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COMERCIO Y NAVEGACIÓN
ENTRE ESPAÑA Y SUECIA
(SIGLOS X-XX)
Servicio de Publicaciones
de la Universidad de Cádiz
2000
I.S.B.N.: 84-7786-582-5
Depósito Legal: M-2.453-2000
Imprime: Pedro Cid, S.A.
Diseña: Creasur
Fotocomposición: Consegraf
ÍNDICE
Introducción y Agradecimientos................................................................................... 9
5
Política y comercio de mediados del siglo XVIII. Algunos informes
del Marqués del Puerto desde la Embajada Española en Suecia.
Juan Carlos Lavandeira Hermoso.
Universidad Complutense de Madrid......................................................................... 251
6
El comercio entre España y Suecia en el siglo XX: las consecuencias
del cambio industrial. Kent Olsson.
Universidad de Gotemburgo.......................................................................................... 493
7
INTRODUCCIÓN
9
que la bahía gaditana se convirtió en lugar de encuentro entre los dos
destinos comerciales. Productos suecos necesarios para la construcción
naval, metales preciosos procedentes de América y mercancías del
Extremo Oriente, confluían en Cádiz en un, a veces, intenso tráfico
mercantil; asimismo, la siderurgia sueca tenía su contraparte en el País
Vasco. Las relaciones económicas crecieron durante la segunda mitad
del siglo XVIII, época de desarrollo positivo para ambos países, que
conocieron una mejora del poder adquisitivo de la población, además
de paz externa e interna y avances científicos y culturales.
Ya en la época contemporánea los transacciones continuaron, y al
tradicional intercambio de productos suecos utilizados para la cons
trucción, preferentemente naval, por sal y alimentos españoles, se unió
de manera destacada el vino de Jerez, que, desde el siglo XIX ocupará
un importante lugar en las relaciones comerciales hispano suecas.
Sin embargo, las vinculaciones hispano suecas no han sido obje
to de la necesaria atención por parte de la historiografía contemporá
nea, pese a algunos intentos notables -más por parte sueca que espa
ñola. Con el objetivo de contribuir a un mejor conocimiento de la rea
lidad hispano-sueca, recurriendo para ello a analizar los contactos man
tenidos por ambos países a lo largo de su historia, surgieron los
"Encuentros Históricos Suecia-España", en el marco de un proyecto cul
tural promovido por la Fundación Berndt Wistedt y debidos a una ini
ciativa de don Tomas Bertelman Embajador de Suecia en España.
En Octubre de 1997 se iniciaron en Madrid los "Encuentros históricos
Suecia-España", tratando la época del Barroco. Cuando los organizadores,
con los profesores Enrique Martínez Ruiz y Magdalena de Pazzis Pi Corra
les como directores de los Encuentros, pensaron que uno de los temas fun
damentales a tratar era el intercambio comercial y la navegación entre
España y Suecia a través del tiempo, a propuesta del profesor José María
Luzón Nogués, se planteó que el asunto había que analizarlo en Cádiz.
La propuesta fue acogida con el interés que merecía por la Uni
versidad de Cádiz, y por su rector don Guillermo Martínez Massanet,
quien encomendó a una comisión de profesores de la UCA la prepara
ción del congreso.
De esta manera, la Universidad de Cádiz en colaboración con la
Fundación Berndt Wistedt y la Embajada de Suecia en España, convo
caron el Tercer Encuentro Histórico Suecia-España, que se centró en
10
analizar el Comercio y navegación entre España y Suecia (siglos X-XX),
y que estuvo presidido por un Comité de Honor compuesto por:
11
Las reuniones se desarrollaron en tres grandes áreas cronológicas
-Medieval, Moderna y Contemporánea-, que permitieron abordar de
forma coherente la historia de las relaciones comerciales y la navega
ción, y los aspectos culturales de ellas derivados. Dentro de un amplio
PROGRAMA de conferencias y ponencias participaron los siguientes
profesores e investigadores: Dr. Magnus Mórner. Profesor Emérito de la
Universidad de Lund; Dr. Enrique Martínez Ruiz, U. Complutense, Dra.
Magdalena de Pazzis Pi Corrales, U. Complutense; D. Manuel Flores
Díaz, U. Complutense; Da Patricia Mangada Cañas; Dra. Ma Concepción
Castrillo Llamas, U. Complutense; Da Luisa Martín-Merás; Dra. Josefa
Gómez de Enterría; Dr. Rene Queatrefages, U. Montpellier; Dr. Bertil
Andersson, U. de Gothenburg; Dra. Cinta Cantería, U. de Cádiz; Dr.
Manuel Bustos Rodríguez, U. de Cádiz; Dr. Juan Torrejón Chaves, U. de
Cádiz; Dra. Guadalupe Carrasco González, U de Cádiz; Dr. Yrjó Kar-
kiainen, U. de Helsinki; Dr. Juan Ramón Cirici, U. de Cádiz; Grupo de
Investigación "Historia Contemporánea. Cádiz", (Dr. Alberto Ramos
Santana, Coord.), U. de Cádiz; Dr. Marcos Cantera Carlomagno, U. de
Lund; Dr. Javier Maldonado Rosso, U. de Cádiz; Dr. Alberto Ramos San
tana, U. de Cádiz; Dr. Kent Olsson, U. de Gothenburg; Dr. Javier Maes
tro Bácksbacka, U. Complutense; Dr. Miguel Angel Ladero Quesada, U.
Complutense.
Durante tres jornadas se presentaron aportaciones de gran interés
que fueron ampliamente debatidas por los participantes. Los conteni
dos de las ponencias y comunicaciones se recogen en este volumen
que hoy ve la luz. No todas las intervenciones se publican en este libro
de Actas. De entre ellas, queremos dejar constancia de la ponencia pre
sentada por el Grupo de Investigación "Historia Contemporánea. Cádiz"
sobre "Navios suecos en la Bahía de Cádiz en la primera mitad del siglo
XIX", que no se recoge en el libro por lo que podría considerarse un
exceso de honradez científica de los componentes del Grupo, que, por
mayoría, y tras un amplio debate académico sobre los resultados obte
nidos hasta el momento, han considerado que la investigación aún no
ha concluido, aplazando su publicación.
En las páginas que siguen, el Dr. Ladero Quesada por parte espa
ñola, y el Dr. Morner, por parte sueca, se encargan de recordar como
existieron contactos -esporádicos si se quiere-, entre España y Suecia
prácticamente desde el siglo X, y como se convirtieron en habituales
12
-más frecuentes de lo generalmente creído-, desde el siglo XVI. El res
to de ponentes y comunicantes cuyas intervenciones se publican en
este libro, realizan una importante contribución a la Historia de las rela
ciones comerciales entre hispanos y suecos, sin olvidar que el contac
to propiciado por los navegantes que enlazaban el norte y el sur de
Europa facultaron, además del tráfico mercantil, un interesante y fecun
do intercambio cultural y científico. De esta forma se dan a conocer
una serie de líneas de investigación sobre unas relaciones comerciales
iniciadas en fecha temprana, sus alternativas y resultados, los actores
de tales relaciones, así como los productos principales del intercabio
mercantil entre ambos países, destacando la sal, la madera, los vinos y
aguardientes, aunque no fueron los únicos productos, como bien apun
tó en su ponencia el profesor Bertil Anderson.
13
AGRADECIMIENTOS
15
hubiera sido posible. En el plano personal, las atenciones dispensadas
a todos nosotros fueron testimonio del afecto y cordialidad que la tie
rra gaditana y sus gentes saben prodigar como nadie.
La organización científica del Encuentro se encomendó a un comi
té formado por Felicidad Rodríguez, Alberto Ramos, Cinta Cantería,
Juan Torrejón, Rafael Sánchez Saus, José Luis Pereira y Manuel Bustos,
todos miembros de la Universidad de Cádiz. Comité en el que nos inte
gramos los firmantes de estas páginas, en representación de la Funda
ción Berndt Wistedt y como directores del programa de los Encuentros.
El tema elegido para el Encuentro fue -no podía ser otro más
apropiado para una tierra como Cádiz- El intercambio comercial y la
navegación entre España y Suecia a través del tiempo. En tres intensas
jornadas veintidós especialistas presentamos nuestras aportaciones y
debatimos en animados coloquios. El resultado llega hoy al lector, que
de esta forma puede hacerse una cumplida idea de lo que dio de sí
aquella reunión científica.
A la hora de organizar la edición de los trabajos, teníamos dos
posibles caminos: agruparlos temáticamente o presentarlos con un cri
terio estrictamente cronológico de su contenido. Finalmente optamos
por éste último, pues nos pareció más apropiado, al tiempo que ofre
cía una secuencia temporal fácil de seguir y en la que se insertaban de
manera lógica las diferentes aportaciones, que se reparten desde la
Edad Media hasta nuestros días, si bien los siglos que más polarizaron
la atención fueron el XVIII, el XIX y el XX.
El lector va a conocer las líneas maestras de unas relaciones
comerciales iniciadas en fecha muy temprana, en donde no faltan refe
rencias a sus vicisitudes y alternativas; recibirá noticias sobre los prota
gonistas de tales relaciones, así como de los productos principales en
las demandas y necesidades de ambos países, plano en el que la made
ra, la sal y los vinos juegan un papel primordial, aunque no exclusivo
ni excluyente.
Los participantes en el Encuentro tuvimos oportunidad de com
probar durante su desarrollo la calidad de los trabajos presentados. No
podía ser menos dada la cualificación científica de los autores, a los
que agradecemos su generoso esfuerzo, pues sin su participación tam
poco hubiera sido posible iniciar y concluir la empresa.
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Como no se nos oculta que la valoración final es algo que no nos
corresponde -pues somos parte interesada-, finalizamos aquí esta
especie de introducción y lo hacemos reiterando nuestro agradeci
miento a las instituciones y personas que hicieron realidad el Encuen
tro gaditano, el tercero de una serie que llegará al décimo a comienzos
del año 2001. A todos y particularmente al Excmo. y Magnífico Sr. Rec
tor de la Universidad de Cádiz, muchas gracias.
17
Dos mundos lejanos:
Los ámbitos escandinavo y español
en la Edad Media
19
o que, simplemente, despertaba el interés y la curiosidad de la otra par
te. Se ha señalado cómo el último arzobispo católico de Suecia, Johannes
Magnus, y su hermano Olaus Magnus “tenían muchos contactos con eru
ditos españoles y se interesaban por el origen godo” común. La Historia
de gentibus septentrionalibus de Olaus Magnus fue conocida en la Espa
ña de la época; a través del Jardín de flores curiosas de Antonio de Tor-
quemada, influyó en la última obra de Miguel de Cervantes, Los trabajos
de Persiles y Segismunda ... Historia septentrional, en la que puso gran
empeño, la “suma de sus lecturas, de sus teorías literarias, de sus ambi
ciones de escritor”. “Cervantes no es -escribe J. Babelon- el único de su
tiempo y en España que deje derivar sus sueños hacia las regiones del
Norte ... Para muchos, Rusia, Escandínavia, Islandia y Groenlandia eran
regiones casi inaccesibles, salvo para los peregrinos de lo imposible, y no
eran sino ese lugar en el que el poeta puede colocar a las criaturas de su
pensamiento en las horas en que rechaza las ligaduras de las relaciones
lógicas”. Y añade la mención a otros autores famosos -Lope de Vega,
Quevedo, Calderón de la Barca-, o menos conocidos -Enrique Suárez de
Manrique- que situaron en escenarios nórdicos, lapones, polacos y rusos
2
algunas de sus creaciones literarias, en el curso del siglo XVII.
Por entonces, hacía ya un siglo o más que la infanta Isabel, her
mana de Carlos V, había casado con Christian II de Suecia, con el que
tuvo seis hijos antes de morir en Gante el año 1526. Uno de ellos, Fede
rico, pretendió en 1540 el trono de Suecia: su tío el emperador le escri
bió en una carta autógrafa esta frase que revelaba la continuidad de
una antigua conciencia de origen: ...sumus et nos de gente gothorum
(Strindberg). Muy poco después, por iniciativa de Segismundo, rey de
Polonia y de Suecia, se editó en Basilea, el año 1543, los Gesta Dano-
rum o Danorum Historiae de Saxo Grammaticus, conocidos de inme
diato en España por diversos autores, entre ellos el genealogista Loren
zo de Padilla que escribe muy pocos años después, y cuya obra manus
crita se conserva en la Real Academia de la Historia.
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Hace más de un siglo, A. Strindberg ofreció una breve recopila
ción de noticias sobre el interés de eruditos suecos del siglo XVII
hacia cuestiones hispánicas relacionadas con los orígenes godos. Tra
jo a colación el intento de alianza entre Felipe IV de España y Cristi
na de Suecia, la edición de la Corona Góthica, castellana y austría
ca, políticamente ilustrada (Amsterdam, 1646) de Diego Saavedra
Fajardo y su comenzada traducción al sueco por Johan Gabriel Spar-
venfeld, que viajó en 1690 a Madrid en busca de manuscritos que se
refirieran a la historia de los godos. Unos años después, Cari Lundis,
en su De Gothorum cum gentibus Europaeis .. .commerciis (Upsala,
1696), repetía la vieja y falsa etimología de Cataluña como Gothlan-
dia, y afirmaba, como otros autores que también cita Strindberg, el
parentesco entre la ley sueca de Vestrogothia y la Lex Visigothorum.
Debe tratarse de la Vastgótalagh, compilación de leyes de la zona
sudoccidental de Suecia, promulgada por el rey Magnus Eriksson,
redactada en 1250 y de nuevo en el siglo XIV . Pero, ¿con qué Lex
Visigothorum pudo tener semejanza esta compilación sueca, puesta
por escrito tantos siglos después, y más teniendo en cuenta el carác
ter “romanizante” de la legislación visigoda? Es posible que la afirma
ción se hiciera, y se propagara, sin llevar a cabo los debidos cotejos,
ni con la Lex Romana Visigothorum de Alarico II -que, además no
hace al caso-, ni con el Código de Eurico y el Líber Ludiciorum.
Sin embargo, la teoría sobre los vínculos germánicos y, más
estrictamente, escandinavos, del derecho medieval hispánico, en
especial el castellano, renació con fuerza desde la edición en 1888 del
libro de P. Ficker “sobre el íntimo parentesco entre el Derecho godo-
hispano y el noruego-islándico”, traído ya a colación por A. Hillmann
en otro notable artículo sobre las relaciones entre España y Suecia,
publicado en 1898. El libro de Ficker fue traducido en 1923 y proba
blemente contribuyó a inspirar las teorías de Eduardo de Hinojosa
sobre “el elemento germánico en el derecho español” (1915). A par
tir de ellas, las reflexiones y la polémica sobre el peso del germanis
mo en el derecho medieval hispánico han ocupado a muchos histo
riadores del derecho, en pro -desde Hinojosa, Sánchez-Albornoz y
’ J.M. PÉREZ-PRENDES, Curso de Historia del Derecho español, Madrid, 1989, p. 409.
21
García de Valdeavellano 4
hasta Pérez-Prendes- o en contra -García-
Gallo, especialmente-.
Si menciono aquí esta cuestión es por el atractivo de que rodeó
nuevamente a los elementos de relación con el mundo escandinavo,
integrándolos en el interés de los intelectuales españoles del primer ter
cio de nuestro siglo. Además, algo muy semejante ocurrió en el campo
de la historia de las tradiciones y temas literarios medievales, gracias a
las tesis que Menéndez-Pidal comenzó a madurar y exponer desde fina
les del siglo XIX. Antes, el ya citado Strindberg señaló, siguiendo a
otros autores suecos, la coincidencia temática de algunas canciones y
leyendas tradicionales suecas con otras del ámbito castellano o catalán .
Menéndez-Pidal fue por otro camino, al afirmar la continuidad de
los temas épicos de los godos y su influencia sobre la épica castellana
de los siglos XII y XIII: “los cantos godos resuenan a través de toda la
literatura española... Los godos, cuya literatura ignoramos totalmente,
influyeron de modo persistente y profundo sobre toda la literatura
española, dando vida a un género poético que no es como los demás:
la epopeya que vence a la muerte, un género cuyo espíritu transmigra
a fines de la Edad Media al romancero”. Don Ramón elaboró, como
sustento de su tesis, la teoría del “estado latente” y el mantenimiento
en él de las tradiciones y temas literarios, y lo desarrolló en relación
con argumentos tan conocidos como el cantar de Walther (Gaiferos y
Melisenda), el Poema de Kudrun y su relación con el romance caste
llano de Don Bueso, o el Cantar de Fernán González .
22
Otros autores buscaron orígenes o influencias más cercanos. Así,
E. von Richtofen defendía la relación entre algunos argumentos del
Cantar de los Infantes de Lara y la Thidrekssaga noruega sobre el rey
godo Ermanrico, compuesta a mediados del siglo XIII y que se habría
conocido en Castilla como consecuencia del viaje de la princesa Cristi
na, en 1256, unos años antes de que se pusiera por escrito el Cantar
castellano. Por su parte, S. A. Vosters, discutía el origen noruego inme
diato de la leyenda del “Caballero del Cisne”, que se incluye ya en La
gran conquista de Ultramar, o magna historia de las Cruzadas escrita
en Castilla hacia 1295 ?.
No estoy en condiciones de valorar la certeza de las conclusiones
a que han llegado los especialistas, pero de la lectura de sus obras se
deduce claramente que estamos ante uno de los terrenos en que la
investigación puede seguir dando frutos importantes. Como también lo
es el análisis de testimonios artísticos que, de vez en cuando, apare
cen, como el tema de la leyenda de Sigfrido, que inspiró un relieve de
la portada de la iglesia románica de Santa María en Sangüesa (Nava
rra): ¿no habrá alguno más como éste, conocido desde hace medio
1 8
siglo?
Erich VON RICHTOFEN, Estudios épicos medievales, Madrid, 1954. Simón A. Vosters,
Los Países Bajos en la Literatura Española. I. La Edad Media, Valencia, 1978.
" V. las posibilidades indicadas por E. MORALES ROMERO, “Arte vikinga en España”,
Revista de Arqueología, 121 (1991), 40-47.
23
El primero, sin duda, es la obra de San Isidoro de Sevilla, His
toria de regibus Gothorum, Wandalorum
9
et Suevorum, que se abre
con el famoso De laude Spaniae . Es una obra fundamental por la
autoridad y difusión de que gozó en la Edad Media: lo que se escri
be en ella sobre el origen de los godos, probables descendientes de
Magog, hijo de Jafet, o bien de los Scitas y Getas, ha sido repetido
infinidad de veces, así como el resumen que hace de su historia des
de que entraron en contacto con Roma hasta la conquista de Hispa-
nia. Siete siglos después, en 1236, Lucas de Tuy concluía su Cbro-
nicon Mundi, donde incluye una descripción de los godos y de su
historia derivada, en general, de la de San Isidoro, aunque más deta
llada en el dibujo de su temperamento. He aquí la versión castella
na:
Isidoro de Sevilla, Las Historias de los godos, vándalos y suevos.... Edic. de Cristóbal
RODRÍGUEZ ALONSO, León, 1975.
10 Lucas, obispo de Tuy, Crónica de España, Madrid, 1926, pp. 162 a 173.
24
temperamento y aspecto físico de los godos es idéntica a la de Lucas
de Tuy".
Y, por su parte, la Primera Crónica General es, en estos aspectos,
una traducción literal de la obra de Jiménez de Rada. Pero, en sus pri
meros capítulos introduce otro relato que, aunque de manera indirec
ta, puede interesarnos aquí, al describir la invasión de la península por
los almujuces o almunices, en tiempos protohistóricos, antes de la lle
gada de los fenicios y griegos. Los almujuces, conquistadores antes de
Escandinavia e Inglaterra, habrían dominado en toda la península antes
de ser exterminados por otras gentes venidas de África. ¿Hay en este
relato un eco lejanísimo y deformado de las irrupciones celtas de los
años 900 a 600 A.C.? ¿O se trata más bien de una traslación hacia el
pasado de las vagas noticias que aún podía haber a mediados del siglo
XIII sobre las incursiones de los normandos ocurridas desde mediados
del siglo IX?: así lo pensaba Hillmann en 1898, y Menéndez Pidal, que
por entonces preparaba la edición de la Primera Crónica, basándose
en el hecho de que, en árabe, la palabra majus sirvió para designar a
12
los paganos y, entre ellos, a los invasores normandos .
A fines de la Edad Media, la lectura de aquellos historiadores había
dado lugar a una imagen de las gentes y tierras del N. que tenía más
que ver, en todo caso, con su pasado remoto que con su presente, por
que lo que más interesaba era poner de relieve las raíces “góticas” que
legitimaban las pretensiones de antigüedad dinástica y de dominio terri
torial de los reyes leoneses y castellanos, expresada, por ejemplo,
durante el Concilio de Basilea, en 1434, frente a los ingleses en cues
tión de precedencia, y frente a los portugueses en lo relativo al domi
nio sobre el Magreb y las Islas Canarias.
Pero los autores que a continuación mencionaré -reyes de armas
y genealogistas- contaban ya, también, con otras fuentes de noticias
sobre las gentes y tierras del Norte, porque en el siglo XIV se habían
escrito las primeras descripciones sobre las tierras escandinavas y algu
nas de sus características, y es posible que las conocieran. De media-
" Rodericii XIMENII DE RADA, Historia de Rebus Hispanie sive Historia Gothica, Turn-
hout, 1987 (cura et studio Juan FERNÁNDEZ VALVERDE), pp. 20 y ss.
12 Alfonso X, Primera Crónica General, Madrid, 1906, de. R. MENÉNDEZ PIDAL.
25
dos de aquel siglo es el llamado Libro del conos^imiento de todos los
reynos e tierras e señoríos que son por el mundo e de las señales e armas
que han cada tierra eseñorío... Su autor, un franciscano español, escri
be cómo si personalmente hubiera viajado a todas las tierras que des
cribe, a menudo con grandes inexactitudes y errores de situación .
Su descripción de los países escandinavos se halla en la primera
parte del relato. Estuvo en Dinamarca -reyno de dagia de danés-, don
de afirma que hay doce ciudades, que su rey a por señales un pendón
de oro con tres leones prietos atales, y que de la punta N. del país fas
ta Noruega son sesenta millas de trauiesa. Regresó después a Lübeck,
Danzig y otras ciudades alemanas de la costa báltica y recorrió Bohe
mia, Polonia y otras zonas de Europa central, así como la provincia o
reino de Suevia -cuyo rey a por señóles un pendón amarillo con dos
leones bermejos uno contra otro-, antes de volver al Báltico.
Allí embarcó en una nao que le llevó a la isla de Gotlandia y a su
vecina de Oxilia, cuyo rey tenía por señales un pendón con vandas
amarillas e cárdenas atrauesadas. Continuó su viaje por la “prouincia”
de Gotia, donde,
Libro del conosfimiento de todos los reynos e tierrase señoríos que son por el mundo
e de las señales e armas que han cada tierra e señorío por sy e de los reyes e señores que
los proueen, escrito por un franciscano español a mediados del siglo XIV, y publicada
ahora por primera vez con notas de Marcos JIMÉNEZ DE LA ESPADA, Madrid, 1877.
26
mayor dizen Regis, do coronan los reyes, a la otra dizen Nidroxia,
a la otra Tronde e la otra Trunberec. En las montañas desta Norue
ga crian muchas aues girifaltes, agores, /aleones, otrosí crian
muchas animalias fuertes, jaualís blancos, osos blancos. E dizen
que un infante fijo del rey de Noruega conquyrió el condado de
Flandes en el tiempo del rey Artur de Bretaña. E sabed que desde
Noruega adelante, contra la trasmontana, es tierra desabitada en
que faze todo el año todo un dia seys meses dura el dia e otros seys
meses la noche, e queay unas gentes que an las cabegas fixas en Is
pechos, que non an cuello ninguno, pero yo non los vy. El rey des
ta Noruega a por señales un pendón de oro con un león prieto...
" Aspectos estudiados por A. VOSTERS, op. cit. P. LÓPEZ DE AYALA, Libro de la caza
de las aves, Valencia, 1959, edic. J. Fradejas Lebrero.
García ALONSO DE TORRES, Blasón y recogimiento de armas, Real Academia de la
Historia, Salazar, 9/268.
27
Este mismo autor atribuía a los reyes de Dinamarca como armas
en un escudo de oro tres leopardos acules. Pero lo más interesante de
su descripción es una noticia sobre la actividad económica y marítima
que enlaza con lo que más adelante indicaremos:
28
do en su primera decada, Luis Bibes en sus comentarios sobre Sant
Agustín, de la ^ibdad de Dios ...ya Joan y a Marco Antonio Sabelico y
otros autores... .
¿Existe hoy todavía la posibilidad de encontrar nuevos autores,
relatos y textos procedentes de los siglos medievales ?. No hay que per
der la esperanza de que también éste sea un ámbito donde la investi
gación pueda aportar algo. Pasemos, mientras tanto, a otro, el que estu
dia los contactos que efectivamente se produjeron en la Edad Media
mediante viajes, incursiones, relaciones políticas y económicas. Consi
deraré especialmente la presencia de escandinavos en la Península Ibé
rica pues de la que pudieran tener gentes de España en aquellas tierras
norteñas no parece quedar noticia, por más que la primera descripción
de la Ultima Thule y sus seres monstruosos se deba a un hispanorro-
mano, Pomponius Mela (De Cborographia, hacia 45 A.C.), o que tanto
Plutarco como Adam de Bremen (m. 1081. Gesta Hammaburgensis
ecclesiae pontíficum) recogieran tradiciones sobre viajes marítimos de
gentes hispánicas hasta el extremo norte (cit. Strindberg).
Contactos guerreros
29
bajos con que ya contábamos se une el recién publicado de Ferreiro
Alemparte, que proporciona un excelente estado de la cuestión .
Las hipótesis de Melvinger sobre la llegada de normandos a media
dos del siglo VIII se basaban en una mala lectura de los textos, como
19
se ha demostrado claramente . Las primeras arribadas ciertas ocurrie
ron en los años 843 a 845, a las costas de Galicia y a las de la Baja
Andalucía, y han dejado su huella en las crónicas tanto hispano-cristia-
nas como andalusíes.
A mediados de los años 850 practicaba la piratería en las costas
cantábricas de nuestra península Eric hacha sangrienta, antiguo rey de
Noruega y conde de Northumbria. Sin embargo, la expedición más
famosa tuvo como protagonistas a hijos de Raghnall Loobrok, entre 858
y 861: Ordoño I de Asturias consiguió rechazarlos ante las costas de
Galicia, desde donde pasaron al Mediterráneo occidental: las Baleares,
la costa murciana y magrebí, el bajo Ródano, sufrieron su presencia
durante tres años y, a su regeso, algunos de aquellos normandos se
internaron desde la costa de la actual Guipúzcoa hasta Pamplona, don
de hicieron prisionero al rey García Iñigo.
Entre aquella “primera edad vikinga” (Musset) y la segunda, trans
currió un siglo. La siguiente noticia, en efecto, se refiere a la gran expe
dición normanda a Galicia de los años 968 a 971, que concluyó, des
pués de tres años de depredaciones, con la derrota de los invasores a
manos del conde Guillermo Sánchez y del obispo compostelano Rosen
do. El punto de partida de los expedicionarios era ya, con frecuencia,
el mismo ducado de Normandía, aunque en su mayor parte fueran
daneses y noruegos.
Unos años después, entre 1012 y 1016, hay noticia de nuevas arri
badas. En una de ellas fue preso el obispo de Tuy, Alfonso, y los nor
mados remontaron el curso del Duero. Muy posiblemente era su jefe el
normando Olaf, que ya había asaltado y quemado Canterbury, en
30
Inglaterra, el año 1012. Este personaje es mucho más conocido por su
conversión al cristianismo después de ser proclamado rey de Noruega:
San Olaf, en efecto, pasó de vikingo a promotor del cristianismo en su
reino, lo que le valió al cabo el destierro en Suecia, su muerte en la
batalla de Stilestadt, en el año 1030, y, más adelante, la canonización y
conversión en “símbolo de la unidad política y religiosa de su país”
(Ferreiro Alemparte).
En los años finales del siglo X y a lo largo del XI, la presencia de
asaltantes normandos en las costas cantábricas fue muy frecuente. Una
noticia nos muestra a Sigurd Digre, señor noruego de la isla de Man,
devastando Compostela, de donde había tomado una campana de la
catedral: lo más notable en este caso es la coincidencia cronológica con
las expediciones de los ejércitos cordobeses, mandados por Almanzor,
que también tomaban campanas de Compostela como trofeo. Otras
noticias del siglo XI se refieren al jarl danés Ulf, llamado Galizu-Ulf por
sus expediciones a estas tierras, o bien a grupos normandos ayudando
al conde gallego Rodrigo Romániz para que venciera en la zona de
Lugo a sus antiguos aliados “vascones”, que le habían apoyado en su
rebeldía contra Vermudo III, hacia el año 1030. O al obispo de Com
postela, Cresconio, construyendo una fortaleza en la ría de Arosa, lla
mada Torres del Oeste (Castellum Honestum), después de derrotar otra
incursión, hacia 1070.
No hubo ruptura sino más bien tránsito entre aquellas expedicio
nes y las de escandinavos -noruegos y daneses especialmente- que
participaron en las peregrinaciones y cruzadas a Tierra Santa viajando
por vía marítima y haciendo escalas en las costas atlánticas de la Penín
sula Ibérica. Todavía hacia lili la Historia Compostellana registra la
presencia de piratas nórdicos en las costas gallegas; ¿o eran ya cruza
dos? Lo cierto, como escribía Hillmann hace un siglo, es que “los Sagas
nórdicos son ricos en hechos de las Cruzadas de los escandinavos,
mientras que dicen muy poco de ellas las Crónicas españolas, al revés
de lo que pasa con las correrías de los vikings”.
Una de las expediciones de cruzados más antiguas y conocidas
tuvo como protagonista al rey noruego Sigurd, hijo de Magnus, que
partió de Bergen en 1107 con 60 naves, pasó el primer invierno en
Inglaterra y el segundo en Galicia, en torno a Faro -futura La Coruña-,
para pasar después por las costas portuguesas en poder de los musul
31
manes -Cintra, Lisboa, Alcacer do Sal-, en busca de víveres y botín. En
los primeros meses de 1109 la flota noruega, después de derrotar a otra
musulmana en el Estrecho de Gibraltar, operó en torno a las Islas Bale
ares, con asaltos a Formentera, Menorca e Ibiza, para recalar, a conti
nuación, en Apulia, donde los cruzados se acogieron a la hospitalidad
de Roger II. Después, en Tierra Santa, participaron en la toma de Sidón,
y regresaron por Constantinopla y, desde allí, por vía terrestre .
La expedición de Sigurd, como algunas otras, fue conocida y
comentada por el redactor de La Gran conquista de Ultramar, escrita
durante el reinado de Sancho IV (1284-1295), posiblemente con datos
tomados, entre otras fuentes de información, de las gentes que acudie
ron unos años antes a Castilla en el séquito de la princesa noruega Cris
tina.
De modo que, con la cristianización y las cruzadas, Galicia, antes
objeto de depredación, “se convirtió para los hombres del norte en una
especie de antesala de Tierra Santa... Y así estos descendientes de los
piratas vikingos, y piratas ellos mismos cuando la necesidad lo exigía
o la ocasión se les brindaba, se nos presentan ahora pactando con las
autoridades cristianas y colaborando con ellas en la lucha contra los
sarracenos” (Ferreiro Alemparte). Sin la contribución de aquellos mari
nos guerreros, “ya cristianizados pero que conservaban enteramente las
habilidades náuticas y depredatorias de sus antepasados... la recon
quista de Portugal no hubiera sido posible” o, al menos, la de las prin
cipales plazas marítimas : Lisboa en 1147, Silves en 1189, Alcácer do Sal
en 1217. Bien es verdad que muchos de los cruzados serían ingleses,
frisones y alemanes, junto con noruegos y, en menor número, daneses
y suecos, y es imposible distinguir a unos de otros, tanto en las tareas
de conquista como en las de colonización junto a los habitantes del
país. Pero el mismo Ferreiro trae a colación un texto muy sugestivo de
la “Historia” atribuida al obispo carolingio Turpin, escrita a medidos del
siglo XII, en la que se afirma que “cuando Carlomagno conquistó Espa
ña dio la tierra de los portugueses a los daneses y flamencos...”-, en este
caso, como en tantos otros, la leyenda -aunque falsa- refleja la reali-
E1 primer gran estudio de estas cuestiones se debe a Paul RIANT, Expeditions etpéle-
rinages des scandinaves en Terre Sainte au temps des croisades, París, 1865.
32
dad no de la época a la que pretende referirse sino de aquélla en que
se escribe.
En varios casos, muy pocos, contamos con relatos o itinerarios
detallados de alguna expedición: las conquistas de Lisboa y de Silves
cuentan con relatos de los mismos cruzados. Otras veces son textos
más detallados: Así, el del viaje de peregrinos frisones a Tierra Santa,
en 1217, bajo el mando del conde Guillermo de Holanda y del maris
cal de Colonia, cuyo estudio es el objeto central del libro de Ferreiro
Alemparte. O el Itinerarium in Terram Sanctam del noble noruego
Andreas Nikolassón, en 1271, escrito cuatro años después por uno de
sus acompañantes, el hermano Mauricio de Bergen. Nikolassón había
acompañado años antes a la princesa Cristina cuando acudió a Casti
lla, y él mismo murió durante este nuevo viaje mediterráneo, en 1273.
En este texto, publicado en 1880, hay todavía referencia a la estatua
gigantesca de Hércules, en la bahía de Cádiz, que se había mantenido
en pie hasta 1145: en esta isla está la estatua de Hércules, que tiene en
la mano una llave y una clava, con el rostro mirando al África, como
significando que la Isla de Gades es la llave de España desde aquella
parte...
33
jóvenes nobles, hicieron el camino a pie, y peregrinaron luego a Roma
y a Jerusalén. A su regresó dotó un convento de dominicas en Sken-
ninge, y murió con fama de haber hecho milagros.
Hay también noticia de la peregrinación jacobea, a comienzos del
siglo XIV, del senescal Birger Person y su mujer Ingeborg. Eran los
padres de Santa Brígida, que también llevó a cabo la misma peregrina
ción años después, en 1341-42, junto con su marido Ulf Gudmarson y
un abundante séquito, del que formaba parte Alonso Fernández Pecha,
que más tarde sería obispo de Jaén, entre 1360 y 1366, y fundador de
la nueva Orden de los Jerónimos, que tan rápida difusión tuvo en Espa
ña. Fue precisamente después de aquella peregrinación, que duró dos
años y se hizo caminando, cuando el marido de Brígida se retiró a un
monasterio cisterciense y ella misma comenzó sus fundaciones monás
ticas en Valdstena (1344) antes de pasar a residir en Roma entre 1349
y 1373.
De muchísimos otros peregrinos se ha perdido noticia, aunque
algunas pueden aparecer todavía dada la frecuencia de los viajes por
vía marítima que partían de Alemania N., Flandes o Inglaterra, y eran
utilizados por los peregrinos nórdicos que acudían a Compostela. Hill-
mann recuerda, por ejemplo, como la reina Margarita ordenó poco
antes de su muerte, en 1412, que tres hombres de su reino acudieran
a Santiago para orar por su alma. Y, con motivo del año de jubileo o
perdonando, de 1434, Juan II de Castilla promulgó un salvoconducto
general a favor de todos los peregrinos procedentes de diversos países,
22
que enumera, entre ellos, Suecia y Noruega (López Ferreiro) .
Apenas es posible detectar alguna corriente de relación de tipo
religioso en sentido contrario, que parta de tierras u hombres de
España hacia Escandinavia. Strindberg hizo notar, sin embargo, la
posible influencia o intervención directa hispánica en el estableci
miento de los dominicos en Suecia, donde su convento de Sigtuna
data de los primeros años de la Orden, en vida de Santo Domingo de
Guzmán y del arzobispo Olaf de Upsala, pues se construía en los años
1220 a 1230.
34
Política y Comercio
Entre los historiadores españols que han tratado la cuestión destaca Antonio BALLES
TEROS BERETTA, Alfonso X el Sabio, Murcia, 1984 (2a edic.). También, J. PÉREZ DE
GUZMÁN, “La princesa Cristina de Noruega y el infante don Felipe”, Boletín de la Real
Academia de la Historia, LXXIV (1919).
35
de el siglo XII, y la centralidad alcanzada por Brujas en la Baja Edad
Media. Los marinos y comerciantes castellanos y vascos -súbditos todos
del rey de Castilla- encontraban a los de la Hansa alemana en Brujas,
y con ellos a otros de los países nórdicos, y allí se realizaba lo funda
mental de la oferta y demanda de productos. Los intentos hanseáticos
para navegar más al S. sólo tuvieron éxito en lo referente al comercio
con Portugal, sobre todo por la sal y también por otros productos medi
terráneos que las flotas de la Hansa cargaban en Lisboa y otros puer
tos, aprovechando la circunstancia de que los portugueses no tenían
suficiente flota propia .
La situación era muy distinta en Castilla, que contaba con las suyas
y procuraba dominar el comercio entre su costa cantábrica y Brujas o
Amberes, comprendiendo también las escalas intermedias. Esto dio
lugar a más de una guerra “privada” entre vizcaínos y castellanos, de
una parte, y hanseáticos u oesterlins de otra, como la que les enfrentó
con gran violencia entre 1419 y 1443, a pesar de los tratados que se fir
maron en algunos momentos -1428, 1436-, Los actos de corsarismo y
piratería eran frecuentes, por una y otra parte, y seguramente a ellos se
refiere el texto de García Alonso de Torres que he mencionado pági
nas atrás.
“Pocos españoles entraron en el Báltico, y más como perseguido
res que como mercaderes... hay que admitir que los españoles fre
cuentaban el mundo de la Hansa todavía menos que los hanseáticos el
español” . En efecto, la flota hanseática “de Vizcaya”, citada en algunos
textos, por ejemplo en 1427 cuando estuvo en peligro de ser atacada
por corsarios daneses y suecos, debía formarse en la misma Brujas, des
pués de la adquisición de los productos traídos por la flota castellana
de primavera.
En el gran mercado de redistribución que era Brujas, los escandi
navos encontraban, a través de la Hansa, los productos de origen espa-
Virginia RAU, Hansa e Portugal na Idade Media, Lisboa,... También, el artículo muy
sintético de Hermann KELLENBENZ, “Der Norden und die Iberische Halbinseln vin der
Wikingerzeit bis ins ló.Jahhundert”, Germanisch-Romanische Monatsschrift, Neue Fol-
^e .Band XII.Heft 2 April (1962), pp. 114-138.
Simone ABRAHAM-THYSSE, “Les relations hispano-hanséates au Bas Moyen Age”,
En la España Medieval (Madrid), 14 (1991), 131-161, y 15 (1992), 249-295.
36
ñol: vino, en especial dulce, lana, hierro -que carecería de interés para
los suecos-, frutos secos, productos tintóreos, semillas diversas, cera,
miel, mercurio, jabón, cueros, pieles de conejo, gato y zorro para forrar
abrigos, y astas de venado para hacer con ellas arcos y ballestas : “se
sigue el rastro de estas astas hasta Suecia, Livonia y Rusia en los años
1420” (S. Abraham-Thysse). Y los españoles pudieron aprovechar la
oferta escandinava de pescados salados y secos, cobre para amonedar
y algún otro producto cuya huella se puede rastrear en los aranceles
aduaneros de los puertos castellanos del Cantábrico, y, tal vez, también
en los de Cataluña.
El nivel actual de las investigaciones no permite precisar más, aun
que sí asegurar con casi total certeza que hasta el segundo cuarto del
siglo XVI no comenzó a haber algún comercio directo entre los dos
ámbitos, escandinavo y español.
♦♦ ** **
37
El derecho marítimo medieval,
un nexo de unión
INTRODUCCIÓN
Digo que la relación es indirecta ya que el acuerdo concertado entre ambos reinos de
recíproca ayuda militar tiene para el caso Noruego la salvedad -entre otras-, del veci
no reino de Suecia.
39
mos llevar a nuestra mente la idea de que en las naves hanseáticas del
norte de Europa podríamos encontrar tanto mercancías como hombres
de aquellas tierras tan diferentes. Ya en la Edad Moderna tenemos las
"relaciones" que se darán durante la Guerra de los 30 Años. También
en el siglo XVII, pero a través de un catalizador contemporáneo como
es el cine podemos ver -esta vez sí-, la fabulosa imagen de una Cristi
na de Suecia/Greta Garbo recibiendo una embajada española con pro
yectos matrimoniales entre Suecia y la Monarquía Hispánica. Más allá
de la anecdótica visión que nos puede dar el cine, el hecho histórico
incontestable es la presencia de Antonio Pimentel de Prado como
embajador en Suecia de Felipe IV desde 1652 a 1654, ayudando -por
lo visto muy activamente-, a su conversión al catolicismo, por lo que
la reina abdicó en 1654. Pero la atracción de esta reina por el sur euro
peo hizo que terminase sus días en Italia, previo paso por el Flandes
español y la protección dada por el monarca español. Son muchos
aspectos y cuestiones que nos relacionan y no voy a seguir enumerán
dolos, ya que durante el desarrollo de este Congreso vamos a tener una
amplia muestra de los mismos, así tenemos aspectos relacionados con
la biología, el arte y el comercio, mucho comercio que se va a realizar
sobre todo por vía marítima.
Relaciones comerciales, que salvo algunos escarceos esporádicos y
con tintes mitológicos que tienen lugar durante la antigüedad y los ini
cios de los tiempos medievales, van a darse a partir de un siglo tan sor
prendente para la historia europea como lo fue el XIII. Siglo contra
dictorio, donde la idea de una Europa unida bajo el Imperio o el Papa
do va dando lugar a la aceptación de la existencia de numerosos rei
nos que aunque de manera más o menos testimonial acepten la pree
minencia de uno u otro de los poderes mencionados. En efecto, la pro
pia dinámica de los acontecimientos hace que la disyuntiva Imperio-
Papado vaya quedando como cuestión residual y secundaria frente a
problemas y situaciones más inmediatas. De todas formas el peso de la
tradición y de la experiencia histórica previa va a ser un lastre muy
fuerte.
Pero volvamos al comercio. Se ha puesto muy de moda en los últi
mos años hablar del proceso de unión europea -por mor tanto de la
actualidad como de los complejos procesos político-económico en los
que nos vemos inmersos-, de la oportunidad única de Europa para
40
lograr una auténtica unión en todos los campos. Además, también se
indica, desde posiciones opuestas a esa unión o al menos a la forma
en que se está realizando, que se trata de algo ajeno a los ciudadanos,
contraponiéndose así la Europa de los mercaderes frente a la Europa
de los ciudadanos. En lo que respecta a estas cuestiones, es interesan
te comprobar como -para una persona medianamente informada-, se
produce lo que podríamos llamar un "ninguneo" de la historia, puesto
que no estamos -pese a lo que se nos pretende decir- ante una pri
mera unión europea, o no ante un primer intento fuera del mero domi
nio o primacía tanto religiosa como político-militar -de los que hay tan
tos ejemplos en la historia europea incluso la más reciente-.
Permítaseme decir que a mi entender, la Europa que podemos apre
ciar entre los siglos XII y XV es una Europa unida, al menos tanto como
lo es la actual, desde el punto de vista del comercio y muy especialmente
el realizado por vía marítima, aunque sus protagonistas no fueran cons
cientes de ello. Es ilustrativo como este período ve nacer diversos corpus
jurídico-normativos que pese a ser locales en sus orígenes y ámbitos de
aplicación, se hacen universales por la generalidad de lo allí contenido y
por la aceptación también generalizada de los mismos. Estos cuerpos
jurídicos van a tener una serie de elementos comunes plenamente iden
tificados por quienes van a protagonizar tales actividades, es decir, mari
neros y/o comerciantes, desde el mar Báltico hasta el Mediterráneo.
Estamos ante un Derecho, el lus mercatorum, que no tiene una aplica
ción localista, sino que está pensado para aquellos que por cuestión de
su trabajo permanecen en un constante "desclasamiento social". Son lo
que las fuentes mencionan con al nombre -entre otros- de peregrini,
2
nombre que va más allá de las implicaciones religiosas .
Pero en esta labor vamos a tener que contar con otro elemento sin
el cual va a ser imposible comprender la HISTORIA -con mayúscula-
41
de Europa. Se trata del mar, o más bien del uso del mismo por parte
de los europeos3. En la península que es Europa, el mar ha servido
como canal de comunicación entre distintos y diferenciados ámbitos
que estaban conectados y eran fronterizos entre sí precisamente a tra
vés de sus costas, fuera de cualquier otro tipo de conexión. No se pue
de entender la historia europea sin el mar, pero -mucho más concreta
mente-, no se puede entender la historia de España y Suecia sin este
medio natural, puesto que él condiciona y ha sido protagonista de
muchos de los aspectos -humanos, físicos, políticos, económicos, cul
turales, etc-, que han proporcionado idiosincrasia e identidad históri
ca a estos dos países, que -hablando ahora geográficamente-, tienen
muchos elementos en común como son, sin ir más lejos, la peninsula-
ridad, al encontrarse en la periferia europea o el ser llave de paso de
dos mares vitales para Europa como son el Báltico y el Mediterráneo,
polos del desarrollo económico y comercial europeo .
1. Generalidades
Son muchas y muy notables las otras que se han escrito relacio
nadas con el comercio y la expansión comercial europea de la Edad
Media. También es abundantísima la producción histórico-bibliográfica
sobre tal o cual aspecto concreto. Por ello no vamos a aburrir con una
larga lista de autores y títulos . Lo que sí vamos a realizar es un inten-
No deja de ser muy notable la obra de Michel MOLLAT DU JOURDIN, Europa y el Mar.
Barcelona 1993. La misma obra en sí es una muestra de los intentos de formar a los futu
ros ciudadanos europeos en sus tradiciones comunes, puesto que se enmarca en una
colección dirigida por Jacques Le Goff, "La construcción de Europa ", que -uniendo los
esfuerzos de varias editoriales europeas-, sacan a la luz una serie de obras, en varias
lenguas europeas a la vez, relacionadas con el acervo común europeo.
Respecto a este papel, cabe mencionar que durante mucho tiempo -hasta finales de
la Edad Media e incluso, en el caso sueco, en la Edad Moderna-, tuvieron parte de su
territorio sometido a otros poderes, el danés o el hanseático en Suecia, y el musulmán
en España.
Si se quiere una breve lista, consúltese la bibliografía final.
42
to de síntesis general -y como tal imperfecta y con muchas lagunas-,
sobre el desarrollo comercial europeo por vía marítima en los tiempos
medievales.
En una primera fase, en la transición entre el mundo antiguo y el
medieval, asistimos en el marco mediterráneo a una disminución nota
ble -que no desaparición- de tales actividades, llegando a lo que podrí
amos considerar como el punto crítico -siempre desde una asumida
visión euro y cristianocentrista-, con la irrupción de las actividades de
la marina islámica en la cuenca del Mediterráneo, hecho que podemos
situar en el siglo IX. En la Europa del Norte, la intensidad de este
comercio no alcanzó en los tiempos antiguos niveles como los del Sur,
aunque la presencia de un pueblo, el Frisio, hará que tengamos una
notable excepción. En efecto en los inicios de los tiempos medievales
tenemos históricamente constatada de manera empírica -mediante la
documentación escrita y arqueológica-, su labor como comerciantes en
el mundo nórdico y franco-carolingio, con un importantísimo hito en la
creación y desarrollo de la ciudad y emporio mercantil de Duurste-
de/Dorestad/Dordrecht. Pero también en este ámbito nos encontramos
durante el siglo IX frente a una situación de crisis, con el descalabro
que supone las incursiones pirático/mercantiles de los pueblos escan
dinavos -normando, vikingos- originarios de Dinamarca, Noruega y
Suecia, que aprovechando en su mayoría las rutas frisonas, van a exten
derse por toda la cornisa atlántica europea .
Sin embargo, tanto la acción normanda como la islámica van a pro
ducir un aumento en las posibilidades económicas y expansivas de la
Europa cristiana. Esto será así ya que aumentará el interés por ciertas
áreas geográficas -hasta entonces casi desconocidas-, a las que se va a
poner en contacto entre ellos. Respecto a los pueblos nórdicos, ésto
ocurrirá con sus propias tierras de origen pero sobre todo con el mun
do eslavo, con las inmensas llanuras de lo que será Rusia, a la que ellos
ayudarán a forjar. En referencia a los pueblos islámicos, las posibilida
des de Europa se extenderán hacia el próximo y lejano oriente, hacia
' Doehaerd nos informa que en la puesta en escrito de este Derecho -que volveremos
a mencionar-, aparecen descritas las rutas comerciales de este pueblo que por mar par
ten hacia Inglaterra y Escandinavia. DOEHAERD, R., Occidente durante la Alta Edad
Media: economía y sociedades, Barcelona, 1974. 192.
43
China, jugando la mítica ruta de la seda, y todo lo que ésta conlleva,
un papel muy significativo.
El segundo gran momento se va a vivir a partir del siglo X, cuan
do asistamos en Europa a la puesta a punto de unas nuevas bases -eco
nómicas, sociales y religiosas-, que permitirán el auge del comercio y
las actividades comerciales -en especial las realizadas por vía maríti
ma-, Esta nueva situación hay que ponerla en relación, en el Sur, con
el inicio de la toma de iniciativa frente al islam, tal y como se aprecia
en las actividades de los marinos/comerciantes/piratas de la primera
oleada de ciudades mercantiles italianas, destacando las del sur de la
península, como fueron Barí, Trani o Amalfi, junto con Pisa, Venecia y
Génova. Estas dos últimas alcanzarían con posterioridad un gran poder
así como un papel protagonistas de primer plano a nivel general euro
peo. En el Norte, este auge viene dado por el afianzamiento en la
expansión de los pueblos normandos, en su "estatalización", cristiani
zación y en la relación más activa con el resto de Europa, que hará que
tengan una mayor imbricación en los circuitos comerciales tanto como
suministradores de materias primas como en el papel de marinos y
comerciantes.
Es así como llegamos a la gran eclosión en la actividad mercantil,
desde mediados del siglo XII hasta mediados del XIV, cuando Europa
entera parece -por tierra pero principalmente por mar-, un hormigue
ro pleno de actividad. Se ponen en contacto todos y cada uno de los
puntos costeros del continente y -a través de ellos- con todo el mun
do conocido, las estepas rusas, el mundo Chino, el próximo Oriente y
el norte de Africa. Estamos ante el gran momento. Ahora surgen las
obras de interés científico para la navegación, cuando se mejora la téc
nica de construcción naval y se producen avances en el arte de nave
gar, pero también cuando nacen y se perfeccionan diversos instrumen
tos económicos y mercantiles como la contabilidad, las sociedades y
compañías, las letras de cambio, el empleo de monedas que tendrían
en la actualidad la referencia de moneda internacional, etc. No es que
toda esta labor salga de la nada, todo viene de un largo proceso ante
rior, pero ahora rinde sus frutos más notables.
44
Para ir finalizando con nuestra pequeña glosa histórica, desde media
dos del siglo XIV y todo el siglo XV, vemos como acecha la crisis, como se
han agotado las posibilidades y se van produciendo adaptaciones y rea
daptaciones a una situación que en sus líneas generales sigue fija, sin nove
dades. No nos referimos a la crisis demográfica -producto de epidemias y
guerras-, ni de la crisis "de mercado", de innovación técnica, de imposibi
lidad de expansión, de agotamiento y sobreexplotación de lo existente.
Todo esto saltará por los aires con el descubrimiento de América y la expan
sión europea por el mundo -hasta la actualidad- y las nuevas perspectivas
que ellos supuso para la economía mundial, pero esta ya es otra cuestión.
2. Suecia
45
gorod. Tras este período, será la costa sur del Báltico, es decir, las ciu
dades y mercaderes alemanes, los que tomen la iniciativa, fundándose
en 1230 una asociación -la Hansa-, que dominará el comercio báltico
-tras la paz de Straldsun firmada en 1370 con los daneses- y mar del
Norte. Pero con la Hansa el papel de Suecia -aunque bajo dominio
económico de la misma- no disminuyó sino que se acrecentó, desta
cando el papel de la ciudad de Visby, en la isla de Gotland, como cen
tro receptor y redistribuidor de mercancías procedentes del Báltico,
pero sobre todo como emporio que centralizaba el comercio de pes
cado -salado, ahumado o desecado-, tan importante en el comercio de
1 s ' t ' ' 11 ' .
la zona . Estocolmo sera también uno de los centros mas importantes
de la Hansa, capitalizando la distribución de productos provenientes
del interior de Suecia, destacando las pieles, la madera, el hierro en
bruto, cobre, cera, ámbar, pez, alquitranes y ceniza. El papel de Suecia
será mucho mayor ya que las líneas comerciales hanseáticas hacia el
interior de Rusia van a ser las mismas que las de época vikinga, con
virtiéndose Novgorod en una de sus principales factorías junto con
Estocolmo, Bergen, Brujas y Londres. El papel importante de los sue
cos ya se hizo apreciable en el tratado comercial realizado en el año
1189 entre Jaroslav de Kiev y mercaderes tanto alemanes como gotlan-
deses, tratado realizado en cooperación especial con estos últimos.
También salió de la isla de Gotland -en el año 1184- la misión evan-
gelizadora que encabezaba un monje llamado Meinhard que logró la
conversión de los letones y la fundación de una iglesia, culminando
esta acción evangelizadora con la fundación de Riga en el año 1201 .
Como hemos visto, el papel de los suecos fue muy significativo,
sobre todo a la hora de abrir nuevos caminos y ensanchar la perspec
tiva europea hacia el mundo eslavo.
3. España
OLIVEIRA MARQUES, A. H., Hansa e Portugal na Idade Media, Lisboa, 1959. 11-13.
" DOLLINGER, Ph., La Hanse (XIIe-XVIHe siécles), París, 1964. 42-45.
46
pa, Asia y África. Tendremos además que diferenciar dos ámbitos, el
Mediterráneo y el Atlántico para intentar hacer más clara la exposición.
Comencemos por el ámbito mediterráneo, que tiene una mayor
tradición en la navegación comercial. Estas actividades van a ser prota
gonizadas por la franja costera de la Corona de Aragón y sobre todo
-sin olvidar ciertos antecedentes previos-, tras las conquistas de Mallor
ca y Valencia y los contactos con mercaderes y comerciantes genove-
ses. Será Jaime I el protagonista del inicio de esta expansión -median
te una ardua labor legislativa y de apoyo político-, que hará de los mer
caderes catalanes, valencianos y mallorquines los dueños del Medite
rráneo occidental y central -tras las conquistas de Córcega, Cerdeña,
Sicilia y Nápoles, además de unos duros competidores de genoveses y
venecianos en el Mediterráneo oriental.
Serán cuatro las rutas básicas del comercio marítimo aragonés. Una
costera por el norte de África; otra que, pasando por diversos puntos
de las islas y el sur de Italia, llega a Egipto y/o el Oriente próximo; una
tercera que conduce a Grecia, al Imperio Bizantino, la Romanía; final
mente una que conecta a Barcelona con Nápoles y que se descompo
ne en una serie de trayectos triangulares que implican a Mesina, Paler-
mo, Ibiza y Gaeta.
A finales de la Edad Media vemos como -siguiendo la estela de
genoveses y venecianos-, se produce la llegada de naves y mercaderes
de la Corona de Aragón en Inglaterra y Flandes.
Respecto al comercio del Atlántico, éste va a ser protagonizado por
Castilla. En el último tercio del siglo XII encontramos referencias al
comercio marítimo en algunos fueros de localidades costeras cántabras,
pero va a ser a finales del siglo XIII -cómo no-, cuando asistamos al
auge de tales actividades, cuando toma carta de naturaleza jurídica la
conocida "Hermandad de las Marisma", en el año 1296 . Con posterio
ridad vamos a ver a marineros cántabros y vascos dedicándose princi
palmente al comercio de hierro, lana y vino con Francia, Inglaterra y
Flandes, siendo estos últimos lugares, más concretamente en Brujas y
Londres, donde entrarán en contacto con mercaderes hanseáticos. Esos
mismos marineros se introducirán durante los siglos XIV y XV en el
' Para mayor información remitimos a MORALES BELDA, F., La Hermandad de las
Marisma, Barcelona, 1974.
47
Mediterráneo pero dedicándose a labores de meros transportistas en un
comercio de tránsito.
Esto en lo que respecta a la cornisa cantábrica. Pero en el sur, tras
la conquista de Sevilla en el año 1248, va a quedar más o menos libre
la navegación entre el Mediterráneo y el Atlántico, y veremos como se
asienta en esta ciudad una fuerte colonia de mercaderes genoveses
-pero no solo de ellos-, que introducirán en los mercados internacio
nales los productos de la Baja Andalucía, convertida en uno de los prin
cipales polos económicos y mercantiles de Europa, a la vez que servía
de base para las incursiones norteafricanas y posteriormente america
nas.
Una vez visto el panorama de una manera muy somera, podemos
pasar a ver el papel del Derecho marítimo en la Edad Media.
1. Generalidades
3 Aunque más que Derecho marítimo habría que considerarlo como un Derecho fluvial.
48
volveremos después sobre ellas, los Roles d'Oléron y el Visby Sjórat u
Ordenanzas marítimas de Visby. En este mismo siglo en el Mediterráneo
se dan diversos textos dentro de ordenanzas municipales de ciudades ita
lianas, como las contenidas en la Tabla de Amalfi -también de dudosa ads
cripción cronológica-, y el Constitutum usas de Pisa (1160) . Del siglo XIII
hay que mencionar los venecianos Statuta et ordinamenta super navibus
(1255), la disposición del Emperador Federico II denominada Autentica
navigia, los Estatutos de Marsella (entre 1253 y 1255), las aragonesas Ordi-
nationes Ripariae (1258) para la ciudad de Barcelona o el Libro del Con
sulado del María partir de 1270) para los consulados mercantiles arago
neses. En Castilla encontramos en las Partidas íerMe 1256 y 1265), -la Par
tida V, Título 9- catorce leyes dedicadas a las actividades comerciales por
vía marítima. Son muchos y muy variados los textos producidos -sobre
todo en el siglo XIII-, casi todos, por no decir todos, de raíz consuetudi
naria y muy alejados, la mayoría, de influencias mediterráneas .
Con ello hemos llegado a la meta que nos proponíamos en este
punto y podemos decir que hay un predominio de un Derecho legis
lado sobre otro de raiz procesal. Ambos deben su existencia a una tra
dición consuetudinaria,m que es la que hará que podamos encontrar
tantos elementos comunes -sin obviar otro tipo de relaciones-. Estos
elementos hacen que se puedan aceptar y adaptar con relativa facilidad
y prontitud textos originados en lugares diferentes al de su creación.
Las dudas tanto de las Ordenanzas marítimas de Trani como de la Tabla de Amalfi
las expresamos ya en Hombres, barcos o intercambios. El Derecho-marítimo-mercantil
deis. XIII en Castilla y Aragón, Madrid, 1998. 20-21. Respecto a las segundas, mencio
no las dudas que surgieron en diversos autores desde su descubrimiento.
5 Para una mayor información sobre estos aspectos recomiendo PIERGIOVANNI, Vito,
Derecho mercantil y tradición romanística entre Medioevo y Edad Moderna. Ejemplo y
consideraciones. En PETIT, C., (Editor) Op. Cit. 70-90.
49
que le da nombre-. Tenemos el Visby Sjórat u Ordenanzas marítimas
de Visby. Para el ámbito hispano tenemos las Leyes de Layrón, que son
la versión castellana de los conocidísimos Roles d'Oléron.
Es interesante recordar antes de continuar que estamos ante una
situación peculiar de coincidencia en cuanto a lo geográfico y lo políti
co. Así, tenemos dos islas que jugaron un papel significativo en la nave
gación comercial medieval debido a su ubicación estratégica en sendos
'cruces de caminos", la isla de Oléron en el marco del comercio viníco
la y Gotland respecto a los productos bálticos. De igual manera recordar
que la coincidencia en lo político viene dada al mantenerse durante
mucho tiempo bajo poderes ajenos, ya sean políticos o económicos. Así,
Oléron se mantuvo durante siglos bajo soberanía de los reyes de Ingla
terra en cuanto duques de Aquitania, mientras que Gotland se mantuvo
bajo una efectiva colonización económica alemanohanseática hasta la
ocupación de la isla por los daneses (1361-1645).
Nos vamos a detener ahora un poco más en la segunda de las fuen
tes para concretar algunas cuestiones. Tomamos como referencia la
Corona de Castilla ya que los contactos comerciales españoles con el
ámbito atlántico europeo van a ser realizados mayoritariamente por gen
tes y barcos de la mencionada Corona. Por otra parte, aunque se trata de
un texto de origen extrahispano, va a ser adoptado y adaptado pronta
mente por los marineros castellanos, y será concedido de manera oficial
por el monarca castellano a los nuevos habitantes y pobladores de Sevi
lla -que se dediquen a tales actividades marítimas-, en el Fuero que se
conceda a la ciudad en 1251. Este texto tiene su origen en una recopila
ción de sentencias que al parecer fue mandada hacer por Leonor de
Aquitania, extendiéndose prontamente a Flandes -Jugemens de Damme-,
Inglaterra -Laws of Olyron- y Castilla, en la versión ya mencionada.
Para el caso de texto escandinavo, cierta historiografía -especial
mente la alemana-, ha venido manteniendo que su origen se debe a la
presencia en la isla de Gotland de mercaderes y marineros de origen
germano , mientras que los historiadores de origen escandinavo atem-
Lo cierto es que en el año 1161 se constituye una liga de mercaderes (Hansa) de ori
gen germánico asentados en la ciudad de Visby. Respecto a la denominación de esta
ciudad, aún es frecuente ver escrito "Wisby", forma escrita en alemán y no Visby como
es en sueco.
50
peran tal influencia. Lo que sí parece claro es que este texto sirvió para
mantener una cierta regulación legal de las actividades marítimas reali
zadas en el Báltico.
Podemos observar como la historiografía europea desde el siglo
XVII ha encontrado un motivo de disputa a la hora de dar la primacía
a uno u otro texto en el marco del Derecho marítimo europeo . Ello es
debido a la gran similitud, tanto en forma como en contenido, que pre
sentan ambas fuentes. Pero tantas coincidencias como se han puesto en
relieve no pueden ser únicamente fruto de la casualidad o de los usos
y prácticas consuetudinarios. Parto por ello de la premisa de que se tra
ta del mismo texto. Analicemos un poco las circunstancias y el contex
to que les rodea y permítaseme la osadía de terciar de esta manera en
la polémica.
En los últimos tiempos parece clara la preeminencia del texto fran
cés y su nacimiento en el siglo XII, teniendo una posterior expansión
por la fachada atlántica europea -esto en lo referido a los tres textos
reconocidos unánimemente de una misma procedencia-. Por lo tanto,
si el Visby Sjórat tiene un origen escandinavo y es anterior a los Roles
d'Oléron. sería lógico pensar que fue la presencia de gentes proce
dentes del norte las que "informaron" del mismo a sus colegas -mari
neros y comerciantes-, del resto de la fachada atlántica de Europa. El
problema sería que con anterioridad a la primera mitad del siglo XII,
también lo sería al de la fecha de fundación legal de la Hansa. Casi con
total seguridad, también lo sería respecto a las actividades comerciales
por vía marítima de la costa sur del Báltico. Esas circunstancias, en un
texto que refleja ya cierta madurez en las actividades marítimas, hacen
que mantengamos ciertas dudas.
Descartado este origen germánico directo, para mantener un ori
gen autóctono -báltico- tendríamos que remontarnos a una tradición
legal más antigua, de base normanda. En el caso de ser este el origen
y los Roles fueran adaptación de los mismos, la contradicción sería
manifiesta ya que el texto escandinavo tendría una base legislativa con
suetudinaria -no parece que los normandos tengan tribunales maríti-
Si se quiere una breve síntesis de esta disputa, CASARIEGO, J. E., Historia del Dere
cho y de las instituciones marítimas del mundo hispánico peninsular, Madrid, 1947.
125-135.
51
mos-, mientras que el texto francés -y por ello los textos que de él
derivan-, tiene una base procesal . Por si fuera poco, las tradiciones
normandas, incluso las jurídicas, parecen ceñirse más a un nivel rudi
mentario de transmisión oral.
Con todo ello, no mediante posibilidades, sino mediante imposi
bilidades, parece claro que el texto escandinavo sería posterior al siglo
XII e introducido por los marineros hanseáticos en contacto con la tra
dición legal surgida del comercio practicado entre Francia, Flandes,
Inglaterra y Castilla. Por estas circunstancias pienso que no sería des
cabellado pensar que el texto sueco podría derivar del francés, y que
tuviéramos una única fuente de Derecho marítimo para la fachada
atlántica europea, desde Estocolmo hasta Sevilla. La idea es sugerente
y únicamente profundizando en el estudio de la documentación podrí
amos ver si tal situación se ha dado.
Lo que es indiscutible es que los mercaderes y marineros de dos
barcos, uno que partiese de Sevilla y otro de Visby, que derrotasen
hacia Brujas o Londres, para allí proceder a intercambios comerciales,
saben que vayan donde vayan a tener un marco de referencia común
52
a la hora de solucionar las posibles disputas y circunstancias adversas
que se planteen durante la navegación, ya sean referidas a asuntos
meramente económicos (el tipo de contrato de navegación), sociales
(las garantías para los marineros y sus familias), de navegación (el
papel de los prácticos, la responsabilidad en las colisiones) o comer
ciales (las consultas a los mercaderes en caso de tener que arrojar mer
cancías debido a la posibilidad de naufragio), etc.
CONCLUSIÓN
53
BIBLIOGRAFÍA
1. Economía y comercio
2. Derecho
5. Otros
55
GWYN, J., A History of the Vikings, Hong-Kong, 1984.
MOLLAT DU JOURDIN, M., Europa y el Mar. Barcelona, 1993-
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OLIVEIRA MARQUES, A. H., Hansa e Portugal na Idade Media, Lisboa, 1959-
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RAMIREZ DE VILLA-URRUTIA, W., Cristina de Suecia, Madrid, 1933-
WERTHEIMER, Oscar von, La Reina Cristina de Suecia, Barcelona, 1937.
56
Defensa costera y comercio marítimo en Galicia
a fines de la Edad Media. Las fortalezas reales
de Bayona de Miñor, la Coruña y Vivero en el
reinado de los Reyes Católicos (1457-1516)
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
57
Los monarcas llegaron incluso a desplazarse hasta estas tierras con el
fin de ejecutar y sancionar sus propias decisiones, que comprendieron
desde el envío de oficiales regios con amplias capacidades, hasta la eje
cución de nobles levantiscos, el derribo de fortalezas o la confiscación
de bienes, rentas y cargos . En el fondo de todo ello latía la firme volun
tad de reforzar los fundamentos del poder regio y el deseo de resta
blecer el equilibrio de fuerzas dentro de la región.
Partiendo de un plantemiento restringido al ámbito de las villas de
realengo de la costa gallega, la correlación entre el puerto y la fortaleza
real es una cuestión que permite penetrar en un importante aspecto de la
política monárquica en relación con la protección del comercio marítimo
y la defensa costera. En este sentido, la línea de actuación de los Reyes
Católicos se basó en la combinación de medidas políticas y militares. Por
un lado, las tareas de pacificación se proyectaron en estos núcleos a tra
vés del nombramiento de alcaides que simultanearon el oficio con otros
de mayor rango administrativo y jurisdiccional. Además, la Corona invirtió
bastante dinero en el abastecimiento y puesta a punto de las construccio
nes militares. Con esta estrategia los monarcas perseguían la estabilización
de la zona, y, concretamente, la de los puntos clave; pero también, pre
tendían reforzar la imagen de los puertos de realengo gallegos, más segu
ros y con mejores posibilidades de defensa frente a eventuales peligros .
Para ampliar estas cuestiones consúltense las obras de José GARCÍA ORO, Galicia en
la Baja Edad Media. Iglesia, Señorío y Nobleza, Santiago de Compostela, 1977, y del
mismo autor La nobleza gallega en la Baja Edad Media. I. Las casas nobles y sus rela
ciones estamentales, Santiago de Compostela, 1981.
Consideraciones más amplias sobre la aplicación de este tipo de medidas en Ms Con
cepción CASTRILLO LLAMAS, La Tenencia de fortalezas en la Corona de Castilla
durante la Baja Edad Media (Relaciones de poder entre monarquía, nobleza y ciuda
des. Siglos XIIL-XV), Madrid, Universidad Complutense, Tesis Doctoral Inédita, 1997, 3
vols.; y de la misma autora “Las fortalezas, instrumentos de poder al servicio de la ins
titución monárquica en la Castilla bajomedieval”, Actas XV Asamblea de la Sociedad
Española de Estudios Medievales. La Fortaleza Medieval. Realidad y símbolo, eds. J. A.
Barrio Barrio y J. V. Cabezudo Pliego, Murcia, 1998, pp. 177-197. El caso de las ciuda
des extremeñas, similar al gallego, ha sido estudiado recientemente por Ma Concepción
QUINTANILLA RASO y Ma Concepción CASTRILLO LLAMAS, “La tenencia de fortalezas
en la frontera castellano-portuguesa. Relaciones de poder en la Extremadura del siglo
XV”, IIJornadas sobre las Coronas de Castilla y Portugal durante la Edad Media (Cáce-
res 10/11 Diciembre 1997), U. Cáceres, (en prensa).
58
EL PROTAGONISMO MILITAR DE LAS PLAZAS COSTERAS GAT.T.FGAS
A FINES DE LA EDAD MEDIA
59
Bayona de Miñor fue durante toda la Baja Edad Media una de las
principales villas fortificadas de la costa gallega y de la frontera caste
llano-lusa. La población disponía de un recinto amurallado con alme
nas y torres de planta cuadrada . Su primitiva fortaleza, arrasada por
Almanzor, fue reconstruida bajo Alfonso V de León. En 1337, en pleno
fragor de los enfrentamientos fronterizos con Portugal, Alfonso XI man
dó edificar la llamada Torre del Príncipe, para garantizar una mejor
defensa de la plaza, continuamente hostigada por los ataques enemi
gos. Las fortificaciones de Bayona se ampliaron cuando en 1474 don
Pedro de Sotomayor, gran seguidor del partido de Alfonso V de Portu
gal, se apoderó de ella y en lo alto de sus murallas hizo construir una
casa para su alojamiento. Entre fines del siglo XV y comienzos del XVI
se siguen levantando nuevas torres y elementos defensivos, como pro
ducto de la reorganización de la nueva Bayona auspiciada por los
Reyes Católicos. Los monarcas, conscientes de las enormes posibilida
des que encerraba desde el punto de vista comercial, trataron de impul
sar el desarrollo de esta población, y para ello no dudaron en otorgar
numerosos privilegios a sus vecinos y moradores .
La Coruña contaba con un recinto amurallado y una fortaleza de
buenas dimensiones. Las murallas coruñesas datan de la época de
Alfonso IX, aunque durante el período bajomedieval apenas experi
mentaron variaciones significativas. Solamente tras el ataque de Francis
Drake en 1589 el perímetro se ampliará y renovará profundamente, al
quedar patente su vulnerabilidad . La estructura medieval no era de
muy buena calidad. La construcción de mampostería era vieja y mala,
y el emplazamiento rocoso sobre el que se asentaba dificultaba la ins
talación de piezas de artillería para su defensa. Las 18 cortinas del muro
eran estrechas y altas, lo que entorpecía el movimiento de las tropas.
60
En un extremo del recinto se encontraba el castillo, sobre una expla
nada que se asomaba al puerto, donde hoy se encuentra el jardín de
San Carlos. El recinto constaba de 17 torreones
9
semicirculares, más
otros seis correspondientes a la fortaleza . Se ingresaba en el interior a
través de una única puerta, aunque en el siglo XV se constata la exis
tencia de otras dos de menor envergadura y carácter secundario. El
mantenimiento y defensa de la muralla era responsabilidad del conce
jo, al que correspondía arbitrar las cantidades para la financiación de
estas labores . Según se ha indicado más arriba, el castillo regio se
situaba en un extremo del recinto amurallado, emplazamiento que res
pondía a su eminente función defensiva. La posición estratégica de la
fortaleza, desde la que se divisaba gran parte de la bahía coruñesa, faci
litaba las labores de vigilancia y protección, pues desde sus torres podí
an avistarse los barcos que se aproximaban al puerto. La construcción
del edificio debió iniciarse durante el siglo XIII, aunque con el tiempo
sufrió algunas transformaciones importantes. Investigaciones recientes
permiten conocer con bastante aproximación la apariencia del castillo
de La Coruña a fines de la Edad Media. El edificio presentaba una plan
ta poligonal, con esquinas rematadas en torres, tres de ellas situadas
hacia el mar abierto, dos hacia el puerto, y una hacia el norte. Los para
mentos eran de sillería de granito, con troneras adecuadas para el uso
de las nuevas armas de tiro. El perímetro de la fortaleza lo constituía
una línea de doble muralla rematada en almenas pentagonales, y de
cierta altura para entorpecer la escalada. La fortaleza disponía de un
camino de ronda o adarve, así como de un foso en su parte externa.
En el interior se distribuían varias cámaras de aposentamiento para el
alcaide y la guarnición, así como para el almacenamiento de bastimen
tos y armas. El acceso hacia la villa se hacía mediante puertas, portillos
y poternas de diverso tamaño . Sin embargo, la vieja fortaleza medie-
9 José Ramón SORALUCE BLOND, Castillos y fortificaciones de Galicia .... ob. cit. pp.
29-31; F. ESTRADA GALLARDO, “Datos para la confección de un atlas histórico de La
Coruña”, Revista, 5-6, La Coruña (1969-1970), pp. 37-66, y C. VAAMONDE LORES, “Las
puertas de mar de la ciudad de La Coruña”, B(oletín) (de la) R(eal) A(cademia) G(alle-
ga), V, La Coruña (1911-1912), pp. 271-278 y 291-300.
10 Dolores BARRAL RIVADULLA, La Coruña en los siglos XIII alXV..., ob. cit. p. 89-92.
" Ibidem, pp. 140-146.
61
val entró en franca decadencia a comienzos del siglo XVI, sobre todo
después de que en 1520, con motivo de la visita de Carlos I a la ciu
dad, se dispusiera la construcción de un fuerte en la isla de San Antón .
Con esta nueva edificación se iniciaba un programa de obras de forti
ficación encaminado a reforzar el sistema defensivo del puerto. El pro
yecto consistía en la creación de una red de baterías, fortines y casti
llos que, junto con las murallas, permitirían hacer frente a cualquier ata
que naval .
De los tres puertos realengos objeto de estudio en estas páginas,
el de Vivero presentaba la estructura defensiva menos sólida. La fábri
ca de las antiguas murallas medievales debió ser de cantería irregular
con adarves y almenas en el muro, rematada por varios torreones. Sin
embargo, el elemento que mejor caracterizó a Vivero durante la Baja
Edad Media fue el puente de acceso a la villa, de factura gótica y doce
ojos, bajo el que transitaban embarcaciones de medio porte. Sobre el
puente se erigió la denominada puerta del puente, con carácter militar
y un marcado carácter ornamental .
2 José Ramón SORALUCE BLOND, Castillos yfortificaciones de Galicia ob. cit. p. 33
13 José Ramón SORALUCE BLOND, O castelo de San Antón, La Coruña, 1984, p. 13.
14
José Ramón SORALUCE BLOND, Castillos y fortificaciones de Galicia ob. cit. pp.
113-114.
Una visión general sobre el aparato militar castellano en Miguel Ángel LADERO QUE-
SADA, “La organización militar de la Corona de Castilla en la Baja Edad Media”, Casti
llos Medievales del Reino de León, Hullera Vasco-Leonesa, 1989, pp. 11-34.
62
de víveres y armamento . Esta actuación se intensificó a partir de los
años ochenta del siglo XV, coincidiendo con la reanudación de las cam
pañas militares para la conquista del reino nazarita de Granada. Ello
exigió un enorme esfuerzo económico, pero también un gran desplie
gue de medios humanos y materiales . Los ecos de esta política llega
ron hasta las villas y ciudades realengas de la costa gallega. Las mejo
ras llevadas a cabo por los Reyes Católicos en estas plazas se centraron
en la consolidación de las estructuras arquitectónicas y en el abasteci
miento de las guarniciones. Con ello perseguían garantizar la seguridad
de los puertos, expuestos no sólo a los inconvenientes de la piratería o
a la avidez nobiliaria, sino también a los ataques navales procedentes
de potencias extranjeras enemigas, como lo era Francia en aquellos
años.
Entre las primeras medidas adoptadas por los monarcas cabe desta
car el incremento sustancial de las tenencias de los alcaides, es decir, de
los estipendios que estos oficiales percibían para hacer frente a los gas
tos derivados del mantenimiento de las fortalezas en estado de defensa.
En los tres casos estudiados se observa la misma tendencia al alza. Así,
la asignación correspondiente a La Coruña experimentó varias fluctua
ciones significativas: en 1462 ascendía a 8.000 mrs. anuales ; entre 1477
y 1478 se hallaba cifrada en 100.000 mrs., de los que 50.000 mrs. corres
pondían a la tenencia y el resto a la ayuda de costa que la Corona otor-
19
gaba al alcaide ; por último, desde 1478 su cuantía se fijó definitivamente
en 120.000 mrs. anuales situados en varias rentas de la ciudad de La
63
20
Coruña . Este ascenso tan espectacular coincidió con la recuperación de
La Coruña como enclave militar y portuario de primera línea.
La tenencia de Bayona de Miño fue una de las más elevadas del rei
no. En 1477 Isabel la Católica ordenó a sus contadores mayores el libra
miento de 300.000 mrs. anuales por este concepto a favor del alcaide de
la fortaleza . Sin embargo, el pago de esta suma debió ser problemático,
ya que en marzo de 1483 se adeudaban al tenente de Bayona 600.000 mrs.
22
correspondientes a los años 1481 y 1482 . Sorprendentemente, el mismo
año la cuantía correspondiente a Bayona de Miñor se rebajó considera
blemente, quedando establecida en lo sucesivo en 100.000 mrs. anuales .
Estas variaciones se explican por la estratégica posición de la villa y su for
taleza, situadas en primera línea de la frontera castellano-lusa, así como por
las especiales circunstancias vividas en el reino de Galicia durante el últi
mo cuarto del siglo XV. La monarquía, consciente del valor militar de la
plaza, no dudó en desviar una importante suma al pago de su tenencia.
Sin embargo, cuando la situación político-social se normalizó en la Coro
na de Castilla a raíz de la firma de la paz de Alcazobas, Bayona ya no cons
tituía un objetivo militar susceptible de caer en manos portuguesas o en
poder de algún noble gallego. A partir de entonces se tratará de aprove
char su excelente dimensión geopolítica, así como de afianzar el protago-
A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 372, s. fol., 1478-Agosto-13-Sevilla. También en A.G.S.,
E.M.R., T.F., Leg. 2, s. fol., 1478, agosto, 13. Sevilla.
21 “Yo la Reyna, fago saber a vos los mis contadores mayores que mi merced e voluntad
es que toban de Sandoval, mi criado, tenga por mi en quanto mi merced e voluntadfue
re la fortaleza déla villa de Vayona de Minno, e que aya e tenga de mi en tenencia cada
un anno con la dicha fortaleza trezientas mili maravedíes ... e gelas libredes desde pri
mero dia del mes de setienbre del anno que paso de mili e quatrofientos e setenta e siete
annos que le fue entregada por Gonzalo de Rio, hermano del comendador Banba, que
la primeramente tenia ...” A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 371, s. fol., 1479, junio, 2. Tru-
jillo, va inserto.
22 A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 371, s. fol., 1483, marzo, 17. Madrid. El alcaide de Bayo
na dirigió una carta de suplicación a los contadores mayores para que hiciesen efectivo
el pago de esta suma, A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 371, s. fol., 1483, junio, 30. Madrid.
El libramiento se produjo casi de inmediato, según se expresa en la carta de finiquito
otorgada por el propio tenente, A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 371, s. fol., 1483, junio,
30. Madrid.
23 A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 371, s. fol., 1483, marzo, 17. Madrid.
64
nismo de este sector de la costa gallega en el ámbito de los intercambios
comerciales con el norte de Europa, y posteriormente con América.
El caso de Vivero también presenta algunas particularidades intere
santes. En 1480 la tenencia de esta fortaleza se cifraba en 150.000 mrs.
anuales , a los que en 1482 se unieron otros 100.000 mrs. más en con
cepto de ayuda de costa para el alcaide . En total, el titular de la alcaidía
de Vivero percibía 250.000 mrs., cantidad que permaneció casi inalterable
hasta fines del siglo XV . Sin embargo, la razón por la que esta cuantía
fue tan elevada debe buscarse, no tanto en la importancia de la plaza des
de el punto de vista defensivo, como en el hecho de que el tenente de la
misma entre 1480 y 1499 fue don Enrique Enríquez, mayordomo mayor
del rey y miembro del Consejo. Cuando este personaje dejó la alcaidía de
Vivero por orden regia fue recompensado con una sustanciosa merced de
377.000 mrs. de por vida en las rentas de la villa de Baza. Su relevo al
frente de este cargo coincidió también con la rebaja de la tenencia que a
partir de entonces pasó a ser de 60.000 mrs. anuales ; a esta cuantía se le
aplicaba, además, la reducción de una cuarta parte, según consta en las
nóminas generales del reino referidas a las tenencias de Castilla.
En términos generales, las tenencias asignadas a los alcaides de
estas fortalezas reflejaban a escala regional la tendencia general que se
apreciaba en el resto del territorio. Al comienzo del reinado de los
Reyes Católicos experimentaron un incremento sustancial, llegando a
situarse en algunos casos entre las más elevadas del reino. Las razones
de estos aumentos fueron diversas. En el caso de La Coruña y Bayona
la importancia geopolítica de los enclaves puede explicar la existencia
de asignaciones tan sustanciosas, que luego se estabilizaron o rebaja
ron al normalizarse la situación política. En el caso de Vivero el rango
social de los tenentes de la fortaleza parece haber determinado la drás
tica variación de la cuantía en un corto espacio de tiempo.
A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 377, s. fot, 1480, enero, 13.
25 A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 377, s. fol., 1482, agosto, 13.
Así se aprecia en varias cartas de libramiento de la época: A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F.,
Leg. 377, s. fol., 1485, febrero, 20; A.G.S., E.M.R., T.F., Leg. 1, s. fol., 1493 y A.G.S.,
E.M.R., T.F., Leg. 5, s. fol., 1491-1498.
27 A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F, Leg. 377, s.fol, 1499, abril, 28. Madrid. A.G.S., E.M.R., T.F.,
Leg. 5, s.fol., 1499, abril, 28. Madrid.
65
La conservación y mantenimiento de las fortalezas del reino fue un
aspecto prioritario en la política militar de los Reyes Católicos. Las villas
costeras gallegas se beneficiaron también de estas iniciativas, aunque el
balance final resultó muy desigual en cada caso. Uno de los ejemplos
mejor conocidos es el de la fortaleza de La Coruña, que durante el año
1476 fue objeto de diversas obras de reparación, coincidiendo con la
situación de acoso a que la sometía el conde de Benavente, don Rodri
go Alfonso Pimentel. En aquel entonces, el comendador de Bamba, frey
Arias de Río, mantenía en tercería el castillo por orden regia, mientras
se resolvía el contencioso entre la ciudad, el noble y la Corona. La rela
ción de gastos conservada permite conocer el carácter de las labores
ejecutadas . En primer lugar, se realizaron trabajos de reparación y con
solidación. Éstos afectaron sobre todo a estructuras defensivas como el
adarve o camino de ronda, el petril, las almenas y la barrera. Se cerra
ron tres ventanas a cal y canto, con el fin de otorgar a la fachada una
apariencia más maciza y menos expuesta a los ataques con artillería o
a un intento de escalada. Los arreglos afectaron también a las escaleras
y techumbres de varias torres, hasta donde fue necesario subir sillares
de piedra con un gindaste, especie de polea primitiva. En un segundo
grupo debe encuadrarse la construcción de dependencias auxiliares y
nuevos espacios de habitación; concretamente, se hicieron dos hornos,
más dos cámaras de aposentamiento situadas en la torre del homena
je. También se labró una nueva bóveda en la sala de los bastimentos,
y se instalaron varios maderos para colgar los pertrechos de guerra. Por
último, los puntos de acceso al interior de la fortaleza fueron objeto de
una atención especial. Se construyeron dos puertas levadizas, que segu
ramente indicaban la existencia de un foso alrededor de la fortaleza .
66
Asimismo, se instalaron dos compuertas o contrapuertas, posiblemente
para proteger estas mismas puertas u otras diferentes, pero dotadas de
un complejo mecanismo a juzgar por su elevado coste, 5.200 y 4.060
mrs. respectivamente, y por el tipo de materiales que se emplearon
para su construcción . En el baluarte de la fortaleza también se instaló
una puerta nueva con dos cerraduras. El resto de las puertas fueron
reforzadas con nuevas cerraduras y cerrojos, como ocurrió con la que
comunicaba con el mar, la que conducía a la ciudad, y la que daba
acceso a la despensa. En definitiva, los trabajos afectaron sobre todo a
las partes del castillo más vulnerables o susceptibles de sufrir daños en
caso de cerco o combate. Dado el grado de especialización de estas
obras, fue necesaria la intervención de mano de obra cualificada como
maestros canteros y carpinteros, lo que también explica el alto coste
económico de algunas de las labores realizadas .
En años siguientes prosiguieron las obras en la fortaleza de La
Coruña. En 1491 los Reyes Católicos dieron licencia al alcaide Vasco de
Vivero para realizar nuevos trabajos de reparación, que en esta ocasión
consistieron en labores de limpieza y en la adquisición de nuevas pie
zas de artillería. Cuatro años más tarde se estaba construyendo un nue
vo baluarte cerca del puerto, con el fin de mejorar sus condiciones
32
defensivas, ante la insuficiencia de la fortaleza . Todavía a comienzos
del siglo XVI el castillo seguía cumpliendo un papel crucial en la defen
sa y vigilancia del puerto, como lo demuestra un documento fechado
en 1510, en el que se describen algunas de las competencias del alcai
de en este campo: “e avisara a Su Alteza o al dicho sennor Diego Hur
tado délos que entraren o salieren por el puerto déla dicha gibdad déla
Corunna de quien se pudiere thener sospecha ’ .
. Costo una conpuerta con toda la madera, y aros, y argollas, y dientes de yerro, y
barras de yerro, y la cadena, y clabagón, y gerraduras, y maromas, y torno, ginco mili
e dosyentos maravedís. Costo otra contrapuerta para la otra puerta con el gasto que se
fiso todo quatro mili e sesenta maravedís Ma Dolores BARRAL RIVADULLA, La Coru
ña en los siglos XIIIalXV..., ob. cit. pp. 428-429.
31 Los gastos globales ascendieron a 60.556 mrs.
32 Dolores BARRAL RIVADULLA, La Coruña en los siglos XIII al XV..., ob. cit. pp. 143-144.
33 A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 372, s. fol., 1510, abril, 6. Madrid.
67
Por lo que respecta a Bayona de Miñor se sabe que a raíz del trasla
do de la población a Monterreal se acometió la refortificación de sus defen
sas. Estas labores debían estar bastante avanzadas cuando en 1499 el alcai-
34
de Rodrigo de Collazo tomó posesión de la villa y su fortaleza . Sin embar
go, no mucho después las protestas de los bayoneses y la exigencia de
soluciones de carácter defensivo (reparo de muros y castillo, adquisición
de artillería, envío de una guarnición con carácter permanente al mando
de una persona cualificada) evidenciaban el estado de desprotección en
que se hallaba el lugar . La situación de Vivero no debía ser mucho mejor.
En 1494 los Reyes Católicos ordenaron investigar la legalidad de la prácti
ca llevada a cabo por los vecinos de la localidad de Cordal de Sol, que se
negaban a acudir a velar los muros vivarienses por temor a ser atacados
por los lobos, muy abundantes en la comarca . Para remediar este estado
de inseguridad, los monarcas ordenaron en 1497 a Hernando de Vega,
gobernador del reino de Galicia, que llevase a cabo la fortificación de la
villa, pues se hallaba peligrosamente expuesta a ataques navales . A pesar
de todo, la medida regia no pareció surtir el efecto deseado, pues cuando
en 1499 Alfonso Ordóñez de Villaquirán acudió a tomar posesión de la
tenencia y alcaidía de Vivero se encontró con que los regidores tan sólo
pudieron hacerle entrega de la casa de aposentamiento del concejo, en
que se alojaban los corregidores enviados por la Corona .
A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 371, s. fol., 1499, agosto, 14. Monterreal.
35 José GARCÍA ORO, Galicia en los siglos XIV y XV. II. Galicia urbana, Santiago de
Compostela, 1987, pp. 261-262.
34 A.G.S., R(egistro) G(eneral) (del) S(ello), 1494, julio, s.d. s.L, fol. 202.
37 A.G.S., R.G.S., 1497, marzo, 4. Burgos, fol. 114.
38
"... Edespués desto en la dicha villa de Vivero a diez e ocho dias del mes de Otubre, anno
susodicho de noventa e nueve annos. Estando ayuntados e en consystorio los dichos alcal
des, e regidores, e procurador general, eprocuradores déla dicha villa ... e estando ende
presente el dicho Alfonso Ordonnez de Villaquiran dixeron que eran respondiendo a la
dicha carta de sus altezas, por el presentada, que la obedescían segund dicho avian con la
reverencia devida, e que ellos non tenían fortaleza, nin torres de guardar nin del pleito
omenaje, segund avian ynformado a sus Altezas, salvo un aposentamiento de concejo en
que davanposada a los corregidores quando los tenían, e que los aposentamientos eran del
concejo, e que allyfazian consystorio, e que ella non tenia armas, nin pertrechos, mas que
ellos por conplir el mandamiento de Sus Altezas que se la entregaron luego ese dia, e las lla
ves della. E el dicho Alonso Ordonnez dixo que se dava e dio por entrego délas dichas casas
e torres”, A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 377, s. fol., 1499, octubre, 18. Vivero.
68
Uno de los aspectos más llamativos de la organización interna de
los castillos y fortalezas es el referido a su abastecimiento material. Has
ta fechas muy recientes este asunto solamente había sido estudiado con
cierto detalle para el caso de las fortificaciones andaluzas o de la fron
tera castellano-granadina, sobre las que se conserva una documenta
ción más abundante y precisa. Sin embargo, el hallazgo de varios
inventarios de armas y bastimentos relativos a la fortaleza de La Coru
ña, fechados entre fines del siglo XV y la primera década del siglo XVI,
permite abordar esta cuestión con ciertas garantías. Los memoriales
estudiados son sorprendentemente extensos y prolijos. Generalmente,
aportan sucintas descripciones sobre los objetos inventariados, las can
tidades y medidas en que se compraron, su valor económico, o su uti
lidad inmediata. Todos ellos se elaboraron en momentos especialmen
te. críticos desde el punto de vista político y militar. Así, los dos corres
pondientes a 1476 se realizaron coincidiendo con la confrontación
entre la ciudad de La Coruña y el conde de Benavente. El de 1508 con
tiene una relación de los pertrechos de guerra y provisiones que se
compraron por orden del rey Fernando el Católico para abastecer la
fortaleza durante la represión que el monarca llevó a cabo contra varios
nobles gallegos sublevados. Finalmente, el de 1510 contiene una com
pletísima enumeración del armamento que se custodiaba en el castillo
y que fue entregado, junto con su tenencia, al nuevo alcaide nombra
do por el soberano.
La información que proporcionan los dos inventarios fechados en
1476 se desglosa en los siguientes conceptos:
69
En el memorial fechado el gasto realizado ascendió a 49.021 mrs."’.
y se distribuyó del siguiente modo: trigo (300 toledanos de la mar a
13 500 mrs.), vino de Romanía (4 pipas a 12.000 mrs.), vino tinto (3
toneles que contenían un total de 1.020 azumbres a 5.125 mrs.), 9
bueyes (costaron 5.400 mrs.), tocino (21 piezas a 3.150 mrs.), aba
dejos (100 unidades a 2.000 mrs.), aceite (30 azumbres a 1.066 mrs.),
ajos (10 ristras a 150 mrs.), sal para salazón (2 medidas a 230 mrs.),
sal para otros usos (3 medidas a 350 mrs.), mijo (35 toledanos a
1.050 mrs.), velas de sebo (1.000 unidades a 1.000 mrs.), y leña por
un valor de 4.000 mrs.
70
tas, así como sobre objetos de vajilla y uso diario, y otros utensilios
destinados a la fabricación del pan o a la conservación del vino en
la bodega del castillo. Entre los más significativos destacan: un pipo
te o tonel grande, posiblemente destinado al almacenamiento del
vino, por valor de 60 mrs.; una troje grande o depósito para el tri
go, que costó 2.500 mrs.; una troje pequeña que valió 2.000 mrs.;
diez pipas o barricas para almacenar la carne, el pescado, el mijo y
la harina, cuyo coste se elevó a 1.020 mrs.; dos toneles a 200 mrs.
en total; una pala de hierro, un gancho y un rollo para el horno,
todo lo cual valió 101 mrs.; seis costales o sacos de harpillera que
costaron 600 mrs.; varias arcas nuevas de distintos tamaños destina
das a almacenes y despensas por un valor total de 1.233 mrs.; cin
co bancos que costaron 155 mrs.; una mesa grande con sus bancos,
cuyo precio fue de 180 mrs.; una mesa grande con sus pies, que
valió 150 mrs.; artesas grandes, aparejos, cedazos y otros enseres
para amasar el pan, que valieron 600 mrs.; 13 sillas a 230 mrs.; dos
cubos herrados y con asas, que valieron 200 mrs.; una caldera gran
de y un caldero a 720 mrs.; tres asadores por un precio de 105 mrs.;
cinco platos, dos grandes y tres de estaño, que costaron 380 mrs.;
cuatro tajadores, o fuentes grandes en que se trinchaban las viandas,
por un valor de 40 mrs.; seis escudillas, vasijas anchas y semiesféri-
cas para servir caldo y sopa, que costaron 20 mrs.; algunas llaves por
valor de 130 mrs.; diversos enseres para la bodega, por valor de 60
mrs.; una servilla de estaño que costó 120 mrs.; una muela de bar
bero para afilar objetos metálicos por un precio de 120 mrs.; una
silla de asentar un real, que valió 30 mrs.; dos molinos de mano,
que costaron 1.055 mrs.; nueve camas con sus colchones, sábanas y
mantas, costaron 13-500 mrs.; varias camas encajadas de madera
valieron 1.600 mrs.; dos calderos de azofre, costaron 440 mrs.; y dos
linternas a 60 mrs.
71
de Elisa Ferreira Priegue, el batel era una embarcación auxiliar, que
normalmente iba a remolque de la nave principal. Su apariencia
externa era la de una lancha de buen tamaño, con un treu o única
vela cuadra, sin boneta, y que se gobernaba con un timón de codas
te o con un peltre a popa. Es por lo tanto una embarcación que dis
pone de cierta autonomía y que no es un simple accesorio del
navio. Además de sus funciones auxiliares, solía emplearse en los
41
puertos como bote de carga y pasaje . Esto último explica proba
blemente su presencia en la fortaleza de La Coruña.
72
comercial y escasa presencia en la exportación; buena prueba de ello
42
es que su pesca se realizaba libre de impuestos . El vino, adquirido en
grandes cantidades, fue otra de las mercancías básicas con las que se
comerciaba en los puertos gallegos, auténticos centros de exportación,
tanto de la producción local como de la externa. La denominación vino
tinto puede aludir a los vinos autóctonos gallegos, muy abundantes,
dada la extensión del cultivo de la vid en aquellas tierras. En cuanto al
llamado vino de Romanía, es difícil precisar su procedencia. Tal vez
venía de los países de la Corona de Aragón, cuyos caldos eran muy
apreciados por los mercaderes gallegos, o de alguna región de Italia,
pero por el momento no es posible confirmar este punto. En cualquier
caso la bodega de la fortaleza debió sufrir algún tipo de ampliación o
reforma para su almacenamiento, pues en el inventario de 1476 se hace
referencia a la adquisición de varios enseres destinados a esta depen
dencia. Por último, la sal también se hallaba presente en la relación de
víveres adquiridos. Sin duda alguna era un artículo imprescindible para
la conservación y envasado de los alimentos, sobre todo carne y pes
cado, mediante la técnica de salazón.
En 1508 Fernando el Católico ordenó al alcaide de La Coruña
abastecer la fortaleza nuevamente de todo lo necesario para el mante-
43
nimiento de la guarnición . Los artículos adquiridos para el consumo
interno no variaron sustancialmente con respecto a los del memorial de
1476. El trigo (200 toledanos a 13.600 mrs.), el vino (100 cántaras a
7.200 mrs.), el vinagre (200 azumbres a 1.600 mrs.), la carne de buey
por valor de 4.080 mrs., la sal (1 modio a 375 mrs.), y el pescado (85
pescadas saladas a 731 mrs.) seguían siendo la base de la dieta diaria.
En el capítulo de materiales de construcción destaca la compra de una
maroma de cáñamo por valor de 1.625 mrs., una pipa para guardar car
ne en salazón que costó 272 mrs., cuatro hachas y cuatro picos que
valieron 335 mrs., dos maderos por un total de 530 mrs., una sierra a
102 mrs., cinco vigas de robles por valor de 357 mrs., y varias madejas
de bramante que costaron 225 mrs.. A juzgar por el tipo de objetos que
73
se relacionan, las labores realizadas en la fortaleza debieron afectar a la
consolidación de alguna dependencia interna.
Mención especial merece el armamento destinado a la defensa del
castillo coruñés. Los mismos inventarios y memoriales antes aludidos
proporcionan información muy jugosa al respecto. En el inventario
fechado de 1476 las armas recogidas pueden agruparse en los siguien
tes conceptos:
La aljaba era una caja portátil en la que se transportaban las flechas o pasadores; era
ancha y abierta por la parte de arriba, por debajo se estrechaba y pendía de una cuer
da o correa para colgar desde el hombro izquierdo a la cadera derecha.
74
Este elenco armamentístico es importante por varias razones. El
valor global de todas las piezas reseñadas ascendió a un total de 42.850
mrs. Llama la atención la gran importancia que en este momento se
seguía otorgando a la ballesta como instrumento imprescindible desde
el punto de vista defensivo-ofensivo. La artillería, en bastante buen
estado, y las municiones para su funcionamiento también eran desta
can por su abundancia. En definitiva, todavía en esta época se aprecia
la coexistencia entre el armamento tradicional y las armas de fuego,
bastante desarrolladas técnicamente, pero no del todo generalizadas.
En el memorial de 1508 se refieren los gastos realizados en la
adquisición de nuevas municiones y en la puesta a punto de numero
sas piezas de artillería. Los trabajos realizados requirieron en algunos
casos la contratación de personal cualificado, dada su complejidad. Por
ejemplo, dos serradores prepararon los maderos de las cureñas, dispo
sitivos sobre los que se colocaban los cañones; por su trabajo perci
bieron 91 mrs. El porte de los maderos para la fabricación de estos
soportes costó 119 mrs. El arreglo de los caños de 11 espingardas supu
so un gasto de 374 mrs. La perforación de un servidor de las lombar
das gruesas valió 265 mrs. También se requirieron los servicios de un
ballestero, al que se encomendó la fabricación de 18 cuerdas para
ballestas, el aderezo de garruchas y ballestas, y el arreglo de tres tor
nos, por lo que cobró 449 mrs. Mención aparte merecen los tres car
pinteros encargados de encabalgar la artillería, dos cañones y dos lom
bardas, y de construir bancos cerca de donde se hallaban asentadas las
distintas bocas de fuego, con el fin de facilitar la libertad de movi
mientos de los tiradores. Su salario fue de 2.372 mrs. Para el puente
levadizo se compró una maroma de cáñamo de 60 libras de peso que
costó 900 mrs., y 1 cadena de 20 libras de peso, por valor de 320 mrs.
Este detalle revela el refuerzo al que se sometió a la principal puerta
de acceso al castillo, rodeado a su vez por un foso. En el capítulo de
armamento y municiones cabe destacar la fuerte inversión que se rea
lizó en la adquisición de pólvora, nada menos que 5.800 mrs. costaron
el quintal y medio y las 2'5 libras de pólvora destinadas a las lombar
das; asimismo, las 26 libras de pólvora de las espingardas valieron 1.098
mrs. Se compró 1 quintal de plomo, posiblemente para la fabricación
de algún tipo de proyectil, por valor de 750 mrs. Por último, es preci
so referirse a la adquisición de otros pertrechos de guerra y materiales
75
entre los que destacan: 30 lanzas; 2 servidores; 40 viratones y piedras
destinadas a un espingardón; 14 cadenillas, 8 anillas y 3 clavijas para
las cerbatanas; 5 vigas de roble para un gindaste, especie de grúa; 6
carros cargados de madera de aliso para fabricar tacos para la artillería;
varias poleas; y un número impreciso de clavijas, chapas, ruedas y fejes
destinados a los cañones de fuslera, así llamados por estar fabricados
con una aleación de cobre y estaño, en la que la proporción de este
último metal era de un 20 % aproximadamente.
El inventario del año 1510 es sin duda el más completo de todos
los estudiados hasta el momento. Fue realizado con motivo del traspa
so de la tenencia de la fortaleza de La Coruña al nuevo alcaide Fer
nando de Vivero, y ofrece detalles sumamente interesantes acerca de
las distintas dependencias donde se almacenaban las armas, así como
sobre su estado de conservación :
A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 372, s. fol., 1510, abril, 28. La Coruña; también en
A.G.S., E.M.R., T.F, Leg. 2, s. fol., 1510, abril, 28. La Coruña.
46 Se trataba de una lanza o pica cuya moharra llevaba una cuchilla transversal, aguda
por un lado y de forma de media luna por el otro.
47
Era una especie de venablo antiguo cuyo hierro tenía forma ondulada.
76
fuego, municiones y pólvora. Destaca 1 lombarda de buenas dimen
siones; 23 pasavolantes grandes y pequeños; 1 serpentina con pie
de hierro; 222 pellas o proyectiles de hierro; 70 servidores grandes
y pequeños; 17 armas de hierro; 2 curueñas; 26 caballetes de hie
rro; 204 piedras de pasavolantes; 1 lombarda con dos servidores; 40
piedras de lombarda grandes; 4 picos; 2 taladros grandes; 3 pares
de moldes para pasavolantes; 3 atacadores de hierro para espingar
das; 4 palos de hierro, dos grandes y dos pequeños; 30 docenas de
tacos; 13 paveses de barrera; y 2'5 quintales más 2 sacos de pólvo
ra para espingardas. Conviene resaltar que la presencia de estas
armas no fue casual, y debió responder a la necesidad de reforzar
la defensa de la plaza en momentos críticos como los que siguieron
a la muerte de Felipe I el hermoso.
c) Armas ubicadas en los adarves del castillo: en esta parte había una
lombarda gruesa y dos tiros de pólvora de no muy buena calidad.
No se dice si estas piezas de artillería se situaban en el frente de la
fortaleza que daba al mar.
* Sobre esta cuestión véase Rogelio PÉREZ BUSTAMANTE y José Manuel CALDERÓN
ORTEGA, Felipe I. 1506, Falencia, 1995. pp. 185-222.
77
ra para pasavolantes; 76 libras de pólvora gruesa; 1 tinaja; 1 calabri
na para cargar la artillería; 81'5 libras de plomo; 1 cadena de maro
ma para el puente levadizo; 24 lanzas nuevas; 2 pellas grandes; 1
ostaga de Calabria; 1 sierra; 1 serrucho; 3 machados; 15 servidores;
1 garrucha; 7 curueñas; 1 caballete; 4 pellas menores de piedra para
pasavolantes; 4 picos para picar la piedra; 4 atacadores para espin-
49
gardas y 2 barrenas .
78
LA ESTRATEGIA POLÍTICA Y SU INFLUENCIA EN EL DESARROLLO DE
LOS PUERTOS GALLEGOS DE REALENGO
79
gallegos se adentraron en los circuitos comerciales del norte de Euro
pa, y mantuvieron intensas relaciones con comerciantes y puertos
ingleses, franceses o flamencos. También entraron en contacto con la
cuenca mediterránea, aunque su protagonismo fue más discreto que el
de sus coetáneos vascos y cántabros .
Durante los siglos plenomedievales la monarquía leonesa comen
zó a desarrollar un acusado interés por los enclaves costeros. Es
entonces cuando se acomete la repoblación y reorganización de
Bayona, La Coruña y Vivero. Esta actitud tan favorable entró rápida
mente en colisión con los intereses de las sedes episcopales, como
Santiago de Compostela, Tuy o Mondoñedo, que también ejercían sus
poderes y derechos señoriales sobre un nutrido grupo de puertos. Sin
embargo, desde los siglos XIII y XIV Galicia entrará en una fase de
transformaciones determinantes para su futuro papel en el ámbito del
comercio exterior y de los intercambios a nivel peninsular. Por un
lado, la atención de los reyes castellano-leoneses se desplazará hacia
la franja cantábrica. Ello significará la organización y protección de los
puertos, así como el desarrollo de una política de ordenación adua
nera. En el otro extremo, el progresivo afianzamiento del señorío en
tierras gallegas, culminado en tiempos de Enrique II, dejará aislados
a los puertos realengos, condicionando su existencia y desarrollo en
el futuro . Durante el siglo XV dos fenómenos van a determinar la
evolución de estas localidades. En primer lugar, algunos de los puer
tos tradicionales entran en franca decadencia, lo que obliga a buscar
emplazamientos más favorables, generándose un clima de fuerte riva
lidad. En segundo lugar, la población local tiende a desplazarse hacia
la ribera, donde se concentra la mercadería y el armamento naval,
dando como resultado el triunfo de los arrabales frente a los vetustos
recintos medievales .
Sin embargo, no parece que llegaran a los países nórdicos, según indica Elisa FERREI-
RA FRIEGUE, Galicia en el comercio marítimo ob. cit. p. 567. También asevera este
extremo Vicente ALMAZÁN, Gallaecia Scandinavica. Introducción ó estudio das rela-
cións galaico-escandinavicas durante a Idade Media, Vigo, 1986.
% Elisa FERREIRA FRIEGUE, Galicia en el comercio marítimo ob. cit. pp. 72-81.
57 Ibidem, p. 95.
80
Todavía a fines del siglo XV y comienzos del XVI el centro de gra
vedad de estas ciudades se situará a caballo entre el puerto y la fortale
za urbana. El primero era el núcleo vital en torno al que se desenvolvía
la vida social y económica . A su vez, el alcázar o castillo regio, gober
nado por un alcaide y defendido por una guarnición a sueldo, repre
sentaba el poder de la Corona. A fines de esta centuria, la presencia del
tenente de la fortaleza nombrado por el rey en villas y ciudades como
La Comña, Bayona o Vivero, tendrá una proyección fundamentalmente
política y será decisiva tanto para su permanencia dentro del realengo,
como para su desarrollo económico y comercial. Su llegada se acogerá
con una actitud ambigüa. En ocasiones, se le verá con recelo y descon
fianza, pero también podrá ser recibido con mejor semblante en caso de
que la autonomía de estos núcleos peligrara ante las amenazas de la
nobleza gallega o de otros poderes foráneos. El alcance de sus capaci
dades ejecutivas y jurisdiccionales dependerá del desempeño simultá
neo de otros cargos, corregimientos y gobernaciones principalmente,
que le permitirán proyectarse con fuerza a escala local y regional.
En La Coruña el oficio de teedor do castelo se documenta a partir
del siglo XIV, coincidiendo con el afianzamiento del protagonismo mili
tar de la plaza . En 1386 este puesto lo ocupaba seguramente Fernán
Pérez de Andrade o boo, caballero gallego que hizo frente a las tropas
del duque de Lancaster . En tiempos de Enrique IV la alcaidía del cas
tillo coruñés estuvo en manos de personalidades de muy diversa
extracción social. El influyente Gómez Pérez de las Mariñas, señor de
las Mariñas de los Condes y de Santiso la ocupó hasta 1459 . No cabe
duda de que el control sobre la fortaleza constituyó una excelente pla
taforma para cultivar y desarrollar sus intereses en la zona. Posible
mente, entre esta fecha y 1462 fue tenente de La Coruña el maestresa-
58 E. GONZÁLEZ LÓPEZ, Historia del puerto de La Coruña, La Coruña, 1985; JA. PARRI
LLA, Historia del puerto de La Coruña, La Coruña, 1996.
59 José GARCÍA ORO, Galicia en los siglosXLVy XV. 11..., ob. cit. p. 206.
60
P. LÓPEZ DE AYALA, “Crónica de Juan I”, Crónicas de los Reyes de Castilla, II, Madrid,
BAE, 1953, pp. 97-98.
A(rchivo) D(ucal) (de) A(lba), c. 152-7, 1459, agosto, 21. Arévalo. Publicado por José
GARCÍA ORO, Don Fernando de Andrade. Conde de Villalva (1477-1540): estudio his
tórico y colección documental, Santiago de Compostela, 1994, p. 225.
81
la real García de Busto; éste fue reemplazado por el comendador Juan
de Beteta, también alcaide de la fortaleza de Magaña .
Con la llegada de los Reyes Católicos al trono castellano-leonés La
Coruña alcanza uno de sus momentos de máximo apogeo político y mili
tar. En pleno conflicto sucesorio, el conde de Benavente, don Rodrigo
Alfonso Pimentel, exigió a la Corona el cumplimiento de una vieja merced
de la época de Juan II, según la cual le correspondía el señorío sobre la
ciudad y su castillo. Ya en 1465 el noble había intentado hacer efectiva
dicha merced, pero sin demasiado éxito . Los Reyes Católicos, conscien
tes del apoyo que el conde les había prestado y de las graves pérdidas que
éste había sufrido a consecuencia de su derrota y prisión en Baltanás, con
sideraron viable hacer efectiva la petición del de Benavente, otorgándole
además, 4.000.000 mrs. para recompensar los daños y perjuicios sufridos
por mantenerse a su servicio . La decisión regia causó una fuerte conmo
ción en La Coruña, donde el corregidor real y tenente de la fortaleza Pedro
del Castillo, criado de los reyes y su acemilero mayor, fue acorralado en el
interior del edificio. En marzo de 1476 los monarcas ordenaron a los coru
ñeses deponer su actitud, por constituir un grave desacato a su autoridad .
Dada la seriedad del conflicto, los reyes tuvieron que decantarse por una
solución provisional. En marzo de 1476 enviaron a la ciudad en calidad de
corregidor y para tomar posesión de su fortaleza al comendador de Bam
ba, mariscal y miembro del Consejo, frey Arias Gonzalo de Río, con la con
dición de que tuviese el castillo en tercería durante ocho meses, transcu
rridos los cuales facilitaría al conde de Benavente la toma de posesión del
66
señorío de La Coruña . Según este acuerdo, el comendador de Bamba no
podría entregar la plaza ni a los soberanos ni al conde en virtud del jura
mento y pleito homenaje que para ello había prestado; a su vez, don
<2 A.G.S., E.M.R., T.F., Leg. 1, s. fol., 1462, noviembre, 9; y A.G.S., E.M.R., T.F., Leg. 1, s.
fol., 1461-1462.
63 Dolores BARRAL RIVADULLA, La Coruña Medieval, ob. cit., p. 23.
M Hernando DEL PULGAR, Crónica de los Reyes Católicos, I, Madrid, 1940, Cap. LXXI,
p. 249.
’5 José GARCÍA ORO, Galicia en los siglos XIV y XV. II..., ob. cit., p. 213.
“ A.H.N., NOBLEZA, Osuna, Carp. 57, na 19 y Leg. 417, na 221, 1476, mayo, 22. Vallado-
lid. En julio del mismo año el comendador se comprometió a cumplir fielmente el man
dato de los reyes, A.H.N., NOBLEZA, Osuna, Leg. 516', na 3*5 1476, julio, 6. Tordesillas.
82
Rodrigo Alfonso Pimentel podría entrar en la ciudad a partir de enero de
1477. Pero temeroso de que los soberanos se retractaran de lo pactado, el
noble consiguió una provisión a su favor por la que se otorgaba valor de
privilegio en pergamino a todas las mercedes que hubiese recibido en
papel . Sin embargo, las aspiraciones del conde estaban predestinadas al
fracaso. Ni el concejo ni la nobleza local estaban dispuestos a consentir
semejante agravio. Es en este momento cuando entra en escena el caba
llero gallego don Diego de Andrade, al que se nombra capitán e valedor
de La Coruña por espacio de cinco años con un salario anual de 60.000
mrs. . La actuación de este personaje fue crucial. Acantonado en la forta
leza con un nutrido grupo de hombres de armas, y seguramente benefi
ciándose de los extraordinarios recursos que había en su interior, repelió
los ataques del conde de Benavente que, previamente, había recabado el
apoyo de importantes representantes de la nobleza gallega. Sin embargo,
sus esfuerzos no tuvieron el efecto deseado; incluso sufrió el abandono de
algunos de los que le habían prometido apoyo naval, como fue Pedro
Álvarez de Sotomayor, entonces aliado de Alfonso V de Portugal . En la
primavera de 1477 los Reyes Católicos se vieron obligados a intervenir
ordenando el cese de las hostilidades. El 4 de agosto Femando el Católi
co prometió al de Benavente entregarle en el plazo de tres meses otra villa
en enmienda de La Coruña . En realidad, no era más que una excusa para
disolver definitivamente las pretensiones de don Rodrigo Alfonso Pimen
tel sobre la ciudad. La actuación de don Diego de Andrade será recom
pensada por la Corona mediante la concesión del oficio de capitán de La
Coruña, y mediante la promesa de no entregar la tenencia de la fortaleza
a ningún personaje contrario a sus intereses, sino a algún alcaide que vela
se por su casa . No en vano, la fortaleza y el corregimiento de la ciu-
6 A.H.N., NOBLEZA, Osuna, Leg. 417', ne 24?, 1476, diciembre, 4. Toro. También
A.H.N., NOBLEZA, Osuna, Leg. 417*, na 24’, 1476, diciembre, 5. Toro.
M José GARCÍA ORO, Galicia en la Baja Edad Media ob. cit., p. 130.
69 ' '
Emilio GONZALEZ LOPEZ, Historia del puerto ob. cit., pp. 70-71.
° A.H.N., NOBLEZA, Osuna, Leg. 417', nfi 243, 1477, agosto, 4. Medina del Campo.
' A.D.A., c. 85-106, 1477, agosto, 20; y A.D.A., c. 85-40, 1477, agosto, 20. Medina del
Campo. Ambos publicados por José GARCÍA ORO, Don Fernando de Andrade ob.
cit. pp. 234-235.
83
dad ya habían sido puestos en manos del tesorero Fernando de Mázne
los y72 de su hermano, Pedro de Mazuelos, desde el 8 de agosto de
1477 . Paralelamente, la ciudad renovará sus lazos de unión con la
Corona mediante una real cédula de septiembre de 1478 por la que se
promete mantenerla en el realengo para siempre .
A partir de este instante la nómina de alcaides y tenentes de La Coru
ña estará integrada por personajes que gozaron plenamente de la con
fianza regia. Hasta principios de 1478 la custodia del castillo se éneo-
74
mendó al tesorero Fernando de Mazuelos . En agosto de aquel año le
relevó el capitán, contino y miembro del Consejo Vasco de Vivero . Sin
embargo, en 1479 la tenencia de la fortaleza todavía se hallaba en manos
de Pedro de Mazuelos, hermano del tesorero . Las razones por las que
se retrasó el traspaso no han podido precisarse hasta el momento. Vas
co de Vivero compaginó el oficio de alcaide con los corregimientos de
La Coruña y Betanzos . Ambos le fueron prorrogados en 1480, porque
convenía al servicio real y a la pacificación y sosiego de aquellas tierras.
Entre sus capacidades habría que mencionar el ejercicio de la justicia, la
jurisdicción civil y criminal, y llevar a cabo el nombramiento de alcaldes,
alguaciles y lugartenientes; a cambio las villas se obligaban a entregarle
todo lo necesario para su mantenimiento . Ceso en ambos puestos en
79
1482 . En calidad de corregidor y alcaide de La Coruña y Betanzos se le
ve actuar en diversas ocasiones impartiendo justicia y protegiendo las
actividades económicas propias de la comarca .
A.D.A., c. 3-109, 1477, agosto, 8. Medina del Campo. Publicado por ibidem, p. 233.
” Dolores BARRAL RIVADULLA, La Coruña Medieval, ob. cit., pp. 24-26.
74 A.G.S, C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 372, s. fol., 1478, febrero, 13.
75 A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 372, s. fol., 1478, agosto, 13. Sevilla. También A.G.S.,
E.M.R., T.F., Leg. 2, s. fol., 1478, agosto, 13. Sevilla.
76 A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 372, s. fol., 1479, julio, 3.
A.G.S., R.G.S., 1478, julio, 20. Sevilla y Marvin LUNENFELD, Los corregidores de Isa
bel la Católica, Barcelona, 1989, p. 212.
A.G.S., R.G.S., 1480, marzo, 11. Toledo, fols. 9 y 10.
79 Marvin LUNENFELD, Los corregidores ..., ob. cit. p. 212.
80 Por ejemplo, en 1480 se le ordenó realizar una pesquisa contra Diego de Andrade y
su esposa, María de las Mariñas, a los que se acusaba de cargar y descargar ilegalmente
84
Vasco de Vivero se mantuvo al frente de la alcaidía de La Coruña
hasta el año 1503, fecha en la que renunció a este puesto en favor de
su hijo Fernando de Vivero con la aquiescencia regia . El nuevo tenen-
te de la fortaleza presenciará, entre otros acontecimientos, la llegada
de Felipe I y la reina doña Juana a la ciudad gallega el 26 de abril de
1506. Allí permanecerán una larga temporada antes de entrevistarse
con Fernando el Católico, y allí, el 30 de abril del mismo año, Fer
nando de Andrade, regidor de la ciudad y héroe de las guerras de Ita
lia, les tomará juramento de guardar los privilegios de la villa y man
tenerla en la Corona real . Vivero debió mostrar muy pronto su adhe
sión a la causa del nuevo rey de Castilla, pues de otro modo no se
explica su sustitución temporal en octubre de 1507 por el gobernador
del reino de Galicia don Diego de Rojas . Esta medida se encuadraba
dentro de la estrategia pacificadora emprendida por Fernando el Cató
lico al hacerse cargo de nuevo del gobierno de los reinos de Castilla.
Tras la muerte de su yerno Felipe I y ante la incapacidad mental de la
reina Juana para gobenar, numerosos nobles, descontentos con la
situación política, aprovecharon el vacío de poder para rebelarse. En
Galicia la cabeza visible del movimiento fue el poderosísimo conde de
Lemos, que no tardó en apoderarse de la fortaleza de Ponferrada. El
nombramiento del gobernador Rojas no fue casual. Se trataba del
máximo representante de la autoridad regia en el reino de Galicia, y
por lo tanto la decisión de nombrarle alcaide de La Coruña era muy
85
oportuna84. Esta plaza no sólo era el principal bastión realengo en la
región, sino que también gozaba de una posición estratégica muy ven
tajosa desde el punto de vista militar y político. Todo esto lleva a pen
sar que durante los años en que Fernando de Aragón llevó a cabo la
represión de la nobleza gallega, la ciudad, con su puerto y su fortale
za se convirtieron en el principal centro de operaciones de la monar
quía en aquellas tierras.
En abril de 1510 Fernando de Vivero volvió a hacerse cargo de la
tenencia y alcaidía de La Coruña . al frente de la cual permaneció has
ta 1514 año de su muerte. A partir de esta fecha se produjo un hecho
insólito. Su padre, Vasco de Vivero, vecino de la ciudad de Lugo, y
alcaide y corregidor de La Coruña en los primeros años del reinado de
Isabel y Fernando, vuelve a ser nombrado para este puesto . En él se
mantendrá por poco tiempo, pues en agosto del mismo año la reina
doña Juana hizo merced del mismo a su nieto Gonzalo Pérez de Vive
ro, su nieto e hijo del doctor Palacios Rubios, miembro del Consejo .
Los alcaides de Bayona comienzan a estar bien documentados a
partir del último tercio del siglo XV. Los difíciles años de la guerra de
sucesión castellano-lusa van a ser cruciales para esta villa fuerte. En
septiembre de 1477 accede a la tenencia de Bayona de Miñor don Juan
de Sandoval, vasallo y criado de la reina, en sustitución de don Gon-
88
zalo de Río, hermano del comendador Bamba . Compaginó el cargo
89
con el corregimiento del obispado de Tuy a partir de 1478 . Hasta su
muerte, acaecida en 1484, Sandoval participará de lleno en las tareas
de pacificación de aquella comarca, una de las más afectadas por las
86
guerras intestinas gallegas. Su actuación fue decisiva para poner en
marcha los planes que la monarquía tenía reservados para impulsar la
nueva Bayona. Éstos comenzaron a hacerse realidad con el adveni
miento del nuevo tenente, don Diego López de Haro, gobernador y jus-
90
ticia mayor del reino de Galicia . Se trataba de un funcionario al servi
cio de la Corona en tierras gallegas en el que se podía confiar plena
mente. Los reyes le encomendaron la organización de la nueva pobla
ción. A partir de 1490 el gobernador realizó estimaciones previas sobre
el terreno; según sus cálculos lo más aconsejable era crear un puerto
franco y un asentamiento con 300 vecinos. Sin embargo, dificultades
de carácter económico y jurisdiccional retrasaron el desarrollo de los
planes. En torno a 1497 el proyecto de Bayona entra en una fase de
reactivación. Las poblaciones realengas situadas en los alrededores se
quejaban de indefensión y dispersión, y exigían en consecuencia la cre
ación de una cabeza de jurisdicción capaz de aglutinarlas y de propor
cionarles una protección eficaz. Esta petición condujo a la creación de
la nueva Bayona, un asentamiento con 200 vecinos y régimen de puer
to franco. En febrero de aquel año la Corona sancionaba la nueva fun
dación y le concedía todos los privilegios y exenciones pertinentes. En
lo sucesivo se procedió a la construcción de un nuevo muelle para el
puerto y a la reparación de la fortaleza, desde la que se esperaba com
batir las actividades de piratería tan frecuentes en aquella costa, y hacer
91
frente a cualquier ataque procedente de la enemiga Francia . Hacia
1499 las obras de fortificación de Monterreal, como se denominó al
nuevo emplazamiento, debían estar avanzadas, según se indica en el
acto de entrega y toma de posesión de la fortaleza protagonizado por
García Méndez de Sotomayor, lugarteniente del gobernador, y Rodrigo
de Collazo, procurador y alcaide en nombre del nuevo gobernador de
Galicia, don Hernando de Vega, al que se había hecho merced de la
tenencia .
A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 372, s. fol., 1484, diciembre, 23. Sevilla.
91 José GARCÍA ORO, Galicia en los siglos XIV y XV. IIob. cit. pp. 256-258.
92 El nombramiento de Hernando de Vega en A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 371, s. fol.,
1499, abril, 17. Madrid. También en A.G.S., E.M.R., T.F., Leg. 2, s. fol., 1499, abril, 17.
Madrid. En cuanto al acto de entrega y toma de posesión véase A.G.S., C.S., 2a Serie,
T.F., Leg. 371, s. fol., 1499, agosto, 14. Monterreal.
87
La importancia que los Reyes Católicos otorgaron al enclave por
tuario de Vivero queda sobradamente demostrada por la identidad de
los alcaides que nombraron. En 1480 don Enrique Enríquez, mayordo
mo mayor del rey y miembro del Consejo, era el titular de esta tenen
cia . Se trataba de un personaje estrechamente vinculado a la Corte y
a la persona regia. Había participado en la campaña militar para la ren
dición de la fortaleza de Ponferrada, de la que fue alcaide durante un
94
breve espacio de tiempo . Por tanto, su elección como alcaide de Vive
ro no fue casual. La Corona vio en él un individuo leal y fiel a los pos
tulados de la Corona, capaz de representar su autoridad e intereses en
una plaza caracterizada por un intenso tráfico comercial, basado en la
exportación de mercado y madera, y con una pujante comunidad de
mercaderes. Su sucesor en el cargo desde 1499 fue Alfonso Ordóñez de
95
Villaquirán, contino real y regidor de Zamora . Aunque era un indivi
duo menos encumbrado socialmente, su perfil se adaptaba bien al car
go. En 1515, siguiendo la norma habitual en aquellos tiempos, renun
ció al oficio en favor de su hijo, Pedro Ordóñez de Villaquirán, también
regidor de Zamora .
Los criterios que primaron a la hora de designar a estos alcaides
variaron con el tiempo y las circunstancias. Durante los años de la paci
ficación los Reyes Católicos escogieron fundamentalmente a personajes
pertenecientes al círculo de servidores de la monarquía; gentes que dis
ponían de una larga experiencia y que conocían a la perfección el fun
cionamiento del aparato gubernativo a través del desempeño de oficios
en la hacienda regia (tesoreros), en la administración territorial y judi
cial (gobernadores y justicias mayores) o en el ámbito militar (capita
nes). El desempeño simultáneo de la alcaidía de la fortaleza y del corre
gimiento de la villa fue un fenómeno muy extendido en tiempos de los
Reyes Católicos. Con ello se pretendía reforzar la presencia de la auto-
A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 377, s. fol., 1480, enero. 13.
94 -
José GARCIA ORO, La nobleza gallega en la Baja Edad Media ob. cit. pp. 312
313 y 315.
95 A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 377, s. fol., 1499, abril, 28. Madrid. También A.G.S.,
E.M.R., T.F., Leg. 5, s. fol., 1499, abril, 28. Madrid. En 1506 Felipe I le confirmó el ofi
cio, A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 377, s. fol., 1506, septiembre, 14, Burgos.
96 A.G.S., C.S., 2a Serie, T.F., Leg. 377, s. fol., 1515, julio, 20. Burgos.
88
ridad regia en aquellos lugares donde se hallaba en entredicho; sin
embargo, esta tendencia cesó en el momento en que se restauró el
equilibrio de la situación. La confluencia de los oficios de alcaide y
gobernador del reino de97 Galicia en una misma persona obedeció siem-
pre a razones políticas . Todos los ejemplos estudiados coincidieron
con momentos de alta tensión bélica o con un período de reorganiza
ción interna de alguna villa. Bajo estas excepcionales circunstancias
siempre resultaba aconsejable confiar la guarda de las fortalezas coste
ras a las personas que ejercían la máxima autoridad en nombre del rey
en aquella región; de ese modo no sólo se garantizaba la defensa del
territorio, sino también, en el caso de las villas realengas gallegas, la
supervivencia de sus actividades económicas básicas.
Casi todos estos alcaides mantuvieron una presencia continuada
en la escena política gallega. Algunos lo hicieron a nivel local, como
Fernando de Vivero, que fue vecino y regidor de la ciudad de La Coru
ña. Otros, como Hernando de Vega, desarrollaron una intensa actividad
al servicio de la Corona en aquellas tierras, acapararon varias alcaidías,
y se hicieron cargo de la tenencia de fortalezas nobiliarias confiscadas
98
por orden regia . Con el tiempo esta circunstancia les permitió disfru
tar del cargo a título vitalicio, para después vincularlo hereditariamen
te a sus familias. Según se ha podido ver, una de las consecuencias más
significativas de este fenómeno consistió en renunciar al cargo en vida
para después traspasarlo a algún descendiente directo .
89
Un portulano español del norte de Europa
Luisa Martín-Merás
MUSEO NAVAL DE MADRID
91
das del libro está bastante bien conservada, la zona central correspon
diente al lomo está deteriorada hasta el punto de presentar un desga
rro en la parte superior donde había una leyenda de la que sólo se pue
de leer “esto tenemos. Por. (ver)dadero...” que hubiera facilitado mucho
la investigación de haberse podido descifrar entera. Tampoco podemos
precisar si el mapa está cortado por la parte inferior, donde estaría
representada toda la Península Ibérica y el Mediterráneo, aunque cree
mos que no, ya que la zona de interés de esta carta portulana es fun
damentalmente el norte de Europa, como indican los numerosos topó
nimos. Esta costumbre de reutilizar el pergamino para2 otros usos cuan-
do ya no interesaba el contenido era muy corriente , y nos puede ser
vir para datar el portulano. Como es sabido, en el siglo XVI los libros
no se vendían encuadernados sino cosidos por cuadernillos. En este
caso el propietario encuadernó el ejemplar con un pergamino cuya
información geográfica ya no le interesaba. Si suponemos que el libro
fue encuadernado en el momento de comprarlo podemos considerar
que la información geográfica que contenía ya no era relevante en el
tercer tercio del siglo XVI.
Los enigmas que plantea esta carta náutica son varios, entre ellos
la autoría y la datación que intentaremos resolver: puesto que la carta
es española, ¿qué interés tenía el norte de Europa, es decir la zona del
mar Blanco y la parte de Rusia europea para un marino español de la
segunda mitad del siglo XVI? Sobre todo si tenemos en cuenta que en
esa época el eje geopolítico de España estaba polarizado por los des
cubrimientos Atlánticos hacia América y continuaban los intercambios
comerciales y políticos en el Mediterráneo. También intentaremos
esclarecer en qué tipo de representación geográfica de Escandinavia se
ha basado el autor, ya que no hemos encontrado otras cartas portula-
nas similares en archivos españoles.
Para hacer un estudio de la carta nos vamos a detener en dos pun
tos: los topónimos y una comparación con algunas cartas de la época.
Los topónimos empiezan a aparecer a partir de las islas del norte de
Inglaterra que están rotuladas, siempre en tinta negra, con su nombre
españolizado, como por ejemplo Horcamas (Orcamas) Shathelanda
92
(Shetland) Fero (Faeroe) Islanda (Islandia) y Risones (Reykiavik) En la
parte continental de Europa se inician en la península de Jutlandia (Jut-
helanda) encontramos Escagerra (Eskagerrat) en la costa europea Lubi-
que por Lübeck, Bismer por Wismar, Rustict por Rostock, Guinbolda
por GreifswaL Las islas de Suecia están señaladas como Bordolomo por
Bornholm, Olamt por Oland y Gothelanda por Gothand. También son
identificables los topónimos de Danzig Quanisbergen (Konisberg) Riga,
Parnü, Narva, Moscovia, y Estocolmo. A medida que van aumentando
los topónimos en la costa norte de Noruega y en la península de Kola
y Mar Blanco son más difíciles de identificar. Ante esta dificultad envia
mos la lista de lugares a un colega noruego el Prof. Vilander que los
ha identificado como topónimos rusos transcritos por un español y
aventura la hipótesis de que el cartógrafo fuera un marino español que
hubiera trabajado para la Compañía inglesa de Moscovia.
La representación cartográfica de las regiones del norte de Europa
era aún en el siglo XVI muy confusa y poco acertada. Por una parte
tenemos la cartografía portulana que se desarrolló en el Mediterráneo,
fundamentalmente por italianos y mallorquines, cuyo ámbito de repre
sentación geográfica era la cuenca mediterránea, y podía extenderse
hasta Flandes e Inglaterra pero la zona del Mar del Norte y del Báltico
les era desconocida y muchos cartógrafos no la representaban, pero los
que lo hacían, probablemente a petición de sus clientes, se dejaron
influenciar por relatos poco fiables en contradicción con el carácter
empírico de estas cartas. Como los portulanos eran la única cartografía
empírica que existía, sirvieron de modelo a la cartografía producida por
la Casa de la Contratación de Sevilla cuando hubo que representar las
tierras recién descubiertas. Las cartas universales que se sacaban del
padrón real incorporan los descubrimientos del nuevo mundo pero
conservan el modelo cartográfico antiguo para el viejo mundo. En la
carta universal de Ñuño García de Toreno de c. 1524, aparece una isla
rodeada de agua y de contornos muy difuminados; en la de Diego
Ribero de 1525, tampoco el contorno de esas tierras tienen la menor
relación con la realidad; en la carta de Juan Vespucio de 1526 la penín
sula Escandinava simplemente no existe, absorbida por una gran masa
de tierra sin fin que se extiende hacia el norte. Nos interesa señalar que
ninguna de estas cartas tiene ningún parecido con el portulano que
presentamos aquí.
93
La cartografía naútica mediterránea que acabamos de examinar, no
tiene nada que ver con el tipo de mapa derivado de la tradición ptole-
maica que se desarrolló en Europa hacia 1470 con la traducción de la
Geographia del autor griego, al que se habían añadido informaciones
posteriores, derivadas de los viajes de Marco Polo. Esta tradición pro
dujo la Cosmografía Universalis o imagen del mundo, usualmente en
proyección oval, con extensión de 360 grados de longitud y 180 de lati
tud. Estos mapas eran puramente teóricos y más bien producto de gabi
nete de estudiosos renacentistas. En la cartografía de Ptolomeo la
Península Escandinava es desconocida como tal, contentándose con
representar en su lugar una isla llamada Scandia I. Major; entre ésta y
la península de Jutlandia se menciona la existencia de 3 islas que Pto
lomeo llama Scandia Insulae Minores. Aparece también la mítica isla de
Thule que se ha identificado con Islandia. Ptolomeo consideraba que
existía una ínsula magneticae debajo del polo y encima de Escandina-
via, a la que atribuyeron los marinos del XVI la declinación magnética
que en esa zona era muy acusada. Otra idea trasmitida por la Geogra
fía de Ptolomeo era que no existía un mar abierto más allá de los paí
ses nórdicos y que esos países estaban conectados con otro continen
te a través de una tierra incógnita. En los mapas ptolemaicos aparece
un gran espolón en el sur de Irlanda y en el norte de Escocia que no
aparece en los portulanos. Una marcada influencia de Ptolomeo tiene
el mapamundi de Abraham Ortelius, impreso en Amberes en 1564,
“Nova totius Terrarum Orbis”, en el que aparece retirada la gran masa
glaciar del Artico, que cinco años más tarde incluiría Mercator en su
“Carta portugaliense ad usum navigandi”.
Hemos visto la deficiente información que existía en la primera
mitad del siglo XVI de las regiones bálticas, pues los compiladores de
información sobre los países nórdicos usaban informaciones orales que
hablaban de regiones densamente arboladas y poco pobladas en el
extremo norte y que estaban situadas entre el golfo de Finlandia y el
mar Blanco. Aunque había existido en la Edad Media un comercio que
desde el Báltico a través del lago Ladoga hacia el sur llegaba a Novgo-
rod, por el noreste hacia la costa del mar Blanco y por el NW iba hacia
el norte del golfo de Botnia, las dificultades de los cartógrafos eran
extremas para situar estas regiones, a causa de las desviaciones de la
brújula debidas a la declinación mágnética, el hielo y la niebla y por la
94
imposibilidad de establecer la longitud, lo que impidió una buena
documentación cartográfica en forma de portulanos y derroteros como
los que existían en el Mediterráneo desde el siglo XIV. El diseño del
Báltico en siglo XVI es muy incierto y está representado en dirección
SO-NE derivado de los portulanos medievales . También está docu
mentada la existencia de un flujo de peregrinos desde Escandinavia a
Compostela que se interrumpió a partir de 1526 cuando la Reforma se
extendió por el norte . Olaus Magnus era un dominico sueco que no
quiso unirse a la Reforma y cuando, en 1525, fue enviado a Roma no
volvió a su patria. En 1539 publicó en Venecia una “Carta gothica” que
luego incluyó en su obra de 22 tomos “Descripción de los pueblos del
norte” de 1555. El mapa que hoy es conocido como “Carta marina” está
muy ilustrado para mostrar no sólo las naciones de Escandinavia sino
también los mares y la cultura marítima que ellas compartían: trineos,
caza de ciervos y destreza en el comercio, junto con las criaturas del
mar. Aunque algunas tierras y la latitud son inadecuadas, la carta mari
na de Olaus Magnus supone un avance en el conocimiento de un terri
torio que no se había cartografiado nunca ni por tierra ni por mar, ya
que el autor manejó fuentes de primera mano en su construcción .
A principios del siglo XVI, Inglaterra al declararse luterana decidió
que no tenía porqué respetar la bula de Alejandro VI que repartía las
nuevas tierras descubiertas entre portugueses y españoles, y en 1550
los marinos ingleses se dieron cuenta que debían establecer sus pro
pias rutas de exploración, una de las cuales era la búsqueda del paso
del noroeste para hallar un camino expedito hacia América. Los nom
bres de Frobisher, Davis, Hudson y Baffin están unidos a los descubri
mientos ingleses en el norte de Canadá. Los intentos de encontrar un
paso al noreste están protagonizados por Richard Chancellor que jun
to con Hugh Willoughby fueron enviados a buscar el Cathay en 1553.
Este último murió entre los hielos pero Chancellor llegó al mar Blanco
y a través del Dvina siguió por tierra hasta el puerto de San Nicolás
95
donde estableció relaciones comerciales con los rusos. A su vuelta en
1555 se creó la Compañía Inglesa de Moscovia que fue la primera
sociedad anónima del país, a la que luego siguieron la Cía de las Indias
Orientales de los holandeses en 1600 y la Cía de la bahía de Hudson
de los ingleses. De estas expediciones no se hicieron cartas pero el pri
mer mapa que se conoce de la zona del mar Blanco es debido a
William Borough en 1558 en el que se basó Ortelius para hacer un
mapa incluido en su atlas de 1570. Aunque los marinos ingleses no
tenían una tradición cartográfica como los mediterráneos, aprovecha
ron el flujo de emigración de comerciantes y marinos portugueses que
llegaron a Inglaterra después de la anexión de Portugal por Felipe II y
la llegada de emigrantes holandeses después de la caída de Amberes
en 1588, para desarrollar su incipiente cartografía marítima.
Otra de las consecuencias de la guerra de los Treinta Años fue que
el comercio de los holandeses con el Mediterráneo a través de Portu
gal fue bloqueado y las especias y otros productos de Oriente que com
praban a los portugueses dejaron de llegar a los países del norte de
Europa. Consecuentemente Holanda empezó a centrar sus intereses en
el comercio del norte y en la búsqueda de un paso por el Artico.
En 1584 el holandés Lucas Janz Zoon Waghenaer fue el primero en
imprimir una carta náutica en la que las costas de Europa eran mostra
das con todo detalle en pequeñas secciones. Aunque los marinos
holandeses habían publicado derroteros con información escrita, Wag
henaer en su “Spieghel der Zeevaerdt” o “Espejo de navegación” trans
firió esa información a mapas costeros, seguidos de explicaciones escri
tas sobre accidentes de la costa, corrientes marinas, etc. A pesar de que
las costas no estaban bien trazadas y no había indicaciones de longitud
y latitud, Waghenaer hacía especial hincapié en los cabos, puertos,
desembocadura de ríos como en los portulanos mediterráneos, por lo
que tuvo un éxito inmediato. Hasta entonces las cartas naúticas se habí
an hecho en pergamino que era un soporte más duradero que el papel
para utilizarlo en las navegaciones y porque podía fácilmente ser corre
gida su información con sólo raspar la piel, pero los holandeses consi
guieron que los marinos del norte utilizaran este tipo de cartas o derro
teros impresos que se llamaron en Inglaterra, donde alcanzaron rápido
éxito “vagoners” y que a partir de la obra de Waghenaer adoptaron una
apariencia alargada y de pequeño tamaño para hacerlos más maneja
96
bles. Desde el punto de vista formal se reconoce también la influencia
de la carta marina de Olaus Magnus en la decoración de barcos nave
gando y la aparición de ballenas y animales marinos en el mar, tradi
ción que ya había recogido Ortelius en su “Teatrum orbis terrarum” de
1570.
Los holandeses bebieron en fuentes portuguesas para construir sus
cartas naúticas y para recabar información ya que fueron competidores
en la expansión asiática y en Brasil. Bartolomeo Lasso era un cartógra
fo portugués que trabajó en España en el último cuarto del siglo XVI y
que proporcionó cartas naúticas a los impresores holandeses. Armando
Cortessao cita una autorización del año 1592 de los Estados Generales
de Holanda para que Cornelius Claesz, editor de Amsterdam, publique
25 cartas naúticas que Petrus Plancius había comprado a Bartolomeo
Lasso, cosmógrafo del rey de España, comprendiendo todas las costas
marítimas de todo el mundo’. Se conocen cuatro obras de Lasso: un
atlas de 1590 y tres cartas naúticas, estas últimas firmadas pero no data
das, además de una anónima en la Biblioteca Nacional de París que
Cortessao también atribuye a Lasso . En tres de ellas se puede seguir la
evolución del trazado de la zona de Inglaterra y Escandinavia que se
atiene a dos modelos diferentes; el más antiguo está recogido en el por-
Petrus Plancius fue un ministro calvinista que emigró a Amsterdam en 1585 y se espe
cializó en el campo de la geografía y astronomía además de en su ministerio religioso,
se dio a conocer en 1592 con un mapa mural del mundo del que sólo existe una copia
en el colegio del Corpus Cristi de Valencia por el que alcanzó gran fama . Mas adelan
te se concentró en el campo de la cartografía marítima proporcionando a los holande
ses cartas portuguesas para sus navegaciones a Oriente, como ya hemos visto, En 1602
después de la creación de la Compañía holandesa de las Indias Orientales fue nom
brado cartógrafo de ella, cargo del que dimitió seis años más tarde para dedicarse a sus
labores religiosas. En su “Orbis terrae compendiosa descriptio” publicado en 1596, para
formar parte del “Itinerario” de Linschoten, la parte del norte de Europa está puesta al
día de acuerdo con los últimos descubrimientos holandeses de Nueva Zembla y Spist-
berg, como indican unas explicaciones en la zona del Artico. C. ENCKELL, "The repre-
sentation of the North of Europe in the Worldmap of Petrus Plancius of 1592 ", Imago
Mundi, 8, (1951) p. 55-70
7 Este atlas se encontraba en España en 1915, fecha en que fue descrito por Antonio
BLÁZQUEZ en Boletín de la Real Sociedad Geográfica, 39 trimestre, p. 369-374 y per
tenecía a D. Manuel de Ontañon que lo vendió en 1916.
8 A. CORTESSAO, Portugaliae Monumenta Cartograpbica, Lisboa : Imprenta Casa da
Moeda, 1987, T. III, p. 87-100.
97
tulano que se encuentra en la Biblioteca Nacional de París y en otro de
la Biblioteca Nacional de Bruselas. El perfil tan característico, semejan
te a la cabeza de un caballo de ajedrez, que Lasso adjudica a la región
de Escandinavia en los dos portulanos citados, es exactamente igual al
portulano del Museo Naval, y no aparece en ningún tipo de cartogra
fía, excepto en una carta universal en la Biblioteca Nacional de París,
anónima y sin datar que Cortessao atribuye, con muy pocos argumen
tos, a otro cartógrafo portugués Sabastio Lopes con fecha fecha de c.
1583 . El portulano que se encuentra en la sección de Cartas y Planos
de la Biblioteca Nacional de Bélgica está firmado en el ángulo inferior
derecho por Bartolomé Lasso, con el nombre del cartógrafo españoli
zado. Hay trazadas cuatro rosas de los vientos. La zona geográfica que
cubre el portulano es la cuenca mediterránea, el Mar Negro, las costas
de Europa hasta los 80a lat. Norte donde hay una leyenda que indica
Mare congelatum, y las costas atlánticas de África hasta el golfo de Gui
nea. Existen cuatro escalas gráficas, las dos que aparecen en el Océa
no Atlántico son de leguas “Despanha” o “despaña” pues de las dos for
mas lo escribe el cartógrafo y las dos en tierra son de milhas delevan
te. En la parte de la península del Labrador está indicada una escala de
doble latitud, recurso con el que se pretendía obviar los problemas de
la declinación magnética en esas latitudes. La distribución de los topó
nimos es la misma que en el portulano del Museo Naval, más numero
sos en la zona norte de Noruega y la parte del Mar Blanco, sin embar
go la forma de escribirlos difiere notablemente, mientras que en el que
estudiamos los topónimos están españolizados, los del portulano de
Bartolomé Lasso reproducen la fonética de los nombres modernos y la
penísula de Kanin está denominada como liba de S.Joban mientras que
en el que estudiamos aquí está señalado sólo Cabo de S. Johan.
Conviene resaltar que la representación de Europa que aparece en
estos portulanos resulta anacrónica después del mapa de las regiones
septentrionales de Olaus Magnus, impreso en Venecia en 1539, los
mapas de Abraham Ortelius y sobre todo las cartas de Waghenaer.
Según la hipótesis de Armando Cortessao estas cartas estarían hechas
98
en el lapso de tiempo de 1583 a 1588 tras el cual no vuelve a aparecer
este diseño de Escandinavia en carta alguna pero si, como asegura, Bar-
tolomeu Lasso estuvo activo desde 1564 a 1590, nada impide pensar
que son un poco más antiguas. En todo caso podemos afirmar que el
portulano del Museo Naval está hecho siguiendo el prototipo estable
cido por Lasso, que trabajaba en España en esa época. La fecha se pue
de retrotraer a la década de los sesenta del siglo XVI ya que en 1574 la
documentación geográfica que contenía se había quedado anticuada o
ya no interesaba a su propietario. Por la distribución de los topónimos
y su fonética española era un documento relacionado con el comercio
español en la zona del Mar Blanco, probablemente de pieles o made
ra y el autor debió ser un cartógrafo de la Casa de la Contratación de
Sevilla.
Heligost Helgoland
Juthelanda Jutlandia
Escagerra Escagem Eskagerrat
Scimcopa Cope
Lubique Lubich Lübeck
Bismer Wismar Wismor
Rustict Rostic Rostock
Misnzor
Misont Gripsvald Greifswal
Guinbolda
Groburgrave
Islas de Suecia Bornholm Bornholm
Bordolomo Olant Oland
Olamt Gothand Gothand
Gothelanda
99
Topónimos del portulano del Museo Naval,
del de Bartolomé Lasso y sus correspondientes actuales
desde la península de Jutlandia hasta el Mar Blanco.
Niloes
100
Topónimos del portulano del Museo Naval,
del de Bartolomé Lasso y sus correspondientes actuales
desde la península de Jutlandia hasta el Mar Blanco.
Maesterlant Langa
Billoc Marou
Somdo Rivervig
Lange
Lhesues
Mario
Ripernac?
Chson
Norburg
Strontsnes
Adrontane
Coicache
Cast
Canto
Info
Senam
Santimport
Noitiabum
C. Rontsnes
Angonge
C. Godheg,
Crarohone
Dorieste
Thenasfixim Bonaventure
San Marcos
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Calarsesav
C. Bonavente San Jeorges
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S. Blas islas I de san pablo
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San Jorges islas
San Johan islas
Gralant
Gorpicrista
C. Pins
Cabo Mas
Cros isla Ilha de S. Johan
Planarnas
povca
Península de Kanin Lenaia
Cabo S. Johan Mezen
Costas del Mar Zolotitsa
Blanco
Lanipes
Mesón Colmagrave
Solisnos St. Nicolás
Calsnos Nevunoat
Renso Owuna
Colmagrave Sotorket
Sineerlas Onega
Reca
102
Portulano del Norte de Europa en el Museo Naval de Madrid
103
El comercio y la navegación
de Suecia con la Península Ibérica
desde el siglo XVI basta comienzos del XIX
Magnus Mórner'
UNIVERSIDAD DE GOTEMBURGO
1 Kladd
105
quilla, granos), forestales (alquitrán), y minerales (hierro). Estocolmo
tenía el puerto principal del Reino, pero en 1619, también se fundó
Gotemburgo en la desembocadura del Río Gota en la costa occiden
tal. Debemos además recordar que Finlandia hasta 1809 formaba una
parte integral del Reino sueco con Ábo/Turku como su puerto prin
cipal .
Suecia, bajo un Rey vigoroso, Gustavo Vasa (1523-60) trató de
liberarse del predominio hanseático. Si por 1550 la sal constituía más
o menos la cuarta parte de las importaciones, quizás el 40 por cien
to de esta sal era originaria de Francia. Los suecos también cons
truían una pequeña flota comercial que participaba en este comer
cio (unos 60 barcos por 1560). Incluso se atrevían a navegar hasta
Lisboa. Sabemos que en 1559, tres barcos con capitanes suecos y
cargas de mástiles, cueros, hierro y leña tuvieron este destino. Al
menos uno de ellos, con el Capitán Per Grónskalle, volvió a Esto
colmo en 1560 con 2.780 barriles de sal de Setúbal, ya conocida
como de calidad suprema. Entre 1580 y 1600 aumentó la navegación
sueca por el Mar del Norte. El cobre de la mina de Falún era un nue
vo producto de exportación, importante no menos para la fabrica
ción de cañones. Sobre todo, se afirmó el predominio holandés en
el Báltico, sin embargo. Desde Amsterdam, en todo caso, el cobre
106
fue exportado a España por los holandeses, su rebelión contra los
Hasburgos no obstante, o por navieros de Hamburgo y de Lübeck.
Hubo una enorme revaloración de su precio después de haberse
adoptado como patrón monetario el “vellón” en España, 1599-16263.
Conocemos el movimiento mercantil en sus grandes rasgos, gracias
a los famosos cuadros estadísticos (Tabeller) de los derechos del
Sund, es decir, el número de barcos, su nacionalidad, los sitios de
embarque y desembarque, y, sin detalles, su carga. Entre 1557 y 1657
un total de 96.034 barcos pasaron el Estrecho desde el oeste. De
ellos la mitad venían de Holanda, el 19 por ciento de Portugal, y el
uno por ciento de España. De todos los 8700 navios que venían de
Portugal, el 78 por ciento había tomado su carga en Setúbal (tam
bién llamado St. Ybes), es decir sal. En Lisboa también podría tra
tarse de otras mercancías .
Habrá que mencionar algo sobre los vinos españoles y portu
gueses también. Desde la época de Gustavo Vasa hasta hacia 1600
se había multiplicado su consumo por la Corte, los nobles y bur
gueses ricos. Además, a consecuencia de la Reforma luterana,
habría que conseguir vino de comunión incluso para los legos.
Dominaban los vinos del valle del Rheno y también franceses en el
107
mercado sueco pero también hubo cierta importación de vinos
españoles y portugueses de alta calidad y bastante caros. Al ser
importados más tarde, a mediados del siglo XVII, directamente
desde la Península en barcos suecos, iba a culminar esta importa
ción. En los años 1630, un diplomático francés, Charles d'Ogier,
sería un testigo horrorizado del enorme consumo de vino entre las
élites suecas. En una pequeña ciudad de provincia, el alcalde anfi
trión les obligó a los franceses tomar brindis tras brindis en vino
español! .
A veces se notaba una escasez de sal en un país como Suecia.
El impetuoso Rey Gustavo Adolfo II en 1628 lanzó, por lo tanto, un
decreto declarando el comercio de la sal un monopolio estatal. Dos
holandeses en servicio sueco, Erik Larsson von der Linde y Louis De
Geer (1582-1652), serían los gerentes responsables. No fue una
medida popular, sin embargo, y apenas un año más tarde fue sus
pendida. La provisión de sal, como antes, iba a ser asegurada vía
Amsterdam. En esta época se trataba de unos 70-80.000 barriles
anuales. Fue también desde Amsterdam que se distribuían los pro
ductos minerales suecos, el hierro cuya exportación se había dupli
cado entre 1600 y 1620 y el cobre que se duplicaría hasta cinco veces
entre 1600 y su culminación a mediados del siglo. El número de
buques mercantes suecos también había crecido, pero antes de 1640
no excedían de un centenar los que salían por el Estrecho hacia el
oeste. Aunque políticamente no podían ser más opuestos España y
Suecia de lo que eran durante la Guerra de los Treinta Años - hasta
se enfrentaron en campos de batalla un par de veces (Oppenheim
1631, Nórdlingen 1634) - nunca rompieron la paz. Por parte sueca,
sabemos que esto se debía a la opinión de los gobernantes que no
se debían dañar las posibilidades de un comercio de provecho
mayor que por, ejemplo, el comercio con Francia. Consecuente
mente, incluso aceptaron que uno que otro barco sueco fuera apre
hendido por los corsarios del Dunquerque hispánico. En 1638 el
gobierno sueco prometió franquicias aduaneras para ciertas cantida
des de sal para los navieros y también capitanes y aún marineros de
108
los barcos suecos que hicieran compras de sal en el lado español de
los Pirineos .
El 1640 estallaría la revolución de los Braganfa en Portugal. Para
los holandeses, claro está, los acontecimientos en Lisboa eran muy gra
tos. Ahora sería imposible para España impedir la pérdida del control
sobre el comercio de sal ibérico. Ya en abril de 1641 comerciantes holan
deses estaban enviando grandes cantidades de sal de Setúbal a Esto-
colmo y otros puertos del Báltico. Los portugueses, sin embargo, echa
rían sus miradas más lejos que Amsterdam. Necesitaban urgentemente
armas y también granos. Una delegación, bajo el Consejero del Estado
Francisco de Sousa Coutinho (1597? - 1660), rápidamente se fue, en un
buque danés, desde Lisboa hasta Escandinavia. Esperaba, en primer tér
mino, ayuda danesa -pero los diplomáticos daneses estaban precisa
mente entonces concluyendo un tratado comercial con España. Por otra
parte, los suecos le piden a Sousa Coutinho venir a Estocolmo, en don
de se subscribe un tratado de comercio y de amistad en 1641. Para Sue
cia, el acceso privilegiado a la sal de Setúbal fue, por supuesto, la
mayor ventaja del tratado, para Portugal, lo fueron las piezas de arti
llería suecas de alta calidad y también mástiles y granos. Un residente
sueco se instaló en Lisboa. Entre 1642 y 1657, sabemos que no menos
de un promedio anual de 9 barcos regresaban a Suecia desde Portugal.
Sin embargo, durante las negociaciones de Paz de Westfalia y luego en
la Corte de la Reina Cristina, Suecia y España se acercan de manera inespe
rada. Por parte española se presentan propuestas comerciales cada vez más
atractivas a los suecos. Un delegado de la Reina, Matthias Palbitzki (1623-77),
6 DAHLGREN, II (1923), 324-333. ODHNER (1865), 297. El decreto del 28.IV. 1628 sus
pendido el 18.IV.1629. Decreto del 17.XII.1638 en STIERNMAN (1750), 202-03. HECKS-
CHER, 1:2 (1936), 550-552. MÓRNER (1996), 16-20. RAU (1984), 208 f. Es interesante notar
que el Canciller Axel Oxenstierna, líder del país, mientras Sousa Coutinho aún estaba
en Estocolmo, en una sesión del Consejo Real el 12.V. 1641 afirma que por no permitir
Portugal a los suecos navegar a “las Indias”, tampoco podrá conseguir la Alianza con
Suecia que anhelaba, sólo un tratado de amistad etc. SRP, VII (1640-41), 653. La misma
esperanza de conseguir del rey de España “in odium Lusitanorum ... libertatem com-
merciorum” en algunos puertos de Hispanoamérica, albergaba Oxenstierna el 10.IX.
1641. SRP. VIII, 714. Compárese con el debate en Dinamarca, LIISBERG (1919), I, 334
38. A partir de 1638 se ha conservado para varias ciudades suecas, la contabilidad de
un derecho municipal levantado sobre el movimiento de barcos, “tolagen". Véase el
comentario crítico de LIND (1923), 7-10. Ver también EKEGARD (1924), 71-74.
109
fue enviado a Madrid en 1651 y logró obtener, como se decía, “libertad de
comercio para los suecos en toda España”, es decir una promesa pero nin
gún tratado formal. Sabemos que, en cualquier caso, en el año 1651 la impor
tación sueca de sal de España ascendió a 11.300 barriles y la de la sal de
Setúbal a sólo 8.600 y fue lo mismo en 1653- Más tarde, al parecer siempre
se compraría mucho más sal portuguesa que española. También merece
mencionarse que en 1651, se estableció una nueva autoridad sueca para el
comercio, “Kommerskollegium”, pero su importancia sería mucho mayor en
el siglo XVIII. En los últimos tiempos del reinado de Cristina (antes de abdi
car en 1654), ella, al parecer bajo la influencia del Embajador español, su gran
favorito Antonio Pimentel, hasta cortó de súbito su reconocimiento del Rey
Joáo IV de Portugal, pero su sucesor, el Rey Carlos Gustavo X, pronto res
tableció el contacto normal entre ambos países .
Durante la segunda mitad del siglo XVII, el predominio holandés en
los mares iba a ser cada vez más desafiado tanto por Inglaterra como por
Francia. Así, en particular, durante las guerras con Inglaterra en 1652-54,
1665-67 y 1672-74. Los holandeses entonces no podrían proveer a Suecia
con sal y otros productos que necesitaba. Por esto, cada uno de estos perí
odos de guerra significaba un gran estímulo para los suecos para rápida
mente aumentar su propia flota mercante, sea por construcción, o por com
pra a los mismos holandeses. Una vez terminado un conflicto bélico, los
holandeses trataban de recuperar su tráfico de carga con Suecia. En 1667,
sin embargo, parece que sólo recuperarían una cuarta parte. El Reino sue
co-finlandés tenía entonces 82 barcos de más de 100 “láster” - la medida
7 MELLANDER, I (1926/1927), 109-139; II, 382. ISRAEL (1982), 338 f. ODHNER (1865), 81
f, 296 f. MELLANDER & PRESTAGE (1930), 71 ff. destacan que hasta el Tratado (1641) ni
un solo barco sueco había llegado a Portugal desde 1626. J.F. von Friesendorff, residente
1649-1652, era especialmente dinámico. No pudo conseguir permiso para barcos suecos
de navegar a las colonias potuguesas allende el mar, sin embargo. Ibid. pág. 94, los
datos estadísticos de los años 1650. En una conferencia celebrada en octubre del año en
curso presenté la ponencia “Swedish-Spanish Relations During the Westphalian Peace
Negotiations” he tratado lo aludido arriba en el texto. En la correspondencia de Pimen
tel (1961) Felipe IV en 1652 le aconseja cautela con respecto al comercio de sal sueco-
portugués (pág. 39 f.) y en 1653 le dice que “en materia de comercio supuesto que no
os auian buelto a mouer la platica, sera bien que no la mouais vos tampoco (!)” (pág.
48). La estadística de LIND (1923) demuestra que en 1649-52, 32 barcos de Gotemburgo
salieron para la Península Ibérica, en 1653-56 no menos de 60 (Cuadro B 70). Los que
volvieron desde ahí eran 23 y 41, respectivamente (cuadro B 69). Las cargas eran de sal
y vino. (Cuadro 1). Lamentablemente no se distingue entre España y Portugal.
110
de capacidad usada equivalente entonces a unas 150 toneladas. Ya en 1674
había unos 89 barcos de esta capacidad en Estocolmo y otras 15 en las pro
vincias al sur y sureste del Báltico. El total de barcos suecos registrados en
1674 era 567, su tonelaje total casi tan grande como el de Francia .
Los barcos construidos en Suecia, ante todo, en Estocolmo eran
del tipo holandés (“Fluit”) y si eran destinados a cargar sal e ir lejos,
esta modalidad, llamada “Spanienfarare”, tendrían una capacidad hacia
las cien o más toneladas. Estaban bien armados. La capacidad y arti
llería de un barco, según una norma determinada en 1645, iba a redu
cir la tarifa pagable al regreso con el descuento de un tercio. Para otros
navios suecos sólo con una sexta parte, mientras los navios extranje
ros tendrían que pagar la tarifa entera, es decir el comienzo de una
discriminación mercantilista. Al tratar Suecia en 1667, sin embargo, de
imponer una tarifa especial sobre sal y vino importados por barcos
que no fueran suecos ni del país productor (Francia o Portugal),
Holanda se unió con Dinamarca en guerra contra Suecia en 1676. Tres
años más tarde, en un tratado marítimo con Holanda (1679) Suecia
tuvo que desistir de esta ambición mercantilista . Hasta 1680, Suecia
ISRAEL (1989), 213-216 & passim. HECKSCHER 1:2 (1636), 687. El excelente artículo de
FAHLBORG (1923) que analiza de manera convincente el impacto de las guerras sobre la
navegación sueca. CHRISTENSEN (1941), 98, compara el tonelaje sueco y el holandés. En
1674 hubo sólo dos navios suecos de 300 “laster”, el uno “Haffsfruen” de Estocolmo, el
otro “Castellet”, con una artillería de ni piezas, de Kalmar, el puerto número tres en el
país entonces. La compañía armadora principal era “Vásterviks skeppskompani”, funda
da en 1646 con accionistas de la aristocracia/ burocracia superior. Poseía el 1666 un total
de 14 barcos. Jacob Momma Reenstierna, inmigrado desde Aquisgrán, tenía en Norrkó-
ping no menos de 5 barcos en 1671. Dos de ellos eran de 250 “laster” cada uno y de 44
y 54 cañones que iban a España y Portugal. El armador tenía procesos amargos con los
dos capitanes, sin embargo, algo bastante común entonces. Sondén (1911), 173 f.
" SVENSK TEKNIKHISTORIA (1989), 99-104. El “last”, la medida usual en cuanto a
tonelaje, equivalía a comienzos del siglo XVII a 1 tonelada y pico, luego a 1 1/2. Según
HECKSCHER, 11:2 (1949), 673, en los años 1720, los buques arriba de 100 “laster” eran
casi los únicos usables en el tráfico del Mediterráneo. Por lo tanto, en Estocolmo, esta
categoría aumentó más. Por otra parte, según CARLSON (1971), 16, la mayoría de los
barcos suecos a fines del siglo XVIII han sido bastante pequeños. De un total de 23 en
Cádiz en 1798/1799 sólo 5 tenían más de 100 “laster” y 11 menos de 60. ISRAEL (1989),
300-302 sobre la medida sueca en 1667. En 1672, el Kommers-kollegium trató de reser
var los puestos de capitanes para suecos natos, pero por no encontrar a tantos califi
cados, tenía que resignarse. FAHLBORG (1923), 251 f.
111
había estado, con pocos intervalos, casi siempre en guerra. Había
ganado, lo más importante, Skáne, las demás provincias del sur y del
suroeste del país, y, además, una serie de provincias en las costas sur
y sureste del Mar Báltico y la posición de gran poder, pero a un pre
cio muy alto en términos de recursos financieros y humanos. Entre
1680 y 1700 hubo, sin embargo, un período de paz. Fue en 1693 cuan
do el número más alto de barcos suecos, por mucho tiempo, pasaron
el Estrecho hacia el oeste: 884 .
Fuentes portuguesas indican que en los años 1680 había muchos
barcos suecos en Portugal. Un registro de los años 1680-88 de las entra
das al Puerto de Setúbal enumeran un total de siete pero no menos de
cuatro veces el mismo barco y tres veces el mismo capitán, Peter Olofs-
son. Mientras tanto, en 1681-85 no menos de 18 barcos llegaron a Lis
boa. Sin embargo, a mediados de los años 1690, hubo una fuerte alza
de los precios de sal en Setúbal. Los armadores suecos, estimulados por
sus autoridades optaron entonces por buscar al sal en puertos españo
les del Mediterráneo, como Alicante (“La Mata”) e Ibiza en Menorca.
Cádiz, situada cerca del Estrecho y, desde 1679 al menos, de hecho el
emporio principal del comercio con las Indias, también tenía cerca el
Puerto de Santa María con sus salinas importantes. A veces había 50-60
navios extranjeros esperando a poder cargar esta sal, también de muy
alta calidad pero con precios algo más bajos que los de Setúbal. Todas
las salinas no eran de la Corona pero la producción entera fue alma
cenada en un sitio lo que facilitaba el control de las ventas. No se tra
taba sólo de barcos de Estocolmo o Gotemburgo que se iban tan lejos.
Tenemos un ejemplo temprano de un barco de Malmó en la recién con
quistada provincia de Skáne que en 1663 se fue a Livorno, es decir ya
había pasado por el Estrecho de Gibraltar. En Malmó, en 1680 también,
tenían dos grandes barcos llamados precisamente, “Spanienfarare”. Si la
bandera sueca había empezado a notarse en el Mediterráneo en los
años 1660, llegó a ser bien conocida allá por los años 1690.
Debe notarse que en la contabilidad sueca y en otras fuentes
seguía habiendo una confusión entre lo español y lo portugués que
RAU (1984), 249-275. HECKSCHER, 1:2 (1936). 561. EKEGÁRD (1924), 67 f, sugiere que
en parte se trataba en estos años de compras ficticias de barcos extranjeros los cuales que
rrían conducir un tráfico de carga bajo bandera sueca entre el Báltico y Europa del Sur.
112
hubiera sido más natural antes de 1640. Según las tarifas aduaneras, has
ta la sal de Setúbal al igual que la de Cádiz se denominaba por lo gene
ral “española”, mientras que la sal de Alicante e Ibiza en Menorca al
igual que la de Cagliari y Trapani en Sicilia sería clasificada como “sal
del Mediterráneo” .
Para la década de 1680 hay, por excepción, datos bastante detalla
dos sobre las importaciones suecas desde el extranjero. En 1685, el pro
ducto principal comprado eran 54.000 barriles de sal “española” que
constituían el 9-2 por ciento de las importaciones totales. Como ya diji
mos, esta sal “española” ha sido, al menos en gran parte, de Portugal.
Las cantidades de sal francesa, de Lüneburg y de la ciudad de Wismar
eran ínfimas. En cualquier caso, otros artículos -aunque en cantidades
pequeñas- han sido o comprados en la costa norte o en Cádiz. Así
encontramos vino portugués y, en mayor cantidad, vino español, jabón
español, paño y tejidos españoles, y además, algunos artículos de la
India Oriental. ¿De la India portuguesa o de la holandesa? Las importa
ciones vía Gotemburgo en el mismo año demostraban un patrón simi
lar. Allí la sal “española” comprendía no menos del 18 por ciento del
valor de la importación total. Otros datos posteriores indican, por ejem
plo, una exportación de hierro en barras (“stángjárn”) a Portugal en
1694, sin mención de España. Sabemos que, desde los años 1690 en ade
lante, España y Portugal constituirían mercados de cierta importancia
para el hierro. En 1694 se trataba del 3.7 por ciento, en 1720 del 5.1 de
la exportación sueca de este artículo, es decir el cuarto lugar después
de Inglaterra (64.5 por ciento), Holanda (11.8) y los puertos atlánticos
de Alemania (11. 2 ).
Entre 1702- 1712, el comercio holandés en el Mediterráneo llegaría
a su nadir, a causa de la Guerra de Sucesión Española. Lo mismo ocu
rrió con los barcos holandeses en el Báltico. Esto hubiera favorecido la
navegación y comercio de Suecia - a no ser que este país sufría de una
guerra aún más prolongada, entre 1700 y 1721. A partir de 1708 por lo
" EKEGÁRD (1924), 73-77. RAU (1954), 241; RAU (1968), 194, 200 (gráfico); MELLAN-
DER, II (1926/1927). Sobre Puerto de Santa María, VICENS VIVES (1982) , 326. BJUR-
LING (1945), 58 f, 73 f, 155 f. BJURLING (1971), 19-20, menciona que no menos de 160
barcos suecos regresaron desde Portugal pero sólo 2 de España, 1681-1693- Terminolo
gía discutida por SANDSTRÓM (1990), 326-328.
113
menos, el comercio marítimo externo sueco iba debilitándose cada vez
„ 12
mas .
La recuperación de la flota mercante sueca después de las guerras
desafortunadas del Rey Carlos XII fue bastante lenta y en 1723 sólo se
contaban 228 barcos nacionales, es decir una tercera parte del número
en 1693- Sin embargo, durante el resto del siglo XVIII iba creciendo en
el país un espíritu emprendedor dinámico bastante pacífico y progre
sista. La ambición mercantilista y nacionalista en la política comercial
suprimida por Holanda en 1679 pudo ser llevada a cabo en 1724. Con
el “Acta de Navegación” inglesa de 1660 como modelo, el Gobierno
decretó que para cualquier otro país quedaba prohibido exportar a Sue
cia otros productos que los del mismo país o de sus colonias. Más tar
de también se prohibió el cabotaje en aguas suecas por barcos extran
jeros. Holanda trató de tomar algunas medidas de represalia pero sin
efecto considerable. Este llamado “Edicto de Producción”(Produktpla-
katet) constituyó un gran estímulo para la construcción de naves mer
cantes en Suecia. El tonelaje se había duplicado en 1734 y lo hizo otra
vez en 1776. Hubo, al mismo tiempo, una reducción aún más fuerte del
número de barcos extanjeros que entraban o salían de los puertos sue
cos. Se debe mencionar que es a partir de 1738 que tenemos una esta
dística continua y detallada sobre navegación y comercio exterior.
En 1731-1732 la producción de sal marítima en Portugal disminuyó
de súbito a causa de factores climáticos. Hubo allí una duplicación tem
poral del precio respectivo. Parece que esto, al igual que en los años
1690, iba a promover un traslado de muchos barcos suecos hacia Cádiz
y el Mediterráneo. La expansión de la navegación sueca allí tenía
muchas ventajas. La exportación de hierro y madera y la importación
de sal podrían ser completadas por un tráfico de carga en gran escala,
porque los fletes eran elevados. Así un “Spanienfarare” sueco podía lle
var primero los productos suecos referidos a Lisboa para cargar allí
mercancías “coloniales” del Brasil y de otros territorios portugueses lle-
BOÉTHIUS & HECKSCHER (1938), 143, 151, 156, 202, 746 & passim. RAU (1954), 241,
247; Israel (1989), 364-368. HECKSCHER, 1:2 (1936), 450-461, 471 f, 475. Es curioso notar
que en 1712, por lo menos, corsarios suecos habían asegurado tres quintas partes de la
provisión de sal en Gotemburgo. LIND (1923), 20; Para la crisis de Setúbal en 1731/32,
EKEGÁRD (1924), 437 f.; RAU (1968), 195.
114
vándolas a los puertos del Mediterráneo. Podría nuestro barco conti
nuar en tráfico de carga entre estos puertos (Cagliari, Málaga, Trapani
o Ibiza) para luego cargar sal en uno de ellos o hacerlo en Setúbal antes
de volver a Suecia. La gira podría comprender, por ejemplo, un año y
medio con la salida en el verano, tráfico de carga en el invierno y regre
so el próximo verano. Se consideraba el tráfico de carga imprescindi
ble por brindar a los armadores suecos una ganancia adicional a la uti
lidad del intercambio de productos tan voluminosos, como, por ejem
plo, la madera.
Entre 1739 y 1778 la Península Ibérica y el Mediterráneo absorbie
ron hacia una cuarta parte de todo el tonelaje sueco, y como ya dije,
los “Spanien-farare” pertenecían a la categoría de barcos más grandes.
La sal hispano-portuguesa y del Mediterráneo proporcionaban a los
suecos hacia el 90 por ciento de la sal importada, al mismo tiempo que
la cantidad total de sal importada expandió de 149.000 barriles en
1738/1748 hasta no menos de 250.000 en 1761/17Ó213.
El Edicto de 1724 iba a ser de vez en cuando duramente critica
do mientras estaba en pleno vigor (es decir hasta los años 1820) y en
tiempos más recientes por economistas de tendencia liberal. A ellos
pertenecía el gran historiador de la economía sueca, Dr. Eli F. Hecks-
cher, quien en sus obras de mediados del siglo XX, pensaba que un
monopolio sueco de este tipo tendría que elevar indebidamente los
precios de la sal para los consumidores suecos, con respecto a esta
mercancía incluso gente muy pobre. En base a datos empíricos sobre
los precios mejores y más elaborados, sin embargo, un investigador
reciente, el Dr. Stefan Carlén, asevera que en la sombra del Edicto
los precios al consumidor más bien tendían a bajar. En todo caso,
había escasez de sal de vez en cuando y, por consiguiente, quejas
HECKSCHER (1940), 18: (1922), 164-255. A partir de 1826, cuando Noruega fue exen
ta de las restricciones del “Produktplakatet”, perdió, paso a paso, su importancia pero
sin ser abolido. En 1738 notamos cierta importación sueca de sal vía Amsterdam (6 por
ciento del total). LINDBLAD (1982), 157. HÓGBERG (1969), 216 ff. BOHN (1989), 214.
Análisis crítico de la estadística en VALLERO (1969), 68 ff. En RÁLAMB (1691), 25-26, se
definen las medidas y características del “Spanienfarare”, incl. en el dibujo G:2. Podía
llevar 16 piezas de artillería. En 1781 hacia el 12 por ciento del tonelaje danés estaba ocu
pado en el comercio de Portugal (Lisboa) y España (Cádiz). LIISBERG (1919), I, 391.
115
del público consumidor. Esto resultó en la formación de depósitos
de sal reservados para emergencias. La peor ocurrió en 1799-1800
cuando incluso se suspendió de manera provisional el “Decreto de
Producción” un par de veces, particularmente en Finlandia, para
conseguir más sal. Es una gran lástima que el Dr. Carlén no podrá
estar aquí en Cádiz con nosotros, sino en otro país en donde tiene
un compromiso, porque es, sin duda, el mejor especialista ahora en
14
este campo .
En la parte oriental del Reino, Finlandia, la población, hasta media
dos del siglo XVIII, conseguía la mayor parte de la sal que necesitaban
vía Estocolmo y transportada a Ábo/Turku. En el siglo XVII se había
tratado de unos 10-20.000 barriles al año. Hubo muchos problemas en
la distribución a los campesinos con precios a veces muy altos. Por eso,
se podrá explicar la tenacidad con que en Finlandia se esforzaban las
autoridades y terratenientes de producir sal en el mismo país, pero sin
éxito alguno. Hacia mediados del siglo XVIII, las ciudades permitidas a
tener comercio directamente con el extranjero (“stapelstáder”) eran sólo
Ábo/Turko, Helsinki y otras más, todas situadas en la costa sur. En 1763,
sin embargo, otras cuatro en el norte recibieron el mismo privilegio.
Hubo ahora un gran aumento del intercambio comercial directo finlan
dés con el extranjero, no menos la Península Ibérica y el Mediterráneo.
De acuerdo con el historiador Aulis Alanen en su libro pionero sobre
el comercio extranjero de Finlandia en el siglo XVIII, hubo en esta par
te del Reino entre 1791 y 1796 una importación de sal en promedio anual
de 48.000 barriles. Con una población de hacia 740.000 habitantes, sería
un consumo promedio de 9 kgs. Para Suecia, en el sentido estrecho,
sería mayor (13.3 kgs.). Colegas suecos le critican a Alanen por no
haber tomado suficientemente en cuenta las grandes cantidades de sal
que en este tiempo, como pronto se verá, se necesitaban en la costa
occidental sueca para preparar pescado para exportación. Su colega
finlandés, el Dr Yrjó Kaukiainen, por su parte, subraya que hubo, ade
más, mucha sal introducida en Finlandia desde Estocolmo y otros puer
tos cercanos que resulta invisible en las estadísticas. El Dr Kaukiainen,
nuestro distinguido colega de la Universidad de Helsinki, pronto nos
HECKSCHER (1922), 218-241; CARLÉN (1997), 197-231 255-263; ALANEN (1957), 261-64 .
116
hablará sobre las características del comercio de sal a comienzos del
siglo XIX en su país .
A fines de la década de 1740 se notó un auge fuerte de la pesca de
arenque en la provincia de Bohuslán en la costa occidental al norte de
Gotemburgo, iniciándose, al igual que un par de veces en el pasado
medieval, un ciclo que culminaría en las dos últimas décadas del siglo
XVIII para desvanecer hacia 1810. Por lo tanto, la exportación de aren
que salado y de aceite de pescado experimentaba también una alza
formidable, pero enteramente condicionada por el abasto de la sal.
Anteriormente al período de auge pesquero, Bohuslán había absorbido
hacia 30.000 barriles de sal al año. A fines del siglo se trataba de unos
120-150.000 barriles. De vez en cuando se oían quejas populares sobre
la falta de la sal durante este período en el país. De acuerdo con Car-
lén, sin embargo, Heckscher y otros han exagerado la severidad del
problema. En cualquier caso, la importación de sal ascendió claramen
te a un nivel más elevado durante el período en cuestión. Además, a
partir de los años 1760 hubo cierta reexportación sueca de sal tomada
de depósitos no aduanados. A causa del bloqueo continental de Napo
león iban a crecer sus dimensiones .
Con todas las ventajas que brindaba a los suecos la expansión de
su navegación hacia el Mediterráneo, les significaba un gran problema
la piratería de los Estados (nominalmente bajo el Sultán turco) situados
a lo largo de la costa norteafricana. Siguiendo el ejemplo poco heroico
de otros países europeos. Suecia trató de comprar la paz para sus bar
cos y no menos las tripulaciones, convertidas en esclavos tan pronto
como era capturado un barco, por medio de tratados costosos con los
llamados “Barbarescos”. Así se hizo con Argelia en 1729, Túnez en 1736,
Trípoli en 1741 y Marruecos en 1763. Al concluirse este último tratado
Suecia también tuvo que satisfacer el deseo del sultán local de obtener
“de obsequio” 50 piezas de artillería y otros artículos para su marina. El
Ministro de España en Estocolmo, como es natural, no tardó en pro-
15 FAGERLUND, JERN & VILLSTRAND (1993), 253-256, 364 f. ALANEN (1957), 244-277 en
detalle sobre el comercio de la sal. El comentario crítico de KAUKLAINEN (1993), 37, 196.
HÓGBERG (1969), 221 ff; CARIEN (1994), 9-12.
16 HECKSCHER, 11:1 (1949), 285-290. ANDERSSON (1996), 215-226. CARIEN (1996), 56-58.
117
testar, ya que Marruecos era “el enemigo natural y permanente” de su
país, pero en vano. En todo caso, hubo a menudo violaciones de los
tratados, y no había tampoco seguridad contra los piratas en las costas
ibéricas del Atlántico. Ya en los años 1660 podemos notar algunos
esfuerzos suecos de comprar la libertad de suecos capturados y escla
vizados. En 1724 se estableció en Suecia una autoridad especial para
proteger a la navegación sueca, ante todo en el Mediterráneo, organi
zando de vez en cuando convoyes armados e incluso preparada a
sobornar a los corsarios, todo muy costoso pero financiado por un fon
do especial formado por los comerciantes. Con un nombre sueco muy
largo esta autoridad que existiera hasta 1867 se llamaba Konvojkommis-
sariatet. En 1802-1803, una escuadra naval sueca, con base temporal en
Málaga, y en colaboración con otra escuadra estadounidense, logró for
zar al Bajá de Trípoli a abrir las puertas de su capital. 137 esclavos sue
cos fueron liberados .
En el siglo XVIII en muchos países se iban formando compañías
privilegiadas de comercio con propósitos bien definidos. Así nació la
Compañía Sueca para el Comercio con las Indias Orientales en 1732.
De un total de 132 expediciones al Asia entre 1732 y 1806, la gran mayo
ría hacía escala en Cádiz a fin de proveerse con todos los pesos de a
ocho necesarios como pagamento de todas sus compras en China en
donde no se aceptaban mercancías europeas. Uds. podrán escuchar
aquí una conferencia del Dr. Bertil Andersson, distinguido historiador
de la Universidad de Gotemburgo que podrá tratar este tema fascinan
te dentro de un contexto sólido del comercio y otras relaciones entre
Gotemburgo y España desde alrededor de 1750 hasta 1820 .
Siempre había muchos problemas burocráticos y otros en los
diversos puertos y los Cónsules, a fines del siglo XVIII, a menudo sue
cos, tenían mucho que hacer. Había quienes, siendo al mismo tiempo
1 EKEGÁRD (1924), 252-65 sobre el período anterior a 1724. (1921); KREÜGER (1856),
125 f. ERICSON (1996), 205-209. CARLÉN (1997), 227-31. Para Dinamarca-Noruega los
tratados con los “Estados de Ladrones”, 1746-53 fueron, en efecto, decisivos para su
navegación en el Mediterráneo, sugún WORM-MÜLLER (1923), 515 -21.
ANDERSSON (1996), 204-14 y las referencias bibliográficas que da (pág . 208 f.) En
mi “Episodios” (1996) 35.39 un resumen breve del tema. Sobre los cónsules, BOHN
(1989), 263.
118
comerciantes, y muy respetados como J.A. Kantzow (1760-1825) en Lis
boa y Hans Jacob Gahn (1748-1800) en Cádiz eran personajes de mucha
importancia. En la década de 1790 todo el sistema de convoyes y
comercio en el Mediterráneo fue sacudido por el inicio de la extraor
dinaria lucha anglo-francesa que iba a durar hasta 1815. Incluso hubo
varios incidentes entre autoridades españolas y cónsules suecos sobre
barcos suecos que habían sido detenidos. El tráfico de carga, en parti
cular se hizo prácticamente imposible con las inspecciones continuas y
abusos por parte de uno u otro navio de los dos bandos. En 1800, Sue
cia y sus vecinos, que tan a menudo habían sido enemigos, Rusia,
Dinamarca y Prusia hicieron una alianza para defender su neutralidad
en los mares. Esto sólo estimuló a Gran Bretaña a capturar más barcos
neutrales. Habiendo todos estos problemas en el Mediterráneo, fue
sobre todo Portugal que podía en cierta medida satisfacer la demanda
sueca de sal y productos coloniales. Consecuentemente, también se
volvió un mercado considerable para hierro y madera de Suecia. En
1806/1810 se habían importado a Suecia un promedio de 201.800 barri
les de sal portuguesa pero, con la invasión francesa en 1807 y la gue
rra en 1811/1812 esta importación bajó a la mitad. De la sal del Medite
rráneo se habían importado en 1796/1800 un promedio de 186.000 barri
les. En 1811/ 1812 bajó a sólo 66.500 barriles. Al mismo tiempo sabemos
que para Portugal, hacia 1800, Suecia y Dinamarca habían llegado a ser
los compradores más importantes de la sal de Setúbal. Estadísticas pre
sentadas por la distinguida historiadora Virginia Rau para 1796 lo
demuestran .
En esta conexión uno se podrá preguntar, como lo ha hecho Ste-
fan Carlén, por qué hubo esta enorme concentración de la búsqueda
’ HECKSCHER (1940), 22-25; (II;2 (1949), 674; CARLSSON (1971); RAU (1968) 201;
(1984), 290-293. JOHNSON (1957), 24, 31, 36 f. En 1800 había un centenar de barcos sue
cos esperando su desembarque o cargas en Setúbal. HÓGBERG (1964), 34. SÁNCHEZ
DIANA (1962), 32 f. Sobre un incidente al ser preso un barco sueco por los españoles
en 1780, ver Bohn (1989), 245. Ante las autoridades en Madrid, el capitán trató por seis
años de rescatarlo, pero en vano. Se puede discernir una negociación en el nivel
gubernamental en una apostilla del despacho del Ministro de Suecia en Madrid, Barón
de Ramel, a su Rey el 5.VII. 1779. Se trata de una compraventa de cañones suecos para
la marina española. Biblioteca de la Universidad de Uppsala, Sección de “Handskrifter”,
F 431, No. 52. El aclarar este asunto sería un proyecto de investigación especial.
119
sueca en la Península Ibérica y en el Mediterráneo Occidental. Desde
ya, había grandes recursos de sal en Gran Bretaña, Francia, Alemania y
Rusia. ¿Se trataba esencialmente de la mayor facilidad y aprovecha
miento de un comercio activo mediante la navegación? ¿Es que la zona
referida ofrecía oportunidades especialmente buenas para vender hie
rro y maderas, y de comprar otros productos como vinos que gustaban
a la creciente capa media en Suecia? ¿En qué medida se trata de un
mero gusto, de sabor que variaba de país a país? A los suecos no les
gustaba la sal francesa con su color gris, sino preferían claramente la
de Portugal y también la de Cádiz, blanca y fina. Por otra parte, sabe
mos que en Bergen, Noruega, por alguna razón no les gustaba la de
Cádiz, y que en el este del Báltico preferían la de Sicilia que además
era mas barata que la ibérica .
En los años 1770, no menos del 40 por ciento del tonelaje sueco
había sido ocupado en la “Europa del Sur”, es decir en la Península Ibé
rica, Francia y el Mediterráneo. En 1801/05, se trataba todavía del 22 por
ciento. Luego, el porcentaje bajaría a sólo el 10 por ciento. Mientras que
los países ibéricos, una vez liberados, pronto perderían sus imperios en
el Nuevo Mundo, Suecia perdería en 1809 su parte oriental, Finlandia.
Incluso en términos económicos empezaría después de las guerras
napoleónicas otra época y es justificado para mí terminar este relato
resumido. La importación sueca de la sal del Sur, por cierto, continua
ría, y el comercio con los países del Mediterráneo también, pero nun
ca más, en términos relativos, tan altos como durante el siglo XVIII tar
dío21.
120
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125
En torno a los escandinavos en Cádiz.
La cuestión extranjera en España
en el siglo XVIII*
René Quatrefages
UNIVERSIDAD DE MONTPELLIER
Quisiera ante todo agradecer a Didier OZANAM su ayuda global; sus comentarios y
los datos archivísticos facilitados que quedan en la base de esta ponencia.
127
Cuando se examina esta producción histórica, puede verse que sus
autores han encontrado dificultades inherentes a la dispersión de las
fuentes, lo que no es nada sorprendente, debido a la materia tratada y
a las dificultades jurídicas y estadísticas.
La dispersión de las fuentes más detalladas depende del reparto geo
gráfico de los inmigrantes. En cuanto a la recogida estadística, poco difí
cil en sí, es muy aleatoria, dependiendo de la situación estatutaria de los
extranjeros. En efecto, en el plano jurídico, el concepto de extranjero que
dó desdibujado. Durante todo el periodo de los Habsburgo, los emigran
tes han oscilado, -o menor debería decirse han parecido oscilar- entre
dos estatutos: el de extranjero de pasaje, que la documentación archivís-
tica clasifica bajo la denominación de “transeúnte” y el de extranjero esta
blecido que la misma fuente denomina “avecindado” o “domiciliado”.
El primero procuraba ciertos privilegios jurídicos y fiscales. Mien
tras que el segundo sólo, consideraba los extranjeros en proceso de asi
milación permitiéndoles ejercer ciertas actividades lucrativas, ligadas,
sobre todo, al comercio de Indias.
Durante largo tiempo y sobre todo durante el siglo XVIII, los
extranjeros utilizaron ventajosamente la ambigüedad de estos dos esta
tutos. Fue sólo al asentarse la nueva dinastía borbónica cuando se
emprendió un esfuerzo de regulación. En 1716 Felipe V intentó clarifi
car esa situación codificando en una Real Cédula, de fecha 8 de mar
zo, las disposiciones fragmentarias anteriores que permitían a los
extranjeros sacar muy a menudo el mejor provecho.
El nuevo texto constituye la primera verdadera carta de los extranje
ros en España, e intenta definir las dos categorías jurídicas de las cuales
dependían tradicionalmente. Según la Real Cédula y en el futuro serían
considerados como vecinos -o avecindados como rezan los archivos-:
-los extranjeros que nacían en España;
- los que obtenían la naturaleza;
- los que fijaban su domicilio y compraban bienes;
- los que se casaban con españolas;
-los que obtenían una vecindad por ejercer un oficio comercial, inclu
so al por menor, artesanal o manual.
- los que ejercían un cargo público o gozaban de privilegios propios a
vecinos;
- los que tenían desde más de 10 años casa poblada.
128
Todos los demás extranjeros presentes en el reino que no satisfa
cían estas condiciones pertenecían a la categoría de transeúntes, es
decir, personas de paso o residentes temporales.
Con todo esto se podría pensar que los datos estadísticos conse
cuentes podrían resultar bastante completos, sino exhaustivos, por lo
menos en lo referente a los avecindados. Desgraciadamente no fue así,
porque, a pesar del esfuerzo de clarificación filipino, persistió cierta
ambigüedad tal y como lo recalcan todas las consultas gubernamenta
les sobre la materia. Además y sobre todo, la dificultad estadística resul
ta de la ausencia de censos globales anteriores al mandado en 1791,
motivado por razones de seguridad interior del Estado, tras la situación
creada por la Revolución Francesa.
Recordemos que para el siglo XVII parece que no existe ninguna
matricula general, me estoy refiriendo a DOMINGUEZ ORTIZ en su
libro Los extranjeros en la vida española en la siglo XVII. Sin embargo
nos quedan informaciones que debemos utilizar cautelosamente. Así el
embajador francés, Marquis de VILLARS (1679-1681) estimaba presen
tes en el reino hispánico hasta 67.000 individuos, lo que, sin duda, es
exagerado, además de no decir donde y cuando obtuvo sus datos . Res
pecto a este siglo, por lo que sabemos, no se puede esperar más infor
mación que la que nos ofrecen los padrones de los archivos munici
pales o fiscales.
De hecho, es en la segunda mitad del siglo XVIII cuando el gobier
no de la monarquía se preocupa de matricular a los extranjeros que
viven en el territorio peninsular. Este cambio de actitud lo motivó la
acumulación de protestas por parte de la autoridades locales o de súb
ditos, personas particulares, en contra de los extranjeros; siempre se
trataba de la competencia desleal que les permitían sus ambiguos esta
tutos, sustrayéndose a ciertas obligaciones. Esta situación resulta del
estudio de la documentación de la “Junta de comercio y de dependen
cias de extranjeros” del Archivo Histórico Nacional. Dicha comisión la
constituían magistrados pertenecientes a diversos tribunales que tenían
que gestionar las cuestiones relativas a los estatutos de los extranjeros.
129
En aplicación de esta competencia y por Real Orden, la junta deci
dió en 12 de mayo de 1759 informarse antes de tomar resolución: “del
modo con que eran tratados los cónsules y vice-consules de España en
las naciones donde los baria’?.
Luego, por consulta del 29 de octubre del año siguiente, repetida
el 3 de julio de 1761, y recordada el 30 de julio de 1763, expresó la Jun
ta: “Lo que estimo conveniente para establecer la recíproca en quanto
fuere posible y junto con lo que los extranjeros tenían en estos reynos,
evitando las dudas e interpretaciones que hasta entonces bavian dado
al reglamento del año de 1716"
Aprobó el rey esta última consulta de la Junta de Extranjeros el 30 de
julio en la que se precisaba las “excepcionesy advertencias" y mando que
“desde luego se hiciese dar este tribunal en todos los puertos y lugares de
comercio, empezando por los marítimos, una lista de todos los comercian
tes...” Conforme a la expresada voluntad real se comunicaron el 22 de
diciembre de este mismo año de 1763 “las ordenes convenientes por su
cumplimiento”. Concretamente se trataba de establecer en cada uno “una
lista de los comerciantes y demás personas extranjeras...con separación de
las naciones...con expresión de si son transeúntes o domiciliados. ”
En efecto, y por ejemplo en lo que toca a esta ciudad de Cádiz, el
comandante general de la provincia, Don Juan de VILLALBA y ANGU
LO, notificó desde el Puerto de Santa María con fecha de 3 de enero
de 1764 que había “circulado las ordenes convenientes a los goberna
dores de las plazas, puertos de la jurisdicción de este mando para que
desde luego tenga puntual cumplimiento y observancia la remisión de
la relación de todos los comerciantes que hubiese en cada uno... ”
En seguida, el 10 de febrero, el gobernador de Cádiz, SENTMA-
NAT, enviaba a la Corte “las adjuntas listas o matrículas originales de
todos los comerciantes extrangeros y sus dependientes que se han pre
sentado a firmar ante los cónsules de sus respectivas naciones y por si
mismo los que no los tienen ante el secretario de esta plaza...” entre los
cuales se encuentran 5 suecos y 25 hanseáticos.
130
No obstante, si notamos que se cumplió bien la voluntad real en
cuanto a Cádiz, parece que no fue general la observancia, incluso,
podemos juzgar que el resultado de esta iniciativa fue más bien medio
cre. Primero cuantitativamente, dado que si los primeros años de 1764
y 1765 parecen satisfactorios -18 y 16 respuestas, respectivamente,
sobre 20 circulares expedidas- se comprueba que más tarde el núme
ro de los estados enviados por las autoridades locales disminuyó rápi
damente hasta cero a partir de la década de los 80. Segundo, la calidad
de las respuestas siguió la misma pauta por falta de instrucciones pre
cisas, lo que abría campos de interpretaciones locales. Las pocas listas
enviadas entonces son incompletas e inutilizables para el historiador.
Desde el principio, la Junta de Extranjeros había notado que “lejos de
producir el efecto devido subsistían dudas y representaciones que lo dila
taban”. En consecuencia, acordó la misma: “expedir, imprimir y dirigir
circularmente a los capitanes generales y a los gobernadores de las pro
vincias a quienes correspondía su ejecución”, una nueva Real Cédula,
fechada el 28 de junio de 1764 en la cual se les encargaba “la formación
de matrículas con la distinción explicada en el Real Decreto anterior".
Contemplado aquí, de manera particular, el caso que Cádiz nos
enseña en la documentación de fecha 12 de enero de 1765, en la cual
el gobernador SENTMANAT envió la lista anual en la que constatamos
la misma presencia de hanseáticos, es decir 25, pero una disminución
de la reducida presencia sueca de 5 a 3 sujetos. Sin embargo, parece
que después de este año de 1765 no se remitieron más listas desde
Cádiz. Por eso en el cuadro adjunto se notará la escasez de los escan
dinavos.
Obviamente, ciertas autoridades locales no fueron bastante diligen
tes dado que en la consulta de 7 de julio de 1766 la junta advertía que:
131
Aprobó el rey el procedimiento y así, encargada la Junta de la res
ponsabilidad consiguiente a la dicha real resolución, no pudo menos
que volver a reiterarla el 6 de septiembre de 1766, encargando a su
secretaría que verbalmente lo recordase a quien tocaba el asunto. El
dicho tribunal contestó el 13 de diciembre que no estaba olvidada la
dicha real resolución “pero que era necesario.. .ponerse de acuerdo con
los señores secretarios del Despacho de Gracia y Justicia y de Hacien
da”.
Muy justamente no pudo menos que inquietarse la Junta con tal res
puesta. Y como transcurrió otro año entero sin recibir la resolución
gubernamental esperada la volvió a solicitar, recordando en nueva con
sulta de 13 de enero de 1768, las dos citadas de 7 de junio y de 6 de sep
tiembre de 1766. De paso hacemos notar que en el año 1770 se encuen
tra en los documentos de Archivo Histórico Nacional una nueva lista para
Cádiz en la que se precisan 27 hanseáticos y 6 suecos con la peculiari
dad de la mención de la nación danesa sin ningún matriculado.
Ante este evidente estado de suspensión del asunto acaeció un
hecho que reactivó la preocupación de la junta: una representación que
le pasó la ciudad de Santa María del puerto quejándose de la inobser
vancia de los reales decretos concernientes a extranjeros “por el abuso
que se hacia de ellos y mala inteligencia quese le daban ”. Oído su fis
cal, la Junta reconoció “que éstos defectos y la gran variedad de las inú
tiles matriculas de extranjeros que se formaban, confundiendo a las
unas y a las otras e impidiendo la extensión de las relaciones de todos
que Su Majestad deseaba, hacían de no tenerse presentes las Reales
Ordenes y determinaciones de la materia, y señaladamente el apunta
miento del año 1716”.
De cara a esta situación y en primer lugar, la Junta pensó expedir
otra Real Cédula que renovase lo mandado. Pero, examinando el asun
to con más detenimiento se dio cuenta que se hallaba todavía “pen
diente de la soberana aprobación de Su Majestad la instrucción pro
puesta” desde su propia consulta de 6 de junio de 1766. Por otra par
te, la documentación nos informa que “ni la Junta...ni su Secretaría
tenían fondos con que costear la impresión de 1500 ejemplares de esta
nueva cédula”, finalmente, acordó que la minuta de la nueva Real
Cédula pasase a manos gubernamentales, como fue ejecutado con
representación de 18 de abril del mismo año de 1771.
132
Para este mismo año de 1771, hizo el gobernador de Cádiz un
envío a la Corte de las “listas de los extrangeros existentes y matricula
dos en aquella plaza en este presente año que se han presentado ante
sus respectivos cónsules para gozar...el fuero que les corresponde”. Qui
zás podamos dar alguna explicación de las faltas de listas para los años
posteriores a 1765 por un membrete de mano del cónsul de la colonia
francesa, Antonio de PUYABRY, certificando que “los individuos conte
nidos en la lista antecedente permanecen baxo la protección de Su
Majestad Christianisima como sus vasallos...lo mismo que los que cons
tan matriculados en la que se presentó con fecha de ls de mayo de 1764
al excelentísimo Señor Gobernador de esta plaza y en años siguientes”.
En el mismo legajo consta que para los años posteriores vivían en
Cádiz:
133
de considerar que, la verdadera razón de tantas dilaciones en la ejecu
ción de la matrícula de extranjeros, radicaba en tal asunto de Estado,
situación motivada por causas de las relaciones bilaterales hispano
francesas, pero que beneficiaba al conjunto de los demás extranjeros.
En una consulta, ya citada, de 1778 la Junta recordaba todos sus
esfuerzos para conseguir la aplicación de la reglamentación incluyendo
la Real Cédula de 28 de junio de 1764. Añadía en anexo un interesan
te resumen de la situación general. Así aprendemos que Navarra trans
mitió sus listas puntualmente; que Andalucía -lo que ya sabemos con
templando el caso de Cádiz - cesó en 1774, lo mismo que Valencia;
Gibraltar y Orán habían cesado en 1770; Mallorca en 1769, Galicia en
1768, Aragón y Canarias en 1766; Costa de Granada, Castilla Extrema
dura, La Mancha, Vizcaya y Madrid en 1765; Cataluña en 1764, y...lo
peor: Guipúzcoa, Oviedo, Ceuta y Sevilla nunca habían cumplido.
No obstante, se encuentra en la documentación del Archivo Histó
rico Nacional, en una lista, remitida en 1773, por el diputado de la
nación francesa de la ciudad de Sevilla, una certificación de “los indi
viduos de su nación que nuebamente se han matriculado por no tener
cónsul ni diputado en la escribanía de guerra de la ciudad de Sevilla”
En esta última copia no aparece ningún escandinavo.
La situación no mejoró en la década de los ochenta. En un artícu
lo reciente, Didier OZANAM apunta que sólo se transmitió un estado
de matrícula en doce años . Resulta paradójico que fuera también por
causa de Francia por la que el gobierno español decidió resolver la
cuestión extrangera. La revolución francesa significó desde su principio
la ruptura del pacto de familia. Del lado español, el conde de FLORI-
DABLANCA, primer Secretario de Estado, tuvo una gran inquietud en
torno al posible contagio revolucionario.
Con motivo de resolver el rey una consulta de su Consejo de l2 de
julio de 1791 sobre las providencias tomadas por la justicia de Bilbao
para hacer salir de aquella algunos extranjeros, escribió, el 12 de julio,
Floridablanca al conde de Cifuentes, Presidente del dicho Consejo: “Ha
determinado su majestad que el mismo Consejo tome en consideración
y lleve a efecto la resolución de varios puntos importantes atendiendo a
134
las críticas circunstancias actuales de la Europa y de la Francia, y a lo
que concierne para la exacta ejecución de las leyes y para el bien y
tranquilidad del estado. ”
Para exponer la voluntad del rey, seguían tres puntos: el primero
consistía en la averiguación rápida de la calidad de los extranjeros, dis
tinguiendo a transeúntes de domiciliados para que se guarden a unos
y a otros los fueros y concesiones que correspondían a los tratados
hechos con las diferentes potencias y a las leyes españolas. Con este
fin, se mandaba que se matricularan los unos y los otros y se declara
sen los que se debían considerar como naturales o avecindados.
Sobre este punto subrayaba el conde: “aunque se han practicado
las matriculas en algunas partes por orden de la Junta de extranjeros
incorporada en la de comercio, se sabe que no han sido exactos ni se
han formado en todos los pueblos en los que los ay, como también que
muchos o lo mas quieren usar y usan promiscuamente de los privilegios
de transeúntes y de los de avecindados” para aclarar esta situación,
mandaba el rey, empezando por Madrid, se averigüe “los objetos y des
tinos” de cada extranjero, particularmente en la Corte.
Entre tanto, que la Junta de Extranjeros informe de lo que se haya
practicado sobre tal punto y en los demás pueblos del reino, manda
ba además el rey que los alcaldes de cuartel y de sus respectivos
barrios verificasen las listas que habían debido hacer especificando
“todos los extranjeros y sus familias existentes en su distrito con sus
nombres, patria, religión, oficio o destino, y el objeto de permanecer en
la Corte, como también si han declarado y firmado ser su animo de
permanecer como avecindados y subditos del rey o como transeúntes”.
En caso de no existir estas matrículas, debían ejecutarse y seguir dan
do cuenta al Consejo de todo “sin esperar a que toda la operación se
haya concluido”.
El segundo punto consignado explicaba el modo de gobernarse
con cada uno de los extranjeros, según su clasificación: Los avecinda
dos deberían ser “Católicos y hacerjuramento defidelidad a la religión
y al soberano ante la justicia, renunciando a todo fuero de extrangeria
y toda relación, unión y dependencia delpais en que ayan nacido, pro
metiendo no usar de la protección de él ni de sus embajadores, minis
tros o cónsules, todo bajo las penas de galeras, presidio, o expulsión
absoluta destos reynos y confiscación de sus bienes”. En cuanto a los
135
transeúntes serían notificados de no permanecer en la Corte sin licen
cia de la Secretaría de Estado dentro de termino intuitu personae.
Además, y en adelante, los mismos transeúntes no podrían ejercer
las artes liberales, ni oficios mecánicos, ni avecindarse. Precisando Flo-
ridablanca: “por consecuencia no pueden ser mercaderes de vara, ni
vendedores por menor de cosa alguna, sastres, modistas, peluqueros,
zapateros, ni médicos, cirujanos, arquitectos etc” sin licencia previa o
mandato del rey incluyendo en esta prohibición la de ser criados,
dependientes de vasallos y súbditos del rey. Todas estas personas tení
an 15 días de término para salir de la corte y dos meses para irse fue
ra del reino o elegir, en el mismo plazo, avecindarse en las condicio
nes ya mencionadas.
El tercer y último punto que mandaba arreglar el rey era el de la
entrada de los extranjeros en el reino y en la corte conforme a los tra
tados “que debian existir con las potencias extranjeras para los tráficos
y negocios de sus respectivos subditos" se preveía solamente el examen
de sus licencias y pasaportes en los puertos y plazas de comercio,
impidiendo su entrada en otras partes sin licencia real, procediendo de
igual manera respecto a la corte.
Sin embargo, las autoridades locales debían señalar a los extranje
ros buscando refugio, asilo u hospitalidad en los pueblos en los que
hubieran de presentarse para obtener licencias y esperar concesión o
denegación de estas, pero jurando, mientras tanto, la sumisión y obe
diencia al rey y a las leyes españolas bajo las mismas penas en caso de
contravención
Concluía la dicha misiva de Floridablanca al Consejo diciendo que
sin detener “un momento” las providencias para Madrid, se extiende
publicando una cédula para toda España antes de exponer “todo lo
demas que juzgare necesario y conveniente para la buena goberna
ción, tranquilidad yfelicidad destos reynos en materias de tanto peligro
y consequencia
Copia de esta carta debía pasarse a la Junta para que cuidase en la
parte que le tocaba de su ejecución y también a los Secretarios del Des
pacho y al Consejo de Indias para su inteligencia. Recibida la copia el
17 de julio en la Junta, remitió, ya el día 20 siguiente, a la Secretaria de
Estado un informe y las matrículas que detenía; contestándole, el día
23 Floridablanca, que enterado el rey, había encargado al Consejo cui
136
dar de esta materia en lo sucesivo, expidiendo a su Secretaria las nue
vas matrículas.
Inmediatamente, 21 de julio, el Consejo de Castilla informó a Flo-
ridablanca que la ejecución de la Real Cédula necesitaba una instruc
ción explicativa para excusar los defectos constatados a lo largo del
siglo, desde la cédula de Felipe V de 1716. Añadía un proyecto de tal
instrucción. Para no parecer que consideraba de manera exclusiva a los
franceses proponía matricular, cuanto antes y conforme al modelo a
todos los extranjeros. Los datos requeridos eran: nombre, patria, esta
do, nombre y patria de su mujer, numero de hijos, religión, oficio, años
de residencia, pueblos donde residían, avecindados o transeúntes. El 23
de julio, le contestó el conde de Floridablanca que el rey había apro
bado el proyecto de instrucción.
Tan delicada materia exigió más aclaraciones del primer secretario
de Estado, realizadas, con fecha 9 de agosto, en una Orden Reservada,
aprobada por el rey. Sobre el tercer capítulo de la cédula y el octavo
de la instrucción, volvió a subrayar las disposiciones sobre los transe
úntes y el juramento exigido “de cara a unas dudas cabilosas”, preci
sando que también debía tomarse “con los que particularmente se man
dare y creyera absolutamente necesario por la calidad de sus personas
y antecedentes justos que buviere para con ellos atendido el pays de
donde fueren y sus relaciones sospechosas”. La tal Orden Reservada
debía expedirse en el correo de la misma noche a los gobernadores de
Cádiz, Málaga, Alicante, y Cartagena, y para el Capitán General de Cata
luña, y después pasarse a los de Aragón, Navarra, Guipúzcoa y Valen
cia. De todo esto podría intuirse que las “dudas cabilosas” tenían su ori
gen en el mismo Consejo, dado el vaivén cuasi instantáneo con la pri
mera Secretaria de Estado. Lo que parece confirmar una nota a pie de
página de Floridablanca apuntado “a su tiempo se avisara reservada
mente a Cifuentes”. Notamos la extremada celeridad con que se trami
taron las necesarias consultas entre los diversos órganos de gobierno,
en unos días se acabó con décadas de cabilaciones.
Ahora bien, concretamente cual fue el resultado: un “estado gene
ral en que se manifiesta el número de extrangeros que se han matricu
lado en los Reynos de Castilla a consecuencia de lo dispuesto en la Real
Cédula de 20 de julio de 1791, con distinción de las provincias y parti
dos en que lo han hecho, naciones de que son y de los avecindados y
137
4
transeúntes”. Globalmente, y con mención especial del caso gaditano
se matricularon en el Reino de Castilla 25.568 avecindados y 5.193 tran
seúntes repartidos en las naciones siguientes, conforme a la fuente y
según los cálculos de OZANAM :
138
Advertimos que 4602 avecindados y 1804 transeúntes se matricu
laron en Cádiz, es decir, respectivamente casi la cuarta parte y más del
tercio del total del reino. Sin contar con los 479 avecindados y los 90
transeúntes de la cercana isla de León. Entre los cuales la documenta
ción archivística nos proporciona la lista siguiente de los suecos:
139
Barrio de San Antonio y Bendición de Dios
140
Barrio de la Cuna
6 No pudiendo todos salir del apuro algunos eligieron otra nacioanlidad como por
ejemplo Diego Jugla “del comercio de esta ciudad de Cadix, socio desta casa y compa
ñía de negocios que corre en ella baxo la denominación de Jugla y De Mellet” natural
de San Félix de Sogues, dominio de la Francia donde nació en 1733 naturalizado sui
zo en el cantón de Bernia en 1793- Archivo Histórico Provincial de Cádiz, leg. 3174,
fol.1593-94. Este protestante fue hombre de negocios de Antonio de Ulloa.
141
BIBLIOGRAFIA
DRIESCH, Wilhelm Van den: Die auslandischen Kaufleute Wahrend des 18.
Jahrhunderts in Spainien und ihre Beteiligung am Kolonialhandel, Fors-
cbungen zur internationalen social und wirtschaftsgeschichte, herangege-
ben von Hermann Kellenbenz, Bóhlav-verlag, Kóln-Wien, 1972, 692p.
143
La colonia comercial sueca en el Cádiz
del siglo XVIII. Los Bolb
BANG, N.E. y KORST, K., Tabeller over Skibsfart og Varetransport gennem Oresund,
1661- 1783 og gennem Store Boelt 1701-1748, Copenhagen, 1930-1953, pp.42-54.
2 Vid. Al respecto la conferencia presentada en este mismo encuentro hispano-sueco
por ANDERSSON, Bertil, “Not only salí! Trade between Gothenburg and Spain, 1750
1820”.
145
do superar la crisis experimentada por la Hansa a principios de los
tiempos modernos; es decir, con Lübeck, Bremen y, sobre todo, Ham-
burgo. Este último, de hecho, se había convertido a la sazón en el gran
almacén de la Europa Central y del Este, gracias a las exportaciones de
mercancías procedentes del interior continental a través de su puerto
(telas silesianas, productos diversos del Saxo) y a las importaciones
hacia dicho ámbito de coloniales, que, en el siglo XVIII, experimenta
rán una espectacular expansión . Los barcos daneses, holandeses y
franceses remontaban para entonces el Elba hasta la altura de Altona,
donde se desembarcaban y embarcaban las mercancías. Así pues, la
relación de Suecia con el puerto de Hamburgo llegará a ser estrecha,
siendo otras veces Amsterdam, en especial durante los siglos XVI y
XVII, quien había venido ocupando tradicionalmente ese lugar .
Pero más importante desde el punto de vista cualitativo, son otros los
cambios llamados a tener mayor relevancia. Desde las primeras décadas
del Setecientos, las cosas han comenzado ya a cambiar. Sin perder del
todo, según hemos visto, su vinculación hanseática y, por lo tanto, bálti
ca, no en vano es éste su espacio natural más inmediato, Suecia se plan
tea el participar, de una forma más decidida y directa en los ámbitos colo
niales, donde a la sazón se jugaba la hegemonía comercial europea. Este
espacio, amplio, contaba sin duda con fuertes competidores, especial
mente Francia y Gran Bretaña, aspirantes ambos a controlar el tráfico que
a través del Atlántico se hacía. España, en una posición intermedia, juga
ba a mantener a raya , mediante sus acuerdos familiares con Francia, a su
eterno enemigo inglés, así como a conservar expeditas las vías de acceso
a sus provincias americanas. Por su parte, Suecia, que era una potencia
3 BUTEL, P. (Les négotiants bordelais, l’Europe et les fies, París, Aubier, 1974, p.49);
POHL, H. (Die Beziehungen Hamburgs zu Spanien und dem Spanischen Amerika in
derZeit von 1740 bis 1806, Wiesbaden, 1963, pp.126-128) y NEWMAN, E.K. (“Hamburg
in the European Economy, 1660-1750”, en Journal of European Economic History, 14,
1985, pp.57-93).
NORTH, M. y SNAPPER, F. (“The Baltic Trade and the Decline of the Dutch Economy
in the 18 th. Century”, en LEMMING, J.P. y KONINGSBRUGGE, J. (eds.), Baltic Affairs.
Relations between the Netherlands and North-Eastern Europe, 1500-1800. Essays, Nime-
gues Instituut voor Noord-en Oosteuropese studies, 1990) y LINDBLAD, J.T. (Sweden 's
Trade with the Dutch Republic, 1738-1795: a Quantitative Analysis ofEconomic Growth
and International Trade in the Eigbteenth Century, Assen, Van gorcum, 1982).
146
menor en comparación con estos grandes colosos de la época, aprovecha
la fuerza de su unión con Finlandia en 1720 y el momento de expansión
económica mundial para acercarse con sus productos hasta los crecientes
mercados de la Península Ibérica y de la América hispana.
Posee para ello antecedentes antiguos. Desde la Edad Media, la Penín
sula constituye para los escandinavos el ámbito por excelencia donde
encontrar los productos mediterráneos que le faltan . Desde principios del
siglo XVII y hasta entrado el XIX, la sal se convierte en la mercancía por
excelencia. Se trata para ellos de una materia prima imprescindible para la
conservación de los alimentos (así, la salazón del pescado), tanto como la
“chispa” de los mismos a la hora de consumirlos. En menor medida, se
importan también vinos y productos agrícolas. De ahí este tráfico, casi inin
terrumpido, desde los ya referidos tiempos del Medioevo hasta el siglo XX.
A cambio, los países ibéricos obtenían los materiales necesarios
para sus construcciones navales, en número creciente a lo largo del
XVIII con la política mercantilista de sus gobiernos y la creación de los
arsenales de La Carraca, El Ferrol y Cartagena. Se trata de madera de
los extensos bosques escandinavos, de jarcia y brea, así como de hie
rro, a pesar de la producción vasca, aún insuficiente de este metal. Este
comercio complementario, sobre el que ha de basarse lo mejor de las
relaciones hispano-suecas a lo largo de la historia, constituye el eje fun
damental sobre el que girarán los intercambios, incluso en el XVIII.
En 1732 Suecia erige su Compañía de las Indias Orientales, fruto
indudable del nuevo rumbo tomado por el país escandinavo, pero tam
bién de las crecientes perspectivas comerciales abiertas en el Setecientos.
Para ello se beneficia de algunos exmiembros de la Compañía de Osten-
de, a quien sustituiría en parte. El modelo seguido es el de las grandes
compañías privilegiadas de comercio, creadas con anterioridad (siglo
XVII) por ingleses, holandeses y, posteriormente, también por franceses,
según los moldes mercantilistas. No vamos a entrar aquí en su estudio ;
147
tan sólo recordaremos que esta compañía, casi coincidente en el tiem
po con la Guipuzcoana de Caracas española (1728), es la expresión de
las iniciativas suecas con vistas a participar en los espacios coloniales,
donde tanto los ibéricos y franceses como los anglosajones venían ope
rando desde hacía tiempo.
¿Cuál era la vinculación de la compañía sueca con España? Pro
cedentes de Gotemburgo, el gran puerto atlántico escandinavo fun
dado en 1618 (justo el mismo año en que Hamburgo obtenía el esta
tus de ciudad imperial), los barcos suecos viajaban hasta Cádiz,
capital del monopolio español con el Nuevo Mundo, próximos a la
costa portuguesa. En el puerto andaluz descargaban los productos
más demandados por los ibéricos y cargaban a cambio la plata pro
cedente de América, necesaria para su deficitario comercio con
Asia; productos agrícolas (cítricos, frutos, vinos, etc.), no pocos de
ellos andaluces, y coloniales llegados a puerto desde las costas ame
ricanas, cada vez en mayor medida a través de franceses e ingleses.
Se calcula que unas 132 expediciones con destino en Oriente,
debieron hacer escala en Cádiz hasta la extinción de la compañía en
18068.
Desde Cádiz, los navios emprendían luego rumbo hasta Cantón,9
siguiendo para ello la ruta oceánica inaugurada por los portugueses .
De esta forma, un flujo continuado de navios suecos llegará hasta el
puerto hispano a lo largo del Setecientos; algunos, atravesando el
Estrecho, para llegar al levante peninsular (Torrelavega, Valencia, Bar
celona, etc.) en busca de sal, productos agrícolas y sus derivados, has
ta que la crisis finisecular aconseje el recambio. Los dividendos de la
compañía llegaron a ser elevados durante las épocas de conflicto béli
co (el 40% e, incluso, el 100%), al aprovecharse de la neutralidad sue
ca y ofrecer sus servicios, bajo bandera neutra, a los distintos con
tendientes .
148
LA COLONIA COMERCIAL SUECA DE CÁDIZ Y SUS PROBLEMAS
" Vid, por ejemplo, la propuesta al Gobernador de Cádiz hecha por Gerónimo Ravas-
chiero, en representación de los regidores de la ciudad, en el cabildo municipal del
12.1.1771 (Archivo Municipal de Cádiz -en adelante A.M.C.-, Libro de Actas de Cabil
do, año 1771).
149
el comercio marítimo suele estar por encima de adscripciones naciona
les. Ello quiere decir que, cuando les interesaba, los comerciantes podí
an utilizar para sus negocios, desde nombres supuestos, hasta barcos
con bandera de conveniencia o neutrales, pasando por la adscripción
a un país diferente del propio, aunque unido a él por una cierta comu
nidad cultural. Tal es el caso de de los británicos con respecto a los
irlandeses -distinguidos en cuanto católicos por las autoridades espa
ñolas a la hora de participar en la Carrera-, o de los holandeses en rela
ción a los flamencos por similares motivos, aparte de su pertenencia al
Imperio habsburgo durante varios siglos. El problema de identificación
suele agravarse en tiempos de guerra. Es entonces cuando el camufla
je tiene más fuerza y, por ello, las dificultades para conocer el verda
dero origen de comerciantes, barcos y mercancías son mayores. Con
estas premisas, podemos ya adentrarnos en la captación, sin duda
meramente aproximativa, de la colonia mercantil sueca (en esencia casi
la única) en el Cádiz diciochesco.
La primera observación que destaca es la cortedad del número de
sus miembros, que nunca llega a sobrepasar, en las diferentes catas rea
lizadas por los empadronadores, la decena. Más adelante intentaremos
explicar los posibles porqués de esta situación.
El primer padrón consultado, el de 1713, tan sólo registra una colo
nia con dos miembros, de los que sólo uno de ellos, el cónsul (un tal
Panius), cuyo origen sueco no es seguro, tendría vinculación con la
actividad mercantil; el segundo es una posadera . Ambos habitan fren
te al puerto. Junto a ellos hay también un flamenco, Guillermo Graf,
con tienda de mercaderías (sic), que ejerce el cargo de vicecónsul de
Suecia. La presencia de un equipo consular, en donde, al menos uno
de sus miembros, procede de un país diferente al que representa, nos
lleva a ratificar lo débil de la comunidad sueca en el puerto andaluz y,
lo que es aún más importante, el escaso papel que desempeña todavía
Cádiz en las relaciones comerciales entre España, sus provincias ame
ricanas y el país escandinavo. Esta debilidad, no sólo implicaría una
colonia prácticamente inexistente a principios del XVIII, sino también
la necesaria mediación de otras “naciones” en la protección y defensa
150
de los intereses mercantiles suecos. No resulta extraño, pues, que los
datos que poseemos para finales del XVII corroboren también esta opi
nión. En efecto, ningún miembro unido expresamente a la “nación”
escandinava, aparece entre los que suscriben en Cádiz el donativo
voluntario votado por el reino a Cortes de 1662 y su corolario del mis
mo año . Tampoco en el listado de mercaderes que ofrece el comer-
14
ciante saboyano Raimundo de Lantery para 1705 .
En las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, elaboradas
con vistas a la Única Contribución, los suecos no aparecen reconoci
dos como “nación” separada. Sabemos, sin embargo, por un listado de
1753 (la misma fecha del Catastro), reutilizado en 1771 para dicho fin,
que existían varios comerciantes suecos entremezclados con los lla
mados damascenos y prusianos . Al no figurar al lado de cada nom
bre su nacionalidad de origen, se hace por el momento imposible
conocer el país de origen. El grupo lo componen 17 nombres, de los
que tres (Fragella, Capitanachi y Bosichy) figuran unidos entre si y tres
más dando nombre a sendas compañías. Eso si, aparece con nitidez el
nombre del nuevo cónsul, el comerciante Jacobo Martín Belman o
Bellman, al que se calculan un total de 6.000 pesos anuales de a 128
cuartos cada uno, cantidad que puede considerarse alta, equiparable
al de algunas compañías de comercio y al de los comerciantes parti
culares más ricos.
Algunos años después, a finales del año 1764-principios de 1765
concretamente, a instancias del Gobernador de Cádiz, los cónsules de
las diferentes “naciones” representadas en la ciudad elaboran unas lis
tas, no exaustivas, publicadas en dicho último año, donde aparecen los
11 Vid. BUSTOS RODRÍGUEZ, M., “La burguesía mercantil en el Cádiz del siglo XVII:
Origen, nombres y estructura”, en ENCISO, L.M., La burguesía española en la Edad
Moderna. Actas del Congreso Internacional celebrado en Madrid y Soria los días 16 al
18 de diciembre de 1991, Madrid, Fundación Duques de Soria et alt., 1996, pp.1233-
1265.
14 BUSTOS RODRÍGUEZ, M. (ed. y estudio introductorio), Un comerciante saboyano en
el Cádiz de Carlos II (Las memorias de Raimundo de Lantery. 1673-1700), Cádiz, Caja
de Ahorros de Cádiz, 1983, pp.89-90.
15 Archivo General de Indias (en adelante A.G.I.), Consulados, ns 892-B, “Utilidades,
que annualmente resultan al Comercio de la ciudad de Cádiz, para las diligencias de
justificación para la Unica Contribuzion con distinzion de Naciones”.
151
nombres de sus representados acogidos a fuero militar'6. Aunque no
figura el oficio que ejercen, se trata básicamente de comerciantes, algu
nos -como en el caso francés- pertenecientes al pequeño comercio.
Los suecos aparecen, por fin, separadamente, encabezados por su cón
sul, el ya citado Jacobo Martín Bellman, responsable de la relación. Jun
to a él se inscriben otros tres nombres más: el vicecónsul Juan Obezg,
Andrés Hagstrom y Jacobo Bolh, ninguno de los cuales aparece en el
listado de 1753.
A lo largo de estos años las relaciones de comerciantes se acumu
lan, entrecruzándose entre si, ya que las demandas hacendísticas (con
tinúa adelante, con no pocas pausas intermedias, el proyecto de la
Única Contribución) y militares de parte del Gobierno no cesan. El tes
timonio más completo sobre la población de Cádiz no llega, sin embar
go, hasta 1773, cuando se afronte por parte del ayuntamiento de la ciu
dad la necesidad de formar un nuevo padrón con vistas a las quintas.
La minuciosidad con que esta fuente ha sido erigida, nos proportcio-
na unos datos, escasos sin duda, pero preciosos, acerca de las comu
nidades extranjeras. En ella se recogen, además del cónsul de Suecia,
Arendo Droyer, dedicado, según declaración propia, a la venta de algu
nos efectos suecos y al fletamiento de barcos, un total de cinco comer
ciantes mayoristas de origen sueco: Juan Federico y David Bohl o Bólh,
Jorge Weiding, Andrés Hang(s)tron -vicecónsul en 1765- y Juan Jaco
bo Siehhceper. De ellos, sólo dos apellidos, Bolh y Hang(s)tron, se
repiten en 1765, uno, incluso, con el mismo nombre.
Los Bolh conforman juntos una compañía de comercio, con sede
social en la casa principal de éstos, sita en uno de los barrios más fre
cuentemente habitados por la burguesía mercantil rica de la ciudad,
Angustias-San Carlos. En ella participan también dos hamburgueses: los
hermanos Daniel y Martín Stokflesh . Todos los miembros poseen
Listas de los nacionales estrangeros y otras personas, que gozan del fuero militar de
guerra en esta plaza de Cádiz. Año de 1765, Impresa en la Real Imprenta de Marina de
Cádiz, s.p.
17 A.M.C., Padrones, ns 1006 y 1007. El Padrón se realiza en obediencia de una Real Orde
nanza del 3 de noviembre de 1770 y su Adicional más próxima del 17 de marzo de 1773
relativa a las reglas que debían seguirse en orden al reemplazo anual del Ejército.
18 A.M.C., Ibidem.
152
características comunes, además del hecho de habitar en la misma casa
y de pertenecer a la misma asociación mercantil: su estado soltero; su
edad dentro de la treintena, y el compartir dependientes y criados. Los
primeros, en número de tres, lo son de escritorio y proceden de Ham-
burgo, Vircemberg y Flotowesfalia; es decir, del mismo entorno geo-
gráfico-económico al que pertenecen los miembros principales. Los
criados son, en cambio, según parece lógico, de un ámbito bien dife
rente: cuatro proceden del Limousin francés y uno de Galicia (Santia
go), tres son meros sirvientes y dos -franceses- atienden la cocina
como cocinero y mozo de cocina respectivamente. Nada más se nos
dice de estos personajes, que, sin embargo, constituyen una de las
compañías de comercio más importantes del Cádiz de la segunda mitad
del siglo XVIII. Centraremos más tarde su atención sobre ellos.
En cuanto a los tres comerciantes suecos que quedan, viven en
casas diferentes, aunque dentro del mismo barrio (El Pilar), menos dis-
19
tinguido que el de Angustias-San Carlos, pero igualmente cotizado .
Jorge Weiding y Andrés Hang(s)tron están casados, Juan Jacobo Siehh-
ceper soltero. Las edades rondan las de sus paisanos: 33 y -los dos últi
mos- 40 años. Tan sólo Jorge posee dependientes de comercio: dos, de
origen francés, que se ocupan de la caja y la teneduría de libros res
pectivamente. Los dos comerciantes que restan tienen a su servicio tan
sólo criados: tres Andrés, de los que uno es paje (¿deseo de ostenta
ción?); dos Juan Jacobo; ni éstos ni los dependientes se relacionan
directamente con el ámbito geográfico de sus respectivos señores como
ocurría con los dependientes de los Bolh. Un cierto atisbo de integra
ción, invisible en el caso de estos últimos, se percibe en el de Jorge y
Andrés, gracias al matrimonio. Nada sabemos, sin embargo, de sus res
pectivas esposas, pero los hijos de Andrés, de 10 y 12 años, han naci
do ya en Cádiz, y eso supone un paso importante en la españolización
de la estirpe.
Llegamos con estos datos a los estertores de la centuria. La revo
lución francesa ha dado origen en España al llamado “pánico” de Flo-
ridablanca, Secretario de Estado, encargado a la sazón de mantener el
país a salvo de la contaminación revolucionaria, mediante un control
A.M.C., Ibidem.
153
más estricto de las personas, especialmente de los numerosos france
ses establecidos en España, y de la circulación de libros, folletos e
impresos en general que pudieran tener como objetivo propagar las
ideas de una Francia por entonces agitada.
De este espíritu surge, precisamente, el listado de 1791 . Se refiere
en exclusiva a la población extranjera, distinguiéndose en él entre los
que sólo están en Cádiz como transeúntes y los que se hallan avecin
dados. El número de miembros de la “nación” sueca es de doce, de los
que once son considerados avecindados y uno transeúnte. Entre ellos
los hay de diferentes profesiones (artillero, marinero, comerciante, etc.)
y situaciones religiosas (unos aparecen ya como catequizados y otros
como luteranos). Llama la atención la existencia de dos hamburgueses
(J.Nicolás y J.Amadeo), cuyo apellido Bohol podría identificarse con el
de Bolh. La alta presencia de solteros en la comunidad, así como la ads
cripción de algunos a la religión mayoritaria en su país de origen, abun
da en la idea que sostenemos de una “nación” escasa o nulamente inte
grada en el Cádiz diciochesco. A ello hemos de añadir lo reducido de
su número (tres años después sólo aparecen inscritos diez, de los que
tres están domiciliados y ratifican su primera declaración -la de 1791-,
seis son transeúntes -cinco la ratifican y uno declara por primera vez-
y uno figura como expulso ), aunque en algún caso -el de los Bolh-
puedan alcanzar una importancia económica parangonadle con la de
otras compañías de comercio. Vamos a centrar ahora nuestro análisis,
precisamente, en ésa, de la que poseemos algunos datos interesantes y,
al tiempo, elocuentes para el conjunto de la colonia, no obstante redu
cidos hasta tanto las investigaciones no avancen más.
154
había sido ganada por los escandinavos a costa de Brandemburgo, tras
los tratados de Westfalia de 1648. El primer Bolh en Cádiz del que tene
mos constancia es Jacobo, de quien los protocolos notariales de 1756
nos dicen que tiene negocios y dependencias. En realidad, forma por
entonces compañía de comercio con dos alemanes, Carlos Weerkamp
o Veer Kamp y Pedro Hasendeuer o Anselever, vecino y comerciante
de Cádiz, además de su apoderado, albacea testamentario y heredero
universal (señal de que la familia tiene aún en la ciudad una débil pre
sencia) . No aparecen todavía otros miembros de la familia, ni for
mando parte de la asociación mercantil ni a la hora de la herencia, pues
Jacobo nombra heredero universal a su socio Pedro. Tanto éste como
Carlos tenían ya compañía en 1753 por separado: Éste daba nombre en
exclusiva a una de ellas; la otra estaba constituida por la unión de Anse
lever con Berwike o Berwick y Tiermeman, alemanes como éf3. ¿Es
dicho Jacobo el mismo que aparece registrado en la lista ofrecida por
el cónsul sueco en 1765?
De la manera que sea, los antepasados más remotos de la familia
que conocemos son doña Geltrudis Schone y su esposo don Jacobo
Bolh, naturales de Straldsund, padres de Juan Federico y David, los
mismos que aparecen empadronados en Cádiz en 1773 formando com
pañía con los Stokflesh. El progenitor (=¿el del mismo nombre que figu
ra en 1753 o 1765?) está ya fallecido en aquel tiempo. La madre, sin
embargo, parece vivir aún en Straldsund, ya que sus hijos la hacen
heredera universal de sus bienes, al tiempo de redactar sus últimas
24
voluntades por esos mismos años . Por los protocolos notariales sabe
mos que tuvieron algunos hijos más: Jacobo (=¿Juan Jacobo?), cuyo
nombre se confunde con el del padre; Christian (=¿Christian David?) y
Enrique. Este último, como Juan Federico y David, son naturales de la
ciudad sueca al igual que sus padres.
Todos ellos se encuentran en Cádiz en 1773-74 desarrollando acti
vidades mercantiles, cuya naturaleza concreta, faltas de una investiga
ción más amplia, nos son aún bastante desconocidas. Llama la aten-
155
ción, sin embargo, que, a excepción de Juan Federico y David, el res
to de los hermanos no hayan sido registrados como comerciantes u
hombres de negocio en el padrón de 1773. ¿No estaban entonces en la
ciudad? La declaración de últimas voluntades que realizan Christian,
Enrique y Jacobo por esa misma fecha parece desmentir la idea de la
ausencia \ De hecho, los tres aparecen en ella como residentes en
Cádiz. ¿Se trata, por tanto, de un olvido de los empadronadores? Prefe
rimos inclinarnos por el carácter “volante”, temporal de dicha residen
cia, por la razón que más adelante expondremos.
De los vínculos, no sólo familiares, sino también mercantiles dan
buena cuenta las fuentes consultadas. La compañía que Juan Federico
y David forman con Martín y Daniel Stockfieth, ambos del comercio de
Cádiz, acoge también a los otros hermanos: Christian considera a Enri
que, hombre de negocios en el comercio de esta plaza (Cádiz), en 1774,
compañero en tratos y negocios; y otro tanto hace Enrique con respec
to a su hermanos Jacobo y Juan Federico . Por eso también se confían
mutuamente la función comisarios, depositarios y administradores de
sus bienes; además de la más íntima de dar cumplimiento a sus últimas
voluntades a la hora de la muerte. Los lazos de sangre, pero también
el escaso arraigo en Cádiz se expresan, en el nombramiento como
herederos universales, a partes iguales, que cada uno hace de los
demás, en compañía de la madre o sin ésta en el caso de que fallezca
antes.
A juzgar por los datos de carácter indirecto que poseemos, Jacobo
y Enrique debieron servir de puente entre la compañía instalada en
Cádiz y sus tierras de origen. Por medio de ellos llegarían no pocas
telas procedentes, básicamente, de la región de Silesia, de las que el
puerto de Hamburgo se había convertido a la sazón en almacén por
27
excelencia y cuasi único expedidor hacia fuera . Sabemos que aqué
llas, junto a las británicas y flamencas, sustituyen en la centuria, pero
muy especialmente a lo largo de la segunda mitad de la misma, a las
A.H.P.C., nots 15 (leg. 3633, fols. 576 y sigs.) y 24 (leg. 5557, fols. 603-604; leg. 5549,
fols. 88-93 y leg. 5557, fols. 601-602).
“ A.H.P.C., not. 24, legs. 5549 (fols. 88-93) y 5557 (fols. 603-604).
27 POLH, H., op. cit., p.126.
156
telas y tejidos tradicionales que provienen de Francia, sobre todo de la
Bretaña (Léon, Quintin, Loudéac, Uzel, etc.), cuyas exportaciones hacia
España y sus Indias dan muestras de cansancio en esta época . Los dos
hermanos, pues, no tendrían en Cádiz un carácter estable, lo que les
haría difícilmente empadronables. Sin embargo, de los estrechos vín
culos familiares con sus hermanos de la ciudad andaluza y su madre en
Straldsund dan buena cuenta las últimas voluntades ya referidas.
Poco sabemos de las compañías de que forman parte. La última de
ellas, aquella que tiene a los hermanos Stokflesh como socios, debe
corresponder a una asociación de carácter familiar, denominadas en el
argot mercantil como generales o colectivas. No conocemos el nombre
exacto de la misma, pero todo parece indicar que el apellido Bolh daría
la tónica (¿”Bolh Hermanos”?). La vinculación con el ámbito económi
co hanseático-alemán se percibe, de entrada, por los socios hambur
gueses, fórmula ya repetida con anterioridad por Jacobo con respecto
a los alemanes Weerkamp y Hasendeuer (¿de Hamburgo como los Stok
flesh?). A ello animarían desde el principio los orígenes geográficos de
la familia: la ciudad de Staldsund, situada, según hemos dicho, en la
región de Pmsia (aunque incorporada a Suecia desde el final de la Gue
rra de los Treinta Años), junto a la boca del Báltico y próxima a los vie
jos puertos hanseáticos.
Un miembro de la familia se instalaría en Cádiz hacia 1773 proce
dente probablemente de Landeshut a fin de actuar en calidad de comi
sionista de una compañía prusiana para la exportación de telas de Sile
sia, región incorporada a Prusia en 1742, cuya compra se efectuaba
principalmente en Schmiedeberg y Hirschberg, ya que las casas comer
ciales instaladas en Hamburgo sólo compraban de segunda mano, a tra
vés de la compañía Silvestre Chambouet . De esta forma, el papel
TANGUY, Jean, “Le destín contrastré d’une manufacture á vocation exportatrice: Les
crées du Léon du XVIIe siécle”, en BOTTIN, J. y PELLEGRIN, N. (Eds.), Écbanges et cul
tives textiles dans l'Europe Pré-industrielle, Révue du Nord, 12 (1996), pp. 312-313. Vid.
también MARTIN, J., Toiles de Bretagne. La manufacture de Quintin, Uzel et Loudiac,
Rennes, P.U.R., 1998.
29 CHAMBOREDON, Robert, Fils de soie sur le tbéatre des prodiges du commerce. La
maison Gilly-Fornier a Cadix au XVLLLéme siécle, Tesis de Doctorado, Universidad de
Toulouse le Mirail, 1995, vol. II, p. 268.
157
desempeñado por los Bolh en la introducción o expansión en los mer
cados españoles e hispanoamericanos de las telas alemanas y silesianas,
llamadas, como hemos afirmado, a sustituir en gran parte a los textiles
franceses, habría sido decisiva o, al menos, de una gran importancia. En
Landeshut (=Landshut), región de Baviera, muy próximo de Bohemia,
existía una casa Bolh y Cramer a principios de la década de los setenta,
que, en 1773, se transformaría en compañía Kaller y Cramer, desapare
ciendo del nombre de la misma el apellido Bolh, lo que no significa
necesariamente que dejara la familia su participación en la misma, inclu-
30
so con alguno de sus miembros allí residentes . Coincide, pues, con el
momento en que dicho miembro de la familia aparece en Cádiz, donde
a la sazón ya se hallan instalados, desde bastante tiempo atrás, los Bolh.
Ello no supone una pérdida de contactos con esta zona centroeuropea,
pues sabemos que estos continuaron e, incluso, se reforzaron al abrirse
a las regiones americanas. La red se extiende, por tanto, para abarcar
con ella un mercado que se presenta prometedor, ahora que los textiles
galos resultan cada vez menos competitivos frente a sus oponentes .
Los contactos con Hamburgo tampoco se extinguen, según hemos
visto. Entre 1770 y 1773, Juan Jacobo Bolh (=Jacobo júnior) estableció
relaciones comerciales con la casa hamburguesa Diodati Poppe, de ori
gen lucano y protestante, correspondiente principal a su vez de la
poderosa compañía de origen francés Simón y A. Fornier de Cádiz y
con representación en París . Ignoramos la finalidad precisa de estos
contactos, si bien cabe relacionarlos también con el papel de puente
desempeñado por los Bolh en el drenaje de mercancías centroeurope-
as hacia España, al que no parecen ajenas tampoco alguna compañía
francesa importante, “traicionando” así los intereses galos en el comer
cio hispanoamericano en pro de un mayor beneficio.
¿Hasta cuándo permanecieron en Cádiz los Bolh? ¿De qué manera
les afectó la fuerte crisis que vivió la ciudad durante los años noventa
y comienzos del XIX? Por el momento, no estamos en condiciones de
dar respuesta a estas cuestiones. Los datos que poseemos son frag-
158
mentarios y, a veces, contradictorios. Hemos conocido la existencia de
dos sujetos, inscritos en el registro de 1791 con el apellido Bohol, de
nombres J. Nicolás y A. Amadeo respectivamente. Aparecen allí como
dependientes de comercio, solteros, de religión protestante y naturales
de Hamburgo. ¿Se trata de una castellanización del apellido Bolh, del
que sería preciso hacer responsables a los empadronadores? Si esto es
así, ¿qué tipo de vínculos familiares tendrían con los Bolh de los seten
ta? Según Klaus Weber , ambos eran hijos del matrimonio habido en
1769 entre (Juan) Jacobo y Cecilia Isabel Lütkens, del que nacerían
otros cuatro vástagos más. Serían, pues, miembros de la familia en rela
ción directa. Jacobo, que habría terminado sus días en Hamburgo
(1786), tuvo a sus dos hijos en la ciudad hanseática, enviándolos más
tarde a Cádiz, a dónde habrían llegado en la segunda mitad de la déca
da de los ochenta-inicio de los noventa, constituyendo en 1791 la com
pañía “Bolh Hermanos”. Ambos morirían años después en la bahía:
J.Nicolás en El Puerto de Santa María después de haber contraído matri
monio en 1796 con española (Francisca Xaviera Ruiz de Larrea) y ser
cónsul hanseático en Cádiz, y A.Amadeo, en esta última ciudad, tras
haber emparentado con los Meyer, importante familia hamburguesa.
Según estos datos los Bolh estarían operativos en Cádiz hasta bien
entrado el siglo XIX y, por tanto, acompañarían a la urbe andaluza en
su época de crisis. En favor de esta tesis vienen otros documentos nota
riales que nos informan de la existencia de un tal Antonio Bolh, pro
bable nombre abreviado del ya referido Antón Amadeus. En 1798 le
vemos exigir el pago de una letra de cambio librada en Hamburgo ante
notario, en representación de la compañía Bolh a la que afirma perte
necer. Ha de aceptarla y pagarla asimismo Gerónimo Stampa y alcanza
un valor de 206 ducados, doce sueldos y cuatro dineros, una cantidad
sin duda importante. Otras compañías suecas y miembros de la colonia
operaban junto a los Bolh, en negocios diferentes, a fines de la centu
ria, según demuestran otras ponencias incorporadas a este volumen .
159
A MODO DE CONCLUSIÓN
160
ración con otras “naciones” asentadas en la ciudad andaluza, de com
portamientos mejor conocidos, así los flamencos e italianos. En todo
caso, la colonia escandinava merece una mayor profundización en éste
y otros aspectos. En el caso que conocemos, la renovación a lo largo
de más de medio siglo se hace, no tanto sobre la descendencia nacida
en España, cuanto, sobre todo, desde los aportes de nuevos miembros
de la familia llegados desde el Norte. Enrique y (Juan) Jacobo van a
36
morir en Landeshut y Hamburgo respectivamente .
A partir del ejemplo tomado, no parece que la vinculación tradi
cional sueca al espacio hanseático haya quedado rota o, siquiera, seria
mente perturbada, una vez abierto el país escandinavo a un comercio
más directo con los espacios peninsulares y coloniales. Conocemos la
llegada asidua de barcos suecos al puerto andaluz, al menos durante el
último tercio del XVIII (también de las dificultades que tuvieron duran
te la guerra de independencia de los futuros EE.UU. para poder descar
gar sus mercancías en él)37 y primeras décadas del XIX38. Es posible que,
por medio de ellos, se hiciera presente la Compañía de las Indias Orien
tales en los muelles gaditanos. La confesión del cónsul de la “nación”,
39
Arendo Droyer, en 1772, en el sentido de atender los navios suecos lle
gados a puerto, puede muy bien vincularse a este menester. Se trataría,
pues, y hasta tanto no tengamos otros datos, de un comercio, éste de la
Compañía, que sólo tocaba de forma epidérmica la cabecera del mono
polio, en tanto que punto de escala para la obtención de plata ameri
cana (las famosas piastras), a cambio de los productos tradicionalmente
exportados a la Península por Suecia (maderas, brea, hierro, etc.), al
objeto de saldar el déficit de la balanza comercial sueca con Oriente.
Esta actividad, sin embargo, no parece concitar la presencia de
compañías más o menos estables de origen sueco en la ciudad al esti-
161
lo de la de los Bolh, ni tan siquiera la de un nutrido número de natu
rales al servicio de los intereses de la Compañía. Por el contrario, la
familia estudiada mantiene puestos sus ojos en el espacio hanseático,
según hemos afirmado; más concretamente, en el puerto de Hambur-
go, por las posibilidades concretas que éste ofrece en la época. A ellos
se debe por otra parte, sino la iniciativa, una elevada responsabilidad
en la importación de telas de Silesia y del interior europeo a través de
Cádiz. De la importancia de este hecho da cuenta el giro experimenta
do por el mercado español y de sus provincias indianas en general, al
preferir a lo largo de la segunda mitad de la centuria las telas centro-
europeas a las francesas (bretonas en una gran parte), que habían veni
do ocupando allí un lugar preponderante desde el siglo XVII. Logró
sobrepasar, es de pensar que no sin dificultades, la fuerte crisis de fina
les del Setecientos y principios del Ochocientos, consiguiendo mante
ner la compañía, al menos hasta que la situación general y particular se
hicieron, por adversas, insuperables. Desde entonces, y tras la referida
experiencia, el comercio sueco con España volvería por sus fueros tra
dicionales; a saber, proveerse de la anhelada sal ibérica, ésta vez ani
mada, al menos inicialmente, la demanda al término de la centuria por
el impulso tomado al socaire de una incipiente industria pesquera en
expansión.
162
La madera báltica, Suecia y España
(Siglo XVIII)
PREÁMBULO
2
La Marina de guerra española , entendida con un carácter moder
no, nació en el siglo XVIII. Tuvo sus orígenes en tiempos del primer
rey de la Casa de Borbón, Felipe V, y partiendo prácticamente de la
nada, se desarrolló vigorosamente durante su reinado y los de sus
hijos Fernando VI y Carlos III. Cuando falleció este último, en diciem
bre de 1788, la Armada española se componía de 78 navios de línea
(trece de ellos de tres puentes, y los demás de 70 cañones al menos),
ULLOA, Antonio de: Fuerzas navales de la Europa y costas de Berbería. Cádiz, Servi
cio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1996. Edición y Estudio preliminar de
Juan Helguera. Sección 7a: “De los materiales y cosas que entran en la fábrica y arma
mento de los navios y de sus cualidades”. Asunto l2. “De las medidas que se emplean
en la construcción de los navios en Europa, y de sus cualidades”; p.187.
2 En la lengua española el término “Armada” es sinónimo de la expresión “Marina de
guerra”.
163
y 60 fragatas (de entre 34 a 40 cañones); además de 15 jabeques, 14
urcas, 36 bergantines, 50 barcas cañoneras y bombarderas, y 36
buques menores.
La construcción del elevado número de unidades que conforma
ron tan importante fuerza militar, así como sus reparaciones y mante
nimientos, obligaron a un consumo excepcional de materias primas,
entre las cuales descolló con diferencia la madera, y tras ella -y por
orden de importancia—el cáñamo, los betunes (breas, alquitranes y
resinas), el cobre, el hierro, y otras.
Las maderas utilizadas en los astilleros y arsenales pueden ser cla
sificada en tres grandes grupos:
Archivo General de la Marina (AGM), Arsenales-maderas, leg. 3.830. Después del Bál
tico, fue Italia la otra región de Europa de donde llegaron más maderas. Las maderas
procedentes de Marruecos no aparecieron hasta el año 1796, cuando el príncipe marro
quí Muley Solimán ofreció que se pudiesen extraer maderas de construcción y cáña
mos, libres de derechos. Entre 1796 y 1798, se enviaron facultativos desde el Depar
tamento de Cádiz, y se recabaron de la Hacienda 4.500 pesos fuertes, que por el falu
cho del Rey se enviaron, por Algeciras, al cónsul de España en Tánger.
164
tanta o mayor eficacia que los combates” . De ahí la enorme impor
tancia estratégica del Sund.
Y es, precisamente, al aprovisionamiento de madera báltica para la
Marina militar española del siglo XVIII, a lo que se dedica la presente
ponencia, destacándose el papel que desempeñaron suecos y gadita
nos en tal aprovisionamiento, y muy particularmente el protagonismo
de las casas de comercio radicadas en la entonces próspera ciudad de
Cádiz.
La ponencia queda estructurada en tres partes, bajo los epígrafes:
165
la denominación de “maderas del Norte”. En cuanto a las formas de
adquisición, distingo las tres fórmulas aplicadas: la compra a los parti
culares de manera esporádica; el comercio directo de Estado que se uti
lizó también muy poco; y el régimen de asientos o contratas con casas
de comercio, que fue el medio más usado.
Los negociantes asentados en la ciudad de Cádiz desempeñaron
un protagonismo singular en el aprovisionamiento de madera del Bál
tico para la Armada española, ya fuesen contratistas o vendedores oca
sionales. Éstos, cuando conocían las carencias en los arsenales, remití
an con celeridad a los Departamentos ofrecimientos para surtirlos.
El dilatado y complejo proceso de aprovisionamiento puede ser
dividido en tres grandes etapas:
166
sabilizó el entonces cónsul de Suecia en Cádiz, Juan Jacobo Gahn.
El Banco aprovisionó primero en régimen de administración, y
más tarde en régimen de asiento.
Toda esta etapa, en la que el catalán Colombí actuó de comi
sionista del Banco en Rusia a través de su casa de San Petersbur-
go, se caracterizó por los aprovisionamientos deficientes, y la ten
sión casi permanente con los marinos, que se negaban a recibir en
los arsenales las piezas sin las condiciones o medidas prefijadas.
Ello obligó, en momentos de urgencia, a recurrir a ventas de ter
ceros, como ocurrió a principios de 1786, cuando se adquirió a
Guillermo Glashoff una partida de madera del Norte.
167
La figura y la compañía de Gahn están muy poco estudiadas, has
ta el presente. Por lo que conozco, únicamente se han publicado algu
nas referencias -interesantes sin duda- en el libro de José P. Merino
Navarro La Armada Española en el siglo XVIII; en el artículo de José Ma.
Sánchez Diana “Relaciones de España con Suecia en el siglo XVIII”, en
Hispania, Tomo XXII, n2. 88; y muy escasas noticias en el libro de
Pedro Tedde El Banco de San Carlos (1782-1829). Donde se ha pro
fundizado algo más en la actividad comercial del que fue cónsul de
Suecia en Cádiz es en el trabajo de Juan Jaime López González “Una
firma comercial sueca en Cádiz y su relación con los arsenales españo
les a finales del siglo XIH”, en Actas del I Congreso de Historia de Anda
lucía. Andalucía Moderna (siglo XVIII).
168
das, y cucharros de proa y popa. El álamo negro se requirió para palos
de hasta 30 pulgadas de diámetro y hasta 8 codos de largo. El nogal sir
vió también para palos de hasta 9 pulgadas de diámetro y seis codos
de largo. La madera de haya se destinó para hacer tablones para cuñas
y palos para picaderos. Con el alcornoque se hicieron planes diversos,
piques, codastes, pies de roda, piezas redondas, y curvas diferentes
-entre ellas las de genoles de bateas-. Estas piezas trabajadas en alcor
noque, lo fueron también en otras ocasiones de pino de la tierra o rama
de encina. Y con el acebuche se labraron palos para barras de cabres
tante.
El motivo de la predilección por el roble en la Armada española
se fundamentaba en sus características de madera recia, compacta y
resistente, que la hacía más duradera que el pino, en particular en la
obra viva de los navios. Sin embargo, en otros lugares de Europa, como
en el Norte y en el Imperio Otomano, el pino -por su especial firme
za- era también muy utilizado para el casco de las embarcaciones
mayores.
Un buen roble para la construcción naval, debería reunir una serie
de características principales: que fuese de la especie de los robles
“machos” -cuyas fibras eran de mucha mayor fortaleza que las de los
robles “hembras”-; que creciera en buenos terrenos, y de buena expo
sición al sol; que no tuviese enfermedades; y que se cortase en el
momento más oportuno de su desarrollo y en la fase lunar más apro
piada. Y una vez que las maderas llegaban a los astilleros, se iniciaba
un proceso de curación, sumergiéndolas en estanques con agua de
mar, donde se mantenían por espacio de varios meses. Posteriormen
te, servían para fabricar piezas de quilla, codastes, branques, roda-
mentos, dormidos, boreales, piques, planes, varengas, genoles, prime
ras, segundas, terceras y cuartas ligazones, reveses, gambotas, busar-
das, espaldones de proa, carlingas, caireles, trancaniles, puntales, cuer
das, sobrequillas, baos, cucharros para cintas, guindastes, estáis, varen-
gas, reveses, carlingas, baos, curvas (bandas, capuchinas, valonas...),
ligazones menores, tablazón de fondo, horquillas, etc. El peso del
codo cúbico de roble, empleado en los arsenales, debía encontrarse
entre las diez y siete y las dieciocho arrobas; y se precisaban para un
navio de 74 cañones, 10.000 codos cúbicos de esta madera, aproxi
madamente.
169
Las maderas de pino tenían diversos usos, dependiendo de sus
calidades respectivas, usándose para labrar arboladuras, palos para cin
tas, trancaniles, baos, regalas, madres para puntales, baos de Ia cubier
ta, forros en general y, en particular, para forros de cobre. Y el pino del
Báltico se conceptuó siempre entre los mejores, en particular sus afa
mados mastes.
Los tablones y las tablas de pino del Norte eran requeridos, en la
Marina Real española, con medidas estándares, expresadas en medidas
de Castilla, que oscilaban entre las 7 pulgadas y la media pulgada de
grueso, las 14 y 10 pulgadas de ancho, y los 36 y 6 _ codos de largo.
La tablazón superior a las 7 pulgadas de grosor ya no se consideraba
ordinaria, y por ella se pagaba un precio más elevado.
En cuanto a los piezas para fabricar las arboladuras, se demanda
ban que fuesen largas y gruesas, enteramente derechas, de fibras rec
tas, con los menos nudos posibles, sin sámago, elásticas, ligeras y jugo
sas. En general, se denominaban “palos”; y las de mayor tamaño y gro
sor “perchas” o “mastes”, y “arbolillos” y “berlingas” las menores.
Las dimensiones de los palos (expresadas también en medidas cas
tellanas) variaban. Por lo común, las perchas o mastes se hallaban entre
los 13 y los 4 palmos de diámetro -clasificándose de cuarto en cuarto
sus menas-, y los 47 y los 20 codos de largo; si bien en ciertas ocasio
nes llegaron a España algunas que alcanzaron excepcionalmente hasta
los 53 codos de largo. Los arbolillos tenían un grosor menor a los 4 pal
mos, y hasta los 2 _, y una largura de entre 22 y 17 codos; mientras que
las berlingas estaban comprendidas entre los 2 y el _ palmos de grue
so, y los 12 y 10 codos de largo.
Una R. O. de 21 de septiembre de 1791 prescribió las medidas de
las perchas. Las comprendidas entre los 47 y 45 codos de largo, se exi
gieron con más de 10 palmos de diámetro; de 9 3/4 a 8 palmos las de
entre 45 y 40 codos; de 7 3/4 a 6 1/2 palmos las de entre 40 y 38 codos;
de 6 1/4 a 5 V4 las de entre 36 a 28 codos; y de 5 a 4 1/2 palmos las de
entre 26 y 20 codos.
Y para darnos una idea de la cantidad de madera del Báltico que
demandaban los arsenales de la Marina española a finales del siglo
XVIII, bastará señalar que en los cómputos anticipados de las necesi
dades previstas para los años 1795-1798 (la relación, que se detalla más
adelante, no se ha podido completar al no haberse localizado docu
170
mentalmente todos los datos), se requirieron 2.787 perchas, 8.090 entre
arbolillos y berlingas, y 413.633 piezas de tablazón.
En el siglo XVIII existía la opinión unánime de que las arbola
duras que reunían las más óptimas condiciones eran las que se
embarcaban en los puertos del Báltico, especialmente en Riga y San
Petersburgo. Y de todos los mastes, los considerados de la mejor cali
dad eran aquellos que provenían de la región de Kasan, de los cua
les se servía el Almirantazgo ruso para sus arsenales, y que -por lo
general- eran maderas más resinosas y de algún más peso que las de
Riga. Hasta 1783 su exportación estuvo prohibida, salvo que se obtu
viese un Real privilegio, lo que permitió que estas arboladuras fueran
utilizadas por la Marina inglesa y otras potencias del Báltico. Resulta
ba fundamental acordar la compra de las perchas de Kasan al menos
con un año de antelación, ya que nadie se arriesgaba a su corte y lar
guísima conducción hasta los puertos, si su venta no estaba previa
mente acordada.
La gran demanda exterior hizo que, a partir de 1788 las perchas
rusas de grandes proporciones comenzasen a escasear, y ya en aque
llos momentos era difícil hallar en el puerto de Riga las que sobrepa
saban los 25 codos de largo. Precisamente, en octubre del mismo año,
el comerciante español establecido en San Petersburgo y ya entonces
cónsul general de España en Rusia, Antonio Colombí, envió al arsenal
de Ferrol -por Real Orden de 10 de marzo del mismo año- quince pie
zas de arboladuras de Kasan en el navio holandés “De Vreedenhoff” (su
capitán Leendent), cuyo flete lo satisfizo el Banco de San Carlos. Por
los quince palos de pino se pagaron el equivalente en reales de vellón
de 4.325 rublos y 11 copecas . Pero, curiosamente, cuando los marinos
ferrolanos sometieron estos palos a diversas pruebas, enviaron a la
Secretaría de Estado de Marina un informe en el que ponían en serias
dudas las cualidades de tales mastes, a los que encontraron de “ínfima
calidad”, por la cantidad de nudos que tenían, lo poco jugosos que eran
171
y su escasa resistencia; por lo que resultarían de mucha menor dura
ción que los que surtía el Banco Nacional desde Riga.
También para su curación y conservación las perchas de pino se
sumergían en agua de mar, o se enterraban en las playas, numerán
dose correlativamente cada una de ellas, y especificándose los corres
pondientes grosores y larguras. En febrero de 1777 se pasó una cir
cular a los Departamentos, relativa al perjuicio que se ocasionaba a
las perchas de pino del Norte sumergidas en sólo agua salada, y la
recomendación de colocarlas debajo de la arena bañada por las mare
as. El 16 de septiembre de 1783 se comunicó a los tres Departamen
tos que se enterrasen las perchas en las proximidades de las playas
con las mismas precauciones que se tenían en el de Ferrol. Así, por
ejemplo, en el Departamento de Cádiz y con fecha 31 de diciembre
de 1786, se encontraban bajo las arenas de Santi Petri nada menos que
680 perchas de pino del Norte, comprendidas entre los 11 1/4 y 7 pal
mos de grueso, y los 42 1/2 y 25 codos de largo . Y cuando recios tem
porales de diciembre de 1788 descubrieron un número importante de
las mismas, se experimentó enterrarlas en fango. Por una Real Orden
de 23 de septiembre de 1789 se obligó, al menos al arsenal de la
Carraca (y es probable que la orden se transmitiese también a los
otros dos arsenales), a acopiar todos los años igual número de per
chas de pino del Norte que las consumidas, manteniéndose así el
repuesto del momento.
España presentó a todo lo largo del Setecientos unas fortísimas nece
sidades de surtimientos de madera para la construcción de los buques en
general, y muy en particular de las arboladuras. El déficit de madera espa
ñola se fue haciendo creciente, conforme se desarrollaron los ambiciosos
programas navales militares y se desforestaron, consecuentemente, los
montes más cercanos a las costas, o de mejor comunicación fluvial.
En el último tercio del siglo XVIII la situación presentaba las
siguientes características:
7 AGM, Arsenales-maderas, leg. 3.778. En diciembre de 1803, las perchas allí enterra
das eran 2.042, de las cuales sólo 63 presentaban picaduras de broma.
172
bras”; mientras que la existencia de bosques de robles “machos” era
escasa .
• Que las continuadas cortas habían acabado con lo mejor de los bos
ques de pinos.
• Que en ambos casos, la explotación era cada vez más difícil y costosa.
• Que las buenas, aunque escasas arboladuras proporcionadas por los
montes de Segura y de Tortosa, habían acabado por agotarse en la
práctica.
ULLOA, Antonio de: Fuerzas navales de Europa..., op. cit., pp. 187-196.
9 Así en los años 60 aparecen contratos con negociantes genoveses, como Marcenara
o Rati, quienes se comprometían a aprovisionar al arsenal de Cartagena de maderas de
construcción, procedentes de “La Romanía”. El asiento de José Marcenara fue por seis
años, contados desde 1761, con los siguientes precios: a 101 rs. vn. el codo cúbico de
la madera de Ia; a 86 rs. vn. el codo cúbico de la de 2a; y a 63 rs. vn. y 17 mrs. el
codo cúbico de la de 3a; todos libres de derechos. A la sazón el constructor en Carta
gena era Eduard Bryant.
10 AGM, Arsenales-maderas, leg.3.759- Esta exoneración del 10 por 100 debió de ser cir
cunstancial, ya que más tarde reapareció el pago de tal impuesto.
" AGM, Asientos, libro-registro n° 5.514.
173
halla en el siglo XVIII consolidada -aunque cuenta con antecedentes
significativos—desde su mitad, cuando los asentistas Juan y Daniel de
Meester contrataron la provisión de arboladura báltica para los tres
Departamentos marítimos en el año 1750, para el siguiente; asiento que
fue renovado en 1752 por ocho años.
Los efectos navales originarios del Báltico llegaron, incluso, a ser
reexpedidos a América. En febrero de 1757, se mandó la compra de
arboladura del Norte para remitir al arsenal de La Habana. En enero del
año siguiente, llegaron allá las fragatas “Jasón” y “San Cristóbal”, de la
Compañía de La Habana, con pertrechos diversos y arboladuras desde
Cádiz.
En síntesis, la demanda en la España del siglo XVIII de maderas
procedentes del Báltico fue constante por parte de lós astilleros y los
arsenales del Rey. Constructores e ingenieros navales solicitaban, con
periodicidad, nuevos aprovisionamientos a la Secretaría de Estado de
Marina . Y de todas las maderas, las más indispensables fueron las de
pino para fabricar arboladuras. Su necesidad era tan extraordinaria que,
cuando -ya bien entrado el siglo XIX- se dictaron tajantes prohibicio
nes para la introducción de maderas extranjeras en los arsenales de la
Marina, se exceptuaron únicamente a los mastes rusos .
174
• maderas de roble y pino (tablazones y arboladuras),
• materiales para el calafateo,
• cáñamos,
• cobre refinado -para la fabricación de estoperoles, cabillas, pernos,
y machos y hembras de timones de bronce-, y en planchas para los
forros de los buques.
175
Soto. Y, hasta que el Banco de San Carlos se hizo cargo del aprovisio
namiento, encontramos otros asentistas como Felipe Chone y Carlos Ma
14
Maracci . A ellos se unió el Conde de Greppi.
Felipe Chone y Acha aprovisionó de diversos géneros del Norte a
los arsenales, como cáñamo y betunes. El 2 de mayo de 1768 notició
al Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina e Indias,
Julián de Arriaga, que se hallaba en disposición de emprender viaje
para San Petersburgo y otros puertos del Báltico (sería su segundo via
je al Norte), con motivo de su asiento de la provisión de cáñamo, y
para recabar información sobre los precios a que podrían adquirirse y
trasladarse la arboladura y la tablazón que precisaba la Real Armada,
guiándose por una serie de instrucciones que le había remitido el
Secretario de Estado de Hacienda, Miguel de Múzquiz, con dieciocho
apartados, en donde manifestaba la necesidad existente de la madera
báltica para la Marina española, en particular las arboladuras, y la
voluntad de recabar información fiel sobre sus características, medidas,
lugares en que se producía, la forma de efectuar los ajustes, las reglas
para valorarlas, fletes, derechos de extracción, etc. . El 13 de diciembre
de 1776, Chone proponía hacer venir maderas “de algunos puertos del
Báltico”.
El Conde de Greppi también se incorporó al grupo de los asentis
tas de maderas del Norte para la Marina Real, en 1783- Pablo Greppi
era el cónsul del Imperio en la plaza de Cádiz, donde dirigía su casa y
compañía “Pablo Greppi, Marliani y Compa”. Con posterioridad, en
agosto de 1785, efectuó una nueva propuesta para proveer 1.000 per
chas; pero el intento no tuvo efecto, ante las objeciones que puso el
Banco de San Carlos .
Con motivo de la guerra de España con Inglaterra (junio de 1779-
septiembre de 1783), y a través de Pedro Normande, encargado de
negocios en la corte de Rusia, cuya neutralidad en el conflicto garanti
zaba el transporte de las mercancías, se llevó a cabo un comercio de
MERINO NAVARRO, José P.: La Armada Española en el siglo XVIII. Madrid, Funda
ción Universitaria Española, 1981, pp. 221-262.
15 AGM, Arsenales-maderas, leg. 3-774.
16 AGM, Arsenales-registros de todos los ramos, legs. 3.759; Asientos, leg. 5.514.
176
Estado, para el aprovisionamiento de la tan apreciada madera báltica.
Normande debió haber efectuado una contrata al respecto con Domin
go Colombí para la provisión de los pertrechos. En la documentación
consultada se especifica que los cargamentos de arboladura y tablas
eran conducidos “por disposición de D. Pedro Normande, encargado
de negocios en Rusia, y D. Antonio Colombí” .
Durante el período bélico, llegaron al arsenal de Cádiz -los nom
bres de los buques y de sus capitanes se transcriben tal como aparecen
en los documentos; en éstos casos y en todos los demás del presente
trabajo- el navio ruso “Alejandro Paulowitz” (su capitán Binses); el
navio ruso “Netronmeme (su capitán Josef Corbet), después de haber
pasado por Ferrol; el navio ruso “Ivan Davidovich”; la urca rusa “San
Alexandro”; el navio “La Demoiselle Sofía” (su capitán Gerben Siebes);
el paquebot “La Ana” (su capitán Cristian Bauman); los navios prusia
nos “La ciudad de Emden” y “Liefde o el Amor” (sus capitanes Rem-
kewpkes y Adrián Werhaal); el navio prusiano “El Viejo Stein”; el navio
imperial “La Esperanza”; el navio “Conde Alexandro Wornroff” (su capi
tán Enrique Liewe); la urca rusa “Riga” (su capitán Federico Reinders);
el queche holandés las “Dos Nietas” (su capitán Sietze Paul Schoul); la
urca holandesa el “Amor Willen”; los buques rusos “Sofía Marina” y
“Riga”; las embarcaciones -no he podido determinar el tipo ni la nacio
nalidad- “Jive Wiebes” (su capitán Sytse Paulus Schvil) y “Broecherlust”
(su capitán, Hermán Barends); los navios rusos “La Concordia” y
“Amast Willen”; el navio imperial “Voorsigtighudt” (su capitán Sierk Cla-
asen Klein); y el navio dinamarqués el “Joven Nicolás” (su capitán Jer-
18
se Jansn) .
Y a Ferrol arribaron, por estos mismos años, los navios rusos “La
Villa de Gerson” (su capitán Francisco Penr) y “San Pedro” (su capitán
Jenis Jacobo Grain); el navio ruso “Ana Martina” (su capitán Gottlieb
Hundí); el navio ruso “Beurs”; el queche imperial “Kobenzel”; los navios
rusos “La Neutralidad Armada” y “Catalina 2a.” -en este último se trans-
177
portó también varios efectos para los correos marítimos-; el navio ruso
“Beurs”, en otro viaje; la goleta prusiana “Sofía Wilhemina”; y el navio
“Copernicus” (su capitán Jacobo Franc), procedente de Danzig, y envia
do asimismo por Normande.
No consta que buque alguno, procedente del Báltico, llegase con
estos pertrechos a Cartagena. Una vez finalizado el conflicto, se condu
jeron -en 1784- desde la Carraca al arsenal español del Mediterráneo
perchas y arbolillos del Norte, embarcadas en las urcas “Santa Librada”
y “Aduana”. En enero de este año, el navio ruso “Concordia”, consigna
do a la Casa de comercio “Carla, Solier, Cabanes, Jugla y Comp-.”, varó
en la costa de Sanlúcar de Barrameda, pero pudo auxiliarse y se salvó
su cargamento de tablazón y arboladura que conducía para La Carraca.
También Colombí proporcionó a la Armada española cáñamo
ruso. En 1784, envió 2.847 quintales “de aquel Imperio”, que fueron
depositados en Cádiz al cuidado de la referida y afamada firma de
“Cayla, Solier, Cavanes, Jugla y Compa.”. El precio que pagó la Marina
19
por este cáñamo fue de 170 rs. vn. por quintal .
En el sistema de asientos, o en el de compra directa a comercian
tes particulares, cuando la carga era recibida y aceptada en los arsena
les, el Intendente del Departamento respectivo despachaba a favor del
vendedor, o de la casa de comercio consignataria, una certificación de
crédito. Y cuando se efectuó el comercio directo de Estado, la Vía
Reservada de la Secretaría de Estado remitía a la de Marina las facturas,
que para el abono de los fletes eran trasladadas al correspondiente
Intendente del Departamento, que era quien lo ordenaba . Los pagos
internacionales se efectuaron normalmente en la ciudad de Amsterdam,
donde existía un comisionado de la Hacienda española, encargado del
giro de las letras.
Cuando el Banco de San Carlos tuvo a su cargo el aprovisiona
miento de maderas del Norte para la Marina, tanto en régimen de admi-
178
nistración como de asiento, que se inició en 1784, y hasta que lo con
vino con Gahn -a través de las dos fórmulas expresadas: primero, por
contrata de suministros; y segundo, por subrogación del asiento-, fue
ron varias las ocasiones en las que llegaron a los Departamentos marí
timos maderas, inapropiadas para la construcción naval; y esto pone de
manifiesto determinada incapacidad por parte del Banco para controlar
la calidad de los materiales que surtía, lo que ha de tenerse en cuenta
a la hora de la subrogación del asiento que efectuó posteriormente .
Por ejemplo, en marzo de 1785 un número de perchas que no he podi
do determinar y 481 tablas, que llegaron de Prusia a Ferrol en la urca
holandesa “Alejandro y Constantino”, fueron rechazadas por los mari
nos del Departamento, alegando su inferior calidad y mayor precio que
las nacionales. Mas, por orden del Rey, se tuvo que aceptar el carga
mento. aunque fuese “inútil para construcción y carena”. En este mis
mo año, ocurrió un conjunto de incidencias, relativas a piezas de arbo
laduras, conducidas por el Banco a los tres arsenales entre el 9 de octu
bre y el 14 de diciembre, y que fueron excluidas por la Armada .
Y cuando se obligaba desde la Corte a la Marina a aceptar en sus
arsenales esta madera de tablazón y perchería -no obstante ser decla
rada defectuosa por los técnicos encargadas de comprobar sus cuali
dades-, se abonaba su importe con rebajas diversas, que oscilaron
entre el 5 y el 20 por ciento del precio estipulado inicialmente. En la
que transportó a Ferrol la urca holandesa “Agata María” (su capitán
Simón Docks), se establecieron en noviembre de 1785 rebajas del 5 y
del 10 por ciento en la tablazón; y del 20, del 16, del 15, del 10, y del
5 por ciento en las diferentes perchas. Y por las mismas fechas, los
Directores de Provisiones del Banco de San Carlos, Juan José de Goi-
coechea y Juan Bautista Rossi, quedaron enterados y dieron las gracias
179
a Antonio Valdés por la orden pasada desde la Secretaría de Estado de
Marina al arsenal de Cartagena, para que sin pérdida de tiempo se
aceptasen todas las perchas y arbolillos imperfectos que allí arribaron,
con una baja del 20 por ciento; así como la cursada a Ferrol, con el
objeto de que de igual manera se aceptasen 7 perchas y 596 piezas de
tablazón, pertenecientes al cargamento de la goleta “Zeelust” .
Y ante las deficiencias que manifestaba el aprovisionamiento del
Banco (a finales de diciembre de 1785, el Ingeniero Comandante del
arsenal de Ferrol representaba a la superioridad la falta de tablas de
pino del Norte), se tenía que recurrir a compras urgentes, que encare
cían los precios de los efectos. En enero de 1786 la Marina adquirió a
un vecino y del comercio de Cádiz, Guillermo Glashoff (en nombre de
“Glashoff y Comp-.”), una porción de madera de roble del Norte “de la
mejor calidad”, cuyo precio se ajustó inicialmente entre los 84 y los 86
rs. vn. cada codo cúbico, para terminar admitiéndose una rebaja que
alcanzó los 70 rs. vn .
El 13 de junio del mismo año, la compañía “Hermán, Ellerman y
Schliepper”, propuso vender de cinco a seis mil codos cúbicos de
madera de roble del Norte a 8 pesos el codo cúbico, libre de dere
chos . En esta ocasión el ofrecimiento fue rechazado, remitiéndose a
los comerciantes a tratar con el Banco, “a cuyo cargo están estas pro-
• •
visiones „26 .
Meses antes, estos mismos comerciantes solicitaron a la Secretaría
de Estado de Marina una indemnización de 3-583.365 rs. vn., que era
la cantidad en que suponían haber salido perjudicados por la contrata
de arboladura de pino del Norte que habían tenido a cargo durante la
guerra; lo que no se aceptó, aduciéndose que tal petición carecía de
180
fundamento jurídico27. En 1781 habían efectuado a la Armada un ofre
cimiento de provisión desde el Norte al arsenal de Cádiz de ocho car
gamentos de arboladuras “de las mayores dimensiones”, y la corres
pondiente contrata fue firmada de ese año. La compañía se compro
metió a traer los mastes, a partir de esta fecha y hasta noviembre de
1782, desde Riga o Petersburgo, “de los últimos cortes y de la más
conocida utilidad, sin sámago y los menos nudos posibles, de fibra rec
ta y enteramente derechas”, sujetándose en todo a las reglas que esta
ban en práctica en los arsenales militares, y a las medidas que había
seguido anteriormente la casa de Maracci .
La inseguridad que originaba la coyuntura bélica y el estado de
necesidad de la Armada que se hallaba muy desabastecida de arbola
duras, hizo que esta firma impusiera fuertes condiciones en el asiento,
entre las que deben resaltarse el que el pago de cada pieza habría de
satisfacerse en “moneda efectiva de oro o plata” (el temor a recibir
vales reales era evidente), al mes de haberse entregado; que las mer
cancías gozarían de total libertad de derechos en las aduanas; y que la
descarga de los buques se verificaría en un tiempo máximo de veinti
cinco días correlativos al de la arribada, formalizándose en el mismo
plazo la medición y el recibo de lo entregado, con todos los docu
mentos acreditativos de lo mismo. Los elevados precios que se fijaron
en esta contrata se explicaban por los altos fletes y seguros, y que las
embarcaciones navegarían a media carga, para su más pronta navega
ción, así como por las gratificaciones que habría que dar en Rusia para
vencer los obstáculos que se presentasen. Los comerciantes pusieron
un acusado énfasis en que este contrato se mantuviese en la mayor
reserva, pues no querían que el crédito de sus negocios se resintiera,
si se conocía en el Norte que habían entrado en el aprovisionamiento
de una de las potencias militares en conflicto.
181
El asiento de “Hermán, Ellerman y Schliepper” nos sirve para
formarnos una idea más precisa de la descoordinación existente
entre lo ajustado y lo aportado; cosa que se repitió en, prácticamen
te, todas las ocasiones en que se fijó de antemano la aportación pre
cisa de los efectos por parte del contratista. Las perchas contratadas
fueron 888, cuyas medidas oscilaban, en el grueso, desde los 12 y
medio a los 4 y cuarto palmos; y en el largo, desde los 47 a los 20
codos; los arbolillos acordados fueron 640; y las berlingas conveni
das, 600. Lo que entregó la casa de comercio -cuyas arboladuras se
conceptuaron como de calidad excelente-, en los nueve cargamen
tos que realizó -que se prolongaron en el tiempo más de lo previs
to, al menos hasta diciembre de 1783-, fueron: 1.804 perchas, que
oscilaron entre los 12 y medio palmos de grueso y los 4 y cuarto; y
los 37 y tres cuartos a los 20 codos de largo; 1.312 arbolillos; y 3-403
berlingas. Y además se recibieron en la Carraca 6.050 codos de
madera de pinos y 33 19/16 partes de otro . Bien es verdad que las
distorsiones provocadas por la guerra, pueden servir para explicar
-en parte- tales desfases.
Tampoco el Banco de San Carlos pudo -o quiso en ocasiones-
conciliar convenientemente la demanda de madera prefijada por la
Marina, con sus aportaciones; no obstante pasársele por parte de la
Armada anualmente relación pormenorizada de las necesidades de
cada Departamento para el año siguiente de la madera del Norte, al
igual que de clavazones y herrajes, cuyo aprovisionamiento también
tenía concertado. Así, a finales de 1788, y de lo previsto para los años
1786, 1787 y 1788, sólo para el arsenal de la Carraca, le quedaban por
entregar al Banco 48 tablones de pino de a siete y media pulgadas; 225
de a siete; 52 de a seis y media; 394 de a seis; 133 de a cinco y media;
1.197 de a cuatro y media; 1.546 de a tres y media; 1.064 de a tres;
5.408 de a una y media; 1.471 de a una y cuarto; 3-365 de a una; 1.304
de a tres cuartos; y 5.472 de a media. Mientras que, por el contrario,
proveyó de más 147 tablones de a cinco pulgadas; 131 de a cuatro; 742
de a dos y media; y 1.033 de a dos. Desde la Secretaría de Estado de
Marina se recordaba a los Departamentos que “el Banco, con arreglo a
182
la contrata, no tiene derecho para que se le reciban sino las piezas
idénticas que se le encargan
Las divergencias entre los marinos y el Banco fueron muy tempra
nas. El 16 de noviembre de 1784 se le pasó una Real Orden a los Direc
tores del mismo, en la que se le especificaba que sólo se recibirían en
los arsenales los géneros útiles, y que los no admisibles deberían sacar
los de los arsenales, en atención al artículo 132 de las Ordenanzas.
En los primeros envíos de arboladura y tablazón a Cádiz y Carta
gena, las arboladuras no eran del tamaño de las encargadas, estando
además relabradas para que pareciesen más frescas y nuevas. En Car
tagena sólo había 44, de las 96 que comprendían dos cargazones, que
no fuesen nudosas, beticortadas, torcidas o con otros defectos. Y la
tablazón tenía sámago y era de calidad inferior a la convenida. En con
secuencia, se notificó a los comisionados del Banco para que retirasen
los géneros no aceptados. A los Directores del Banco se les hizo saber,
desde la Secretaría de Estado de Marina, que únicamente se recibirían
los mastes útiles y conformes a las dimensiones de las notas pasadas,
y se les advirtió que hicieran saber a sus comisionados en el Norte
sobre los perjuicios que producían a la Armada por la falta de surti
mientos, al separarse de las medidas prefijadas, y del problema que cre
aban para buscar los que los suplieran, así como de los precios eleva
dos que habrían de pagarse, con el consiguiente perjuicio a la Hacien
da.
La Secretaría de Estado, al frente de la cual se hallaba entonces el
Conde de Floridablanca, prestó una gran protección al Banco Nacional
en los asuntos referentes a la Marina; como se puso de manifiesto en
el año 1785, cuando el de San Carlos dio cuenta de una proposición
que hizo el Príncipe de Nassau -a través de la Vía Reservada de Esta
do-, de proveer perchas de arboladuras, seis mil codos cúbicos de
roble, cáñamos y betunes de Polonia, que bajarían por el Dniéster al
Mar Negro, donde se embarcarían hacia España. La indudable ventaja
estratégica que ofrecía esta propuesta era la de conseguir una ruta alter
nativa a la del Báltico, que aseguraría la llegada de surtimientos nava
les por el Mediterráneo en tiempos de guerra. Además, la Junta del
183
Banco conjeturaba que los precios a pagar por estos géneros saldrían
más equitativos que los que llegaban desde el Norte. Los marinos espa
ñoles, con la experiencia negativa de las maderas que, por cuenta del
Banco, había conducido la Sociedad de Berlín al Ferrol , y con el rece
lo que tenían hacia la calidad del roble polaco, manifestaron su oposi
ción al proyecto; pero de nuevo Floridablanca impuso su criterio. El 18
de abril de 1785, el Secretario de Estado comunicaba a la Secretaría de
Marina que se había aprobado el proyecto del Príncipe de Nassau, para
32
el Departamento de Cartagena .
Del amparo que se prestaba en la Corte al de San Carlos es bue
na muestra, también, la orden comunicada un mes más tarde a las Jun
tas Departamentales, a las que se les advertía “que ha resuelto S. M. que
no se estreche al Banco como a los particulares, a que extraiga los
géneros que no se le reciban; pero que lo haga el apoderado del Ban
co con la brevedad posible para embarazar los arsenales con géneros
no recibidos por la Real Hacienda” .
Y, en la misma línea de favorecer al Banco se halla la orden que
se dio al Departamento de Cádiz, para que se admitiesen forzosamen
te en la Carraca las berlingas defectuosas conducidas por cuenta del
Banco de San Carlos, en unos cargamentos de perchas y tablones que
se entregaron en el mismo, también en este año de 1785 .
El 19 de junio de 1786, la Junta de Dirección del Banco Nacional
efectuó una representación al Secretario de Estado del Despacho uni
versal de Marina, Antonio Valdés y Bazán, en solicitud de que se con
cediese por asiento las tres provisiones de víveres, arboladura y tabla
zón, y herrajes y clavazones para la Marina Real. La Junta de Dirección
del Banco se hallaba “deseosa de dirimir de una vez las muchas difi
cultades que ha experimentado en los Departamentos en razón de los
varios suministros de la Real Armada”. Las condiciones de la Provisión
La Sociedad de Berlín había propuesto al Banco de San Carlos aprontar las maderas
necesarias para los arsenales españoles por un periodo de cuatro años. Sobre el car
gamento recibido en Ferrol, se dieron ordenes en diciembre de 1784, para que la Jun
ta del Departamento informase acerca de su calidad.
32 AGM, Arsenales-maderas, leg. 3.770.
33 AGM, Arsenales-maderas, leg. 3.770.
34
AGM, Arsenales-maderas, leg. 3-770.
184
de arboladura, contenidas en el pliego n2. 3, eran las mismas de la con
trata que se había celebrado con la casa de Maracci, pero actualizando
los precios atendiendo a tres aspectos:
Archivo Histórico del Banco de España (AHBE), Secretaría, caja n2 683. Quinta Jun
ta General del Banco Nacional de San Carlos. Madrid, en la Imprenta de la Viuda de
Ibarra, Hijos y Compañía, 1787.
185
ha subrogado el cónsul de Suecia, y se trate de otro nuevo”; no obs
tante se le adquirieron 12.000 codos de pino del Báltico, no compren
didos en los presupuestos, y no destinados a la construcción naval, sino
36
para proveer las obras de la Nueva Población de San Carlos .
La desconfianza existente en el seno de la Marina Real para asegu
rarse la calidad de los futuros aprovisionamientos de maderas del Nor
te, a través del Banco de San Carlos, era tan grande que se tomó la
determinación en la Secretaría de Estado de Marina de enviar a Prusia y
Rusia a un oficial de elevada graduación y experiencia en el tema: el
capitán de navio Tomás de Gayangos, quien se acompañó del facultati
vo Domingo Pastorín, capitán de maestranza del arsenal de Cartagena .
El viaje de Gayangos fue concertado -con la intermediación del
Conde de Floridablanca- entre la Secretaría de Estado de Marina y el
Banco de San Carlos, corriendo éste con los gastos. Gayangos recibió
diversas cantidades en Madrid, Berlín y San Petersburgo. Se fijó una
gratificación de seis mil reales mensuales como ayuda de costa para los
dos comisionados, que fue abonada hasta la conclusión del encargo.
Gayangos y su acompañante llegaron en octubre de 1786 a Berlín,
donde fueron atendidos por el ministro plenipotenciario Miguel de Gál-
vez. Desde Berlín, Gayangos envió su “Informe de las maderas de los
dominios del Rey de Prusia, que se han reconocido en los depósitos de
Spandau, Havelberg, Hamburgo, y en las riberas de los ríos Spree,
Havel y Elba”, que resultó altamente desalentador. En roble prusiano
-que se exportaba principalmente por los puertos de Hamburgo y Stet-
tin—salía muy mal parado, manifestando el informante la baja calidad
de las dos especies existentes. Sólo la especie de roble que denomina
ba “borne” podría utilizarse para entablar desde la lumbre del agua
para abajo, y sólo en caso de mucha necesidad. La especie de roble
186
que llamaba “cherno” no debía considerarse por ser de poca duración.
Y en cuanto al pino, el de Hamburgo lo conceptuaba como “absoluta
mente inútil”, y el de Stettin, “inferior al de Riga” y más caro. Y, reco
mendó que, del cargamento de maderas prusianas que el navio dina
marqués “Tres Hermanos” (su capitán Thomas Jacobo Tiede) llevaba
para Cádiz, consignado a la casa de “Hermán, Ellerman y Schliepper”
se reconociesen las mismas en el arsenal de la Carraca, para que avi
sasen de su resultado. También trató Gayangos con la Compañía Marí
tima de Berlín -muy protegida por su Gobierno-, que aprovisionaba a
las Marinas de Holanda y Francia, cuyos precios y condiciones con-
_ . . , 38
ceptuo como excesivos e irregulares .
Gayangos dio noticias también sobre los diferentes precios del
roble prusiano para los tres Departamentos, cuyo pie cúbico puesto en
los arsenales, desde Hamburgo e incluyéndose el coste de los fletes y
los seguros en tiempos de paz, saldría -en reales de vellón- a:
AGM, Arsenales, maderas, leg. 3 778. La Compañía de Berlín realizó esfuerzos para
que Pastorín graduase como buenas las maderas, y presionó a Gayangos para cono
cer el informe que enviaba a España. Éste, para asegurar el secreto de su contenido, lo
envió a través de Miguel José de Azanza.
187
39
llevaba reconocidos, por su peso y melis . Gayangos, quien quedó aquí
asombrado del prodigioso acopio de madera de pino existente, pone de
manifiesto en su informe lo que, en mi opinión, era el aspecto más débil
del Banco Nacional como proveedor de maderas para la Marina: la inca
pacidad técnica de sus comisionados, los cuales enviaban a los arsenales
maderas inapropiadas, ya que desconocían las técnicas constructivas nava-
les-militares y las particularidades que se requerían de cada madera para
la precisa función que desempeñaría en el buque. Así, el comisionado de
Dartzig, lo único que había atendido en los envíos que despachó por cuen
ta del Banco era que la madera estuviese limpia de nudos y de sámago.
Desde Danzig, Gayangos marchó a Kónisberg, luego a Memel
(Klaipéda), y llegó a Riga, donde esperó la respuesta del cónsul gene
ral de España, Antonio Colombí, en la que le indicó que marchase a
Petersburgo, para desde allí salir hacia Cherson (Herson).
De los reconocimientos de las maderas en Kónisberg y Memel
resultó que el roble no lo había en Kónisberg, y que el de Memel era
prusiano y de baja calidad. Mientras que el pino en Kónisberg no era
de lo mejor, y únicamente serviría para usos civiles; y el existente en
Memel, que provenía de Polonia y era llevado allí por comerciantes
prusianos, era inferior al de Danzig, por su menor jugo y melis. Gayan
gos opinaba que el pino de Memel podría servir para tabloncillos y
tablas ordinarias, pero no para tablones de costado. Precisamente, aquí
se hallaba preparada una partida para ser remitida a los arsenales espa
ñoles, por cuenta del Banco Nacional a través de la firma “Simpson y
Maclen”, que se vendía como de calidad propia para tablones de cos
tado, que Gayangos examinó y que encontró inapropiada al efecto.
A Petersburgo llegaron los comisionados el 10 de marzo de 1787,
donde reconocieron sus depósitos de arboladuras y tablazón.
De la comparación de las maderas almacenadas en Riga y Peters
burgo, Gayangos dedujo que las arboladuras de Riga eran buenas, aun
que algo cortas en sus dimensiones, pues de 9 palmos de diámetro para
arriba (tomados a los 18 pies del raigal), sólo se encontraron cuatro o
AGM, Arsenales-maderas, leg. 3.778. Este pino de Danzig serviría para entablar obras
muertas interiores y exteriores, las cubiertas altas, encintas y trancaniles, e incluso para
tablazón debajo del agua, con la condición de que se eligiese la más resinosa.
188
cinco, ya que tales dimensiones eran raras en aquellos bosques, por
estar muy entresacadas. Por el contrario, las perchas de los Montes de
Kazan eran muy a propósito por sus mayores dimensiones y calidad,
siendo más resinosas y obviamente más pesadas que las de Riga, y
Gayangos llegó a ver varias de 100 a 110 pies de largo.
Conceptuadas por las Marinas de Rusia e Inglaterra como mejores
que las de Riga, las arboladuras de Kazan estuvieron estancadas para
sólo la Armada Real rusa; pero como los montes en los que crecían
eran propiedad de particulares, éstos habían obtenido recientemente el
permiso de la Emperatriz para su libre venta, que ya había comenzado,
y a menor precio que las de Riga. Precisamente fue en Kronshtadt don
de Gayangos tuvo la oportunidad de efectuar las mejores pruebas com
parativas a los mastes de Kazan y de Riga, sobresaliendo en las mismas
la superior calidad de los primeros. El marino español acordó con el
cónsul enviar en el mismo año una partida de varias perchas de Kazan,
para que se experimentasen en los arsenales de Ferrol y la Carraca.
En cuanto al roble para construcción ruso, el informante lo califi
có como “de muy inferior calidad”, lo que se acreditaba por la corta
duración de los buques de guerra de esta nación.
Con relación al pino para tablazón, señaló que el de Riga era de
buena calidad para tabloncillos y tablas, pero no para tablones; debién
dose preferir las tozas para tablones del grueso de 5 pulgadas para arri
ba de Danzig. El pino para tablazón de Kazan era de igual calidad que
el de Riga, pero más limpio de sámago y estaba mejor aserrado.
Y terminaba Gayangos su informe desde Petersburgo, recomen
dando que las previsiones de madera para los arsenales deberían de
enviarse con la anticipación de un año, para disponer las cortas, ya que
los almacenes rusos nunca estaban tan provistos como para asegurar el
suministro. Con ello se evitaba comprar lo que se encontrase, a mayor
precio y sin poderse atender las dimensiones requeridas.
El 19 de junio de 1787 se expedía en Aranjuez la orden de que
Gayangos suspendiera su viaje a Cherson, y que concluyera su comi
sión de reconocimiento de maderas, regresando a España para dar
, , . <0
cuenta de la misma .
189
La Marina Real, además de pagar al Banco de San Carlos los impor
tes de las certificaciones de las maderas entregadas, tuvo que abonar los
intereses por las demoras en los cobros, que el artículo 4S del pliego del
asiento de estas provisiones estableció, desde su aceptación, en un 6 por
ciento anual, que era el tipo de interés al uso en el comercio de Cádiz.
El 20 de Septiembre de 1788, Pedro Davout, tenedor general de
libros del Banco formó cuenta de los intereses correspondientes a los
importes de todas las certificaciones de arboladura y tablazón que se
habían cobrado en Tesorería Mayor, con el fin de reclamar aquéllos, y
que se elevaban a 112.176 rs. y 25 mrs. vn. Las certificaciones estaban
fechadas entre el 20 de junio de 1787 y el 22 de abril de 1788, y se
habían cobrado entre el 23 de julio del primer año y el 9 de mayo del
segundo; y correspondían a 66 cargamentos, cuyo valor total se eleva-
41
ba a 13 792.490 rs. y 6 mrs. vn. .
Del irrelevante papel que desempeñó la marina mercante españo
la en este importante tráfico maderero entre el Báltico y España es bue
na prueba el que, de estos 66 cargamentos, sólo uno se efectuó en una
embarcación española: en un paquebote de Bilbao, cuyo capitán fue
Martín de Revilla, que aprovisionó al arsenal de Ferrol. Y éste es el úni
co buque de pabellón español que he localizado en todo el proceso de
abastecimiento de madera del Norte a los Departamentos marítimos,
desde que el Banco de San Carlos se ocupó de ello, y hasta que fina
lizaron los aprovisionamientos que efectuó Cristiernin en 1803
190
Gahn fue el último cónsul sueco en el Cádiz del siglo XVIII,
cerrando una relación de la 43que forman parte Guillermo Graff, Isaac
Rouyer, y Jacobo M. Bellman . En agosto de 1804 se nombró a Zacarí
as Scherman como sucesor de Gahn al frente del consulado sueco en
Cádiz.
La función de los cónsules no se limitaba a la protección de las
personas y a la defensa de los intereses de sus compatriotas. Su mayor
protagonismo se centraba en el ámbito mercantil, favoreciendo las rela
ciones económicas de sus países de origen con aquellos lugares don
de desempeñaban sus funciones consulares. Y esta actividad cobraba
una relevancia especial en una ciudad tan sobresaliente como era
entonces Cádiz en el contexto económico internacional, que funciona
ba como lugar de intercambio comercial entre las Indias españolas y
Europa.
En consecuencia, los cónsules suecos en el Cádiz del siglo XVIII
fueron antes que nada comerciantes, y su principal función fue la de
desarrollar las relaciones mercantiles entre España y Suecia, benefi
ciándose de la situación de privilegio que les proporcionaba su estado.
Entre las prerrogativas de los miembros del consulado se hallaban, ade
más de algunas de carácter personal como la libertad del ejercicio de
la propia religión y la inmunidad domiciliaria, otras de relevancia eco
nómica: el derecho de asociación mercantil entre ellos, según los pro
pios usos y costumbres; y la capacidad de poseer los libros de conta
bilidad en la lengua vernácula, y con las técnicas que considerasen más
oportunas.
Dos aspectos han de resaltarse en relación con las actuaciones
mercantiles de los cónsules suecos en el Cádiz del siglo XVIII: uno, el
relacionado con el papel tan importante que desempeñaron como fac
tores de la Compañía Sueca de las Indias Orientales; y otro, el concer
niente a su integración en una red o trama de amistades, que a través
de los lazos personales representaron un papel fundamental en las rela-
191
ciones comerciales de Suecia con el exterior. Y el estudio de las rela
ciones epistolares de carácter privado que mantuvieron, proporcionaría
una información valiosísima al respecto.
Como es sabido, Cádiz desempeñó un protagonismo fundamental
en el comercio sueco con Oriente. Las expediciones de la Compañía
Sueca para el Comercio con las Indias Orientales -que partían por lo
general de Gotemburgo- transportaban productos del Norte, que eran
cambiados en Cádiz por plata americana, ya que éste era el único pro
ducto que los chinos aceptaban como pago por su té y su porcelana,
como nos detalla el profesor Magnus Mórner. Según este eminente his
toriador, todas las 132 expediciones de la Compañía de la India efec
tuaron escalas de ida en el puerto de Cádiz, “la ciudad maravillosa de
la plata”, en su derrota hacia el puerto de Wampoa, cerca de Cantón
(Kuangtung) .
El cónsul que nos ocupa era hijo de otro Juan Jacobo Gahn, Teso
rero del rey de Suecia, y de Ana María Schulzen, vecina de Estocolmo ,
y debió llegar a Cádiz en 1772 o 1773, cuando contaba unos 25 años
de edad; como se detalla en la declaración propia, efectuada el 21 de
enero de 1786, momento en el que especificó que hacía trece años que
estaba en esta ciudad, y que contaba a la sazón con 38 años . En 1773,
ya aparece como vicecónsul de Suecia en el gran puerto andaluz.
Gahn contrajo matrimonio el 2 de febrero de 1786, en la parroquia
47
del Rosario, con la gaditana María Josefa de Moya Portosagastegui . El
día anterior, casaron ante el presbítero Anselmo Martínez, Secretario de
Cámara del Obispo de Cádiz José Escalzo. Por su religión luterana, y
192
por la católica de María Josefa, Gahn se vio obligado a solicitar a Roma
un Breve de Dispensa, que debió emitirse en septiembre de 1785. En
el documento pontificio se prescribió, como condición para efectuar el
matrimonio, que Gahn debería otorgar una obligación en la que figu
rasen:
193
con el brigadier de Infantería Manuel Arroyo, de cuya unión nacieron
seis hijos, muriendo cuatro en la infancia. Sobrevivieron dos hijas:
Camila, que casó con José Hidalgo, y que falleció sin sucesión en 1845;
y María de las Nieves, que se desposó con el coronel de Infantería
Mariano Bosch .
Juan Jacobo Gahn falleció en la villa de Chiclana de la Frontera el
4 de octubre de 1800, a causa de la asoladora epidemia de fiebre ama
rilla que aquel año se padeció . Su mujer murió en Cádiz, en la maña
na del 24 de marzo de 1805, celebrándose oficio de medias honras en
la parroquia del Rosario, siendo el cadáver conducido al cementerio
general de la parroquia de San José Extramuros.
Carlos Crhistiernin -también sueco y vecino de Cádiz y de su
comercio- fue el hombre de confianza de Gahn en todas las actividades
de su consulado. Compañero en la compañía de negocios dirigida por
Gahn, llevó en ella todo el peso del trabajo diario. Soltero, al menos has
ta los cincuenta años, vivió en casa de Gahn, incluso después de casa
do éste y fallecido, gozando siempre de la confianza y estimación del
cónsul y su familia; que han quedado reflejadas documentalmente.
Crhistiernin ejerció el cargo de vicecónsul durante el consulado de
Gahn, y de cónsul en funciones tras el fallecimiento de éste. En sep
tiembre de 1805, con papel de abono emitido por él, llegaron desde
Suecia los jóvenes Juan Bolín y Federico Forresgren, ambos solteros, de
26 y 17 años respectivamente, el primero comerciante y el segundo
dependiente .
AHPC, Protocolos Notariales de la ciudad de Cádiz, prot. na 3.929, fols. 545-550. Tes
tamento de Rosa Gahn Moya, de fecha 12 de junio de 1846.
51 El rigor de la enfermedad fue tal que de las 57.499 personas que permanecieron en
la ciudad, enfermaron 48.520, librándose tan sólo 8.979. Muchos habitantes de Cádiz
buscaron la salvación alejándose del foco epidémico y marchando a los lugares cir
cunvecinos donde la burguesía mercantil gaditana tenía campos y fincas de recreo. Chi
clana era el lugar preferido como lugar de descanso de los gaditanos adinerados, y es
posible que Gahn -como hicieron otros- intentara allí preservarse de la epidemia o
conseguir la sanación del mal. Del decaimiento que sufrió la ciudad de Cádiz en los
años finales del siglo XVIII y primeros años del siglo XIX es buena muestra la com
parativa entre el padrón de 1786, consistente en 71.499 habitantes, y el padrón de 1801,
con 54.899.
52 AHMC, Padrones 1805-1813, Libro 1.031.
194
La última referencia documental que he hallado de las actuaciones
comerciales de Carlos Christiernin es el de una instancia -en la que
solicitaba determinada certificación- que pasó, el 22 de febrero de
1815, al Cabildo municipal de la ciudad de Cádiz, como apoderado que
era en la misma de José María Sáenz de la Heredia, vecino de la ciu
dad de Sevilla.
En la misma casa na 179 de la Plaza de las Cuatro Torres, habita
ban en 1794, además, los suecos Gustavo Zeling, tenedor de libros,
Federico Christiernin, dependiente de escritorio, Andrés Saloby, depen
diente de escritorio, y Jacobo Martín, mayordomo. Éste figura como de
nueva entrada en Cádiz, en 1792, en unión de Enrique Gahn .
El 15 de noviembre de 1781 -como ha quedado dicho más arriba-
el cónsul otorgó a Christiernin facultad y poder de manifestar su última
voluntad, según la disposición que le había dejado, firmada por Gahn
54
el dos de octubre antecedente . También en el testamento (que Gahn
protocolizó un mes después de su boda), dejó el cónsul nuevas mues
tras de favor hacia Christiernin, nombrándolo albacea testamentario de
los posibles hijos que tuviere en su matrimonio, mancomunadamente
junto a su mujer, su suegra, y su cuñado .
Gahn fue el jefe y socio principal de la casa de negocios denomi
nada “Gahn y Compa.”, que no desapareció con su muerte. Precisa
mente, el cónsul dejó reflejado en su testamento su intención de que
no por su fallecimiento debiera acabarse la sociedad, la cual continua
ría sus actividades, mientras así lo considerasen su familia y la de su
madre, de acuerdo con Christiernin. En las fuentes documentales estu
diadas, no he visto reflejado ningún otro socio de Gahn en la compa
ñía que a Christiernin. Gahn figura con expresiones como la de “jefe y
socio principal de la casa y compañía de negocios”, o semejantes,
mientras que Cristiernin aparece como socio y compañero, pero con
195
carácter subordinado. La expresión contenido en un documento del
año 1806, en donde figura Christiernin como “socio superviviente” de
“Gahn y Compa.”, nos puede llevar a pensar que la sociedad hubiese
estado formada exclusivamente por los dos.
La compañía acabó el 31 de diciembre de 1802, por haber conclui
do la contrata de aprovisionamiento de maderas para los Reales arsena
les; y desde entonces se constituyó en liquidación, a cargo de Carlos
Christiernin, corriendo aún en el comercio de Cádiz con igual denomi
nación . En marzo de 1805, mes éste en el que falleció Ma. Josefa de
Moya el día 24, todavía estaba pendiente la liquidación de la contrata
efectuada para proveer de maderas del Norte a la Marina española57.
Además de los aprovisionamientos de madera, la compañía de
Gahn surtió a la Armada española de cobre y betunes, procedentes de
Suecia.
En el convenio que Gahn pactó con la Armada, se dispuso que,
cuando el cobre estuviese embarcado en cualquiera de los puertos sue
cos, se haría constar a la Junta del Departamento de Marina, para reci
birse el valor de la mitad de su importe. El 19 de octubre de 1781 el
vecino y comerciante de Cádiz Tomás Gervinais, en nombre de la casa
de negocios “Magón Lefer Hermanos y Compa.”, se hacía fiador de
Gahn, con relación al pagamento que se le hiciese a éste por parte de
la Tesorería General de Marina de la mitad del valor del cobre que se
había cargado en el navio sueco “Mercurio” (su capitán Isaac Pauson),
que zarpó del puerto de Suecia el 13 de septiembre anterior. La carga,
compuesta por 460 skippund (1.360 quintales) de cobre en planchas
había sido asegurada en su totalidad por aseguradoras del comercio
.. 58
gaditano .
El asunto del aprovisionamiento de cobre de Suecia para la Mari
na española, desde que ésta comenzó a experimentar los forros de
cobre en sus buques al iniciarse la década de los años 80 del siglo
196
XVIII, y su posterior generalización, así como la participación que en
ello tuvo la casa de comercio de Gahn, tiene la entidad suficiente como
para que se hubiese dedicado en el presente Encuentro Histórico una
ponencia específica. En nota a pie de página se incluyen referencias
59
bibliográficas, en donde se recogen informaciones al respecto .
En marzo de 1784, arribó al puerto de Cartagena, proveniente del
de Cádiz, el navio “Suebourg” (su capitán Juan Fortius), fletado por
cuenta de la Real Hacienda, llevando a bordo 500 quintales de cobre
refinado -que supongo destinadas al propio arsenal y a las fábricas de
Alcaraz-, de los cuales 394 quintales y 62 y media libras habían sido
entregados por el dueño de la fábrica de metales establecida en Puer
to Real, José Duserre; mientras que los 107 quintales y las 37 y media
libras restantes llegaron de las minas de Riotinto . Es posible que el
cobre remitido por Duserre fuese de procedencia sueca. Las relaciones
de este fundidor francés establecido en la bahía de Cádiz, con los sue
cos debió de ser importante, y en particular con la compañía de Gahn.
Carlos Christiernin fue albacea testamentario de Duserre.
Más tarde, el 12 de junio de 1789, el cónsul de Suecia en Cádiz vol
vía a ofrecerse como proveedor de planchas de cobre para la Marina,
entrando a competir con la Casa de Gardoqui, la cual venía suminis
trándolas. Entonces, las planchas que llegaban del extranjero, se reci
bían normalmente en el arsenal de Ferrol, donde eran reconocidas y,
luego de aceptadas, reenviadas a Cádiz y Cartagena. Otro aprovisiona
dor de cobre en planchas y clavos para la Armada fue Greppi.
En cuanto a los betunes, he hallado una referencia , del 26 de abril
de 1791, cuando Gahn solicitaba que se le admitiera en el arsenal de la
Carraca un cargamento que había conducido a Cádiz en el navio “La
Unión”6’.
MERINO NAVARRO. José P.: La Armada española en el siglo XVIII, op. cit.; HELGUE-
RA QUIJADA, Juan: La industria metalúrgica experimental en el siglo XVIII: Las Reales
Fábricas de San Juan de Alcaraz, 1772-1800. Valladolid, Universidad de Valladolid,
1984; TORREJÓN CHAVES, Juan: “Innovación tecnológica y metalurgia experimental: los
forros de cobre en los buques de guerra españoles del siglo XVIII”, en Arqueología
Industrial, pp. 57-81. San Fernando, Fundación Municipal de Cultura, 1994.
60 AGM, Arsenales-maderas, leg. 3-765; Arsenales-acopios, años 1784 y 1785.
61 AGM, Registros de todos los ramos, leg. N2 3.760.
197
Y también existe constancia de la intención de Gahn de vender en
los arsenales de la Marina española hierro sueco, llegando a proponer
la venta de 3-500 quintales de hierro de Suecia para el arsenal de Car
tagena, que no le fue aceptada.
El 5 de agosto de 1789, se trató en la Junta de Gobierno del Ban
co Nacional de San Carlos sobre la propuesta de Gahn, de 28 de julio,
para “encargarse de la provisión de arboladura y maderas blancas del
Norte”, que se venía desarrollando en régimen de asiento por el Ban
co. La Junta acordó que su proposición pasase a los Directores de pro
visiones, para que la confrontaran con la que en el año anterior había
efectuado el banquero Gregorio Joyes en nombre de Antonio Colom-
bí; con la intención de conocerse cuál de las dos podría interesar más
al Banco.
En el informe de los Directores, se especificó que la propuesta de
Gahn era preferible a la de Colombí, pero condicionada a la mejora que
seguidamente se detallará. Y la Junta de Gobierno se conformó con tal
j. 62
dictamen .
Antonio Colombí había actuado hasta el momento como comisio
nista del Banco Nacional, para la compra y expedición de la madera de
pino, desde su casa comercial en San Petersburgo, y en junio de 1787
desde el Banco se le había comunicado la intención de subarrendar
este asiento.
Gahn y Colombí ofrecieron al de San Carlos un mismo beneficio
del 5 por ciento sobre el producto de las certificaciones; pero la pro
puesta de Gahn era más favorable al dejar al Banco el interés del 6 por
ciento anual, desde la fecha de las certificaciones hasta el término de
su pago, mientras que en su oferta Colombi contemplaba por igual con
cepto un punto menos de interés. Además, Colombí se negaba a pres
tar fianza para el cumplimiento de su contrata, y exigía que los comi
sionados que tenía el Banco en los Departamentos se encargasen del
recibo y entrega de las maderas, sin remuneración por su parte.
Los Directores de provisiones manifestaban en su informe que era
de esperar una mayor demanda de arboladuras en las peticiones de la
Armada para el año 1790 y siguientes; y que esto debería servir para
AHBE, Actas de la Junta de Gobierno, Libro n2. 144, fols. 192 V.-193.
198
rechazar las proposiciones de Gahn y Colombi, ya que el beneficio en
el surtido de las perchas era de entre el 35 y el 40 por ciento. En el
Banco se contaba con la información facilitada por el comisionado del
mismo en el Ferrol, Manuel Martín, a quien se habían pasado datos
confidenciales por el detall de Ingenieros del Departamento, sobre el
previsto aumento del número de arboladuras con relación a los años
1787 y 1788, así como del de la tablazón superior a las siete pulgadas;
la cual era abonada a 64 rs. y 22 2/3 mrs. vn. el codo, cuando la que
no excedía de dicha medida se pagaba a 40 rs. vn.
Pero en el Banco existía ya una clara determinación de abando
nar la provisión directa de la madera del Norte a los arsenales de la
Marina, que tantos problemas había proporcionado, y ante la pro
puesta más favorable de Gahn, la Junta encargó a los Directores de
provisiones que le contestasen solicitándole un aumento del 1 por
ciento al menos en su proposición, con lo que le sería admitida de
inmediato .
El desarrollo del convenio o contrato de suministros que efectuó
Gahn con el Banco de San Carlos (anterior a la fase de subrogación
del asiento que el Banco tenía con la Marina) tuvo sus dificultades,
hasta el punto que el cónsul sueco llegó a exponer al Banco la impo
sibilidad que tenía para cumplir con el pedido solicitado por la
Armada, y que le era “ruinoso entrar en el contrato que tenía hecho”.
Esto abrió un proceso de deliberaciones entre el Banco, la Secretaría
de Estado de Marina, y el propio Gahn. En los Libros de Actas de la
Junta de Gobierno del Banco Nacional, números 145 y 146, figuran
las diversas relaciones y vicisitudes que ocurrieron. La Armada pre
sionó al Banco, conminándole a que cumpliese con sus obligaciones.
En la Junta del 31 de marzo de 1790, se leyó una comunicación del
Secretario de Estado y del Despacho universal de Marina, del 27 del
mismo mes, en la que se expresaba que “desde el primero de enero
de noventa y uno quede subrogado el asiento en Dn. Juan Jacobo
Gahn, a cuyo efecto se le pasarán las notas que se forman para el
expresado año”. Y, en lo tocante al año que corría, Antonio Valdés
mandaba que el Banco admitiese a Gahn los repuestos que ofrecía,
199
y que el cónsul había mandado acopiar en el Norte, para evitarle per-
64
juicios .
La Junta Directiva confirió comisión al Conde de Cabarrús, Juan Bau
tista Rossi y a Ramón Talavera y Dalmaces para que concordasen con
Gahn cómo podrían resarcirle por el suministro de la madera de pino del
Norte que, por su cuenta, efectuaría en los tres Departamentos según lo
presupuestado por la Armada, y que debía proveer el propio Banco. Se
convino en entregar a Gahn 225.000 rs. vn. por una sola vez -que fue lo
calculado en relación a las pérdidas que resultarían por tal provisión-, y
se solicitó formalizar la correspondiente escritura; tratándose acerca de
todo esto en la sesión del 27 de mayo siguiente . Gahn solicitó, además,
que en caso de que se verificase la guerra entre España e Inglaterra, y
de que no pudiese hacer llegar las maderas que tenía compradas en
Petersburgo, se le anticipasen las tres cuartas partes de su importe, obli
gándose a pagar al Banco el medio por ciento de interés cada mes por
ello, y a hipotecar los efectos adquiridos en aquél puerto.
La casa comercial de Gahn se subrogó el asiento de arboladura y
tablas de pino del Norte para los arsenales de la Armada que tenía el
Banco Nacional, con las mismas condiciones. Una Real Orden de 21 de
septiembre de 1790 lo autorizó, para que comenzase a tener efecto des
de el Ia de enero de 1791, y finalizase el 31 de diciembre de 1794,
cuando concluía la obligación del de San Carlos. Y, a partir de enero
de 1795, Gahn contrató directamente a la Marina real la provisión de
arboladuras y tablazón del Norte. El subarriendo de Gahn sirvió para
poner término a la general situación de desconfianza que en la Arma
da había suscitado el Banco como capaz de garantizar la calidad de los
efectos que proporcionaba.
En la documentación consultada, concerniente a la Marina, no ha
aparecido el documento original, ni copia, del asiento efectuado por
Gahn; ni el expediente que se pasó al Almirantazgo el 27 de agosto de
1807 . Tampoco he hallado el que pudiera corresponder a la presumi-
200
ble prórroga del contrato, ya a cargo exclusivamente de Cristiernin, has
ta la finalización de 1802.
El año de 1790, que fue el del convenio o contrato de suministros
que Gahn llevó a cabo con el Banco de San Carlos, fue bastante com
plicado -como se ha hecho constar- , y la documentación estudiada no
aclara suficientemente sobre determinados aspectos. La posición de
Gahn no quedó consolidada hasta mayo, y en los meses anteriores
encontramos diversos ofrecimientos por parte de distintos comercian
tes, para surtir a la Armada.
Incluso aparece el propio cónsul de Suecia -quien se hallaba en
Aranjuez- ofertando a la Marina perchas, tablones y vigas del Norte,
para el servicio del arsenal de la Carraca, vendiendo la arboladura al
mismo precio que el asiento del Banco, y la tablazón y vigas “al último
que se halla pagado en compras hechas por aquel Departamento de la
misma clase y calidad, libres de todo derecho y gastos para mi” . Debe
resaltarse que en esta proposición efectuada por Gahn el 19 de abril,
al tratar de su casa de comercio y de la madera almacenada, en el expe-
dientillo correspondiente no existe referencia alguna al contrato de
suministros que él efectuó con el Banco Nacional .
Y muy desabastecidos debían andar entonces los arsenales, ya que
con anterioridad a esta propuesta de Gahn, existió otra de José Rodrí
guez para aprovisionar al Departamento Marítimo de Cádiz 2.000 codos
de madera de pino del Norte, desde las 7 a las 3 pulgadas de grueso,
18 a 12 de ancho, y de 50 a 30 pies de largo; y 5.000 codos en vigas
madres de la misma especie y largos, y de 22 a 12 pulgadas de grueso.
En la Carraca se habían computado las necesidades de maderas del
Norte para el año de 1790, en 36.702 tablones y tablas de pino, 511 per
chas, 200 arbolillos, y 200 berlingas. En la Secretaría de Estado de Mari
na se resolvió adquirir esta madera, pagándose a Rodríguez -quien
debería abonar los derechos correspondientes—los 2.000 codos a 40 rs.
vn., al igual que lo contratado con el Banco, y los 5.000 codos a 64 rs.
201
vn., tal como se efectuaba también al de San Carlos para la tablazón
mayor de 7 pulgadas; pero con la condición de que la diese alzada
mente toda a 50 rs. cada codo.
En marzo, Juan Lembeye solicitó que se le comprase un carga
mento de maderas del Báltico para surtir al arsenal de Ferrol, ofrecien
do un 5 por ciento de descuento sobre lo que la Marina pagaba al Ban
co Nacional. Y un mes más tarde se le compraron en la Coruña 30 per
chas desde 7 1/2 a 4 1/2 palmos, y 181 arbolillos. Tres meses después,
propuso este mismo comerciante que se le adquiriese el resto de un
cargamento de madera, del mismo origen, que vendía con la baja del
10 por ciento respecto de lo que proveía el de San Carlos, pero no ten
go constancia que la operación se llevase a cabo . La presencia de
Lembeye como proveedor de maderas del Norte para el arsenal galle
go la he constatado también en enero de 1804, cuando fue aprobada
para Ferrol la adquisición de una partida de madera báltica que había
propuesto; y en octubre de 1805, cuando ofreció surtir tablazón “a pre
cios mucho más equitativos” que lo que ofertaba en el momento la casa
“Hervás, Colombí y Compa.” .
Cuando en mayo de este mismo año de 1790, un vecino de Cádiz,
Luis Crespi, quien poseía almacenes de maderas, jarcias y otros pertre
chos navales, quiso vender tablones y vigas madres de pino del Norte
para el arsenal de la Carraca, vio su oferta rechazada haciéndoles saber
que “el aprovisionamiento estaba a cargo de la casa de comercio del
cónsul de Suecia en Cádiz”. Y a finales de agosto siguiente, la Junta del
Departamento Marítimo de Cádiz desechó una nueva propuesta de este
mismo comerciante, para que se le comprase roble y pino del Norte,
aduciendo las mismas razones .
En septiembre, el Capitán General del Departamento Marítimo de
Cádiz y Director General de la Armada, Luis de Córdoba, remitía a la
Secretaría de Estado de Marina la propuesta del ya referido José Rodrí
guez para surtir de madera de pino del Norte a los tres Departamentos,
durante un periodo de cinco años. La contestación que se le dio al inte-
202
resado fue que “S. M. no puede admitirla hasta que finalice el asiento
del Banco en que se ha subrogado el cónsul de Suecia”. Dos meses más
tarde, un vecino de Ferrol, Buenaventura Tajonera, propuso la venta de
una partida de tablas de pino del Báltico para aquel arsenal; a lo que
no se condescendió “por haber asegurado Dn. Juan Jacobo Gahn que
socorrería la falta si ya no lo estuviese”.
Desde mayo de 1790 no aparece aprovisionando madera del Nor
te a la Marina de guerra española otra casa que la de Gahn, y hasta los
primeros meses de 1803, cuando se aprobó la adquisición de 74 palos
de arboladura de Riga (de distintas dimensiones comprendidas entre
los seis y los cuatro palmos de grueso y entre 30 y 20 codos de largo,
y a un precio prorrateado de 700 rs. vn. cada percha), a Ramón Sán-
72
chez, vecino de la villa de Puerto Real .
La explicación que debemos dar a que durante trece años no se
recurriese a ningún otro proveedor para la adquisición de maderas del
Báltico, destinadas a la construcción naval-militar, es a la eficacia que
mostró esta casa comercial sueca radicada en Cádiz; y todo ello, a pesar
de las dificultades tan enormes que se derivaron de los conflictos béli
cos que ocurrieron en esta década final del siglo XVIII, desde 1793 a
1801, y de la subida general de precios a la que tuvo que enfrentarse
el asentista. Y para que tan prolongados conflictos bélicos alterasen en
la menor medida posible los aprovisionamientos de su encargo, esta fir
ma continuó utilizando el recurso de transportar las maderas en buques
neutrales, amparados en el principio de derecho marítimo internacio-
73
nal de que el pabellón cubre la mercancía .
La Armada protegió a Gahn en determinadas ocasiones, como
había efectuado anteriormente con el Banco. Así, en septiembre de
1790, una Real Orden dispuso la admisión forzosa en el arsenal del
Ferrol de dos cargamentos de arboladura y tablazón del Báltico, que
AGM, Asientos, leg. 5.489. Los palos, para masteleros y vergas de fragata, tenían un
año de cortados y su número y dimensiones en cuanto al grosor, eran las siguientes:
4 de a 6 palmos, 8 de a 5 3/4, 13 de a 5 1/2, 8 de a 5 1/4, 15 de a 5, 1 de a 4 3/4, 11
de a 4 1/2, 4 de a 4 1/4, y 10 de a 4.
3 En la condición 5a de la contrata con el de San Carlos se estipuló “que serían de
cuenta y riesgo del Banco los cargamentos de dichos efectos hasta su entrega en los
arsenales, como también la satisfacción de los derechos que adeudaren”.
203
habían llegado por cuenta de Gahn en los navios holandeses “La Vigi
lancia” (su capitán J. Haas), y “Los Tres Amigos” (su capitán Reynders),
“aunque las dimensiones de las perchas no corresponden a las pres-
criptas” . En octubre de 1796, y ante las dificultades en el aprovisiona
miento, se determinó abonar a Gahn cantidades de dinero superiores a
las pactadas en el asiento, que alcanzaron un tercio sobre lo estipula
do. Y, una vez al menos, también contó Gahn con la intermediación de
la Secretaría de Estado, para que -por razones que no he llegado a
conocer- en Rusia no impidieran la salida de las embarcaciones que
tenía cargadas de maderas con destino a los Departamentos de la Mari
na española.
El proceso de acopio de arboladura y tablazón del Norte lo inicia
ba el propio Gahn cada año hacia el mes de abril, dirigiéndose perso
nalmente, o por medio de Christiernin, al Secretario de Estado de Mari
na, a quien solicitaba que pidiese a los tres Departamentos las previ
siones para el año siguiente, ordinarias y extraordinarias. Desde esta
Secretaría de Estado se requería a los Capitanes Generales de cada
Departamento que las correspondientes Juntas aprobasen la solicitud
de los acopios respectivos; para lo cual estos órganos demandaban al
Ingeniero comandante de cada arsenal la relación detallada de los efec
tos (perchas y tablazón) ordinarios y extraordinarios, con las dimensio
nes correspondientes. Aprobadas las previsiones por cada Junta, se
expedía el acuerdo y la relación a dicha Secretaría de Estado, donde
una vez reunidas las demandas de Cádiz, Ferrol y Cartagena, y apro
badas, se remitían a la casa de comercio de Cádiz en condiciones nor
males en el plazo de un mes, poco más o menos. Esto permitía a Gahn
dirigirse con antelación suficiente a sus comisionados en Riga y San
Petersburgo, para que comenzaran a tratar la adquisición de las made
ras y concertasen luego el transporte hacia España, organizando los fle
tes, seguros,etc. El comisionado de Gahn en San Petersburgo fue el
cónsul general de Suecia en Rusia, Balthasar Schenborn.
Los cargamentos comenzaban a llegar a España hacia el mes de mar
zo del año siguiente, cuando el Sund ya se hallaba expedito. De entre las
travesías que he podido conocer, en tiempos de paz, la de mayor dura-
204
ción fue la efectuada por el navio el “Placer del Mar”, que largó velas del
puerto de Vyborg en la mañana del 13 de junio de 1792, con un carga
mento de tablas de pino para Cádiz, consignado a “Gahn y Comp8.”, pero
que un gran temporal, con viento del SO, le obligó a regresar a puerto el
mismo día. El 15 se volvió a salir, con vientos del E, navegándose con
dirección al Sund, donde se llegó el día 27. Aquí se permaneció hasta el
ls de julio, cuando se levó anclas con viento del SO. Seguidamente se
experimentaron fuertes marejadas sobre la cubierta del navio, que pro
dujeron daños al mojarse la carga, precisándose la utilización de bombas
de achique. El viento huracanado continuó hasta el 13 de julio en que
abonanzó (entonces el buque pasaba a unas trece leguas de los bancos
de Holanda); pero al día siguiente apareció de nuevo. El temporal arre
ció entre los días 21 y 28, con vientos N o NE (a las 11 de la noche del
día 28 se divisó a unas tres leguas N.NO el fanal de las Sorlingas ), duran
do hasta el 30 de dicho mes de julio en que se apaciguó. La navegación
continuó sin experimentarse mayor novedad hasta el 15 de agosto en que
se dio fondo en la bahía de Cádiz. Y como el capitán recelaba, con fun
damento, que se hubiesen producidos graves daños en el cargamento de
tablas y en el propio buque, en unión de su piloto, un carpintero y un
marinero de la tripulación, efectuaron ante notario una “Protesta de Mar”,
dos días después de la arribada, con el fin de que “los perjuicios, que
brantos y averías que aparezcan y se encuentren en el citado navio y su
cargamento, sea, se entienda y corra todo ello de cargo y cuenta y riesgo
de los propietarios cargadores, aseguradores y demás personas que por
derecho hubiere lugar y no de la del capitán compareciente”, ya que se
habían producido sin mediar culpa u omisión suya o de la tripulación, o
defecto del buque . En el acto documental sirvió de intérprete el sueco,
transeúnte en Cádiz, Gustavo Zelling. El “Placer del Mar” era un buque
holandés, pero su capitán y el piloto eran dinamarqueses, así como el car
pintero; mientras que el marinero era natural de Oldenburg.
Las Sorlingas, en francés Sorlingues, son las Scilly: un archipiélago que comprende
cuarenta y ocho islas y más de un millar de escollos, al O.SO. del cabo Land’s End.
Posiblemente el faro al que se alude en la documentación sea el instalado en Bishop,
última luz que se percibía al desembocarse del Canal de la Mancha.
6 AHPC, Protocolos Notariales, Escribanía de Marina del Distrito de Cádiz, prot. ns.
5.937, fols. 463-464.
205
Juan J. López González nos ha detallado cómo de los veinte buques
holandeses que Gahn fletó en 1794 con destino a España desde Riga y
San Petersburgo, para el cumplimiento de su contrata, sólo llegaron tres
a su destino: trece fueron capturados por los ingleses -a pesar de que
España e Inglaterra eran aliadas desde el Tratado de Aranjuez de 25 de
mayo de 1793—; y las cuatro embarcaciones restantes vendieron su car
ga en Copenhage. La razón de la actuación inglesa se hallaba en que
Holanda había sido ocupada por los ejércitos franceses . España solici
tó, a través del Embajador de España en Londres, el desembargo de los
cargamentos capturados, aduciéndose los auxilios prestados en Carta
gena y Mahón a los buques de la escuadra inglesa en el Mediterráneo.
Con relación al volumen de la madera solicitada a Gahn por la
Armada, incluyo seguidamente los pedidos efectuados para los años
1795, 1796, 1797 y 1798, desglosados por partidas y por Departamen
tos, y efectúo algunos comentarios al respecto:
LÓPEZ GONZÁLEZ, Juan J: “Una firma comercial sueca...”, op. cit., pp. 291-292.
206
CÓMPUTO ANTICIPADO DE LAS NECESIDADES DE MADERAS DEL
BÁLTICO PARA LOS ARSENALES DE LA MARINA ESPAÑOLA (1795-1798)
AÑO DE 1797 PERCHAS ARBOLILLOS TABLONERIA
Y BERLINGAS
CADIZ 348 2.430 68.310
FERROL 364 140 28.200
CARTAGENA 118 150 19.200
TOTAL 830 2.720 115.710
La información sobre este año, sólo ha podido ser obtenida para el Departamento de Cádiz.
207
cuyas partidas se componían de 13-597 tablones (de 10 1/2 a 2 pulga
das de grueso, 16 a 12 pulgadas de ancho, y 18 a 10 codos de largo);
31.336 tablas (de 1 1/2 a 1/2 pulgadas de grueso, 13 a 12 pulgadas de
ancho, y de 16 a 6 codos de largo); y 536 madres (de 18 a 12 pulgadas
de grueso, 20 a 14 pulgadas de ancho; y de 22 a 16 codos de largo).
En total la tablazón solicitada medía 34.050 codos cúbicos y 28 partes
de otros, que se abonarían a 54 rs. vn. cada codo; lo que importaban
1.838.702 rs. y 21 mrs. vn. En cuanto a la arboladura, se solicitaron 283
perchas (desde los 12 1/2 a los 4 1/4 palmos de grueso, y los 47 a 20
79
codos de largo ), con un valor total de 1.272.320 rs. vn.; 1.130 arboli-
llos valorados en 156.618 rs. vn.; y 150 berlingas gruesas y 1.000 del
gadas, que costarían 220.770 rs. vn. De este modo, el coste total pre
supuestado por madera del Norte para las necesidades ordinarias del
arsenal se elevaba nada menos que a 3.488.410 rs. y 21 mrs. vn. Con la
misma fecha, Muñoz envió también la “Relación de la madera del pino
del Norte, necesaria para las atenciones de la escuadra en el venidero
año de 1796”, compuesta por 99.720 tablones, 15.664 tablas y 264
madres, midiendo las tres partidas 166.770 codos cúbicos, que a 54 rs.
80
vn. cada codo importaban 9.005.580 rs. vn. .
Para el año 1797, Cartagena solicitó, incluyendo en el pedido las
necesidades del astillero de Mahón, 118 perchas, 50 arbolillos, y 100
berlingas; 19.200 piezas de tablazón (13 379 codos cúbicos y 96 partes
de otro). Ferrol requirió 364 perchas y 140 arbolillos, así como 28.200
piezas de tablazón. Y Cádiz efectuó, como era habitual sus dos pedi
dos: uno para las atenciones ordinarias del Departamento, y otro para
las necesidades de la Escuadra. En el primero, se solicitaron 45.711 pie
zas de tablazón (tablones, tablas y madres), 348 perchas, 1.230 arboli
llos, y 1.200 berlingas. Esta tablazón componía algo más de 45.792
codos cúbicos, que importaban 2.472.769 rs. y 10 mrs. vn.; mientras
que el precio de la arboladura se elevaba a 1.863.147 rs. vn. En el
segundo pedido de Cádiz, se solicitaron 22.599 piezas de tablazón
208
(22.896 codos cúbicos, ^ue a los señalados 54 rs. cada codo confor
maban 1.236.384 rs. vn.) .
De la tablazón que debía llegar a Cádiz en 1798, correspondían
24.910 piezas para las atenciones de la escuadra (con 16.973 codos
cúbicos) y 40.230 piezas para las atenciones ordinarias del Departa
mento (con 39-401 codos), que importarían 3-044.196 rs. vn; mientras
que por las perchas destinadas también a Cádiz, se abonarían al asen
tista 1.973.143 rs. vn.; y 436.000 rs. vn. por los 1.400 arbolillos y las
1.200 berlingas. En total, el presupuesto de las maderas del norte sólo
para Cádiz se elevaba a la muy importante cantidad de 5.453-339 rs.vn.
Los asuntos más importantes relativos al asiento de Gahn, tanto en su
fase de subrogación del Banco, cuanto en el periodo de contratista directo
de la Armada, se resolvían en la Secretaría de Estado de Marina, preferen
temente, y en la Secretaría de Estado de Hacienda. En una ocasión se lle
vó una cuestión a la Junta Suprema de Estado, el primer Consejo de Minis
tros de la monarquía española que presidía Floridablanca. En la sesión del
2 de enero de 1792, se vio una representación del cónsul de Suecia en
Cádiz en la que se quejaba de que los administradores de las rentas pro
vinciales de Ferrol y Cartagena le exigían el pago de los derechos de alca
bala y cientos de la arboladura y tablazón que ingresaba en aquellos arse
nales; cosa que no se le demandaba en Cádiz. Gahn aducía a su favor que
por una Real Orden de 12 de julio de 1783 se declaró libre de todo dere
cho la madera extranjera que se introdujese para la construcción de navi
os de la Marina Real o de los particulares, o para remos o cualquier uso
relativo a las embarcaciones. Ya este asunto se había suscitado en tiempos
del Banco, y la Dirección General de Rentas mantuvo en ambas ocasiones
el criterio de que debían pagarse los derechos referidos, alegando una serie
de razones. La Junta zanjó la cuestión, fundamentándose en la citada Real
Orden, e hizo constar que debería entenderse “que las contratas de provi
siones de arboladura, madera y tablazón para la Marina Real se hicieron en
el concepto de que estaban libres de todos derechos, incluso los de alca
bala y cientos, como se ha entendido y practicado en Cádiz” .
209
Los años 1794, 1795, 1796, 1797 y 1798, fueron especialmente difí
ciles. Al comenzar 1797, Gahn advertía a la Secretaría de Estado de
Marina sobre las pérdidas que había sufrido en los años anteriores, que
él calculaba en unos 3.000.000 rs. vn. Y a finales de septiembre de
1798, escribía a Juan de Lángara para solicitarle inmediato socorro eco
nómico, pues de lo contrario su ruina sería inevitable.
Después de la muerte de Gahn, aparece Carlos Cristiernin como
asentista “por disposición testamentaria” del otrora cónsul de Suecia,
para el suministro de la madera del Norte para la Marina . Es posible
que Christiernin llegara a efectuar un nuevo asiento, en nombre de
“Gahn y Comp4.”, o que formalizara una ampliación temporal del con
trato existente, hasta el 31 de diciembre de 1802 (la documentación
estudiada no llega a aclarar la fórmula utilizada). La Marina española
continuó considerando a la casa de Gahn como su única abastecedora
de madera báltica, durante los años 1801 y 1802; y, cuando finalizó este
último año, la firma de Gahn se constituyó desde entonces en liquida
ción, precisamente por haber terminado el asiento de provisión de
maderas para los reales arsenales, tal como se advierte en el testamen
to que, en virtud de poder, fue protocolizado el 7 de agosto de 1806
-del cual se ha efectuado mención más arriba- .
En la sesión de la Junta del Departamento de Marina de Cádiz, del
25 de noviembre de 1801, se leyó un escrito de Christiernin al Inten
dente, en el que le manifestaba que acababa de llegar a la bahía de
Cádiz, procedente de Loviisa el navio sueco nombrado el “Príncipe
Gustavo” (su capitán Juan Hemsten), conduciendo 28.860 piezas de
tablazón . En dos Reales Ordenes de 29 de enero y 4 de febrero de
1802, comunicadas por las vías reservadas de Hacienda y Marina a los
Departamentos, se indicaba que debían dirigirse a la casa de Gahn para
los acopios de madera báltica . Y, en una carta de Antonio Colombí,
de marzo de 1802, se especificaba que, a la sazón, el único contrato
para aprovisionar a la Armada maderas del Norte era el existente con
210
“Gahn y Compa.”, y que debía expirar ese mismo año. Unos meses des
pués de esta carta, Godoy daba la orden de que no se renovase nin
gún contrato de asiento para las provisiones de la Marina Real.
Las cifras anuales de los aprovisionamientos de “Gahn y Compa.”
-en reales de vellón-, que facilita Merino Navarro , son de importan
cia:
MERINO NAVARRO, José P.: La Armada Española en el siglo XVIII, op. cit., nota ns.
303, p. 327.
211
experimentaba en la cobranza de lo que se le adeudaba. Dramática
mente describía su situación en el día, sin medios y con los recursos
agotados, por lo que precisaba una ayuda inmediata para no acabar en
una ruina, que presentaba como total y próxima, pues se hallaban en
ruta otros cargamentos; viéndose, en consecuencia, obligado a no entre
garlos a la Marina, y a venderlos a terceros. La Junta del Departamento,
en su sesión del 2 de diciembre reconocía lo justo de las pretensiones
de Cristiernin, y así lo hizo saber a la Secretaría de Estado de Marina.
Al comenzar 1802, Cristiernin volvía a reclamar a la Armada las
cantidades que se le debían, recibiendo la evasiva contestación de que
oficiase a Hacienda por si se le podría socorrer. Y en octubre de este
mismo año, Bernardo de Elizalde, apoderado de “Gahn y Compa.” para
los surtimientos de Cartagena, solicitaba el pago de las certificaciones
de crédito libradas contra la Real Hacienda por los cargamentos entre
gados en el arsenal del Mediterráneo, así como el abono de las estadí
as de dos buques que los condujeron a dicho puerto, y que estaban allí
detenidos hasta que sus respectivos fletes fuesen pagados. La Junta del
Departamento consideró muy fundado cuanto pretendía Elizalde, e
informó al respecto a la Secretaría de Marina, desde donde se tramitó
la solicitud al Ministerio de Hacienda. Y en el mes de noviembre, la viu
da de Gahn requería de la Marina que se admitiesen en la Caja de
Amortización las certificaciones de sus créditos; lo que se pasó igual-
88
mente a Hacienda .
Este mismo año ocurrió un intento de aprovisionar con madera
sueca a los arsenales españoles. El 29 de mayo se notició a Domingo
Pérez de Grandallana sobre una oferta que el Rey de Suecia había efec
tuado, por medio del Presidente de su Cancillería, al encargado de los
negocios del Rey de España en aquella Corte, para vender a la Marina
unos 200.000 pies cúbicos de madera de roble cortada y preparada para
89
la construcción de navios de 74 cañones . En contestación a tal ofreci
miento, se requirieron las dimensiones y el precio a que saldría cada
pie cúbico, puesta por cuenta de los suecos en nuestros arsenales sin
212
ningún otro gasto; y se hizo saber, además, que los cargamentos se
adquirirían a cambio de productos españoles, y no de numerario. La
respuesta inicial de la Cancillería de Suecia fue que las embarcaciones
suecas se trasladasen a buscar el pago del importe de las maderas a las
colonias españolas de América, a lo que el gobierno español se negó
en redondo. Ante esta rotunda negativa, los suecos terminaron por
aceptar la proposición española de cambiar madera por géneros de
aquí, de los que Suecia estaba necesitada, en particular de lanas para
sus fábricas. Resulta interesante reflejar que, al tratar la Cancillería de
Suecia sobre el roble que intentaba vender, presentándolo como seco
y de calidad excelente, resaltaba que no había querido “S. M. sueca
90
ceder a los ingleses, por la aversión que los tiene” .
En el seno de la Armada se solicitaron, seguidamente, informes
sobre las cualidades del roble sueco al Ingeniero General, José Rome
ro Landa, y al Comandante de Ingenieros del arsenal de Cartagena,
Thomas Bryant, cuya opinión fue determinante sobre el asunto. El 22
de febrero de 1803, Bryant comunicaba a Grandallana que no habién
dose nunca gastado en aquel arsenal madera de roble de Suecia, redu
cía su opinión a las noticias que tenía sobre la misma. Destacaba la
superior calidad del roble que producían los países meridionales, más
sólido, de mayor peso y duración que los de Suecia y demás del Nor
te. El roble meridional era muy a propósito para ser empleado en pie
zas principales y de ligadura; mientras que el de Suecia por su ligere
za resultaría únicamente aplicable para fondos de los navios, donde la
constante humedad lo conservaría. Conceptuaba Briant que convendría
no pagarse más de 85 a 90 reales el codo cúbico, y que -con la maes
tranza que en el momento contaba el arsenal—se estaría surtido con
91
unos 1.500 codos cúbicos anuales .
Parece que este asunto del roble sueco no pasó al terreno de las
realidades. Y es probable que sea a este episodio al que se refiera Mag
nus Mórner, cuando señala:
213
“[...] El Rey Gustavo IV aceptó en 1802 una propuesta bastan
te excéntrica de uno de sus consejeros. Se trataba de ofrecer al
gobierno español ayuda sueca en forma de materiales para la
construcción naval a fin de aumentar y mejorar la Marina de Gue
rra Española, a cambio de plata americana. Por su parte Godoy al
comienzo parecía muy interesado en la propuesta sueca, pero más
tarde, los retrasos y las intrigas, según el Embajador sueco, obliga-
92
ron al gobierno español a abandonar el proyecto” .
92 ••
MORNER, Magnus: Episoder ur de Svensk-Spanska..., op. cit., p. 43.
93
AGM, Maderas, leg. 3.837. La Junta de Marina del Departamento de Cádiz, en la
sesión que celebró el 29 de mayo de 1803 determinó la fijación de edictos, haciendo
saber que había cesado la casa de comercio sueca de Cádiz en la provisión de made
ras del Norte.
94
214
Y una vez fabricadas las 104 arboladuras, quedarían sobrantes 296
perchas desde 9 1/4 hasta 8 3/4 palmos, que no habrían podido adap
tarse en las clases de arboladuras indicadas, y que se destinarían a pie
zas de respeto, como masteleros mayores y sus vergas.
Estas remesas finales que efectuó Christiernin debieron resultarle
especialmente problemáticas. Además de los retrasos que en los pagos
sufría en España -y de que los precios, derechos y permisos para su
extracción, que se pagaban en Rusia, eran calificados en el momento
como “excesivos”-, porque el gobierno ruso había impuesto la obliga
ción de sacar del país hierro en proporción a la madera exportada.
Por Real Orden de 30 de abril de 1803, los acopios de maderas del
Norte se encargaron a “Hervás, Colombí y Compa.” -sociedad que rele
vaba a la compañía de Gahn- , y cuyo aprovisionamiento fue muy com
plicado, pues a los altos precios se unió el lamentable estado de las Teso
rerías de Marina. En ocasiones se tuvo que recurrir a otros proveedores,
como ocurrió en 1804 con Juan Lembeye, y posiblemente este mismo
año con Buenaventura Alsina, quien propuso vender al arsenal del Ferrol
140 tosas de pino surtidas (desde 75 pies de largo y 22 pulgadas de grue
so en cuadro, hasta 16 pies de largo y 10 pulgadas en cuadro, al precio
de 90 rs. vn. cada codo cúbico), a pagar “en dinero efectivo”.
Bajo la razón “Hervás, Colombí y Compa.”, se estableció en Cádiz
una casa de banco y de comercio, cuya dirección se encomendó a Juan
de Ybarrarte, y que surgió de la casa que José Martínez de Hervás tenía
en París, y de la que Antonio Colombí poseía en Petersburgo, en don
de continuaba ejerciendo de cónsul general del Rey de España ; para
cuya asociación precedió una Real Orden expedida por el Ministerio de
Hacienda en 15 de julio de 1802 . Esta nueva compañía se originó a
La Real Orden fue comunicada, desde Aranjuez, por el Príncipe de la Paz a Domingo
de Grandallana.
José Martínez de Hervás fue el encargado de las operaciones de la Real Hacienda
española en París.La casa de comercio de Colombi era la única española que se halla
ba en San Petersburgo, donde se hallaba establecida desde hacía unos treinta años.
En esta fecha, se hacía saber al Tesorero General: “Consecuente con lo expuesto por
V.S. se ha servido el Rey mandar que la Casa de Hervás de París se ponga de acuerdo con
Dn. Antonio Colombí, Cónsul de S.M. en Petersburgo, para efectuar las operaciones que
faciliten el curso y estado de las respectivas plazas, para proveer los fondos que Colombí
haya de emplear por el Ramo de Marina, y de Real Orden lo comunico a V.S. para su cum
plimiento. Dios guarde a V.S. muchos años. Palacio, 15 de julio de 1802. Soler”.
215
raiz de las expectativas favorables que propició la paz de Amiens (27
de marzo de 1802), con la que se esperaba, después de un larguísimo
periodo bélico, una reactivación del comercio internacional. Y la razón
de haber sido elegida como proveedora de artículos del Norte de Euro
pa para la Marina, entre varios oferentes españoles y extranjeros, se
debió a una decisión personal de Manuel Godoy. La orden, transmiti
da a la Secretaría de Estado de Marina, en la que se determinaba que
los acopios de perchas para arboladuras y tablazón del Norte que pro
veía la casa de Gahn, quedarían en lo sucesivo a cargo de la razón
social “Hervás, Colombí, y Compa.” de Cádiz, se comunicó con ante
rioridad a los tres Departamentos . Y fue, precisamente, la Junta de
Cádiz la que puso reparos a la preferencia dada a esta compañía de
banca y comercio.
La contrata con la casa de Gahn se dio, pues, por concluida y cuan
do se pidió desde el Almirantazgo en 1807 todos los antecedentes rela
tivos a la misma, desde enero de 1791, se pasaron el 27 de agosto, con
la siguiente nota explicativa:
216
Es probable que el traslado de este expediente estuviese motivado
por la pendiente liquidación de las deudas; que desconozco cómo y
cuando se produjo.
Durante los tres primeros meses del año 1802, Antonio Colombí
había mantenido correspondencia con Godoy, relativa al aprovisiona
miento de efectos navales del Norte. El cónsul español se había trasla
dado a Amsterdam y a París, en viaje de negocios, y como resultado
del mismo se constituyó “Hervás, Colombí y Comp3.”. En la misiva que
el cónsul español remitió al Príncipe de la Paz, fechada el 15 de ene
ro, llamaba su atención sobre la importancia de potenciar las relacio
nes comerciales y de navegación entre el Báltico y España, por medio
de su casa de comercio, apelando a su carácter de española, para que
así se variara la política seguida por el Gobierno de favorecer a “espe
culadores de otras naciones, ya directamente, ya por medio de espa
ñoles que les prestan su nombre y su influencia”, como -aseguraba-
había ocurrido durante mucho tiempo con los pertrechos navales para
la Marina. Colombí apelaba a la condición de Generalísimo de Godoy
para que se encargasen a su establecimiento en San Petersburgo -cuyo
españolidad reitera-con carácter preferente todas las comisiones que
necesitasen la Armada y los demás Ministerios, considerando que con
ello finalizaría “la vergonzosa humillación con que se mira un español
pospuesto a los extranjeros para servir a su País, y reparará aun el des
crédito comercial que resulta a su casa de que se la olvide en empre
sas de esta naturaleza”. La contestación de Godoy, de 2 de febrero, per
mitió abrigar grandes esperanzas a Colombi, ya que le comunicaba que
preguntaba a la Secretaría de Estado de Marina sobre la existencia, en
el momento, de contratos de tal naturaleza, y le aseguraba que prote
gería “su celo por la causa y prosperidad nacional, así como todo lo
que tienda a beneficio de los vasallos de S.M., anulando las tiránicas y
lucrativas condiciones a que hasta ahora nos han sujetado la falta de
conocimientos en las materias de esta clase”. Colombí se dirigió de
nuevo a Godoy, el 4 de marzo, para -además de darle las gracias por
la atención y expresiones recibidas y formularle las adulaciones al
uso-hacerle saber que no creía que existiese otro contrato para la pro
visión de efectos para la Marina sino el de la casa “Gahn y Comp8.”, a
la que presentaba al Generalísimo con marcados tintes negativos por
haber “obtenido indemnizaciones, aumento de precios, exenciones de
217
derechos y una protección en los pedidos que jamás disfrutó nadie, ni
aún el Banco Nacional”. El cónsul en San Petersburgo terminaba pro
poniendo que este servicio debía efectuarse preferentemente por comi-
. , . . .100
sion, en lugar de por asiento .
Con relación a la diferencia de precios existente entre los que tuvo
la contrata de Gahn, y los que podían ofertar “Hervás, Colombí y
Comp®.”, se calculaba en agosto de 1803 que sufrirían por lo menos
una subida del 50 por ciento en tiempo de paz, y de un tercio más en
época de guerra. Por estas fechas, el encargado de la dirección y de la
firma en Cádiz, el ya referido Juan de Ybarrarte, informaba al Inten
dente General de Marina que la guerra entre Francia e Inglaterra impe
día toda expedición de pertrechos navales del Norte, por las dificulta
des y riesgos que entrañaba. En aquellos momentos, no llegaban a
España cargamentos de los nuevos proveedores, hasta que en el mes
de octubre fondeó en la bahía de Cádiz un navio sueco, nombrado la
“Esperanza” (su capitán Prahm), procedente de Danzig, por cuya
pequeña carga de maderas se propuso pagar un precio del 80 por cien
to de aumento sobre la contrata primitiva de Gahn . El día 4 de este
mismo mes, se informó del despachó desde Petersburgo de un buque
que se había hecho a la vela para Ferrol con arboladuras, al que segui
rían otros tres para el mismo arsenal y para el de Cartagena. Los trans
portes se efectuaban en críticas circunstancias, y si bien se realizaban
bajo pabellones neutrales, no debemos perder de vista que el gobier
no inglés había declarado como contrabando la madera destinada a la
construcción naval. Colombi aseguró estos cargamentos en la casa de
“Hogguer y Compa.” de Amsterdam, y en Londres.
En marzo de 1804, José Martínez de Hervás escribía desde París a
Grandallana noticiándole que la casa de Cádiz no había recibido el
218
pago de los cargamentos consignados a los arsenales de Ferrol y Car
tagena -que debieron ser cinco-, por más que lo había solicitado, y
que se le había respondido constantemente que no había fondos en las
Cajas de la Marina; por lo que le solicitaba que tomara las disposicio
nes correspondientes para que se reintegrasen a “Hervás, Colombí y
Compa.” los importes de las entregas efectuadas, y que adoptase las
medidas convenientes para que los futuros envíos que se preparaban
fuesen exactamente satisfechos. Cuando llegaron los nuevos carga
mentos a los Departamentos, se exigieron seguridades de pronto pago,
que no pudieron satisfacerse por “los atrasos y estrecheces con que se
hallaban agobiados los Departamentos”. La actitud del apoderado de
Ferrol, Angel García Fernández -motivada por las ordenes recibidas por
Antonio Colombí, de no entregar a la Marina el cargamento de 1.336
tablones y 3.120 tablas de pino del Norte que llegó en el buque de
Danzig “Autumn” (su capitán Jacobo Retske), si no se le aseguraba su
importe inmediatamente (unos 328.000 rs. vn. era el valor del flete y de
la tablazón), y a lo que la Junta no pudo comprometerse por la abso
luta falta de fondos-, mereció en el seno del Ministerio de Marina la
calificación de “condición poco decorosa e inadmisible”.
A principios de este mismo mes de marzo de 1804, arribó a Carta
gena un cargamento de arboladura y tablazón, que condujo desde Riga
la fragata sueca “María Cristina” (su capitán Cristopher Carlbom), valo
rado en 402.910 rs. y 18 mrs. vn., así desglosados:
219
trechos- era calificada como “lamentable”. La Junta de Marina del
Departamento de Cádiz, en sesión del 28 de septiembre, a un mes del
desastre de Trafalgar, trató sobre un parte del Comandante de Ingenie
ros del arsenal de la Carraca, en el que manifestaba que tres días antes
se habían acabado las perchas de pino del Norte desde 6 1/4 palmos
para abajo, así como los arbolillos y berlingas delgadas, quedando muy
pocas de las gruesas, las cuales habían tenido que ser aserradas para
suplir las faltas de aquéllas, por carecerse también de arbolillos de pino
de la tierra; y consecuentemente solicitaba su rápida provisión. En su
acta, la Junta recogió el enterado y dejó úna lacónica constancia de la
inexistencia de “dinero alguno para poder comprar estas maderas” .
El 9 de octubre de este mismo e infausto año para la Armada espa
ñola, el Capitán General del Ferrol remitía un acuerdo de su Junta Depar
tamental al Secretario de Estado de Marina, Francisco Gil de Lemos, en
el que se manifestaba que los aprovisionamientos de madera del Norte,
proporcionados por la casa de “Hervás, Colombí y Comp2.”, se efectua
ban tan deficientemente que la mayor parte sólo consistía en tablazón
ordinaria -que era la que menos se necesitaba en el arsenal-, y que esta
firma no suministraba los tablones necesarios para la construcción y
carenas de navios; además de ser sus precios extraordinariamente eleva
. 104
dos .
En 1806, el estado en que se hallaban los arsenales, en relación con
las maderas para carenar y arbolar los buques existentes, aparece en los
documentos expedidos por las Juntas Departamentales bajo la denomi
nación de “miserable” . Entonces, las consignaciones para los Departa
mentos sufrían grandes atrasos. En enero se debían al de Cádiz alrede
dor de 21.000.000 rs. vn., de las consignaciones vencidas hasta fin de
septiembre del año anterior.
Las propuestas efectuadas por posibles proveedores extranjeros
eran rechazadas, ante la imposibilidad de atender a los pagos. De las
proposiciones efectuadas en este año de 1806, destaca la que hizo Car-
220
los Enrique Helbig, negociante de Riga, sobre provisión de madera
para arboladuras. Y en esta situación de penuria se recurrió de nuevo
a buscar arboladuras y tablazón de pino en el territorio peninsular.
Perchas, arbolillos y berlingas se intentaron sacar de los montes de Eril
y de Irati.
Las noticias sobre las maderas del Norte, existentes en el Archivo
General de la Marina, son extraordinariamente escasas a partir de este
último año reseñado. En septiembre del mismo, se intentó conseguir
para el arsenal del Ferrol un cargamento que un comerciante tenía en
La Coruña, y en noviembre se ordenó a las Juntas de los Departamen
tos que hiciesen acopios contando exclusivamente con las maderas
españolas.
Posteriormente, desde la superioridad se recomendaba a los
Departamentos que se arreglasen en los arsenales con lo que hubiere,
intentando conservar lo existente en la medida de las posibilidades. Y
cuando, en diciembre de 1813, el cónsul de Suecia pretendió vender
pertrechos navales a la Carraca, el ofrecimiento se denegó. Desde esta
última fecha y hasta 1819, cuando se acopiaron para el navio “Héroe”,
no he localizado ninguna otra noticia sobre madera del Norte en los
arsenales españoles.
Finalizaré este trabajo sobre la madera báltica detallando algunos
ejemplos de embarcaciones de construcción sueca, que llegaron con
cargamentos diversos a la bahía de Cádiz, y que fueron aquí vendidas
en los años 1783 y 1784.
El 12 de diciembre de 1783, Juan Bautista Dop Perochegui, vecino
de Madrid y habilitado en el comercio de Indias, compró a la casa
comercial de Gotemburgo “Arfwidson e Hijos” el navio sueco “Mars-
trand”, de 500 toneladas de porte, en 20.000 pesos escudos de a 128
cuartos' . El 19 de abril de 1784, el mismo Juan Bautista Dop adquirió
a Jacomo Fellman, vecino de Brahestad el paquebote la “Resolución”,
de un porte de 200 toneladas, en 8.000 pesos escudos de a 120 cuar
tos, que rebautizó con el nombre de “Santa Rosa” .
AHPC, Protocolos Notariales, Escribanía de Marina del Distrito de Cádiz, prot. 5.935,
fols. 148-149.
107 AHPC, Protocolos Notariales, Escribanía de Marina del Distrito de Cádiz, prot. 5.935,
fols. 69-70.
221
El 28 de mayo de 1784 Carlos Christiernin traspasó a Francisco Sie
rra, vecino de Cádiz y de su comercio de Indias, el navio “La Paz”, en
el precio de 10.000 escudos de a 128 cuartos, que había llegado a este
puerto mandado por el capitán Enrique Holms, a la consignación de
“Gahn y Compa.” El buque era propiedad de Juan Roos, vecino y del
comercio de Jacobstand, en Suecia, quien había ordenado venderlo a
dicha casa de comercio en Cádiz, en carta fechada el 13 de noviembre
de 1783 . La nave, que era de unas 400 toneladas españolas, se trans
mitió libre de toda obligación o hipoteca, con toda su arboladura, jar
cia, velamen, ancla y demás aparejos de labor y respeto; pasando a
denominarse en adelante “San Nicolás de Bari”.
También en el año de 1784, el 8 de julio, el ya varias veces referi
do José Rodríguez revendió a Pablo Mayo, vecino y del comercio de
Cádiz, el navio “Jesús, María y José”, alias el “Arrogante”, que era de
construcción sueca y de un porte de 680 toneladas, en 46.300 pesos de
109
a 128 cuartos .
AHPC, Protocolos Notariales, Escribanía de Marina del Distrito de Cádiz, prot.. 5.935,
fols. 103-104 v.
AHPC, Protocolos Notariales, Escribanía de Marina del Distrito de Cádiz, prot.. 5.935,
fols. 133-134.
222
Guerra y Comercio. La propuesta
de un tratado comercial Hispano-Sueco
a mediados del siglo XVIII
223
concentración de las miras gubernamentales en América, concediendo
prioridad a su política atlántica .
Precisamente entonces se desencadena una nueva guerra hispa-
no-inglesa, cuyo escenario principal serán las colonias, donde los moti
vos de fricción entre ambos países eran permanentes (pesquerías en
Terranova, corta de palo en Campeche, contrabando y presas maríti
mas), sin olvidar lo que en este terreno significan Menorca y, sobre
todo, Gibraltar. Los ingleses se irritaban ante las visitas y las confisca
ciones de sus navios que realizaban los españoles en relación con el
comercio americano; además, el enfrentamiento de ambas potencias en
Carolina y Florida las va a poner al borde de una guerra que se quiere
evitar con la Convención de El Pardo, a la postre inútil. En Inglaterra,
mostraban un decidido belicismo Newcastle, la Cámara de los Comu
nes y los sectores relacionados con América, dejando a Walpole sin
posibilidad de frenar y resistir tamaña corriente de opinión, por lo que
tendrá que renunciar a su pacifismo .
En el fondo, los ingleses estaban preocupados con los planes de
rearme naval español, mientras que por parte española se ve con más
confianza un posible choque con Inglaterra. La Convención de El Par
do (14 de enero de 1739) no sirvió para evitar la ruptura, pues al ser
aprobada en el Parlamento por una exigua mayoría, las minorías se reti
raron, acto que Felipe V interpretó como un desplante y declaró que
no se encontraba obligado a respetar dicha convención hasta que la
compañía que realizaba el asiento de negros no le abonara la cantidad
de 68.000 libras, cuantía en la que se cifraba lo que debía pagar a Espa
ña por los beneficios obtenidos en su tráfico.
Un poderoso estímulo al belicismo inglés fueron las declaracio
nes de Jenkis, un contrabandista que denunciaba la crueldad española
mostrando una guiñapo de carne que decía ser una oreja suya que le
había sido cortada por orden de las autoridades españolas. Cuando en
224
Londres se conoce la reacción de Felipe V, Keene, el embajador inglés
en Madrid, recibe orden de pedir al gobierno español la supresión del
derecho de visita, mientras la escuadra inglesa se encaminaba hacia
Gibraltar. La réplica española no se hizo esperar: anulación del asiento
e incautación de los barcos ingleses surtos en puertos españoles, lo que
lleva a Inglaterra a declarar la guerra.
En el conflicto recién iniciado no tardaron los ingleses en compro
bar que las medidas de Patiño y Campillo habían sido eficaces y previso
ras; además, la acción de los corsarios españoles fue implacable, mientras
Francia no ocultaba sus simpatías por España. Cuando la situación no era
nada halagüeña para Inglaterra estalla en Europa la Guerra de Sucesión
Austríaca o de la Pragmática, pues la muerte del emperador Carlos VI
dejaba abierta la incógnita de su sucesión: la guerra en el continente aca
para toda la atención y la colonial queda en un lejano segundo plano.
En efecto. La muerte de Carlos VI provoca reclamaciones sobre
su hija y sucesora María Teresa, pues el Elector de Sajonia quería Mora-
via y el de Baviera, la corona imperial y Bohemia . Igualmente, Espa
ña, Nápoles y Saboya reclaman diversos territorios en Italia, pero el que
planteó la cuestión de forma tan expeditiva como brutal fue Federico
II de Prusia, que invadió Silesia. Inglaterra y Francia se vieron arrastra
das al conflicto, superando sus dudas iniciales, originándose dos blo
ques, Francia-Prusia y Austria-Inglaterra. Poco más tarde, en 1743, se
firmaba el Segundo Pacto de Familia , que unía en el conflicto a Espa
ña y Francia. De esta forma concluía el sistema de Utrecht, según que
dó establecido a principios de siglo, y se ponía en marcha la estructu-
Ambos electores estaban casados con las hijas de José I, hermano de Carlos VI y su
antecesor en el trono. El Acta Leopoldina cortó la sucesión femenina de José I en bene
ficio de Carlos, pero con la condición de que las hijas de José tendrían preferencia a
las de Carlos, si éste no tenía hijos varones, condición que Carlos intento evitar hacien
do aceptar por los diferentes países la Pragmática Sanción, que convertía a su hija María
Teresa en su sucesora, algo de lo que quisieron aprovecharse los esposos de sus pri
mas con esas reclamaciones que hicieron nada más morir el tío de sus mujeres.
El Pacto fue estudiado por ZABALA, P.: El Marqués de Argenson y el Pacto de Fami
lia de 1743, Madrid, 1928.
5 Para su alternativa, vid. LANGER, W.L. y ROBERTS, P.: The quest of security, 1715
1740, Londres, 1947 y WRIGHT, M. (ed.): Theory and Practice of the Balance of Power,
1486-1914, Londres, 1975.
225
ración de un nuevo orden que sufría reajustes importantes posterior-
6
mente a esta guerra .
La coyuntura internacional volvía a complicarse para España , cuyas
posibilidades comerciales seguían siendo un poderoso estímulo para
cuantos deseaban participar y beneficiarse del comercio colonial, un
comercio que por estas fechas estaba claramente alterado y del que los
suecos vieron la posibilidad de beneficiarse si lograban concertar una
alianza con España que los situara en parangón con los otros países que
ya disfrutaban de tratados comerciales. Los suecos ofrecían su postura en
el concierto internacional que podía inclinar a un lado o a otro de los dos
bandos que estaban en lucha. España dará largas a la propuesta sueca,
condenada a no pasar del papel cuando muere Felipe V y le sucede su
hijo Femando VI, quien mantendrá a lo largo de su reinado el neutralismo
internacional como postura de su política exterior, un planteamiento en el
que la aceptación de la propuesta sueca podía incidir negativamente.
La verdad es que Suecia necesitaba recomponer su posición en
Europa, pues los Tratados de Estocolmo (1719-20) y Nystadt (1721) le
habían forzado a ceder numerosos territorios a sus enemigos (Polonia,
Prusia, Rusia y Dinamarca), colofón de la Segunda Guerra del Norte,
cuyo protagonista fundamental fue Carlos XII, el rey sueco muerto en
1718. Desde entonces, se advierte un progresivo desequilibrio en el
área báltica, marcado por la creciente ascensión de Rusia, cada vez más
interesada en las alternativas de la política europea.
El desenlace tan negativo de unas empresas militares que des
pertaron un gran entusiasmo, coloca a Suecia al borde de una crisis
interna a partir de 1719, en que la aristocracia vuelve a asumir el poder,
siendo una gran complicación en el reinado de Federico I, de la dinas
tía Hessel-Kassel (1720-51) y de Adolfo Federico, de la Casa de Hols-
tein (1751-1761), que acaba abandonando el gobierno en manos de la
Dieta y el Senado. Mientras tanto, Francia anima a Suecia a recuperar
la posición perdida en el Báltico oriental, pretensión inútil pues la Paz
226
de Turku y el Acuerdo de Ábo (1743) marcan un nuevo fracaso al tener
que ceder a los rusos el sureste de Finlandia.
Una nueva decepción que llega cuando el contexto interno de la polí
tica sueca resultaba especialmente crítico. Recomponer su situación inter
nacional, fortalecer la posición de la Monarquía en el interior del país y abrir
nuevos horizontes de actuación, podían ser los objetivos más inmediatos
para Suecia, en el contexto europeo que acabamos de sintetizar y en el que
tenemos que situar el intento de tratado comercial entre España y Suecia.
227
presencia española en el área báltica respondía a unos planteamientos
no muy significativos pero que resultaron bastante estables a lo largo
del siglo, como podemos ver en el párrafo siguiente que, aunque lar
go, merece la pena, ya que, además de su precisión, nos dispensará a
nosotros de otras consideraciones:
Hacia ese ámbito se dirige el marqués del Puerto para cumplir con
su misión diplomática. El viaje le resultará especialmente molesto, como se
puede comprobar en las numerosas noticias que el interesado nos ofrece.
228
El marqués salió de Madrid en julio de 1741, al mes siguiente de
recibir el nombramiento y, tras un largo viaje de más de más de cinco
meses, atravesando Barcelona (en julio), París (agosto), La Haya, Ams-
terdam, Hamburgo (estas tres últimas ciudades a lo largo de octubre) y
Copenhague (noviembre), llegó finalmente a Estocolmo, en el mes de
diciembre. A través de un detallado y minucioso conjunto epistolar, el
embajador relata los complejos preparativos del trayecto junto a su fami
lia y servidores a un país tan lejano en la distancia, costumbres, lengua
y formas de vida; y, conforme las peripecias del itinerario le van resul
tando cada vez más duras -el dinero escasea, las inclemencias del tiem
po le retrasan, “el frío de las noches es tan intenso que uno no puede ni
siquiera acostarse”; la provisión de caballos y carruajes es pobre (éste
último se le rompe en tres ocasiones con la consiguiente pérdida de vaji
lla y ropa), “las posadaspésimas, los caminos intratables” y las paradas
continuas que le obligan a aprovisionarse de lo necesario para prose
guir-, solicita a su soberano, antes incluso de haber alcanzado su desti
no final, una serie de peticiones. Entre ellas, que la lengua de comuni
cación con los suecos sea el castellano, latín o francés y se le provea con
urgencia de dinero, pues los gastos del viaje han sido muy elevados y
excesivos. Insiste especialmente en la última cuestión pues -decía-
“cuanto mas me acerco al destino que voi, se añade la aflicción de hallar
me desprovisto de dinero y de recursos para compra de caballos y si no
me manda pronto se hace muy difícil o imposible la subsistencia en Pays
tan remoto, caro y poco graciable, sin que padezcan la decencia y la
reputación’^1. Finalmente, el 6 de diciembre llegaba a Estocolmo.
" Todo lo referente al viaje, esto es, preparativos, dificultades de organización, falta de dine
ro, lugares en los que se vio obligado a detenerse porque se había roto el carruaje, no había
caballos de repuesto u otros inconvenientes, se localizan en el legajo 6666 (sin foliar).
229
dos naciones, de complejo y minucioso contenido de treinta y siete artí
culos, en los que también se aludía a las negociaciones que, en lo que
a comercio se refiere, se habían realizado ya con otras naciones euro
peas. El diplomático español estudió con detalle las claúsulas del trata
do y escribió al Rey a lo largo de casi dos años de forma prácticamen
te ininterrumpida, advirtiéndole de las ventajas y desventajas, lo ade
cuado y lo no acertado de la propuesta sueca. En esa relación episto
lar le instaba a ser cauto, exquisito en el trato para no herir susceptibi
lidades, pero no doblegarse a ciertas peticiones que, a su juicio, resul
taban un tanto pretenciosas e inaceptables, para lo cual sugería actuar
con firmeza en la respuesta definitiva.
En febrero de 1742, en un nuevo despacho remitido al monarca
señalaba que “la Corte sueca espera con ansia el arreglo del consabido
12
tratado de comercio y espera una pronta respuesta de V.M. por lo que
le pedía que ese proyecto fuese minuciosamente estudiado por una
Junta que lo evaluara con precisión y beneficio para España y lo hicie
ra a la mayor brevedad posible. Cosa que hizo, como comprobaremos
en breve.
En los orígenes de la posible negociación comercial entre Suecia
y España, hay tres documentos claves en torno a los cuales gira toda la
trama diplomática. El primero es el proyecto presentado por parte sue
ca a la consideración del gobierno español; el escrito no tiene fecha,
pero debe estar elaborado en la segunda mitad del año 1741, pues se
le entrega al marqués del Puerto a poco de incorporarse a la embajada
en Suecia, lo que hace el 6 de diciembre de 1741, como hemos seña
lado con anterioridad. Es un texto largo, de treinta y siete artículos, en
donde queda reflejado el interés sueco por las posibilidades comercia
les con España. El segundo documento es el estudio de la Junta de
Comercio que se reúne en Madrid, con un sensible retraso y no con
cluye sus trabajos hasta el 15 de junio de 1743, en que redacta una
especie de informe sobre cada uno de los artículos; la Junta está com
puesta por don Joseph de la Quintana, don Gabriel de Roxas, don
Las cartas remitidas por el marqués del Puerto al Rey en el tiempo transcurrido des
de su llegada hasta la primera respuesta que recibió por parte de la Junta, que se encar
gó de realizar un exhaustivo estudio del contenido del tratado comercial, están locali
zadas en el Legajo 6663-
230
Joseph Borruel, don Manuel de Leaeguí y don Andrés González de Bar-
zia; su informe es el documento más largo del expediente y de él debió
salir el contraproyecto español especificado en treinta artículos. El ter
cero es el que a nosotros nos ha parecido más importante y sobre el
que se detiene nuestro análisis, pues constituye la redacción final del
proyecto español con referencia al original sueco, pero referido a los
treinta artículos elaborados por la Junta, en vez de a los treinta y siete
de la oferta sueca.
El informe de la Junta se inicia con una serie de consideraciones
generales acerca del comercio con Suecia, para luego realizar el estudio
de cada uno de los artículos. En la parte inicial, apunta el elevado ries
go que existe para poder desembarcar las mercancías en la capital sue
ca, pues el acceso es complicado “y difícil su regreso y salida de embar
caciones por las muchas rocas, vajos, isletas que se extienden por mas de
treynta leguas a lo largo e impiden y embarazan sus surgideros”. Y no
son sólo los accidentes naturales, hay otras circunstancias que se refie
ren al mecanismo comercial en sí y para referirse a ellas, la Junta seña
la que franceses, ingleses y holandeses, durante años han comerciado
con bajeles propios transportando productos para consumo sueco, “y en
todos ha encontrado cada uno mas incierto y menos seguro sus intere
ses: porque los suecos jamas han dexado su comercio actibo que quen-
tan con sus navios de su vandera a los puertos de España, Portugal,
Holanda y otras partes”, a donde llevan brea, alquitrán, cobre, alcapa
rras, vitriolo, hierro, tablazón y madera para barcos, transportando en
los fletes de vuelta vinos, tabacos, sal, aguardiente y azúcar.
Ante la experiencia derivada de los casos ya existentes de los tra
tos comerciales de otras potencias con Suecia, la Junta aconseja que se
precise con todo detalle los derechos que se exigen a las mercancías
que van a desembarcar en Estocolmo, máxime teniendo en cuenta que
al construir “en aquel Reyno los navios por las medidas que a los parti
culares prescribe el Ministerio de la condizion precisa de servir a S.M.
sueca con ellos en tiempos de guerra y quando los necesitare: logran por
esta qualidad sus dueños el privilegio de no pagar en la Corte, y su puer
to, mas que la mitad de los daños establezidos, que aunque fixos para
todos los extranjeros, siempre se han estimado excesivos”. Por eso con
cluye la Junta que en el contraproyecto que se presente a Estocolmo se
busque la igualdad para ambas partes.
231
A continuación, la Junta da su parecer sobre cada uno de los artí
culos del proyecto de tratado presentado por Suecia. En gran medida,
la opinión unánime de sus miembros se encuentra resumida en el con
tenido del tercer documento al que antes nos referíamos, documento
de tamaño folio, de cuarenta hojas sin paginar, en el que la parte escri
ta sólo ocupa el lado derecho de la hoja. Los criterios que la Junta apli
ca en su análisis están claramente expresos en el encabezamiento o
introducción del mismo, pues dice que respecto al texto del proyecto
sueco se ha procedido “omitiendo y variando de el, como de lo ante-
riormte stipulado en esta razón con otras Potenzias todo lo que puede
servir de impedimento al usso de las Reales facultades para el establezi-
miento de nuebos daños en las especies y tiempos que convenga al Esta
do; y a dar las providencias, que se estimen nezesarias para la conser-
vazion, y reestablezimto de las manufacturas del Reyno; siguiendo el
exemplo de lo que al propio fin practican los ministerios de Francia, y
Ynglaterra”. Es decir, se pretende por un lado salvaguardar las faculta
des del rey español y, por otro, preservar las manufacturas, aspecto éste
último en consonancia con los criterios mercantilistas que se estaban
aplicando por parte del Estado en estos años del siglo XVIII .
El proyecto reconocía en su artículo primero un comercio “libre”
entre los súbditos de ambas monarquías, tanto por mar como por tie
rra, con los productos de cada país transportados en los navios propios,
sin más requisito que el pago de los derechos acostumbrados en cada
parte, tanto vigentes como los que se impusieren en el futuro, “guar
dando las leyes, estatutos, costumbres, y derechos de los respectibos Pay-
ses”. El artículo se inspira directamente en lo estipulado en el artículo
séptimo del tratado de comercio firmado en 1667 con Inglaterra, res
pecto al que la Junta precisa que “aunque no subsistente en la presen
te guerra se toma por exemplar: por la utilidad que debe producir el
comercio directo con cada nación: como assi lo estimo esta por acto de
232
su Parlamento del año de 1660, cuya observancia sobstiene con gran
cuydado”.
Sin embargo, la clave del texto está para la Junta en la especifi
cación del respeto a las leyes y costumbres de los respectivos países,
algo que ya se acordó en el artículo quinto del tratado con Francia de
1659 y que, de una forma más o menos implícita, se incluye en el artí
culo cuarto del tratado de 1667 con Inglaterra. Un requisito que la Jun
ta considera imprescindible, según se desprende de su argumentación
al señalar que “tiene por objeto hazer revivir y obedecer las Pragmáti
cas establezidas sobre la ley, peso y quenta de las manufacturas que
produze España y le vienen defuera a comercio: a limitar quando con
venga al Estado la libre salida de sus envarcaziones, en Puertos que se
estimen zerrados, sin que prezeda lizencia: y a que no impugnen la
paga de los dros municipales y demas que por costumbre, leyes, o Orde
nanzas, se hallaren establezidos y con especialidad a que no se admi
tan a Comercio los azucares, cacao, y otros frutos que produzen nras.
Yndias, de cuya prohibizon tratan sus leyes. Y también porque en el
modo y forma con que se extiende este articulo se reservan las faculta
des para practicar las mismas providencias, que a beneficio particular
de sus naturales, se ven establezidas por las expresadas actas del Parla
mento de Ynglaterra; y por las ordenanzas de Francia desde el año
1664 hasta el de 1715. Pues en aquellas se hazen modificaciones de
dros en lo que se comercia por Naturales en Nabios de su propia van-
dera. En estasprohibiziones expresas a la extraizion y saca de simples:
la prezission de entrar a dar estos géneros por determinados puertos; y
en el gravamen de dros a los effectos que hubiessen entrado en Payses
extrangeros antes que en los suyos propios”.
De la buena relación que se iniciaría con el libre comercio, se
beneficiarían también los barcos de guerra, pues podrían arribar a los
puertos del otro país y permanecer en ellos el tiempo que necesitasen
para continuar su rumbo, sin más limitación que el que los barcos de
guerra no fueran más de seis a la vez “por que no den motivo sospecha,
ni que continúen su detenzion en los referidos Puertos por mas tpo. del
que les fuere preciso ” para reparar averías y abastecerse de agua y pro
visiones. Durante el tiempo que dure la escala no podrán entorpecer el
acceso a esos puertos de otros navios ni interrumpir el comercio que
otros países tengan con aquel en el que están surtos. Si se diese la oca
233
sión excepcional de que tuviesen que arribar a puerto más de seis bar
cos de guerra, “no sera lizita la entrada en ellos [puertos] ni en sus
Radas, no habiendo primero alcanzado permisssion del Rey a quien
dhos. Puertos pertenezen o del Governador a cuyo cargo estubiere, no
siendo forzados a ello por tempestad o otra nezesidad, cuyo riesgo mire
a precaver. Y en tal caso, han de dar luego quenta al Governor. o Magis
trado pral. del lugar con la causa de su venida En tal caso, será la
autoridad del puerto la que decida el tiempo de permanencia de los
barcos en él. A este respecto, la Junta añade la salvedad de que se ha
de tener cuidado con los puertos del Señorío de Vizcaya, “dondepor la
ley del fuero, no es permitido a nación alguna extranjera internar sus
mercaderías a Castilla a nombre propio sino transmitiéndolas a los
naturales y pagando el derecho de la prevostad, pues se observa lo pro
pio con franceses, ingleses y holandeses”.
El texto de este artículo supone una clara novedad al incluir a los
navios de guerra en la posibilidad de arribar a puerto del otro país, cosa
que no ocurría en el tratado de 1667. Se pensaba que con tal amplia
ción se podrían evitar las “visitas y demás formalidades” que los barcos
de guerra “practican con los marchantes; y con el objeto también a limi
tarles la mansión en los Puertos: por que no sirvan de almazenes de
otros effectos mientras logran la oportunidad de introducirlos por alto:
y por quitarles igualmente el efugio de que se exerciten en el comercio,
hasta que se sugeten, como la razón persuade a todas las reglas con q.
deben ser tratados los Nabios marchantes”. El párrafo no puede ser más
expresivo, pues nos pone de manifiesto uno de los subterfugios usa
dos en la época para enmascarar prácticas comerciales que, de otra for
ma, no podrían realizarse. En este sentido, la Junta quiere reducir las
ocasiones en que se produzcan hechos siempre conflictivos como las
visitas y evitar la práctica del contrabando realizado al amparo de posi
bles averías o necesidades de avituallamiento de los barcos de guerra.
El artículo tercero prevé algunas derivaciones que el corso pue-
14
de originar en el Mediterráneo . Los únicos restos de piratería que per-
CRUZ BARNEY, O.: El régimen jurídico del corso marítimo: el mundo indiano y el
México del siglo XIX. México, 1997. LÓPEZ NADAL, G.: El corsarisme mallorquí. A la
Mediterránia occidental 1652-1698: un comerf forfat. Barcelona, 1986.
234
vivían entonces eran los que protagonizaban los corsarios de Berbería,
obligando a los países occidentales a expediciones de castigo y a
encuentros en el mar con los que se pretende erradicar este mal. En tal
sentido, se autoriza a entrar en los puertos españoles, previo permiso
de sus responsables, a los barcos suecos que hubieren hecho alguna
presa a los corsarios. La única prevención que se tendrá antes de auto
rizar su entrada es comprobar que “el estado de sus tripulaziones no
indugeren peligro a la publica salud”. Luego, podrán continuar su
camino sin impedimento y, en caso de que deseasen vender parte del
botín, podrán hacerlo pagando los derechos establecidos para los artí
culos de que se trate. Estas mismas condiciones rigen en caso de que
las presas se hayan hecho sobre un país tercero con el que alguno de
los dos firmantes del tratado esté en guerra. En este caso, si los capto
res quisieran vender el género aprehendido, lo harán pagando los dere
chos correspondientes y “después de que la Justicia bordinaria con
assitencia del Cónsul o de dos comerziantes de su nazion en su defec
to, y también de la de los Apressadores, y Apresados aya echo Imbenta-
rio de todo”. Por el contrario, no gozarán de asilo ni entrada en los
puertos de alguno de los firmantes los navios que hayan hecho presa
en barcos de un tercero, aliado del monarca del país donde quieren
235
refugiarse los captores; y si éstos tuvieran que entrar obligados por un
temporal u otra circunstancia fortuita, saldrían lo más rápidamente posi
ble. En la redacción de este artículo, la Junta sigue de cerca el quinto
del de 1659, dejando abierta la posibilidad de modificar los graváme
nes de los artículos incautados en función de la necesidad o abundan
cia de los mismos, en lo que no hacen más que mantener el mismo cri
terio que tienen al respecto Francia e Inglaterra. Igualmente, la Junta
establece como preceptivo el inventario de las mercancías que se quie
ren vender para que no haya fraude en el cobro de los derechos rea
les. Por último, la Junta explica que “modificar la negazion de asylo a
las presas en los casos, que por nezesidad busquen los Puertos; es para
que la Suecia no niegue los suyos a las que pudieren hazer nros. corsa
rios con el motivo de alianza o de otros pactos, que pueda tener con otra
qualquier Potencia
Establecida la necesidad de un registro para las mercancías pro
cedentes de presas (art. 4), no puede sorprender que exista ese mismo
requisito para las traídas de Suecia, que deberían llegar “registradas,
selladas, y marcadas con el sello y marca de la Ziudad o lugares don
de se fabricaren y cargaren, acompañados de las correspondientes zer-
tificaziones de los Cónsules de España en las partes donde los hubiere...
Y en las partes donde no hubiere Cónsul de S.M.C. han de valer las zer-
tificaziones de los Magistrados de los Puertos de donde salieren Todos
estos requisitos eran igualmente exigibles a las mercancías españolas
con destino a Suecia y, según la Junta, tales condiciones tenían su razón
de ser en el deseo de excluir de este comercio bipartito todas las mer
cancías que no fueran propias de ambas monarquías y evitar así los
intermediarios, cuestión en la que se atiene “a la practica que observa
Ynglaterra en su trafico, . ..que también se le dio a Dinamarca, que con
conozimiento de que en España abundan para sus compras y permutas
los azeytes, vinos, Aguardientes, Almendra, pasa, sal, azufran, lanas,
sedas y otros muchos géneros y simples que vienen de nuestras Yndias
occidentales”.
Cuando por causa de temporal, acoso enemigo o cualquier otro
accidente, barcos españoles o suecos tengan que anclar en algún para
je o rada que no sea su destino, no tendrán impedimento alguno, sal
vo “los que vienen de contravando de lo qual ha de haver sufficiente
prueba”(art. 5). Por lo tanto, podrán volver al mar sin vender su carga
236
y si entran en puerto no han de ser visitados ni molestados; bastará que
muestren sus pasaportes, cartas de mar e inventarios de carga, según
conformidad con el artículo decimotercero del tratado del año 1667 con
Inglaterra, “insistiendose con cuydado las palabras libremente ypira
tas que en el se expresan ”. De esta forma no pasarán “a otros mares
que a los de Europa y que no se escusen con aquello a la paga del ancla
je, limpia del Puerto o otros que se bailen establecidos por costumbre
para tales casos. Y también con reserba a que quando el vagel se desti
nare a Puerto enemigo, o que lleve géneros de contravando, se pueda
descargar y reconozer a satisfaczion: sin que vaste en este caso la exi-
bizion de las cartas de mar y demas documentos que se expresan”.
Una vez más el contrabando y el comercio ilícito vuelven a ser la pre
ocupación fundamental de la Junta y, para evitarlos, trata de dar facili
dades en todos aquellos casos en que circunstancias fortuitas obliguen
a los navios a tocar puerto. Asimismo, añade su opinión contraria res
pecto de dos cuestiones: no aceptar sólo la exhibición de los certifica
dos “que las mas de las veces son supuestos o falsos” y recelar de la
expresión de los suecos que aparece en el tratado “de alejarse a Cana
rias sin querer” pues entiende que no es sino una excusa para comer
ciar allí ilegalmente.
El artículo sexto tiene como objetivo la determinación de géneros
lícitos e ilícitos de este comercio y a este fin se establece que son artí
culos de contrabando todas las armas de fuego y sus complementos,
cañones, mosquetes, morteros, petardos, bombas, granadas, “salchi
chas, zirculos empegados, ajustes, horquillas, vandoleras, polbora, cuer
da, salitre”, así como picas, espadas, morriones, yelmos, corazas, ala
bardas, jabalinas y otras de semejante estilo. Igualmente se indica que
queda prohibido transportar gente de guerra, caballos, vestuarios, cajas
y fundas de pistolas, tahalíes y otros artículos por el estilo. Pero no se
considerarán artículos de contrabando trigo, cebada y otros granos y
legumbres, sal, vino, aceite ni los que generalmente sirven para el “sus
tento de la vida: antes bien quedaran libres, como todas las demas mer
caderías no comprehendidas en este articulo: Y sera su transporta
miento permitido aunque sea para lugares de enemigos: exceptuando
las villas y Plazas sitiadas, bloqueadas o zercadas”. La Junta aclara que
tales condiciones responden a los capítulos sexto y séptimo del tratado
de Marina con Holanda, a los artículos decimosegundo y decimoterce
237
ro del tratado con Francia de 1659 y a los capítulos vigesimocuarto y
vigesimoquinto del tratado con Inglaterra de 1667. Y añade que, aun
que el trigo y el plomo “se deben contemplar como municiones de gue
rra y voca, que podrían fortalecer a nuestros enemigos”, entiende que
los españoles han de ser razonables y no negar a los suecos todo lo
que solicitan pues de esa forma “no podría tener lugar este tratado que
se propone de comercio
El artículo séptimo aspira a normalizar una de las situaciones
más conflictivas de las que se daban en el mar, relacionada con la
siempre vidriosa cuestión del derecho al primer saludo y el derecho
de visita. Por eso, se especifica que los barcos pertenecientes a
ambos contratantes, que fueran encontrados en el mar por navios de
guerra o armados por los súbditos de una u otra parte no podrán
acercarse a aquellos, “mas que a tiro de cañón”, pero sí enviar su
lancha o bote a esos barcos con sólo dos o tres hombres, a quienes
les deberán mostrar los pasaportes y las cartas de mar, según el for
mulario que irá con este tratado en donde deberá figurar el destino,
carga, domicilio, residencia del patrón y maestre del navio, para que
de esta forma se pueda reconocer si llevan mercaderías de contra
bando. Se comprobará que las acreditaciones que se soliciten sean
auténticas y no falsificadas, para lo cual se darán provisionalmente
algunas contraseñas por parte de ambos reyes. Si en esos navios se
encontraran géneros de contrabando se confiscarán ante los Jueces
del Almirantazgo u otros cargos semejantes. Pero si todo está en
regla, los navios seguirán su camino. No hay novedades en lo pac
tado previamente con Holanda, Francia e Inglaterra, y así lo hace
constar la Junta, si bien advierte que “no es permisible transportar
personas o mercaderías de Inglaterra porque el rey esta en guerra
con él”.
Tampoco cambia la Junta de criterio en el caso en que Suecia
o España entraren en guerra, ya que entonces los súbditos del país
que se mantenga en paz podrán continuar su actividad comercial y
se respetarán las mercancías suecas o españolas que fueran encon
tradas en navios enemigos “pues es justo que lo cargado en nabio
enemigo siga siempre la naturaleza y destino de su bandera ” (art. 8).
Los dos artículos siguientes, noveno y décimo, se refieren a la
forma de proceder de los Capitanes o Maestres de los barcos que lle
238
gan a puerto y del estatus que disfrutarán los marinos en tierra. Y así,
se establece que lo primero que ha de hacer el responsable de un navio
cuando llegue a puerto es presentar una relación de las mercancías que
pretende vender y no podrá hacer otra cosa hasta no obtener el corres
pondiente permiso, teniendo un plazo de un mes y un día como máxi
mo, para pagar los derechos. Igualmente, los súbditos suecos y espa
ñoles disfrutarán de ropa, puertos, mares, tierras, radas, plazas y luga
res del uno y del otro con los mismos privilegios, seguridad, libertades
e inmunidad, tanto para sus personas como para sus negocios. La Jun
ta, no obstante, se muestra reticente a entender la indulgencia que en
esto pretenden los suecos pues "son inevitables las visitas de los Jueces
de la Inquisición y contravando y la corta paga de lo que les está asig
nado
El artículo decimoprimero prevé la posibilidad de que suecos y
españoles puedan hacer de intermediarios respecto de los productos de
la otra parte; a este fin se estipula el pago de los derechos de las mer
cancías que van a ser sacadas del puerto donde se han adquirido e,
igualmente, tendrán que pagar las tasas vigentes en el lugar donde se
realizara la venta. Y en estas condiciones no hay ninguna novedad, ya
que fue un requisito que se le impuso a Dinamarca y ahora se argu
menta como precedente para que sea aceptado por Suecia.
El artículo decimosegundo admite la entrada sin pagos de dere
chos de efectos navales que los suecos traigan a puertos españoles:
mástiles, maderas para los astilleros, alquitrán y jarcias. En este sentido,
el Rey de España comprará todas las remesas de estos artículos, sin que
los suecos los puedan vender a otro comprador hasta que los ministros
españoles declararan que no los necesitan, declaración que tendrá que
producirse en un plazo de seis días a contar desde el de atraque de los
barcos. Si esa declaración no se produjese en plazo, los vendedores
podrán ofrecerlos a quienes estimen oportuno. Esta condición ya se
había establecido antes con Dinamarca y se estima favorable porque
“la remission de los dro y su libre entrada por ahora de estos gros, lleva
consigo el gravamen de la preferencia a favor de V.M. en las ventas bas
ta que se halle España o con mas conveniencia surtida por otros medios;
o en disposición de no nezesitarlos”.
En el artículo siguiente (art.13), se propone que si algún vasallo
de una u otra nación comercia con especies o efectos no conocidos,
239
dichos productos “como nuebos se abran de apreziar por el Adminis
trador de la aduana y dos” comerciantes de la mayor probidad y expe
riencia; en función de dicho reconocimiento se establecerá el pago de
los derechos correspondientes. Esto es algo que ya recordó Dinamarca
más ampliamente en su proyecto, quedando limitado por la Junta a lo
que ahora se le propone a Suecia.
En el artículo decimocuarto se garantiza el respeto y la tranquili
dad a los comerciantes de ambos países, que no podrán ser molesta
dos en sus casas y almacenes, salvo si existen indicios de fraude; en
cuyo caso, los jueces procederán de acuerdo con la costumbre, leyes y
ordenanzas establecidas. En este mismo orden de cosas, se establece
(artículo 15) que los súbditos de ambas monarquías no podrán ser
detenidos por deudas particulares contraídas por ellos mismos o por
personas de su negocio que no se hayan forzado expresamente a pagar
y tampoco se les podrán secuestrar sus papeles, inmunidad inexistente
en caso de la perpetración de algún crimen, delito por el que serán juz
gados, según las leyes de los respectivos reinos. Tampoco están obli
gados a mostrar sus libros y estados de cuentas, salvo porque les con
venga probar algo o evitar controversias y pleitos; ahora bien, los espa
ñoles con residencia en Suecia, deberán tener esos libros redactados en
sueco, de la misma forma que los suecos en España los tendrán en cas
tellano, quedando libres unos y otros para tener en su propia lengua
los que provengan de su país.
El artículo decimoséptimo prohíbe los embargos y detenciones de
navios y mercancías de mercaderes y navegantes, a no ser que hayan
sido avisados previamente “y consientan se haga proveyendo spre que
esto no se entiende para impedir o interrumpir la via ordinaria de la ley
y justicia en ningún pays”. De la misma forma se libera de alojamien
tos y cargas de todo tipo, incluido el servicio militar por tierra y mar, a
los súbditos de ambas monarquías en el país del que no son naturales,
salvo los artesanos y tenderos (artículo 18), algo que ya aparecía esti
pulado en el tratado de Munster de 1648, firmado con los hanseáticos.
Igualmente, tanto los mercaderes como cualquier natural establecido en
tierras suecas o españolas, podrán resolver sus pleitos y negocios
mediante abogados, procuradores, escribanos y demás personal espe
cializado, pudiendo establecer, de común acuerdo, en los lugares don
de se crea conveniente un cónsul de la nación a la que pertenezcan,
240
“con tal que viban de suerte, que ninguno de ellos por ningún pretexto
intente por si, ni por interpositas personas cosa alguna contra el vien del
estado en que residiere, ni contra el seruicio del Rey: por q. spre. que
bagan lo contrario quedaran sugetos al deuido castigo”. Extremos en
los que no hay novedad, pues ya aparece así estipulado en los tratados
anteriores con Francia, Inglaterra y Dinamarca. Como tampoco hay
novedad, pues ya figura en los tratados hispanos con Inglaterra y Dina
marca, que los referidos cónsules sean los árbitros en las diferencias
que surjan entre mercaderes y maestres de los navios, sin que ello cie
rre la posibilidad de recurrir a los jueces ordinarios para aquellos que
no se sometan a su arbitraje (art. 20). La Junta no pone objeción a ello
“con tal de que los cónsules se contengan en los limites de su mera comis-
sion sin entrometerse a exercer juzgado o algo que no les competa
Dentro de estas cuestiones legales y judiciales, se acuerda (art. 21)
que ambos monarcas recomienden a sus jueces despachen con toda dili
gencia las causas “que se ofrezcan y siguiesen sus respectibos subditos....y
hagan executar, sin dillazion, ni inclinazion, fabor o affizion a las partes
que usaran de sus recursos, y se les oigan las appellaciones para el Consejo
deJusticia". El contenido de este artículo se estipula de esta forma porque
no subsiste en España la figura de los Jueces Conservadores, cargos crea
dos por Reales Cédulas, en ocasiones concretas, y en relación con los tra
tados firmados en el siglo XVII, a los que ya nos hemos referido antes. La
Junta se extiende en consideraciones más amplias que de costumbre para
llegar a la conclusión que vemos recogida en el artículo, en el sentido de
no ser especialmente operativos en los problemas que puedan plantearse,
problemas que podían resolverse perfectamente por la justicia ordinaria.
De igual forma seguimos moviéndonos en un terreno conocido
por los tratados anteriores, al ocuparse el proyecto del destino de los
bienes y haciendas de los súbditos de un rey que mueren en el país del
otro (arts. 22 y 23), estableciéndose que pasen a sus legítimos herede
ros y, en caso de que sean suecos y no hayan hecho testamento, se
inventariarán todos sus bienes y pertenencias por el juez ordinario y su
escribano, o notario público, o el cónsul si lo hubiere, o dos mercade
res compatriotas del difunto, quedando los bienes y el inventario bajo
la custodia de sus realizadores hasta la aparición de los legítimos pro
pietarios. En cualquier caso, la Junta es del parecer de establecer una
conveniencia mutua.
241
En caso de naufragio, las justicias del país donde ocurra la des
gracia darán al navio y su tripulación toda la ayuda y socorro necesa
rio para salvar cuantos efectos sean posibles “sin mas gravamen que el
de la paga del trauajo y gastos, que se hubiessen echo y causado, en
librar y saluar las mercancías y efectos”, que se entregarán bajo inven
tario para que quede constancia de ello. El texto (artículo 24) presenta
una modificación respecto al de los anteriores tratados por cuanto se
suprime “la expresión de que elfisco, ni otro alguno de los subditos tome
nada de lo salvado, introduciendo en su lugar la integra entrega de los
efectos por la justicia del territorio y con la zircunstancia del inventa
rio”.
Ya en la fase final del tratado (art. 25) se introduce la obligación
de respetar un plazo de seis meses para que, en caso de guerra o dife
rencia entre los soberanos firmantes, sus súbditos puedan retirar sus
bajeles y mercancías, sin que en ese tiempo se les pueda causar moles
tia o entorpecimiento, y mucho menos embargos. La Junta reduce a la
mitad el plazo establecido por Suecia en su proyecto, pues considera
que seis meses son un plazo más que suficiente, como se ha podido
comprobar en el desarrollo de otros tratados.
En esta misma línea se inscribe lo establecido en el artículo vige-
simosexto por el cual se prohíbe a los reyes firmantes dar cartas de
represalia, “en perjuicio de los subditos del otro, si no es solamente en el
caso de denegazion manifiesta de la justicia: la qual no podra tenerse
por verificada hasta que las intimaziones del agrabio, que los unos ayan
padezido, se comunique en la forma que previene el dro al Minro de
Estado del otro”. Esta fue una condición que no se le concedió a Dina
marca porque no la solicitó pero sí se incluye en el caso de Suecia, aun
que modificada según el parecer español, pues tal y como lo proponí
an los suecos se impedía la administración de la justicia. Con tal plan
teamiento, resulta lógico el contenido del artículo vigesimoséptimo, que
impide a los españoles tomar cartas de represalia de cualquier otro prín
cipe o estado que esté en guerra con Suecia, pues en tal caso serían tra
tados como piratas, de la misma forma que el rey sueco se comprome
te a “hacer observar lo mismo a sus subditos para con los de S.M.C.
El artículo vigesimoctavo constituye una especie de garantía del
cumplimiento y respeto preciso del tratado pues previene que los súb
ditos del rey de Suecia no puedan ser agraviados en las posesiones
242
españolas contra derecho, ni molestados por razones de conciencia
“mientras no diere algún publico escándalo, o ofensa Una protección
de la que gozarán los españoles en Suecia; extremo que también se
ajusta al contenido de los tratados anteriores, evitando la expresión de
“libre exercicio de su Religión", que proponía Suecia. La Junta, no obs
tante, hace observar que todo su contenido está mejor explicado en los
artículos vigesimoctavo de la Paz con Inglaterra del año 1667 y de la
Paz con Holanda en 1714. El siguiente (art. 29) especifica que las con
travenciones del tratado realizadas por los particulares no será motivo
para invalidar su vigencia y contenido, quedando los contraventores
sujetos al castigo acreedor a su culpa. Por último, el artículo trigésimo
dejaba la puerta abierta para introducir las modificaciones y añadidos
que la casuística de la aplicación del tratado fuera aconsejando. En rea
lidad, los dos últimos artículos vienen a ser el colofón habitual en este
tipo de documentos, pues la Junta vuelve a referirse en ellos a los tra
tados que hemos citado anteriormente.
Tras las consideraciones realizadas por la Junta, seis días más tar
de, el 21 de junio de 1743, el marqués del Puerto expresa nuevamente
su parecer, al hilo de las comentadas por sus miembros. Manifiesta el
empeño y esfuerzo que ha hecho por llevar adelante este tratado y faci
litar el mutuo entendimiento entre las partes contratantes, una vez rea
lizadas las oportunas correcciones, por lo que agradece la labor de
dicha Junta. Entiende que es ocasión oportuna para aprovechar la ene
mistad que tanto Suecia y España sienten por Inglaterra para establecer
una relación comercial fluida entre ambas monarquías que dificultara la
actividad inglesa. Hace observar igualmente la conveniencia de estudiar
en particular algunos artículos, en concreto, lo referido a la sal y el
tabaco, y la construcción de navios en Suecia, al ser mucho más bara
to allí. Se detiene con expresividad, no exenta de cierta insistencia, en
lo acertado de aliarse con ese estado como medio de fortalecer su posi
ción política frente a Holanda e Inglaterra al lograr un aliado de nota
ble categoría en los suecos; para poder enviar tropas auxiliares por sub
sidio a los presidios de Toscana, al igual que lo harían los españoles
243
contra los rusos, si se lo pidiera Suecia. Entiende el enorme beneficio
que supondría el mejor aprovechamiento y rendimiento de las fundi
ciones de artillería de Sevilla y Barcelona, de hierro en Liérganes y La
Cabada, si se compraran los cañones allí.
Concluye con un ruego y dos advertencias finales. El primero,
que en Suecia no se conozca que las objeciones al tratado han prove
nido de él y de sus comentarios a la Junta, por el buen crédito que en
la Corte tiene que no querría se empañara y porque, de saberse, se aca
barían las buenas relaciones que ahora mantiene con los ministros y
consejeros del rey sueco, “pues resulta muy dificultoso obtener de ellos
información Las dos advertencias finales insisten en que “el tratado
debe hacerse sólo bajo aquellas reglas que puedan y deban facilitar a
los contratantes sus recíprocos intereses así como la común utilidad de
sus vasallos y súbditos’’. Reitera, por último, la necesidad de cerrar la
negociación, al menos en dos cuestiones repetidas muchas veces en
varias cartas: pactar con Suecia con bajeles de guerra construidos y
dotados allí por ser mucho más barato, y satisfacer a los suecos con sal
y tabacos “que nos sobran ”.
La siguiente información que se tiene de la marcha de esta lentí
sima negociación comercial tiene lugar en octubre de ese mismo año
cuando el diplomático español pone de relevancia en una carta que
escribe al Rey que los suecos no permitían la entrada de algunos géne
ros españoles, hierro y cobre, así como manufacturas de lana y seda,
ni azúcar “por tenerlas estancadas”. Le participaba que las mercancías
extranjeras permitidas estaban recargadas con impuestos muy altos, al
igual que los productos españoles (vinos andaluces, “azeites, trigos,
passas y almendras, que costeaban crecidos derechos mas que en otros
Reynos”). Y que incluso los suecos habían pedido permiso franco para
enviar embarcaciones a Canarias para que su hierro “tuviese siempre la
misma exempcion”, lo que entendía un desequilibrio en las ventajas
que uno y otro país tenía en esos momentos y no era coincidente con
lo ofrecido en el tratado de propuesta comercial. Advertía igualmente
de la existencia de unas negociaciones previas de acuerdo con Francia
por parte de Suecia, si bien entendía que no significaría obstáculo algu
no al que pudieran hacer las coronas española y sueca, pues estaba
limitado a unas cuantas líneas referidas al tráfico libre de vasallos fran
ceses y suecos. Por último, aconsejaba al soberano español no retardar
244
más el acuerdo pero llevarlo a cabo sobre una buena base con objeto
de evitar desconfianzas -que las había e importantes-, solicitándole con
urgencia un contraproyecto para “empeñarlos a mas ahora que tienen
desembarazadas sus fuerzas, a su devoción las de Russia y quiza
mañana las de Dinamarca y que hay posibilidad de negociado éxito
con Francia”.
Habrían de pasar aún tres meses más para recibir noticias de esta
negociación. En el mes de enero de 1744, el marqués del Puerto rela
ta a su soberano en una extensa carta, lo acaecido en la reunión a la
que fue convocado con los ministros del Rey de Suecia en la que le fue
entregada una extensa declaración. En ella se insistía en manifestar “el
desseo de cultibar la amistad y buena correspondencia con V.M. ” y la
voluntad de afianzar este intento de conclusión de tratado comercial en
el que quedara todo bien regulado para los súbditos de los distintos
estados contratantes, por lo que enviaba a su ministro a fin de solicitar
una respuesta positiva acerca del proyecto entregado. El diplomático
español respondió que no se hallaba autorizado a responder de inme
diato a tal petición, excusando la dilación de la respuesta en la exis
tencia de conflictos bélicos que mantenían a España ciertamente ocu
pada y unos tímidos intentos de alianza con Francia. Intentaba tran
quilizar al monarca sueco asegurándole que el tratado se había visto en
una Junta “constituida por los ministros mas celosos e inteligentes en los
asuntos que incluie- ”, y contaba con las propias opiniones personales
del embajador español. Asimismo le hacía ver que se estaban compa
rando los artículos propuestos por Suecia con los existentes en otros
tratados ajustados con diferentes potencias “con particularidad el cele
brado entre aquel soberano y el de las dos Sicilias y entre la Francia y
los Estados Generales”.
El marqués manifestaba también al monarca español que la Jun
ta había observado, no sin cierta preocupación, que existía una recí
proca desigualdad por el mayor comercio activo de los suecos en nues
tros puertos y el casi inexistente español en Suecia, por su difícil nave
gación y acceso, “y por llebar toda nuestra atención la Carrera de
Yndias”. Por ello, le recomendaba que fuera exquisitamente preciso en
reservar para España las facultades de aumentar o disminuir los dere
chos de adeudo de entradas y salidas de mercancías, “según la situa
ción de los negocios y estado de nuestras fabricas”. Justificaba, al tiem
245
po que admitía, todos los reparos que la Junta había ido realizando
a cada uno de los artículos presentados por los suecos en el tratado
y así explicaba que se hubiera dilatado tanto en el tiempo la res
puesta y la existencia del contraproyecto, que debía remitirse de
inmediato a Suecia. Insistía en el cuidado y examen minucioso de
todos los artículos para que ambas potencias estuvieran en igualdad
de condiciones.
En efecto, por las reservas existentes al proyecto comercial ofre
cido por la Corona sueca, los españoles enviaron un contraproyecto en
el que “ban ceñidas las expresiones a los términos para asegurar las
ventajas a que se dirige el tratado y evitar las questiones que ocurren
con las demos naciones, añadiendo al pie de cada articulo las razones
y fundamentos con que se ha extendido y en cuios términos contempla
pueda contestarse a Suecia La respuesta del Rey quedaba patente al
margen del documento: daba total conformidad a lo acordado por la
Junta y ordenaba que se remitiera el contraproyecto a los ministros sue
cos a la mayor brevedad posible.
EL FINAL DE LA NEGOCIACIÓN
246
sario su relevo . A partir de este momento, la información se pierde y
se desconocen los avatares y las peripecias que ocurrieron en esta
materia comercial. Hay que esperar dos años para comprobar que este
asunto no estaba olvidado y cómo, el siguiente embajador español en
Estocolmo, daba cuenta y razón de las todavía vivas negociaciones para
un acuerdo comercial entre Suecia y España.
En una carta enviada el 23 de agosto de 1748 desde Estocolmo al
ministro de Estado, José de Carvajal y Lancaster, el plenipotenciario
español, a la sazón Joseph Aldecoa, comentó cómo se habían desarro
llado los acontecimientos en los últimos años. Al parecer, reunido con
el Vicepresidente de la Chancillería y senador del Reino de Suecia, Con
de de Ekeblad, encargado de los negocios extranjeros en ausencia del
primer ministro, Conde de Tessin, en su casa y en tono de confianza el
citado senador le había comentado un despacho recibido del secretario
sueco, Jean Gustav Real. En sustancia, en el despacho le decía que,
habiendo estado en repetidas audiencias con el Embajador para tratar el
tema del tratado comercial y suplicar que se llegara a un buen entendi
miento, el marqués del Puerto le había respondido que los españoles se
sentían ofendidos al no haber actuado los suecos con celeridad y en su
apoyo, ni “tomado satisfacion de los insultos que han experimentado de
parte de los ingleses”. De haber actuado de otro modo, “se habría efec
tuado mucho tiempo ha este tratado de comercio"pero que los españo
les entendían que habían desaprovechado la oportunidad y -decía el
embajador- “ya era ocioso hablar de esta materia tanto mas que la salud
no me permite aplicarme a ella Real añadía que ignoraba por comple
to las razones por las que los suecos no habían reaccionado a su favor
y “tomado satisfacion de los agrabios que habían hecho los ingleses a su
bandera pero que le aseguraba que esto no quedaría en el olvido ”, enten
diendo, y así se lo hacía ver al embajador español, que ello no consti
tuía obstáculo alguno para que se mantuvieran las negociaciones.
247
Naturalmente, los senadores suecos quedaron muy afectados por
entender que se habían interrumpido las conversaciones, unas conver
saciones que todos coincidían en afirmar que venían alargándose
demasiado tiempo ya. Aldecoa respondió a su anfitrión que la armonía
y correspondencia aún subsistía entre Suecia y España pero que nada
en claro había resultado del intento de proyecto comercial común.
Aquí se interrumpen nuestras noticias respecto de esta cuestión.
No obstante, merece la pena detenerse un poco en el comentario de
una interesante “relación anónima de lo bueno que seria el acuerdo o
tratado comercial Suecia-España ”, Aunque está sin fechar, al hallarse
entre documentos del año 1748 todo parece indicar que aún se mante
nía por aquel entonces la esperanza de un buen entendimiento, algo
que sabemos, no llegó a realizarse. Quede por lo menos la muestra del
interés que este tema despertó entre los miembros de los respectivos
gobiernos, aunque por razones diferentes.
El documento al que aludimos está constituido por tres páginas
tamaño folio, escritas sólo por una cara y son, como su título indica,
unas reflexiones acerca de la conveniencia de un tratado entre ambas
coronas. Y comienza afirmando que sería una alianza que supondría
una utilidad directa o indirecta para tener sólo algunas influencias en
las Cortes del Norte, expresión que, sin duda, nos hace sospechar que
su autor sea un español. Entre estas ventajas que señala, cabría men
cionar: la obtención de fuerzas navales en caso de guerra contra otras
potencias marítimas; la disposición de esas fuerzas mediante un acuer
do como mejor vía para contener a los ingleses en sus pretensiones
comerciales; la contribución de hacer al Rey Católico un mejor árbitro
de las diferencias de Europa y “a quitar por esta parte aquella superio
ridad de que se prevale la Francia y la Inglaterra para ajustar en todas
ocasiones laspazes o diferencias a su talento”. Añade que es algo que
entiende interesa a las dos Cortes, la de España y la de Suecia, pues
mantienen continuos tratos con diferentes príncipes alemanes y del
Norte y sería una buena manera “para vincularlos a su partido”, a su
misma causa.
El anónimo prevé la posibilidad de no llegar a ningún acuerdo
satisfactorio para ambas partes y en ese caso sugiere sacar alguna ven
taja. Como hay comercio de géneros y frutos procedentes de España y
no parece que haya intención de aumentarlos, propone vender a Sue
248
cia “aquellas ventajas que se juzgase podérsele conceder en un tratado
de comercio mediante la obligación en ellos de sacar todos los años cier
ta cantidad mayor de nuestros géneros, se entiende de los que ellos nece
sitan, tabaco y sal”. E insiste en estos dos productos porque sabe que
en tierras suecas se consume mucho un tipo de tabaco llamado “hava-
no” que procede de Holanda porque es más barato, pero_no porque le
guste más y sea más ligero. Y en lo referente a la sal, afirma que los
suecos están muy interesados en la sal de Ibiza para las carnes “pero
para salar los pescados les parece demasiado fuerte”.
Vistas estas ventajas que resultarían para la propia Suecia, el escri
to anónimo entiende que el Ministerio sueco concedería privilegio
exclusivo a la creación de una Compañía “que se formase aquí”, que
sería la que asumiera la obligación de sacar todos los años una notable
cantidad de tabaco y otra de sal “de Ybiza y de La Mata ”, y que el tra
tado de comercio debería quedar unido al contrato con la compañía en
tanto durara uno y otro el mismo tiempo. Acaba apuntando que es
consciente de las enormes dificultades existentes para la formación de
la compañía pero que debería hacerse el esfuerzo de intentarse “si el
rey lo estimara conveniente como por un equivalente de las ventajas que
se les concederían en el tratado de comercio
Sin embargo, todas estas argumentaciones no parecen coincidir
con lo que era la realidad de la presencia española en la zona, pues en
todos los argumentos, propuestas, alusiones, Dinamarca nos ha pasado •
inadvertida, ya que no ha sido mencionada en ningún momento y
había razones para tenerla en cuenta, según se desprende del párrafo
siguiente, donde queda manifiesta la importancia del control del Sund,
algo que condiciona la actuación española:
249
nificaba ninguna variación en los aranceles promulgados para el
Sundpor Cristian IV en 1683. La posterior ratificación del tratado
Campillo-Dban en 1742, estuvo motivada en el interés fundamen
tal que para España tenía el abastecimiento de maderas noruegas,
pero tampoco aportó ninguna rebaja en los derechos arancelarios.
Procurar obtener la reducción de los derechos de tránsito de los
productos españoles fue uno de los caballos de batalla de todos los
representantes diplomáticos españoles acreditados en Copenhague,
pero, no fue hasta 1792 cuando se lograron algunos moderados
avances en este sentido, y por vía indirecta, pues, más que una
modificación efectiva de los derechos, lo que se consiguió fue la
regulación de la equivalencia en las medidas de las pipas españo
las y los toneles franceses, cuyo tratamiento igualitario hasta
entonces había representado que los primeros sufriesen un impues
to más elevado que los caldos franceses en el paso del Sund’f .
17 PRADELLS op. cit. pág. 450. Vid también ALEGRE, J.M.: Las relaciones bispano-dane-
sas en la primera mitad del siglo XVIII. Copenhague, 1978.
250
Política y comercio
de mediados del siglo XVIII.
Algunos informes del
Marqués del Puerto desde
la Embajada Española en Suecia
251
los monarcas no podían tomar decisiones importantes sin su bene
plácito .
Por este motivo, Ulrica, que nació y creció en un ambiente de
recio absolutismo, no llegaba a encajar en el nuevo engranaje demo
crático de su país, siendo presionada para que abdicara del trono. Pero
el solio sueco no escapó de la familia: su esposo, el alemán Federico
de Hesse, gracias a los buenos apoyos que consiguió granjearse entre
los mandos militares, consiguió que se le nombrara nuevo monarca
sueco, pasando a gobernar el país con el nombre de Federico I. El nue
vo soberano, como era de esperar, no dudó ni un instante en aceptar
2
la Constitución que le había otorgado la corona .
La situación política en Suecia estaba caracterizada por la pre
sencia en la Dieta de dos facciones contrapuestas, los denominados
sombreros y gorros, que capitalizaban la política del país. Aquellos,
nobles dedicados al comercio de tendencia liberal y éstos, plebeyos y
comerciantes de las ciudades de corte más conservador. Y entre los
dos grupos un monarca débil, que su condición de extranjero le colo
caba aún en una situación de mayor fragilidad. Federico I heredó de
Carlos XII un país completamente distinto del que gobernó el todopo
deroso rey sueco.
Para ilustrar esta afirmación sobre este experimento constitucio
nal, tal y como califica el período Franklin D. Scott, nada mejor que sus
palabras:
“The first general principie was that the king was only one
among several agencies of government. Neither inheritance ñor
divine right supported the monarchy any longer. Autocracy died
with hardly a whimper but kingship survived, deeply rooted in tra-
dition as it was. Power for the moment resided in the council,
252
which was in turn responsible to the Estates. The king has to gobern
4
with the advice of the council and accept tbe will of the Estates” .
La situación báltica durante el siglo XVIII fue difícil. Una vez fina
lizada la Gran Guerra del Norte, con la muerte de Carlos XII, se inicia
un período de tensiones no sólo con respecto a Suecia, sino también
con Dinamarca y Rusia, lo que por extensión influiría en Prusia y Polo
nia, los otros dos poderes de la zona.
En la década de los años veinte del Setecientos, al finalizar la gue
rra nórdica, la situación a orillas del Báltico había cambiado con respecto
al principio. En estos momentos Dinamarca y Suecia, la primera unida a
Noruega y la segunda a Finlandia, siguen con su tradicional rivalidad para
hacerse con el control del tráfico marítimo del estrecho del Sund. Junto a
estos dos países, en las riberas de este mar, está el reino de Polonia, que
sufría la institución monárquica más débil de todas las que convivían en
Europa desde que en 1573 se extinguiese la familia real y pasara a ser
una monarquía electiva. Junto a estos Estados emergen, tímidamente en
el siglo XVII y de forma violenta en el XVIII, los dos nuevos reinos que
tomarían el relevo del imperialismo nórdico: Prusia y Rusia.
En el tema que nos ocupa nos interesa más el caso del coloso
ruso. El Imperio ruso, que hizo grande Pedro I, sufría una grave crisis
interna que suponía el continuo baile de zares según los caprichos de
la guardia real, que era la encargada de llevar a cabo los golpes de Esta
do que daban al traste con los gobiernos. Del mismo modo, no se debe
olvidar los naturales fallecimientos en el seno de la familia real, que
también tenían un importante papel.
253
El asunto de los, históricamente conflictivos, ducados de Sch-
leswig y Holstein surgió como un punto más de fricción en un mun
do al que éstos no faltaban. Los problemas se iniciaron cuando Fede
rico IV de Dinamarca rechazó a la hija de Pedro I de Rusia como
esposa para su hijo, teniendo que casar a la princesa con el príncipe
Carlos Federico de Holstein-Gottorp. Con este enlace Carlos Federico
podría contar con el apoyo ruso para iniciar una recuperación siste
mática de los ducados poseídos por el monarca danés, que veía peli
grar sus nuevas posesiones. Para conjurar este peligro Federico IV
movió con habilidad sus peones diplomáticos y se acercó a la Ingla
terra de Jorge I, que como elector que era de Hannover, rápidamen
te aceptó la propuesta danesa de garantizar y colaborar en la defen
sa de estos dos ducados.
Pero la cuestión del dominio jurídico de Federico sobre los duca
dos era mucho más compleja de lo que en un principio podría pare
cer; debido a que Holstein pertenecía al Imperio Romano Germánico
de Carlos VI y Schleswig estaba unido al anterior, a pesar de no perte
necer al Imperio .
La situación se tensó más cuando los partidarios suecos de Car
los Federico de Holstein le proclamaron sucesor del trono de Suecia.
Ahora Dinamarca se encontraba en una postura muy delicada: los
ducados del sur de Dinamarca pertenecían al yerno del rey de Rusia y
habían sido ocupados, prácticamente en su totalidad, por las tropas
danesas en la última Guerra del Norte. Al mismo tiempo este persona
je había sido proclamado sucesor al trono de Suecia; a partir de ahora,
el tradicional enemigo de Dinamarca, tenía acceso libre para atacarle
por el sur, obligando a dividir los ejércitos daneses en dos frentes en
una posible guerra en la que contaría, sin dudarlo, con el apoyo ruso,
sin excluir la posibilidad, de una futura unión de las coronas de Suecia
y Rusia en una misma cabeza, lo que pondría en serio peligro la super
vivencia del Estado danés.
Pero en este asunto la suerte estuvo del lado danés. La muer
te de la principal valedora de Carlos Federico, la zarina Catalina I en
1727, le hizo perder un gran respaldo. De forma paralela, en Suecia
254
el partido defensor de su candidatura también cayó en desgracia,
por lo que Carlos Federico de Holstein-Gottorp perdió todos sus
anhelos de arrebatar a Dinamarca sus ducados patrimoniales. Tras
estas circunstancias el mundo nórdico vivirá una situación de relati
va calma hasta la llegada de la década de los cuarenta que conmo
cionaría toda Europa con un conflicto internacional que también
afectaría al país que ocupa nuestra principal atención en este traba
jo: Suecia.
255
1. Dinamarca permanecería en calma, preparando, en un principio, tro
pas subvencionadas por Inglaterra para ayudar a la isla en la defen
sa de Hannover. Tropas que por motivos que más adelante se expli
carán no participarían en el conflicto.
2. Polonia estaba regida por el elector de Sajonia, involucrado en ple
na lucha, primero del lado francés, y posteriormente, cuando los
ejércitos de María Teresa tomaron la iniciativa, su rey, Augusto III,
no dudó en dejar la alianza gala y unir sus tropas a las austríacas
para luchar contra sus anteriores aliados.
3. Prusia fue el Estado alemán, junto con Austria, más importante en el
conflicto. Su monarca, Federico II, buscaba hacer de su pequeño
país una nación potente en Europa, para lo que contaba con uno de
los ejércitos más poderosos del momento, formado con los esfuer
zos de su padre. Su objetivo de arrebatar al Imperio la rica región
de Silesia le hizo iniciar dos guerras contra Austria y abandonarlas,
sin comunicarlo a su aliado francés, en el momento en que conse
guía la seguridad de la posesión silesiana.
5. Suecia, por su parte, se vio empujada por Francia a una guerra con
Rusia en un desesperado intento de recuperar el protagonismo del
que disfrutó en la pasada época del Barroco . Esta desastrosa gue
rra con Rusia, iniciada de forma precipitada sin haber concluido
los preparativos necesarios, que finalizaría con la paz de Ábo ini
ciará un período de dominio ruso de la política sueca al poder la
diplomacia rusa imponer su propio candidato a la sucesión del tro
no sueco.
Para obtener más información sobre la época del Barroco en Suecia, y sus relacio
nes con España, se puede: Martínez Ruiz, E. y Pi Corrales, M. de Pazzis (dirs.) España
y Suecia en la época del Barroco (1600-1660), Madrid. 1998.
256
LA GUERRA RUSO-SUECA
" Marqués del Puerto al príncipe de Campoflorido. Estocolmo 19-12-1741. A.H.N. Esta
do. Leg.: 4135-1.
257
Al otro lado del Sund, la situación pre-bélica parece estar igual de
definida. Si Suecia es partidaria de Francia, Dinamarca en principio
parece aliada de Inglaterra, preparando tropas de tierra y mar, finan
ciadas por Londres, para defender de Francia el electorado de Hanno-
ver.
Pero realmente la situación no está tan clara, porque existen otras
posibilidades, como la de acercarse a Rusia para intentar recuperar la
perdida región de Escania, lo que además de “exponerse al odio impla
cable de los suecos”, sería una “cosa algo dificultosa”, o permanecer del
lado británico, aunque según explica el representante español en la
capital danesa:
258
“porque sino me moriré de hambre sin tener con que mantener la
decencia, pues voi empeñando quanto tengo para vivir”;
259
rren en ese país, que no le gusta nada, y las ganas que tiene de cam
biar de destino.
Pero se nota un cambio a partir del tercer año. En el segundo año
nuestro hombre ataca fortísimamente al país al que se le ha destinado,
tal y como hemos podido apreciar con anterioridad. Pero cuando se ini
cia el tercer año se da cuenta, de que esa forma de actuar no va a ayu
darle a salir de su “prisión”, por lo que decide obviar todo tipo de refe
rencias despectivas hacia el entorno en que desempeña su misión. Des
de ese mismo instante deja de aparecer, salvo contadas excepciones, la
crítica sistemática de todo lo relacionado con Suecia. Y no debemos
dudar que en 1748, cundo se le comunica que su nuevo destino va a
ser Holanda, la felicidad tuvo que aflorar en su rostro, pues ya logró lo
que tantas veces había solicitado a Campoflorido:
260
Una vez iniciada la güeña a mediados de 1741, las tropas sueco-
finesas lograrían una magnífica situación para hacer frente al enemigo.
Además de la posición, el ejército sueco tenía la victoria moral de sen
tirse vencedor, confiando en que sus fuerzas eran más poderosas que las
enemigas, además de contar con el apoyo financiero francés . Del mis
mo modo, se esperaba un ataque por el sur de Rusia por parte del Impe
rio Otomano, ataque que nunca se produjo, por lo que se perdió la espe
rada división de las tropas enemigas. Otros factores que contribuyeron a
la derrota fue ese sentimiento victorioso sueco que llevó a hacer públi
cos sus planes y principalmente la actitud de la Zarina Isabel.
Isabel era hija del segundo matrimonio de Pedro el Grande. Nada
más comenzar la lucha con Suecia por Finlandia se produce en San
Petersburgo el golpe de Estado de la guardia que impone a la hija de
Pedro como nueva Zarina del Imperio ruso. Este golpe, como ya se vio
en la información del marqués de Puerto transcrita con anterioridad,
fue un triunfo total, que se reforzó con duros castigos a los contrarios
y parabienes y recompensas a los adeptos. Esta sublevación no se
hubiera podido llevar a cabo sin las maniobras subterráneas francesas,
que fueron las responsables de la derrota sueca en los primeros com
pases de la contienda.
Según los informadores franceses, el hacer coincidir el inicio de
la guerra con la revuelta palaciega produciría dos resultados inmedia
tos: la imposición de Isabel como nueva directora de los intereses
soviéticos y la retirada, como gesto de agradecimiento, de los ejércitos
rusos de Finlandia. Pero la segunda premisa no se produjo, motivo por
el cual, cuando llegó al frente de guerra la noticia de la llegada al tro
no de la hija de Pedro el Grande, los generales suecos retiraron a sus
ejércitos del frente, momento aprovechado por la nueva Zarina para
ordenar, no ya la retirada de sus contingentes, sino, el ataque al ene
migo hasta conseguir derrotar al ejército sueco.
Tras esta primera campaña las tropas suecas se contagiarían de
las disputas abiertas en la Dieta y serían invadidas por un profundo
sentimiento de desánimo que impidieron los normales movimientos
para hacer frente al enemigo en condiciones ventajosas. Movimientos
261
que habían hecho famoso al ejército sueco de los Vasa durante el siglo
anterior. Los brotes de diferentes epidemias entre la marinería se encar
garían de colaborar en la derrota.
Estos primeros fracasos militares se repetirían en las siguientes
campañas, aunque siempre había esperanza del cambio de la suerte en
el campo de batalla. Fe de esta aseveración nos la da las palabras del
propio marqués del Puerto cuando estaba pronta la finalización de la
campaña de 1742:
262
sucederle en el trono del Zar. Como era de esperar, Carlos Pedro, que
acabaría reinando en Rusia con el nombre de Pedro III, rechazó la ofer
ta escandinava y tras abrazar la fe ortodoxa aceptó la proposición de
Isabel. De nuevo volvía a quedar abierto el problema de la sucesión,
momento en el que el rey de Dinamarca, Cristian VI propuso a su pro
pio heredero para ocupar el trono del otro lado del estrecho. Final
mente las fuertes presiones de la diplomacia rusa hicieron que la Die
ta rechazara al candidato danés y nombrara como sucesor de Federico
I a Adolfo Federico de Holstein-Gottorp-Eutin, a la sazón obispo de
Lübeck y primo de Carlos Pedro .
La imposición del candidato ruso es un factor muy importante en
la política de Rusia, por esta paz, no sólo se conseguían territorios en
Finlandia que facilitaban la defensa de San Petersburgo, sino que ade
más se aseguraba el suministro a la ciudad. Si en el trono sueco se
situaba un aliado de los zares, sería difícil que se bloqueara el Sund y
por lo tanto, obstruir la salida de mercancías rusas hacia Europa occi
dental.
Del mismo modo, el interés danés por ocupar el débil trono sue
co respondía a varios factores: el dinástico y el político. De esa forma
llegaría un momento en el que las coronas de Dinamarca y Suecia con
sus territorios de Noruega y Finlandia quedarían unidas en un solo
monarca, recuperándose la vieja Unión de Kalmar. Otro factor es el
económico; si una misma potencia controlaba la única entrada al Bálti
co, se tenían seguros unos elevados ingresos de derechos de peaje por
atravesar el Sund, además de monopolizar todo el comercio Báltico,
ahogando, poco a poco, la economía del resto de Estados ribereños.
Esta opción de la unión sueco-danesa no era únicamente recha
zada por Rusia, la principal perjudicada. Tampoco era bien vista por las
potencias marítimas, principalmente por Inglaterra. Si se bloqueaba el
paso al Báltico las compañías comerciales británicas que operaban en
la zona verían seriamente dificultado su normal discurrir comercial,
complicándose mucho sus movimientos. Fue por este motivo por el
que Inglaterra, no prestó ayuda al rey de Dinamarca para hacerse con
la corona sueca, siendo la explicación oficial: estar las islas involucra-
263
das en la guerra que se estaba produciendo en Alemania para devolver
a María Teresa el trono imperial.
Cristian VI preparó su ejército para oponerse militarmente a la
decisión sucesoria tomada por la Dieta, motivo por el que mandó diri
girse hacia el norte a los 6.000 soldados que a sueldo de Inglaterra
25
había desplazado hasta la frontera sur .
Los preparativos se hacían en serio en las dos riberas del Sund,
por lo que Rusia no podía quedar impasible, debía proteger sus inte
reses y a su candidato, produciéndose la llegada del candidato al terri
torio sueco acompañado por un desembarco de 12.000 soldados rusos
que de forma inmediata comenzaron a tomar posiciones en la penín
sula escandinava , soldados mandados por el general 27
Keit, que además
recibió el cargo de embajador de Rusia en Suecia .
Poco a poco el gobierno de Dinamarca empezó a aflojar la ten
sión y sin dejar los preparativos militares se intensificaron los contactos
diplomáticos para llegar a un “acomodamiento’^, porque se vio clara
mente que en Estocolmo continuaba “la buena inteligencia con la
Rusia y desencadenar un ataque sólo le podría acarrear unas conse
cuencias nefastas al poder ser atacada por el norte y por el sur, pues
no se debe olvidar que los herederos de los Estados aliados seguían
reclamando sus derechos a los ducados del sur de Dinamarca, Hosltein
y Gottorp, los que se podían extender al de Schleswig.
Una vez admitido, por el rey danés, que no puede hacer frente,
sólo él, a la alianza ruso-sueca, decide llegar a un acuerdo de paz con
264
Suecia en el mes de marzo de 1744, y aunque Rusia tardaría en dar su
visto bueno al mismo, finalmente lo tuvo que aceptar.
Para dar más fuerza al acuerdo se proyectó casar a una hija de
Cristian VI con el candidato sueco, lo que contribuyó a tensar más aún
las relaciones, puesto que Inglaterra trataba de evitar el, anteriormente
comentado, cierre del Sund, y Rusia, si se producía el enlace matrimo
nial, acabaría por perder el ascendiente que había logrado sobre la
política sueca.
Para conjurar este peligro la diplomacia británica trabajó en su
frente: Dinamarca, ofreciendo un matrimonio mucho más ventajoso
para la princesa danesa: el duque de Cumberland, mientras que Rusia
logró formalizar el matrimonio del heredero sueco con una princesa
alemana, la hermana del rey de Prusia, Federico II, Luisa Ulrica. De esta
forma se conjuraba, de nuevo, el peligro de un bloqueo del estrecho
de Sund, que cerrase el mar Báltico, que desde ese instante pasaría a
ser un lago sueco-danés.
Todos estos acontecimientos en el Báltico no se debe olvidar que
están intercalados en la otra gran guerra que llamaba la atención del
resto de países europeos: la Guerra de Sucesión de Austria. Motivo por
el cual las grandes potencias permanecieron al margen del conflicto del
norte, que sin dudarlo, hubiera alcanzado mucha mayor relevancia, en
las cancillerías europeas, si no hubiera coincidido con la sucesión del
Imperio Romano Germánico.
265
Algo más que sal.
El comercio entre España y Gotemburgo
1750-1820. Estudio preliminar
Bertil Andersson
UNIVERSIDAD DE GOTEMBURGO
PRÓLOGO
267
tos suecos como madera y hierro, y más tarde, arenque salado y acei
te de pescado. El sistema de ciudades mercantiles permitió al gobierno
controlar y administrar el comercio y un valioso sistema de impuestos.
El gobierno sueco favoreció a Gotemburgo en muchos sentidos ya
que las relaciones económicas internacionales eran muy importantes y
Gotemburgo prosperó sobre todo a finales del siglo XVIII, período
estudiado en este trabajo.
INTRODUCCIÓN
268
eos del puerto de Gotemburgo con destino a España’. La tendencia anterior
se había roto y el transporte marítimo entre España y Gotemburgo creció
durante las décadas siguientes. Hay que señalar que en el material estadís
tico España y Portugal se tratan conjuntamente. En los apartados generales
de este trabajo se utiliza el nombre de España para indicar las dos naciones.
Ya a comienzos de los años 50 y durante los años 60 el trans
porte marítimo en España pasó de un volumen moderado hasta cer
ca de 150 barcos entrantes por cada período de cinco años (ver Figu
ra 1). Tras un período de estancamiento durante los años 70 se pue
de apreciar el punto máximo a finales del siglo. Sólo en el año 1797
se anotaron en el registro aduanero 117 barcos que llegaron al puer
to de Gotemburgo procedentes de España.
En contraste con las cifras cada vez mayores de los barcos
comerciales procedentes de España, existe una notable tendencia a la
baja en el número de barcos que partían de Gotemburgo hacia Espa
ña. Como se explicará más adelante en el apartado 4, la razón de esta
diferencia se debe a que los barcos procedentes de España cargaban
mercancías en Gotemburgo con destino a otros lugares de Europa.
Incomtng ^Outgoing
Las cifras se han obtenido de las estadísticas publicadas por Ivan LIND: Gotenborgs
handel och sjófart 1637-1920. Historisk statistisk óversikt. Gotemburgo, 1923- En las
tablas estadísticas las cifras para España incluyen a Portugal.
269
Si se miden en relación con la capacidad de carga (ver Figura 2) existe
una diferencia algo mayor entre el tráfico de Gotemburgo hacia España. Esto
se debe, por supuesto, al mayor número de barcos, pero también depende
del tamaño del barco. Los barcos que llegaban a Gotemburgo eran, por lo
general, más grandes que los barcos que iban de Gotemburgo a España.
Figura 2. Transporte marítimo entre España y Gotemburgo. Capacidad total
de carga. 1750-1819. Laster (lastes*).
Incoming -o-Outgoing
N. del T.: 1 last = toneladas; llast = 12 barricas (de bacalao o arenque) = 12 eran =
450 galones de pescado fresco = 350 galones de pescado salado, etc.
270
Además, el material estadístico utilizado para este estudio no iden
tifica la nacionalidad de los barcos. Los libros mayores aduaneros ori
ginales pueden utilizarse para un estudio más detallado. Así se ha
hecho en el apartado 4, más adelante, para un período de dos años.
Importaciones Exportaciones
1750 4 5
1770 4 3
1790 16 <1
1810 <1 ..
1820 3 ••
Fuente: Ver Figura 1, Tablas 17, 21, 25, 30, 45, 47, 49, 51.
271
Desde el punto de vista de Gotemburgo había un amplio déficit
comercial en el comercio con España.
Importaciones Exportaciones
Exportación Importación
272
Tabla 3. Productos importados y exportados por España a Suecia.
Exportación Importación
1810 Mástiles
Tablones/tablas
Hierro en barras
Vigas
Brea
1820 Sal
Fruta/arroz
Café/té
Azúcar
Corcho
Fuente: Ver Tabla 1.
273
Tabla 4. Productos importados a Suecia desde España y exportados a España
en 1780.
2 Estos libros mayores aduaneros son diarios para contabilizar la parte especial de las
tarifas aduaneras, el llamado tolag (adición).
274
Del resto de los barcos, la mayoría procedía de Inglaterra, Alemania y
la zona del Báltico.
Sólo uno de los 37 barcos, procedente de Bilbao, llegó sin carga,
en lastre. Trece llegaron directamente desde España, cuatro de ellos
desde Cádiz y seis desde Torrevieja (Terraveccia). Si consideramos un
período más largo, la división entre España y Portugal es más equili
brada. Durante un período seleccionado de siete años, un 47% de los
barcos que llegaban desde España/Portugal procedían de España y más
. . . . 3
concretamente de los siguientes puertos :
Terraveccia 84
Ibiza 21
Cádiz 13
Alicante 11
Salou 6
S. Pedro del
Pinatar 7
Málaga 22
Total 164
Lastes E P
<50 - 5
51-70 6 12
71-100 3 4
3 Los años de estudio son: 1775, 1780, 1785, 1790, 1795, 1800 y 1805. Gotenborgs stads
tolagsrakenskaper, GLA. Ver también Cejie, B. Gotenborgs saltimport 1775-1805. Tra
bajo de seminario, Ekonomisk-bistoriska institutionen, Gotemburgo, 1965.
275
Lastes E P
>100 4 3
Total 13 24
Meses E P
Ene-Junio 2 1
Julio 3
Agosto -
Septiembre 1 6
Octubre 7 12
Noviembre - 4
Diciembre - 1
Total 13 24
276
-El capitán G. Dahlin (Uleáborg) llegó de Terraveccia el 13 de julio con
una carga de sal y partió un mes más tarde, el 9 de agosto, hacia Cork
con una carga de arenque salado.
-El capitán A. Knape (Estocolmo) llegó de Cádiz el 21 de julio con sal,
vino y limones y partió hacia Francia el 28 de agosto con una carga de
hierro en barras, acero, arenque salado, tablas de pino y tablas para
estirar pieles.
-El capitán H. Hising (Gotemburgo) llegó de S. Ubes el 22 de septiem
bre con una carga de sal y limones y partió hacia Hamburgo el 16 de
octubre con hierro en barras, bacalao seco y barba de ballena(!).
-El capitán E. P. Kruse (Gotemburgo) llegó de Lisboa el 2 de octubre
con una carga de sal y arroz y partió el 9 de noviembre hacia Londres
con hierro en barras, tablas para estirar pieles, tablas de pino y musgo
de roca.
-El capitán F. M. Thiel (Stralsund) llegó de Lisboa el 10 de octubre con
sal y partió hacia Stralsund, el 31 de octubre, sin carga.
-El capitán M. Nilsson (Gotemburgo) llegó de S. Ubes el 31 de octubre
con una carga de sal, uvas y granadas y partió casi dos meses después,
el 21 de diciembre, hacia el "Mar Occidental" con arenque salado y
aceite de pescado.
277
Tabla 7. Capacidad de carga de 25 barcos que salieron de Gotemburgo con
destino a España y Portugal en 1780. Lastes.
Lastes E p
<50 - 24
51-70 - 5
71-100 - 2
>100 3 1
Total 3 22
4
Gotenborgs stads tolagsrakenskaper 1780. GLA.
Sobre la East India Company, ver Kjellberg, S. T, Svenska Ostindiska Compagnierna,
1731-1813. Malmó, 1975.
278
CONCLUSIÓN
Para el comercio sueco de la sal ver Histórica! statistics of Sweden (Estadísticas His
tóricas de Suecia). Parte 3. Comercio Exterior 1732-1970. Lund, 1972. Para el siglo XVIII
ver concretamente las Tablas 1.1, 1.3, 110, 1.11 y la Figura 2.
279
Tabla 8. Participación de España y Portugal en las importaciones de sal a
Gotemburgo. Años 1750-1820. Porcentaje.
Año % Año %
1750 24,8 1790 91,7
1760 52,0 1800 95,0
1770 35,5 1810 46,2
1780 80,5 1820 67,7
280
Europa en el año 1775, el 40% procedía de España. Respecto a otros
años, los porcentajes fueron los siguientes: 1780: 28; 1785: 31; 1790:
39; 1795; 19; 1800: 48 y 1805: 66 por ciento8.
En resumen, España y Portugal fueron los principales provee
dores de sal del mercado sueco, pero otros productos como la fruta,
sobre todo limones y uvas, y el vino fueron, también, de gran impor
tancia. Además, el comercio entre España/Portugal y Gotemburgo
mantenía en funcionamiento una parte importante de la flota nacio
nal, tanto barcos de Gotemburgo como de otras partes de Suecia. Por
tanto, la importancia global de este comercio justifica el título de este
trabajo: ¡Algo más que sal!
281
La recepción de las innovaciones
científicas y tecnológicas suecas
en España y sus aportaciones léxicas
en Botánica, Metalurgia y Minería
283
gracias a la protección que sobre las ciencias ejercen los mecenas. Estos
rigen los destinos de las compañías navieras, empresas industriales y
casas de comercio, entre los que se encuentran los hermanos Patrik y
Claes Alstrómer y el ya citado Claes Grill, que llegan a destinar enor
mes fortunas para tan meritoria finalidad. (Ryden, 1963: 8)
La llegada de Lófling a España ha sido considerada por algunos
autores como una de las vías de introducción de la botánica linneana en
nuestro país (Lafuente y otros, 1996: 979). Este discípulo predilecto de
Linneo llega a Madrid en el año 1751 para estudiar la flora y la fauna ibé
rica, pues el maestro en su Bibliotheca Botánica había expresado duras
criticas acerca del desconocimiento de la botánica en España . En la
correspondencia mantenida con el maestro, Lófling muestra su sorpresa
ante el activo grupo de botánicos que encuentra aquí. El grupo estaba
compuesto por Minuart, Quer, Barnades y Ortega entre otros. Sin embar
go también subraya Lófling el interés que despertaba el sistema de Tour-
nefort entre los botánicos españoles; algún botánico como José Quer
permanecía fiel al método de Tournefort, e incluso había llegado a ata
car a Linneo, más o menos directamente, en su obra Flora española, al
afirmar que: “el sistema de Tournefort es el más claro, fácil y compren
sible de todos” al tiempo que tachaba al sistema linneano de haber com
plicado el estudio de la botánica con la introducción de la nomenclatu
ra binaria que no respetaba los nombres tradicionales de las plantas.
La actividad más destacada de Lófling en España fue su participa
ción como director del equipo de botánicos en la expedición al Orino
co (1754-1760). Dicha expedición tiene su origen en el Tratado de Lími
tes, firmado el 13 de enero de 1750 entre España y Portugal para acla
rar las divergencias existentes sobre los límites fronterizos de sus res
pectivas colonias en la América meridional, y al mismo tiempo, impe
dir la penetración holandesa en la Guayana. Los comisarios encargados
de la expedición fueron dos vascos: José de Iturriaga y Gaspar de Muni-
be, Marqués de Valdelirios; este último futuro miembro de la Real
Sociedad Bascongada de los Amigos del País.
La descalificación que Linneo hace de los trabajos de los botánicos españoles provo
có en nuestro país una reacción de fuerte rechazo hacia el sistema de clasificación lin
neano, manifestada durante la segunda mitad del siglo con una polémica entre los
planteamientos científicos tradicionales y los renovadores.
284
Al margen de otros aspectos políticos, la expedición al Orinoco
tenía un doble objetivo: económico y científico. La elección de un anti
guo director de la Compañía Guipuzcoana de Caracas como primer
comisario justifica más que sobradamente el objetivo económico,
teniendo en cuenta los intereses de esta Compañía en el comercio del
cacao. El objetivo científico se cumple plenamente con la utilidad de
carácter botánico y geográfico, porque la corona española incluye por
primera vez a un grupo de botánicos en una misión de estas caracte
rísticas. El equipo estaba formado por cuatro personas: dos dedicadas
al estudio de la botánica y otras dos al dibujo de las plantas recolecta
das, todas ellas bajo la dirección del sueco Lófling. Entre las consignas
secretas de la expedición estaba el hallazgo de los bosques de canela
que ya habían apuntado en aquellos lugares los cronistas de Indias des
de Fernández de Oviedo, pero además también deberían realizar el
examen de la calidad y las características del preciado producto. El
joven científico sueco partía con el espíritu preparado para este traba
jo, teniendo presentes las palabras que su maestro Linneo le había
hecho llegar en una carta fechada en Upsala el 2 de octubre de 1753:
285
que el discípulo de Linneo se sentía satisfecho de los resultados obte
nidos en estos primeros trabajos, como pone de manifiesto al escribir
al primer comisario de la expedición en febrero de 1755:
286
nacionalista antes aludidas, fueron causas más que suficientes para
impedir el primer asentamiento de las bases del sistema linneano en
España con vistas a lograr su generalización definitiva.
A la muerte de los botánicos Minuart (1768) y Barnades (1771) y con
las consiguientes vacantes producidas en el Jardín Botánico se puede
delimitar un período de transición para la aplicación de los dos sistemas
clasificatorios. Las plazas de estos profesores fueron ocupadas respecti
vamente por C. Gómez Ortega (1772) y por A. Palau y Verdera (1773) en
cuyas obras todavía se constata la dicotomía procedente de la etapa ante
rior. Casimiro Gómez Ortega, a pesar de que se declara partidario del sis
tema linneano, edita en el año 1773 unas Tablas botánicas de acuerdo
con el sistema de Tournefort, al tiempo que argumenta -de forma seme
jante a como lo había hecho anteriormente José Quer- que el sistema
turnefortiano es muy útil para la enseñanza. Antonio Palau y Verdera, tra
ductor de la obra de Linneo, publica en 1778 la Explicación de la filoso
fía y fundamentos botánicos de Linneo, obra que paradójicamente lleva
el siguiente subtítulo: con los que se aclaran y entienden fácilmente las
Instituciones botánicas de Tournefort. Este botánico adoptó posterior
mente el sistema linneano y no dudó en aplicarlo a la enseñanza de la
ciencia durante el período en que desempeñó la docencia en el Jardín
Botánico de Madrid. No podemos dejar de considerar sin embargo que
la aparición de ambas obras en el marco de esta institución oficialista
botánica en la España del último tercio del siglo XVIII fue decisiva para
la evolución de la nueva lengua de la botánica, en la que perdurarán las
influencias de las dos corrientes clasificadoras: la de carácter descriptivo
desarrollada por Tournefort durante el último tercio del siglo XVII y la
taxonómica desarrollada por el naturalista sueco Linneo con su capital
aportación de la nueva clasificación sistemática . Será preciso esperar a
la nueva centuria para que con la llegada a la dirección del Jardín Botá
nico del Abate Cavanilles se produzcan algunos cambios en la orienta
ción del sistema de clasificación adoptado, caracterizado en líneas gene
rales por su adscripción, con ciertos matices, al sistema linneano que se
pone de manifiesto en el plano léxico con la adopción de la nueva ter
minología por parte de los naturalistas españoles.
287
A lo largo de la segunda mitad del siglo ilustrado la Botánica des
pierta el interés de la corona y el de las figuras más representativas de
la Ilustración. También se hace patente la atención hacia esta ciencia
en las sociedades económicas de los amigos del país, creadas con el fin
de lograr una elevación del nivel de vida espiritual y material de los
españoles. La Sociedad Económica Bascongada, germen y pionera de
las sociedades que posteriormente promovería y planificaría el conde
de Campomanes, (Carande, 1976: 150) muestra especial interés por el
fomento de las ciencias útiles, entre las que sitúa a la botánica en lugar
destacado. Además al mismo tiempo no olvida ninguna de las aplica
ciones de esta ciencia útil, tales como la plantación de árboles, la agri
cultura, la economía rústica, etc. tratando de fundamentar las nuevas
prácticas agrarias con los conocimientos científicos que la botánica
puede aportar para el desarrollo de la “revolución agrícola” y de la nue
va agronomía . En el artículo IV de las Comisiones segundas de 1774
de la Real Sobiedad Bascongada de los Amigos del País, que lleva por
título: “Botánica”, un socio viajero expone el punto de partida que la
sociedad debe seguir para el fomento de esta ciencia y centra el mode
lo en Suecia:
4
Como se observa en la publicación de un discurso sobre plantación de árboles y otro
de agricultura en el Ensayo de la Sociedad Bascongada de los Amigos del País, 1766,
Vitoria, 1768. Entre las numerosas obras publicadas fuera del patrocinio de la Bascon
gada se encuentra la del capitán de Artillería Luis GARCÍA DE LA HUERTA, Discurso
físico-anatómico sobre las plantas, Segovia, Antonio Espinosa, 1790.
288
tas exquisitas de quantos he visto en mis viajes por la Suecia, la
Dinamarca, el Brandemburgo, la Saxonia, la Alemania, la Italia, la
Olanda y la Francia".
Extractos de las Juntas Generales celebradas por la Real Sociedad Bascongada de loa
Amigos del País, Vitoria, 1774, p. 59.
Extractos de las Juntas Generales celebradas por la Real Sociedad Bascongada de los
Amigos del País, Vitoria, 1777, p. 39.
289
principios que les constituyen. Estas son la historia natural y la chi-
mia. He preferido el estudio de estas facultades y he dexado el de
física para después, porque el orden exige que conozcan las accio
nes que un cuerpo tiene sobre otro, dimanadas de su naturaleza o
composición particular'7.
290
blemas que conlleva la lengua de la nueva Ciencia; no sólo en los
aspectos relativos a la precisión y validez de las denominaciones, sino
también por lo que la terminología representa como resultado de una
observación rigurosa de la realidad. Para Condorcet, la aportación de
Linneo a la Botánica constituye una “revolución” no solo para la cien
cia sino también para la historia del pensamiento humano. El progreso
de la ciencia ha de ir forzosamente relacionado con la difusión del espí
ritu científico y ésta sólo se9 puede lograr haciendo que su terminología
sea lo más precisa posible . Sin olvidar al mismo tiempo que una vez
más, estamos ante la querella entre antiguos y modernos, representa
dos aquí por descriptivos y sistemáticos (Brunot, 1966: 587).
El desarrollo y la modernización de la minería y de la industria del
hierro en el País Vasco fue uno de los puntos de mira de la Basconga-
da. Desde su fundación en 1764, la Sociedad muestra gran interés por
las nuevas tecnologías europeas y se propone importar todos los
medios que puedan hacer más eficaz y rentable la obtención de mine
rales, tales como el hierro y el acero. Esta preocupación se pone de
manifiesto en las “Comisiones segundas” donde aparece como primer
objetivo, cuando los socios tratan de hacer acopio de toda la informa
ción posible para redactar un informe:
El plan trazado para conseguirlo no pudo ser mejor. Para ello esta
blecen un proyecto a partir de los datos que les proporciona una
encuesta realizada previamente por la Sociedad en las ferrerías del País
Bascongado:
291
"A este efecto se esparció entre los Ferrones más acreditados
del País un interrogatorio en el año de 1767, de cuyas resultas se
ha hecho un resumen de las observaciones particulares que hay
acerca de las ventajas y desventajas de los métodos con que se
hace esta operación...
pero además documentan esta información con los datos que les pro
porciona la traducción del Arte de Perrerías hecha por Bouchu y Cour-
tivron, especialmente en aquellos aspectos relacionados con los fuelles
y barquines. El informe acoge también todos los datos relativos al
método de calcinar en las ferrerías que proporciona un “socio viajero”
que había visitado previamente el Obispado de Mirepoix y el Condado
de Foix, comisionado por la Sociedad.
Después de varias reflexiones y una vez confrontados los métodos
observados, se extraen las conclusiones pertinentes. De entre éstas,
destaca el encargo especial de que se pidan luces a países extranjeros
sobre todo a Suecia. Este encargo no tarda en dar sus frutos pues, como
podemos comprobar, sólo un año más tarde se publica en las mismas
“Comisiones segundas” un informe titulado: “Noticias sobre las Ferrerí
as de Suecia”. En él se exponen las enormes diferencias que hay entre
las ferrerías suecas y las vascas: “...porque no hay comparación entre
ellas y las nuestras”, aludiendo a continuación a la ubicación de las sue
cas en “bosques inmensos, por lo qual ignoran la economía del agua y
el carbón”. También se llama la atención sobre el tamaño de las ferre
rías: “cada una de ellas emplea a lo menos 500 personas, que aloja,
mantiene y hace vivir enriqueciendo al estado y al propietario”. Asi
mismo se subraya el volumen del trabajo desempeñado, al que el socio
viajero denomina trabajo en grande. Finalmente nos ofrece la descrip
ción de una de las ferrerías suecas más acreditadas, la de Sodersfars:
11 Ibid., p. 34.
292
mayor exactitud en la casa de la moneda de París) a 275 libras
peso de marco o de 16 onzas, se sigue que en cada semana se tra
bajan a poca diferencia 265 quintales machos de nuestro país.
Debaxo de un mismo techo se ven cinco hornos de refinar, otros
cinco de caldear y cinco mazos grandes parecidos a los de nues
tras ferrerías, aunque diferentemente colocados. Trabaja todo el
año, pero con mas vigor por el hibierno: se ocupan en ella más de
1200 hombres para las diversas labores de fierro: está sobre un río,
que baxando por los montes de la Noruega atraviesa la Dalecarlia
y las otras tres provincias citadas: se halla en el centro de un bos
que propio, que tiene de 7 a 8 leguas francesas de diámetro, y da
sobre 60.9 cargas de carbón: y en suma tiene la más bella dispo
sición y proporciones del mundo".
"... para viajar por los países estrangeros, para traer de estos cono
cimientos útiles a su patria, especialmente en las ciencias mineralógica
y metalúrgica: en cuyo encargo se ocupó por espacio de tres años..."
293
ción del científico Engreston que a su vez era discípulo de Cronsted.
Esto nos lleva a pensar que tal vez sea este mismo el socio de la Bas-
congada que comienza a hacer una versión española de la obra de Crons
ted. Efectivamente nos consta que la traducción al español del Ensayo de
Mineralogía de Cronsted fue comenzada por un Amigo del País y que
dicho trabajo se llevó a cabo durante la estancia del mismo en Suecia. El
autor, cuando advierte de las dificultades que encontró al tratar de reali
zar su versión, indica que ofreció el manuscrito para que fuera leído “por
Mineralogistas muy hábiles de la Academia Real de Ciencias de Suecia
que han hallado mi versión muy conforme al texto” . Pero además la pri
mera parte traducida del tratado de Mineralogía de Cronstedt fue exami
nado por las Comisiones segundas y empleado para la enseñanza de esta
disciplina en el Real Seminario de Bergara, como ponen de manifiesto los
socios en sus cuartas comisiones. Gracias a las traducciones de los textos
de mineralogía y metalurgia llegan a España durante la segunda mitad del
siglo las nuevas ideas y los nuevos conceptos que llevan aparejada la
entrada de nuevas voces portadoras del progreso científico. Es aquí don
de se produce la adopción de nuevas palabras que darán lugar a la ins
talación en la lengua de los neologismos.
Otro de los resultados de la colaboración entre la siderurgia sueca
y la Sociedad Bascongada se hace evidente en el año 1779 con la incor
poración como socio extranjero de Salomón von Stockenstrón (1751
1811), director de las fábricas reales de hierro en el Real colegio de
Estocolmo de Suecia. De él nos da cumplida noticia Montserrat Gárate
Ojanguren en su trabajo sobre “Los cambios tecnológicos de la side
rurgia vasca”.
La Real Sociedad Bascongada había dotado las cátedras de quími
ca, de metalurgia y de mineralogía para el proyectado estudio en el
Seminario de Vergara gracias a la protección real. Esta es una de las
razones por la que los socios de la Bascongada se proponen la tarea
de establecer relaciones de carácter científicas y tecnológicas con Euro
pa; para ello designan a Antonio María de Munibe y a José Javier de
Eguía, que ya en 1775 están en París siguiendo cursos de física y quí
mica en calidad de comisionados por la Sociedad.
294
Durante el último tercio del siglo XVIII, se sitúa en la Sociedad
Bascongada otro foco importante de irradiación de las ideas científicas
suecas hacia España, se trata de la aportación científica de Tobern Olof
Bergman (1735-1784). Gracias a las investigaciones publicadas (Gálvez-
Cañero, 1933, Whitaker, 1951, Stig Rydén, 1963, Leandro Silván, 1983)
conocemos la actividad científica de los hermanos Elhuyar en el cam
po de la química y de la mineralogía y su colaboración con el maestro
sueco Bergman. En el año 1779 tenemos noticias de un primer proyecto
de estancia de los hermanos D’Elhuyart en Suecia. Después de haber
realizado durante el invierno del 79 varios estudios en el Instituto meta
lúrgico de Freiberg (Sajonia), se proponían partir en el mes de marzo
de 1780 hacia el reino de Suecia para reconocer las minas y las fábri
cas de hierro .
Sin embargo, informaciones confusas acerca del viaje de dos per
sonas a Suecia ha llevado en algún momento a pensar que estos habrí
an podido ser los dos hermanos. Stig Rydén confirma que durante la
mitad del año de 1782 el socio pensionado Juan José de Elhuyart (1754
1796) siguió un curso de Química Avanzada en la Universidad de Upsa
la con el profesor Bergman. La prueba irrefutable son los apuntes del
curso que se han conservado en un manuscrito de la Biblioteca Nacio
nal de Bogotá (Román Polo: 1998: 620). Estos apuntes constituyen un
documento de capital importancia, porque al tiempo que transmiten la
doctrina química mineralógica de Bergman, también ponen de mani
fiesto la estrecha relación de maestro y discípulo que mantuvieron
ambos científicos. Este mismo investigador también nos proporciona
otros datos adicionales que vienen a confirmar la teoría anterior, al
demostrar de una parte que Juan José de Elhuyar llegó a Suecia en
compañía de un francés, presidente de la “Chambre des comptes” de
Dijon, de nombre Virly o Virely, al que se refiere Scheele como “gran
amante de las ciencias y las artes”. Y de otra parte nos recuerda ade
más que por las mismas fechas Fausto de Elhuyar ya se encontraba en
Bergara para tomar posesión de la cátedra de mineralogía que había
sido creada recientemente en el Seminario Patriótico. Del paso de Juan
José Elhuyar y de su compañero francés por las instituciones tenemos
295
algunos datos proporcionados por los comentarios que de ellos hicie
ron, entre otros, el químico Scheele, cuando a propósito de la estancia
de ambos en la ciudad de Kóning, escribe en una carta a su colega
Bergman: “Los señores extranjeros estuvieron dos días conmigo; me fue
muy grato de veras conversar con ellos sobre asuntos químicos; y es
que no eran nada inexpertos en la materia”.
El pequeño de los hermanos Elhuyar regresó a España en el oto
ño de 1782, después de una gira que lo llevó por tierras de Noruega.
Los experimentos que más tarde condujeron al descubrimiento del wol
framio se debieron empezar, por tanto, poco tiempo después, porque
ya al año siguiente, es decir, en 1783 los dos hermanos dieron a la luz
el resultado, publicado en los Extractos . Donde se revelan como
auténticos terminólogos cuando con enorme sensibilidad lingüística
exponen su preocupación por el empleo correcto en español del neo
logismo con el que denominan al nuevo elemento químico:
296
La correspondencia entre Fausto de Elhuyar y Bergman comienza
después de que Juan José saliera de Vergara hacia Cádiz, de donde zar
pó el 8 de julio de 1784 con rumbo a América del Sur, y allí permane
ció hasta el fin de sus días.
El intercambio epistolar entre los dos científicos da testimonio,
además de las descripciones de la tarea investigadora llevada a cabo
por los Elhuyar, de otros detalles que tienen interés para la historia de
la lengua española. Fausto comunica a Bergman su inquietud por cono
cer la lengua sueca; la considera imprescindible para poder consultar
la bibliografía científica de su momento, sobre todo las obras que se
publicaban frecuentemente en las Memorias de la Academia de Esto
colmo. También le pide a su colega sueco que le envíe un buen dic
cionario y una gramática de su lengua, sugiriéndole que las equivalen
cias del diccionario puedan estar en alemán, inglés, francés o latín.
Todo esto nos demuestra su amplio conocimiento de las lenguas de
cultura, imprescindibles para la acuñación de las nuevas voces de la
lengua científica.
En una segunda carta escrita seis meses más tarde, podemos com
probar que para redondear el total del importe de los libros solicitados
en la carta anterior, le pide a Bergman que le envíe la Mineralogía de
Cronsted en sueco. Este dato viene a confirmarnos que aquel primer
intento -aludido antes- de traducir la obra de Cronsted en la Sociedad
Bascongada no llegó a buen fin. Lo que una vez más nos confirma la
posibilidad de que el malogrado traductor no fuera otro que Ramón Ma
de Munibe, muerto prematuramente en 1774.
En la redacción del Análisis químico del wolfran, dejan patente su
enorme preocupación por la precisión lexicológica, debido fundamen
talmente a la agudeza que muestran cuando designan los nuevos con
ceptos, y de una manera especial al describir los fenómenos debidos a
la oxidación de la sal ferrosa por la sal mangánica, cuando emplean
con toda propiedad voces como: edulcorar, residuo, ensayar, diso
lución, precipitado, etc.
La llegada de los neologismos de la ciencia hasta el español del
siglo XVIII va unida a la introducción de las innovaciones científicas y
tecnológicas en nuestro país. El proceso de denominación de los nue
vos conceptos se realiza unas veces adaptando los extranjerismos que
llegan desde otras lenguas ajenas a la nuestra como, por ejemplo:
297
tungsteno del sueco; wolframio o feldespato desde el alemán; o coque
del inglés; sin embargo otras veces los tecnicismos se acuñan dentro
del sistema de la propia lengua, (Gómez de Enterría, 1998: 298-301) a
partir de las formaciones cultas griegas: pelargonio, periantio, antera,
parénquima, galena, siderotechnia, metalurgia, y latinas: polen, radícu
la, involucro, cohesión, ductilidad, friable, fundente, acerería, etc.
298
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CARANDE, R. (1976) “El despotismo ilustrado de los amigos del país” en Sie
te estudios de historia de España, Barcelona, Ariel.
WHITAKER, M.E. (1951) “The Elhuyart Mining Missions and the Enlightement”,
en Hispanic-American Review, 31, 557.
299
Pedro Abat y la introducción de
las ideas de Linneo en la regia sociedad
de medicina y demás ciencias de Sevilla.
Cinta Cantería
UNIVERSIDAD DE CÁDIZ
301
así como de un Socio Botánico que además de ocuparse del mismo
impartiese lecciones sobre esta ciencia . Pero la falta de espacio impi
dió que esta disposición se cumpliese plenamente hasta que en 1771
trasladó su sede al Colegio de San Gregorio de los Irlandeses. Por ello,
a pesar del intento en 1766 de crear un Jardín Botánico en la sede de
la calle Levíes, no fue hasta 1776 cuando salió a concurso la plaza de
Socio Botánico y cuando se puso en marcha un Jardín que llegó a ser
el segundo de España en importancia .
En 1734 el Presidente de la Regia Sociedad de Medicina y demás
Ciencias de Sevilla en los últimos cinco años, José Cerví, fue nombrado
además Presidente de la Real Academia Médica Madritense, que recibió
sus estatutos en 1734 de mano de Felipe V, aunque sus orígenes se
remontan a las reuniones que desde 1731 se celebraban en la botica de
José Ortega, de las que en 1733 surgió la Tertulia Literario-Médica-Cbi-
rúrgico-Farmaceútica. A este ilustre socio, Cerví, deben tanto la Aca
demia de Madrid como la de Sevilla el impulso dado en ellas a la Botá
nica y la creación de sus respectivos Jardines Botánicos, pues a su plu
ma respondían en realidad las ordenanzas de ambas instituciones.
Por razones de proximidad a la corte, la Academia de Madrid
pudo contar antes con terrenos para su Jardín Botánico, de tal modo
que en 1755 Quer fue nombrado Director del mismo. Este botánico
seguía para sus cursos el sistema de Tournefort, del mismo modo que
lo había hecho con anterioridad desde 1737 José Ortega al encargarse
de la docencia de la Botánica en esa Academia. Y también el mismo
método fue seguido por el primer botánico del Jardín sevillano, Anto
nio Ramos , que mantuvo estrecha relación con el Jardín Botánico de
2 Estas ordenanzas obligaban a que la Sociedad “...se junte a los actos botánicos que
se hubieran de hacer de las plantas correspondientes a las varias estaciones” (Ord. IV,
Cap. VII), y especificaban igualmente que “...debe haber en la Sociedad un jardín de
todas las plantas medicinales, por lo que tiene S.M. (q.D.g.) mandado haya un profe
sor botánico...que vaya haciendo una obra de esta materia y se escribirá en el idioma
español... y debe ir un rato por la mañana y tarde igual a lo dispuesto para el anató
mico”. Cf. A. HERMOSILLA MOLINA: Cien años de medicina sevillana. Sevilla, CSIC,
1970. P. 165.
3 A. HERMOSILLA MOLINA: Op. Cit., pp. 166 y ss.
4 Sobre este botánico, cf. Francisco DE LAS BARRAS Y DE ARAGON: “El botánico don
Antonio Ramos, fundador de la Real Sociedad de Medicina de Sevilla”. En Boletín de la
302
Madrid. Aunque tenemos ya algún dato de que este último al menos
tuvo en sus manos como material docente el libro de Palau Explicación
de la Filosofía y los Fundamentos Botánicos de Linneo, una excelente
adaptación de ambas obras del botánico sueco hecha en castellano por
Palau en 1778, y que el mismo autor había regalado a la Regia Socie
dad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla, de la que era Socio
Honorario. Pero según parece, Ramos carecía de dotes teóricas, y sus
conocimientos se limitaban a algunas nociones del sistema de Tourne-
fort. Y de hecho, la Regia Sociedad lo mantuvo sólo provisionalmente
en el cargo a la espera de encontrar un Botánico mejor, sin recibirlo
como miembro de pleno derecho.
Despedido Antonio Ramos, fue nombrado director interino del Jar
dín el Vicepresidente de la Sociedad, Bonifacio Juan Jiménez de Lorite,
que no era Botánico ni Farmaceútico, sino Catedrático de Medicina. El
Jardín no se perdió gracias a los cuidados de Juan Espino, el jardinero,
de tal modo que cuando en 1783 Carlos III concedió una nueva dota
ción para la institución, pudo restablecerse el cargo de Socio Botánico
sin que hubiese habido grandes desórdenes .
En esa fecha, el Secretario de la Regia Sociedad, con la intención
de encontrar un buen Botánico, se dirigió al Secretario de la Academia
de Barcelona, José Ignacio Samponts, para que le recomendase alguna
persona para el puesto. El 28 de Julio de 1784 este último contestó
diciendo que ningún botánico de Barcelona quería desplazarse a Sevi
lla por un sueldo de cuatrocientos ducados, pero que había encontra-
Real Sociedad Española de Historia Natural. Tomo XVIII. Madrid, 1918; y también, del
mismo autor, “Don Antonio Ramos y el Jardín Botánico de Sevilla”, en Los naturalistas
del distrito universitario de Sevilla. Sevilla, Imprenta de la Gavidia, 1945, pp.8-16.
5 “Hoy Ia de abril comienzan en el Jardín Botánico de la Real Sociedad Médica de Sevi
lla las lecciones especulativas o Philosóphicas. Creo que se dan por el librito del Sr.
Palau, su segundo de Vm. El que las ha de dar (D. Antonio Ramos) es excelente empí
rico, pero cortísimo sistemático: algo conoce el sistema de Tournefort; pero nada
más...” Carta de D. Cándido María Trigueros a a Gómez Ortega, citada por Francisco
DE LAS BARRAS Y DE ARAGÓN en Cartas y noticias sobre el estudio de la Historia
Natural en Andalucía. Sevilla, Sobrinos de Izquierdo, 1918, p. 8.
6 La Botánica en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. Discurso de recep
ción del Académico Electo limo. Sr. Dr. D. Benito VALDÉS CASTRILLÓN. Contestación
del limo. Sr. Dr. D. Antonio HERMOSILLA MOLINA. Sevilla, Real Academia de Medici
na, 1992. P. 42.
303
do “...en la villa de Igualada a D. Pedro Abat, boticario, el que, según
me han informado, está bien instruido en el sistema de Linneo y en lo
más moderno de la Botánica...Don Antonio Palau, segundo catedrático
de botánica de Madrid lo conoce...”.
Pero la Sociedad sevillana acabaría asignando la plaza a Juan de
Cuéllar, un botánico de Madrid al que habían recomendado tanto
Gómez Ortega como Palau. No obstante, no llegó nunca a incorporar
se, porque fue contratado por la Compañía de Filipinas, desde donde
desempeñó una considerable labor enviando al Jardín Botánico de
Madrid semillas, dibujos, descripciones y observaciones. Así que la
Sociedad volvió a deliberar, y el 1 de febrero de 1786 aprobó por una
nimidad el nombramiento de Pedro Abat (también conocido por Don
Pedro Abad), que tomó posesión el 19 de octubre de ese mismo año
para desempeñar su labor hasta el año de su muerte, en 1800 .
Pedro Abat habría de ser un excelente Socio Botánico por su gran
des conocimientos de esta ciencia, contribuyendo de modo decisivo a
dar un impulso científico a la Botánica dentro de la Sociedad. Pues era
a la vez un botánico teórico y práctico, y conocía al dedillo no sólo la
mejor y más variada bibliografía del momento, sino toda la flora espa
ñola, siendo capaz de identificarla sin ninguna ambigüedad y de deter
minar los usos médicos de todas las plantas. Como puede constatarse
por el contenido de sus disertaciones presentadas a la Regia Sociedad,
' Cit. en A. HERMOSILLA MOLINA, Cien años de medicina sevillana, p. 172, y en “Don
Pedro Abat”, en Francisco DE LAS BARRAS Y DE ARAGÓN: Los naturalistas del Distri
to Universitario de Sevilla, p. 18.
8 “Don Pedro Abat debió fallecer el 6 de noviembre de 1800, según consta en el libro
de cuentas de la Sociedad, en que figuran sin interrupción las libranzas a su favor has
ta el año de 1800, pero quedan interrumpidas a fines de este año, y aparece en el año
siguiente que “En 23 de abril (1801) se despachó libranza a favor de la viuda del Sr.
Abat de setenta y dos reales por los seis primeros días de noviembre”; debió, pues,
fallecer en dicho día 6 del año 1800, probablemente de la epidemia reinante a la
sazón”. Francisco DE LAS BARRAS Y DE ARAGÓN: “Don Pedro Abat”, en Los natura
listas del Distrito Universitario de Sevilla, p. 26.
9 “Demostración botánica hecha sobre cuatro plantas tomadas en el Jardín Botánico
de la Sociedad (1787); “Discurso preliminar sobre el origen, progresos y necesidad
de la Botánica, para dar principio a las lecciones de esta ciencia” (1788a); “Demos
tración botánica de algunas plantas del Jardín de la Real Sociedad de Medicina”
(1788b); “Discurso botánico en defensa del sistema sexual de Linné vindicándolo de
304
era seguidor de las ideas botánicas de Linneo, cuyo sistema de clasi
ficación introdujo en el Jardín Botánico sevillano con anterioridad a
que fueran plenamente aceptadas en el Botánico de Madrid, y las teo
rías del cual difundió y defendió en sus disertaciones.
Es cierto que para entonces el sistema de Linneo había recibi
do en España un gran respaldo institucional. En 1751 Pehr Loefling,
su discípulo predilecto, había llegado a España para explicar Botá
nica en Madrid, solicitado por Fernando VI, y en 1778 la Corona
habría de imponer como libros de texto de Botánica en todos los
centros del país los del botánico sueco, una circunstancia esta a la
que, como veremos, apelará Pedro Abat para hacer valer su defen-
305
sa del mismo'1. Pero no fue hasta finales del siglo cuando sus ideas
acabarían imponiéndose a los botánicos prácticos, en general más
atraídos por el sistema de Tournefort.
A principios del XVIII, los botánicos españoles seguían mayorita-
riamente este método clasificatorio. La introducción de las ideas del
médico francés del s. XVII tuvo lugar fundamentalmente a través de los
botánicos catalanes, fundamentalmente Salvador, Quer y Minuart, que
se trasladaron a Madrid y difundieron desde allí este sistema. Cuando
en 1755 José Quer fue nombrado Director del Jardín Botánico de
Madrid en su primer emplazamiento, impartió sus cursos de Botánica
siguiendo los principios de clasificación de Tournefort, dando así con
tinuidad a lo que había hecho con anterioridad a él José Ortega dentro
de la misma Academia, como ya hemos indicado. Pero a diferencia de
Ortega, José Quer era visceralmente anti-linneano. Y aunque algunos
han querido interpretar su obstinado aferramiento a las tesis de Tour
nefort como un terco antagonismo personal con Pehr Loeffling , más
bien parece que Quer viese en el avance de las tesis botánicas de Lin-
neo un ataque a su propia prestigiosa posición en el seno de los botá
nicos españoles, dada la identificación que él mismo había tenido con
el sistema del primero. Y así lo entenderá Pedro Abat, que vindicará a
Linneo frente a las calumnias de éste en sus disertaciones en la Regia
Sociedad sevillana.
También Casimiro Gómez Ortega, Director igualmente del Jardín
Botánico de Madrid, se inclinó en principio hacia el método de Tour
nefort, publicando unas tablas botánicas, sucesivamente en latín (1773)
y en castellano (1783), en las que resumía la complejidad de este sis
tema. Entre Quer y Gómez Ortega, Miguel Barnades, socio honorario
" “Sin embargo, para evitar en lo posible la confusión y atraso que pudiera causar en
la Botánica semejantes divisiones, tiene Linneo entre nosotros ganada la victoria. Pues
a pesar de cuanto Quer procuró deprimirlo, y elevar a Tournefort, ha mandado S.M.M:
que en todos sus dominios de España e Indias se enseñe la Botánica por el sistema de
Linneo”. P. ABAD: “Discurso Botánico en continuación de la defensa del sistema sexual
del Caballero Linneo”, en Memorias Académicas de la Real Sociedad de Medicina y
demás Ciencias de Sevilla. Tomo IX , 1791. Extractadas por el Académico Bonifacio
Juan JIMÉNEZ DE LORITE. P. 455.
Cf. La Botánica en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, p. 44.
306
de la Regia Sociedad sevillana y que sustituyó a José Quer en la Direc
ción del Jardín Botánico de Madrid, había traído aires diferentes al pro
poner en sus Principios de Botánica alternativas al sistema de Tourne-
fort, adoptando un sistema natural que, iniciado por Adanson (1763) y
Jussieu (1789) y desarrollado posteriormente por De Candolle (1813),
acabaría desplazando en el XIX al sistema sexual de Linneo.
En 1783 Gómez Ortega se mostraba ya claramente partidario de
la utilización de los dos sistemas, el de Tournefort, más sencillo, en
su opinión, para los principiantes, y el de Linneo, más recomendado
para los doctos avanzados. Y es que Gómez Ortega y Palau, segun
do Catedrático de Botánica del Jardín de Madrid, habían preparado
juntos varios cursos de botánica basados en las obras de Linneo Fun
damenta Botánica (1736), Philosopbia Botánica (1751) y Systema
Naturae (1759): fue el publicado como Curso Elemental de Botáni
ca Teórico y Práctico. Dispuesto para la enseñanza en el Real Jardín
Botánico de Madrid (1785). Hay que recordar que ambos botánicos
eran además socios honoríficos de la Sociedad sevillana.
En 1778 Palau había publicado ya su Explicación de la Filosofía
y Fundamentos Botánicos de Linneo, con las que se aclaran y entien
den fácilmente las Instituciones botánicas de Tournefort. Asso, en
1779, había utilizado el sistema de Linneo en su Synopsis stirpium
indigerarum Aragoniae. En 1788 Pedro Abad defiende la primera de
sus disertaciones reivindicando el sistema linneano en la Regia Socie
dad de Medicina de Sevilla: el Discurso preliminar sobre el Origen,
Progresos y necesidad de la Botánica para dar principio a las leccio
nes de esta ciencia; y en 1789 y 1791 respectivamente, las ya clara
mente defensivas del botánico sueco Disertación botánica en la que
se defiende el sistema sexual de Linné vindicándolo de las infunda
das proposiciones esparcidas en varios escritos modernos de Botáni
ca y Discurso botáncio en continuación de la defensa del sistema
sexual del caballero Carlos Linneo. Fue con posterioridad cuando
Cavanilles publique Icones et Descriptiones Plantarum, quae aut
sponte in Hispania crescunt, aut in hortis Hospitantur 0791-1801), y
Casimiro Gómez Ortega los cuatro volúmenes de su Novarum aut
rariorum Plantarum Horti Reg. Matrit. Descriptionum Decades, cum
nonnullarum iconibus (1797-1800), utilizando ambos el sistema de
clasificación linneano.
307
Así pues, cuando Pedro Abat se hace cargo del Jardín Botánico de
Sevilla en 1786, el sistema de Linneo aún cuenta con muchas resistencias
en nuestro país. Fundamentalmente por la negativa de Quer a aceptarlo
y su gran influencia sobre muchos botánicos españoles, y ello a pesar de
la divulgación que le había dado Palau. La tendencia general era a acep
tar todo lo más las tesis de Linneo en el plano teórico pero no aplicarlas
en el práctico por considerarla más complicadas que las de Toumefort. La
labor de Pedro Abat en la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla consis
tirá precisamente no sólo en defender las tesis de Linneo, sino en demos
trar su utilidad aplicadas a la práctica. En las Memorias de la Regia Socie
dad encontramos trece disertaciones botánicas suyas en este sentido.
El clima para la defensa de las ideas de Linneo era, como ya se ha
indicado, propicio institucionalmente. La propia Regia Sociedad mantenía
relaciones con la Academia Médica de Estocolmo, de la que se recibió car
ta en latín de su secretario, Adolfo Modeer, para establecer un intercambio
de insectos y plantas, facilitando una lista de las clases que esa Academia
poseía y las que se solicitaban . Lamentablemente esta carta ha desapare
cido de los fondos de la Academia sevillana, porque sería interesante estu
diar qué sistema de clasiflciación se empleaba en ella. La tradición soste
nía además que el embajador de España en Suecia, Marqués de Grimaldi,
se habría dirigido a instancias de José de Carvajal y Lancaster, Ministro de
Estado de Femando VII, al propio Linneo para proponerle que viajara a
Madrid para que se ocupase de la enseñanza de la Botánica y al estudio
de la flora española. Sea como sea, lo cierto es que su mejor discípulo Pehr
Loeffling vino, como ya hemos visto para cumplir ese cometido .
No hay que olvidar que las posesiones españolas en el Nuevo
Mundo reclamaban una aplicación utilitaria de la Botánica con vistas a
la explotación y comercio de sus enormes recursos, tanto en maderas
como en plantas medicinales o especias. Por ello no es de extrañar el
308
gran empeño puesto en recoger científicamente las floras de todas las
posesiones de la Corona. En este sentido, incluso la Regia Sociedad de
Medicina de Sevilla había encargado en 1737 a Diego Valdés, médico
de La Habana, una descripción de los tres reinos naturales de la isla de
Cuba desde la perspectiva de los efectos que producían en la salud
humana. En ello se adelantó a la expedición que en 1754 envió la Coro
na, con Pehr Loeffling a la cabeza, para estudiar los productos natura
les de la región del Orinoco. Ya hemos visto, además, cómo otro botá
nico, Cuéllar, que tenía que haber ocupado el cargo de Director del Jar
dín Botánico de Sevilla, fue contratado por la privada Compañía de Fili
pinas para desarrollar su labor en esas islas, con vistas a fines comer
ciales. La Botánica estaba, pues, en alza en España, y la Corona se
encontraba sumamente interesada en homogeneizar su nomenclatura.
Fue así como el rey impuso con libros de texto para los estudios
botánicos en España los de Linneo. Y Pedro Abat utilizó como argu
mento la orden real para introducir en el Jardín Botánico de Sevilla en
1786 el sistema taxonómico de Linneo. Una tarea que a este botánico
no le supuso ningún esfuerzo, porque no sólo conocía a la perfección
las obras del botánico sueco, sino que era capaz de llevarlas a la prác
tica y de mostrar su aplicación tomando como laboratorio empírico el
propio Jardín Botánico de Sevilla. Y ello para provecho de la juventud
309
que se iniciaba entonces en esta ciencia, a quien fundamentalmente
iban dirigidos sus cursos en la Regia Sociedad, quizá por encontrar algo
más de resistencia en los Socios.
Un año antes de la llegada de Abat, en 1785, el Socio Domínguez
Rosains había criticado a Linneo en su disertación botánica “Si en solo
el Reino Vegetal se halle remedio para todas las enfermedades” por
haber ignorado en su Bibliotbeca Botánica la obra de los españoles
Acosta, Monardes, Lobera y Sorolla. Y este dato no es anecdótico. Pare
ce ser que muchos botánicos españoles se sintieron molestos por la
descalificación que Linneo había hecho de nuestro país argumentando
por desconocimiento que en él nada se había hecho en esta ciencia.
De hecho, Pedro Abat recoge, como veremos, esta reserva en su defen
sa del botánico sueco .
Pero además del honor herido nacionalista, al sistema de Linneo
se le hacían otras objeciones. Y Abat consideró que debía salir como
Director del Jardín Botánico de Sevilla a rechazarlas. Dice así el Secre
tario de la Regia Sociedad: “Luego que el Señor Abad fue admitido en
su calidad de Profesor Botánico de la Sociedad, hizo un discurso en
que no sólo demostró los progresos y utilidad de las ciencias de las
plantas, sino que estableció que el sistema botánico más perceptible y
proporcionado para la instrucción de la juventud era el del esclarecido
Físico, Médico y Botánico el caballero sueco Carlos Linné, al que llamó
sexual, porque manifestó residir esta nota distintiva en casi todo géne
ro de plantas, y como la principal obligación de este empleo sea la
enseñanza pública de esta profesión poco cultivada en este país, la
Sociedad, accediendo a su propuesta, se avino a que instruyese por
dicho sistema. Esto supuesto, parece que en justificación de esta reso
lución, no sólo se hallaba dicho Profesor en la necesidad de entablar
su escuela según los principios linneanos, sino defenderlo, como adop
tado ya por tan erudito congreso a su influencia, de cuales notas, defec
tos o insultos infundados que se hallen estampados en los escritos de
esta materia contra el enunciado y predilecto sistema sexual. Conduci
do por estos principios, emprende el señor Abad en esta memoria la
“...Hasta nuestra España, que tan injustamente ha padecido la nota de inculta en esta
línea, como insinúan las inconsideradas expresiones de Linneo y otros...”. Idem, p. 8.
310
vindicación, y hallando en la obra del erudito Don Joseph Quer o Flo
ra Española, la principal y más obvia por estar en nuestro idioma patrio,
no una sino muchas claúsulas que hacen poco honor al adoptado sis
tema de Linné, se la propone como objeto de su apología...” .
Pedro Abat comienza esta apología reconociendo el lugar central
desempeñado por Quer en la botánica española (llega a llamarlo nues
tro Colón en esta ciencia), un dato a tener en cuenta a la hora de valo
rar en qué medida su autoridad moral y científica hubo de contribuir a
frenar la incorporación a la botánica española de las ideas de Linneo.
Pero pasa a objetarle enseguida el haberse dejado llevar por la viscerali-
dad y haber tratado con más pasión que justicia el sistema de este últi
mo. Y ello por dos causas probables, según Abat: su adhesión “política”'9
(hoy llamaríamos escolástica) inquebrantable al sistema de Tournefort, y
el orgullo nacionalista (“...porque la inclinación nacional lo arrebató con
este autor por hallar estampada en sus obras aquella nota indecorosa de
tratar a la nación española injustamente de bárbara en esta materia” ).
Y del mismo modo que Govan defendió las ideas de Linneo de las
calumnias de Lamarck, y que Palau hizo lo mismo con las del Conde
Buffon, y otro sabios alemanes hicieron lo propio con otros de su mis
ma nación, dicen las Memorias , Pedro Abat, tomará sobre sí la tarea
” “Discurso botánico en defensa del sistema sexual de Linné, vindicándolo de las infunda
das proposiciones esparcidas en varios escritos modernos de botánica”. “Su autor, Don
Pedro Abad, Socio Botánico Titular de la Sociedad y correspondiente del Real Jardín Botá
nico de Madrid”. En Memorias Académicas de la Real Sociedad de Medicina y demás Cien
cias de Sevilla. Extracto de las obras y observaciones presentadas en ella, hecho de su orden
por Don CarlosJosefZapata, Socio Médico de Número y Secretario de Extractos. Sevilla, 1789.
Tomo VIII, pp. 226-227. Este tomo VIH de la Memorias de la Academia estuvo inédito en
versión manuscrita hasta que casi dos siglos después viera la luz en Sevilla en Ediciones
Guadalquivir por decisión de la Academia. Agradezco al Académico Numerario Biblioteca
rio de la Real Academia de Medicina de Sevilla, Dr. José María Montaña y Ramonet que
me regalase un ejemplar de la magnífica edición de ese tomo de las Memorias.
18 “Discurso botánico en defensa del sistema sexual de Linné...”, 228.
19 “Discurso botánico en continuación de la defensa del sistema sexual del caballero Car
los Linneo”, en Memoria Académicas, IX, 1791.Pp. 452, 454-455.
20 “Discurso botánico en defensa del sistema sexual de Linné, ...”, p. 229.
21 “Discurso botánico en continuación de la defensa del sistema sexual del caballero Car
los Linneo”, p. 450.
311
de vindicar a Linneo contra la severa crítica de José Quer, verdadero
obstáculo a la introducción de su sistema en nuestro país. Pues dejar
dicha crítica sin desmontar “...puede ser muy perjudicial a la juventud
estudiosa” , por lo que es preciso “...evitar en lo posible la confusión
u atraso que pudieran causar en la botánica semejantes divisiones” .
En su disertación Discurso botánico en defensa del sistema sexual
de Linné, vindicándolo de las infundadas proposiciones esparcidas en
varios escritos modernos de Botánica Abat emprende una sistemática
defensa del sistema linneano frente al de Tournefort, principalmente
desde el punto de vista de la demostración del mayor potencial expli
cativo y sistematizador del primero, y por lo tanto, de su utilidad para
el avance de la Botánica. Pero también saliendo al paso de otras calum
nias vertidas contra Linneo por Quer, como la de que todo su sistema
no era más que un plagio de Jussieu y del propio Tournefort, ante lo
cual Abat no duda en echar mano de los biógrafos del botánico sueco
y de la correspondencia de Boerhaave, entre otros, para dejar bien sen
tadas las circunstancias de su trayectoria intelectual.
Y, así, acaba concluyendo: “...pero no es conforme esta noticia
con las más circunstanciadas de los últimos historiadores de la vida
de Linné, pues afirman fue muy corta su mansión en dicha capital
(París), y sólo consta que registró los herbarios de Tournefort y Vai-
llant, examinando las especies de Orchis o Satyrienes que había en el
de éste, además de ser especie sobre que guardan los historiadores el
más alto silencio, y está la presunción de los hechos de su vida en
contra, siendo igualmente averiguado que cuando llegó a París, ya
había sido recomendado con exageración por Boerhaave a Cliffort,
quien por esto le hizo cargo de la dirección de su famoso jardín botá
nico, y ya había herborizado en la Laponia, leído botánica en Upsa-
la, y últimamente merecido la calificación de su mérito en esta profe
sión, que se halla en carta escrita por Boerhaave a Hans Sloane, pri
mer médico del Rey Jorge II de Inglaterra, y digno sucesor del gran
Newton en la presidencia de la Real Sociedad de Londres, pues le
Ibidem.
23 “Discurso botánico en continuación de la defensa del sistema sexual del caballero Car
los Linneo” p. 455.
312
dice: quien os vea juntos verá dos hombres que apenas se hallarán en
todo el orbe; y la última prueba de su capacidad en botánica anterior
a su viaje a París es haber ya dado a la prensa su Bibliotheca Botáni
ca, sus Fundamentos Botánicos, la Flora de Cliffort, la Flora Laponi-
ca, la Critica Botánica, con las clases de las plantas y el método
sexual, de que claramente se convence no se pondría a ser discípulo
quien era tan maestro, y sólo un deseo de conferir y tratar con los
24
sabios de aquella corte pudo moverlo a hacer otro viaje” .
Pedro Abat da en esta disertación no sólo la referencia bibliográfi
ca completa de cada obra de Linneo, sino también del resto del mate
rial utilizado en sus argumentaciones. Pone así al servicio de cualquie
ra comprobar la veracidad de sus tesis a favor del botánico sueco. De
todas maneras, el mejor método para decidirse entre uno y otro siste
ma le parece comprobar en la práctica la utilidad científica de uno y
otro. Y es esto lo que recomienda a los jóvenes dispuestos a instruirse.
Porque Pedro Abat hace un llamamiento a los jóvenes andaluces a salir
del ocio y comenzar a trabajar en una ciencia con la que “ya con ante
rioridad el suelo de la tierra esta tierra se vio ennoblecido”. Y por ello
cita en su disertación Discurso Preliminar sobre el Origen, Progresos y
necesidad de la Botánica entre los naturalistas y botánicos españoles
de los siglos precedentes “...los árabes citados por el Señor Casiri en su
Biblioteca Arábigo-Hispana del Escorial” .
En las disertaciones de este botánico catalán, dado por sevillano
en muchas enciclopedias, queda constancia del entusiasmo científico
de Abat, de su espíritu ilustrado, y de su interés por mejorar el país. Se
congratula varias veces de que la Corona se haya decidido por el sis
tema de Linneo, así como de que, igualmente, haya impuesto como
libros de texto en medicina los de Boerhaave: en ambas cosas ve un
indicio esperanzador del mejoramiento científico en España. Y del mis
mo modo queda reflejado en ellas su talante sincero, su profunda
humanidad, incluso una sensibilidad que le hizo excusarse por motivos
de salud moral del espectáculo de las obligadas anatomías.
313
De la mano del secretario de la Regia Sociedad, que probable
mente copiaría literalmente su disertación, nos dejó el siguiente retrato
de Linneo: “... un hombre en cuyos escritos habla de todo el mundo
con la mayor cortesía, y cuya vida dio el mayor ejemplo de modera
ción, pues perseguido y desacreditado y pobre en Estocolmo por el
odio implacable de Siegesbeck, jamás se quejó, ni tomó satisfacción,
aun en su mayor fortuna, y ve aquí su inocencia. Sus obras todas están
llenas de una profunda sabiduría, y en ninguna se hallará la menor
mentira: por donde quiera rebosa la verdad, en nada engaña. Ingenio
como ninguno, confiesa lo que no conoce, convida a los eruditos botá
nicos a que trabajen en adelantar lo que él no pudo. No disimula las
dudas donde no ha descubierto la certeza. Criador no sólo de un nue
vo sistema de la ciencia herbaria; sino también de un nuevo método de
escribir y hablar: discípulo de Boerhaave, el hombre más lacónico que
jamás se halla visto, supo aventajarle tanto, que excede toda exagera
ción. Sus aforismos botánicos se concibieron por el modelo de los afo
rismos médicos de su maestro; pero en ellos, y en todos los demás
escritos, es infinitamente más conciso: lo que no supo hacer ningún
otro de los que le oyeron. Este era el caballero Carlos Linneo” .
Y hasta aquí una breve síntesis de la vindicación de Linneo por
parte de Abat. Toda ella está presente en sus numerosas disertaciones
botánicas. Hasta hace no mucho contábamos además como testimonio
con su hermoso herbario, en el que todas las plantas se hallaban clasi
ficadas siguiendo el sistema de Linneo y además por el de Tournefort
y de Palau, haciendo constar las citas de cada obra, páginas, nombres
latinos de Linneo y nombres vulgares en castellano, catalán y francés,
27
las localidades de procedencia y, en muchas, su uso . A principios de
“Discurso botánico en continuación de la defensa del sistema sexual del caballero Car
los Linneo”, pp. 448-449.
27 “Estudiando el herbario de don Pedro Abat, se comprende que fue obra de su vida ente
ra, hecha con gran cariño y revelando profundos conocimientos...Las plantas de Abat están
en pliegos de papel de barba de hilo que miden 325 milímetros de largo por 225 de anchu
ra. Las marcas al trasluz que el papel presenta son varias. Una de ellas representa a un caba
llero en plaza alanceando un toro. Otros escudos diferentes: uno con la corona real enci
ma; otro con una cruz encima, un puñal en el centro del escudo y diciendo debajo: Pado,
acaso el apellido del fabricante; también algunos otros. El número de pliegos que se con
servan es de 988. Hay bastantes especies repetidas por haber dos ejemplares de la misma.
314
siglo la Facultad de Ciencias de Sevilla lo conservaba aún, como ates
tigua De las Barras, pero después desapareció durante unas décadas,
para volver a ser depositado en ella, procedente del Botánico de
Madrid, gracias a las gestiones del Prof. Emilio Fernández Galiano .
Sería interesante detallar además las circunstancias de la estancia
en Sevilla de Abat como Director del Jardín Botánico sevillano hasta su
muerte, pero la falta de tiempo nos lo impide igualmente. Baste seña
lar que no estuvo exenta de roces desagradables con los otros socios o
cómo a su muerte su viuda, Doña Cándida Canals, y sus cinco hijos fue
ron desalojados de la casa que la sociedad les había concedido y que
daron en una situación de miseria tal, que hubieron que recurrir a la
caridad de la Regia Sociedad, un triste final que no se merecía quien
Teniendo en cuenta los muchísimos pliegos que se habrán perdido en arreglos y traslados,
algunos pocos escrupulosos, no será muy aventurado calcular que el herbario de Abad
debió alcanzar a más de dos mil especies y muchos más ejemplares. En la cara anterior de
cada pliego figura de letra de nuestro botánico, en casi todos, la clasificación de la planta
por el sistema de Linneo, que es el sigue, pero también por las obras de Tournefort y Palau,
citando la obra de cada uno con sus páginas. Da la frase descriptiva de la planta según Lin
neo y tiene no pocas variedades descritas y firmadas. También da los nombres vulgares de
muchas plantas en castellano, catalán y aun en francés, lo cual hace pensar que sus pri
meros conocimientos botánicos fueran de ese origen. Además consigna las localidades
detalladas, y en muchas plantas los usos”. F. DE LAS BARRAS Y DE ARAGÓN: Los natura
listas del distrito universitario de Sevilla. Sevilla, Imprenta de la Gavidia, 1945. Pp. 20-22.
28 Si bien BARRAS DE ARAGÓN pudo todavía describir este herbario (que cuando la Uni
versidad , en el s. XIX, se incautó del Jardín Botánico de la Regia Sociedad pasó a la Facul
tad de Ciencias) Hermosilla ya no logró encontrarlo en los años 60. (A. HERMOSILLA
MOLINA, Op. Cit., p. 174.De todas maneras, había copia del mismo en la biblioteca de la
Generalitat y en el Jardín Botánico de Madrid: “Durante nuestra estancia en la cátedra de
Sevilla, en que dedicamos gran atención al herbario, hicimos sacar copia triple a máquina
de las carpetas de Abat y las ordenamos por el sistema de Linneo. Durante un viaje que
por dentro y fuera de España realizamos en 1923 (cuando ya pertenecíamos a la Universi
dad de Madrid), nos detuvimos en Barcelona, donde regalamos a la biblioteca de la Gene
ralidad una de dichas copias, acompañada de un ejemplar de nuestro trabajo sobre
Abat...Hace seis o siete años tuvimos ocasión de preguntar si a través de las vicisitudes
políticas se había conservado la citada copia y tuvimos la satisfacción de saber que existía.
Recientemente hemos enviado otra copia al Jardín Botánico de Madrid”. F. DE LAS BARRAS
Y ARAGÓN: Los naturalistas del distrito universitario..., p. 22. El Prof. José Antonio Mejía
me informa recientemente de que el herbario de Abat está nuevamente depositado en el
Departamento de Biología Vegetal y Ecología, procedente del Jardín Botánico de Madrid.
Como aún no lo he visto, no sé si es el original o la copia que hizo de las Barras y que
remitió al Botánico madrileño.
315
tanto había hecho por la academia sevillana. Y también habría que
indagar en la correspondencia que mantuvo con el Botánico madrile
ño, tanto con Ortega como con Palau, a fin de delimitar la repercusión
de su entusiasmo por Linneo, pero por ahora no parece que esto sea
posible.
De todos modos, sí sabemos que dos de sus discípulos conocie
ron la gloria. José Demetrio Rodríguez, después de estudiar con él en
Sevilla, se fue al Botánico madrileño a estudiar con Cavanilles, y llega
ría a ser en 1836 Director de este Jardín. Antonio Guzmán, por su par
te, pasó a América del Sur, donde desempeñó una brillante actividad.
José Mejía, el primero y más importante botánico de Ecuador fue dis
cípulo suyo, y recibió a través de él las enseñanzas de Abat. Humboldt
y Bonpland llegaron a conocer en Quito a Guzmán, y lo felicitaron por
la excelencia de sus descripciones y su espíritu renovador.
Finalmente, y para finalizar, una anécdota: en 1794 Ruiz y Pavón
inmortalizaron el nombre de Abat dedicándole el género Abatía, que
incluye seis especies de la familia Flacurtiáceas de América del Sur, fun
damentalmente de Perú y Brasil.
316
Cádiz y el Báltico. Casas comerciales suecas
en Cádiz (1780-1800).
317
Del mismo modo que observamos una alteración en los centros
distribuidores, la naturaleza de estas mercancías importadas del Norte
sufriría también un cambio de orientación entre los siglos XVI y XVII.
Cuando, en el siglo XVI y XVII, la demanda se inclinó hacia las mate
rias primas como los cereales, el centro de gravedad del Báltico se situó
en Dantzing; sin embargo, en el siglo XVIII la demanda se decantaría
hacia las minas y las fibras textiles por lo que los puertos más impor
tantes del Báltico pasarían a ser Estocolmo y especialmente San Peters
burgo .
En general la significación de los intercambios entre España y el
Báltico en el siglo XVIII no fue especialmente relevante. Los datos que
sobre el tráfico y el comercio entre ambos espacios tenemos proceden
de estadísticas de diferentes orígenes.
En primer lugar, disponemos de los registros del Sund, que nos
permiten conocer, con las debidas precauciones, el tráfico y el comer
cio entre el Báltico y el mar del Norte. Nos proporcionan información
sobre el número de navios, país de matrícula, puertos de procedencia
y destino, mercancías y cantidades transportadas . P. Jeannin afirma que
el tráfico por el Sund representaba el 90% de los intercambios entre
Europa Occidental y Oriental, ya que la ruta terrestre soportaba meno
res volúmenes de transporte y además era considerablemente más cara.
Asimismo, las rutas situadas más al oeste, el pequeño Belt y el gran
Belt, no afectaban al tráfico europeo, ya que el primero era utilizado
por la navegación de cabotaje y no parece que fuera empleado para
defraudar ya que era de fácil control; y el segundo, aunque tuvo gran
importancia por ser la ruta más directa para ir al oeste, hacia Noruega,
Lubeck y Rostock, sus cuentas solo se conservan para primera mitad
del siglo XVIII, y en ellas no figura ni un sólo navio procedente o con
destino a España .
JEANNIN, P.: "Les comptes du Sund comme source pour la construction d'indices
géneraux de l'activité économique en Europe (XVIé-XVIIIé siécle), Revue Historique,
CCXXXI (1964), pág. 334.
ZABALA. A: La función comercial del País Vasco en el siglo XVIII, T. II, Zarautz, 1983,
págs.20-21.
5 JEANNIN, P.: ob. cit., pág. 68.
6 ZABALA, A.: ob. cit., pág. 23.
318
Según los datos ofrecidos por Zabala la participación de los barcos
españoles en el tráfico a través del Sund fue muy modesta. Entre 1.700
y 1.783, se registraron 4.600 viajes con origen o destino en España,
frente a los 400.000 barcos que en ese mismo período cruzaron el Sund,
es decir, que sólo un 1% del tráfico afectaba directamente a España . En
contrapartida holandeses, nórdicos e ingleses aglutinaban el 75% del
tráfico total. En general, se puede afirmar que la participación total
española en el tráfico del estrecho nunca llegó a superar el 2,15%. Aun
que, hay que decir, que a lo largo del siglo se produjo un notable incre
mento de esta participación, especialmente a partir de 1.760 aproxima
damente.
Los puertos de procedencia de los navios que atravesaron el Sund
eran sobre todo del área andaluza, en concreto, y según los datos
publicados por el propio Zabala, de Andalucía salieron 681 navios, lo
que representa un 44,5% del total. El tráfico a través de los puertos
andaluces aumentaría considerablente a partir de 1.750 y especialmen
te desde 1.770. Efectivamente, hasta 1750, el porcentaje de barcos pro
cedentes de Andalucía era del 32,3%, esta proporción se incrementaría
ligeramente en la década de los setenta, de manera que hasta 1.775 los
navios de procedencia andaluza significaban el 37,3%; siendo así, que
cinco años después, al comenzar la década de los ochenta, los barcos
andaluces que atravesaron el Sund representan un 42% del total de
navios españoles. Los puertos andaluces de donde salieron estas
embarcaciones eran Cádiz, Sanlúcar, Málaga y Sevilla, sin que podamos
deslindar la importancia de cada uno de ellos. No obstante, de los datos
publicados por Zabala se deduce una escasa significación de los navi
os españoles procedentes de la bahía gaditana, que indicaría la prefe
rencia por parte de los fletadores de transportistas extranjeros, a excep
ción de la década que los setenta, en que los comerciantes gaditanos
prefirieron utilizar naves autóctonas. El que se valieran de los trans
portistas extranjeros no tiene que extrañarnos, ya que el tráfico entre el
Báltico y España estaba dominado hasta 1.750 por británicos y nórdi
cos, mientras que en la segunda mitad de la centuria los holandeses
junto con los nórdicos consolidarán su papel como transportistas de
Ibídem, pág. 41
319
mercancías españolas por el Sund, debido al conflicto semipermanente
que los británicos mantenían en esta época con España, y no a una even
tual pérdida de importancia de sus intercambios con el área báltica.
Los puertos de destino del tráfico procedente de España fueron
preferentemente Alemania, Rusia en la zona de Estonia, Letonia y
Lituania, los puertos suecos y ocasionalmente los daneses . Hasta 1.770
Dantzing y Sttetin concentraron el 50,33% y el 32% respectivamente de
las travesías. A partir de entonces, aumentará considerablemente la par
ticipación de los puertos rusos, y sobre todo de San Petersburgo. El res
to de los destinos se reparten entre Lubeck, Wismar, Bremen, Narva,
Rostock, Copenhage y los puertos suecos y fineses que la tabla no
especifica.
Por lo que concierne al comercio, las estadísticas que se elabora
ron por parte de España y de algunos estados del norte, como Suecia,
arrojan alguna luz sobre los intercambios. En primer lugar, disponemos
de los datos publicados por Matilla Tascón sobre el estado de nuestra
balanza comercial
9
a finales del siglo XVIII, y concretamente para el año
1.792 y 1.795 , así como de estadísticas parciales de gran interés para el
año 1792 referidas al reino de Galicia. A través de estas balanzas, es
posible deducir algo que ya se observa en los datos del Sund, y es que
la participación española en el comercio del Norte a finales del siglo
experimentó un aumento notable, al tiempo que logró reducir el défi
cit en los intercambios con aquella zona.
Respecto al comercio con Suecia, en 1792 y 1795 la balanza comer
cial le fue favorable. En 1792 las importaciones procedentes de allí
ascendieron a 9 747.407 reales de vellón, mientras que las exportacio
nes españolas no superaron los 581.659 reales de vellón. Tres años más
tarde las relaciones comerciales entre ambos estados se habían intensi
ficado favorablemente para España, tal y como reflejan los números de
la balanza de 1.795. En este año las importaciones procedentes de Sue-
320
cia se estimaban en 4.750.960 reales de vellón, y las exportaciones
españolas en 1.556.688 reales, lo que significaba una pérdida anual
para España de 3.194.496, frente a los 9.165.748 reales de vellón de
1792. No obstante este déficit era muy inferior al que nuestro país man
tenía con otros estados:
" A.H.N, Estado, leg. 4582. Los tres primeros (Málaga, Jerez y Pajarete) sirven única
mente de postre y, aunque es bastante general su uso, bastan 800 a 1.000pipas para
el consumo anual... En fin, aquí gustan de vinos que tengan cuerpo, pero que sea lige
ros y gratos al paladar".
321
porque este último es menos sabroso y tiene un olor más o menos desa-
12
gradable . El vino y el aguardiente eran los únicos productos que eran
transportados en barcos españoles. Según el vicecónsul llegaban, un
año con otro unos diez cargamentos de estos productos, pero si mejo
rasen su calidad, podrían cargarse unos veinte navios. Y sobre la expor
tación de almendras el mismo Mendizábal advierte que las de España
son preferidas a las de otras partes, sin embargo, el precio bajo de las de
Italia les perjudica a veces.
Las materias primas textiles enviadas directamente al Sund desde
los puertos españoles representaron, en el período 1.734-1.783, el
12,67% del total de las materias primas del ramo que hicieron la ruta
oeste este , con un predominio claro de la lana y un aumento progre
sivo del algodón.
Respecto a los productos coloniales, las tablas resúmenes del Sund
engloban tanto a los que proceden verdaderamente del ámbito colo
nial, como a los cítricos y frutos secos, por lo que se hace imposible
precisar algún tipo de representatividad sobre ellos. Sabemos, según los
informes consulares, que los palos de tinte procedían de las posesiones
españolas, pero que llegaban al Báltico a través de Inglaterra, Holanda
y Hamburgo. Lo mismo sucedía con el azúcar, y en particular con el
azúcar blanca de la Habana que era muy apreciada, pero que procedía
del puerto de Hamburgo. El café que se consumía procedía sobre todo
de la Martinica, mientras que la zarzaparrilla y otras plantas medicina
les vienen por lo común de Cádiz.
Respecto a las importaciones españolas procedentes de los países
del Norte, las tablas del Sund ofrecen un panorama mucho más alen
tador. Las principales importaciones son la madera y los efectos nava
les, cereales, materias primas textiles de origen vegetal -lino y cáñamo
fundamentalmente-, lana, hierro de procedencia sueca y, a finales de
siglo, desde Rusia, pieles, cera, etc. Con anterioridad a 1.750, España
participó muy escasamente en las importaciones de trigo báltico; pero
a partir de esa fecha y sobre todo a partir de 1.770, va a conocer un
progresivo abastecimiento desde el Norte hasta hacerse bastante consi-
Ibídem.
ZABALA, A.: ob. cit., pág. 50.
322
derable . No obstante, debemos relativizar este calificativo ya que en
los años de mayor tráfico las importaciones españolas no llegaron al
20% del comercio total de cereales.
Comparando las estadísticas españolas de finales del siglo XVII y
las importaciones totales procedentes del Sund en lo que se refiere al
capítulo de comestibles, especierías y licores, Zabala observa como en
1.792 alcanzan el 10,23% del total importado, mientras que sólo 26.663
fanegas de las 328.499 importadas en 1.795, provenían del Sund.
El comercio más importante era sin duda el de las maderas y los efec
tos navales. Zabala estima que hacía los años ochenta, cerca del 10% de
la madera exportada por el Sund llegaba a España, pero era fundamen
talmente de procedencia noruega y rusa. Según el vicecónsul de Rusia,
la marina real española saca de Riga anualmente, 10 barcos cargados con
arboladura y otros 15 de tablazón de San Petersburgo. Las lonas, el lino y
el cáñamo eran generalmente de procedencia rusa, y tenían como desti
no los arsenales de la armada y las fábricas de vela gallegas.
En general y, siguiendo a Zabala, es posible concluir que el comer
cio báltico no era especialmente relevante.
Los contemporáneos eran conscientes de esta pobreza en los inter
cambios con los estados del Norte, y de la desfavorable balanza comercial
para España. Esta realidad, era constatada por nuestros representantes
diplomáticos en aquellos estados, de manera que la correspondencia con
servada está llena de sugerencias para fomentar los intercambios y reducir
el déficit, para hacerse un sitio entre las potencias que comerciaban con el
Norte. Este interés por ocupar un espacio junto a potencias comerciales
como Inglaterra u Holanda, era fruto de la política emprendida por Flori
dablanca y continuada por Godoy, y que hundía sus raíces en los intentos
de aproximación de Alberoni y Ripperdá de aproximación a los Estados
bálticos con el fin de buscar una alternativa a la alianza entre Madrid y París.
Ibídem, pág.60
15 JONSHEN, O. A.: “Les relations commerciales entre la Norvege et l'Espagne dans les
temps modernes”, Revue Historique, CLXV (1930).La ciudad de Bergen se hallaba a la
cabeza de las ciudades exportadoras. En 1795 salieron de allí 69 navios hacia España
y Portugal y al año siguiente 83 navios hacia el Mediterráneo, la mayor parte de estas
embarcaciones entraron en puertos españoles: Sanlúcar, Cádiz, Málaga, Cartagena,
Valencia, Barcelona y otros, pág. 82.
323
Durante el reinado de Carlos III España había intentado firmar un
tratado de comercio con Rusia, que le garantizase las ventajas comer
ciales que ya disfrutaban Inglaterra y Holanda . Luego con Godoy las
líneas diplomáticas siguieron los mismos derroteros, conseguiéndose
algunas ventajas arancelarias. Así por ejemplo Catalina II, concedió
franquicia durante el año 1792 a todos los vinos que la Hermandad de
Viñeros de Málaga enviara a Kronstadt. El resultado final sería un
incremento del comercio con Rusia y un saldo favorable para España
17
en ese ano .
El interés desmedido por mejorar nuestra situación en el sistema
de intercambios del Báltico, llevó a algunos representantes diplomáti
cos a elaborar informes interesantes. Tal fue el caso del la memoria ela
borada por el vicecónsul en Rusia D. Blas de Mendizábal y que envió
a Madrid a finales de 1796.
Mendizábal aconsejaba ante todo realizar el comercio del modo
más directo posible, evitando la intervención de potencias extranjeras.
De esta manera España podría ofrecer sal, vinos, aguardientes, aceites,
añil, grana, maderas de tinte, y tejidos de lana y seda; mientras que
Rusia exportaría trigo, lino, cáñamo, jarcia, arboladura, tablazón, hierro,
cera, sebo, vaquetas de moscovia, pieles, lonas, etc.
El transporte de estas mercancías debería hacerse en barcos espa
ñoles. Sin embargo, la distancia encarecía demasiado los fletes para los
capitanes españoles que fueran en lastre a los puertos rusos a cargar.
Por eso Mendizábal propone que se carguen los navios con sal, naran
jas, artículos que son de poco coste en España, para ser vendidos en
Rusia, con cuyos beneficios podrían costearse parte de los fletes y la
manutención y salario de la tripulación durante el viaje. Mediante este
sistema la marina obtendría la arboladura y la tablazón necesaria a la
mitad de lo que ahora le cuestan, pues ahorraría los fletes que ahora le
cuestan y que en estos artículos son tan elevados.
SCHOP SOLER, A.M.: Las relaciones entre España y Rusia en la época de Carlos TV,
Barcelona, 1971, pág. 48
El 2 de octubre de 1792, el vicecónsul Felipe Amat escribió advirtiendo que las
importaciones españolas en Kronstadt ascendían a 8 ó 900.000 rublos, consistentes en
vinos de Málaga, de Cataluña y de Sanlúcar. Las exportaciones rusas a España eran tri
go, tablazón, hierro, lonas y cáñamo. Ibídem, pág.49.
324
Otra de los medios que permitirían incrementar el comercio y
sobre todo abaratar costes, era favorecer la instalación de casas comer
ciales españolas en aquellos pagos, de manera que se pudiese pres
cindir de los intermediarios ingleses y holandeses. Naturalmente, para
que las casas de negocios españolas pudieran establecerse en el Bálti
co sería conveniente conseguir ventajas para los comerciantes españo
les en aquellas tierras. Así mismo, habría que prohibir la entrada en
España, o al menos elevar los derechos, de los productos del norte pro
cedentes de otros puertos que no fueran los de su origen primitivo, se
prohibiría, por tanto, a holandeses y hamburgueses surtir a España de
estos productos, que nos venden muy caros y a veces adulterados. Tam
bién sería conveniente que la adjudicación de las contratas navales se
hicieran a españoles, así el Ministerio de Marina debería hacer los
asientos por 4 ó 5 años para que estas casas tomasen alguna consisten
cia, pudieran después renovarse de 2 en 2 años, o cada año, como lo
hace el almirantazgo de Inglaterra. Sugiere, por tanto, a los Consula
dos de los puertos de España, a los Cinco Gremios Mayores de Madrid y
a otros establecimientos públicos que pudieran contribuir a la planifi
cación de las primeras casas españolas en los puertos del Báltico sin des
prenderse para ello de fondos. Bastaría solamente que hiciesen la
comandita de los sujetos que quisiesen establecer, esto es que saliesen
como fiadores de sus operaciones por un cierto tiempo...
En resumen, según el informe, el intercambio de mercancías con Rusia
en particular y con el resto de los Estados del Norte en general, no tenía el
desarrollo que debía por falta de facilidades arancelarias y comerciales.
Las relaciones entre Suecia y España, en la última década del siglo
XVIII, se encuadran también dentro del proyecto de un tratado comer
cial que favoreciese los intercambios mutuos. Suecia había quedado en
una pésima situación financiera, después de la guerra con Rusia, y era
natural que acudiese en busca de créditos exteriores. Francia, incum
pliendo los tratados no auxilió a Suecia, por lo que, a juicio de Ignacio
M. del Corral, ministro español en Estocolmo, España se encontraba en
una buena posición para establecer puentes con Suecia . Sin embargo,
325
para Floridablanca las relaciones debían girar alrededor de Rusia, pues
juzgaba inútil y gravoso para el erario español un pacto económico con
Suecia.
La necesidad de subsidios de la Corona sueca la empujó a ofrecer
a España unas condiciones favorables consistentes en rebajar los aran
celes e impuestos de aduanas, dando privilegio a artículos españoles
como sal, vinos y licores, por encima de los productos de Francia y Por
tugal. Sin embargo, a pesar de los ofrecimientos suecos los intereses
españoles se decantaron definitivamente hacia Rusia. Efectivamente, de
los datos ofrecidos por la balanzas comerciales de 1.792 y 1.795 se
deduce que los intercambios entre Rusia y España doblaban a los que
19
se producían con Suecia . Mientras de Rusia se extraía sobre todo lino
y canamo y en menor medida maderas , alquitrán y sebo , de Suecia
■ 22
se importaba sobre todo alquitrán, brea, grasa de ballena y maderas
(berlingas para naves, duelas, entenas, espegues, palos redondos,
tablas y piezas de maderas cuadras) .
Las fuentes disponibles sobre los intercambios con Suecia no nos
permiten obtener conclusiones sobre cual fue la dinámica de sus inter
cambios con España: si siguió la misma tónica del resto de los Estados
del Norte o tendió a disminuir en favor de Rusia. Una memoria publi
cada en Londres en 1.776 sobre el comercio de Suecia afirma que
España no comenzó a tener negocios de envergadura con Suecia has
ta el año 1743, ya que quien mantenía hasta entonces unas mayores y
mejores relaciones comerciales era Portugal. Esta memoria nos ofrece
En 1795 el déficit con Suecia fue de 3.194.496 reales de vellón, mientras que con
Rusia ascendió a 6.686.122 reales de vellón.
En 1795 su valor fue de 201.695 reales de vellón.
En 1795 su valor fue de 953.779 reales de vellón.
22 En 1795 su valor fue de 3.352.958 reales de vellón.
En 1795 su valor fue de 986.714 reales de vellón.
24
Memoire pour servir á la connoissance des affaires politiques et economiques du
Royaume de Suéde jusqu'á la fin de la 1775 émé anné. Londres, 1776.
326
información sobre la balanza comercial entre España y Suecia en el
período 1.738-1.740 y en el año 1.756, así como las exportaciones sue
cas de diferentes géneros desde Estocolmo hacia Cádiz y Figueras, cuyo
resumen ofrecemos en el cuadro siguiente.
327
al Norte. Del mismo modo, y según los registros de pólizas de los
corredores de lonja gaditanos de ese año, el número de seguros con
tratados desde y hacia ciudades suecas fueron solamente dos, mientras
que la mayor parte de los seguros contratados con el Báltico lo son
hacia y desde ciudades rusas (25 pólizas). En resumen, sólo el 1,6% del
valor de las pólizas firmadas en Cádiz en ese año, se contrataron para
asegurar trayectos entre la Bahía y el Báltico.
Entre esta colección de cifras, tan poco sistemática, de la que dis
ponemos por el momento, nos es imposible aventurar conclusiones
sobre los intercambios entre España y Suecia, aunque es posible afirmar
que a finales de siglo se observa un ligero incremento del tráfico espa
ñol en el Báltico, sin que podamos precisar mucho más al respecto.
328
cialmente al comercio que se desarrollaba desde Cádiz con la América
española. Además el dominio casi absoluto de los circuitos europeos
de intercambios por parte de holandeses, ingleses y franceses impidió
la negociación directa de las casas comerciales suecas con Cádiz.
En segundo lugar, esta escasa presencia de comerciantes suecos pudo
ser consecuencia de la costumbre que tenían sus casas de negocios de
comerciar mediante intermediarios extranjeros y ,en particular, utilizando
casas comerciales inglesas u holandesas bien situadas en las principales pla
zas europeas y con una red de correspondientes consolidada que les per
mitiera garantizar los pagos. En efecto, según K. Samuelson , muchas casas
comerciales suecas tuvieron su origen fuera de Suecia. Los fundadores de
estas casas eran franceses, ingleses, escoceses, alemanes, etc, que se asen
taron en las principales ciudades suecas. Estas casas, mantenían una rela
ción especial con sus antiguos países de procedencia, de manera que aque
llas cuyo origen había sido inglés u holandés se especializaron en la expor
tación de maderas y hierro, mientras que las casas que tenían sus raíces en
el Báltico, se dedicaron a las importaciones de granos, sal y textiles.
Por tanto, es posible que las casas suecas prefirieran intermedia
rios ingleses u holandeses antes que instalar en Cádiz sus propios
correspondientes; o también que los miembros de determinadas casas
comerciales extranjeras establecidas en bahía gaditana tuvieran lazos
familiares con comerciantes suecos que nosotros de momento ignora
mos, y que se sirvieran de ellos para sus negocios.
Por último, hay que tener en cuenta también los elevados riesgos
que debían asumir aquellos comerciantes que se aventuraban en los
negocios entre España y el Báltico, lo cual implicaba, en caso de éxito,
unos elevados beneficios. Pero, dado que el negocio de los fletes de
madera y hierro necesitaba de importantes capitales, los comerciantes
suecos se veían en la necesidad de obtener estos mediante préstamos (a
corto plazo) en el extranjero. Los intereses elevados de estos préstamos
reducían considerablemente el número de hombres de negocios dis
puestos a realizar este tipo de negocios altamente especulativos.
329
Teniendo en cuenta estas premisas, hemos localizado en Cádiz, al
menos, tres casas comerciales con un volumen de negocio lo suficiente
mente significativo como para dejar testimonio de algunas de sus activi
dades. Son las firmas Gahn y Cía, Rey y Brandembourg y Hangtrom y Cía.
Gahn y Cía.
28 Juan Jacobo Gahn era hijo del tesorero del rey de Suecia.
29 A.H.P.C., Protocolos, Cádiz, n2 4.285, f. 86-89.
LOPEZ GONZÁLEZ, JJ.: “Una firma comercial sueca en Cádiz y su relación con los
arsenales españoles a finales del siglo XVIII”, I Congreso de Historia de Andalucía, t.
III, siglo XVIII, Córdoba, 1976, págs. 287-299.
330
de cobre para forro del Real arsenal de la Carraca3’; los beneficios y la
envergadura de este tipo de negociaciones debió ir aumentando con el
tiempo, lo que aconsejó a la sociedad ampliar su oferta al resto de los navi
os que arribaban a la Bahía. En 1.784 se asoció con D. Valerio de Martino,
de El Puerto de Santa María para el establecimiento, en el caño del Troca-
dero, de unos almacenes de compra y venta de géneros ypertrechos de care
nas y armamento de navios . Más tarde, con la concesión, en 1786 del
subarriendo para el aprovisionamiento de maderas a los tres arsenales de
la Armada, la compañía se vio obligada a ampliar la sociedad que mante
nían en los almacenes del Trocadero. Así, en octubre de 1.787 se incorpo
ró D. Bernabé Portillo, del comercio de Cádiz y, además se agregó la fábri
ca de jarcia que D. Valerio de Martino tenía en El Puerto de Santa María.
La nueva sociedad se constituyó, en principio, hasta el año 1.791,
con un capital de 48.000 pesos de a 15 reales de vellón, suministrados
por los tres socios a partes iguales, con la condición de que si fuese
necesario aportar una mayor cantidad y alguno de los socios no dispu
siera de líquido, el resto de los socios suplirían su parte con un 8% de
interés anual. Entre las claúsulas del contrato merece la pena destacar la
referida a la explotación de la fábrica de jarcia, ya que por cuenta de la
sociedad se comprarían el cáñamo y el alquitrán necesario para la fabri
cación de la jarcia con que se surtirían los almacenes del Trocadero .
331
No sabemos cual fue el resultado final de la compañía. Podemos pen
sar que el negocio gozó de una cierta rentabilidad, ya que a pesar de
que entre 1.785 y 1.787 quedaban pendientes de cobro varias cuentas
en vales y escrituras, que ascendían a 346.105 reales de vellón , deci
dieron ampliarla en 1.787. Pero no hemos encontrado pruebas docu
mentales de que fuera prorrogada más allá de 1.791; por esa fecha las
guerras y las dificultades económicas que atravesó la firma Gahn y com
pañía tal vez aconsejaran a los socios disolverla.
Finalizado el contrato de subarriendo concertado con el Banco de
San Carlos en 1.786, la firma comercial sueca conseguiría en 1.794 del
Ministerio de Marina el asiento, con carácter exclusivo, para abastecer,
hasta 1.803, los arsenales de Cádiz, Cartagena y El Ferrol de toda la
arboladura, tablazón y madera que fuera necesaria para la Marina espa
ñola . La importancia del negocio y los riesgos que corría Gahn y Cía
pueden inferirse de que en 1.794 de los veinte navios holandeses fle
tados para transportar la tablazón desde los puertos rusos del Riga y
San Petersburgo a los arsenales españoles, sólo cuatro buques llegaron
332
a su destino; mientras que trece de ellos, con un cargamento de más
de 144.700 pesos de cambio, fueron apresados por los ingleses, al con
siderar Inglaterra como enemigo al pabellón holandés .
Las pérdidas ocasionadas a la compañía por estos hechos se ele
varon según declaración del propio Gahn a un millón y medio de rea
les por corretajes, premios de seguros, fletes, comisiones, devaluación de
vales reales y diligencias judiciales, con lo que entre 1.795 y 1.797 la
compañía había sufrido un quebranto que se acercaba a los tres millo
nes de reales .
Para resarcirse de las pérdidas habidas, Juan Jacobo Gahn soli
citó con insistencia a a la Corona licencia para introducir en la pro
vincia de Caracas y Cumaná 20.000 barriles de harina de Filadelfia.
La operación se haría en buques neutrales y ofreciendo un trato
ventajoso a los buques de guerra españoles que se hallasen en
aquellas costas, proveyéndolos de harina al precio de paz . El
negocio lo llevaría conjuntamente con su primo Enrique Gahn que
tenía un establecimiento comercial en Filadelfia. Finalmente D. Die
go Gardoqui aconsejará no conceder el asiento, por tratarse de un
extranjero.
La firma Gahn y Cía era asimismo consignataria y correspon
diente de compañías suecas que mantenían con Cádiz y el Medite-
333
rráneo una intensa actividad comercial. En este sentido, el estableci
miento comercial gaditano, según se desprende de la documentación
notarial, cumplía una doble función. En primer lugar, era escala obli
gada para los navios suecos que hacían la ruta del Mediterráneo.
Estos barcos que se dirigían a los puertos italianos con mercancías
del Norte, hacían el viaje de vuelta con trigo de Sicilia en sus bode
gas, que luego podían descargar total o parcialmente en Cádiz a cam-
39
bio de sal . Pero Cádiz también podía ser puerto de destino, de tal
modo que con bastante frecuencia los barcos suecos que viajaban a
la Bahía con madera y efectos navales consignados a la firma gadi
tana, terminaban siendo vendidos aquí. La frecuencia con que apa
recen este tipo de operaciones nos invita a reflexionar sobre la situa
ción del mercado de embarcaciones gaditano. Aunque no existen
estudios comparativos sobre este tema, es posible que la necesidad
de embarcaciones para el tráfico con las Indias provocara un enca
recimiento de los navios. Por tanto, es también posible que este tipo
de operaciones pudiera representar para las casas suecas un buen
negocio. Y es que para estas compañías resultaba difícil conseguir en
Cádiz fletes que permitieran igualar los beneficios que obtenían en
la ida con los fletes de la madera y efectos navales, por ello muchos
40
se veían obligados a viajar en lastre a los puertos europeos en bus
ca de cargamentos más rentables, o podían cargar en la bahía gadi
tana sal u otras materias primas, cuyos fletes eran baratos y, en
muchos casos, no cubrían los gastos del viaje de vuelta y de la tri-
En 1781, se hundió en el puerto de Cádiz el navio sueco San Enrique que proce
día de Sicilia con carga de trigo para dejar en Cádiz. Los aseguradores y el consig
natario del barco lograron reflotarlo. Finalmente se cargó con sal con destino a Ams-
terdam. A.H.P.C., Protocolos, Cádiz, ns 4280, f. 417.
En el mismo año Juan Jacobo Gahn esperaba otra carga de trigo de Sicilia, com
puesta por 1.190 salmas. Aseguró este cargamento a todos riesgos en cantidad de
18.000 pesos, por la póliza abierta el 9 de marzo de 1781 con varias compañías gadi
tanas que se repartieron convenientemente los riesgos, obligándose a pagar una pri
ma del 10 1/4%. A.H.P.C., Protocolos, Cádiz, ns 4280, f. 365.
40
El Capitán Swen Treysen, nacional moscovita, estante en Cádiz con su bergantín La
María y procedente de San Petersburgo y Edimburgo, está próximo a salir de Cádiz
hacia Burdeos, en lastre a buscar allí fletes. A.H.P.C., Protocolos, Cádiz, nfi 4288, f.
142.
334
pulación. Quizás por ello la salida más rentable podía ser la venta de
la embarcación .
Como cónsul general de Suecia, Juan Jacobo Gahn ostentaba la repre
sentación de la Real Compañía Sueca de las Indias Orientales en Cádiz, y
como comerciante era su consignatario. La Compañía oriental sueca para
China, al igual que otras compañías orientales realizaba escala obligada en
el puerto de Cádiz, donde tomaba plata para sus negociaciones en Asia. Las
extracciones de plata eran autorizadas por el Banco de San Carlos, que en
estas fechas tenía el monopolio de las sacas. Así en marzo de 1.785 la com
pañía oriental sueca había solicitado la extracción de 180.000 pesos fuertes.
El dinero se depositó en la Casa Wulf, Morely Cía, en un fondo separado.
Pero ocurrió que esta compañía con motivo de la quiebra de la Real Com
pañía asiática de Trieste, de la que eran comisionistas y encargados, se
halló con el conflicto de crecidas sumas de dinero giradas en letras. Por lo
que tuvieron que solicitar de los beneficiarios espera. Entre tanto llegó a
Cádiz el navio Príncipe Gustavo, perteneciente a la Compañía sueca de las
Indias Orientales, para tomar a bordo los 180.000 pesos que se hallaban
depositados en Wulf, Morely Cía.; la situación creada obligó al cónsul Juan
Jacobo Gahn a intervenir solicitando le fuera librada esa cantidad que debía
hallarse en un fondo separado como los propios Wulfy Compañía habían
declarado. Celebrada la junta de acreedores se acordó que bajo la respon
sabilidad personal del cónsul se le entregasen los fondos, decisión que fue
ratificada por auto del Consejo de 30 de marzo de ese año . A finales de
Hemos entresacado tres ejemplos de los once que hemos hallado, entre 1783 y 1785.
El 12 de diciembre de 1783, Juan Jacobo Gahn otorgó una escritura de venta del navio
sueco nombrado el Marstrand, propiedad de la casa de negocios de Gotemburgo,
Arfluidson e hijos, a favor de D. Juan Bautista Dopperochegui, por precio de 20.000 pesos
escudos. El barco pasaría a llamarse La Teresa. A.H.P.C., Protocolos, Cádiz, n2 5935, f.148.
El 19 de abril de 1784, Juan Jacobo Gahn, como consignatario del paquebote sueco
nombrado Resolución, Capitán Lars Fuet Man, otorgó una escritura de venta del dicho
navio, que la propiedad de D. Jacobo Fellman, vecino y del comercio de Brahestad,en
Suecia, a favor de D. Juan Bautista Doperochegui, por 8.000 pesos escudos. A partir de
entonces se llamará Santa Rosa. A.H.P.C., Protocolos, Cádiz, n2 5935, f. 69.
El 28 de mayo de 1784, D. Carlos Christianin como consignatario del navio sue
co La Paz, propio de D. Juan Roos, vecino y del comercio de Jacobstad en Suecia, otor
gó escritura de venta de dicho navio a favor de D. Francisco Sierra, por precio de
10.000 pesos escudos. A.H.P.C., Protocolos, Cádiz, ns 5935, f. 103.
42 A.H.N., Estado, leg. 4634.
A.H.P.C., Protocolos, Cádiz, nfi4285, f. 42 y ne 4288, f. 24.
335
ese mismo año, la Compañía sueca de las Indias Orientales, solicitaría
una nueva extracción de plata, ahora, de 330.000 pesos fuertes para la
expedición de su navio el Gustavo Adolfo . Estas dos peticiones de la
compañía sueca de las Indias orientales coincidieron con uno de los
años de mayores remesas de plata y, por tanto, de mayor extracción de
este metal. En 1.785 se autorizaría la salida de 20.072.927 pesos , con
lo que los 510.000 solicitados por la compañía sueca significaron sólo
el 2,5% de lo que se extrajo en ese año. Los derechos que debía pagar
la compañía a la Real Hacienda por la salida de la plata, se estipularon
en un 4%, aunque fueron repetidas las quejas del enviado de negocios
sueco en Madrid, porque los franceses consiguieron una reducción de
estos derechos en un 1%. Finalmente, la compañía de Suecia obtuvo la
misma rebaja, y fue indemnizada por el 1% que había pagado por
x 45
mas .
De lo que hemos visto hasta ahora parece que la actividad nego
ciadora de la firma Gahn y Cía se centró en el tráfico y en los inter
cambios entre el Báltico y el Mediterráneo, ocupándose especialmente
de la compraventa de efectos navales, tanto en sus relaciones privile
giadas con el Ministerio de Marina y la real Armada, como en sus nego
ciaciones particulares. Esta impresión inicial se ve corroborada si obser
vamos la naturaleza de las operaciones que realizó la compañía en
1.796, y que quedaron registradas en los libros de los corredores de
lonja gaditanos. Según estos, la casa Gahn y Cía, solicitó cuatro présta
mos a seis meses, por valor de 175.967 reales de plata; libró 29 letras
336
por 1.716.098 reales de plata, y negoció otras ocho, que le supusieron
628.199 reales. También firmó 52 pólizas de seguros valoradas en
508.438 reales de plata, y adquirió brea y alquitrán de Suecia, por
87.191 reales de plata.
Las letras se dirigían casi a partes iguales a Hamburgo, Londres y
Madrid, las dos primeras ciudades centros del crédito internacional, y
especialmente Hamburgo que en materia tanto de comunicaciones
como de créditos rendía indispensables servicios a las economías
escandinavas; y Madrid centro financiero nacional donde se desarrolla
ban los pagos de los contratos oficiales.
Los seguros contratados por la firma lo son en más de un 50%
sobre trayectos entre Suecia y Rusia con España, en especial con Cádiz
y los tres arsenales; el resto de los viajes asegurados enlazan Portugal
con el Báltico y el norte de Africa, Italia con Cádiz, y Cádiz con Ams-
terdam. Es decir, Gahn y Cía, se interesan sobre todo por sus negocios
con el estado español, pero mantienen también relaciones comerciales
intensas con Portugal, uno de los primeros exportadores de vinos y sal
a Suecia y Rusia, y con el norte de Africa e Italia de donde obtenía, pro
bablemente para sus viajes de retorno, el trigo y frutos secos con des
tino al Norte.
Entre la documentación consultada no hemos hallado ninguna
relación de la firma Gahn y Cía, con el comercio americano, a excep
ción de la solicitud que hizo para abastecer de harina a las provincias
de Caracas y Cumaná; y tampoco aparece la firma como prestamista de
otras casas comerciales.
Sobre la liquidación de la compañía tampoco hemos podido ave
riguar nada, lo cual es hasta cierto punto lógico ya que Juan Jacobo
Gahn en su última voluntad, que otorga el 2 de octubre de 1781,
advierte a Carlos Christianin que no haga inventario judicial . Ya en los
años finales del siglo perdemos la pista de Juan Jacobo Gahn. El Alma-
nak mercantil del año 1.800, recoge como único representante diplo
mático en el consulado gaditano a D. Carlos Christinin. Es posible que
por estas fechas cambiara su residencia a Madrid, pues ya desde 1792,
solicitó ser reconocido como Cónsul General de Suecia con residencia
337
47
en la capital . En cualquier caso, según reza su testamento la compa
ñía no debía disolverse a su muerte, e instaba a su mujer D- María
Moya para que la continuase con su socio D. Carlos Christianin.
Rey y Brandembourg.
338
La distinta nacionalidad de los socios, y la vinculación, por esta
razón, a firmas francesas de Cádiz, París y Lyon, afectarían al normal
discurrir de la empresa y explicarán muchas de las negociaciones en las
que participaron.
Como Gahn y Cía, la firma Rey y Brandembourg no se vio afec
tada directamente por las dificultades comerciales que atravesaron
muchas casas comerciales gaditanas a finales de los años ochenta, aun
que si es probable que en cierta medida sus actividades se vieran se
resintieran. Así, podemos observar como las operaciones de crédito a
corto plazo, mediante obligaciones o vales o bien mediante letras de
cambio, en las que con tanta frecuencia intervenía la firma entre 1.780
y 1.788 disminuyeron considerablemente para el período subsiguiente
de 1.789-1-795, llegando algunos años a no quedar constancia notarial
de estas operaciones, como ocurrió en 1.793.
Las suspensiones de pagos y las quiebras que afectaron al comer
cio de Cádiz en 1.789 y 1.790 no afectarían, como hemos dicho, a nin
guna de las tres firmas suecas que aquí mencionamos, antes al contra
rio, Rey y Brandembourg participarían con 20.000 pesos como suscrip-
tores en el intento por mantener a flote la casa de Manuel Rancés, que
finalmente se declararía en quiebra el 31 de marzo de 1789 •
La guerra declarada por Francia a España, el 7 de mayo de 1793,
influiría en la trayectoria comercial de la firma. Ya desde dos años
antes, los franceses residentes en suelo español estaban sometidos a
una atención particular por parte del gobierno . Entre los extranjeros
pertenecientes al comercio de Cádiz, que como consecuencia de la
guerra habían quedado como transeúntes, estaban los integrantes de la
Manuel Rancés, del comercio de Cádiz, estaba interesado por una cifra cuantiosa en
la quiebra de otro mercader, Esteban Laborde, hasta el punto de poder verse obligado
a poner fin a sus propios negocios, lo cual arrastraría a otras casas de importancia en
una cadena que se presagiaba nefasta para el crédito de la plaza. Para evitar esto varias
casas decidieron coaligarse para prestar a Rancés en letras la cantidad precisa con que
hacer frente a los pagos. La operación consistía en reforzar la capacidad de pago de
Rancés a corto plazo con lo cual se salvaba a la casa de la caída. Los suscriptores de
Rancés firmaron letras hasta un valor de 700.000 pesos, y entre ellos estaban Rey y
Brandembourg. TEDDE, P.: Ob. cit., pág. 133
51 ENCISO RECIO, L.M.: “Actividades de los franceses en Cádiz (1789-1790), Híspanla,
LXXV (1959), Págs. 151-285.
339
compañía Rey y Brandembourg y Gahn y Cía. Después las reales cédu
las de 5 y 15 de marzo que ordenaban el extrañamiento de estos reinos
de los nacionales franceses, obligaron a los socios franceses de la firma
Rey y Brandembourg a salir de España.
El establecimiento comercial que regentaban Guillermo Rey y Juan
Federico Brandembourg, fiel a los métodos comerciales del Antiguo
Régimen se ocupaba en diversos ramos: participaba como hemos dicho
en actividades financieras ligadas generalmente al préstamo a corto pla
zo, prestando sus servicios en el sistema de pagos multilateral a las casas
comerciales francesas y hamburguesas. También intervino en el negocio
de los coloniales comprando en Cádiz y reexportando estas mercancías
hacia el Norte de Europa y el Báltico, y asegurándolas de su cuenta; y
no despreció el comercio de los pertrechos navales, para lo cual dispo
nía de almacenes de su propiedad en el caño del Trocadero.
Como prestamista encontramos a la firma en numerosas obliga
ciones notariales en las que figura como simple acreedor de créditos
que deben saldarse en plazos relativamente cortos, que van de los cua
tro a los seis meses, generalmente concedidos a comerciantes y sobre
todo a armadores y maestres de navios que necesitan dinero para el
apresto de sus embarcaciones . Entre estas obligaciones se pueden
hallar varias ventas al fiado que en la mayoría de los casos eran pro
ducto precisamente de las negociaciones que tenían lugar en los alma
cenes del caño del Trocadero. Por ejemplo, el Conde de Reparaz, D.
Juan Bautista Ustáriz, necesitó jarcias, lonas y otros pertrechos que la
firma le vendió de los que tienen almacenados en el caño del Troca
dero. El conde se ofreció a pagar los 99-231 reales de vellón de su
importe cuando el navio La Fe, regresase de El Callao, con hipoteca del
mismo navio y de los fletes que trajera a su vuelta . Otras veces los
340
préstamos eran a riesgo, a pesar de que el uso de este tipo de instru
mentos financieros no parece que fueran muy utilizados en los inter
cambios con los puertos europeos. No obstante, en 1.788 la compañía
accede a la solicitud que le hizo el capitán Swen Treysen, de naciona
lidad rusa y residente en Cádiz, que patroneaba el bergantín nombra
do La Maña, que había llegado a la bahía desde San Petersburgo y
Edimburgo, y quería dirigirse en lastre a Burdeos a buscar allífletes. El
capitán garantiza el préstamo con la hipoteca de su navio y los fletes.
El valor del crédito era de 6.271 reales de plata que serían devueltos a
los seis meses con un interés del 15% .
Entre los años 1.795 y 1.802 la firma Rey y Brandembourg man
tendrá un contencioso contra la casa de negocios Magón de Labalue de
París por 26.126 doblones del importe de 31 letras giradas por esta últi
ma contra Sauch, Guillet y Cía de Cádiz. A través de los autos que se
iniciaron en 1.796, parece que queda claro que la casa Magon de Laba
lue libró el 10 y el 12 de diciembre de 1.795 letras de cambio, que
importaron 66.666 doblones, por cuenta de la tesorería nacional de
Francia, a cargo de la casa Sabuc, Guillety Cía del comercio de Cádiz,
que las aceptó. De estas mismas letras endosó el referido Magón el 19
de diciembre treinta y una a favor de Pontois e Hijos de Amsterdam,
valoradas en 26.126 doblones. A su vez Pontois e Hijos dirigieron estas
letras a la casa de Rey y Brandembourg, para que las tuviese a dispo
sición de D. Eduardo Walekiers de Hamburgo, quien endosó las segun
das letras a favor del mismo Rey y Brandembourg. Estos tenían orden
de no pagar las letras hasta pasados 30 días de la fecha del depósito de
los 26.126 doblones, por si entre tanto había avisos de que se hubiese
producido un distrato en los pagos. Sin embargo, entre tanto quebró
Walkiers, y sabiéndolo Magon y Pontois y, aduciendo como pretexto
que se habían extraviado las segundas letras, expidieron terceras letras
pactadas, que fueron enviadas a D. Francisco Bustamante y Guerra,
junto con el deposito de los 26.126 doblones. Finalmente se produjo
una situación delicada para la casa de Rey y Brandembourg ya que se
quedó con las segundas letras vencidas y sin el depósito, que estaba en
manos de D. Francisco Bustamante y Guerra. En consecuencia hubo un
341
número crecido de proveedores de la firma gaditana que no pudieron
ser abonados a su tiempo. El caso quizás más importante, por la cuan
tía de la deuda, fue el de D. Diego Duff que acudió a Rey y Brandem-
bourg a cobrar varias letras por un importe de 115.075 pesos que no le
pudieron abonar por estar pendientes de la provisión de los 26.126
doblones .
No obstante, la firma salió a flote pues, en 1.802, prosperó final
mente la reclamación de los 26.126 doblones que les pertenecían, de
manera que pudo hacer frente a todos los pagos pendientes, incluido
el de D. Diego Duff.
La firma Rey y Brandembourg, mantenía intensas negociaciones
con las principales plazas financieras europeas, y especialmente con
Hamburgo y Londres, a donde libró la mayor parte de las letras que giró
en 1796 ( por un valor total aproximado de 735.024 reales de plata).
En esta última fecha, y según los registros de corredores de ese
año el establecimiento comercial de Rey y Brandembourg se interesó
de manera especial por la compra de productos coloniales, especial
mente por grana fina, añil, cacao y azúcar; que colocaría en los princi
pales mercados europeos, y especialmente en Hamburgo, Aliona o los
puertos franceses de Burdeos y Marsella. El tráfico de entrepót que
practicaba la firma evitaba su contacto directo con los puertos Bálticos
y, especialmente con los de Suecia y San Petersburgo, de manera tal,
que los abastecimientos de efectos navales de sus almacenes no pro
cedían directamente de los puertos suecos o rusos, sino de los alma
cenes de Hamburgo, Altona o Amsterdam.
No hemos hallado muchos más datos sobre las actividades de esta
firma franco-sueca en Cádiz. Como hemos dicho, sus negocios se pro
longaron después de la muerte de Juan Federico Brandembourg, en
1.797, gracias a que su esposa no solicitó la disolución de la compañía.
Sin embargo, aunque en el siglo XIX, todavía mantiene buena parte de
sus negocios, no hemos podido averiguar en que momento se disuel
ve definitivamente.
Junto a su faceta como comerciante, Juan Federico Brandembourg
ostentó el título de cónsul de Rusia en Cádiz desde principios de los
342
años ochenta, hasta su muerte. Este cargo, si bien le dotaba de presti
gio social, no le supuso demasiados quebraderos de cabeza, por cuan
to su papel como representante diplomático de Rusia en Cádiz no fue
especialmente relevante .
343
pedidores como Hamburgo y Amsterdam; y además enlaza los puertos
mediterráneos de Cagliari o Ñápeles con Cádiz y el Norte. El sistema
de pagos que revelan las letras que endosa y que libra evidencian una
predilección casi absoluta por los cambios con Hamburgo y por la
negociación con las casas alemanas gaditanas como Bóhl, hermanos y
Cía que endosó a Andrés Hagstrom siete de las 11 letras que negocio
en 1.796.
***
344
cación su norma en los negocios. Sus actividades financieras y comer
ciales cubren prácticamente todo el arco de los negocios posibles. Así,
podemos encontrar a esta firma comprando y vendiendo géneros pro
cedentes de las Indias, o vendiendo al fiado pertrechos navales y teji
dos ingleses, o prestando dinero a patrones para sus expediciones a
América, etc. No cabe duda, que esta manera de entender los negocios
está más en sintonía con el modo de hacer los negocios en Cádiz.
El establecimiento comercial que mantiene A. Hagstron participa
de los dos anteriores, pues sin buscar la especialización de la firma
Gahn y Cía, se dedica de forma especial a la importación y venta de
productos del Norte, y sobre todo de efectos navales, comerciando
directamente con los puertos proveedores. Sin embargo, la documen
tación es demasiado escasa como para que podamos ir mucho más allá;
la única observación que podemos hacer es que aunque la línea de
negociación de la compañía de A. Hagstron, es similar a la de Gahn y
Cía, sus actividades se desarrollan a una escala mucho menor.
De cualquier modo las tres casas comerciales desarrollaron su acti
vidad negociadora en Cádiz en unos años difíciles, en los que era com
plicado penetrar en un mercado, como el gaditano, cada vez más com
petitivo, con una oferta de productos cada vez mayor y en el cual el
contrabando de productos manufacturados era cada vez más activo; y
en el que, al mismo tiempo, aumentaba la presencia y la participación
de nuevos comerciantes españoles. No obstante, estas tres casas suecas
se hicieron un hueco en este mercado.
345
Adolf Ulric Wertmuller, un pintor sueco
en el Cádiz de finales del Siglo XVIII.
' “Adolfo Ulrico Wertmüller en el Museo de Cádiz”, Boletín del Museo de Cádiz nQ 12,
1930, pág. 71-74.
Idem, pág. 72.
347
de Bellas Artes permanecería cinco años, regresando, nuevamente, a
París en 1750. Sin embargo, estas fechas no le cuadran al propio Quin
tero, quién da como la más probable para su nacimiento la, ya citada,
de 1749, y situándolo con 34 años en el Salón de Bellas Artes de París
de 1783, a cuyas exposiciones acudirá reiterada y posteriormente en
1785 y 1787 con temas tales como retratos, mitológicos y de género.
Posteriormente y en sus propias palabras, la Revolución lo devuelve, el
mismo año 1787, a su país de origen colocándolo como “pintor del Rey
de Suecia” .
Para Quintero, Wertmüller aparece en Cádiz en 1796, “protegido
por el cónsul de su país D. Juan Jacobo Gann, al cual retrató así como
a su familia”, partiendo desde este puerto para América un año des
pués. En este tiempo, Quintero dice tener noticias de otras obras que
pintó para distintas familias gaditanas, “miniaturas, género pictórico
muy en boga por aquel entonces en Cádiz y en el cual hasta el mismo
Goya realizó algún ensayo”, especifica, a la vez que le sitúa en el
ambiente artístico gaditano, con los fundadores de la Academia de
Bellas Artes, los pintores Domingo Alvarez Enciso, González Velázquez,
Herrera, Fernández Cruzado y, el también foráneo, Brinardelly. Inclu
so, y de acuerdo con su fuente, llega a afirmar que Wertmüller debió
conocer a Goya en Cádiz y que junto a los pintores que con el genial
artista participaron en la decoración del Oratorio de la Santa Cueva, el
alemán Riedmayer y los nacionales Velázquez y Camarón, “imitó al
maestro aragonés y crean todos un estilo pictórico gaditano, mezcla de
escuela sevillana y goyesca” . Demasiada influencia y actividad, quizás,
para tan sólo un año de estancia.
Sin embargo, la obra en cuestión, el “Retrato de familia”, no se
corresponde con estas fechas y así nos encontramos, posiblemente, con
una segunda estancia del artista en Cádiz, que Quintero sitúa en torno
a 1808, pues, dice, “no le debió ir muy bien puesto -en América- que
Quintero habla de “un niño con un perro”. Obra citada, pág. 73.
4
Idem.
5 Idem.
6 Idem.
7 Idem, pág. 74.
348
en Cádiz se han encontrado retratos suyos, fechados en 1808 y de tal
año suponemos sea el del Museo...”. De todos estos retratos sólo tene
mos constancia en la ciudad de este último. Finalmente, Quintero sitúa
el fallecimiento de Wertmüller en su país, Suecia, en 1811, si bien Mén
dez Casal lo hace por la misma fecha pero en América.
Entre los datos ciertos que hoy conocemos , y de acuerdo en par
te con lo recogido por César Fernán en la Guía del Museo Provincial
de Bellas Artes de Cádiz , Adolf Ulrik Wertmüller nació el 18 de febre
ro de 1751 en Estocolmo, Suecia, falleciendo el 5 de agosto de 1811 en
Wilmington, estado de Delaware, Estados Unidos de América del Nor
te. Estudió en el propio Estocolmo, escuela y Academia, donde practi
cará también la escultura, siendo discípulo, primero, de P.H. Lascheve-
que y de L. Pasch, después. En 1772, el llamado “David sueco” por
Lafuente Ferrari , marcha con una beca a París, donde tenía parientes
y amigos, entre ellos el pintor Roslin, en cuya Academia de Bellas Artes
ingresará un año más tarde. Entre 1775 y 1779 hace lo propio en la de
Roma, regresando a París en 1780, tras un esporádico paso por Lyon.
En este tiempo trabajará tanto en la Real Academia parisina como en la
Corte, primero como pintor oficial de la Reina María Antonieta y pos
teriormente, a partir de 1783, como Pintor de Cámara del Rey Luis XVI
de Francia.
Con la promesa, al parecer, de pintar a los Reyes de España, Car
los IV y María Luisa de Parma, y a instancias del embajador de Holan
da, Conde Jacobo de Rechteren-Almelvo, casado con dña. Concepción
Aguirre y Yoldi, gaditana precisamente, y a quienes retrata por aquellas
12
fechas , Wertmüller llega a Madrid el año 1790. Malogrado el proyecto
de pintar a los Reyes, un año después lo encontramos en Cádiz, don-
Idem.
9 E. BENEZIT, Dictionnaire des peintres, sculpteurs, dessinateurs et graveurs, Librairie
Gründ, France, 1966, vol. VIII, p. 718, U. Thieme und F. Becker, Allgemeines Lexikon
der Bildenden Künstler, Leipzig, Germán Democratic Republic, 1981, vol. XXXV, p. 431,
y E. LAFUENTE FERRARI, El Prado. La pintura nórdica, Madrid, Aguilar, 1997, pág. 358.
Guías de los Museos de España, Dirección Gal. de Bellas Artes, Ministerio de Edu
cación Nacional, Madrid, 1964, pág. 121.
" Obra citada, pág. 358.
2 Museo del Prado, n° 2225 y 2226. LAFUENTE FERRARI, obra y página citada.
349
de permanecerá hasta, al menos, la primavera de 1794 en que por moti
vos burocráticos será expulsado del Reino. Durante esta estancia, que
el mismo fija en el expediente de expulsión en algo más de dos años,
residirá en la plaza de San Antonio número 14, declarándose, asimis
mo, de cuarenta y tres anos, soltero y de ejercicio pintor .
Desde el puerto gaditano Wertmüller embarcará para América del
Norte, estableciéndose en Filadelfia, donde retratará al propio George
14
Washington y en cuyo lugar lo sabemos radicado en 1797. Poco des
pués regresa a Europa y, tras una breve estancia en París, es nombra
do en 1799 profesor de la Academia de Estocolmo, puesto en el que se
mantendrá, también, poco tiempo al marchar, nuevamente, en 1800
para Filadelfia, esta vez, y al parecer, de forma definitiva. En aquella
ciudad americana, y según nuestras fuentes, se casó con la Sita. Eliza-
beth Henderson y naturalizó.
Teniendo en cuenta que uno de los protagonista del “Retrato de
familia”, con el uniforme de brigadier, D. Juan Mendoza, ascendió a
dicho empleo en 1795 y la marcha definitiva del pintor a América en
1800, entre una y otra fecha, 1795 y 1800, nos atrevemos a fechar el
cuadro, realizado en una posible segunda estancia en Cádiz, en ese ir
y venir del pintor a la Academia de Estocolmo en torno a los últimos
años del siglo y, desde luego, bastante anterior a la data proporciona
da por Quintero Atauri de 1808.
La obra, un óleo sobre lienzo de 0,89 x 1,32 metros, aparece cata
logada con el número 444 del Museo de Cádiz, sin fecha ni firma. Atri
buido a Wertmüller por Pelayo Quintero Atauri, sin más especificacio
nes acerca de su procedencia o información, lo enmarca dentro del
gusto francés del último tercio del siglo XVIII, “y esto hace que en el
desarrollo del arte pictórico, domine el género del retrato, pero no el
350
retrato sencillo, sino en una forma apoteósica, al estilo de la antigua Roma
y se representa la persona a quién quiere retratarse, rodeada de persona
jes y objetos que pongan de manifiesto su personalidad o buenas rela
ciones” . Y en esta línea argumenta el retrato de la familia de Da. Cristo-
balina de la Barba, que sentada ocupa el lugar central junto a sus dos hijas
pequeñas, Soledad y Agustina, y que para el acontecimiento se hace
acompañar de sus hermanas Frasquita y Ana María, una hija de la prime
ra y los señores D. Luis Rivaupie, cónsul de Francia en Cádiz, y D. Juan
Mendoza, almirante de la Armada española. Tampoco sobre esta identifi
cación de los personajes nos ofrece Quintero documentación alguna. Pese
a ello, y a no juzgarlo como de los mejores del pintor, Quintero lo estima
“de gran interés, porque caracteriza una época y una modalidad del arte
gaditano, así como se nota en él gran fidelidad en los retratos” .
De acuerdo sólo con la primera consideración o juicio, para César
Pemán, “el cuadro es muy desigual, de bastante dureza en varias de las
figuras femeninas y en la perspectiva, todo ello inferior a lo habitual en
el artista...” . Asimismo, destaca el interés de las indumentarias y del
mobiliario, que considera de lujo y época, y, al margen de cualquier ads
cripción goyesca, conceptúa a su autor como representante de la transi
ción del barroco al neoclásico, academicismo, sobresaliendo más en la
faceta de retratista que relaciona con las maneras de Jacques Louis David.
Una acertada referencia la del pintor francés, que a su vez Pemán toma
de la edición alemana y reafirma Lafuente Ferrari, con el que Wertmüller
guarda una misma cronología, formación y coincidencias geográficas,
París-Roma-París, a quien tuvo que conocer personal y forzosamente y
con el que mantiene bastantes otras más afinidades pictóricas.
El cuadro nos presenta un grupo de figuras en tamaño menor. De
ordenada y cerrada composición se destaca, sentado en primer plano,
la figura del almirante, D. Juan Mendoza , hacia quien se dirige la figu-
351
ra centrada de su esposa, Dña. Cristobalina de la Barba, también sen
tada y rodeada de sus hijas, aún niñas, Soledad y Agustina, la más
pequeña en su regazo. De pie y dando contenido y forma al grupo y
familia, aparecen las hermanas de Dña. Cristobalina, Dña. Frasquita,
quién a su vez lo hace de la mano a una hija, y Dña. Ana María. Un
último personaje, también de pie y reclinado sobre una silla, lo consti
tuye el Cónsul de Francia en Cádiz, D. Luis Rivaupie, emparentado, sin
duda, con la familia y quién lleva en la mano un papel en el que se lee
“Gazeta de Madrid”. Completando la escenificación, un perro juguetea
con la silla vacía. La neutralidad de los fondos refuerza el papel y dis
posición de las figuras en las que junto a la fidelidad de los rostros, ya
reseñada, destaca lo atento y elaborado del vestuario, especialmente el
femenino, de cálidos y precisos pliegues y encajes y de complejos y pri
morosos tocados. El mobiliario, estilo Luis XVI francés, da porte a un
escenario contenido que se complica y enriquece con la policromía y
trazado de la alfombra. La pieza, que fue donada al Museo a principios
del S. XX por Dña. Enriqueta Sáenz, nieta de una de las retratadas, pro
cede de la colección de la familia del almirante D. Juan Mendoza y
Dña. Cristobalina de la Barba, siendo, con casi toda seguridad, la infor
mación verbal de la donante la que permitió la catalogación de la obra
y la identificación de los personajes.
Una última consideración viene dada por la significación del pin
tor Wertmüller en el ambiente artístico gaditano de la época. Frente a
las afirmaciones realizadas por Quintero Atauri de una escuela goyes
ca gaditana y de la inclusión de nuestro pintor en la misma, siguiendo
las directrices y postulados del genio aragonés, se nos hace difícil asu
mir su justificación. Si ya es cuestionable la existencia de esa posible
escuela goyesca gaditana, nuestro artista sólo pudo tener contacto con
Goya en Cádiz durante su primera estancia, 1791-1793, cuando el gran
maestro se encontraba postrado en cama, en casa de D. Sebastián Mar
tínez, otoño de 1792 e invierno y primavera de 1793, temiéndose por
su vida. No hay constancia, y es lógico en tales circunstancias, de que
Goya pintara algo en Cádiz en ese período, ni siquiera el retrato de su
amigo Sebastián Martínez. Por otra parte, los cuadros para la Santa Cue
va, tres medios puntos con los temas de la “Santa Cena”, “El convite
nupcial” y “La multiplicación de los panes y los peces”, le fueron encar
gados a Goya entre 1795 y 96, siendo realizados en su taller, fuera de
352
Cádiz. Cuando Goya realiza su segundo viaje a Andalucía, y Cádiz, lo
hace a Sanlúcar a comienzos del verano de 1796. Fecha, como la de los
cuadros de la Santa Cueva, en que nos consta la ausencia de Wertmü-
11er de Cádiz y su presencia en los Estados Unidos. En cualquier caso,
es lógico pensar, que si existiría un conocimiento de la obra del artista
aragonés y, en su consecuencia, algún efecto o sugestión. Lafuente
encuentra una cierta evocación en las “armonías de color” y que
“...como Goya, fue excelente pintor de niños” .
Sí casa, por el contrario, la identificación de nuestro artista y su
“Retrato de familia”, tanto por su formación como por su amplia y
reconocida obra, con la corriente academicista en la que nace la Escue
la, después Academia, de Nobles Artes gaditana, fundada en 1789, y
que sabe aunar, y evolucionar, los elementos procedentes del rococó
con los del neoclasicismo o clasicismo internacional. Características que
concreta el profesor Antonio de la Banda para el academicismo gadita
no en “la corrección dibujística, la teatralidad compositiva y un menor
interés por el color...” . Características que, unidas a otras del propio
neoclasicismo, de retorno al mundo antiguo y plasticidad en las formas
y figuras, podemos rastrear en la obra de Wertmüller y corrobora
Lafuente, “Su pintura marca el tránsito de estilo que imponía la época;
para expresarlo de un modo gráfico, pudiéramos decir que pasa de
Roslin, su compatriota, a J.L. David, el pintor de la Revolución y de
Napoleón” .
En este sentido, el profesor De la Banda, cita junto a los pintores loca
les, académicos y neoclásicos, algunos ya mencionados, como Domin
go Alvarez, Juan Herrera, Manuel Roca, José García Chicano, entre
otros, a los foráneos Giovanni Battista Brinardelly, Franz Xavier Ried-
mayer, Sir Thomas Lawrence y Adolf Ulric Wertmüller como los mejo
res exponentes del movimiento y período en Cádiz.
353
Relaciones mercantiles e intercambios
de información entre España y Finlandia
antes de 1850
Yrjó Kaukiainen
UNIVERSIDAD DE HELSINKI
INTRODUCCIÓN
355
relaciones mercantiles y los intercambios de información entre países
distantes también lograremos comprender mejor los mecanismos que
crearon de forma gradual los mercados internacionales y mundiales.
356
ció pero gradualmente los contactos mercantiles con los puertos españo
les, portugueses y mediterráneos aumentaron. Obviamente, esta tenden
cia se vio reforzada por las importaciones de sal. Después de 1731 (cuan
do entró en vigor la produktplacat) ya no se permitió a los buques extran
jeros importar sal a Suecia. Por tanto, los comerciantes fineses tuvieron
que hacerlo por su cuenta y pronto también ellos descubrieron que inclu
so había demanda de brea y madera en el sur de Europa. Como se mues
tra en la tabla que aparece a continuación, la Península Ibérica y el Medi
terráneo Occidental se convirtieron en un objetivo prioritario para el trans
porte marítimo finés en la segunda mitad del siglo XVIII.
A. 1731/40
Ida 5,1 1,0 3,4
Vuelta 4,0 0,7 - 3,6 0,3
B. 1761/65
Ida 2,8 2,6 3,4 7,2 2,4
Vuelta 3,0 2,8 1,8 4,8 2,2
C. 1776/80
Ida 7,0 6,2 4,2 6,6 9,2
Vuelta 8,4 3,2 2,0 7,0 5,0
D. 1792/94
Ida 10,0 2,3 7,7 11,0 11,3
Vuelta 8,3 1,7 5,3 15,7 7,7
357
En conjunto las cifras no impresionan pero hay que recordar que
estamos tratando con una provincia pobre, periférica y escasamente
poblada. En la guerra de 1808-1809, Rusia conquistó Finlandia y, por
tanto, se le dio el estatuto de Gran Ducado autónomo. No obstante, el
desarrollo del transporte marítimo fue bastante lento hasta la década de
1830 pero a esto siguió un auge casi ininterrumpido hasta la guerra de
Crimea. Tanto la brea como el serrín se vendían bien en Europa Occi
dental así como en la Península Ibérica y el Mediterráneo, y la deman
da de servicios de transporte marítimo aumentó proporcionalmente. Por
desgracia, la información del Sound Toll [aduana] no está disponible con
posterioridad a la década de 1790, sin embargo, parece ser que las
exportaciones e importaciones en el sur de Europa aumentaron más len
tamente que el transporte marítimo en general. De acuerdo con las esta
dísticas oficiales finesas de transporte marítimo (Estadísticas Oficiales
Finesas, ser. I, vol. 1-2), durante la segunda mitad de la década de 1860,
el número aproximado de viajes registrados fue el siguiente (una media
anual):
Hacia Desde
Portugal 1-2 10
España 60 20
Italia 8 20
358
posible si contamos con las ricas colecciones de correspondencia de
media docena de compañías mercantiles finesas con sus amigos comer
ciales españoles. Afortunadamente, las fuentes en ocasiones también
hacen referencia a tiempos anteriores o, al menos, nos dan a entender
que muchas relaciones y tradiciones ya habían surgido hacía décadas.
Por tanto, con la precaución debida incluso es posible esbozar una tos
ca imagen de las relaciones mercantiles antes de las Guerras Napoleó
nicas. Pero, tal vez, los archivos españoles contengan dicho material del
siglo XVIII lo que haría posible completar dicha imagen.
Aun a comienzos del siglo XIX, las relaciones mercantiles eran
sobre todo personales: en vez de relaciones entre empresas e institu
ciones eran más bien entre los propios comerciantes. Por tanto, el ele
mento principal de las actividades del comercio exterior era una red de
relaciones comerciales personales de confianza y, con frecuencia, dura
deras, “amigos en todos los puertos y ciudades extranjeras de impor
tancia. Este también era el caso de los comerciantes fineses que comer
ciaban con España: generalmente dependían de unas relaciones perma
nentes y bien arraigadas con ciertas empresas de Cádiz, Málaga, Alican
te, etc. No era extraño, a pesar de que el material es demasiado escaso
para llegar a conclusiones firmes, que una compañía mercantil españo
la estuviera al servicio de varias finesas: esto era, de hecho, muy natu
ral ya que los comerciantes solían especializarse en el comercio con
ciertos países extranjeros más que con ciertos productos (sin embargo,
el mejor ejemplo de una firma con un gran número de clientes fineses
y escandinavos lo encontramos en Portugal: la conocida compañía
comercial de sal y vino de Lisboa Torlades & Co.). No obstante, la mis
ma combinación de amigos comerciales podía variar mucho entre las
diferentes redes.
Las relaciones entre dichos amigos comerciales se mantuvieron, por
supuesto, a través de la correspondencia privada. Sin embargo, los
archivos mercantiles fineses antes mencionados a menudo contenían
también ejemplos de otros instrumentos de comunicación menos priva
dos, como las circulares mecanografiadas o manuscritas enviadas por
compañías mercantiles extranjeras o por sus agentes. Debido a que las
circulares se producían en un número que podía variar entre una dece
na y varios cientos, aunque al mismo tiempo se hacían “a medida” para
un grupo especial de clientes conocidos o de futuros clientes, pueden
359
considerarse como una especie de híbrido entre la correspondencia
ordinaria y la prensa comercial. Esta última, cuyos orígenes se pueden
encontrar en el Renacimiento italiano, normalmente consistía en dife
rentes precios de las mercancías o “costes” del tipo de cambio de mone
da o “listas de entrada” (listas de los barcos que llegaban con informa
ción sobre su carga) u otras combinaciones de éstos. A menudo, las cir
culares contienen información que posiblemente tiene su origen en esos
documentos comerciales (tipos de cambio, precios de los productos, lis
tas de barcos), pero por lo general se diseñaron como un informe de
mercado hecho a mediada. Por tanto, las circulares enviadas a Escandi-
navia informaban sobre la demanda y los precios de los productos
escandinavos (por ejemplo, serrín y brea) así como de los productos
locales que normalmente se exportaban a Escandinavia. A menudo,
incluso se incluían estimaciones sobre el desarrollo futuro del mercado,
así como información sobre los mercados de fletes (con frecuencia los
barcos escandinavos transportaban mercancías por el Mediterráneo
durante el invierno). Pero las circulares no sólo transmitían información
actualizada para establecer amigos comerciales sino que también se uti
lizaban para la publicidad comercial, para atraer nuevos clientes. En este
último caso, generalmente contenían información sobre la empresa emi
sora, incluidos los nombres de sus amigos comerciales extranjeros, quie
nes podrían proporcionar información confidencial adicional y garanti
zar su fiabilidad y solvencia. (En la actualidad, se encuentra a mi dispo
sición una fotocopia de una extensa colección de dichas circulares reu
nidas por el profesor Sven-Erik Astróm, ya fallecido.)
Se pueden encontrar circulares de compañías mercantiles españo
las en casi todos los archivos mercantiles fineses que se hayan conser
vado a partir de la primera mitad del siglo XIX. Más de dos tercios tie
nen su origen en Cádiz. Esto no es extraño ya que Cádiz era el princi
pal centro comercial español de importación y distribución de los pro
ductos madereros fineses, en particular los procedentes de los pueblos
costeros del sur de Helsinki (Helsingfors), Porvoo (Borga) y Lovisa.
También se han encontrado algunos ejemplares que tuvieron su origen
en Alicante y Málaga, aunque sólo unos pocos, y más bien tardíos, pro
cedentes de Barcelona. Las circulares anteriores a 1850 no llegan a 50,
incluidas varias versiones de segunda mano reeditadas por un comer
ciante de Helsinki. Huelga decir que sólo representan una fracción de
360
aquellas enviadas originalmente a Suecia o Finlandia, o a ambos. Sin
embargo, por alguna razón, son menos que las enviadas desde Portugal
o desde los puertos mediterráneos de Francia e Italia. Por ejemplo,
nosotros tenemos 69 procedentes de Portugal correspondientes al mis
mo período (1824-50) y 50 procedentes de Marsella.
Las primeras circulares españolas datan de mediados de la década
de 1820, es decir, de la época en que las relaciones hispano-finesas se
restablecieron tras la ruptura causada por las guerras y la confusión polí
tica. Parece ser que todavía en esa década el mercado maderero y sali
no estaba más o menos dominado por los comerciantes con raíces en
Escandinavia. Así, las primeras circulares procedentes de Cádiz fueron
enviadas por un tal Fredrik Rudolph quien, como su nombre indica, no
era nativo: es más, comenta que había residido en Cádiz “durante más
de veinte años”. También parece ser que lo que él hacía era continuar
con una antigua tradición: nos da a entender que con anterioridad, y
durante largo tiempo, la mayoría de las importaciones suecas y finesas
habían estado en manos del “General Cónsul och Riddaren ” Zacharias
Scherman. Fue sólo después de la muerte de Scherman cuando Rudolph
comenzó a enviar cartas a Finlandia. Es posible que Scherman llevara ya
algún tiempo enfermo ya que Rudolph ya había enviado a un agente de
viaje, un tal Mr. Charles Kahn, para contactar con posibles clientes en el
lejano norte. En cualquier caso, también nos dice que, en aquellos tiem
pos, no había ninguna otra persona en Cádiz, excepto él, especializado
en el comercio escandinavo. La fijación de Rudolph por el norte tam
bién viene confirmada por una lista de sus amigos comerciales y que
incluye empresas en Estocolmo, Gotemburgo, San Petersburgo, Ham-
burgo, Aliona, Leipzig, Amsterdam y Londres.
Es posible que también se diera una situación similar en Alicante.
Al menos según el cónsul sueco y noruego local, Fredrik Christiemin,
incluso cuando Finlandia pertenecía a Suecia “todos los armadores fine
ses enviaban sus barcos “ para comerciar con él. Debido a que la decla
ración data del año 1840, desde luego podría ponerse en duda su exac
titud. De hecho, las primeras circulares desde Alicante a Finlandia fue
ron enviadas por la empresa Carey & Co., la cual, suponiendo que inclu
so este nombre fuera un presagio, podría haber tenido algunas raíces en
Gran Bretaña. (No obstante, el hecho de que sus circulares estén escri
tas en un sueco correcto, indica que el interés por el comercio escandi
361
navo venía de antiguo.) Por otro lado, también hubo una compañía
mercantil con nombre sueco, G.T. Westzynthius, que enviaba circulares
a Finlandia a finales de los años 1820.
Sin embargo, las compañías mercantiles españolas fueron ganando
paulatinamente una posición más fuerte. En Cádiz, al menos dos empre
sarios nuevos competían con Rudolph a finales de los años 1820. Peter
la Cave tenía una ventaja especial al estar casado con la hija de un comer
ciante de Estocolmo, F. Lacoste, quien, obviamente, podía ayudar a su
yerno dentro de su propia red mercantil. La otra empresa que enviaba
circulares a Finlandia era John Tartas, quien al parecer también había
tenido contactos con Suecia. Sin embargo, en la década de los años 1840
fueron sustituidos por otra compañía con nombre británico, C Younger.
Después de 1845 también apareció otra compañía “nacional”, A. Vinent
y Vives, que competía con fuerza en el mercado escandinavo. Las circu
lares de esta última indican que tenían, de forma regular, un agente en
Suecia y/o Finlandia: primero estuvieron representados por Wifsta Warfs
Bolag en Sundsvall, luego por C.W. Lindeberg en Helsingfors y, en los
años 1850, por Cari F. Degener en la misma localidad (en aquellos tiem
pos incluso sus circulares estaban impresas en Helsinki).
Al margen de la “nacionalidad” de las compañías españolas, casi
todas las circulares estaban escritas en sueco (o en algunos casos en
holandés). Es posible que en algunas ocasiones los textos originales fue
ran traducidos por los agentes suecos o fineses pero esto parece ser más
bien una excepción a la regla. La mayoría de las compañías mercantiles
escandinavas incluían entre su personal a empleados de habla sueca (u
holandesa). Desde luego, esto es exactamente lo que se esperaba de las
compañías con origen nórdico, pero incluso los comerciantes españoles
nativos los consideraban una ventaja muy valiosa.
Por tanto, las conexiones mercantiles entre estos dos puntos de Euro
pa tan distantes se basaban en unas redes bien establecidas entre las com
pañías mercantiles y en unos intercambios de información bastante satis
factorios. Las compañías escandinavas que comerciaban con España recibí
an regularmente los precios acutalizados de sus bienes de exportación así
como de la sal, el vino y otras importaciones. Aun así, teniendo en cuenta
lo lentas que eran las comunicaciones a comienzos del siglo XIX, las circu
lares y la correspondencia privada no proporcionaban a los comerciantes
la información básica adecuada para tomar decisiones definitivas. Cuando
362
un comerciante en Helsinki recibía la última información sobre los precios
del serón en Cádiz, esta información tenía, en los años 1830 (así como a
finales del siglo XVIII) una media de más de un mes de antigüedad. El
envío de una carga de madera a España requena al menos dos meses más,
lo que significa que se tenía que contar con un retraso de, al menos, tres
meses. Habna sido muy arriesgado llegar a un acuerdo definitivo de las
transacciones antes de que el barco zarpase. Por lo tanto, el capitán del bar
co tenía un papel muy importante en la venta de la carga, al igual que lo
tenía el amigo comercial local con quien contactaba generalmente el patrón
en primer lugar. A pesar de que las conexiones postales se hicieron mucho
más rápidas entre 1835 y 1860, el retraso, todavía a mediados de siglo, era
lo suficientemente amplio como para impedir cualquier contrato por ade
lantado tanto en la venta de madera como en la compra de sal. Esto signi
ficó, en el comercio escandinavo con España, que el papel de los capita
nes de buques mercantes y, sobre todo, de los amigos comerciales locales
españoles se mantuvieran durante más tiempo que en el resto de los sec
tores del comercio extenor. Así, no es extraño que en muchos casos los
contactos comerciales a largo plazo dieran como resultado verdaderas amis
tades. En algunos casos se sabe que los colegas comerciales incluso inter
cambiaron novias y visitaron sus respectivas ciudades natales.
Como se dijo al principio, el material que se encuentra en los archi
vos de los negocios pnvados no cubre el período en el que comenza
ron estas relaciones. En cualquier caso, parece probable que el papel de
los escandinavos que residían en España fuera aun mayor a finales de
siglo de lo que lo fue más tarde. Este material sugiere incluso que los
cónsules suecos fueron bastante importantes en las fases iniciales del
comercio. En cuanto a los comerciantes fineses, incluso hay otros dos
intermediarios que podrían haber contribuido mucho, como son las
compañías mercantiles holandesas y suecas (y sus redes mutuas). Los
holandeses no sólo comerciaban por toda Europa (de hecho, por todo
el mundo) sino que algunas compañías de Amsterdam también finan
ciaban la construcción tanto de aserraderos como de barcos en los pue
blos de la costa sur finesa. El papel de las compañías de Estocolmo, por
otro lado, fue evidentemente más importante en la costa del Golfo de
Botnia, que en la práctica fue hasta 1765 su hinterland “privado”. Es de
esperar que los archivos comerciales de Holanda y España puedan acla
rar algunas de estas cuestiones tan interesantes.
363
Las relaciones de comercio y navegación
entre Suecia-Noruega y España
en el siglo XIX
365
comercio hispano-sueco propiamente dicho queda limitado a los años
1800-1814 y 1882-1900.
La contabilidad de la Balanza de Comercio de España ha sido par
cialmente complementada con las correspondientes estadísticas del
Colegio de Comercio de Suecia -”Kommerskollegiet”- tal como fueron
transmitidas por la Legación de España en Estocolmo a la Secretaría de
Estado’. Así pues, los resultados generales de este trabajo se basan en
las referidas estadísticas así como en la información comercial transmi
tida por la Legación de España en Estocolmo a la Secretaría de Estado.
Se contempla en definitiva el comercio hispano-sueco desde la pers
pectiva y fuentes fundamentalmente españolas. Y sería interesante y
enriquecedor que se hiciera lo propio desde Suecia para obtener la
perspectiva sueca de esos mismos intercambios comerciales.
Al abordar las relaciones de comercio y navegación con Suecia-
Noruega a lo largo de todo el siglo XIX hemos optado por iniciar el
periodo en 1792 por cuanto supone un engarce con las prácticas comer
ciales del siglo XVIII -para lo cual nos valemos de paso de la primera
estadística del comercio exterior español de 1792- y una mayor sincro
nización con el ciclo abierto por la Revolución francesa que da realmente
entrada a la época contemporánea. Y el final lo cerramos en 1898, fecha
emblemática, por cuanto supone no sólo la pérdida del imperio colonial
español, sino también el inicio de la verdadera modernización económi
ca del país. Sólo a partir de entonces se emprenderá una política econó
mica consciente de diversificación industrial “desde dentro”.
De estas consideraciones previas se desprende la necesidad de
fijar una periodización acorde con los hechos históricos que afectaron
Las estadísticas suecas en cambio no incluyen a Noruega. Véase Gráfico B para cono
cer la trayectoria del comercio con Suecia, separando el de Noruega.
3 Los archivos consultados para este trabajo han sido el Archivo Histórico Nacional
(AHN) el Archivo General de la Administración (AGA), el Archivo del Ministerio de
Asuntos Exteriores (MAAEE) y la Biblioteca del Ministerio de Hacienda. Agradecemos
al personal facultativo de dichos archivos toda la ayuda prestada para llevar a cabo esta
investigación.
Véase al respecto el interesante análisis de J.B. DONGES, From an Autarchic towards
a cautiously outward-looking Industrialization Policy: the Case of Spain, en Weltwirts-
cbaflicbes ArkivWnY), na 107 (1), p. 34 y ss.
366
el curso del comercio con Suecia-Noruega, todo ello en consonancia
con las coyunturas económicas y las transformaciones económico-
sociales vinculadas inicialmente a la generalización de la primera revo
lución tecnológica (1830-1870) y, después, a la segunda transformación
tecnológica (1880-1920).
A tenor de todos estos parámetros históricos la periodización
podría establecerse de la siguiente manera, siguiendo los ciclos de
Kondratiev: 1) 1789-1814, la época de prácticas postmercantilistas en
una coyuntura expansiva expuesta a la guerra y al bloqueo continen
tal; 2) 1815-1848, el ocaso del postmercantilismo y el despegue indus
trial bajo el signo de la depresión; 3) 1850-1873, transición al librecam-
bismo en el marco de una onda de expansión económica; 4) 1874-1896,
del librecambio al proteccionismo, contracción económica y tránsito a
la segunda revolución tecnológica y 5) 1897-1920, reestructuración eco
nómica en un periodo de expansión y mundialización.
Caben desde luego otras periodizaciones si nos atenemos a la rea
lidad de cada país. Así, por ejemplo, el trabajo pionero de Leandro Pra
dos de la Escosura , basado en un análisis de las relaciones comercia
les entre España y Gran Bretaña, sugiere como etapas de la historia del
comercio exterior español las siguientes: 1) 1800-1826, periodo coinci
dente con la Guerra de Independencia y la pérdida de casi toda la
América española, uno de los periodos más dramáticos para la econo
mía española; 2) 1826-1849, periodo de recuperación con promedios
anuales de crecimiento del comercio exterior del 3-5-4%, similares a los
de Europa occidental; 3) 1849-1869, expansión desacelerada bajo el sig
no de la racionalización del proteccionismo; 4) 1869-1891, fase de pro
teccionismo moderado con niveles de crecimiento anual del 2% y 5)
1891-1913, periodo de fuerte reforzamiento del proteccionismo con
desaceleración del comercio exterior .
Para el caso de Suecia nos hemos guiado por lo señalado por Len-
nart Jórberg: 1) 1800-1830, fase preindustrial con rendimientos agrarios
367
bajos y un comercio exterior marginal, marcadamente mercantilista y
asentado en la exportación tradicional de madera y hierro; 2) 1830-50,
fase de exportación de madera, hierro y cereales y signos de despe
gue industrial en el sector minero sometido a frecuentes fluctuaciones;
3) 1850-70, ocaso del postmercantilismo, librecambismo y primera
fuerte expansión económica con incrementos del 500% en la exporta
ción; 4) 1870- 1890, segunda expansión económica centrada en una
diversificación de la inversión industrial y en los transportes con la
consiguiente consolidación de la transformación industrial y 5) 1890
1914 expansión sostenida bajo el signo del proteccionismo y la entra
da en la segunda revolución tecnológica, arrojando la tasa de creci
miento económico más elevada que haya registrado hasta entonces la
historia económica mundial.
El comercio hispano-sueco fue a lo largo del siglo XIX aparente
mente marginal y de escaso volúmen en términos absolutos , dado que
el eje del comercio español giraba en torno a transacciones con sus
posesiones ultramarinas (un promedio a grosso modo del 20-30%),
aunque el grueso de los intercambios se realizaban, por orden de mag
nitud, con Inglaterra, Francia y Alemania (estas transacciones represen
taban un promedio que oscilaba entre el 60-70% del total).
Las relaciones de intercambio comercial con Suecia-Noruega se
saldaron casi siempre con fuertes déficits para España , puesto que las
exportaciones españolas casi por norma hasta 1870 venían a represen
tar 1/5 del valor de las importaciones de Suecia-Noruega, pero desde
1870 hasta el final del siglo la desproporción llegó a ser de 1/10.
Si nos atenemos al valor global de las importaciones de Suecia-
Noruega, éstas equivalían aproximadamente al 2-3% del total de las
importaciones españolas, en cambio ese promedio oscilaba entre el 3-
5% respecto al total de importaciones de Europa. A su vez las exporta-
JÓRBERG, Lennart, Structural Change and Economic Growth: Sweden in the 19th
Century en Lars Jonung y Rolf Ohlsson (coord.) The Economic Development of Sweden
since 1870, Cheltenham, UK, 1997, pp. 43-86; véase también, en la misma obra, la con
tribución de Gunnar FRIDLIZIUS, Sweden 's Exports 1850-1960: A Study in Perspective,
pp. 443-542.
8 Véanse Gráficos Al, A2 y Cl, C2.
9 Véase Gráfico D.
368
ciones a Suecia-Noruega se situaban en promedios significativamente
más bajos: 0,5% respecto al total de las exportaciones españolas y 0,7%
respecto a las exportaciones a Europa. Todos estos porcentajes regis
traron no obstante valores en regresión en los últimos decenios del
siglo si nos atenemos al comercio con Suecia-Noruega, aunque no es
desde luego el caso de las importaciones estrictamente de Suecia que,
con altibajos, presentaron una progresión ascendente durante el siglo
hasta el reforzamiento del proteccionismo en España en 1892 , para
después, desde 1898, volver a remontar con incrementos hasta 1914.
Todos estos porcentajes serían con toda seguridad bastante más
elevados si no nos atuviéramos a la singular contabilidad de las auto
ridades aduaneras españolas respecto al comercio con las posesiones
ultramarinas -sólo se contabilizaba lo que la América española y Fili
pinas intercambiaban con la metrópoli-, porque entonces el comercio
hispano-sueco seguramente se mantendría en torno al 5% del comer
cio total . Pero por muy importante que fuera este comercio con la
América española, éste queda fuera del ámbito del presente estudio .
Lo mismo cabe decir del comercio de contrabando que, según esti-
14
maciones de Albert Carreras , equivalía, al menos hasta 1840, al 50%
del comercio de importación. No obstante, a partir de 1840 el comer
cio de contrabando iría perdiendo fuerza al articularse un mercado
realmente nacional en España , un proceso que se cerraría a finales
de siglo.
Véase Gráfico E.
11 Véase Gráfico B,
12 La colonia sueca de San Bartolomé, cedida en 1877 a Francia, tenía una ubicación lo
suficientemente estratégica en el Caribe como para haber desempeñado una función
importante en las transacciones comerciales de Suecia con la América española prime
ro y después con las nuevas Repúblicas americanas y Cuba.
13 Como ilustrativo de ese comercio fue el naufragio en 1803, cerca de Gotemburgo,
del navio Sprengtporten, de la Compañía de Indias, con “caxones de Pesos-duros con
ducidos de España”.
14 CARRERAS, A., What can we learn from Long-term Spanish Economic Performance?
en The Economic Development of Spain since 1870 (1995), Aldershot, UK, p. 41.
5 Véase lo señalado por ROLDÁN-GARCÍA DELGADO-MUÑOZ en La consolidación
del capitalismo en España (1914-1920), Madrid 1974.
369
Otro escollo no menos difícil de sortear es calcular el comercio de
re-exportación que ejercía primordialmente Inglaterra, pero también los
Países Bajos, Francia, y subsidariamente -por lo que atañe a España-
Portugal y Gibraltar . Es sabido que la manifiesta supremacía financie
ra, industrial, comercial y de fletes de Inglaterra seccionó, durante el
siglo XIX, buena parte del comercio entre el Norte y el Sur de Europa,
convirtiendo a Inglaterra, tras las guerras napoleónicas, en el epicentro
de la mayoría de las transacciones comerciales de la época. Fue un pro
ceso continuado que desplazó de la competencia a Francia a principios
del siglo XIX, como anteriormente lo había hecho con Holanda y como
finalmente lo haría con Alemania con ocasión de los conflictos que
desembocaron en la Primera Guerra mundial. Tales efectos de la re
exportación se dejaron sentir tanto en España como en Suecia-Norue-
ga, pues Inglaterra fue el principal destino de las exportaciones y el
principal proveedor de las importaciones de ambas economías.
Ambos supuestos, la re-exportación y el contrabando, resultan difí
cilmente cuantificables, por lo que nuestro estudio se circunscribe al inter
cambio comercial certificado por los registros oficiales de la Aduana espa
ñola. Pero, de nuevo, nos valemos de un terreno cliométrico que no ofre
ce datos estadísticos de forma regular para el periodo 1792-1849, salvo las
ya citadas primeras estadísticas para 1792, y otras para 1826 . Nos move
mos pues dentro de cierta incertidumbre a la hora de valorar el alcance
del comercio durante la primera mitad del siglo XIX. Añádase a ello la
destrucción durante la Guerra civil española de una parte importante del
Archivo General de la Administración, si bien ignoramos hasta qué pun
to afectó la documentación relativa al comercio con Suecia-Noruega . En
370
cualquier caso la incertidumbre respecto a ese comercio es extensiva
también a los propios contemporáneos como se desprende del informe
que remitió la Legación de España en Estocolmo en 1866, en respues
ta a la solicitud de la Secretaría de Estado sobre la situación real del
comercio con Suecia-Noruega:
371
o nada se ha escrito sobre las relaciones de comercio y navegación
entre Suecia y España durante el siglo XIX, paises que tienen en común
el de pertenecer a la periferia europea y estar situados a la entrada de
la cuenca de dos mares , además de iniciar el primer despegue indus
trial partiendo de indicadores económicos relativamente similares.
No es de extrañar que apenas existan tales estudios cuando la
reconstrucción de la historia del comercio exterior de España ha sido
el ámbito menos desarrollado por los historiadores españoles de la eco
nomía en razón del prolongado aislamiento internacional del país
durante buena parte del siglo XX. Afortunadamente desde los años 70
en adelante la monumental obra de síntesis de Vicens Vives ha encon-
22
trado valiosos continuadores , si bien queda bastante por hacer para
cubrir todos los huecos.
Antes de la realización del reciente III Encuentro Histórico entre España y Suecia, pro
movido por la Fundación Bemdt-Wistedt y la Universidad de Cádiz en 1998, sólo tenemos
constancia, por parte española, de la contribución de J.Ma SÁNCHEZ DIANA, "Relaciones
de España con Suecia en el siglo XVIII", Instituto Jerónimo Zurita, CSIC, en la revista Hís
panla (1962), ne LXXXVIII, pp. 1-37.
Nos referimos a la magna obra de Jaime VICENS VIVES, Historia social y económica de
España y América, 5 vols., Barcelona 1957-59, así como a continuadores de la talla de
Jorge Nadal, Gabriel Tortella, Nicolás Sánchez Albornoz, Josep Fontana, Jordi Maluquer de
Motes, J. Requeijo, L. Prados, A. Tena, Albert Carreras, P. Tedde, P. Martín-Aceña, Carlos
Martínez Shaw por sólo citar a algunos.
Una brillante exposición de la evolución de la historia económica en España puede con
sultarse en "Historia e historiadores de la economía española" en Papeles de Economía, na
20, 1984, pp. V-XXIII.
372
por disposiciones ilustradas de apertura como la libertad de comercio
otorgada en 1778, iniciaron un prometedor desarrollo económico en el
marco de una economía mundial en moderado estado de liberalización
para la época.
Cádiz, por ejemplo, como señala Vicens Vives, a pesar de haber
perdido el monopolio sobre el comercio ultramarino, fue “hasta 1796
el puerto más rico y concurrido de España”, pues no en vano el país
conocía “un período de espléndidas realizaciones comerciales e indus
triales (1796-1798)” . Sin embargo, la guerra con Inglaterra entre 1796
1802, debido a la alianza dinástica española con Francia, inició una eta
pa de descalabros económicos, de ruptura del comercio español con
ultramar y de arrinconamiento de la navegación española al Mediterrá
neo. Las secuelas de la Guerra de Independencia supusieron después
una verdadera ruina económica desembocando en la restauración de
un Antiguo Régimen quebrantado, la pérdida de casi toda la América
española y un turbulento desarrollo político que hacia 1830 vino a
suponer, de nuevo según Vicens Vives, un retroceso para el comercio
exterior con pérdidas calculadas del 300-400%, uno de los baches más
24
dramáticos de la historia comercial española .
Suecia, o mejor dicho Suecia-Finlandia hasta 1809, había dejado de
desempeñar el papel de gran potencia del Norte tras el tránsito de la
Epoca de Grandeza (Storhetstiden, 1600-1718) -una economía de
guerra- a la Epoca de la Libertad (Frihetstiden, 1719-1772) primero y
a la Epoca gustaviana después (1772-1809). Ese cambio supuso tro
car poder por mayor bienestar y paz por guerra, dos ingredientes que
VICENS VIVES, J., Manual de historia económica de España, Barcelona 1967, pp. 527
£549.
Pablo ALZOLA en "Progreso industrial de Vizcaya", Revista Bilbao (1901), pp. 62-78.
llegó a estimar la cifra de gastos bélicos de España, de carácter improductivo, a lo lar
go del siglo XIX. Se elevaban a 14.000 millones de pesetas, lo “que vendría a suponer
una suma superior al gasto público acumulado de los últimos quince años de la cen
turia” y, por consiguiente, “una contribución destacada al atraso económico español”.
Sobre esa época véase p. ej. Michael ROBERTS (1979), The Swedish Imperial Expe-
rience, 1560-1718, Cambridge U.P. y David KIRBY (1990), Northern Europe in the Early
Modern Peiod. The Baltic World 1492-1772, Longman, London. Pero, en especial, Eli F.
HECKSCHER (1954), An Economic History of Sweden, Cambridge, Mass.; del mismo
autor también, Svenskt arbete och liv, 6a ed. 1969, Estocolmo.
373
Suecia no abandonaría en adelante, si bien la paz y la neutralidad
sólo serían alcanzadas como constantes a partir de 1815 . El Estado,
aun siendo la economía interna esencialmente autárquica y con ren
tas más bajas que las de España, gestionó tempranamente la inyec
ción de capital prestado de Europa para promover el comercio de
exportación y sentar las bases de la industrialización mediante gra
duales cambios socio-económicos, a pesar de que Suecia iniciaba esa
singladura con retraso en comparación con las economías de Europa
occidental.
Con una población de 2.3 millones en 1800, cinco veces menor a
la española, la política de comercio exterior de Suecia seguía siendo
-incluso hasta 1850- mercantilista con toda suerte de disposiciones
prohibitivas, tanto para determinados productos (denominado produkt-
plakaf) como en la limitación del comercio a pocas ciudades portuarias
(llamadas stapelstader), por no hablar del diferencial de bandera o las
tarifas aduaneras que, según Heckscher, se fijaban con arreglo a los
costes comparativos del contrabando .
De ese estado de cosas se lamentaban reiteradas veces desde la
Legación de España en Estocolmo. Por ejemplo, en 1801 se informa
que:
“Los Navios Extranjeros están obligados a pagar además de los
derechos de entrada un 40% del valor de toda su cargazón, con lo
qual sucede que ningún navio que no sea sueco llega aqui pues no
puede su Comercio sostener la concurrencia con los nacionales:
Véase p.ej. lo señalado por el entonces embajador de Suecia en España, Kart Anders
WOLTER, en La política exterior de Suecia, publicado en Estudios Internacionales, Madrid
1988, p.112-113. Y sobre el concepto y aplicación de neutralidad por Suecia y España, véa
se la Memoria de Licenciatura de Ma Isabel MATEOS FERNÁNDEZ, España y los países
escandinavos durante la Primera Guerra mundial (1914-1919), Departamento de Histo
ria Moderna y Contemporánea de la Universidad Autónoma de Madrid, 1986. De la impor
tancia que tuvo Suecia en la temprana Edad Moderna en el escenario europeo da fe la lle
gada del primer agente diplomático español, Francisco de Eraso, y su estancia allí duran
te los años 1578—80, aunque sólo será a partir de 1668 cuando llegan a establecerse misio
nes permanentes españolas en Dinamarca y Suecia.
HECKSCHER, E.F., Svenskt arbete och liv, ob. cit., p. 276. Indica de pasada que una ciu
dad como Ystad poseía entonces grandes cuevas para el contrabando, con pasadizos y
lugares para esconder las mercancías detrás de falsos espejos.
374
este excesivo derecho que se exige a los Extranjeros equivale a lo
mismo que si les prohibiesen la entrada .
375
gado. Era en el comercio exterior donde se encontraban los seg
mentos más emprendedores de la economía, si bien éste, en térmi
nos generales, desempeñó una importancia insignificante para el
conjunto de la economía. El producto de exportación más impor
tante era el hierro en barras, en su mayoría destinado al mercado
británico , donde fue hegemónico hasta el descubrimiento del pro
ceso de pudelado y laminado” a finales del siglo XVIII y su pos
terior aplicación masiva durante las guerras napoleónicas. A partir
de entonces cayó dramáticamente la exportación de hierro en barras
a Gran Bretaña, y Suecia sólo conservó el dominio sobre la expor
tación del hierro de calidad para la fabricación de acero. Pero a par
tir de 1826 había logrado abrirse mercado en EE.UU. así como intro
ducir las nuevas técnicas productivas para el procesamiento del hie-
34
rro .
Las importaciones de Suecia a su vez consistían casi en su totali
dad de bienes de consumo -textiles, sal, etc - y productos coloniales.
De ello dan fe las relaciones de intercambio de España con Suecia-
Finlandia en 1792 donde aparecen los siguientes productos por can
tidad y valor:
376
Importación de Suecia Cantidad Valor (reales)
Pasas.................................................................................. 282.234
Higos................................................................................. 34.493
Limones y naranjas.......................................................... 78.384
Almendras......................................................................... 57.438
Vinos y aguardientes....................................................... 1.068
Jerez y similares.............................................................. 11.515
Seda................................................................................... 35.520
Cortezas de naranja y zumo de limón.......................... 28.839
TOTAL.......................................................................... 581.659
377
Lo más sorprendente de esta relación estadística es la ausencia de
la exportación de sal, pues ésta constituía -como apunta Magnus Mór-
ner en su magnífica contribución- uno de los productos más vitales para
Suecia. Quizás fuera así porque la sal de Setubal acaparara en este perio
do todas las ventas. Y, en lo referente a las importaciones, llama la aten
ción el volúmen de hierro y acero que se compraba directamente de
Suecia, a diferencia de su insignificancia a lo largo del siglo siguiente
cuando la industria del hierro en España competía con la sueca al abri
go de elevadas tarifas aduaneras, aparte de ser ambos países los princi
pales suministradores de mineral de hierro para la industria británica.
El transporte de todos estos productos se realizaba casi en su tota
lidad por buques suecos, una práctica que apenas variaría hasta 1860,
cuando la flota mercante noruega comenzó a despuntar. El prolongado
monopolio sueco sobre la navegación se debía al ya citado régimen
prohibitivo y a la falta de un tratado de Comercio entre ambos países,
pero, ante todo, al retroceso que sufrió la marina mercante española
durante casi toda la primera mitad del siglo. Sin embargo, a partir de la
segunda mitad del siglo el bacalao ya es en gran medida transportado
por buques españoles.
El primer Tratado de Comercio con Suecia-Noruega no se firmaría
hasta 1871, a pesar de que en el pasado ya se realizaran varias tentativas
en tal sentido . Es más, en 1790 el monarca sueco, Gustavo III, trató de
alcanzar con España un acuerdo de mayor alcance, en concreto que
España subsidiara a Suecia con metales preciosos a cambio de rebajar los
aranceles a España de forma privilegiada así como otros beneficios fun
damentalmente de política internacional. Más concretamente, según el
Encargado de Negocios español en Estocolmo, Ignacio María del Corral,
la firma de tales acuerdos significaría que “el nuevo mapa báltico con
sistiría en acceder España en un bloque de potencias poderosísimas sin
Inglaterra, cuyo recelo haría que los Estados del Norte estuviesen unidos
y se rompería el sistema occidental en beneficio de España” .
Véase Gráfico 3-
Así lo pone de manifiesto la contribución de Enrique MARTÍNEZ RUIZ y Magdale
na de Pazzis PI CORRALES sobre un fallido proyecto de Tratado de Comercio en 1743.
” SÁNCHEZ DIANA, J. M4, ob. cit., pp. 27-28.
378
En España las disposiciones sobre comerio y navegación eran tam
bién prohibitivas y, por consiguiente, motivo de queja para los comer
ciantes suecos. Así, en pocas ocasiones visaban el manifiesto de carga
en los Viceconsulados españoles , por lo que muchas veces sus buques
sufrían prolongadas esperas al atracar en los puertos españoles o dila
tadas inspecciones sanitarias con ocasión de los recurrentes brotes de
fiebre amarilla y cólera morbo, o simplemente aumentos de los dere
chos de puerto y nuevos recargos sobre determinados productos o, en
general, pesados trámites administrativos . Por ejemplo, el hierro sue
co apenas se importaba directamente de Suecia -aparte de competir
con el español- porque hasta 1868 no se abolió el derecho diferencial
de bandera, como tampoco se procedió a una unificación de los dere
chos de puerto. Y ese mismo año se solicitó una rebaja en los derechos
de Aduana “para evitar el contrabando de hierro sueco de Portugal a
España” . Esa situación puede atribuirse al sistema arancelario de la
época. Vicens Vives dice lo siguiente al respecto:
379
por Canga Argüelles y Florez Estrada] de otro lado, por el
desarrollo extraordinario del contrabando, que practicaban no
solo las tropas inglesas yfrancesas, sino también los mismos espa
ñoles C)”4’.
380
45
amistad de la Suecia con Inglaterra” . El embajador sueco, Cari Gustav
Adlerberg, consideró esa resolución lo suficientemente hostil como
para pedir la entrega de sus pasaportes. Y, poco después, ese mismo
año, Suecia entregó al embajador de Francia en Estocolmo una nota de
protesta “con motivo de las presas que los corsarios franceses estacio
nados en los puertos españoles hacen de los navios suecos”.
Pero la situación se complicaría aún más a raiz de la alianza que
Rusia selló con Francia en 1807. Y así fue. Suecia perdió Finlandia des
pués de sufrir en 1808 una derrota militar en suelo finlandés. Ese revés
supuso la destitución de Gustavo IV Adolfo y la proclamación del
anciano Carlos XIII como nuevo monarca, siendo simultáneamente
designado heredero al trono Jean Baptiste Bernadotte, por carecer el
rey de descendencia.
Las relaciones entre Suecia y España ya se habían deteriorado has
ta tal punto que una Real Orden, fechada un día antes de que estalla
ra el motín de Aranjuez, ordenaba la salida de “todos los vasallos sue
cos del Reino” en el plazo de un mes . Era una consecuencia de los
Pactos de Familia que ataban la política exterior española a la de Fran
cia, pero, en esta ocasión, a pocas semanas de iniciarse la Guerra de
381
Independencia, la confusión creada en España por la lucha por el
poder entre las camarillas partidarias del monarca Carlos IV y del prín
cipe Fernando, hizo que esta práctica declaración de guerra a Suecia
sólo vinculara al posterior régimen de José Bonaparte. Las Juntas Patrió
ticas, creadas al comenzar la Guerra de Independencia, iniciaron ya en
el otoño de 1808 contactos políticos y comerciales con Suecia para
recabar fondos y procurarse medios para proseguir la guerra contra los
franceses. Un oficio del 13 de noviembre, firmado por Antonio ¿Cor-
nel?, decía lo que sigue:
“Que nuestras mejores minas de hierro, y tal vez las más ricas,
son las de Somorrostro en Vizcaya y muchas de lasfaldas de los Piri
neos; mas en la actualidad que todas las ferrerías de dichas pro
vincias están en poder de los enemigos o expuestas a ser cogidas por
ellos, debemos carecer del expresado excelente hierro, y de consi
guiente de los buenos fusiles hechos de él (..) De esta casi imposibi
lidad defabricar armas en el número que exigen las circunstancias
deduce el Señor Moría sea indispensable que se hagan contrato con
nuestro Ministro en Inglaterra para que en sus Fábricas se trabajen
hasta 600.000fusiles en el año, dándonos 50.000 cada mes en el
Puerto que más nos acomode. Sin esta precaución por más diligen
cias que se practiquen nos exponemos a quedar desarmados. Que
asi mismo se persuada será de mucha utilidad contratar en
Suecia, cuyo hierro es el mejor después del nuestro, se nos
remitan 200.000 quintales de hierro de buena calidad, nece
sario para armas blancas y para los Maestrazgos de Artille
ría, pues el inglés es de ínfima calidad Que si en Suecia se
pueden contratar tambiénfusiles se tendrá la ventaja de que
47
serán mejores que los Ingleses (...) [subrayado nuestro]” .
382
cierto en la zona no invadida de la península, hasta el punto que desde el
3 de marzo de 1811 se privó a los cónsules suecos del ejercicio de sus fun
ciones “por el perjuicio que causan los navios suecos que trafican en puer
tos españoles como en los invadidos”. Pero un despacho del 21 de abril
de 1812 ya daba cuenta de la asignación de 14.790.000 reales para la com
pra de munición y armas (parte de esa deuda, 238.401 reales, fue reem
bolsada a Suecia por Real Decreto del 15 de octubre de 1852). Y, en sep
tiembre de ese mismo año, el Consejo de Regencia tomó incluso la deci
sión de enviar la fragata Efigenia a Suecia, con 300 oficiales y marinos a
bordo, para ponerse a las órdenes del Príncipe sueco en las operaciones
militares contra los franceses en el Norte de Alemania. Allí se reunirían tam
bién con los cerca de 800 desertores españoles del Ejército francés que se
encontraban en San Petersburgo, así como con otros no determinados en
Riga, Reval y diversos puertos de Rusia. Sin embargo, la fragata, que llegó
con alguna avería a Portsmouth, ya no emprendería rumbo a Suecia, por
que el Consejo de Regencia, alertado por el embajador en Rusia, Eusebio
Bardaxi y Azara, sobre la escasa confianza que debía depositarse en un
Bemadotte por sus lazos de sangre con Francia, decidió dar una contraor
den en los términos siguientes, según un despacho remitido el 24 de ene
ro de 1813 a Cádiz por el Conde de Fernán Núñez, embajador en Londres:
383
Otro despacho posterior, de 1813, de la Legación de Estocolmo
comunicaba que Rusia deseaba que se consolidara la amistad de Espa
ña con Suecia, pues hasta entonces sólo había mediado un reconoci
miento tácito del Consejo de Regencia por parte sueca. Ese acerca
miento se materializaría el 19 de marzo de 1813 con la firma de un Tra
tado de Paz y Amistad y la salida de Suecia, el 6 de junio, con desti
no a España del nuevo embajador Conde de la Gardie. Así se puso tér
mino a unas relaciones de desconfianza que en buena medida se debí
an a las intrigas del embajador español en Rusia.
384
En 1817 las relaciones ente ambos países volvían a ensombrecer
se a causa de un supuesto apoyo de Suecia a los insurgentes de la Amé
rica española. Así lo pone de manifiesto un despacho cifrado llegado
el 22 de mayo de 1817 a la Legación de España en Estocolmo:
Tal información fue desmentida tanto por Suecia como por la pro
pia Legación española, si bien Suecia comunicó que no podía impedir
que los particulares comerciaran libremente con quienes quisieran .
Unos años más tarde, en marzo de 1821, el enviado de España en Sue
cia presentó de nuevo una protesta “por el tráfico y acuerdo que des
de San Bartolomé y Santo Tomás se da a los insurrectos”.
Dejando a un lado estos hechos que condujeron a un enfriamien
to de las relaciones políticas con Suecia, la época posterior a 1824, una
vez liquidado el vasto imperio colonial español en América, presenció
la normalización de las relaciones políticas y la reanudación de los
lazos comerciales, incluso con notables incrementos en la exportación
e importación en comparación con 1792, aunque ligeramente inferiores
a los de 1803. Así se desprende de la Balanza Comercial de 1826:
Sobre las relaciones específicas de Suecia con los independentistas americanos, véan
se p.ej. los relatos de Severin Lorich, Frederik Petré y F.T. Adlercreutz en la obra coor
dinada por A. FILIPPI, Bolívar y Europa en las crónicas, elpensamiento político y la his
toriografía, vol. 1, Caracas 1986, p. 1001 y ss.
385
Importación Cantidad Valor (reales)
Exportación
386
De los productos importados de Suecia-Noruega en 1826, las
viguetas de pino representaban el 90% del total importado de esa par
tida de otros paises, los tablones el 50%, los palos para arboladura el
50%, el hierro en barras el 95%, el hierro forjado el 36%, la grasa de
ballena el 15%, el bacalao el 30%, el alquitrán y la brea el 3% y el ace
ro en barras el 10%. De esta relación se desprende que España seguía
importando fundamentalmente productos madereros elaborados o
semi-elaborados de las serrerías suecas así como hierro y acero de sus
ferrerías.
El bacalao, procedente casi exclusivamente de Noruega, represen
taba el volúmen y el valor más elevado del conjunto de las importa
ciones de Suecia-Noruega (70%), casi una constante hasta 1882. Y, dada
la envergadura de ese comercio, en febrero de 1825 ya se procedió a
una elevación de los derechos de importación sobre el bacalao, lo cual
ocasionó una protesta del Encargado de Negocios sueco, Gustav de
Lorichs, al Secretario de Estado, Cea Bermúdez. Éste le respondió, insa
tisfactoriamente suponemos, que sólo estaba sujeto al decreto arance
lario el bacalao, pero no el pez palo, de inferior calidad . En el fondo
fue una medida destinada a favorecer a la industria pesquera españo
la, así como a los buques españoles en un comercio tan rentable. Por
su parte el enviado español en Estocolmo se hacía eco de la importa-
nacia que había adquirido ese comercio al señalar que Noruega “expor
ta 600-800.000 marcos de Banco anuales de bacalao” . De la relevan
cia de esta mercancia daría también cuenta en 1833 Mariano de Cavia,
Encargado de Negocios en Estocolmo, cuando un tal Sr. Konow se pro
puso como cónsul en Bergen alegando que:
Véase Documento n2 7 y 7A
Véase Documento n2 7B en el Apéndice Documental.
387
tions de ce pays-lá, pendant qu 'ils vont, faute de meilleur destina-
tion, presque toujours au Portugal pour cbarger du sel, dont une
grande quantité est consommée ici a lapreparation dupoisson”.
388
ciones y recurrentes epidemias como la fiebre amarilla y, desde 1833,
la más mortífera aún cólera morbo que asoló el país de norte a sur. Aún
así, con guerras, privaciones y epidemias, la población española creció
de los 10,5 millones en 1797 a los casi 12 millones en 1833, y en 1860
ya sobrepasaría los 15 millones.
Entre lo exportado a Suecia sobresalen los productos de alimenta
ción, de nuevo con la importante ausencia de la sal, pero con la incor
poración del plomo y el mercurio y el importante incremento en el
volúmen de vino y aguardiente. Esa creciente demanda de productos
alimenticios estaba seguramente en correspondencia con el 30% de cre
cimiento demográfico que registró Suecia entre 1800-1830, donde toda
vía en 1870 el 72,4% de la población se dedicaba a actividades agrarias
(en Inglaterra el 35% y, en España, a falta de datos estadísticos sobre
población activa anteriores a 1900, el equivalente era del 68% en
1900) . De esta relación se desprende también que España exportaba
básicamente productos primarios, en parte atribuible a su estructura
esencialmente agraria y en parte a que la producción de hierro y teji
dos competía directamente con la de Suecia-Noruega.
También conviene recordar que la aparición del cólera morbo en
Gotemburgo en 1834 afectó seriamente al comercio y la navegación
debido a las cuarentenas y las medidas sanitarias que se adoptaron has
ta su erradicación en 1860.
Todo este comercio sobrevino después de la crisis económica que
registró Londres y Hamburgo en 1819, tras el hundimiento de los pre
cios a partir de 1814, con el consiguiente empeoramiento del cambio
de la moneda sueca que, desde 1815 hasta la adopción del patrón-pla
ta en 1834, estuvo sometida a constantes fluctuaciones. El empeora
miento de las relaciones de intercambio comercial obligó también a
Suecia a restringir en años de malas cosechas la entrada y salida de
ciertos productos (vino y café en 1817, avena, guisantes y cebada en
1826 y 1829, etc.), pero ante todo a modificar las prácticas mercantilis-
tas. Así, en 1820, se habló de una nueva tarifa de Aduanas que anula-
Véase lo señalado por Jan KUUSE en "Mechanisation, Commercialisation and the Pro-
tectionist Movement in Swedish Agriculture, 1860-1910" en ob. cit. de Lars JONUNG y
Rolf OHLSSON, p.245 y ss.
389
ría los productos sujetos a monopolio sueco de comercio -‘plakatpro-
dukter”- y, en 1821, que se iban a corregir “los evidentes defectos de
la Aduana sueca”. Uno de los correctivos fue la orden dada en 1820
para la libre exportación de granos.
Coincidiendo con esta apertura comercial el monarca sueco reite
ró en 1820, y de nuevo en 1822, la conveniencia de firmar un Tratado
de comercio con España. Pero todo quedó reducido a conferir en 1822
los mismos derechos de puerto a los buques suecos que los dispensa
dos a los españoles. Estos cambios en la política comercial sueca llevó
al Encargado de Negocios español en Estocolmo a pronosticar lo
siguiente el 14 de febrero de 1823:
390
como también los derechos de salida sobre las vigas o maderas,
planchas y demás producciones de bosques.
391
En España, a causa del continuado desbarajuste provocado por la
insurrección de los realistas (1821-22) y la intervención militar francesa en
España (1823-27), los Aranceles proteccionistas de 1820 se reforzaron en
1826 significando, según Vicens Vives, “la aplicación de un derecho úni
co ad válorem, en reales y maravedís, sobre el derecho diferencial de ban
dera, recargando a los buques extranjeros entre un 50 y 300% respecto de
los nacionales (..) Este decreto no arregló la situación, pues al año siguien
te estalló la guerra civil entre liberales y carlistas, que extendió [más aún]
el contrabando en el país. Los carlistas, que controlaban las fronteras, se
servían de esta posición para inundar España con géneros del extranjero
(hierro y textiles) que resultaban más baratos que los nacionales” . Este
sistema arancelario tan proteccionista estuvo vigente hasta 1849.
Con estas disposiciones arancelarias el comercio entre Suecia-Norue-
ga y España no pudo ser sino de poca consideración contable, como se
desprende de las Estadísticas del Colegio de Comercio de Suecia, las úni
cas disponibles para el periodo 1835-1849.
1792.......................................................................... 2.436.851
1803 .......................................................................... 2.178.763
1826.......................................................................... 652.044
1835........................................... 180.273............... 351.532
1842........................................... 161.880............... 315.666
1843........................................... 188.290............... 367.165
1849.......................................................................... 455.302
1850........................................... 342.000............... 666.900
392
Importación de España Valor en Riksdaler Valor en pesetas
1803...........................................
185 suecos
84 (suecos)
1843........................................... 9-657 lastres
35 -”- +6 de otra bandera
1844...........................................
+ 14 -”-
1845...........................................
24
Navegación de España........... 84% en buques suecos y
1% en noruegos en 1845
[Estos valores tan fragmentarios los hemos completado con las esta
dísticas españolas de 1826, 1849 y 1850 para construir una hipótesis
razonable del curso seguido por el comercio hispano-sueco entre 1826
y 1850. Para ello nos vemos obligados a deducir el comercio con Norue
ga de las estadísticas españolas de 1826 y 1849, dado que ese comercio
no se contabilizaba como propio en las estadísticas suecas, a diferencia
de las españolas. Otra operación que realizamos es convertir la mone
da sueca -Riksdal- al cambio de 1858, con una equivalencia de 7 Reales
y 80 céntimos, y una posterior conversión a pesetas corrientes].
393
Las exportaciones a Suecia registraron en cambio una progresión
constante, llegando incluso por primera vez a superar el valor de las
importaciones, sin duda debido a los elevados aranceles españoles y a
la moderada bajada de las tarifas suecas. Las partidas de exportación,
por orden de importancia, consistían en sal, vino, pasas, almendras,
aceite, cáscaras de naranja, higos, frutas, anis y plomo .
España inició también su despegue industrial, pero sin la correspon
diente transformación de su estructura agraria, todavía fuertemente encor-
setada por el sistema del Antiguo Regimen, de modo que ya durante este
periodo se reforzó el desfase entre un centro cerealista y una periferia en
vías de industrialización. No es éste el lugar para analizar las causas y orí
genes del atraso español, si bien fue un indeseado acompañante de mer
cados fuertemente protegidos que postergaban con la misma intensidad
las inversiones industriales y las innovaciones tecnológicas. Añádase a ello
el “neolatifundismo” creado por el proceso de desamortización del suelo
(1836-1856) o el incumplimiento de la obligatoriedad de la instrucción
primaria (1857) a la luz del pavoroso índice de analfabetismo (78%) en
1860, para entender el atraso de España como resultado de la combina
ción de factores adversos . Sin embargo, la segunda mitad de siglo pare
cía abrirse de forma prometedora, al menos para el comercio exterior.
M.AA.EE., Legación de España en Suecia, despacho num. 537 del 18 de abril de 1845.
Véase p.ej. Francisco SIMÓN SEGURA, "La desamortización española en el siglo
XIX", en Papeles de Economía Española, na 20, 1984, pp. 74-107.
CARRERAS, A., en "La industrialización: una perspectiva a largo plazo" en Papeles de
Economía ns 73, Madrid 1997, pp. 33 y 41-43 recoge las formulaciones de Rostow y Hoff-
man relativas al atraso industrial español, en particular para iniciar la segunda revolución
tecnológica a partir de 1880. Brillante es también la exposición que G. TORTEELA hace
de la economía española desde 1834 hasta la Primera Guerra mundial en la obra Histo
ria de España dirigida por TUÑÓN DE LARA, Barcelona 1981, vol. VIII, p. 11-160.
394
vias férreas. De hecho la época del ferrocarril, 1840-1870, presenció
una subida generalizada de los precios asi como una notable bajada en
los fletes y los costes de transporte, todo lo cual aumentó la demanda
de productos, propició una mayor división del trabajo y, sobre todo,
articuló lo que propiamente puede denominarse una economía más
nacional en un sentido, y más dependiente internacionalmente en otro.
Esa aparente contradicción cristalizó en las disputas que librecambistas
y proteccionistas libraban entonces en todos los países a la hora de
decidir medidas de política económica, arrastrados como estaban por
la marea librecambista de Gran Bretaña. Ni Suecia ni España pudieron
sustraerse a esa controversia.
En el caso de Suecia, Heckscher, en uno de sus escritos mas bri
llantes a nuestro juicio, describe la singularidad del tránsito sueco al
librecambismo . Dice que poco después de 1860 todo parecía como si
el mercantilismo jamás hubiera existido en Suecia, cuando de hecho
poco antes la doctrina, reforzada primero por el romanticismo y des
pués por el proteccionismo de nuevo cuño de Friedrich List, no mos
traba signos de agotamiento, al igual que en Alemania donde las con
cepciones mercantilistas reverdecieron en forma de proteccionismo,
socialismo de Cátedra y finalmente en las conocidas formulaciones tota
litarias de la economía. Sin embargo, en Suecia, el librecambismo se
impuso al calor de la sintonía reinante entre la Francia de Napoleón III
y la Suecia de Carlos XV. Las relaciones franco-suecas siempre habían
sido intensas desde la época gustaviana, pero ahora lo fueron aún más,
hasta el punto que Suecia se adhirió en 1865 al Tratado de librecomer-
cio, Cobden-Chevalier, suscrito entre Gran Bretaña y Francia en 1860 .
Además se consideró el librecambismo -siguiendo y venerando a Bas-
tiat, pues se pasaban por alto las complicadas formulaciones de Adam
Smith, Malthus o Ricardo- como un orden natural y armónico, de modo
que el monarca, en uso de sus prerrogativas, como lo había hecho
395
Napoleón III, procedió a la reducción arancelaria sin consultar al par
lamento. Detrás de estos golpes de mano se encontraban ministros,
banqueros, grandes empresarios y académicos , todos los cuales for
marían parte del muy influyente grupo fáctico Asociación de Economia
Nacional (Nationalekonomiska Fóreningen), creado formalmente en
1877 . Y la política librecambista prevaleció hasta la adopción de las
primeras medidas de tipo proteccionista en 1888.
Por lo que atañe a España en 1849 se impuso un sistema arance
lario más moderado que el anterior, pero, en cualquier caso distante
de las aspiraciones de los librecambistas y cercano a las pretensiones
de los proteccionistas catalanes, vascos y castellanos. En todo caso el
nuevo arancel hizo desaparecer el mercado reservado, las tarifas para
América y los privilegios a industrias, al tiempo que permitía el depó
sito de mercancías y fijaba el 20% como tope para el derecho diferen
cial de bandera. Las tarifas aduaneras también se modificaron de for
ma tal que los bienes de equipo importados pagaban entre 1-14% de
su valor, las mercancías similares a las españolas el 25-50% y las no
similares el 15-25%. Este arancel estuvo vigente hasta 1869 cuando
entró en vigor otro de signo librecambista, todo ello en medio de una
fuerte presión de organizaciones proteccionistas, en su mayoría cata
lanas. Se eliminó a partir de entonces el derecho diferencial de ban
dera y todas las restricciones a la importación y exportación, además
de establecerse que los diversos aranceles serían reducidos progresi
vamente hasta 1881, de forma que el 15% sería el tope máximo apli
cable a partir de esa fecha.
Ibidem, pp. 108 y ss. En ese núcleo duro de librecambistas suecos se encontraban
Hans Forsell, Secretario del Banco de Suecia, Ministro de Finanzas e historiador eco
nómico; Johan August Gripenstedt, el parlamentario más influyente de la época; Johan
Wolter Arnberg, Director del Banco de Suecia: A.O. Wallenberg, fundador y director de
Stockholms Enskilda Bank; Axel Gustafsson Bennich, Director General de Aduanas;
Cari Fredrik Waern, empresario de Gotemburgo, Ministro de Finanzas y Presidente de
la Cámara de Comercio de Suecia; Johan Henrik Palme, fundador y director del Inteck-
ningsbanken; y, finalmente, de nuevo, Hans Forsell como publicista de las ideas libre
cambistas desde las páginas del diario Stockbolms Dagblad.
Véase el impacto que ejercieron estas medidas de librecambio en la Memoria elabo
rada en 1864 por el Encargado de Negocios de España en Suecia . Dicha Memoria apa
rece en el Apéndice documental como Documento na 8.
396
Si Suecia adoptó definitivamente una política de librecambio en
1864, tras graduales reducciones arancelarias desde 1854, quizás lo
podía haber aplicado ya en 1857 si ese mismo año no hubiera sobre
venido una crisis financiera y comercial que afectó los valores en Bol
sa, los empréstitos de Hamburgo, además de provocar, sólo en Esto
colmo, la quiebra de 33 casas comerciales .
De lo que no cabe duda es que las importaciones de Suecia-
Noruega entre 1850-1869 casi alcanzaron los niveles más elevados de
todo el siglo. Se trataba de unas relaciones de intercambio muy favo
rables para Suecia-Noruega provocando en ocasiones (1852, 1854, 1857
y 1859) déficits abultados para España. Esos aumentos se debieron casi
exclusivamente al fuerte incremento que registró la importación de
maderas. Así, en 1860 ya se había duplicado el valor de la importación
de maderas respecto a 1850, y en 1865 se duplicó de nuevo con res
pecto a 1860, lo que vino a significar que casi se quintuplicó su valor
de importación entre 1850 y 1865. No es de extrañar, ya que Suecia
ostentó durante esos años un neto predominio en la exportación made
rera en el mercado mundial debido a los cambios de producción ya
reseñados y a la imposibilidad de Noruega, Rusia-Finlandia o Canadá
de competir en precios y calidad. Sólo Inglaterra absorbía el 60% de la
producción maderera sueca, un sector que representaba más del 40%
del total de las exportaciones suecas (el hierro el 23% y el centeno el
20%). Sin duda esta fuerte demanda de madera en España estaba vin
culada al tendido de vias férreas y al proceso de urbanización/indus-
trialización, dos fenómenos generalizables a toda Europa occidental.
Después de 1864 se produjo en España una caída de esa demanda,
aunque en 1868 volvió a registrar una fuerte subida para después man
tenerse casi estable hasta 1879 a un nivel del 20% superior a los años
1860-64.
La importación de bacalao también estuvo expuesto a un incre
mento muy fuerte y constante desde 1855 representando en 1857 más
397
del 90% del valor total de las importaciones. En 1874 alcanzaría el valor
más elevado del siglo, pero gradualmente iría perdiendo terreno frente
a la madera .
Los demás productos importados de Suecia-Noruega representa
ban valores inferiores al 5%. Es el caso de la grasa de ballena y las hue
vas de pescado (raba), que dejaron prácticamente de importarse a par
tir de 1872, o el insignificante valor invariable (1-2%) de la partida
“material ferroviario” que aparece consignado entre 1859 y 1888; lo
mismo puede decirse del alquitrán y la brea, cuya demanda iba des
cendiendo hasta casi desaparecer con la entrada en escena de los
buques de vapor.
Por lo que respecta al hierro y al acero, productos de exportación
tan importantes para Suecia, apenas aparecen cantidades consignadas
que merezcan siquiera ser tenidas en cuenta. El acero, por ejemplo,
sólo se importó en cantidades pequeñas en 1853, 1855 (0,5%, valor
máximo alcanzado) y 1865, no figurando en absoluto en los restantes
años. El hierro colado, en cambio, aunque el contingente importado
apenas representara nada reseñable, aparece en 1852, 1854, 1860 y
1864 con valores que no llegaban al 5% del total de las importaciones
de Suecia-Noruega. Al respecto, el Vicecónsul de España en Gotem
burgo da las razones por las cuales hasta 1866 apenas se exportaba hie
rro a España.
Véase Gráfico G.
M.AA.EE., Correspondencia Legación de España en Estocolmo, oficio n° 29 del 23 de
mayo de 1866.
398
siglo (del 85% entre 1850-59 y del 60% entre 1861-1870 ’), lo que res
pondía a la tendencia fuertemente expansiva del comercio exterior
(con una tasa de crecimiento del 5% anual) en toda Europa occidental.
Leandro Prados de la Escosura afirma que “las importaciones españo
las responden plenamente en su comportamiento al patrón europeo: el
inicio de la modernización de la economía a mediados de la década de
1850 con el establecimiento de un nuevo sistema de propiedad, la cre
ación de numerosos bancos (con la consiguiente reducción de los cos
tes de transacción), el incremento de la oferta de tierra cultivable en el
mercado y la construcción del primer tramo de la red ferroviaria, tuvie
ron como resultado la elevación de la propensión a importar y dieron
lugar a que durante ese periodo se alcanzaran las más altas tasas de
72
crecimiento de las importaciones en el siglo XX” .
Las transacciones comerciales entre España y Suecia-Noruega expe
rimentaron un incremento similar, puede calificarse el periodo 1849-65
como el de un fuerte incremento de dichos intercambios. Así, mientras
el valor de las exportaciones se duplicaba, el de las importaciones se tri
plicaba. Después, entre 1869-1881, puede hablarse de la “edad dorada”
del siglo XIX para el comercio con Suecia-Noruega, debido en especial
a que ambos paises adoptaron el librecambio y suscribieron un tratado
de comercio. Lo mismo sucedía con el comercio en los ventajosos mer
cados de Gran Bretaña, Francia y Alemania. El caso de Francia es ilus
trativo al respecto. Por ejemplo, tras la firma del Tratado de Comercio
con Francia los intercambios comerciales franco-suecos aumentaron un
80% y lo mismo puede decirse de los intercambios comerciales españo
les con dichos paises. Pero, para el caso que nos ocupa, la fuerte expan
sión que estaba experimentando el comercio exterior tanto en España
como en Suecia-Noruega significó que las importaciones y las exporta
ciones entre ambos paises volvieron a duplicarse entre 1868 y 1881, a
pesar de las vicisitudes políticas de España y de las nuevas cuarentenas
que impuso el rebrote del cólera morbo en la península.
399
Las exportaciones españolas a Suecia-Noruega estaban encabeza
das por la sal, un producto ya tradicional de intercambio. Comproba
mos que entre 1850 y 1856 se duplica la cantidad y se triplica su valor
de exportación. Y, a partir de este último año y 1871 se alcanzaron las
cifras más altas para el comercio de la sal, en especial los años 1856
59 y 1862, con incrementos del 20% tanto en volúmen como valor. Con
cuerda más ó menos con la estadística sueca, aunque haya diferencias
en volúmen, de suerte que p. ej. 1860 figure para Suecia como uno de
74
los años de mayor importación de sal española . Esas diferencias no
tienen relevancia alguna dado que es imposible desglosar la fuerte par
tida de sal destinada a los bancos de salazón de Noruega. En cualquier
caso la sal vino a representar durante todo el periodo por norma más
del 30% del total exportado a Suecia-Noruega, pero en años como
1850, 1852, 1854, 1856, 1858 y 1862 supuso incluso más del 50%.
Los frutos secos (pasas, higos, almendras y cáscaras de naranja y
de limón) seguían ocupando un lugar destacado después de la sal osci
lando entre el 10-20% del valor total de las exportaciones, un porcen
taje que a partir de 1860 sería superado por los caldos de vino y el acei
te de oliva.
El aceite de oliva que en 1850 representaba el 30% del valor de las
exportaciones, apenas aparece en los asientos de exportación entre
1851-62, con la excepción del año 1859 donde alcanza una cuota del
20%. Otra será la situación entre 1863-71 cuando el aceite de oliva lle
gará a ocupar el segundo lugar en importancia después de la sal, repre
sentando del 20 al 25% de lo exportado. Los caldos de vino a su vez
desplazarían a partir de 1871 al aceite de oliva a una tercera posición,
a pesar de que el aceite siguiera importándose por valores similares.
Los caldos de vino (Jerez, Málaga y vino común de diversa proce
dencia) serán los que más aumenten en volúmen y valor, debido a los
daños causados entre 1868-1888 por la filoxera a los viñedos francesas
(reducidos a 1/3). España llegó por ese motivo a ocupar una posición
400
dominante en el mercado mundial del vino, hasta que hacia 1892 esa
misma filoxera se extendió entre los viñedos españoles provocando por
mucho tiempo un fuerte declive en la producción vitivinícola.
En la contabilidad de la Aduana española se desglosan específica
mente los vinos de Jerez y similares del vino común. Aqui sólo vamos a
abordar la evolución de la exportación de los caldos de vino considera
dos como un todo, dado que ya se presentan en esta obra valiosos estu
dios específicos sobre los vinos de Jerez. Lo que sí queremos constatar
es que si los vinos exportados a Suecia-Noruega representaban en 1850
un 10% del valor total de productos exportados , en 1861 ya habían
alcanzado el 24%, un porcentaje que se mantuvo estable hasta 1871. Des
pués se asistiría a un verdadero “boom”, como tendremos ocasión de ver.
En cambio la exportación de minerales apenas tuvo relevancia duran
te estos años, a pesar de la importante actividad exportadora que España
desarrolló en este campo. Sólo figura como metal exportado, pero en can
tidades pequeñas, el plomo en barras. Es cierto que la Guerra de Crimea
restringió su comercialización, sin embargo, cuando reapareció, y sólo en
las partidas de 1861-63, lo hizo en cantidades igualmente insignificantes.
Otros productos exportados y por valor igualmente irrelevante
eran: anís, corcho, regaliz, esparto, tabaco y frutas.
Sobre la intensidad de la navegación entre España y Suecia-Norue
ga daba cumplida cuenta la Legación de España en Estocolmo. De esos
datos se desprende la pujanza que adquirió también la navegación
durante los primeros años de la segunda mitad del siglo:
401
La navegación, como ya era habitual, se realizaba casi exclusiva
mente en buques suecos y, cada vez más, en noruegos. Por norma sólo
el 50% de los buques hacían la ruta directa a España, el resto provenía
de algún otro puerto europeo, generalmente inglés, donde descargaban
y volvían a cargar mercancías de esos países con destino a España. Por
las estadísticas resulta imposible conocer el tipo de intercambios múlti
ples que realizaban estos buques durante su trayecto. De lo que no
cabe duda es que apenas realizaban este transporte buques españoles,
salvo en el ya mencionado comercio del bacalao. No en vano se decía
en 1866 desde la Legación de España en Estocolmo que “la importa
ción directa en Suecia de productos españoles no es de ninguna con
sideración” .
402
la creciente mecanización de la producción unida a la creación de uni
dades industriales orientadas hacia el oligopolio con la incorporación
de nuevas técnicas de producción. Fue por estas razones una época de
racionalización empresarial y de responsabilidad limitada de los riesgos
para afrontar una exacerbada competencia. Por ello se generalizaron
muchas de las innovaciones técnicas del periodo inmediatamente ante
rior, algunas plantas fabriles adquirieron dimensiones mayores median
te procesos de concentración y se multiplicaron las cooperativas como
también las sociedades anónimas, algunas de las cuales ya comenzaron
a ensayar la modalidad de los trusts y otras formas de oligopolio . Fue
también la época de la restauración de medidas proteccionistas, la
adopción del patrón-oro para disciplinar los cambios y flujos moneta
rios así como la consolidación de la banca involucrada ahora no sólo
en inversiones ferroviarias sino también en los grandes desembolsos de
capital que demandaban las empresas de capital intensivo y los nue
vos sectores industriales. La racionalización del riesgo significó también
su diversificación, lo que se plasmaría en ramificaciones que en
muchos casos desembocarían a partir de 1890 en la configuración de
lo que sería la segunda revolución tecnológica asentada en la industria
química, la electricidad, el petróleo, el caucho y finalmente el motor de
combustión interna.
Los peores efectos sociales que acompañaban a estos cambios fue
ron amortiguados a través de una fuerte oleada migratoria al continen
te americano, un rasgo más acentuado en el caso de Suecia que el de
España. Sin embargo, el periodo de la “gran depresión” tampoco fue
homogéneo, pues hubo años de expansión, ciclos cortos, que al poco
tiempo cayeron de nuevo en la espiral de la onda depresiva. Tampoco
hubo un reparto geográfico homogéneo de la contracción económica.
Así comprobamos que tanto España como Suecia lograron sortear sus
peores consecuencias, pero por razones distintas y con resultados
igualmente distintos.
En el caso de Suecia se realizó una inversión intensiva en casi
todas las ramas industriales, por medio de fuertes empréstitos de Euro
pa y, en menor medida, a través de inversiones directas de capital
CLOUGH, S.B.-COLE, C.W., Economic History of Europe, Boston 1952, p. 640 y ss.
403
extranjero. Así, entre 1870 y 1880 las inversiones industriales se incre
mentaron en un 80%, mientras que la renta nacional aumentó un 30%
entre 1870 y 1875. La locomotora de esta expansión económica fue el
comercio exterior y la fuerte demanda exterior de productos como hie
rro, madera y papel, en una proporción muy superior a lo que podía
absorber una demanda interna relativamente rígida, aunque ésta se
había ensanchado con los beneficios que repartió más equitativamente
79
la producción agraria . Por tanto puede hablarse en este sentido de una
expansión “importada” que irradió efectos aceleradores y multiplicado
res sobre el conjunto de la economía interna. En fin, la mecanización
de la producción exportadora y el nivel de precios competitivo del país
actuaron como dinamizadores de este proceso de expansión y diversi
ficación industrial, además de la bajada de los costes de transporte que
propició la entrada en funcionamiento del primer tramo de la red ferro
viaria, ultimada hacia 1870.
Así pues, cuando los Nobel patentaron la dinamita en 1868 o
cuando se estableció en Bergvik la primera planta del mundo para la
fabricación de celulosa en 1872, estas innovaciones no pueden consi
derarse sino como un anticipo de lo que dos decenios más tarde sería
la gran apuesta de la economía sueca: la ingeniería industrial. Este sec
tor, en buena medida basado en patentes suecas (separadores, turbinas,
motores de combustión interna, acumuladores de gas y rodamientos),
arrojó un volúmen de exportación que desde 1889 crecía un 50% cada
cinco años. Tal diversificación industrial iría eclipsando la prepoderan-
cia de los productos de exportación tradicional, al tiempo que reducía
la vulnerabilidad de la actividad exportadora frente a la competencia de
otros países, sobre todo de Rusia-Finlandia que desde 1885 desplegó
una activa política exportadora basada en el comercio de la madera y
los cereales.
En España, una vez transcurrido el sexenio revolucionario (1868
74), podemos hablar de un largo periodo de estabilidad política Y la
404
economía conoció el periodo más brillante del siglo XIX durante los
años (1876-1886): expansión, reequipamiento industrial, firmeza de los
precios, reanudación de la construcción de vías férreas , entrada de
capital, gran impulso a la producción y exportación minera así como a
la industria textil, siderúrgica y naviera. Después, a partir de 1887 la
economía española quedaría sumida en la onda depresiva internacio
nal, con efectos particularmente fuertes en 1895 con el desplome de la
exportación del vino y el hierro.
En general, hasta 1887, el comercio exterior de España experi
mentó índices de crecimiento notables, aunque más las exportaciones
que las importaciones, una tendencia que también es perceptible en las
exportaciones a Suecia entre 1870-1885 así como en las importaciones
entre 1871-1891.
Durante este periodo el comercio con Suecia-Noruega estuvo suje
to al Tratado de comercio de 1871, vigente hasta 1883 y basado en el
principio de nación más favorecida, un acuerdo complementado con la
aplicación de la reciprocidad en el reconocimiento de los certificados
de arqueo (1875), la reciprocidad en el pago de derechos de navega
ción y puerto en Ultramar, atendiendo a la bandera y no a la proce
dencia del buque (1869), y la admisión de los certificados de carga visa
dos notarialmente en Suecia-Noruega (1882). En 1883 se acordó un
nuevo tratado comercial, de naturaleza más proteccionista en sintonía
con el reforzamiento de los aranceles españoles.
El sistema arancelario español no resistió adaptarse al modelo
moderadamente librecambista inaugurado en 1869. Comenzó a deshi
lacliarse por la presión de los sectores proteccionistas, y después se jus
tificó su posterior desarbolamiento por la entrada masiva de cereales de
Rusia, la depreciación de la peseta (crónica desde 1881) por no estar
respaldada por el patrón-oro, la bajada de los precios, así como la
necesidad que sentía un Estado endeudado de recabar ingresos adicio
nales mediante la elevación de los aranceles (que llegaron a represen
tar el 15% de los ingresos del Estado). Todo ello llevó a los gobiernos
81 Véase en particular Antonio GÓMEZ MENDOZA, "Los efectos del ferrocarril sobre la
economía española, 1855-1913", en Papeles de la Economía Española ns 20, Madrid
1984, pp. 155-168 .
405
sucesivos a iniciar una escalada de medidas de protección. La primera
fue adoptada ya en 1875 al congelar la progresiva reducción arancela
ria acordada en 1869. En 1890 se suprimieron sin más esos proyectos
y en 1891 se aprobaron unos nuevos aranceles de signo moderada
mente proteccionista que desembocaron en 1906 en otro tipo de aran
celes ya marcadamente proteccionistas.
Suecia adoptó las primeras medidas proteccionistas en 1888 para
proteger a los agricultores de la libre entrada de cereales y la caída de
los precios agrarios. Y de allí en adelante se edificó un sistema protec
cionista similar al alemán. Como era de esperar, las exportaciones espa
ñolas a Suecia acusaron estas medidas en 1889-1890 ,1894-1896 y 1898
1902 con descensos cercanos al 50%. De la misma manera que las
importaciones sufrieron declives similares entre 1892-1899 por idénticas
medidas adoptadas en España.
Hemos dividido las tres últimas décadas del siglo en tres fases: la
primera correspondiente al comercio con Suecia-Noruega 1871-1882 ,
una segunda coincidente con la separación aduanera de Noruega y con
la última fase del librecambismo en Suecia 1882-1888 y una tercera
1888-1898 enmarcada por la introducción de medidas proteccionistas
tanto en España como en Suecia, unas relaciones comerciales en mar
cado retroceso, en línea con la onda depresiva de la economía mun
dial.
La primera fase, dentro de un contexto librecambista, se caracteri
za por unas importaciones de Suecia-Noruega que denotan una curva
ligeramente ascendente entre 1871-1881. En este último año, cuando la
aduana española separa el comercio con Noruega del de Suecia, se
alcanzaron los valores máximos del siglo. De los productos importados
el bacalao seguía ostentando un lugar muy privilegiado en valor y volú-
men: un promedio del 66,7%, en tanto que los productos madereros se
situaban en un 30% y el hierro en un 1,36%. Lo más destacable es la
progresión que registró la importación de madera: entre 1871 y 1881:
se duplicó su valor de importación a pesar de que el volúmen apenas
variara, lo cual da a entender que la madera estuvo sujeta a importan
tes incrementos de precio.
Las exportaciones a Suecia-Noruega también arrojan los valores
más elevados del siglo. Y bajo ese signo los años 1873-74, 1876-1878,
1880-1881 y 1884-1885 dan los mejores resultados. El vino encabezaba
406
el valor de las exportaciones con un promedio del 34%, seguido de la
sal 25%, los frutos secos 16,5% y el aceite 14,5% . Los diversos caldos
de vino experimentaron un verdadero “boom” de ventas con incre
mentos por encima del 300% respecto a los años anteriores a 1871,
pero todavía un 15% inferiores a los años de máximo apogeo en la
exportación de vinos (1882-1891). Tanto la sal como los frutos secos se
situaron en posiciones de franca regresión, perdiendo peso en las
exportaciones tanto en volúmen como en valor, una tendencia menos
visible en los años posteriores a 1882. Otras partidas exportadas, de
carácter esporádico y por valores de poca consideración, eran plomo,
cobre, esparto, plumas de relleno y centeno.
La segunda fase, 1882-1888, se resiente de la separación aduanera
de Noruega. El valor de las importaciones se reduce a más de 1/3 de
las cantidades anteriores. No obstante la tendencia de las importacio
nes sigue una linea ascendente después de la acusada bajada, casi
alcanzándose en 1890 los anteriores valores de importación. El comer
cio del bacalao estuvo prácticamente abocado a desaparecer, lo que de
hecho sucederá a partir de 1900. Así, entre 1882-1888 el bacalao repre
sentaba un promedio del 2.5%, una bajada considerable frente al 67%
del periodo anterior. En cambio la importación de maderas subió al
74% del valor de las importaciones, aunque el volúmen se mantuviera
prácticamente inalterado respecto al periodo anterior. El aguardiente
apareció de repente a partir de 1886 como un producto consignado con
valores que oscilaban entre 25-35% en los años 1886-1888, pero su pre
sencia sólo duró hasta 1891, con valores que en 1890 llegaron a supo
ner el 43% del valor total de las importaciones . También figura, a titu
lo de inventario, la importación de material ferroviario (1,1%) y acero
(1,8%), pero con la notable ausencia del hierro.
Las exportaciones tienen un signo ligeramente ascendente duran
te los años 1882-1885, pero entre 1886-1888 el valor de las mismas sufre
un descenso superior al 50%. La estructura de la exportación seguía
siendo la misma que en la fase anterior, con algunas variaciones pro-
centuales en el valor y volúmen de los productos. Los frutos secos
Sobre este tema ya se presenta en esta obra una interesante contribución específica
de CANTERA CARLOMAGNO.
407
sufrieron el peor retroceso (50%), aunque se mantuviera su volúmen,
seguidos de la sal (40%), mientras que los caldos de vino alcanzaron
un valor máximo representando el 49% del valor total de las exporta
ciones, al igual que el aceite que conoció un sensible incremento del
100% tanto en valor como volúmen entre 1884-1885, si bien para repre
sentar cifras muy inferiores desde 1886, llegando prácticamente a des
parecer del mercado sueco a partir de 1891.
Por último, la tercera fase, de signo proteccionista 1889-1898, refle
ja tanto en las exportaciones como en las importaciones la entrada en
vigor de las medidas arancelarias. Así las importaciones se resienten del
arancel de 1891 con una bajada del 60% en sus valores entre 1892-93,
y de otro 20% entre 1894-99, situándose prácticamente en el nivel de
1850. No obstante, a partir de 1900 se recobran niveles similares a 1860
1868, siguiendo una línea ligeramente ascendente hasta 1914. Las
exportaciones por su parte experimentan un bache en 1889-90, 1894
1896 y 1898-1902 que reduce en un 50% e incluso más el valor de lo
exportado.
De los productos importados la madera ostentaba un promedio
del 71% del valor total. Y, en comparación con el periodo anterior, se
mantienen las cifras, con ligeros incrementos tanto en valor como
volúmen. Lo más destacable es la importación a partir de 1891 de pas
ta de papel, pues partiendo de un valor del 6.5% pasó al 20% en 1897,
duplicándose también el volúmen importado, y en 1909 se quintupli
caría su importación representando el 35% del valor total de las
importaciones. El comercio del bacalao descendió en esta fase a una
posición casi insignificante representando el 6% del valor de las
importaciones, pero a partir de 1894 desaparece totalmente del
comercio hispano-sueco. El hierro vuelve a importarse pero con valo
res igualmente insignificantes (1,5%). También aparecen consignados
material de pipería, acero y guano, pero en cantidades y por valores
que apenas merecen reseñarse.
Si las exportaciones de madera no aumentaron más en este perio
do quizás se deba a la entrada de Rusia-Finlandia en el comercio made
rero español. Según la Aduana española, las importaciones de cereales
y madera de Rusia son considerables a partir de 1886, en cambio las
exportaciones a Rusia-Finlandia se mantienen hasta 1895 con valores
inferiores a los correspondientes a Suecia, si bien poco después inician
408
un fuerte ascenso llegando a ser diez veces superiores en años como
1899-1901 y 1904. Lo mismo ocurre, aunque en proporción menor, con
las exportaciones a Noruega.
Por lo que toca a la estructura de las exportaciones ésta apenas
varía respecto a la tónica general del siglo: la sal y los frutos secos
siguen representando aproximadamente el 50% del valor total de las
exportaciones, recobrándose en sus posiciones, una situación que se
mantendrá prácticamente estabilizada tanto en valor como volumen
hasta 1909- En cambio el vino descendió más de un 10% entre 1888
1891, y un 60% entre 1892-98. El aceite de oliva sufrió el mayor retro
ceso pasando a representar el 3% del valor de las exportaciones hasta
llegar a desaparecer del mercado sueco a partir de 1892. Otros pro
ductos exportados, pero por valor de poca consideración y durante
muy pocos años, son el cobre (1893), el centeno (1891-1892) y el cor
cho (1897).
Durante todo el periodo reseñado las exportaciones fueron siem
pre favorables a Suecia en una proporción de 10/1, una constante que
en ocasiones alcanza la proporción de 15/1 en los últimos años del
siglo XIX y primera década del siglo XX.
En las transacciones comerciales hispano-suecas de este último
cuarto de siglo apenas se percibe la demanda de productos para el ree
quipamiento industrial de España, lo cual nos induce a afirmar que la
diversificación industrial del país y las inversiones en capital intensivo
dejaron mucho que desear, una circunstancia que ya ha sido puesta de
relieve por Rostow, Hoffmann y Nadal entre otros. Todo ello supuso
para España perder una ocasión para adentrarse en la segunda trans
formación tecnológica e ir reduciendo los diferenciales respecto a los
países desarrollados de Europa. Desde la perspectiva del comercio his-
pano-sueco la composición y el escaso volúmen de las exportaciones
no hacen sino confirmar estos asertos. Antonio Tena Junguita afirma
que durante las tres décadas anteriores a la Primera Guerra mundial el
aumento en el grado de apertura al mercado internacional no presen
tó las mismas pautas en todos los paises. Mientras Gran Bretaña, Ale
mania (sólo las exportaciones), Italia e incluso Francia incrementaban
notablemente su grado de apertura, sólo España retrocedió entre 1895
1904 al interponer “arreglos institucionales” que obstaculizaban un cur
409
so de apertura similar83. Prados de la Escosura por su parte dice que
“las pautas del comercio internacional muestran un ritmo de expansión
84
anual cuatro veces superior al español entre 1890 y 1913” .
A lo largo de este estudio hemos tenido ocasión de conocer la tra
yectoria y el alcance de las relaciones comerciales y de navegación
entre Suecia y España durante todo el siglo XIX. Sin embargo, para
conocer su dimensión real, como señalamos en las páginas introducto
rias, resulta necesario agregar el alcance del comercio de re-exporta
ción. Cuando eso sea posible, tanto las exportaciones como las impor
taciones hispano-suecas se verán sin duda incrementadas y ajustadas a
su dimensión real. Pero eso demanda un enfoque a escala europea de
las transacciones comerciales a lo largo del siglo XIX.
TENA JUNGUITO, A., "The Spanish Foreign Sector, 1885-1985", en The Economic
Development of Spain since 1870. ob. cit. p. 402 y ss. Véase también lo señalado por
Jaime REQUEIJO en "Las tribulaciones de una economía protegida" en Papeles de Eco
nomía Española, ne 73, 1997, p. 340 y ss. De gran interés es el artículo de Jordi MALU-
QUER DE MOTES, "Los economistas españoles ante la crisis del 98", en Elistoria Indus
trial, nQ 12, 1997, Barcelona, pp. 11-42.
PRADOS DE LA ESCOSURA, L., ob. cit. en Papeles de la Economía Española, p. 136.
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4t9
APENDICE DOCUMENTAL
421
per la paz con la Suecia, sino á evitar la ruina de sus vasallos y á que no
salgan de sus estados el numerario que necesitan, y que extrahido ha de
servir para enriquecer á la Potencia enemiga. Todo lo que manifiesto a
V.S. de orden del Rey mi Amo para noticia de su gobierno y en contes
tación a su Nota del 29 de Julio último. Reitero a V.S. mi distinguido obse
quio con este motivo y pido á Dios guarde su vida muchos años. San
Ildefonso 8 de Agosto de 1806. Firmado: Pedro Cevallos”.
“(..) Aunque tenía orden expresa del Rey mi Amo para no respon
der á las Notas de V.S., porque se permitió la libertad inusitada de
devolverme el oficio que le pasé con fecha de 8 de Agosto anterior; sin
embargo, habiéndo hecho presente a S.M. la Nota de V.S. de 2 del
422
corriente, en que se quexa de mi silencio añadiendo que si el Rey
no tiene á bien revocar la medida adoptada para la no admisión de los
Buques suecos en los Puertos de España, tiene V.S. orden de salir de
Madrid inmediatamente, y al efecto me pide los correspondientes pasa
portes. Me ha mandado S.M. que haga a V.S. algunas observaciones.
Primero, que en el expresado oficio que V.S. me devolvió baxo el pre
texto de no contener una respuesta categórica, se manifestaba hasta la
evidencia que la medida adoptada por S.M. (..) en nada ofendía las
relaciones políticas y amistosas existentes entre el Rey mi Amo y S.M.
Sueca, pues se dirigía a miras puramente económicas y comerciales, á
favorecer la industria y navegación de los vasallos de S.M. y á evitar en
quanto fuera posible que los Enemigos del Rey cuyos puertos están
abiertos a todos los Buques Suecos, tuviesen la menor relación de
comercio en los de España. Segundo, que la medida, de que se trata,
no siendo más que temporal, y mientras el Rey de Suecia conserve tan
íntimas relaciones con la Inglaterra, manifiesta claramente que el áni
mo de S.M. al adoptarla, no ha sido de ofender á la Suecia, con quien
ha conservado siempre la mejor harmonía, y últimamente me manda
S.M. que si a pesar de mis anteriores explicaciones, y de las que con
tiene este oficio, insiste V.S. en alexarse de Madrid, por órdenes que
haya recibido de su Corte, le remito como lo hago los correspondien
tes pasaportes para que pueda verificarlo quando guste.
423
so respecto a que la mayor parte de esos Agentes están casados con
Españolas, que han acreditado una conducta tranquila, y que ademas
es necesaria su permanencia para que puedan terminar las reclamacio
nes de los Suecos que están aún pendientes en los Tribunales de Espa
ña. Por último expone que pudiendo suceder que algunos Navegantes
Suecos ignorando la resolución de prohibirse la entrada á las Embar
caciones de Suecia, llegasen a alguno de ellos ó se viesen precisados á
refugiarse por alguna casualidad, pide que sean acogidos con la huma
nidad correspondiente”.
424
razones expresadas en otro oficio, concluyendo con decirle que si á
pesar de esas explicaciones insistía en alexarse de Madrid por órdenes
que hubiese recibido de su Corte, le remitía los correspondientes pasa
portes para que pudiese verificarlo quando gustase; á lo qual me res
pondió que no habiéndose revocado la insinuada providencia y tenien
do que obedecer las órdenes de su Soberano iba á hacer uso de dichos
Pasaportes; y solicitando por último que los Agentes de Comercio de
Suecia en los Puertos de la Península pudiesen permanecer en ellos, y
que si algunos Buques Suecos por ignorar otra medida ó por precisión
de refugiarse entrasen en nuestros puertos, fuesen tratados con huma
nidad: le contexté de orden de S.M. que los Cónsules de Suecia serán
tratados con todas las consideraciones propias del sistema de Paz y
buena inteligencia de que no se ha separado la Corte de España, y que
serán escrupulosamente observados los derechos de la humanidad en
obsequio de los Vasallos Suecos. Y á fin de que V. se halle enterado de
todo lo ocurrido en nuestras relaciones con la Corte de Suecia y del
estado actual de estas, le comunico lo expuesto de orden de S.M.”.
425
consumidores españoles y á las exportaciones de la Noruega que remi
tía anualmente muchos cargamentos de esta mercancía en cambio de
las producciones españolas. Son tantos los inconvenientes que de esta
medida han resultado, que generalmente se ha reconocido ya según
parece la necesidad de revocarla y que, como ha sido el Infraescrito así
lo opina también la ilustrada comisión encargada de formar la nueva
tarifa de Aduanas. Pero como no posée dato ninguno de oficio, a éste
respecto, y como por otra parte ignora cuando principiará á regir el
nuevo arancel, el Infraescrito no puede menos de comunicar a S.E., el
Sr. de Zea Bermúdez, Primer Secretario de Estado de S.M. Católica, las
observaciones que esta encargado de exponer y que deberán dar nue
va fuerza á las representaciones hechas ya por otras Cortes, y nuevo
peso á los argumentos que, desde ahora, parecen prevalecer en los
Consejos del Rey de España.
En primer lugar se ha observado que el nuevo derecho sobre la
importación, que, con arreglo al decreto, debe ser pagado anticipada
mente ocasiona un gasto considerable y cierto al comerciante de la
Noruega que emprehendería la exportación, al paso que dependerá des
pués de la administración española, como única poseedora que es del
monopolio el pagar por la mercancía, el flete y los derechos de aduana
mas que el importe de estos derechos y en todos casos decidir si la ven
ta deberá preceder al fiado ó bien hacerse al contado en matálico: que
la España es el único pays donde el Bacalao de Noruega ha sido paga
do y buscado á un precio proporcionado á los gastos que su elabora
ción ocasiona; que ya los comerciantes de Noruega habían sido adver
tidos por sus comisionados en la Península que no les consignasen nin
guna remesa de pescado, porque no querían comprometerse á hacer la
anticipación de los derechos; por último que el comercio del pescado
se resistiría en general de la disposición de este decreto, porque una vez
limitada así la fabricación del bacalao á una sola especie la cantidad
superabundante de pescado seco disminuiría el precio de venta de él.
Vera perdida tan considerable para el comercio de la Noruega, que
según está calculado exporta 600 á 800.000 marcos de Banco de este
artículo, obligaría, aunque con mucho sentimiento, á S.M. á ordenar un
aumento equivalente en los derechos de importación que pagan las
producciones españolas, cuyo consumo es mayor en sus Estados, como
por ex. los vinos, los aguardientes y la sal; artículos que al mismo tiem-
426
po que tienen un gran despacho en el Norte, producen por los dere
chos de exportación una renta considerable para la Hacienda pública
de España.
Ademas es fácil reconocer, y el Gobierno de S.M.C. podrá con
vencerse de ello, con solo consultar las autoridades locales de los puer
tos donde es mas activo el comercio entre ambos reynos, que aún sin
necesidad de ninguna prohibición, ni aumento de derechos por parte
de la Suecia, bastarían estas nuevas trabas para acabar con todas las
exportaciones, para aquellos payses, y por consiguiente acarrearían una
pérdida, cuando menos, equivalente á la que experimentaría la Norue
ga, si el monopolio de que se trata no fuera abolido, ó por lo menos
modificado. La experiencia ha demostrado, más de una vez, que cuan
do alguna innovación legislativa ha embarado la antigua marcha de un
cambio igualmente ventajoso para ambas naciones, los comerciantes
suecos se han visto precisados á abandonar inmediatamente los mer
cados españoles y á ir por ex. á Francia y á Portugal á hacer las enor
mes provisiones de sal que están acostumbrados á sacar de Cádiz, de
Iviza y de Torrevieja. Esta costumbre se ha conservado únicamente en
virtud del curso establecido sólidamente en el cambio mutuo de los
productos respectivos, y cesaría por necesidad de resultas de una medi
da que destruye el equilibrio de un comercio tan lícito como favorable
á los intereses de ambas naciones.
El infraescrito podría también hacer presentes a S.E. el Sr. de Zea
Bermúdez las pérdidas que se originan, para el Erario español, de la
introducción fraudulenta del bacalao por diferentes puntos de España,
con beneficio de los contrabandistas extrangeros y detrimento de
muchas casas de comercio indígenas, y sin ninguna compensación para
las rentas no despreciables que antiguamente producía el derecho de
importación; pero se abstendrá de entrar en unos pormenores, que, si
bien son notorios, no admiten sin embargo una demostración exacta.
Las observaciones enunciadas ya deben haber bastado á probar que si
el monopolio del Bacalao es, en extremo, perjudicial al Comercio de la
Noruega, no lo es menos para el de España, para los intereses de sus
consumidores y para la Real Hacienda.
El Infraescrito aprovecha de esta ocasión para renovar a S.E. el Sr.
de Zea Bermúdez la expresión de su respectuosa consideración. Madrid
8 de Octubre de 1824. Firmado: Gust. de Lorichs”.
427
Documento 7A. Oficio de la Secretaría de Estado fechado en San Loren
zo el 10 de Octubre de 1824
428
Por fortuna la reclamación no se funda en tratados positivos, ni
en las disposiciones generales del Derecho de gentes, ni aun en agra
vios propiamente tales, sino en que con aquella medida se perjudica
la pesca y los intereses de Suecia. De consiguiente la cuestión se
reduce a saber si porque una providencia tomada por el Gobierno de
S.M. para objetos del mejor servicio de sus dominios perjudica por
una reacción lejana á otra Potencia, deba ser derogada ó reformada,
y a si tienen derecho para pedirlo, mezclándose en los actos guber
nativos de una Potencia independiente, los gobiernos extraños. Pre
sentada de este modo la gestión del Sr. Encargado de Negocios, es tan
obvia la respuesta, que se haría agravio a la ilustración de V.E. en
anticiparla.
Si se admitiese la costumbre de reclamar las providencias del régi
men administrativo délos Estados, ninguna de ellas dejaría de ser recla
mada, pues todas conspiran mas ó menos al engrandecimiento propio,
y á desnivelar con él el poder relativo que tienen todos y cada uno; y
en este caso ¿qué sería déla independencia de las soberanías? Por ejem
plo: si por no tener barrillas, y necesitan desuplirlas con las cosas quí
micas, estableciéramos esta industria, ¿no sería vano ver que el gobier
no francés, creyéndose ofendido en sus intereses, saliese al encuentro
para oponerse? ¿No lo sería también que los Estados-Unidos reclama
sen la subida de los precios en el tabaco, porque tienen grandes plan
taciones en Virginia y en otras partes? Pues este es cabalmente el caso
en cuestión.
Los intereses de España no son por cierto los de las demás
naciones. Se estableció la renta del Bacalao, que pagan por sus con
sumos los vasallos de S.M. (y no los de otros Soberanos): se consi
deró que el genero por su naturaleza y usos era susceptible de este
recargo; y para que recayese sobre los consumos precisamente se
dispuso que lo sufriese después de introducido en el Reyno, y cuan
do ya no depende de las relaciones exteriores del comercio. No hay
duda que el genero se encarecerá algo en el interior; pero la situa
ción del Real erario, la necesidad de buscar medios indirectos y
poco sensibles a cada uno de los consumidores, y mucho menos ala
masa de ellos, la semejanza que la exacción guarda con nuestras
Rentas de Índole indirecta las mas de ellas, y otras razones políticas
y económicas, cual es la de fomento de los ganados, y la ninguna
429
que tenemos de proteger la industria extranjera, han presentado esta
medida con más ventajas que inconvenientes, y por tanto fué justo
adoptarla. Las relaciones mercantiles existentes con las Potencias no
entran aquí para nada, pues en la realidad ni aun las formalidades
reglamentarias se han alterado. Por lo mismo si tal vez se pensase
en alguna modificación habría de ser por efecto del convencimien
to de que así conviene al Gobierno de S.M., pues de este modo
obran los demás, y siempre aquel ha reconocido en ellos esta facul
tad.
Bien fácil sería demostrar que el recargo sobre el Bacalao favore
ce el consumo del Pezpalo, al cual por ser mas barato se debe incli
nar la demanda de los consumidores. Así por esto, como porque don
de se busca y paga el Bacalao de Noruega con proporción a su costo
es en España, según confiesa el Sr. Encargado de Negocios, no hay
que temer la mudanza de las relaciones de comercio entre Suecia y los
dominios de S.M., siendo consecuencia segura que donde se venda
mejor aquel articulo, de allí se ha de sacar vinos en cambio, para no
pagarlos en dinero, como sucedería llevándolo a un mercado menos
ventajoso.
Pasando ya al punto de si por el Real decreto de 16 de febrero está
ó no prohibido el Pezpalo de Noruega, sobre lo que se explica con per
plejidad la nota, tengo la satisfacción de asegurar a V.E. que no lo está
porque no debe estarlo: l2 porque este pescado es muy semejante aal
Bacalao, y aunque de inferior calidad tiene los mismos usos, como lo
prueba el venir mezclados por lo regular. 22 porque no es salado, sino
seco ó curado al aire, por lo cual perjudica menos que los pescados
salados a nuestra industria de mar. 3S porque no está especificado entre
las prohibiciones del decreto. 42 porque si se prohibiese, se encarece
ría el Bacalao en razón del vacío que dejase en los consumos, y esto
mas pagarían los consumidores, siguiéndose el beneficio por el mayor
consumo del Bacalao salado alos Estados-Unidos y a Inglaterra, que
son los que benefician este artículo, y perjudicándose la pesca y comer
cio de Noruega, lo cual quebrantaría sin necesidad la igualdad de rela
ciones, que es tan útil al comercio, como a la política. Todo lo cual digo
a V.E. de Real orden para los efectos oportunos. Dios guarde a V.E.
muchos años. Palacio 10 de enero de 1825. Firmado: López Balleste
ros”.
430
Documento 8 . Memoria dirigida a S.M. la Reina de España por su
Ministro Residente en Stockholmo D. José Curtoys de Andoaga sobre el
estado actual del comercio y navegación de los Reinos Unidos de Suecia
y Noruega con la España y sus colonias. 1 de mayo de 186^
“El motivo que me impulsa con más fuerza a escribir esta sucinta
memoria es el deseo de promover, en cuanto me lo permitan mis débi
les, pero patrióticos esfuerzos, las relaciones comerciales y la navega
ción entre mi país y los Reinos de Suecia y Noruega por ser suscepti
bles estas relaciones de grande incremento en pro de la prosperidad y
del poder de España.
La condición esencial para que se sostenga y se desarrolla el
comercio entre dos países, es sin duda la de que sean diferentes en
ambos los productos y las necesidades. Esta condición existe entre
España y dichos Reinos en un modo sumamente favorable a aquel
desarrollo, pues si es cierto que en Suecia y Noruega no nacen ni el
olivo ni la vid, ni el gusano de seda, lo es también que carece España
de la suficiente cantidad de hierro, cobre, alquitrán y madera, que
abundan con exceso en aquellos, y que tan indispensables son para las
industrias agrícola y fabril.
Sin embargo hasta los primeros años del presente siglo era casi
nulo el comercio entre dichos Reinos y nuestra Península, ni existen
elementos bastante fehacientes que den idea exacta de su extensión e
importancia en época anterior; pero una de las pruebas de su insigni
ficancia es que ninguna autoridad consular española se creyó necesa
rio establecer en Suecia hasta el año de 1815, en que se nombró un
Cónsul en Gotemburgo. Hoy día existen quince viceconsulados en
otros tantos puertos de Suecia y Noruega.
Entre las muchas causas de ese escaso contacto de la gran penín
sula de Mediodía con la del Norte de Europa, mencionaré breve y úni
camente las siguientes: la rutina inveterada entre nuestros navegantes,
quienes, con escasas excepciones, no se dirigían sino a nuestras pose
siones ultramarinas, en uso de un mal entendido privilegio fruto de los
errores económicos de aquellos tiempos; el sistema prohibitivo consig-
431
nado en los Aranceles de Aduanas de España y de Suecia y otras dis
posiciones administrativas no menos desacertadas; la indolencia engen
drada en los españoles, no tanto por un clima ardiente, cuanto por las
trabas que oponía al desarrollo de sus facultades intelectuales y físicas
el sistema político que acabó con el advenimiento al Trono de la Rei
na Doña Isabel II, y por último, la errada idea que ha reinado, así en
España como en otros países, acerca de la Suecia y de la Noruega, que
se figuraban cubiertos completamente de espesos bosques, guaridas de
lobos y osos, y de algunos cuantos seres humanos medio salvajes; la
tierra cubierta de eterna nieve y el cielo oscurecido por densa y glacial
niebla.
De estas causas, las unas y más esenciales han desaparecido, a
Dios gracias, del todo; otras han sido modificadas y desaparecerán tam
bién con el progreso de las luces y en cuanto a la última son aún pocos
los españoles que no conservan la expresada idea acerca de los men
cionados paises.
Para desvanecerla de sus mentes en cuanto me sea posible, referi
ré de una manera sucinta algunos hechos que manifiestan el estado
actual y verdadero de la civilización de los mismos, expondré los
medios debidos a esta civilización para facilitar y proteger el comercio
y la navegación, y concluiré trazando el cuadro de las relaciones
comerciales de la España y sus colonias con la Península Escandinava.
La civilización de la Suecia y de la Noruega está muy adelantada y
se asemeja bastante a la de Alemania, con la que tiene también analo
gía de idioma, de carácter, de religión y de costumbres. Casi todo el
terreno que se parcela a la labor esta cultivado, y los bosques que
cubren en efecto una gran superficie del pais, lejos de ser guaridas de
fieras y salvajes, están perfectamente cuidados y explotados, y a su
sombra vive, en casas de madera aseadas y bien resguardadas de la
intemperie, una población de honrados, hospitalarios y robustos labra
dores, que saben casi todos leer y escribir, y gozan en Suecia, como los
demás campesinos, del derecho de enviar diputados de su clase al Par
lamento. La seguridad es tal para el viajero que no existe, por innece
sario, ningún cuerpo armado destinado a la persecución de malhecho
res. La mayor parte de la nobleza, que es numerosa, pero no opulen
ta, vive casi todo el año en el campo en casas de elegante aspecto y
algunas de grandes dimensiones, lo que contribuye al progreso de la
432
agricultura y al bienestar general del país. Las posadas no escasean y
son también aseadas. Por todas partes se puede circular en carruage, y
desde algunos años ha tomado gran incremanto la construcción de
ferrocarriles, uno de los cuales pone ya en comunicación directa al Bál
tico con el Mar del Norte, entre Stockholmo y Gotemburgo, el puerto
más importante de la Suecia después del de su capital. Otro ferro-carril
que atravesará la Península sueca del Norte al Mediodía, está ya abier
to también entre Stockholmo y Malmó, puerto situado frente al de
Copenhague, y otro camino de hierro se está construyendo para unir a
la Noruega con la Suecia. Además de estos medios de comunicación,
poseen ambos paises los utililísimos que les proporcionan sus abun
dantes y extensos lagos, por los que navegan en verano innumerables
buques de vapor grandes y pequeños, y que atraviesan en invierno
sobre su helada superficie, con casi igual rapidez, los trineos llevando
a los depósitos la madera, el hierro y otros productos del país. Los prin
cipales de estos lagos están entrelazados entre sí por canales, y el que
une a Stockholmo con Gotemburgo es una de las obras hidraúlicas más
notables de Europa. Por medio de este canal y del ferrocarril entre
ambas ciudades evitan los peligros y el rodeo del Sund y del Báltico los
viageros y las mercancías que desde el Mar del Norte se dirigen al lito
ral septentrional y al oriental de la Suecia.
En cuanto al rigor del clima, y a los obstáculos que opone a la
navegación en región tan inmediata al polo, son harto evidentes. En la
estación invernal, que dura unos siete meses en la latitud de Stockhol
mo y más de nueve en la de Torneo, las nieves, los hielos y las nieblas
interrumpen la navegación en el Báltico, pero no enteramente en las
costas de la Noruega, cuyos puertos, excepto en la parte más septen
trional, nunca se hielan, a causa sin duda de la corriente llamada gulfs-
tream, que desde el golfo de Méjico viene a barrer el litoral noruego.
Tampoco se cierra del todo la comunicación en los meses de invierno
entre los puertos meridionales de la Suecia y los de Dinamarca y Ale
mania, pues casi nunca dejan de cruzar entre estos puertos los buques
de vapor. Durante los cinco meses de la buena estación es muy activo
el tráfico en el Mar del Norte y en el Báltico, y especialmente en los
puertos de Gotemburgo, Cristiania y Stockholmo, donde entran y salen
diariamente hermosos buques de vapor que van o vienen de Rusia, de
Dinamarca, de Inglaterra y de Noruega. Para facilitar la navegación
433
existen buenos faros en todos los puntos peligrosos de las costas de
ambos Reinos, como también a la entrada de sus puertos, pero se
hallan apagados durante los dos meses en que no hay allí noche, y
todos los puertos esán provistos de excelentes pilotos. Además de esto
hallan en ellos los navegantes el auxilio y la protección de agentes con
sulares de sus respectivos países, teniendo la España los suyos con
carácter de Vicecónsules en los de Stockholmo, Calmar, Gotemburgo,
Sundswall, Carlham, Geffle, Westerwick, Carlskrona, Landskrona, Visby
y Hernosund en Suecia, y en los de Aalesund, Cristiansund, Bergen y
Trondhielm (Drontheim) en Noruega. Estos destinos los desempeñan
comerciantes suecos y noruegos de buena reputación y crédito, algu
nos de los cuales hablan y escriben el idioma castellano, y los demás
ó el francés ó el inglés, y se prestarían gustosos a dar los informes que
les pidiesen los comerciantes españoles sobre cuanto les pudiera inte
resar respecto a las leyes y usos comerciales de dichos países.
Ambos Reinos Escandinavos están regidos por Constituciones
representativas de diferente carácter; pero sus respectivos Parlamentos
o Dietas han apoyado eficazmente en estos últimos tiempos el sistema
político liberal del gobierno central, y hoy día disfrutan los suecos y
noruegos de una libertad que pueden envidiar otros pueblos más ricos
y poderosos. Consecuentes con estas políticas, su gobierno y sus Para
mentos han adoptado resueltamente el sistema de libertad ilimitada de
comercio, borrando de sus aranceles los derechos prohibitivos y supri
miendo los recargos sobre las banderas extranjeras. Uno sólo de estos
recargos existe en Noruega sobre la bandera española, pero acaba de
suprimirse a instancias del Ministerio Noruego apoyados por la Lega
ción de España. Se han suprimido igualmente por la última Dieta sue
ca todos los derechos de exportación.
Todo cuanto antecede demuestra evidentemente que en pocas
otras regiones del mundo pueden hallar con más seguridad y lucro fácil
colocación los variados productos del suelo feraz de España y del de
sus Colonias, cambiándolos por los de la Suecia y la Noruega, no
menos precioso para nosotros, y que consistiendo especialmente en
maderas, hierro, cobre, alquitrán, pescados salados, etc. son de cómo
do transporte y de buen lastre para los buques. ¿No es pues de deplo
rar que un tráfico tan ventajoso se halle hoy día casi exclusivamente en
manos de los extranjeros? ¿Que sean éstos los que compren a bajo pre
434
ció en los mercados de España y de sus colonias, los vinos, aceites,
sedas, el azogue y plomo, las frutas, corchos, azúcar, cacao, café y sal,
para venderlos a altos precios en Suecia y Noruega? ¿Que para prove
erse de las mercancías suecas y noruegas prefiera el comerciante espa
ñol ir a buscarlas a Londres ó a Hamburgo a comprarlas directamente
en los países de su producción ahorrándose de este modo las ganan
cias y las comisiones de los agentes intermedios? ¿No es natural que se
lastime el amor propio de un español al considerar que desde muchos
años a esta parte el pabellón de su patria no ha aparecido más que una
sola vez en el puerto de Stockholmo, cuyo movimiento comercial con
España ha ascendido al año próximo pasado al valor de unos 800.000
reales de vellón, que hubieran podido entrar en bolsillos españoles, en
vez de ir a parar a arcas extranjeras? ¿Y por último, que pudiendo for
mar nuestra marina mercante cargamentos de gran valor y fácil despa
cho con los preciosos y variados productos españoles y coloniales, no
traigan nuestros buques a los puertos del Norte más que cargamentos
de sal?
Los alemanes, franceses, ingleses, belgas, holandeses y otros
extranjeros han establecido casas y sociedades de comercio en Suecia
y en Noruega para efectuar directamente, por su cuenta y en propio y
exclusivo provecho, los cambios entre sus respectivos países y dichos
Reinos; y los comerciantes españoles, que tanta ganancia podrían hallar
en el mismo tráfico por las razones expresadas, no solamente no tie
nen casa ni establecimiento alguno en ellos, sino que pocos son los
que los visitan individualmente de tarde en tarde. Sin embargo, las
comunicaciones directas en buques españoles son bastante considera
bles entre nuestra Península y la Noruega, habiendo ascendido su
número a 92 en 1866, a 94 en 1861 y a 103 en 1862; y en el año pró
ximo pasado se ha visto allí por primera vez un buque de vapor espa
ñol despachado desde Bilbao (..) Esta notable diferencia entre el núme
ro de nuestros buques en las costas de Suecia y en las de Noruega, pro
viene de la importancia progresiva del comercio de bacalao en el
segundo de estos países con España, cuyo valor ha ascendido en el año
de 1862, según informes de nuestro Vicecónsul en Christiansund a unos
24.000.000 de reales vellón.
Los datos siguientes, que he extractado en su mayor parte de los
excelentes estados publicados anualmente por el Departamento de
435
Estadística de Stockholmo, uno de los mejores establecimientos de esta
clase de Europa, y que está en relaciones con el de Madrid, darán una
idea suficientemente exacta del movimiento comercial entre España y
los Reinos de Suecia y Noruega.
SUECIA
1857 1862
436
1857 1862
Naranjas.................. 6.020 675
Limones.................. 18.856 28.804
Almendras............. 3.826 1.788
Vino { en barriles.......................................... 504.265 371.653
en botellas...Kannor (3)................... 269 34
Aceite..................... Libras......................... 163-288 .............. 236.459
Cáscara de limón......................................... 54.179 92.561
Plomo en bruto y en barras...................... 736 195
1857 1862
Tablas.................... . Docenas............ ..... 36.455 ....... ..... 119.438
Perchas y vergas... . Piezas................. ..... 6.408 ....... ..... 47.725
Mástiles.................. ..... 1.946 ....... ..... 1.072
Alquitrán................ . Centner (4)....... ..... 4.423 ....... ..... 572
Hierro en barras... ..... 1.296 ....... ..... 503
437
Buques suecos que salieron de España para Suecia y otros países
en los mismos años:
NORUEGA
438
Sal ............................................................... Hectolitros............... 264.456
Vino............................................................... Kgrs......................... 30.347
“ .................................................................Litros....................... 155
Tegidos de algodón................................... Kgrs......................... 28
Aguardiente.................................................. Litros........................ 110
Galleta...........................................................Kgrs......................... 1.560
Carne salada................................................... “ 220
Plumas y plumón........................................... “ 7.900
Arroz............................................................... “ 107
Seda................................................................ “ 7
Lana................................................................ “ 175
439
cantil y de navegación del Reino de Suecia con las demás naciones en
el año de 1864, publicada por el Consejo de Comercio (Commerce
Colegii) del ultimo Reino”.
440
patatas y otros tubérculos que consume la fabricación de aguardiente) y
exporta a Inglaterra por valor de 29 a 30 millones de coronas, a Francia
por 5 a 6 y a Bélgica por 3 a 4. (..) Respecto a los productos de sus
extensos bosques, que constituyen para la Suecia una inmensa riqueza,
son de tal importancia que por si solos suman la mitad de la exporta
ción general. (..) Hoy por hoy pueden admitirse las cifras siguientes, que
son oficiales para formar el total de la explotación forestal de Suecia:
441
importante es la pesca del arenque que desde hace muchos años no
satisfacía el consumo siendo necesario importar considerable cantidad
de arenque de Noruega.
Esta pesca había sido muy lucrativa hasta 1818 en que desaparece
de estas costas la sardina; pero habiendo reaparecido súbitamente de
nuevo en masas considerables a fines del año pasado (...).
Existen otros muchos productos importantes de exportación, como
papel, fósforos de madera (sakerhetsstickor), bueyes, vacas, carneros,
cerdos, manteca que va a Dinamarca, etc., pero una cantidad conside
rable de tocino de los EE.UU. y manteca de la Finlandia.
La importación de nuestro país consiste en anís, limones, higos,
plumazón, hierba para rellenar muebles y almohadones de coche, cor
cho, azúcar, almendras, pinturas, aceite, corteza de naranja, pasas, uvas,
sal común, vino en toneles y en botellas, crémor tártaro, etc. y repre
senta un valor de 1.500.000 pesetas.
La exportación para España es de acero por un valor de 7.000
pesetas, brea por 1.500 y madera por 3.341.500 aproximadamente.
Hay pues una diferencia en nuestros cambios comerciales con
Suecia y en favor de esta Nación de 1.850.000 pesetas”.
442
Hernósund.............................. Vicecónsul, Per Wilhelm
Karlshamn............................... Vicecónsul, Joachim Gustaf Mórck,
creado antes de 1870
Luleá........................................ Vicecónsul, Christer Rheinhold
Oxehufvud, creado en 1889
Malmó-Landskrona................. Vicecónsul, Josef Gustaf Svensson
Norrkóping............................. Vicecónsul, Gustaf Axel Eklund
Pitea......................................... Vicecónsul, Frans Gustaf Hellgren
Skellefteá................................ Vicecónsul, Edvard Tórnsten
Sundsvall................................. Vicecónsul, Fredrick August Aslund.
Creado antes de 1870
Sóderhamn............................. Vicecónsul, Adolf Hillman, Jr.
Trelleborg............................... Vicecónsul, Anders Stendahl
Umeá........................................ Vicecónsul, Per Wilhelm Glas
Vestervik................................. Vicecónsul, Berndt Theodor Berggran
Visby........................................ Vicecónsul, Henrik Lindstróm
Ystad........................................ Vicecónsul, Thomas Funder
Viceconsulados en Noruega
Estocolmo
Norrbotten.............................. Luleá
Pitea
Vásterbotten................ .......... Skellefteá
Umeá
Vástermanland............ .......... Harnósund
Sundsvall
Gefleborg..................... ........... Sóderhamn
Gefle
443
Góteborg
Bohus......................................
Gotland...................................
Visby
Norrkóping
Linkóping................................
Vástervik
Kalmar....................................
Karlskrona
Blekinge..................................
Karlshamn
Malmóhus............................... Ystad
Trelleborg
Malmó
Halsingborg
444
Bermúdez Reina, Eduardo................................ 1890
Pastor y Bedoya, M............................................ 1904
Zayas, Antonio de..............................................
Caro, José............................................................ 1914
García Conde, P.................................................. 1918
Agramonte,......................................................... 1918
Mitjana, Rafael.................................................... 1920
Arcos y Cuadra, Carlos...................................... 1921
Conde de Torata................................................. 1922
“España por largo espacio fiel a los principios del libre cambio y que
ha desarrollado considerablemente su agricultura y su industria minera
ha cedido poco a poco a tendencias más proteccionistas. (..) Cataluña la
principal productora en casi todos los ramos de la industria española se
ha puesto naturalmente a la cabeza del expresado movimiento
A quien conozca las especiales circunstancias de España y parti
cularmente el carácter catalán, no extrañará que en Barcelona se mili
te en pro de la elevación de las tarifas. El catalán no se resigna a que
la concurrencia extranjera le haga perder su predominio en España y
no admite que su capital le reporte un beneficio menor de un 30-50%
y aún hasta el 80% (..) El término de los Tratados de comercio espa
ñoles con Suecia y Noruega así como con varios otros países se ha fija
do según es sabido para el lfi de febrero de 1892.
(...) En cuanto a los artículos de hierro o de madera los nuevos
aranceles que se proponen no parecen tan amenazadores. Sin embar
go la venta de planchas empilladas con un derecho de 9 en vez del
actual de 2 pesetas no podrán venderse. Será asimismo poco menos
que imposible enviar a España maquinaria de ninguna clase.
(...) La Comisión [para renovar los Tratados] parece haber cometi
do un error al fijar en 20 pesetas el impuesto sobre la pasta de made
ra (..)”
445
Documento 4. Solicitud de un Tradado de Comercio formulada el 9 de
diciembre de 1814 a S.E. Sr. Cevallos, Secretario de Estado de S.M. por
el embajador sueco Conde de la Gardie
446
Arreglados estos asuntos, sería seguramente muy fácil el superar
las dificultades de otra especie que impiden el comercio recíproco de
las dos Naciones. Así entonces la Suecia desearía por ejemplo:
447
Documento 5. Respuesta al Secretario de Estado y de Despacho formu
lada por Manuel López de Araujo el 17 de Agosto de 1816.
448
El hierro de Suecia traido en bandera española paga de entrada 22
reales el quintal, y 2,5 reales más trayéndose en otra cualquiera, y el de
las provincias exentas en bandera española 8 reales, y en otra el dere
cho de extranjería.
Cuanto al 2S punto [Las maderas de contrucción, vigas, planchas,
etc., a las cuales se puede igualmente aplicar la precedente observa
ción] las maderas de Suecia para los buques de la real Armada y de par
ticulares son libres de derechos. Para otros ellos solo pagan el 15% de
rentas generales sobre la valuación señalada a cada clase por medida
cúbica: 7% las de encina, roble, haya, álamo y nogal; y 7,5% las hache
adas y toscas.
Si vienen en bandera sueca o española pagan 3 reales menos. En
este ramo no puede exigir más la Suecia, exigiéndonos ella en sus
puertos 40% a nuestros cargamentos.
Tocante al 32 [El pescado seco y salado objeto de tan grande
importancia para España y que formará un artículo mui considerable de
las exportaciones de Suecia desde que se ha reunido la Noruega. No
repitiré aqui las grandes ventajas que sacaría España favoreciendo este
comercio con la Suecia y estableciendo por éste medio una concurren
cia para la importación de un objeto que en la actualidad forma el
monopolio de un pabellón solo] la pesca sueca está más favorecida que
la inglesa un 2% cuando viene en su bandera por no ser producto de
colonias suyas.
Las franquicias que se concedieron al pescado seco y salado en el
tiempo de la invasión francesa, fueron efecto del fatal imperio de las
circunstancias que devastaron nuestras ganaderías al mismo tiempo que
nos veíamos en la necesidad de sostener egercitos en cortos terrenos.
Por fortuna desapareció aquella triste época y se han restablecido las
leyes que regían sobre los adeudos del pescado extrangero, con el fin
de facilitar el consumo de nuestros ganados para fomento de la crian
za y para favorecer la pesca de nuestras costas obstruyendo del modo
posible el consumo de la extrangera.
Tocante al 4S punto [Que se permitiese a los buques suecos como
se hace con los de las demás naciones el que no presentasen su mani
fiesto o declaración de carga sino ocho dias después de su entrada en
el puerto; o que pudiesen al menos hacer en él las adiciones o conce
siones necesarias] es un error cometido en los tratados anteriores el pri
449
vilegio de los ocho días para la mejora de los manifiestos y no debe
concederse a Suecia lo que debe quitarse a los ingleses, holandeses,
franceses, alemanes, dinamarqueses y españoles por los muchos frau
des y perjuicios que se hacen a la real hacienda con la sombra de seme
jante mejora. Se concedió a Inglaterra por los tratados de 1667 y 1713,
que los capitanes a las 24 horas de su arribo diesen manifiesto de sus
cargamentos; que 8 dias útiles después de el en que se comenzase la
descarga del buque pudiesen mejorar el manifiesto, añadiendo los
géneros que hubiesen omitido en el primero; y que concluido este tér
mino se visitasen los buques y se certificasen las mercaderías no decla
radas.
Este privilegio se hizo común a Holanda, Francia, Dinamarca y
Alemania. La Inglaterra nos obligó a conceder éste privilegio por la oca
sión que le proporcionaba para trasbordar clandestinamente parte de
sus cargamentos en los buques españoles que estaban cargando para
América ó para recibir del mismo modo a su retorno el oro, plata y
efectos preciosos de crecido derecho, mucho valor y poco bulto. Con
este fin disponían los capitanes los manifiestos de modo que después
se pudiera añadir lo recibido, omitiendo lo alijado o trasbordado, con
lo cual se eludía impúnemente la responsabilidad a que de otra mane
ra quedaban obligados los capitanes.
Disminuidos los derechos y el interés del fraude con el libre
comercio de América, dieron los capitanes ingleses en traer mercaderí
as prohibidas a flete doble y de su cuenta para introducirlas clandesti
namente con el abrigo de la mejora del manifiesto, ya incluyendo en el
centro de los fardos de las prohibidas e ilícitas otros pequeños de las
lícitas con iguales marcas y números para cubrir así y dar por cumpli
das las partidas del manifiesto; o ya declarando por de tránsito para
otros parages las mercaderías que no se podían vender dentro del tér
mino de la mejora.
Estos males aunque se han conocido, no han podido remediarse
sin embargo de las precauciones que se han tomado, ni es posible que
alcancen ningunas sino con la abolición de la mejora como pudo
haberse hecho en tiempo oportuno, cual fué el del año de 1783, en que
concluidos los tratados entre las dos cortes se pudieron formar nuevos
arreglos de comercio sobre el fundamento de la reciprocidad y de
mutua conveniencia.
450
Cuanto al 5a punto [Que los suecos puedan formar en España
depósitos de sus diversos productos como se hace ya con el hierro] no
hai inconveniente en que la Suecia forme depósitos de hierro después
del pago de los derechos de entrada en parages que no sirvan de abri
go al fraude y al contrabando. Se observa en nuestras aduanas la prác
tica de tener 6 meses depositados los géneros en sus almacenes deval-
de; pero concluido éste tiempo se paga un real mensualmente por cada
arroba de depósito y almacenage, y sino parece su dueño se vende lo
suficiente para el pago de los derechos de entrada. Establecióse ésta
regla de resultas de haberse rezagado en las aduanas una porción de
barricas, cajas y otros embases sin que pareciesen sus dueños, y regis
trados se halló que estaban llenos de leña, tierra y otras cosas seme
jantes, y para evitar en lo sucesivo estos perjuicios se mandó lo que
queda prevenido.
Tocante al 6a punto [el permiso de llevar en derechura a la Haba
na el hierro de Suecia sin estar obligados a embarcar en España una
parte igual al suyo] si se concediera este artículo no se pasaría a las
Américas una onza de hierro de España y perderían nuestras ferrerías
el consumo de 72 a 88 mil quintales anuales. Por otra parte está prohi
bido el arribo de embarcaciones extrangeras en América.
Tocante al 7a artículo [Que los derechos sobre el hierro se arreglen
según sus diferentes medidas y valores cuya propoción pudiera tomar
se según la tasa de las aduanas suecas para el hierro que se exporta] si
la tasa de las aduanas suecas sirviera de base para los derechos del hie
rro se arruinarían nuestras ferrerías por el ínfimo valor que tiene el de
Suecia; y así la base de los derechos debe tomarse de los valores ó pre
cios de venta en nuestros puertos.
Cuanto al 8a y último [Que los buques suecos barados sobre las
costas de España gocen como los ingleses, franceses, holandeses y
daneses los socorros y asistencia de su cónsul sin tener que dirigirse
antes al tribunal del Almirantazgo] se tiene entendido que todo buque
extrangero que naufraga en nuestras costas recibe por nuestra parte
todos los auxilios que recomienda la humanidad.
La Francia en sus convenciones particulares aseguró la interven
ción de sus cónsules en el modo que describe el artículo 14 de la de
1768. Y en punto a naufragios solo tiene el tribunal del Almirantazgo
lo relativo a lo criminal y contencioso.
451
Observa la Dirección que en 1803 ocuparon los suecos en el
comercio de cabotage de nuestras costas 185 buques. Salieron de la
Península é islas adyacentes para países extrangeros 226 buques sue
cos; entraron en los puertos de la Península é islas adyacentes 279
buques suecos; importaron en géneros de Suecia y de otros países por
valor de 8.715.053 reales, y exportaron de España para Suecia y países
extranjeros 9 308.055 reales.
En contraposición de este comercio y número de buques que ocu
pan los suecos solo puede citar España un buque que entró en Suecia de
cabida de 160 toneladas, cuando los suecos emplearon 609 buques de
cabida de 106.862 toneladas. Por otra parte la Suecia es la nación de Euro
pa que menos protege el comercio y navegación extrangera, por que
prohíbe la entrada en el golfo de Bosnia [sic] á todo buque extrangero y
exige por punto general un 40% sobre el valor de los cargamentos.
Dicha nación exporta hierro por valor de 60 millones: la Inglaterra
y Holanda reciben los dos tercios y el otro se reparte entre Francia,
España y Portugal. Consume 6.800 pipas de vino y 200 barriles de
aguardiente, casi todo de Francia y Portugal, y de España mui poco.
En vista pues de todas estas observaciones y conforme S.M. con
ellas y con el parecer de la Dirección general de rentas, se ha servido
resolver: primero que no conviene que España se ligue con tratados
mercantiles con la Suecia ni con otra nación alguna sino dejar á todas
la libertad de venir á nuestros puertos, sujetándose a las órdenes y
derechos que se establezcan en las aduanas con relación al estado esta
cionario ó retrógrado ó progresivo de nuestra industria, comercio y
navegación, y recíprocamente sugetarnos á sus disposiciones cuando
vayamos á sus puertos, como lo hacen.
Segundo, que la cortedad de nuestra navegación y comercio con
relación á los extrangeros no dá lugar á ninguna reciprocidad de ven
tajas, y de ningún modo se pueden obtener de la Suecia aun cuando
concediera á la España una franquicia absoluta en sus puertos.
Y tercero que debiendo España procurár libremente sus propias
ventajas como lo hacen todas las demás naciones, no debe encadenarse
con tratados que impidan u obstruyan su fomento y prosperidad. Todo
lo que de real orden comunico á V.E. para su noticia y gobierno en con
testación a su oficio de 9 de Diciembre de 1814; reproduciéndose las que
se comunicaron a V.E. en 9 de enero, 28 de febrero y 13 de octubre de
452
1815; la primera con motivo de la rebaja de derechos en el bacalao que
solicitaba Inglaterra, la segunda á consecuencia del tratado de comercio
que propuso la Prusia; y la tercera con respecto á la disminución de dere
chos en las manufacturas de lana que solicitaron los comerciantes ingle
ses y el embajador de Inglaterra. Dios guarde a V.E. muchos años. Pala
cio 17 de agosto de 1816. Fdo.: Manuel López de Araujo.
453
de AB J.E. Lindberg & Co. Dicho Cónsul acaba de regresar de España
de un viaje de negocios.
Desde hace decenios ha prevalecido entre nosotros, los suecos, la
idea de que los españoles son perezosos y que apenas son capaces de
valerse por sí mismos para procurarse el sustento. Sin embargo es un
gran error pensar así. Los españoles son un pueblo simpático que, pro
vistos de una viva inteligencia, siguen lo que acontece a su alrededor,
lo cual se demuestra últimamente, de forma cada vez más evidente, por
el esfuerzo emprendido para elevar a España a una posición comer
cialmente preeminente entre las naciones europeas.
Hasta ahora se conoce muy poco de España en nuestro pais, y otro
tanto ocurre también en el resto de Europa, lo que se debe a que Espa
ña ha estado casi exclusivamente volcada hacia Sudamérica y otros paí
ses extraeuropeos. Pero España tiene mucho que ofrecer a Europa en
el plano comercial e industrial y, como señalamos antes, últimamente
ha hecho mucho para hacer valer sus enormes recursos naturales. Espa
ña dispone de todo para atender las necesidades más elementales: la
agricultura y la ganadería provee al país por encima de sus necesida
des, hay metales de todas clases y carbón en abundancia, a pesar de
que la mayoría de las cuencas carboníferas todavía no están explota
das. Las minas de cobre de Riotinto son las mayores de Europa y las
minas de mercurio de Almadén no tienen igual. Y los filones de hierro
de España son mundialmente conocidos.
El Sr. Lindberg dice que la actual guerra y sus secuelas parecen ten
der un puente cada vez más sólido entre Escandinavia y la península ibé
rica. Es demasiado evidente el interés que se manifiesta en España por
todo lo sueco así como el deseo de entablar relaciones comerciales con
nuestro país, tanto por las autoridades como por comerciantes indivi
duales. Los vinos y las frutas españolas son cada vez más apreciadas en
Suecia. Hoy en día ya se encuentran en los mercados suecos las naran
jas, uvas y limones, pero en España hay una gran variedad de otras fru
tas que no toleran ser enviadas, a no ser que se conserven, una técnica
que los españoles en los últimos tiempos han logrado desarrollar extra
ordinariamente. El exquisito sabor de estos productos unido al selecto
gusto del conservero, impresiona muy agradablemente al consumidor.
Lo mismo ocurre con bastantes otros productos que en volumen
creciente nos llegan desde allí. Un ejemplo típico de estos productos es
454
el aceite de oliva. El Sr. Lindberg quería subrayar una cosa en particu
lar. Que las firmas españolas son por norma muy honradas y de trato
agradable y fácil, excepciones a la regla siempre las hay y por supues
to allí también. Los comerciantes suecos gozan alli de simpatía y com
prensión, y pueden contar allí con una forma de ser franca y directa en
los negocios, sin mezquindades, si ellos mismos por supuesto mani
fiestan la misma disposición.
De lo que mas carece España son comunicaciones fáciles y ase
quibles. Por ejemplo faltan vias de comunicación secundarias, por lo
que muchos de los productos del país no pueden llegar al lugar ade
cuado. Las formas de llegar a Suecia tampoco son tantas como las dese
ables. Estas tienen que mejorarse pues es altamente probable que Espa
ña se convierta después de la guerra en un buen campo de negocios
para los productos industriales suecos como maquinaria, en especial
todo tipo de maquinaria para la labranza, aparte de los típicos produc
tos de exportación como la madera y la masa de papel en su mayoría
transportados en buques noruegos. La versión en español de la obra de
Hasse W. Tullberg sobre la industria sueca contribuirá de forma decisi
va a fomentar las relaciones comerciales entre ambos países, una obra
que estará ya editada y distribuida antes de que termine la guerra. En
España se está proyectando una obra similar que estará lista para el
próximo septiembre.
Y, hablando del sistema ferroviario español, hay algo que merece
la pena mencionar. Se trata de los billetes kilométricos. Si uno tiene la
intención de emprender largos viajes por el país, no hace falta detallar
minuciosamente de antemano cada lugar de destino, simplemente se
adquiere un billete kilométrico de p.ej. 5.000 kilómetros, y entonces no
hace falta mas que sentarse en el tren que uno quiera y dirigirse al lugar
que a uno le plazca.
Resulta innecesario señalar que España puede ofrece mucho como
país turístico. La belleza de su naturaleza, en ocasiones grandiosa, uni
do a su agradable clima y su riqueza arquitectónica del pasado nos invi
tan obligadamente, por no hablar de los lujosos hoteles, con cómodas
instalaciones, que en los últimos tiempos se han creado por todo el
país.
El Sr. Lindberg añade que en reiteradas ocasiones se ha oído que
el Estado sueco tiene pensado poner en venta el edificio de la Legación
455
en Madrid, pero semejante decisión menoscabaría el prestigio de Sue
cia en España. La sociedad madrileña es bastante pretenciosa en cier
tos aspectos y manifiesta exigencias, desconocidas para Suecia, en lo
referente a lujo y ostentación externa. Pero, con independencia de esto,
y considerándolo desde un punto de vista estrictamente económico,
sería poco adecuado vender un edificio de carácter que el propio Esta
do sueco ha adquirido a un bajo precio, sobre todo teniendo en cuen
ta que alquilar un piso adecuado y decorativo a un particular sería
mucho más costoso”.
456
La provincia de Cádiz en el comercio
de vinos españoles a Suecia
afínales del siglo XIX.
El vino constituía en el último tercio del siglo XIX uno de los prin
cipales productos de los intercambios comerciales hispano-suecos. En
1895 supuso el 40,28% del valor total de las exportaciones españolas a
Suecia . Sólo la sal, con el 25% de la misma magnitud, se le acercaba
en importancia. No obstante, se trataba de un comercio bilateral muy
deficitario para España, puesto que ese mismo año de 1895, de un
volumen total de intercambios de 4.044.358 coronas, Suecia representó
el 85,7% del mismo, frente al 14,3% de España . La madera constituía el
principal de los productos suecos importados por España, en tanto que
el vino, como ya hemos señalado, era el principal producto español
importado por Suecia. Esta importancia de los vinos españoles en el
mercado sueco queda también reflejada en el significativo hecho de
que en 1897. España fuese el principal país proveedor de vinos a Sue
cia, con el 23,9% de las importaciones de vinos de este país.
Las fuentes estadísticas españolas presentan ciertas dificultades
para conocer la secuencia íntegra de las exportaciones de vinos a Sue
cia. Aparte de interrupciones y de diversidad de criterios, según los
casos, en algunas de ellas y en ocasiones, los datos de las exportacio
nes a Suecia aparecen agregados con los de Noruega. Esto es así por
que entre 1815 y 1905 ambos reinos, aunque se mantuvieron indepen
dientes, tuvieron una monarquía común.
457
Entre 1871 y 1885 las exportaciones de vinos españoles a Suecia y
Noruega mostraron un notable incremento (cuadro 1). El vino común
tuvo un comportamiento inestable: subió un 337% en el quinquenio
1876-1880, con respecto al anterior, y bajó un 18% en el quinquenio
posterior (1881-1885). En cambio, siempre dentro del periodo 1871
1885, el “vino de Jerez y asimilados” y los “vinos generosos”, como reza
ba la clasificación oficial de la época, mantuvieron un crecimiento con
tinuo en las exportaciones españolas a Suecia y Noruega: de 14.758 Hls.
en 1871-1875, el “vino de Jerez y sus asimilados” pasaron a 20.025 Hls.
en 1876-1880 y a 28.012 en 1881-1885, lo que supuso un incremento
acumulado del 90%. Los “vinos generosos” también experimentaron un
aumento del 109%, aunque en términos absolutos representaban poco
más de un tercio del volumen de los vinos de Jerez y similares.
De lo que no nos informan esos datos es de la importancia relativa
de los vinos españoles en cada uno de los países en cuestión: Suecia y
Noruega. Sólo para el quinquenio 1871-1876 hemos podido encontrar
datos desagregados y sólo en relación a los vinos de Jerez. La fuente son
las listas de extracción anual que se publicaban en Jerez de la Frontera
y El Puerto de Santa María . Esta fuente plantea algunos problemas para
su análisis en relación con Suecia. El principal de ellos es la falta de cri
terio ortográfico con la que aparecen escritos los nombres de algunas
localidades, lo cual puede inducir a errores de atribución de exportacio
nes . De otra parte, tenemos que indicar que hemos procedido a con
vertir las cantidades en hectolitros, para facilitar su interpretación. En las
listas en cuestión las cantidades exportadas aparecen en arrobas, botas
y/o litros, según unos u otros años, pero con el agravante de que, en
contra de lo común, ofrecen distintas capacidades para las arrobas jere
zanas -16,66 litros- y los portuenses -16,13 litros-. De ahí que no pue-
458
da procederse como es habitual, a contabilizar 500 litros de vino por bota
tanto de Jerez como de El Puerto, pues para las botas de El Puerto hay
que contabilizar 484 litros de vino por tal unidad de envase.
Hechas estas advertencias, podemos señalar que durante esos cin
co años (1871-1875), Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María
exportaron 13 260 Hls. de vino a Suecia y Noruega (cuadros 2 y 3). De
esta cantidad, el 85,3% -11.313,95 Hls- se dirigió a Suecia y el 14,7%
-1.946 Hls - a Noruega. En términos relativos, tales volúmenes supu
sieron el 0,60% y el 0,10%, respectivamente de las exportaciones tota
les del Marco del Jerez (Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María)
en el quinquenio en cuestión (cuadro 4).
De los 11.313 Hls. de vinos exportados a Suecia desde El Marco
del Jerez entre 1871 y 1875, Jerez de la Frontera aportó el 70,5% -7.976
Hls - y El Puerto de Santa María el 29,5% restante, 3-337 Hls. (cuadro
5). No obstante esta diferencia, la importancia relativa de estos volú
menes de exportaciones era prácticamente idéntica para ambas locali
dades: 0,60% y 0,61%, respectivamente (cuadros 6, 7 y 8).
Estocolmo fue en ese quinquenio (1871-1875) la ciudad sueca que
recibió el mayor contingente de vinos del Marco del Jerez (Jerez de la
Frontera y El Puerto de Santa María), 7.075 Hls., lo que supuso el 88,7%
del total de las exportaciones de vinos de esta zona a Suecia. Le seguía
en importancia, pero con mucha diferencia, Gotemburgo, con 886 Hls.,
que representaban el 11% de las exportaciones de vinos jerezanos (cua
dros 9, 10 y 11).
Aunque estos datos se refieren solamente al primero de los tres
quinquenios del periodo 1871-1885. Todo parece indicar que la ten
dencia advertida en él se prolonga a los otros 10 años. Esto es, aunque
no tenemos, por el momento al menos, datos desagregados de las
exportaciones desde Jerez y El Puerto de Santa María a Suecia y Norue
ga, parece que fue el mercado sueco el que importó la mayor parte de
los vinos tales localidades españolas también durante los quinquenios
1876 - 1880 y 1881 - 1885. Un dato que avala esta hipótesis consiste en
que en 1883, de los 658.047 Hls. de “vino de Jerez y asimilados” expor
tados a Suecia y Noruega , el 92,5% tuvo por destino Suecia .
459
Llegados a este punto, es preciso que hagamos unas consideracio
nes relativas a los tipos de vinos españoles exportados a Suecia y a la
participación de las localidades vitivinícolas de la provincia de Cádiz en
este comercio. Entre los 14.758,8 Hls. de “vinos de Jerez y asimilados”
que, según fuentes nacionales , se exportaron a Suecia y Noruega entre
1871 y 1875, y los 13-260 Hls. que, según las listas anuales de extracción,
se exportaban desde el Marco del Jerez (Jerez de la Frontera y El Puerto
de Santa María), hay una diferencia de 1.498,8 Hls. Este volumen de vino
se exportó, pues, desde otras localidades de la provincia de Cádiz y/o
desde otras zonas de España. Eran, como rezaba la clasificación oficial,
vinos “asimilados” al jerez. En cualquier caso, el 90%, al menos, de los
“vinos de Jerez y asimilados” exportados por España a Suecia y Noruega
entre 1871 y 1875 salieron de la provincia de Cádiz; concretamente de
las localidades de Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María.
Estos datos ponen de manifiesto la importancia de la provincia de
Cádiz en las exportaciones de vinos españoles a Suecia, sobre todo si
se tiene en cuenta que aunque el volumen de exportación de “vinos
comunes” fue superior al de “vino de Jerez y asimilados”, éstos tenían
un precio muy superior a aquéllos.
En 1897 los precios medios por litro de vino de las clases estable
cidas oficialmente se situaban en 22 pesetas el común; 70, el “genero
so” y 120, el “Jerez y asimilados” (cuadro 14). Esta notable diferencia
de precio a favor del Jerez hacía que esta clase de vino, que sólo supu
so ese año el 15,4% del volumen total de las exportaciones españolas
de vinos a Suecia, alcanzara el 49,2% del valor de los mismas. El vino
común, con el 83,2% del volumen de las exportaciones sólo alcanzó el
48,5% de su importe. Ese año, pues, el “vino de Jerez y asimilados”
aportó la mitad del valor de las exportaciones de vinos españoles a
Suecia, y es razonable suponer que esta fue la tendencia a lo largo del
periodo al que venimos refiriéndonos.
Respecto a la clasificación oficial de los vinos españoles aplicada
en los años que nos ocupan, hay que señalar que el Jerez es, desde el
punto de vista enológico, un vino generoso, esto es, rico en graduación
alcohólica; pero, entonces, dado su prestigio en los mercados interna-
Ibidem.
460
cionales se conocía y distinguía ya por su denominación de origen y
daba nombre a un tipo de vino. Los denominados “asimilados” eran,
vinos de características organolécticas parecidas a las del jerez, que se
elaboran en otras localidades de la provincia de Cádiz y otras zonas
vitivinícolas de España (cuadro 12). En puridad, sólo disfrutaban de
hecho de la denominación jerez los vinos producidos en Jerez de la
Frontera y El Puerto de Santa María, que es lo que venimos denomi
nando en este artículo como Marco del Jerez; pero también en Sanlú-
car de Barrameda y Cádiz se elaboraban vinos de los tipos jerez.
Los denominados por la clasificación oficial de la época “vinos
generosos” eran en realidad vinos de licor, esto es, vinos con un mayor
contenido en azúcar por litro; lo que comúnmente se denominaría
como vinos dulces. De hecho, en el periodo 1881-1885 el 64% de los
vinos generosos exportados a Suecia y Noruega fueron vinos de Mála
ga (cuadro 12). Los “vinos de Jerez y asimilados” eran, por el contrario,
vinos secos y también abocados, y aunque existía entonces, como aho
ra, jerez dulce -Pedro Ximénez, sobre todo-, no era este el tipo que
caracterizaba internacionalmente la denominación Jerez.
La participación de la provincia de Cádiz en las exportaciones
españolas de “vinos de Jerez y asimilados” y de “vinos generosos”, de
acuerdo con la clasificación oficial de la época, en el quinquenio 1881
1885 pone de relieve lo que acabamos de señalar. En esos cinco años,
la provincia aportó el 93,75% de las exportaciones de “vinos de Jerez y
asimilados” y sólo el 0,04% de los “vinos generosos” (cuadro 12).
Un aspecto del mayor interés estriba en el hecho de que los “vinos
de Jerez y asimilados”, como indicamos al inicio de estas páginas, iban
teniendo un crecimiento sostenido en las importaciones suecas de
vinos españoles; comportamiento del que también participaban los
“vinos generosos”, aunque en términos absolutos, como hemos visto,
estuviesen muy por debajo del volumen de aquéllos.
Según el Centro de Información Comercial, a finales del siglo XIX
los principales vinos que Suecia importaba provenían de Jerez, Tarra
gona, Oporto, Burdeos, Borgoña, Marsala, Rhin, Madeira y Champag
ne’. La mayoría de tales tipos eran vinos generosos, esto es, vinos de
461
alta graduación alcohólica, tanto secos y abocados como dulces. Los
vinos españoles se recibían entonces en Malmóe, según esta fuente . Lo
que supondría un cambio con respecto a los puntos de destino de los
vinos del Marco del Jerez (El Puerto de Santa María Jerez de la Frontera)
en el periodo 1871-1875, que como hemos analizado se dirigían princi
palmente a Estocolmo y Gatemburgo . Carecemos o desconocemos otras
fuentes españolas que nos permitan contrastar estas informaciones .
Según ese mismo informe al que venimos refiriéndonos , los vinos
de la provincia de Cádiz llegados a Malmóe en 1897 se clasificaban en
dos: “vino de Jerez” y “vino de Cádiz”. El vino de Jerez tenía una gra
duación alcohólica de 18,6a y un contenido en azúcar de 27,95 gra-
mos/litro. El vino de Cádiz era de 23e y 21a de alcohol y 46,36 y 35,40
gramos de azúcar, respectivamente. Si consideramos que el vino de
Málaga recibido en el mismo puerto y año tenía 24,40a de alcohol y
247,10 gramos/litro de azúcar, comprenderemos mejor la diferencia que
establecíamos líneas atrás sobre la clasificación oficial de “vinos de
Jerez y asimilados” y “vinos generosos”, que desde nuestro punto de
vista hay que interpretar, respectivamente, como vinos generosos -de
alta graduación alcohólica, secos y abocados -y vinos de licor- de alta
graduación alcohólica o generosos, también, pero dulces, por su rico
contenido en azúcar-.
La participación de los vinos de la provincia de Cádiz en las expor
taciones vínicas españolas a Suecia no se limitaba a Jerez de la Fronte
ra y El Puerto de Santa María. Como señalamos líneas atrás, había otras
localidades que también desarrollaban este comercio, en particular
Cádiz, donde a finales del siglo XIX estaban establecidas tres impor
tantes empresas vinícolas: Lacave y Cía., Gómez y Abarzuza. Estas tres
sociedades producían y comercializaban vinos de los tipos de Jerez y
otros al estilo de Oporto, Madeira, etc... .
462
En 1883 Lacave y Cía. llevó a cabo una iniciativa empresarial muy
importante en relación al mercado sueco, en particular, y, probable
mente, al mercado escandinavo, en general. Tal iniciativa consistió en
la apertura de un establecimiento de venta de vinos a granel en Esto
colmo .
Esta sucursal de Lacave y Cía., en Estocolmo estaba dirigida por
ex-cónsul en Cádiz G.R. Lagergren, amigo de la familia Lacave. De él
decía el redactor del Álbum Nacional que era
463
Lamentablemente, no podemos cuantificar esa “tenaz preferencia”
de Suecia por los vinos de Lacave y Cía., ni conocer su evolución tem
poral. Al menos, no de momento .
El asunto tiene su importancia, porque nos ayudaría a conocer el
peso específico de las exportaciones de “vinos de Jerez y asimilados” y
“vinos generosos” de Lacave y Cía., en particular, y de Cádiz, en gene
ral, a escala provincial y nacional. Nos sería muy útil para contrastar
nuestra hipótesis de la importancia de Cádiz, a finales del siglo XIX y
principios del XX, como centro de producción y comercio de vinos
generosos y de licor de diferentes denominaciones genéricas .
En cualquier caso, el establecimiento de esta sucursal de Lacave y
Cía. en Estocolmo en 1883 es una iniciativa empresarial del mayor inte
rés, como señalábamos, máxime en tales años. A partir de la década de
los setenta del siglo XIX se experimentó un descenso generalizado del
consumo de vino en Europa, que afectó a Escandinavia al igual que a
otras áreas . No obstante, la iniciativa de Lacave y Cía. pone de mani
fiesto que en lo que a Suecia se refiere el descenso del consumo de vinos
fue selectivo. No sólo los datos manejados hasta aquí, sino la propia ini
ciativa de Lacave y Cía. apuntan en este sentido. Todo parece indicar que
los vinos generosos y de licor mantuvieron una notable cuota de merca
do en el conjunto de las importaciones españolas de vinos a Suecia.
Se trata de un tema que hay que seguir estudiando, pero parecie
ra que el mercado sueco de vinos generosos y de licor de diferentes
países tuvo otro comportamiento. Ya hemos indicado líneas atrás que
en 1897 se decía que los vinos que importaba eran, principalmente, de
Jerez, Tarragona, Burdeos, Rhin, Marsala, Madeira, etc... En su mayoría,
vinos generosos y de licor.
Parte del archivo de Lacave y O, conservado durante años por la familia Lacave
Gómez, ha sido cedido por la misma a nuestra Unidad de Estudios Históricos del Vino,
de la Universidad de Cádiz, para su estudio. Dicho fondo documental está siendo obje
to actualmente de los previos y precisos trabajos de organización e inventario. No sabe
mos aún lo que dicho fondo puede ofrecer, pero todo parece indicar que no existe
documentación que permita elaborar una serie de las exportaciones de vinos de esta
empresa por mercados de destino.
“ MALDONADO ROSSO, J. (1998)
21 PAN - MONTQJO, J. (1994, 153).
464
Suecia vivía en las dos últimas décadas del siglo XIX una época de
notabilísimo desarrollo económico. Si ya desde mediados de esa cen
turia la industrialización de la actividad maderera supuso una mejora
del nivel de vida de la población, el auge industrializador de finales de
siglo en otros sectores -químico y electrónico- aún permitió un mayor
poder adquisitivo en amplias capas de la sociedad. No obstante, el con
sumo de vino por persona/año no era muy elevado, aunque las infor
maciones que disponemos al respecto no son todo lo explícitas que
necesitáramos. Dupuy de Lome decía en 1888 que el consumo por
habitante/año era en Suecia de 0,5 litros. En Noruega era de 0,9 ls. y
en el Reino Unido, 2 ls. . Siete años más tarde, el mismo autor indica-
24
ba que Suecia importaba 44.842 Hls. de vino al año . Esto supondría
un índice de consumo por habitante/año de más de 0,90 ls. , equiva
lente a un aumento de tal índice del 80% en tan sólo siete años. Algo
que, como decíamos, habrá que estudiar por otras fuentes.
Fuera cual fuese la tasa de consumo de vinos en Suecia a finales
del siglo XIX, lo cierto es que para el sector vínico español de vinos
generosos y de licor era un mercado interesante, puesto que en esos
años se situaba -tras Reino Unido, Francia, México, Dinamarca, Alema
nia, Holanda y Colombia- en la octava posición de los países importa
dores de “vinos de Jerez y asimilados”, con el 1,2% del total de las
exportaciones españolas de esta clase .
Ese interés del mercado sueco era mucho mayor aún para una
sociedad como Lacave y Ch, pues era una empresa vinícola generalis-
ta. Lacave y C!a, producía y comercializaba una amplísima gama de pro
ductos vínicos. Además de los tipos de Jerez, elaboraba otros vinos de
la provincia de Cádiz -Tintilla de Rota, Pajarete, etc-, de otras provin-
465
cias españolas -málagas de distintos tipos, sobre todo- de otros países
-Oporto y Madeira- y de denominación varietal, como Moscatel y
Pedro Ximénez . Su especialidad eran los vinos generosos y de licor, y
de entre ellos, el llamado Madeira de Jerez, del que la propia empresa
decía que exportaba grandes cantidades a lo largo de todo el año .
Aunque a finales del siglo XIX eran muchas las empresas vinícolas
de Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María que también elabo
raban vinos a los estilos Oporto y Maderira, esa era para ellos una prác
tica reciente motivada por la crisis que atravesaba la vinatería del Mar-
29
co del Jerez en ese periodo . Para Lacave y Cía, por el contrario, la ela
boración de otros vinos generosos y de licor, además de los de Jerez,
constituía un planteamiento empresarial inicial, lo cual le debía de dar
ventaja comparativa en algunos mercados.
Las expectativas que despertaba el mercado sueco y la confianza
de Lacave y C* en sus posibilidades de competir con ventaja con otras
empresas así como, probablemente, su posición en ese país parece que
fueron los factores que llevaron a esta empresa vitivinícola gaditana a
emprender esa iniciativa de establecer una sucursal en Estocolmo. Laca-
ve y C!a incrementaba así su contribución a la decisiva participación que
la provincia de Cádiz tuvo en el comercio vínico hispano -sueco a fina
les del siglo XIX.
Estos vinos toman sus nombres de las variedades de la vid de las que se obtienen.
Se trata de denominaciones varietales o genéricas.
28 Álbum Nacional (s/f, 63).
29 MALDONADO ROSSO, J. (1997).
466
BIBLIOGRAFIA
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48t
El comercio Hispano-Sueco
de 1870 a 1940.
Algunos rasgos generales
PRÓLOGO
483
De parte sueca, por el contrario, las exportaciones sufrieron cam
bios significativos. Durante la primera fase (fines del siglo XIX), la
madera llegó a representar casi el total absoluto de los envíos a Espa
ña. A partir de 1890 se inició, modestamente, la exportación de masa
para papel, producto éste que con el correr del tiempo ganaría cre
ciente importancia en los envíos suecos a España, superando amplia
mente el porcentaje correspondiente a la madera a partir del emble
mático 1936. Una idea del intercambio de mercaderías entre los dos
países (desde la óptica sueca) se tiene a través de la siguiente tabla:
RELACIONES ETÍLICAS
484
claramente ilustrada si se tiene en cuenta de que la misma representó
durante varias décadas la casi totalidad de las exportaciones suecas a
España (ver tabla), al mismo tiempo que dicha madera sueca repre
sentaba, hacia 1882, el 40% del total de la madera importada por Espa
ña. Esta cuota se mantendría, e incluso crecería, de forma que a media
dos de la década de 1920 la madera sueca representaba la mitad del
total de la madera que España importaba .
1873 95.30
1874 97.90
1875 99.10
1876 99.70
1877 99.15
1878 99.10
1879 99.10
485
récord se obtuvo en 1918, cuando el 71% de las exportaciones espa
ñolas a Suecia estuvieron constituidas por las bebidas alcohólicas .
El alcohol jugó también un papel fundamental durante siete años en
las exportaciones suecas a España. Nos estamos refiriendo al aguardiente
con 50% de graduación que L.O. Smith, “El Rey del alcohol”, envió a Espa
ña a partir de la firma del tratado comercial sueco-hispano del año 1883.
Smith logró arrebatarle a los alemanes el monopolio del mercado
español, comprometiéndose a enviar a España docenas de millones de
litros anuales. Para lograrlo tuvo que solucionar dos problemas funda
mentales: el conseguir un volúmen tan grande de aguardiente (lo que
se producía en Suecia se bebía en el país) y el superar la “barrera” que
los desairados alemanes levantaron en el continente. La primera solu
ción la encontró en Rusia, donde Smith compró el alcohol que, luego
de purificado en Suecia, transportó en barcos propios a España. Por
estos “servicios”, Smith obtuvo el 3 de octubre de 1887 la Gran Cruz de
la orden de Isabel la Católica .
Vino español por un lado y aguardiente sueco por el otro: las rela
ciones comerciales entre Suecia y España en esos años eran, lo que se
dice, decididamente etílicas...
En junio de 1888, sin embargo, las Cortes aprobaron una medida
por la cual se pasaba a aplicar un impuesto especial, con carácter de
retroactividad, a todo el aguardiente importado. El único damnificado
fue Smith, para quien el decreto real significó la ruina total: de un solo
golpe, el empresario sueco perdió toda su fortuna, viéndose, entre otras
cosas, obligado a cerrar sus 26 filiales en España y sus muchas casas
comerciales en Rusia, Italia, Alemania, Francia, Malta y Hungría .
DE BUENO A MEJOR
486
ción española se mantuvo en sus niveles inmediatamente anteriores
mientras que el flujo de mercaderías suecas a España alcanzó en 1916
su máximo valor absoluto hasta el momento con más de 29 millones
de coronas. El bajón registrado en 1918 no duró mucho: ya en 1919 el
valor de las exportaciones españolas a Suecia fue 15 veces mayor
(pasando de 2.286.000 coronas suecas en 1918 a 34.389.000 un año
después), mientras que el monto de las exportaciones suecas a Espa
ña se triplicó (10.040.000 coronas en 1918 contra 26.546.000 en 1919)?.
En 1919, y siguiendo las líneas generales de revisión de tratados
que caracterizó esta época, quedaron sin efecto las cláusulas que regí
an el intercambio económico hispano-sueco. Los principios proteccio
nistas españoles y la resistencia sueca a aceptar las rebajas fiscales que
Madrid pretendía para sus frutas y vinos complicaron las negociacio
nes, atrasando la firma de un nuevo acuerdo hasta el 4 de mayo de
19258.
Para Suecia, España representaba un mercado de notable interés.
Los conocimientos del pais -sus riquezas minerales, sus productos y su
potencial económico- eran sólidos, debido a las sucesivas misiones de
estudio que durante años -y fundamentalmente gracias al dinero que
para ese fin L.O. Smith había donado en 1887- se habían enviado.
Una prueba del gran interés que España (y a través de ésta todo
el mundo hispanohablante) despertaba en Suecia es la publicación de
una edición en lengua española del boletín oficial de la Asociación
de Exportadores sueca, fundada en 1887 para impulsar la exportación
de productos nativos. Pero mientras que la edición sueca de este
boletín -Svensk Export- tenía un tiraje de 3-000 copias, la versión en
español -Exportación de Suecia- se imprimía en 15.000 ejemplares!
La firma de un acuerdo complementario en mayo de 1928, según el
cual el comercio entre los dos países se guiaría por el régimen de
nación más beneficiada, mejoró aun más las condiciones para el
comercio .1 ,10 .
. <bilateral
487
BELLE EPOQUE
11 “Papel” incluye masa para papel, papel de diferentes tipos, cartones, etc. “Máquinas
y metales” cubre motores, turbinas, bombas hidráulicas, aparatos de ventilación, gene
radores, máquinas neumáticas, aspiradoras, estufas, teléfonos, rodamientos a bola, etc.
“Otros” incluye medios de transporte, trabajos en piedra e instrumentos menores.
12 9.4 de los 12.0% fueron quesos y otros comestibles.
488
En cuanto a las exportaciones españolas las estadísticas suecas
muestran el siguiente cuadro:
“Productos del agro” incluye frutas y verduras frescas y secas, azafrán, conservas,
vinos y alcoholes, aceite de oliva, etc. “Otros” incluye algunos tipos de metal (plomo
y mercurio), armas y amunición.
14 _ . , , , .
Casi el total representado por mercurio.
489
Esta relación tan positiva es explicable, pues las economías de los
dos países se complementaban magníficamente. A excepción del hie
rro, que tanto España como Suecia producían y exportaban, los otros
productos comerciados venían a llenar importantes agujeros en las res
pectivas estructuras económicas. Este es por ejemplo el caso de la
madera sueca en una España pobre en bosques aptos o de las frutas y
los vinos finos españoles en una Suecia con creciente capacidad de
sobremesa. El siguiente cuadro muestra lo dicho con mayor claridad:
1 Bidrag till SOS, Handel, Arsberáttelser; Estadística del Comercio Exterior de España,
Ministerio de Hacienda.
490
EL FIN DE UNA ERA
491
De lo dicho se desprende que para ciertos sectores de la vida eco
nómica sueca, la contienda española tuvo consecuencias de primer
orden. Además, el conflicto armado en España no sólo marcó un brus
co giro en el desarrollo de las relaciones comerciales con Suecia, sino
que también vino a influir en el devenir político general. En efecto, has
ta 1936 las relaciones entre España y Suecia habían sido esencialmen
te económicas, jugando el tema político un papel claramente subordi
nado. A partir de 1936, y durante más de 40 años, las relaciones his-
pano-suecas se politizaron sensiblemente, perdiendo el intercambio
mercantil la dignidad anteriormente mantenida.
492
El comercio entre España y Suecia en el siglo XX:
las consecuencias del cambio industrial
Kent Olsson
UNIVERSIDAD DE GOTEMBURGO
INTRODUCCIÓN
493
comercio y en la estructura de las mercancías del comercio entre Espa-
~ „ .1
na y Suecia .
La estructura y el volumen del comercio entre dos países nos dan a
menudo claras indicaciones de la situación industrial de los estados a los
que se refieren. Por ejemplo, es de todos conocido, que los países indus
trializados, en la mayoría de los casos, realizan un intercambio de mer
cancías, en el cual, la maquinaria y los productos de ingeniería ocupan una
posición dominante. El “índice de maquinaria” es visto casi siempre como
un indicativo del nivel de desarrollo relativo entre los socios comerciales.
El desarrollo enfocado hacia una economía dominada por el sector
servicios, probablemente cambie también el tipo de mercancías a inter
cambiar entre los países. Un nuevo tipo de índice que indique la mis
ma posición avanzada en el desarrollo económico, probablemente
incluirá mercancías con un componente técnico muy elevado. El pre
dominio del material de telecomunicación y de medicinas en las expor
taciones suecas en los años 1980 y 1990 indican que Suecia ha conse
guido iniciar dicho cambio .
El objeto del presente trabajo es el estudio del comercio entre Espa
ña y Suecia después del año 1920. Se han utilizado las estadísticas ofi
ciales suecas para describir los cambios habidos en el flujo mercantil,
tomando el año 1920 como punto de partida, porque el material esta
dístico oficial sueco desde 1920 hasta 1994 da información detallada
sobre el flujo mercantil entre los dos países. La revolución industrial sue
ca tuvo lugar entre 1890 y 1920, y como consecuencia de la moderni
zación de Suecia, el comercio entre España y Suecia cambió en el perio
do de entre guerras. En el conjunto de mercancías, y como consecuen
cia de este importante cambio estructural, había una parte mucho mayor
de productos de ingeniería. Pero el mayor cambio en cantidad y com
posición de las productos tuvo lugar en los años 1980 y 1990 como con
secuencia del rápido cambio económico en la economía española.
1 BEREND, i.T., & RANKI, G., The European Periphery & Industrialization 1780-1914.
Cambridge 1982, p.7 y TODARO, G., “Patterns of economic retardation and recovery
in South-Western Europe in the nineteenth and twentieth Centuries”. Economic History
Review 1994, p.lc.
2 KENWOOD, A.L., & LOGHEED, A.L., Thegrowth of the international economy 1820
1990. Londres 199O.s.328c.
494
1 800
1 600
1400
1200
Figura 1
Fuente: Handel, SOS.
495
demanda de una dieta mejor y más variada por parte de las clases tra
bajadoras. Ello dio origen a un nuevo mercado de fruta fresca en
todas las estaciones del año. Otro cambio importante producido a
consecuencia del despegue industrial consistió en la modernización
de los puertos suecos. Gotenburgo se convirtió en un gran puerto con
una impresionante capacidad para almacenar mercancías congeladas
y frutas, inaugurado en 1921. Gotenburgo tenía un puerto ribereño
con un sistema ferroviario que conectaba éste con los distritos indus
triales de Suecia. Durante el mismo período de tiempo creció la mari
na mercante sueca y se fundaron las compañías marítimas transoceá
nicas. Todas estas nuevas líneas transoceánicas tenían un interés
obvio en incrementar el comercio entre Suecia y otras partes del mun
do. Esto se tradujo en la importación directa de frutos frescos de todo
el mundo con la ayuda de un grupo de grandes compañías navieras.
Al mismo tiempo, existían unas impresionantes posibilidades de
incrementar las importaciones procedentes de los países mediterráne
os. Las importaciones de fruta a Suecia en todas las estaciones signi
ficaba que los países mediterráneos mejoraban sus posibilidades de
mercado.
Por tanto, la pujanza económica de las líneas marítimas suecas que
llegaban a España fue de una cierta importancia para las posibilidades
de la comercialización activa de frutas españolas. La compañía de
buques transatlánticos sueca en la parte oeste del Mediterráneo era la
Swedish Lloyd. Su situación económica estaba en muy malas condicio
nes después de una política de expansión durante la Primera Guerra
Mundial. Al mismo tiempo, la Swedish Orient Line tenía una posición
muy sólida por formar parte de la mayor y más exitosa empresa navie
ra sueca, las líneas marítimas Brostrum. Esta situación supuso que la fru
ta fresca de Palestina fuera un importante competidor para las exporta
ciones españolas.
El valor añadido del comercio de mercancías nos muestra una ima
gen con un gran excedente para Suecia. Pueden observarse fácilmente
en la figura las dos depresiones a principios de los años 1920 y en 1930.
Al mismo tiempo es evidente que la Guerra Civil Española hizo dismi
nuir el comercio hasta unos niveles muy bajos en la segunda mitad de
los años 1930.
496
(Figura 2) El comercio entre Suecia y España en los años 1920-1939 (en miles
de coronas suecas)
Fuente: Handel, SOS.
497
Las importaciones suecas procedentes de España estaban domina
das por diferentes clases de frutas frescas como naranjas y uvas, y géne
ros como el coñac y el vino. Otros productos españoles eran las almen
dras, el corcho y el aceite de oliva. Mientras las naranjas se importaban
ya en los años veinte, el crecimiento de las importaciones de uvas fue
algo nuevo en los años treinta. La importación de coñac disminuyó pro
bablemente debido a la política prohibicionista sueca.
Las importaciones de naranjas por parte de Suecia se describen en
la figura 4. A principios de los años 20 las procedentes de los paises
vecinos suponían una parte importante de las importaciones suecas de
naranjas. Pero cuando creció en Suecia la capacidad de almacenaje de
frutas frescas, Alemania y Dinamarca perdieron su importancia y la
importación de naranjas españolas directamente desde España vino a
dominar las importaciones suecas hasta 1936, año en que la guerra civil
española derivó en un aumento enorme de las importaciones proce
dentes de Italia, Sudáfrica, EE.UU y Palestina.
498
Las importaciones suecas procedentes de España en el periodo de
entre guerras marcaron así unas exportaciones con superávit para Sue
cia. La fruta fresca y el vino junto con el coñac y la sal como mercancí
as complementarias dominaron las importaciones.
También hubo unas cuantas mercancías importantes que dominaron
las exportaciones suecas hacia España. Por una parte, se extrajeron recur
sos naturales de Suecia. Los productos de la madera, la pasta de papel y
el papel mismo fueron los productos más importantes. Por otra parte, exis
tía una gran cantidad de productos tecnológicos, sobre todo rodamientos
de bolas y otros tipos de productos procedentes de las grandes industrias
de fabricación, que habían sido construidas durante la revolución indus
trial de 1890 y 1920. Los productos de la madera eran los artículos más
importante en los años veinte, pero esto cambió en la primera mitad de
los años treinta cuando la pasta de papel, el papel y los productos tecno
lógicos se hicieron más importantes. Los artículos provenientes de la indus
tria tecnológica nunca dominaron las exportaciones suecas hacia España.
El comercio entre los dos países se caracterizaba por un intercambio de
productos procedentes de los recursos naturales y de la agricultura. La
Guerra Civil española influyó en el intercambio comercial después de
1936. El único producto importante que se mantuvo en el intercambio
comercial entre los dos países después de 1936 fue la pasta de papel.
La diferencia entre la economía española y la sueca reside en la
exportación sueca de productos tecnológicos. Esta exportación fue la
consecuencia de la concentración en unos pocos productos muy espe
cializados en los que las compañías suecas estaban trabajando para un
mercado mundial y formaba parte de una división internacional del tra
bajo. Los principales activos de la compañía eran sus propias innova
ciones, como los rodamientos de bolas, separadores, teléfonos y llaves
inglesas. Se ajustaban a los análisis de Alfred Chandler. Esas grandes
compañías tenían sus propias organizaciones de comercialización, utili
zaban las economías de escala y tenían grandes departamentos de inves
tigación y, a menudo, fábricas en otros países.
CHANDLER, A. D., Scale and scope: the dynamics of industrial capitalism, Cambrid
ge, Mass, 1990. Chandler ha resaltado la importancia de las grandes compañías inter
nacionales y ha destacado sus recursos en investigación y aspectos financieros y su
gran interés por un buen sistema educativo.
499
50000
45000
40000
35000 ------- Export
30000 ------- Wooden producís
25000 Pulp/paper
20000 Iron/stecl
------- Engineering
15000
10000
5000
0
00 00
500
deseaba producir durante todo el año, era necesario hacer exportacio
nes a zonas meridionales.
501
resadas en el valor de los productos de exportación sino en el volu
men y el peso de los cargamentos. Este hecho hizo más importante el
comercio de la pasta de papel. En 1927, estaba valorada en 7,5 millo
nes de coronas y tenía un peso de 46.000 toneladas, mientras que
otros productos de la madera más valiosos (20 millones de coronas)
pesaban 400 toneladas. El comercio que salía de Suecia hacia España
era en su mayoría un gran negocio sueco. Sin embargo, el gran volu
men hizo necesario combinar las líneas transatlánticas con grandes
barcos mercantes noruegos que tenían una capacidad de transporte
equivalente a la mitad de la de Suecia. El papel del transporte maríti
mo español fue muy pequeño. La mitad del comercio de salida iba
destinado a los puertos españoles de la costa del Atlántico y la otra
mitad a los del Mediterráneo.
Figura 6.
El transporte marítimo de Suecia a España entre los años 1929-1939 (en miles
de toneladas brutas)
Fuente: SOS, Handel
502
Figura 7.
El transporte marítimo de España a Suecia entre los años 1920-1939 (en miles
de toneladas brutas)
Fuente SOS, Handel
c. Resumen
503
había sufrido una revolución industrial entre 1890 y 1920. En cuanto a
las importaciones, significó que, al mejorar el nivel de vida, se incre
mentó el comercio de importación de fruta fresca. En cuanto a las
exportaciones, la industrialización de Suecia se aprecia en el aumento
de las exportaciones de productos tecnológicos, creados por un nuevo
tipo de compañías, que los producían para el mercado universal en
grandes cantidades y utilizando una dirección científica. Productos tales
como los rodamientos de bolas, los separadores y los motores diesel
eran los más conocidos. Al mismo tiempo hay que señalar que gran par
te de las exportaciones suecas y españolas tienen su explicación en
unos buenos recursos naturales que permitieron la exportación de
almendras y naranjas de España y productos de la madera y pasta de
papel de Suecia.
Asimismo, los negocios marítimos reflejan el hecho de que Suecia,
como país industrial, contaba con los recursos y la ambición necesarios
para crear una gran marina mercante con un segmento importante del
prestigioso comercio marítimo transatlántico.
KENWOOD, A.G., & LOUGHEED, A. L., The growth of the international economy
1820-1990. 1996, p.328 y ss.
504
Cuando la renta nacional española alcanzó por fin en 1955 el nivel de
1936, la política económica española era autárquica y aislacionista.
Debido a que España carecía de reservas de oro, el nuevo gobierno
confiaba en una política ISI y España había perdido contacto con la
economía mundial durante 15 años (la depresión mundial, la guerra
civil y la Segunda Guerra Mundial). Por tanto, las importaciones debí
an pagarse inmediatamente con exportaciones. La inflación y una
moneda sobrevalorada hacían difícil llevar a cabo esta política. Por
tanto, se había reducido drásticamente el comercio extranjero. La
importación de fertilizantes descendió y España se convirtió en un
país importador de gran cantidad de grano durante la década de los
años cincuenta. De esta manera, debido a la gran necesidad de ali
mentos, las escasas posibilidades de reequipamiento industrial tuvie
ron que ser sacrificadas. Pero este panorama empezó a cambiar des
pués de 1955. Los acuerdos de defensa con los EE.UU., en 1953, pro
porcionaron alimentos, fertilizantes y algodón a la industria. En 1956,
un revés inesperado asoló la economía. Las fuertes heladas arruina
ron la cosecha de cítricos, cuyas exportaciones financiaban el mínimo
indispensable de las importaciones de bienes de equipo. Por eso, las
reservas de divisas españolas se agotaron. Este hecho, junto con una
nueva corriente de huelgas en el País Vasco y Cataluña prepararon al
gobierno para una política de liberalización de la economía. España
entró en el FMI, en la OCDE y en el BIRF. Este desarrollo tuvo lugar
dentro del marco de una prolongada expansión del capitalismo. Para
sobrevivir, la España de Franco tuvo que poner punto final a la polí
tica y a los programas de veinte años de nacionalismo agresivo. Los
años sesenta fueron extremadamente satisfactorios para España. El
éxodo de trabajadores agrícolas españoles a Europa y los enormes
ingresos que provenían del turismo y de los trabajadores emigrantes
dieron a España posibilidades para industrializarse y acumular gran
des cantidades de divisas. Esta industrialización cambió completa
mente el comercio exterior de España y, por supuesto, también el
comercio con Suecia .
FONTANA, J., & NADAL, J., "España 1914-1970" (en: The Fontana Economic History
ofEurope. Contemporary Economies 2, ed Cario M., Cipolla, 1976), p.460 y ss.
505
Figura 8. El comercio entre Suecia y España 1945-1973 (precios constantes de
1968, en millones de coronas)
Fuente: SOS, Handel
506
200000
180000
160000 ----- Total
Figura 9.
Exportaciones suecas a España entre 1946-1957, diferentes mercancías (en
millones de coronas).
-Total
-Productos de la madera, papel y pasta de papel
-Metalistería
-Maquinaria
-Automóviles y trenes
-Instrumentos
-Armas
Fuente: SOS, Handel
507
la madera no tenían apenas importancia. Era un negocio de importa
ción en expansión y es probable que España dejara de comprar dichos
productos a Suecia. Por otra parte, la pasta de madera continuó siendo
la mercancía que España importaba de Suecia en mayor cantidad.
Los mayores grupos de mercancías lo constituían los víveres, y
entre todos ellos dominaba la fruta fresca. En los años cincuenta las
importaciones suecas de naranjas descendieron, pero las de vino y azu
lejos crecieron desde un nivel muy bajo. El gran cambio en las impor
taciones en la segunda mitad de los sesenta tiene su explicación en las
importaciones de aceite mineral. También es importante señalar que
durante esta expansión comenzó la exportación española de mercancí
as que tenían un gran valor añadido, como la maquinaria o los pro
ductos ya terminados como ropa y calzado.
Figura 10.
Importaciones suecas procedentes de España 1946-1957, diferentes mercancí
as (en millones de coronas).
Fuente: SOS, Handel.
508
Estos nuevos productos en el comercio de importación son conse
cuencia de un cambio en la estructura industrial sueca. Después de la
Segunda Guerra Mundial el gobierno sueco adoptó una nueva política
industrial con la intención de cerrar las viejas industrias con excesiva
mano de obra y sustituirlas por más industrias que emplean intensiva
mente capital en el sector de la ingeniería. Este cambio se tradujo en la
importación de algodón durante la segunda mitad de los años cuaren
ta, cuando la industria del algodón tuvo su último período de expansión
en Suecia. De esta forma, a partir de 1955, fue necesario iniciar nego
cios de importación de calzado y textiles. Parte de dichas importaciones
tuvieron su origen en España.
Los valores oficiales suecos relativos al comercio exterior cambiaron en
1958. Las materias primas dejaron de tener importancia. En su lugar, su gra
do de terminación era lo que decidía el lugar que debía ocupar en las esta
dísticas del comercio extranjero. Por tanto, la tabla ne 1 nos da una imagen
de las consecuencias de una estructura industrial sueca que cambiaba cada
vez más hacia la fabricación de maquinaria y de productos de ingeniería.
Tabla 1.
EXPORTACIONES SUECAS A ESPAÑA 1958-1973 EN PORCENTAJE.
Prod. básicos 38 44 32
Químicos 2 3 2
Semi-manufacturados 22 18 19
Maquinaria 37 32 42
Productos manufacturados 12 2
509
Tabla 2.
DIFERENTES CLASES DE MAQUINARIA EN LAS EXPORTACIONES SUE
CAS A ESPAÑA 1958-1973 (PRECIOS DE 1968 EN MILES DE CORONAS)
510
1973. Por otro lado, el comercio mundial ha seguido expandiéndose
más deprisa que el PNB y buena parte de la producción ha traspasado
las fronteras. Pero no todos los bienes han seguido el mismo camino en
el crecimiento general del comercio de mercancías. En los años 80 y 90
el comercio de productos químicos, maquinaria y equipamiento de
transporte creció muy rápidamente. Al mismo tiempo estas mercancías
constituían casi la mitad de las exportaciones de mercancías mundiales
y existían menos posibilidades para que creciera el comercio de los pro
ductos más tradicionales. En el caso de los alimentos el consumo mun
dial creció muy poco. El comercio de productos textiles y de combusti
bles estaba establecido de antiguo y en el intercambio de estas mercan
cías ya existía una división internacional del trabajo.
En los últimos veinte años se ha producido también una liberaliza-
ción y la política proteccionista del período de entre guerras ha desa
parecido. La creación de la CE y la entrada de España como país miem
bro en 1986 y la de Suecia en 1995 ha cambiado las condiciones del
comercio entre ambos países. Al mismo tiempo, tanto la economía espa
ñola como la sueca se transformaron. Ambos países ampliaron y pro
fundizaron su cambio industrial. Al mismo tiempo, el sector servicios se
convirtió en la parte más importante de la economía en ambos países.
En España el sector servicios produjo el 62% del PNB en 1995 y la indus
tria el 25%. También en Suecia este crecimiento del sector fue muy evi
dente.
En la figura 1 de la página 2 se puede seguir la fuerte expansión
del comercio hispano-sueco después de 1976. Las exportaciones suecas
y las importaciones de España se expandieron, de manera importante,
durante la segunda mitad de los años ochenta, como consecuencia de
la expansión de la economía mundial y de los cambios en la estructura
económica en los dos países. Las cifras se duplicaron y después se
estancaron en los noventa durante la nueva depresión. En general, la
totalidad del periodo se caracterizó por unas exportaciones suecas
mayores que las importaciones de España.
En las tablas 3 y 4 se advierte el cambio estructural del comercio.
En las exportaciones españolas la maquinaria representaba solamente el
10% a mediados de los setenta, mientras que en 1994 suponían el 34%.
Durante esos mismos años, los productos industriales y semi-industria-
les tuvieron un gran peso en las exportaciones. En conjunto, esos pro
511
ductos representaban en 1994 más de la mitad de las exportaciones
españolas.
Tabla 3.
IMPORTACIONES SUECAS DE ESPAÑA EN PORCENTAJE 1976-1994
Tabla 4.
EXPORTACIONES SUECAS A ESPAÑA EN PORCENTAJE 1976-1994
512
Asimismo, las exportaciones suecas a España cambiaron como con
secuencia de la expansión de las nuevas industrias en Suecia. Produc
tos con un gran valor añadido dominaban las exportaciones suecas
durante todo el período y la posición de los productos básicos tuvo cada
vez menos importancia en sus exportaciones. En 1994 los productos
básicos, junto con la pasta de papel y los productos de la madera, a la
cabeza, eran solamente el 11%. Las crecientes exportaciones suecas de
productos químicos fueron un cambio interesante. Los productos far
macéuticos representaban una gran parte de la exportación de produc
tos químicos.
----- Machinery
-----Food
Figura 11.
Exportaciones españolas a Suecia: hortalizas y maquinaria en millones de coro
nas suecas
Fuente: SOS, Handel.
513
5000
4500
4000
3500
3000
2500
2000
1500
1000
500
0
Figura 12.
Exportaciones suecas y españolas de maquinaria en millones
Fuente: SOS, Handel.
RESUMEN
514
a las consecuencias de la revolución industrial en Suecia; ésta comenzó
repentinamente a importar fruta fresca y se convirtió en un gran expor
tador de maquinaria como consecuencia de una nueva estructura indus
trial, en la que dominaba la industria de la ingeniería.
En la década de 1960 se inició un nuevo período de cambio. El
volumen del comercio comenzó a crecer. Si embargo, el cambio más
importante se produjo como consecuencia de la industrialización espa
ñola de los años ochenta y noventa. La exportación de maquinaria espa
ñola devino más importante que la exportación de fruta fresca en el
comercio con Suecia y desapareció el dominio sueco en la exportación
de productos industriales de ingeniería.
515
El comercio de la cultura.
Condición o consecuencia de contactos
económicos. El caso España?-Suecia
Ingmar Sóhrman
UNIVERSIDAD DE GOTEMBURGO
517
renovación, cambios de viejos métodos, hábitos e ideas, La cultu
ra es todo lo que hace el ser humano a la especie “homo sapiens”
, , , „2
en todas las épocas .
518
Lo que nos concierne aquí es en qué medida se establece un inter
cambio cultural primero como condición o como consecuencia de un
comercio puramente de cambio. La verdad, por lo visto, es que las dos
posibilidades existen, pero insisto en que sin influencias culturales
mutuas el comercio se reduce a algo de corto plazo, y una actividad
fácil de quitar o suprimir. Un periodista sueco dijo hace unos años que
“los pueblos de cultura son pueblos que primero extinguimos y que
después estudiamos”. Un ejemplo trágico cercano es la producción y
exportación de cromo de Albania, realizada por prisioneros políticos
debido a las pésimas condiciones de salud de las minas, una actividad
exterminada con la caída del comunismo y la siguiente liberación de
los prisioneros. Por supuesto, entonces no hubo voluntarios para este
trabajo peligrosísimo. De esa manera razones políticas opresoras exclu
yeron la mecanización necesaria dejando el país sin su primer recurso
de exportación..
Para que haya comercio, debe de existir algún tipo de contacto o
directo o a través de otros pueblos como los árabes se dedicaban al
comercio europeo-chino en la Edad Media.
Estos contactos se deben al conocimiento de la existencia de los
otros de una manera de las siguientes maneras:
1. vecindad _
2. migración forzada
3- viajes aventureros (y misioneros)
519
quiero referirme a cualquier cosa que pueda cambiar la vida y mejorar
la de una u otra manera. Normalmente, tanto el vendedor como el com
prador quieren conseguir algo. No todos los comerciantes son tan prag
máticos como los vikingos que negociaban donde esto parecía más fácil
y robaban cuando esta alternativa resultaba más fácil o ventajosa.
En cuanto un contacto sale fuera del marco de un cambio comercial
muy sencillo surge la necesidad de encontrar una lengua para comuni
carse. De esa manera han surgido lenguas pidgin y criollas como el cha-
vacano, una lengua mezcla basada en español que se habla en Filipinas .
Colón llevaba consigo intérpretes de árabe y hebreo que en América no
le sirvieron para nada por razones obvias. En su artículo en este libro
Magdalena de Pazzis Pi Corrales también relata una discusión del siglo
XVII entre las autoridades españolas sobre la lengua que se debía usar
para comunicarse con los suecos. Para comunicarse con los suecos los
españoles del siglo XVI constataron que hacía falta usar o latín, o fran
cés o, quizás español. Que la lengua juega un papel primordial para la
intercomunicación, comercial o no, entre dos pueblos resulta evidente.
Pero no es sólo la lengua en sí lo que resulta primordial, sino una com
petencia comunicativa de la que la lengua forma parte:
COMPETENCIA COMUNICATIVA8
Véase Suzanne ROMAINE, Language in Society, Oxford University Press, Oxford, 1994.
6
Emma MARTINELL GIFRE, La comunicación entre españoles e indios: palabras y ges
tos, Mapfre, Madrid, 1992.
Véase la comunicación de Enrique MARTÍNEZ RUIZ y Magdalena de Pazzis PI
CORRALES en este volumen.
8 Ingmar SÓHRMAN, Sprák, nationer ocb andra farligheter, Stockholm, 1997.
520
Saber el significado de palabras y frases Conocer la literatura y
otras manifestaciones
culturales
Conocer la manera de discutir Conocer la historia y
la geografía del país
Lenguaje convencional
del cuerpo
521
Ladoga) y las siguientes ganancias en Polonia y más tarde de ciudades
y regiones alemanas como resultado de la paz de Westfalia en 1648.
Hasta entonces se había dedicado a enseñar, principalmente, al clero.
En esta época eso no era ni suficiente ni razonable, y surgió un nuevo
interés por las lenguas modernas. Hasta ese momento el latín predo
minó como lengua de comunicaciones internacionales. Se crearon
puestos de maestros de lenguas, primero de francés en 1637 y unos
años más tarde de español e italiano. Desgraciadamente, desaparecie
ron los de español e italiano en el siglo XVIII como consecuencia del
predominio total del francés durante el florecimiento del Siglo de la
Ilustración.
Para la gran mayoría de la gente, el interés por otros idiomas sur
ge de una necesidad, no necesariamente comercial, sino de cualquier
tipo. Las lenguas son llaves a otras culturas, pero el motivo u objetivo
para aprenderlas es normalmente muy concreto. No obstante, sólo el
mezclar su habla con expresiones extranjeras puede dar prestigio al
hablante, o por lo menos, esto es lo que cree el hablante. Al igual que
se añadía una cucharada de francés a su discurso en el siglo XVIII, hoy
es muy frecuente oír mezclar expresiones inglesas al habla de gente
con muchos contactos internacionales o con pretensiones de tenerlo.
Probablemente, porque “suena bien”, pero en un nivel más profundo
además sirve para alzar el prestigio por ser una persona de contactos
internacionales-, A veces, como cuando gente de Estocolmo a finales
del siglo pasado empezó a pronunciar la I de forma muy “aguda”,
como se la pronuncia en la costa del oeste. La razón era mostrar
influencia del habla del sitio de veraneo del rey, que pasaba los vera
nos en esta costa. De esa manera otros podían deducir que la persona
con esta pronunciación había estado con el rey, y por lo visto era de
categoría alta. En Francia en los años 50 y 60, muchos comunistas
comenzaron a pronunciar la R palatal, como en español, en vez de la
R velar que es la normal en francés ya que Georges Marcháis, líder del
partido comunista, venía del sur donde predomina la R palatal. La usa
ba también Lenin al igual que muchos intelectuales rusos hablaban ruso
522
con una R velar que no existía antes en ruso, pero era una señal de la
erudición como debería provenir del francés e indicaba que el hablan
te dominaba también el francés que era la lengua de prestigio de aquel
entonces.
Cuando empieza algún tipo de comercio surge, como hemos cons
tatado la necesidad de encontrar un idioma común. En Europa meri
dional y central el latín predominaba hasta el Renacimiento por lo
menos. Un ejemplo interesante de como se olvida la importancia de
contactos comerciales es el caso de Dacia, Rumania hoy día. Allí la cul
tura latina predominó durante sólo 150 años y, sin embargo, tuvo un
impacto decisivo, como los habitantes dejaron de usar su propia lengua,
adoptó el latín y lo mantuvo durante las invasiones eslavas y otras. La
verdad no resulta tan extraña, porque los romanos habían continuado
el comercio con Dacia, anteriormente dejado por los griegos. Unos 200
años antes de la conquista romana había comerciantes romanos esta
blecidos a lo largo de la costa y de las orillas de los ríos, y esta gente
más o menos establecida mantenía relaciones muy diversas con la
población. Muchos se casaban con mujeres dacias y poco a poco surgió
una población bilingüe y bicultural. Esta población se quedó después
de que los romanos, es decir los altos mandos, hubieran dejado el país .
Al igual que durante la reconquista española se recompensaba a los sol
dados romanos con un poco de tierra y muchos se quedaron en la fér
til Dacia. Estos soldados venían de toda Europa pero se habían romani
zado y continuaron la cultura romana y el uso del latín que era la len
gua del ejército. Es sólo desde una perspectiva política, desde arriba,
que la región que iba a ser Rumania fue dominada por la cultura roma
na y latina durante sólo 150 años. La verdad es que la cultura latina fue
predominante durante más de 500 años, y desde esta perspectiva no
resulta nada raro que la población fuera completamente romanizada.
En el norte de Europa no ha habido invasiones ni conquistas tan
decisivas después de la llegada de los germanos hace entre 2.500 y
3.000 años, cuando iba empezando la Edad de Hierro, una época cuan
do florecía las culturas celtas en toda Europa , lo que muestra el hecho
523
que las lenguas germánicas parecen haber sacado la palabra por hierro
de las lenguas celtas; iarann en irlandés, houarn en bretón y iron en
inglés, Eisen en alemán y jarn en sueco. Si la expansión romana hubie
ra continuado hacia el norte, seríamos nosotros también hablantes de
un idioma románico.
Para más información sobre la historia de Suecia y los contactos culturales entre Sue
cia y España remito al lector al libro de Ingmar SÓHRMAN y Martin LEXELL, La cultu
ra sueca. Una introducción, Universidad de Alcalá de Henares, 1997. Véase sobre todo
los capítulos sobre la historia y los contactos culturales.
524
cuando se habla de una situación histórica. Suecia, en esta época casi
no tenía costa occidental. Varias regiones costeras que ahora pertene
cen a Suecia eran territorios noruegos y daneses. El puerto principal de
Suecia hasta el siglo XVII además del de Estocolmo era Kalmar, situa
do en el sudeste del país.
Contactos más pacíficos, por lo visto, eran los peregrinajes a San
tiago de Compostela. La religión, por lo visto, es otro aspecto de la cul
tura de importancia primordial. Entre los peregrinos suecos que fueron
al tercer santuario más importante del cristianismo medieval destaca la
figura de Santa Brígida, uno de los pocos santos suecos. Fue a Santia
go a principios del siglo XIV. Más tarde fundó una orden de religiosas
que sigue existiendo, y en el primer monasterio de esta orden en Vads-
tena, a las orillas del lago Váttern en Suecia, se creó la primera biblio
teca importante de Suecia. La mayor parte de estos libros se encuen
tran actualmente en la biblioteca de la universidad de Uppsala. Ahora
existe el monasterio en Vadstena de nuevo después de muchos siglos
cuando no se permitían monasterios en el país. No fue ella la única que
peregrinó a Santiago pero sí la más conocida . En la literatura de las
sagas se menciona de vez en cuando la ciudad de Santiago y España
como lugares exóticos. En la literatura medieval también en Suecia se
utilizaban fuentes francesas que, a veces, trataban temas españoles.
Entre los primeros monjes que llegaron a Suecia en el siglo XII había
españoles, lo que hizo que, probablemente, unos pocos estudiantes sue
cos estudiaran en Salamanca antes de que Suecia tuviera una universidad
propia. Sin embargo, la mayoría de los estudiantes fueron a París.
En el siglo XVI el interés español se dirigió, sobre todo, al nuevo
continente en el Oeste, y no quedó gran interés por el lejano norte. No
obstante, existían contactos entre los países, y Felipe II trató de aliarse
con el rey sueco Juan (Johan) III. Seguro que creció el interés de Feli
pe cuando Juan intentó reintroducir la iglesia católica, expulsada 50
años antes por su padre Gustavo Vasa, quien dejó fundarse una iglesia
luterana propia. Esta política se junta con la de Felipe II hacia Inglate
rra con su matrimonio con la reina María Tudor que también tenía el
objetivo de reconquistar tierra protestante.
525
Escandinavia jugaba, además, durante mucho tiempo un papel
importante como exportador de pescado seco y cobre (y más tarde hie
rro y madera) a España.
LA TRADICIÓN GODA*4
14 ••
Ingmar SOHRMAN, “La tradición goda: su presencia en la época del Barroco”, en
Enrique MARTÍNEZ RUIZ y Magdalena de Pazzis PI CORRALES (eds), España y Sue
cia en la Época del Barroco (1600-1660), Madrid 1998, pp. 945-955; veáse también
Ingmar SOHRMAN, La herencia goda. La historia de una idea (trabajo en progreso),
Madrid 1999- Véase también la comunicación de Miguel Ángel LADERO QUESADA
en este volumen.
Una tribu goda de la que Jordanes se declara miembro, aunque habia renunciado a
la religión amana, predominante entre los godos, para hacerse monje cristiano. Véase
Olivier DEVILLERS, Jordanes, Histoire des Goths, París, 1995, p. XVI.
16 JORDANES, Getica, IV, 25.
526
ca7 (y a veces publicada como Historia de los Godos) esta basada en
la obra de Casiodoro, Historia Gothorum, en doce tomos, desgracia
damente desaparecida. Con la caída del reino visigodo y la conquis
ta musulmana surgió el mito reconquistador basándose en el cristia
nismo y el origen godo. Resulta evidente que fue precisamente la
pérdida del poder y la frágil unidad del reino, debida a la invasión
árabe, la que llegó a convertir el origen de la capa dominante en el
factor unificador de lo que quedaba de los que se iban a llamar espa
ñoles. La noción “godo” se convirtió en un concepto emblemático de
la Reconquista. Cierto, había godos en grandes partes de Europa,
pero fue en España donde la necesidad política hizo evolucionar
hechos históricos en un mito étnico que servía de base ideológica de
la Reconquista.
Durante la Edad Media creció la importancia del origen godo
hasta el punto de incluirse como una parte integrante en las gran
des crónicas, empezando por la General Estoria de Alfonso el
Sabio, donde sólo describe la historia de España y la escandinava.
Habla de “la bondad de los Godos” y de “la nobleza de los
Godos” . En esta época empezó el redescubrimiento del origen
común. Más tarde, cronistas como el renacentista Fray Juan de Pine
da y el barroco Diego Saavedra Fajardo, iban a continuar esta tra
dición. El mismo emperador Carlos V escribió en una carta al pue
blo sueco (cuando intentó hacer rey de Suecia a un pariente suyo,
el electo Federico de Palatinado: “Sumus et nos de gente Gotho-
rum ) .
El título exacto es De origine actibusque getarum. Además, Jordanes dice que sólo
tuvo acceso a la obra de Casiodoro durante tres días, pero insiste en que aún sin
recordar las palabras exactas se acordaba bien del contenido. Véase Per NYSTRÓM,
Norden land och folk i historiens gryning, Stockholm (1939) 1978, donde en el pri
mer capítulo, pp. 13- 27, da una excelente presentación de cómo vieron los escrito
res clásicos a Escandinavia.
18 Ramón MENÉNDEZ PIDAL (ed.), Crónica General, Madrid, 1906, p. 312.
” “Nosotros también somos del pueblo godo”, sacado de Johan NORDSTROM, .,
“Goter och spanjorer. Till den spanska goticismens historia,” II, Lychnos 1971-72, p.
172. Falsamente estaba corriendo el rumor que Gustavo Vasa había muerto a finales
de los años 1520.
527
LA EDAD MEDIA Y EL RENACIMIENTO
528
ática. En realidad aunque no formalmente, esto impidió todo con
tacto no-báltico.
Con la conversión definitiva al cristianismo, Suecia se abrió hacia
Europa sobre todo en el siglo XIII. Por desgracia, el país se ensimis
mó ya en el siglo siguiente como consecuencia de las pestes y varias
guerras civiles que terminaron con la Unión de Kalmar en la que se
unieron los tres países escandinavos, Dinamarca, Noruega y Suecia
bajo la corona danesa, personificada por la carismática reina Margari
ta. Finlandia ya pertenecía a Suecia. Los sucesores de la reina fracasa
ron en mantener la unión, y todo el siglo XV es una lucha por inde
pendencia. En 1523, Gustavo Vaso llegó a vencer a los daneses y unir
todo el poder en sus manos. Promocionó la independencia de la igle
sia, la introducción del protestantismo y la confiscación de la riqueza
eclesiástica. Todo el siglo XVI fue una lucha por establecer y mante
ner el estado “moderno” que era Suecia y establecer la nueva dinastía.
Esto lo transformó en un país bastante introvertido, y económicamen
te dependiente de la Liga Hanseática que había ayudado económica
mente al joven rebelde Gustavo Vasa a vencer al rey danés y a esta
blecerse como rey de Suecia. Las influencias venían de Alemania. Con
la conquista de Estonia, Suecia pasó a ser en mayor medida un poder
báltico.
ESTUDIANTES Y VIAJEROS
529
Una consecuencia de la Guerra de los Treinta Años fue la amistad
entre los dos negociadores de paz en Münster, Diego Saavedra Fajardo,
plenipotenciario español, que primero había visto a los legados suecos
con cierto escepticismo, y el representante sueco Schering Rosenhane.
Desarrollaron una estrecha amistad y aumentaron así sus conocimien
tos del país del otro .
Una consecuencia de la conversión de Suecia en un país europeo,
era que muchos jóvenes - estudiantes y oficiales viajaron, por lo menos
una vez en la vida, por Europa como una parte de su educación.
Muchos se quedaron varios años en el extranjero y coleccionaron libros
y otras cosas. Entre ellos estaba Johan Gabriel Sparwenfeld, famoso
eslavista y aficionado a la literatura española. Se procuró una gran
biblioteca española y tradujo obras españolas al sueco entre las cuales
se debe mencionar varios aforismos de Baltasar Gracián.
Otro factor importante fue la llegada de valones de Bélgica que
desarrollaron la siderurgia en Suecia, que junto con la riqueza de
materia prima era primordial para el desarrollo industrial y comercial.
El siglo XVII se caracteriza por una apertura y europeización de
Suecia, en gran parte debido a las ganancias obtenidas en la Guerra
de los treinta años, pero eso no era toda la verdad, sino los contac
tos con el resto de Europa aumentó el anhelo sueco de ser algo más
que un rinconcito remoto, y las importaciones de productos y de cul
tura a Suecia eran considerables. El hecho de que Suecia hubiera
ganado las regiones que hoy constituyen la costa occidental de Sue
cia resultó decisivo para el comercio y los contactos culturales, ya que
no hacía falta pasar por territorio danés. De hecho, Dinamarca había
perdido Skáne, un lado del estrecho de Óresund, que, había pasado
a ser un territorio marítimo compartido. Otras posibilidades para el
país se abrieron con la fundación de la ciudad de Gótborg (Gotem
burgo) en 1621 que se transformaría en el puerto más importante del
país.
530
EL SIGLO DE LA CIENCIA
531
Éstos no fueron los únicos. La verdad es que vinieron unos cuantos
españoles. Además varios tenían un interés más secreto -el de estudiar
la producción de cañones.
El interés español por la ciencia sueca, tan prolífera en esta épo
ca, se debe a una búsqueda de la renovación cultural y científica que
necesitaba el país . El interés vasco en particular se debe, según Lean
dro Silván, a la falta de comunicación entre su región y el resto de
España, y esto tuvo como consecuencia que muchos vascos de la “éli-
27
te” mandaron a sus hijos al extranjero para estudiar .
El interés militar es otro aspecto relevante. El oficial sueco Eric
Myrin viajó por Europa estudiando la fortificación como varios otros
oficiales suecos. Destaca, porque al llegar a España, cayó en combate
cuando luchaba en la armada española contra los ingleses en Gibraltar.
Junto con él, luchaban unos 30 oficiales suecos con las tropas españo
las. Un grupo de oficiales de la Armada española, liderado por José de
Mendoza se dirigió a Suecia para estudiar la construcción de barcos y
ciencias relacionadas a la navegación . Se podría continuar enumeran
do a visitantes españoles en Suecia, pero lo importante es la existencia
de un semejante interés que de ningún modo era unilateral.
Más importante para los contactos comerciales era, por lo visto, la
importancia del puerto de Cádiz como centro del comercio marítimo
del comercio con el exterior, y donde tomaban víveres los barcos de la
Compañía Sueca de las Indias Orientales antes del viaje transatlántico.
Esta última es probablemente durante su época igual de importante
como el tráfico directo entre España y Suecia. El que pasaran tiempo
en esta ciudad los marineros de ambos países les hizo informar igual
que los comerciantes gaditanos y otros de las actividades del otro país.
Aquí sólo debemos prestar atención a la importancia de este contacto
frecuente y de larga duración que, además, se realizaba en varios nive
les políticos y sociales.
532
Llegados a este punto, se puede constatar que en cuanto a la rela
ción hispano-sueca es después de largos, pero no exageradamente
intensivos, contactos culturales cuando se desarrolla un intercambio
comercial. Resulta evidente que había intereses comunes en una épo
ca cuando España sufría las consecuencias de no haberse desarrollado
económica e industrialmente como Europa Central por haber dependi
do demasiado en las ganancias improductivas de Latinoamérica, y
cuando Suecia, después de un corto período de importancia política,
había llegado a un desarrollo científico y, parcialmente, industrial allí
habían surgido pretensiones de llegar a alcanzar nivel europeo con
importaciones de productos de lujo de China etc. Tampoco hace falta
exagerar el nivel de desarrollo de Suecia, pero esta época significó
grandes cambios en el país rural y subdesarrollado que era la Suecia de
entonces. De este modo no resulta nada raro que los contactos por
estas razones durante el siglo dedicado a ciencias y la vida práctica
cambiaron y llegaron a un establecimiento de relaciones comerciales.
533
lismo en este continente. Sin embargo, siguiendo ia tradición de Linné
el médico Samuel Fahlberg estudió la fauna y la flora e hizo un buen
mapa de Saint Barthélemy. Cien años más tarde el botanista original
Erik Leonard Ekman sistematizó las floras de Cuba y Haití y descubrió
más de mil especies desconocidas hasta entonces.
A través del puerto de Saint Barthélemy Suecia vendió armas al
ejército de Bolívar. Además, a finales del siglo XVIII, el general latino
americano Francisco Miranda visitó Suecia para estudiar minería,
comercio y fortificación, y durante este viaje, se dice, nació su interés
por cuestiones sociales.
Ya a principios del siglo XIX el rey Carlos Juan XIV (Karl XIV
Johan) vio el potencial comercial de Latinoamérica y envió agentes allí
para investigar las posibilidades políticas y comerciales en aquel conti
nente, cuando las viejas colonias españolas se liberaron. Muchos sue
cos, principalmente oficiales y comerciantes, fueron a Latinoamérica a
ganar su vida. Varios describieron la vida allí en libros publicados en
Suecia.
A finales del siglo pasado tuvo lugar una emigración sueca bas
tante trágica, primero al Brasil, y más tarde los emigrantes fueron a
Misiones en Argentina, donde los descendientes siguen viviendo y don
de aun por lo menos los viejos hablan sueco. Existió allí hasta media
dos de los años 70 una parroquia sueca con un pastor enviado desde
Suecia. La vida allí no resultó muy agradable para los emigrantes.
Muchos murieron, otros regresaron a Suecia, pero la mayoría tuvo que
trabajar duro para sobrevivir.
Los contactos con España eran principalmente comerciales en esta
época. No obstante, la literatura española clásica se hizo conocer, y el
mismo rey Oscar II tradujo El Mío Cid al sueco, lo que hizo escribir un
poema Rubén Darío al rey sueco en agradecimiento.
A pesar de las ideas románticas predominantes a principios de este
siglo, el comercio seguía siendo el principal contacto con la diferencia
que Latinoamérica había llamado la atención de muchos países euro
peos. Por supuesto, este interés por el continente hispanizado se debía
a una combinación de interés comercial e ideas románticas de apoyar
la independencia de las colonias españolas. Es un proceso general en
Europa. La liberación de los Balcanes es un buen ejemplo. En España
misma es la época de las celebraciones culturales de las culturas galle
534
ga, asturiana, vasca, y sobre todo, catalana. No obstante, es a través de
la cultura española y los conocimientos sobre Latinoamérica que ésta
se puso de moda. No creo, por mucha simpatía que uno pueda sentir
por Latinoamérica en sí, que se deba prescindir de la importancia del
puente cultural, político, religioso y económico que existe entre Lati
noamérica y España y del que disfruta toda Europa. Hoy, evidente
mente, hay muchos lazos directos que no pasan por España, pero casi
todos salen, históricamente, de España.
NUESTRO SIGLO
535
diana en dibujos como Torsten Billman y el cantautor nacional sueco
Evert Taube’2.
Taube no fue el único escritor sueco que hubiera tratado temas
hispánicos. A finales del siglo pasado el gran escritor August Strindberg
estudió y documentó la cultura española y los contactos suecos con
ella. El autor popular Frank Heller escribió unas cuantas novelas sobre
el imaginario aventurero sueco Filip Collin y sus relaciones con el tam
bién imaginario Archiduque de Menorca .
Hoy se nota desde hace más de veinte años un gran interés en
Suecia por la literatura latinoamericana. Con el Premio Nobel otorgado
a Camilo José Cela también la literatura española ha llamado la aten
ción en Suecia. A partir de finales de los ochenta se traduce literatura
española de forma más frecuente. En cuanto a la literatura sueca en
España la situación es peor, aunque que se traduce más hoy que hace
sólo un par de años.
Desde hace casi 30 años España es un país turístico muy popular, y
aproximadamente la mitad del turismo sueco al extranjero va a España,
es decir a las Islas Canarias, las Baleares y la Costa del Sol. El interés espa
ñol por los países escandinavos es pequeño pero sin embargo creciente.
Jorge Luis Borges introdujo la cultura vikinga en el mundo hispa
nohablante en los años sesenta, y más tarde surgió también un interés
por el sistema social y político sueco, el llamado modelo sueco.
En cuanto a empresas suecas se puede constatar una tendencia
creciente de establecerse en España y una modesta llegada de compa
ñías españolas a Suecia. Con la entrada de Suecia en la Unión Europea
parece haber un aumento de los contactos comerciales.
El interés por las lenguas también crece. Hoy en día se estudia sue
co en las universidades de Alcalá de Henares, Barcelona y en la Com
plutense, más, a partir de la entrada sueca en la Unión Europea, ade
más en la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid. Hay cursos en diver
sas academias y colegios también.
536
Hasta principios de los años 60 se pudo estudiar español en las
universidades suecas dentro de la asignatura Lenguas Románicas, pero
entonces se crearon asignaturas propias para unas de las lenguas romá
nicas - francés, español e italiano. Más de 1.000 estudiantes estudian
español en las universidades hoy, y el número sube. Se puede estudiar
español en todas las universidades y en varios colegios universitarios.
Desde finales del siglo pasado varios lingüistas suecos han dedicado y
dedican gran parte de su tiempo al estudio del español, y unos pocos
también al catalán y al portugués.
Muchos estudiantes pasan un año o más en el extranjero y llegan
a conocer este otro país. De esta manera hemos vuelto a la competen
cia comunicativa que se está desarrollando muy rápido en todos los
países europeos. Es evidente, que el aumento de estudios de otros idio
mas, más largas temporadas pasadas en otros países constituyen una
condición importante para poder llegar a una competencia comunica
tiva mucho más repartida, sobre todo entre los jóvenes de hoy en día.
Este hecho parece prometedor para el futuro desarrollo de contactos de
cualquier tipo. Es una condición para la intensificación de estos con
tactos, pero, al mismo tiempo, es la consecuencia de contactos ante
riores.
No cabe la menor duda de que los contactos de varios tipos han
crecido y están creciendo, y que hoy en día se puede ver como con
tactos comerciales, turísticos y culturales van cogidos de la mano. Yo
como lingüista, insisto en la importancia que tiene el crecimiento de
conocimientos de la lengua española en Suecia. Es tanto una condición
como una consecuencia. El sueco, seguramente va a continuar siendo
una asignatura no muy significante, pero, espero, tampoco una asigna
tura que carezca de interés. Además, huelga admitir que con el creci
miento del dominio del inglés en España tenemos otro tipo de acerca
miento práctico, ya que el nivel de inglés es bastante alto en Suecia.
CONCLUSIÓN
Podemos concluir con constatar que, por regla general, los prime
ros contactos suelen ser de conquista, robo o intercambio comercial
bastante primitivo. Eso puede durar bastante tiempo, pero con el paso
537
de los años suele surgir cierto interés por la cultura. No obstante, en el
caso de España y Suecia puede parecer que casi haya sido al revés, lo
que no es enteramente cierto como se destaca en otros artículos de este
volumen. Después de muchos siglos de escasos contactos culturales
creció un interés comercial, sin que desaparecieran estos contactos cul
turales. Un aspecto comercial que acerca el comercio a la cultura es, sin
duda alguna, el turismo. En este caso, es imprescindible destacar el
gran interés turístico que desde hace décadas tiene España para los
suecos, y que éste ha sido primordial para la intensificación de otros
contactos e interés por la lengua española. De esta manera entramos
en un círculo no vicioso sino, al contrario, muy fructífero donde un fac
tor promociona el desarrollo del otro. Llegamos al final a la conclusión
que tanto el comercio como la cultura puede iniciar el desarrollo de la
otra actividad y que se promocionan mutuamente y, creo, imprescindi
blemente.
Desde un punto de vista más general se puede diferenciar los
siguientes factores como decisivos para la promoción de contactos
comerciales:
• político
• económico
• social
• religioso
• geofísico
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testantismo, el factor religioso resultó ser contrario a un desarrollo que
no constituyera un regreso sueco a la bandera católica, por lo cual se
desarrolló cierta simpatía entre Felipe II y el pro-católico Juan III de
Suecia. En este último siglo ha crecido considerablemente la importan
cia de la literatura de divulgación más popular igual que la música,
donde la música rock sueca ha tenido un impacto en estos últimos
decenios, más el arte de nuestro siglo -el cine. Probablemente resulta
imposible para los suecos entender el protagonismo de un director
como Ingmar Bergman en la vida cultural en España durante varias
décadas. No ha sido el único director de cine o actor sueco con impor
tancia en España, y en Suecia Buñuel, Saura, Berlanga, Almodóvar, y
últimamente Medem, han tenido considerable popularidad.
El aspecto geofísico presentaba problemas de transporte, y eran
sólo productos de necesidad primordial, como la sal y el cobre, que se
distribuían. También huelga insistir, una vez más, en la carencia sueca
de costas occidentales hasta el siglo XVII. En estos tiempos el mar unía
mientras que los bosques y las montañas separaban, lo que, en parte,
explica la pertenencia del sur de la Suecia actual a Dinamarca en esta
época. No obstante, resulta interesante ver como el factor político-ide
ológico ganó el conflicto sobre el factor religioso cuando la católica
Francia y la protestante Suecia se aliaron en la Guerra de los Treinta
Años, al igual que la idea del rey sueco Gustavo Adolfo II en España
terminó siendo la de un héroe godo y no la de un hereje protestante,
y además, era bastante positiva la apreciación española del gobierno
sueco después de la muerte de este rey .
Con más viajes y menos problemas de transporte se impuso el fac
tor económico, en el que se debe incluir la ciencia, ya que el objetivo
primordial era buscar nueva tecnología para la industrialización y
comercio.
El factor social creció con el conocimiento de la lengua y la litera
tura española en Suecia y con el prestigio de la ciencia sueca en el siglo
XVIII. Es evidente, que este factor tiene mucho que ver con el presti
gio cultural y social. En este siglo, el factor social también ha incluido
539
compasión por España en tiempos de la Guerra Civil y por los sufri
mientos causados por las dictaduras en Latinoamérica. Después de la
segunda guerra mundial Suecia ha podido contribuir con el concepto
de un estado de bienestar, y España como país turístico y ejemplo
democrático para muchos países, sobre todo en el este de Europa. A
esta imagen turística huelga mencionar otra protagonista sueca en Espa
ña que era precisamente la sueca, una mezcla mítica de películas un
poco atrevidas, sobre todo en España, y la nueva realidad turística de
las playas.
En resumen, es notable que, aunque se puede decir que la pre
sencia de los factores económico y geofísico y -parcialmente- el social
promocionan contactos comerciales, mientras los factores político, reli
gioso y una gran parte del social hacen surgir contactos culturales,
todos estos factores se junten. La intensidad de contactos se desarrolla
en un tejido más y más complejo, donde no es factible discutir los con
tactos por separado sino como aspectos diferentes de un intercambio
plurifacético, donde el uno promociona el otro, sin que importe cuál es
la condición y cuál es la consecuencia. Con toda probabilidad, tienen
razón los responsables de la exposición Barcelona en persona, que se
esta presentando en este momento en Barcelona, cuando dicen en un
cartel “la cultura es el futuro” y que se debe “hacer de la cultura el
motor de su vida”, y, en consecuencia de la anterior discusión el
comercio forma parte integrante e imprescindible de esta vida.
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