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El concepto desarrollo humano, basado principalmente en las ideas de Amartya Sen, fue
propuesto ya en los años noventa. Busca medir el desarrollo humano, entendido como un
proceso de ampliación de oportunidades y de capacidades de las personas y no un
aumento de la utilidad y de la satisfacción económica. Este concepto promueve la
utilización del Índice de Desarrollo Humano. Ya no se contabilizó sólo el crecimiento
económico, sino que aparecieron otros elementos dignos de valoración: salud, educación,
igualdad social, cuidado de la Naturaleza,
equidad de género y otros.
El desarrollo a escala humana (Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn) propone una matriz que
abarca nueve necesidades humanas básicas axiológicas: subsistencia, protección, afecto,
comprensión, participación, creación, recreo, identidad y libertad; y, cuatro columnas con
las necesidades existenciales: ser, tener, hacer y estar. Desde la lectura de esta matriz se
propone la construcción de indicadores subjetivos que sean capaces de permitir un
diagnóstico, planificación y evaluación de la relación entre las filas y columnas. En esta
línea de reflexión, podríamos incorporar el desarrollo sustentable entendido como aquel
que permite satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer
las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades.
Un debate en marcha
Ecuador y en Bolivia existen cada vez más dificultades para cumplir con el mandato
constituyente del Buen Vivir. Sus gobiernos transitan por una senda neodesarrollista, en
esencia neoextractivista, apegada a la misma lógica de acumulación capitalista.
La tarea no es fácil. Superar las visiones dominantes y construir nuevas opciones de vida
tomará tiempo. Habrá que hacerlo construyendo sobre la marcha, reaprendiendo y
aprendiendo a aprender simultáneamente. Esto exige una gran dosis de constancia,
voluntad y humildad.