesales anteriormente analizadas.

Esta distinción es utilizada por el T.C. para impedir el control del principio in dubio pro reo en sede
de amparo constitucional.

 La presunción de inocencia y las medidas cautelares


Las medidas cautelares no suponen por sí mismas una vulneración del derecho fundamental a la
presunción de inocencia, pues esta se asienta sobre la idea esencial de que toda condena o
sanción se funde en una actividad probatoria suficiente.

Respecto de las medidas cautelares que comportan una privación de la libertad detención, prisión
provisional, …), el T.C. entiende necesario que se adopten por resolución fundada en Derecho y
basada en un juicio de razonabilidad acerca de la finalidad perseguida y las circunstancias
concurrentes, pues una medida desproporcionada o irrazonable no sería propiamente cautelar,
sino que tendría un carácter punitivo en cuanto al exceso.

2
Acciones u omisiones considerada como delito.

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