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Cristo instituye los sacramentos para que la salvación que Él nos trae se adecúe a
nuestro modo de ser humano. Los sacramentos cristianos tienen elementos
visibles y materiales (como nosotros tenemos y somos cuerpo). Y significan
realidades invibles e inmateriales (también nosotros tenemos y somos espíritu).
La Iglesia y el diálogo de salvación
La misma vida de los cristianos se convierte en “sacramento” (signo e
instrumento, icono vivo, expresión eficaz) de salvación para otros muchos.
Todo en el cristianismo resulta tener esta característica o dimensión de
«sacramentalidad» que se manifiesta en modos e intensidades diversas, a partir
de Cristo y de la Iglesia, y muy concretamente, aunque no exclusivamente, en los
sacramentos concretos o particulares.
“La Iglesia afirma que se da la gracia que justifica y dona la salvación y, por lo tanto, fe
verdadera también fuera de la Iglesia visible, pero no independientemente de Jesús
(sacramento primordial) y la Iglesia (sacramento fundamental)” (n. 37).
En consecuencia, los sacramentos pierden su sentido sin la fe. Y la fe abre la puerta a la
vida sacramental. Por eso la transmisión de la fe requiere transmisión, al mismo
tiempo, de contenidos doctrinales de carácter intelectual junto con la vida sacramental
(cf. n. 41), para dar fruto en la vida ordinaria de los cristianos.
Sin la fe, los sacramentos cristianos se podrían entender en un sentido
“mecánico” o “mágico”, es decir, como un automatismo completamente ajeno a
su carácter dialogal dentro de la sacramentalidad de la “economía” divina.
Además, hay que tener en cuenta que “no se exige la misma fe para todos los
sacramentos ni en las mismas circunstancias de la vida”
A imagen de Cristo y en unión con Él, la salvación busca el hacerse “carne” en
nosotros y a través de nosotros, con nuestra libre cooperación. Esto, como gusta
decir el Papa Francisco, se concreta en la cercanía, en el amor y la misericordia
hacia la criatura humana, especialmente hacia las más frágiles y vulnerables. “La
sacramentalidad comporta siempre un carácter misionero, de servicio para el
bien de otros”
“Nadie recibe los sacramentos en exclusiva para sí mismo, sino también para
representar y fortalecer la Iglesia, que, como medio e instrumento de Cristo (cf.
Lumen Gentium, 1) ha de ser testigo creíble y signo eficaz de la esperanza contra
toda esperanza, testificando para el mundo la salvación de Cristo, sacramento
de Dios por antonomasia. Así, por la celebración de los sacramentos y la vivencia
adecuada de los mismos el Cuerpo de Cristo se robustece”
Intima conexión entre fe y sacramentos
La fe personal constituye la respuesta en ese diálogo que Dios instaura con los
hombres a lo largo de la Historia de la salvación. Por su propia constitución, la fe
se alimenta, se robustece y se manifiesta con los sacramentos, que, a su vez,
requieren la fe.
1) Los sacramentos cristianos poseen un fin pedagógico porque nos enseñan cómo obra
Jesús.
2) Los sacramentos suponen la fe como acceso a los sacramentos (para que no se queden
en un rito vacío o se interpreten como algo “mágico”) y como condición para que
produzcan personalmente los dones que objetivamente contienen.
3) Los sacramentos manifiestan la fe del sujeto (dimensión personal) y de la Iglesia
(dimensión eclesial), como fe vivida y coherente, por lo que no cabe una celebración de los
sacramentos ajena a la Iglesia: ella los celebra, los “hace”; y los sacramentos “hacen” la
Iglesia, la edifican como familia de Dios y hacen posible que nosotros vivamos en ella y por
ella.
4) Los sacramentos alimentan la fe en cuanto que comunican la gracia y significan
eficazmente el misterio de la salvación
De esta manera, “a través de la fe y los sacramentos de la fe –por la acción del Espíritu
Santo– entramos en diálogo, en contacto vital con el Redentor, que está sentado a la diestra
del Padre”.
a) Además, la reciprocidad entre fe y sacramentos se pone de relieve si consideramos otros
dos aspectos esenciales (cf. n. 59):
1) la celebración sacramental pone en relación con la historia de la salvación (por ejemplo,
el agua unida a la invocación a la Trinidad, produce en el bautismo el efecto de perdonar los
pecados)
2) La terminología: “sacramentum” es traducción latina del griego “mysterion”. Los
“misterios” que se celebran en la Iglesia (sacramentos) se enraízan en el “Misterio” de Cristo
(Cf. Ef 3, 9: la sabiduría de Dios escondida durante siglos y revelada en Cristo, aunque ese
Misterio siempre nos supera). Además, “sacramentum” originariamente significa
“juramento sagrado” y lleva consigo un compromiso de fidelidad y de amor.
Consecuencias para la catequesis y la vida
cristiana
La reciprocidad entre la fe y los sacramentos tiene consecuencias para la catequesis –la
formación en la fe–, desde los primeros siglos. Fe y sacramentos se requieren mutuamente
y su marco es la vida cristiana en la familia de la Iglesia.
Esa catequesis debe tener como centro el “misterio pascual” de la muerte y resurrección del
Señor, de donde proceden tanto la fe como los sacramentos de la Iglesia. La catequesis debe
ser también “mistagógica” (introductora a los misterios), preparar para la confesión de la fe
(explicando sus contenidos), que originariamente tiene forma de diálogo, y para participar
fructuosamente en los sacramentos. De un modo progresivo, la fe, configurada por la
relación personal y amorosa con Cristo, pide manifestarse en el amor a Dios y al prójimo
(caridad). De esta manera puede ser una fe viva y así es comienzo de la vida eterna en el
cristiano y fundamento de nuestra esperanza.