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Estética. José Jiménez.

Considero que por Estética –como disciplina teórica, como ejercicio de observación y práctica
de conocimiento- ha de entenderse uno de los avances mayores en el ejercicio racional del
hombre, propiciando con ello el que, gracias al sentido otorgado a ésta, el hombre ha
establecido un nuevo equilibrio con la naturaleza. Tal equilibrio, al modo de un vínculo más
allá, en algún modo, de sí propio –esto es, ejerciendo un papel similar al vínculo religioso, o
cuando menos teórico, establece una relación con lo observado. La curiosidad platónica, que
se vincula con una relación directa entre el hombre espiritual y la creación. “Durante siglos
leemos en la Introducción-, y a partir de unas raíces que nos remontan al mundo griego
antiguo, la reflexión estética en nuestra tradición cultural ha buscado habitualmente sus
fundamentos en el terreno de la metafísica” De ahí nuestra voluntad de reflejar su sentido
espiritual. Y continúa el párrafo: “El destino histórico de esa reflexión ha consistido por ello,
con gran frecuencia, en cimentar con el resplandor del concepto de lo bello, como sublimidad,
digo yo, como aspiración suprema- la inmutabilidad y permanencia del Ser, de lo que es”.

El planteamiento de Jiménez, es una apuesta en el sentido que se otorga a este valor: el de la


aspiración a una suprema representación, a un referente icónico de contenido espiritual.
Considero a la vez que, en efecto, es la imagen del hombre el tema que concita esencialmente
el contenido de este libro por dos razones: la primera, porque toda obra estética deriva del
ejercicio racional-espiritual de él. Y la otra, porque a él va dirigida como destinatario, como
intérprete de la ubicua idea de belleza. “La actitud del arte de vanguardia, al insistir en el
carácter problemático y abierto de toda propuesta estética, al buscar la expansión de la
creatividad a través del acercamiento entre arte y vida, ha subrayado como nunca en la
historia de nuestra tradición cultural el carácter creativo de la recepción de las obras de arte”.
Y, un poco más adelante, en la estela de los estudios de Gadamer y Jauss, una apreciación de
este último que considero muy relevante: “La literatura y el arte sólo se convierten en historia
con carácter de proceso cuando la sucesión de las obras viene procurada no sólo por el sujeto
productor, sino también por el sujeto consumidor, por la interacción de autor y público”. He
aquí el destino universalizador del necesario contenido de cultura.

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