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El precepto constitucional que mayor trascendencia tiene en cuanto a las garantías procesales es el
art.24, puesto que a través de él no solo se elevan a rango constitucional las pautas mínimas que
debe cumplir todo proceso, sino que se adquieren además naturaleza de derechos fundamentales.
Consecuencias de la constitucionalización como derechos fundamentales de las
garantías procesales del art. 24 C.E.
1. Su aplicación directa e inmediata, esto es, su alcance jurídico-positivo (arts. 9.1 y 53.1 C.E.)
Los derechos fundamentales vinculan a todos los poderes públicos. La ausencia de un desarrollo
legislativo no puede, en ningún caso, servir de excusa para impedir la aplicación directa del art. 24
C.E.
2. Su interpretación de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los
tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España (art. 10.2
C.E.). A través de este precepto constitucional se incorporan expresamente al ordenamiento
interno español las declaraciones de derechos de carácter supranacional, quedando nuestro
ordenamiento jurídico vinculado a ellas.
3. Su regulación por Ley Orgánica, que en todo caso deberá respetar su contenido esencial (arts.
53.1, 81.1 y 2 C.E.)
El T.C. ha restringido el ámbito material de las Leyes Orgánicas, indicando que a pesar de que una
ley tenga relación con un derecho fundamental no por ello debe, necesariamente, tener rango de
orgánica.
En consecuencia, hemos de concluir que la Ley Orgánica como categoría normativa tiene carácter
excepcional, no siendo necesario que la regulación referente a la actividad procesal deba tener
este rango, al entenderse que los derechos o garantías procesales no requieren normas de
desarrollo sino normas de ejercicio.
5. Posibilidad de pedir la tutela del Tribunal Constitucional mediante el recurso de amparo (arts. 53.2
y 161.1.b C.E.)
El recurso de amparo se configura como el mecanismo a través del cual todo ciudadano puede
recabar la protección del T.C. de los derechos recogidos en los arts. 14 a 30 C.E., siempre y
cuando haya intentado el restablecimiento del derecho que considera infringido ante los Tribunales
ordinarios mediante los medios de impugnación existentes en las normas procesales.
El recurso de amparo no es un medio ordinario de protección de los derechos fundamentales y, en
consecuencia no cabe acudir directamente a dicho Tribunal sin que previamente los órganos
jurisdiccionales hayan tenido la oportunidad de reparar la lesión por los cauces que el
ordenamiento jurídico ofrece.
6. Su especial protección ante el Tribunal Constitucional por la vía del recurso de inconstitucionalidad
(art. 161.1.a C.E.)
El recurso de inconstitucionalidad aparece como la vía procesal adecuada para asegurar la
constitucionalidad de las leyes, esto es, para controlar que la actividad legislativa se adecúa a los
mandatos constitucionales.
La función principal de este recurso es la defensa objetiva de la Constitución, al afirmar su
primacía y privar de todo efecto a las leyes contrarias a la misma, excluyendo del ordenamiento a
las disconformes con el Texto Fundamental.
Por encima del texto legal puede situarse la interpretación constitucional que de él haga el Alto
Tribunal mediante su doctrina. Así, las sentencias del T.C. tienen valor normativo cuando anulan la ley
con eficacia erga omnes (art. 164 C.E.) y también cuando no la anulan pero imponen una determinada
interpretación de la misma.
En cualquier caso, cualquier tipo de resolución del T.C. vincula a todos los Poderes Públicos quienes,
por mandato del art. 87 L.O.T.C., están obligados al cumplimiento de lo que este Tribunal resuelva.
2a Parte: Análisis del art. 24 C.E. a la luz de la doctrina del
Tribunal Constitucional
No debe confundirse este primer apartado del art.24 C.E. con el segundo, en el que se establecen
múltiples garantías procesales.
Esta primera manifestación del derecho de acceso a los Tribunales incide sobre el demandante,
aquella persona que reclama una determinada protección jurisdiccional. Acceso a la jurisdicción
que se concreta en el derecho a ser parte en un proceso y a promover la actividad jurisdiccional.
Se trata de un derecho prestacional de configuración legal.
La titularidad del derecho corresponde tanto a las personas físicas como a las personas jurídicas a
quienes el ordenamiento reconoce capacidad para ser parte en un proceso. El derecho a la tutela
judicial corresponde por igual a españoles y extranjeros.
El derecho al acceso al proceso puede verse conculado por normas que impongan requisitos
impeditivos u obstaculizadores del acceso a la jurisdicción, si tales trabas resultan innecesarias,
excesivas y carecen de razonabilidad o proporcionalidad respecto de los fines que lícitamente
puede perseguir el legislador.
Sin embargo, hay obstáculos legítimos: el cumplimiento de los plazos legales, los trámites previos
al proceso (trámites que impliquen la búsqueda de una solución extraprocesal de la controversia) y
las fianzas, depósitos y consignaciones.
El juzgador debe procurar, antes de rechazar una demanda, incidente o recurso defectuoso, la
subsanación o reparación del defecto, siempre que no tenga su origen en una actividad contumaz
o negligente del interesado y que no dañe la regularidad del procedimiento ni la posición jurídica
de la otra parte. Si no se apreciare negligencia en la parte y el defecto fuese susceptible de
reparación sin daño para el proceso, procederá la apertura de un trámite de subsanación. En
conclusión, los defectos subsanables no pueden convertirse en insubsanables por inactividad del
órgano jurisdiccional.
La notificación personal: por notificación personal haya de entenderse toda aquella que se realiza
en el domicilio de un ciudadano, bien en su persona o bien en la de cualquiera de las otras
personas a que se refiere el art. 268 LEC.
La notificación por edictos: la notificación por edictos es una modalidad de comunicación de actos
o resoluciones judiciales de carácter supletorio y excepcional. La comunicación edictal tan solo
puede utilizarse cuando no es posible recurrir a otros medios más efectivos. Es preciso agotar
antes todas aquellas modalidades que aseguren un mayor grado de recepción por el destinatario,
y dejar constancia formal de haberse intentado practicarlas.
La exigencia de la postulación
Las leyes procesales exigen que, en determinados casos, los particulares comparezcan en juicio
representados por Procurador y dirigidos por Letrado, ya que este es el único modo de tutelar
jurídicamente sus pretensiones.
En los casos en que se exige esta postulación y el particular acude directamente a los órganos
jurisdiccionales debe procurarse su subsanación, y no convertir este hecho en un motivo de
inadmisión o desestimación.
A pesar de que la sentencia debe motivarse en Derecho, ello no excluye que pueda ser jurídicamente
errónea, constituyendo una infracción de ley o de doctrina legal. El art. 24 C.E. no ampara la amyor o
menor corrección de la resolución judicial en la interpretación de la legalidad, sino la prohibición de
toda arbitrariedad o manifesta irracionabilidad de la misma. El derecho a la tutela judicial efectiva se
define como derecho a la obtención de una resolución judicial fundada, sin incluirse en él un derecho
al acierto a los órganos jurisdiccionales en la aplicación de la legalidad.
La prisión provisional: La prisión provisional se configura como la medida dirigida a asegurar que
los imputados no se sustraerán a la actuación de la justicia y comparecerán en su momento para
dilucidar las responsabilidades penales en que hayan incurrido.
Para su adopción deben concurrir dos presupuestos:
a) El fumus boni iuris, esto es, la existencia de indicios racionales de la comisión de una
acción delcitiva; y
b) El periculum in mora, que debe integrarse con la consecución de fines constitucionalmente
legítimos y congruentes con la naturaleza de esta medida, tal como evitar el riesgo de
sustracción a la acción de la Justicia. Que la persona haga algo que pongan en dificultad la
actuación de la justicia.
Medidas cautelares contra los actos administrativos: del derecho a la tutela judicial efectiva se
deriva la potestad jurisdiccional para adoptar una medida cautelar y suspender la ejecución de
tales actos al objeto de asegurar la eficacia real del pronunciamiento futuro que recaiga en el
proceso, evitando así un daño irremediable en el mismo.
Su puede pedir que se suspenda la ejecución de un acto administrativo.
El legislador es libre para determinar la configuración, los supuestos en que procede y los requisitos
que han de cumplirse en la formalización del derecho al recurso.
El legislador, en principio, es libre de disponer cual sea el régimen del recursos dentro de cada
proceso, pero esa disponibilidad tiene un límite en el proceso penal que viene impuesto por el art. 15.5
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966: toda persona declarada culpable de
un delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos
a un Tribunal superior, conforme a lo prescrito por la ley.
Derecho a la no indefensión
Indefensión constitucional: prohibición o limitación del derecho de defensa, que se produce en virtud
de actos de los órganos jurisdiccionales que suponen una mengua o privación del derecho de alegar o
probar, contradictoriamente, y en situación de igualdad.
Para que pueda ampararse una situación de indefensión, el T.C. exige la concurrencia de los
siguientes requisitos:
a) Debe ser material. Ha de existir una privación o limitación sustancial de los derechos de
defensa del recurrente cifrado, en la imposibilidad de efectuar alegaciones o de probar lo
alegado.
b) Debe tratarse de una privación real, efectiva y actual de los medios de alegación o prueba.
c) Tiene que ser total y absoluta.
d) Ha de ser definitiva.
e) Debe ser imputable exclusivamente, de modo inmediato y directo, al órgano jurisdiccional; esto
es, no puede haber sido provocada ni consentida por el recurrente con algún tipo de pasividad,
impericia o negligencia.
Derecho al juez ordinario predeterminado por la ley
El T.C. entiende que el derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley exige:
a) Que el órgano judicial haya sido creado previamente, respetando la reserva de Ley en la materia
b) Que esta le haya investido de jurisdicción y competencia con anterioridad al hecho motivador del
proceso judicial
c) Que su régimen orgánico y procesal no permita calificarle de un Juez ad hoc o excepcional
d) Que la composición del órgano judicial venga determinada por ley, siguiéndose en cada caso
concreto el procedimiento legalmente establecido para la designación de sus miembros.
El art. 24.2 C.E. no se extiende a garantizar un Juez concreto, sino únicamente comprende el derecho
a que la causa sea resuelta por el Juez –el competente- o por quien funcionalmente haga sus veces.
El derecho al juez ordinario o natural resulta de aplicación a todos los órdenes jurisdiccionales, y no
solo al penal. De igual modo resulta de plena aplicación a la jurisdicción especial militar.
El derecho al Juez ordinario predeterminado por la Ley resulta vulnerado si se atribuye indebidamente
un asunto determinado a una jurisdicción especial y no a la ordinaria.
La potestad jurisdiccional tan solo puede ser confiada a Jueces y Magistrados independientes,
inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la Ley.
La inamovilidad significa que, nombrado o designado un Juez o Magistrado conforme a su estatuto
legal, no puede ser removido del cargo sino en virtud de causas razonables tasadas o limitadas y
previamente determinadas.
El vehículo normativo para determinar cuál será el Juez del caso, es la ley en su sentido estricto, y no
el Decreto-ley ni las disposiciones emanadas del ejecutivo.
Derecho a la defensa
El derecho a la defensa asegura a las partes la posibilidad de sostener argumentalmente sus
respectivas pretensiones y rebatir los fundamentos que la parte contraria haya podido formular en
apoyo de las suyas, pero sin que sea necesario que de facto tenga lugar una efectiva controversia
argumental entre los litigantes, que, por unas u otras razones, puede no producirse.
En consecuencia, se justifica la resolución inaudita parte en caso de incomparecencia por voluntad
expresa o tácita de la parte o por negligencia imputable a la misma, esto es, no se infringe el derecho
de defensa cuando se ofrece a los litigantes la posibilidad real de ser oídos, con independencia de
que estos hagan uso o no de esta posibilidad.
El derecho a la defensa comprende no solo la asistencia de Letrado libremente elegido o nombrado de
oficio (en los casos previstos por la ley), sino también a defenderse personalmente, esto es, el
derecho a la defensa privada o derecho a defenderse por sí mismo.
Derecho al intérprete
El derecho al intérprete está dirigido a garantizar la adecuada defensa, pues solo quien conoce los
motivos por los que se le demanda está en condiciones de articular su estrategia defensiva con las
garantías debidas.
La vigencia de este derecho alcanza no solo a los extranjeros sino también a los españoles que no
conozcan suficientemente el castellano.
Finalidad
El derecho a la asistencia letrada persigue un doble fin:
Garantizar que las partes puedan actuar en el proceso de la forma más conveniente para
sus derechos e intereses jurídicos, y defenderse debidamente contra la parte contraria; y
Asegurar la efectiva realización de los principios de igualdad de las partes y de
contradicción, que imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar
desequilibrios entre la respectiva posición de las partes o limitaciones en la defensa que
puedan conducir a algunas de ellas a un resultado de indefensión.
La realización efectiva del derecho a la asistencia letrada no se satisface solo con el nombramiento
de un abogado de oficio, sino que además debe proporcionarse asistencia letrada real y efectiva.
El derecho a intérprete, aunque no esté expresado en la ley, si está comprendido en el derecho a
la asistencia letrada: si el primero no conoce el idioma del segundo, no podrá llevar a cabo una
defensa adecuada.
Límites
El derecho a la asistencia letrada concurre conjuntamente con el derecho de la parte contraria a un
proceso sin dilaciones indebidas, el cual merece la adecuada protección frente a solicitudes de
nombramiento de Abogado de oficio que, evidenciándose innecesarias para una mayor eficacia de
la defensa, pueden ser formuladas con el exclusivo propósito de dilatar la duración normal del
proceso y prolongar así una situación jurídica, cuyo mantenimiento se revela desde el mismo
momento de la iniciación del proceso difícilmente sostenible.
La finalidad última del principio acusatorio no es otra que la de proteger la debida imparcialidad del
juzgador. Por ello, el principio acusatorio exige:
Finalidad
El principio de publicidad tiene una doble finalidad:
a) Proteger a las partes de una justicia sustraída al control público (ha de haber control
pública)
b) Mantener la confianza de la comunidad en los Tribunales, constituyendo en ambos sentidos
tal principio uno de los pilares del Estado de Derecho.
Límites
El principio de publicidad no constituye un derecho ilimitado; este principio puede conocer
excepciones que, en todo caso, deberán estar siempre autorizadas por ley.
El carácter no absoluto de este derecho permite que el acceso del público y de la prensa a la
celebración de un determinado juicio, pueda ser limitado o excluido, entre otras, por razones de
capacidad de la Sala de Justicia, o de orden público justificadas en una sociedad democrática, que
estén previstas por las leyes.
Derecho a un proceso sin dilaciones indebidas
La resolución de los litigios tendrá lugar dentro de un plazo razonable, esto es, sin dilaciones
indebidas.
Autonomía
Este derecho tiene pretendida autonomía frente a los recogidos en el art. 24.1 C.E.
Contenido
El derecho a un proceso sin dilaciones indebidas se refiere a una razonable duración temporal del
procedimiento necesario para resolver y ejecutar lo resuelto.
Este derecho del justiciable supone correlativamente para los órganos judiciales, la exigencia de
practicar los trámites del proceso en el más breve tiempo posible en atención a todas las
circunstancias del caso.
Así, este derecho comporta que el proceso se desenvuelva en condiciones de normalidad dentro
del tiempo requerido para que los intereses litigiosos puedan recibir pronta satisfacción.
Naturaleza jurídica
Este derecho posee una doble faceta (o naturaleza jurídica):
De un lado una faceta prestacional, consistente en el derecho a que los Jueces y
Magistrados resuelvan y hagan ejecutar lo resuelto en un “plazo razonable”.
De otro, una faceta reaccional que consiste en el derecho a que se ordene la inmediata
conclusión de los procesos en los que se incurra en dilaciones indebidas.
Ámbito de aplicación
El derecho a un proceso sin dilaciones indebidas no solo resulta de aplicación al proceso penal,
sino que su infracción puede acontecer, de igual modo, en cualquier otro tipo de proceso.
En tercer lugar, solo alcanza al control de los hechos pero no a las cuestiones jurídicas, como la
calificación jurídica del delito, la existencia o no de un concurso ideal de delitos etc.
En cuarto lugar, no afecta al razonamiento indiciario de primera instancia que puede controlarse
en apelación “siempre que los indicios no se deduzcan de las pruebas personales”.
1
Prueba personal:
Derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes
El derecho a la prueba es aquel que poseen las partes consistente en la utilización de los medios
probatorios necesarios para formar la convicción del órgano jurisdiccional acerca de lo discutido en el
proceso, por lo que todas las pruebas pertinentes solicitadas cumpliéndose los requisitos legales
deben ser admitidas y practicadas. En consecuencia, la no práctica de un medio probatorio
inicialmente admitido es o puede ser una denegación tácita del derecho a la prueba.
Se trata de un derecho de configuración legal, esto es, el legislador interviene activamente en la
delimitación del contenido constitucionalmente protegido por esto derecho.
Ámbito de aplicación
El derecho a la prueba es ejercitable en todo tipo de procesos, independientemente del orden
jurisdiccional en el que se ejercite.
Titularidad
El derecho a la prueba corresponde a ambas partes procesales, esto es, tanto a la actora o
acusadora como a la demanda o acusada.
Límites
El derecho a la prueba no tiene un carácter ilimitado. Dada su naturaleza de derecho de
configuración legal, su ejercicio debe acomodarse a las exigencias y condiciones impuestas por la
normativa procesal.
La pertinencia de la prueba
Para que un medio probatorio pueda ser admitido debe ser pertinente. Existe la pertinencia
siempre que la prueba propuesta tenga relación con el objeto del proceso y con lo que constituye
themma decidendi para el Tribunal.
La valoración de la pertinencia o impertinencia de la prueba corresponde al Tribunal de instancia,
sin perjuicio de su control o revisión en las instancias superiores, incluso, en amparo.
La licitud de la prueba
Otro límite del derecho a la prueba lo constituye la licitud de la prueba, entendiéndose por tal
aquella que ha sido obtenida o practicada sin infracción de los derechos fundamentales
reconocidos en el Capítulo Segundo del Título 1 de la Constitución.
La ilicitud de una prueba no impide la aportación del elemento probatorio, válidamente obtenido,
que tenga por objeto acreditar los mismos hechos que pretendían justificarse con dicha prueba
ilícita.
a) En primer lugar, que la resolución judicial denegadora de una prueba no haya sido razonada,
o la motivación del rechazo (o falta de práctica) del medio probatorio sea arbitrario o
irrazonable; y
b) En segundo lugar, que se haya provocada en la parte recurrente una verdadera situación de
indefensión.
Al objeto de verificar cuando una prueba reúne un carácter decisivo o relevante, el T.C. exige que
el recurrente acredite dos extremos.
a) Por un lado, debe justificar la relación entre los hechos que se quisieron y no e pudieron
probar y las pruebas no practicadas; y
b) Por otro lado, debe evidenciar que de haberse realizado el medio probatorio que no se llevó
a cabo, la sentencia hubiese sido favorable.
Estamos en presencia de dos derechos íntimamente conectados entre sí, y ambos son garantías o
derechos instrumentales del genérico derecho de defensa.
Doctrina del Tribunal Constitucional:
La declaración contra sí mismo prestada por medio de tortura, o bajo constricción o compulsión, es
una prueba inadmisible y radicalmente nula al violentar los arts. 17.3 y 24.2 C.E.
La declaración contra sí mismo reflejada en un atestado policial, considerada por el T.C. como
insuficiente para desvirtuar la presunción de inocencia, ya que el atestado donde se recoge tal
declaración tiene únicamente el valor de denuncia. Además el Alto Tribunal ha establecido la
insuficiencia para que dicha declaración se convierta en prueba de confesión con que se dé por
reproducida en el juicio oral, pues para ello se precisa la ratificación o reiteración por el inculpado en
cualquier momento del proceso ante el órgano jurisdiccional.
El atestado policial: Tanto el atestado policial, como las declaraciones que constan en el
mismo no tienen eficacia probatoria pues, únicamente, tienen valor de denuncia. En
consecuencia, para que pueda considerarse prueba de cargo legítima deberá ser objeto de
ratificación ante el órgano judicial y en el acto del juicio oral mediante la declaración testifical
de los agentes policiales firmantes del atestado.
Como excepción a todo lo dicho merecen destacarse ciertas diligencias policiales que, lato
sensu son consideradas como pruebas periciales: nos referimos a la “prueba de alcoholemia” ;
y a los datos objetivos y verificables (ejemplo: croquis e informes elaborados por la Agrupación
de Tráfico de la Guardia Civil) que pueden constar en el atestado policía.
Las diligencias sumariales de investigación: Estas diligencias no sirven para justificar un fallo
condenatorio, ya que su finalidad no es la fijación definitiva de los hechos, sino la preparación
del juicio oral, proporcionando los elementos necesarios para la acusación y la defensa.
La prueba ilícita: Los medios probatorios ilícitamente obtenidos, esto es, logrados con
infracción de los derechos fundamentales tampoco pueden ser empleados para destruir la
presunción de inocencia.
La prueba indiciaria: La prueba indiciaria o indirecta, que es aquella que se dirige a mostrar la
certeza de unos hechos (indicios) que no son los constitutivos del delito, pero de los que
pueden inferirse estos y la participación del acusado por medo de un razonamiento basado en
el nexo causal y lógico existente entre los hechos probados y los que se trata de probar, sirve
para fundamentar un fallo condenatorio siempre que concurran los siguientes requisitos:
Las declaraciones de los coimputados y de la víctima: Las declaraciones que realicen los
coimputados entre ellos, debido el carácter testimonial de sus manifestaciones, pueden ser
valoradas por el Tribunal sentenciador. Incluso se admite la condena basada en declaraciones
de los coimputados siempre que se dé una mínima corroboración externa expresada en la
resolución.
Adquieren pleno valor probatorio (testifical) las declaraciones de la víctima del delito.
Los testigos de referencia: Las declaraciones que sobre los hechos enjuiciados efectúen
personas que no los han presenciado, solo pueden desvirtuar la presunción de inocencia
cuando haya una imposibilidad real y efectiva de obtener y practicar la prueba testifical en l
persona que haya adquirido el conocimiento directo de los hechos.
Los datos objetivos y verificables que constan en atestados policiales: El T.C., con ocasión de
accidentes de circulación, se ha manifestado en el sentido de que el croquis y los informes
confeccionados por la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, una vez incorporados a las
actuaciones judiciales, constituyen un medio probatorio que el juzgador puede tener en cuenta
para fundamentar su sentencia condenatoria siempre que se permita, el acto del juicio oral, la
contradicción de su contenido. Tales diligencias son aquellas que no pueden ser practicables
directamente en el juicio oral por ser imposible su reproducción en idénticas circunstancias, y
que incorporan datos objetivos y verificables. En consecuencia, mientras se permita contrastar
la objetividad y veracidad de dichos datos, estos pueden ser valorados judicialmente, a pesar
de que al juicio oral no asistan los agentes firmantes del atestado.
Esta distinción es utilizada por el T.C. para impedir el control del principio in dubio pro reo en sede
de amparo constitucional.
Respecto de las medidas cautelares que comportan una privación de la libertad detención, prisión
provisional, …), el T.C. entiende necesario que se adopten por resolución fundada en Derecho y
basada en un juicio de razonabilidad acerca de la finalidad perseguida y las circunstancias
concurrentes, pues una medida desproporcionada o irrazonable no sería propiamente cautelar,
sino que tendría un carácter punitivo en cuanto al exceso.
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Acciones u omisiones considerada como delito.