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MODERNA Y CONTEMPORÁNEA
TOMO 2
HISTORIA DE ALGECIRAS
HISTORIA DE ALGECIRAS
TOMO II
Algeciras moderna y contemporánea
Cádiz
2001
Autores:
Mario L. Ocaña Torres
Ángel Sáez Rodríguez
Luis Alberto del Castillo Navarro
Maribel Gómez Arroquia
Antonio Torremocha Silva
Juan Ignacio de Vicente Lara
Juan Carlos Pardo González
Juan José Téllez Rubio
9. Bibliografía ……………………………………………………………111
14. Años de miserias, entre dos revoluciones y una guerra en África ………242
7. Bibliografía ……………………………………………………………389
Capítulo V
El siglo XVIII: el resurgimiento
Mario L. Ocaña Torres
Licenciado en Filosofía y Letras
(Especialidad en Historia
Moderna y Contemporánea)
Director IECG
EL SIGLO XVIII
15
La conquista de Gibraltar por Inglaterra no fue un hecho casual. Para la política exte-
rior inglesa poseer una plaza fuerte en las costas del Estrecho era un factor de primera
importancia, pues ello conllevaba la posesión de un punto estratégico para el control del
comercio en una de las rutas más activas entre el Mediterráneo y el Atlántico.
Ese propósito no era nuevo. En 1656 Oliver Cromwel manifestaba al almirante
Montague que
Acaso sea posible atacar y rendir la plaza y castillo de Gibraltar, los cuales en
nuestro poder, bien defendidos, serían a un tiempo una ventaja para nuestro
comercio y una molestia para España,..., con sólo seis fragatas ligeras establecidas
allí, se puede hacer más daño a los españoles que con una gran flota enviada desde
aquí...1
16
Así lo contó el marqués de San Felipe:
De entre los efectos que tiene la pérdida de la plaza de Gibraltar, uno de ellos, la dis-
persión de la población gibraltareña, dará lugar a la aparición de nuevos núcleos de
población situados en el arco de la bahía de Algeciras, en sus proximidades o en zonas
más alejadas de la costa.
Refiriéndose a los gibraltareños que mayoritariamente abandonan la ciudad tras la con-
quista dice López de Ayala: « Algunos perecieron de la hambre i la fatiga,otros pasaron a
habitar pobremente en Tarifa, en Medina sidonia, en la serranía de Ronda, en esta ciudad,
en la de Málaga,Marbella, i Estepona. Mucha parte del ayuntamiento se detuvo en el
campo de Gibraltar....». Tras exponer los orígenes de San Roque y las penalidades de la
población civil López de Ayala hace referencia al nacimiento de las nuevas ciudades: « El
año de 16 tuvieron principio las poblaciones de los Barrios i Algeciras, contenidas ambas
en los términos de Gibraltar.»3
Sobre los orígenes de la ciudad de Algeciras los historiadores posteriores no hacen apor-
taciones novedosas: Francisco María Montero, refiriéndose a los dispersados habitantes de
Gibraltar, dice:
Los que se marcharon hacia la parte de Algeciras, que fueron los menos, se
reunieron también junto al Oratorio de la Virgen de la Palma, que estaba en el
cortijo de los caballeros Galvez, vecinos acomodados de la plaza y que huyeron a
Málaga después de su pérdida. Formaron en este parage una población como las
otras; pero tan reducida en los principios que ni parroquia tenía;4
Emilio Santacana, que escribe a principios del siglo XX, sigue al pié de la letra a López
de Ayala y, aunque considera que la Algeciras real existe desde hace años, manifiesta que:
«El día 2 de Febrero de 1724 fue bendecida la pila bautismal de la nueva parroquia, y en
esta fecha empezó la vida legal de la renaciente población de Algeciras.»5
Pérez Petinto, en su historia inédita de Algeciras, con un estilo influenciado por las cir-
cunstancias y los momentos históricos que le tocó vivir, sigue, en líneas generales a López
de Ayala y, al referirse a la fundación de la nueva ciudad, dice:
2. AVILÉS FERNÁNDEZ,M. et alii . Nueva Historia de España: La instauración Borbónica. Madrid-EDAF-1973. p. 24
3. LÓPEZ DE AYALA, I. : Historia de Gibraltar. Madrid-Antonio de Sancha -1782. pp. 290 y ss. y 315 y ss.
4. MONTERO, F. M. : Historia de Gibraltar. Cádiz -1860. p. 325 y ss.
5. SANTACANA Y MENSAYAS, E. : Antigua y Moderna Algeciras. Algeciras-1901- Imprenta El Porvenir
17
y el resto [de los gibraltareños] se acogió, buscando la protección divina de la
Madre de Dios, a una Capilla que con la advocación de Nuestra Sra. de Europa,
erigida en el emplazamiento de la antigua Algeciras, los Sres. de Gálvez, vecinos
de Gibraltar; esta porción de fidelísimo y heroico vecindario de la perdida ciu-
dad,...., dio nuevo calor a las calcinadas ruinas de Alghezirah-Al-Hadra, cimen-
tándose en sus ilustres escombros la actual ciudad de ALGECIRAS. 6
Los primeros momentos de la ciudad nueva siguen manteniendo zonas de sombra que
sólo las más recientes investigaciones vienen desvelando.
Para la historia tradicional, Algeciras había desaparecido por completo tras la des-
trucción de su recinto amurallado en los tiempos de Mohamed V, rey de Granada.
Existen leves indicios de que aunque esto fue efectivamente así desde el punto de vista
institucional - inexistencia de ayuntamiento, parroquia, entrega del término municipal
de Algeciras a Gibraltar en 1462 - existieron asentamientos de agricultores y ganaderos
al menos desde 1466 - como se ha expuesto en el capítulo anterior.
Además, dada la peligrosidad de estas costas por la proximidad de las costas norteafri-
canas y la intensa actividad de la piratería berberisca, diversas torres vigías, situadas en la
costa, permanecieron habitadas por guardas y atajadores. Igualmente conocemos que algu-
nos habitantes de Gibraltar poseyeron propiedades rurales, lo que implica la existencia de
viviendas, cortijadas y grupos, que no serían muy numerosos, de habitantes , en el térmi-
no de Algeciras.7
A los pocos meses de la pérdida de Gibraltar, durante los primeros días de diciembre de
1705, Jean Baptiste-Labat, un dominico francés en tránsito desde Cádiz a Italia, nos deja
una semblanza del aspecto que ofrecía la incipiente ciudad a la que se refiere como «...un
montón de piedras,...Sólo se ven algunos tugurios diseminados, aquí y allá, en medio de
una infinidad de ruinas».8
En fecha tan temprana, muy pocos debían ser los vecinos establecidos en Algeciras
como puede deducirse del comentario que hace Labat cuando, al partir hacia las líneas con
que los ejércitos asediaban el peñón de Gibraltar, dice: « Nuestro grupo que era de seis jine-
tes, se vio aumentado por siete u ocho vecinos de Algeciras que salían al campo para sus
asuntos. A nadie pudimos saludar por el camino».9
De la misma opinión es Martín Bueno que, basándose en las difíciles condiciones de
vida en que se hallaron los primeros pobladores, no duda en definir la Algeciras de los pri-
meros años como un chocerío.
Al menos hasta 1711 no aparecen datos que nos informen de la existencia de un cemen-
terio, localizado en las proximidades del Oratorio de Nuestra Señora de Europa, que actua-
ba como capilla del campo santo.10
6. PEREZ PETINTO Y COSTA, M.: Historia de la muy noble, muy patriótica y excelentísima ciudad de Algeciras. Algeciras - 1944.
Manuscrito inédito. (Existe una copia mecanografiada en la Biblioteca de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar)
7. DE VICENTE LARA, J.I. y OJEDA GALLARDO,M.: “Los primeros habitantes de la Nueva Población de Algeciras: una
contribución a la demografía histórica del Campo de Gibraltar a principios del siglo XVIII”. Almoraima, 17, (1997), p.165.
8. BUENO LOZANO, M.: El renacer de Algeciras ( a través de los viajeros) . Algeciras-Colección «El Castillo de Jimena»-1988.
9. BUENO LOZANO,M.: Los primeros años de la nueva Algeciras, según los archivos. Almoraima, 12, (1994).
En nota nº 5.
10. Idem. p. 41.
18
Hasta esos primeros años del siglo, la provisionalidad debió presidir la vida de los
gibraltareños repartidos por la Comarca. La ilusión y la esperanza de que las armas o la
diplomacia les permitieran retornar a la perdida ciudad de Gibraltar debió mantenerse
viva. Pero el pensamiento de que su exilio no sería duradero, de que la estancia en las ciu-
dades vecinas o los cortijos próximos no era más que un compás de espera hasta retornar
a los hogares abandonados, se diluyó con la firma del Tratado de Utrech el 13 de julio de
1713 entre la Reina Ana de Inglaterra y el Rey Felipe V de España que ponía fin a la Guerra
de Sucesión Española y a las posibilidades de que se produjese un pronto retorno de la ciu-
dad de Gibraltar a la Corona de España.
La sensación de que la pérdida de Gibraltar se tornaba definitiva fue traumática. Es fre-
cuente hallar en textos escritos muchos años después de 1704, un sentimiento de extravío
entre los gibraltareños dispersos por el Campo que conservan en su memoria la imagen
viva de la ciudad perdida. En sus testamentos hacen referencias a sus casas o sus negocios
perdidos y lo hacen, aunque hayan pasado muchos años, con el deseo de que, si la ciudad
volviese a ser española algún día, esos bienes pasasen a sus hijos o a sus herederos.
Un caso que nos puede servir de ejemplo es el de Miguel Martín de Torres que firmó
su testamento el 13 de diciembre de 1786 en Los Barrios. Había nacido en Gaucín y debió
ser una de las últimas personas engendradas en Gibraltar y una de las primeras nacidas en
el exilio. Dice que sus padres, Francisco Lucas Zamora y su madre Juana Muñoz de Torres,
eran naturales de Gibraltar «...de donde salieron por su pérdida y yo en el vientre de mi
Madre, que nací el día de San Miguel del año mill sets. quatro...»11 Tiene 82 años y el
único recuerdo personal que aparece en su testamento hace referencia a sus padres y a la
ciudad perdida.
La ciudad que renace entre las ruinas del pasado asiste a un proceso de repoblación al
que la investigación histórica ha añadido recientemente nuevos datos. Desde siempre
hemos sospechado que los nuevos habitantes de Algeciras tenían su núcleo original entre
aquellos que, procedentes del exilio gibraltareño, se establecieron en el lado oeste de la
bahía a principios del siglo. Para los historiadores clásicos, este conjunto de personas, una
parte del vecindario de la ciudad de Gibraltar, estaba constituido por los sectores menos
favorecidos económicamente de la población. Pero no fueron gibraltareños, ni mucho
menos, los únicos que participaron en el proceso repoblador de la ciudad a lo largo del
siglo. Veamos cuales han sido las aportaciones que sobre el origen de la ciudad y sus pobla-
dores nos han transmitido historiadores anteriores.
López de Ayala, que no se pronuncia sobre la procedencia de los repobladores, mani-
fiesta que, procedentes de Gibraltar: «También se establecieron algunos vecinos en Los
Barrios i Algeciras, pero con subordinación a San Roque, formando solo un pueblo todos
los tres vecindarios.»
11. A.N.A. Antonio Meléndez Chaves. 1786. F.251. 01-0731
19
Ayala vuelve a interesarse por Algeciras al ocuparse del pleito que esta ciudad mantie-
ne con la de San Roque, a mediados del siglo, a la que administrativa y políticamente se
hallaba unida. Según este autor las peticiones de independencia de los vecinos algecireños
tenían sus causas en
El autor manifiesta, algunas líneas más adelante, que en Algeciras había en esos
momentos muy pocos vecinos naturales de Gibraltar - aunque no especifica su número -y
que la mayoría de los pobladores son extraños y advenedizos, afirmación con la que fina-
lizan sus referencias a la ciudad naciente sin profundizar más en lo referente al origen de
sus habitantes.
Francisco María Montero manifiesta en su Historia de Gibraltar y su Campo que « Los
que se marcharon(de Gibraltar) hacia la parte de Algeciras, que fueron los menos, se reu-
nieron también junto al Oratorio de la Virgen de la Palma, que estaba en el cortijo de los
caballeros Gálvez,..., pero tan reducida en los principios que ni parroquia tenía».
Más adelante añade que las nuevas poblaciones emergidas en el Campo de Gibraltar se
desarrollan y crecen «...especialmente Algeciras, que también tenía guarnición, y además el
comercio utilísimo, que le proporcionaba su puerto. Mucha riqueza alcanzó con el tráfico
de carbones que exportaba para Cádiz...»
En el año 1734 Algeciras se caracterizaba por un «...aumento rápido de su población,
superior a la de San Roque...» con la peculiaridad, lógica por otra parte, de que «...su vecin-
dario era allegadizo en su mayor parte y contados los vecinos de la ciudad
antigua[Gibraltar] que moraban en ella.»13
En una nota a pié de página, que se refiere al año 1756, Montero nos informa que la
población de Algeciras ascendía a mil vecinos distribuidos en un total de 638 casas.
El autor, que mantiene también el año 1716 como el de la refundación de Algeciras, no
se detiene a analizar la naturaleza o el origen de los pobladores. Más interesado por la
Historia institucional o militar no debió conceder importancia a estos aspectos que, en
líneas generales, poco interesaron a los historiadores de su tiempo.
12. LOPEZ DE AYALA, I.: Op. cit. p. 356.
13. MONTERO F .M.: Op. cit. p. 327 y ss.
20
José Carlos de Luna,
que en su obra calca a
Montero, simplifica la
información. Al referirse
al crecimiento de
Algeciras dice que ésta
«...se beneficiaba de las
ventajas de su puerto,
donde alcanzó gran movi-
miento el tráfico de made-
ras, corcho y carbones...»
y que «ascendía la pobla-
ción algecireña a 2.500
PROYECTO DE HOSPITAL EN ALGECIRAS. 1745
almas.» Sigue fiel a
Montero cuando dice que: «... el año...1734... ...Algeciras...con el creciente comercio del
puerto y el número de sus habitantes, superior ya al de San Roque.» o al manifestar, refi-
riéndose a los algecireños y a su derecho a percibir los privilegios de la ciudad de Gibraltar
«... que si ningún otro pueblo podía abrogarse la representación de aquella, [Gibraltar]
menos que cualquiera Algeciras, entre cuyo vecindario ocasional pocos antiguos gibralta-
renses se contaban...»14
Emilio Santacana, que realiza su obra histórica a comienzos del siglo XX, sigue a los
autores anteriores en cuestiones tales como el origen de la ciudad, la creación de los pri-
meros servicios religiosos o el crecimiento de la población y su separación, mediado el
siglo, de su dependencia municipal con relación a San Roque. En este último aspecto cita
y transcribe a Francisco María Montero al que elogia y distingue. Santacana indica que
durante un momento, que no especifica, del XVIII la población algecireña se eleva a 8.000
personas y que esta vivía de las
...ricas viñas; extensos cortijos para la siembra de trigo, cebada y otros cerea-
les; tierras de regadío para hortalizas, maíz y frutas; prados para el pasto y cría de
ganado; numerosos molinos, y por último, de sus montes sacaban leña, curtido
y carbón en grande escala que se exportaba a otros pueblos de la Península. De
las dehesas y bosque comarcanos salían las maderas con que se construían barcos
de cabotaje, así como servían también para reparar las averías que sufría la mari-
na de guerra estacionada frente a Gibraltar.15
21
En la obra, inexplicablemente inédita, sobre la historia de Algeciras de Manuel Pérez
Petinto se sigue, en líneas generales, a los autores anteriores aunque Pérez Petinto pare-
ce haber realizado un trabajo de investigación documental más minucioso. Centra el
núcleo principal de la historia de Algeciras en el XVIII, como en las obras anteriores, en
el proceso de segregación de nuestra ciudad de la de San Roque que el autor analiza con
profundidad; en los acontecimientos bélicos relacionados con los asedios de Gibraltar y
finaliza con el papel jugado por la figura del General Castaños en el desarrollo de la ciu-
dad. Observa el autor que los asedios fueron un factor importante para atraer población
cuando manifiesta:
Cristóbal Delgado17 en su obra sobre Algeciras sigue los textos de Montero y Pérez
Petinto y, al igual que los anteriores, no aporta datos novedosos para el conocimiento de la
historia de la ciudad en el siglo que nos ocupa.
En la obra de Humanes y Torremocha18 aparece por vez primera un capítulo dedicado
a la evolución de la población en la comarca del Campo de Gibraltar en la que aparece con-
tenida la de Algeciras. Los autores reproducen la información procedente de diversos cen-
sos generales [ Padrón de Algeciras (1726), Catastro de Ensenada (1749), Censo de Aranda
(1768), de Floridablanca (1787)] así como datos extraídos de archivos parroquiales proce-
dentes de la Iglesia de Nª. Sª. de la Palma de Algeciras, pero en ningún momento hacen
referencia al proceso de emigración que se desarrollará en la recién nacida ciudad de
Algeciras, cuyo origen mantienen, siguiendo a López de Ayala, en 1716, ni a la proceden-
cia de los nuevos pobladores.
José Rivera Aguirre, delegado local de excavaciones arqueológicas y presidente de la
comisión del Museo Histórico Arqueológico de Algeciras, en un artículo publicado en el
diario Sol de España adelanta en una docena de años el inicio del repoblamiento algecire-
ño situándolo, por tanto, en los momentos inmediatos a la pérdida de Gibraltar.19
16. PÉREZ PETINTO Y COSTA, M.: Op. cit. Fol. 96.
17. DELGADO GÓMEZ, C.: Algeciras : pasado y presente de la ciudad de la bella bahía. Algeciras-1990.5ªed
18. TORREMOCHA SILVA, A. y HUMANES JIMÉNEZ, F.: Historia económica del Campo de Gibraltar. Algeciras -
Cámara de Comercio, Industria y Navegación del Campo de Gibraltar -1989.
19. Cit. en ALVAREZ VÁZQUEZ, M. Almoraima, 5, (1991), p.35.
22
Manuel Burgos Madroñero20 manifiesta que en un informe de la Revista de Inspección
de 1786 realizada por D.Luis Muñoz de Guzmán se dice que « Algeciras, que ahora hace
de capital, contiene 1.400 vecinos. Es población de poca monta...Algeciras y Tarifa son
pueblos de poco caudal y por consecuencia de poco comercio, que solo hacen de carbón y
piedras para enlosar.» Y más adelante, refiriéndose a la riqueza de los bosques de la ciudad
manifiesta lo siguiente: « Hallánse [los montes] del término y jurisdicción de Algeciras en
ruinoso estado, porque su inmediación al mar ha hecho continuado sus cortes y mucho
más en el tiempo del bloqueo de Gibraltar. Sería conveniente limitar por algunos años las
licencias que se soliciten,..., para que así se restablezcan los arbolados...»
En 1994 la incansable actividad investigadora del padre Martín Bueno aporta nuevos
datos sobre los orígenes de la ciudad haciendo una limitada incursión sobre el origen de
los primeros repobladores de la nueva ciudad de Algeciras :
Por eso sabemos que en los dos años siguientes - 1716 y 1717 - nacieron en
Algeciras trece niños - seis y medio por año -, número indicativo todavía de poca
población. Cómo, además, se empezó a anotar la procedencia de los padres, se
sabe que de los veintiséis, entre padres y madres, sólo doce habían nacido en
Gibraltar, y los restantes catorce, tres en Tarifa, tres en Medina Sidonia, tres en
Gaucín, y uno en cada una de las poblaciones siguientes: Benaoján, Estepona,
Barcarrote (Badajoz), Jimena y Morón,... Ser absorbido por una inmigración
continua parece haber sido el sino de esta población.21
Se trata, pues, de la primera aportación documentada que nos informa sobre la proce-
dencia de los primeros algecireños y, aunque de forma cuantitativamente breve, también
de la importancia del proceso de inmigración a la ciudad.
En abril de 1997 se produce una interesante aportación a la historia de la nueva pobla-
ción de Algeciras por parte de los investigadores Juan Ignacio de Vicente Lara y Mercedes
Ojeda. La comunicación, presentada a las IV Jornadas de Historia del Campo de Gibraltar,
se centra en el estudio de los que fueron los primeros habitantes de nuestra ciudad.
Citando al Vicario de Gibraltar, D. Juan Romero Figueroa, indican que «...en el momen-
to del fatal suceso en Gibraltar vivían 1.000 vecinos, lo que podría equivaler a unos 4.120
habitantes...». La comunicación indica la procedencia o naturaleza de algunos de los inmi-
grantes más antiguos reconociendo los autores que «La fuerte inmigración será un factor
muy destacado en la formación de la población campogibraltareña».
El proceso de crecimiento poblacional de Algeciras, hasta 1722, atraviesa por los
siguientes hitos que recojo de la comunicación de Juan Ignacio y Mercedes:
1º.- En 1712, una visita realizada por el Oidor de la Real Chancillería de Granada D.
Lorenzo Antonio de la Bastida descubre que el Campo está ocupado por 400 vecinos, unos
1.648 habitantes « son los primeros campogibraltareños sobre los que caerá un aluvión de
inmigrantes.»
20. BURGOS MADROÑERO, M.: “La matricula de mar en la provincia de Marina de Algeciras : siglos XVIII y XIX”.
Almoraima, 5, (1991).
21. BUENO LOZANO, M.: “La iglesia en la nueva población de Algeciras”. Almoraima, 13, (1995).
23
2º.- En 1717 el Obispo de
Cádiz, D. Lorenzo Armengual
de la Mota, visita el Campo de
Gibraltar y, entre otras infor-
maciones, manifiesta que
Algeciras contaba con un total
de sesenta (60) hogares.
22. DE VICENTE LARA, J. I. y OJEDA GALLARDO, M. : “Los primeros habitantes de la nueva población de
Algeciras: una contribución a la demografía histórica del Campo de Gibraltar a principios del siglo XVIII.”
Almoraima, 17, (1997).
23. BOLUFER VICIOSO, A.: “Aproximación a la espiritualidad algecireña en la primera mitad del siglo XVIII (1749-
1747).” Almoraima, 13, (1995).
24. OCAÑA TORRES, M. L.: Repoblación y repobladores de Algeciras en el siglo XVIII. Algeciras - I.E.C.G, 2001.
24
so reconocer que, aunque los datos que se exponen a continuación representan el conjun-
to más amplio recopilado sobre el tema hasta el momento, estos están incompletos.
Los datos que a continuación se presentan se refieren, únicamente, a la procedencia y
las actividades de los nuevos repobladores de la ciudad de Algeciras en el siglo XVIII.
Los repobladores procedentes del entorno más cercano son aquellos que habitaban en
el Campo de Gibraltar, desde antes de la pérdida de la plaza, en el que se comprenden las
antiguas ciudades de Gibraltar, Tarifa, Jimena y Castellar así como las nuevas poblaciones
de Algeciras, San Roque y Los Barrios.
El número de naturales de Gibraltar avecindados en Algeciras a lo largo del siglo XVIII
asciende a un total de noventa y siete. De ellos cincuenta y siete son hombres y cuarenta
son mujeres.
En relación con los oficios o actividades que desempeñan, en los casos que se conocen,
eran las siguientes:
25
Armadores [propietarios de barcos y barquillas] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .5
Campesinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3
Campesinos arrendatarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3
Campesinos hortelanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2
Capitán de Milicias Urbanas y Diputado de la Junta de Sanidad del Puerto . . . . .1
Empresarios de carbón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3
Ganaderos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2
Maestros de primeras letras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Marineros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3
Molinera arrendataria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Patrones de mar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Pescadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Presbíteros [Además es abogado de los Reales Consejos y fiscal General Eclesiástico] . .1
Soldados y oficiales de la Compañía de Escopeteros de Getares . . . . . . . . . . . . . .4
Soldados de la Compañía Provincial de Inválidos de Tarifa . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Soldados y oficiales del Regimiento de Inválidos de Andalucía . . . . . . . . . . . . . .4
Tejeros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
El conjunto de repobladores que dice haber nacido en Algeciras a lo largo del XVIII nos
ha dejado un bagaje documental que asciende a un total de noventa testamentos redacta-
dos por un total de ochenta y cuatro repobladores, de los que treinta y tres son mujeres y
cincuenta y uno son hombres.
Los oficios que desempeñan estos primeros algecireños son las siguientes:
Albañiles . . . . . . . . . . . .1 Asalariados . . . . . . . . . . .1
Campesinos . . . . . . . . .15 Carpinteros de ribera . . .1
Cerrajeros . . . . . . . . . . . .1 Criados . . . . . . . . . . . . .1
Ganaderos . . . . . . . . . . .2 Herreros . . . . . . . . . . . . .1
Marineros . . . . . . . . . . . .2 Militares . . . . . . . . . . . . .7
Tenientes de la Cía. Escopeteros de Getares . . . . . . . . . . . . .1
Sargentos de la Cía. Escopeteros de Getares . . . . . . . . . . . . .3
Soldados de la Cía. Escopeteros de Getares . . . . . . . . . . . . . .3
Cabo Primero del Rgtº. Cabª. de Borbón . . . . . . . . . . . . . . .1
Panaderos . . . . . . . . . . . .3 Tiendas de comestibles . .1
Tiendas de lencería . . . . .1 Tiendas de mercaderías . .2
26
Los oficios y las actividades que realizan los repobladores procedentes de Jimena en
Algeciras son:
Abastecedor de carnes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Caleros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Campesinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3
Escribano público, de Cabildo y de Gobierno,de la Real Jurisdicción de
Marina y Notario de la Iglesia Castrense . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Ganaderos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Tendero(textil) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Tendero(mercaderías) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .2
[Dueño de un molino de papel de estraza que se halla en la Garganta del Hornillo]
Tenerías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Cabo sanitario del puerto de Algeciras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
Veterinarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
27
REPOBLADORES PROCEDENTES DEL CAMPO DE GIBRALTAR 1728-1799
28
Los testamentos conservados de repobladores naturales de Castellar de la Frontera se ele-
van a seis y corresponden a cinco personas, cuatro de las cuales son mujeres y un hombre.
Carboneros . . . . . . . . . . .1 Comerciantes . . . . . . . . .3
Funcionarios . . . . . . . . . .1 Tenderos . . . . . . . . . . . .1
RESTO DE ANDALUCÍA
CÁDIZ
Procedentes de la actual provincia de Cádiz, con exclusión de los pueblos que se inclu-
yen en el Campo de Gibraltar, los repobladores establecidos en Algeciras realizaron un total
de sesenta y tres testamentos, que corresponden a cincuenta y seis repobladores, de los cua-
les treinta eran hombres y veintiseis mujeres. Sus autores procedían de :
Las actividades que desempeñan estos pobladores en Algeciras son las siguientes: de los
doce gaditanos, tres son tenderos y de ellos dos tienen tiendas de comestibles y uno de quin-
callería; un cuarto es comerciante, otro es molinero y, el último, aparece como ganadero.
29
REPOBLADORES DE CÁDIZ: 1728-1799
30
De los pobladores de Medina, un total de ocho, tres son campesinos y dos zapateros;
los de Ubrique, ocho vecinos, cuentan con un molinero, un hortelano arrendatario, un
vaquero, un capitán de milicias urbanas y dos presbíteros.
Los datos que aparecen sobre los jerezanos dicen que uno de ellos era tendero - poseía
una sombrerería - y los otros dos funcionarios: uno, Escribano de S.M. y del Resguardo de
Rentas. Su nombre era José Bertevini; el otro, también visitador de Rentas, se llamaba Juan
Leal. Los dos alcalaínos, cuya profesión conocemos, eran hortelanos arrendatarios de tierras.
Con un alfarero de Olvera, un arriero de Bornos y un comerciante de Chiclana se aca-
ban los datos sobre profesiones. Nada hay sobre Grazalema, Vejer, Arcos, Rota, Trebujena,
Puerto Real y Paterna.
Una mujer de Sanlúcar estaba casada con Manuel Chacón que ejerció de notario
en Algeciras, otra de Bornos lo estaba con un arriero y otra más de Chiclana lo estaba
con un comerciante.
MÁLAGA
31
REPOBLADORES DE MÁLAGA: 1728-1799
32
De los integrantes del sector primario, sesenta en total, cuarenta y dos son agricul-
tores, pero de ellos solamente uno figura como propietario siendo el resto campesinos
arrendatarios.
SEVILLA
HUELVA
33
REPOBLADORES DE SEVILLA: 1728-1799
34
CÓRDOBA
Los naturales de Córdoba y su provincia que manifiestan en sus testamentos estar ave-
cindados en Algeciras ascienden a un total de veintiseis, de los que dieciséis son hombres
y diez mujeres, que se reparten de la siguiente manera:
GRANADA
GRANADA . . . . . . . . . .7 ALHAMA . . . . . . . . . . .1
BROSQUE ? . . . . . . . . .1 CARO ? . . . . . . . . . . . . .1
CANILES DE BAZA. . . .1 CONCHAR . . . . . . . . . .1
CULLAR . . . . . . . . . . . .1 DIEZMA . . . . . . . . . . . .1
GUADIX . . . . . . . . . . . .3 GUAURTUNA . . . . . . .1
GÜEVEJAR . . . . . . . . . .1 LAUJAR . . . . . . . . . . . .1
MONTE FRÍO . . . . . . .1 MONTEJÍCAR . . . . . . .1
RELIANA . . . . . . . . . . .1 SANTA FE . . . . . . . . . . .1
SOMONTÍN . . . . . . . . .3 TORBISCÓN . . . . . . . .1
VALOR . . . . . . . . . . . . .1 ZÚJAR DE BAZA . . . . .1
35
REPOBLADORES DE ANDALUCÍA
36
Los testamentos fueron otorgados por un total de treinta repobladores avecindados en
la ciudad, de los que veintidos son hombres y siete mujeres. No se han conseguido locali-
zar los lugares que parecían denominarse Brosque, Caro y Guaurtuna, aunque los tres apa-
recen en la documentación como entes de población pertenecientes a la actual provincia
de Granada.
OFICIOS Y ACTIVIDADES
Gra Alh Car Die Gua Guau Montj Rel S.Fe Som Tor Zuj
Cam.Arr. 2 1 1 1 3 - - - - 3 1 -
Cam.Prp. - - - - - - 1 - - - - -
Ent - - - - - - - 1 - - - -
Escri.Real 1 - - - - - - - - - - -
Moli - - - - - - - - 1 - - -
Sold - - - - - 1 - - - - - -
Tend 1 - - - - 1 - - - - - 1
JAÉN
No son más que siete los repobladores establecidos en Algeciras procedentes de Jaén y
de algunos pueblos de su provincia que nos legaron sus testamentos, los cuales ascienden
a la cantidad de diez.
OFICIOS Y PROFESIONES
37
REPOBLADORES. ANDALUCÍA. SEC. ACT. 1728-1799
ALMERÍA
ALMERIA . . . . . . . . . . .1
CALASPARRA . . . . . . . .1
TABERNAS . . . . . . . . . .1
De ellos apena sabemos nada más que sus profesiones: el de Almería era pescador, pose-
ía una barca jábega con sus artes de pesca; el de Calasparra era presbítero y el de Tabernas
era un campesino arrendatario.
38
2.2.- REPOBLADORES PROCEDENTES DE EXTREMADURA
CÁCERES
ALCÁNTARA . . . . . . . .1
BADAJOZ
BADAJOZ . . . . . . . . . . . . . . . . .2 ALMENDRAL . . . . . . . . . . . . . .1
FREGENAL DE LA SIERRA . . .1 FUENTE DEL MAESTRE . . . .1
HIGUERA DE VARGAS . . . . . .1 MONTEMOLIN . . . . . . . . . . . .1
ZAFRA . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1
OFICIOS Y ACTIVIDADES
39
2.3.- REPOBLADORES PROCEDENTES DE CASTILLA-LA MANCHA
No son más que seis los repobladores, tres mujeres y tres hombres, quienes realizan sus
testamentos, siete en total, en Algeciras, procedentes de la actual provincia de Ciudad Real,
los cuales tienen su origen en las siguientes localidades manchegas:
Sólo conocemos las ocupaciones de dos de ellos, naturales de Torralba: uno era moli-
nero y el otro Alguacil de Marina.
A cuatro se limitan los testamentos realizados por los repobladores de Algeciras natura-
les de Toledo, cuyo número es igual al de los citados documentos. Los cuatro eran varones
y procedían de los siguientes lugares:
OFICIOS Y ACTIVIDADES
Tan sólo dos son los repobladores, una mujer y un hombre, naturales de la actual pro-
vincia de Guadalajara, que aparecen en la Algeciras dieciochesca. Proceden:
De Torrubia es D. José López Alustante, que estuvo casado en primeras nupcias con
María de la Rosa, natural de Sevilla, de cuyo emparejamiento hubieron dos hijas. D.José
es un hombre importante en la vida social, política y económica de la incipiente ciudad.
Posee en Ceuta tres casas en la calle Real y dos solares; propiedades inmobiliarias en
Algeciras tiene en la Calle Tarifa así como una huerta; casas en calle Pescadería, en la calle
40
del Cuartel de Caballería, otra casa en Matagorda, una tenería en la calle Real, una choza,
dos casas más en la calle de la Cruz de la Marina, el cortijo de Villachica, un viñedo en
Miraflores con una casa de tejas, terrenos en el cortijo de Algeciras, otra huerta en
Botafuego y una casa principal en la calle Mesones junto al Hospital Real.
Disfruta de la posesión de un cargo de Regidor Perpétuo de Gibraltar y de un oficio de
Escribanía desde el reinado de Felipe V. Otorgó su testamento en 1750.
La otra vecina procedente de Guadalajara, Lucia Prieto, se casó en Algeciras en 1744
[El testamento es de 1790] y su estado es de viuda con cinco hijos que le viven.
Los testamentos realizados por naturales de Madrid y su provincia ascienden tan solo a
cinco, mientras que el número de personas avecindadas en la ciudad se reduce a cuatro, dos
mujeres y dos hombres, que proceden de los siguientes lugares:
OFICIOS Y PROFESIONES
Madrid Chinchón
Corsarios y cobrador de derechos de ancorage 1 -
Guarda de la Renta del Tabaco - 1
Una de las repobladoras, María Fernández y España, que realizó su testamento en 1769,
era hija de María de España, natural de Gibraltar.
41
REPOBLADORES EXTREMADURA, CASTILLA LA MANCHA, MADRID, MURCIA: 1728-1799
42
2.5.- REPOBLADORES PROCEDENTES DE MURCIA
A cinco testamentos, otorgados por cuatro personas, dos mujeres y dos hombres, se
reducen los casos de pobladores procedentes de la región murciana estando los cuatro rela-
cionados con actividades marítimas. Se reparten de la siguiente manera:
OFICIOS Y ACTIVIDADES
Murcia Cartagena
Empleado del Resguardo de Rentas 1 -
Calafate de la Real Armada - 1
VALENCIA
OFICIOS Y PROFESIONES
Valencia Gandia
Tiendas de mercaderías 1 1
43
ALICANTE
Cuatro son los testamentos realizados por otros cuatro vecinos naturales de Alicante,
que proceden de los siguientes lugares:
ALICANTE .....................2
CREVILLENTE ..............1
JÁVEA .............................1
OFICIOS Y ACTIVIDADES
Alicante
Tienda de comestibles 1
Comerciante internacional 1
Aunque los testamentos localizados son cinco, en realidad, corresponden a cuatro per-
sonas que proceden de
44
LEÓN
ZAMORA
FERMOSELLE ............................1
VALLADOLID
PALENCIA
HERRERA DE PISUERGA.........1
BÁRCENA ...................................1
BURGOS
BURGOS .....................................1
*VEGA DEL ARZOBISPO .........1
OFICIOS Y PROFESIONES
45
REPOBLADORES VALENCIA, PALMA DE MALLORCA, CASTILLA-LEÓN, ARAGÓN.
46
2.9.- REPOBLADORES PROCEDENTES DE ARAGÓN
ZARAGOZA
TERUEL
Están representados repobladores procedentes de las cuatro provincias actuales del anti-
guo Principado de Cataluña, destacando especialmente por su número los originarios de
la actual provincia de Barcelona. Estos últimos redactan, en las escribanías de Algeciras un
total de treinta y nueve documentos testamentarios, que se corresponden con treinta y dos
repobladores, los cuales están conformados por veinte hombres y doce mujeres que, según
su origen, se distribuyen de la siguiente forma:
BARCELONA
47
OFICIOS Y PROFESIONES
TARRAGONA
Los naturales de la provincia de Tarragona que aparecen en Algeciras son seis, cinco
hombres y una mujer, que realizaron un total de siete testamentos. Proceden de los siguien-
tes núcleos de población:
TARRAGONA.............................2
CAPATONS.............................1[*]
TORREDEMBARRA.............3[**]
OFICIOS Y PROFESIONES
LÉRIDA
En las lejanas estribaciones de los Pirineos tenía su origen la única repobladora proce-
dente de la actual provincia de Lérida que realizó su testamento en Algeciras. Natural de
Tremp, Magdalena Carné, tuvo dos hijos de un primer matrimonio del que enviudó para
casarse de segundas con un tal Tomás Zapaté, que fue soldado del Regimiento de Inválidos
de Andalucía. Para cuando realizó su testamento ante el escribano D. Luis de Mora
48
Monsalve, el 29 de febrero de 1752, sus dos hijos habían muerto. Tuvo una casa en la Calle
de la Munición.
GERONA
BLANES .....................................................1
PUIGCERDÁ.............................................1
S. MARTIN DE HERMANTERRA ......1[*]
[*] No se ha conseguido localizar dicho lugar.
OFICIOS Y PROFESIONES
Blanes Puigcerdá
Militares 1 [Sol. Rgto. Inv. And.] -
Tendero - 1
LA CORUÑA
49
LUGO
RIBADEO....................................1
ORENSE
PONTEVEDRA
OFICIOS Y ACTIVIDADES
50
2.12.- REPOBLADORES PROCEDENTES DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS
Muy escasos, nada más que cinco, son los testamentos realizados en Algeciras por natu-
rales procedentes de Asturias, los cuales tienen su origen en los siguientes lugares:
CANGAS DE NARCEA 1
LLANES 1
MORENTE 1[*]
MURIAS 1
OVIEDO 1
De igual manera estos testamentos son muy pobres en cuanto a la información que
contienen.
OFICIOS Y ACTIVIDADES
De los cinco asturianos que aparecen por estos lares solamente conocemos la actividad
de uno de ellos que era campesino arrendatario. Otro de ellos dice no poseer ningún tipo
de bienes.
REINOSA 1 SUANCES 1
TURIENO 1 VALLE DE LIEBANA 1
OFICIOS Y ACTIVIDADES
51
REPOBLADORES CATALUÑA, GALICIA, ASTURIAS, CANTABRIA, PAÍS VASCO. 1728-1799
52
2.13.- REPOBLADORES PROCEDENTES DEL PAÍS VASCO
Constituyen, sin ninguna duda, el grupo más considerable, entre los que tienen su ori-
gen allende la Península Ibérica, que se establece en Algeciras. Este numeroso contingente
parece contradecir una de las características de la sociedad española del XVIII como fue el
fuerte descenso de los emigrantes procedentes de otros países europeos que en siglos ante-
riores se habían ocupado de actividades que los españoles despreciaban como podían ser
las relacionadas con la artesanía o la industria. Ahora, según Gonzalo Anes, «... los inmi-
grantes llegados durante el siglo XVIII eran más cualificados, por lo general, que los inmi-
grantes de siglos anteriores, y esta mejora en la calidad hizo posible una asimilación más
rápida»24. Los testamentos realizados por naturales de la Península Itálica en Algeciras se
elevan a cuarenta y uno y corresponden a un total de treinta y seis repobladores de los que
veintiocho son hombres y ocho mujeres establecidos en la ciudad.
53
Algunos de ellos eran naturales del ducado de Saboya, territorio que pasará a ser fran-
cés en 1860 y que junto a la isla de Cerdeña, Monferrato y Génova, el Piamonte y Niza
recibieron el nombre, entre 1718 a 1860, de Reino de Cerdeña. Al ser antiguamente una
provincia de los Estados Sardos, se les incluyen conjuntamente con el resto de los italianos
ya que Italia no consiguió ser un estado unificado hasta el año 1871.
Procedían de los siguientes lugares:[Entre corchetes el nombre de la provincia. Con
signo de interrogación aquellos lugares que no se han localizado con precisión.].
OFICIOS Y ACTIVIDADES
54
tía y estrechamente aliadas en la política internacional por el conjunto de alianzas conoci-
das como Pactos de Familia contra Inglaterra, la emigración francesa a España, que siem-
pre existió, se verá incrementada de manera considerable a lo largo del citado siglo. Una
parte mínima de estos emigrantes aparecerán como repobladores y vecinos de la ciudad
de Algeciras.
Un problema que ha surgido en relación con los repobladores franceses ha consisti-
do, en la dificultad de establecer con precisión los nombres de algunos lugares de origen
y, por lo tanto, su ubicación exacta en el espacio geográfico, debido, probablemente, a
la transcripción defectuosa al papel por parte de los escribanos algericeños a partir de la
legua francesa; además, muchas de las referencias geográficas de pueblos pequeños o
aldeas se hacen aún por obispados y no por Departamentos, lo que ha dificultado aún
más su localización. Ante las dudas he optado por transcribir los nombres tal y como los
reflejan los escribanos indicando, en los casos en que resultan conocidos, el obispado al
que pertenecen.
NÚMERO DE REPOBLADORES
OFICIOS Y ACTIVIDADES
Entre otras actividades mas frecuentes, que se detallan más adelante, dos súbditos fran-
ceses desempeñan importantes actividades en el ámbito de la industria y la ingeniería. Se
trata de Mr. Pierre Donet, que fue el primer Director de la Real Fabrica de Artillería de
55
Jimena y de Mr. Bernard Pene, Ingeniero del Rey en las Reales Obras de este Campo de
Gibraltar.
Además econtramos entre los franceses:
Un tercero, natural de Bastia, en la isla de Córcega, de nombre Jorge Malaspina, apa-
rece en la documentación como corsario, concretamente como capitán de presas, al que se
le deben ciertas cantidades por apresamientos realizados con anterioridad al momento de
redactar su testamento.
Los restantes tienen las siguientes ocupaciones:
Mucho menos numerosos en la Algeciras del XVIII son los vecinos procedentes de
Portugal. Cinco testamentos que corresponden a cuatro personas son los únicos vestigios
que aparecen. Tuvieron su origen en los siguientes lugares, la mayoría de los cuales no he
conseguido localizar:
OFICIOS Y ACTIVIDADES
Asalariados........................1
Tejero ...............................1
Tendero ............................1
Aunque los testamentos de malteses son dos, solamente a uno de ellos se le puede con-
siderar como vecino de Algeciras ya que el otro, Natal Espinel, es un marinero de la fraga-
56
ta mercante Santo Crucifijo que atraca en Algeciras, con diferentes mercaderías, donde el
citado fallece. Su testamento es del 11 de junio de 1733.
El otro estuvo casado en primeras nupcias. En su matrimonio hubo dote (1700 escu-
dos) y capital (700 escudos), concibieron a seis hijos y vivieron en la calle Real en donde
tuvieron una tienda de mercaderías y ropa.
Ambos proceden del sur de la isla de un lugar que pudo ser Birzebbuga.
Probablemente Bautista Morga era sueco, nacido en un lugar llamado Santurian, que
no ha sido localizado. Estuvo casado con Margarita Cropin, alemana, nacida en el obispa-
do de Estifol?. Ambos mantuvieron una tienda de mercaderías en Algeciras.
57
REPOBLADORES EXTRANJEROS. 1728-1799
58
aspectos, tales como sus nombres, estado civil o propiedades inmobiliarias en la ciudad, se
conservan.
Un total de sesenta vecinos de Algeciras, treinta y cinco hombres y veinticinco mujeres,
conforman este grupo cuyo origen, en estos momentos, constituye una incógnita a despejar.
OFICIOS Y ACTIVIDADES
HOMBRES MUJERES
59
ban una amplia muestra que ensancha nuestra visión sobre esta cuestión hasta el momen-
to prácticamente inédita.
El proceso migratorio tuvo como causa principal un factor de marcado carácter econó-
mico determinado por el establecimiento de la nueva frontera con Gibraltar, así como por
los asedios militares que se llevaron a cabo a cabo durante las distintas confrontaciones
bélicas que se produjeron a lo largo del siglo y que dieron lugar al acantonamiento de ejér-
citos cuyas necesidades de avituallamiento, desde el tabaco a la ropa, pasando por la ali-
mentación, generaron una demanda, cuya cobertura actuó como un importante motor de
generación de demanda y atracción económica.
Las actividades marítimas, el comercio regional, nacional o internacional, el contra-
bando con Gibraltar y el corso marítimo contra los enemigos de la Corona española atra-
jeron a un importante número de pobladores temporales que, como población flotante,
permanecieron en la ciudad durante periodos de tiempos más o menos amplios y, en algu-
nos casos, permanecieron en ella de forma definitiva.
Todas estas personas llegaron sin ningún tipo de coordinación, de manera espontánea.
Unos, los gibraltareños, por que lo perdieron todo con la ciudad. Otros, porque creyeron
que esta tierra y estos mares serían el lugar en el que conseguirían establecerse, fundar fami-
lias, engendrar hijos, sacarlos adelante y tener una esperanza de mejorar hacia el futuro.
Los inmigrantes, a diferencia de lo acontecido coetáneamente en otros lugares de la
Península, caso del proceso repoblador de Sierra Morena, proyecto emblemático de la polí-
tica de los Ilustrados españoles, no fueron organizados ni coordinados por instituciones
políticas o administrativas hasta que el crecimiento urbano dio lugar a tensiones entre San
Roque y Algeciras, ya mediado el siglo. Estamos, por lo tanto, ante un proceso de inmi-
gración no dirigido, espontáneo, que se caracteriza por la ausencia de directrices de cual-
quier género.
Llama la atención la escasez de apellidos de abolengo en la ciudad y la práctica inexis-
tencia de miembros representativos de los estamentos sociales más distinguidos, elevados y
privilegiados de la sociedad estamental española, hecho que se corrobora por el nulo patri-
monio arquitectónico relacionado con la nobleza dieciochesca de la que los escasos datos
que se vislumbran a través de los legajos nos informan de la existencia de algunas familias
nobiliarias, propietarias de tierras y absentistas, pero que ya lo eran antes de 1704 por lo
que los miembros de la nobleza que habitaron la ciudad corresponden a la nobleza togada
y funcionarial, que había alcanzado recientemente su estatus privilegiado merced, espe-
cialmente en el caso que nos ocupa, a la carrera militar.
Mayoritariamente los repobladores eran personas pertenecientes al estado llano y entre
ellos abundaban los que encontraban sus formas de vida y de subsistencia en el sector agro-
pecuario, agricultura, ganadería, silvicultura y la pesca; así como en las actividades artesa-
nales y en el pequeño comercio urbano o interurbano, especialmente en la exportación de
carbón vegetal , en el que esta comarca era tan abundante.
60
TOTAL REPOBLADORES. 1726-1799
61
EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN DE ALGECIRAS. 1725-1787
4.1.- LA SOCIEDAD
La nueva ciudad que estamos viendo nacer se caracterizaba con los rasgos propios de
una sociedad estamental como era la española. Esta se definía por estar regida por una
monarquía absoluta y centralista, considerada de origen divino a la que nadie cuestionaba
por el momento; por el predominio del sentimiento religioso católico romano profunda-
25. TORREMOCHA SILVA, A. Y HUMANES JIMÉNEZ ,F. Op. cit. p.143 y 144.
62
mente arraigado en todos los segmentos sociales, con independencia de su condición social
o económica; por una división de la sociedad en estamentos, que marcaban grandísimas
diferencias entre los grupos privilegiados, constituidos por la nobleza y el alto clero, y los
no privilegiados que eran todos los demás, incluyéndose en este último estamento colecti-
vos en los que estaban comprendidos desde los banqueros y grandes comerciantes inter-
continentales a los artesanos y campesinos sin tierra. Entre ellos se daban abismales dife-
rencias en lo económico, aunque no en la posición social, en la que la carencia de privile-
gios y la obligación de contribuir al mantenimiento de la Hacienda pública los igualaba.
Por último, la sociedad estamental se caracterizaba por un modelo económico en el que
la explotación y la posesión de la tierra seguía siendo la fuente principal de riqueza y
prestigio social, junto a un comercio atlántico y colonial que, en el siglo XVIII, conoce-
ría profundas transformaciones, con periodos de esplendor y decadencia, y una industria
apenas incipiente, fomentada desde el ideal ilustrado y desde el poder ante la falta de ini-
ciativa de unas clases, aristocracia y burguesía, que ancladas en una mentalidades inmo-
vilistas, salvo contadas excepciones, dirigieron sus miras y sus inversiones a la posesión
de tierras y al rechazo sistemático de aquellos oficios y ocupaciones que tradicionalmen-
te habían venido siendo considerados viles por ellos mismos.
Este modelo general es aplicable a la sociedad algecireña. En ella el grupo de los
privilegiados estaba constituido por la aristocracia y la iglesia.
Los miembros de la nobleza son prácticamente inexistentes. Los únicos que apa-
recen relacionados con la ciudad son propietarios de tierras, absentistas, que vivien-
do en zonas más o menos alejadas de la ciudad, gestionan sus negocios por medio de
apoderados que se encargan de administrar sus propiedades y renovar contratas de
arrendamiento a los campesinos arrendatarios.
Los miembros de la nobleza que han aparecido en la documentación son escasos.
Destacan entre ellos D. Rafael Fernández de Córdoba y su esposa, Condes de Luque,
propietarios de bienes vinculados a mayorazgos que se localizan preferentemente en
la zona de Botafuegos y en los aledaños de la nueva población de Los Barrios. Junto
a ellos, D. Fernando de Barahona y Villegas, vecino de Jerez, D. Juan de Urbina y
Serrano y D. Francisco Méndez de Sotomayor y Ahumada, de Málaga, son los úni-
cos miembros del estamento nobiliario con propiedades solariegas en el término de
la ciudad.
Esta nobleza, arrendaba sus tierras por medio de un sistema de contratos cuya
periodicidad oscilaba, entre los dos y los siete años. Las cláusulas obligaban a los cam-
pesinos arrendatarios, además de a pagar las correspondientes rentas, a no poder
abandonar las tierras bajo ningún concepto y a ser expulsados de ellas por los admi-
nistradores si no cumpliesen lo acordado durante el primer año.26
26. OCAÑA TORRES, M. L. : “Uso y propiedad de la tierra en el entorno de Algeciras a mediados del siglo XVIII.”
Almoraima, 13, (1995), p.251 y ss.
63
La escasez de nobles en Algeciras se corrobora, además de por la inexistencia de edi-
ficaciones en la ciudad que reflejen la residencia en ella de miembros de tan elevado esta-
mento, por la referencia que de esta circunstancia aparece en el Censo de
Floridablanca(1786) según el cual en la ciudad de Algeciras sólo se recogía la presencia
de tres hidalgos, miembros del escalafón más bajo de la aristocracia.
La presencia del estamento eclesiástico es consustancial al proceso repoblador. Desde
los primeros momentos la institución eclesiástica, el bajo clero, aparece unida a los repo-
bladores puesto que a los seis años del establecimiento de los primeros vecinos en el solar
algecireño existía, al menos, un sacerdote y funcionaba un cementerio y, a los nueve
años, una iglesia.
En aquellos primeros momentos la iglesia algecireña dependía de la parroquia de Los
Barrios aunque ante el aumento de población, debido en gran medida a la llegada de tro-
pas con destino a la defensa de Ceuta del asedio a que estaba siendo sometida por las tro-
pas marroquíes en 1720, hizo necesario el traslado del padre don Pedro de la Corte, al
tiempo que el párroco de Los Barrios, D. Pedro de Rossas Plasencia, comienza a titular-
se, además de «... cura de las iglesias de este sitio», como «de las Algeciras».
En la década de los años veinte, concretamente en junio de 1723, se inicia la cons-
trucción de la Iglesia de Nuestra Señora de la Palma y antes de febrero de 1724 el obis-
po D. Lorenzo Armengual de la Mota autorizaba la creación de una nueva parroquia en
Algeciras, independiente de la de Los Barrios. Este hecho pone de manifiesto el creci-
miento constante de la ciudad en estos años del siglo.27
El estamento eclesiástico ejerció un papel decisivo en el desarrollo de las nuevas pobla-
ciones del Campo de Gibraltar, a causa de la definición de las diferentes parroquias:
Era la Iglesia la otra gran propietaria de tierras. El convento de San Juan de Dios y el
convento de las monjas de Santa Clara, ambos de Gibraltar, eran propietarios de gran-
des superficies de tierras cultivables, especialmente de secano, aunque la documentación
refleja que poseían también propiedades dedicadas a cultivos de regadío cuya explotación
intensiva les producía pingües beneficios.
27. BUENO LOZANO, M. : “La iglesia en la nueva ....”. Almoraima, 13. (1995). Op. cit. p. 197 y ss.
28. ALVAREZ VAZQUEZ, M.: “Acerca del origen de las nuevas poblaciones del Campo de Gibraltar durante el siglo
XVIII.” IV Congreso Histórico sobre Nuevas Poblaciones. La Carolina (Jaén), 1990.
64
4.2.- LA ECONOMÍA
LA AGRICULTURA
65
Dentro del campesinado los pelentrines y pegujaleros - campesinos arrendatarios de
pequeñas parcelas de tierra - cuyas condiciones de vida eran muy difíciles por la escasez de
tierras, intentaron acogerse a los proyectos de solución del problema agrario que trataron
de poner en práctica los gobiernos ilustrados, cuyos antecedentes se hallan en los repartos
de tierras de propios realizados por el Intendente de Badajoz a partir de los planteamien-
tos de Floridablanca y Campomanes. Estos proyectos tuvieron su reflejo en Algeciras como
pone de manifiesto el poder que, en diciembre de 1783, y en nombre de dieciséis de ellos
se otorga, para que de conformidad con la Real Pragmática de S.M. de 20 de mayo de
1770, se solicitase que la Dehesa de Argamasilla, que por entonces se utilizaba para pastos
y era propia de los fondos públicos de la ciudad de Gibraltar, se repartiese a pasto y labor
entre todos los solicitantes y todos los labradores, pelentrines y pegujaleros de la ciudad
como ya lo estaban las Dehesas de El Algarrobo y la de El Novillero.
Directamente relacionada con la actividad agraria se localizaban a lo largo del cauce del
río de la Miel abundantes molinos de grano, que aprovechaban la energía del agua para
realizar su función de molienda. Eran explotados, en su mayoría, en régimen de arrenda-
mientos pagándose las rentas bien en grano, en harina o en dinero.
Los molinos que estaban establecidos a lo largo del cauce del río en el término de la ciu-
dad a mediados del siglo XVIII eran no menos de seis y funcionaban, algunos de ellos,
desde épocas anteriores.
Aunque a veces la documentación los cita bajo la denominación genérica de «... un
molino de pan...», en otros casos nos los indica con sus nombres propios, apareciendo
entre ellos el llamado molino de Botafuego y el molino de La Angostura,29 La Molinilla,
molino de los Tomati, molino de San Bernardo, molino de la Abundancia, molino del
Cobre o el molino de Escalona, entre otros.30
En el arrendamiento de uno de estos molinos, el de Botafuego, que hacía D. Juan de
Ros y de la Puente, familiar del Santo Oficio de la Inquisición, vecino de Algeciras y admi-
nistrador de la hacienda de la Condesa de Luque, a Gaspar Romero, por un año y por un
precio de 80 fanegas de trigo que se pagarían en tres veces, se especificaba minuciosamen-
te el contenido del molino con las diferentes piezas que lo integraban, así como el precio
de cada una de ellas, de las que debía responder el arrendatario, una vez concluido el con-
trato. Las piezas, herramientas y mobiliario, eran los siguientes:
Dos piedras de Casares, solera y corredera, con 36 pulgadas, cada una. ......1.118 rv
Otra piedra de Casares, corredera de 7 pulgadas..............................................231 «
Dos faldones con ocho pulgadas......................................................................176 «
Puente y alibio (sic) .............................................................................................8 «
29. OCAÑA TORRES, M. L. “Uso y propiedad de la tierra...” Almoraima, 13. Algeciras, (1995) Op. cit. p. 256 y ss.
30. RODRIGUEZ, D.: Los gigantes del Quijote. EUROPA SUR. 2-02-98.
66
El rodezno .......................................................................................................132 «
El saltillo con dos boquernes .............................................................................80 «
El dado y el gorrón............................................................................................40 «
Dos picaderas ....................................................................................................50 «
Una vara de hierro.............................................................................................15 «
Un martillo .........................................................................................................4 «
Un escoplo ..........................................................................................................3 «
Una azuela...........................................................................................................6 «
Una pala de hierro y clavija ...............................................................................45 «
Un palajús con tres sortijas ................................................................................12 «
La tolva con sus aparejos ...................................................................................28 «
Un candil con cuatro pábilos...............................................................................4 «
Un nivel y una regla ............................................................................................8 «
Almud, medio y cuartillo ....................................................................................9 «
Madera de levantar ..............................................................................................7 «
Un cajón grande..............................................................................................150 «
Dos espuertas y un arnero ...................................................................................4 «
Un leño de hierro ..............................................................................................60 «
EL VIÑEDO
67
LOS MONTES Y EL CARBÓN
68
La corta de las leñas tenía lugar desde la luna menguante de enero hasta abril y la baja
del carbón desde mayo a septiembre.
Las labores de explotación de los montes eran rigurosamente controladas por las ins-
tituciones interesadas ya que, bajo un control riguroso, el monte se mantenía produc-
tivo, se evitaba en gran medida los incendios forestales y se potenciaba la economía de
toda la Comarca.
Una muestra del interés por el monte lo manifiesta el hecho de las detenciones de que
son objeto numerosos vecinos de Los Barrios por realizar actividades ilícitas, relacionadas
con la explotación del bosque, en los montes de Algeciras. Unos son detenidos por hacer
carbón en ellos; otros por « ...prenderlos con cargas de carbón que traían sin licencia,
hecha en los montes de la jurisdicción de Algeciras...».No faltan los que son acusados de
provocar incendios.
Los carboneros iniciaban la fabricación del carbón vegetal en hornos llamados boliches
que se armaban en llanos limpios de maleza. En la zona elegida se emplazaba el armadero,
donde se apilaba la leña que formaría el horno. Adquiría forma semiesférica y se enchas-
caba o cubría de broza, material de escobón, brezo o adelfa que después se aterraba para
evitar la entrada de aire. El boliche se prendía en la encendija, abertura formada por tres
piedras por donde comenzaba a cocerse la leña. El horno respiraba por tres espoletas o agu-
jeros practicados en la cámara de combustión. Luego se abrían bullones, pequeñas hendi-
duras que los carboneros repartían por donde conviniese para dirigir la combustión del
material. Cuando se hacía la caída del horno se taponaban los respiraderos durante veinti-
cuatro horas. Al día siguiente se procedía al refogado, consistente en sacar con un rol el car-
bón. Entonces se separaba el cisco, el picón y el carbón de caña. El carbón de fragua pro-
venía de la cepa de brezo y se obtenía en hornos de piedra.34
Los arrieros aparecen como elemento esencial del transporte del carbón. Eran los
encargados de subir con sus recuas, por veredas abiertas en pleno monte, hasta los ranchos
en los que se fabricaba el carbón y bajar las cargas desde ahí hasta los ríos que desembocan
en la bahía: el de la Miel o el Palmones, vías naturales por las que el carbón llegaba al mar.
Un factor no menos importante en esta actividad lo constituía la construcción de sen-
das y veredas por las que los arrieros y sus recuas de bestias podían ascender hasta los ran-
chos y desde allí transportar en serones de esparto el carbón fabricado hasta los embarca-
deros del río. La construcción de estos carriles, así como el arrastre de grandes troncos de
árboles para cubrir las necesidades de los arsenales del rey, salía a subasta pública cuando
era necesario.
Las leñas y el carbón se conducían río abajo hasta los almacenes donde se pesaba y se
conservaba. Al frente de estas instalaciones se hallaban los recibidores. En sus nombra-
34. SÁEZ RODRIGUEZ, A.: “La Trocha, una ruta por la sierra entre Algeciras y La Janda”. Almoraima, 18, (1997),
p. 45.
69
mientos intervenían tanto el ministro Principal de Marina como los comerciantes, dueños
y /o patrones de las embarcaciones destinadas al transporte.
En 1774 existían al menos cinco recibidores de carbón en la desembocadura del río
Palmones y por sus contratas se obligaban a:
1. No recibir en los almacenes carbón que estuviese fabricado sin licencia. La pena,
para aquellos que hacían caso omiso de la orden, era de 1 r.v. por arroba la primera
vez, como multa, y dos r.v. en caso de reincidencia.
2. Se les prohibía recibir carbón cuya recolección correspondiese a otros recibidores,
aunque el carbón se hubiese fabricado con la debida licencia. La primera vez sufrí-
an una multa de seis ducados, con la obligación de entregar el carbón a su dueño y
la segunda se quedaban sin opción a lo que les correspondiera en dos cargamentos.
3. Cualquiera que adulterase los pesajes del carbón era expulsado sin indemnizaciones
de ningún tipo.
4. Cualquier recibidor que, sin autorización del ministerio de Marina, diese carbón de
un dueño a otro, por préstamo o venta, sería multado con 6 ducados en la primera
ocasión, con doce en la segunda y expulsado a la tercera.
5. El carbón de cepa y breña que accidentalmente se vendiese, se compraría a un
mismo precio y, cuando hubiese escasez, los recibidores debían guardar turno para
embarcar el carbón so pena de seis ducados.
Los montes de Algeciras fueron explotados a lo largo de todo el siglo pero los rendi-
mientos económicos fueron aumentando a medida que la población establecida en la ciu-
dad fue creciendo con el paso de los años. En la década de los setenta del siglo XVIII es
cuando por primera vez, o así al menos lo recoge la documentación, el Ayuntamiento de
la ciudad subasta distintas suertes y parcelas de monte para carbonearlas, situadas en las
abruptas laderas de la Sierra del Algarrobo. Una vez fabricado el carbón este sólo podía
tocarse en presencia de los controladores, encargados de anotar el peso de las cargas en el
origen, y tras entregar una papeleta a los transportistas que estos entregarían a los encarga-
dos del embarcadero del río de la Miel, salida natural de todas las actividades económicas
realizadas a lo largo de su curso y primitivo puerto natural de la ciudad.
El carbón producido en los montes de Algeciras no se destinaba exclusivamente al auto-
consumo, ni en la ciudad ni en la Comarca. En gran medida se exportaba a Cádiz, Sevilla,
Ceuta y Orán a través de empresarios y mercaderes establecidos en la ciudad que actuaban
como intermediarios en el negocio de la exportación.
Los precios de la arroba de carbón fluctuaron en función de los costes del transporte
del mismo. Así en el último cuarto del siglo XVIII, el carbón procedente de las dehesas de
Ojén y Zanona, en el término de Los Barrios, se pagaba en Algeciras a un precio que osci-
laba entre 8 y 10 cuartos; el que procedía de la Dehesa de Buceite, algo más alejada, se
pagaba a 12,5 cuartos mientras que el que provenía de Gaucín, ya en plena Serranía de
Ronda, alcanzaba el precio de 25,5 cuartos.
70
La explotación del carbón generaba, especialmente en la segunda mitad del siglo, una
intensa actividad mercantil en la que aparecían relaciones empresariales plenamente capi-
talistas, entre los empresarios del carbón y los trabajadores del mismo: carboneros, leña-
dores y arrieros. En ellas, los primeros adelantaban determinadas cantidades de capital ini-
cial con el que los segundos podían cubrir sus necesidades de subsistencia y salario a cam-
bio de devolver este ingreso en forma de productos terminados y dispuestos para la expor-
tación o venta.
Estos mercaderes del carbón establecidos en la Algeciras dieciochesca procedían, como
casi todos sus habitantes, del proceso migratorio que vimos con anterioridad. Así unos, los
más pequeños, son naturales de la Comarca o de sus proximidades, mientras que los más
poderosos proceden de Asturias, Génova, Francia o Italia. Sus actividades impulsan la
explotación del monte tanto en el término de Algeciras, como en el de Los Barrios, San
Roque, Castellar de la Frontera, Jimena de la Frontera, Alcalá de los Gazules, Medina
Sidonia, Casares, Gaucín, Genalguacil y Ronda.
Las cifras que conocemos relacionadas con las cantidades presentadas como adelantos
o las del volumen de la madera transformada en carbón que se exportó desde el puerto de
Algeciras en el XVIII son, provisionales y parciales. Pero los mercaderes de Algeciras invir-
tieron en la compra de leñas para fabricar carbón no menos de 182.696 r.v.; para las mis-
mas fechas las cantidades de leña que producen solamente las dehesas de Ojén y Zanona
en Los Barrios alcanzan la cifra de 9.727.450 kilos. Por último, y también de forma par-
cial, conocemos que las leñas vendidas por los administradores de esas mismas fincas,
según refleja la documentación, alcanzó, como mínimo, la cifra de 203.700 r.v.
La indudable riqueza que produjo la explotación y exportación del carbón no atrajo
solamente a leñadores y carboneros. También se convirtió en un factor de atracción para
pícaros y gente de mal vivir. Varios mercaderes avecindados en Algeciras presentan una
denuncia ante el Alcalde Mayor de Los Barrios para que se continúe una instancia que tie-
nen presentada sobre «...la expulsión de diferentes vivanderos y otras personas que se hallan
establecidas en el río Palmones, por lo perjudicial que es su residencia en ese paraje donde
tenemos acopiados crecidas porciones de carbón para nuestro tráfico...»35
La segunda mitad del XVIII fue un momento en el que el bosque soportó una acción
antrópica tan espectacular que fueron muchas las voces que se alzaron pidiendo su pro-
tección. En sesión del Ayuntamiento de Algeciras del 9 de agosto de 1756, uno de los
regidores se refirió a la necesidad de
35. OCAÑA TORRES, M. L.: “Los Alcornocales: La explotación del carbón en el siglo XVIII.” Almoraima, 17, (1997),
p. 171 y ss.
71
dándose solicitar a Su Majestad la prohibición de hacer cortas de leña en los mon-
tes de la jurisdicción ni aún para Ceuta.36
LA GANADERÍA
Las peculiaridades del clima, el suelo y la vegetación, rica en pastos y monte bajo hicie-
ron de la explotación ganadera una de las actividades económicas importantes para la ciu-
dad de Algeciras en el siglo XVIII, como lo había venido siendo en todo el Campo de
Gibraltar desde épocas anteriores.
Especial interés posee el ganado bovino. Las yuntas de bueyes constituían la fuerza
motriz con la que los campesinos araban la tierra en esta época preindustrial en la que gran
parte de la fuerza motriz dependía de la energía física de los animales. De ahí que la con-
veniencia de su posesión obligase a los campesinos que no disponían de ellos a arrendarlos
para el laboreo de los campos.
D. José de Sosa, vecino del Campo de Gibraltar, se obligaba a pagar a D. Melchor
Lozano de Guzmán, administrador de las rentas de D. Antonio de Ontañón, 54 fanegas
de trigo como precio por el arrendamiento de doce bueyes de arada de renta entera para
hacer la sementera del año 1738. Y como él otros muchos campesinos arrendaron ese año
al mismo administrador no menos de ciento tres bueyes de arada por un total de setecien-
tas seis fanegas y media de trigo. El precio del arrendamiento de un buey oscilaba entre las
cuatro y las cuatro fanegas y media de trigo en ese año37, mientras que el precio de venta
alcanzaba los veintinueve pesos por buey en 1771.38
En la Algeciras del XVIII la entrada y salida de mercaderías por tierra se hacía a lomos
de mulos y asnos, por lo que la compra-venta de estos animales constituía una fuente más
de dinamización de la economía local. Aunque casi con toda seguridad se registraron más
ventas de animales de las que figuran en las actas del Archivo de Protocolos, en nuestra ciu-
dad se vendieron durante la centuria no menos de cincuenta y nueve mulos cuyos precios
oscilaron entre los cuatrocientos noventa reales que se pagó por uno de ellos en 1762 y los
cuatro mil que se pagaron por otro en 1797. Las cifras que aparecen reflejadas en la docu-
mentación alcanzan, en total, los 74.830 reales de vellón.
Más importante, numérica y económicamente, era la compra - venta de asnos. Estos
animales, más baratos de precio y menos costosos de mantener, constituían un elemento
presente en muchas de las economías familiares establecidas en la ciudad, insustituibles
como medio de transporte para cargas medianas y pequeñas, eran el instrumento favorito
del pequeño comercio y del transporte a distancias medianas y cortas. Un total de ciento
36. TORREMOCHA SILVA, A. y HUMANES JIMÉNEZ, F.: Op. cit. p. 176.
37. A.N.A. Santamaría, Francisco de. 01-0674. 1738. F. 304 y ss.
38. A.N.A. Fábregas, Cristóbal de. 01-0269. 1771. F. 66
72
diecinueve asnos aparecen recogidos en contratos de compraventas y, unidos a ellos, una
cantidad de quince mulos. Los resultados obtenidos por su venta alcanzaron la cifra de
82.864 r.v. Los precios de los animales se veían alterados por múltiples variables pero, entre
los que se han relacionado, oscilaban entre los 150 r.v. y los 1.125 r.v. en que se vendió uno
de ellos en 1763.
Menor importancia tiene la compra-venta de ganado de cerda, destinado a la crianza y
consumo humano. Los datos, siempre parciales, elevan los efectos de las transacciones a la
cantidad de 44.707 r.v.
La explotación del ganado cabrío se ejecutaba por medio de arrendamientos, cuyos pre-
cios, a lo largo del siglo, oscilaron entre tres y tres reales y medio de vellón por cada cabe-
za de ganado arrendada al año, que el arrendatario estaba obligado a pagar al propietario
del rebaño, siendo los contratos por plazos comprendidos entre el año y los cinco años. La
documentación notarial recoge contratos de arrendamientos realizados por vecinos de
Algeciras a lo largo del siglo que alcanzan a 1.813 cabezas de ganado cabrío, siendo el
número medio de cabezas por rebaño aproximadamente de cien ejemplares, casi siempre
de vientre.
Los documentos de compraventa reflejan que un total de 1.213 cabras, machos y cega-
jos, como mínimo, fueron vendidos ante notario durante la centuria. Su valor económico
alcanzó los 53.4497 r.v. y los precios medios por cabeza de ganado cabrío oscilaba entre los
15 y los 36 r.v..
Las pieles del ganado cabrío eran también objeto de comercio. Así en el año 1770 varios
vecinos de los pueblos de la Serranía de Ronda: Faraján, Algatocín, Gaucín y Benalauría,
encargados del abasto de carne de cabrío a las poblaciones anteriormente citadas, acuerdan
vender a mercaderes o dueños de tenerías en Algeciras las distintas pieles de cabras que
obtengan tras su sacrificio para transformarlas en diversos productos manufacturados. Los
precios que las pieles alcanzaban en esos momentos eran los siguientes:
Menor importancia tiene la compraventa de yeguas y, sobre todo de caballos. Los esca-
sos datos recogidos se refieren a la venta de dos caballos y veintinueve yeguas. Su valor fue
de 19.480 rv.
Por último, el papel de la ganadería ovina en el término de Algeciras es muy escaso,
salvo por la existencia de la dehesa llamada de las Algeciras donde pastaban los carneros
del Real Hospital de Ceuta. Miguel Fernández, apoderado del veedor de Ceuta, D. Pedro
Rebollar y de la Concha, dice que pagaban cuatro mil reales al año, en 1741, en concep-
to de arrendamiento por el uso de los citados pastos cuyo destino último era atender las
73
necesidades de los enfermos del hospital ceutí. El arrendamiento prohibía que en la citada
dehesa entrasen otros ganados y era muy riguroso en cuanto a los arrendatarios de las dife-
rentes caballerías de la Dehesa, estableciendo el número de animales de labor que podían
tener en las tierras según la época del año.39
MANUFACTURAS Y ARTESANÍAS
Una ciudad que comenzaba a surgir de sus cenizas y sobre sus propias ruinas tuvo nece-
sariamente que contar con un importante sector de la construcción. Muchos de sus habi-
tantes fueron autosuficientes a la hora de construir sus viviendas que, en muchos casos no
iban más allá de muros de piedra suelta y seca, es decir, sin mezcla, cubiertos por ramas,
que definieron el paisaje urbano, sobre todo en los primeros años del repoblamiento. Pero,
ya sea por las necesidades del crecimiento urbano o por la posibilidad de exportar los mate-
riales de construcción a otras ciudades que así lo demandaban, lo cierto es que en la ciu-
dad se desarrollan a lo largo del siglo actividades económicas relacionadas con este sector.
En los alrededores del núcleo urbano existieron distintos tejares, en los que se fabrica-
ban básicamente tejas y ladrillos. Uno de ellos, llamado Tejar del Cañuelo, era propiedad
de Bartolomé Trujillo, natural de Gibraltar, que lo vendió en 1729 por 20 pesos de 8 r.v.40
Otro se hallaba situado en las proximidades de la era de Valerio, que lindaba con el
camino que iba a Tarifa, el que iba a la torre de San García y el arroyo que baja de la loma
del Alcaide, en la Villa Vieja. Disponía de casa, horno y cercado de pitas, además de dos
pozos y pilas. Era propiedad de José de Paz, vecino de Algeciras, albañil, alfarero y maes-
tro de obras mayor de la ciudad. En 1780 lo arrendó por un año y en 1781 lo vendió por
1.600 pesos escudos de 15 r.v.41
Propietario de un tercer tejar con horno fue Manuel Frián. Éste se localizaba en la
Cañada de las Botijas y fue vendido en 1783 por 2.000 r.v.42
Los materiales de construcción se empleaban en distintas obras: en unos casos se envia-
ban, a través del Estrecho, a Ceuta cuyo déficit crónico de este tipo de materiales la hacía
depender de Algeciras. Así en 1738, por ejemplo, se contrató la fabricación en Algeciras de
cien mil ladrillos que partieron de la ensenada de Getares, rumbo a la otra orilla del
Estrecho, al precio de 60 r.v. el millar.43
39. A.N.A. Santamaría, Francisco de. 01-0676. 1740-41. F. 78
40. A.N.A. Lozano de Guzmán, Melchor. 01-0421. 1728-29 F. 34
41. A.N.A. Chacón, Manuel. 01-0230. 1781-82 F. 232
42. A.N.A. Meléndez Chaves, Antonio. 01-0730. 1783-84 F. 140
43. A.N.A. Santamaría y Mena, Fco. 01-0674. 1738 F. 69
74
En otros casos, y también por vía marítima, los materiales se enviaban a Cádiz, donde
Diego Moreno, patrón matriculado en Algeciras, transportó 60.000 ladrillos fabricados en
el tejar de José de Paz que salieron por el embarcadero de la Torre de D. Rodrigo.44
Otro algecireño, Diego Bernal, manifiesta haber transportado a la Carraca 502 varas de
loza a cuenta de la Real Hacienda para las obras que se realizaban en las Puertas de Tierra de
Cádiz y se queja, pues al no haber dinero en la Tesorería, llevaba mucho tiempo sin cobrar.45
Otro material que se produce en la ciudad era la cal. En Algeciras se fabricó toda la que
fue necesaria para las obras que realizaba la Corona en Tarifa, Algeciras, el Tolmo y la Isla
Verde a precio de 10 r.v. para las ciudades y a 8 r.v. para el Tolmo, cada cahíz.46 Las caleras
se localizaban próximas a la costa, cerca del Tolmo, en Cala Secreta, Arenillas o Guadalmesí
desde donde se embarcaba el material para la exportación.
Una curtiduría de pieles o tenería se localizaba en la Marina de la ciudad y entre otros
instrumentos disponía de noques , pequeños estanques o pozas en las que se ponían a cur-
tir las pieles. La materia prima era principalmente las pieles de cabra que a finales de siglo
valían11 r.v. la de cabra y 16 r.v. la de macho. Juan Trujillo, curtidor y fabricante de sue-
las, invirtió en 1798 la cantidad de 1400 rv para hacerse con todas las pieles que se sacri-
ficasen en la ciudad por los abastecedores de carnes.47
Desde fecha tan temprana como 1736 existió una fábrica de papel en la ciudad. En la
primavera de ese año se estableció una contrata entre Pedro Cornet y Cía con el maestro
Nicolás Arrado y con su hijo Bautista. Ambos procedían de la República de Génova. El défi-
cit de artesanos e industriales en España era una de las causas que, según el criterio de los
Ilustrados, más influía en el secular atraso económico de la sociedad española. En este siglo
serán muchos los técnicos procedentes de más allá de las fronteras españolas que se esta-
blezcan en estos reinos. Padre e hijo, ambos maestros y fabricantes, se obligaron a trabajar
durante dos años y en ese periodo recibirían ciento seis quintales y setenta libras españolas
en trapos de los que se obligaban a extraer cien balones (fardos grandes) de papel de diez
resmas completas cada balón. Cobrarían de los dueños de la fábrica los siguientes precios:
Los maestros se comprometían a fabricar como mínimo doce balones de papel al mes
y recibirían, como adelantos a cuenta, cuatro pesos por semana.48
75
Junto a los oficios
populares y tradicionales,
encontramos en la ciudad
algunos más especializa-
dos. Entre ellos merece
destacar la presencia de un
maestro tallista (escultor
y/o retablista) llamado
José García Calderón,
profesor de arquitectura,
que en 1759 contrató la
realización de un retablo
G: PROYECTO DE CUARTEL DE CABALLERÍA Y PABELLÓN DE OFICIALES. 1745
para el altar del Santo
Cristo de la Columna situado en el Hospital de la Caridad con el título de San Antonio
Abad y San Vicente Ferrer, titular del Gremio o Hermandad de Mareantes, más seis can-
deleros y un atril, comprometiéndose a tenerlos terminados en siete meses.49
A José Joaquín Pereira, maestro platero, le concedió la ciudad autorización en 1783
para construir una fábrica de crisoles, para lo cual estableció una compañía con dos maes-
tros alfareros que se comprometían a aportar los materiales necesarios, mientras que él se
obligaba a aportar su trabajo especializado y a instruir a sus socios en las técnicas y los secre-
tos de la fabricación.50
Desde finales del siglo existió en la ciudad una fábrica de «..refinar Cobre y tirar plan-
chas para el aforro y carena de los Buques de la Rl Armada..», construida en las orillas del
río de la Miel, cuya aplicación era el blindaje de los cascos de las embarcaciones de guerra.
Esta industria fue propiedad de D. Juan Bautista Espeleta, vecino de Cádiz, y estuvo diri-
gida por D. José Ducerre, caballero de la Orden Militar de San Luis, de nacionalidad fran-
cesa. Este último aparecía en 1794 como propietario de esta y otra fábrica en Puerto Real.
El 20 de octubre realiza un documento en el que manifiesta, que a raíz de una orden real
de 25 de septiembre, consecuencia de la guerra hispano - francesa, surgida tras la ejecución
de Luis XVI, «... para que todos los de mi Nación hayan de Internarse en el Reyno veinte
leguas distantes de las fronteras de Francia y todas las Costas Marítimas, he hecho recurso
al Sr. Alcalde Mayor,..., para que se me exceptúe de tal obligación....». José Ducerre se com-
promete a comportarse como cualquier vasallo fiel a la corona de España.51
49. A.N.A. Espinosa de los Monteros, L.01-0720. 1759 F. 33
50. A.N.A. Meléndez Chaves, Antonio. 01-0730 1783. F. 151
51. A.N.A. Meléndez Chaves, Antonio. 1-0487 1794. F. 102
76
4.2.3.- EL SECTOR TERCIARIO
El coste del abasto de paja para toda la tropa de caballería, en el Campo de Gibraltar,
en el año de 1775 se estableció en 7 cuartos de 28 mrvs de vellón la arroba, mientras que
el precio del rastrojo para rellenar los jergones en los que dormía la tropa alcanzó el precio
de 1 real y 3 cuartillos por arroba. El proveedor de los mismos se comprometió, en 1782,
a acopiar diez mil arrobas de rastrojo.
El asiento de mulas de tiro y acémilas de carga para el Real Parque de Artillería se rema-
tó, en 1782, en José Ferrater, barcelonés residente en Algeciras, que se comprometió a
aprontar 366 mulas de tiro y 400 mulas de carga. Estas últimas debían ser de entre 10-11
arrobas y sus jornadas serían de seis a siete leguas. Cobraría por jornal de cada mula de tiro
18 r.v. diarios y por cada acémila 6 r.v. diarios.
Ese mismo año, D. Santiago Coromina, asentista de S. M. residente en Algeciras, mani-
festaba que la Real Hacienda le debía el importe de 304.690 sacos de tierra que había ela-
borado para los Reales Ejércitos.
En 36.000 rv se contrató la fabricación de dos mil tiendas de campaña en 1757 y
58.823 rv gastó el Parque de Artillería en fabricar cien mil paquetes de roble, acebuche o
madroño para cubrir sus necesidades en 1782.
77
En 1798 se subastó el empleo de una embarcación para transportar enfermos y conva-
lecientes desde Puente Mayorga. El remate recayó en un vecino que se comprometió dis-
poner de un falucho con la cubierta corrida, pertrechado y con cuatro hombres de tripu-
lación y un patrón para llevar a los heridos al Hospital Real de Algeciras.
Estos casos ponen de manifiesto que la cobertura de las necesidades militares fue un fac-
tor a tener en cuenta en la economía de la ciudad y la comarca durante el XVIII.
Vinos y aguardientes
78
La fábrica de la fuente se alargó en el tiempo. Los precios de los arrendamientos para la
construcción de la Fuente del Rey fueron los siguientes:
Por un poder notarial dado a 22 de enero de 1759 sabemos que en Algeciras existían
no menos de cuarenta taberneros, todos vecinos de Algeciras y dueños de tabernas.55
El abasto de carnes
Los precios del abastecimiento de carnes a la ciudad a lo largo del siglo XVIII son los
siguientes:
El jabón
A finales del siglo la ciudad contaba con una almona o fábrica de jabón propia del
Duque de Medinaceli que se arrendaba a distintos postores. Los precios del jabón experi-
mentaron un incremento a lo largo del siglo pues si en 1738 el precio de la libra estaba en
8 cuartos, en 1796 alcanzaba los 12 cuartos y en 1798 los 20.
El seis de mayo de 1790 D. Gaspar de Bajadas, contador y tesorero del Duque de
Medinaceli dio en arrendamiento a D. Ambrosio Rodino, comerciante y vecino de la ciu-
55. A.N.A. Mora Monsalve, Luis. 01-0479.1759. F. 16
79
dad, la almona y el permi-
so para fabricar y vender
jabón en Algeciras, Tarifa
y los Barrios por un perio-
do de cinco años y nueve
meses, en precio de cuatro
mil reales de vellón.
Gracias a este documento,
registrado por el escriba-
no, disponemos de una
descripción de los objetos
que constituían la citada
fábrica, que eran los
MAQUETA DE JABEQUE ARTILLADO siguientes:
80
Un Arco de fierro de la fogata de la Caldera ........................................................20
Dos arr oja de lata,una medª arrbªYdem, un afarcon Idem .................................25
Una medª fanª de madrª pª reunir ceniza...........................................................1556
El renacimiento de la
ciudad de Algeciras se
encuentra estrechamente
ligado a su carácter de
ciudad portuaria. Así
había sido durante el
periodo musulmán y de la
misma manera volvería a
ocurrir a partir del siglo
XVIII. Será el Ingeniero
General de los Ejércitos,
Plazas y Fortificaciones de
todos los Reinos,
Provincias y Estados de
Felipe V, Jorge Próspero
de Verboom, quién en JABEQUE CORSARIO ESPAÑOL FONDEADO
1721 realiza un exhaus-
tivo informe para la Corona en el que concede una gran importancia a la idea de poten-
ciar la construcción de infraestructuras e instalaciones portuarias en Algeciras debido a lo
favorable de las condiciones naturales de que dispone la ciudad. Estas son sus palabras:
Este Puerto se halla precisamente en frente de la boca del Rio de la Miel, entre
las dos Ciudades, cubierto, como queda dicho, de todos los Vientos por la dis-
posición de la Costa, porque del Sur, Suroueste, Oueste ,Noroueste ,Norte,
Nordeste y Este, está enteramente abrigado; Y siendo solamente el Sueste el que
más le havía de combatir, por dirigirse de lleno â este parage; parece que la natu-
raleza se esmeró en atravesar cinco Órdenes de Peñas estrechas, casi paralelas
entre si; con distancias de cossa de 20 tuesas una de otra, y la más próxima a la
Costa de 500 de largo y las otras algo menos, que tirando del Suroueste al
Nordeste como otros tantos Muelles, donde se rompen las olas, le defienden ente-
ramente, por elevarse esta Peñas a la Altura de la Marea alta,..., además de un
Islote llamado de la Palomilla que de 30 pies sobrepuja la Marea más Alta,...., el
qual también parece lo colocó allí la Providencia, para que ocupado de alguna
fortificación alege las Embarcaciones Enemigas, para que no inquieten las que
estubieren surtas en la tranquilidad de sus aguas...
81
Refiriéndose a las características de los fondos próximos a la orilla, en especial, a las pro-
fundidades, dice el informe de Verboom:
82
mismo río de la Miel; otras - las menos- eran barcos subastados tras haber sido apresados
por corsarios españoles. En muchos casos se compraban o vendían barcos , o partes de
ellos, dedicados al transporte de pasajeros o de mercancías, en especial carbón, y tampoco
era inusual la venta de restos de naufragios como cascos o restos de la jarcia.
A lo largo del siglo, y teniendo en cuenta que de algunos años no se han localizado
datos, el volumen de reales de vellón que se invirtieron en este negocio alcanzó la cifra de
1.709.628 rv. Que se distribuyó a lo largo del periodo tal y como puede apreciarse en el
siguiente gráfico.
Valor en r.v.
83
los años y que tuvo sus bases principales en los puertos españoles del Estrecho: Ceuta,
Tarifa y, con especial intensidad, Algeciras.
El corso constituía una realidad plenamente reconocida por las leyes internacionales y
de ella hizo uso el Estado con el fin de amparar aquellas zonas litorales que no podían ser
defendidas completamente por la Armada o que, por su importancia geoestratégica, podí-
an llegar a convertirse en un freno para la capacidad de abastecimiento de materiales de
guerra para el enemigo. En nuestro caso, la finalidad, más que el enfrentamiento directo
con otras flotas enemigas, es el entorpecimiento de las relaciones comerciales, ya sean las
propias del país con el que se estaba directamente en guerra o las de países neutrales que
lo abastecían de pertrechos militares o estratégicos.
Muchas de las empresas corsarias procedían de zonas relativamente lejanas a nuestra
ciudad como Málaga, Cartagena o las Baleares, foco tradicional de actividad corsaria a lo
largo de la Historia del Mediterráneo Occidental, aunque no fueron escasos tampoco los
barcos y tripulaciones corsarias francesas que, aliados de España, actuaron en estas aguas.
Junto a ellas aparecen organizaciones corsarias autóctonas en las que, desde el empresario
que actúa como socio capitalista y adelanta el capital para la fianza que se pagaba al recau-
dador de Marina, hasta el grumete más pequeño, pasando por capitanes, oficiales y tripu-
lantes, eran vecinos de las ciudades de Algeciras, San Roque, Los Barrios, Tarifa o Jimena,
entre otras procedencias.
El corso era una actividad legalizada por la Corona y regulada por códigos que todo
empresario dedicado a ella, tenía la obligación de respetar. Los corsarios estaban obligados
a navegar con una patente o permiso que les concedía su propio gobierno y para obtener-
la, el armador debía pagar una fianza con la que cubría los posibles daños que podían deri-
varse de la trasgresión de las normas o de excesos realizados contra barcos de pabellón neu-
tral que, cuando se producía esta circunstancia, tenían pleno derecho a protestar por la
detención ante los tribunales españoles de Marina. Los corsarios españoles que a lo largo
del XVIII actuaron en estas aguas eran en su mayoría miembros de la pequeña burguesía
mercantil local, propietarios, a veces, de embarcaciones de escaso tonelaje dedicadas al
transporte de materias primas o mercancías entre los diversos núcleos de población coste-
ros, que cuando se producía un conflicto internacional, y ante las necesidades y carencias
de la Marina Real, no dudaban, motivados tanto por la consecución de un rápido benefi-
cio económico, como por una indudable dosis de patriotismo, solicitar patentes de corso
para enfrentarse al comercio enemigo. Para convertirse en corsario cualquier particular
debía solicitar al Intendente General de Marina de Cádiz un permiso para armar en corso
un barco. Esto suponía la autorización para armar el barco con cañones, pedreros, esmeri-
les, fusiles, bayonetas, sables, pistolas, chuzos, pólvora y tripulación, pero para obtenerlo
era preciso depositar una fianza que debía avalarse con la hipoteca de bienes raíces.
Conseguido el permiso, se enrolaba una tripulación compuesta por capitán, teniente,
escribano, contramaestre, artilleros, un número variable de marineros y, en algunos casos,
84
grumetes. La contrata de corso era el documento por el que armadores y tripulación se
comprometían a obedecer las normas que la Corona imponía. Estas consistían en hacer
la guerra al enemigo sin faltar a las reglas; en la obligación del armador de proveer a la tri-
pulación de lo necesario como armas, alimentos y adelantos de dinero. Los corsarios esta-
ban obligados a mantenerse constantemente en movimiento en busca de presas. Cuando
se capturaban barcos estos eran conducidos ante los tribunales de Marina de los puertos
más cercanos donde se determinaba si la presa era buena o mala, según establecía la ley. En
el segundo caso, si la detención de los corsarios se determinaba como ilegal, se iniciaban
procesos contra los apresadores que debían hacer frente a los gastos y multas que imponí-
an los tribunales. En caso contrario, las presas se subastaban, bien la carga o bien el barco
completo con todo su contenido. De cualquier forma, cuando se lograba la detención de
un barco nadie podía llegar a tocar la carga y, mucho menos, lo que venía bajo sellos.
Las actividades corsarias en Algeciras fueron en constante aumento a lo largo del siglo
como consecuencia de los diferentes conflictos internacionales que se desarrollaron en las
aguas del Estrecho, dieron lugar a una afluencia de población y jugaron un papel muy
importante en la economía de la ciudad, como puede apreciarse en los siguientes gráficos:
85
El corso marítimo produjo una importante actividad económico-portuaria que se basa-
ba en la venta de las mercancías o de los barcos detenidos, si estos eran declarados como
buenas presas por los tribunales de Marina. Sólo en Algeciras y durante los cinco periodos
de conflictos internacionales estudiados a lo largo del siglo, los resultados económicos,
como consecuencia de la venta de presas y mercancías, alcanzaron las siguientes cifras:
Las acciones corsarias que se desarrollaron en las aguas del Estrecho de Gibraltar afec-
taron a barcos, beligerantes contra España o neutrales, que aprovechaban la guerra para
obtener altos beneficios comerciales transportando mercancías para los contendientes. Los
asaltos, aunque se producían con afán intimidatorio, en realidad dieron lugar a escasos
hechos violentos aunque es indudable que se produjeron muertes. La razón de que se regis-
trasen pocos abordajes violentos, se explica porque los capitanes de barcos mercantes, cons-
cientes de su inferioridad en armamentos y la diferencia en velocidad, siempre favorable a
los veloces jabeques corsarios de velas latinas, preferían arriar el velamen ante el primer
cañonazo de aviso y enfrentarse a la seguridad legal que les ofrecían los tribunales de
Marina, antes que ofrecer una resistencia con pocos visos de éxito ya que, en muchas oca-
siones, los pequeños barcos corsarios actuaban en flotillas frente a sus presas. Como con-
secuencia de todo ello fueron decenas de buques mercantes de diversas nacionalidades y
86
ciudades independientes los que fueron fondeados a la fuerza tanto en Algeciras como en
los otros puertos del Estrecho. Una relación aproximada, aplicable exclusivamente a
Algeciras, es la siguiente:
59. OCAÑA TORRES, M. L. El corso marítimo español en el Estrecho de Gibraltar (1700-1802). Algeciras- I.E.C.G.-1993
87
4.2.3.2. EL COMERCIO DE ESCLAVOS
88
5.- OTRAS ACTIVIDADES
URBANAS
La ciudad contaba
con numerosos estableci-
mientos dedicados al
pequeño comercio. Estos,
aunque repartidos por
toda la red urbana, se
concentraban en las pro-
ximidades de la Plaza
Baja, tradicional empla-
zamiento de las activida-
des mercantiles hasta el EL ACUEDUCTO DE ALGECIRAS (S. XVIII) EN UNA POSTAL DE 1906
día de hoy. Allí se encontraban tiendas de comestibles y bebidas, de confituras, cinterí-
as, sastrerías, sederías, mercerías y otros establecimientos del ramo. Próximo a ella, la
Plaza de las Verduras, cumplía su función de abastecimientos de frutos y verduras fres-
cas a los vecinos de la ciudad.
Entre los servicios de abastecimiento a la población merece la pena destacar el de nieve
procedente de los heleros de la Serranía de Ronda, con destino a la tropa y enfermos del
hospital de Ceuta o Algeciras. Esta era una actividad obligada que se producía con la lle-
gada de los meses más calurosos del año, realizándose las contratas entre junio y finales de
septiembre o mediados de octubre. La nieve, además del uso terapeútico, se utilizaba para
mitigar las calores veraniegas del pueblo en general. En mayo de 1796 Francisco Jimeno,
asentista del abasto de nieve, nos da una relación de las que debían ser las principales bebi-
das refrescantes y sus precios, entre la fiesta del Corpus y finales de septiembre. El precio
de la libra de nieve era de cinco cuartos; el vaso de tres raciones de limón, de canela, naran-
ja, almendras tostadas y el de horchata de chufa a 14 cuartos; el de limón claro a ocho; el
de agua de cebada a dos y en las demás bebidas el precio se ajustaba con el cliente.61
Dentro del sector de la alimentación contaba la ciudad con varios hornos de pan que
se localizaban en las calles Carretas, Ancha y de las Huertas así como varios tornos o
fábricas de fideos.
Como ciudad de paso hacia el Africa, Algeciras poseía varias hospederías: en 1759 se
localizaba un mesón en la calle del Muro que arrendaron dos extranjeros, Guillermo
Franfort y Ana Mest, a Isabel León.
Hacia finales del siglo, en 1782, Juana López, viuda, arrendaba una casa mesón
que tenía en la calle Alta y hacía frente a la calle de Montereros por 12 pesos escudos
de 15 r.v. al mes.
89
Otra casa mesón se hallaba en el Calvario y disponía de cuadras, patio, pozo, etc.
En 1739, Alejandro Chasón, francés avecindado en Algeciras, vende el mobiliario y
objetos de la posada llamada de «El Caballero». Entre ellos aparecían botas y barriles de
vino, porciones de tocino salado, calderos, servilletas y manteles, jergones y armaduras de
camas, sillas, mesas y bancos, lebrillos, parrillas y asadores, cucharas, espumaderas y tene-
dores, velas, candeleros y candiles, gallinas, carneros y porciones de manteca de Flandes.
Entre los entretenimientos de la población se encuentra el juego del billar, muestra de
ello es que en 1786 dos comerciantes de Algeciras compraron dos mesas de billar con sus
tacos, bolas y paños por 7.000 r.v. Años antes, en 1782, se había comprado otra mesa con
« paño de media vida, doce tacos, quince bolas de marfil, seis candilejas, una taquera...»
Las referencias al mundo de la farándula en la ciudad existen, aunque son escasas. D.
Joaquín Catalá y Dª Vicenta Terrero, su esposa, residentes en Algeciras y autores de una
compañía cómica, habían estado actuando, durante un período indeterminado de tiempo,
en la ciudad y, tras haber concluido la temporada de teatro, solicitan, el día uno de marzo
de 1795, un nuevo permiso para seguir actuando una vez que pasase el período cuaresmal,
al tiempo que planteaban la necesidad de contratar actores para representar varios papeles,
así como la falta de dinero para la siguiente temporada. El mecenas que se hizo cargo del
empréstito fue Sebastián Aguilar y Rocha, un vecino de la ciudad que prestó 3.000 r.v. La
compañía de teatro se comprometía a empezar y terminar la temporada en Algeciras, de
donde no faltarían ni se ausentarían salvo que el público no asistiese a las representaciones
y no pudiesen sostener la empresa. Los pobres comediantes se comprometían a hacer fren-
te al préstamo y ofrecían como garantía del mismo lo único que poseen: los ropajes con
que interpretaban a sus personajes.62
La Lotería Nacional, establecida en España por el rey Carlos III, mediante decreto de
30 de septiembre de 1763, limitada primeramente a Madrid y con carácter benéfico,
contaba en Algeciras con una administración que había sido conferida a D. Juan
Bautista Contilló y a su esposa, Dª Josefa Guerra López, el 12 de julio de 1798. El señor
Contilló, catalán nacido en Reus, instaló en Algeciras la primera imprenta local, situada
en la calle Real, de la que años más tarde, en 1805, saldría el primer periódico algecire-
ño: el Diario de Algeciras.63
La educación y la enseñanza estaban en manos de la institución eclesiástica que en
Algeciras disponía, por donación testamentaria de D. Antonio de Ontañón, de una escue-
la de Gramática y Latinidad la cual se localizaba en el Convento de la Merced, situado en
la calle Imperial. Además existían maestros como D. Manuel Ortiz que, en un poder otor-
gado el 21 de abril de 1778, manifestaba que él era el único maestro examinado de la ciu-
dad y, por lo tanto, pedía que el Ayuntamiento le nombrase para dar educación a los
62. A.N.A. Meléndez Chaves, Antonio. 1-0487.1793-1795.Fol.39.
63. SANZ TRELLES, A.: La prensa de Algeciras (1805-1905). Algeciras- Ed. Regueira -Excmo. Ayto -1989
90
pobres con una asignación de cincuenta ducados anuales que, en virtud de órdenes supe-
riores, se pagaba a D. Antonio Fantoni que había sido maestro en la ciudad antes que él.64
Aunque el interés por la reforma educativa fue prioritario para los gobiernos ilustrados, el nivel
de analfabetismo era muy elevado entre el pueblo llano que, en muchas ocasiones prefería que la
instrucción de sus hijos estuviese en manos de un maestro artesano que, dentro del modelo gremial,
se comprometía a instruir al joven en un determinado oficio. Así lo hizo, por ejemplo, Vicente
Vives, un vecino de Algeciras que puso a su hijo Francisco como aprendiz de sangrador y barbero
con Antonio Barrera, maestro examinador del oficio en Algeciras, para que durante dos años lo ins-
truyese teórica y prácticamente, con la condición de que si en los dos años no hubiese aprendido el
oficio, el maestro lo tendría a su cargo hasta que lo aprendiese y le pagaría el salario que le corres-
pondiera. El maestro se comprometía a no despedir al aprendiz ni a castigarlo excesivamente, mien-
tras que era obligación del padre alimentarlo y vestirlo durante el periodo de aprendizaje.65
Los servicios de Correos eran administrados en Algeciras por D. Felipe Antonio Tizón
que estableció una contrata con Juan Sabino, conductor nombrado por la ciudad de Ceuta
para llevar el correo por mar, para que lo llevase hasta San Roque cuando se diese la cir-
cunstancia de que ya hubiese salido la valija o cuando, debido al mal tiempo, no pudiese
atracar el velero en Algeciras y tuviera que hacerlo en Estepona. En el primer caso cobra-
ría 6 rv y en el segundo 20. El correo salía en dirección a San Roque los lunes y los jueves
a las tres de la tarde y el trayecto se hacía en tres horas, salvo que no funcionasen las bar-
cas que cruzaban los ríos Palmones y Guadarranque debido a las avenidas.66
La vida en la ciudad se veía salpicada por esporádicas actividades delictivas. La Justicia
Real apresará y encerrará en la cárcel real a un buen número de vecinos, así al menos lo
refleja la documentación, por cometer delitos que atentaban contra la naturaleza como cor-
tar árboles o ramas de árboles en los bosques que se localizaban en el término de la ciudad
o por ser responsables de haber iniciado fuegos en una roza que luego saltó a la arboleda.
Como ya vimos, la riqueza de los montes en madera y sus derivados era muy importantes
en la economía de la ciudad y por ello las leyes se aplicaban de manera rigurosa. Delitos
contra la propiedad, alteraciones del orden con blasfemias y, mas raramente, algún herido
de arma blanca, configuran la página de sucesos de la ciudad en el siglo XVIII
91
tó al Consejo de Castilla, por primera vez, la recuperación de su antiguo término que, tras
la destrucción de Algeciras en el siglo XIV, los Reyes Católicos habían cedido a la ciudad
de Gibraltar, así como la concesión de privilegios y franquicias que hiciesen atractivo el
lugar para el establecimiento de los repobladores. En principio, el Consejo de Castilla acce-
dió a la petición y envió una cédula al mariscal de campo Bartolomé Porro para que el
ayuntamiento de San Roque la cumpliese, a lo cual se negó la vecina ciudad iniciándose
un pleito en la Chancillería de Sevilla que no llegó a ningún fin por muerte de Bartolomé
de Porro, quedando el litigio pendiente de solución.
Cuatro años más tarde el Teniente Coronel Don Juan de la Fita, por las mismas razo-
nes anteriores, vuelve a realizar idéntica petición, a la que San Roque se opuso nuevamente
considerando que, siendo ella heredera de la ciudad de Gibraltar y de sus derechos histó-
ricos, desposeerla del termino algecireño sería ir contra los privilegios de la ciudad perdi-
da. A esta sugerencia el Consejo respondió que la Corona no recortaría los privilegios de
la ciudad de Gibraltar en San Roque.
Según afirma Pérez Petinto, Algeciras con ocho mil habitantes superaba a San Roque
en el año 1734, fecha en la que por tercera vez se reavivó la demanda, destacándose por los
algecireños, como causa para solicitar la independencia municipal, la importancia de las
actividades portuarias, así como la planificación del crecimiento de la ciudad que se esta-
ba levantando bajo la dirección de ingenieros de los Reales Ejércitos. Los vecinos de
Algeciras llegan a pedir a la Corona que la ciudad de Gibraltar, que simbólicamente resi-
día en San Roque, se trasladase a Algeciras y, en caso de que esto no pudiese llevarse a cabo,
que se crease una nueva ciudad que dispusiese de los términos antiguos que tuvo la
Algeciras medieval. Otros factores que consideran los algecireños dignos de ser tenidos en
cuenta para eximirse «...de la opresión en que la tenía San Roque.» eran: la posesión de una
iglesia parroquial, suficientemente amplia, a punto de ser terminada; la falta de un corre-
gidor, funcionario nombrado por el rey, cuyas atribuciones eran las de juez y, al mismo
tiempo, gobernador de lo civil; la carencia de un término municipal propio; la carga que
suponía los contingentes militares que soportaba la ciudad; el desigual reparto de trigo del
pósito que hacía San Roque en perjuicio de Algeciras; la mejor posición geográfica y estra-
tégica de esta última ciudad y, por último, el progreso que para el pueblo supondría tener
un ayuntamiento independiente de San Roque.
La oposición de San Roque no tardó en llegar al consejo de Castilla, rebatiendo, punto
por punto, las propuestas de los vecinos de Algeciras. La argumentación se basaba en la
concesión de los Reyes Católicos, según la cual nunca podrían separarse los términos de la
ciudad de Algeciras de la de Gibraltar. Además, los habitantes de Gibraltar en San Roque
ponían sobre la mesa la lealtad que la ciudad había demostrado a la Corona y los padeci-
mientos derivados de la pérdida de Gibraltar. Mantenían, en cuanto a crecimiento de
población, que el de San Roque era superior al de Algeciras y que el puerto, lejos de ser
una ventaja, se convertía, en tiempos de guerra, en un peligro siendo San Roque, al estar
92
situada sobre una colina, mucho más segura en el caso de que se produjese una invasión.
Consideraban arbitrario el planteamiento urbano de Algeciras y rechazaban la idea de
que la ciudad no estuviese gobernada por el corregidor pues «...Los Barrios, San Roque
y Algeciras forman un solo pueblo que (es) el de Gibraltar.» Continúan manifestando
que los vecinos de los tres pueblos participaban por igual en el reparto de los frutos y
que cuando faltó trigo en Algeciras fue responsabilidad exclusiva de sus habitantes.
Concluyen el alegato solicitando que, para evitar quejas o roces, el rey ordenase al corre-
gidor que nombrase a un alcalde mayor, con residencia en Algeciras y con jurisdicción
en su ámbito territorial.
Para Pérez Petinto la petición de traslado de la ciudad de Gibraltar a Algeciras es injus-
to pues la existencia de la ciudad de Gibraltar en San Roque era un hecho reconocido por
la Corona pero, en lo referente a las peticiones de crear una nueva ciudad independiente
de San Roque y que la vieja Algeciras recuperase su término municipal, eran estas deman-
das completamente justificables en opinión del autor.
Figura determinante en el proceso autonomista de las ciudades del Campo de Gibraltar
fue la del comandante general Francisco de Paula Bucareli y Ursúa, en el cargo entre los
años 1751 a 1760, que dio impulso al establecimiento de los ayuntamientos de Algeciras
y Los Barrios y a la creación de un nuevo plan de gobierno por el que deberían regirse.
Bucareli tuvo enfrentamientos con los regidores de la ciudad de Gibraltar, que dieron lugar
a fuertes tensiones y llegó a solicitar al rey Fernando VI la segregación de Los Barrios y
Algeciras de San Roque. En respuesta a sus peticiones el Consejo de Castilla aprobó la Real
Resolución de 6 de septiembre de 1755 en la que el rey, «...se ha servido resolver que per-
maneciendo en la Ziudad de San Roque un Alcalde mayor se ponga otro en la Poblacion
de Algeciras y otro en la de los Varrios consignando a cada uno de estos quinientos duca-
dos de vellón de salario al año .....», aunque los aprovechamientos comunales del Campo
de Gibraltar se repartirían por igual entre las tres poblaciones.67
Según Pérez Petinto, tras el informe enviado a la Corona por el Comandante General
Francisco Bucarelli, en el cual se recogían las aspiraciones de independencia de la ciudad, se
93
presidida, provisionalmente, por Clemente Félix Guillén, Caballero del Hábito de
Cristo y Juez de Prevención. En esta sesión tomó posesión de su cargo el regidor Rodrigo
Sandoval, aunque no pudo hacerlo el alguacil mayor, por no haber pagado la fianza nece-
saria para el empleo de vigilante de la cárcel; se nombró médico titular a Bartolomé
Carvajal; cirujano general a Luis Garrido; se nombró a un representante general de meno-
res; cuatro procuradores para el Juzgado; un Representante del papel sellado; un contador
de Cuentas y Particiones, que fue el secretario del ayuntamiento; dos alguaciles para el
Juzgado y un alguacil de campo. Antes de levantar la sesión se nombró al regidor Rodrigo
Sandoval, diputado representante del ayuntamiento, para el deslinde del término munici-
pal asignado a Algeciras.68
En relación con el primer ayuntamiento de Algeciras, en opinión del historiador
Manuel Alvarez Vázquez, existe un equívoco, cuya responsabilidad atribuye a Pérez
Petinto, el cual han mantenido con posterioridad otros historiadores de la ciudad.
Consiste este en afirmar la existencia de una Real Cédula de 9 de febrero de 1755 ( la que
aparece reproducida parcialmente en el párrafo anterior) cuya fecha y constancia docu-
mental Alvarez Vázquez pone en duda. Además, considera que el primer Alcalde Mayor de
Algeciras, que aparece nombrado en la Real Resolución de 6 de septiembre de 1755, fue
Francisco Bermúdez Salcedo, aunque con posterioridad duda que el citado llegase a tomar
posesión del cargo.69
Quizás sea preciso traer a colación las palabras de los profesores de Vicente Lara y
Criado Atalaya que, al referirse al polémico asunto de las fechas mantienen que:
94
aprobó una Real Resolución, de 22 de junio de 1756, que profundizaba en la segregación
de las ciudades y desarrollaba el plan de gobierno por el que debían regirse las nuevas
poblaciones. A lo largo de doce capítulos el plan versa sobre la división de los términos de
San Roque, Algeciras y Los Barrios y sus nuevos límites; sobre el aprovechamiento comu-
nal de bellota y pastos; sobre el sistema de elección de los cuatro regidores y el procurador
síndico de los Ayuntamientos de Los Barrios y Algeciras que, sólo por esta primera vez,
serían designados por el Comandante General del Campo de Gibraltar que, en lo sucesi-
vo, lo elegiría de entre los candidatos propuestos por los municipios; sobre el nombra-
miento de alguacil mayor, cargo con derecho de asiento en el ayuntamiento con voz y voto
y ejercicio de alcaide de la cárcel; sobre la residencia y distribución de los escribanos en el
Campo de Gibraltar; sobre el libre acceso a la documentación contenida en las actas capi-
tulares custodiadas en San Roque; sobre la composición de la junta de caudales públicos,
que sufre modificaciones, y sobre la existencia, junto a los procuradores síndicos particu-
lares de cada ciudad, de un procurador síndico general para las tres poblaciones, que admi-
nistraría la junta de caudales públicos y se encargaría de resolver los pleitos referidos a
arrendamientos de pastos, distribución de bellotas y denuncias de fuegos y talas.
Los dos últimos capítulos disponían que las órdenes sobre pósitos, caballos o cualquie-
ra otra de carácter general debían ser remitidas a San Roque, lo cual daba cierta suprema-
cía a esta ciudad sobre los otros dos núcleos de población. El último capítulo aprueba el
nombramiento, sólo por aquella primera vez, de los capitulares de Algeciras y Los Barrios
por parte del Comandante General según la Real Orden de 6 de septiembre de 1755
El plan de Fernando VI, que pretendió mantener un equilibrio entre las diferentes
poblaciones que estaban surgiendo en el Campo de Gibraltar, manteniendo una gestión
mancomunada con el fin de evitar el predominio de unas poblaciones sobre otras, se fue
al traste por «...la tenaz oposición de San Roque, el empeño localista de Algeciras y el apro-
vechamiento particular que Los Barrios pretendió ejercer sobre el extenso territorio bajo su
jurisdicción...»71
Pero los pleitos entre las poblaciones se mantuvieron en vigor. Mientras, el Consejo,
una vez consultadas las distintas informaciones, por decreto de 27 de marzo de 1765 deci-
dió solicitar un informe al alcalde mayor de Antequera, Manuel Martín del Río, informe
que éste envió al Consejo el 26 de octubre de 1765. Reunida y consultada toda la docu-
mentación, el Consejo, considerando las respuestas de su fiscal y lo resuelto por Carlos III
en 1768, aprobó y confirmó finalmente el nuevo Plan de Gobierno establecido por
Fernando VI para la ciudad de Gibraltar y las dos poblaciones de Algeciras y Los Barrios.
El nuevo plan se componía de los doce capítulos del plan de Fernando VI a los que se aña-
día ahora la observancia de siete declaraciones.
La primera obligaba a los alcaldes mayores de Algeciras y Los Barrios a presentar
sus títulos ante el ayuntamiento de la ciudad de Gibraltar, de manera que el ayunta-
71. ALVAREZ VÁZQUEZ, M.: El Plan de Gobierno de Fernando VI ... Op. cit. p.428.
95
miento de San Roque - pues no se trataba de otro - mantenía una preeminencia sobre
las dos poblaciones.
La segunda declaración separaba el gobierno civil y criminal del militar, corres-
pondiendo el primero al alcalde mayor de San Roque y el segundo al Comandante
General del Campo de Gibraltar. De esta forma el alcalde de San Roque ejercía como
corregidor teniendo, por tanto, cierta autoridad y preeminencia sobre los alcaldes de
Algeciras y Los Barrios.
La tercera declaración disponía que debía darse conocimiento de la elección de los
oficios de Justicia y Capitulares de los ayuntamientos de Algeciras y Los Barrios al
ayuntamiento de San Roque, para que, como ciudad de Gibraltar, lo anotase en los
libros capitulares.
La cuarta reconocía la capacidad de los ayuntamientos de Algeciras y Los Barrios
de nombrar determinados oficios y la obligación de comunicar los nombramientos
a San Roque.
La quinta, referida a la Junta de Caudales Públicos, hacía patente la preeminencia del
ayuntamiento de San Roque pues, de los dos miembros que correspondía a cada uno de
los tres ayuntamientos, el de San Roque, en calidad de ciudad de Gibraltar, tenía otro más,
aparte del corregidor, lo que, de hecho, permitía el control económico de San Roque sobre
Algeciras y Los Barrios.
La sexta declaración hacía constar que la Junta de Caudales entendería en todo lo refe-
rente a los montes de la ciudad de Gibraltar, con independencia de que estuviesen bajo la
jurisdicción de Algeciras o Los Barrios, cuyos alcaldes mayores solamente tendrían capaci-
dad de intervención en asuntos leves, cuyas multas no pasasen de veinte ducados.
En la última se establecía la observancia de la Real Ordenanza de 7 de diciembre
de 1748 para las cortas, talas y limpias de montes, aunque, para cubrir las necesidades
de los vecinos, se les concedía autorización a los alcaldes mayores de Algeciras y Los
Barrios.
El Plan de Gobierno de Carlos III mantuvo la división del territorio campogibraltare-
ño tal como había sido establecido por Fernando VI, en contra de las peticiones de la ciu-
dad de San Roque, aunque la Corona intentó evitar herir susceptibilidades entre las partes
en litigio; respeta la autonomía jurisdiccional que el plan de Fernando VI concedía a las
nuevas poblaciones, aunque modifica el poder de la autoridad militar en el Campo que
quedó disminuida, al separarse de la figura del Gobernador el control del poder civil y cri-
minal que recayó en la figura del alcalde mayor. También la Junta de Caudales se modifi-
ca para mejorar el uso comunal de montes y dehesas.72
72. ALVAREZ VÁZQUEZ, M.:. “El Nuevo Plan de Gobierno de Carlos III para las nuevas poblaciones de Gibraltar en su
Campo(1768)”. Actas VI Congreso Histórico sobre Nuevas Poblaciones. Córdoba - Junta de Andalucía.(1994). p. 513 y ss.
96
San Roque, como era de presumir, no llevó á bien esta división de términos
y protestó contra ella(1763) por considerarla una derogación de sus privilegios; y
de nuevo pidió que los alcaldes mayores de Algeciras y Los Barrios jurasen sus
cargos ante su ayuntamiento. No se atendió a esta solicitud ordenándosele que se
atuviese a lo mandado(1768),...
Poco caso hicieron los otros pueblos de este mandato, que no llegó a cum-
plirse flojos cada vez más los lazos que los unían, como desvanecido casi el fan-
tasma de la ficción y atentos cada uno a su particular engrandecimiento.73
97
También fuera de la Bahía de Algeciras se hallaba el Fuerte de Punta del Fraile o de San
Diego, situado al pie de la Torre del Fraile. El fuerte, que cruzaba su fuego con el fuerte de
Punta Carnero, disponía de un batería con capacidad para cinco cañones de 24, más las
habituales estancias y alojamientos propios para la tropa que aparecen en todas las fortifi-
caciones. Su finalidad era la vigilancia sobre Cala Arena
En el extremo SW de la Bahía de Algeciras se levantaba el Fuerte de Punta Carnero,
situado en lo alto de un acantilado a veinte metros sobre el mar, en el mismo solar que hoy
ocupa el faro de Punta Carnero. Controlaba el acceso a la bahía de las embarcaciones pro-
cedentes de poniente y con su artillería cubría parte de la boca de la bahía, así como el acce-
so a la rada de Getares. A finales del XVIII estaba dotado con cinco cañones y dos morteros.
En la Punta de San García se alzaba el Fuerte de San García que podía cruzar su fuego
con el de Punta Carnero, protegiendo ambos las costas situadas al S de la ciudad de desem-
barcos o intentos de aprovisionamiento de los posibles enemigos. Fue construido en la
década de los treinta y disponía de armamento para hacer fuego a larga y corta distancia.
El Fuerte de San Antonio estuvo situado en la actual Calle Baluarte sobre los acanti-
lados que se asomaban al mar. Sirvió como almacén de pertrechos militares, cementerio
durante el último sitio de Gibraltar hasta acabar siendo digerido por la ciudad.
Sobre la misma línea de acantilados se situaba la Batería o Fuerte de Santiago, cuyas pri-
meras noticias datan de 1716, a diez metros de altura sobre el mar y a trescientos metros
al N de los restos de la arruinada Puerta de Gibraltar. Su misión era la defensa del surgi-
dero del río de la Miel que hacía de primitivo puerto de Algeciras, junto al Fuerte de San
Antonio y el Fuerte de la Isla Verde. Sirvió eficazmente como cobertura a las embarcacio-
nes que se protegían de los ataques ingleses durante el XVIII. En el año 1796 su batería
acogía cinco cañones de grueso calibre y cuatro morteros.
Punto neurálgico de la defensa de la fachada marítima de la ciudad de Algeciras fue el
Fuerte de la Isla Verde, así denominado por asentarse sobre un islote próximo a la ciudad,
frontero a la desembocadura del río. El fuego cruzado de las baterías de este fuerte, en con-
junción con las del Fuerte de Santiago y las del Fuerte de San García era un importante
elemento disuasorio para cualquier acción hostil que tuviese como objetivo nuestra ciudad.
La antigüedad del emplazamiento de baterias en la Isla Verde data de 1720 y para finales
del XVIII disponía de quince cañones y seis morteros en tres baterías.
En 1810, durante la invasión francesa en la Guerra de la Independencia, la estra-
tegia británica aconsejó la voladura de estas fortificaciones para que no cayesen en
manos francesas y pudiesen volverse contra los intereses británicos en Gibraltar. De esa
forma El Tolmo, San Diego, Punta Carnero y San García fueron destruidos por la
Marina Real británica.74
74. SÁEZ RODRIGUEZ, A.: “Las Líneas Españolas. Los fuertes costeros del Campo de Gibraltar en el siglo XVIII”.
VIII Jornadas Nacionales de Historia Medieval. Cátedra General Castaños. Madrid, (1999).
98
Un papel importante en la vigilancia de las costas de la Bahía de Algeciras lo desempe-
ñaría la Compañía de Escopeteros de Getares que, en su origen, fue una aportación de la
ciudad de Tarifa para la defensa del Estrecho. Desde 1706, al mando del capitán Gaspar
Salado estuvieron asentados entre Punta Carnero y Getares, donde desempeñaban la fun-
ción de guardacostas para evitar desembarcos de ingleses para aprovisionarse de madera y
agua. Las actuaciones de esta compañía dieron lugar a no pocas quejas por parte de los
habitantes de las tierras que circundaban la ensenada de Getares debido a las extorsiones y
abusos de los milicianos que robaban ganado, impedían a los campesinos utilizar los pas-
tos o abrevaderos y cercaban partes de las dehesas destinadas a pasto de los animales. Los
excesos de las milicias se reflejaron en las actas capitulares del Ayuntamiento de San Roque
en 1709 en las que se refleja que
...por semejantes excesos, daños y perjuicios que reciben, no tan solo la dicha
dehesa de la Algamasilla, si no es la del Algarrobo, Punta de Getares y el
Novillero, que son las cuatro dehesas que tiene la ciudad, y se les han dado y con-
cedido por los señores Reyes Católicos, reciben semejantes daños de dicho capi-
tán y soldados, por contiguar dichas cuatro dehesas unas con otras y con los refe-
ridos soldados, por cuyos motivos no hay quien quiera arrendar.
Con el paso del tiempo estas milicias dieron lugar a la Compañía de Escopeteros de
Getares, creadas por el Marqués de Villadarias, las cuales, con carácter y disciplina militar
defendieron, en un primer momento, las costas españolas de los ataques ingleses para, des-
pués, llegar a convertirse en un cuerpo policial destinado a la represión del contrabando de
todo tipo que desde Gibraltar se infiltraba por la costa española.75
Junto a las tropas de los ejércitos reales, Algeciras contó desde 1761 con un cuerpo de
Milicias Urbanas nacidas, según relata Pérez Petinto, como consecuencia del estallido de
un nuevo conflicto armado entre Inglaterra y los tradicionales aliados por los Pactos de
Familia, España y Francia. Fue el alcalde mayor D. Fernando García de la Plaza quién las
creó y en «...ellas se inscribieron todos los hombres útiles de 18 a 40 años poniéndolas en
estado de hacer rigurosa defensa de la ciudad....». Las Milicias Urbanas algecireñas solici-
taron en 1775 que se armasen doscientos cincuenta hombres para cubrir el hueco dejado
por la guarnición de la ciudad que fue trasladada al norte de Africa donde se mantenían
hostilidades con los marroquíes. Por último, cuando en 1779 estalló un nuevo conflicto
con Inglaterra la Milicia Urbana volvió a movilizarse «...engrosando muchos de sus volun-
tarios el ejército sitiador, elevando al Rey una notable exposición ofreciendo sus servicios,
vidas y haciendas.»76
75. SARRIA MUÑOZ, A.: Tarifa a comienzos del siglo XVIII. Málaga - El autor -1996. p. 323 y ss.
76. PÉREZ PETINTO Y COSTA, M.: Historia de la muy noble... Op. cit.
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8.- ANEXO DOCUMENTAL
DOCUMENTO 1
El Rey Católico, por sí y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la
Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar,
juntamente con su puerto, defensas y fortaleza que le pertenecen, dando la dicha propie-
dad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excep-
ción ni impedimento alguno.
Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías,
quiere el Rey Católico, y supone que así se ha de entender, que la dicha propiedad se cede
a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con
el país circunvecino por parte de tierra. Y como la comunicación por mar con las costas de
España no puede estar abierta y segura en todos los tiempos, y de aquí puede resultar que
los soldados de la guarnición de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad se vean reduci-
dos a grandes angustias, siendo la mente del Rey Católico sólo impedir, como queda dicho
más arriba, la introducción fraudulenta de mercaderías por la vía de tierra, se ha acordado
que en estos casos se pueda comprar a dinero de contado en tierras de España circunveci-
na la provisión y demás cosas necesarias para el uso de las tropas de presidio, de los veci-
nos y de las naves surtas en el puerto.
Pero si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para per-
muta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarían al fisco, y presentada queja de esta con-
travención del presente Tratado serán castigados severamente los culpados.
Y Su Majestad Británica, a instancia del Rey Católico consiente y conviene en que no
se permita por motivo alguno que judíos ni moros habiten ni tengan domicilio en la dicha
ciudad de Gibraltar, ni se de entrada ni acogida a las naves de guerra moras en el puerto
de dicha Ciudad, con lo que se puede cortar la comunicación de España a Ceuta, o ser
infestadas las costas españolas por el corso de los moros. Y como hay tratados de amistad,
libertad y frecuencia de comercio entre los ingleses y algunas regiones de la costa de África,
ha de entenderse siempre que no se puede negar la entrada en el puerto de Gibraltar a los
moros y sus naves, que sólo vienen a comerciar.
Promete también Su Majestad la Reina de Gran Bretaña que a los habitantes de la dicha
Ciudad de Gibraltar se les concederá el uso libre de la Religión Católica Romana.Si en
algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender o ena-
jenar, de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se ha convenido y
concordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera acción antes
que a otros para redimirla.
100
DOCUMENTO 2
1764, SEPTIEMBRE, 10
Testimonio literal que inserta tres cartas órdenes (A),(B) y (C) del gobernador del
Consejo de Castilla relacionados con el plan de Gobierno de Fernando VI para las nuevas
poblaciones del Campo de Gibraltar.
A.H.N. Consejos, leg. 8.021, nº3
Antonio de Coca y Orta escribano del Rey nuestro Señor Publico y del Cavildo de la
Ciudad de Gibrartar que por su perdida reside en este su Campo y Población de San
Roque, doy fee que en el Libro Capitular del año pasado de setecientos zinquenta y seis
consta un testimonio dado por Pedro López de Ortega, escribano del número, inserto en
el la Resolución de Su Majestad del Nuevo Plan de Gobierno que su tenor a la Letra es del
tenor siguiente:
Pedro Lopez de Ortega, escribano del Rey nuestro Señor, Público del numero desta
Ziudad, guarda y superintendencia de Rentas de este Campo, doy fee que por el
Ilustrisimo Señor Obispo de Cartagena del Consejo de Su Majestad y Gobernador del de
Castilla se han comunicado a su Señoria el Señor Don Francisco de Paula Bucareli y
Ursua, Caballero del Orden de Santiago, Mariscal de Campo de los Reales Exercitos y
comandante general deste y Frontera de Gibraltar las Reales determinaciones del tenor
siguiente:
(A) Habiéndose enterado el Rey de lo representado por Vuestra Señoría en asumpto al
desorden que se experimenta en las Poblaciones del Campo de Gibraltar se ha servido
resolver que permaneciendo en la Ziudad de San Roque un Alcalde Mayor se ponga otro
en la Población de Algeciras y otro en la de los Varrios consignando a cada uno de estos
quinientos ducados de vellón de salario al año sobre los propios y arbitrios que goza dicha
Ciudad quedando estos como igualmente los pastos y demas aprovechamientos comunes
como lo ha estado hasta aquí a los vecinos de las tres Poblaciones. Que para el Gobierno
de las dos en que han de residir los nuevos Alcaldes Mayores se nombren en cada una qua-
tro Regidores añales, un Procurador Síndico y un escribano del número y Ayuntamiento
y dos Alguaciles ordinarios estos ultimos con zinquenta ducados cada uno de los quales ofi-
cios podra Vuestra Señoría elegir por la primera ves y después lo propondran los mismos
que los han servido en fin de cada un año juntos en cavildo con el Alcalde Mayor para que
aprobándolos Vuestra Señoria egerzan dichos oficios, y en consequencia desto ha nombra-
do Su Majestad para la Vara de Algeciras a don Francisco Belmudes y Salcedo, y para la de
los Varrios a don Francisco Toral lo que participo a Vuestra Señoria para su inteligencia y
cimplimiento en la parte que le toca.- Dios guarde a Vuestra Señoria muchos años.-
Madrid nueve de septiembre de mil setecientos zinquenta y cinco.- Diego Obispo de
Cartagena.- Señor don Francisco de Bucareli y Ursua.
101
(B) Haviendo desestimado el Rey el recurso que hizo a su Real Persona la Ciudad de
Gibraltar existente en su Campo de San Roque en que pretendia se suspendiesen los efec-
tos de su Real Resolución de seis de septiembre del año proximo pasado que comunique a
Vuestra Señoria en nuebe del mismo mes y año en punto del nombramiento de Alcaldes
mayores en las Poblaciones de Algeciras y los Varrios y se mantubiese la Jurisdiccion unida
como antes sin derogar el Privilegio que tiene o se la oyese en Justicia para exponer los per-
juicios que se le seguian de esta providencia y las demas que se tomaron al mismo tiempo
ha rresuelto ahora nuebamente Su Majestad subsista la citada Real Resolución y que se
haga separación division y mojonera del termino de las tres referidas Poblaciones para que
cada uno de los tres respectivos Alcaldes mayores de ellas exerza la Jurisdicción ordinaria
en los limites siguientes.-(1º) El termino y jurisdiccion de la de San Roque debera tener
por linderos el rio de Guadarranque y las jurisdicciones de Castrellar Ximena y Casares que
son sus inmediatos confinantes en cuio solo distrito devera su alcalde mayor egercer la
jurisdiccion zivil y criminal, denunciaciones y excesos que se cometan en el.- (2º) Que la
de la Poblacion de los Varrios y uso de ella por su Alcalde mayor sea desde el referido rio
Guadarranque la voca del de Palmones cachon de Pesino, la Garganta de Votafuego hasta
dar con las Dehesas de Ojen y Sanona propias de don Carlos de Arisaga, y lindan con las
del marques de las Navas y terminos de las villas de Alcala,Castellar y Medina Sidonia.-
(3º) Que sirban de mijones al termino de la Poblacion de Algeciras y demarcacion de su
jurisdiccion, la misma voca del rio Palmones cachon de Pesino,Garganta de Votafuego arri-
ba en que finaliza la de los Varrios, y por otro lado el termino de la ziudad de Tarifa.-
(4º)Que el goze de los pastos de dehesa, frutos de vellotas, y demas aprovechamientos
exempciones y Privilegios que los señores Reyes han concedido a la Ziudad queden y sean
comunes a todos los vecinos de las referidas tres poblaciones sin embargo de la division de
jurisdiccion que ba mencionada.-(5º) Que la eleccion de oficios queannualmente debera
hacerse para las dos Poblaciones de Algeciras y los Varrios conforme a la citada Real
Resolucion de seis de septiembre de mil setecientos cincuenta y cinco que comunique a
Vuestra Señoria en nuebe del mismo mes y año se egecute con arreglo a las Leyes del Reino
guardando los huecos y parentescos, y para la proposicion que se ha de hacer por cada una
de ellas al comandante general que por tiempo fuesen de ese Campo se junte el
Ayuntamiento respectivo de los dos Pueblos con el Alcalde mayor para acordar y proponer
dies sugetos de quien pueda elegir quatro Regidores y un Procurador Sindico a cuyo fin se
le remitiran al Comandante general queriendo Su Majestad que mientras no haya mitad
de oficios gocen de la antigüedad los que huvieron ya servido empleos de republica y en
caso de que no los hayan tenido según sus hedades a cuio efectto se debera hacer expresion
de la de cada uno de ellos en la propuesta para que deste modo se eviten disputas y con-
troversias siendo de la obligacion del Alcalde mayor de cada una de las dos mencionadas
Poblaciones remitir esta proposicion al Comandante general antes del dia quinze de
diziembre de cada año vien entendido de que el Procurador Sindico no ha de tener voto
102
solo asiento en el Ayuntamiento para que en el pida lo que sea mas util y conveniente al
comun de su poblacion.-(6º) Que asimismo se nombre con la propia formalidad en cada
poblacion de las dos mencionadas un vecino abonado que egerza la vara de Alguacil mator
con vos y voto y asiento en el Cavildo teniendo la responsabilidad de Alcayde de la Carcel,
y que la persona que asi se elija para este cargo que ha de ser con aprovacion del
Ayuntamiento respectivo se le asista con cinquenta ducados al año de los Propios y
Arvitrios de la ziudad debiendose nombrar tanvien todos los años los Guardas del Campo
que se consideren necesarios en cada poblacion por carga copncejil asistiendo a cada uno
con veinte ducados de los Caudales Publicos para ayuda a mantener cavallo imponiendo-
les la multa de zien ducados, y de que quedaran inaviles para Oficios de Republica si se
aberiguase que faltan en este encargo a su obligacion.-(7º) Que respecto de que en San
Roque hay tres escrivanos que son Melchor Lozano, Jacinto de Molina y Lorenzo Espinosa
manda Su Majestad de dicho Jacinto de Molina pase a servir la escrivania de Ayuntamiento
en la Poblacion de los Varrios, Lorenzo Espinosa a la de Algeciras quedandose en San
Roque Melchor Lozano señalando a cada uno de ellos el sueldo de zinquenta ducados
sobre los Propios y comunes que es lo que oy gozan en dicha Ziudad.- (8º) Que para el
Gobierno de cada poblacion se sque un traslado autentico de las Ordenanzas que se hallan
en los Libros Capitulares de San Roque para que teniendose presente en cada uno de los
dos nuevos Ayuntamientos se observen por ellos en sus territorios.-(9º) Que la junta for-
mada de orden del Consejo para la administracion de los Caudales publicos y que preside
Vuestra Señoria y se compone por dos Regidores Diputados por la ciudad subsista en la
forma y como esta prevenido por el consejo con tal que los sujetos que la compongan desde
ahora en adelante sean seis en lugar de los quatro dichos en esta forma, un Regidor y un
vecino criador de cada una de las tres referidas Poblaciones respecto de que siendo intere-
sadas todas en los fondos y rentas de la Ciudad se considera conveniente que cada
Poblacion tenga en la dicha Junta personas que miren por su aumento y conservacion.-
(10º) Que demas de los Procuradores Sindicos que se nombren particularmente en cada
Poblacion se elija uno general que tenga en su cargo todas las dependencias de dicha junta
siga los Pleytos y ponga las demandas convenientes, y se despachen con su interbencion
los Libramientos para que por este medio tengan prompto cuerpo los negocios que ocu-
rran en razon de los arrendamientos de Dehesas Yerbas y repartimiento de fruto de vello-
ta, su distribucion y denumpcias de fuego, y talas de Montes.-(11º) Que las ordenes que
se le comunicaren asi en cuanto á posito cria de Cavallos, y otras generales se dirijan a la
ciudad de Gibraltar existente en su Campo de San Roque para que la comunique a los
Pueblos de su comprehension.-(12º) Y respecto de que por la citada Real Resolucion de
seis de septiembre de mil setecientos cinquenta y cinco esta mandado de Su Majestad que
en el primer año elija Vuestra Señoria los regidores y demas Capitulares que han de com-
poner los Ayuntamientos de las Poblaciones de Algeciras y los Varrios y que en su conse-
quencia a propuesto Vuestra Señoria para Regidores de Algeciras a don Pedro monje, don
103
Joseph Saenz, don Francisco de la Peña y don Juan Valerio Moreno, por Alguacil mayor a
don Juan Antonio Maldonado y para Procurador Sindico a Juan Francisco de Aranda y
para Regidores de los Varrios a don Bartolome Lopez del Castillo, don Pedro Izquierdo
Calbo, don Miguel Martín Vasques Torres, y don Francisco Santander por alguacil mayor
a don Francisco Jacobo Martín Pesino, y por Procurador Sindico a don Alonso Martín
Carrasco se ha servido Su Majestad aprobar dicha propuesta mandando se ponga por
Vuestra Señoría en ejecución el nombramiento de estos sujetos para que sirban dichos ofi-
cios el primer año y los demas se observe el método que arriba se expresa lo que preven-
go a Vuestra Señoría de orden de Su Majestad para que providencie lo correspondiente a
su Cumplimiento en todas sus partes y que a este efecto y para la inteligencia de dichas tres
Poblaciones se copie esta Real Resolución a la Letra en sus Libros Capitulares dándome
Vuestra Señoria aviso de haverse asi practicado.- Dios Guarde a Vuestra Señoria muchos
años.- Madrid veinte y dos de junio de mil setecientos zinquenta y seis.- Diego Obispo de
Cartagena.- Señor don Francisco de Bucareli y Ursua.
Asimismo doy fee que haviendo Su Señoría dicho señor Comandante General repre-
sentado sobre que se explicase el Capitulo once de la Real Resolución inserta del
Ilustrisimo Señor Gobernador del Consejo Real de Castilla en carta de fecha de diez y ocho
deste mes responde su Ilustrísima entre otras cosas lo siguiente:
(C) Y por lo que mira al punto que trata de que las órdenes generales se deben comu-
nicar a esta Ciudad para que por ella se distribuyan a las demas Poblaciones esto se debe
entenderde aquellas ordenes circulares que se dirijen en los casos que ocurran sobre deser-
teros, vagamundos, gitanos, langosta y otras cosas y casos particulares como exequias
Reales Proclamaciones a todas las Cavezas de Partido y siendo San Roque de las otras dos
Poblaciones de Algeciras y los Varrios y unicas en este Campo se las debera distribuir la
misma Ziudad cuando hablen con ella o su Alcalde mayor para su ejecución sin que esto
le de Jurisdiccion alguna sobre los otros Alcaldes mayores, y Pueblos no debiendo com-
prenderse en esta regla aquellas comisiones de que particularmente se halla Vuestra Señoría
encargado, pues en quanto a estas no se debe hacer novedad ni podra llegar ahora el caso
de dirijirlas a otro que á Vuestra Señoria por los respectivos tribunales de donde proceden.-
Dios guarde a Vuestra Señoria muchos años.- Madrid dies y ocho de julio de mil setecien-
tos cinquenta y seis.- Diego Obispo de Cartagena.- Señor don Francisco de Bucareli y
Ursua.
Lo aquí inserto concuerda con sus originales que por ahora quedan en mi poder a que
me remito.- Y para que la Ciudad de Gibraltar tenga presente lo resuelto por su merced y
disponga su cumplimiento en la parte que le toca en fuerza de Auto de su Señoria dicho
Señor Comandante General de veinte y siete de este mes doy el presente en San Roque a
treinta de julio de mil setecientos cincuenta y seis años. Y en fee de ello lo signo y firmo
Pedro López de Ortega escribano.- Y asi mismo doy fee que en Cavildo que esta Ziudad
celebro en el dia treinta y uno de julio del año pasado de setecientos cinquenta y seis por
104
ante Jacinto de Molina escribano que fue de Cavildo de esta Ciudad por el que consta y
parece haverse hecho presente la resolución de Su Majestad del nuevo Plan de gobierno
antecedente el que se leyo por Pedro Lopes de Ortega escribano publico estando en dicha
quadra y haviendo salido dicho escribano de ella y la Ciudad inteligenciada de todo su can-
tenido havia acordado se cumpliese sin perjuicio del Real Privilegio y de reclamar por su
derecho como todo lo referido mas largamente y en forma consta y parece de dicho acuer-
do. Y lo inserto concuerda con dicho Libro Capitular y por ahora en mi poder a que me
remito y para que asi conste donde convenga doy el presente en San Roque a diez dias del
mes de septiembre de mil setecientos sesenta y cuatro.- Antonio de Coca y Orta escribano
de Cavildo.77
DOCUMENTO 3
1768, OCTUBRE, 29
Declaraciones añadidas por Carlos III al Plan de gobierno de Fernando VI (1756) para
las nuevas poblaciones de Gibraltar en su Campo.
A.H.N. Consejos, leg.8.021, nº 334.
«...Y visto todo por los del nuestro _consejo con lo expuesto por el nuestro fiscal en res-
puesta de diez y nueve de setiembre de mil setecientos sesenta y seis; y seis de abril de mil
setecientos sesenta y siete, y lo resuelto por Nuestra Real Persona á consulta que con mi
inteligencia de todo y en virtud de lo mandado en la Real Orden de doce de noviembre
de mil setecientos sesenta y tres, se hizo en diez y nueve de julio de este año conforme a su
Real deliberación se acordo expedir esta nuestra Carta por la qual aprobamos y confirma-
mos en nuevo Plan de Gobierno que va inserto de la Ciudad de Jibraltar y sus dos
Poblaciones de Algeciras y los Varrios compuesto de doce capitulos comunicado, en el año
de mil seteciento cinquenta y cinco por el Reverendo en Christo Padre Obispo de
Cartagena Gobernador que fue de nuestro Consejo a consequencia de Real Resolución de
nuestra Real Persona con tal de que se observen las siguientes declaraciones:
1. Que sin hacer novedad en la expresión con que se despachan los Titulos de los
Alcaldes mayores de Algeciras y los Varrios los presenten estos ante la Justicia y ayunta-
miento de la Ciudad de Jibraltar en reconocimiento de ser esta Capital en cuyos Libros
Capitulares se pongan copia y luego pasen a tomar posesion afianzando de estar a residen-
cia en los respectivos Ayuntamientos de Algeciras y los Varrios.
2. Que a fin de mantenerse separado el Gobierno Militar del Civil y Criminal corra este
al Cargo del Alcalde mayor de la Ziudad despachándosele en adelante el Titulo con deno-
minación del Corregidor con las facultades de tal en los otros dos Pueblos según lo pre-
vienen las Leyes.
105
3. Que en señal del propio reconocimiento y distinción de la Capital no obstante que
las elecciones de Oficios de Justicia y Capitulares se executen como se previene en el Plan
de gobierno por los respectivos Ayuntamientos de las dos Poblaciones de Algeciras y los
Varrios hayan de quedar precisamente con la Obligación de dar parte de dichas elecciones
a la Ziudad de Gibraltar para que anualmente se anoten en los Libros de su Ayuntamiento.
4. Que en los nombramientos de oficios publicos y Titulñares en que han de continuar
las dos Poblaciones de Algeciras y los Varrios con la calida y precisa obligación de dar parte
a la Ciudad de Jibraltar para que anualmente se anote en los Libros de su Ayuntamiento,
se exceptue el Padre general de Menores por no ser necesario este oficio y si mui conve-
niente que se extinga si lo huviere.
5. Que la Junta establecida para la Administración de Caudales Publicos se componga
en adelante del Corregidor en Calidad de Presidente de ella en lugar del Comandante
general y de otros siete individuos, tres por la Ciudad de Jibraltar , dos por la Población de
Algeciras, y otros dos por la de los Varrios los quales se elijan anualmente por los mismos
comisarios electores que deben hacer la elección de Diputados y Personeros.
6. Que la Junta asi establecida entienda asimismo en todo lo político y gubernativo
tocante a los Montes de la Ziudad de Gibraltar asi de los que estan incluidos en los res-
pectivos territorios de las Poblaciones de Algeciras y los Varrios como los que estan fuera
de ellos con arreglo a la Real Instrucción de siete de diciembre de mil setecientos quaren-
ta y ocho y por lo respectivo a lo contencioso y causas y denuncias conozcan privativa-
mente los dos alcaldes mayores en sus respectivos territorios siendo leves que no excedan
de veinte ducados pero en todas las graves que excedan de esta Cantidad haia de conocer
el Corregidor de dicha Ziudad.
7. Que en quanto a las Cortas Limpias y talas de los Montes y licencias para ejecutar-
las se observe por todos tres ayuntamientos y sus respectivas Justicias la expresada Real
Ordenanza de siete de diciembre de mil setecientos quarenta y ocho, y en su consequencia
para la limitada corta de uno u otro arbol en caso de necesidad de los vecinos se conceda
sin llebar derechos de licencia por el Alcalde mayor de cada territorio; si la corta fuese
mayor o general y lo mismo la roza desbroce y limpia haian de obtener precisamente la
fabrica correspondiente, y que las podas generales sin que se veriofique corta alguna se
acuerden y traten conforme a ordenanza asi para el nombramiento de Peritos y Celadores
como para señalar los tiempos mas oportunos para ejecutarlas y para la puntual observan-
cia y cumplimiento tanto de los Privilegios de la Ziudad de Gibraltar como del nuevo Plan
de gobierno y Capitulos que ban insertos formados para la mas prompta administración
de Justicia y Gobierno de los Caudales Publicos de dichos Pueblos mandamos al coman-
dante general que al presente es y adelante fuere de la referida Ciudad de Gibraltar
Corregidor y Ayuntamiento de ela, alcalde mayores de las dos Poblaciones de Algeciras y
los Varrios sus Ayuntamientos, y demas Jueces, Justicias y ministros y Personas a quien
corresponda, vean los citados Privilegios nuevo Plan de Gobierno y Declaraciones y los
106
guarden y cumplan y ejecuten y hagan guardar cumplir y ejecutar en todo y por todo como
en ellos se contiene sin les contravenir permitir ni dar lugar que se contravengan en mane-
ra alguna antes bien para su devido y exacto cumplimiento den y hagan dar las ordenes y
providencias que se requieran que asi es nuestra voluntad. Y mandamos pena de la nuesta
(sic) merced y de zinquenta mil maravedies para la nuestra Camara, a qualquier escribano
que fuere requerido con esta nuestra Carta la notifique a quien convenga y de ello de tes-
timonio. Dada en Madrid a veinte y nueve de octubre de mil setecientos sesenta y ocho.-
El Conde de Aranda.78
DOCUMENTO 4
CONTRATA DE CORSO
107
es presente, por el qual, cierto y sabedor cada uno de su derecho, se obligan a haser dho.
Corso en los terminos y vajo las condiciones siguientes:
1. Que todos y Cada qual por su parte han de observar con la mayor exactitud la
Ordenanza de Corso, Rs. Ordenes e instrucciones que a este fin se dieron, sin faltar a ellas,
ni sus Articulos en modo alguno, observando toda subordinación a el Capitan y demas ofi-
ciales de dha Embarcación, en todos y cada uno de sus respectibos casos. El Capitan y
Armador asistirles con todo lo ofrecido que se hira hasiendo expresión y tratando como
corresponde a toda su tripulación con el mayor esmero, humanidad y hospitalidad devi-
da.
2. Que ha de ser de Cuenta de el Armador dar ocho pesos de a quince rs. A cada indi-
viduo de prestamo mensualmente, ecepto a el Capitan, que ha de percibir doscientos rs.,
el teniente, Capitan de Presas, el ssno, e ynterprete ciento y sinquenta y amas a todos qua-
tro rs. diarios, que estos se han de entregar a el Capitan para la manutención de la tripu-
lación, quien llevara cuenta y rason de lo que gaste en ella, y si sobran, lo repartira entre
los mismos como caudal de llos, pues por lo respectibo a lo que deben tomar mensual-
mente de prestamos, esto lo percibira cada uno por si para su devida cuenta y razon que
devera hacerseles y descontárseles en el caso de que se hagan presas y salgan lejitimas de
aquello que les toque en su respectibo tercio.
3. Que cualquiera Presa que se hiciere, vendida que sea en el todo, se ha de hacer de su
total valor tres partes, la una ha de repartirse entre la Tripulación del Corsario a propor-
cion de las partes que cada uno tiene señaladas y las otras dos terceras partes se entregaran
de ellas al Armador, sacándose antes del principal producto todos los gastos que se ocasio-
naren en ella hasta su remate.
4. Que las Presas que se hicieren lexitimamente Ynglesas, se partira su importe a los
quince dias de finalizada esta Campaña, y si fueren Neutrales, se depositara en el Armador
luego que este concluia según derecho y por la via regular, deviéndose en los enunciados
terminos finalisarla la venta de los efectos y buque que se apresen, pero si se originare algun
pleito, no se ha de repartir nada de las Presas Ynglesas hasta que este finalisado y solo se les
dara a cuenta un socorro.
5. Que ademas de las partes que han de haserse entre dha. Tripulación, se rreservaran
ocho de ellas de su tercio para repartir entre los que se señalen acreedores en las funciones
que se ofrezcan, curación de Eridos que puedan resultar de ellas, entierros de los que falle-
sieren en las mismas y de las demas se hara el señalamiento o obra pia que se tenga por
conveniente de acuerdo de todos los ynteresados y lo que quedare se rrepartirá entre los
mismos individuos de la tripulación a quien corresponde con igualdad según esta
Contrata, siendo una de las ocho partes que se han de separar para el Gremio de
Mareantes.
6. Siempre que por negligencia o descuido malicioso algun yndividuo se quedare en tie-
rra y el corsario hiciere una o mas presas, no tendra parte en ellas, ni podra reclamarlas.
108
7. El que desertare durante la Campaña, ha de quedar escluido de lo que pueda tocar-
le de partes en las Presas que se hubieren hecho y en tiempo alguno pedirlas ni reclamar-
las por que queda escluido desde entonces y lo que tenga ganado ha de quedar a benefi-
cio del Armador por los prestamos y manutención que le hubiese dado.
8. Que si alguno muriese en funcion de Presa, de resultas de ella y fuere acreedor a algu-
na que antes se haya echo, se librara su aver a sus Erederos.
9. El que robare a bordo o entregare algun efecto de presa o de su Embarcación o equi-
paje, se dara cuenta al Sr. Ministro pl. de Marina de la Provincia, y si no fuere en ella, a el
que corresponda, asegurándole para que se castigue a proporcion de su delito.
10. El Capitan estara obligado a darle buen trato a toda la tripulación y esta no podra
oponerse a las ordenes y mandatos de dho. Capitan vajo las penas que se impondran por
su correspondiente Juez.
11. Es condicion espresa entre el Armador, Capitan y tripulación el que si se tomare
alguna presa sin hacer fuego sea solo acreedor a el despojo de la Camara del apresado el
Capitan apresador por lo que mira a ropa y otros efectos de uso y no mas y haviendo echo
fuego, sera de toda la tripulación, pero en todos los casos no seran acreedores el Capitan
ni tripulación a el dinero que pueda traer cualquier presa pues este devera partirse como
los demas, a ecepcion de cantidad hasta trescientos rs. Que tenga algun individuo de los
apresados y no mas.
12. Que a cualquier presa que durante la Campaña se haga, aunque sea una sola, se han
de descontar los prestamos que se hubieran suministrado a la tripulación y si se la hiciere
alguna ostilidad a Embarcación de cualquiera Nación que sea, la han de pagar de su ter-
cio. Y asi mismo, que el Armador ha de poder despedir a el Capitan siempre que este no
cumpla con los deveres de su obligación o presedase otras lejitimas y justificadas causas.
Bajo cuias condiciones hasen esta contrata y obligacion que cada uno guardara y cum-
plira enteramente por su parte con sugeccion a la Rl. Ordenanza de Corso, vajo las penas
establecidas en ella y por las que se les apremiará a su entero y devido Cumplimiento por
todo rigor de dro. en virtud de esta escriptura y el Juramento de la parte en que cada cual
lo deja diferido y relevado de otra y a el efecto sus personas y bienes avidos y por aver, dan
poder a las Justicias de S.M. que de sus causas devan conocer para que les apremien a su
Cumplimiento como por sentencia pasada en cosa juzgada, renuncian las leyes, fueros y
dros. de su favor y la general en forma. Y asi lo otorgan.
Firman los que saven y por los que no un t.g.q. los son D. Juan Vargas Machuca, D.
Miguel Colety y D. Esteban Sebastián Tirado, vecinos de esta ciudad.
Firman: Francisco de Vargas Machuca, Francisco Rivano, Jose Maria Ortiz, Francisco
Gallardo, Juan de Soto.
No aparece la firma del notario.
Archivo Notarial de Algeciras. Sección Algeciras. Antonio Meléndez Chaves.1797. Fol.
366 y ss. 79
109
DOCUMENTO 5
VENTA DE ESCLAVO
110
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113
Capítulo VI
El siglo XIX: la consolidación
Juan Ignacio de Vicente Lara
Licenciado en Geografía e Historia
Consejero de Número del IECG
PARTE PRIMERA: LA CIUDAD
El caserío:
La Algeciras del siglo XIX seguirá la trama ortogonal proyectada por los ingenieros mili-
tares en la centuria precedente, con el añadido de algunas expansiones y la construcción de
varias de las edificaciones que serán emblemáticas de los tiempos contemporáneos. El case-
río estará contenido básicamente dentro de los dos recintos murados que tuvo la ciudad
medieval: la Villa Nueva, al norte del río de la Miel, y la Villa Vieja, al sur. La Villa Nueva
estaba delimitada entre el río por el sur y el cortijo del Calvario por el norte, donde su Cruz
Blanca, levantada frente a las colinas de pastizales, indicaba el comienzo de las afueras del
pueblo. Por el lado de la mar la iluminaba el sol naciente colándose entre los ojos y mira-
dores abiertos en los muros derruidos sobre El Barranquillo. Por el poniente se abría al
campo a través del callejón de las Huertas, que enlazaba el cortijo del Calvario con la huer-
ta de la Cruz; la Viña de Añino; el secano de Tizón; las huertas de San Isidro, el tunar de
Ojeda; las huertas de la Caridad y del Ancla, y ya junto al río, la Alameda Vieja, que era
un arbolado entre más huertas. En la margen derecha del río a principios del siglo había
un asentamiento reducido, que con el tiempo ocupará toda la colina de la Villa Vieja, el
otro sector murado de la Algeciras medieval. Como símbolo de este siglo se significará el
campanario de Santa María de la Palma, erigido en 1805, que con la plaza Alta a sus pies,
constituirán desde entonces el blasón sentimental de la ciudad.
En 1807 algunas calles del centro urbano todavía estaban en formación1 y otras se abrían
entre huertas o aún carecían de nombre.2 En los años treinta se inicia la expansión de la ciu-
dad, favorecida por el derribo, en el siglo anterior, de puertas y lienzos de las murallas medie-
vales.3 Comenzó por el norte hacia 1833 con la ocupación de porciones de tierra del cortijo
del Calvario, en las que algunos vecinos, primero, por su cuenta, y, más tarde, por señala-
miento del Cabildo, formaron sembrados y jardines a los que llamaron paseo de Cristina,4
que posteriormente se amplió en 1842 con el acondicionamiento del terreno situado a su cos-
tado oeste, disponiéndose de una nueva zona para esparcimiento del público.5 En cuanto al
1. AMA: "Fernando de Casas solicita autorización para construir su vivienda en un terreno de la calle Sevilla, situado entre
San Antonio y Buen Aire, adecuándose para ello a la línea ya marcada de la calle". LAC: Sesión del 22 abril 1807.
2. ANA: "Benito Oliva vende a Juan de los Reyes dos viviendas de casas contiguas en la calle de Jerez, linda por levante con
la capilla de San Isidro y por poniente con otra de Juan de Lerena, cuyo fondo sale a la otra calle que no tiene nombre en la
misma plazuela de San Isidro con salida al frente de las huertas". 5 febrero 1806. Algeciras: Coletty, Libro 3.
3. "Es pueblo abierto, sin fortificación, muralla, ni tapia de ninguna clase". MADOZ. P.: Diccionario Geográfico Estadístico
Histórico de España. Madrid-1846. p. 560.
4. El Cabildo consideraba esta zona como "un ejido para desahogo del público a cinco varas de las casas de la ciudad". AMA;
LAC: Sesión del 11 enero 1839.
5. AMMA: "Se pagaron 1.940 reales al regidor Ignacio Benitez por los gastos ocasionados en las obras del paseo del
Calvario". Libro de Propios del año 1842. Caja 60 Exp. 2.
119
frente occidental, ya en
1815 se habían trazado
varias calles, pero la expan-
sión quedó frenada por la
presencia de un pilón abre-
vadero de las caballerías,6
situación que no se desblo-
quearía hasta que en 1839
el Cabildo concedió a un
grupo de albañiles terrenos
para edificar casas en el
sitio nombrado secano de
Tizón, dando lugar a la CAPILLA DEL SANTO CRISTO DE LA EXPIACIÓN, ENTRE LA ALAMEDA VIEJA Y EL RÍO.
formación de las calles COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA
Nueva (Tte. Farmacéutico Miranda) y Secano (Ruiz Zorrilla).7 Más al sur, en la década de los
años cuarenta, coincidiendo con un auge demográfico, se comienza la urbanización de la
Alameda Vieja, tomando por vértice la capilla del Santo Cristo, cuyas edificaciones permiti-
rán al Ayuntamiento cobrar tasas por la ocupación de suelo.8 Aunque quizás no pueda hablar-
se propiamente de una expansión hacia el este, por estar el terreno cortado sobre la costa,
la ciudad, buscando encontrarse con su mar, abrió un paso en el barranco del Murillo, faci-
litando el acceso a la playa para su disfrute y la posterior conexión con la Marina.9 En cuan-
to al otro núcleo de la ciudad, en la margen derecha del río se había formado un arrabal lla-
mado Sur del Río, que en 1868 apenas se componía de "algunas casas que no bastan a for-
mar calles."10 En 1845 se comunicaba con la ciudad por dos puentes, uno de un arco de pie-
dra, y otro muy angosto, de tres arcos.11 En el resto de la Villa Vieja, el Cabildo repartía tie-
rras para casas y huertos, cuidando que no se ocupase la Cañada Real de Tarifa12 y subastaba
el arrendamiento de más de medio centenar de fanegas para cultivo de trigo.13 A finales de la
centuria, con la llegada del ferrocarril hasta la misma desembocadura del río, los terrenos de
la Villa Vieja se revalorizarán y una buena parte de ellos serán adquiridos por potentados bri-
120
tánicos, que construirán
aquí sus villas de recreo
dominando las alturas;
otros en cambio, serán
habitados por gente más
humildes que ocuparán
casitas y patios de vecinos;
y en la cima de la colina,
se levantará un "Hotel
Inglés", que será el
buque insignia del colo-
nialismo británico des-
plegado sobre la comarca
PROYECTO DE EMBELLECIMIENTO DE LA PLAZA DEL REY EN 1807. del Campo de Gibraltar.
COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA.
121
-"Las casas son bonitas y limpias como en toda España. Tras las persianas de caña, suce-
dáneo de las celosias nuestras de madera, que proporcionan fresco, y las rejas pintadas de
verde" (Maximiliano de Austria: 1851).19
-"El casco de la población es de piso algo desigual, lo componen calles limpias y bien
empedradas, en su mayoría anchas y regularmente alineadas, con baldosas en las aceras"
(Antonio Poley: 1901).20
En el casco se ordenan tres plazas públicas principales, escalonadas en cotas diferentes
y cada una de ellas, interrelacionadas con mundos bien distintos de la ciudad.
La plaza Baja, o de Ntra. Sra. de la Palma, situada junto al mar y cerca del río, alber-
gaba desde 1819 los puestos de la verdura y en 1821 se construyó en su explanada el mer-
cado de abastos, siendo uno de los lugares sobre los que gravitaba la vida portuaria y
comercial de la ciudad. En 1845 se describía de la siguiente manera:
Estas habitaciones, llamadas casillas y también cajones, fueron levantadas por cuenta de
los usuarios en el terreno señalado por el Cabildo. Constaban de un cuadrado de cuatro
varas cubierta con azotea y en su frente tenían un arco de dos varas que también le perte-
necía.22 En 1856 El número de ellas era de treinta y tres y cada una pagaba un canon de
cinco reales mensuales.23 En 1836, por hallarse en ruinas el edificio de la pescadería, se
decidió trasladar aquí a los vendedores y situarlos en "las dos partes laterales de la fuente,
formando un colgadizo suficiente en ámbas partes con lo demás que se estimare oportuno
a el aseo y comodidad de dicho mercado."24
La plaza Alta se abre en el extremo meridional de la terraza sobre la que se asienta
el centro urbano. Siempre ha sido llamada así por el pueblo, aunque oficialmente a lo
largo del siglo XIX ostentó diferentes denominaciones, tales como: plaza del Rey, de la
Constitución y de la República, como se ve, siempre al socaire de los derroteros polí-
ticos del país. Ella ha sido el escenario de infinidad de acontecimientos de la vida polí-
tica, administrativa, religiosa y ociosa de los algecireños. A mediados de la centuria
estaba embellecida con
19. BUENO: Op. cit. p. 157.
20. POLEY POLEY, A.: Cádiz y su provincia. Descripción gráfica y estadística. Sevilla-1901. p. 123.
21. MADOZ: Op. cit. p. 560.
22. AMMA: "Título de propiedad de una casilla o cajón en la plaza del mercado de esta ciudad perteneciente a Vicente
Bálsamo. Algeciras, 13 septiembre 1834". Urbanismo: Leg. 48.
23. AMMA: Libro de amillaramiento para el año de 1856. Caja 64 Exp. 1.
24. AMA; LAC: Sesión del 13 febrero 1836.
122
Un hermoso y elegante cuadrilongo, que deja anchas calles alrededor, embal-
dosado, de 165 pies de largo, por 145 de ancho, circuido por asientos de piedra,
con respaldos de hierro, postes, marmolillos con cadenas, y árboles colocados de
trecho en trecho. En medio contiene una hermosa fuente circular que sirve de
basamento a una columna que se eleva a la altura de unos 70 a 75 pies, construida
para colocar sobre su capitel una estátua; y en el frente o lado del E. se ve otra
fuente que recibe las aguas de la primera, y surte al público.25
La tercera plaza es la que culmina el barrio de San Isidro, habitado por hortelanos y jor-
naleros. No era más que una sencilla plazuela: "Es pequeña e irregular, rodeada de casas
bajas, y tiene un pozo público en el centro, y en uno de los costados un edificio, que se
levantaba para iglesia, y se halla convertido en cuartel."26 Hacia 1851 se celebraba en ella
un mercado público y hasta se llegó a considerar la conveniencia de construir una casilla
para el almotacén, pero no llegaría a consolidarse esta actividad comercial.27
En 1845 el caserío lo formaban más de mil setecientos edificios,28 que sesenta años más
tarde habían descendido a mil seiscientos cuarenta y cuatro a consecuencia del varapalo
sufrido por la economía algecireña en la segunda mitad del siglo a raíz de la decadencia que
produjo en el contrabando el fin de las medidas proteccionistas.29
En el arreglo de las calles el Cabildo contó en infinidad de ocasiones con la generosi-
dad de los Comandantes Generales del Campo, que destinaron a la mejora de la ciudad
sede de su Estado Mayor, importantes cantidades procedentes de los emolumentos parti-
culares que percibían de los derechos que hasta 1854 abonaban los viajeros a Gibraltar por
la obtención del pasaporte30. Entre aquellas obras, quizás la que habría de resultar más
emblemática, fue la del embellecimiento de la plaza Alta que patrocinó el General
Francisco Javier Castaños, y que consistió en un obelisco como elemento principal, erigi-
do en loor a Manuel Godoy. El mismo Castaños expuso el proyecto a la consideración del
Príncipe de la Paz:
123
ellos vasos Etruscos, en cuyo remate se elevarán faroles proporcionados para que
la luz de los 16 sea suficiente a toda la plaza. 16 canapés de cantería con verjas de
hierro coronarán los 4 frentes del enlozado, y entre ellos algunos adornos de már-
mol, y jarrones o mazetones con naranjos: Reunidas en el ovelisco las cañerías de
las 2 fuentes que hay en el pueblo, agregándole el agua que debe aumentar para
la excasez que se experimente, habrá suficiente caudal de ella para la hermosura
de este Monumento, y para el surtido del vecindario y del Ejército. La adjunta
inscripción es la que va puesta en castellano en el óvalo del pedestal del Ovelisco;
y estará repetida a los otros tres frentes en los idiomas Francés, Ynglés y árabe que
son las naciones que mas frecuentan este puerto.31
Otras veces, las obras se emprendieron como medidas preventivas a las epidemias
o para mitigar el paro
obrero. En 1854, con
motivo de la invasión
del cólera morbo, se
repusieron losas y ado-
quines de varias calles,
se repararon fuentes y se
limpió la ronda del pue-
blo.32
En 1864 la prensa
denunciaba importantes
carencias sociales y urba-
nísticas33 y, para mitigar la
situación, se dispuso el FACHADA DEL EDIFICIO DE LAS CASAS CONSISTORIALES CONSTRUIDA EN 1897.
adoquinado del lado sur COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA.
de la plaza del mercado y las calles que van del río a la Caridad.34 En la última década del
siglo se efectuaron importantes mejoras: se empedraron más de diez calles y se sustituye-
ron casi kilómetro y medio de alcantarillado, superando los gastos las cien mil pesetas.35
31. AMA; LAC: "Carta del general Castaños al S.S. Príncipe de la Paz. Algeciras, 12 marzo 1807". Sesión del 8 agosto
1807.
32. En la exposición de motivos se dice que "vendemos losas y no las tenemos puesta en el pueblo". AMMA: Propuesta de
reparaciones debido a la invasión de cólera morbo. Algeciras, 2 septiembre 1854. Urbanismo: Leg. 48.
33. «¿Hasta cuándo Sr. Alcalde no se practicarán las mejoras de ornato público que reclama a voces esta ciudad? Dinero no
falta en depositaría; miseria hay mucha en la población y por lo tanto brazos suficientes, tristes padres de familia que con
gusto se ocuparían en trabajar para atender al sostenimiento de aquellas" Eco del Campo de Gibraltar. Algeciras, 21 agosto
1864.
34. AMMA: "Relación de gastos de jornales invertidos en el empedrado de calles". Urbanismo: Leg. 48.
35. SANTACANA Y MENSAYAS,E.: Antiguo y moderno Algeciras. Algeciras-1901. p. 173.
124
En 1884 Pedro de Madrazo había escrito que Algeciras, por ser una reedificación
reciente, era "más recomendable por obra de comodidad pública que por el carácter
artístico de sus construcciones."36 y aún siendo cierto, de entre las sencillas edificaciones
del caserío se significaban, no obstante, algunas erigidas en la centuria anterior, a las que
se sumarán ahora las nuevas que se constituirán en los iconos urbanos de la Algeciras
decimonónica. Son los casos del campanario de Santa María de la Palma, concluido en
1829, cuyo reloj de cuerda, instalado en 1805, supuso toda una innovación con respec-
to al de sol que había pintado en el suelo de la plaza Alta; el edificio de las Casas
Consistoriales, que dotó por fin en 1897 al Cabildo de una sede acorde a la categoría de
su representatividad; la pescaderia, situada junto a la playa de la Marina, tuvo vida efí-
mera, pues levantada en 1876, sus columnas y vigas de hierro fundido, se tuvieron que
desmantelar en 1914 debido a su estado de corrosión; el cementerio, construido en 1848
y aún hoy en uso, sustituyó a otro anterior de 1804 emplazado en un collado al noroes-
te del caserío; el coso taurino de La Perseverancia, último de una sucesión de al menos
tres, presenció a partir de 1866, desde una colina del cortijo del Calvario, la prolonga-
ción de la trama urbana por los cerros vecinos; el teatro Principal, situado en la calle
Rocha, levantó su telón durante toda la centuria y el Variedades, junto al paseo de
Cristina, cubrió, a partir de 1882, las funciones en los veranos; el antiguo cuartel de los
Caballos, en el pozo del Rey, que, desde su restauración en 1873, albergó la
Comandancia General del Campo de Gibraltar, que antes estuvo en la calle de la
Munición; y en los estertores del siglo, saludando a los nuevos tiempos, el hotel Reina
Cristina, piedra angular del nuevo negocio turístico.
La Limpieza Pública:
Para la recogida de la basura doméstica y el aseo de las calles, el Cabildo subastaba todos
los años la adjudicación del servicio mediante un pliego de condiciones en el que se arti-
culaba los recursos humanos y el utillaje que debía disponer el rematador, así como la fre-
cuencia con la que se habría de hacer la limpieza. El pliego de 1846 estipulaba, entre otros,
los siguientes requisitos:
El que contrate deberá tener y costear de su cuenta dos carros con los sirvien-
tes y acémilas necesarias que recorran diariamente todas las calles de la ciudad acer-
cándose a las puertas de los vecinos para recoger las basuras que les entreguen" (art.
1). "Las calles, plazas de la ciudad y sus alrededores o ronda del pueblo estarán
siempre limpios sin presencia de taramas, animales muertos ni ninguna clase de
inmundicias" (art. 2). "Las calles y plazas serán bien barridas los miércoles y sába-
dos de todas las semanas siendo de su cuenta el pago de los mozos que emplee y
el coste de las escobas, espuertas y demás útiles que necesiten" (art. 5).
36, MADRAZO, P. de: Recuerdos y bellezas de España: Sevilla y Cádiz. Madrid-1884. p. 588.
125
Algunos años más
tarde, en 1864, se exigía
un aumento de los recur-
sos: "La cuadrilla estará
integrada por cuatro caba-
llerías menores, un arriero
y cuatro barrenderos" (art.
2) y los días de barrido
pasaron de dos a tres: "Las
calles serán bien barridas
los martes, jueves y sába-
dos" (art. 6). En todos los
casos, se advertía al conce-
sionario la posibilidad de EL CAMINO DE LA RONDA CIRCUNDABA LA VILLA NUEVA POR EL PONIENTE.
ser multado hasta con dos- COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA
cientos reales siempre que se observase que las calles y sitios públicos no estuviesen aseados
(art. 7), como contrapartida, además de los buenos miles de reales que percibía de las arcas
municipales, quedaba por dueño de las basuras y piedras retiradas, las cuales podía apilar y
conservar en un muladar que se le cedía a extramuros de la ciudad, donde seguramente ten-
dría a la venta la chatarra y los materiales de construcción procedentes de los derribos.37
La prestación de un servicio público de esta índole, tan expuesto a las insatisfacciones del
vecindario, daría lugar a quejas, como la siguiente, publicada en la prensa a mediados del siglo:
Siete mil y picos de reales paga el pueblo para tener limpias y aseadas sus
calles. Ni lo considerable de dicha suma, tratándose de una ciudad tan pequeña
como ésta, ni el estar amenazados del cólera-morbo ni el destino nuevamente cre-
ado de un celador de policía urbana, son motivos bastantes para que desaparezca
la suciedad que se advierte en los parajes más públicos de la población.38
Tampoco era muy buena la opinión del Emperador de Méjico Maximiliano de Austria,
que estuvo en Algeciras en 1851 y escribe: "La ciudad de Algeciras es pequeña, con calle-
jas bastantes irregulares y sucias, las casas en cambio son bonitas y limpias". Todo lo con-
trario que a Pedro Antonio de Alarcón, que vino dos años después, y le pareció una ciu-
dad limpia y alegre.39
De todas formas, no parece que a finales de la centuria el servicio funcionase todo
lo bien que debiera, si se ha de hacer caso a la exposición elevada al Cabildo por un
empresario de la localidad, que ofrecía hacerse cargo de toda la limpieza pública a cam-
bio de la franquicia de poder cobrar cinco pesetas por cada metro cúbico extraido de
los pozos negros por espacio de veinte años
37. AMMA: "Pliego de condiciones para la subasta del serviciode limpieza pública de esta ciudad para el año 1846".
Limpieza: Caja 2 Exp. 15 Idem. para el año 1864. Limpieza: Caja: 2 Exp. 27.
38. Boletín de Anuncios e Intereses locales: Algeciras, 13 febrero 1854.
39. BUENO: Op. cit. pp. 157 y 163.
126
échase de menos un sistema de limpieza pública, que responda a esos principios
fundamentales de la citada higiene de otras poblaciones; dándose el lamentable caso
aquí, de permitirse la improcedente forma de limpieza y extracción de pozos negros;
por no existir otros medios; verdaderamente insoportable practicándose grande cali-
catas pestíferas, viciando la atmósfera con las más repugnantes miasmas.
Además, se compro-
metía limpiar las calles
diariamente, a primeras
horas de la mañana, según
la estación, "y para ello
dedicará carrillos de cabi-
da de tres a cuatro cargas,
como las que se llevan a la
práctica por borricos; con
dos hombres cada uno y
burros con serones, para
las calles por donde los
carros no puedan transi-
tar". Otra innovación
EL ACUEDUCTO SEGÚN UN GRABADO DE BENTLEY. afectaría a la retirada de la
COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA. basura "serán colocadas
por el vecindario de noche en cajones o artefactos, a la puerta de cada casa, a objeto que
los basureros puedan temprano recogerlas."40 Junto a esta recogida de basura que podría-
mos llamar oficial, había otra, de menor envergadura, pero de gran arraigo popular, reali-
zada por los hortelanos de los alrededores de la ciudad con destino al abono de sus tierras
y cebado de sus amimales. Verduleros y arrieros de la ribera de la Miel y de la Acebuchal
traían sus hortalizas al mercado de abasto y se volvían con los serones cargados de desper-
dicios con los que beneficiaban sus huertas. Con el fin de no perjudicarles por la suspen-
sión de esta costumbre, que en 1899 ya era inveterada, Mendoza se obligaba a cambio de
40. AMMA: "Instancia de Ricardo de Mendoza y Sánchez, ofreciendo hacerse cargo de la limpieza pública. Algeciras, 15
septiembre 1899". Servicios: Caja 2 Exp. 19.
127
la cesión a su favor, a facilitarles el abono necesario para sus huertos, previo convenio del
número de cargas, y precio de cada una.41 En suma, un proyecto de altura para una ciudad
que a punto de finalizar el siglo, trataba de recuperar su pujanza de antaño.
El abastecimiento de agua:
El acueducto que desde 1777 trasladaba el agua a la ciudad, seguirá haciéndolo duran-
te todo el siglo, estrenando ahora una ampliación de su arcada cerca del manantial, en el
cortijo de los Alamillos, que recibirá la denominación de "arcos nuevos" para diferenciar-
los de los restantes. A lo largo de la centuria, los responsables municipales vigilarán muy
de cerca el acueducto, procurando mantener sus aguas siempre limpias y, con frecuencia,
el maestro fontanero dará cuenta al Cabildo de los desperfectos observados. En sesión del
15 de septiembre de 1838 el Cabildo conoció un informe sobre la necesidad de "recoger y
gobernar las filtraciones y salideros que se advierten en los arcos nuevos, así como también
resolar algunas alcantarillas de los acueductos."42 El agua entraba en la ciudad por el noro-
este, donde suministraba la primera fuente, la del Tejarillo, también conocida por la Fuente
Nueva, y desde aquí fluía por una mina hasta llegar a la plaza Alta, donde alimentaba la
fuente situada al pie del obelisco. En 1807 sólo existían estos dos surtidores públicos, que
posteriormente pasaron a cinco con la incorporación de la fuente de la calle del Muro, la
de la plaza Baja, junto al mercado, y la de la Marina, ésta última para suministro de los
barcos. Durante toda la centuria el número de estas fuentes permaneció invariable, pero su
exigüedad se contrarrestaba con los numerosos pozos y caños perforados en los veneros de
agua dulce, como el del Cuerno, en el cortijo del Calvario, que suministraba al Fuerte
Santiago y a las viviendas cercanas, o el pozo de la plazoleta San Isidro, del que se benefi-
ciaban los habitantes del barrio alto.
Para garantizar el buen funcionamiento de toda la red hidraúlica el Ayuntamiento
subastaba la concesión del servicio a un particular, quien se obligaba a cumplir un pliego
de condiciones, que incluían entre otras las siguientes: "Es obligación del que lo remate
hacer que todas las aguas de los nacimientos que entran en el depósito, vengan a las fuen-
tes públicas de este pueblo (art. 1)". También se comprometía a reparar y mantener en bue-
nas condiciones los arcos (art. 2) y a corregir
constantemente las filtraciones y salideros en toda la extensión del acueducto
con zulaque o porcelanas estando siempre limpias sin ramas ni asientos de lodos
ni barro, vaciando las aguas del obelisco y depósitos cada tres meses, sin perjui-
cio de hacerlo cuantas veces sean preciso (art. 3).
Se obligaba a reparar también la fuente de la plaza Baja, que por entonces se encontra-
ba fuera de servicio (art. 6). La subasta partía con una licitación máxima de siete mil rea-
les anuales a pagar por la depositaría municipal, adjudicándose a la puja más baja.43
41. Ibidem.
42. AMA; LAC: Sesión del 15 septiembre 1838.
43. AMMA: "Expediente para la subasta del ramo de fontanería. Algeciras, 20 octubre
1862". Agua: Caja 1 Exp. 1.
128
Una imagen frecuente
en torno a aquellos surtido-
res fue la de los aguadores
llenando los cántaros con los
que acercaban el agua al
vecindario. En 1889 el
Cabildo concedía licencia a
unas cuarenta vendedoras
de agua que "la conducen
en bestias por la pobla-
ción."44 Herencia de aque-
llos desplazamientos a los
surtidores públicos para lle-
F UENTE DEL T EJARILLO O F UENTE N UEVA , ERA LA PRIMERA FUENTE QUE nar los cántaros, ha pervivi-
ALIMENTABA EL ACUEDUCTO . C OLECCIÓN DE V ICENTE O JEDA .
do en el léxico de los algeci-
reños la expresión: "de aquí a la fuente", como comparativo de encontrarse lejos un lugar.
En 1868 se conectaron a la red del acueducto otros manantiales que aumentaron el
caudal del servicio,45 pero en los últimos años de la centuria el abastecimiento se había
quedado obsoleto: el caudal de los manantiales era insuficiente, el acueducto tenía gran-
des pérdidas porque los ganaderos lo habían perforado para dar de beber a los animales,
el agua escaseaba y resultaba cara. Se hacía urgente la modernización del servicio, y ésta
le vino de la mano de su privatización. En 1895 se había creado en Londres la "Algeciras
Water Works Company Limited", que se haría cargo de la concesión. Esta entrega al capi-
tal inglés podría verse como otro tributo más al colonialismo vecino, pero tampoco debe
ocultarse las ventajas aportadas por la llegada de dinero y técnica. Las condiciones pac-
tadas entre la Corporación algecireña y la empresa establecían que ésta tomaría las aguas
del manantial municipal y prospectaría el alumbramiento de otros nuevos de la cuenca
del río de la Miel -en el llamado huerto de Coletty- a cambio de suministrar gratuita-
mente las cuatro fuentes públicas, los jardines y paseos, y algunos edificios municipales.
Instalada la compañía del agua en 1896 y hechas las prospecciones en los lugares que se
consideraron oportunos, éstas resultaron infructuosas, teniéndose que alterar las bases
del convenio: las captaciones se harían desde la garganta del Capitán y el Ayuntamiento
tendría que pagar a cincuenta céntimos de peseta cada metro cúbico de agua del consu-
mo público. La tarifa aplicada al uso doméstico se regularía por el precio del oro, de
manera que el consumo que superase el metro cúbico se cobraría a sesenta céntimos de
peseta cuando el precio de este metal subiese un 20% en el mercado mundial. Además,
la compañía se hacía cargo de las antiguas instalaciones, de las que se dice que ya tenían
cien años, a las que se añadirán las nuevas proyectadas por el ingeniero Carlos Arturo
44. Pagaban de tasa una peseta al mes por caballería. AMMA: Libro del presupuesto económico del año 1889. Intervención:
Caja 48 Exp. 2.
45. Se gastaron 8.013 escudos en la obra. AMA; LAC: Sesión del 14 abril 1868.
129
Friend, presupuestadas en doscientas treinta y una mil quinientas veinticinco pesetas con
setenta y cinco céntimos, consistentes en la construcción de una presa, el trasvase del
agua desde los manantiales al depósito general de la caballería de Don Carlos en Los
Alamillos; la consolidación del acueducto (que por cierto no se cumpliría); la con-
ducción del agua a la ciudad salvando con puente acueducto el cauce del río de la Miel
y las vías del ferrocarril; y, ya en el casco urbano, la compleja red de tuberías para la dis-
tribución. En total, cuatro mil ciento treinta y seis metros de red desde los manantia-
les hasta la calle Ancha en el centro de la población.46
Con el siglo XX el agua llegaba ya no sólo a las fuentes públicas, como antiguamente,
sino también al interior de las viviendas de los algecireños, todo un lujo de los nuevos tiem-
pos regeneracionistas.
El alcantarillado:
También se debe al mecenazgo de un Comandante General la iniciación del enmadro-
nado de la ciudad. Por mediación del Mariscal de Campo Juán Antonio Monet se cons-
truyó en 1832 la cloaca matriz, que descendía desde lo alto de la calle Larga (Cristóbal
Colón) recogiendo los emisarios de las calles afluyentes hasta desembocar en el río de la
Miel.47 Unos años más tarde, en 1849, un grupo de vecinos obtuvieron el respaldo del
Gobernador Civil para impulsar la construcción de los saneamientos,48 pero a pesar de lo
madrugador de estas iniciativas, las obras del alcantarillado irán muy lentas y el problema
de la evacuación de las aguas residuales sólo se resolverá en una parte del casco urbano.
Una inspección sanitaria, en el verano de 1884, arrojó datos espeluznantes: por doquier
habían numerosos excusados llenos, reventados, en mal estado y sin tapadera; pozos negros
atascados; caños con salideros a la calle; patios sin caño para desagüe convertidos en mula-
dares; en la calle del matadero todas las casas que dan al Secano carecían de excusados y
vacían las inmundicias en la cuneta de la carretera y vados de las huertas; la cloaca de la
calle del Río estaba obstruida y emanaba malos olores49. Quince años después, la situación
no había cambiado y Emilio Santacana, que había intervenido en aquella inspección, des-
cribe un panorama desanimador:
46. AMMA: "Proyecto e instancia de Arturo Friend solicitando modificación de las bases de la concesión del servicio de agua
a la A.W.W. Sevilla, 25 febrero 1897". Agua: Caja 1 Exp. 8.
47. SANTACANA: Op. cit. p. 269.
48. AMMA: "Oficio del Gobernador Civil autorizando la construcción de cloacas. Cádiz, 27 septiembre 1849". Urbanismo:
Leg. 48.
49. AMMA: "Informe de la Junta Local de Sanidad sobre el estado sanitario de la población. Algeciras, 16 julio 1884".
Sanidad: Caja 54 Exp. 1).
50. SANTACANA: Op. cit. p. 190.
130
Al finalizar el siglo tenían cloacas al río, las calles Alameda, Río, Soledad y López; a la
Marina, las de Ferrer y Pescadería; al Murillo las de Real y del Muro; y al paso de Trafalgar
las de Munición, plaza Alta, Rocha, Sol, Convento, San Antonio y Ancha. Eran de bóve-
da las madronas de Larga, Monet, Angel, Tarifa, Torrecilla, plaza Palma, Castaños, Real y
Munición; y de tubos de barro parte de Sacramento y Rocha.51 Una importante moderni-
zación del alcantarillado fue la sustitución en 1894 de casi kilómetro y medio de madro-
nas de cobija por las de rosca, debido a que se rompían con facilidad por encontrarse su
cubierta próxima a la superficie.52
Estas mejoras permitieron a Santacana concluir, gracias a su espíritu regeneracionista
positivo, con palabras de aliento: "Se va pensando más en la higiene y saneamiento de la
población y las viviendas y se introducen algunas mejoras en el enmadronado. Se hermo-
sea el caserío con nuevas construcciones y con reformas del antiguo porque el vecindario
aumenta y es mayor el valor de la propiedad."53
Paseos y jardines:
El capitán inglés Rochfort Scott, destinado en Gibraltar entre 1822 y 1830, reprobaba
a Algeciras su falta de "sombra de árbol que la proteja de los rigores del sol."54 En verdad,
la ciudad no estaba sobrada de jardines, pero, por donde no la bañaba el mar, estaba rode-
ada de huertas y, aunque sólo contaba con tres lugares de esparcimiento público, estos sí
estaban exhornados con árboles y plantas.
El más alejado del centro era una arboleda situada al suroeste de la ciudad, conocida como
la Alameda Vieja, en la margen izquierda del río, en torno a la capilla del Santo Cristo de la
Piedad, cuya advocación popular de Cristo de la Alameda respondía a la del lugar. Desde el siglo
XVIII era sitio muy frecuentado por la marinería por formar el eje fluvial del puerto. En 1840,
imbuidos los munícipes por la idea de formar sitios de recreo, se trazó un paseo entre sus huer-
tas y arbolado, que dió lugar a la formación de un nuevo barrio enlazado con la vecina huerta
del Angel.55 Ante el riesgo que corrían los árboles de ser arrasados por las nuevas construccio-
nes, el Cabildo se planteó la posibilidad de trasplantarlos al paseo Cristina, pero la idea se recha-
zó56 y las edificaciones usurparían el terreno a los árboles hasta quedar extinguida la alameda.
Otro lugar arbolado era la plaza Alta, que desde el resurgir de la Algeciras moderna
siempre ha sido el lugar de esparcimiento más frecuentado y el principal escaparate de la
ciudad. Para darle el realce merecido, el General Castaños incluyó en su proyecto de embe-
llecimiento chopos de Lombardía en el perímetro del cuadrilátero central y macetones con
naranjos en su interior.57 Según Ana María Arana y Fernando Quiles, "las formas vegetales
51. SANTACANA: Op. cit. pp. 268-270.
52. El 1 de mayo de 1895 el Cabildo advertía al propietario de una tahona de la calle Sevilla que ante las reiteradas roturas
de la madrona de dicha calle provocadas por el paso de sus carros cargados de trigo, en lo sucesivo tendrá que hacerse cargo
de las reparaciones. AMMA; Urbanismo: Leg. 48.
53. SANTACANA: Op. cit. p. 145.
54. BUENO: Op. cit. p. 117.
55. AMA; LAC: Sesiones del 15 de febrero y 22 de abril de 1840.
56. AMA; LAC: Sesión del 28 de enero 1843.
57. AMA: "Carta del general Castaños al S.S. Príncipe de la Paz. Algeciras, 12 marzo 1807". LAC: Sesión del 8 agosto 1807.
131
fueron unos complemen-
tos importantes de esta
composición arquitectóni-
ca, ideadas quizás por el
jardinero real Simón de
Rojas Clemente y Rubio,
alias Mohamed Ben Alí."58
En lo sucesivo, nunca
faltarán árboles; en este
lugar. En ocasiones se
harán reposiciones con
ejemplares traidos de la
Almoraima (Castellar) y
serán los propios vecinos ALAMEDAS Y HUERTAS CIRCUNDABAN LA CIUDAD.
quienes se encarguen de su COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA.
cuidado.59
Un importante incremento de los espacios verdes fue la formación de la alameda del
paseo Cristina, nacida de la expansión de la ciudad al ocuparse la porción del cortijo del
Calvario situado frente al Fuerte de Santiago, junto al camino de San Roque, en el que se
había arado y formado jardines sin el consentimiento de su propietario Vicente Bálsamo.60
El juez ordenará la restitución de los terrenos ocupados, pero no se cumplirá.61 En 1839 el
Ayuntamiento había recaudado de los ocupantes tres mil ochenta reales para indemnizar
al Sr. Bálsamo, pero éste los rechazó, no obstante, la usurpación quedará consolidada. El
Cabildo decidió entonces ampliar las competencias de la comisión de solares para que
interviniese en todo lo relativo al ornato público y le encargó que formase un proyecto de
las mejoras de las que era susceptible el paseo para su conservación y fomento.62 La prime-
ra medida que se adoptó fue la adquisición de doscientos pies de árboles traidos de la
Almoraima para la formación de una alameda, así como la reposición de algunas plantas
de la plaza Alta.63 En poco tiempo el paseo Cristina ya estaba parcelado en jardines y ala-
medas, que formaban en 1845
132
Al obtener el Ayuntamiento en 1850 autorización para celebrar una feria anual con
mercado de ganado, se destinó para su emplazamiento el entorno de este paseo, que pon-
drá de manifiesto la idoneidad del lugar para acoger regocijos públicos, como la velada de
San Juan o los conciertos de otoño, de manera que a este lugar se le llamará el Salón y se
embellecerá con unas escalinatas.65 En 1854, considerando el Cabildo la necesidad de orde-
nar estos jardines, nombró director encargado de las mejoras del paseo Cristina a uno de
los intelectuales algecireños del siglo, el polifacético Ambrosio Grimaldi, a quien segura-
mente se debe la primera ordenación del recinto.66 Años más tarde, el Ayuntamiento inten-
tará expropiar los jardines, para lo cual, incluirá una partida de seis mil quinientas ptas. en
el presupuesto de 1889, pero hasta 1929 no conseguirá hacerse con su propiedad.67
A partir de mediados de la centuria será usual la traida de plantas desde La Almoraima
y habrá una mayor sensibilidad en el cuidado de los jardines.68 A finales del siglo era ya
diferente la imagen que los viajeros se llevaban de Algeciras, así, al escritor Ramón
Martínez, que pasó por aquí en 1897, le atrajo la atención sus "hermosos contornos y
buenos jardines."69
El alumbrado público:
Es probable que la primera iluminación pública de la población fuese la incluida en el
proyecto de embellecimiento de la plaza Alta del año 1807, que comprendía la colocación
de dieciseis faroles sobre otros tantos pedestales rematados por vasos etruscos, cuyo núme-
ro se consideraba "proporcionados para que su luz sea suficiente para toda la plaza."70
Habrá que esperar todavía unos años a que el Cabildo se plantee la conveniencia de
ampliar el alumbrado a un sector más amplio de la población. En septiembre de 1825 se
acordó ensayar un alumbrado público en las calles Imperial y Real, acompañado del servi-
cio de serenos como otra novedad.71 Se adquirieron treinta y siete farolas alimentadas por
aceite con sus soporte de hierro, que costaron tres mil quinientos setenta y tres rs.72 Su luz
resultaba triste, pero a decir de Santacana, "supuso un notable adelanto que el vecindario
acogió gustoso como medio de mayor seguridad para el tránsito nocturno."73 Al principio
se encargaba directamente el Ayuntamiento de su mantenimiento, pero algunos años más
tarde pasó a adjudicarse por subasta. En 1839 se pagaron mil ochocientos ochenta rs. de
los fondos de propios por cuatro farolas de reverbero para la plaza de la Constitución y en
1842 se instalaron farolas en las cuatro esquinas que miran a dicha plaza; en ese mismo año
65. Iris: Algeciras, 28 junio 1850 y El Heraldo de Algeciras: Algeciras, 28 noviembre 1900.
66. AMA; LAC: Sesión del 30 julio 1854.
67. AMMA: Libro del presupuesto económmico del año 1889. Intervención: Caja 48 Exp. 2.
68. AMMA: "Se pagaron 50 ptas. a Enrique Tapia y a Antonio Vera por la traida de árboles del monte de la Almoraima para
transplantar en los paseos y plazas de esta ciudad; 7'50 ptas. a José Vianqui por la composición de un tonel para regar los
paseos; y 25 ptas. a Francisco Cañamaque y Juan Alvarez por trabajos de encalijos que han practicado en los paseos y plazas
según ajuste con la alcaldía". Fondos Municipales año 1846: Caja 48 Exp. 1.
69. BUENO: Op. cit. p. 189.
70. AMA: "Carta del general Castaños al S.S. Príncipe de la Paz. Algeciras, 12 marzo 1807". LAC: Sesión del 8 agosto 1807.
71. AMA; LAC: sesión del 14 septiembre 1825.
72. AMA; LAC: sesión del 5 diciembre 1825.
73. SANTACANA: Op. cit. p. 270.
133
se pagaron a Antonio Rivas doscientos noventa rs. y veintiseis mr. por el aceite tomado de
su establecimiento para la iluminación y ciento ocho rs. a Bernardo Rubio por cristales
para las farolas.74
En 1844 la prensa denunciaba abandono en el alumbrado y azuzaba al Ayuntamiento
para que lo subsanase antes que llegasen las "tenebrosas noches del invierno que ya nos
amenazan."75 Sin embargo, hasta 1844 el Ayuntamiento no afrontará abiertamente el pro-
blema: "Careciendo esta ciudad de alumbrado público y deseando el Ayuntamiento pro-
porcionar a sus representados esta mejora tan necesaria y útil, acordó celebrar Cabildo para
tratar del arbitrio que convendrá establecer."76 Para costear la inversión se autorizó un corte
de leña de los montes del común, medida muy socorrida de la época, con cuya venta el
Ayuntamiento obtuvo los veintitrés mil reales necesarios. La primera de las farolas se colo-
có a modo de muestra en la fachada de la casa consistorial para que los algecireños cono-
ciesen con antelación el modelo que se iba a emplazar en sus calles. En 1848 el alumbra-
do público llegaba a las afueras del pueblo, con las cinco farolas de reverbero que se ubi-
caron en el paseo de Cristina.77 Ante las eternas dificultades económicas del erario muni-
cipal, los lucernarios permanecían apagados durante las noches de luna, obligándose el
concesionario del servicio a ingresar en las arcas del Ayuntamiento el importe del aceite no
consumido, por cuyas datas se comprueba el casi nulo uso que se le daban durante la esta-
ción estival.78 La experiencia dió buenos resultados y el Cabildo volverá a repetir las ins-
trucciones por acuerdo de sesión del 8 de agosto de 1854.
Sin embargo, a la vista de la frecuencia con la que se repiten las críticas en la prensa,
puede concluirse que aquel rudimentario alumbrado nunca llegó a funcionar de manera
satisfactoria. En 1865 se quejaba un redactor
Es tan lúgrubre el aspecto que desde hace algún tiempo viene presentando
Algeciras después de la media noche, que no podemos dejar de llamar nueva-
mente la atención del Sr. Alcalde sobre el descuido que con grave perjuicio de este
vecindario se observa respecto del alumbrado público.79
134
El salto a la modernización definitiva del alumbrado tendría lugar en la última década
de la centuria, al acogerse al sistema eléctrico implantado por la Sociedad Anónima del
Alumbrado Público de Algeciras, que en 1891 puso en marcha sus instalaciones de la calle
del Muro, conocidas popularmente como la "fábrica de la luz", de donde partía una red
bifilar de sección suficiente para alimentar mil quinientas lámparas de dieciseis bujías.82 Al
principio, cuando aún eran escasos los focos eléctricos disponibles, se trasladaban de sitio
para reforzar la iluminación, tal como ocurrió en la festividad de Todos los Santos de 1900,
en el que los focos de la plaza de la Constitución se llevaron a la de abastos para animar el
concierto de la banda militar.83 Pero tampoco ahora el servicio estará libre de las quejas de
los usuarios. En cierta ocasión las protestas estuvieron provocadas por el horario del apa-
gado, que resultaba discriminatorio para un amplio sector urbano según se exponía en la
denuncia de un periodista:
Quizás podría explicarse esta circunstancia por la simple razón de emplazarse la central
eléctrica en la zona alta, pero, no obstante, no puede obviarse que la denuncia refleja una
realidad social que aún hoy en día subsiste en la ciudad: la dualidad entre un sector más
mercantil y otro más residencial. El primero, se identifica con la parte baja, es decir, la
situada al nivel y de cara al mar, y cuya actividad se interrelaciona con el puerto y el mer-
cado de abastos. El segundo, es el que ocupa la llanura elevada sobre la costa en el centro
del casco antiguo, que vive de espalda al mar y está dinamizado por la plaza Alta y calles
adyacentes.
Una valoración de primera mano de lo que significó para los algecireños la llegada de
la luz eléctrica es el testimonio transmitido por Emilio Santacana, quien además de haber
vivido las diferentes etapas de la evolución del alumbrado, desde el aceite al wolframio,
contribuyó con su peculio personal a su implantación. Escribe que el alumbrado eléctrico:
135
hemos saltado de la relativa oscuridad del petróleo al brillante arco voltaico debi-
do a la iniciativa de varios de nuestros convecinos que formaron empresa y expu-
sieron su capital cuando todavía se dudaba del buen éxito de la luz. Ya va para
diez años que esta ciudad se ve alumbrada por la luz incandescente, demostran-
do con ello que es un pueblo que desea marchar con la epoca.85
Logros:
En el tránsito al siglo XX, el periodista Lutgardo López Zaragoza resaltaba las princi-
pales conquistas alcanzadas por Algeciras después de una centuria de superaciones: "Hoy
Algeciras ha llegado a la plenitud de sus esfuerzos para colocarse a la cabeza de los pueblos
de este Campo por la belleza de su caserío, por el mejoramiento de sus calles adoquinadas,
por el explendor con que celebra su renombrada feria, por el ferrocarril, fábrica de luz eléc-
trica y otras valiosas mejoras."86
1.1.- DEMOGRAFÍA:
Robert Semple, que conoció la Algeciras de los albores del siglo XIX, escribe que es
población creciente, con alta inmigración de gente muy pobre procedente de las provin-
cias andaluzas, venidas aquí en busca de fortuna.87 El ser una ciudad abierta y habituada a
recibir importantes flujos de población foránea será una tónica heredada de la centuria
anterior que se mantendrá hasta el presente.
Al comenzar el siglo XIX la población algecireña era de 8.200 almas, que en 1845 habí-
an subido a 19.800, la más elevada de toda la centuria; nada menos que un crecimiento
del 241%, con un aumento en el quinquenio 1840-45 de 3.200 almas.88 Las cifras que se
manejan se han tomado de la obra de este autor por considerar que las pudo inquirir en
fuentes de primera mano.
Este comportamiento fue similar al general de la población española: crecimiento inin-
terrumpido durante la primera mitad y descenso del ritmo durante la segunda.89
En 1845 la población algecireña tocará techo y a partir de aquí sufrirá una impor-
tante regresión de la que no saldrá hasta ya entrado el siglo XX. En 1860 había bajado
a 17.700 almas y en 1870 ya eran 13.200, cantidad en la que se mantenía veinte años
después. Sólo en la última década habrá una leve recuperación, al subir a 15.000 en 1895
y 15.800 en 1900.
Tan importante pérdida se explica por la fuerte represión a la que en estos años se some-
tió el contrabando, si bien, Santacana añade además otras dos circunstancias: la marcha de
muchos vecinos que se fueron a vivir a La Línea, una vez conseguida su emancipación de
San Roque, y la retirada casi total de la guarnición con motivo de la segunda guerra car-
85. SANTACANA: Op. cit. p. 271.
86. LÓPEZ ZARAGOZA, L.: Guía de Gibraltar y su Campo. Cádiz-1899. p. 69.
87. BUENO: Op. cit. p. 91.
88. SANTACANA; 1901: 288-289.
89. NADAL, J.: La población española. (Siglos XVI a XX). Barcelona-1984. p. 138.
136
lista, hechos que produjeron una depreciación de la propiedad urbana que no producía lo
suficiente para mantenerlas y pagar los tributos.90 Un analista de la vida algecireña edito-
rializaba por entonces:
Hace pocos años que Algeciras sonreía en la posición de una prosperidad que
aunque ficticia en el fondo, tenía toda la apariencia de un bienestar verdadero y esta-
ble. Semejante a la embriaguez que produce un festín, que no permite acordarse que
aquella noche ha de tener término, los vecinos de Algeciras disfrutaban de su pre-
sente sin acordarse de su porvenir. Mas por una parte se desarrollaba la industria en
nuestra península y por otra deponían nuestros aranceles de Hacienda los rigores del
sistema proteccionista haciendo perder al contrabando los atractivos de una fácil
ganancia y Algeciras que vivía casi exclusivamente del tráfico clandestino, debía
entrar más o menos tarde, en el período de agonía precursora de una muerte cierta.91
Es público y notorio y no por menos debe constar a Vs. que esta ciudad desde
el último recuento que se hizo el año anterior ha tenido una considerable disminu-
ción en su vecindario. Hay calles donde la mayor parte de sus casas están vacías,
antes se consumía tres reses diarias de ganado vacuno y hoy con una se hace el abas-
to, y desgraciadamente la emigración que se nota de este pueblo no hay medios de
contenerla porque careciendo de ocupación sus moradores se alejan de él para bus-
car la subsistencia en otras poblaciones; así es que puede asegurarse sin exajeración
que desde el año anterior a la fecha ha disminuido este vecindario una quinta parte.92
Aunque no hay datos oficiales de los estragos producidos en la población por los azo-
tes que invadieron la ciudad a lo largo del XIX, no parece que la fiebre amarilla y el cóle-
ra tuviesen gran incidencia en este descenso de población. En cambio, la viruela y la gripe
sí contribuyeron a mantener una alta tasa de mortalidad, que en el último quinquenio del
siglo estaba en torno a las treinta y dos personas por mil, cantidad exhorbitante en com-
paración con las dieciocho de Europa en el mismo período y algo superior a la española
que era de veintinueve. Santacana achacaba esta circunstancia, entre otras causas, a la falta
de higiene en las casas, con excesivos pozos negros en mal estado; que en el caso de la mor-
talidad infantil, bastante más elevada, se veía agravada por la falta de alimentación, la igno-
rancia y el descuido. En 1897 se registraron quinientas setenta y ocho defunciones y seis-
cientas veintinueve en 1900.93
En cuanto a la distribución espacial de los habitantes, de los 13.944 que tenía en 1838,
13.237 vivían en los cuatro barrios del casco urbano, repartidos de la siguiente manera: La
90. SANTACANA: op. cit. p. 123.
91. Iris. Algeciras, 13 febrero 1854.
92. AMMA: "Oficio del alcalde al administrador de la aduana. Algeciras, 14 agosto 1858". Aduana: Caja 78 exp. 2.
93. SANTACANA: Op. cit. pp. 189, 290 y 291.
137
Caridad con 5.628, y Europa con 3.073, ambos en la zona baja de la ciudad; seguidos por
los dos barrios de la parte alta: San Isidro con 2.915 y La Merced con 1.621.
De los 707 habitantes rurales, 225 ocupaban los extramuros de la Villa Vieja y 482 las
dehesas exteriores, como Las Abiertas, la cual, con sus 300 habitantes, en 1827 formaba
una auténtica aldea de campesinos.94
La falta de censos y padrones impide otros análisis.
Las peculiaridades de la comarca del Campode Gibraltar tuvieron un fiel reflejo en las
instituciones que estaban presentes en Algeciras a mediados de la centuria. La relación que
se elaboró para el Madoz, ofrece un panorama bastante completo de los organismos que
aquí concurrieron:
94. AMA, LAC: Sesión del 16 abril 1838: Padrón de vecindario, ley 2 de noviembre 1837.
138
llería, teniente coronel: de un oficial del cuerpo político de la misma arma; de
otro comandante de ingenieros, un maestro mayor de obras. En administración
militar existe un comisario de primera clase, gefe administrativo de todo el can-
tón, y un pagador subdelegado del de Sevilla, para la recaudación del fondo de
los pases de la línea de Gibraltar. Algeciras, como todo el Campo, está exenta del
sorteo de milicias provinciales; pero antiguamente tuvo dos y más compañías de
milicias urbanas, creadas hacia el año de 1764, para la defensa de la costa, con el
carácter militar. Corresponde esta ciudad como puerto en lo relativo a la Marina
al departamento y tercio naval de Cádiz: es cabeza de provincia y partido, y su
estensión la forma la capital y los distritos de Tarifa, San Roque y Ceuta; está
mandada por un capitán de navío o fragata, que ejerce la jurisdicción de Marina,
tanto gubernativa como judicial, a cuyo fin tiene y compone el juzgado, un ase-
sor, un fiscal y un escribano, también hay un segundo comandante que desem-
peña el cargo de capitán del puerto, y un contador de Marina, destinado a la pro-
vincia. Su bandera mercante, según lo prevenido en real orden de 30 de julio del
corriente año, es de color amarillo y azul, por mitad oriental, lo amarillo superior
(...) Algeciras es obispado, unido al de Cádiz, sufraganeo del arzobispado de
Sevilla; por cuyo motivo los señores obispos de la diócesis se titulan de Cádiz y
Algeciras. Está servida la iglesia (Ntra. Sra. de la Palma) por un cura párroco, lla-
mado rector, quien ejerce además las funciones de vicario eclesiástico, y cura cas-
trense; el curato, clasificado de segundo ascenso, es perpétuo, y se provee por con-
curso, cuenta además la iglesia con un sochantre, organista y sacristanes con la
asistencia de veinte sacerdotes (...) Elecciones: electores: contribuyentes: 747, por
capacidad 42, elegibles: 700. Composición del Ayuntamiento: alcalde: uno,
tenientes: dos, regidores: once y síndicos: dos.95
139
las víctimas de la represión política y, en cambio, nunca recibirá la atención de quienes un
día conseguirán llegar al poder con sus consignas de igualdad y justicia; y finalmente, para
no hacer excesiva la relación, será espejo de España frente al colonialismo británico y sin
embargo, dependerá de la generosidad particular de quienes ostentaron el mando de la
Comandancia General del Campo para adoquinar sus calles y embaldosar sus aceras.
Enmarcadas en estas contradicciones se irá tramando a lo largo del siglo XIX la existencia
de los algecireños, que como mejor patrimonio y casi único, podrán exhibir el de no cejar
en el empeño de superar la ruina económica en la que vivían sumidos, tratando siempre de
zafarse de la negra y alargada sombra del contrabando y del aislamiento, los dos fantasmas
que impedían el desarrollo de su ciudad.
Los caminos:
Antonio Guerola, que fue gobernador civil de Cádiz durante la primavera de 1863,
reconocía en sus memorias que Algeciras estaba en un lamentable aislamiento y apuntaba
que aparte del mar, el único medio de transporte que había para llegar a ella era a caballo.96
Pero ni Guerola, ni otros muchos de sus homólogos hicieron gran cosa por acabar con la
incomunicación terrestre en la que vivió Algeciras durante casi todo el siglo. Esta situación
fue denunciada insistentemente por los distintos cabildos que asumieron el gobierno local
e incluso, a mediados de la centuria se aprovechará la palestra ofrecida por la magna obra
de Pascual Madoz: para airear en todo el reino que "Difícilmente habrá en España un
punto más descuidado en los medios de comunicación tan importante por su situación
geográfica y por hallarse al frente de una plaza extranjera."97
Cinco caminos enlazaban Algeciras con el mundo exterior del otro lado de las sierras
que la rodean: dos hacia el sur, dos hacia el norte y uno hacia el oeste. De la Villa Vieja
partían dos caminos en dirección a Tarifa, uno por el interior, recorriendo las cimas del
Bujeo, la garganta del Guadalmesí y el puerto del Cabrito; y otro costero, que pasaba por
Getares, el presidio del Tolmo, cruzaba el Guadalmesí cerca de su desembocadura, y seguía
por Arenillas y arroyo Viñas hasta entrar en Tarifa. Del norte de la ciudad partía un cami-
no que atravesando el cortijo del Calvario, se desdoblaba en uno hacia la torre de los
Adalides y Botafuego, en busca de Los Barrios, mientras que el otro seguía por la torre del
Almirante y la playa en dirección hacia San Roque y Gibraltar, salvando los ríos Palmones
y Guadarranque por medio de barcas. El quinto camino era el real de la Trocha, que por
el puente de la Negra ascendía al puerto y venta de Ojén, desde donde enlazaba con el cor-
tijo de las Habas y la Barca de Vejer. Claro que hoy resulta un eufemismo llamar camino
a lo que no eran más que veredas sólo aptas para pezuñas.98 Sólamente los caminos de Los
96. GUEROLA, A.: Memoria de mi administración en la provincia de Cádiz, como gobernador de ella desde el 31 de marzo
hasta el 31 de mayo de 1863. Cádiz-1986. p. 113.
97. MADOZ: Op. cit. p. 561.
98. El espía inglés Robert Semple escribia en 1805 que la Trocha parecía estar formada por las huellas de los animales sin la
ayuda del hombre. BUENO: Op. cit. p. 91.
140
Barrios y Gibraltar admitían carruajes, los otros eran de herradura y por lo general, los
cinco siempre se encontraban en mal estado. Otra vía para entrar y salir de la comarca era
la citada por Santiago López en su guía de caminos de ruedas y herraduras, que desde Jerez,
transcurría por la Cartuja, Medina Sidonia, Casas Viejas, el Cortijo de las Habas, Zanona
y Los Barrios99 y la que unía Ronda con Gaucín, Jimena y San Roque, de la que escribió
Charles Davillier en 1862 que era uno de los caminos más accidentados y fatigosos de
España.100
En 1821 el Alcalde de Algeciras informaba al Jefe Superior Político de los graves per-
juicios que reportaban a la ciudad sus malas comunicaciones:
Los caminos que se dirigen de esta ciudad a esa capital, a los pueblos del par-
tido y a los pueblos de su circunferencia, se hallan en el estado más deplorable
que pueda imaginarse pues todos ellos ofrecen continuos riesgos, ya por los
muchos despeñaderos que contienen como por sus grederas o derrumbiaderos, y
la falta absoluta de puentes, en aquellos de más continuo y preciso paso, de modo
que a las menores lluvias, se hacen intransitables, y de aquí es que obstruidos el
tráfico y negociación que median entre unos y otros, resultan graves perjuicios a
todas las clases del estado y especialmente a la jornalera pobre y, menesterosa que
libra su subsistencia en su trabajo diario; ya sea en los objetos propios de la labor
y ganadería, o ya también en las arrierías, pues todos quedan parados.101
A veces las lluvias aislaban las ciudades paralizando sus relaciones durante muchos días, tal
como ocurrió en el invierno de 1826, tiempo en el que el Vicario de Algeciras, no pudo pasar
a Tarifa para efectuar una comisión por no jugarse la vida, así se justificaba ante el Obispo:
El camino va cumplir dos meses que no está transitable, desde que sale de ésta
hasta llegar a las puertas de Tarifa es un peligro continuado, y que hasta tanto esté
algo cerrado no sólo haría un disparate en resolverme sino que me pondría en el
caso de mirar con indiferencia mi existencia, que ni con dos o tres días que haga
bueno no se mejora, antes, se pone peor; así sólo aguardo el que siga el buen
tiempo si quiera ocho días, aunque siempre con riesgo por lo notoriamente malo
que es en todo tiempo el tránsito de Algeciras a Tarifa.102
No sería extraño que al leerse esta carta en el Obispado, el Vicario fuese tildado de exa-
gerado y algo miedoso, pero en verdad que no le desasistía la razón al cura algecireño, pues
según se exponía en 1843 en un escrito elevado conjuntamente por los alcaldes de Algeciras
99. LÓPEZ, S.: Nueva guía de caminos para ir desde Madrid por los de rueda y herradura a todas las ciudades y villas más prin-
cipales de España y Portugal. Madrid-828. p. 56.
100. BUENO; Op. cit. p. 167.
101. AMMA: "Carta del alcalde al jefe superior político de la Provincia. Algeciras, 20 enero 1821". Transportes: Caja 78
Exp. 6.
102. AHDC: "Carta del Vicario de Algeciras al Sr. Obispo. Algeciras, 6 de febrero 1826". Despacho Silos: Caja 101.
141
y Tarifa a un alto cargo del Ministerio de Fomento, el camino que "unía" las dos ciudades
se había cobrado ya varias vidas humanas:
A pesar de estas dificultades, el viajero inglés Richard Ford se decantaba en 1832 por la ruta
de Tarifa por considerarla menos peligrosa que la Trocha. "La vía directa es una cabalgada dura
y peligrosa, especialmente en el paso de la Trocha, infectado de contrabandistas y carboneros que
cuando pueden se vuelven rateros y ladrones. La mejor con mucho es la de Tarifa" y añade: que
invertió diez horas a caballo en recorrer el trayecto de Tarifa a Algeciras.104 El testimonio de Ford
hace referencia a otras dos dificultades inherente a los caminos: la lentitud de los desplazamien-
tos y la falta de seguridad que corrían los viajeros. Además de las diez horas que se invertían en
recorrer las cuatro leguas que distan de Tarifa a Algeciras, hay que citar las siete horas y media que
según Miñano, quien contaba los caminos por tiempo en lugar de por distancia, se solía tardar
de Casas Viejas a Algeciras pasando por las Habas y Ojén; y las no menos de seis horas de las dos
leguas de San Roque a Algeciras.105 Desde luego, queda claro que para ponerse en camino se nece-
sitaba contar al menos con los cinco ingredientes siguientes: una imperiosa necesidad inevitable
de hacer el viaje, una buena dosis de paciencia, estar en aceptable forma física, disponer de bue-
nos ánimos para afrontar las adversidades, y, si era posible, llevarse una compañera de viaje cuya
presencia resultase tranquilizadora, y a la que se hará referencia más adelante.
Por si las veredas no fuese ya de por sí suficiente peligro, se suma además, la presencia de sal-
teadores de caminos, que será un motivo más de desasosiego para los viajeros y causa constan-
te de preocupación de las autoridades. En 1815, debido a los numerosos ladrones que infecta-
ban los caminos, se destinó temporalmente la compañía de Escopeteros de Getares a la perse-
cución de malhechores, misión que compaginaron con la suya específica de represión del con-
trabando,106 de manera que desde el Campo de Gibraltar se puede considerar a la compañía de
Escopeteros como un precedente de la Guardia Civil que habría de crearse en 1844. En algu-
nas ocasiones los ayuntamientos costearon solidariamente partidas de tiradores para despejar los
caminos, como ocurrió en 1838, en el que el Ayuntamiento de Algeciras abonó al de Medina
la cantidad de trescientos ochenta y seis reales para pagar a "cinco tiradores exterminadores de
ladrones" de aquel término.107 Con estos amedrentamientos a quienes tenían en el viajar su
medio de vida, no les quedaba otro remedio que tomar las debidas precauciones antes de poner-
103. AMMA: "Escrito al Dtor. Gral. de Caminos y Puentes. Algeciras, 24 agosto 1843". Transporte: Caja 78 Exp. 6.
104. BUENO: Op. cit. p. 127.
105. MIÑANO, S. de: Diccionario geográfico estadístico de España y Portugal. T. I. Madrid-1826. p. 138.
106. AMA; LAC: Sesión del 9 de julio 1815
107. AMMA: Propios: "Libro de cuentas del año 1838" Caja 60 Exp. 2.
142
se en marcha, de ahí que al Ayuntamiento llegasen peticiones como la de José M. Vega, natu-
ral y vecino de Algeciras, que en 1850 hacía presente que: "Teniendo que efectuar algunos via-
jes como negociante que es, necesita usar una escopeta de marca de las permitidas por la ley para
su seguridad y la de sus efectos", convirtiéndose las armas en compañeras tranquilizadoras e
inseparables de algunos viajeros.108 Para disipar las inquietudes que los forajidos sembraban en
el ánimo de la atemorizada población, en los carteles anunciadores de la feria se avisaba que la
autoridad vigilaría los caminos para proteger de los bandoleros a los visitantes. Herencia de
aquellas vicisitudes, han subsistido hasta nuestros días, en la tradición oral algecireña varias ora-
ciones impetrantes de la protección divina para los caminantes.109 Desde el Ayuntamiento se
denunció hasta el hastío el aislamiento que padecía la ciudad, pero las soluciones no termina-
rán de llegar. Mientras tanto, en la comarca se emprendieron algunas iniciativas. La primera fue
la adoptada, como no podía ser de otra manera, por el Comandante General del Campo, que
en 1817 construyó a su cargo un camino arrecife de tres mil varas desde el norte de Algeciras
en dirección a San Roque, "con sus correspondientes alcantarillas, puente de madera y adornos
de alameda."110 Al año siguiente, una disposición real autorizó subir el importe de los pasapor-
tes de los visitantes a Gibraltar, con el fin de destinar la recaudación a la construcción de cami-
nos y a unas obras en la isla de Tarifa.111 Otra iniciativa fue la creación de la Junta Directiva de
Caminos del Campo de Gibraltar, que se sostuvo de los arbitrios pagados mayormente por los
arrieros, y cuya presidencia la ostentaba el Comandante General. A ella se debe el proyecto de
construcción de un arrecife desde Algeciras a Los Barrios "para que la arriería que surte este mer-
cado diariamente de carbón y pan pueda hacerlo en toda estación."112 La obra costó veinte mil
cien reales y a finales de 1841 el camino ya estaba acabado, si bien, con regularidad se le prac-
ticarán reparaciones y mejoras, como el puente de los Canchones, construido en 1842.
En mayo de 1821 un representante del gobierno liberal había anunciado al
Ayuntamiento el propósito de la Diputación Provincial de construir una carretera de
Chiclana a Algeciras, "a fin de que con la práctica se persuaden aquellos vecinos de las inal-
terables ventajas de un gobierno libre."113 Pero la obra no llegó a ejecutarse y durante más
de cuarenta años el Cabildo adoptó acuerdos y elevó escritos exponiendo la conveniencia
de su construcción.114 En 1840 la Sociedad Económica Amigos del País de Tarifa, que había
iniciado la construcción de la carretera desde el lado de su ciudad, solicitó a la Reina su
intercesión por lo beneficioso que seria para la exportación del trigo tarifeño, pero no
tuvieron suerte. Para reconducir el tema por derroteros distintos a los meramente políti-
108. AMMA: "Instancia de José M. Vega solicitando permiso de arma. Algeciras, 28 de enero 1850". Orden Público: Caja 29.
109. "Por donde quiera que fueres y pasos dieres, la compaña de Jesucristo contigo fuere, la de San Juan delante y detrás, la
de San Pedro atrás y en medio, la de la Virgen María de noche y de día, el paño que fuere impuesto, que fuere cubierto,
Virgen María tu eres su defensora, para que no peligre su cuerpo ni en momentos ni en horas". (Datada en torno a 1870 y
recogida a Ascensión Escobar Quesada).
110. Justificaba José María Alós esta donación "por el afecto verdadero que profesa a este Campo, cuna de su carrera mili-
tar". AMA; LAC: Sesión del 16 de mayo 1817.
111. AMA; LAC: Sesión del 1 de septiembre 1818.
112. AMMA: "Subasta del arrecife de Algeciras a Los Barrios. Algeciras, 3 julio 1837". Transporte: Caja 78 Exp. 6.
113. AMMA: "Proyecto de construcción de la carretera de Tarifa a Algeciras, 1826-1840". Transportes: Caja 78 Exp. 6.
114. AMA; LAC: Sesiones del 22 mayo 1841 y 29 de enero 1842, entre otros
143
cos, se crearon dos sociedades civiles: primero, la Sociedad de Puentes y Caminos y poste-
riormente, La Esperanza, que también se dedicaría a la minería, la cual en 1843 empren-
dió una campaña a favor del proyecto, pero igualmente sin resultados positivos. Por fin, en
1845 la Gaceta de Madrid publicó una real orden encargando a la D. G. de Caminos que
un ingeniero realizase un proyecto con presupuesto, ya ¡sólo! faltarán unos veinte años más,
para que en 1863 se redacte el proyecto y dos años más tarde, ya puedan circular hasta
Algeciras los carros y diligencias.
Una segunda vía alternativa de conexión con Cadiz, también apoyada por el Ayuntamiento,
e igualmente sin éxito, fue la promovida por el Diputado Provincial de esta comarca José
González de la Vega, que en 1841 propuso la unión de Chiclana con San Roque por el interior,
pasando por Zanona y Los Barrios, con la que se pretendía dinamizar el aprovechamiento de
los recursos naturales de los montes de la comarca. Sin embargo, hasta 1870 no se proyectó una
carretera entre Medina y Los Barrios, la cual no habría de construirse hasta entrado el siglo XX.
Otro camino con término en la comarca que también mereció la preocupación del Cabildo
algecireño, fue el de Ronda a San Roque por Gaucín y Jimena, cuyo pésimo estado fue denun-
ciado en diversas ocasiones, pero que no tendrá una solución alternativa hasta que en la década
de los noventa. se trace el ferrocarril de Bobadilla a Algeciras.
El puerto:
Según se dice en la crónica de un festejo taurino celebrado en el verano de 1864, los
toros estuvieron "más flojos que la tramitación del expediente del puerto de Algeciras."115
No cabe duda que al escri-
bir su comentario el
periodista tenía presente
los casi sesenta años que
los algecireños llevaban ya
penando por conseguir un
puerto, pero lo que quizás
no se imaginase nadie era
que todavía faltaban nada
menos que otros cincuen-
ta más para que al fin se
colocase la primera piedra
de la obra. Será este largo
recorrido hacia la conse-
cución del puerto otra his- EN LA PARTE SUPERIOR, LA MARINA Y DÁRSENA DE ALGECIRAS EN MOMENTOS DE GRAN
ACTIVIDAD PORTUARIA. EN LA INFERIOR, EL ACUEDUCTO CON EL PEÑÓN AL FONDO
toria más de esfuerzos de FUÉ UNA DE LAS IMÁGENES MÁS REPRESENTATIVAS DE LA CIUDAD. THE ILLUSTRATED
los algecireños tratando de LONDON NEWS, 1859. COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA.
115. Eco del Campo de Gibraltar. Algeciras, 24 julio 1864.
144
salir del aislamiento. Será un siglo de gestiones lentas, muchas veces contestadas desde las
altas esferas con el silencio, pero que tendrá tan profundo calado social, que en el habla
coloquial también se incluirá este otro comparativo: "más lento que las obras del puerto",
obras que en alguna ocasion incluso correrán por cuenta del Ayuntamiento cuando no
terminen de llegar ni los ingenieros ni los dineros prometidos.
Desde que en el primer cuarto del siglo XVIII los ingenieros militares observaron las
magníficas condiciones del abrigo natural que se abre entre la costa y la isla Verde, por
entonces llamada de la Palomilla, siempre se supo en Madrid lo conveniente que sería con-
tar con un puerto en Algeciras, no sólo por favorecer el desarrollo de la propia ciudad, o
por la posibilidad de constituirse en la alternativa al de Gibraltar, sino también como lan-
zadera de la plaza de Ceuta. Por si acaso esto se había olvidado en la capital del reino,
Sebastián de Miñano lo había recordado en 1826 en su diccionario geográfico:
Todo el puerto consistía en un modesto espigón muy deteriorado por los ataques de los
temporales, construido sobre unas escolleras en la margen izquierda del río junto a su
desembocadura, y al que sólo podían atracar las embarcaciones de poco calado. A lo largo
del siglo el Cabildo irá entrelazando las solicitudes de mejoras de las instalaciones con las
de su habilitación para el comercio de cabotaje. Por dos veces seguidas se solicitó la habi-
litación; primero, en 1807 y luego en 1809, por no haberse recibido respuesta, debido,
según se consolaba el Cabildo "a las grandes cosas que han ocurrido" en clara referencia a
la invasión napoleónica.117 La confianza manifestada por el regidor Juán Mendoza en lo
"útil que sería para la prosperidad y fomento de esta ciudad la habilitación de su puerto,
116. MIÑANO: Op. cit. p. 139.
117. AMA; LAC: Sesión sin fecha, pero en agosto 1809.
145
beneficio que tambien debería disfrutar todos los pueblos comarcanos", hizo que se solici-
tase por tercera vez, acudiendo en esta ocasión a las Cortes,118 y según parece, con más for-
tuna, como se deduce del texto de Miñano, según el cual, en 1826 ya había conseguido su
habilitación para el cabotaje y la importación de cueros del extranjero con destino a las
tenerías de la ciudad.
Mucho más tortuosas fueron las gestiones encaminadas a conseguir la mejora de las ins-
talaciones portuarias, que llenarán toda la centuria, culminándola con resultados poco
satisfactorios. En 1815 el Comandante de Marina informaba al Cabildo que el muelle de
la ciudad se hallaba en ruina, contestándole el Cabildo que no podía repararlo por no tener
facultad para disponer de los fondos de propios sin la autorización del Intendente de la
provincia,119 Años más tarde, en 1838 la Diputación se haría cargo del encauzamiento del
río de la Miel, que permitiría mejorar el refugio fluvial, pero en el mes de septiembre de
ese mismo año era ya de urgente necesidad atender a la recomposición del muelle o
"desembarcadero público", como le llama el Cabildo, y éste invitó a los vecinos a que
entregasen donativos directamente a la persona encargada de la obra.120
Un importante paso fue el que dió el Ayuntamiento en 1842, no tanto por los resultados,
que una vez más fueron de poca eficacia, sino por haber implicado en el proyecto a una amplia
representación del tejido social de la ciudad. En sesión del Cabildo se leyó una exposición sobre
146
apuntarse al haber de esta
movida popular el que el
16 de abril de 1856 se
publicase una real orden
concediendo trescientos
mil reales para satisfacer
las obras del puerto de
Algeciras, cantidad que
sería prorrogada en el pre-
supuesto del año siguiente
por no haberse invertido,
pero no parece que final-
GRABADO DEL THE ILLUSTRATED LONDON NEWS DEL 11 DE OCTUBRE DE 1890 CON mente esta partida se llega-
MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN DEL FERROCARRIL DE ALGECIRAS A RONDA.
se a gastar en obra alguna.123
COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA.
En este período de deja-
ción es cuando se produce el comentario del crítico taurino, cuya comparación, exenta de
toda exageración como se comprueba, se ajustaba a la más estricta realidad.
En 1875 el Ayuntamiento reparó a su cargo sin ayuda oficial el muro norte del río,
gastando en la obra casi cuatro mil pesetas.124 Posteriormente, en 1879 las obras se
extendieron al malecón de la Marina, y en esa ocasión el Cabildo sí contó con el apoyo
de la Diputación, que pagó a medias con el Cabildo las cincuenta mil pesetas que
costó su reparación.125
En 1878 el Ayuntamiento transfirió la tutela del puerto al Gobierno, sin que ello supu-
siese una mejora en el trato que habría de recibir en lo sucesivo, pues entre 1875 y 1891
se redactaron unos seis proyectos, ninguno de los cuales prosperaron, o se redujeron a repa-
raciones superficiales126. Todavía en 1890, el Ayuntamiento dará su conformidad a un pro-
yecto de construcción de un puerto de refugio, que comenzará a construirse dos años más
tarde, sirviendo de embarcadero de pasajeros y mercancías.127
Al finalizar el siglo, las instalaciones portuarias seguían siendo muy deficientes, consis-
tían en un espigón en la margen izquierda del río y, perpendicular a él, un pequeño mue-
lle, llamado de la Marina o Comercial. A ello hay que añadir un segundo muelle al otro
lado del río, de mucho mejor factura, propiedad de la compañía del ferrocarril.128
123. COLECCIÓN LEGISLATIVA DE ESPAÑA. Tomo LXXII. 2o Tr. Madrid-1857. p. 223.
124. Entre otros materiales, se utilizaron varias lanchadas de piedra de sillares traidas de Puente Mayorga, losas de Getares,
y se pagaron 150 ptas. a Antonio Palacios por una lápida de mármol, (un 3,5% del presupuesto) como no, para colocarla,
en el puente del río de la Miel, con el vanidoso propósito de perpetuar los nombre de unos ediles que el tiempo sin embar-
go, se ha encargado de silenciar. AMMA: "Cuentas de caja general de 1875-76". Depositaría: Caja 48 Exp. 1.
125. AMMA: Libro de gastos e ingresos del presupuesto municipal de 1879. Intervención: Caja 48. Exp. 1.
126. ARANDA Y QUILES: Op. cit. pp. 305-306.
127. AMA; LAC: Sesión del 21 de marzo 1890.
128. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 134.
147
La diferencia entre ambos muelle era abismal, según el testimonio del escritor Rafael
Gisbert Rodriguez, que en 1896, siendo niño, vivió la experiencia del siguiente desembar-
co:
En cuanto a la actividad comercial que generaba, se puede decir que fue fluctuante,
según épocas. En 1833 Richad Ford se encontró con un puerto desierto, desocupado y
silencioso, en contraste con el bosque de mástiles que vió en el de Gibraltar. Mejores tiem-
pos corrían en cambio, en 1872, según la escena que pudo contemplar al desembarcar en
él el viajero Augustus Cuthbert:
El ferrocarril:
Una real orden del 26 de julio de 1846 concedía la construcción de un camino de hie-
rro de Sevilla a Cádiz por Jerez y El Puerto de Santa María con ramales a Sanlúcar y
Chiclana. A raíz de ella, se creó en Cádiz una junta para la construcción del ferrocarril
andaluz, la cual, en junio de 1851, invitó al Cabildo algecireño a que secundase tan ven-
tajoso proyecto, acordando el Ayuntamiento convocar a los mayores contribuyentes de la
ciudad por si estuviesen interesados en invertir en la idea.132 Para comprometer la presen-
cia de Algeciras en el proyecto, en septiembre de 1854, el Diputado José González de la
Vega remitió una carta al Cabildo indicándole la conveniencia de tomar la iniciativa para
conseguir que se construyese una vía férrea desde Cádiz a esta ciudad.133 En 1861 se inau-
guraba el ferrocarril de Sevilla a Cádiz, un año mas tarde se enlazaban Sevilla y Córdoba y,
en 1866, las tres capitales andaluzas ya estaban unidas a Madrid.
129. BUENO: Op. cit. p. 182.
130. BUENO: Op. cit. pp. 127 y 175.
131. SANTACANA: Op. cit. p. 145.
132. AMA; LAC: Sesión del 7 junio 1851.
133. AMA; LAC: Sesión del 9 septiembre 1854.
148
Mientras tanto, en 1864 se estaba estudiando la línea de San Fernando a Algeciras, y el
Cabildo acordó dirigirse a su promotor, el Marqués de Salamanca, pionero del ferrocarril
español, solicitándole que "dispense su atención a este pueblo."134 Un par de meses más
tarde, la prensa publicaba el acuerdo adoptado por la Comisión General de la Red de
Ferrocarriles del Reino, de prolongar hasta Málaga el proyectado ferrocarril de Cádiz a
Algeciras,135 pero en contra de lo publicado, el trazado que se pensaba hacer concluía en la
Línea de Gibraltar, al pie mismo del Peñón, en un trato de favor hacia la colonia británi-
ca que no aceptó el Cabildo algecireño, que desplazó una comisión a Cádiz para conocer
los detalles del proyecto. A la vista de los planos y memorias, el Cabildo acordó exponer
"lo conveniente que resultaría para la empresa fijar en Algeciras el término de dicha vía
férrea por no llevar a dicho país extranjero este elemento de riqueza". Alegaría además que
supondría un importante ahorro económico al eliminar el túnel del collado de la plaza de
toros, los puentes de los ríos Palmones y Guadarranque, los pontones, el ramal de más de
tres leguas de arenas de costosa construcción, y las estaciones de Palmones, Campamento
y Línea de Gibraltar.Añadía que no se les causaban perjuicios a Los Barrios ni a San Roque,
porque la primera tenía mejor camino para venir a Algeciras que para ir a Palmones y que
la segunda se encuentra a igual distancia de Algeciras que de Campamento. Finalmente,
para enlazar Algeciras y Gibraltar, proponía situar
uno o dos vapores que invertirán menos tiempo en la travesía y con menos
gastos, pudiendo servir dichos buques para poner en comunicación con la esta-
ción de Algeciras a la plaza de Ceuta y Costa de Africa y destinarse a remolcar
barcos de vela que por viento contrario no pueden pasar el Estrecho y tienen que
permanecer en estanquerías muchos días.
Estas son las únicas observaciones que acerca del referido trazado tiene que
hacer este Ayuntamiento, sin que por ello se entienda que presenta la menor opo-
sición a los estudios hechos, pues ya termine la línea en esta ciudad o se prolon-
gue a Gibraltar, ha de proporcionar inmensos beneficios a la Nación, a la pro-
vincia y a los pueblos comarcanos.136
149
Balignac comunicaba al
Ayuntamiento el inmi-
nente comienzo de los
estudios del trazado y pro-
ponía la creación de una
comisión que considerase
con la empresa la cons-
trucción del ramal hasta
esta ciudad.137 Con el
apoyo de algunas firmas
extranjeras se emprendie-
ron los trabajos que des-
pertaron muchas esperan-
zas de ver al fin esta
UNA LÍNEA DE VAPORCITOS ENLAZABA EL PUERTO DE GIBRALTAR CON LA TERMINAL
comarca enlazada con la DEL FERROCARRIL DE ALGECIRAS. COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA.
red ferroviaria, pero años
más tarde, el proyecto tendría que suspenderse al comprobarse que no resultaba rentable.138
Un tercer proyecto entrará en danza a principios de 1880 propuesto por el ingeniero Sr.
Lamiable, que estudiaba enlazar Bobadilla con Algeciras por la serranía, con estaciones en
Ronda, El Colmenar, Jimena y Almoraima entre otras. Su autor se dirigió al Cabildo
Unos meses más tarde, los capitulares analizaban en cabildo los tres trazados con origen
posible en Cádiz, Jerez y Bobadilla, y a pesar que ya habían transcurrido casi treinta años
desde que se empezase a hablar de traer el ferrocarril a la comarca, todavía se mantenían
intactas las ilusiones:
Algeciras, -se recoge en el acta de aquella sesión-, tiene otro porvenir puesto
que será cabeza de línea no sólo de la de Jerez, sino de la que se está estudiando
desde Bobadilla a esta ciudad, pasando por Ronda; que esta circunstancia hoy
haya variado por completo su razón de ser y no cree que en su sentir sean lasti-
mados los intereses particulares ni generales, sino por el contrario, están favore-
cidos, sintiendo sólo no sea una realidad hoy que ya oigamos el silbato de la loco-
motora que nos pusiese en contacto con el resto de España.140
137. AMA; LAC: Sesión del 31 diciembre 1875.
138. SANTACANA: Op. cit. p. 125.
139. AMA; LAC: Sesión del 16 enero 1880.
140. AMA; LAC: Sesión del 12 de marzo 1880.
150
Nada menos que cinco años más habrá que esperar todavía para conocer cuál de los tra-
zados propuestos recibirá el respaldo del Gobierno; al final, en junio de 1885 el Diputado
Ruiz Tagle comunica al Cabildo que las Cortes subvencionarán los ferrocarriles de Jerez a
Algeciras y el de Campamento a Málaga, curiosamente, los dos que nunca llegarán a cons-
truirse.141 Como la historia de los logros de Algeciras en los asuntos de las comunicaciones
es una sucesión de lentas gestiones y largas esperas, no debió sorprender a los miembros
del Cabildo que se volviese a abrir un nuevo período de tiempo muerto hasta que el 6 de
junio de 1888 se otorgase la concesión del ferrocarril de Bobadilla a Algeciras a la empre-
sa inglesa The Algeciras Gibraltar Railway Company Limited, que a la postre habría de ser
la primera y hasta el presente la única, que llegase con sus vías a esta ciudad. Con una sub-
vención estatal de sesenta mil pesetas por kilómetro de trazado y bajo la dirección del inge-
niero James Forde, comenzaron las obras en el otoño de ese mismo año, inagurándose el
primer tramo, de Algeciras a Jimena, el 6 de octubre de 1890; el segundo, de Bobadilla a
Ronda el 7 de septiembre de 1891; el de Ronda a Jimena el 27 de noviembre de 1892; y
finalmente, el 16 de septiembre de 1893 es prolongado el ferrocarril con un ramal de ocho-
cientos cincuenta y siete metros hasta el puerto de Algeciras, en total, 178 km. Por enton-
ces, la prensa inglesa, que seguía con interés la obra, publicaba:
El camino de hierro cruzará una comarca de variada belleza: los magníficos bos-
ques de alcornoques de San Roque y los escarpados cerros y barrancos de las inme-
diaciones de Ronda... En un país hasta hoy sólo dotado de senderos para caballe-
ría, pues hasta los caminos para carros son completamente desconocidos.142
Del viaje inagural escribió una detallada crónica M. Bonelo, Director del Diario de La
Línea, quien describe de la siguiente manera aquel tren tan especial, compuesto de
151
Definitivamente quedaba roto el multisecular aislamiento de Algeciras y la comarca con
respecto al interior de Andalucía, y si ello no fuese ya de por si suficiente, traía el añadido
de contar con los trenes más lujosos de los que por entonces circulaban por los caminos de
hierro españoles, no en recompensa como podría pensarse, a los muchos años de espera sin
desánimo, sino a disposición de los pudientes turistas británicos, gustosos de visitar su
posesión colonial en la Europa continental.
Correos y telégrafos:
A la vista de la situación periférica de la comarca y sus barreras orográficas, se com-
prenderá que las principales dificultades que tenía que superar el servicio de correos para
trasladar sus valijas hasta Algeciras eran la distancia y el estado de los caminos. En mayo de
1858 el Ayuntamiento informaba al Gobierno, que se lo había solicitado, que la distancia
que hay de Madrid a esta ciudad es en línea recta de 86 leguas y siguiendo los caminos y
veredas establecidos para el servicio de correos son desde Algeciras a Ecija 27 leguas y de
Ecija a Madrid 75 3/4, en total 102 3/4."144 Otras distancia en leguas eran: a Sevilla 28; a
Cádiz 18, por tierra y 23 1/3 por mar; a Tarifa 4 y la misma distancia a Gibraltar. Con
estos aislamientos, no debe extrañar que la ciudad contase en 1768 con los servicios de un
mensajero que se desplazaba regularmente a Cádiz, se supone que para hacer gestiones y
traer y llevar documentos y géneros de pequeño tamaño.145 Además, el Ayuntamiento se
servía de verederos para intercambiar la correspondencia con los ayuntamientos de las cer-
canías146 y de guías "inteligentes prácticos en los caminos."147 A mediados del siglo XVIII
la estafeta del Campo de Gibraltar estaba situada en San Roque, a donde era traida la
correspondencia desde Madrid por la ruta de Madrid a Ecija, Osuna, Olvera, Ronda,
Gaucín y San Roque, en total 96 leguas.148 Por su parte, la de Cádiz a San Roque era con-
ducida en 1805 por un valijero a través de Ojén, la Trocha y Algeciras, según testimonio
del espía británico Robert Semple, que fue su compañero de viaje en este trayecto.149
A mediados del XIX Algeciras ya contaba con estafeta propia, considerada de primera
clase, subalterna de la de Ecija y dotada de administrador e interventor. Según Madoz,
144. AMMA: "Interrogatorio sobre Correos. Algeciras, 12 de mayo 1858". Estadística: Caja 59 Exp. 1
145. Una de las panaderas de la ciudad era conocida por ser la mujer de "Gregorio, el que va a Cadiz". AMMA: "Instancia
de panaderos sobre reparto de trigo. Algeciras, 20 de junio 1768". Pósito: Caja 3 Exp. 2.
146. "En 1841 se pagaro 60 rs. a Francisco Madrid por la conducción de dos pliegos a la población de Los Barrios con aviso
de que el general Narváez trataba de desembarcar por estas playas" y 80 rs. al conductor de un pliego a Vejer con la noticia
del nombramiento de Regente al Excmo. Sr. Duque de la Victoria". Cuentas de propios de 1841. Propios: Caja 60 Exp. 2.
147. "Se pagaron (.) rs. A Luís Punta, guía inteligente en caminos, por acompañar la columna militar que salió de esta ciu-
dad por disposición del Excmo. Comandante General en persecución del facineroso Corona". Cuentas de propios año 1826.
Propios: Caja 60 Exp. 1.
148. RODRIGUEZ CAMPONARES: Itinerario de las carreras de postas de dentro y fuera del reino. Madrid-1761. p. 67.
149. BUENO: Op. cit. p. 92.
152
El correo general procedente de Madrid y demás provincias llegan a Algeciras
los lunes, miércoles y sábados a las seis de la mañana, y sale los miércoles, viernes
y domingos a las seis de la tarde, conduciendo la correspondencia un postillón a
caballo de la casa de posta de San Roque. Como cabecera del partido judicial, se
recibe aquí toda la correspondencia dirigida al mismo, trasladándose la de Tarifa
por un conductor de aquel ayuntamiento los lunes, miércoles y sábados, regre-
sando a Algeciras los miércoles, viernes y domingos. Hay además dos correos par-
ticulares llamados estafetas, uno directamente para Cádiz que entra los martes y
viernes a las cuatro de la tarde y sale los lunes y jueves a las dos de la misma, y
otro por la costa a Málaga, el cual llega los miércoles a las seis de la mañana y sale
los jueves a las doce de la tarde. La correspondencia de Ceuta que conducen los
dos jabeques que sirven para comunicar con dicha plaza suelen ir a Algeciras, per-
mitiéndolo el tiempo, los domingos y miércoles y volviendo los lunes y jueves.150
Los enlaces con Algeciras eran: Ecija, Málaga, San Roque, Medina Sidonia, San
Fernando, Gibraltar, Ceuta y Cádiz. En opinión de González Ponce, el puerto marítimo
de Algeciras era muy importante por todos los conceptos, en especial, por su conexión con
los buques ingleses de la carrera de Suez, India, Singapur y Hong-Kong, siendo estafeta
para aquellos puntos.151 Efectivamente, la estafeta algecireña recogía la correspondencia del
gobierno para las autoridades españolas de Manila. Una real orden del 8 de febrero 1846
disponía que para el día dieciseis de cada mes quedase entregada en la Administración del
Correo general toda la correspondencia que hubiese de enviarse a las islas Filipinas por el
istmo de Suez. De Madrid era conducida a Algeciras, donde el día veintidós un alférez de
navío la recogía y embarcaba con ella en Gibraltar a bordo de un vapor de la Compañía
oriental inglesa que atravesando el canal de Suez hacía su singladura por el lejano orien-
te.152 Una notable mejora de la conducción de la correspondencia tendrá lugar en la últi-
ma década del siglo con la llegada del ferrocarril a Algeciras, pues como adelantaba el Daily
Graphic, mirando por los intereses de sus compatriotas del peñón, "En el verano recibirá
el correo veinticuatro horas antes que en la actualidad y en invierno, cuando las veredas de
la montaña son cortadas por las lluvias, la ventaja sobre el servicio del Correos que hoy
existe será de tres o cuatro días."153
En cuanto al otro servicio de mensajería escrita, invento del siglo, que ahora se pon-
drá en marcha, el telégrafo eléctrico, el gobierno, al contrario que en tantas otras ocasio-
nes, tuvo un gran interés por que se instalase pronto en esta comarca, y de hecho, apenas
habían transcurrido tres años de la creación del servicio oficial del telégrafo español cuan-
do en 1855, precisamente el mismo año que se inaguraba la primera línea, la de Madrid
a Irún, una real orden del 22 de abril, destinaba catorce mil ciento treinta reales para la
150. MADOZ: Op. cit. pp. 558 y 561.
151. GONZÁLEZ PONCE, A.: Diccionario geográfico de Correos de España con sus posesiones de Ultramar. Madrid-1855. p. 54.
152. COLECCIÓN; 1848: 273.
153. AHMLL: Semanario Gibraltar. Madrid, 26 marzo 1892
153
construcción del telégrafo de Algeciras.154 En cumplimiento a dicha orden, el 28 de
mayo de 1856 el ingeniero provincial comunicaba al Cabildo algecireño a través del
Gobernador Civil, que
154
2.- ASPECTOS ECONÓMICOS.
Agricultura:
Casi siempre la producción resultará insuficiente, teniéndose que recurrir a la importa-
ción de productos básicos, esto comportará que a menudo, la repercusión social rebase a
las meramente agrarias. En 1838 el Cabildo se opuso a una subida del diezmo alegando
que la ciudad era muy poco agrícola por la limitación de su término y que el número de
sus labradores se reducía a unos cuantos pegujaleros.160 En diversas ocasiones el Cabildo
había repartido a título de premio patriótico o para mitigar las hambrunas, suertes en las
tierras que le había correspondido al extinguirse en 1813 la mancomunidad de los propios
y arbitrios que desde 1755 había compartido con San Roque y Los Barrios. Las dehesas del
Novillero y Algarrobo se distribuyeron para labor; la Acebuchal para pinos y huertas; la
Punta para viñas; las Abiertas para pastos, tras haber fracasado con cereales; y Algeciras se
dedicaba al pastoreo del ganado perteneciente al abastecimiento de Ceuta. Además, se
aprovechaban las bellotas de las majadas de Algamasilla, Algarrobo y Ventilla. En total,
cinco mil quinientas fanegas de tierra, que rentaban a las arcas municipales veinticuatro
mil rs. anuales, siempre que se cobrasen el total de los arrendamientos, cosa que no siem-
pre era factible debido a que la composición arcillosa de los suelos, la influencia pernicio-
sa del viento de levante, y la falta de previsión para amortiguar los daños causados por llu-
vias torrenciales y sequías pertinaces, dificultaban que los colonos pudiesen pagar el canon
de las tierras que ocupaban.161 Con frecuencia los jornaleros se verán abocados a la mendi-
cidad, como ocurrió en febrero de 1838, cuando debido al extraordinario mal tiempo baja-
ron a la ciudad en cuadrilla postulando por las calles y casas. En 1855 eran más de dos-
cientos los que atravesaban dificultades y el Cabildo, siguiendo la costumbre observada
otros años de igual calamidad, acordó se repartiesen de uno a doce pobres entre los veci-
nos acomodados para que los socorriesen con doce cuartos diarios a cada uno.162 En 1880
se les repartían dos libras de pan y un real diario con cargo al capítulo de calamidades.163
La capacidad de todo el término era de unas diez mil ochocientas fanegas de tie-
rra, incluyendo los baldios, que según Madoz, en 1845 estaban distribuidas de la
siguiente forma:
160. Añadía que aunque no podía ser más fácil la recaudación, no era posible ni conveniente alterar la cantidad con la que
esta ciudad contribuía al sostenimiento del clero. AMA; LAC: Sesion del 28 febrero 1838.
161. En sesión del 18 de septiembre 1839 el Cabildo acordó desalojar a los colonos que no hubiesen pagado el canon.
162. AMMA: "Sanción a Miguel Apolinario por negarse al precepto de la autoridad". Orden público: Caja 11.
163. AMA; LAC: Sesión del 9 de febrero 1880.
155
de dominio particular hay 37, entre caballerias de 60 a 70 fan., y cortijos de
150 a 200, siendo el mayor el de San Bernabé, que tendrá unas 300: entre todos
componen 3.000 fan.: de montes baldíos hay unas 2.300:; las desamortizadas que
correspondieron a manos muertas, son dos cortijos, con cabida ambos de 350
fan., vendidos por el Estado en 24.000 duros a papel.164
156
co por cuenta del Ayuntamiento al precio de diez cuarto las hogazas, que era el que hasta
entonces tenía, sin que ello perjudicase a los panaderos.169
Los regadíos se concentraban en los cauces de los ríos de la Miel y Botafuego; en 1845
existían veinte huertas en el primero y tres en el segundo. Las de la Miel eran regadas por
dos cauces regulados por el alcaide de las aguas, a quien correspondía velar por el cumpli-
miento estricto de las ordenanzas de riego que se habían otorgado a sí mismos los hortela-
nos. Todas ellas producían buenas frutas y hortalizas, que dieron renombre a huertas como
la de la Cruz, la Reina, los Tomates; la Noria y Pata de Londra. Los plantíos de árboles fru-
tales y los cultivos de verduras del país se completaban con el engorde de aves y cerdos.
Casi todas contaban con vivienda de techo de tejas, como la huerta de la Cruz.170
Las uvas de mesa citadas en el formulario de 1859 procedían de La Punta, cuyas tie-
rras estaban adehesadas desde 1765 exclusivamente para viñedos. A mediados del siglo XIX
habían cuarenta y tres posesiones con sus respectivos caseríos, pero por entonces ya sólo se
cultivaban para comer en verdeo, exportándose la mayor parte de ellas a Gibraltar con otras
frutas y hortalizas.171 Estaban ya muy lejos los tiempos en los que Algeciras ganaba fama
por los vinos de sus bodegas "punteñas".
A lo largo de todo el siglo los rendimientos fueron exiguos, pero no obstante, el campo
permitió más o menos entretener las hambres de un puñado de familias, sin embargo, a
finales de la centuria la situación se agravó por la falta de inversiones renovadoras, la pro-
ducción local de trigo, cebada y haba, no pudo competir con los cereales importados del
extranjero, más tempraneros y baratos, la situación llegó a ser ruinosa y finalmente,
muchas tierras se abandonaron.
Ganadería:
El arraigo y valor económico que esta actividad tuvo en la zona durante los siglos pre-
cedentes, tendrá continuidad en el XIX. Recoge Madoz: "Abunda el ganado vacuno, cer-
doso, cabrío, lanar y caballar. Hay caza de jabalíes, corzos, conejos, liebres y perdices".
Añade que "Hay dentro del término 1.900 cabezas de ganado vacuno, en cuyo número se
incluyen 200 yuntas de labor, que vendrán a producir 600 crías al año; 150 yeguas de vien-
tre, con 60 crías: 2000 cabras, 300 ovejas y 600 cerdos."172
Factor determinante en el alto rendimiento y bajo coste del engorde fueron las colinas
arcillosas extendidas por todo el término, que tan inútiles resultan para los cultivos, y que
por el contrario sostienen un pasto de excelente calidad que no llega a agotarse en verano.
Adehesadas para pastoreo desde bastante tiempo atrás, las yerbas del Novillero, Algeciras y
169. AMA; LAC: Sesión del 2 junio 1873.
170. ANA: "Francisco Trujillo vende a Juan Ximenez una huerta de regadío que nombran de la Cruz, sita en la Ribera de
esta ciudad, cercada con diferentes árboles frutales y toda su extensión de tierra laboreada y metida en plantel de las verdu-
ras del país, con su casa habitación de mampostería y tejas, compuesta de sala, alcoba y cocina. Igualmente tiene las demás
estancias necesarias para su servicio y acogida. Algeciras, 22 agosto 1809". Coletty, Libro 3; Caja 1-0180.
171. MADOZ: Op. cit. p. 562.
172. MADOZ: Op. cit. p. 562.
157
parte de Las Abiertas, sustentaron durante decenios a muchas reses, a la par que las maja-
das de Algamasilla, Algarrobo y Ventilla, con sus bellotas, algarrobas y brotes de yerba, ali-
mentaban a cerdos, cabras y ovejas. A estas grandes explotaciones extensivas, se sumaban
las más pequeñas de los ranchos y cortijillos, cuyas producciones se destinaban al mercado
local, si bien, podía ocurrir que una parte se comercializase fuera. A mediados del siglo el
consumo anual de carne se cifraba en las mil reses, y entre las cuatro y cinco mil cabrías,
teniendo que importarse unos tres mil cerdos cebados en los montes cercanos para atender
la demanda de las plazas vecinas de Gibraltar y Ceuta.173
A finales de la centuria la ganadería estaba considerada en Algeciras, en palabras de
Santacana, como "uno de los negocios que más producen y que proporciona modesta
ganancia a los que a ella se dedican."174
Pesca:
La extracción de la
riqueza pesquera de estas
aguas ya no será en el siglo
XIX el negocio fabuloso
de antaño, pero sí man-
tendrá su cometido social
de suministrar alimento
barato a los más necesita-
dos. Parece que sólamente
en el caso de Tarifa puede
hablarse de una comercia-
lización de cierta enverga-
dura, pues de sus lances y EDIFICIO DE LA PESCADERÍA SITUADO EN LA MARINA JUNTO AL MAR.
chancas salían anualmente COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA.
para la costa de Valencia cuarenta mil arrobas de atún, bonito, albacora, caballa, sardinas
y anchoas.175 Según Madoz, en la bahía faenaban muchas barcas con distintas artes, que
proporcionaban con abundancia y baratura pescado de toda clase, entre los que algunas
veces se salaban sardinas para exportar, pero siempre en poca cantidad, en torno a los 21
quintales un año con otro.176
Quizás este comercio de salazón tuviese su origen en la llegada a Algeciras, en la pri-
mavera de 1807, de pescadores de Tarragona, venidos a faenar en estas aguas, y que al asen-
tarse junto al mar, en el arrabal del Sur del Río, hicieron que recayera la denominación de
"Catalanes" para una de las calles que aquí se formaron.177 En 1872 los pescadores algeci-
173. MADOZ: Op. cit. pp. 561-562.
174. MADOZ: Op. cit. p. 562.
175. MADOZ: Op. cit. p. 562.
176. MADOZ: Op. cit. pp. 562-563.
158
reños llenaban con su trasiegos la vida portuaria y con sus camisas azules y gorras y fajas
escarlata, coloreaban una estampa que quedó impresa en la memoria del viajero Augustus
Cuthbert.178
A veces la pesca era una alternativa al paro y al hambre, modesta y dura, pero legal. En
1883 se emplearon en ella 852 hombres, que capturaron 1.524.162 kg, de los que 280.078
kg se consumieron en fresco por los propios pescadores; se salaron 245.619 kg y se ven-
dieron en el mercado 998.465 kg con un valor de 241.228 ptas.179 Por especies, los más
consumidos eran el atún, la caballa y la sardina. El atún se tenía por el pescado de los
pobres; se traía de las almadrabas tarifeñas por tierra y en ocasiones los contratistas de la
pescadería mezclaban el fresco con el pasado, suscitando el recelo de las autoridades sani-
tarias180. La caballa se desembarcaba en Algeciras en grandes cantidades, y la sobrante se
vendía en Los Barrios y San Roque. En cierta ocasión su salubridad fue objeto de un curio-
so análisis. Se dice en un informe que "Se pescan de dos modos, unas a la vara y otras con
el arte llamado la rachera. Las primeras son desangradas en el acto de ser cogidas, las segun-
das mueren asfixiadas y sin desangre en las mallas, descomponiéndose a las pocas horas, lo
que las hace ser nocivas a la salud pública."181
Era opinión generalizada hacer recaer sobre el pescado azul la causa de distintas enfer-
medades: Madoz habla de erupciones cutáneas182 y de cólicos el responsable de Sanidad de
Algeciras.183
Naturalmente, la población seguiría consumiendo pescado azul en mejor o peor esta-
do, pues a las razones higiénicas, se les contraponían otras de mayor peso, las económicas.
Forestal:
La explotación de los montes de los términos municipales de Algeciras, Los Barrios y
San Roque correspondía a los tres cabildos por igual, de acuerdo con la mancomunidad de
propiedades establecida en el plan de gobierno de estas poblaciones otorgado por Fernando
VI en 1755, que a su vez respetaba la donación hecha a Gibraltar en 1502 por los Reyes
Católicos del disfrute de los montes de las Algeciras. En su cumplimiento, las subastas de
los aprovechamientos forestales se hacían conjuntamente cada año en la sede de uno de los
177. AHDC: "Carta de Raymundo Arch, cura del Batallón de Voluntarios de Tarragona de guarnición en esta plaza, solicitan-
do autorización para confesar a pescadores que sólo hablan catalán. Algeciras, 24 marzo 1807". despacho de Utrera, Caja 66.
178. BUENO: Op. cit. p. 175.
179. POLEY: Op. cit. p. 101.
180. A fin de evitar fraudes, un edicto de la alcaldía del 7 octubre 1877 disponía la salazón del atún sobrante del día y esta-
blecía como único lugar válido para su venta la pescadería. AMMA: Caja 53 Exp. 1.
181. AMMA: Informe del Médico Higienista de Sanidad Joaquín Palacios, sugiriendo al alcalde la venta de la caballa antes
de las ocho de la mañana. Algeciras, 14 agosto 1880. Sanidad: Caja 53 Exp 2.
182. MADOZ: Op. cit. p. 559.
183. "Por razón de la mucha existencia del atún se constituye en el alimento diario, muy especialmente consumido por la
clase pobre, y estando demostrada la propensión en el individuo a las esfervescencia de sangre, y a las malas digestiones, las
cuales causan cólicos más o menos graves, cuando de esta clase de alimentación se abusa". AMMA: "Informe de Joaquín
Palacios, médico de Sanidad e Higiene de Algeciras. 29 septiembre 1884". Sanidad: Caja 54 Exp. 1.
159
ayuntamientos ante una comisión nombrada al efecto.184 Esta autonomía era vista con rece-
los por la Diputación Provincial, responsable inmediata del patrimonio forestal, la cual,
para controlar posibles abusos, emplazó en San Roque un comisario en función de subde-
legado de montes, que mantendrá continuos rifirrafes con los tres cabildos. En 1838 el
subdelegado puso en duda la propiedad de los montes adscritos a los propios de Algeciras
y solicitó del Ayuntamiento la presentación de documentación acreditativa.185 Otras veces
será la administración de ámbito superior la que descuide sus obligaciones, como ocurrió
en el verano de 1838, en el que los montes de Algamasilla, Algarrobo y Ventilla, puestos
bajo la tutela del estado, se encontraban abandonados y el Cabildo, preocupado por el ries-
go de incendio, en clara ingerencia contrató a su cargo un guarda para que los vigilase.186
A pesar de los roces de competencias, la mancomunidad de los montes se mantendrá hasta
el segundo tercio del siglo XX.
La importancia y valor de estos montes radica en su bosque subtropical mediterráneo,
que a pesar de su multisecular explotación se conserva de forma admirable, de manera que
le ha merecido la distinción de parque natural, con el apelativo de Los Alcornocales, por ser
éste el individuo más representativo de su biodiversidad. Gracias a su magnífica masa fores-
tal, en la que también están presentes el quejigo, acebuche, aliso, chopo, álamo, fresno y
algarrobo, se han obtenido un sinfín de subproductos, tales como madera para la construc-
ción y la carpintería de ribera; leña y carbón para la calefacción de las ciudades; corcho para
la industria taponera; tanino para los curtidos; bellota para la montanera; cepas para pipas;
palmitos para celulosa y otras materias primas para diferentes artesanías. A la cabeza de estas
actividades, desde muy antiguo siempre estuvieron la leña y el carboneo, que alcanzaron
gran producción debido a su alta exportación, especialmente a Cádiz y Málaga, a donde se
llevaban por mar en buques carboneros. Parece que el descorche industrializado se genera-
lizó bastante más tarde, o que al principio no tenía mucha demanda. Cuando en 1832
Richard Ford contempló la bahía desde la sierra, los alcornoques ya mostraron al viajero
inglés sus troncos desnudados por los hombres.187 Durante algún tiempo, el corcho secun-
dará a la madera en importancia, pero a medida que transcurran los años se situará a la cabe-
za de todos los recursos de nuestro bosque gracias a la penetración de sus exportaciones en
el mercado catalán y europeo, y al valor de sus operaciones comerciales.188 Otro producto
aprovechable del alcornoque era su corteza, que a veces se le desprendía en el descorche; era
rica en tanino, substancia que por su alto poder astringente se utilizaba para adobar pieles,
de ahí que también se la conociese como corteza para curtir o simplemente curtido. De aquí
se suministraban las tenerías de Algeciras, Cádiz y de Málaga.
184. Así, la subasta de la bellota tocó en 1846 en Algeciras. AMA; LAC: Sesión del 11 marzo 1846.
185. En consonancia con la tradicional poco cuidadosa custodia de la documentación, no se poseía traslado de los planes de
gobierno, ni del privilegio de los Reyes Católicos, teniéndose que pedir copia a San Roque. AMA; LAC: Sesión del 8 febre-
ro 1838.
186. AMA; LAC: Sesión del 21 julio 1838.
187. BUENO: Op. cit. p. 127.
188. SANTACANA: Op. cit. p. 145.
160
Finalmente, hay que referirse a la bellota como otro de los frutos de los montes; las de
alcornoques y quejigos permitían engordar cerdos de montanera.
Los cabildos tenían en las subastas de estas explotaciones unas fuentes regulares de ingresos con
las que aliviar sus siempre maltrechas arcas. A mediados de la centuria, la explotación de los mon-
tes reportaban a cada uno quince mil rs. anuales después de repartir gastos y beneficios en tres par-
tes iguales.189 A ellos sumaban otros de menor cuantía procedentes de cortas y sacas puntuales,
como en el caso ya referido de la venta de leña en 1846 para sufragar el alumbrado de Algeciras,
o una saca de corcho para atender la petición de un particular.190 En el tránsito al siglo XX
Santacana aseguraba que la riqueza forestal era el mayor elemento de vida que tenía Algeciras.191
Apicultura:
En 1856 sólamente dos contribuyentes pagaban por producción de miel, Entre los dos
juntaban cuarenta colmenas.192 Tan corto número de colmenas no debería responder a la
realidad, máxime si se tiene en cuenta los altos rendimientos que reportan las abejas a cam-
bio de una escasa inversión y mínima atención, sino más bien a que sería una actividad
difícil de controlar por los recaudadores. Los dos productos que se obtienen resultaban
igualmente básicos: la miel para alimentación y la cera para iluminación. El emplazamien-
to de las colmenas abarcaba una amplia dispersión por la casi totalidad del término muni-
cipal y se las encontraban en todos los parajes, desde la vega fluvial a la sierra. Se docu-
menta su existencia en lugares como El Bujeo, la Rejanosa, las Corzas, huerta del Carmen,
cerro del Calderero, y otros muchos. Los colmeneros utilizaban el corcho de los alcorno-
ques para acunar en ellos los enjambres.193
A veces el Cabildo cedía terrenos en los montes comunales para la instalación de colmenas.194
Tanto los hortelanos del río de la Miel como los campesinos de las dehesas, contaban en la api-
cultura con unos ingresos complementarios y un buen aporte energético en su alimentación.
En el estadillo agrícola de 1859 se indica que la producción de cera fue en el año anterior de 30
arrobas, pero no se indica la de miel, quizás por quedar fuera del control de los recaudadores.195
Sericultura:
Durante la década de los años cincuenta la cría industrial del gusano de seda constitu-
yó toda una imnovación empresarial en Algeciras, con la que se pretendió sostener una
189. MADOZ: Op. cit p. 566.
190. "Se cobraron 1.800 rs. por extracción de corcho de los montes de este término y otros 3.700 pagados por Benito
Estrada". AMMA; Propios: Ingresos año 1841. Caja 60 Exp. 2.
191. SANTACANA: Op. cit p. 153.
192. AMMA: Libro de amillaramiento para el año de 1856. Caja 64 Exp. 1.
193. "Se autoriza a Antonio Méndez a que para fomento de su colmenar pueda cortar ochenta corchas". AMA; LAC: Sesión
del 6 marzo 1807. "Se autoriza a tres vecinos para extraer ochenta y cuatro corchas para colmenas". AMA; LAC: Sesión del
8 mayo 1844.
194."Se concede un pedazo de tierra a Eugenio Morales en las Corzas para instalar un colmenar". AMA; LAC: Sesión del
17 junio 1840.
195. AMMA; "Noticias de productos agrícolas. Algeciras, 8 septiembre 1859." Estadística: Caja 58 Exp. 1.
161
serería de envergadura. El proyecto se debió al espíritu emprendedor de Carlos Carvalho;
uno de los principales propietarios agrícolas de la ciudad, quien contó con el apoyo del
Cabildo y el respaldo social de un grupo de ciudadanos que veían con preocupación la difí-
cil situación por la que atravesaba la maltrecha economía de los algecireños.196 En 1848
Carvalho poseía treinta mil cuatrocientas sesenta y nueve moreras filipinas o multicaules,
de las que cuatrocientas veinticinco estaban injertadas en moreras rosas; y otras mil dos-
cientas eran de estacas; con valores comprendidos entre los dos, tres y cuatro rs. cada una
y una superficie total de trece fanegas. Las tenía repartidas entre las Abiertas y el cortijo del
Piojo, y para mejorarlas, trajo diez onzas de semillas de moreras seleccionadas en Murcia,
Valencia y Granada.197 Contaba además con las moreras de otros lugares, como la
Acebuchal y el Calvario, así como las de los paseos y jardines públicos, plantadas por el
Cabildo para mitigar el paro.198 La sereria estuvo instalada en el caserío del cortijo del Piojo,
junto al río de la Miel, donde disponía de todos los recursos técnicos y humanos necesa-
rios. Las primeras hiladas salidas de ella obtuvieron un rotundo éxito, pues según unas
pruebas realizadas en Jaén dieron como resultado que se trataba de una seda de calidad
superior a las de otras provincias. Nada más ponerse en marcha el negocio, la producción
de hojas se quedó corta, siendo necesario ampliar las moreras, y así, en 1851 el Cabildo
autorizó a Carvalho a que ocupase trece fanegas de la Villa Vieja con la obligación de repar-
tir una cantidad anual de estacas de sus moreras entre los pobres a fin que también ellos se
beneficiasen del cultivo de este árbol y de la cría del gusano que lleva pareja.199 El único
dato que se dispone sobre la producción de seda se refiere a un sólo año, según el cual, en
1858, se obtuvieron 44 libras, que en el mercado alcanzaron el precio de 55 rs. cada una.200
A finales de la década existió otra serería en la calle Imperial, situada en el desamortizado
convento de la Merced, donde varios salones de la planta baja se dedicaron a la cría del
gusano. En 1859 debería marchar bien el negocio, porque necesitando ampliar las instala-
ciones, solicitaron del Obispado de Cádiz le alquilasen el patio grande contiguo a la sacris-
tía de la iglesia de la Merced, comprometiéndose a amurallarlo y ponerlo bajo vigilancia.201
Cochinillas:
La base de esta actividad estribaba en la presencia en la comarca de la chumbera llama-
da "higuera de la India"; conocida en los siglos XVI y XVII por "opuntia" y "nopal" en el
s. XIX. Traida de Méjico por los conquistadores, con ella vino un insecto que vive en sus
hojas, la cochinilla coccus cacti, cuya cualidad tintórea es el origen de su crianza. La higue-
196. El Iris se hacía eco el 5 de julio de 1850 de la conveniencia de establecer una fábrica de hilatura con la que se cerrase
todo el proceso de producción, impediendo la exportación de la seda en bruto a sererías de fuera.
197. AMA; LAC: Sesión del 20 marzo 1850.
198. En septiembre de 1845 se pagaron 50 rs. por plantones de moreras para el paro público. AMMA: Intervención: Libro
del presupuesto del año 1845: Caja 48 Exp. 1.
199. AMA; LAC: Sesión del 8 noviembre 1851.
200. AMMA; "Noticias de productos agrícolas. Algeciras, 8 septiembre 1859". Estadística: Caja 58 Exp. 1.
201. AHDC: "Carta del Vicario de Algeciras al Obispo de Cádiz. 3 julio 1859". Arbolí: Caja 150.
162
ra debió llegar pronto a esta comarca y aclimatarse enseguida, porque ya a principios del
siglo XVII, el jurado de Gibraltar Alonso Fernandez de Portillo documentaba su función
de vallado en las cercas de las huertas del Peñón, creyéndola incluso autóctona.202
Lamentablemente, no hace referencia si en su ciudad se extraía la cochinilla, la cual una
vez secada al sol, cocida y triturada, resulta ser un excelente colorante rojo oscuro, con apli-
caciones en el teñido de la lana y en repostería, licores y medicamentos.
Quizás se trató de un ensayo para la introducción de una industria novedosa o tal vez, de
la recuperación de otra antigua perdida, el caso es que en 1840 se tuvo el propósito de esta-
blecerla en Algeciras, en tierras cedidas por el Cabildo en La Acebuchal a Juan García Morcego
para la "aclimatación y cría de la cochinilla, cuyo fomento está tan recomendado por las ven-
tajas que produce, habiendo traido para este efecto, varios nopales de la plaza de Málaga."203
El proyecto fue apoyado por el Cabildo por considerarlo "un interesante cultivo", pero
dudas surgidas con los linderos, que se hallaban confusos, precisó consultar con un agri-
mensor, cuyo informe vino a complicar más el asunto, al poner de manifiesto la incompa-
tibilidad de la segregación de estas suertes con la orden que regulaba el adehesamiento del
terreno, determinándose finalmente el Cabildo a dejar sin efecto la concesión a Morcego.204
Podría pensarse que el proyecto quedó en suspenso porque no se vuelve a tratar de él en las
actas capitulares, sin embargo, no fue así, pues sin el respaldo del Cabildo, o con él, ya
fuese en la Acebuchal o en otro lugar, el caso es que en 1858 el negocio estaba en marcha
y pagaba sus impuestos. En ese año se declaró una producción de treinta y cinco libras de
peso, que en el mercado alcanzó el precio de treinta reales cada una.205
Minería:
Varias explotaciones situadas al aire libre en los alrededores de Algeciras se dedicaban a
la extracción de sal y de materiales constructibles, con los que se cubrían las necesidades
locales y en algunos casos, hasta alcanzaban para la exportación. A mediados de la centu-
ria se había recuperado la ancestral actividad salinera de las marismas del Palmones y de
acuerdo con una real orden que regulaba su establecimiento, se abrieron caños en los este-
ros de la desembocadura del río.206 En enero de 1851, se hizo el reparto de los terrenos,
recayendo una de las concesiones en la Compañía Salinera de Algeciras, que en 1856 figu-
ra inscrita en la contribución municipal como propietaria de quince fanegas de tierras de
secano en La Acebuchal, bajo la responsabilidad de José M. Camacho.207 y seis años más
tarde, posiblemente su sal ya estuviese dentro del circuito comercial, como lo parece indi-
202. FERNÁNDEZ DE PORTILLO, A.: Historia de la muy Noble y Más Leal Ciudad de Gibraltar. ¿1625? B.N. Sig.: R-
5579. f. 21
203. AMA; LAC: Sesión del 17 junio 1840.
204. AMA; LAC: Sesión del 21 enero de 1841.
205. AMMA: "Noticias de productos agrícolas. Algeciras, 8 septiembre 1859". Estadística: Caja 58 Exp. 1.
206. "El comandante de Marina acompaña R.O. por la que S.M. concede el establecimiento de salinas en el término de esta
ciudad y población de Los Barrios". AMA; LAC: Sesión del 13 junio 1849.
207. AMMA: Libro de amillaramiento para el año 1856. Caja 64 Exp. 1.
163
car el hecho de anunciarse en la guía mercantil de Rosetty de Cádiz como propietaria de
las Salinas de San Bernardo, situadas en la jurisdicción de Algeciras.208
Por su parte las canteras explotaban un extenso depósito de calcarenitas de origen turbidí-
tico situado en torno a la ensenada de Getares, de dos a cuatro km al sur de la ciudad, entre Los
Pastores y Punta del Carnero; la cual se presenta en estratos de aproximadamente diez cm de
potencia, separados por estratos de margas deleznables, circunstancia que facilita la obtención
de losas que sin necesidad de manipulación pueden emplearse en pavimentación de calles.209
Son las conocidas popularmente como "losas de Tarifa", que según el espía inglés
Robert Semple ya se empleaban en Algeciras en 1805 para techar las casas.210 A lo largo del
siglo se embaldosaron las calles y alamedas con estas placas grises, cuyas medidas, 50 cm x
50 cm, las singularizaron. En 1827 se explotaban varias canteras en la dehesa de Las
Abiertas y en 1845 eran seis las que funcionaban, suministrando a ciudades como Sevilla,
Cádiz, Málaga, e incluso a puertos de Ultramar, donde eran muy estimadas por su calidad
y buen precio.211 Durante gran parte del siglo las losas dieron ocupación a muchas familias
algecireñas hasta que la invención del cemento las desplazó fuera del mercado. El nuevo
material, que revolucionaría el mundo de la construcción, llegó a la zona a través de la
colonia vecina, y, como a otras tantas innovaciones, se le dispensó aquí una entusiasta aco-
gida sin caer en la cuenta que el cemento echaba las llaves a las despensas de los canteros
de la localidad.212
En las postrimerías del siglo las losas algecireñas ya no podían resistir la competencia del
cemento; Santacana escribirá: "Las canteras ya no valen lo de antes", y terminarán por cerrar.213
En cuanto a las explotaciones en galerías, no hay constancia arqueológica que demuestren
su existencia. A este respecto, recoge Madoz: "Muchas rocas de la sierra aparecen minera-
lizada con señales de cobre o hierro, pero no se encuentran abiertas minas algunas."214 Sin
embargo, en otra parte de la obra se dice que en 1845 se había denunciado en Algeciras
carbón en Charuelo (¿Chorruelo?), y oro y cobre en Monte del Aguila, de los que no se
facilitan más detalles.215
208. "Crianse también estas higueras en estos arenales, que sin cultivarlas crecen en grande abundancia, y creo son natura-
les de esta tierra, porque yo no me acuerdo haber oido decir que hayan venido de afuera". ROSETTY, J.: Guía oficial de
Cádiz. Cádiz-1862. p. 293.
209. DÍAZ BURGO, P. y otros; Rocas ornamentales de la ciudad de Algeciras. Algeciras-1993. pp. 127-129.
210. BUENO: Op. cit. p. 91.
211. MADOZ: Op. cit. p. 561.
212. El Eco del Campo de Gibraltar publicaba el 24 de julio de 1864 el siguiente anuncio: Cemento Poatland de la famosa fábri-
ca de los señores Kenight Bevan y Sturge de Londres, situada en Northfleet en el Támesis. Este cemento que es inestimable para
las obras de diques, puertos, ríos y conductos, sobrepuja en mérito al cemento romano y a la cal hidráulica... Dicho cemento sirve
igualmente para betún plástico, para el suelo de graneros y para evitar la humedad en las casas; y como su emplasto al hacerse se
amolda como se quiere, y al secarse tiene un color bonito de piedra y llega a tener la dureza de ella resistiendo al frío y al calor, se
usa en las principales capitales del Norte para las fachadas de las casas, hermoseándolas con su imitación al natural y economi-
zando el continuo gasto de pintar o blanquear. Precios equitativos. Agente en Andalucía don Pedro Amigo, Gibraltar.
213. SANTACANA: Op. cit. p. 156.
214. MADOZ: Op. cit. p. 562.
215. MADOZ: Op. cit. p. 140.
164
Quizás estas denuncias correspondan a los resultados de las prospecciones realizadas por
dos empresas mineras: La Paz, y la Sociedad Minera Aojis, que en varias ocasiones, entre
1840 y 1842, obtuvieron autorización del Cabildo algecireño para talar árboles, especial-
mente quejigos, con motivo de sus trabajos.216
Por último, hay que referirse a una mina de carbón que en 1845 estaba activa en El
Rocadillo, en el término de San Roque, pues aunque se encontraba fuera de la jurisdicción
de Algeciras, debió repercutir en la economía de esta ciudad por tratarse de una empresa
con sede social en Algeciras.217
Bodegas:
En 1824 Miguel de Burgos en sus "Noticias topográficas" catalogaba de muy bueno el
vino producido por los terrenos de Algeciras.218 La mayor parte de las uvas se producían en
la dehesa de La Punta, en las tierras circundantes a punta del Carnero, de la que tomaba
denominación, cuyos cerros costeros se dedicaban desde 1765 exclusivamente al cultivo de la
vid. A principios del siglo XIX, estaba repartida en posesiones con sus respectivos caseríos,
cada uno de los cuales, además de vivienda, disponían de lagar y bodega219. Estos cosecheros
habían enlazado con la tradición proveniente del siglo XVI, de cuando los vinos del arco de
la bahía, con la denominación de Gibraltar, se catalogaban de muy excelentes y se exporta-
ban a Inglaterra, Flandes, Francia y a diversos lugares de España220 y además, gozaban del pri-
vilegio de no pagar arbitrio por el consumo de sus vinos: "Todos los vecinos de esta ciudad
quedan exceptuados de pagar este derecho por el vino y vinagre que sacaren de sus propias
cosechas aún cuando lo vendan en tabernas públicas, pero el asentista estará facultado para
poder aforarlo y tomar además todo el conocimiento que le conveniere. (Art. 3)."221 Pero todo
se iría al traste con la invasión del oídio, que obligó a cambiar el cultivo a uvas de mesa. En
1845 El vino de la Punta ya sólo era un recuerdo; por entonces eran cuarenta y tres las pose-
siones en que estaba repartida la dehesa y casi todas sus uvas se consumían en verdeo, una
pequeña parte se destinaba a vinagre y nada a vino. En un formulario sobre la producción
agraria del año 1858 se expone que la uva producida fue "sólo de mesa porque en este dis-
trito no se destina ninguna cantidad para pasa, ni para ninguna clase de vinos... La cosecha
216. AMA; LAC: Sesiones del 18 de septiembre 1840; 13 de octubre 1840 y 12 de febrero 1842.
217. En el mes de julio de 1845 aparecen como propietarios Antonio Blanco, Nicolás Ordoñez, Mateo Arjona y Rafael Albert;
y como director gerente, Miguel González. AMMA: "Cuaderno de juicios de conciliación de 1839 a 1845". Justicia: Caja 31.
218. BURGOS, M.: Noticia Jurisdicional y topográfica de todas las Alcaldías Mayores. Madrid-1824. p. 15.
219. El 23 de septiembre de 1805 el Diario de Algeciras publicaba el siguiente anuncio: "En el término de Punta del Carnero
se vende una viña que se compone de 20 fanegas de tierra puesta de viña, de tierra calma, y su casería correspondiente com-
puesta de lagar, bodega, cocina, sala, alcoba, pajar y cuadra, todo de manpostería: Quien la quiera comprar acuda a casa de
Don Juan Rivero".
220. FERNÁNDEZ: Op. cit. pp. 8, 77 y 81-82.
221. AMMA: "Remate del arbitrio del vino y del vinagre para el año 1809. Algeciras, 19 octubre 1808". Consumo: Caja 37.
165
ha sido muy escasa, si bien, es la mejor que se ha presentado desde que el oidium se exten-
dió por todas las viñas de las cuales hay aún algunas que nada producen."222
Además de vino, también se elaboraron licores, el Cabildo concedió licencia para ins-
talar cuatro fábricas de licores, como la de Pedro Antonio de Andújar en 1810 y la de
Pascual Canabachuelo en 1813223. En dos casos se especificaban las elaboraciones, como la
de aguardiente de coñac de Fernando González de 1836 y la de Luís Martín, que en 1846
elaboraba ginebra con productos naturales traidos de fuera.224 Sin embargo, a mediados de
la centuria, la producción de aguardiente resultaba corta y se traía de los pueblos de la
serranía de Ronda.225 Perdida la producción vinatera, sólo se mantendrán las destileras, que
languidecerán hasta mediados del siglo XX manteniendo una cierta tradición.
Carboneo:
La formidable masa forestal de estos montes permitió mantener durante todo el siglo
una elevada producción de carbón. Con la llegada del otoño, En los montes se empezaba
la tala, y se formaban pilas o alfanjes de doscientas a trescientas arrobas de madera, prefe-
rentemente de alcornoque, quejigo y algarrobo, las cuales, una vez prendido fuego ardían
lentamente durante unos tres meses. Las labores duraban hasta el mes de mayo, momento
en el que, según el argot de los carboneros, "se cortaban los fuegos" hasta la temporada
siguiente. Además del carbón de primera calidad, se obtenía otro más inferior, llamado
chisparra, producido por la combustión de la corteza del chaparro y del alcornoque, el cur-
tido, al que ya se ha hecho referencia, cuyo menor precio incentivaba su consumo por las
clases más menesterosas. Ha sido tal la producción y durante tantos siglos, que una de las
sierras de la comarca es llamada Carbonera, y ha sido tanto el carbón enviado a Cádiz, que
se decía que el Campo de Gibraltar era la carbonera de aquella ciudad. Los arrieros baja-
ban con sus mulas la negra carga hasta los almacenes de Algeciras situados cerca del puer-
to para su posterior traslado a Cádiz y Málaga.226
Corcheras:
Las numerosas aplicaciones encontradas al corcho harán que a lo largo del siglo vaya cre-
ciendo la demanda de este producto, que, a su vez, requirirá la instalación de fábricas en las
cercanías para convertir las panas de corteza en planchas listas para su transformación. La
más importante fue, desde luego, la elaboración de cuadrados para aislantes y sobre todo, los
tapones para botellas, que atrajo a la zona capitales catalanes relacionados con el negocio del
vino. En un principio, la actividad de la comarca se centró en Algeciras, donde a mediados
de la centuria había tres corcheras.227 que pasaron a cuatro a finales de la centuria, que por
222. AMMA: Noticias de productos agrícolas. Algeciras, 8 septiembre 1859". Estadística: Caja 58 Exp 1.
223. AMA; LAC: sesiones: día y mes ilegible de 1810 y del 27 de febrero 1813.
224. AMA; LAC: sesiones del 3 de febrero 1836 y del 11 de febrero 1846.
225. MADOZ: Op. cit. p. 558.
226. En sesión del 13 de octubre de 1855 se autorizó a Eugenio Oncala a montar un depósito de carbón en la Villa Vieja.
227. MADOZ: Op. cit. p. 562.
166
su gran tamaño daban ocupación a numerosos obreros para atender el auge que por enton-
ces experimentaba la exportación de los vinos catalanes a Europa.228 De esta época data la
creación de la fábrica de Roura y Forja, que se instaló en la Villa Vieja, junto al puente
Matadero. Tras ella y otras más también poderosas, se instalaron una serie de pequeños
industriales taponeros, de ámbito casero, que se extendieron por la ciudad y tomaron el
nombre de "boliches". Compraban pequeñas partidas de corcho crudo y con minúsculas cal-
deras en el patio o corral de sus casas cocian el corcho y clasificaban cuadradillos y tapones.229
Tenerías:
Fueron de las primeras industrias que se instalaron en la renacida Algeciras y han fun-
cionado durante más de dos siglos. Trabajaban con pieles del país y del extranjero; las pri-
meras procedían generalmente de la comarca y de distintos puntos de Andalucía, especial-
mente, de la vecina provincia de Málaga, de donde eran traidas en mulos por pellejeros; en
cuanto a las segundas, al menos en 1825 el puerto ya estaba habilitado para la importación
de cueros al pelo, siendo Marruecos el principal suministrador.230 Otra materia prima pre-
sente en esta industria era la corteza o curtido del alcornoque, que por su contenido en tani-
no, substancia muy astrigente, se usaba en el adobado de las pieles. Por ser el sostén del cor-
cho su extracción abusiva llegó a poner en peligro su explotación y la propia vida de muchos
alcornoques, circunstancia que fue expuesta al Gobernador Civil en los siguientes términos:
Como quiera que continuaron las exportaciones del curtido comarcal hacia Cádiz y
Málaga, no parece que se llegase a aceptar la propuesta.
En 1842 el número de las tenerías era de cinco, que en 1845 habían bajado a cuatro y
a una en 1856,232 pero el dato podría resultar engañoso, porque en 1842 los curtidores se
habían dirigido al Cabildo solicitando que sólo se incluyesen dos de ellos en la matrícula
industrial a fin que se les aliviase la presión fiscal que soportaban.233 También una sola tene-
ría menciona Santacana a finales del siglo,234 que debe tratarse de la misma que funcionó
228. SANTACANA: Op. cit. p. 156.
229. GARCÍA JIMÉNEZ, G.: Estampas algericeñas. Algeciras-1980. p. 74.
230. MIÑANO: Op. cit. p. 138.
231. AMA; LAC: Sesión del 19 de agosto 1846.
232. En ese año sólo figuraba en la contribución la fábrica de Manuel Juliá situada en la calle Río, 9. AMMA: Libro de ami-
llaramiento para el año de 1856. Caja 64 Exp. 1.
233. AMA; LAC: Sesión del 4 junio 1842.
234. SANTACANA: Op. cit. p. 156
167
hasta mediados del siglo XX, fabricando especialmente botos y sandalias, que han sido los
productos de los que las tenerías algecireñas abastecieron esta ciudad, a los pueblos inme-
diatos y a la serranía de Ronda.
Conserveras:
Sólo en los últimos años del siglo, y en nada concordante con la variedad y abundan-
cia de las pesquerías de estas aguas, funcionará la primera conservera de pescado de
Algeciras. Santacana, que cita su existencia, no aportó más detalles,235 pero por un suelto
de la prensa se puede añadir que envasaba melva y que estuvo ubicada en la calle Angel, en
una zona pionera de la industrialización de la ciudad,236
Molinos:
Hasta trece molinos hidráulicos llegaron a funcionar a la par en el término algecireño,
de los cuales, nueve se servían de las aguas del río de la Miel y cuatro del Botafuego. De
ellos, seis eran de dos piedras, cinco de una y dos de represa.237 Su maquila era básicamen-
te la harina, pero a veces, previo el correspondiente reemplazo de las piedras, multuaban
habas. De estas harinas se surtían todas las tahonas que panificaban en la ciudad, que en
1845 eran cuatro238. Precisamente, la calidad de las piedras fue objeto de preocupación en
la población al detectarse en 1815 que el pan salía malo por culpa de la harina, conmi-
nando el Cabildo a los molineros a que en el plazo de un mes sustituyesen sus piedras
morenas de Guadalquitón por otras blancas.239 Cuatro de los nueves molinos eran en 1824
de Juana Morilla, quien solicitó del Obispado autorización para dedicar una capilla en uno
de ellos, alegando que eran muchas las personas que vivían en el entorno de los molinos a
tres cuartos de legua de la ciudad.240 En 1856 funcionaban siete de los nueve y se conocen
sus nombres: San Antonio; San José; Cuevas; Los Tomates; el de Dos piedras; Cachorro y
la Molinilla. Por entonces sólo dos molían en Botafuego, y sus denominaciones eran el de
la Garganta y Botafuego.241 A finales de la centuria decaerá la actividad de los molinos debi-
do al buen precio de la harina procedente de la importación; sólo algunos de ellos segui-
rán trabajando con miras a la localidad, pero poco a poco dejarán de rotar sus roeznos,
hasta que hoy en día sólo funcione uno, constituyendo una auténtica reliquia.
Pastas:
A la sombra de la produción harinera, surgirá la fabricación de pastas para sopa, que en
Algeciras va a tener por marca un apellido italiano: la familia Otone. Venidos de Génova,
235. SANTACANA: Op. cit. p. 156
236. Los vecinos de la calle Río se quejaban del paso de las mercancías para la fábrica. El Porvenir. Algeciras, 26 agosto 1900.
237. MADOZ: Op. cit. p. 560.
238. MADOZ: Op. cit. p. 562.
239. AMA; LAC: Sesión del 14 abril 1815.
240. AHDC: "Solicitud de Juana Morilla para capilla en un molino de su propiedad. Algeciras, 16 diciembre 1824". Silos, Caja 1.
241. AMMA: Libro de amillaramiento para el año de 1856. Caja 64 Exp. 1.
168
alimentarán a varias generaciones algecireñas con los fideos elaborados en sus fábricas fami-
liares, una de las cuales, por cierto, estuvo instalada en un edificio de la calle General
Castaños que aún hoy permanece en pie.242 Con los hermanos José y Manuel Otone vinie-
ron otros genoveses también artesanos fidereros como José Sambucety y Domingo Dodero.
Metalistería:
Esta superconcentración de molinos en tan pocos kilómetros de cauce convertían a la
cuenca del río de la Miel en la zona de concentración industrial por excelencia de Algeciras,
pero el número de los molinos no se quedaba en los harineros, pues a aquellos se le unía
otro con diferente aprovechamiento de la fuerza hidráulica. Desde los últimos tiempos del
siglo XVIII venía funcionando una metalistería que también accionaba su maquinaria con
los saltos de agua. Se trataba de la fábrica de tirar y batir planchas de cobre, cuyo marti-
nete transformaba las planchas en calderas y otros efectos que se comercializaban fuera de
la población.243 Su propietario era el gaditano Juan Bautista de Espeletta, y al frente de su
dirección estaba José Ducerre, caballero de San Luís.244 A mediados de la centuria el mar-
tinete ya no funcionaba, pero el recuerdo de su presencia permanece aún vivo en la deno-
minación de "El Cobre", que ha dado a la barriada en la que se hallaba.
Batán:
También la industria papelera se sirvió de los dos ríos para mover sus maquinarias y
tomar el agua necesaria para llenar sus estanques. Desde 1736 existieron molinos papele-
ros en la cuenca de la Miel, y posteriormente también en el Botafuego, donde funcionó un
batán durante gran parte del siglo XIX dedicado a la fabricación de papel de estraza.245
Además, habían fabricas que usaban el papel como materia prima de sus manufacturas,
caso de los naipes y del papel pintado, cuya producción se comercializaba en Cádiz.246
Tejares y Caleras:
Las colinas que motean de norte a sur el término municipal algecireño descendien-
do suave hacia la costa, contienen en su interior arcilla de buena calidad que desde
tiempos antiguos ha sido el sostén de una intensa actividad alfarera. Varios topónimos
que han quedado en el paisaje, como: El Tejarillo, Los Ladrillos, Los Barreros y Botija,
dan testimonio de viejos centros de producción. Igual ocurrió con las caleras que apro-
vechaban los afloramientos calizos situados al sur de la población, desde Los Guijos al
Tolmo pasando por punta Carnero, cuya actividad ha dejado impreso en los mapas
locales nombres como La Yesera.
242. AMMA: Contribución industrial, año económico 1876-77. Leg. 73.
243. MADOZ: Op. cit. p. 562
244. ANA: Algeciras Caja 1-0489. Meléndez:1798-1799. f. 185.
245. AMMA: Libro de amillaramiento para el año de 1856. Caja 64 Exp. 1.
246. MADOZ: Op. cit. p. 562
169
En 1807 Francisco Contilló solicitaba del Cabildo autorización para hacer una fábrica
de ladrillos en Botija.247 Como se trata de una actividad de largo arraigo, todavía en 1846 y
aún en 1880, el Cabildo seguía concediendo licencias.248 En 1856 eran seis las alfarerías que
pagaban impuestos, y respondían a las siguientes denominaciones y lugares: El Tejarillo en
la Acebuchal, Villa Vieja, tejar a extramuro, Río Ancho, tejar de las Mujeres y la casa tejar
de la Zarza del Moro.249 En ese mismo año, era mucho el barro que se sacaba al sur de la
Villa Vieja, del cual se suministraban varios tejares.250 El grueso de la producción se repar-
tía entre la localidad y Gibraltar de donde se recibían importantes encargos.251 Para cuidar
o controlar estas exportaciones, el Cabildo acordó darle a los alfareros de la localidad una
imagen corporativa como si se tratase de una denominación de origen: "Se ordena a todos
los alfareros que marquen iguales marcas en los ladrillos, canales y tejas que fabriquen."252
Los hornos de cal eran también numerosos, bastará como constancia, citar el concedi-
do por el Cabildo en 1859 a Juan Morilla en Los Guijos.253
Telares:
La llegada de los telares en los años cuarenta supuso toda una innovación en el exiguo
tejido industrial de la ciudad, que basaba su aparente prosperidad en la permisibilidad del
contrabando, muy por encima de las modestas y duras explotaciones que aquí llevamos vis-
tas. Empresarios catalanes trajeron la maquinaria y se crearon dos empresas de la mano del
edil Antonio Reina, propietario de la huerta del Angel y promotor de la urbanización del
barrio de La Alameda, por cuya mediación, los telares se montaron en este lugar, en la actual
calle Montero Díaz, que desde entonces será conocida como "Fábrica Telares" y hoy sim-
plemente "Fábrica".
La Parcellier y Cía se constituyó en Algeciras en 1843 con el objeto de fabricar telas.
Contando con un capital inicial de 450 duros repartidos en seis acciones a razón de 75
duros cada una, siendo uno de los socios el ya mencionado Reina, quien en septiembre de
1843, no estando conforme con el estado de decadencia de la compañía, vendió su parte a
Vicencio Fernández.254 Para garantizarse una mano de obra eficaz, barata y sumisa, Lucas
Parcellier solicitó del Cabildo autorización para crear talleres en los que instruir a jóvenes
pobres en el manejo de los telares.255 La otra empresa era de Benito Gallart, que en el mismo
sentido que su colega, en 1845 solicitó al Cabildo seis jóvenes de la Inclusa, a quienes se
247. AMA; LAC: Sesión del 3 mayo 1807.
248. En sesión del 29 de febrero 1846. se autorizó un alfar en la Villa Vieja y el 28 de mayo 1880 se le autorizó uno a Manuel Fuentes.
249. AMMA: Libro de amillaramiento para el año de 1856. Caja 64 Exp. 1.
250. "El vecino Rafael de la Torre se queja de los hoyos que forman los barreros para sacar el material con destino a los teja-
res y solicita se suspendan las extracciones, pero el Cabildo alega que eran inevitables, y que cuidará que se tapen". AMA;
LAC: Sesión del 23 septiembre 1856.
251. En 1837 el tejar de José López, situado en la Villa Vieja, suministraba de ladrillos al Peñón. AMMA: Cuaderno de jui-
cios de conciliación de 1836 a 1841". Justicia: Caja 30.
252. AMA; LAC: Sesión del 29 mayo 1856.
253. AMA; LAC: Sesión del 25 febrero 1859
254. AMMA; Justicia: Cuaderno de juicios de conciliación de 1839 a 1845. Caja 31.
255. AMA; LAC: Sesión del 4 de mayo 1844.
170
comprometía a "enseñar el oficio, alimentarlos, vestirlos y educarlos". El Cabildo acordó
acoger "con la mayor benevolencia tan ventajosa proposición, disponiendo que desde luego
se le entreguen los jóvenes que pide, dándole las mas expresivas gracias por su filantropía."256
En realidad se desconoce el transfondo de la petición; si en verdad se trataba de un proyec-
to de noble calado social, o si por el contrario, tras él se disfrazaba uno más de los muchos
caso de explotación de la mano de obra infantil y juvenil, tan habitual en cualquier época.
En la obra de Madoz se dice que las fábricas de tejido de hilo y algodones tenían entre
las dos unos treinta telares, que utilizaban hilazas traidas de Barcelona y que los lienzos
comunes que tejían se consumían en la ciudad y en pueblos comarcanos.257 Sin embargo,
las pretensiones de Gallart iban mucho más allá de quedarse en estos mercados y solicitó a
S.M. facultad para exportar al exterior sus manufacturas de hilo.258 No son conocidas las
causas ni momentos del cierre de los telares, al menos en 1857 aún una de las fábricas
seguía funcionando y empleaba mano de obra especializada traida de fuera,259 y todavía
unos años más tarde, en 1860 un tejedor llamado José Rodriguez, figuraba en una relación
de artesanos locales.260
Varadero:
Enlazando con una tradición de tiempos medievales, la ciudad recuperará a mediados
del XIX la existencia de un astillero, que precisamente estará emplazado en el mismo lugar
en el que estuvo el que, a finales del siglo XVIII, construyó las barcazas cañoneras emple-
adas indistintamente tanto en los asedios a Gibraltar como para el corso. El 10 de mayo de
1856 el Cabildo quedó enterado de la solicitud presentada a las autoridades de marina por
Diego Toledo, que tenía el propósito de establecer un astillero en la playa inmediata al
Saladillo. De acuerdo con la comandancia de marina, el Cabildo accedió a lo solicitado,
concediéndole una parcela de 40 varas de longitud y 30 de latitud, con la obligación de
hacerse cargo de la reparación y conservación del peralte inmediato,261 dando así lugar a
una modesta factoría naval que funcionará como una empresa familiar, en la que las insta-
laciones, herramientas y el oficio, se transmitirán de padre a hijos, perdurando hasta la
actualidad.262 El maderamen que necesitaba el varadero se suministraba del arbolado de la
comarca, el cual reunía las características convenientes, pues desde antiguo, la Marina se
venía sirviendo de estos montes.263
256. AMA; LAC: Sesión del 19 abril 1845.
257. MADOZ: Op. cit. p. 562.
258. AMA; LAC: Sesión del 7 mayo 1845.
259. El 18 de abril de 1856 pernoctó en la ciudad como transeunte el tejedor Isidoro Calvente Medrano y el 21 de mayo el
también tejedor Juan Cabrera Pérez. AMMA; Orden Público: Partes de hospedajes. Caja 11.
260. Comisión Recaudadora de la clase artesana para suscripción ayuda a los soldados inutilizados de esta ciudad. Hoja
Suelta: Algeciras, 2 marzo 1860. AHPC: Sección: G.C. Caja 82.
261. AMA; LAC: Sesión del 16 julio 1856.
262. En 1860 se encontraba al frente del varadero el carpintero de ribera Atanasio Durán y sus dos hijos aprendices. AHPC:
Comisión Recaudadora de la clase artesana para suscripción ayuda a los soldados inutilizados de esta ciudad. Hoja Suelta:
Algeciras, 2 marzo 1860. Sección: G.C. Caja 82.
263. En 1811 se había autorizado al capitán de fragata Santiago Sárate venir a Algeciras a comprar madera para las fuerzas
navales de Cádiz. AMA; LAC: Sesión del 19 de julio 1811.
171
Bazar:
Entre las industrias menores, hay que referirse a dos que fabricaban productos de bazar.
En 1865 Manuel Beltrán anunciaba su fábrica de sombreros situada en el no 28 de la calle
Real y recordaba, además, que era importador. En ese mismo año José Fernández Fontecha
promocionaba los guantes de su fábrica de la plaza de la Constitución, no 5.264 En 1845 ya
funcionaban las dos, e incluso tenía producción como para suministrar pedidos locales y
de fuera.265 Esta costumbre del cubrimiento de la cabeza, tan al gusto de la época e impres-
cindible tanto en lo concerniente a los tocados de las señoras como a las boinas de los obre-
ros y los sombreros de los caballeros, debió resultar un buen negocio por ser una prenda
de uso obligado y cotidiano, que explicaría que en 1876 el número de los fabricantes había
subido a dos.266
Almona:
La más antigua referencia conocida sobre la fabricación de jabón, en el período que
aquí se estudia, es una autorización de 1807 a Jacinto y Benito Estrada, fabricantes de jabo-
nes, para que puedan extraer el curtido de trescientos árboles de la sierra de Don
Rodrigo,267 pero esta producción tardará en pasar de la meramente artesanal, pues según
un informe del Cabildo, en 1846 no había fábrica de jabón, ni del duro ni del blando.268
y habrá que esperar a las postrimerías del siglo para encontrarse ya con una en funciona-
miento.269 Probablemente basaría su funcionamiento en la fundición de sebos y demás gra-
sas animales, tal como lo hicieron otras almonas que existieron en la ciudad durante las pri-
meras décadas del siglo XX.
Otras industrias:
Hay referencias breves de dos fábricas más, una dedicada a la elaboración de pinturas y
otra a gaseosas. En 1878 Rafael Guadalupe, gerente de la fábrica de pintura propiedad de
Manuel Venaro obtuvo del Cabildo autorización para instalar un depósito de aceite de
linaza, primera materia prima utilizada por su fábrica.270
La de gaseosas aparece citada a finales del siglo en la guía comercial de Lutgardo López,
y pudo ser la pionera de una tradición en la elaboración de bebidas refrescantes que se
mantuvo en la ciudad hasta los años sesenta del siglo XX, con la peculiaridad lexicológica
que una marca local (Orange) dió denominación popular al producto genérico.271
264. Eco de Algeciras y su Distrito. Algeciras, 3 Junio 1.865.
265. MADOZ: Op. cit. p. 562.
266. AMMA: Contribución industrial, año económico 1876-77. Leg. 73.
267. AMA; LAC: Sesión del 14 agosto 1807.
268. AMA; LAC: Sesión del 29 de agosto 1846.
269. LÓPEZ ZARAGOZA, L.: Guía de Gibraltar y su Campo. Cádiz-1899. p. 69.
270. AMA; LAC: Sesión del 29 de marzo 1878
271. LÓPEZ ZARAGOZA: Op. cit. p. 62.
172
Artesanos:
En 1860, los artesanos de Algeciras recaudaron donativos con destino a los soldados de
la localidad que se inutilizasen en la guerra de Africa. Por la relación de los donantes, publi-
cada por la prensa, son conocidos los nombres de doscientos sesenta y cinco de estos arte-
sanos y hasta cuarenta y siete oficios diferentes, que permite completar el catálogo de las
actividades del sector secundario. Aparecen oficios como: acebuchino, zurrador, velonero,
cordonero, vaciador, cafetero, platero, velero, espartero, aparadora, papelista, sastre, cerra-
jero, albardonero, pintor, albañil, cortador, herrador, abaniquero, esterero, talabartero,
tocinero, hojalatero, botinero, aserrador, calderero y sillero.272 El análisis porcentual pre-
senta los siguientes datos: Piel y Calzado: 36,17%. Taberneros: 17,73%. Alimentación:
10,16%. Madera: 9,03%. Tela: 6%. Barberos: 4,90%. Carnes: 3,76%. Otras actividades:
12,25%.273
El comercio:
A principios del siglo XIX llegaban hasta el modesto pantalán del puerto algecireño
comestibles procedentes de distintos puertos de la península y de las Colonias, cuyos pre-
cios se publicaban en la prensa para conocimiento del público. En 1805 el decano de la
prensa algecireña anunciaba la llegada de los siguientes
Gracias a estos contactos comerciales ha sido costumbre hasta tiempos recientes que las tien-
das de comestibles de esta ciudad, al igual que las de otras muchas españolas, exhibiesen en sus
fachadas el rótulo de "Ultramarinos y coloniales." A través de la publicación de los precios de
los productos de consumo más corriente, costumbre que mantendrá la prensa local durante
272. AHPC: Comisión Recaudadora de la clase artesana para suscripción ayuda a los soldados inutilizados de esta ciudad.
Hoja Suelta: Algeciras, 2 marzo 1860. Sección: G.C. Caja 82.
273. SANZ TRELLES: Op. cit. p. 32.
274. Diario Algeciras. Algeciras, 19 agosto 1805.
173
gran parte del siglo, se puede seguir la evolución de los precios, conocer los productos objeto de
importación por no producirse aquí y cuáles eran los alimentos consumidos por los algecireños.
En el mes de junio de 1850 los precios fueron los siguientes:
Trigo: 30 a 32 rs. fan., cebada: 18 a 20 rs. fan., garbanzo: a 70 rs. fan., maíz:
32 rs. fan., habas: 28 rs. fan., habichuelas: 14 a 15 rs. arroba, arroz: 18 a 19 rs.
a., aceite: 45 a 50 rs. a., aguardiente: 80 rs., aceite de linaza: 65 rs., fideos: 22 rs.,
vino tinto: pipa de 18 a 19 pesos fuertes, vino blanco: 19 a 22 pesos fuertes, vina-
gre: 8 a 9 pesos fuertes, azafrán: 30 pesos fuertes libra, jabón: 50 a 160 quintal,
papel: 28 a 30 pesos fuertes, papel de estraza: 7 pesos fuertes.275
Pan común: 60 rs. la pieza de 16 onzas castellanas, carne de vaca: 2,36 rs. la
libra, tocino: 4 rs., manteca: 6 rs., aceite: 52,5 rs. la arroba;, paja: 3 rs. la libra,
leña: 1,40 rs., carbón: 3 rs., alubias: 15 rs., arroz: 15 rs., garbanzos 50 rs., sal:
12,50 rs., vino: 58 rs., aguardiente: 78 rs., trigo: 49 rs. fan., cebada: 28 rs., maíz:
35 rs., habas: 45; rs., habas cochineras: 45 rs., garbanzos: 31 rs. la a., arroz: 26 rs.
la a., aceite: 47 rs. la a., habichuelas: 17 rs., fideos: 37 rs., papas: 8 rs., vino
común: 58 rs., bacalao: 50 rs.276
Los principales productos importados del mercado interior eran cereales y atún de Tarifa,
también el trigo de Vejer; frutas, aguardientes y cerdos cebados de la serranía de Ronda; acei-
te de Málaga y Sevilla; vinos de Cataluña y Málaga; paños de Valencia y Cataluña; de
Gibraltar se traían lienzos y géneros de toda clase, a los que se unían los expedidos en las fre-
cuentes ventas y almonedas que la hacienda pública hacía a muy buen precio de los desco-
misados por la aduana.277 En cuanto a los de la comarca que tenían salida al exterior, se man-
daba carbón y curtidos a Cádiz y Málaga; losas a estas dos capitales, así como a Sevilla y
varios puertos de ultramar; también algunos procedentes de la zona rondeña se exportaban
por aquí. Pero sin duda, el mejor cliente era Gibraltar, a la que se suministraba de carne,
leche, harina, uvas, papas, frutas, losas, carbón, leña, ladrillos y tejas, zapatos, guantes y
otros objetos. Como se ve, todos eran productos procedentes del sector primario que reque-
rían escasa o nula transformación, porque el contrabando de los manufacturados británicos
impidió el desarrollo de la industrialización de la comarca, siendo probablemente también
la causa del fracaso de los telares algecireños a los que se hace referencia en otro lugar. El
comercio con los gibraltareños constituía un buen negocio porque las autoridades británi-
cas estaban obligadas por el art. 10 del Tratado de Utrecht a pagar en metálico y no se per-
275. Iris. Algeciras, 2 julio 1850.
276. AMMA: "Oficio de la Alcaldía comunicando los precios del mes de diciembre de 1857. Algeciras, 1 de enero 1858".
Consumo: Caja 40.
277. MADOZ: Op. cit. p. 562. e Iris. Algeciras, 2 julio 1850.
174
mitían los trueques. Santacana dice que se denominaba "jarampa" a este antiguo tráfico
comercial con el peñón, al que se dedicaban numerosos botes que se ponían bajo pabellón
inglés.278 Aparte de estos intercambios, era prácticamente nulo el comercio con los demás
pueblos del interior debido a la falta de caminos transitables, lo que hubiese sumido en la
pobreza a la población de no haber sido, y una vez más surge la paradoja que caracteriza la
historia de Algeciras, porque el contrabando permitió comer a una parte considerable de la
población, hasta el punto que las propias tiendas de la ciudad se surtían de él.
En la primavera de 1824 los algecireños sufrían una miseria espantosa que llevó al
Cabildo a negarse a pagar la contribución de la sal:
Este vecindario apenas llega a mil quinientos vecinos, cuya dos terceras par-
tes son de la clase de pobre; que su termino rural es estremadamente corto y cuan
esteriles sus campos, a cuyo ejercicio se dedican pocos y sí al tráfico de la mar,
especialmente al de la fronteriza plaza de Gibraltaar de donde fraudulentamente
se introduce aquella especie.279
El corto comercio marítimo que existió ha cesado casi del todo, las embarca-
ciones que lo hacían, varadas hace tiempo en las orillas y playas, se ven algunas
reducidas a leña, y las otras próximas a hacerlo. Las artes conservan sólo su nom-
bre, pues los llamados maestros de ellas no son más que trabajadores en cuyo jor-
nal diario labran su sustento.280
175
Para amortiguar estas calamidades, el Cabildo encaminó su empeño hacia la consecu-
ción de tres objetivos: la derogación del privilegio que gozaba la plaza de Ceuta de poder
suministrarse del extranjero los productos de comer, beber y arder, para que los adquiriese
en Algeciras, pues como se dice en el Madoz, "a la sombra de esta gravosa excepción se
surte aquella plaza de todo lo que necesita de Gibraltar a donde va cuanto efectivo recibe
de Ceuta, en vez de circular en Algeciras y demás pueblos limítrofes."283 El segundo, fue
solicitar la cesión al Ayuntamiento de los derechos de pasaportes de entrada a Gibraltar,
que controlaba el Comandante General del Campo, lo que se intentó en varias ocasiones,
todas en vano, hasta quedar suspendida en 1858 el cobro de esta tasa.284 Fundaba el
Ayuntamiento su solicitud en 1833 en que el comercio en la ciudad se limitaba a unas
ochenta o noventa tiendas que vendían al por menor la producción del país y algunos víve-
res y efectos que recibe para su consumo. Y el tercero, y único en el que se pudo conseguir
alguna atención de las autoridades, fue la habilitación de la aduana, que durante dos épo-
cas pasó de cuarta clase a segunda: primero, en el bienio 1843-1844, y posteriormente, a
partir de 1855. Exponía el Ayuntamiento en 1833 que el comercio en la ciudad se limita-
ba a unas ochenta o noventa tiendas que vendían al por menor la producción del país, espe-
cialmente el pan, y algunos víveres y efectos que recibía para su consumo, y fundaba la
petición en que, para que esta ciudad pudiera considerarse como Plaza de Comercio, sería
necesario que se habilitase su aduana para recibir y extraer efecto del extranjero lo que
reportaría beneficio al todo de la población.285
Los primeros resultados no pudieron ser más alentadores. En los años 1843 y 44 las
mercancías introducidas por cabotaje ascendieron a 7.384.428 rs. y las exportadas a
11.107.542 rs., la balanza se inclinó a favor en 3.722.814 rs.286 En cuanto al origen, del
extranjero entraron: cueros al pelo, juguetes de cartón y estaño, losas de pedernal, tripas
secas de vaca y vidrios huecos, siendo las exportadas: aguardientes, anchoas, aceite de
almendra, alpiste, cebada huesos de animales, licores, naranjas y limones, rosquillas, san-
guijuelas, tela de algodón, bizcocho y vino. Para el movimiento de estas mercancías, la
importación se hacía por buques del país y la exportación por extranjeros, teniendo su base
en el puerto algecireño sesenta buques entre jabeques, místicos y faluchos. En los portes
procedentes del extranjero se registraron las entradas de 90 buques, con 3.625 toneladas y
una tripulación de 643. Las salidas fueron: 8 buques con 519 toneladas y una tripulación
de 55.287 Las actividades aduaneras y portuarias estuvieron supeditadas a las diferentes leyes
de comercio que se promulgaron a lo largo de la segunda mitad de la centuria. Así, por
ejemplo, los datos de 1854 reflejan el frenazo que para Algeciras supuso las duras imposi-
ciones sobre los derechos de aduanas del arancel proteccionista de 1849, coincidente con
la vuelta de su aduana a la 4a categoría, pues en ese año, la importación bajó a los dos-
283. MADOZ: Op. cit. p. 567.
284. AMA; LAC: Sesión del 16 febrero 1842.
285. AMMA: "Expediente sobre corredores de comercio. Algeciras, 13 de junio 1833". Comercio: Caja 67 Exp.1.
286. Iris. Algeciras, 2 julio 1850.
287. MADOZ: Op. cit. pp. 562 y 563.
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cientos mil rs. y la exportación no alcanzó el millón de reales.288 Denunciaba por entonces
un redactor del Iris:
Por mediación del Diputado en Cortes y ex-Alcalde de Algeciras, Juan Blanco del Valle,
una real orden del 9 de abril de 1855 restituiría a la aduana su categoría de segunda, pero
poco provecho se sacaría en adelante, porque las medidas, ahora impuestas por el arancel
librecambista de 1869, que suprimía todas las restrinciones, tanto para las exportaciones
como para las importaciones, desolaría el puerto a la par que daría lugar a la pérdida de un
importante contigente humano, que abandonó Algeciras para poblar La Línea, buscando
la sombra del peñón. En 1870 el reverendo James Aitken Willie escribiría: "Pobre y bár-
bara Algeciras, plagada de mendigos, también ella ha vivido muy diferentes épocas. Ahora
es un lugar pobrísimo que apenas recuerda ni permite creer en su grandeza pretérita."290 Al
iniciarse el último cuarto del siglo se producirá una ligera recuperación gracias a la anula-
ción en 1875 de los aranceles librecambistas, mejoras que se prolongarán hasta la crisis
general de 1886. En las postrimerías del siglo el comercio no se había recuperado, a decir
de Santacana era "reducido y mezquino,"291 las principales importaciones consistían en
géneros de vestir y de lujo, ferretería, quincalla, cereales, semillas, aguardientes, vinos, hari-
na, arroz, aceite y petróleo, todo ello procedente del mercado nacional, porque aquí, salvo
pescado, corcho y carbón, pocas cosas más se producían. Si el siglo XVIII fue el del rena-
cer de Algeciras, no cabe duda que el XIX fue el de la consolidación de la ciudad, conse-
guida gracias al afán de superación de sus habitantes y el apego al terruño, al que no aban-
donaron cuando las calamidades y el aislamiento no invitaban a quedarse.
Consulados:
Una revisión del cuerpo diplomático acreditado en Algeciras desvela el origen de los
contactos comerciales internacionales que se sostenían desde esta ciudad, en las que, desde
luego, resultaba determinante la presencia de Gibraltar. En 1838 estaba vacante la repre-
sentación griega, que era un vicecónsulado, y el cabildo expuso al jefe superior político de
la provincia que "no es inutil la existencia de aquel empleado, pues llegan a este puerto con
frecuencia buques griegos."292 En ese mismo año, Jorge Henrich Gliu, representante de la
288. BISSO, A.: Op. cit. pp. 1, 3 y 14.
289. Iris. Algeciras, 2 julio 1850.
290. BUENO, M.: Op. cit. p. 173.
291. SANTACANA, E.: Op. cit. p. 155.
292. AMA; LAC: Sesión del 13 enero 1838.
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Gran Bretaña, acumulaba también las de Francia y Estados Unidos. La opinión que el
cabildo tenía de él era inmejorable, pues además de considerar necesario este funcionario
por las relaciones y proximidad a la frontera de Gibraltar, reunía condiciones personales
consideradas idóneas para el desempeño de su misión: era natural de Gibraltar, hijo de
padres ingleses, estaba casado con española, y, por si no fuese suficiente, "gozaba de un
concepto relevante, tanto por su notoria y conocida adhesión a las instituciones que nos
rigen, cuanto por su buena conducta moral y política."293 El 9 de mayo de 1865 el boletín
oficial de la provincia anunciaba la inscripción en el registro de extranjería de Juan Antonio
Guarte, Vicecónsul de Rusia en Algeciras.294
A finales del verano de 1870 era un italiano residente en la ciudad, Andrés Argedto, de
profesión propietario, el que asumía la representación que, por primera vez, contaba Brasil
en esta plaza.295 Los italianos, tan vinculados a Algeciras desde su resugir, contaban en 1876
con Silvio Cazcano como cónsul de su país.296 Otros paises como Alemania, Paises Bajos y
Dinamarca, también dispusieron de representación.
La banca:
En los albores del siglo la prensa publicaba un curioso ofrecimiento de actividad bancaria,
ofertada, según parece, de manera gratuita y con gran cobertura geográfica. Decía así el anuncio:
Sin embargo, debido a las carestías económicas en las que vivía esta ciudad, en toda la
centuria no llegará a establecerse ninguna entidad bancaria, a pesar que, desde la autori-
dad, se intentó promoverlas. En 1833 en el informe sobre los corredores de comercio, al
que ya se ha hecho referencia, el Cabildo exponía al Intendente de la provincia que en esta
ciudad "No hay ninguna casa de Banca, por que muchas veces no se halla cambio ni aun
sobre las plazas mas inmediatas por la mas pequeña cantidad."298 En 1846 se recomendó
desde Cádiz al Ayuntamiento que gestionase el establecimiento de una caja de ahorros
178
"atendiendo a los favorables resultados que producen". El Cabildo se comprometió hacer-
lo, "aún a sabiendas que en esta ciudad, por la escasez de efectivos no se encontrará quien
quiera imponer dinero en estos establecimientos."299 Como era de esperar, las gestiones no
dieron resultado positivo, porque como estaba cantado, la pésima situación económica no
permitió afrontar una inversión de la envergadura que se necesitaba. Una vez más,
Algeciras llevaba el paso atrasado con respecto a la capital de la provincia, pues, cuando
aquí no había dinero ni confianza para depositarlo en la banca, Cádiz, por el contrario,
vivía una esfervescencia bancaria; en 1845 se crea una caja de ahorros y un año más tarde,
un monte de piedad, que se fusionarán; igualmente, en 1846 se crean dos bancos, el de
Crédito de Cádiz y el Banco de Cádiz. En la real orden que establecía éste último, se jus-
tificaba su creación en "atención a facilitar el completo desarrollo de la agricultura, indus-
tria y comercio de aquellas ricas poblaciones"300, pero en Algeciras no se dejarían sentir sus
beneficios. Esta situación perduraría hasta finales del siglo, momento en el que, ya sí, exis-
tían dos entidades bancarias y se había tramitado la apertura de una sucursal del Banco de
España.301
Feria y Mercados:
A lo largo de toda la segunda mitad de la centuria se desarrollará un acontecimiento de
primer orden económico y social, que tendrá un gran calado popular; se trata de la feria de
Algeciras, cuya primera edición tuvo lugar en junio de 1850, justo en el ecuador de la cen-
turia, coincidiendo con los tiempos de los fuertes aranceles proteccionistas impuestos al
comercio nacional, de ahí que la posibilidad de celebrar un mercado de ganado con impor-
tantes exenciones de derechos, resultase sumamente atrayente para las autoridades locales,
que estaban muy preocupadas por los momentos difíciles que atravesaban sus ciudadanos.
El 15 de febrero de 1850, Isabel II firmó una real orden concediendo a esta ciudad una
feria anual a celebrar los días 1, 2 y 3 de junio y un mercado mensual los jueves últimos
de mes. Con el fin de celebrar aquel mismo año la primera edición y poner en marcha de
forma inmediata el mercado mensual, el Cabildo encargó su organización a la comisión de
agricultura, como correspondía a un acontecimiento que se pretendía que fuese más
comercial que festivo y, por encima de todo, ganadero. Igualmente, el Cabildo acordó
manifestar su agradecimiento al Diputado en Cortes Juan Blanco del Valle, a quien esta
ciudad también debe otras felices gestiones en la capital del reino, obsequiándole con una
serenata todos los años las noches vísperas de la feria.302 En el mes de mayo el Cabildo dió
su conformidad a las actividades programadas por la comisión, en las que se alternaban las
comerciales con los regocijos públicos, todos ellos encaminados a atraer la mayor concu-
rrencia posible de visitantes. Por el cartel anunciador y por un artículo de la prensa local
se sabe que la ciudad estuvo iluminada las tres noches; se celebraron cucañas y regatas de
299. AMA; LAC: Sesión del 11 marzo 184
300. Colección; 1849: 306.
301. SANTACANA, E.: Op. cit. pp. 157-158.
179
buques, hubo funciones
de fuegos artificiales, así
como toro de cuerda,
carreras de gallos y de
caballos, conciertos de la
banda militar, una fun-
ción lirico-dramática a
cargo de un grupo de afi-
cionados de la localidad y
hasta un recital de violín a
cargo del intérprete
Robbio. Como el princi-
pal protagonista era el
EN 1850 EL AYUNTAMIENTO CELEBRÓ SU PRIMERA FERIA CON TRES DÍAS DE MERCA- ganado, el Cabildo le
DO DE GANADO. COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA. franqueó el paso por las
cañadas y servidumbres demarcadas, sin respetarse los intrusismos que se habían hecho,
pasando los aguaderos por las vadea y destinándole para pasto y estancia el collado cerca-
no al antiguo cementerio conocido desde entonces como el cerro mercado.303
A finales de la centuria, se calcularon en unas veinticinco mil las cabezas de ganado que
entraron en estos cerros en las ferias de 1897 y 1898.304 Para la ubicación de los puestos se
utilizó el paseo del Calvario y el salón junto al paseo Cristina.
Tanto por las ventas como por la participación ciudadana, aquella primera feria alcan-
zó un rotundo éxito: de las tres mil quinientas cabezas de ganado que se trajeron de ciu-
dades cercanas se vendieron más de las dos terceras partes, que alcanzaron cantidades ele-
vadas; buñolerías hubo que en un día vendieron por valor de sesenta duros; también en un
sólo día se vendieron cincuenta arrobas de turrón y, algunos comerciantes vendieron todas
sus existencias antes del tercer día de feria. La relación de los puestos de venta da idea de
la variedad de los objetos y productos despachados: seis quincallas, tres cerrajerías, dos
metales, doce de muñecos, quince de bebidas, cuatro buñolerías, diez de refrescos, veinti-
cuatro de turrón y frutos secos, de muebles hechos dos, tres de arreos de caballería, dos pla-
terías, tres albardonerías, una talabartería, tres sombrererías y un café. De la variedad de las
mercancías exhibidas y la aceptación de los paseos populares por el real de la feria, se cuen-
ta con las descripciones contenidas en el artículo firmado por A. y A.C. publicado a los
pocos días de haber finalizado el mercado y los festejos, y del que se han tomado las
siguientes líneas:
180
tando una vista sorprendente: numerosos puestos formados con una rapidez admira-
ble, cuales con lienzos y esteras, cuales con helecho y juncias, cuales en fin, aunque en
corto número, con tablas y maderos, y coronados todos con diversidad de banderas
nacionales y de esta provincia, formando un conjunto pintoresco y variado... Mas se
marchaba en columna cerrada que se paseaba con desahogo... Granada y Málaga nos
han remitido sus afamados muñecos de barro y abanicos de caña; Murcia las telas de
sus fábricas; Córdoba sus ardientes y nunca bien celebrados potros; los aduares de
gitanos de toda la península sus más graciosos y redomados pillos; la sierra de Ronda
la lucida cohorte de buñoleras que tan bien conocen Mairena y Sevilla, Villamartín y
Alcalá; Tarifa, San Roque y Los Barrios los hermosos ganados vacunos, cabrío y caba-
llar que en sus abundosos pastos se crían; Ceuta huevas de bonito productos de sus
almadrabas; Aracena y Zafra su renombrada chacina; Tánger y en general toda la
Berbería sus delicados dátiles; hasta el mismo Peñaranda ha enviado sus pintadas
albardas, jaeces jumentiles con profusión admirable... Los caminos que de San
Roque, Tarifa y Los Barrios conducen a esta ciudad formaban un largo cordón de via-
jeros en la mañana del domingo, al par que los vapores de hierro El Vencedor, Nerea
y más de cuarenta botes ingleses desembarcaban por centenares en el muelle a los
habitantes curiosos de Gibraltar y otros puntos.305
Al cabo de unos años se consideró conveniente alterar las fechas de su celebración, a fin
que siempre se pillase un día festivo, con lo que se posibilitaba la asistencia de un mayor
numero de visitantes, especialmente gibraltareños, que habían manifestado el deseo de
poder acudir a las corridas de toros, siempre que fuesen en domingo, y así, solícito el
Cabildo, atendiendo una vez más a sus vecinos del Peñón, trasladó su celebración al pri-
mer domingo de junio y los dos días siguientes.306
Del mercado mensual de los jueves no se dispone de más información que una autori-
zación del Cabildo a un grupo de vecinos en 1851 para instalar unas casillas de madera y
lienzo en el terreno de las afueras a la plaza de la Palma por los lados de levante y sur, que
eran los parajes designados para este mercado.307
El corso:
La actividad corsaria, suficientemente tratada en el capítulo correspondiente al siglo
XVIII, aún se mantendrá durante algunas décadas de la primera mitad del siglo XIX, con
una innovación: la de publicar en la prensa local, ahora naciente, los anuncios de las subas-
tas de los géneros apresados:
181
Caymán, cuya venta se ejecutará en diferentes lotes, que se harán presentes los
días de su remate a saber: día 30: piezas de mahones, panas. Día 31: piezas de
coco, piezas de cotonía, zarazas, piel de diablo, piel de elefante blanco, guingas,
pañuelos de colores para narices, pañuelos blanco de coco y muselina.308
Por algún tiempo seguirá reportando, tanto a los armadores como a los tripulantes,
unos pingües ingresos, y, entre los beneficiados, por citar tan sólo uno de ellos, figurará
Marcos Vivas, que a su muerte dejaría unas mandas para el reloj del campanario de
Santamaría de la Palma.309 Pero no siempre los corsarios algecireños saldrán indemnes de
sus acciones. A principios de 1823 va a ocurrir un suceso espectacular que conmocionará
a toda la bahía: el contra-Almirante de la armada holandesa en el Mediterráneo entrará con
su flota en el puerto de Algeciras y rescatará las presas de su nación que habían sido hechas
en los últimos tiempos por los corsos algecireños. El Consejo de Estado, que por entonces
se encontraba en Sevilla debido a la entrada en España del Duque de Angulema, conside-
ró el ataque como una "atentatoria a la inmunidad del territorio" y acordó, como tantas
otras veces, la fortificación de la plaza de Algeciras, que como siempre, no llegará a ejecutarse.310
Los transportes:
Cuando el gran poeta francés Francois-René de Chateaubriand pasó por Algeciras en
1807 necesitó nada menos que cinco días de infructuosas gestiones para poder contratar
unos caballos con los que continuar su viaje. O por aquí entonces no pasaba nadie, o no
había espíritu comercial que hiciese de los transportes un negocio interesante. Medio siglo
más tarde el panorama apenas había cambiado. En un interrogatorio pasado al ayunta-
miento sobre los servicios de transportes públicos, la casi totalidad de las casillas aparecen
en blanco: aquí no habían carros, carruajes, calesas, ómnibus, tartanas, coches de caminos,
y, ni mucho menos, diligencias para desplazarse fuera del término. Sólo dos apartados se
cumplimentaron, el correspondiente al número de las caballerías disponibles para los via-
jeros, que ya eran nada menos que ocho (¡), y la de las embarcaciones fluviales, de las que
se dice que había una barca en mancomunidad con la villa de Los Barrios, que era mane-
jada por dos hombres.311 Efectivamente, una de las primeras empresas de transportes que
existió en la ciudad fue la barca de Palmones, una concesión municipal que explotaban
mancomunadamente los dos municipios que comparten río, con cuyo servicio se facilita-
ba el acceso a las dos orillas del ganado que pastaba en la dehesa de Palmones. La primera
vez que aparece documentada es en 1717, año en el que se subastó su arriendo por sesen-
ta ducados anuales, con la peculiaridad que por entonces las bestias estaban exentas del
308. Diario de Algeciras: Algeciras, 4 agosto 1805.
309. Expediente para dotar de relojero el reloj público de Algeciras en el campanario de la Palma. Algeciras, 3 marzo 1805.
AHPC: G.C. Caja 187.
310. "Desagradable suceso de la entrada en el puerto de Algeciras del Contra-Almirante holandés en el Mediterráneo. Sevilla,
5 junio 1823. AHN; Estado: Leg. 127 Exp. 19.
311. AMMA; Estadística: "Interrogatorio para los transportes fluviales y terrestres que existen en el municipio. Algeciras, 1
septiembre 1859". Caja 59 Exp. 1.
182
derecho de portazgo y sólo pagaban las personas.312 Ya en el siglo que nos ocupa, en 1838
se autorizó el corte de varias piezas de madera en los montes de la Algamasilla y Ventilla
para construir una barca nueva que sustituyese a la que había por estar en mal estado.313
Estos cortes de madera del arbolado del común será una práctica usual cada vez que se pre-
cise carenarla o repararle algún deterioro, y del mismo modo que ocurría con los otros ser-
vicios mancomunados, tanto los gastos como los beneficios se compartían por igual entre
los dos cabildos. A ellos correspondían también, redactar el pliego de condiciones que regía
la concesión y fijar el precio de los pasajes. La subasta para 1861 estipulaba entre otras las
siguientes cláusulas:
Durante todo el siglo la barca prestó su servicio cruzando el río de una a otra orilla y toda-
vía en 1900 la subasta de su concesión seguía reportando ingresos a las arcas municipales.315
Una importante innovación en los transportes, tanto para los movimientos de mercade-
rías como para los viajes lo supondrá la llegada a Algeciras de los vapores, que tendrán una
pronta y buena acogida pese a carecer el puerto de muelle y atraque. Muchos viajeros pre-
ferirán soportar el mareo, el tiznón del carbón o el olor de la gasolina, el ruido de las máqui-
nas y el miedo al naufragio, antes de enfrentarse a senderos borrados entre precipicios, puen-
tes caidos, ventas mal asistidas y encuentros desagradables con salteadores. Además, por si
no fuese suficiente, por mar se podía ir desde Algeciras a cualquier parte del mundo, siem-
pre que, claro está, un inoportuno temporal de levante no lo impidiese. A mediados de la
centuria, El vapor de hierro El Vencedor llevaba diariamente pasajeros y correspondencia de
Algeciras a Gibraltar, con horarios adaptados al de los trabajadores españoles y visitantes de
la colonia. Salía de Algeciras a las siete de la mañana y dos de la tarde y de Gibraltar a las
183
once de la mañana y seis de la tarde. Los domingos, de Algeciras a las ocho de la mañana y
seis de la tarde, y de Gibraltar a las diez y media de la mañana y siete de la tarde.316 La empre-
sa Juan González Peredo, disponía de un vapor de hierro llamado El Ligero, que semanal-
mente cubría la carrera Cádiz-Tarifa-Algeciras-Gibraltar, extendiéndose a veces hasta
Málaga. Anunciaba su restaurante a bordo de esta curiosa manera: "tiene establecida una
fonda donde se suministra la comida a los pasajeros a precio de lista."317 Toda una apertura
al mundo supuso en 1865 la entrada en servicio de la empresa Segovia, Cuadra y C a . con la
línea Sevilla-Marsella, haciendo escala en Cádiz, Málaga, Almería, Cartagena, Alicante,
Valencia y Barcelona. Sus vapores Genil, Betis, Darro, Guadalete y Guadaíra, eran de hierro
a hélice y salían de Algeciras los viernes a las cinco de la tarde.318 En 1900, el enlace maríti-
mo con Ceuta tenía un servicio diario con salida de Algeciras a las siete de la mañana y de
Ceuta. a la una de la tarde.319 La otra ciudad importante de la orilla africana del Estrecho era
tocada por el Joaquín de Piélago, que hacía el triángulo Algeciras-Tánger-Cádiz, con salida
de Algeciras los martes, jueves y sábados a las seis de la mañana y regresaba los lunes, miér-
coles y viernes.320 A finales del siglo estos buques se habían impuesto y habían acabado con
los faluchos, laudes y místicos de la bahía.
Por cuanto se lleva dicho de la situación de los caminos, se comprenderá que las líneas
comerciales terrestre llegarán a Algeciras con bastante retraso con respecto a otros lugares,
cuando ya las diligencias llevaban tres o cuatro décadas recorriendo los principales itinera-
rios del país. La primera que enlazó con el Campo de Gibraltar fue la empresa de
Diligencias Andaluzas de Ferrer y Cía., que inaguró el 3 de mayo de 1865 su línea San
Fernando-Tarifa con escala en Chiclana, Conil y Vejer. Anunciaba que sus expediciones
eran de gran velocidad y que los coches sillas destinados a este servicio unían a la flexibili-
dad de sus muelles y elegantes formas, la mayor solidez y cuanta comodidad es posible en
los asientos. Salían de San Fernando a las nueve de la mañana y de Tarifa a las ocho de la
noche y ofrecía dos tipos de asientos: interior a 75 rs. y berlina a 80 rs.321 Tres años más
tarde, en 1868 ya llegaban las diligencias hasta Algeciras y enlazaban en San Fernando con
el ferrocarril Cádiz-Madrid. La Andaluza y Madrileña salía de Cádiz con el tren de las
cinco y cuarto de la mañana, en servicio alterado para llegar en la tarde del mismo día; salía
de Algeciras a las seis de la mañana y conectaba con el tren de San Fernando a Cádiz a las
siete y media de la tarde.322 Gran arraigo tuvo en la ciudad la empresa de carruajes de
Nicolás Marcet, cuyos vehículos eran conocidos popularmente por "las góndolas". Salían
en el invierno a las seis de la mañana, todos los días pares desde Algeciras y los impares
184
desde Cádiz.323 Para los destinos comarcales, a principios de 1898 había un servicio entre
Algeciras y La Línea a cargo de La Veloz324 y otro con Tarifa a cargo de la empresa de carrua-
jes La Virgen de la Luz, que salía de Tarifa a las siete de la mañana y de Algeciras a las cinco
de la tarde. También disponía de "carruaje para viajes extraordinarios dentro y fuera de la
ciudad a precios convencionales."325
La llegada del ferrocarril en 1890 supuso un impulso extraordinario para la economía de
la ciudad, pues la línea Algeciras-Bobadilla por Jimena y Ronda permitía penetrar hacia el
interior de Andalucía y el centro del país. Sin embargo, durante cinco años los trenes que
marchaban por sus vías no subían más allá de Ronda y era una necesidad imperiosa contar
con expediciones directas que evitasen el siempre engorroso trasbordo. No obstante, ello no
impidió que en 1896 tomaran el tren 10.291 viajeros en primera, que reportaron unos
ingresos de 96.477,30 ptas.; en segunda 17.815, con 86.999,95 ptas.; y en tercera 135.488,
con 306.986,80 ptas. Las mercancías transportadas fueron 37.859 toneladas., frente a las
36.031 del año anterior.326 Al fin, la prensa local adelantaba en el mes de marzo de 1897 la
tan esperada noticia:
Puede darse por segura la favorable innovación, para primeros de abril próxi-
mo, del establecimiento de los trenes directos entre nuestra ciudad y Bobadilla.
Personas bien informadas nos aseguran que la Compañía de este ferrocarril tiene
vencidas cuantas dificultades se oponían para los enlaces con la de Madrid,
Zaragoza y Alicante, así como con la de los andaluces, para dicha fecha, tanto la
correspondencia de y para ésta podrán venir directamente a su destino sin las inte-
rrupciones y molestias que hasta hoy han venido sufriendo.En rigor la mejora no
puede ser ni más favorable ni más cómoda a los intereses de esta región. Y ya que
Algeciras a fuerza de constancia y trabajo llega al fin a conseguir ponerse en comu-
nicación directa con el resto del mundo, justo es que aproveche las circunstancias
favorables de su posición para ensanchar los horizontes de su actividad y de su
vida, de este pueblo cuyo aislamiento y abandono han sido proverbiales.327
185
vapores de la propia compañía que enlazaban Gibraltar con Algeciras.328 En poco tiempo el
tren calaría no sólo en la vida comercial de los algecireños, sino también en las manifesta-
ciones populares de sus creencias más profunda, pasando a formar parte de ellas. Y tal fue
así, que a los pocos años de extenderse las vías, ya se organizaban expediciones especiales
para facilitar el desplazamiento de los numerosísimos algecireños que acudían todos los años
a la romería en honor al Santo Cristo de la Almoraima, en el que por entonces era el más
importante centro espiritual de la comarca. También se organizaban estas excursiones ferro-
viarias con ocasión de la festividad de Ntra. Sra. de la Merced, patrona de los frailes del con-
vento de la Almoraima, custodios de la imagen del Santo Cristo, que era otro buen pretex-
to para pasar un día de regocijo, tras el cual, invariablemente el tren y su pasaje siempre
regresaban exornados con hojas de helecho, distintivo de esta romería. Para la tranquilidad
del personal, la empresa ferroviaria publicaba el siguiente anuncio: "El ferrocarril de
Bobadilla Algeciras con motivo de la fiesta en Almoraima, fecha 24 del corriente y
día de Ntra. Sra. de las Mercedes, la compañía pondrá a disposición del público
en general un tren especial."329
El turismo:
Ya a mediados de la centuria empezaba a hablarse de las cualidades que Algeciras ence-
rraba como posible punto de destino turístico, e incluso, por su entorno paisajístico y la bon-
dad de su clima, se la comparaba con Niza y Madeira, lugares de moda del momento.330
Se sugirió además el análisis de las aguas de la Fuente Santa y de la Negra, con el fin de
promocionar los baños hidrosulfúricos de la primera y determinar si también la segunda
tenía cualidades medicinales, con el propósito de establecer en ellas sendos balnearios.331 El
viajero Augustus Cuthbert, que visitó Algeciras en 1872, se percató de sus posibilidades: "En
el muelle, bajo nuestros balcones, todo era vida y movimiento, y una enorme variedad de
viajeros de todas partes de Europa esperando sus respectivos vapores o visitando la ciudad.
Aquí podría pasar mucho tiempo un inválido bebiendo salud en este aire y en este sol y sin
cansarse nunca de este panorama siempre cambiante."332 A lo largo del siglo Algeciras verá
desfilar por ella a infinidad de viajeros, que, en el mejor de los casos, vendrán por mar, en
escala hacia otras singladuras, porque lo que son caminos terrestres, éstos eran practicamente
328. Ibidem.
329. El Heraldo de Algeciras: Algeciras, 22 septiembre 1900.
330. El Iris: Algeciras, 5 julio 1850.
331. Durante mucho tiempo los algecireños hicieron uso de la Fuente Santa, manantial situado a una legua al N.O. de la
población, en la dehesa del Saladillo, cuya agua hidrosulfúrica era remedio contra las afecciones cutáneas. "Próxima a empe-
zar la temporada de baños en la Fuente Santa se autoriza a cortar un alcornoque en peligro de caer sobre las casas. Algeciras,
1 julio 1853". AMMA; Montes: Caja 46 Exp 1. "Próxima a empezar la temporada de baños, se ordena reparaciones en la
alberca de la Fuente Santa, a la que acuden infinidad de familias a tomar las aguas medicinales. Algeciras, 30 junio 1876".
AMMA; Montes: Caja 46 Exp. 2.
332. BUENO, M.: Op. cit. p. 175.
186
inexistentes; sólo a finales
del siglo, cuando el ferro-
carril establezca su ruta
descendiendo de la serra-
nía de Ronda hacia el
Peñón, y por su mediación
empiece a verse en el puer-
to de Algeciras el movi-
miento constante de turis-
tas, se comprenderán los
enormes beneficios que
para la ciudad podría
EL HOTEL REINA CRISTINA FUÉ LA PIEDRA ANGULAR DE LA MODERNA ACTIVIDAD TURÍSTICA. suponer su inclusión en
COLECCIÓN DE VICENTE- OJEDA.
un negocio tan ventajoso.
Con el tren vinieron los primeros hoteles de lujo, y también los vapores que enlazaban la
terminal ferroviaria algecireña con el muelle de Gibraltar, con lo que al viajero se le brinda-
ba dos componentes básicos para animarle a emprender el viaje: comodidad y rapidez. Por
cierto que, las obras de uno de estos establecimientos hoteleros, la del Hotel Inglés, que por ini-
ciativa de la Henderson Administrations se construía en la cima de la Villa Vieja, y que se ina-
gurará con la denominación de Hotel Reina Cristina, mereció la visita de un miembro de
la familia real, quizás venido a supervisar la concesión del uso del nombre de la reina regen-
te.333 Será entonces cuando se vislumbren las enormes posiblidades que tren y hotel abrían.
El contar con la playa del Chorruelo aumentaría los atractivos. Por entonces, los baños
de mar dejaban de ser exclusivamente una terapia, y se convertían también en ocasión de
disfrute familiar, y el ayuntamiento, siempre atento a que no quedase nada fuera de su con-
trol, concedía sus licencias para las casetas de playa.335
333. "Ayer viernes acompañado de su sequito llegó a esta ciudad a caballo S.A. el hermano de S.M. la Reina Regente.
Recorrieron a pie la población habiendo antes estado en los terrenos del Hotel ingles". El Heraldo de Algeciras. Algeciras, 6
de Octubre 1.900.
334. SANTACANA, E.: Op. cit. p. 161
335. AMMA: "Jacobo García Roure solicita autorización para instalar caseta de madera en el huerto de la Teja, próximo al
Fuerte Santiago, para tomar baños de mar en unión de su familia. Algeciras, 2 julio 1896". Playa: Caja 67 Exp. 4.
187
Tipografías:
Con el siglo XIX se pone en marcha por primera vez en Algeciras una nueva actividad
económica, las imprentas, que de forma ininterrumpida estarán presentes en toda la cen-
turia, imprimiendo con sus tipos entintados una variada gama de impresos, desde los sen-
cillos formularios para la burocracia municipal y sus bandos de buen gobierno, hasta los
más comprometidos periódicos, ardientes proclamas patrióticas y los libros de contenido
más dispar. Según Alberto Sanz Trelles, que ha estudiado la historia de la prensa algecire-
ña, entre 1805 y 1900, funcionaron dieciseis imprentas, siendo su introductor Juan
Bautista Contilló y Conti en 1801, en manos de cuya familia estuvieron las siete primeras,
que cubrieron la primera mitad del siglo. Posteriormente, se fueron incorporando las de
Miguel Lorite en 1852, Amalio Rodriguez en 1862, La Actividad en 1873, Luís Punta en
1875, Vicente Gamboa con su imprenta El Porvenir en 1890, la Unión Republicana en
1893, poco más tarde la de Roca y La Revista en 1900. De ellas salieron entre 1805 y 1905
un total de sesenta y cinco publicaciones periódicas conocidas, siendo la decana el Diario
de Algeciras, que publicó Juan B. Contilló de 1805 a 1814. Al culminar la centuria, los
algecireños tenían a su disposición para informarse, dos periódicos, El Último Telegrama y
El Heraldo de Algeciras. Un hito en el periodismo local lo constituye El Grito de Carteya,
publicado entre septiembre de 1835 y mayo de 1836, cuya importancia viene dada por ser
el primer periódico en el que se difundieron en España las ideas del socialismo utópico
(fourerismo) a través de los artículos del tarifeño Joaquín Abreu336.De los libros salidos de
estos talleres, uno de los más antiguo es el titulado Suceso de la provincia de Alentejo, de J.
B. Biancardi, publicado por Contilló en lusitano, no lleva fecha de impresión, pero debió
imprimirse en torno a 1805. Justo el último día del siglo, el 31 de diciembre de 1900,
Emilio Santacana y Mensayas firmaba su obra Antiguo y Moderno Algeciras, magnífica obra
tanto por su contenido como por la impresión que de ella hizo El Porvenir, siendo el mejor
libro editado en Algeciras durante el siglo XIX.
Profesiones liberales:
Además de las actividades del sector servicios hasta aquí mencionadas, también estu-
vieron presentes en la Algeciras del XIX las llamadas profesiones liberales, que, como es
imposible de relacionarlas todas, a modo de muestra, se citarán algunas de ellas. En la con-
tribución industrial del año económico 1875-76, aparecen: tres agentes de aduanas, dos
prestamistas, cuatro tratantes en carbón y otros tantos en corcho; los profesionales de la
sanidad eran cuatro farmacéuticos, también cuatro médicos:cirujanos, dos sangradores y
dos veterinarios; el ramo de la justicia estaba representado por cinco abogados y cuatro pro-
curadores; los notarios eran dos, las imprentas dos y las tiendas de comestibles eran dieci-
siete, con la particularidad que las situadas en la calle Tarifa pagaban 150 ptas y las de la calle
188
Jerez 100, y es que como ya se dijo en otro lugar, la parte baja de la ciudad era la más comer-
cial por excelencia.337
Otros profesionales que resultan cuanto menos curioso de citar son los fotógrafos. En
1865 la prensa anunciaba el gabinete de Lorenzo Díaz y Felipe García, que contaban con real
privilegio, estaba situado en el número nueve de San Antonio y a modo de reclamo apunta-
ban: "La perfección de los trabajos que se ejecutan en este gabinete es muy conocida del
público para que tengamos necesidad de comentarla."338 El 21 de marzo de 1873 el Cabildo
concedió al vecino de esta ciudad Salvador Becerra autorización para levantar en el patio de
la antigua Casa Capitular las cabañas que necesitase para ejercer su profesión de fotógrafo.
En 1899 ejercían dos de estos profesionales, José Gazquez en la calle Sacramento (hoy Rafael
de Muro) y Enrique Gómez, en Real.339 También los artístas plásticos ofrecían al público sus
talentos, así por ejemplo, Venancio Pol anunciaba en el Eco de Algeciras del 21 de agosto
1864 su academia de dibujo situada en la calle de la Munición en la casa contigua a la
Comandancia General y relacionaba todas sus habilidades artísticas: "Se hacen mausoleos y
lápidas sepulcrales de mármol con figuras y adornos de todas clases. Se pintan y retocan cua-
dros al óleo, en lienzos, etc. También se hacen marcos con toda clase de adornos y se reto-
can o doran de nuevo los que ya estén deteriorados. Se pintan y hacen santos y otros obje-
tos de madera".
Un excepcional algecireño que inició su carrera en los últimos años del siglo fue el Dr.
Morón, estrechamente vinculado al Hospital Municipal de Caridad desde 1889, el cual a
través de la prensa ofrecía su sabiduría y sus horas libres para una causa altruista. El 13 de
marzo de 1897 El Último Telegrama publicaba el siguiente anuncio: "Gabinete médico-
quirúrgico del licenciado Ventura Morón Gonzáles, Cristóbal Colón, 7 Algeciras. En este
gabinete, montado con arreglo a los últimos adelantos de la ciencia, se celebran consultas
diarias de doce a dos de la tarde para los pobres gratis". Otro afamado algecireño, dedica-
do profesionalmente a la enseñanza privada, era el músico Miguel Martín, que en El
Heraldo de Algeciras del 22 de septiembre de 1900 anunciaba la apertura de su academia
nocturna en la calle Sevilla, 37, para solfeo, música y piano.
Espectáculos:
Según el censo de la contribución industrial del año 1875, funcionaban por entonces tres
espectécullos públicos, pero de los que no se citan dedicación. Dos de ellos son fácilmente iden-
tificable, son el teatro y la plaza de toros. El tercero podría tratarse de un picadero que el 26 de
agosto de 2864 anunciaba en El Eco del Campo de Gibraltar la actuación de un circo ecues-
tre bajo la dirección de monsieur M. R. Reynau en sus instalaciones de la calle Imperial.
Tanto el teatro como los toros son dos espectáculos que cuentan con gran arraigo en
algeciras, con presencia constatada desde momentos muy tempranos del resurgir de la ciu-
337. AMMA: "contribución industrial del año económico 1875-76" Rentas: Leg. 72.
338. Eco de Algeciras y su Distrito. Algeciras 3 junio 1865.
339. LÓPEZ ZARAGOZA, L.: Op. cit. p. 87.
189
dad. A lo largo de la cen-
turia que aquí se estudia,
siempre hubo teatro en
Algeciras, incluso a veces
dos, uno de invierno y
otro de verano. El primero
de ellos era El Principal,
que levantó su telón
durante casi todo el siglo,
ocupaba un caserón en el
no 9 de la calle Rocha,
esquina a Ancha, estaba
EL PRINCIPAL ERA EL TEATRO DE INVIERNO Y ESTABA SITUADO EN LA ESQUINA DE LAS
catalogado de quinta cate-
CALLES ANCHA Y ROCHA. COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA. goría y su aforo era de
cuatrocientas cincuenta localidades, y durante muchos años estuvo en manos de la familia
Casinger. El 4 de agosto de 1876 el Cabildo autorizó la reforma de su fachada, quedando
convertido en un edificio historicista de tres pisos en ladrillo visto. En su escenario se repre-
sentaron obras de teatro, zarzuela y ópera tanto a cargo de compañías profesionales forá-
neas, como de las formadas por aficionados de la localidad, sin olvidar que en sus tablas se
bailaban durante los entreactos el fandango, el bolero y otras danzas de gran arraigo en la
población. Para atender la demanda que despertaba el arte de Talía entre los algecireños, el
Ayuntamiento solía garantizarse la participación de compañías más o menos fijas. Así, en
1815 la compañía cómica presentaba a la consideración del Cabildo su programación para
aquella temporada y de igual manera, en 1838, Pedro Rico, director de la "compañía de
actores que residían en Algeciras",
recibía del Cabildo las instruccio-
nes pertinentes para la nueva
temporada.340 En 1882, el empre-
sario Fermín Muñoz solicitó del
Cabildo autorización para "insta-
lar permanentemente en uno de
los jardines del paseo Cristina un
teatro de madera proponiéndose
hermosear su parte exterior de
una manera pintoresca que lo
haga agradable a la vista del
público,"341 así nació El Variedades, EL VARIEDADES ERA EL TEATRO DE VERANO Y ESTABA SITUADO JUNTO A LOS
JARDINES DEL PASEO CRISTINA. COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA.
190
teatro de verano que orga-
nizaba la temporada de
zarzuela junto a otras
representaciones. Según
A. Ma. Arana y F. Quiles,
"La composición de este
edificio, muy sencilla, se
reducía a una nave central
cubierta por un tejado a
dos aguas que vertía sobre
dos naves laterales de altu-
ra considerablemente
menor. Sus formas están
EL BOLERO FUÉ LA DANZA MÁS POPULAR ENTRE LOS ALGECIREÑOS EN EL PRIMER TER- relacionadas con los quios-
CIO DEL SIGLO XIX. GRABADO DE W. GAIL. COLECCIÓN DE VICENTE-OJEDA.
cos de música o de venta
que adornaron plazas y parques en estos años y, en general con el gusto por el historicismo
que adoptó la arquitectura del hierro.342
Las corridas de toros comenzaron a celebrarse en la plaza Baja, pero una vez que se ins-
taló en su centro el mercado de la verdura, fue necesario buscar otro lugar y construir un
recinto a propósito, y el sitio elegido fue por excelencia el collado que culmina el paseo del
Calvario por el oeste, en donde se construyeron durante el siglo XIX no menos de tres
cosos, los dos primeros de madera, hasta que por fin, en 1866 se erigió La Perseverancia
como obra definitiva. La más antigua referencia a plaza de toros en Algeciras data de 1824,
año en el que Francisco Gutierrez, quizás su gerente o propietario, comunicaba al Cabildo
que iba a celebrar nada menos que ochenta corridas en la "plaza de novillos."343 Pero sin
ninguna duda, ha sido La Perseverancia el coso que ha albergado la historia del toreo en
Algeciras durante el siglo XIX, contribuyendo el edificio con su imagen al embellecimien-
to de la ciudad. Así la describe J. A. Valdés: "
Tenía planta poligonal con dieciseis ochavas. Estaba construida con piedra
y ladrillo. El tendido era de piedra de cantería con cabida para cuatro mil
espectadores. Coronaba el tendido una arcada que se asentaba en columnas de
piedra con capiteles de orden toscano. Esta arcada cubría una amplia galería
que servía para pasear o ver las corridas de pie. Más tarde en esa galería se
levantó un graderío de madera para mil quinientos espectadores. Tenía diez
puertas de entrada y nueve escaleras de piedra que comunicaban con los ten-
didos, así como dos caballerizas, diez chiqueros, dos corrales, dos carnicerías,
un guarda-arnés y cinco habitaciones para el servicio. Contaba además con un
corral para estancia de los toros y con otro para las faenas de apartaderos, así
como una enfermería y una capilla.344
342. ARANA Y QUILES: Op. cit. p. 113.
343. AMA; LAC: Sesión del 14 febrero 1824.
344. VALDÉS, J. A.: Algeciras romántica. Algeciras-1983. p. 28.
191
PARTE SEGUNDA: LOS ACONTECIMIENTOS DE UN SIGLO INESTABLE
El siglo XIX comenzará para Algeciras con un hecho bélico que le dará gran fama, espe-
cialmente en Francia, donde el nombre de la ciudad figurará desde entonces en el Palacio
de Versalles, unido a la historia de la marina gala. Se trata de la "Batalla Naval de
Algeciras", suscitada por el encuentro en aguas del Estrecho de una escuadra francesa con
otra británica, incidente en el que España se vio implicada por el "Convenio de Aranjuez",
que desde el 13 de febrero de 1801 obligaba a las fuerzas navales españolas a participar al
lado de Francia, en todas las empresas que aquella acometiese, como si se tratase de una
prolongación de los "Pactos de Familia", que en la centuria precedente comprometieron a
los Borbones de uno y otro lado de los Pirineos. El 5 de julio de 1801 una escuadra fran-
cesa mandada por el contralmirante Linois compuesta por la fragata Mairon y los navíos
Desaix, Formidable e Indomptable, al verse perseguida por el almirante Saumare, que cru-
zaba con la suya el Mediterráneo, se refugió en la bahía de Algeciras. Penetraron los britá-
nicos en la bahía y el día 6 se trabó una encarnizada refriega, sostenida con igual bravura
por ambas partes; pero las actuaciones de los fuertes algecireños de Santiago y de la Isla
Verde y de una división de lanchas cañoneras, al mando del capitán de navío Juan de
Lodares, resultaron decisivas. En el transcurso de la contienda, el fabuloso navío británico
Hannibal, de setenta y cuatro cañones, encalló y, acribillado a cañonazos por el fuerte de
Santiago, su almirante tuvo que abandonarlo, refugiándose con los restantes buques en el
puerto de Gibraltar.345 En conmemoración a la victoria, Francia dio en 1804 el nombre de
Algesiras a un navío de ochenta cañones de la matrícula de Rochefort.346 La hazaña sería
inmortalizada por Antoine L. Morel-Fatio en un óleo que forma parte de la "Galería de las
Batallas" del Palacio Museo de Versalles.347 Pondera el valor de este triunfo el testimonio
del espía inglés Robert Semple, quien, al reconocer en 1805 la exigüa artillería de costa
algecireña, no se explicaba la derrota de sus compatriotas y escribiría:
192
2.- LA LLEGADA DEL MARISCAL CASTAÑOS
Si el siglo XVIII vio ocupar los cargos de corregidor del Campo de Gibraltar y de capi-
tán a guerra de su frontera a una importante nómina de hombres ilustrados y condecora-
dos, ahora en el XIX la categoría de quienes ostentarán el mando militar no será inferior
al del pasado. La Comandancia Militar del Campo de Gibraltar tendrá a gala el haber sido
ocupada por hombres comprometidos con su siglo, cualquiera que fuesen sus ideas, ya
absolutistas o liberales, monárquicos o republicanos. Todos recibirán la marca que impri-
me el estar al frente de una tierra patria humillada por un peñasco irredento en el que se
funden todas las divergencias de la rica pluralidad de los españoles. Y para que ello fuese
así, quiso el destino que viniese a esta Comandancia, para inagurar los acontecimientos de
esta agitada centuria, nada menos que el que habría de ser el primer héroe nacional de la
Guerra de la Independencia. Por Real Título del 9 de febrero de 1795 se le confiere el
mando de la Comandancia Militar del Campo de Gibraltar al mariscal de campo Francisco
Javier Castaños Aragorri, con el sueldo mensual de doscientos cincuenta escudos. Sus fun-
ciones eran las siguientes: teniente general de los Reales Ejércitos, comandante del Campo
de Gibraltar y su distrito, presidente de la Junta de Sanidad de la ciudad de San Roque, y
de la provincial de Agravios, inspector de la compañía de Escopeteros de Getares, de las
Fijas de Estepona y Marbella, comandante del cuerpo de Milicia Urbana del mismo
Campo y del de Tarifa, subdelegado y juez privativo de todas rentas provinciales en el
expresado distrito y costa de su jurisdicción.349 Prácticamente era como un virrey del
Campo de Gibraltar. Unía además una importante prebenda, la de los cuantiosos emolu-
mentos que, a título de gaje, le correspondía por los ingresos de los derechos de pasapor-
tes que pagaban quienes atravesaban la frontera de Gibraltar, pero en su favor hay que decir
que su intención al establecer esta tasa fue la de suplir las enormes carencias de obras, tanto
militares como civiles, que se dejaban sentir en la comarca, y en las que gastó importantes
sumas de su peculio personal. En su paso por la Comandancia, Castaños introdujo en este
destino importantes innovaciones. En primer lugar, la rodeó del realce y protocolo que le
correspondía, al trasladarla desde el caserón dieciochesco del cuartel de Buena Vista, situa-
do al norte del istmo arenoso de Gibraltar, al centro urbano de Algeciras, mudanza que iría
acompañada de importantes mejoras en el ornato público de esta ciudad y de un acerca-
miento entre ejército y ciudadanía a través de encuentros sociales. Así lo corrobora el tes-
timonio del marqués de las Amarillas, sobrino de Castaños, que en 1805 le visitó en el
acuartelamiento de Buena Vista, aunque se cuida de aclarar que ya hacía tiempo que su tío
había fijado la residencia en Algeciras. Exalta del general la amabilidad, buen humor y la
cordialidad; añade que organizaba buenas mesas, tertulias y funciones de teatro, y que sus
cenas solían acabar en paseos con sus comensales.350 En segundo lugar, conseguirá impor-
349. RAH: "Autorización del tte. gral. Francisco Xavier Castaños para el cobro de sus haberes. Algeciras, 1 de abril 1803". Salazar: 9/4624.
350. BUENO: Op. cit. pp. 88-89.
193
tantes logros en el terreno de la diplomacia a pesar de no ser ésta su misión, al establecer,
quizás valiéndose de su condición de masón, estrechos contactos con su homólogo Hugo
Dalrymple, gobernador de Gibraltar, que se mantendrán cordiales aún en los momentos
más difíciles. Y en tercer lugar y más primordial de todo, a la vista de los enfrentamientos
de franceses y españoles contra ingleses, organizará su ejército hasta ponerlo a punto de
combate. Se conocen los detalles de un alarde desplegado por Castaños frente al enemigo
del Peñón el 25 de agosto de 1805 a dos meses de la batalla de Trafalgar, que fue publica-
do por El Diario de Algeciras el 6 de septiembre:
194
tradicional ha señalado hasta aquí, por un ejército improvisado de jinetes campogibralta-
reños armados de garrochas, sino por el ejército organizado e instruido de la Comandancia
Militar del Campo de Gibraltar.351
A pesar de su ascenso al Consejo de Regencia y a otros honores, el general Castaños
nunca se desvinculó de Algeciras, incluso la ciudad le nombrará por su Alférez Mayor en
ocasión de la proclamación de Isabel II. Un testimonio de este cariño, de los muchos que
se conocen, lo constituye la carta que desde la Isla de León remitió al alcalde de Algeciras
el 8 de marzo de 1810 con motivo del socorro prestado por el Cabildo algecireño a los pue-
blos de la Serranía de Ronda.
Con particular satisfacción y no menos interés he visto el entusiasmo y pro-
greso de mi predilecto pueblo de Algeciras que V. S. me refiere en su papel del 2
del corriente. Su Divina Providencia que por extraordinarios caminos me ha con-
ducido a lugar que ocupo en el Gobierno, quiere visiblemente facilitar a éste los
medios de salvar la Patria, y por un impulso sobrenatural ha exaltado general-
mente los ánimos de todos los habitantes de ese Campo de Gibraltar para una
empresa tan famosa que dé a toda la nación el ejemplo más auténtico de herois-
mo. V.S. y el muy Ilustre Cabíldo, dedicados a fomentar más y más el patriotis-
mo de ese fidelísimo vecindario enviando todos los brazos fuertes a la guerra y
empleando los inhábiles para todo género de auxilios que aquellos necesitan, han
sabido corresponder a la voluntad manifiesta del Altísimo, a los patrióticos dese-
os del Gobierno y a las obligaciones más exquisitas del célebre carácter español.
No hay para qué encarecer la importancia del distinguido servicio que esos pue-
blos hacen a la Patria; su movimiento decidido y oportuno parece ser el precur-
sor de la Libertad de España si su constancia no se arredra; constancia que imi-
tada muy pronto por todos los pueblos de las demás provincias, pondrán el sello
a nuestra heroica empresa y dejará para siempre resuelto el problema de no
poderse someter a un extranjero. Nada tengo que prevenir a V. S. Por más que
sea difícil y comprometida su situación, pues veo atendidas todas las circunstan-
cias y promovidos cuantos recursos exige la ocasión, quedando firmemente per-
suadido a que en las ocurrencias sucesivas, procederá V. S. y ese Ilustre
Ayuntamiento con el tino y energía que tantoha acreditado ahora y siempre; sién-
dome muy lisongera la idea de contarme en el número de sus individuos. Javier
de Castaños.352
Uno de los miradores por los que Algeciras se asomaba a principios del siglo a su bahía
era el paso de Trafalgar. Se trataba de un peñón cuadrado elevado en la playa por delante
351. En esta misma opinión se ha manifestado también VIDAL DELGADO, R.: Historia de la guerra de la Independencia
en el Campo de Gibraltar. Algeciras - 1995. p. 27.
352. SANTACANA: Op. cit. p. 115-116.
195
del cuartel de Escopeteros, en él que había una garita a la que se accedía mediante un puen-
te. Según es tradición, desde este lugar contemplaron consternados los algecireños la entrada
en la bahía de los combatientes, a su regreso de Trafalgar el 22 de octubre de 1805. En la ciu-
dad se había seguido el enfrentamiento desde sus inicios a través de los partes recibidos por
correo y difundidos por la prensa local desde el primer instante en que los ingleses aparecie-
ron sobre Cádiz. El Diario de Algeciras publicaba en su edición de la primera semana de octu-
bre, que: "El día 2 se presentó a la vista de aquel puerto, y permanecen bloqueandolo, una
escuadra inglesa compuesta de 23 navios de línea , entre ellos 7 de tres puentes, 3 fragatas y
2 bergantines". Las primeras noticias recibidas de la derrota fueron confusas:
Las resultas del combate observado frente al cabo Espartel, según se anunció
en el Diario anterior no se han podido averiguar completamente porque las car-
tas de Cádiz de este correo varían mucho: algunas anuncian haber entrado en
aquella bahía el día 22 once navíos, cinco fragatas y dos bergantines de nuestra
Escuadra Combinada, y que algunos otros navíos quedaban a la vista.
El 28 de octubre puntualizaba:
No queda la menor duda que el día 21 del corriente en el referido sitio hubo
un sangriento combate entre las Escuadras Combinadas y la Inglesa, que duró
desde las 10 de la mañana hasta las 8 de la noche, de cuyas resultas, aseguran, ha
sido muy considerable la pérdida de gente y destrozo de buques de una parte y
otra; y que el Sr. Gravina fue herido en un brazo, el Sr. Escaño en una pierna, y
que el Lord Nelson y otros dos Gefes de su Escuadra murieron en la acción.
Yo había visto aquel día, - escribe el inglés -, viniendo hacía la Trocha, suce-
derse grupos de marinos franceses y españoles, prisioneros en Trafalgar, sueltos por
los ingleses en Algeciras, que se dirigían a Cádiz en misérrimas condiciones bajo
la lluvia, descalzos muchos de ellos, cojeando por la irregularidad del camino, pre-
guntando incesantemente por la distancia del lugar más próximo. Algunos, deses-
perados de poder llegar tan lejos aquella noche, se acomodaban mojados como
estaban, bajo los árboles. Este fue el último de los efectos que pude observar de la
batalla, si se exceptúan los barcos desarbolados que luego vi en Gibraltar.353
353. BUENO: Op. cit. p. 92.
196
Entre ellos se encontraba el San Juan Nepomuceno, al que desde este mirador los alge-
cireños contemplaron durante muchos años, fondeado en la bahía, sirviendo de pontón o
carbonera de otros buques o, ¿por qué no?, de escondite seguro para los españoles libera-
les que se refugiaron en Gibraltar.
Según R. Solís, "En el ambiente servil de las Cortes, se tildaron estas palabras de
roussonianas; sin embargo, no era sino fruto de una auténtica asimilación de las verda-
des evangélicas que cualquier católico de nuestros días forzosamente compartiría". En la
sesión del 7 de septiembre expondría Terreros:
197
Pero examinemos la justicia: que por dinero se exima el hijo del poderoso, y
el hijo del pobre labrador camine a la guerra a exponer su sangre o a perder su
vida, porque le faltaron aquellos intereses para libertarse, ¿cabe esto en el juicio
humano?... Aquí se consideran dos bienes: el incomparable de la vida y el mez-
quino de los maravedises,
y es que, como ha señalado R. Solís: "Pese a su grosera oratoria, fue el impetuoso pala-
dín de las clases económicamente débiles, casi un vanguardista de la encíclica "De Rerum
Novarum", en armonía con el liberalismo católico del clero gaditano."354
Proclamada la Constitución en Cádiz el 19 de marzo de 1812, recibiría una entusiasta
acogida en Algeciras, donde se produjo un relevo en los miembros del Cabildo municipal,
que pasó a estar integrado por personas afectas al sistema liberal, presididas por Manuel
Miciano. La proclamación se efectuó según los actos establecido por el comandante gene-
ral del Campo, el general Francisco Ballesteros, por ser el ejército la institución garante del
nuevo régimen.
198
mados en dos filas, rompieron en un fuego graneado que se prolongó hasta que
su general hizo una señal ordenando hacer alto a los disparos. Mientras duró esta
estrepitosa demostración, las diversas bandas de cornetas y tambores presentes en
la formación interpretaban con coraje los compases del "paso de ataque", enar-
deciendo los ánimos de la ingente multitud que asistía al espectacular acto cas-
trense. Junto con los algecireños lo presenciaban muchas gentes venidas de toda
la comarca campogibraltareña. Como broche final que cerraba los actos progra-
mados para la solemne ceremonia de la jura de la Constitución, los soldados pre-
sentes en la parada -a los que se había dado una gratificación de cuatro reales- des-
filaron marcialmente ante Ballesteros complacido, sin duda, por el elevado espí-
ritu militar y la perfecta disciplina con que habían maniobrado sus huestes."355
199
Hallándose reunido los señores que componen el Ayuntamiento, mandó el
Sr., Presidente certificación por mí de lo ocurrido desde la hora de las dos y
media... que siendo la citada hora reunido el Ayuntamiento con dicho señor
Cura Teniente, se dio aviso que en el Puente de Villa Vieja entrada de esta ciu-
dad se había presentado una partida de Dragones franceses haciendo franca
demostración (...) se hallaba el jefe de la tropa que estaba algo más adelantado
con un comisario de guerra según se dijo, un trompeta y algunos soldados,
teniendo por la espalda el grueso de su partida que según la opinión general era
de doscientos cincuenta hombres, luego que se presentó dicho Sr. Presidente y
Capitulares preguntó el Jefe francés por el estado en que se hallaba la población,
fuele respondido que tranquilo, pidieron los caudales públicos fuele contestado
por el Sr. Presidente no haverlos, expresaron si había género inglés, se les mani-
festó ignorarlo, y enseguida se suplicó con toda eficacia todo miramiento hacia
este vecindario, y contestó el francés no experimentaría vejación alguna. Quiso
exigir dicho francés el paradero del Exmo. Sr. Comandante General del Campo,
y como éste se le negaba, respondió savía que a las once del día se hallaba en esta
ciudad ejecutando lo mismo para con el General Chávarri y fuerza que éste tenía,
que también le fue negado diciendo no saverlo, y finalmente a todo cuanto pre-
guntaron se ocultó la verdad en demostración muy publica del amor y patriotis-
mo que a todos animaba y finalmente pidió el citado Gefe francés hablar con el
administradorde la Real Aduana, el cual se presentó, hablaron públicamente (...)
y después como de tres cuarto de hora salieron conduciendo en una caballería un
saco con dinero que dijeron contenía trescientos y ocho mil y ochenta reales de
vellón, y se retiraron con dirección a Tarifa.356
Días más tarde, en la mañana del 25 se produjo otro acercamiento de los franceses,
tampoco con intención de tomar la ciudad, sino sólo para demandar víveres; pero esta vez
las cosas no fueron tan fáciles como la anterior y estuvieron a punto de complicarse más
de lo deseable por la intervención de una cañonera inglesa y la participación de un grupo
de exaltados que provocaron la muerte de un soldado francés. Los hechos fueron narrados
por el alcalde al comandante general mediante la siguiente carta:
Exmo. Sr: Siendo entre las diez y once de la mañana de este día se presentaron los
enemigos a la vista de esta ciudad y algunos centinelas avanzados a las bocas calles que
miran al cementerio, sin perder instante con la más puntual vigilancia me insté con
el Ayuntamiento en el referido sitio y cuando nos dirigíamos hablar con un oficial de
dragones que estaba a la vista advertimos un pequeño número de hombres que con
espadas y escopetas se proponían cometer hostilidades, y en ellas originar la ruina de
esta ciudad, no cabe delinear con expresiones a V.E. las fatigas y los medios de que
200
hicimos brío, así los capitulares, como multitud de (...), y otras personas seculares de
respeto para contener a los temerarios, se han sufrido dicterios, falta de respeto y cuan-
to puede imaginarse, pero esta sorpresa y consternación se completa cuando se obser-
vó haber sido muerto un Dragón enemigo, mas este incidente, ni el repetido fuego
indiscretamente dirigido por la cañonera inglesa no nos arrendró de la exactitud de
nuestros deberes, nos acercamos sorteando las balas inglesas al cementerio, en dicho
sitio se presentó el Comandante en Jefe de la tropa enemiga que según expresa era
Coronel, me entregó un pliego para el Ayuntamiento y esta jurisdicción, otro para el
Sr. Vicario y clero, otro para el Comandante del Resguardo, otro para el Jefe militar
de Tierra y otro para el del Mar, rehusé recibir los dos últimos manifestándole igno-
rar el paradero de V.E. y del Comandante de Marina, pero me precisó a ello (...) que
inmediatamente se le sacasen (...), pan, vino, carne, (...), que debían sostener la tran-
quilidad con amenazas de que no recogerlas entrarían a hacerlo por sí con su tropa y
requisición para la entrega de caudales. Condescendió el Ayuntamiento en la entrega
de las raciones, negó la absoluta existencia de intereses y por mí se le hizo presente
cuanto en mi cortedad me sugirió, así para evitar la entrada de tropa como para eva-
dir a este vecindario de responsabilidad por la muerte del Dragón francés, condes-
cendió a mi suplica, nos retiramos y reunido el Clero y el Ayuntamiento con dicho
Comandante del Resguardo fueron abierto públicamente los respectivos pliego, cuyas
notas se advertía ser igual sólo con la diferencia de la posdata que se advierte en la
copia que paso a mano de V.E. Sin interrupción se dieron las disposiciones, con toda
actividad para la remesa de víveres, y sin perjuicio la de restablecer la quietud, y tam-
bién se trató con reflexión sobre el contenido de dichos pliegos, y se acordó por ambos
cuerpos pasaran las dos Diputaciones representando ésta los señores Vicarios Juan de
Salas, Nicolás Ordóñez y Juan Cidron, pero las tropas francesas no esperaron los víve-
res y con rápido movimiento desaparecieron, habiéndose dirigido según noticias a
San Roque, operación que aumenta nuestro cuidado, por si mañana acometen a esta
ciudad con más fuerza y tratan de vengar la muerte del Dragón.357
Pero no tendrían tiempo para represalias, el día 28 les llegaría la noticia del levanta-
miento en armas de los pueblos de la comarca de Ronda y ante el riesgo de quedarse ais-
lados, abandonaron el Campo de Gibraltar. Sin embargo, los ediles algecireños no se con-
fiaron y organizaron una partida que tendría que intervenir de forma inmediata, enfren-
tándose a una columna francesa que se dirigía a Tarifa. El encuentro tuvo lugar el 14 de
marzo en el Boquete de la Peña y en ella lucharon las milicias urbanas de Tarifa, Algeciras,
Los Barrios y San Roque, que fueron ampliamente derrotadas, si bien, los franceses no
sacaron gran provecho de su victoria, porque se replegaron a Chiclana. Al tener conoci-
miento el Consejo de Regencia de la valentía y entrega de estos patriotas, se apresuró a
felicitarles y así se lo hizo saber al Cabildo:
357. AMA: "Carta del alcalde al comandante general sobre presencia francesa".LAC: Sesión del 25 de Febrero 1810.
201
El Sr. Francisco Eguia en Real Orden de 23 del actual me dice lo que sigue.
He enterado al Consejo de Regencia de España e Indias el parte circunstanciado
del choque que tuvieron los vecinos de Algeciras y Tarifa que Vs, remite con ofi-
cio de 20 de este mes. S.M. ha quedado satisfecho del valor y celo patriótico que
han demostrado los beneméritos individuos que concurrieron a dicha acción,
quiere que V.E. les dé las gracias en su Real nombre por el espíritu que los anima,
y que proponga las recompensas a que juzguen acreedores, tanto a los que se hayan
distinguido particularmente, como a las viudas de los que fallecieron en la acción
o de su resultas. Adrián Lacome.358
La segunda ofensiva napoleónica tuvo lugar en octubre de 1811, pero para entonces
estos pueblos ya no estaban solos. La Regencia les había mandado al general Ballesteros, que
hasta entonces había operado en tierras onubenses. El día 14 de dicho mes, Ballesteros ven-
cía a Rigenoux en los campos de Jimena, junto al río Hozgarganta, de donde marchó a aco-
gerse a la protección de los cañones de Gibraltar, pero los "aliados" británicos no le fran-
quearon las puertas. El general Godinot aprovechó la circunstancia para entrar en Algeciras,
donde se encontró una ciudad casi vacía, porque la población se había refugiado en la Isla
Verde, y con ella sus autoridades, documentos del archivo y objetos de mayor valor. El asi-
larse en este islote y llevarse hasta él las actas capitulares, será una práctica habitual cada vez
que el devenir de los acontecimientos siembren inquietudes entre los algecireños. Del 23 de
diciembre de 1811 al 4 de enero de 1812 será Tarifa la que atraiga la necesidad de conquis-
ta de los franceses, que someterán durante este tiempo, a un duro sitio a la ciudad, sin resul-
tados positivos, pues, defendiendo sus murallas, se encontrará un pueblo tan sacrificado
como el numantino y, a su frente, un general, Copons, tan leal soldado como Guzmán "El
Bueno", por lo que a los sitiadores no les quedará otro remedio que retirarse, tras sufrir las
incomodidades de unos días de diluvio, enterrados en un fangal. Así, se puso fin a la Guerra
de la Independencia en el Campo de Gibraltar.
Años más tarde, el vicario de Algeciras Gerónimo Caballero informaba al obispo: "En
esta ciudad y su recinto se limitaron los robos y pedidos de los franceses en sus invasiones a
358. AMA; LAC: Sesión del 28 de marzo 1810.
359. AMMA: "Concesión de pensión a viuda de héroe. Tarifa, 29 febrero 1812". Propios: Caja 60 Exp. 1.
202
acémilas, granos y ganados, sin haber visitado las Iglesias; por lo que ningún objeto de bellas
artes ni de historia natural sufrió depredación."360 ¿Sería verdad que por entonces en
Algeciras nunca ocurría nada?
360. AHDC: Carta del vicario de Algeciras sobre la invasión de los franceses. Algeciras, 16 de noviembre 1815. Vera y
Delgado: Caja 75.
361. GONZÁLEZ DELEITO, N.: “II Centenario del nacimiento del General Lacy.” Conferencia pronunciada en San
Roque. 11-I-1975. Gentileza de J. A. García Rojas.
203
causa liberal. En la noche del 31 de enero entró triunfalmente en Algeciras, donde instaló
su cuartel general. La ciudad le obsequió -comitiva incluida-, con un espléndido agasajo y
con una "mesa decente", los restantes días, sin faltarle a la tropa los suministros necesarios.
Una vez triunfe la causa, el ya flamante mariscal de campo, oficiará el 29 de marzo al
Cabildo en solicitud de: "Noticias testimoniadas de las cantidades que este pueblo le faci-
litó a su paso por él, a fin de interpretar su abono". Los gastos habían ascendido a catorce
mil veinticuatro reales y el alcalde y el comandante general se comprometieron a adelan-
tarlos a medias, para lo cual, el Cabildo tuvo que pedir al rematante del arbitrio del con-
sumo del vino un préstamo sobre la recaudación del año venidero, tal era la fe y seguridad
que los algecireños tenían en su causa.362 No consta que pagase la deuda, al contrario, el 13
de mayo Riego vuelve a escribir al Cabildo y le pide que colabore en unos festejos taurinos
que va a celebrar en Sevilla para cubrir la desnudez de las tropas que tenía a su mando. Una
vez más, Algeciras le dará su apoyo, con la celebración de ocho funciones de novillos, cuyos
beneficios se destinaron a este fin.363
La primera medida que adoptó Riego en Algeciras fue destituir al alcalde realista Pedro
Barte y colocar en su lugar a Juan Suárez, afecto al régimen constitucional y decretar cua-
tro medidas clásicas del más puro estilo del liberalismo económico, quizás inspiradas en el
modelo del vecino puerto franco de Gibraltar, que comprendían: la suspensión del pago de
la contribución, la de los arbitrios de consumo, el desestanco del tabaco y el fin del pro-
teccionismo y su sustitución por el librecambismo, es decir, la eliminación de los arance-
les a la importación; sólo el algodón estaría cargado, con un 12%. A la mañana siguiente,
Riego declarará "resucitada la Constitución en los muros de la ciudad", dirigiendo a los
algecireños la siguiente proclama:
362. AMA; LAC: Sesiones del 6 de mayo de 1820 y del 4 de octubre de 1822.
363. AMA; LAC: Sesión del 6 de julio 1820.
204
dos en la causa del depotísmo para ser oídos. Los que predican la servidumbre ó
son malvados, ó insensatos. Examinadlos bien, y veréis que viven de vuestros llan-
tos y miserias. Su bienestar se halla en oposición con el bien público. ¿Será extra-
ño que traten de prolongar un estado de cosa tan triste a los ojos de la razón,
como funesto al reposo y prosperidad de los Pueblos. Si habéis leído las
Proclamas y Manifiesto del Exército Nacional, ya sabréis su resolución y senti-
mientos. Hijos de la Patria, quieren que la Patria misma decida sus destinos. Sus
Padres van a congregarse. Los Pastores de los Pueblos formarán las Leyes, que
crean más convenientes a su prosperidad y a su grandeza. Aguardad estos
momentos tan felices; aguardadlos con la firme resolución de no retroceder en
vuestra empresa, seguros de que la constancia será un muro incontrastable con-
tra los tiros de los malos. Ellos se disiparán, como el humo, al aspecto de los que
siguen la senda del honor y de la gloria. ¡Viva la Nación! ¡Viva la Religión de
nuestros Padres! ¡Viva el gobierno, que la haga feliz y libre!. Cuartel General
Divisionario de Algeciras, primero de Febrero de 1820. El comandante general
de la primera División: El Ciudadano Rafael de Riego.
Pero Algeciras no sólo contribuyó con suministros y dineros a la causa de Riego; ade-
más, salió al paso de una infamia levantada al coronel por unos supuestos excesos cometi-
dos durante su estancia. En junio de 1820 el Cabildo informaba a la Confederación
Patriótica de Málaga,
Acerca de la conducta que observaron en esta ciudad las tropas del General
Riego, y demás acerca de la intimación que se hizo en cierta proclama que se fixo
a principios de febrero de que dicho General había robado una gruesa cantidad a
cierto vecino de esta ciudad: sobre lo cual hace particular encargo el Sr.
Comandante General de ser especie seductora con otras varias advertencias; todo
visto por el Ayuntamiento acordó se conteste por el mismo conducto que al ver
estampada la más negra calumnia contra el ciudadano mas ilustre y que debe
ocupar el lugar mas preferente en la memoria histórica. Se ha llenado de amar-
gura el corazón del Ayuntamiento porque el alma grande y generosa que encie-
rra en su pecho el General Riego estuvo muy distante de la imputación que se le
hizo en la proclama que se indica averse fixado a último de febrero en dicha ciu-
dad: que el expresado general y sus valientes, merecen toda consideración y res-
peto de los vecinos. Obraron durante su permanencia es esta con la conducta más
moderada y fraternal como hijo de la justa causa que proclamaba, su trato social
entre el soldado y el ciudadano admirado, y el pedido para la subsistencia de la
División por los términos marcados por la ley de forma que se observó interna
unión y no huvo ejemplar de queja: Así pues puede la Confederación en su
Periódico o como tenga a bien asegurar a la paz de la Nación que la indicación
hecha en la referida proclama contra aquel Ilustre Patriota es una pérfida calum-
nia hija sin duda de los hombres de ideas torcidas que aún nos rodean.365
364. THOMPSON: El español constitucional o miscelánea de política, ciencias, artes y lieratura. Londres - 1820. pp. 239-240
y 273-274
365. AMA; LAC: Sesión del 19 junio 1820.
205
De la estancia de Riego en Algeciras ha quedado la tradición recogida por E. Santacana
que señala esta ciudad como el lugar en el que se compuso el popular himno que lleva el
nombre del general.366 Pero de ser cierto el testimonio publicado por el tantas veces aquí
citado Ambrosio Grimaldi en la revista El Avisador en 1871, no parece que la tradición se
corresponda con la verdad, pues según Grimaldi, cuando las tropas insurrectas entraron en
Algeciras, ya lo traían impreso. Escribe el periodista y político algecireño:
La letra del himno de Riego, compuesta por el General Don Evaristo San
Miguel, de cuyas manos recibí yo a la entrada de la columna expedicionaria de
Algeciras, en el mes de enero de 1820. Estaba impresa en San Fernando; y San
Miguel era entonces comandante, la llevaba, formando paquete, metida en las
pistoleras, de donde sacaba ejemplares para repartirlos. La música fue compuesta
en Morón por el profesor Don Manuel Varo, músico mayor de la charanga de la
caballería que llevaba la columna.367
206
los siguientes cargos: presidente, el mariscal de campo Demetrio O'Daly; vicepresidente,
el capitán retirado Nicolás Dueñas Ordóñez; secretario, el licenciado León Gutiérrez de
Villegas, abogado de los tribunales nacionales, y capitán graduado de la Milicia; secretario
segundo, el subteniente de Caballería retirado Manuel Pérez y tesorero, el coronel Antonio
Ordóñez, capitán comandante de la compañía de Escopeteros de Getares. Se acordó que
una Comisión redactase el reglamento de la junta, y se estableció, como primera medida,
que las sesiones se celebrasen a puerta abierta los lunes, jueves y sábados a las cinco de la
tarde, y que se imprimiese un periódico que fuese el órgano de la junta.368 O'Donnell sería
destituido y confinado en un domicilio particular de San Roque, pasando a mandar la
Comandancia del Campo un oficial que en julio de 1819 había participado en la conjura
liberal de las tropas gaditanas concentradas en el Palmar del Puerto de Santa María, el bri-
gadier, ahora mariscal de campo, Demetrio O'Daly, del que ya se ha dicho que también se
hizo cargo de la presidencia de la junta. Pero O'Daly, no estaría mucho tiempo al frente de
estos cometidos, porque al recuperarse la actividad parlamentaria, ocuparía un escaño en
las Cortes. Al despedirse del Ayuntamiento lo hizo invocando que marchaba al Congreso
Nacional porque le llamaba la patria a tan alto destino. El Cabildo le respondió con un
cumplido elogio: "Su oficio no ha podido menos que conmover todos los sentimientos de
amor y respeto con que le distingue y a quien reconoce uno de los primeros héroes que
arrancaron las cadenas de la esclavitud, que la Patria necesita hoy las luces de sus buenos
hijos, en la elección hecha en su persona acredita evidentemente la confianza que le merece."369
Durante la primera mitad del "Trienio", mientras que el gobierno municipal se desen-
volvía bajo actitudes moderadas, las cosas marcharon como la seda, pudiendo ocuparse las
autoridades locales en cuestiones de protocolos y honores, como la batalla de flores a la que
acabamos de asistir entre O'Daly y el Cabildo. En octubre de 1820 se le dio el nombre de
Rafael de Riego a la calle Imperial y en marzo de 1821 por fin se pudo conmemorar, a
plena luz y con todo boato, el aniversario de la Constitución. En este caso, el noveno. Los
actos estuvieron organizados por la Milicia Nacional, cuerpo local armado de voluntarios
que había sido creado por las Cortes gaditanas con el fin de velar por la salud del sistema
constitucional y, al ser ahora reorganizada, asumía de nuevo esta función. Gracias a la pro-
fesionalidad del periodismo algecireño de la época, se conoce con minuciosidad el desa-
rrollo de aquel acto:
207
Artillería con los individuos de su arma, el de igual clase de Ingenieros, el
Ministro de Hacienda de este Campo, el Controlador del Hospital Nacional del
mismo y muchos otros individuos pertenecientes al estado militar (...).
Concluido este festejo principió un magnifico bayle dado, por la expresada com-
pañía en la misma casa Coliseo en que lució el bello sexo, y se vio una reunión
tal, cual no se esperimentaba hace muchos años, en medio de todas estas diver-
siones quiso también la Milicia Nacional, que las tropa de la Corona, Escopeteros
y Artillería disfrutasen en algún modo del común placer, para lo cual dispuso se
le entregasen las raciones necesarias de carne tocino y vino. En la mañana del 19
reunidas las autoridades en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Palma, se celebró misa
solemne por el Cura Párroco entonando a su conclusión un Te Deum que con-
tinuó todo el Clero reunido con el estado religioso (...). Por la orden de la Plaza
del 18 anunció el Exmo. Sr. Comandante General que a las doce del día inme-
diato se hallasen las tropas dependientes de esta guarnición, en el campo llama-
do del Calvario, prevenida de cartuchos sin balas para celebrar el aniversario
solemne del 19 de marzo de 1812, en que la Nación juró y promulgó nuestro
sagrado Código. Llegado el General, y recibido en orden de parada, pasó revista,
y dispuso empezasen las maniobras, que duraron algo más de tres horas, demos-
trando bien el digno Regimiento de la Corona, y la Compañía de Escopeteros de
Getares en la execución de los diferentes movimientos, que hacían más variados
las distintas clases de fuegos, que la instrucción y disciplina no cedían al entu-
siasmo por el sistema. Desempeñados estos objetos con la más cumplida satisfac-
ción de S.E. fue advertido de que la Compañía de Milicia local, habiendo con-
cluido en la función de Iglesia, venía al cumplimiento del convite que se le hizo:
Que el Sr. Jefe Político del Partido, el primer Alcalde Constitucional con el Ilustre
Ayuntamiento venían a felicitarle y que también esperaban con el mismo objeto
todos los señores jefes y oficiales dependientes de sus órdenes: en el momento
dispuso S.E., que los primeros ocupasen la derecha de la formación, y que se
ordenase un cuadro para hacer más inteligible su exhortación y felicitaciones; y
estando dentro de él con las corporaciones civiles y militares, les arengó.
Repetidas estas dulces cláusulas con la energía y entusiasmo de tan bizarros
patriotas, a que correspondió el inmenso pueblo que vistosamente adornaba las
espaciosas colinas, el General con sus Ayudantes se puso a la cabeza de la colum-
na de camino, que mandó; y entonando el himno patriótico del inmortal héroe
Don Rafael del Riego, se dirigió hacía la Plaza de la Constitución: a su entrada
se formó la columna de honor, y colocado el General al frente de la Lapida, pasó
la columna, saludando cada sección con los vivas más entusiastas. El general se
despidió, y mientras se formó la batalla para retirar la bandera, cuya acción aún
es muy digna denotarse, pues el benemérito Gefe de la Corona dispuso fuese
aquella escoltada por una mitad de la compañía de Milicia Local. De este modo,
Españoles, se concebía la unión, fraternidad y entusiasmo por nuestras sabias
leyes. Y a la noche dio a sus espensas en el teatro un lucido bayle público, que
duró casi hasta el amanecer del día inmediato. Por la noche del mismo día hubo
iluminación general en toda la ciudad.370
208
Pero esta elegancia de formas y modales quedaría rota tan sólo un mes después, al prac-
ticarse una purga entre señalados algecireños considerados desafectos al régimen. Era la res-
puesta, quizás algo forzada, a las partidas realistas que surgían en aquella primavera en dis-
tintas zonas de la península, y que se dejaron ver por Galicia, Burgos, Rioja y Cataluña.
Bajo la presidencia del alcalde y con la asistencia del comandante general del Campo y del
cura párroco, nada menos que Vicente Terreros, paladín de la causa constitucional desde
su gestación, el 25 de abril se concentró en las Salas Capitulares un gran gentío formado
en su mayor parte por los miembros de la Milicia Nacional y público en general, que recla-
maban del Ayuntamiento, que: "Tomase medidas de precaución para poner a cubierto la
salud y libertad de la Patria con algunas personas que la opinión general del pueblo tenía
marcada como desafectas al sistema constitucional y de las cuales habían puesto nota fir-
mada de muchos en manos de sus señorías". Intervino una comisión integrada por el cura
párroco Vicente Terreros, el comandante de la Milicia Nacional Nicolás Ordóñez, el capi-
tán de la misma José Coletty, el comisario de guerra Francisco Fonteta, y el fiscal del juz-
gado de primera instancia Pedro González, quienes expusieron con moderacion, según se
hace constar en el acta que se levantó de la sesión, que:
Leidas en voz alta las notas, los realistas denunciados resultaron ser: el teniente general
José O'Donnell, el brigadier Manuel María Albergoti, el prebístero Francisco Cid, el médi-
co del Hospital Militar Crescencio Santos, y el capellán del mismo Hilario de Barcelona,
para quienes se solicitó el traslado a Ceuta, así como que se separasen de sus funciones y
cargos públicos al juez de primera instancia Pedro Barte, al auditor de guerra Joaquín
Monge y al subteniente de Artillería Ravanera, y el arresto del vecino Juan de la Comba.
Intervino el presidente para serenar los ánimos, y recordar que:
Era obligación de las autoridades velar para que por ningún motivo se pudie-
se infringir ni ofender la ley que se trata de guardar y que pues la opinión públi-
ca marcaba a los individuos nombrados como desafectos al sistema constitucio-
nal, era sentir que debían tomarse providencias de precaución que tranquilicen la
inquietud del pueblo, pero como quiera que las Leyes ni fijaban lo que en caso
extraordinario como el presente debía ejecutarse, debía con precisión adoptarse
un término que todo lo concilie y ponga a cubierto las operaciones de la misma
autoridad.
209
Tomó de nuevo la palabra la comisión para manifestar que: "No exigia otra cosa que el
debido cumplimiento de las Leyes y que estaba sumiso a las determinaciones de la autori-
dad, de quien es atributo dictar las providencias de justicia que era de esperar de un pue-
blo liberal justo y benéfico". Con todo el liberalismo, justicia y, beneficencia desde luego,
aquellos algecireños, por el delito de no ser constitucionales, fueron recluidos en la forta-
leza (sic) de la Isla Verde, y se dio la orden de trasladar al Convento de la Merced de
Algeciras a O'Donnell, que seguía recluido en San Roque, con la instrucción dada por su
sucesor en la Comandancia, de que: "Se le tratase con el decoro y decencia que exige su
persona y que reposara seguro de que los españoles ciudadanos de Algeciras, que tienen por
norte y guía el sistema constitucional, son liberales y benéficos". Pero O'Donnell, "Hijo
del espíritu de moderación y beneficencia que le guía", -según le reconoce el Cabildo-, por
consideración a las otras personas detenidas, prefirió compartir sus suertes, y, en la noche
del 26 de abril ingresó voluntariamente en el islote.371
Sin embargo, estas actuaciones no serían respaldadas por el jefe superior político de la
provincia, que las reprobó en escrito dirigido al alcalde el 25 de junio, sin que el Cabildo
se volviese a ocupar del asunto. Lamentablemente, la marcha atrás llegaba tarde, abiertas
las hostilidades, los realistas respondieron con un atentado de grave consecuencia: el asesi-
nato el 12 de septiembre de un edil. Los hechos están recogidos en un acta capitular: "El
horroroso atentado que acaba de cometerse, -sobre la persona del segundo alcalde consti-
tucional Fernando Morillo, a quién en la noche del 12 último antes de la diez de ella, mata-
ron dentro de su misma casa sacándole a la puerta de la escalera con el achaque de que fir-
mase un pasaporte, donde le dieron una puñalada tal que perdió la vida en el instante". La
atrocidad del suceso consternó a todo el pueblo, menos mal que los atentados se limitaron
a uno sólo, porque según se asegura en el acta:
Se había observado que eran muchas más las personas que del Ayuntamiento
tenían también designadas y del pueblo, según los pasos que aquella noche se vie-
ron dar, y que acaso la prudencia no permitió se executasen para llamar de tal
modo la atención a los gobernantes públicos, que el Ayuntamiento no podía
ignorar los estragos y horrores en que se hubiera reducido la ciudad si aquellos
asesinos hubieran realizado su proyecto, que siempre hubiese sido exterminar a
los hombres buenos después de muerta la autoridad a su libre voluntad.372
210
Por otra cédula del 27 de Noviembre el rey nombró juez letrado de la ciudad de
Algeciras y su término, a Lorenzo Talens de la Riva.373 A pesar de estas medidas, los libera-
les algecireños ya no estarían tranquilos. La creación de partidas favorables al rey absolu-
tista en diversos lugares de la península, durante la primavera de 1822 puso en sobreaviso
al Cabildo, que al conocer que la Milicia de Córdoba también había proclamado la monar-
quía absoluta, dispuso: "Que la Milicia Nacional de esta ciudad esté pronta a operar en
caso necesario, redoblando las patrullas de vigilancia con el celo más exquisito para obser-
var si alguna persona se produjese en términos sospechosos" y añadía: "Es conveniente se
ponga en segura custodia los presos de la cárcel y singularmente los que pertenecen a la
causa del asesinato del alcalde Fernando Morillo, se tomen las disposiciones convenientes
para con el Juzgado de Primera Instancia a fin de que sean trasladados a la plaza de Ceuta
por vía de seguridad."374 Días más tarde, con motivo de una agitación de los Carabineros
Reales de Madrid, el Cabildo ordenó que:
211
rey que se encontraba retenido por el Consejo de Regencia, el Gobierno y las Cortes, pri-
mero en Sevilla y luego en Cádiz. Al vencer en Despeñaperros al ejército constitucional, se
le franqueó la entrada en Andalucía. Animados por estas noticias, el Ayuntamiento de
Jimena se proclamó absolutista y el 21 de junio las tropas de la Comandancia de Algeciras,
fieles al régimen liberal, mandadas por Antonio Ordóñez, entraron en la villa y la tomaron
a la bayoneta calada, sin bajas por parte del ejército, pero varios absolutistas resultaron
muertos. El 26 de septiembre Angulema toma San Fernando y, el 29 Cádiz. El rey queda
en libertad y emprenderá un lento viaje de regreso a Madrid, en donde entrará el 13 de
noviembre, dando tiempo a que, mientras tanto, en la plazuela de la Cebada se ahorque al
general Rafael de Riego, bajo una lluvia de insultos y burlas de los mismos ciudadanos que,
días antes, le vitoreaban y aclamaban como el salvador del pueblo español.
De vuelta en la capital del reino, y con todos sus poderes restablecidos, Fernando VII
reinará, desde el absolutismo más obstinado, durante los diez años que aún le quedarán de
vida, en la década que en España constituye la última etapa del llamado "Antiguo
Régimen", caracterizado por la falta de libertades constitucionales. Otra vez los liberales
serán víctimas de las represiones de los absolutistas, de nuevo les tocará huir y, para ello,
Gibraltar reunía el atractivo de ser un portillo a la libertad. Otros, en cambio, prefirieron
permanecer en las aguas de la bahía confiados en que la bandera extranjera del Peñón les
protegería mientras soñaban con desembarcar algún día en la costa cercana y levantar sus
poblaciones contra la tiranía; pero se engañaban, lejos de resultar un buen refugio,
Gibraltar fue el trampolín que, impulsado por el cónsul español en complot con el gober-
nador inglés, los lanzó hacia la derrota y la muerte segura.
El 14 de agosto de 1823 las tropas de la Santa Alianza ocuparon Algeciras y el fuerte de
la Isla Verde. La primera medida adoptada por los absolutistas fue restituir en los-
puestos a sus partidarios, así Pedro Barte recuperó la Alcaldía y José O'Donnell la
Comandancia General del Campo. En segundo lugar, se dieron instrucciones para el abas-
tecimiento de las tropas francesas estacionadas en España, correspondiéndole al Cabildo
algecireño atender al suministro de la artillería instalada en la zona. A continuación, se pro-
dujeron las inevitables depuraciones, a pesar de haberse promulgado el 1 de mayo una
anmistía, pero que no había resultado todo lo amplia que en un principio se había anun-
ciado. En Algeciras emprenderá el camino del destierro, entre muchos liberales, Ambrosio
Grimaldi, exiliado por O'Donnell en octubre de 1825 por su: "Adhesión a la libertad";
según se justificaba en un acta capitular. Aquel año, se vivieron momentos de dura repre-
sión como respuesta al levantamiento protagonizado por el coronel Francisco Valdés, que,
procedente de Gibraltar, desembarcó en Tarifa el 3 de agosto de 1824. Con la veintena de
212
hombres que le acompañaban y medio centenar de liberales confabulados de la localidad,
se pertrechó en la Isla de las Palomas, donde resistieron heroicamente hasta ser derrotados
el 20 de agosto por el ejército mixto hispano-francés, comandado por los tenientes gene-
rales O'Donnell y Foissac-Latour. Valdés pudo escapar a Tánger y desde allí a Londres,
pero no sus correligionarios, los también oficiales Pedro Valdés y Domingo González, que
fueron apresados junto a setenta y dos hombres más.378 Trasladados los presos a la cárcel
de Algeciras, fueron fusilados y según M. Pérez-Petinto, enterrados en fosas desconoci-
das.379 Años más tarde, deseando el Ayuntamiento del Puerto de Santa María rendir home-
naje a su hijo Pedro Valdés, el Cabildo algecireño dispuso el traslado de sus cenizas a dicha
ciudad, pero al parecer, no se pudieron localizar.380
Durante esta década ominosa, como se ha dado en denominar, se impuso una férrea
censura: se cerraron las fronteras a la entrada de libros publicados en el extranjero y se vigi-
laron especialmente los editados con la intención de difundir en España las doctrinas libe-
rales. Así, el 14 de mayo de 1825 el rey dispuso se impidiese: "La introducción y circula-
ción del abominable periódico que parece se trata de publicar en Gibraltar con el título de
Vida de los santos católicos o sea flor saritorum, recogiéndose cuantos ejemplares se hubie-
sen circulado y procediendo contra los tenedores", en cuyo cumplimiento, el Cabildo, tan
alejado ahora de los tiempos pasados de libertad, acordó el más puntual cumplimiento de
dicha resolución.381
Pero por si no fuese suficiente, se residenció en Algeciras un comisionado regio,
Indalecio Almansa, que en 1828 abrió causa contra Diego Serrano y otros vecinos por:
"Conspiración contra la real persona de S.M. y su legítimo actual Gobierno"; según se les
imputa en los autos.382
Por su parte, los que permanecieron frente al puerto de Gibraltar, a bordo de ponto-
nes y embarcaciones de pesca, también lo pasaron mal, pues como se hizo eco Blanco
White: "Todo el mundo sabe lo expuesto que es permanecer en la bahía de Gibraltar y la
frecuencia con que se pierden los barcos arrebatados por los furiosos levantes."383 Sólo las
muchas ilusiones acumuladas durante los largos meses esperando la ocasión del desembar-
co les podría compensar de tantas pesadumbres. Desde septiembre de 1830 venía funcio-
nando en el Peñón una junta revolucionaria en el exilio, que, animada por el triunfo en
Francia de la revolución liberal del mes de julio, dirigía sus acciones a infiltrar en la penín-
sula los panfletos liberales, con la esperanza de derrocar algún día al absolutismo. En enero
de 1831, al sentirse respaldados los exiliados por la presencia de dos excelentes militares, se
decidió pasar a la acción armada. El 5 de enero se entrevistaron en la colonia inglesa los
378. GARCÍA LEÓN, J. M.:“Josefina de Comerford y Francisco Valdés: dos héroes románticos de la Tarifa decimonónica.”
Almoraima, 9, (1983), p. 291.
379. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 134.
380. AMA; LAC: Sesión del 5 de abril 1840.
381. AMA; LAC: Sesión del 1 de junio 1825.
382. AHDC: "Carta del vicario de Algeciras al Obispo sobre la causa seguida contra Diego Serrano. Algeciras, 14 de junio
1828". Silos: Caja 104.
383. ESTEBAN, J.: La España peregrina. Madrid - 1988. p. 103.
213
generales José María Torrijos y Salvador Manzanares y acordaron la toma de Algeciras,
como primer paso, para lograr la sublevación de la comarca y, desde aquí, extender la revo-
lución al resto de la península. Se fijó la ensenada de Getares, entre las viñas y el playazo,
como el punto más adecuado para el desembarco por quedar fuera del alcance de los caño-
nes de la Isla Verde. Los libertadores, deberían recorrer los dos kilómetros hasta el casco
urbano, dejándose caer sorpresivamente sobre la ciudad, donde se suponía que encontra-
rían el apoyo de la población. Sin embargo, los dos intentos que se llevaron a cabo resul-
taron fallidos, porque los algecireños no secundaron estas insurrecciones, ni tampoco las
demás poblaciones del arco de la bahía.
El primero de los desembarcos corrió a cargo de Torrijos, a quien su amigo Blanco
White, en el precioso libro que le dedicara a modo de diario fabulado, le haría escribir la
emoción que sentía al tener a la vista las playas campogibraltareñas, que no malagueñas,
como por error las considera:
Desde el Peñón puedo ver como el mar acaricia las playas malagueñas (sic)
que se visten de luces cuando anochece. Que sensación verla y no poder pisarla.
La correría hasta sus arenas y, tumbado, miraría el cielo de España, al que hace
tantos años que no miro. Visto desde Gibraltar me parece otra cosa, no mía, aun-
que sea el mismo cielo. ¡Cuándo me encontraré con mi amada patria!384
Tras publicar una proclama a favor de la libertad, Torrijos envió, por delante, a unos
confidentes a Algeciras para preparar la opinión pública y el terreno, pero, al ser descu-
biertos, fueron acribillados a tiros. Lo volvió a intentar el 29 de enero, entonces desem-
barcaría al frente de doscientos hombres en un lugar denominado La Aguada Inglesa, pro-
bablemente situado entre el Peñón y La Línea, pero otra vez sería rechazado por el ejerci-
to legalista y regresó con algunas pérdidas a Gibraltar.385
El siguiente intento tendría lugar el 25 de febrero y corrió a cargo de Manzanares, que
organizó el desembarco de ciento cincuenta hombres en Getares, teniendo previsto que se
les uniesen otros cincuenta que estaban alertados en la comarca. Esta columna de volun-
tarios, escasamente preparados, se había reclutado desde el Peñón, y sus edades, proceden-
cias y oficios eran de lo más dispar; sólo les unían sus convicciones políticas y un aguerri-
do valor, que les convocaba a una empresa más quimérica que factible. El éxito de la ope-
ración estribaba, como en los anteriores casos, en la adhesión de las poblaciones de
Algeciras, Los Barrios y San Roque, que deberían proclamar la insurrección de forma
inmediata, para que la rebelión estallase en la capital de la provincia, por la importante
repercusión que tendría en toda la nación la adhesión de Cádiz. Sin embargo, las cosas no
marcharon como se planearon y las reacciones fueron distintas a lo calculado. Mientras que
en Algeciras y la comarca los incidentes no pasaron de meros disturbios callejeros, en
Cádiz, en cambio, tomaron un cariz muy grave con el asesinato del jefe superior político
384. ESTEBAN: Op. cit. p. 10.
385. LAFUENTE ALCANTARA, M.: Historia general de España desde los tiempos primitivos hasta la muerte de Fernando VII
continuada hasta nuestros días por Juan Valera. Tomo V. Barcelona - 1985. pp. 5 y 500.
214
de la provincia, siendo la propia consternación, en la que quedaron sumidos los gadita-
nos al conocerse el atentado, la que impidió que prosperase la sublevación. También resul-
tó fallido el levantamiento de un batallón de la Marina de San Fernando, que tenía la pre-
tensión de trasladarse al Campo de Gibraltar para unirse a la causa liberal, pero fueron
alcanzados en Vejer por el capitán general de Andalucía. El único apoyo que le restaba al
general sublevado, era el de un grupo de conjurados que le aguardaban en el pinar de
Miraflores, pero fueron descubiertos y dispersados por una partida de voluntarios realistas
mandados por el alcalde de San Roque. Replegado en Los Barrios, Manzanares optó por
marchar a Estepona con la esperanza de ganarse su adhesión, lo que no lograría, al ser
rechazado al pie de Sierra Bermeja. Refugiado en estos montes, aún su mala suerte no le
abandonaría y sería traicionado por un pastor, que, en lugar de guiarle hacia el camino de
Gibraltar, le entregó al ejército realista. A partir de este punto la narración del suceso se
desdobla en dos versiones diferentes. Según Blanco White, al verse engañado, Manzanares
le quitó la vida al pastor, atravesándose luego el pecho con su propio sable,386 mientras que
en la recogida por Modesto Lafuente, al descubrir la traición, Manzanares mató de un
sablazo al pastor y sería el hermano de éste, quien mataría de un tiro al general.387 Fuera
como fuese, el caso es que al cabo de una semana, el 4 de marzo concluía esta aventura
romántica-liberal. En ese día, el Regimiento de Alcázar de San Juan, trasladó a San Roque
a los cuarenta y seis prisioneros supervivientes, a los que se les abrió juicio sumarísimo acu-
sados de lesa majestad por pertenecer a la: "Gavilla del rebelde Manzanares". De confor-
midad con la R.O. del 20 de agosto de 1824, que imponía pena de vida a los españoles y
extranjeros que: "Procedentes de la Bahía de Gibraltar, se introdujesen en España con
armas o impresos sediciosos con el intento de restablecer el régimen constitucional", fue-
ron condenados a ser pasados por las armas. Una curiosidad: al pie de las sentencias, apa-
rece la firma del comandante general del Campo Juan Antonio Monet, aquel que inició la
construcción del alcantarillado de Algeciras.388
Cabe preguntarse al haber de quién hay que anotar estos éxitos absolutistas, aunque, en
verdad, más adecuado sería hablar de fracasos de los liberales, dado que los fernandinos no
tuvieron que esforzarse gran cosa para vencer la bisoñez con la que actuaron sus adversa-
rios. Como suele ocurrir en estas ocasiones, un jefe local quiso apuntarse todos los tantos
en su cuenta personal, tal fue el caso del alcalde-corregidor de San Roque, que se vanaglo-
riaba de ser el artífice único de las derrotas de Torrijos y Manzanares. A fin de que queda-
se constancia, en sesión capitular de su Cabildo, se hizo reconocer todas sus brillantes
intervenciones, para que fuesen tenidas en cuenta por el rey a la hora del reparto de las
recompensas. A pesar del excesivo incienso que transpira el informe capitular, permite
entresacar algunos datos interesantes para el conocimiento de los acontecimientos, como
es la revelación de la existencia de contactos y acuerdos entre las autoridades españolas e
inglesas, con el propósito de desbaratar los intentos de revolución llevados a cabo por los
liberales refugiados en Gibraltar.
386. ESTEBAN: Op. cit. p. 114.
387. LAFUENTE: Op. cit. pp. 5 y 501.
388. VICENTE: Op. cit. p. 6.
215
Habiendo terminado felizmente la defensa hecha en persecución de los revolu-
cionarios emigrados en la Plaza fronteriza de Gibraltar y su Bahía, a las continuas ten-
tativas que de inmediato han estado haciendo de siete meses a esta parte, ya con sus
inducciones papeles y proyectos, y ya con el último arrojo de desembarcar e introdu-
cirse en este distrito para cedusir, trastornar al buen orden y alarmar en auxilio de sus
inicuos y destruidos planes: constando a este Ayuntamiento, por serlo de público y
notorio en este vecindario, como a las autoridades de este Campo, y la de los Pueblos
Comarcanos, cuanto en defensa de tan justa causa, y de los Soberanos derechos de
Ntro. Sr., ha trabajado y practicado el Sr. José Julián de Ortega, corregidor presiden-
te de esta Corporación; y deseando la misma hacer la debida manifestación de los
recomendables servicios de este magistrado en aquellas críticas circunstancias, no
puede menos de asegurar, que dicho Sr. desde que tomó posesión de su destino en
julio de mil ochocientos veinte y ocho, visitó y entró en inmediatas relaciones y
correspondencia, con el Exmo. Sr. Gobernador de Gibraltar, y el Cavallero Consul de
España, con quienes la sigue tanto por los asuntos sanitarios, como para saber de las
operaciones de los rebeldes refugiados, habiendo tenido además su confidente que le
ha participado cuantos planes y noticias ha adquirido, trasmitiéndolas con exactitud
y puntualidad al Exmo. Sr. Comandante General de este Campo, y demás autorida-
des, y personas amantes del legítimo Gobierno de S.M.: que ya, después de los suce-
sos de julio en Francia, cuando los revolucionarios se alarmaron y empezaron la cedu-
sión y reenganche de gente para ostigar, y poner en ejecución sus malébolos planes,
redobló este corregidor sus esfuerzos hasta lo sumo, en términos de tener parte y avi-
sos diarios de los movimientos de aquellos, su número y tentativas, que puso pronta-
mente en conocimiento de aquellas autoridades; y en la seguridad de que los rebol-
tosos estaban resueltos a sorprehender e invadir este territorio, alistó una partida de
ocho hombre con destino a las Rondas de la Población, vigilancia de los Puntos de
entrada, teniendo siempre y a todas horas dispuestos otros que corriesen sus frecuen-
tes pontes y avisos, y pliegos de la Comandancia General, que por su conducto se diri-
gían a las Autoridades de la Costa, y Serranía de Ronda, para tomar medidas de pre-
caución, y poner en movimiento las fuerzas; sucediendo esto de continuo desde que
los rebelde asaltaron o sorprehendieron de noche el punto de la Línea, y cuando
desembarco el inicuo Manzanares, de cuyo rumbo, marcha y contramarcha, tuvo
exactos datos, y tan seguro que no faltó ninguno de los que comunico al Sr.
Comandante General de estos movimientos: Que además, en toda esta temporada de
cuidado, sin desatender de día el despacho de sus principales negocio, veló todas las
noches sin faltar a la habitación de la Casa Capitular en la Plaza de Armas, donde se
reunían los Sres. del Ayuntamiento y Comisión de Turno con otra porción de veci-
nos principales y honrados, que estaban armados para cualesquier ocurrencia impre-
vista y que el vecindario no fuese sorprehendido en ningún caso: Por último, que a su
celo y medidas tomadas se debe el descubrimiento y noticia de la reunión que esta-
ban haciendo los rebeldes en el Pinar de Miraflores, distante menos de media legua
de esta ciudad, para unirse al Manzanares, y de acuerdo con el comandante de las
Arma, salió de madrugada una partida, los batió, dispersó, aprehendió tres, y herido
un soldado desertor que murió al siguiente día; habiendo dado iguales avisos del paso
y marcha del Manzanares por Guadiaro hacia la costa...389
389. AMSR: "Informe de las actuaciones del Sr. corregidor contra los revolucionarios". LAC: Sesión del 22 de abril 1831.
216
La agitación que creó en la población campogibraltareña estos acontecimientos, llevó al
rey a establecer en Algeciras un tribunal que procediese: "Contra cualquiera que conspire
contra la seguridad del reino, mantengan relaciones criminales con los revolucionarios o
traten de emigrar a fin de armarse y unirse a sus filas". Para presidirlo fue designado un
oidor de la Real Audiencia Territorial, José María Cherif, que sin pérdida de tiempo, tomó
posesión en mayo, en el mismo mes de su nombramiento. Para que las sumarías se pudie-
sen instruir con más tiempo, el plazo se amplió de tres a ocho días por orden del decano
del Consejo Real.390
En las postrimerías de 1831 Torrijos insistirá una vez más. En esta ocasión, el desem-
barco ya no será en Getares ni en ningún otro punto de la bahía, sino en la vecina costa
malagueña, a donde sería atraido con engaños por el gobernador de aquella provincia,
haciéndose pasar por un confidente liberal. En la noche del 1 de diciembre el general se
hizo a la mar desde el Peñón con cincuenta y dos hombres, pero la traición del barco que
le servía de escolta le llevó a encallar en Fuengirola. A pesar de la emboscada pudo escapar
hasta la alquería del conde de Mollina, en las afueras de Málaga, donde sería apresado el
día 4. Torrijos sería fusilado el 11, después de que Fernando VII se diese toda la prisa posi-
ble en firmar la condena.
Aquel estado de intransigencias tenía que encontrar algún día su fin y quiso la provi-
dencia que una enfermedad de Fernando llevase a la reina a asumir en octubre de 1832 el
despacho de los negocios del reino. Cristina formó un Consejo de Gobierno en el que con-
fió el ministerio de la Guerra al teniente general Juan Antonio Monet en pago a sus servi-
cios de cancerbero en la frontera del sur. En los tres meses que duró aquella provisionali-
dad, la reina dulcificó la convivencia entre los españoles con la promulgación de una nueva
amnistía más generosa que las precedentes. Se suspendieron los juicios de purificación y los
pendientes se declararon fenecidos a favor de los interesados. Cuando en enero de 1833
Fernando vuelva hacerse cargo del gobierno, no sólo respaldará y elogiará las decisiones de
su esposa, sino que, incluso, se habrá producido en él un cambio sorprendente: abando-
nará las actitudes absolutistas radicales a que nunca estuvo dispuesto a renunciar y actuará
en su último año de reinado como un semiliberal.
Años más tarde, cuando las libertades constitucionales ya estén restituidas en España,
un grupo de ciudadanos comprometidos en las malogradas empresas de Valdés,
Manzanares y Torrijos, acudieron al Ayuntamiento de Algeciras pidiendo que se diera
publicidad a la causa de Tarifa que se custodiaba en la Comandancia General, y, que se
abriese una suscripción entre los pueblos del distrito para construir, según exponían en su
instancia: "Un sencillo monumento de piedra en el campo de sangre para perpetuar la
memoria de unos hechos que han de hermosear las páginas de nuestra historia."391 El home-
naje solicitado no se celebraría, y pasó a engrosar la larga cuenta de compromisos insatisfe-
390. AMMA: "Comunicación de Marcelino de la Torre, decano del Consejo Real al subdelegado de Policía de Algeciras.
Madrid, 28 de julio 1831. Orden Público: Caja 10
391. AMA; LAC: Sesión del 19 de mayo 1841.
217
chos que la sociedad tiene con su historia. A lo largo del siglo XIX muchas vidas se entre-
garon en las playas y montes de esta comarca en aras de la libertad de un futuro mejor, pero
mientras que el futuro se ofertaba al pueblo, el presente lo gozaban sus gobernantes.
La infanta María Isabel Luisa, hija primogénita de Fernando y Cristina había nacido el
10 de octubre de 1830. Con ella, el rey se aseguraba un descendiente directo para su trono,
pero su condición de mujer habría de ser la causa de una terrible guerra civil entre sus par-
tidarios y los de su tío el infante D. Carlos, que le disputará la corona alegando el impedi-
mento establecido por la Ley Sálica a que las mujeres reinasen y pudiesen transmitir los
derechos sucesorios. Como ya su padre preveía la posibilidad de que se produjesen desave-
niencias familiares, pensó, para asegurar el acceso de la infanta al trono, reforzar su legiti-
midad por medio de la antigua práctica de jurar como príncipe heredero del trono al hijo
o hija primogénito de los reyes. En su virtud, se dispuso que los reinos jurasen con toda
solemnidad a la infanta Isabel Luisa, lo que se efectuó el 20 de junio en el Real Monasterio
de San Jerónimo de Madrid. Para conmemorar este acontecimiento en Algeciras, el
Cabildo dispuso tres días de regocijos públicos, que tuvieron lugar los días 7, 8 y 9 de julio.
Todos los actos se celebraron en la plaza del Rey, donde se montó un solio formado por un
tablado de madera adornado con muselinas, laureles y faroles, sobre el que se colocaron los
retratos de los tres miembros de la familia real; alquilados a un particular por no disponer
de ellos el Ayuntamiento. Todas las noches hubo bailes, fuegos artificiales e iluminación
extraordinaria, tanto del obelisco como del resto de la plaza, por lo que se consumió una
importante cantidad de cera y aceite en mantener viva la luz de las mariposas y candilejas.
Al morir Fernando VII el 29 de septiembre de 1833, la princesa de Asturias fue pro-
clamada reina de España el 24 de octubre en Madrid. A la vez, un acto igualmente patrió-
tico, pero mucho más sencillo, acontecía a las puertas de las Casas Capitulares de Algeciras.
Por voz del pregonero del Cabildo se anunciaba la Real Pragmática Sanción que dejaba
expedita la vía del trono para Isabel y la regencia para su madre. Para muchos españoles se
abría una etapa de esperanzas, para otros de temor y para todos de desasosiego. No parece
que en Algeciras se suscitasen disputas dinásticas, la población se decantó con toda ilusión
por la "Niña reina", y se volcó en la celebración de festejos en su honor. Por Real Cédula
del 24 de abril de 1834 el Cabildo obtuvo permiso para alzar pendones y proclamar a su
nueva reina, distinción conseguida por la mediación del duque de Bailén, el general
Castaños, ahora miembro del Consejo Real por disposición testamentaria de Fernando
VII. En los fundamentos de la R.C. se recoge la condición de benemérita ciudad, su anti-
güedad, sus aportaciones a la historia y el figurar entre los timbres de la corona:
218
Doña Isabel II, por la gracia de Dios, Reina de Castilla (...) y en su Real nom-
bre y durante su menor edad la Reina Gobernadora. Por cuanto por mi Real
orden de 8 de Enero de este año, comunicada por el Ministerio de Gracia y
Justicia se remitió al extinguido mi Consejo de la Cámara para que me consulta-
se lo que se le ofreciese, una instancia de vos el Ayuntamiento de la ciudad de
Algeciras en que me hicisteis relación: que siempre fiel a la augusta dinastía, de
que es tierno vástago la Señora Reina Doña Isabel II, mi muy cara y mi muy
amada Hija, y en los momentos en que la mayoría de los españoles hacen alarde
y ostentación de ser vasallos leales y defensores de su augusto trono, faltaríais a
vuestros deberes si no elevaseis las súplicas más vehementes para obtener la gra-
cia de proclamar y levantar pendones en su Real nombre. Que guiado vos en
todas ocasiones de la adhesión más pura hacia la sagrada persona de S.M., solici-
táis dicha distinción por medio de vuestro Alférez mayor el Duque de Bailén,
Presidente de mi Consejo Real de España e Indias, quién os indicó la senda por
donde debíais dirigíros para lograrla, de lo cual previene la tardanza que se advier-
te. Que una ciudad de la mayor antigüedad en estos dominios que tiene el alto
honor de ser uno de los timbres de la Real Corona y que desde el principio del
imperio de Roma hace un papel notable en la historia; que en la dominación de
los árabes representa otro brillante en acciones de mar y tierra; que fue el primer
punto de Europa en que se hizo uso de la pólvora, con cuyo auxilio se evita tanta
efusión de sangre; que en sus costas y playas se sostuvieron batallas navales que
eternizan el nombre de los guerreros valientes; que siempre fue designada y cono-
cida por árabes y castellanos como llave de la Península y dominadora del estre-
cho que separa a la misma Europa del Africa, y por último, que por cristianos y
agarenos se reputó como baluarte de su respectiva dominación como lo acreditan
los monumentos históricos de ambas naciones, y lo confirma el empeño de des-
trucción por los últimos despachos de la conquista por el grande Alfonso XI, y
durante la sangrienta lucha de Pedro el Justiciero con su hermano Henrique II,
juzgáis que pueda ser imposible que esta benemérita ciudad se vea privada del
honor y placer de alzar pendones y de proclamar a sus legítimos Soberanos. Que
en tal situación, sin extenderos a hacer enumeración prolija de los muchos tim-
bres que la adornan, os limitáis sólo a la corta y simple reseña que acabáis de
manifestar, absteniendoos de otras muchas reflexiones que se hallan consignadas
en los fastos de la antigüedad; mas sin embargo esta misma Algeciras, que tanta
nombradía adquirió en tiempos remotos, apenas fue establecida mereció de los
progenitores de mi augusta Hija se le conservase su antigua denominación y pri-
vilegio de ciudad, como lo atestiguan y recuerdan los autores clásicos de la histo-
ria nacional y se justifica por las Reales provisiones de los Tribunales y órdenes
del Gobierno, y entre ellas muy especialmente el título que el Señor Rey Don
Carlos IV, mi augusto abuelo (Q. E. P. D.), espidió al citado Duque de Bailén
nombrándole Alférez mayor de ella: Suplicándome en esta atención sea servida
conceder a dicha ciudad el permiso y licencia de que pueda alzar pendón procla-
mando a la misma mi amada Hija Doña Isabel II Reina y legítima sucesora de su
219
augusto padre el Sr. Rey Don Fernando VII (Q. E. P. D.) o como la mi merced
fuese. Y habiéndose visto esta instancia en dicho mi Consejo de la Cámara por
resolución mía que recayó sobre consulta suya de 26 de Febrero de este año, que
fue publicada en la Sección de Gracia Y Justicia de mi Consejo Real de España e
Indias en 16 del corriente, conformándome con su parecer, he venido en conce-
deros la gracia que solicitabais. Por tanto por la presente doy y concedo mi Real
permiso y licencia a la indicada ciudad de Algeciras, para que pueda proceder
desde luego a proclamar y levantar pendones en nombre de la Señora Reina Doña
Isabel II, mi muy cara y mi muy amada Hija, en el modo y forma que se hace y
ejecuta en las demás ciudades y villas de estos reinos que disfrutan tal prerrogati-
va. Y en su consecuencia mando a Vos el Consejo, Justicia, Regidores, Caballeros,
Escuderos, Oficiales y hombres buenos de la enunciada ciudad de Algeciras, que
luego que recibáis esta mi carta, con la mayor brevedad ejecutéis el solemne acto
de proclamación. Teniendo de aquí adelante por tal Reina a la misma Señora
Doña Isabel II, y usando su Real nombre en todos los despachos que se necesite
nombrarla. Y últimamente, mando a los Infantes, Prelados, Duques, Marqueses,
Condes, Ricos-hombres, Priores de las Ordenes, Comendadores y
Subcomendadores, Alcaides de los castillos y casa fuertes y llanas y al Presidente
y los del mi Consejo Real de España e Indias, Presidente, Regentes y Oidores de
mis Audiencias, Alcaldes, Alguaciles de las mismas y mi Casa y Corte, y a todos
los Corregidores, Asistentes, Gobernadores Concejos, Justicias, Regidores,
Caballeros, Escuderos, Oficiales y hombres buenos de todas las ciudades, villas, y
lugares de estos mis Reinos y Señoríos, y otros cualquier mis Jueces y Justicia de
ello así a los que ahora son como a los que adelante fueren, que guarden y cum-
plan y hagan guardar y cumplir a la expresada ciudad de Algeciras la indicada gra-
cia y distinción que por esta mi carta la concedo, y contra su tenor y forma no
vayan ni consientan ir ni pasar en manera alguna: que así es mi voluntad. Dada
en Aranjuez a 24 de Abril de 1834. Yo la Reina Gobernadora. Yo Don Damián
de la Santa, Secretario de la Reina Nuestra Señora, lo hice escribir por su man-
dado. El Duque de Bailén, Don Ramón López Pelegrin, Don José de Cafranga y
Don Salvador María Granés.392
Debido a un brote de cólera morbo, los festejos se hubieron de aplazar, hasta que el 5
de octubre de 1834 un nuevo edicto anunciaba a los algecireños que, coincidiendo con el
cuarto cumpleaños de la reina, los días 10, 11 y 12 de octubre se celebrarían los actos pro-
gramados meses atrás:
El 10 del corriente en que nuestra amada Soberana cumple sus preciosos cua-
tro años de edad, lo ha señalado el Cuerpo Capitular, para que al mismo tiempo
de celebrar tan dichoso día, se proclame en Algeciras por su legítima Reina, en
firme observancia de lo terminantemente prevenido en la Real gracia concedida
392. BARTHE, J. B.: Medallas de la proclamación de S.M. la Reina Doña Isabel II. Madrid - 1841, pp. 56-60.
220
por su augusta Sra. madre la Reina Gobernadora. A tan justa deliberación se han
unido los loables sentimientos de lealtad y decisión del Excmo. Sr. D. José
Canterac, nuestro digno Comandante General en este Campo, cuya autoridad
tiene admitida con particular placer la comisión que le confirió el Exmo. Sr.
Duque de Bailén, como Alférez Mayor, de alzar el Real Pendón que por primera
vez ha de distinguir a esta ciudad, recordándole en este privilegio el precio esti-
mable a que sus brillantes azañas le han hecho acreedora en todas las edades, for-
mando páginas en los resúmenes nacionales; y para que este público pueda
inmortalizar su gloria en las jornadas de tan feliz recuerdo, se ha determinado lo
siguiente. En los días 10, 11 y 12 inmediatos en que el retrato de la Reina Ntra.
Sra. Dª. Isabel II, permanecerá colocado en su real dosel, situado en el frontis de
las Casas Consistoriales, que al intento se ha arquitecturado por el mejor gusto;
se adornarán los balcones y ventanas del vecindario con la delicadeza que exigen
los regios actos que han de celebrarse en este tiempo, así como los públicos fes-
tejos y cívicos regocijos a que los leales ciudadanos se entregarán sin rebozo en
devido y sincero, homenage de su íntima y ostensible gratitud, iluminándose
generalmente por la noche según lo permita el genio y las circunstancias de cada
uno, secundando en esto la que ofrece el Ayuntamiento en la fachada de sus cita-
das casas, en el arco triunfal que se erigirá en la Plaza de ISABEL II. Y en los
demás puntos que están a su cuidado sirviendo de anuncio para adornar por la
mañana, un repique general de campanas que se oirá a las ocho, y el de iluminar
el Ave María del Obscurecer. Los sólidos principios de religión que este pueblo
mira y respeta como el mejor salvo de sus felicidades llevarán al Ayuntamiento en
la mañana del diez con el Excmo. Sr. Alférez Mayor acompañado de las corpora-
ciones de la Plaza y de las personas invitadas, al sagrado templo de Ntra. Sra. de
la Palma, en el que implorará sus auxilios como venerada patrona, pronunciará
un discurso católico-Político el Sr. Cura Rector D. Simón Giménez Ruiz, y se
bendecirá el Real Estandarte, cantándose al siguiente día un solemne Te Deum,
en acción reverente y agradecida al Todo Poderoso, por los innumerables benefi-
cios que su piadosa mano derrama en este suelo, permitiendo haya llegado la glo-
riosa época de la regeneración política de las Españas, bajo los auspicios de su
legítima Reyna Dª. ISABEL II y el momento en que esta ciudad vea atendidos y
premiados sus antiguos méritos y servicios. Concluido aquel religioso acto se pro-
cederá con el mismo acompañamiento y el de la tropa, que S.E. se sirva designar,
a la augusta ceremonia de la primera proclamación, que tendrá efecto en el tabla-
do de la real plaza de Isabel II, descubriéndose al mismo tiempo una lápida en
que estará esculpido tan caro nombre; seguidamente se marchará a las cuatro
esquinas de las calles de Carreta y Larga donde se repetirá la propia ceremonia y
encaminándose la función de allí a la entrada de la plazuela de la Cruz de la
Pescadería, en la que se egecutará lo mismo, regresará a las Casas Consistoriales,
en cuyo balcón se hará la última proclamación. El Ayuntamiento no ha perdo-
nado medio ni omitido fatiga alguna para congratularse eternamente de que en
221
su periodo logró Algeciras la alta dignidad de que otras ciudades y pueblos dis-
frutaban, sin que tal vez reunieran un todo tan completo de gloria; pero este
mismo Cuerpo Municipal que tan gratamente se ha afanado para ver cumplidos
sus deseos, nada contemplará que hizo, si por desgracia algún genio perturbador
altera el orden y natural compostura que siempre distinguió el carácter de este
heroico vecindario que únicamente se dedicará a perpetuar su lealtad y gloriosa
fama, admirando a sus vecinos libres que habitan ese peñón fronterizo, con los
eléctricos ecos que repetirán murallas y bóvedas de: Viva Isabel II Reina de
España. Viva su augusta madre la Reina Gobernadora. Vivan los estamentos, fir-
mes baluarte de nuestras primitivas leyes y derechos fundamentales y Vivan las
potencias aliadas que protegen tan sabios principios. Algeciras, 5 de Octubre de
1834. Firmado: José Mateos y Valle, Sebastián Puche, José Bonany, Ambrosio
Servino, Miguel Rodríguez de Linares, Fernando Ximenez, Pedro Valdés, Rafael
Gutiérrez. Por acuerdo del Ayuntamiento, Manuel Chacón, Secretario.393
Fueron tres días de festejos, en los que hubo música y bailes, funciones de fuegos arti-
ficiales, iluminación extraordinaria y dos corridas de novillos. Los actos protocolarios con-
sistieron en una procesión laica con el retrato de la reina, un Te Deum en Santa María de
la Palma, colocación de una placa con letras de oro dando el nombre de Isabel II a la plaza
Alta, que entonces era del Rey; y por encima de todas, la ceremonia de alzar el pendón de
la ciudad, para la que se montó en la plaza el consabido tablado de las ocasiones especia-
les; esta vez con balustradas elegantemente adornadas. En representación del general
Castaños, que había sido nombrado alférez mayor de Algeciras con esta ocasión, se encar-
gó de tremolar por tres veces el pendón, el comandante general del Campo, José Canterac,
que pronunció las consignas de rigor: "Castilla, Castilla, Castilla, la fiel Ciudad de
Algeciras, proclama y jura por su Reina y Señora a Doña Isabel Segunda". Los fuertes de
Santiago y de la Isla Verde saludaron con salvas. Para tan fausto acontecimiento, se encar-
gó a artesanos sevillanos el bordado del pendón y la acuñación de una medalla conmemo-
rativa con las armas de la ciudad por una cara, y por el reverso, una aurora naciente en ale-
goría a los tiernos años de la amada reina, con la inscripción: "Algeciras a Isabel Segunda
= 1834". Se hicieron cuatrocientas dos en plata y seis en oro, que fueron arrojadas entre el
público presente. A continuación, el comandante general ofreció un banquete a doscien-
tos sesenta invitados, en el salón "La Paz", que debería ser el lugar de alterne de la "gente
bien" de la época. Cuenta Manuel Chacón, cronista de estos acontecimientos, que el
teniente general José Canterac levantó su copa y lleno de efusión brindó por la: "Excelsa
reina y señora, por su agusta madre la reina gobernadora, por el Estatuto Real y estamen-
tos, y por las naciones comprendidas en el tratado de la Cuádruple Alianza". Estas solem-
nidades costaron al Cabildo treinta y cinco mil ciento sesenta y dos reales, de los que die-
393. BN: "Edicto del Ayuntamiento de Algeciras para alzar pendones y proclamar a la princesa Isabel como legítima reina.
Algeciras, 5 de octubre 1834." Sig: R-77/643.
222
cisiete mil ochocientos correspondieron al pendón y las medallas, y se pagaron con el soco-
rrido y tradicional corte y venta de leña de los montes públicos.394
Pero tanta alegría no sería duradera, a penas tres meses más tarde, una profunda triste-
za ensombreció el corazón de los algecireños. Los conflictos internos no se habían acaba-
do, ni mucho menos. El 18 de enero de 1835 el Regimiento de Aragón de la capital del
reino, con su ayudante al frente, se pertrechó en la Dirección General de Correos; acudió
para sofocar la sublevación el capitán general de Madrid que intentó arengar las tropas,
pero una descarga acabó con su vida. Cuando en aquel jubiloso dia de octubre el teniente
general José Canterac levantó su copa en brindis por la reina y el Estatuto Real, no podía
sospechar que el premio a su buen quehacer le llevaría a la Capitanía General de Madrid,
despacho en el que rendirá su último servicio a la España de las dos reinas.
Una vez leída a viva voz la Real Pragmática Sanción, el propio pregonero clavó la cédu-
la en la puerta de las Casas Consistoriales. Era la respuesta de los ayuntamientos del reino
al desafío lanzado por los partidarios del infante D. Carlos, que ya se hallaban en pie de
guerra. Promulgada por Fernando VII el 29 de marzo de 1830 la Pragmática abolía la Ley
Sálica, que había sido importada de Francia por su padre Carlos IV en 1789. Con su dero-
gación Fernando garantizaba la corona al hijo primogénito que iba a nacer de su matri-
monio con Cristina, cualquiera que fuese su sexo. D. Carlos nunca aceptó que su herma-
no le cerrase el paso al trono, por lo que estaba cantado que algún día destaparía la caja de
los truenos. Efectivamente, así fue.
Cuando tan sólo habían transcurrido cinco días del fallecimiento del rey, sus partida-
rios se levantaron en armas contra Isabel y Cristina, dando comienzo a un largo y cruento
conflicto civil, en el que los absolutistas se alinearán en el bando del infante y los liberales
en el de las reinas, razón por la que unos y otros, serán llamados respectivamente, carlistas
y cristinos. Pero lo que por entonces nadie podía sospechar y mucho menos los algecire-
ños, era que aquellos enfrentamientos, enmarcados en el paisaje de la España septentrio-
nal, en un momento dado iban a atravesar toda la península de norte a sur, afectando a las
tierras más meridionales.
En la primavera de 1836 una columna de dos mil setecientos infantes y dos escuadro-
nes de caballería partió de Orduña (Vizcaya) con la intención de recorrer el territorio
dominado por el gobierno oficial y minar la moral de los cristinos. La acaudillaba el maris-
cal Miguel Gómez y Damas, táctico nato, profesional de prestigio y ex-jefe del Estado
394. CHACÓN, M.: Testimonio en que se hace una minuciosa descripción de los acuerdos, hechos y actos celebrados por el ilus-
tre Ayuntamiento de la Ciudad de Algeciras para la solemne proclamación de la Reina N.S. Doña Isabel II. Algeciras - Imprenta
Viuda de Contilló - 1834.
223
Mayor de Zumalacárregui. Estructurada en dos divisiones, una de Castilla y otra de
Aragón, contaba con unos cinco mil hombres y tres batallones de caballería. Tras enfren-
tarse a Espartero en Asturias, inició un largo periplo que tendría su etapa extrema en el lado
opuesto de la península, al pie mismo de la mole de Calpe. Desde Oviedo, se dirigió a
Santiago de Compostela, León, Palencia y Segovia. Luego pasó a Guadalajara y a Albacete,
convirtiéndose, a decir del marqués de Lozoya, en una: "Guerrilla andante,"395 que a la par
que marchaba, tenía que resistir los insistentes ataques de las divisiones de Rodil, ministro
de la Guerra, después mandada por el mariscal Felipe Rivero; la tercera del ejército del
norte que conducía el general Alaix y la del brigadier Narváez. Gómez entró en Andalucía
por tierras jienenses: Jaén, Baeza y Andújar. Pasó al Carpio, Córdoba y Ecija, de aquí a
Ronda y Gaucín, donde derrotó a las tropas del brigadier algecireño Ordóñez, que se reti-
ró a la sombra de los cañones ingleses de Gibraltar. Continuó descendiendo por la serra-
nía a Casares, Jimena, San Roque, hasta Algeciras, desde donde emprendió el regreso hacia
el norte por el camino de Los Barrios hacia Arcos de la Frontera. Sin más impedimentos,
llegó a Orduña en diciembre, dando fin a una magnífica proeza militar de brillantes resul-
tados, pues volvía con la caballería triplicada y con más infantería de la que había salido.
Desde que la columna entró en Andalucía, a medida que se aproximaba a Algeciras, la
inquietud se iba apoderando del ánimo de los algecireños, que, hasta entonces, habían
seguido la guerra como una cuestión muy dolorosa, desde luego, pero también como un
conflicto muy lejano, cuando, de golpe y porrazo, se vinieron a enterar que los carlistas, de
quienes los cristinos habían propagado que eran guerreros feroces y despiadados, ya se
encontraban en la serranía malagueña y que habían ocupado Ronda, Gaucín y Casares, con
el propósito de pasar el invierno resguardados por lo accidentado del terreno. Pero repen-
tinamente, al recibir Gómez noticias de que Rivero le pisaba los talones, se provisionó y
dio la orden de proseguir la marcha. El Cabildo algecireño ya no albergaba duda en que su
ciudad sería el siguiente objetivo de Gómez, por lo que puso a salvo el Archivo Municipal,
el pendón y el retrato de S.M., que fueron trasladados a bordo de un buque surto en la
bahía, al que también se llevó el armamento entregado por el vecindario. Además, se saca-
ron de la población las yeguas y caballos domados y se ordenó que los mozos sorteados de
la quinta se refugiasen en lugares determinados. A continuación, el Cabildo dió la orden
de: "Sálvese quién pueda"; pero, salvándose ellos los primeros, tal como hizo el alcalde, que
se había agenciado un buque en aguas de la bahía, para ponerse a buen resguardo. Al
menos tuvo la gentileza de invitar a sus compañeros de Corporación a que también embar-
casen. Ahora bien, para que la población no se sintiese abandonada, les dejó una junta de
personas pacíficas con el encargo de que se las arreglasen con los guerreros del norte:
"Invitándoles a que procuren evitar todo perjuicio y desorden en el vecindario durante la
forzosa (sic) ausencia de S.S. y Cuerpo Capitular."396 En la tarde del 21 de noviembre
395. LOZOYA, MARQUÉS DE.: Historia de España. Barcelona - 1968, pp. 6 y 95.
396. AMA; LAC: Sesión del 19 de noviembre 1836.
224
Gómez ocupó San Roque y, al día siguiente, mandó una división a Algeciras para que
hiciese otro tanto. Según José Delgado, partícipe y cronista oficioso de la expedición:
Era un día de los más claro y hermoso que se ven en aquel país; nuestro espíritu
rebosaba en júbilo y entusiasmo por vernos en la parte más meridional de la penínsu-
la y al frente de una nación extranjera ondeando las armas y pabellón del mejor de los
monarcas, todo debido a la omnipotencia de Dios y al valor de nuestros soldados.397
225
Muchos ingleses a caballo, de todas clases y graduaciones y algunas señoritas
fueron a visitar nuestras tropas que daban el servicio de La Línea y estuvieron
mucho tiempo de conversación y preguntando por todo lo que les causaba nove-
dad, quedando admirados de nuestro arrojo y valentía.399
A las dos de la tarde del día 23 clarines y timbales tocaban a generala en el arco de la
bahía. La columna carlista reemprendía la marcha, en ella iban ahora al menos tres oficia-
les más, un vizcaino, un alavés y un portuense, residentes en Algeciras, que abandonaban
sus hogares para unirse a la causa de D. Carlos. Todavía, los hombres de Gómez protago-
nizaron una acción antes de abandonar las tierras gaditanas. Cerca del río Majaceite, le
salió al encuentro la división de Narváez, pero Gómez, en una ágil maniobra, se desplazó
de Arcos a Villamartín y pudo esquivarla. El 10 de diciembre el comandante general del
Campo comunicaba al Cabildo que en ese día se ponía fin al estado de guerra en este dis-
trito. Por entonces los carlistas ya estaban cerca de casa, la expedición llegaba a Orduña el
día 19, recorriendo toda España, ahora de sur a norte, tan sólo en veintiséis días de un
otoño invernal, toda una hazaña.
Se ha especulado sobre los objetivos que trajeron a Gómez hasta las latitudes meridio-
nales, y, salvo que no hayan trascendido las verdaderas razones que justificasen un despla-
zamiento tan largo, el caso es que en Algeciras dejaba dos objetivos fracasados. El prime-
ro, el ya citado de no poner a salvo a los miembros de la junta de Córdoba, y el segundo,
el no haber logrado un entendimiento con las autoridades de Gibraltar, independiente-
mente de si su intención era la de suministrarse en dicha plaza, como refiere Delgado, o la
de enlazar, como también se ha supuesto, con carlistas exiliados, que desde Londres le
habrían remitido al Peñón los fondos necesarios para que prosiguiera la expedición. En
Algeciras dejó un cierto malestar por el abultado endeudamiento causado a comerciantes
modestos, por las provisiones que les tomó durante los dos días de estancia. El 20 de
diciembre el Cabildo celebró sesión para ver las cuentas y documentos de los suministros
hechos, y considerar el justo reintegro a los proveedores, pues, como exponen los capitu-
lares: "Muchos son pobres que no tienen otro medio de vivir que el pequeño manejo de
los efectos que se le tomaron". Pero poco podía hacer el Cabildo, pues ni le correspondía
abonar estos gastos, ni disponía de recursos para el caso que tuviese que hacerlo, por lo que
se acordó solicitar instrucciones del presidente de la Diputación provincial.400 La existencia
de estas deudas contrasta con la fantasía popular que difundió el bulo del extravío de
importantes caudales que fueron abandonados por Gómez en su huida y de los que se dijo
que se aprovecharon algunos vecinos, de modo que dio lugar al dicho de: "Parece que se
ha encontrado los tesoros del general Gómez cuando alguien se enriquecía prontamente."401
Sin duda, el que algún día cobrase la deuda dejada por el mariscal carlista, ese sí que podía
399. BULLÓN: Op. cit. p. 189.
400. AMA; LAC: Sesión del 20 de diciembre 1836.
401. SANTACANA: Op. cit. p. 129.
226
considerarse que había encontrado el tesoro de Gómez. Mientras tanto, el tesoro con el que
se contentaron los algecireños y todos los españoles, sería el de la paz, que no era poca cosa.
Cuando en 1839 se produzca el abrazo de Espartero y Maroto en Vergara, y se ponga fin
a la primera fase de las Guerras Carlistas, la ciudad se unirá al júbilo general y el
Ayuntamiento difundirá un prospecto titulado: "Viva la Paz", firmado por el secretario
general, José Méndez Barrera, en el que se anunciaba un completo programa de actos para
festejar durante tres días del mes de octubre el anhelado acontecimiento:
Día 26: Al amanecer se dispararán salvas que serán respondidas por los
buques, que estarán empavesados; habrán repiques de campanas y dianas; las
fachadas de las casas serán adornadas. En Santa María de la Palma habrá un Te
Deum, misa cantada y oración por la paz. Desfile y parada de la Milicia por
delante de la lápida de Isabel II. Por la tarde se correrán dos toros para diversión
del público. Por la noche se iluminarán las fachadas, habrán fuegos líricos en el
obelisco, interpretando la Banda Nacional piezas de paz y del mejor gusto y habrá
baile público en el teatro a cargo de la Milicia Nacional. Día 27: Se repartirá la
carne de los toros corridos y una libra de pan entre los pobres, presos indigentes,
prisioneros y confinados y familias indigentes. Habrá una reunión de las profe-
siones y gremios en la plaza de la Constitución y desfilará una comitiva con carro-
za triunfal portando los retratos de SS.MM. que será acompañada por las autori-
dades. Se celebrarán sorteos de premios entre las viudas pobres de la ciudad. Por
la noche se permitirán que hayan máscaras y la música estará de ocho a once de
la noche. Día 28: Mascarada pública, habrá música para danzar desde las tres
hasta las nueve; habrá iluminación nocturna y baile de máscara en el teatro.402
La llegada a Madrid de los tres comandantes generales del Campo de Gibraltar, que
sucesivamente pisarán las alfombras del poder central, Castaños, Monet y Canterac, esta-
bleció un vínculo de simpatía y afecto de Algeciras hacia sus reinas, así como una incon-
dicional adhesión a la monarquía y su puntual regencia, independientemente de cualquie-
ra que fuese el marco institucional que gobernase a los españoles. En 1831 se había dado
en honor a la esposa de Fernando VII, el nombre de paseo Cristina a los jardines y huer-
tos labrados por la expansión de la ciudad en el cortijo del Calvario, y en octubre de 1834
en el castillo de fuegos artificiales de la proclamación de Isabel II, se incluyó una alegoría
a favor del Estatuto Real, especie de código descafeinado, que suponía la alternativa al régi-
men liberal de la Constitución de 1812. Aquel Código, por el que tantos liberales habían
luchado y muerto durante los años del terror fernandino, ahora parecía no interesar a los
402. MÉNDEZ BARRERA, J.: “Viva la paz”. Algeciras - Excmo. Ayto. - 1839, s/p.
227
liberales que se sentaban en el poder. Doña Cristina había dirigido un manifiesto a los
españoles el 4 de octubre con motivo de hacerse cargo de la Regencia, en el que expresaba
su compromiso de llevar a cabo una reforma institucional, que compaginase la defensa del
catolicismo con las leyes fundamentales de la monarquía. Pero los liberales, que tras el falle-
cimiento del monarca habían cerrado filas en torno a la regente, no estaban satisfechos con
el gobierno continuista del Presidente Ceán-Bermúdez, especialmente por su pasado abso-
lutista, y Cristina tendrá que sustituirle en enero de 1834 y llamar en su lugar al liberal
Martínez de la Rosa, que recibirá de la regente el encargo de elaborar un código que regu-
lase la convivencia política. A los tres meses, ya estaba listo. El 10 de abril se promulgó el
Estatuto Real, que establecía unas Cortes formadas por dos cámaras, una integrada por
el estamento de los próceres, que era de designación real, y la de los procuradores, de
elección por sufragio, pero censitario. El 24 de julio quedaron constituidos los estamen-
tos en la Iglesia del Espíritu Santo de Madrid. Sin embargo, esta farsa de constitución
no votada por nadie, no contentaría a quienes añoraban la elaborada en el Oratorio de
San Felipe Neri de Cádiz. De ahí que empezaran a registrarse movimientos de oposición
al Estatuto, como fue el caso del Regimiento Aragón de Madrid, sublevado en enero de
1835 con el resultado ya conocido de la muerte del general Canterac, que a la vez,
supondrá un importante empujón en la caída de Martínez de la Rosa, al que la regente
sustituirá por el conde de Toreno.
En Algeciras se había extremado el control a los disidentes, ya fuesen afines al carlismo
o contrarios al Estatuto. En cumplimiento a una orden del conde de Castejón, coman-
dante general del Campo, el 8 de julio se desterró al vicario Juan Salas, al que se sacó de la
ciudad por barco sin esperar a que amainase el temporal reinante. Las instrucciones eran
tajantes: "Traslado inmediato a Málaga por mar o por tierra, sin admitírsele demora ni
escusa ni imposibilidad física y que en caso necesario fuese conducido en silla de mano,
por ser muy marcada su opinión política en contra de los sagrados derechos de la Reina
Ntra. Sra. Doña Isabel II."403 Posteriormente, en 1841, cuando los carlistas hayan sido ven-
cidos y el marco constitucional restablecido, y Salas haya regresado a su parroquia, se hará
constar en un nuevo informe que su conducta moral es buena y que además: "Es amante
de las instituciones que nos rigen."404
A partir de la muerte de Fernando VII se irá produciendo un progresivo acercamiento
de los militares al mundo de la política y a la administración civil, de manera que cada vez
será mayor el número de ellos que se ocupen de tareas de gobierno, con lo que crecerá la
influencia del ejército en el devenir de los acontecimientos y en el transcurrir de la vida
cotidiana. Ello explicaría que la expulsión del vicario de Algeciras sea una decisión de la
autoridad militar, -el comandante general- y que su oficio lleve membrete de un organis-
mo civil: la Subdelegación de Policía de la Provincia de Algeciras. Pero no se puede pasar
por alto que en este distrito, la asunción de poderes civiles por parte del estamento cas-
403. AHDC: "Carta del comandante general al obispo de Cádiz, comunicando el destierro del vicario. Algeciras, 15 de julio
1835". Silos: Caja 107.
404. SORIANO GALIANA, M.: “La relación Iglesia-Estado en Algeciras durante la regencia del General Espartero (1841-
1843), Gades, 11 (1983).
228
trense, también responde a una tradición que se sustenta en la idiosincrasia de la comarca,
y que será consolidada en 1880 por un decreto de Alfonso XII, durante el mandato de los con-
servadores, que revestirá de competencias civiles al comandante general del Campo de Gibraltar.
El descontento de los liberales irá en aumento al no satisfacerles el sistema ideado por
Martínez de la Rosa. Las protestas arreciaron y desembocaron en una sublevación encabe-
zada por el coronel Osorio en Cádiz el 25 de agosto de 1835. Las logias infiltradas en el
ejército alzaron el grito de "Constitución o muerte" y ciudades como Málaga, Zaragoza y
Reus secundaron el movimiento. En Algeciras por el contrario, fiel al Estatuto, se creó una
junta gubernativa que prolongó su existencia hasta el mes de noviembre, con el objeto de
cuidar que no se repitiesen los sucesos de aquellas poblaciones. En verdad, lejos de preo-
cupaciones como la vuelta al orden constitucional y la guerra del norte, el asunto que
mayor expectación despertó entre los algecireños aquel verano fue el cierre ordenado por
Toreno de todos los conventos de menos de doce frailes, que aquí afectó al único que exis-
tía, el de Santa María de los Mercedarios Calzados, construido en el centro de la ciudad en
1735 bajo el patrocinio de Antonio Ontañón, capitán gibraltareño refugiado en Algeciras
desde la usurpación. Al llegar la desamortización de Mendizábal, este edificio sería la única
propiedad de la comunidad, que no se subastó, sino que, por orden del 24 de marzo de
1839 fue cedido por los bienes mostrencos al Ayuntamiento para que sus celdas se emple-
asen de cárcel, pero también albergó las dependencias de un instituto de 2ª enseñanza, una
sedería, una sala de audiencia, y un asilo. Las cifras que se han manejado del valor de lo
desamortizado en Algeciras, 872.732 reales, de los que se adscriben a los mercedarios
749.181 y el resto a las clarisas de Gibraltar,405 parece responder a alguna irregularidad,
pues la propiedad de los frailes estaba formada casi exclusivamente por humildes viviendas
en alquiler, a diferencia con las importantes propiedades agrarias de las franciscanas.
En el otoño de 1835 fue novedad que pasaría poco menos que desapercibida, la entra-
da en España del socialismo incipiente, también llamado utópico, nacido de las doctrinas
de Saint-Simon y Fourier, y que fue difundido en nuestro país a través de los artículos de
Joaquín Abreu y Orta, y del periódico algecireño El Grito de Carteya, dos referentes de estas
tierras que forman parte importante de la história social española. Abreu nació en Tarifa
en 1782. Cursaba la carrera naval, pero la tuvo que abandonar en 1817 al tener que exi-
liarse por sus exaltadas convicciones liberales. Regresó durante el Trienio Liberal y fue
diputado provincial por Algeciras entre 1820 y 1822 y luego nacional por la provincia de
Cádiz, de 1822 a 1823. Exiliado de nuevo durante la última década absolutista, conoció
en Francia a Charles Fourier y a los demás componentes de la escuela societaria o fourie-
rista, de la que fue uno de sus más convencidos seguidores. Residió en Algeciras dedicado
a propagar sus convicciones hasta su fallecimiento en 1851. A decir de su biógrafo, J.
Maluquer, "Fue uno de los más destacados exponentes del primer socialismo europeo, y,
sin duda, la más noble figura de esa corriente intelectual y política en España."406 El pri-
mer artículo de Abreu apareció el 15 de octubre de 1835, en el no 10 del citado periódico
405. MILLÁN CHIVITE, J. L.: Historia Contemporánea. Cádiz, Diputación Provincial, 1983. p. 71
406. MALUQUER DE MOTES, J.: “El Grito de Carteya.” Barcelona - Ayuntamiento de Algeciras - 1980. s/p
229
bajo el título de: "Elecciones", lo firmó con pseudónimo y en él denunciaba entre otras
cuestiones, el carácter censitario del sufragio establecido por el Estatuto Real, al que hacía
culpable de la desigualdad política y social en la que vivían los proletarios, al lado de quie-
nes se alineó como uno de ellos:
230
tudes cívicas y Militares que lo distinguen para que continuase en el mando".
Comprometido apoyo el prestado por los munícipes a esta autoridad militar, que no debió
estar muy despegada de las inquietudes locales. Ya se sabe que todos los cambios políticos
iban acompañados de relevos, tanto en la Comandancia como en la Alcaldía. Este caso
también podría tomarse como ejemplo de las buenas relaciones que generalmente aquí
existieron entre los dos estamentos, a pesar de la ya referida invasión de competencias. La
segunda parte de los actos, la jura de la Constitución, tuvo lugar el domingo día 7 y en ella
participaron todos los empleados de la administración y de la municipalidad.408
Todo esto ocurría a una semana del motín de los sargentos de la Granja, que el 13 de
agosto dio la puntilla al Estatuto y dejó vía libre a la recuperación de la vida constitucio-
nal bajo el articulado del Código de 1812. Pero éste, sólo tendría un año de vigencia, pues
en 1837 se promulgará la segunda Constitución de los españoles. La nueva Carta Magna
será progresista en la forma, moderada en el fondo y mucho más práctica que su predece-
sora. Su promulgación se festejó en Algeciras con general contento y el consiguiente cam-
bio en la Alcaldía: se destituye a José González Ramos, y se nombra en su lugar a Manuel
Guibert Pastor, el capitán de Artillería, que, en momentos de indecisión, con todo arrojo
fue a Cádiz en busca de instrucciones.
Como ejemplo de la escalada del estamento militar hasta la más alta cima del poder
político, puede citarse los casos de los generales Joaquín Baldomero Fernández Alvarez
Espartero y Ramón María Narváez. Ambos habían pertenecido al Partido Liberal, pero
tomaron distintas posiciones al escindirse el partido en dos; Espartero se alineaba en el
bando de los exaltados y Narváez en el de los moderados. Sus pugnas y alternancias en el
poder llenarán una parte importante del reinado de Isabel. Espartero tenía tras de sí tres
campañas militares: la de la Independencia, la pacificación de la sublevación del Virreinato
de Nueva España y la guerra civil, a la que puso fin el 31 de agosto de 1839, abrazándose
con el general Rafael Maroto, jefe de las fuerzas de D. Carlos. Este triunfo le valdría el títu-
lo de duque de la Victoria. A lo largo de 1840 se habían desencadenado varios pronuncia-
mientos, como los del 18 de julio en Barcelona y Madrid, que tendrán su final el 16 de
septiembre al encargarle Cristina a Espartero la presidencia del Consejo de Gobierno. Pero
las ambiciones algo subidas de tono del general, al que su brillante hoja de servicios no disi-
mulaba sus escasas dotes políticas, le llevarán a sostener tensos enfrentamientos con la
regente. Primero, por designar a los ministros sin contar con su opinión, descortesía que
Cristina encajó de malas ganas y posteriormente, por sus exigencias a que le nombrase
corregente, lo que era un insulto a la dignidad de Cristina, quien no vio mejor salida que
la de abdicar y exiliarse en Francia.
En Algeciras, desde enero de 1840 venía funcionando una Junta Provisional
Gubernativa del Distrito del Campo de Gibraltar, que en la noche del 6 de octubre tomó
408. AMA: "Certificación del secretario general Manuel Chacón de la proclamación de la Constitución 1812. Algeciras 8
de agosto". LAC de 1836.
231
la iniciativa de ser la primera en la provincia en proclamar el triunfo de la revolución y a
continuación, se dedicó a deportar fuera de la ciudad a las personas desafectas a Espartero:
Ha acordado esta junta, que por vía de precaución salga de esta Ciudad los indi-
viduos siguientes: Simón Giménez Ruiz, Cura Párroco; Benito Gallart, propietario;
Manuel Derquí, abogado; Rafael Isasi (ó Arengo); Miguel R. de Linares, abogado
y propietario; Antonio Blanco, hacendado; Blas Tórrelo, médico; Francisco de
Paula Puche, escribano. Del mismo modo ha acordado separar de sus destinos á:
José Carlos de la Fuente, Comandante de marina; Juan Fernández, prohombre de
matrícula; Manuel Castaños, Blas Fernández, José La-fita, Pedro Fernández,
Francisco Sánchez Jurado cabos de la misma; Juan Urculla, administrador de lote-
rías; N. Rivas Comandante de Artillería; Juan Miciano, fiscal de guerra; Rafael
Bernal, alguacil mayor de guerra; José Dorado Comandante militar de Puente
Mallorga y Francisco Peci, patrón de la falúa de reconocimientos de carabineros.409
En medio de aquel azul espléndido, -escribiría en su libro del viaje por España-,
Algeciras hacía su pequeña revolución. Se oía vagamente el chasquido de los disparos de
fusil como granos de sal que se arrojaran al fuego. El Ayuntamiento se refugió en nuestro
vapor, donde sus miembros se pusieron a fumar con la mayor tranquilidad del mundo.411
409. Boletín Oficial del Distrito del Campo de Gibraltar. Algeciras, 11 de octubre 1840.
410.Boletín Oficial del Distrito del Campo de Gibraltar. Algeciras, 22 de Octubre de 1840.
411. BUENO: Op. cit. p. 137.
232
Por lo visto, era práctica habitual que, a las primeras de cambio en los momentos con-
flictivos, el alcalde y los concejales algecireños pusiesen mar por medio. En la noche del día
26 quedó disuelta la junta de Algeciras en cumplimiento con lo dispuesto por un decreto
de la Regencia, que establecía que sólo permaneciesen las juntas provinciales y se extin-
guiesen las subalternas. En nada se tuvo en cuenta las alegaciones de Grimaldi a favor de
haber sido Algeciras la junta pionera en la provincia gaditana. De forma inmediata, se
levantó el confinamiento a todos los desterrados.
El paso siguiente en la carrera meteórica de Espartero fue la regencia de Isabel II, que
asumió por decreto de las Cortes del 10 de mayo de 1841. Con este motivo, Algeciras se
puso de gala para festejar con iluminación extraordinaria, toro enmaromado y bailes, la alta
responsabilidad que adquiría el duque de la Victoria. Toda una revolución acababa de
triunfar: el hijo de un carretero, un plebeyo ennoblecido por la carrera militar, ocupaba la
más alta jerarquía del reino, y, aún más, tenía en sus manos la vida de la primogénita de
los Borbones españoles. Pero al nuevo regente se le subirán los humos y tomará actitudes
absolutistas que recuerdan a las de los últimos años del reinado de Fernando VII. Caerá en
la intolerancia y provocará incluso, la escisión del Partido Progresista, de su propio parti-
do, que se dividirá en unitarios y trinitarios, según fuesen partidarios de una regencia
ostentada por una o, por tres personas. Su abierto enfrentamiento con los catalanes, alen-
tado por sus inclinaciones anglófilas, que favorecía a la industria textil británica en perjui-
cio de la producción nacional, la abolición de los fueros de los reinos, y, su desmedida
ambición, que le llevaría a otogarse el tratamiento protocolario de Alteza Serenísima, fue,
entre otros, el caldo de cultivo que alimentó la preparación de la oposición desde el exilio,
sostenida en lo económico por la ex-regente desde Francia, y en lo táctico, por el general
Narváez desde Gibraltar.
Como ya se dijo en otro lugar, el Cabildo algecireño tuvo noticias de la presencia de
Narváez en el Peñón y avisó al de Los Barrios que el general insurrecto trataba de desem-
barcar por estas playas.412 Pero el desembarco no se llegó a producir y el levantamiento lo
encabezaría Leopoldo O'Donnell en Pamplona, secundado por las ciudades de Zaragoza,
Vitoria, Bilbao y Madrid, en donde la noche del 7 de octubre se intentó liberar sin éxito a
la reina niña de las manos del regente. La sublevación fue reprimida con tremenda dureza,
de manera que, como reacción a tantos excesos autoritarios, brotará por primera vez en
España el germen del republicanismo, concretamente en Barcelona, donde ya hacía tiem-
po había encontrado acogida en el diario El Vapor las opiniones disidentes del socialista
utópico campogibraltareño Joaquín Abreu.
A principios de 1842 los enemigos de Espartero intentaron sublevar la Serranía de
Ronda, desde su centro de operaciones en el Peñón. Al tener conocimiento el Cabildo del
peligro que se cernía sobre la población, movilizó la Milicia Nacional, pero ésta se hallaba
233
falta de uniformidad y armamento, abandono que contrasta con la ligereza con la que unos
meses antes se habían donado los veinte mil reales a la misma persona a la que ahora había
que pedírselos. Se solicitó del regente la concesión al Cabildo de los pases de entrada a
Gibraltar, cuyo cobro producía fabulosos ingresos a los comandantes generales del Campo,
pero el Cabildo nunca vio atendida esta petición.413 El 23 de mayo de 1843 estalló un pro-
nunciamiento militar en Málaga y parte de su tropa marchó hacia Ronda para levantar la
serranía. La sublevación se extendió a Almería, Granada, Sevilla y Reus, donde el día 27 se
pronunció el general Juan Prim y se creó una junta en Barcelona. Por su parte, Algeciras
en un principio se mantuvo fiel a Espartero gracias al comandante general del Campo, el
barón de Carondelet, que, con guarnición y Milicia, organizó una columna y marchó el 2
de junio a Gaucín para sofocar la revolución. Los voluntarios algecireños recibieron, inclu-
so, una felicitación por su ejemplar comportamiento.414 Durante la ausencia de Carondelet
había quedado al frente de la Comandancia el brigadier Antonio Ordóñez, quien saltán-
dose la confianza depositada en él por su jefe, se alzó el 21 de junio al grito de: "Libertad
y patria" al frente de tropas de la guarnición y de la Milicia Nacional, esta última manda-
da por Antonio de la Calle. Por elección popular se creó la Junta Provisional de Salvación,
a la que se adherieron los restantes seis pueblos del Campo de Gibraltar más algunos otros
como Vejer de la Frontera, Alcalá de los Gazules, El Bosque, Ubrique, Zahara de la Sierra,
Villamartín y Benaocaz, con lo que su representatividad comprendía una parte importan-
te de la provincia gaditana. Fue elegido para presidirla el propio Ordóñez, que remitió al
Cabildo las consignas que deberían seguirse en el caso de sumarse a la causa del pueblo,
como gustaban de llamar a su movimiento, las cuales no eran otras que la Constitución de
1837, la fidelidad a la reina y la defensa de la independencia nacional. El Cabildo acordó
la adhesión, y se produjo el correspondiente cambio en la Alcaldía. Se destituyó y se privó
de todos sus honores a Carlos Carbalho y para sustituirle se designó a Andrés Benitez.415
Para tomar las correspondientes posiciones dentro de la ciudad, las fuerzas se distribuyeron
de la siguiente manera: la prevención quedó cubierta por la caballería, la Isla Verde por la
infantería y artillería alternativamente, y los demás puntos de la ciudad por la infantería.416
Al enterarse Carondelet que la sublevación la tenía ahora en casa, regresó y sitió San
Roque, pero sin éxito, porque la ciudad fue defendida por cuatro compañias de la guarni-
ción, junto a los voluntarios de la Milicia, que se pertrecharon tras barricadas, pasándose
la guarnición al bando insurrecto. Al verse Algeciras fuerte y con la revolución consolida-
da, pudo ayudar a otras ciudades andaluzas a vencer la resistencia. Envió a Cádiz a la fra-
gata Hernán Cortés y la goleta Isabel II, ambas de su Comandancia Militar de Marina, para
que bloquearan los puertos de aquella bahía, y, se volcó de manera muy especial en Sevilla,
413. AMA; LAC: Sesión del 12 de febrero 1842.
414. AMA; LAC: Sesiones del 2 y 5 de Junio 1843.
415. AMA; LAC: Sesión del 1de Julio de 1843.
416. MELLE NAVAL POTRO, A.: “La caída del regente Don Baldomero Espartero (visión algecireña).” Almoraima, 4,
(1990), pp. 47-51.
234
que se encontraba sitiada. A ella marchó el propio Ordóñez, de donde regresó victorioso y
con el ascenso a mariscal de campo y su nuevo destino de comandante general de Cádiz.
Por aquellos días se había creado una junta de salvación en Valencia, que preparó el
desembarco en el Grao del general Narváez, que al fin se decidió hacerlo por el Levante,
en lugar de por las costas próximas a Gibraltar. Las tropas llegaron hasta las cercanías de la
capital del reino, pronunciándose Narváez en Torrejón de Ardoz, lo que precipitó la caida
del regente y la entrada en Madrid el 23 de julio de los insurrectos. Una semana después,
Espartero embarcaba en El Puerto de Santa María rumbo al exilio.
Establecido en el reino el nuevo gobierno político, la junta de Algeciras por Real Cédula
del 1 de agosto pasó a ser Junta Superior Auxiliar de Gobierno de la Provincia por carecer
Cádiz de ella y se trasladó a dicha ciudad para desarrollar desde allí sus funciones, entre
otras, las de la Diputación provincial, la cual por entonces se encontraba vacua.
Pero los partidarios del duque de la Victoria se resistían a perder el poder y, desde
Gibraltar, y Portugal, se infiltraban en el territorio nacional, para intentar recuperarlo. Con
el fin de repeler estas incursiones se envió a la Comandancia General del Campo, como
jefe de la Brigada de Artillería, al oficial Fernando Fernández de Córdoba, quien, en sus
"Memorias", desvela las conexiones existentes entre estas incursiones con operaciones con-
trabandistas, que aprovechaban los disturbios políticos para introducir importantes alijos.
Se ufanaba de haber acabado supuestamente con este comercio ilícito: "Logré contener a
los que siempre, y bajo todos los gobiernos, se han aprovechado en Algeciras de los tras-
tornos públicos para realizar pingües fortunas."417 Apaciguados los ánimos, llegó el
momento de las recompensas. El 14 de septiembre el Cabildo quedó enterado por un escri-
to del mariscal de campo Antonio Ordóñez, héroe y beneficiado de aquella revolución, que
por una Real Orden se concedía "Un voto de gracia a las autoridades, Milicia Nacional y
vecindario de Algeciras por su comportamiento en el Alzamiento". Un mes antes, la Junta
Provincial había solicitado la concesión para Algeciras de: "Un nuevo timbre que inmor-
talizase los méritos, servicios y esforzados sacrificios que acababa de prestar en defensa de
la institución y el trono de nuestra adorada Reina", petición que será atendida, y, final-
mente, el 29 de octubre el Cabildo solicitará autorización para usar una medalla de la
Corporación para colgar al cuello de los concejales.418
El desarrollo de los sucesos aconsejaría adelantar la declaración de la mayoría de edad
de Isabel II, y el 10 de noviembre, después de jurar la Constitución fue proclamada y tomó
posesión del trono, con sólo trece años de edad. Algeciras, que en ningún instante había
perdido un ápice de su amor y fidelidad a su joven reina, gastó más de treinta y dos mil
reales en festejar tan fausto acontecimiento, era el saludo de bienvenida a un reinado de
veinticuatro años, que finalizará con su derrocamiento.
417. BUENO: Op. cit. p. 143.
418. AMA; LAC: Sesiones del 14 de septiembre y 29 de octubre 1843.
235
12.- LA CIUDAD DE ALGECIRAS GANA EL TÍTULO DE MUY PATRIÓTICA
Aunque se desconocen los títulos y honores que Alfonso XI concedió a Algeciras tras
su conquista, no es arriesgado suponer que entre otros, le diera el de "Noble Ciudad", pero
al quedar destruida y anexionada a la de Gibraltar, tendría que esperar al nacimiento de las
nuevas poblaciones del arco de la bahía, para recuperar el 6 de septiembre de 1755 su iden-
tidad municipal.419 Desde entonces, el castillo de sus armas está orlado con el timbre de
"Muy Ilustre Ciudad", pero en algún momento del siglo XVIII, se le atribuyó por error en
la documentación notarial, el de: "Muy Noble y Más Leal Ciudad", que corresponde a la
de Gibraltar, quizás por haber sido su ciudad matriz. Ahora, a mediados del siglo XIX, aña-
dirá un nuevo timbre a sus armas, pues su contribución a la caida de Espartero le valdrá la
confirmación del "Muy Ilustre Ciudad" y ganar el de "Muy Patriótica. En la petición de
recompensa elevada al Gobierno provisional del reino por la Junta Auxiliar de Cádiz, que
como ya se ha dicho, antes fue de Algeciras, se exponían los heroicos esfuerzos hechos por
los algecireños en socorrer y liberar las ciudades de Sevilla y Cádiz:
419. VICENTE LARA, J.L. y CRIADO ATALAYA, F. J.: “Los planes de Gobierno de Fernando VI y Carlos III para la ciu-
dad de Gibraltar y sus dos poblaciones de Algeciras y Los Barrios (1755, 1756, y 1768). Ceuta -Instituto de Estudios
Ceutíes-2000. Tomo II, p. 329.
236
se hubiera fortificado en aquel corto periodo con barricadas y baterías, y contara
a la vez con cuatro compañías del regimiento de Galicia, y los denodados mili-
cianos de San Roque que acudieron a sostener la justa causa no pudo hostilizar el
enemigo y a consecuencia de repetidas invitaciones abandonaron el gobierno del
tirano y se unieron a la causa del pueblo. Igual triunfo obtuvo Algeciras con la
fragata Cortés y goleta Isabel II cuyos memorables acontecimientos hicieron
firme la falsa posición que en un principio ocupara, pero Algeciras en vez de con-
servar para su defensa las fuerzas que había adquirido así Navales como del
Ejercito, buscó recursos para socorrerlas y desprendiéndose de las primeras para
bloquear a Cádiz distribuyó las otras en tres columnas que animaran el espíritu
publico en la Serranía de Ronda y puertos de la Isla Gaditana y que al mismo
tiempo llamaran la atención de las divisiones que sitiaban a Sevilla y especial-
mente la acantonada en Jerez de la Frontera que protegían la conducción de pro-
yectiles que habían de lanzarse a la heroica Ciudad sitiada; pero no son estos solo
los importantes servicios y heroicos esfuerzos de la ciudad de Algeciras pues con-
sumó la grande obra que había principiado con un desprendimiento que justa-
mente ocupará las páginas de la historia. La aflijida Sevilla en su mayor apuro
pidió auxilio y refuerzo a la que en toda la provincia coadyubava a salvarle y esta
generosa ciudad comprendió tan perfectamente el sacrificio que le exigía que
reuniendo todas las tropas de que podía disponer y dirigiendo la vista al enemi-
go que le amagaba dijo con firme resolución: valientes veteranos acudid en defen-
sa de Sevilla que yo con mis hijos tengo bastante y si perecen en la gloriosa lid
húndase Algeciras y sálvese Sevilla La Junta auxiliar de Gobierno de esta provin-
cia que está cerciorada de la realidad de los acontecimientos enumerados; cree de
su deber elevarlos a la consideración de V.E. a fin de que si lo estima justo se
digne conceder a la Ciudad de Algeciras un nuevo timbre que inmortalice los
méritos servicios y esforzados sacrificios que acaba de prestar en defensa de la
Constitución y el Trono de nuestra adorada Reyna. Cádiz, 26 de agosto 1843.
237
Provisional lo digo a V.S. para su conocimiento y efectos correspondientes. Y lo
traslado a V.E. para los propios fines. Dios guarde a V.E. muchos años. Cádiz, 9
de Octubre de 1843. Fernando Tales de la Riba.420
A menudo son los sucesos políticos, bélicos y económicos, los que en el relato his-
tórico toman la preminencia sobre los restantes, eclipsándolos, sin que ello signifique
que los de orden menor, por llamarlos de alguna manera, no merezcan figurar en una
revisión, como la que aquí se hace. Todo lo contrario, hay aspectos no tocados aquí
con la amplitud que sería de desear, que también han contribuido a conformar la his-
toria de Algeciras, y por lo tanto, deben aparecer aquí, aunque fuesen a destellos. Tal
es el caso de la enseñanza pública, la cuestión social que junto a la sanidad, despertó
mayor preocupación en el cabildo durante toda la centuria a causa de la falta de corre-
lación entre las inquietudes, el cumplimiento de las leyes y las disponibilidades eco-
nómicas; por eso, al trazar una historia de la educación en Algeciras, aparecerían los
mismos factores negativos que determinaron el devenir de los otros acontecimientos.
Cuando el 21 de julio de 1838 una Real Orden reguló por primera vez la enseñanza
primaria en España, obligando a todos los ayuntamientos de más de cien vecinos a sos-
tener una escuela elemental, ya hacía catorce años que el Cabildo de Algeciras había
acordado contratar una o dos maestras de niñas para enseñar a los pobres de esta ciu-
dad.421 Pero a pesar de lo pionero de esta iniciativa, las dificultades del siglo se dejarí-
an sentir y a su final se llegaría con importantes carencias. En 1899 se diría en las pági-
nas dedicadas a Algeciras en una guía comercial y social: "Apena el ánimo considerar
el abandono en que se encuentra la enseñanza pública y llama la atención la toleran-
cia de las autoridades superiores sobre este importantísimo y olvidado deber. No
existen mas que una escuela pública de niños, otra de niñas y, una de párvulos."422
En 1840 la Comisión de Enseñanza había expresado al resto del Cabildo su oposi-
ción a que se cerrase la escuela de niñas y en su informe, exponía el siguiente
razonamiento, no falto de cierto progresismo, pero también con una pizca de
interesado sexismo:
238
La Comisión no está de acuerdo con las razones en que se funda la supresión
de la escuela de Instrucción Primaria para las niñas, porque además de ser un con-
trasentido al suponer que no se resiente la primera educación de la niñez porque
no se la eduque, tampoco es sólida ni filantrópica la idea de que por ahora la clase
menesterosa puede continuar en la ignorancia, siempre es tiempo, o mejor dicho,
es necesario apresurarse a cultivar el entendimiento y el corazón de las niñas, inte-
resante mitad del género humano y destinadas algún día a ser esposas, madres, y
a influir más de lo que se cree en la moral pública y en los negocios políticos y
militares. Como pudiera demostrar sin esfuerzo la comisión si no temiera ser
molesta, por ahora se limita a recordar al Cuerpo Capitular el avandono en que
yace en Algeciras la primera educación de los pobres, entre los que se cuentan 56
niñas expósitas, que existen en la inclusa, y por ello la urgente necesidad que hay
del establecimiento de la escuela de instrucción primaria gratuita.423
239
viesen interiormente depurados, dos cajas con diez lavativas.426 Pese a su breve existencia, el
instituto caló hondo en los algecireños, lógicamente, más en la clase pudiente, que era la
que tenía acceso a aquellos estudios. La convocatoria pública de los exámenes finales del
primer curso que se impartió en el centro resultó todo un acontecimiento social. Las prue-
bas se revistieron de toda la parafernalia al gusto de la época, y, fueron seguidas con aten-
ción por el público que ocupaba las galerías del patio central del recinto. Por primera vez,
los algecireños podían asistir a una sesión docente de esta categoría. El Iris, periódico muy
interesado en el progreso de la ciudad, en su edición del 28 de junio de 1850 publicó una
detallada crónica, más parecida a un "eco de sociedad" que a una prueba de destrezas y
conocimientos académicos:
Los exámenes del Instituto han dado principio en la mañana del día veinte
con una brillantez de que se ven pocas muestras en los establecimientos de su
clase. El local destinado para el objeto ha sido el patio principal de la casa, lujo-
sa y elegantemente adornado con variedad de cuadros, plantas y flores, todo en
simétrica armonía y formando las combinaciones más graciosas. A las diez de la
mañana el Sr. Presidente del Ilustre Ayuntamiento, acompañado de la Junta
Inspectora del Instituto así como de otras varias autoridades de la población dio
principio al acto descubriendo el retrato de S.M. La Reina, colocado enfrente de
las armas de Algeciras, en medio de los ruidosos acordes de una marcha real eje-
cutada por los alumnos músicos del Instituto.
A continuación empezaron los exámenes de los cursantes de matemáticas,
que duraron hasta la una con gran placer de los señores concurrentes que han
tenido ocasión de admirar a un tiempo la inteligencia y aplicación de los discí-
pulos y el buen método y grandes conocimientos que adornan a su joven profe-
sor D. Luís Morón. Los cursantes del 2º y 3º año de filosofía sucedieron por la
tarde a los de matemáticas, y la mañana siguiente sufrieron examen la mayor
parte de los estudiantes de primer año que bajo la dirección de su digno catedrá-
tico D. Domingo García han hecho progresos notables en los ocho meses no
completos que ha durado el presente curso. Los días siguientes se fueron presen-
tando sucesivamente a examen los estudiantes de inglés que tienen por profesor
a D. José Wade; los de francés, discípulos del S. D. Rafael del Muro; los de dibu-
jo a quienes enseña D. Francisco A. Nuñez; los de música cuya instrucción está
cometida al acreditado profesor D. Ramón María Berlanga y los de esgrima que
se hallan a cargo de nuestro amigo D. Eugenio Romero y Alfaro. Todos ellos se
han distinguido muy especialmente: los de idiomas traduciendo cuantos pasajes
se les ha propuesto con corrección notable, los de dibujo presentando notables
muestras de sus trabajos, los de música ejecutando diversidad de bonitas piezas y
los de esgrima dando público asaltos con una felicidad y una destreza que otros
no consiguen sino por medio de una larga practica. Terminado este último ejer-
cicio, el Sr. D. Luís Morón leyó la lista de todos los Sres. alumnos que se habían
426. AMMA: Expediente de subasta de los efectos del suprimido instituto de enseñanza. Algeciras, 16 de agosto 1855.
Enseñanza: Caja 32 Exp. 1.
240
presentado a examen junto con las notas que según sus méritos les había corres-
pondido, y enseguida los alumnos sobresalientes en las clases de adorno fueron
recibiendo la medalla de plata o cinta a que se habían hecho acreedores de manos
del Sr. alcalde corregidor, del Sr. Blanco del Valle, del Sr. Director del Instituto,
del Sr. Juez de Primera Instancia y de otros varios Señores de los presentes.
Tenemos entendido que para el curso próximo ingresará en el Instituto un
número considerable de nuevos alumnos, tanto de esta ciudad como de Gibraltar,
San Roque, Tarifa, Jimena y Los Barrios, y muchos más vendrían, si como noso-
tros hubiésemos podido sus padres apreciar hasta en sus más pequeños detalles el
admirable orden que reina en el establecimiento tanto en su distribución interior
como en los diversos ramos de enseñanza. Hemos tenido ocasión de observar que
gracias al escelente plan higiénico que se sigue, los alumnos internos, no solo no
han padecido enfermedad alguna grave durante el pasado curso, sino que todos
aparecen saludables y robustos, a la vez que con todo el despejo y finura que han
podido inculcarles sus inmediatos inspectores D. Eugenio Romero y Alfaro y D.
Tomas Fernandez. En los cuatro días que han durado los exámenes el Instituto se
ha visto favorecido con la presencia de las más bellas damas de la población, sobre
todo en la mañana del Domingo en que el Sr. Fulgencio Smichd, con la galante-
ría de que ya tiene dada más de una prueba a los hijos de Algeciras, puso a dis-
posición de la Junta su banda de músicos que tocó escojidas piezas y marchas
durante los ejercicios de esgrima. En la tarde del Domingo elevóse en el patio del
Instituto un globo costeado por los alumnos internos del mismo y hecho por D.
Eugenio Romero y Alfaro, que llamó la atención de la escojida concurrencia que
paseaba por el salón de Cristina, desde donde muchos leyeron esta inscripción:
Los alumnos internos del Instituto a su Director D. M. J. D. Durante toda la pre-
sente semana el establecimiento queda abierto a las personas que gusten visitar-
lo, y a los padres de familia que ya no lo hayan verificado les aconsejamos que lo
hagan, seguros de que así hacemos un doble favor, a ellos mismos por el interés
que les resulta de mandar allí a sus hijos, y a la naciente institución proporcio-
nándole nuevos elementos de vida. A. A. y C.
Hay que hacerse cargo del miedo escénico que debían superar aquellos chiquillos tra-
tados de señores y embargados por las pompas, exponiéndo sus conocimientos y habilida-
des ante autoridades principales, bajo el control de sus sesudos catedráticos, resistiendo las
correcciones de los eruditos locales, y, soportando el escrutinio de las miradas de damas
emperifolladas. Dignos de compasión también sus padres, que, a la par que sus hijos, pasa-
ban o suspendían el ingreso en la buena sociedad intelectual algecireña. Bendito siglo de
contrastes: niños bien juegan a espadachines en el patio de un extinto convento comparti-
do con la cárcel, o quién sabe si, en realidad, se preparan para la próxima revolución o gue-
rra civil, mientras que las niñas pobres y expósitas, aguardan a que el Cabildo, sacando
cuartos de donde no los hay, las rediman del analfabetismo para que mañana sean las influ-
yentes esposas y madres de futuros algecireños.
241
14.- AÑOS DE MISERIAS, ENTRE DOS REVOLUCIONES Y UNA GUERRA EN ÁFRICA
Efectivamente, la cosa iría de sables, porque a la caida de Espartero, será otro militar, el
general Ramón María Narváez, el que ostente el poder, nada menos que en cuatro ocasio-
nes a lo largo de trece años. "El espadón de Loja", instaurará una dictadura personal, que le
valdrá este apodo, en atención a su nacimiento en la citada ciudad granadina. El Cabildo
algecireño ya le había expresado su adhesión el 15 de enero de 1844, incluso unos meses
antes de que decidiese asumir el poder, lo que hizo el 3 de mayo, en sustitución de González
Bravo. Narváez protagonizó una década censuradísima en la que hubo muchas actitudes
reaccionarias, pero también bastante progreso. Puede valorarse en líneas generales sus
gobiernos para Algeciras como indiferentes. No obstante, todavía el Cabildo tendría que dar
otra muestra más de su lealtad a la Constitución y al orden establecido, al salir al paso de
unas injurias publicadas en la prensa, concretamente en El Nuevo Defensor del Pueblo del 16
de junio. Según este periódico de Cádiz, en Algeciras se había tratado de proclamar el
Estatuto Real con el apoyo del Ayuntamiento. La noticia fue considerada por los munícipes
de: "Ridículas invenciones afecto sin duda a los maquiavélicos planes de los enemigos del
trono y del orden", por lo que acordaron emprender acciones legales, que no se concretan.427
Salvo este incidente, pocas cosas más distrajeron la atención de los ediles algecireños, que a
lo largo de la década no se inquietaron por ninguna cuestión política; al menos no se reco-
ge en los libros capitulares. Ni siquiera tendría repercusión en Algeciras la segunda revolu-
ción francesa, de febrero de 1848, que en España se dejaría sentir el 26 de marzo en Madrid
y el 13 de mayo en Sevilla, pero que fue frenada por la rápida actuación de Narváez.
Durante este largo periodo de calma, en Algeciras no se suscitarán mayores problemas que
los ya conocidos del aislamiento y las carencias propias de esta ciudad.
Como novedad institucional, la promulgación en 1845 de una nueva Constitución. La
tercera Carta Magna de los españoles responderá a la inclinación moderada del partido
gobernante, será más restrictiva que la precedente, y, como siempre, será acogida por los
algecireños con júbilo y regocijos públicos. En cuanto a la administración local, entre 1848
y 1851 la Alcaldía de Algeciras pasó a ser titulada por un alcalde-corregidor, también de
designación real. El primero de los nombrados fue José Bárbara Mato, pero debido a los
apuros económicos que pasaba la ciudad y, al ser mayor el sueldo que se pagaba a estos edi-
les, el Cabildo solicitó su supresión. La presidencia volvió a manos de un alcalde ordinario,
Antonio Fernández, quien por cierto, estaría poco tiempo en el sillón, pues el gobernador
civil, le destituiría debido a los frecuentes enfrentamientos que sostenía con sus compañe-
ros de Corporación. El asunto debió ser bastante grave, porque el comandante general del
Campo, Eusebio Calonge, se hizo cargo, tanto de la Alcaldía como de la Jefatura Provincial
del Distrito del Gobierno Civil de Cádiz, creada en Algeciras unos años antes. Esta sería una
consecuencia más del desembarco de los militares en la esfera del poder civil y uno más de
427. AMA; LAC: Sesión del 18 de junio 1844.
242
los ensayos que se experimentaron en busca de dotar la comarca de una figura administra-
tiva acorde con sus peculiaridades. La situación se prolongó hasta mediados de 1852, año
en el que la Alcaldía volvió con Joaquín J. Tourné, a manos civiles. En ese año, la muerte
del general Castaños entristeció a los algecireños, y el Cabildo, en su honor, le dedicó el 4
de octubre una solemne función fúnebre y una sesión extraordinaria de Pleno.
El ocaso de la década dorada de los moderados llegará en 1854, en tres tiempos: pri-
mero, la conjura de militares de Zaragoza, el 20 de febrero; segundo, la sublevación de los
generales Ros de Olano, Mesina, Dulce y O'Donnell, y la escaramuza de Vicálvaro, el 30
de junio, y en tercer lugar, el llamado "Manifiesto de Manzanares", del 7 de julio, redac-
tado por Cánovas del Castillo y firmado por O'Donnell, que obligaría a Luís José Sartorius
a dimitir. El 18 de julio Madrid estaba a merced de las masas descontroladas y ante la gra-
vedad de los disturbios, la reina llamó a Espartero, que se había unido a los sublevados, y
le confió el Gobierno. Días más tarde, el 28 de julio Espartero entraba triunfante en
Madrid. En la memoria amnésica de aquellos españoles había dejado de ser el tirano de a
penas unos años atrás. El regreso de los progresistas al poder, que lo ostentarán por espa-
cio de dos años, abre la tercera etapa del reinado de Isabel y, a la vez, supondrá el primer
paso hacia la agonía del régimen isabelino.
La revolución se acogió en Algeciras como siempre cuando es la causa progresista la
emergente. Aquí se tomó el protagonismo pionero en la provincia de Cádiz y se creó una
Junta de Salvación Pública de la Provincia de Algeciras. En ella, reaparece como secretario,
el joven liberal de los tiempos de Riego, Ambrosio Grimaldi, ahora adscrito al Partido
Progresista. El 18 de julio el Cabildo quedó enterado por un oficio del comandante gene-
ral del Campo, que éste había asumido todas las facultades civiles; se le contestó con el
ofrecimiento de su leal y franco apoyo, pero, constituida la junta el 21, todos sus miem-
bros menos uno, recibieron el correspondiente cese para ser reemplazados por personas afi-
nes al nuevo poder. Sólo se libraría de la purga, Juan Blanco del Valle, uno de los políticos
algecireños más resolutivos de aquel siglo.
Se designó alcalde a José María Mourelle y, en un gesto progresista, se dispuso el fin del
arbitrio de consumo, excepto el del vino, aguardiente y licores; se declaró libre el aprove-
428. AMA; LAC: Sesión del 21 de julio 1854.
243
chamiento de los montes comunales; se desarmó la Milicia Nacional, y se aprobaron otras
medidas más, que posteriormente serían anuladas por el Gobierno del reino por dañar las
haciendas locales. Además, el Cabildo se dirigió al mismísimo Espartero en solicitud de las
cabezas políticas de los primeros ministros desde Bravo Murillo, que había tomado pose-
sión el 10 de enero de 1851, hasta Sartorius, el último de los moderados:
Sorprendente petición proviniente de un Cabildo que había ganado para sus armas el
título de: "Muy Patriótica", enfrentándose a sus compatriotas esparteristas, los mismos a
los que ahora les solicitaba vindicta pública. Ya se dijo que el XIX fue también un siglo de
contrastes.
Pero 1854 no sólo traía un cambio político, además, un nuevo azote colérico hará acto
de presencia. Durante todo el mes de septiembre el cólera morbo asoló la ciudad hasta el
2 de octubre, día en el que se cantó un Te Deum en acción de gracias. El Ayuntamiento
gastó la considerable cantidad de ciento cuarenta mil reales, entre medicinas, desinfeccio-
nes, entierros, y reparaciones urbanas; sobre todo, aceras y adoquines, en cumplimiento del
adagio: trabajo = comida = salud. Esta será la medida de choque que aplique el
Ayuntamiento cada vez que hagan acto de presencia los azotes epidémicos, a los que tam-
429. AMA; LAC: Sesión del 11 de agosto de 1854.
244
bién harán frente un voluntariado social muy entregado. Dos sacerdotes de la localidad,
dos de los muchos algecireños generosos que a lo largo de la historia han contribuido en
silencio a mejorar la vida de sus convecinos, merecieron que el alcalde felicitase al obispo
por la labor que desarrollaron:
Pero el regreso del duque de la Victoria no resultó el éxito que hizo concebir a su entra-
da en Madrid, y en 1855 ya habían motines generalizados por toda la nación. Un com-
promiso pendiente era la condición impuesta por Espartero a Isabel II a cambio de acep-
tar la presidencia del Gobierno, de que convocase Cortes Constituyentes que elaborasen
un nuevo código, y, aunque se redactó la que hubiese sido la Constitución de 1856, nunca
llegó a promulgarse. El 14 de julio de 1856 Espartero cedió el Gobierno a Leopoldo
O'Donnell, que dimitirá el 12 de octubre de ese mismo año. Estas dimisiones tan segui-
das allanaron el terreno para que los moderados retornasen al Gobierno, y con ellos,
Narváez a la cabeza, que actuará de forma reaccionaria y tratará de frenar los efectos de la
revolución de 1854. Pero el baile de los generales no había hecho más que empezar. A
Narvaéz, que caerá en octubre de 1857 le sucederá el general Armero, que sólo estará tres
meses, y a éste, le seguirá Isturiz, que presentará la dimisión el 30 de junio. La reina encar-
gará entonces el gobierno al general O'Donnell, que había creado la Unión Liberal, parti-
do bisagra entre los moderados y los progresistas, que venía a romper el bipartidismo y la
tradicional alternancia de los dos partidos en liza.
Con O'Donnell en el poder, se iniciaba la etapa económica más brillante del reinado
de Isabel. Durante el quinquenio 1858-1863 se introdujeron notables mejoras en las obras
públicas; caminos y especialmente, en el ferrocarril, como fue el caso del tramo Sevilla-
Cádiz, inagurado en 1861, sin que hasta Algeciras llegase ninguna de tan precisas innova-
ciones. En cambio, sí se vería afectada en lo negativo, por la política internacionalista de
O'Donnell, al ser esta ciudad el punto de embarque de las tropas expedicionarias para el
norte de Marruecos. Con tal ocasión, se puso de manifiesto la gran utilidad que para el
ejército hubiese sido contar con caminos practicables hasta Algeciras o incluso, de un ramal
ferroviario, así como de un puerto en condiciones, tal como insistentemente se había soli-
430. HDC: "Carta del alcalde de Algeciras sobre los estragos de la peste. Algeciras, 3 de octubre 1854. Arbolí: Caja 150.
245
citado desde mucho tiempo atrás. Sólo el telégrafo eléctrico, instalado a partir de 1855, sig-
nificaba una innovación de alto valor estratégico. En el verano de 1859 el gobierno con-
centró en Algeciras un ejército de cuarenta mil hombres y una flota de catorce unidades y
el 5 de septiembre se envió nota exigiendo del Sultán una reparación en plazo de diez días
por unos incidentes ocurridos en Ceuta. Las fuerzas estaban repartidas en cinco cuerpos al
mando de los tenientes generales Prim, Echagüe, Zabala, Ros de Olano y Alcalá Galiano,
y todos ellos, a la vez, a las órdenes directas del generalísimo O'Donnell. El objetivo era
tomar Tetuán y Tánger, lo que se consiguió con relativa facilidad , pero a un alto coste de
vidas. El 21 de noviembre Echagüe toma El Serrallo; en enero de 1860 Prim obtiene el
triunfo de Los Castillejos; el 6 de febrero se toma Tetuán, y el 20 de abril se firma la paz
en Wad-Ras. En realidad, las ganancias del triunfo fueron escasas: se le reconoció a España
una pequeña ampliación del territorio de Ceuta, la concesión de Sidi Ifni para el estable-
cimiento de pesquerías, el ejército ganaría en eficacia, y España obtendría un importante
reconocimiento en su prestigio internacional. Los algecireños apoyaron la guerra con soli-
daridad y patriotismo, y la siguieron al detalle, incluso se confeccionó un periódico exclu-
sivo. El Cabildo acordó, que: "Ya que el Pueblo de Algeciras no puede por su angustiosa
situación hacer donativos a favor del Ejercito de Africa, se haga publico con la forma
correspondiente el servicio extraordinario que viene prestando con los alojamientos y
Hospital."431 El comandante general Francisco Serrano remitió al alcalde de Algeciras un
testimonio, dado a conocer por el primer edil para satisfacción de toda la ciudadanía, en
el que decía lo siguiente:
246
ble comportamiento exige. Dios guarde a VS. muchos años. Algeciras, 2 de
Febrero de 1860. Serrano". Añadió el alcalde: "Poseído de la mayor satisfacción
hago público este espresivo voto de gracia a favor de un vecindario tan humani-
tario y filantrópico, cuyos sentimientos generosos y caritativos son inagotables,
como lo prueba ese fervor y decisión que justamente se encomia y que a porfía se
practica. Algeciras, 3 de Febrero de 1860. El Alcalde.- Antonio Fernández.432
Por su parte, la clase obrera constituyó una "Comisión recaudadora para suscripción
ayuda a los soldados de esta ciudad que resultasen inutilizados", a la que entregaron sus
donativos doscientos sesenta obreros y artesanos. También se recibiría la solidaridad de un
grupo de señoritas católicas gibraltareñas, de la feligresía de Ntra. Sra. de Europa, que
donaron un cesto con doce libras de hilas, hechas por ellas, con destino a los heridos. Si ya
de por si su situación en el puente de la invasión bélica no les reportase suficientes que-
braderos, todavía los algecireños sufrirán a cuenta del tránsito de heridos y enfermos, una
nueva invasión colérica, a la que también se hará frente por parte de la población con deno-
dados esfuerzos.
Acabada la primera confrontación del que sería largo conflicto de Marruecos, la ciudad
recuperará su calma cotidiana sin que los altos jerarcas del poder que habían pasado por
aquí, hubiesen tomado nota de las carencias que padecían estos ciudadanos. En un infor-
me elaborado por el Cabildo en 1863, es decir, durante los años del esplendor isabelino, se
exponía la situación que ocurría en Algeciras, coincidente de pleno con la que vivían
amplias zonas agrarias andaluzas que generaron revueltas como la de Loja en junio de
1861, encabezada por el veterinario Rafael Pérez del Alamo, y que fue secundada por cam-
pesinos de las provincias de Granada, Córdoba y Málaga. El informe del Cabildo justifica
el calificativo de: "Años de miseria" para Algeciras, y da fe del abandono consentido al que
estaban sometidas las ciudades del Campo de Gibraltar al dictado de los intereses del Reino
Unido de la Gran Bretaña, que con su base militar en la colonia disfrazaba el depósito de
sus manufacturas listas para ser exportadas libre de aranceles por la vía del contrabando a
todo el Mediterráneo. Aquí ni siquiera hubo un campesinado que como en Antequera,
Jerez y en tantos otros lugares de Andalucía, hubiesen podido levantar viergos y hoces en
demanda de tierra y justicia social. Pero por si no fuese suficiente, según el informe, los
algecireños eran: "Sumisos y obedientes", con lo que se juntaba el hambre con las ganas de
comer, pues se presentaba como virtudes morales lo que podía ser apatía generalizada o
excesivo conformismo, quizás la raiz del mote de: "Especiales" que se da a los naturales de
esta ciudad tenga su origen en aquellos años de conformismo. Exponía el Cabildo:
247
El estado moral de estos habitantes es inmejorable, sumisos y obedientes, no
hay malas inclinaciones y así es que a pesar de la miseria del distrito efecto de las
circunstancias calamitosas del Pueblo sin tener sus moradores medios para pro-
porcionarse el sustento, sobrellevan sus penalidades e indigencias con resignación
sin que los tribunales tengan que perseguir ni castigar robos, estafas ni atentado
contra la propiedad. El estado intelectual no está tan desarrollado cual fuera de
apetecer porque se carece de establecimiento de segunda enseñanza y de escuelas
superiores, siendo de lamentar que maestros o profesores con la instrucción que
tanto se ha ampliado dejen de venir a una ciudad de alguna importancia donde
solo hay de esta clase el de la Escuela Pública de niños. El Ayuntamiento para
remediar en lo posible el atraso que se esperimenta en la enseñanza ha creado
recientemente uno de Párvulos que prepare a la juventud en su tierna edad a reci-
bir la instrucción en las clases elementales. El estado económico es el más lamen-
table, esta ciudad no tiene agricultura ni riqueza pecuaria por lo reducido de su
término jurisdiccional carece de artefactos e industrias, su negocio de cabotaje
está restringido de una manera tan esagerada por los Aranceles de aduanas que ni
aún se le permite esportar los cereales que aquí se producen, único punto de la
Nación a quien se impone tan grave perjuicio. De sus resultas, no encontrando
estos vecinos medios lícitos para susbsistir abandonan el pueblo y se trasladan a
otros más afortunados, de lo cual se reciente la riqueza urbana estando vacíos más
de la tercera parte de los edificios y los ocupados han disminuidos también. A
pesar de la precaria situación de este pueblo el Ayuntamiento promovió y ha rea-
lizado el embaldosado de la plaza del Mercado, en cuya obra invirtió 42.178 rea-
les. La reedificación del Hospital de Caridad que se encontraba en estado ruino-
so, gastando 12.336 reales. El afirmado y sostén del arco general del acueducto
de aguas potables de que la ciudad se surte, obra de estraordinario mérito cuya
conservación se han gastado 9.980 reales. La formación y mejora de un paseo
público que se dirige al terreno de la feria que la ciudad celebra, cuya mejora fue
subastada en 14.900 reales. El empedrado del lado Sur de la plaza del Mercado y
enmadronado de las calles Ferrer y Pescadería contratadas en 9.985 reales. Las
obras de 95 nichos en el Cementerio de esta ciudad en los cuales se han inverti-
do 9.160 reales y otras inversiones y mejoras de menor entidad. Está promovida
la reedificación de la Casa Capitular cuyo estado ruinoso motivó que el
Ayuntamiento se trasladase a otro local, su presupuesto se ha consignado crédito
para esta importante obra y el arquitecto provincial está dedicado a la formación
del plano. Otro de los servicios promovido fue la mejora de surtir al vecindario
de aguas potables atendida la escasez que se nota del indispensable artículo: En el
presupuesto municipal se consigna crédito para esta mejora y el arquitecto pro-
vincial aquí se comisionó para la redacción del proyecto, ha opinado la esplora-
ción de manantiales que bajo su dirección se está haciendo. También pende de
resolución del Sr. Gobernador espediente para la construcción de más nichos
en el cementerio.433
433. "Memoria sobre el estado económico, moral e intelectual de Algeciras. AMA: LAC: Sesión del 15 de enero 1864.
248
Pero tampoco O'Donnell, a pesar de la campaña victoriosa, se librará de caer en des-
gracia ante la reina, y ésta entregará el poder al marqués de Miraflores, que dará paso a
otros gobiernos de breve duración, hasta llegar de nuevo a manos de Ramón Narváez,
cuyas actitudes reaccionarias de antiguo, provocarán otra vez, numerosas revueltas a lo
largo de 1864, todas ellas fracasadas, como las del 3 de mayo, 6 de junio y 6 de agosto.
Dos revueltas populares en Madrid, la protagonizada por los estudiantes en la noche del
10 de abril de 1865, conocida como la: "Noche de San Daniel", y la del Cuartel de San
Gil, el 22 de junio de 1866, tambalearán el orden isabelino, ya de por si bastante tocado
en lo económico por la crisis que en ese mismo año se produjo por la caida de la bolsa y
la quiebra de los bancos a cuenta del descenso de los beneficios del ferrocarril y la retirada
del capital extranjero. Por primera vez, Isabel II verá peligrar su continuidad en el trono.
Nada estaría más justificado si el aserto popular que recomienda que los experimentos
sólo se hagan con gaseosa, tuviese su origen en la experiencia política vivida por los espa-
ñoles durante los siete años del llamado: "Sexenio revolucionario", porque el periodo com-
prendido entre 1868 y 1874 fue uno de los más agitados de la historia contemporánea de
España. Encierra nada menos que un destronamiento, un régimen provisional, una regen-
cia, una monarquía democrática, una abdicación, una república federal, una república uni-
taria, un régimen personal rayando en la dictadura, una nueva regencia y por último, la
restauración de la dinastía derrocada en un principio, y todo ello, con tres guerras civiles
de fondo. Por lo tanto, es un periodo de ensayos políticos. El siglo XIX ha sido objeto de
múltiples análisis, habiendo recibido por ello diferentes apelativos. El profesor J.L.
Comellas lo llama:
249
De esas dos mil revoluciones, la perla la constituye la de septiembre de 1868, la llama-
da por sus artífices: "La Gloriosa", que abrió paso a estos siete años de experimentos polí-
ticos. Las causas de la revolución septembrina responden a razones políticas y económicas.
Las más remotas podrían localizarse en la no consolidación de la revolución de 1854, y las
más cercanas, en las insatisfacciones dejadas por la década moderada en los espíritus más
progresistas. Las económicas se localizan en el crac de 1866, del que Europa se pudo recu-
perar en un par de años, pero no así España debido a presentarse secos los años 1867-68,
con lo que no se concedieron créditos y hubo paro y hambre. En 1866 se habían reunido
en la ciudad belga de Ostende los representantes de los partidos de la oposición, muchos
de ellos exiliados, y habían acordado crear la junta revolucionaria de Bruselas, presidida por
el general Prim, para que llevasen a cabo acciones encaminadas a destronar a Isabel II e ins-
taurar un auténtico régimen liberal. Tres partidos formaban la oposición a isabelinos y
moderados: unionistas, progresistas y demócratas. Estos últimos habían surgido en 1855
del ala izquierda de los progresistas; posteriormente su sector más radical formaría el
Partido Republicano, que, tras la revolución, se dividió en unitarios y federalistas. El revo-
lucionario del 68 era un hombre nuevo; a diferencia de sus predecesores, no era románti-
co, sino realista, y basaba sus ideales en la razón.
Dos años después del pacto de Ostende se pudo, al fin, materializar la sublevación pro-
yectada. A mediados de septiembre de 1868 algunos de los más destacados conjurados,
como Prim, Ruiz Zorrilla y Sagasta, viajaron de Londres a Gibraltar, donde se ocultaron
en un pontón del puerto, hasta que en la mañana del 17 a bordo del vapor Adelia se tras-
ladaron a Cádiz. Mientras tanto, los generales Serrano Dulce, Serrano Bedoya y Caballero
de Rodas, acudían a Cádiz desde Canarias. En la madrugada del 17 al 18 el brigadier Juan
Bautista Topete, que se encontraba al mando de la Escuadra española desplegada frente a
Cádiz, recibió a Prim a bordo de la fragata Zaragoza y, el 18 dio a conocer su manifiesto.
Al día siguiente, el 19, quedaba constituida la Junta Revolucionaria y su espíritu se pren-
dió como una mecha. Se crearon juntas en las principales ciudades y el pronunciamiento
militar se transformó en un movimiento revolucionario, en el que sectores populares toma-
ron las calles al grito de: "Mueran los Borbones"; por primera vez la reina era el blanco de
una revolución, al haberse convertido en el principal impedimento para implantar un régi-
men progresista estable. El ideario revolucionario se tomó en gran parte del manifiesto
"Viva España con honra" de Adelardo López de Ayala, deudor a su vez del programa pro-
gresista, que demandaba: soberanía nacional sin límite, fortalecimiento de los poderes
locales, Cortes constituyentes elegidas por sufragio universal, abolición de las quintas y del
impuesto municipal de consumo, así como otras amplias reformas y reconocimiento de
derechos y libertades. Agrupadas las fuerzas de Andalucía al mando del general Serrano,
marcharon hacia la capital del reino; el 28 de septiembre vencieron en el Puente de Alcolea
(Córdoba) y el 29 los madrileños se echaron a la calle dando vivas a la revolución. Madrid
formó su junta, que estaría presidida por Pascual Madoz. Isabel II, que ya sólo contaba con
250
el apoyo de los moderados y de una minúscula facción de absolutistas, suspendió sus vaca-
ciones en San Sebastián y atravesó la frontera el día 30 para exiliarse en Francia. El 3 de
octubre Serrano entraba en Madrid y Prim en Barcelona. El primero de ellos sería nom-
brado jefe supremo del Ejército, y recibiría el encargo de formar un gobierno provisional.
Hasta que estalló la revolución, aquel verano estaba resultando sumamente tranquilo
para los algecireños. Aquí no se había dejado sentir ninguna de las revueltas de los dos últi-
mos años, y el Cabildo andaba enfrascado en resolver cuestiones de su feria anual. El 17
de abril había prohibido los chozos de helecho para evitar los incendios y el 15 de mayo,
como novedad del progreso técnico, se consideró la posibilidad de iluminar por las noches
con luces de magnesio los paseos del ferial. Una semana antes del estallido revolucionario,
en sesión del 11 de septiembre, el Cabildo había manifestado su disconformidad con una
R.O. del 31 de julio que disponía la celebración de las ferias y mercados en días no festi-
vos, lo que hacía peligrar la feria de esta ciudad, cuya economía dependía en gran manera
de la asistencia de los vecinos de Gibraltar, de ahí que se le hiciese saber al Gobernador
Civil la necesidad de seguir celebrando en domingo uno de los tres días del mercado de
ganado. En esta cuestión estaban ocupados los munícipes, cuando tres días después que en
Cádiz, el 21, el vecindario proclamó la revolución en la plaza Alta con vivas a la revolu-
ción, a Prim y a la soberanía nacional.435 Desde un principio, el comandante general del
Campo, José Macías, intentó controlar el poder civil, para lo que destituyó al Cabildo
moderado y nombró en su lugar otro con carácter interino, al frente del cual, puso al pro-
gresista Manuel Juliá Jiménez, con el especialísimo encargo de que: "Haga guardar el
mayor orden, y el respeto a las personas y propiedades". Era patente la preocupación de la
autoridad militar por evitar que los actos exaltados fuesen a desbordar el espíritu revolu-
cionario. Una vez posesionados de sus cargos, los nuevos ediles dirigieron una alocución al
vecindario con el propósito de que se supiera que todos ellos eran progresistas, y que:
Pero este Cabildo ni si quiera alcanzaría las veinticuatro horas de existencia, pues crea-
da la Junta Revolucionaria de Algeciras el día 22, ella designaría una nueva Corporación,
que tomó posesión al día siguiente, bajo la presidencia de Antonio de la Calle, quizás la
misma persona que mandaba la Milicia Nacional en la revolución de 1843. En opinión de
435. SANTACANA: Op. cit. p. 132.
436. AMA; LAC: Sesión del 21 de septiembre 1868.
251
M.L. Martín y L.A. del Castillo, que han analizado los acuerdos capitulares, el comandante
general del Campo pretendió ser el motor que oficializase la revolución en su distrito, favo-
reciendo a la facción progresista de la revolución, quizás por pertenecer a ella, y margi-
nando a las restantes opciones. Sin embargo, no se ha podido averiguar si Macías actuaba
de motu propio al tener conocimiento del levantamiento, o si lo hizo obedeciendo órde-
nes de los altos mandos sublevados en la capital.437 Aunque no se ha documentado lo sufi-
ciente, parece que fue importante el papel desempeñado en la "Gloriosa" por el político
algecireño y presidente provincial del Partido Progresista, José González de la Vega, del que
es tradición que en su casa de Los Barrios, villa de la que había sido alcalde, se reunieron
algunos conjurados con Prim para organizar el gobierno que habría de salir de la revolu-
ción, por lo que en tal caso, habría que considerar la posibilidad de que la primacía dada
por el comandante general José Macías al Partido Progresista respondiese a instrucciones
impartidas por González de la Vega.
Según E. Santacana, el mensaje de los ediles no había conseguido el efecto deseado y
en la mañana del 22 la población se encontraba bastante inquieta y a merced de gente exal-
tadas. Es probable que la alocución no se llegase a difundir e incluso, ni si quiera a redac-
tar, dada la celeridad con la que se suscitaron los hechos. El caso es que, salidos los mode-
rados del gobierno local, el ex-alcalde Gaspar Segura, a quien Santacana tilda de modera-
do conspicuo, y que se había significado en la Alcaldía por su carácter autoritario y por un
exceso de celo en sus intervenciones en las causas de contrabando, se había quedado poco
menos que indefenso y expuesto a la ira de los enemigos que se había ganado entre sus pai-
sanos. Refugiado en la Comandancia General del Campo, Segura intentó en la mañana del
22 ponerse a salvo en la colonia vecina, al igual que habían hecho otros compañeros del
partido, pero la barquilla en la que se dirigía a tomar el vapor de Gibraltar, fue alcanzada
por elementos exaltados y en ella fue brutalmente apuñalado, cayendo herido de muerte
en los brazos de su esposa. Apunta este mismo autor que, en aquellos momentos de esfer-
vescencia y desate, la pasión se confundía con el odio, y los vivas se mezclaban con los mue-
ras. Algunos se aprovecharon para abrir las celdas de la cárcel y poner en libertad a los pre-
sos, promover algaradas callejeras, producir daños en los montes comunales y hasta se
metió fuego a los expedientes de la escribanía de las actuaciones en la que radicaban las
causas por contrabando, todo ello, ante la mirada de una multitud que no se atrevía a opo-
nerse.438 En este clima de violencia fue providencial la visita relámpago efectuada a
Algeciras por Prim, que estuvo varias horas del día 23. La presencia del general y presidente
nacional del Partido Progresista, muy querido y admirado en la ciudad por su hazaña en
Los Castillejos, durante el conflicto de Marruecos, y las palabras que dirigió al vecindario
desde un balcón del domicilio de Manuel Juliá en la plaza Alta, sirvieron para apaciguar
las pasiones, encauzar las voluntades y reforzar el poder de la junta revolucionaria, que fla-
437. MARTÍN, Mª. L. Y CASTILLO, L. A.: “El impacto de la revolución del 68 en el municipio de Algeciras.”(Inéditos 1983).
438. SANTACANA: Op. cit. p. 131-133.
252
queaba ante los acontecimientos. Además, enalteció los ánimos de la guarnición, cuyas
fuerzas acompañadas por tropas veteranas de carabineros y el Batallón de Cazadores de
Ceuta marcharon a Sevilla a unirse al general Serrano, bajo cuyas órdenes participaron en
la acción de Alcolea.
Debido al vacío documental que rodea a las actuaciones de la junta revolucionaria alge-
cireña, se desconocen las tribulaciones en las que estarían sumidos sus componentes, que
tardaron nada menos que once días desde su creación en darse a conocer y exponer a la
opinión pública sus intenciones. Por fin, el 4 de octubre rompieron su silencio y repartie-
ron un panfleto con un programa progresista muy atractivo, quizás sintonizado con el de
otras juntas, en el que exponían:
253
Resulta llamativo que en esta ciudad la junta adoptase una denominación diferente a
las del resto del país, intitulándose Junta de Salvación y Gobierno, remembrando a sus
antecesoras de las revoluciones de 1843 y 1854, que también se titularon de salvación. En
cuanto a su presidente, cuyo nombre no se cita en el manifiesto, quizás por hallarse ausen-
te de Algeciras, según E. Santacana, se trataba del progresista Manuel Juliá, pero M.L.
Martín y L.A. del Castillo creen que fue el Partido Demócrata el que se hizo con su domi-
nio, gracias al apoyo que recibieron de una gran mayoría del pueblo, lo que les permitiría
situar al demócrata Antonio de la Calle, tanto en la presidencia de la Junta, como en la
Alcaldía. De esta manera, quedaba frustrada la intentona progresista de asalto al poder
local, aunque la junta se había comprometido a dar cabida a todos los partidos revolucio-
narios de la ciudad.
El 8 de octubre, bajo la presidencia del general Francisco Serrano y Domínguez, toma-
ron posesión los ministros que iban a hacerse cargo del Gobierno del régimen provisional,
mientras se elaboraba un nuevo código constitucional. Pero pronto embargaría a los revo-
lucionarios una profunda desilusión, al ordenar el Gobierno el 21 de octubre la supresión
de las juntas por considerarlas ahora competidoras peligrosas y ver en sus batallones de
Voluntarios de la Libertad un descontrolado ejército paralelo al que había hecho la revolu-
ción. En Cádiz la negativa al desarme de los batallones supuso tres días de luchas callejeras,
barricadas incluidas, alimentando la revuelta el paro y la falta de jornales. En cambio, en
Algeciras la cosa estuvo tranquila, la junta cesó inmediatamente y los Voluntarios se reorga-
nizaron, de acuerdo con la nueva normativa, en tres compañías de cien hombres cada una,
cuyos jefes y oficiales fueron elegidos en público por sus miembros.439 Todavía, en este mes
de octubre el Cabildo algecireño tendría que vérselas con tres asuntos ciertamente peliagu-
dos. En primer lugar, la tradicional sequía económica de las arcas municipales, en cuya caja
de caudales sólo había veinte mil ochenta y un escudos y doscientas milésimas, se veía ahora
agravada por la supresión de los arbitrios sobre el consumo del trigo y del pescado, lo que
obligaba al Cabildo a buscar recursos para compensar el déficit del presupuesto municipal.440
En el área de los asuntos políticos, practicó las sempiternas depuraciones de funcionarios,
de la que un ejemplo fue la separación de su puesto del aguacil por: "Sus antecedentes y con-
ducta no muy en armonía."441 Y en tercer lugar, se decantó abiertamente en una pugna inter-
na entre mandos del ejército, al salir en apoyo del comandante general del Campo, Carlos
Pavía, quien había acudido al Cabildo en solicitud de respaldo, porque había salido un pre-
tendiente para su cargo. El Cabildo acordó dirigirse al capitán general Juan Prim, para que
se valorasen los servicios prestados por Pavía a favor de la revolución, y que éste permane-
ciese en el destino.442 Esta decisión del comandante general de acudir al alcalde en solicitud
de apoyo se puede valorar como el cambio definitivo del poder, que pasa de la supremacía
militar del ejercido por Macías, al supeditado al civil con Pavía.443
439. PÉREZ PETINTO Y COSTA.: Historia de la Muy Noble, Muy Patriótica y Excelentísima Ciudad de Algeciras, 1944.
(Copia mecanográfica). f. 154.
440. AMA; LAC: Sesiones del 21 y 30 de octubre 1868.
441. AMA; LAC: Sesión del 21 de octubre 1868.
442. AMA; LAC: Sesión del 26 de octubre 1868.
443. MARTÍN Y CASTILLO: Op. cit.
254
Las elecciones municipales del mes de diciembre normalizaron la vida municipal, al
recuperar el pueblo su capacidad de sentar en el Cabildo a sus representantes preferidos a
través del sufragio, por medio del cual, volverá a la Alcaldía el progresista Manuel Juliá y
será elegido diputado a Cortes constituyentes el ex-alcalde Antonio de la Calle. La nueva
Corporación tomó posesión el 1 de enero de 1869 con la novedad de incorporar ediles
republicanos, incluso el primer teniente, Francisco Guerrero Fontanilla, era uno de ellos.
Como ha señalado A.J. Villatoro, esta presencia se dejará notar en las decisiones del
Cabildo, que mostrará cierta tolerancia con las ideas republicanas.444 Efectivamente, en sin-
tonía con el programa republicano, el Cabildo acordó organizar el Batallón de Voluntarios
de la Libertad con dotación de credenciales y armas de fuego, para: "Con ellas hacer el ser-
vicio que por el Sr. alcalde se les encomiende."445 Lo que iba abiertamente en contra de la
ley. También se les dotó de infraestructura con la cesión del salón del pósito para las reu-
niones de la Sociedad Democrática Republicana y de las Juventudes Republicanas de
Algeciras. Estos últimos también obtuvieron del cabildo la cesión del local de la escuela de
niños, donde establecieron por la noche una: "Cátedra de instrucción Oral."446 A pesar de
que el Gobierno no alcanzó un alto índice de cumplimiento del programa progresista, pues
no se abolieron las quintas ni los impuestos de consumo, dos promesas estrellas de la revo-
lución, el Cabildo intentó, no obstante, hacer algunas aportaciones por su cuenta, en la
medida de sus cortas posibilidades, y así, el producto de las corridas de toros de la feria de
1869 se destinaron a la redención de los mozos de la localidad.447 Tampoco faltaron las
depuraciones de los empleados que no inspiraban confianza y los cambios en la nomen-
clatura callejera, así el paseo del Calvario pasó a llamarse de la Libertad.448
El 6 de junio de 1869 se promulgó la nueva Constitución, que, como las precedentes,
fue acogida en Algeciras con festejos y el reparto, entre pobres y presos, de pan y carne del
toro que se corrió enmaromado por las calles, y con la entrega de dos reales a cada enfer-
mo del Hospital de Caridad. Estas entregas de alimentos a las clases más menesterosas,
siempre estuvieron asociadas a los acontecimientos políticos festivos, así se repetirá el 17
de septiembre con motivo del primer aniversario del alzamiento, en el que se repartieron
entre los pobres ochocientas libras de pan y seiscientas raciones de carne. La nueva Carta
Magna era progresista, reconocía nuevos derechos como el sufragio universal, pero sólo
masculino, la libertad de prensa, residencia, enseñanza, reunión y culto, así hasta un total
de veinte artículos dedicados a los derechos que los diputados dieron en llamar naturales;
además, establecía la separación de poderes entre el ejecutivo, compartido por el Rey y el
Gobierno, y el legislativo, reservado a las Cortes, que se estructuraban en dos cámaras,
Congreso y Senado, ambas de igual categoría. Pero, como en su elaboración, la interven-
ción de los diputados monárquicos había sido mayoritaria, lógicamente, el resultado final
444. VILLATORO NOBRE, A. J.: “Algeciras y el movimiento cantonalista.” Almoraima, 0, (1988)
445. AMA; LAC: 30 de abril 1869.
446. AMA; LAC: Sesiones del 5 y 26 Febrero 1869.
447. AMA; LAC: Sesión del 26 de abril 1869.
448. AMA; LAC: Sesiones del 30 de enero 1870 y 19 de marzo 1869.
255
desencantó a los republicanos, quienes, al cumplirse el primer aniversario de la "Gloriosa",
estallaron en revueltas en Cataluña, Aragón y en diversos lugares de Andalucía como Arcos
y Málaga. Se desconoce si en Algeciras también se produjeron incidentes, y si éstos alcan-
zaron cariz violento, pero, en cualquier caso, la Diputación destituyó a los ediles republi-
canos, incluido al teniente de alcalde Francisco Guerrero.449 La separación de los republi-
canos no supuso la de los sentimientos anticlericales del Cabildo, sino, al contrario, pare-
ce que los avivó. Así, en respuesta a la petición del obispo de Cádiz de reconstruir la Capilla
del Ecce Homo, situada en el costado de poniente de la Iglesia de Santa María de la Palma,
que había sido derruida por la Junta de Salvación, el Cabildo quiso aprovechar la ocasión
para restarle presencia pública a la Iglesia Católica, y aceptó que fuese reconstruida, pero
con acceso desde el interior del patio de la sacristía, y se justificaba, diciendo no sin cierto
cinismo, que pretendía preservarla de: "Las irreverencias que solían ocurrir en ella, por ser
uno de los sitios más frecuentados de la ciudad."450 De igual forma, el Cabildo se negó a
subvencionar la procesión del Corpus de aquel año.451
Mantenido en España el régimen monárquico institucionalizado y democrático, sólo
restaba encontrar un noble liberal que aceptase la corona y que no fuese rechazado por las
restantes potencias, tarea algo complicada a la que se entregó Prim como presidente del
Gobierno y hombre fuerte del sistema, mientras que Serrano quedaba de regente del
Reino. Las gestiones culminaron, tras muchas dificultades, con la elección del duque de
Aosta, Amadeo de Saboya, cuya casa real gozaba de gran prestigio por haber impulsado la
unificación italiana. El nuevo rey llegó a España el 30 de diciembre de 1870, pero se
encontró a su llegada con la noticia del asesinato, tres días antes, del que había sido su vale-
dor, el general Prim. El 2 de enero de 1871 Amadeo I juró la Constitución, comenzando
un reinado de veinticinco meses de dificultades, durante los que se sucederán distintos
gobiernos presididos por Serrano, Sagasta y Ruiz Zorrilla. La proclamación del nuevo
monarca se acogió en Algeciras con indiferencia por una parte de la ciudadanía y con aca-
loradas repulsas por la otra,452 quizás por efecto de la activa militancia republicana de la
localidad, la misma que, en las elecciones municipales de diciembre de 1871 llevará al
Partido Republicano a copar el Consistorio algecireño, con plaza de alcalde para Francisco
Guerrero, el edil, que por su militancia republicana, había sido destituido dos años atrás.
Pero el cambio dinástico se irá al garete por culpa de la acumulación de adversidades que
agobiaron al Rey: las constantes divergencias entre los partidos y el escaso apoyo que éstos
le prestaron, el tercer asalto de las Guerras Carlistas y el inicio de la de Cuba, los graves dis-
turbios protagonizados por los obreros en algunas ciudades y, en fin, el escaso afecto que
le dispensaban los ciudadanos, le llevaron a abdicar, y el 11 de febrero de 1873 en sesión
conjunta, el Congreso y el Senado proclamaron la República Española, por doscientos cin-
cuenta y ocho votos contra treinta y dos. Fue elegido para presidirla, Estanislao Figueras.
449. AMA; LAC: Sesión del 16 de octubre 1869.
450. AMA; LAC: Sesión del 4 de febrero de 1870.
451. AMA; LAC: Sesión del 10 de junio 1870.
452. PETINTO: Op. cit. f. 156
256
Los sucesos que se desencadenarán a partir de aquí harán del año 1873 el periodo más con-
flictivo del sexenio, hasta el punto de llegar a ponerse en riesgo la unidad de España.
A principios de enero de 1872 había tomado posesión de la Alcaldía Francisco
Guerrero, sin que su vuelta al Ayuntamiento y la divergencia política que durante un año
se establecerá en Algeciras entre el poder central -monárquico- y el local -republicano-, des-
pertase recelos o conflictos conocidos. Sin embargo, al comenzar la República, Algeciras no
se escapará de sus turbulencias, pues como acertadamente aseveró E. Santacana en relación
a los incidentes del siglo: "Lo que en grande se veía en la Nación ocurría aquí en peque-
ño."453 Pero antes de entrar en el relato de los acontecimientos de mayor enjundia política,
hay que referirse a dos iniciativas educativas que por estos tiempos se pusieron en marcha
en Algeciras. La primera es una escuela nocturna para adultos, ofertada cuando aún no
había comenzado la república, y el anticlericalismo de otros años parece ahora más apaci-
guado. Su maestro, Emilio Franco y Rojo, era un hombre comprometido con su época, al
que se le imputará el incendio de las impopulares casillas del arbitrio. La segunda, se trata
de la reapertura del curso de la escuela de artes y oficios, que por tener lugar ya en tiem-
pos republicanos, se dirigía a los interesados con el correspondiente tratamiento de ciuda-
danos obreros. Decían así sus respectivas convocatorias:
257
subsistir sin la instrucción, autorizan al profesor que suscribe, facilitándole para
ello los medios materiales que le sean preciso, para que desde el primero de
Febrero próximo establezca en el local del Pósito, una clase nocturna para adul-
tos, a la cual puedan asistir todos los que por negligencia de sus padres o por
abandono propio, no hayan recibido los primeros rudimentos de la instrucción
primaria tan necesarios para la cultura humana y sin los cuales no son posibles,
ni el empleo de la razón, ni la felicidad del individuo, ni el progreso providencial
de la sociedad. Algeciras, 24 de Enero de 1873. El Director: Emilio Franco y
Rojo. (Imprenta de Lorite).454
258
Votada definitivamente por las Cortes constituyentes la República
Democrática Federal conforme al Gobierno de la Nación Española, el
Municipio, que profesa por convicción los principios que abraza dicha forma de
Gobierno acordó por unanimidad, celebrar tan fausto acontecimiento, preparan-
do varios regocijos públicos entre los que figurase una solemne manifestación."457
Esta manifestación tuvo lugar el 13 de junio, pero, al pasar ante las Casas Consitoriales,
se dieron gritos contra el consumo y algunos manifestantes se dirigieron hacia las casillas
del cobro de los arbitrios, emplazadas en las principales vías de acceso a la ciudad; algunas
de ellas resultaron dañadas, y se acusaron de ser los inductores el jefe de la Partida
Municipal, José Pareja Torres y el maestro de adultos, Emilio Franco y Rojo, al que ya se
ha hecho referencia.458 El caso fue que los ediles se valieron de estos incidentes para pre-
sentarlos como un apoyo popular a su propuesta de anular los impuestos de consumo y a
favor del reparto vecinal, y así se lo expusieron a los contribuyentes de la Junta de
Asociados en sesión del 27 de junio, con lo que se dio carpetazo al asunto.459
Un año antes, los niños de Algeciras, como los de algunos otros pueblos gaditanos y
malagueños, habían cantado jugando a la rueda con la música del himno de Riego, la
siguiente cancioncilla, sin duda, inspirada por sus mayores:
Desde luego, 1873 no resultaría un año cómodo para el Cabildo algecireño, que ten-
dría que afrontar varias papeletas más, algunas como consecuencia de lo que se vivía en el
país y otras, circunscritas a las peculiaridades de esta ciudad. A finales de mayo, los obre-
ros de las panaderías se habían puesto en huelga pidiendo aumento de los jornales, y los
patronos, en compensación, subieron en dos cuartos el precio de la hogaza, lo que causó
gran malestar en la población. El Cabildo tomó carta en el asunto, y, con el alegato de que
la subida no guardaba relación con el aumento solicitado por los obreros, y que el trigo y
la harina tenían un precio módico capaz de admitir una pequeña subida en la mano de
obra sin alterar el precio del pan, mandó a elaborarlo y expenderlo al público, por cuenta
457. AMA; LAC: Sesión del 11 de junio 1843.
458. AMA; LAC: Sesión del 15 de junio 1873.
459. VILLATORO: Op. cit. p. 12.
460. Recogida a Ascensión Escobar Quesada Algeciras..
259
del Ayuntamiento, al precio de diez cuartos la hogaza, que era el que hasta entonces tenía,
con lo que se evitó perjudicar a los ciudadanos. Cabe imaginarse la popularidad que la
medida daría al Cabildo, pero también lo tocado que quedaría en su enfrentamiento a
doble banda con propietarios y mayores contribuyentes.461 Dos de las primeras medidas
ordenadas por la república habían sido la reorganización de los cuerpos de Voluntarios de
la Libertad, que pasarán a denominarse Voluntarios de la República, y la abolición, por fin,
de las quintas y matrículas de mar, decisión esta última que fue acogida en Algeciras con
un gesto bien significativo: la ruptura del medidor usado en la talla de los mozos.462. No
tan fácil resultaría el equipamiento de los Voluntarios, que se vería complicado por las agi-
taciones cantonales. Sus miembros se hallaban disueltos, pero como aquí se habían man-
tenido los batallones más allá de octubre del 68, transgrediendo la orden de su supresión,
su reorganización fue rápida y, en marzo, ya se hallaban inscritos cuatrocientos individuos,
agrupados en cuatro compañías, mandadas cada una por un comandante, primer jefe y
otro segundo, un capitán, dos tenientes, dos alféreces, de los que uno era el abanderado,
un sargento primero, tres segundos, cinco cabos primeros y cinco segundos. Los proble-
mas surgirían al toparse el Cabildo con la falta de fondos para adquirir el armamento y la
munición necesaria, acordándose en capítulo gestionar del Gobierno de la República su
adquisición por cuenta del Estado.463 Sin renunciar a otras vías de captación de recursos, se
organizó una función de teatro para atender con su producto a los batallones.464 La res-
puesta de Madrid fue autorizar la retirada de carabinas "Berdán" del parque de Artillería
de Ceuta, pero se anduvo lento en la gestión, y, al haber estallado por medio en el mes de
julio las revueltas cantonales, el comandante general de aquella plaza, con buen criterio
, desde luego, se negó a entregarlas. En represalia, el Comité de Salud Pública de Algeciras
acordó el bloqueo de Ceuta, decisión calificada por M. Pérez-Petinto de: "Nota cómica que
alivió en algo la pesadilla en que vivía la ciudad."465 De todas formas, de poco les hubiesen
servido las carabinas: los Voluntarios de la República ya tenían sus días contados, y, pasa-
do el tiempo, se sabrá que la autoridad militar de Ceuta les estaba haciendo un gran favor,
al evitarles sucumbir frente a las tropas del ejército en un enfrentamiento desigual, y enton-
ces sí que en Algeciras se hubiese vivido una auténtica pesadilla.
Aquel año la feria cambió otra vez de fecha. Ahora, a petición del arrendatario de la
plaza de toros, que alegaba que no había podido contratar las corridas, se atrasó al segun-
do domingo de junio, con lo que el primer día feriado, que fue el 8, coincidió con la pro-
clamación de la República Federal. Tres días después, el 11 de junio, tomaba posesión en
Madrid el gobierno de Pi y Margall. Las autoridades federalistas tenían por delante un reto
importante: elaborar una Constitución que legalizase el nuevo marco federal. El régimen
constitucional hacía incompatible la monarquía con el sujeto constituyente, es decir, el
461. AMA; LAC: Sesión del 2 junio 1873.
462. AMA; LAC: Sesión del 18 de abril 1873.
463. AMA; LAC: Sesiones del 22 de febrero y 16 y 23 de mayo de 1873.
464. MMA: Programa de función teatral a beneficio de los Voluntarios de la República. Algeciras, 22 de junio 1873.
Imprenta La Actividad. Sig: RA/VC-13.
465. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. f. 156 y VILLATORO: Op. cit. pp. 14-15
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pueblo nacional soberano definido como republicano, federal (división territorial), libe-
ral (división de poderes) y , democráticos (sufragio universal). Por lo que el modelo de
constitución federal contemplaba entre otros aspectos, la defensa de todos los derechos
naturales; la autonomía de municipios y estados, que estarían representados por el Senado
tomando como base a los antiguos reinos peninsulares; la elección cada cuatro años del
presidente de la República; un poder ejecutivo fuerte que fuese mantenedor del orden
público; la separación Iglesia y Estado; la abolición de los títulos nobiliarios y la promo-
ción de las Colonias de Ultramar. Pero su promulgación se fue alargando en el tiempo más
de lo conveniente, de modo que al final no pasó del borrador, lo que originó un divorcio
entre ciudadanos y gobernantes, que aprovechado por los federalistas más radicales o
intransigentes, abocaría al país al cantonalismo. Este fue un proceso concebido de abajo a
arriba, basado en la declaración de soberanía plena por parte de los municipios, que una
vez constituidos en cantones, se deberían unir entre sí, para formar unidades mayores,
hasta culminar el estado de la federación. El cantonalismo tuvo una aceptación sorpren-
dente, se impuso con rapidez y entusiasmo, incentivado por el triunfo de los radicales en
las elecciones municipales del mes de julio. Pero los cantones, en lugar de unirse libre-
mente, conforme a la voluntad de sus habitantes, se enfrentaron entre sí, como si de ene-
migos inveterados se tratase, con la pretensión de imponer sus anexiones por la fuerza de
las armas. Enseguida derivó en un proceso de disolución de la unidad de España, que, por
días, se creía finiquitada. Hubo lucha entre Sevilla y Utrera, Cartagena bombardeó Almería
y Alicante, y también se suscitaron algunos incidentes entre Algeciras y Los Barrios. Hasta
unos treinta cantones se proclamaron, mayormente en Andalucía, Extremadura, Levante y
algunos en Cataluña. El primero en pronunciarse fue Cartagena (12 de julio), que sería
también el último en extinguirse (18 de enero 1874). La situación, ya difícil de por sí, se
vio agravada aún más por la huelga general de Barcelona del 14 de julio, y el control del
país acabará por escapársele de las manos a Pi y Margall, que cederá la presidencia a Nicolás
Salmerón. Entre la nómina de ciudades acantonadas figuran: Cartagena, Alcoy, Sevilla,
Cádiz, Málaga, Valencia, Almansa, Castellón, Granada, Avila, Salamanca, Bailén, Andújar,
y tres campogibraltareñas: Tarifa, Los Barrios y Algeciras. Como única salida a aquella
situación, el 31 de julio se cursó al ejército la orden de acabar con los focos sublevados.
Dos generales se encargaron de la misión: Manuel Pavía en la región meridional y Artenio
Martínez Campos en la levantina. En un par de semanas estaban sometidos todos los can-
tones excepto el de Cartagena.
Tras una primavera caliente culminada por un mes de junio de auténtica pesadilla,
(recuérdese la deserción del alcalde, la huelga de los panaderos, el incendio de las casillas
del consumo, y la porfía entre ediles y contribuyentes), en la que lo menos complicado de
consensuar fue reemplazar el nombre de la Plaza de la Constitución por el de la República,
y luego de la República Federal, así como eliminar el escudo de la monarquía en sellos y
fachadas, era lógico que estos acontecimientos animasen a los algecireños a implicarse en
la fiebre independentista. El proceso comenzaba con la creación de juntas revolucionarias
que reemplazaban a los Ayuntamientos. En los lugares en los que los obreros de la
261
Asociación Internacional de Trabajadores guiaron el movimiento, los órganos de poder se
autodenominaron Comité de Salud Pública; en aquellas localidades que el movimiento
cantonal estuvo capitaneado por los republicanos federales, sus órganos de gobierno solían
llamarse Comité de Seguridad; mientras que en los municipios independientes eran Junta
Soberana o Junta Pública. En el primer caso estaban Alcoy y Barcelona, y en el segundo,
Málaga.466 El 22 de julio se constituyó la junta revolucionaria de Algeciras, presidida por
Eleuterio Torrelo, que adoptó la denominación de Comité de Salud Pública, por lo que es
probable que en ella estuviesen presentes miembros de la A.I.T. Ese mismo día comunicó
su existencia a la Corporación, que de forma inmediata presentó su dimisión:
262
dente de la Diputación provincial en 1874, en misiva dirigida al alcalde de Algeciras, rela-
taría el suceso de la siguiente forma:
263
y en la salvación de la patria y del ejército. Pavía convocó a los representantes de todos los
partidos, excepto cantonales y carlistas, a la formación de un gobierno nacional. El resul-
tado fue la alianza de conservadores y republicanos, tanto radicales como unitarios, para
formar el mismo día 3 de enero un gobierno que sería presidido por el general Serrano, en
quien recayó también la presidencia de la República. Con la acción de Pavía y el regreso
del duque de la Torre a la cúspide del poder, se reactivaba la tradicional disposición del ejér-
cito liberal, presto a acudir a taponar las heridas abiertas en la soberanía nacional y la uni-
dad de la patria, pero el golpe de estado no fue unánimemente aceptado y en algunas ciu-
dades como Zaragoza, Barcelona, Sevilla, Málaga y Cádiz, se produjeron alteraciones.
Aquella situación inspiró a un cronista de los acontecimientos la siguiente reflexión: "¡Qué
republica tan desdichada aquella que no tuvo una docena de hombres siquiera que que-
masen en su honor o en su defensa un ciento de cartuchos! Cayó como debía caer: murió
como debía morir: a manos de la Guardia Civil."473
Las repercusiones en Algeciras no se harían esperar. El 5 de enero, el comandante gene-
ral del Campo, José Chinchilla, destituyó al Cabildo y, sin dar tiempo ni ocasión a que los
algecireños pudiesen decir: "Esta boca es mía", puso en la Alcaldía a un antiguo vocal de
la junta revolucionaria septembrina, a Remigio Gutiérrez de Gereda. Parece que durante la
"Interinidad", término con el que los historiadores de la época llamaron a este periodo, los
republicanos del 68 reverdecieron en la comarca, llegando algunos de ellos a desempeñar
cargos públicos, como son los casos de los ya citados Gutiérrez de Gereda en la Alcaldía, y
de González de la Vega en la Diputación provincial. En el mes de junio el alcalde de
Algeciras recibió el agradecimiento del gobernador civil por los servicios prestados por la
Corporación con motivo de la sublevación cantonal de Alcalá de los Gazules y Paterna de
la Rivera. No se aclara sí en pago a servicios prestados en las sublevaciones cantonales del
año anterior, o si respondía a un rebrote reciente. De todas formas, cualquiera que fuese el
caso, debieron acudir fuerzas, reclutadas por el Cabildo algecireño, a sofocar sublevaciones
en las citadas ciudades coprovincianas.
En el manifiesto que dirigiera a la Nación con motivo de su toma de posesión, Serrano
declaraba la vigencia de la República unitaria y de la Constitución de 1869. Suspendía la
actividad parlamentaria -eufemísticamente se hablaba de: "Interregno"-, y no ocultaba que
aquella era una situación dictatorial, aunque se comprometía a devolver la legalidad.
Posteriormente, desdobló sus poderes, retuvo para sí la presidencia de la República, tras-
pasó la del Gobierno a Zabala, su ministro de la Guerra, y marchó a las provincias del norte
a enfrentarse con los carlistas. Después de casi un año, todavía permanecía en el frente,
pero su régimen personal estaba ya agotado y falto de perspectivas políticas. Sin quererlo,
se había convertido en la transición natural hacia la Restauración Borbónica, a la que ni
siquiera se pudo oponer cuando el 29 de diciembre de 1874 el general Martínez Campos,
considerando que éste era el deseo del pueblo español, se pronunció en Sagunto, procla-
473. BERMEJO, I. A.: Historia de la interinidad y guerra civil en España desde 1868. Madrid, 1977. pp. 3 y 998
264
mando rey de España al príncipe D. Alfonso de Borbón, hijo primogénito de Isabel II y
Francisco de Asís.
Como en el juego del corro, los hombres del Sexenio habían dado la vuelta completa a
la rueda de los acontecimientos, con la salvedad de que no eran precisamente cancioncillas
desenfadadas lo que habían dejado a su paso.
265
autoridades civiles y Militares a quienes invitaran oportunamente. En el tercer
día se sorteará entre los niños y niñas pobres de las tres escuelas públicas, seis tra-
jes que el Ayuntamiento los destine. Y se correrá otro toro, que como el anterior
se distribuirá con una hogaza de pan entre los pobres. La Corporación gratifi-
cará con doscientos reales a los padres pobres de las criaturas que nazcan en el día
de la entrada del Rey en Madrid. En los tres días de festejos habrá fuegos artifi-
ciales y situada la música en la Plaza Alta, tocará piezas escogidas.
Además, se acordó colocar un retrato de Alfonso XII en las Salas de Sesiones, regalado
por el comandante general con la apostilla de tratarse de: "Uno de los primeros y más fie-
les que se han hecho en estos momentos del joven y agusto monarca, que la Nación hoy
aclama con tanto deseo como entusiasmo."475 Un importante paso en la transición supuso
la amnistía concedida a los miembros del Comité de Salud, que acudieron a este nuevo
Ayuntamiento para que:
Las gestiones darían por fruto la amnistía de los cantonalistas en el mes de noviembre.476
Antes de su proclamación, Alfonso había manifestado la aceptación de su destino, pero
sin renunciar a los principios que habrían de convertirse en el lema de su reinado: "Sea lo que
quiera mi propia suerte, ni dejaré de ser buen español, ni como todos mis antepasados buen
católico, ni como hombre del siglo, verdadero liberal". Era pues el rey ideal para el proyecto
de: "Restauración cánovista": un monarca aceptado por el pueblo y sin pretensión de man-
dar, que favoreciese el establecimiento de un sistema que garantizase la unidad nacional
mediante un pacto de Estado formalizado por los partidos por encima de las personas. Se
impondrá un hombre nuevo que gobernará desde el realismo y sin ambages del liberalismo
romántico del pasado, y se apaciguarán las relaciones entre los dos partidos dinásticos y
mayoritarios, de la mano del turnismo, o rotación en el gobierno durante una legislatura cada
uno de ellos. El turnismo se puso en marcha en 1876 y en él participaron Cánovas, como
líder del Partido Conservador, y Sagasta, como otro tanto del Partido Fusionista Liberal. Para
darle validez al sistema, el 30 de junio de 1876 el rey sancionó una Constitución, que es la
meta que aspiran alcanzar los reformistas políticos. La nueva Carta Magna era conservadora:
hacía residir la soberanía en el Rey y las Cortes, no reconocía la separación de los tres pode-
res y propugnaba un ejecutivo fuerte, establecía el estado confesional catolico y reservaba para
el rey el derecho a veto. Aunque por otra parte, también resultaba muy flexible, porque remi-
474. AMA; LAC: Sesión del 31 de diciembre 1874.
475. AMA; LAC: Sesiones del 11 de enero y 5 de febrero 1875.
476. AMA; LAC: Sesión del 5 de febrero 1875.
266
tía a leyes orgánicas a elaborar y, dejaba la puerta abierta al sufragio universal con el matiz ya
conocido de excluir el voto femenino. Alcanzaría una vigencia de cuarenta y siete años, la de
más larga vida de la historia constitucional española.
En cuanto a los aspectos económicos, se dará carpetazo al intervencionismo y el libre-
cambismo dará lugar al momento más brillante del siglo XIX especialmente en las areas del
comercio, precios y circulación monetaria, gracias a la dinamización económica que
supondrá la entrada de capitales extranjeros, la reanudación de la expansión ferroviaria, la
creación de sociedades mineras y el aumento de la exportación vinatera a causa de la plaga
de filoxera que afectaba a Europa. Los avances técnicos, como la luz eléctrica y el teléfono,
redondearán la felicidad, y el nuevo modo de vida quedará reflejado en los espectáculos y
diversiones públicas, erigiéndose la zarzuela, por encima de los restantes géneros, en el más
representativo del régimen. Todo ello será una base sólida para la recuperación del presti-
gio de la monarquía Borbónica y la aprobación con nota del sistema Canovista. Un logro
más hay que anotar a su haber: el fin de las dos guerras que arruinaban al Reino: el de las
terceras y últimas Guerras Carlistas, con la toma de Estella por el general Fernando Primo
de Rivera el 28 de febrero de 1876 y la primera Guerra de Cuba, cuya paz del Zanjón en
febrero de 1878 puso fin a una década de ensangrentadas luchas. A tantos éxitos y pros-
peridad sólo le saldrá un grano, pero en lugar muy incómodo, y es que a pesar de las rique-
zas y progresos, los obreros no mejoraron las condiciones infrahumanas en las que vivían.
Como en los cuentos de príncipes, sólo faltaba una boda para renondearlo todo, y ésta
llegaría en 1878. la novia fue la prima del rey, la infanta Mercedes de Orleans, pero la feli-
cidad se truncó repentinamente por su muerte a los cinco meses del enlace. Alfonso XII
tendría que casarse de nuevo, lo que hizo al año siguiente, esta vez con Cristina de
Habsburgo-Lorena.
Desde su aislamiento, los algecireños seguían la marcha de los acontecimientos, más
como invitados de piedra que como dueños de su destino; pues el sur peninsular, antes tan-
tas veces escenario de acontecimientos determinantes del devenir común de todos los espa-
ñoles, quedaba ahora lejos del centro de decisiones. Algunos autores locales mencionan
una recuperación en la economía de la ciudad al iniciarse el último cuarto del siglo, que se
mantendría hasta la crisis general de 1886; pero, en realidad, hasta la última década de la
centuria no se dejaron sentir las mejoras, si bien, fueron muy contadas. No obstante, se
produjeron algunas innovaciones como resultado de esfuerzos locales, tanto del Cabildo
como de particulares, y no por una mayor atención por parte de la administración central.
Dos obras, por iniciativa del Ayuntamiento, se realizaron en estos primeros años de la
Restauración: el arreglo, sin ayuda oficial, desde luego, del muro norte del río de La Miel,
que costó casi cuatro mil pesetas; y, dos años más tarde, la construcción de la pescadería,
que consistía en un tinglado de columnas y celosías de hierro, cuya construcción se con-
trató con la prestigiosa firma White y Cía. de Sevilla. En el mes de octubre de 1875 el edi-
tor Luis Punta sacó de su imprenta el primer número de El Ultimo Telegrama, que nació
267
como hoja informativa y luego pasó a ser el portavoz de los conservadores algecireños. La
aparición de un nuevo periódico debe tomarse siempre como señal de buena salud de la ciu-
dad, ya sea en lo económico, o en la inquietud social. De lo que sí se cuidaron los ediles
algecireños a las mil maravillas, fue que ningún acontecimiento del Estado ni de la Corte
quedase sin celebrarse aquí con un completo programa de actos. Así por ejemplo, cuando
el fin de las Guerras Carlistas, los días 19, 20 y 21 de marzo de 1876 sonaron salvas y repi-
ques de campanas, se cantó misa y Te Deum, desfiló una carroza de La Paz, simbolizada por
una matrona, que fue acompañada por las fuerzas de la guarnición, representaciones de la
industria y el comercio, y del pueblo. Se corrió el tradicional toro de cuerda y se distribuyó
su carne con hogaza de pan a los pobres, hubo conciertos en la plaza de la Constitución,
cucaña marítima, regatas y fuegos artificiales en la bahía. Era fundamental que en las altas
esferas del poder se tuviese constancia de que la vida de los algecireños marchaba al compás
de la Villa y Corte, aunque para ello se tuviese que exprimir aún más, las ya de por sí exte-
nuadas arcas municipales, o darle cuatro hachazos más al monte. En Madrid se tenía que
saber de la fidelidad de estos ciudadanos, que con un toro, dos bailes y tres cohetes, olvida-
ban con tanta docilidad por unos días sus miserias. Con motivo de la boda real, un edil pro-
puso al Cabildo la celebración de unos festejos, y justificaba el gasto con la siguiente expo-
sición: "Teniendo en consideración el mal estado de los fondos del Municipio y no que-
riendo tampoco que por esta circunstancia se deje conocer nuestra sincera adhesión a S.M.
Y que la población disfrute en algún tanto del regocijo que experimenta el país por tan faus-
to suceso". En aquella ocasión, los actos propuestos comenzaban con:
Cómo ciudadanos y reyes estaban unidos tanto en las alegrías como en las adversida-
des, cuando a los pocos meses tocó a luto por la muerte de la reina: "Carita de cielo", el
Cabildo no puso reparos en gastar mil quinientos treinta reales en las honras fúnebres.477
477. AMA; LAC: Sesiones del 4 de enero y 26 de junio 1878. Petinto: 1944: ff. 158-189.
268
La Constitución dejaba expedito el camino de La Gaceta de Madrid para que el gobier-
no vertiese en ella todas las leyes que le conveniese; así, el 2 de octubre de 1877 nació la
Ley de los Municipios, hecha a la medida del canovismo, que quería someter los ayunta-
mientos a la fuerte administración central. Esto se conseguirá a través de la figura de los
gobernadores civiles y otros órganos de vigilancia que dará lugar a una oligarquía munici-
pal adepta por completa al partido en el poder y que seguirá sus consignas.478 Y entre esos
otros órganos de vigilancia del poder central, la institución más genuina del Campo de
Gibraltar, la Comandancia General, recibirá una ampliación de sus competencias. Por
R.D. del 21 de septiembre de 1880 se concedió al comandante general del Campo las atri-
buciones de delegado especial del ministerio de la Gobernación, con altas facultades de ins-
pección, vigilancia y policía, y el mando sobre la Guardia Civil destacada en el territorio
fronterizo. Todo ello se justificaba por la existencia del comercio ilícito con Gibraltar;
según se expone en el preámbulo del decreto:
269
ocurran en el servicio judicial por lo que hace a esa Alcaldía a los estremos y par-
ticulares que correspondan."482 Las protestas del primer edil algecireño no fueron atendi-
das; y el comandante general siguió con estas atribuciones como si de un gobernador civil
se tratase, y fue así durante el resto de la centuria y gran parte del siglo siguiente. De todas
formas, a esta autoridad, también se la "pegarán", y para mayor escarnio, serán los de su
casa, tal como denunció el administrador de la Aduana al alcalde con motivo de hallarse la
Escuadra Nacional surta en aguas de la bahía en el mes de octubre de 1881, que en lugar
de suministrarse los productos frescos en el mercado algecireño, lo hacía en la plaza de
Gibraltar.483 Con esta reestructuración del orden público se relacionaría la ubicación en
Algeciras en 1882, de una Sala de la Audiencia de lo Criminal, que funcionó hasta 1892,
año en el que se suprimieron varias del reino por dificultades económicas.
Ya se ha dicho que la zarzuela era el género musical preferido del régimen canovista, y
desde luego, en Algeciras no faltó. El empresario Juan P. Muñoz, construyó en 1882 un
teatro junto a los jardines de Cristina, llamado "El Variedades", de mil trescientas locali-
dades, que funcionaba como teatro de verano y cuya programación se dedicaba especial-
mente a zarzuela y ópera. En el mes de junio de 1883 el Ayuntamiento recaudó cuarenta
y cinco pesetas de arbitrios por nueve funciones de zarzuela que se dieron en su escenario,
y unos meses antes, en enero, se habían representado seis funciones de ópera en "El
Principal", que era el local de invierno.484
Pero el reinado de Alfonso XII se quebró inesperadamente, al morir el monarca vícti-
ma de una tuberculosis el 25 de noviembre de 1885, y Algeciras, con un solemne funeral,
unió su dolor al de todo el reino. Aquel año fue terrible para España, al ser invadida por
una epidemia de las más graves del siglo: el cólera morbo asiático; enfermedad que no res-
petaba ni don ni din, y casi un centenar de algecireños, de un total de poco más de trece
mil, perdieron la vida. Esta era la cuarta vez que la ciudad se veía invadida por el cólera,
cuando aún resultaba imposible olvidar los estragos de las epidemias de 1834, 1854 y
1859. El cólera hizo su aparición en la provincia por Puerto Real en el mes de julio de
1885, y, en agosto, había invadido Cádiz. En Algeciras, aunque había asomado en octu-
bre, fue en diciembre cuando atacó con toda fuerza, prolongándose todo el mes de enero.
La duración de estas epidemias no era muy larga, apenas llegaban a un mes, o a lo sumo
un par de meses, pero debía parecer una eternidad, porque resultaban espantosas: Los car-
pinteros no daban abasto a hacer los ataúdes, ni los sacerdotes a llevarles los últimos sacra-
mentos a los enfermos, ni a celebrar por los muertos el oficio de sepultura.485 El obispo de
Cádiz, Vicente Calvo y Valero, se desplazó hasta Algeciras para, con donativos y su pre-
sencia, atender a los afectados, y el gobernador civil presidió la reunión de la Junta Local
de Sanidad, cuyos acuerdos dan idea de la angustia que embargaba a la población:
482. AMMA: "Carta del juez de instrucción Francisco Martínez al alcalde. Algeciras, 3 de enero 1881." Orden Público: Caja 16.
483. AMMA: "Carta del administrador de la Aduana al alcalde. Algeciras, 7 de octubre de 1881". Consumo: Caja 41.
484. AMMA: "Libro de caudal desde 1863 a 1886". Propios: Caja 63.
485. BUENO: Op. cit. p. 16.
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Que en vez de secuestrar la Marina estrangera se queme en el acto todo el
trigo averiado; quemar ropas y objetos de uso; desinfección con ácido hiponitri-
co o ácido sulfuroso a las habitaciones y ropas que existan en la misma; en el hos-
pital poner en todos los servicios una disolución al 6% de sulfato de cobre, así
como si es posible se haga lo mismo en la casa de los particulares; desinfectar los
escusados, madronas y pozos negros con soluciones de la misma sal, o con cloru-
ro de cal; inhumar con cal; disponer que los cargadores lleven un ropón de ule;
que se desinfecte a cada condución con una disolución de sulfato de cobre al 6%;
no usar la caja de Caridad, sino que, cada pobre lleve su caja propia; establecer
una sala de observación en el hospital y habilitar inmediatamente un local ad hoc
para hospital de coléricos; establecer tres centros en los puntos más convenientes
de la población que sirvan de casa de socorro y batería de desinfección, en cada
uno de estos centros habrá un personal compuesto de un médico de guardia, un
botiquín, una camilla a propósito, una cuadrilla de 4 para la desinfección, solu-
ciones desinfectantes; creación de juntas locales para vigilar todas las medidas
adoptadas; los partes de defunciones lo darán los facultativos al Sr. Subdelegado
con el mayor detalle posible, a su vez al Sr. Alcalde y dicho Sr. al Exmo. Sr.
Gobernador Civil; recomendar el establecimiento de cocinas económicas, y final-
mente, dirigir al vecindario una locución recomendándole lo que establece la car-
tilla de la Diputación provincial.486
Entre tantas tristezas y lutos brillaba la luz tenue de los cuatro meses de embarazo de la
reina y el deseo generalizado de que su tercer hijo fuese varón. El 17 de mayo de 1886
nació Alfonso XIII, el único niño en la historia de España nacido no sólo rey de su casa,
como casi todos los críos, sino también rey de todos los españoles. Para salvaguardar la
regencia de María Cristina, Cánovas y Sagasta acordaron por el posteriormente llamado
"Pacto del Pardo", mantener el bipartidismo mediante el turnismo de sus partidos en el
poder por espacio de cuatro o cinco años con toda la permisibilidad, para, con el apoyo del
cacique local y el manipulado del resultado de las elecciones, -el "Encasillado"-, garanti-
zarse también el dominio de las Cortes y los Ayuntamientos. El sistema duraría hasta el
asesinato de Cánovas en 1897 aunque unos años antes el sistema ya estaba agotado.
Cristina llamó a Francisco Silvela en marzo de 1899, cuando el desastre colonial imponía
soluciones regeneracionistas; pero fracasaría y su gobierno cayó a finales de 1900.
Antes, quizás tuviese un hueco para recibir en el mes de noviembre al líder de los con-
servadores algecireños, al diputado provincial y en tres ocasiones alcalde, Rafael de Muro
Joaristi, quien el 20 de ese mes telegrafiaba a Algeciras desde Madrid, diciendo: "Veré
Silvela, si propóneme ministerio rechazaré energicamente. Guarda reserva". Naturalmente,
la reserva no fue guardada, porque no era esa la intención del telegrama, y su contenido
fue publicado por El Heraldo de Algeciras en su edición del 22 de noviembre. En opinión
del periódico independiente, lo que Silvela iba a encargarle a Muro era que arreglase las
486. AMMA: "Acta de la Junta Local de Sanidad. Algeciras, 31 de diciembre 1885". Sanidad: Caja 54.
271
cosas en el partido local, que no andaban nada bien; pero Muro, hábil comerciante y ele-
gante profesor de francés, -político en suma-, vendía a sus electores y paisanos que no les
cambiaría por un ministerio: ¡Mucho se cuidaría Silvela de ofrecérselo! La política estatal
tendría su reflejo en el ámbito algecireño, agravado porque en las distancias cortas el apa-
sionamiento político abre entre vecinos heridas más difíciles de restañar. Los alcaldes que
presidieron la Corporación en estos años desfilaron por ella a velocidad vertiginosa; una
veces accedían al cargo por designación real y otras, tras unas elecciones más o menos ama-
ñadas. Hasta doce alcaldes ocuparon el sillón en una sóla década, la de los noventa, y hubo
un año, el 97, en el que nada menos que cuatro ediles pasaron por el puesto. Según M.
Pérez-Petinto: "El Ayuntamiento funcionaba con graves daños y confusión en la adminis-
tración al negarse validez a los acuerdos adoptados por unos u otros", conforme con la polí-
tica seguida por el Gobernador Civil, que sancionaba las disposiciones de este o aquel
alcalde conforme lo pidiera no el bien general sino la conveniencia del partido político
imperante. Desde luego, fue una época infructuosa para el Ayuntamiento, en la que sóla-
mente puede anotarse la venta de láminas o deudas para construir el edificio de la Casa
Capitular y reparar el recinto ferial; ambas mejoras logradas hacia 1885 por el esfuerzo per-
sonal del alcalde Juan Antonio Duarte.487 Aún así, el Cabildo consiguió sacar adelante en
1892 unas Ordenanzas Municipales, herederas de los Bandos de Buen Gobierno, publica-
dos a lo largo del siglo, en las que se mantenía la tradicional división de la ciudad en sus
cuatro barrios de Caridad, Pósito, Merced y San Isidro; al frente de cada uno estaba un
teniente de alcalde y se disponían prohibiciones como las siguientes:
272
tapones de corcho, que ya desde tiempo inmemorial se extraía de los alcornoques de los
montes campogibraltareños por empresas catalanas. La producción nacional alcanzó en
1891 los mil ochocientos millones de tapones y en 1900 los tres mil trescientos.
Lamentablemente, faltó la iniciativa y el dinero para recuperar los viñedos algecireños de
antaño, y bastó con venderles el corcho. Por otra parte, en 1882 una depresión económi-
ca había producido una gran recesión en toda Europa debido al auge de la emigración exte-
rior y a la aparición de grandes bolsas de pobreza, por lo que el librecambismo estaba seria-
mente cuestionado. Seis años más tarde, la crisis afectaba tanto a paises industrializados
como agrícolas y se impuso en todo el continente la adopción de medidas proteccionistas.
Ya se sabía en Algeciras y con ganas se esperaba, que cuando el comercio se cargaba en
España con fuertes aranceles, tal como se volvió a establecer en enero de 1892, de su mano
venía el auge del contrabando, lo que suponía el alivio del hambre de las clases necesita-
das. El siglo concluía sin que políticos y capitalistas hubiesen fomentado en la comarca la
que sin duda hubiese sido la mejor represión del contrabando: la creación de empleo; pero
aquí toda la solución buscada fue dotar al comandante general de los poderes propios de
un virrey. Se hubiesen evitado, además de la desertización industrial, las muertes ocurridas
en los enfrentamientos entre las fuerzas de vigilancia y los contrabandistas, como la suce-
dida en Algeciras, cuando los "Tabaqueros", conocidos en el pueblo como "Los
Blanquillos" por el color de sus uniformes, que era un cuerpo represor del contrabando,
algo así como los herederos de los Escopeteros de Getares, pero sostenidos por la arredan-
taria de tabacos, "Inhumanamente mataron a tres pobres hijos de la localidad"; según
informaba El Heraldo de Algeciras en su edición del 30 de septiembre de 1900.
En armonía con las mejoras económicas, se produjo un sensible aumento demográfico,
simultáneo a lo que ocurría en el global del país, en donde desde 1860 se venía padecien-
do un estancamiento del que no se empezó a salir hasta 1895. Lo mismo ocurre en
Algeciras, hay estancamiento entre 1870 y 1890 , años en los que la población se había
mantenido en los 13200 habitantes. En la primera mitad de los noventa hay un ligero
remonte: de 1890 a 1895, la población sube a los 15000 habitantes, que serán 15800 en
1900. Este aumento de población se alcanzó a pesar de la alta mortalidad producida por
dos epidemias, una de viruela y otra de gripe, que aparicieron en la última década del siglo,
situando la tasa de mortalidad en Algeciras en un 32 por mil, cuando en España era de 29
y en Europa de 18. En 1897 se registraron 578 defunciones y 629 en 1900. En 1888 se
atendía a los virulentos desde el Hospital de Caridad con las tradicionales sangrías, que
eran las prescripciones facultativas más frecuentes; así, el 31 de julio se pagaron de la caja
del hospital una peseta y trece céntimos por una docena y media de sanguijuelas. En
noviembre del 88 la viruela iba por calles: cayeron familias de la calle López y Munición,
cuyos tratamientos costaron respectivamente sesenta y dos pesetas y nueve pesetas. A los
enfermeros se les pagaban 7 reales diarios por atender a un virulento y el salario del médi-
co higienista Ventura Morón, director del Hospital Municipal y responsable de acabar con
273
la epidemia, era ligeramente inferior: cincuenta pesetas al mes; lo que no le desanimaba, como
ya se dijo en otro lugar, a mantener en su domicilio, una consulta gratuita para los pobres.489
En el terreno de la beneficencia, muy importante resultó la labor social que por inicia-
tiva de Dolores García de la Torre y sostenida por el pueblo, desarrollará el Asilo de San
José a partir del 19 de marzo de 1896 para el cuidado de los ancianos desamparados. Su
primera sede en aquellos últimos años del siglo fue en el edificio, -ahora se diría multiuso,
del antiguo Convento de la Merced, en el ala que daba al norte, a la calle del Sol. Con rifas,
bazares y la generosidad de los algecireños se equipó esta obra de amor que en la actuali-
dad es emblemática de la ciudad. Del Instituto Hermanitas de los Ancianos
Desamparados, con casa principal en Valencia, mandaron a seis hermanas, que empezaron
su tarea recogiendo a doce ancianos de cada sexo, a los que atendían en habitaciones esme-
radamente limpias, sanas y bien ventiladas, contando para la alimentación con la valiosa
ayuda de los vendedores del mercado de abastos.490
Los primeros años de la última década del siglo fueron también años de mejoras urba-
nas y de las comunicaciones, a las que ya se han hecho referencia; como el adoquinado de
calles, la sustitución de matronas de cobijas por las de rosca, el tendido de la que aún sigue
siendo la única línea férrea de la comarca, y el cableado callejero de la red eléctrica tan sólo
diez años después de su estreno en España. Pero como la alegría dura muy poco en la casa
del pobre, las espectativas que despertaban estos progresos y el ánimo con el que se acudí-
an a los regocijos públicos, todo se vino abajo por la inquietud y tristeza abierta en el alma
de los españoles por las contiendas que van a separar a España de sus últimas posesiones
de Ultramar. Lógicamente, los algecireños no se mantendrán al margen de los aconteci-
mientos. Al sobrevenir los problemas descolonizadores, los girones del Imperio Hispánico
lo formaban: en África: los enclaves de Guinea, Sahara, Ifni, las dos plazas de soberanía de
Ceuta y Melilla, y los dos presidios de Vélez y Alhucema; en Las Antillas: Cuba y Puerto
Rico; en el Lejano Oriente: Las Filipinas; y en el Pacífico: Las Carolinas, Palau y Las
Marianas. Los conflictos comenzaron por el más alejado de la metrópolis. En el verano de
1885 una goleta alemana, aprovechando el abandono de la administración española, ocupó
las Carolinas y las declaró bajo el protectorado de su país. Las quejas del embajador espa-
ñol se dejaron oír en la Conferencia de Berlín sobre la colonización africana y en distintos
lugares del país se organizaron manifestaciones de protesta. En Algeciras se despertó gene-
ral indignación y el Ayuntamiento, bajo maza, encabezó una manifestación con el pendón
de la ciudad, que fue tremolado por el concejal síndico. Acudió el pueblo entero, y el cor-
tejo se detuvo ante la Comandancia General del Campo, donde el alcalde hizo presente al
comandante general, como delegado del Gobierno, la indignación de la ciudad y su deci-
sión de apoyar con hombres, pero no con dinero, porque no lo había, la acción del
Gobierno. En opinión de M. Pérez-Petinto, de quien se recoge la noticia, "La ciudad
489. AMMA: "Libro de gastos del Hospital de Beneficencia. Algeciras, julio 1888 a enero de 1897" Sanidad: Caja 50.
490. LÓPEZ: Op. cit. p. 71.
274
demostraba una vez más merecer el dictado de: "Muy Patriótica."491 Menos mal que no
haría falta mayor prueba de patriotismo, porque un arbitraje encargado al Vaticano fue
favorable a España, con la obligación de mantener en el archipiélago una administración
regular y permitir el establecimiento comercial de los alemanes. Al final, España acabaría
vendiéndoselas a Alemania junto con Palaos y Marianas en febrero de 1899. En Filipinas
el movimiento independentista comenzó en agosto de 1896 y durante los primeros meses
del conflicto parecía que la victoria se iba a inclinar del lado español; así se lo comunicó el
comandante general del Campo al alcalde de Algeciras, al transmitirle la noticia de la
muerte de Antonio Marcos, cabecilla de los insurrectos. El Ayuntamiento le contestó con
el siguiente acuerdo:
Dada cuenta del escrito que con fecha 22 del corriente mes dirijió a la
Alcaldia el Exmo. Sr. comandante general de este Campo participando ser un
hecho la terminación de la guerra en Filipinas, el Ayuntamiento manifestó a
dicha autoridad militar el jubilo que le ha producido tan deseado cuanto impor-
tante suceso, y que se eleve entusiastas felicitaciones al Gobierno de S.M. por tan
plausible acontecimiento.492
275
los campesinos, ordena la evacuación de las zonas rurales y concentra a los evacuados en
ingenios y otras zonas acotadas bajo vigilancia; pero tropezará con la adversidad de diez-
marse las tropas por la inanición y el paludismo. Desde Santa Rita de Baro, uno de estos
ingenios o cañamelares, el 4 de agosto de 1896, un soldado, probablemente algecireño, de
cuya afiliación sólo se conoce su nombre de pila -Paco- escribe a sus familiares en Algeciras
y les narra las vicisitudes por las que atravesaba:
Ahora nos han relevado de Colon y estamos en un Ingenio que es muy gran-
de y casi como un pueblo porque hay muchas gentes tiene tiendas no hace falta
mas que una Iglesia para que se estuviera bien del todo pues tiene buenos fuertes
que se pueden muy bien defender son tres y ademas la casa donde habitan los
dueños del Ingenio que tiene tambien buena defensa a las rejas se le han puesto
pedazos grandes de hierro grueso y se le han hecho aspillera o sea rajas para poder
hacer fuego en caso de necesidad esta toda la casa bien fortalecida en ella es donde
habita el Capitan y los sargentos yo tambien estoy en ella y otros muchos solda-
dos (...) Desde el 1o de este mes tenemos un capitan nuevo que es hijo de un
general de Marina que es muy bueno quiere que comamos bien desde que vino
estamos comiendo mejor y nos dan mas pan hasta para el cafe nos dan pan y tier-
no como a mi me gusta y el rancho con mucha carne y tocino papas garbanzos o
habichuelas varias y arroz y todo con sustancia se come mejor que en la Peninsula
aqui en tiempo de paz se debe estar bien aunque nosotros estamos como en tiem-
po de paz pues como no vengan a buscarno los insurrectos no los buscamos y en
cambio otros regimientos estan los pobres andando por los campos en busca de
los insurrectos y nosotros aqui descansando.
493. IIV: "Carta de un soldado a su familia desde la guerra de Cuba". Santa Rita, 4 de agosto 1896. Transcripción de P. Boda.
276
to cubano toma otro cariz aún más preocupante. El 12 de Abril marcharon a Cádiz, con
objeto de formar parte de la dotación de la Escuadra, cuarenta y tres individuos de esta ins-
cripción marítima y División de guarda costas, en su mayoría hijos de esta población, a los
que el Ayuntamiento despidió entregándoles a cada uno una peseta, como en ocasiones
análogas se había efectuado.494 Arribada la flota a Cuba al mando del almirante Cervera, el
2 de julio ocurrió el desastre de la bahía de Santiago, en la que los acorazados estadouni-
denses acabaron con la Marina española. La noticia llegó a Algeciras acompañada de tris-
teza y pánico, porque se temía por un posible ataque enemigo en la costa subatlántica
peninsular. Se artilló la bahía de Algeciras con baterías en Adalides, San García, Punta del
Carnero y El Tolmo. En la primera de ellas, por el exagerado temor de los ingenieros mili-
tares, se derribó la torre que formaba parte de la fortificación de la ciudad medieval, con
el pretexto de ser un blanco fácil desde el mar. Alivia pensar que no aplicasen idéntico cri-
terio para el campanario de La Palma. Además, se construyó el camino militar conocido,
por este motivo, como "La carretera de los yanquis" que enlaza la ensenada de Getares con
el acceso de la ciudad por el sur. Y el Ayuntamiento se prestó a ceder dependencias en el
Hospital Civil, la antigua Sala de la Audiencia y las paneras del Pósito, para que funciona-
sen de hospitales de los soldados repatriados de Ultramar.
Sólo el "Tratado de Paz de París" del 10 de diciembre de 1898 devolverá la tranquili-
dad a los algecireños al ver paralizarse las obras de fortificación, y les dará el suficiente sosie-
go para meditar sobre la recuperación del desastre. Aquí, al igual que en el resto del país,
se levantarán voces exigiendo la "Regeneración Nacional", y todos los análisis propondrán
en sus conclusiones el desarrollo económico y la moralidad como ingredientes de la fór-
mula magistral. En un editorial del 21 de octubre de 1900, titulado, ¿Cómo no?,
"Regeneración", el diario liberal-fusional algecireño El Porvenir añadía otros ingredientes a
la pócima mágica:
277
sólida formación anglosajona, que no por ello, habría de convertirle en apasionado angló-
filo; todo lo contrario. La vecindad al Peñón le daría el equilibrio necesario para valorar el
determinismo británico sobre la vida de sus paisanos y la dolorosa herida abierta en la his-
toria de estas tierras. Conocedor del espíritu emprendedor de sus antepasados gerunden-
ses, quisiera transfundir aquella savia a sus gentes de Andalucía. Comerciante e industrial
con iniciativas, arriesgó su capital en la aventura de traer la electricidad a Algeciras, lo que
resultaría un acierto. Sus inquietudes políticas le llevaron a militar en el Partido Liberal, y
tendría ocasión de poner en praxis la cantinela de su pregón a favor de la modernización,
al desempeñar por dos veces la Alcaldía de la ciudad. Hombre culto, escritor escrupuloso
e historiador sólo puntual, maneja la bibliografía correcta de su época. Arranca desde posi-
ciones realistas alejadas del pesimismo y tras superar la mera narración de sucesos, logra
elaborar un monumento literario al regeneracionismo algecireño. Así, escribiría:
Este ejemplo que los catalanes nos ofrecen, debiera servir de estímulo y ense-
ñanza; pero se tropieza con el escaso espíritu industrial de Andalucía. Si nuestro
privilegiado país, además de sus naturales recursos, se distinguiera por su labo-
riosidad y perseverancia en las empresas del trabajo, mejorando su agricultura y
creando industrias a las que después el comercio se encargara de dar giro. ¡Cuanta
mayor sería su prosperidad así particular como colectiva! pero todo no puede ser
completo; y mientras no se despierten entre nosotros mayores actividades e ini-
ciativas, tendremos que conformarnos con ir a la zaga de otros pueblos y seguir
viendo en manos de extraños más diligentes y laboriosos, la explotación de nues-
tro suelo con la consiguiente creación de capital, que luego envidian los que no
tienen voluntad o brío para crear ellos mismos.496
278
Ya algo se estaba consiguiendo cuando emprende su obra: acababa de llegar el ferroca-
rril, se estaba levantando un lujoso hotel en una colina sobre una coqueta playa, se conta-
ba con uno de los primeros campos de golf del país, los vaporcitos de Gibraltar iban y vení-
an, con sus cubiertas coloreadas por los pasajeros, y se andaba buscando terrenos para ins-
talar un hipódromo. Sólo restaba que, con el tiempo, la construcción del puerto contribu-
yese a la expansión de la ciudad. El que quizás fue el máximo exponente del regeneracio-
nismo algecireño, vislumbró una vida más positiva y estable para su ciudad, con promesas
de mayor desarrollo; por eso, al poner firma y fin a su libro el 31 de diciembre de 1900,
justo el último día del siglo XIX, lo haría con este brindis por el futuro de Algeciras:
"Quiera Dios que los vientos de la suerte la favorezcan más que hasta aquí, y que los hom-
bres, aprovechando tantas ventajas puestas a su alcance, la conviertan en país adelantado,
próspero y feliz."498
FUENTES ESCRITAS:
279
Edicto del Ayuntamiento de Algeciras para alzar pendones y proclamar a la princesa
Isabelcomo legítima Reina. Algeciras,5 de octubre 1834. Sig: R-77/643.
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Ciencias Sociales)
MMA: Museo Municipal de Algeciras (Area de Recuerdos Algecireños)
RAH: Real Academia de la Historia (Colección Salazar)
PRENSA CONSULTADA:
FUENTES ORALES:
280
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283
Capítulo VII
Algeciras Siglo XX: tragedia, crisis y expansión
Luis Alberto del Castillo Navarro
Licenciado en Geografía e Historia
Consejero de Número del IECG
ALGECIRAS, SIGLO XX
289
ALGECIRAS A INICIOS DEL SIGLO XX. EN LA POSTAL REPRODUCIDA SE APRECIA LA CHIMENEA, ÁNGULO SUPERIOR IZQUIERDO,
DE LA FÁBRICA DE LA LUZ, POPULARMENTE CONOCIDA COMO “LA FÁBRICA DE LUZ DE COTE”.
En este sentido son valiosos los testimonios, que de primera mano nos da Emilio
Santacana en su Antiguo y Moderno Algeciras.
1. SANTACANA Y MENSAYAS, E.: Antiguo y moderno Algeciras. Algeciras, 1901. pp. 204-205
290
Mirando pues el asunto por el lado utilitario, hay que reconocer que la aper-
tura de la vía, junto con estas iniciativas [línea de vapores con su muelle, hotel]
traducidas en obras que invierten aquí un capital, marcan una era de progreso y
mejora, que se manifiesta en el aumento de vecindario; en nuevas edificaciones;
en el mayor valor de la propiedad, y en otras señales de prosperidad, debido todo
al capital y las actividades puestos en movimiento. Por consiguiente, la Compañía
del ferrocarril, al procurar la defensa de sus intereses y su propio beneficio, ha
proporcionado también indudables ventajas á esta población que sería injusto
desagradecer.2
En 1901 el censo oficial da a Algeciras una población de "unas doce mil almas" aun-
que la estimación de la población de hecho, en publicaciones de la época, se cifraba en más
de dieciséis mil personas. Con ligeras fluctuaciones, el número de habitantes de la ciudad
y su término se estabiliza
en torno a los veinte mil
durante las tres primeras
décadas de la centuria, ya
la población de hecho
según el censo de 1930
daba la cifra de 21.431
habitantes.
La economía se verte-
brará durante este periodo
sobre un incipiente desa-
rrollo industrial, del que
serán exponentes varias
fábricas corcho-tapone-
ras, Corchera Española, EL ANTIGUO MONOLITO EN LA PLAZA ALTA.
Garriga y Puig y Amstrong las tres más destacadas, otras de conservas pesqueras, ya desde
finales del XIX la principal del ramo es la de Andrés Lacárcel, que también será propieta-
rio de la fábrica de jabón; la familia Ottone explotará una de las dos fábricas de fideos y
pastas; existen varios tejares y caleras que se sustentan con el creciente desarrollo que, en el
filo de los dos siglos, alcanza la industria de la construcción en Algeciras. Varios molinos
harineros completan esta nómina industrial, a la que habría que añadir una fábrica de cue-
ros, una de gaseosas y otra de aguardientes y anises; y ya en el decenio de los años 20, la
fábrica de harinas "San Luis", de la familia Bandrés.
La agricultura y la ganadería seguirán arrastrando la atonía tradicional, con técnicas
agropecuarias más que antiguas arcaicas, que ya denunciara Santacana a principios del siglo
XX en su obra. Será, pues, una agricultura de huertas con una producción, totalmente esta-
2. SANTACANA Y MENSAYAS, E.: Op. cit. pp. 206-207
291
cional, de verduras y frutas para el consumo fresco y una producción lechera, sobre todo
de cabaña caprina, ganadería extensiva típica de áreas mediterráneas, que abastecerán
ambas a la población diariamente; teniendo que traerse desde fuera los restantes productos
básicos para la alimentación, tales como cereales, aceites...
El sector terciario será el de más amplia implantación y desarrollo en Algeciras, sobre
todo en los aspectos de comercio y servicios de hostelería y lugares de ocio, tales como cafés
y bares muy típicos en estos decenios y, en especial, en ciudades como la nuestra con una
nutrida guarnición militar de plaza. Hemos de anotar que en la terminología de la época,
incluso hasta la segunda mitad del siglo XX, en la documentación identificadora, cédulas
fiscales, cédulas personales, tarjetas de identificación o Documento Nacional de Identidad,
en el apartado de profesión se solían reseñar en muchísimos casos el término industrial,
cuando en realidad la persona en cuestión era propietaria de un comercio de venta de teji-
dos o de ultramarinos, y en muchas ocasiones ni eso, pues eran simples dependientes de
comercio; así durante decenios indistintamente, de forma confusa, en la documentación
de la época se denomina industrial al que es comerciante. Igual sucede con el concepto de
propietario, que normalmente no aclara la documentación si lo es fundiario o de inmue-
bles urbanos, o si por el contrario lo es de una industria, o, simplemente, lo es de un esta-
blecimiento mercantil. La documentación nominal de los vecinos algecireños no escapa a
este confusionismo, pero una vez descubierto es relativamente fácil adscribir los pretendi-
dos miembros del sector secundario o industrial al sector terciario o de servicios, al que en
realidad pertenecen,
El análisis que hemos realizado sobre listas de vecinos algecireños de inicios del siglo
XX, arroja un total de 427 vecinos con casa abierta en los cuatro distritos:
Al estado actual de las fuentes documentales consultadas, deducimos que de las apro-
ximadamente 16.000 personas que eran habitantes de hecho en Algeciras, al iniciarse el
siglo XX, entre 2.500 y 3.500 habitaban en casas individualizadas o familiares, mientras
292
que las restantes se distribuían entre patios de vecinos, posadas - la Posada Parador San
Antonio y las de las calles Tarifa, Matadero y Convento, que eran las cuatro principales- y
los cuarteles e instalaciones militares y de Carabineros y de la Guardia Civil, pues no olvi-
demos que en estas fechas la guarnición militar en el Campo de Gibraltar y, consiguiente-
mente, en la sede de su Comandancia Militar, Algeciras, era ya importante: tres batallones
de Infantería, una Compañía de Artillería, una sección de Caballería, las respectivas
Comandancias de Ingenieros, Sanidad y Administración Militar y de Carabineros, y, final-
mente, una compañía de Guardia Civil.
CUADRO Nº.1: Los porcentajes entre paréntesis están referidos a los vecinos de su distrito mientras que
los porcentajes totales están referidos, siempre a la totalidad de los 427 vecinos, censados por actividades eco-
nómicas y profesionales.
Un vistazo inocente y a la ligera al cuadro antecedente, nos podría inducir a unas con-
clusiones erróneas; la peor de todas considerar a Algeciras una ciudad industrial a inicios
del siglo XX, lo cual era totalmente incierto. Ese 23,4% de industriales de los 427 vecinos
293
ALGECIRAS. VISTA DE LA MARINA. PRINCIPIO DEL SIGLO XX
294
Viene a complicar este análisis de las circunstancias laborales, el que muchos de los veci-
nos de Algeciras trabajaban en la plaza de Gibraltar. Es cierto que la explosión constructi-
va de Gibraltar durante los decenios de 1910 y 1920 se convertirá en un foco de atracción
de mano de obra procedente del interior del Campo de Gibraltar y de Málaga, que sobre
todo se radicará en la ciudad de La Línea de la Concepción; pero también de Algeciras irán
diariamente hombres y mujeres a trabajar en Gibraltar, supliendo de esta forma la atonía
y escasez de puestos de trabajo existentes en nuestra ciudad. Por supuesto, la jarampa, lla-
mada posteriormente matute y estraperlo, será una fuente importante de ingresos para
determinados sectores de la población algecireña, durante estas tres décadas; otros sectores,
muy pocos individuos, vivirán de actividades tan ilícitas como el contrabando pero social-
mente marginales, tales como el rufianismo y el proxenetismo.
Tal vez, el dato que más nos afirma en nuestra tesis que Algeciras, aún, es en este perio-
do una población decimonónica, es él de los 88 propietarios, propietarios a secas, no indus-
triales, que son dos, o labradores, tan sólo uno. Se trata pues de propietarios de tierras y de
propietarios de fincas urbanas. Es la típica burguesía decimonónica enriquecida por las
desamortizaciones, en especial de los bienes municipales de propios, o por otras causas.
Con respecto al origen de algunas de las fortunas cuantiosas de vecinos algecireños, nos
informa Pérez-Petinto en la página 136 de su Historia de la Muy Noble, Muy Patriótica y
Excelentísima Ciudad de Algeciras, que se debió a la apropiación de caudales perdidos por
las tropas carlistas del general Gómez en su retirada de Algeciras, el día 23 de noviembre
de 1836, circunstancia que era del dominio público en la localidad; extremo que ha que-
dado desmentido en el capítulo anterior. Una burguesía, además, en pocas palabras, dueña
de fincas urbanas por inversión de las rentas agrarias en la adquisición de inmuebles a bajo
precio, sobre todo en Algeciras por causa de la depreciación sufrida por los mismos, a raíz
del descenso poblacional del periodo de 1855 a 1870. Esta burguesía algecireña, propieta-
ria, se limitará en su mayoría a ser rentista, sin invertir en nada novedoso que signifique
industria, progreso y que pueda llevar parejos posibles riesgos económicos.
CUADRO Nº.2: Los porcentajes entre paréntesis están referidos a los vecinos de su distrito; mientras que
los porcentajes totales están referidos, siempre, a la totalidad de los 427 vecinos, censados por actividades eco-
nómicas y profesionales. (Elaboración del autor).
Del análisis del cuadro nº.2 se deduce el predominio, tras industriales y propietarios
estudiados ya en el cuadro nº.1, de los profesionales no titulados, tales como panaderos,
295
confiteros, posaderos y fondistas, barberos, sastres, plateros, escribientes - tres en Caridad
y uno en San Isidro -, siendo señalables como profesiones con un único miembro las de
impresor, organista y fotógrafo. Médicos en número de 12, dos de ellos dentistas y uno,
cirujano, un practicante, tres farmacéuticos, un veterinario, tres abogados, tres procurado-
res, un notario y un ingeniero son los vecinos con titulación superior.
CUADRO Nº.3: Los porcentajes entre paréntesis están expresados con relación a los vecinos de cada distrito; sin
embargo los porcientos totales se refieren a los 427 vecinos analizados según sus roles profesionales y económicos.
(Elaboración del autor).3
Observamos en el Cuadro nº.3 que sólo
existe un presbítero con domicilio habitual, o
casa abierta en el distrito de Merced, cuatro
vecinos sin profesión declarada, un cesante
(categoría laboral existente aún este periodo,
pero por fortuna en vías de extinción); mien-
tras que el número de retirados, palabra equi-
valente a la actual jubilado, asciende a 16, la
mayor parte de ellos militares, con rango de
jefes y oficiales.
Finalmente, constatamos en este apartado
socioeconómico que entre los 427 vecinos
estudiados existen tres mujeres, como cabezas
de familia. Las tres estaban domiciliadas en
Pósitos: doña María Oncala Gamito es propie-
taria con domicilio en Plaza de la Palma; y en
la calle Sacramento la viuda de Cordón explo-
taba un café y doña Concepción González
regía un comercio.
Hemos visto como la sociedad algecireña
de los treinta primeros años del siglo XX se
estructura sobre una amplia base obrera, que
ALGECIRAS. AYUNTAMIENTO obtiene su sustento en gran número en la ciu-
3. LÓPEZ ZARAGOZA, L.: Guía de Gibraltar y su Campo. Sevilla - Escuela Tipográfica y Librería Salesiana, 1902. 2a ed.
296
dad de Gibraltar y en una incipiente industria
local cimentada sobre la explotación corchera y
las actividades pesqueras. Una burguesía
pequeña y media viven de las diversas activida-
des comerciales sobre bienes fungibles: vinos,
alimentos, tejidos, calzados, etc., y de la pres-
tación de servicios - sastres, panaderos, barbe-
ros -, pocos del comercio de artículos de lujo -
plateros, joyeros -. Dentro de esa burguesía
media, - pensamos que en Algeciras la alta bur-
guesía fue inexistente -, destacan los propieta-
rios de tierras, de inmuebles urbanos y algún
que otro, dos o tres a lo máximo, dueños de
fábricas tales como las de jabón de Lacárcel, la
"San Luis" de harinas de Bandrés y, hasta
1926, las fábricas de la luz, una, de la Sociedad
de Vecinos conocida popularmente como la de
don Manuel Patricio y la otra, propiedad de
Conte, ambas compradas ese año por la
CALLE JOAQUÍN COSTA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
Compañía Sevillana de Electricidad.
La historia de la instalación en Algeciras del alumbrado público con base en la energía
eléctrica, es un ejemplo más de cómo los algecireños han sabido aunar esfuerzos para resol-
ver problemas importantes; aunque luego intereses ajenos hayan impuesto otras soluciones
gravosas para la población, ante la desidia de los ciudadanos para defender los beneficios
obtenidos antaño, a veces a costa de sacrificios de todo tipo efectuados por otras generacio-
nes anteriores. Nos decía Santacana, en líneas ilusionadas y plenas de orgullo legítimo:
297
Algunos años después pasarían cosas y casos que concluirían con esta ilusión de pro-
greso y esfuerzo societario.
Pérez-Petinto en su obra inédita, tras alabar a estos vecinos ejemplares que hicieron
posible el alumbrado público de las calles algecireñas, nos cuenta que limitado en sus ini-
cios "el servicio a las noches sin luna y en las oscuras hasta la una de la madrugada, fue aco-
gido con inmenso júbilo por la población". Pronto llegarían los problemas, que el que
fuera Secretario del Ayuntamiento de Algeciras reseña, con la autoridad que le confiere su
conocimiento de primera mano a cerca del asunto:
La falta de pago del Ayuntamiento que ascendía a unas 400. 000 ptas. moti-
vó el que la Sociedad cortase el suministro de fluido; el Ayuntamiento interpre-
tando estas medidas como una ofensa a su crédito, contrató con D. José López
Navarro en Octubre del mismo año 1908 el servicio de alumbrado público y
dependencias municipales por gas acetileno como se efectuó hasta fines de 1909.4
No podemos pasar sin censurar esta determinación del Ayuntamiento, por cuanto el
gasto que ocasionó la construcción de los aparatos productores del gas aplicado al pago de
parte de la deuda, revelando en el Ayuntamiento la voluntad de solventarla hubiera modi-
ficado la actitud de la Sociedad; no se hizo así, llevado de un mal entendido pundonor, en
cuyo despertar no anduvo lejos el resquemor político entre el señor Alcalde, Jefe del parti-
do conservador y los directivos de la Sociedad eléctrica, del liberal.
Por entonces, octubre de 1908, se concedió licencia a D. José Conte para montar una
fábrica de fluido eléctrico y tendido de red aérea y esta licencia alentó al Sr. Alcalde en su
resistencia a tratar con la Sociedad Eléctrica la solución del conflicto, llegando hasta con-
tratar en octubre de dicho año con el señor Conte, el servicio de alumbrado público, con-
trato que no entró en vigor, por el cese del Sr. Alcalde y transacción del sucesor con la
Sociedad; continuando prestando el servicio, ya por entonces toda la noche.
En 1924 se concedió licencia a D. José Gómez Catalá para montar en el molino de la
Ermita una fábrica de fluido eléctrico, ofreciendo alimentar gratuitamente el alumbrado
del Hospital Civil y cien luces del público cumpliendo su ofrecimiento hasta que en 1926
fue vendida a la Compañía Sevillana.
Esta poderosa entidad había adquirido anteriormente las fábricas de la Sociedad y la de
los Sres. Conte; en marzo de 1926 se le adjudicó el servicio de alumbrado público; [...]".
Por fuentes periodísticas y documentales sabemos que en estas fechas, funcionaba ya
una Delegación de la Compañía Transmediterránea en Algeciras y que La Ballenera (de la
que en la actualidad nos ha sido imposible encontrar fuentes documentales propias) fun-
4. PÉREZ PETINTO Y COSTA, Manuel.: Historia de la Muy Noble, Muy Patriótica y Excelentísima Ciudad de Algeciras.
(Copia mecanografiada), pp. 269-270
298
cionaba ya en 1926, pues en el nº. 381 del periódico Lábaro Hispano, del 11 de diciembre
de ese mismo año, se nos informa en la página 3 de lo siguiente:
Durante los tres primeros decenios del siglo XX Algeciras siguió, en cuanto se refiere a
cultura y medios de comunicación periódicos, inmersa en las constantes de la segunda
mitad del siglo XIX; lo que confirma la tesis que sostenemos de una prolongación tempo-
ral e histórica de la centuria decimonónica en el primer tercio del XX.
En la parcela cultural y de instrucción pública, la población algecireña arrastraba défi-
cit desde la refundación de la Ciudad a inicios del XVIII. Pérez-Petinto busca la causa de
ello, entre otras varias, en que
299
la heterogénea población que en un principio constituyó el núcleo de ella,
no era ciertamente la más abonada para que floreciesen esclarecidos intelec-
tos; [...] en Algeciras estableciéronse menestrales humildes y obreros que
hubieron de atender, antes que a las necesidades y ansias espirituales, a satis-
facer las de la materia, porque así es a despecho de disquisiciones metafísicas,
la grosera condición humana;5
sin embargo, pese a esos principios poco prometedores la labor primera de las cátedras
creadas por Ontañón, fue proseguida por humildes y dignísimos maestros en el último
cuarto del siglo XIX; luego por el presbítero Francisco de Paula Bírnes y Sánchez, director
del Colegio Nuestra Señora de la Palma para alumnos de 1ª Enseñanza, ya en el siglo XX;
y la apertura en este periodo del Instituto de 2ª Enseñanza; aunque todavía, en 1917, los
jóvenes y escasísimos alumnos tuvieran que ir a examinarse a Cádiz, al Instituto Columela.
También por estas fechas -1912- inicia sus tareas educativas el "Colegio Politécnico", que
al final de esta etapa, bajo la dirección de don Cayo Salvadores, impartía los programas de
Primera Enseñanza, Bachillerato Elemental y Bachillerato Universitario, Magisterio
Nacional, Peritos Industriales, Carreras de Comercio (Peritos y Profesores Mercantiles) y
Contabilidad y Teneduría de libros. Todas estas iniciativas fueron poco a poco poniendo
los cimientos de un mayor desarrollo educacional, a la que ya, desde 1910, venía contri-
buyendo también la Escuela de Artes y Oficios Artísticos.
5. PÉREZ PETINTO, Manuel. Op.cit.
300
Por el contrario resultó
efímera la Escuela de
Aviación Civil, inaugura-
da en mayo de 1911, pro-
movida por la empresa
concesionaria del Casino
Balneario y que al siguien-
te mes fue clausurada por
el Gobierno, so pretexto
de no haber cumplido
unos preceptivos trámites
gubernativos. Pérez-
Petinto sospecha, tal vez
EL FERROCARRIL, SOBRE EL RÍO DE LA MIEL. con razón, la oposición de
Gran Bretaña al establecimiento de una base de aviación tan próxima a Gibraltar. Puede
que tales motivos y no dificultades técnicas subyazcan también en el abandono, en tiem-
pos de la Dictadura primorriverista, del proyecto de construcción de un aeródromo en la
Vega de Los Barrios, entre los términos de Algeciras y la villa barreña. No nos causa extra-
ñeza dicho rumor de la época, pues en estas fechas también se boicoteó por parte españo-
la - con participación de personalidades de la política y prensa locales - el proyecto de pro-
longación del ferrocarril Bobadilla-Algeciras hasta Gibraltar. También se vivió una impor-
tante polémica con respecto al proyecto de ferrocarril Málaga-Algeciras, tal como apareció
en la primera del periódico algecireño Lábaro Hispano, de fecha 11 de diciembre de 1926
y que insertamos textualmente a continuación, debido a su gran interés documental.
Firmes en la lucha estaremos hasta que veamos los trenes de los Andaluces lle-
gar al muelle comercial de Alfonso XIII~. Nos asiste la razón del pueblo de
Algeciras. Pensamos que todos absolutamente todos los algecireños están con
nosotros. Y como llevamos razón, repetimos, no desmayamos: venceremos a la
omnímoda Compañía que usufructa el ferrocarril de Málaga--Algeciras con per-
juicio de esta ciudad y de todos los pueblos del litoral y de muchos que cruza la
línea de dicho ferrocarril
Nuestro anterior editorial estaba dedicado a este asunto. Otros varios también
los hemos dedicado a él y seguiremos dedicando nuestra preferente atención a la
absurda lucha, que sin deja existe entre la Compañía de Ferrocarriles y las enti-
dades de Algeciras.
Desde luego comprendemos que los intereses creados de la soberbia compa-
ñía están frente a frente de los del comercio de esta ciudad Es el antagonismo, es
lo antitético, entre el bolsillo de estos pacientes ciudadanos y la repleta bolsa de
301
los accionistas. Es la lucha. sórdida, avara, de estos señores que defienden su
canongía en sus últimas trincheras, del ataque a fondo del progreso, de la vida
europeizada que emprende este Algeciras de nuestros amores, de este pueblo que,
ya la hemos dicho muchas veces, dió ha tiempo un solemne adiós a su pasado
para convertirse en un pueblo de verdaderos ciudadanos, libre, que quiere ser
digno retrato de Europa, quiere empadronarse en el catálogo de pueblos cultos,
artistas y sociales, que quiere ser, tener, un puerto digno y un comercio amplio
fuente de próspera riqueza. (Es sabido que el puerto de Algeciras, una vez termi-
nado sería el más grande de España desde Huelva a Rosas).
Conocemos por documentos indirectos, libros de su biblioteca, que en los años 20 fun-
cionó una escuela de enseñanza para patrones de pesca y marinería.
302
Si la instrucción pública al final de esta etapa comienza a despojarse de las característi-
cas decimonónicas, tal como estudiaron en sus comunicaciones a sendas Jornadas de
Historia del Campo de Gibraltar los profesores Yborra Aznar y Benítez Santos; por su parte
la prensa algecireña, que de manera tan magnífica y exhaustiva estudiase, el también pai-
sano, Alberto Sanz Trelles en su obra La Prensa de Algeciras (1805-1905), sigue siendo en
sus publicaciones la misma: igual estructura, parecidos formatos, servicio a las ideologías
políticas liberales conservadoras y progresistas de la Restauración y, por supuesto, nunca
faltará un periódico republicano ni independiente en estos años. Cierto que serán menos
que en el siglo XIX, Sanz Trelles localiza y estudia 65 publicaciones periódicas, lo cual es
indicativo que Algeciras pese a la difícil comunicación geográfica con el resto del país, si
participaba de las corrientes y movimientos periodísticos de la centuria.
A principios del siglo XX Algeciras sufrió la pérdida irreparable del brillante músico y
violinista Regino Martínez. Pero también, en este periodo, en el terreno del arte musical
destacará a nivel nacional el Maestro Rafael Millán, que obtendrá un éxito sobresaliente
con el estreno de su zarzuela El Dux y la Dogaresa. Por estas fechas, el polígrafo José Román
cautivará a sus paisanos con sus dibujos, sobresaldrá en el difícil arte de la caricatura, con
sus libros de cuentos, de viajes e incluso con una novela y sobre todo por su gran magne-
tismo personal, que le hará marcar pautas en las tertulias culturales y folclóricas de su
época. Hacia 1924, el joven pintor algecireño Ramón Puyol ya firma sus primeras porta-
das, ilustraciones en páginas interiores e incluso algunas tiras cómicas en la revista infantil
madrileña, de circulación nacional, Chiquilín.
Durante esta etapa siguió desarrollando sus funciones recreativas y de aglutinación de
la burguesía algecireña la Sociedad Casino de Algeciras, fundada desde mediados del siglo
anterior. Un marcado carácter cultural de izquierda progresista tuvo el Grupo Artístico
"Linares Rivas", con sede social también en la Plaza Alta y con un grupo de teatro que rea-
lizó durante los decenios de 1920 y 1930 lucidas representaciones en el Salón Imperial y
en las propias dependencias sociales. En cambio, vida más breve tuvo el Círculo de la
Unión; los cazadores, numerosos, se encuadraban en la Sociedad Venatoria de San
Bernabé. Con posterioridad a la Conferencia Internacional de Algeciras se concedió la
licencia al Casino Kursaal, ubicando su modernista estructura en "El Chorruelo", en las
proximidades del Hotel Reina Cristina.
La Feria con sus corridas de toros en la Plaza de la Perseverancia, objeto del estudio
documentadísimo del artista y erudito algecireño, José Antonio Valdés en su Algeciras
Romántica. Recuerdos de la Vieja Plaza de Toros, se convirtieron durante estos años en un
foco de atracción para los habitantes de la Comarca, trascendiendo la fama de los festejos
a localidades de las provincias limítrofes al Campo de Gibraltar, a la propia Gibraltar y
hasta Marruecos.
La religiosidad de los algecireños, pese al creciente número de luteranos, anticlericales,
agnósticos y ateos más o menos conocidos, siguió revistiendo las características de perio-
303
dos anteriores, es decir, profunda devoción a determinadas imágenes y advocaciones de
Cristo, y de la Virgen María, casi adoración a determinados santos y lugares, destacando
entre estos, por la devoción y fervor popular que suscitaba, el Patio del Cristo, y, en breves
palabras, una religiosidad sin un conocimiento profundo de la religión, más bien basada
en las creencias heredadas de sus mayores y con ribetes de folclorismo expresados en rome-
rías, tal como la popularísima del Cristo de la Almoraima, y en procesiones en fechas pun-
tuales, Semana Santa, Corpus...
Las corrientes sociales filantrópicas y benéficas tuvieron sus mayores exponentes en
nuestra ciudad, durante este primer tercio del siglo XX, en la Fundación Agustín Bálsamo,
con cuyos fondos se atendían a las necesidades más perentorias de los algecireños más
pobres y necesitados; y en la Congregación Religiosa de las Hermanitas de los Ancianos
Desamparados, que desde finales del XIX regentaban el Asilo de Ancianos.
Papel minoritario en el conjunto de la sociedad algecireña representó la Logia masóni-
ca Algeciras, pero los Hermanos de este taller jugaron un papel muy destacado entre las
restantes Logias del Campo de Gibraltar. Documentos propios de la Logia Algeciras mani-
fiestan que fue este taller el primero del Gran Oriente Español en establecer el socorro
masónico y se tiene a timbre de honor y mérito. Gran parte de los hermanos de esta Logia,
homónima del Valle que la acogía, fueron miembros notables en los escasos colectivos pro-
gresistas de la sociedad algecireña de la época.
En el ámbito individual, no podemos cerrar este apartado sin mencionar a Joaquín
Ibáñez que aportó caudales para la realización de obras de beneficencia, que en cierta
manera paliaban algunas de las gravísimas carencias que padecía Algeciras. Ahora bien, sin
lugar a dudas, la persona sobresaliente sobre todos sus conciudadanos por la excelencia de
sus condiciones humanas y profesionales durante este periodo y hasta el momento de su
muerte, acaecida el 24 de diciembre de 1940, fue el médico don Ventura Morón. Varias
generaciones de sus conciudadanos, de todas las clases sociales, así lo manifestaban priva-
da y públicamente siempre que fuera necesario. Nunca un algecireño había gozado de tan
hondo cariño y profundo respeto por parte de sus paisanos; incluso aquellos que por razón
de nuestra edad nunca llegamos a tratarle personalmente estábamos impregnados de amor
y simpatía por don Ventura, porque desde pequeños, en nuestros hogares, habíamos oído
mil y una anécdotas sobre su conducta ejemplar ante el dolor y los sufrimientos humanos.
Allí me enteré del Golpe del General Primo de Rivera; [...] Los periódicos
venían con grandes titulares.[...] pero lo más preocupante de la época era la
interminable guerra de África, donde nuestros soldados morían como moscas.
Palma entre dos guerras.
María Josefa Montojo y Martínez de Hervás
304
Dos acontecimientos
políticos patrios tuvieron
una repercusión directa
en la vida política y ciuda-
dana de Algeciras durante
este periodo de 1900 a
1931: la Conferencia
Internacional de Algeciras
sobre Marruecos, celebra-
da en nuestra ciudad
desde el dieciséis de enero
al siete de abril de 1906; y
DELEGADOS MARROQUIES EN LA CONFERENCIA DE ALGECIRAS.
el golpe de Estado de sep-
tiembre de 1923, ejecuta-
do por el Capitán General de Cataluña, general Miguel Primo de Rivera.
Los fastos, participantes y acontecimientos que tuvieron lugar en Algeciras durante la
celebración de la Conferencia fueron relatados, en su momento, por el testigo presencial
Javier Betegón en su obra La Conferencia de Algeciras, siendo reseñados en sus fases estela-
res por Pérez-Petinto y por Delgado en sus respectivas obras sobre la historia de Algeciras.
Mención especial requiere la obra monográfica publicada este mismo año titulada
Historia de una Conferencia (Algeciras, 1906) de la que es autor Manuel Fernández Mota.
Es quizás oportuno abordar ahora, casi pasado un siglo, con el máximo de objetividad
posible, las raíces políticas internacionales que originaron la celebración de la Conferencia
sobre Marruecos en nuestra ciudad.
La política exterior del canciller del Imperio Alemán, Bismarck, una vez concluido con
éxito el aislamiento internacional de Francia en el continente europeo, se dirige a la crea-
ción de un imperio ultramarino alemán. Alemania, unificada como nación en 1871, ini-
cia tardíamente sus empresas colonizadoras en África, Asia y Oceanía. El 26 de febrero de
1885 se firma el Acta general de la Conferencia de Berlín para reglamentar las condiciones
de desarrollo del comercio y la civilización en África, y para la libre navegación del Congo
y del Níger. Es un gran triunfo de la política colonial bismarcquiana. España interviene en
la Conferencia de Berlín como una potencia europea con intereses coloniales en África.
En Berlín las potencias europeas junto con Estados Unidos y el Imperio Otomano lega-
lizan las divisiones pasadas, presentes y futuras del continente africano. La imagen de la
tarta repartida entre varios comensales es tópica pero no exacta: nunca un reparto efectua-
do sobre mapas, manejando meridianos y paralelos a escuadra y cartabón fue tan artificio-
so, desigual y semillero de discordias futuras entre los comensales; y, prescindiendo de sími-
les gastronómicos, jamás, como en esta ocasión, so pretexto de una labor civilizadora y
305
mercantil habían sido manipulados e hipotecados los destinos presentes y futuros de tan-
tos colectivos humanos y de tan vastos territorios.
A lo largo del decenio de 1880, los intereses coloniales alemanes en África no tropeza-
rán con los de los británicos. Ya en 1890 el canciller Bismarck presenta su dimisión al joven
káiser Guillermo II. Desde ese instante la política exterior alemana cambiará de manera
radical. Al no renovarse en 1891 los tratados germano-rusos de amistad y cooperación, en
los años inmediatos la diplomacia francesa romperá el aislamiento internacional de su país
gracias a la firma de una serie sucesiva de acuerdos y tratados de amistad, comercio, coo-
peración y defensa mutua con el Imperio Ruso.
Por otra parte, la política expansionista británica en África, - control de Egipto desde el
acuerdo angloturco de 23 de octubre de 1885, que potenciará el deseo de alcanzar un
dominio territorial ininterrumpido desde El Cairo a Ciudad del Cabo, amen del control
virtual del Canal de Suez, - se entrecruzará con los proyectos expansionistas africanos, en
el sentido de los paralelos, de portugueses y franceses. Los incidentes de Fashoda con
Francia y del "ultimátum rosa" a Portugal, que los británicos solventarán a su favor, con-
vierten a Gran Bretaña en la primera gran potencia europea en África.
Mientras tanto, después de los graves sucesos ocasionados por rifeños en Melilla,
durante los meses de octubre y noviembre de 1893, los intereses españoles en el Norte
de África parecen consolidarse, sobre todo tras la firma el 5 de marzo de 1894 del
Convenio entre S.M. la Reina Regente de España y S.M. Cherifiana, para el mejor cum-
plimiento de los tratados vigentes entre España y dicho Imperio en la parte referente a
la plaza y campo de Melilla.
En 1904 las evasivas dadas por el gobierno Imperial Alemán a las cuestiones planteadas
por el gobierno del Reino Unido, sobre la política de desarrollo de la marina de guerra ger-
mana, llevarán al gobierno británico a iniciar una política de acercamiento a la República
Francesa. Así, el 8 de abril de 1904 se firma el Convenio francobritánico, conocido como
Entente Cordial. Por medio de dicho Tratado británicos y franceses solucionaron sus pro-
blemas coloniales africanos y, reconociéndose mutuamente sus esferas de influencias, aca-
ban con los puntos de fricción entre ambos Estados. A través del articulado del referido
Tratado, Francia da seguridades de no obstaculizar las actuaciones de Gran Bretaña en
Egipto; y, a cambio, el Reino Unido concede que a la República Francesa le compete sal-
vaguardar la seguridad de Marruecos y colaborar en todas las medidas que el Sultán toma-
se para las reformas financieras, económicas, jurídico-administrativas y de defensa necesa-
rias en el Reino jerifiano.
Importantísimo fue para España el artículo 8º del Convenio firmado en Londres, pues
Francia y Gran Bretaña respetaron los intereses de nuestro país en Marruecos, debido a la
situación geográfica española y a sus territorios en la costa norteafricana; por ello Francia
se obligó a concluir un acuerdo con España al respecto, y así lo realizó el 3 de octubre de
1904 con la firma del Convenio francoespañol sobre Marruecos.
306
A partir de la firma de estos dos Tratados los acontecimientos se precipitan. Como refie-
re Tessainer y Tomasich,6 a la compleja situación interna marroquí vino a añadírsele la figu-
ra del cherif Muley Ahmed El Raisuli o El Raisuni. En su complicada peripecia personal
contra el Majzen (gobierno de Marruecos ) El Raisuni concibió el proyecto de secuestro de
una persona prestigiosa, de un cristiano que fuese ciudadano de una nación importante
cuya captura constituyera un impacto internacional, que obligase al Sultán y a su Gobierno
a claudicar ante él. Eligió al ciudadano norteamericano de origen griego John Hanford
Perdicaris, cuya familia y él mismo gozaban de gran prestigio en Tánger. El secuestro se
consumó en la noche del 17 al 18 de mayo de 1904, y aprovechando que en la casa de
Perdicaris en Yebel Quivir se encontraba su yerno, el británico Cromwell Warley, secuestró
a ambos. La resonancia internacional del doble secuestro fue inmensa, dada la nacionali-
dad y prestigio de los secuestrados y las pretensiones y exigencias del secuestrador. Este
hecho, concluido con la liberación de los secuestrados, vino a extender la tesis internacio-
nal de la debilidad política del Imperio Marroquí y a suscitar los recelos británicos sobre la
eficacia francesa para proteger la seguridad de los residentes en Marruecos, según se había
comprometido recientemente con la firma del convenio francobritánico de Londres.
Así las cosas en Marruecos, cuando el káiser Guillermo II, deseoso de quebrantar la
Entente Cordial francobritánica, visita Tánger en abril de 1905 y pronuncia un discurso
proponiendo el libre comercio en todo el Imperio Cherifiano y proclamando, en una
encendida defensa, la soberanía e independencia de Marruecos, para lo que ofrece el apoyo
del Imperio Alemán a dicha causa, provoca un incidente internacional. La primera crisis
marroquí fue de tal entidad que en evitación de males mayores, un posible enfrentamien-
to armado franco-germano, las cancillerías británica, española, sueca, rusa y estadouni-
dense entre otras se movieron apaciguadoras y lograron encauzar la crisis hacia el marco de
una Conferencia Internacional, similar a la de Berlín de 1885, que pusiese los cimientos
jurídicointernacionales para finalizar con la "cuestión de Marruecos", que en cierto senti-
do era lo que pretendía Alemania.
También para Pérez-Petinto en su Historia de Algeciras,
307
Tras aludir a los suce-
sos de 1905 prosigue
explicando que "movié-
ronse las Cancillerías
actuando intensamente la
Diplomacia del mundo
entero para evitarlo, [se
refiere al previsible enfren-
tamiento armado entre
Francia y Alemania] lle-
gándose a la conclusión de
celebrar una Conferencia
Internacional, en la que
abordándose todos los DELEGACIÓN ESPAÑOLA EN DICHO FORO.
arduos problemas de Marruecos, se encontrase solución a ellos."
Estamos en total acuerdo con Tessainer y Tomasich cuando este autor, en la página 73
de la obra ya citada, afirma:8
308
La exposición del Acta de la Conferencia y de las repercusiones urbanísticas de la misma
en Algeciras excede de este estudio; además, la Conferencia fue objeto del brillante traba-
jo realizado por el profesor algecireño D. Andrés Bolufer Vicioso, de reciente publicación
y el apartado de urbanismo es analizado en otro lugar de esta obra por el profesor Pardo
González. Es innegable, que durante unos meses el nombre de Algeciras saltó al plano
internacional y que, incluso como sostiene José Antonio Valdés, se convirtió a principios
del siglo XX en un foco de atracción turística. Por añadidura, los sucesos acaecidos en
Marruecos tras la Conferencia Internacional, convirtieron a Algeciras - como en otras oca-
siones en el pasado - en un punto estratégico para el embarque de tropas con destino a la
ribera sur del Estrecho de Gibraltar.
Sobre las consecuencias de la Conferencia de Algeciras, que en la práctica fue un total
fracaso como instrumento pacificador, diremos que España se vio cada vez más implicada
en un conflicto colonial, que de momento colmaba las aspiraciones castrenses de algunos
sectores del ejército español y las ansias de ganancias económicas de destacados miembros
de la oligarquía financiera nacional y, por supuesto, los afanes ilícitos de los contrabandis-
tas de armas, tanto españoles como de otras nacionalidades. Al respecto recogeremos las
opiniones de cuatro autores, de diferentes épocas, pero coincidentes en líneas generales
entre ellos y con nuestro juicio sobre los efectos de la Conferencia. Sus testimonios son
importantes, porque nos ayudarán a comprender el fenómeno de buena acogida popular
que tuvo la Dictadura de Primo de Rivera durante los años 20 y del que Algeciras será un
ejemplo. Comenta Pérez-Petinto, el primero de los autores a citar:
En los albores del siglo, el malestar y las intrigas que prevalecían en el viejo
Imperio jalifiano amenazaban la paz del mundo. Por el Tratado de Algeciras de
1906, y por un acuerdo complementario firmado en 1912, España y Francia se
comprometieron a mantener el orden en los dos territorios desiguales [...]En la
repartición a que se procedió al crear los Protectorados, Francia obtuvo la parte
9. PÉREZ PETINTO, M.: Op. cit. p. 168
309
del león y una tarea más fácil y más productiva. Todas las ciudades importantes,
sin omitir la capacidad del Imperio, fueron confiadas a su celo, adjudicándosele
así una esfera de influencia que alcanzaba a un sultán cuya autoridad no era mera-
mente teórica. Las tierras más fértiles de sus extendidos dominios, y los poblado-
res más pacíficamente inclinados, fueron confiados a Francia;[ ...] A España se le
asignaron cuatro ciudades de importancia relativa y una extensión de territorio
montañoso y árido, equivalente tan sólo a la vigésima parte de la superficie del
Imperio y habitado por tribus belicosas que combatieron con tenacidad a los nue-
vos ocupantes, frustrando constantemente sus iniciativas.10
310
tos, cuando sube al trono, expresa casi sin veladuras ese propósito. Años después,
la ley de jurisdicciones constituye un privilegio más para los militares. A partir de
1907 la intervención en Marruecos les facilitará la posibilidad de ocupar un pri-
mer plano en la vida nacional, de obtener ascensos, honores, mejor nivel de vida
e influencia en la política. En 1909, las fuerzas españolas, sufren cuantiosas bajas
en los combates próximos a Melilla ( Gurugú ) para los que ha sido necesario
movilizar reservistas, motivando la cólera del país y hasta una revolución acéfala:
la llamada ‘semana trágica’ de Barcelona. Siguen los combates y, cuando en 1912,
España obtiene de Francia que le reconozca un territorio de Protectorado espa-
ñol en Marruecos (la zona del Rif )la empresa llamada de ‘pacificación’ supone
una guerra colonial que, con algunas intermitencias, va a durar catorce años, y ser
causa de muchas pérdidas de sangre y de dinero en España.11
311
El progresivo deterio-
ro de la situación política
nacional, junto con los
deseos de la Corona de
evitar las implicaciones,
que le pudiesen resultar
de las investigaciones
sobre la cuestión de res-
ponsabilidades en el
desastre de Marruecos,
iría conduciendo el pro-
ceso político al golpe de
Estado de Primo de
Rivera. Éste, a la sazón, ALFONSO XIII EN ALGECIRAS
era Capitán General de Cataluña y en la noche del 12 al 13 de septiembre de 1923,
en Barcelona, realizó con pleno éxito su pronunciamiento. En este aspecto comenta
Tuñón de Lara: "lo más revelador del estado en que se encontraba España es que,
durante veinticuatro horas, nadie reaccionó, en un sentido o en otro."
Comenta Manuel Pérez-Petinto que
Francisco Javier Torres Barranco y José Manuel Algarbani Rodríguez al analizar las
reacciones favorables en la prensa provincial - Diario de Cádiz, días antes al 13/9/1023 -
concluyen:
312
Más adelante, los mismos autores, reseñan parte de un artículo del Diario de Cádiz, del
día 18/9/1923, del que nos interesa destacar una frase clave para comprender la acogida,
el fervor popular que suscitó el golpe de Estado primorriverista: " España está de enhora-
buena, ya cuenta con hombres que la defiendan; las madres tendrán la alegría de que sus
hijos no serán muertos en Marruecos sin defensa y que pronto se terminará esta sangría;".
A los autores de la comunicación les parece lógico "que un diario de tan marcado carác-
ter monárquico y conservador" como El Diario de Cádiz reaccione favorablemente ante el
golpe; en cambio les sorprende la reacción de Algeciras Libre, autodenominado diario de
izquierdas, que en el nº. 3, de la 2ª época, de fecha 20/9/1923 dice:
Resulta patente que Algeciras Libre está en la misma línea que El Socialista, que en los
primeros días de la Dictadura había conseguido que la censura permitiese la publicación
de un manifiesto contrario al nuevo poder, pero que a la par efectuaba recomendaciones
de prudencia y abstención de movilizaciones a las organizaciones sindicales obreras de
izquierdas. Y el día 22 de septiembre, dos días después del artículo publicado en Algeciras
Libre, El Socialista volvía a dar los consejos de prudencia y de actuación (obsérvese la simi-
litud con las frases subrayadas del diario algecireño) "dentro de los cauces legales, sin dar
el menor pretexto a resoluciones que, no beneficiando las ideas, perjudicarían los intereses
del proletariado y del país en general."
Las reacciones en contra del golpe de Estado de Primo de Rivera fueron escasísimas en
las primeras jornadas: El Heraldo de Madrid y un artículo de Ángel Osorio en El Liberal;
en Barcelona La Publicitat, órgano de Acción Catalana, mientras que la C.N.T. tras la dura
represión padecida no pudo resistir los efectos del golpe y antes que el Dictador prohibie-
ra Solidaridad Obrera, ésta dejó de publicarse. Los comunistas sufrieron cierres de sus loca-
les y varios de sus lideres fueron encarcelados. Incluso José Ortega y Gasset escribía el 27
de noviembre en El Sol: "Si el movimiento militar ha querido identificarse con la opinión
pública y ser plenamente popular, justo es decir que lo ha conseguido por entero."
De todos es conocida la oposición que transcurridos los primeros años fue concitando
la Dictadura de Primo de Rivera por parte de los intelectuales, Unamuno, Blasco Ibáñez,
el mismo Ortega y Gasset entre otros; a aquéllos se unirían pronto amplios sectores estu-
14. TORRES BARRANCO, F.J. y ALGABANI RODRíGUEZ J.M.: "El régimen de Primo de Rivera en la ciudad de
Algeciras: notas para profundizar en su estudio". Almoraima, 21 (1999)
313
diantiles; y, por supuesto, se sumarían a esa oposición los catalanistas, que habían apoya-
do al general en los primeros momentos, hasta que descubrieron, con la disolución de sus
Instituciones y la prohibición del uso del catalán, el rostro centralista del dictador jereza-
no. Sin embargo, el apoyo popular no decayó e incluso se incrementó, cuando se vio que
la política seguida en Marruecos puso fin al "sangraero", como se conocía popularmente
en Andalucía a la guerra de África.
Como ya apuntamos, Primo de Rivera no era muy partidario de la continuidad de
España en Marruecos; por añadidura la situación en el verano de 1924 no era nada posi-
tiva para las posiciones españolas, lo que reforzaba su idea de efectuar un repliegue y repa-
triar tropas, según manifestó públicamente en Málaga, durante los primeros días de julio.
Cuando llegó a Marruecos, tras efectuar esa declaración, fue recibido con frialdad y hasta
con hostilidad por los mandos del Ejército de África, que acostumbraban a considerarse
traicionados moral y físicamente cada vez que alguien hablara de poner fin a la guerra.
Testimonios de testigos de la visita del Dictador a los acuartelamientos españoles en el
Protectorado, en esos días de julio, cuentan que la hostilidad alcanzó su mayor grado en
Ben Tieb, en el campamento de la Legión, comandada ya por el teniente coronel Francisco
Franco. Tan fuerte fue la oposición de los militares africanistas, que Primo de Rivera, de
regreso a Madrid, facilitó una nota oficiosa, de fecha 23 de julio, en la que decía que infor-
maciones leales y sinceras contrarias a su parecer le habían llevado a modificarlo en parte,
si bien seguía insistiendo en la búsqueda de una resolución fácil y definitiva del problema.
En enero de 1925, de vuelta de otra visita a Marruecos, Primo de Rivera visita, como
Presidente del Gobierno, por primera vez Algeciras. El Ayuntamiento le ofreció un ban-
quete oficial. El 28 de febrero de 1925, tal como recogen en su trabajo Torres y Algarbani,
el Ayuntamiento de Algeciras recibió una carta de adhesión incondicional firmada por un
millar largo de vecinos, en la que expresaban estar plenamente de acuerdo con "la labor
que viene desarrollando desde que le fue encomendada la dirección de los intereses proco-
munales, digna labor, por lo firme y honrada, del aplauso ciudadano". Este apoyo popular
al Ayuntamiento primorriverista algecireño irá en aumento durante los meses siguientes.
Los acontecimientos marroquíes serán el motor de esta adhesión y fervor populares.
Desde que el 13 de abril de 1925 Abd el-Krim rompiese las hostilidades contra Francia,
ésta comprendió que la República del Rif era también un problema para su Zona de
Protectorado; ya no era España la única afectada por las acciones bélicas del caudillo rife-
ño y sus tropas. Así pues, el17 de junio se celebró en Madrid el primer contacto hispano-
francés para emprender actuaciones conjuntas, que llevasen a la solución de la cuestión
rifeña. Fracasados todos los intentos diplomáticos efectuados ante Abd el-Krim, el 25 de
julio de 1925 los gobiernos francés y español pactaron coordinar las operaciones militares.
A este fin, el 21 de agosto, el Dictador realiza su segunda visita a Algeciras, en donde se
entrevistó con el general Pétain, que ostentaba el mando de las fuerzas francesas, con en el
314
propósito de establecer un plan general conjunto del ataque a Alhucemas. Iniciadas las
operaciones el 8 de septiembre culminarían victoriosamente con la conquista de Axdir el
2 de octubre.
El 16 de octubre de 1925 la Corporación Municipal acuerda, a propuesta del teniente
de alcalde Méndez Estéfano, por aclamación conceder el título de Hijo Adoptivo de la
Ciudad de Algeciras al Excelentísimo Señor Don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, con
base en el aprecio mostrado a Algeciras en reiteradas ocasiones y sobre todo, por haberse
granjeado el agradecimiento imperecedero del pueblo español al frente del Gobierno y su
victorioso mando en Marruecos.
Como reseñaba Cristóbal Delgado 1925 fue un año "pródigo en acontecimientos"
para Algeciras. Ya el 15 de enero el Ayuntamiento había acordado nombrar a los Reyes,
Alcalde y Alcaldesa Honorarios de la Ciudad; el 12 de agosto se inauguró la Biblioteca
Municipal, que fundara Pérez-Petinto; y por si fuera poco, también se aprobó en este
año la demolición del Obelisco, que desde el siglo anterior centraba y presidía la vida
ciudadana en la Plaza Alta. No le sirvió al monumento de protección la leyenda o tradi-
ción popular, según la cual cumplía la función de ser sustentáculo místico, en su pro-
longación vertical, del Trono de la Santísima Trinidad en el Cielo; y mucho menos, en
el día de su demolición, en 1926, le valió que una manifestación de enlutados algecire-
ños, las cabezas cubiertas con solemnes canotiers, desfilasen en protesta hasta el mismo
instante de la absurda destrucción.
Después de vencer el ejército español a los rifeños en Iberloken, el 8 de mayo de 1926,
Abd el-Krim se rendiría a los franceses el 27 de ese mes. La guerra, el "sangraero" de
Marruecos había concluido. Era, para el pueblo, el gran triunfo de Miguel Primo de
Rivera. La historia de la Unión Patriótica, del Gabinete Cívico-Militar y la caída final del
Dictador, en enero de 1930, es una historia de la lucha entre los diversos grupos de poder
económico-financiero españoles por obtener el poder político.
Durante la segunda etapa de la Dictadura primorriverista pasaron algunos sucesos en
Algeciras indicadores del final de una época y del advenimiento de nuevos tiempos. Tal vez,
por sus implicaciones futuras en la vida local, dos de ellos sean mencionables en especial.
El primero, ciertas actuaciones municipales en los últimos meses de la Monarquía, que
estudiaremos con detalle en el siguiente periodo. El segundo fue la polémica sobre las líne-
as férreas que debían unir Algeciras con Málaga, y que por ser un tema fundamental el de
nuestro aislamiento geográfico, pues ha constituido siempre una lacra para el desarrollo de
nuestra Ciudad y la totalidad de la Comarca del Campo de Gibraltar, ya dimos cumplida
referencia en un apartado anterior, reproduciendo textualmente el artículo editorial apare-
cido en Lábaro Hispano, el 11/12/1926.
Hoy, al mirar retrospectivamente la etapa de la Dictadura de Primo de Rivera, parecen
futilezas todas las galas, fastos, proclamas de adhesión y homenajes de los débiles ante los
315
poderosos y sus decisiones y, en especial, si aquéllas brotan de una ciudad, de un país some-
tido a una dictadura de un Gabinete o Directorio Militar; pero a los que hemos dedicado
parte de nuestras vidas al estudio del sometimiento de los pueblos y de las instituciones al
Poder, a lo largo y ancho de la Historia de la Humanidad, nos parecen comprensibles y,
por ende, aún más inteligibles si el pueblo, que es siempre el perdedor de todas las guerras,
ve que las acciones del Poder ponen fin a una guerra que, con intermitencias, estaba pró-
xima a cumplir su centenario.
En el capítulo anterior, hemos visto que pese al nivel amplio de aceptación que tuvo el
golpe de Estado de Primo de Rivera y que fueron pocas las voces que se alzaron en su con-
tra, la Dictadura, sin un programa político e ideológico concreto, acabó cayendo en manos
de soluciones improvisadas para aplicarlas en momentos puntuales ante crisis específicas.
O lo que fue peor, algunas soluciones significaron más de la receta que se pretendía repu-
diar con el golpe. Tal fue el caso del Decreto de supresión de los ayuntamientos y creación
de las Juntas Municipales de Asociados, de primero de octubre de 1923. Al respecto resul-
ta clarificador el comentario aparecido en la primera del periódico El Liberal de Sevilla, de
fecha 2 de octubre de ese año:
316
Como podemos apreciar, se hacía bueno el dicho popular "son los mismos pero con
distintos collares". En esas circunstancias, cada vez más deteriorado el Gabinete Cívico-
militar y prácticamente inoperante la Unión Patriótica, el Dictador renuncia al poder
dictatorial y marcha al exilio. Entre el 30 de enero de 1930 y el 14 de abril de 1931
transcurre la agonía del régimen monárquico de Alfonso XIII. Con relación a este perio-
do dice Gil Pecharromán, que "entre la caída de la Dictadura, en enero de 1930, y la
proclamación de la Segunda República, catorce meses después, transcurre uno de los
períodos más decisivos , pese a su brevedad, de la reciente historia española."15 En igual
sentido se habían manifestado Vicens, Nadal y Ortega cuando afirmaron en su obra, que
los intentos de minimizar esta etapa o de sólo hacer hincapié en lo meramente anecdó-
tico, o simplificar con los tópicos de las confabulaciones masónicas o liberales era ocul-
tar o "no responder a la dramática grandeza del proceso histórico de la España contem-
poránea".16 Estamos en completo acuerdo con estos autores. Ya desde el inicio de nues-
tra exposición, hemos mantenido que es en estas fechas claves, 1930-1931, cuando ver-
daderamente se inicia el siglo XX en Algeciras. Los vientos del proceso de cambios polí-
ticos y sociales que soplan en España marcarán un hito importantísimo en nuestra his-
toria local, de ahí que no podamos prescindir del contexto nacional si deseamos enten-
der los acontecimientos históricos algecireños.
En su análisis de los hechos, Vicens, Nadal y Ortega sostienen que
sin el golpe de Estado de 1923 la Monarquía habría debido aceptar las rei-
vindicaciones populares o rendirse ante una acción revolucionaria o parlamenta-
ria. Prefirió respaldar al capitán general de Cataluña, olvidando que, al hacerlo,
rompía toda amarra con la legalidad instaurada en 1876. Por esta causa, cuando
la Dictadura sucumbió [...], el trono de Alfonso XIII se vio seriamente amenaza-
do. En la primaria realidad del hombre de la calle, la caída de Primo de Rivera
implicaba, indefectiblemente, la abdicación del monarca.17
317
cionalidad el retorno a la antigua vía constitucional era factible. Sin embargo, como
observa Martínez Cuadrado, esto era imposible ya que la "experiencia de la Dictadura y
el recuerdo de la constante presencia del rey en la marcha de los asuntos de gobierno y
en los nombramientos de jefes de gabinete, ilustraban lo suficiente a los propios prota-
gonistas supervivientes de los partidos históricos para disuadirles del vano intento de
retorno a la vieja política".18
El fracaso de este intento de la Corona por volver a la normalidad constitucional, es
constatado por Gil Pecharromán y por Tuñón de Lara. El primero opinará que:
Fracasada la vía dictatorial ensayada durante seis años por el general Primo de
Rivera y destruidos los pilares del sistema parlamentario de la Restauración, la
Corona se vio obligada a improvisar estrategias que permitieran al régimen supe-
rar el vacío institucional creado por las crisis de septiembre de 1923 y de enero
de 1930 y recuperar para la causa alfonsina el apoyo de importantes sectores
sociales y políticos. El fracaso de los intentos de retorno a la ‘normalidad consti-
tucional’ de los gobiernos Berenguer y Aznar y elcreciente apoyo popular a los
planteamientos rupturistas de la oposición republicana, son dos caras de un
mismo proceso, iniciado en las etapas finales de la Dictadura y que conduce al
radical cambio de régimen del 14 de abril de 1931.19
Para Tuñón de Lara, "la monarquía de Alfonso XIII había perdido ya sus bases cuando
se formó el gabinete Aznar. Participaban en él eminentes personajes de la oligarquía, pero
algunos tenían la convicción de hallarse en un callejón sin salida".20
Mientras el general Berenguer, militar cortesano, -era el Jefe de la Casa Militar del Rey-,
sin significación política, intentaba llevar la transición hacia el retorno a la legalidad cons-
titucional de 1876 convocando elecciones a Cortes ordinarias, legislativas, la derecha polí-
tica se dividía cada vez más tras el abandono de monárquicos notables. Sin lugar a dudas
el más destacado de todos era él del que fuera presidente del Consejo de Ministros, José
Sánchez Guerra; quien pronunció un importantísimo discurso el 27 de febrero de 1930 en
el Teatro de la Zarzuela de Madrid, en el que se declaró partidario de unas Cortes
Constituyentes: " Las elecciones, dijo, serán constituyentes, porque la realidad es ésa, por-
que el problema que el país tiene delante es ése, y quiérase o no se quiera, eso será lo que
se vote en los comicios cuando las elecciones se preparen y se hagan, si el caso llega".
Por el contrario, como detallan Tuñón de Lara y Gil Pecharromán, la publicación del
manifiesto de la inteligencia republicana, aparecido en Barcelona en el mes de marzo; y los
ataques, durante la primavera de 1930, de destacadas figuras antidinásticas, como
18. MARTÍNEZ CUADRADO M.: La burguesía conservadora (1874-1931), Madrid, Alianza Editorial, 1978 p. 389
19. GIL PECHARROMÁN, J.: Op. cit. p. 9
20. TUÑÓN DE LARA, M.: Op. cit. p.
318
Indalecio Prieto y Miguel de Unamuno; la multiplicación de las huelgas de carácter polí-
tico a partir del 7 de mayo; fueron hechos que pusieron de relieve que la izquierda espa-
ñola, tras los seis años de la Dictadura primorriverista, se estaba organizando cada día que
pasaba más y mejor. Así el 14 de mayo, la Alianza Republicana y los radicalsocialistas pac-
tan la formación de un Comité, que intentaría "conseguir la instauración y consolidación
de la República en España". En las semanas siguientes se irían adhiriendo a este acuerdo
varios grupos regionalistas. Finalmente, el 17 de agosto se firmó el Pacto de San Sebastián,
por el cual los asistentes crearon un Comité ejecutivo de la Conjunción, presidido por
Alcalá Zamora y dedicado a coordinar un movimiento revolucionario y antidinástico. En
octubre, cuando los republicanos habían demostrado su capacidad para movilizar a las
masas, las direcciones del PSOE y la UGT se unieron al Pacto, incluyéndose en el Comité
a Prieto, De los Ríos y Largo Caballero. Sin embargo, no fue posible el acuerdo político
con los cenetistas, aunque se contaba con la CNT como un grupo importante en la lucha
que se avecinaba contra la Monarquía.
Los acontecimientos irán decantándose a lo largo de 1930; mes a mes la posición del
gabinete Berenguer se tornará insostenible. La crisis económica y financiera de la peseta,
arrastrada desde los años 28 y 29 bajo la Dictadura, se hará incontenible a mediados de
1930, pese a los esfuerzos, primero, del Ministro de Hacienda, Argüelles, y, luego, del
Ministro de Economía, Wais para reforzar el control de los cambios y así poder corregirla.
A esta circunstancia se añadía la creciente conflictividad social, que ponía ribetes de temor
en la derecha económica del país que, con una miopía que no le permitía ver más allá de
sus propios intereses, fue cayendo durante el año 30 en la inoperancia; o, en el peor de los
casos, en posturas posibilistas que favorecían la aparición de grupos violentos ultradere-
chistas, tal como el denominado Legionarios de España, del Partido Nacionalista Español,
del doctor Albiñana.
A consecuencia de la represión efectuada por el gabinete Berenguer en las células anar-
quistas y republicanas existentes en el Ejército y de la convocatoria de huelga general en
Madrid, efectuada en el mes de noviembre por UGT y CNT con motivo de la muerte de
cuatro obreros de la construcción por deficiencias achacables a la empresa constructora, la
situación se deterioró y se precipitaron los acontecimientos.
319
en Jaca, pero fueron derrotados por las tropas leales al Gobierno y ejecutados
tras un consejo de guerra. En Madrid, las autoridades detuvieron al Comité
republicano y abortaron la intentona golpista del aeródromo de Cuatro Vientos.
Las organizaciones obreras declararon la huelga general el día 15, pero la inhi-
bición de la dirección ugetista y la proclamación del estado de guerra en todo el
país dieron al traste con el movimiento.21
nuestra generación, durante la época del general Franco, hemos oído y leído
hasta la saciedad que la pretendida legalidad republicana era, si no falsa, al menos
dudosa, ya que unas simples elecciones municipales, sólo con mayoría republica-
na en capitales, no podía legítimamente causar la caída de la Monarquía; de ahí
el gran interés que posee el artículo ‘ Las elecciones del 12 de Abril’, realizado por
Hernández Lafuente, profesor de Comportamiento Político de la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense.22
21. GIL PECHARROMAN, J.: Op. cit. pp. 23-24
22. CAMPOS UCLÉS J. y L.A. DEL CASTILLO: La representación de la proclamación de la Segunda Algeciras (1984).
Inédito. s. p.
320
Resulta obvio que la decisión del gobierno Aznar de adelantar las elecciones municipa-
les a las legislativas y conceder a éstas, cuando se celebrasen, un carácter constituyente para
restringir los poderes de la Corona, era cuanto menos como señaló Berenguer en sus
memorias, tituladas De la Dictadura a la República, indicativo de "un desacuerdo consti-
tucional que planteaba ya la misma crisis del régimen". Está claro, que pretender dar a las
elecciones legislativas, de diputados y senadores, un matiz modificador de la Constitución
de 1876 como deseaba el gabinete del almirante Aznar era, por si mismo, una solución
continuista bastante insólita.
"A partir de este despropósito constitucional," dicen Campos y del Castillo, "a nadie
puede extrañar que las elecciones municipales del 12 de abril produjeran un cambio que
teóricamente, en el más puro Derecho Político y Constitucional, estaba reservado a un ple-
biscito sobre el régimen político del Estado". Por su parte, el profesor Hernández Lafuente
afirma que: "... el cambio era sustancial [...] porque también eliminaba la infraestructura
electoral montada por el gabinete Berenguer, que nombró al cesar la Dictadura concejales
y diputados provinciales por una fórmula automática, que permitió que las corporaciones
fuesen integradas por elementos nombrados por sufragio antes de la Dictadura y que eran
en su mayoría monárquicos."23
apenas salieron de su apatía para estimular una propaganda animada por enti-
dades fantasmales de nombres tan poco adecuados como Acción Nobiliaria o
Reacción Ciudadana, que apelaban al voto del miedo de la burguesía y la clase
media. Por el contrario, los partidos de la Conjunción republicano-socialista
actuaban muy coordinados y extendían en el electorado la convicción de que un
triunfo propio en las municipales constituiría un plebiscito popular a favor de la
República, que acarrearía a medio plazo un cambio de régimen.24
Para concluir este apartado sobre las circunstancias nacionales, necesario para com-
prender la realidad histórica de Algeciras en esos momentos, destacaremos la idea, bastan-
23. Citado por CAMPOS, J.: Op. cit.
24. GIL PECHARROMAN.: Op. cit. p. 27.
321
te extendida en la sociedad española, que las elecciones municipales eran un referéndum
entre Monarquía y República; es la única forma de comprender que el cambio producido,
era el desenlace del gravísimo deterioro sufrido por el sistema monárquico y que las
elecciones municipales hubieran sido el detonante que lo había disparado. Incluso, con-
templado a fecha posterior, se recordaba que había sido previsto por algunos protago-
nistas de los acontecimientos; tal era el caso de Romanones, el cual en vísperas de las eleccio-
nes había comentado que en éstas "se ventilaba el porvenir de España y su forma de gobierno".
Esta circunstancia, como remarcaba Hernández Lafuente en su estudio, "hace de las
elecciones municipales celebradas el día 12 de Abril de 1931 un acontecimiento de tras-
cendental significado para la Historia de España".
Desde febrero de 1930 al 12 de abril de 1931, Algeciras vivió al ritmo que la transición
marcaba en el ámbito nacional. Las pautas de la erosión política, social y económica del
régimen se daban en nuestra ciudad: corruptelas administrativas provenientes de los últi-
mos años de la Dictadura y perpetuadas en esta etapa; fragmentación y atonía de los par-
tidos monárquicos; crisis económica; aumento del paro y de la conflictividad laboral y, en
consecuencia, social; crecimiento de la implantación de los partidos de izquierdas, al pare-
cer el Partido Comunista inicia en esta etapa su predominio entre los obreros ferroviarios,
mientras que los cenetistas se configuran como la primera fuerza sindical local. La Alianza
Republicana se organiza y mediado el año 30 su conjunción con los socialistas empezará a
dar sus frutos políticos. Es el momento, en la oposición antimonárquica y antidinástica de
Algeciras de Cayo Salvadores, Diego López, Aurelio López, Emilio Ríos, Adolfo Utor, Lino
García Baquero, Emilio Ríos, José Soto, Francisco Bohórquez...
Cuando llegó la jornada del 12 de abril, la denominada Candidatura Republicana, al
parecer perfectamente organizada durante la campaña electoral, arrasó con sus 10.349
votos a la Candidatura Monárquica, que sólo obtuvo 1.000 votos. El triunfo de los miem-
bros de la Conjunción Republicana fue absoluto en los Cuatro Distritos y en cada una de
las quince secciones. Como publicaba en su primera página el semanario La República, en
su número 4 del año 1, de fecha 15 de abril de 1931, "Muy pocas palabras bastan para
reseñar la memorable fecha del 12 de Abril. Fue tan absoluto el triunfo de la candidatura
republicana que huelgan, no ya los comentarios sino hasta la calificación de lucha electo-
ral, pues en realidad no la hubo. El cotejo de cifras es más elocuente que nada: a ellas remi-
timos al lector".
En las páginas siguientes estaremos a la línea del trabajo reseñado de Campos y Del
Castillo. Estos dos autores intentaban analizar la situación del Ayuntamiento de Algeciras
322
al proclamarse la II República; es decir, pretendían estudiar la constitución de una corpo-
ración republicana, pero teniendo como base, "siempre algo escasa", las actas de las sesio-
nes municipales celebradas entre el 15 de abril y el 13 de mayo de 1931 y todos aquellos
testimonios de primera mano, que pudieran conseguir de las personas que vivieron los
acontecimientos, o de sus descendientes directos; ya que la documentación referida a este
periodo, o es escasísima, o inexistente por haber padecido una destrucción intencionada y
sistemática, sobre todo a partir de julio de 1936 y ello por razones obvias, tales como el
deseo por parte de los vencedores en la contienda civil de eliminar la documentación que
pusiera en evidencia su ilegalidad, o, por el contrario, en muchos casos destruidos los docu-
mentos por sus propios y legítimos custodios para evitar su caída en manos del adversario.
Así cuando abordan el proceso electoral, los dos investigadores manifestarán:
También advertían ambos autores, que los resultados dados por Lafuente para la pro-
vincia de Cádiz, en lo referente a Algeciras no les servían para nada, puesto que eran erró-
neos, una vez contrastados con los detallados en las actas municipales algecireñas. Según
Lafuente, los Socialistas obtuvieron 44 votos; los Republicanos,124; los Monárquicos, 344;
25. Actas del Ayuntamiento de Algeciras; Sesión del 29 de abril. Tomo de 1931.
26. A.A.A.; Sesión de 15 de abril. Tomo de 1931.
323
otros, 63; y sin datos concretos existían 102 votos. Campos y del Castillo, opinaban que
estos datos debió de obtenerlos Lafuente, fragmentarios, de una Sección de alguno de los
cuatro Distritos algecireños. Nosotros tras tener acceso al ejemplar reseñado de La
República, hemos constatado que los resultados electorales publicados por el semanario
algecireño tan sólo ofrecen ligerísimas diferencias con los relacionados en las actas munici-
pales.
Según hace referencia la primera acta que analizan,27 las elecciones se realizaron dentro
de una gran normalidad, con un alto grado de participación popular, aunque Lafuente afir-
ma que, en la provincia de Cádiz la participación no llegó al 50%. En Algeciras, Campos
y del Castillo deducían que el índice total de participantes en las votaciones "pudo llegar
a algo más del 65% del total del censo electoral."28
Cuando por la tarde se empezaron a conocer los resultados peninsulares y de Baleares
(los de Canarias fueron más tardíos), el Ministro de la Gobernación, marqués de Hoyos
afirmaba el triunfo monárquico, según él, al haber sido elegidos 22.150 concejales monár-
quicos y 5.875 republicanos. Pero como observa con tino, Tuñón de Lara:
Nadie ignoraba, ni el propio marqués de Hoyos que esos seis mil escasos con-
cejales representaban mayor número de votos que los veintidós mil, porque habí-
an sido elegidos en capitales y ciudades importantes en las que cada concejal
representaba a un número mucho mayor de electores. [...] Pronto se supo que los
republicanos [ además de en Madrid ] triunfaban en Barcelona, Denia, Novelda,
Elda, Alcoy, Algeciras, Ceuta, Alcazar de San Juan, Puertollano,[...].29
324
magnitud del fracaso, se mostraban dispuestos a reconocer en aquel cambio de
comportamiento del electorado el plebiscito a favor del cambio de régimen que
reclamaba la oposición.30
325
1) Poner en conocimiento de la nueva corporación cual es la situación de la Caja
Municipal. Lógicamente, empezarán a surgir voces en contra de la gestión de los anterio-
res ayuntamientos de la Dictadura. Esta circunstancia no es específica de nuestra corpora-
ción ni un hecho aislado, pues también en el ámbito nacional se exigirán responsabilida-
des a los hombres de los ayuntamientos de la Dictadura.
2) Elección y formación de las Comisiones Permanentes: Hacienda, Gobierno interior,
Policía Urbana y Obras Públicas, Policía Rural, Instrucción Pública, Fuentes y paseos,
Feria y fiestas, Abastos, Beneficencia, Cementerios. También se procede a la elección de los
dos Síndicos del Ayuntamiento.
3) Ceses y nombramientos de una serie de funcionarios municipales. Aunque no se
aducen las razones que llevan a esto, parece ser que uno de los fines que intentaban con-
seguir con esta medida era el fin de la corrupción que había invadido a la mayoría de los
ayuntamientos de la Dictadura.
4) Cambios en los nombres de calles, avenidas y plazas.32 Quizá pueda ser este el ele-
mento externo más importante, como ocurrió hace unas décadas, que denote el cambio de
régimen. Así, se empezarán a poner rótulos a las calles con nombres de personas vincula-
das a la izquierda o que eran patrimonio de las tradiciones liberales y republicanas deci-
monónicas, tales como Mariana Pineda, Salmerón, Pablo Iglesias, Riego, Torrijos,...
A partir de este momento, una vez realizados estos pasos o completándolos con medi-
das posteriores (como el caso de las responsabilidades o de los nombres de las calles), la
nueva corporación empieza a atender los asuntos normales de un ayuntamiento. Dentro
de ellos, podemos destacar: arreglos de calles y plazas; beneficencia; contrata con compa-
ñías varias; revisiones de censos; reclutamiento de mozos; etc. ... Pero al ser normales, pasan
también a ser triviales es decir, común a todo tipo de ayuntamiento. Aunque lo que si
pueda variar sean las distintas soluciones a adoptar, en función de la inclinación política de
la mayoría. Pero habría que partir del hecho de que cualquier corporación, no importan-
do su filiación política, ha de buscar el bien de la comunidad.
Por ello, quizá lo que más interese a Campos y Del Castillo sean los asuntos que se salen
de la normalidad y le dan una característica peculiar a aquella época. Algunos de ellos serán
comunes a todo el país e incluso el mismo Gobierno Provisional intenta darles solución.
Otros son particulares de la localidad y es el propio ayuntamiento el que intentará ensayar
las soluciones pertinentes a cada caso concreto. Algunos son bastante conocidos, como el
paro y la destrucción de pertenencias eclesiásticas. Otros temas son menos conocidos por
su peculiarismo o, quizás, por su escasa trascendencia a niveles populares, como el análisis
de la singular situación de gobierno militar en la Comarca del Campo de Gibraltar.
32. A.A.A.; Sesiones de 18 y 22 de abril. Tomo de 1931.
326
- PROBLEMA DEL DESEMPLEO
Hemos de recordar que la crisis mundial emergida en 1929 no afecta a España hasta
1930. Una de las características principales de ella es el paro. Según las cifras que maneja
J. Harrison,33 en España, entre 1930-1933 el desempleo no pasó de una tasa del 12,8%;
mientras en las mismas fechas E.E.U.U. alcanzó un 25%. Entre 1934-1935 se estabiliza la
tasa en nuestro país, pero experimenta una gran alza en 1936, con el desenvolvimiento de
los acontecimientos políticos. Así, para las fechas en que situamos el presente estudio, hay
que partir de una tasa del 12,8%, cifra bastante importante para un país como el nuestro.
Según Tuñón de Lara,34 la crisis económica mundial no afecta a España a fondo hasta
1932. Afirma que la "República hereda el aumento del paro provocado por la política
deflacionista del ministro Argüelles en 1930."
Como es de esperar, en Algeciras también se está sufriendo ese paro. Pero el Ayuntamiento,
como en el ámbito nacional el Gobierno Provisional de la República, intenta ensayar ciertas
medidas, si no para rebajar
la tasa de desempleo, si al
menos para estabilizarla.
Al ser un problema
nacional, como hemos
dicho, una de las actua-
ciones del Ayuntamiento
es exigir al Gobierno
medidas para aliviar la
situación. Pero existen
medidas exclusivas en el
ámbito local. Podemos
destacar una serie de
ellas: construcción de una
PASEO DE LA CONFERENCIA
carretera para ocupar a
los parados; escritos a fábricas y empresas para que admitan a algunos obreros; intentos
para que algunos trabajadores que iban a quedar en paro no lo estuviesen; facilitar labo-
res para estos parados en el campo; etc... También se llegan a arbitrar medidas paralelas
de tipo graciables.
Así, en el acta de la sesión de 29 de abril se exponen ciertas medidas posibles para
llevar a cabo:
1) Abrir una suscripción popular de socorro a los parados.
33. HARRISON, J.; Historia económica de España contemporánea, Barcelona, Vicens Vives, 1980, pp. 177-181
34. TUÑÓN DE LARA, M.; La II República. Madrid, Siglo XXI, 1976, pp. 67-68
327
2) Hacer uso de la "Donación Bálsamo" para los pobres y entregarla a esa suscripción
popular.
3) Que los fondos destinados por el Ayuntamiento a las ferias y fiestas de la ciudad sean
cedidos para la creación de una serie de puestos de trabajo.
Dentro de esta relación habría que incluir una cuarta medida, a la que ninguno de los
autores manejados hacen referencia. Pero por lo que se desprende del acta, ya se había
puesto en marcha en otras poblaciones del país y con el visto bueno del Gobierno
Provisional de la República. Era una medida bastante original. Consistía en la petición a
los fabricantes y empresarios de la ciudad para que, si acaso fallasen las anteriores medi-
das, alojasen en sus casas un cierto número de parados, en función de la capacidad eco-
nómica de cada uno de ellos.
Pero la iniciativa que lleva al establecimiento de estas medidas no parte sólo de la cor-
poración, pues manifiestan ambos autores "que creemos que es el mismo pueblo quien
exige la ejecución de las mismas, ante la situación agobiante que se estaba creando. No olvi-
demos como se hace mención en las actas que existían numerosos desempleados pidiendo
por la calle un socorro."
También constatamos la petición del "gremio" de los panaderos solicitando se esta-
blezca la prohibición de traer pan de fuera de la ciudad, aduciendo que agravaría aún más
el problema del desempleo creado en ese mismo sector.
Paralelo a ello surge la protesta del Sindicato Único de Trabajadores y de la Agrupación
socialista.35 Pero ahora con un doble sentido:
1) Petición sobre la fiesta del trabajo (aunque desconocemos si se llevó a cabo o no el
1 de Mayo). Con fecha anterior se incluye también un escrito de ciertos trabajadores (no
se especifica sí la firman también el Sindicato Único y la Agrupación) sobre el mismo tema.
2) Petición contra la subvención del Ayuntamiento para las corridas de toros que han
de celebrarse en la Feria y fiestas. Hemos de advertir aquí, que la corporación había des-
tinado poco dinero para estas fiestas, disponiendo el resto para paliar el problema del
paro, pero contando, en teoría, con el apoyo monetario de los empresarios hacia la reali-
zación de la feria.
Reflexionaban Campos y del Castillo que
328
riormente. Pero hay que destacar sobremanera ‘que es asunto preferente a cual-
quier otro de interés local, el resolver de manera pronta y radical, la crisis obrera
por la que atraviesa la población y que se está en el caso de tomar cuantas reso-
luciones extremas sean precisas para conseguirlo’.36 Es por ello por lo que hemos
puesto en primer lugar el problema del paro dentro de los más generales e impor-
tantes a los que va a intentar hacer frente el nuevo ayuntamiento.
ALGECIRAS, 7 DE AGOSTO DE 1936: SALVOCONDUCTO DE LA COMANDANCIA MILITAS DE ALGECIRAS, EXPEDIDO SOBRE UNA
FELICITACIÓN NAVIDEÑA DE LACORCHERA AMSTRONG S.A. PARA QUE UN TRABAJADOR PUEDA REINTEGRARSE A SU TRABAJO.
- RESPONSABILIDADES DE LA DICTADURA
329
usurario"39 el empréstito realizado por el anterior ayuntamiento, pues vinculaba al
Ayuntamiento por más de cincuenta años, según señalan los concejales, pues las condicio-
nes del mismo no aparecen reflejadas en las actas de sesiones.
En la última acta referida se llega a exigir que el anterior alcalde pague de su bolsillo
todos los pagos realizados en infracción al R.D. de marzo de 1931. Se llegan a declarar
nulos todos los acuerdos de carácter económico hechos por el mismo ayuntamiento. En
definitiva, se pretende que se entreguen cuentas claras, sin menoscabo de revisar toda la
gestión de todos los Ayuntamientos algecireños desde el comienzo de la Dictadura.
Lógicamente, con ello se buscaba la ruptura total de la corrupción que hasta entonces
había invadido los ayuntamientos.
Se llegará incluso a la formación de una Comisión Especial " a fin de que revisen todos
los acuerdos tomados por los Ayuntamientos de la Dictadura y propongan la anulación de
aquéllos por considerar perjudiciales a los intereses generales de la población,..."40 Tildarán
de ayuntamientos "facciosos" a los anteriores.
A continuación citan los autores algunos casos en los que el concejal de Hacienda y
Síndico del Ayuntamiento, Sr. Ojeda, detecta irregularidades en la actuación de las ante-
riores corporaciones.
El ejemplo más claro, escriben, podría ser la construcción que se estaba lle-
vando a cabo en ese momento de la ‘Verja del Parque’ * de esta ciudad. Para ello
se hizo un presupuesto, basándose en la construcción de la verja sobre una base
de ladrillos. Pero al inspeccionar dicha obra resulta que la mayor parte del recin-
to se estaba cerrando con muro en vez de la verja de hierro, ‘infringiéndose los
acuerdos municipales, y poniendo de manifiesto convenios particulares urdidos a
espaldas de este Ayuntamiento’41, según lo expresa el mismo concejal.
Así, afirman Campos y Del Castillo, podríamos señalar una relación de estas
irregularidades o ‘corrupciones’. Desde este punto de vista, podríamos intentar
comprender los distintos ceses y nombramientos que lleva a cabo la corporación.
Aunque no se expresen en las actas los motivos, parece claro que éstos eran cau-
sados por lo indicado más arriba: la corrupción.
330
Al parecer se interponen querellas criminales contra los anteriores alcaldes, secretarios,
interventores y demás funcionarios a los que pudiesen serles exigidas responsabilidades. Sin
embargo, según la información facilitada en la investigación inédita no sabemos cuál es el
fin de todo esto. Para conocer el resultado final de la petición de responsabilidades, haría
falta realizar un trabajo monográfico sobre de la actuación del Ayuntamiento de Algeciras
bajo el periodo de la II República, e incluso llegándolo a comparar con otros de la
Comarca. Para su realización, tal vez, habría que estudiar y analizar, no solamente las actas
de las sesiones municipales de los distintos ayuntamientos, sino también otro tipo de fuen-
tes, como los archivos de los registros, juzgados, etc. ... Quizás estos últimos podrían dar-
nos algunas pistas sobre las responsabilidades que en abril y mayo de 1931 pedía (podría-
mos decir pedían, pues como se ha señalado antes es un problema a esfera nacional y, pare-
ce ser, sin solución) la corporación republicana.
Los dos autores concluían este apartado de su trabajo opinando con Harrison,
que es la República la que pagará casi todas las deudas que había dejado pen-
diente la Dictadura primorriverista. Así, aunque insistimos en que hace falta un
estudio a fondo del resultado (o al menos del desarrollo) de las distintas querellas
administrativas, civiles y criminales, podemos adelantar que la mismas no ten-
drían un fallo favorable, en su sentido económico, hacia el nuevo ayuntamiento.42
Aunque sea este apartado lo más notorio dentro del aspecto militar, que hemos encon-
trado en las actas analizadas, no hemos de olvidar que va a ser un problema sin soluciones
fáciles para el Gobierno Provisional de la República. Y dentro de él para un hombre en
especial: Azaña, elegido Ministro del Ejército, como señala Cardona43 "porque sus compa-
ñeros de Gabinete se confesaron legos en la materia". Como sigue diciendo el mismo autor,
el Gobierno de la República se dió prisa en consolidar su poder. Para ello intentaría una
serie de medidas, realizadas a través de decretos, que, según Tuñón, "crearon un profundo
malestar en las filas del ejército". Se destituirían a todos los capitanes generales y mandos
de la aviación. En el mismo mes de abril surgieron otros dos decretos: uno pidiendo el jura-
mento de fidelidad a las instituciones republicanas por parte del ejército (23 abril de 1931);
el otro, el pase a la reserva de jefes y oficiales que no quisieran hacer la promesa.
Convenimos con Tuñón en que no fueron medidas de tal naturaleza, las capaces de des-
pertar una enérgica protesta por parte de la institución militar.
Pero estos problemas que acabamos de citar no se detectan en Algeciras, al menos en el
marco de las Actas municipales. Así, el único punto importante y, a la vez original, que
42. HARRISON, J. Op. cit. pp. 177-181
43. CARDONA, G.: "Militares y república: entre la lealtad y la conspiración" Historia 16 (1981)
331
hemos encontrado en las actas con respecto al tema militar es el que da título a este apar-
tado: la peculiar situación militar (quizás sea más correcto decir de gobierno militar) de
nuestra Comarca.
Como queda expuesto en una carta del Alcalde de la vecina ciudad de La Línea de la
Concepción al Ayuntamiento de Algeciras,44 el poder gubernativo fue delegado en la
Autoridad Militar desde 1880, en virtud del Real Decreto de 21 de septiembre del mismo
año. Como la misma carta dice, "es un estado de excepción que no tiene razón de ser".
Para eliminar esta situación, se pide en la carta que los ayuntamientos de la Comarca lle-
guen a un acuerdo y telegrafíen al Gobierno Provisional para que restituya las facultades
gubernativas al poder civil.
Según refiere la misma acta a la que hacemos alusión, el Ayuntamiento de Algeciras,
desde el día de la proclamación de la República, había exigido del Gobierno la restitu-
ción del poder civil. No obstante, en las actas analizadas, no hemos encontrado ningu-
na referencia sobre esta petición algecireña con anterioridad a la carta enviada por la
corporación linense.
Desconocemos si las reuniones de los distintos ayuntamientos se llevaron a efecto
y si suscribieron alguna petición sobre este asunto al Gobierno Provisional. Lo cierto
es que parece que la situación, si no cambió, si inició el camino de las transformacio-
nes. Lo constatamos porque se le manda un agradecimiento por los resultados obteni-
dos al Sr. González Rojas, presidente de la reunión de Alianza Republicana, que ana-
lizaremos más adelante.
Se entrevé que este señor estaba ausente de la ciudad, suponemos que en Madrid, inten-
tando alguna solución a esta situación. Además, parece que logró un gran éxito, pues se
acuerda le sea preparado un gran recibimiento a su vuelta y se "le tribute el homenaje que
tan merecido tiene".45
Podemos concluir diciendo que se arregló la situación Gubernamental del Campo de
Gibraltar, desapareciendo dicho Gobierno Militar, según comprobamos al leer en la
segunda página del semanario SUR las gestiones, que para el restablecimiento del mismo
estaba realizando el político de Acción Radical, señor Núñez y Manso. Pero deberíamos
ahondar más en el tema. Según las actas que hemos manejado, la Autoridad Militar por
Real Decreto de 1880 se hizo cargo del poder civil. No obstante en el estudio, aún iné-
dito, que hicimos con María Luisa Martín Viñas,46 ya hacíamos referencia a una inter-
vención del poder militar. Más concretamente, el Comandante jefe de la localidad nom-
bra al Ayuntamiento, en septiembre de 1868, aunque la posterior elección de otro hace
ilegal al primero. Habría que dilucidar si esa sustitución del poder civil es anterior a 1880
(es decir, con la Revolución de 1868), o si se realiza a partir del Real Decreto de 1880.
Quizás la información sobre esta cuestión se encuentre en los archivos del Gobierno
Militar de la localidad.
44. A.A.A.; Sesión de 22 de abril. Tomo de 1931.
45. A.A.A.; Sesión de 6 de mayo. Tomo de 1931.
46. MARTÍN VIÑAS, Ma. L. y DEL CASTILLO NAVARRO, L. A. La Revolución de 1868 en Algeciras. (Inédito)
332
Saliéndonos un poco del aspecto militar, todavía hemos de indicar otro factor más inhe-
rente a la situación de gobierno, no ya dentro del general de la Comarca, sino más con-
cretamente de Algeciras. Es el que se refiere a la petición elevada al Gobierno Provisional
de la Segunda República para la implantación en esta ciudad de un "Subgobernador
Civil",** para atender a los servicios y dependencias instalados en Algeciras, que mantení-
an con regularidad el servicio y comunicación con el Norte de África, pues ellos eran de la
total incumbencia del Gobierno Civil.
333
2) Según dice el Comité, el anterior Ayuntamiento promovió un cambio de nombre de
calle: de Primo de Rivera a Blasco Ibáñez, pero no se llevó a cabo. Ahora el Comité, en su
función de "ayuntamiento", si lo hace.
3) Cambios de nombres en otras calles y plazas.
4) Acuerdan que el día 15 del mes de abril sea fiesta, por dos razones, en conmemora-
ción de Galán y García Hernández y por la Proclamación de la República. Pero el punto
siguiente rectifica esta decisión: ya no se hará fiesta. La razón que aducen para justificar
este cambio de opinión, es la llegada de nuevas órdenes por parte del Gobierno Provisional
de la República. Desconocemos si realmente esas nuevas órdenes llegaron cuando se esta-
ba celebrando la sesión o si lo hicieron antes. Pero quizás el tema no tenga más importan-
cia, y, tal vez, resulte aventurado que pensemos que el Gobierno Provisional de la
República, en los primeros días de su formación, desease desvincularse del pronuncia-
miento republicano de Jaca; de ahí que diese órdenes en contra de la propuesta festiva, que
ligaba a los militares fusilados y a la Proclamación de la República de Abril.
Desconocemos hasta que punto pueda ser esta acta interesante para el presente estu-
dio, pues no sabemos si en otras poblaciones se dio también esta circunstancia. Aparte
de ello, quizás lo más interesante a resaltar en este punto, es que el Comité Ejecutivo
de un partido (en este caso, un partido republicano) se pueda hacer cargo de las fun-
ciones, de un ayuntamiento. Ninguno de los autores señalados en la bibliografía hacen
referencia a este extremo.
Uno de los apartados más importantes de este periodo, debido a su gran trascendencia
social, fue la cuestión de las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Para Vicens, Nadal y Ortega, en su obra ya citada, uno de los principales fracasos del
gobierno de la República fue el "no poder cumplir con el más elemental de los fines de
todo gobierno: mantener el orden en la calle"; esto que es la mera constatación de un
hecho histórico pierde objetividad cuando, en un afán simplificador que se nos antoja
imposible, en las líneas siguientes los autores empiezan a señalar responsabilidades.
Citamos textualmente:
Gran parte de las responsabilidades recae en el socialismo, que jaleó las que-
mas de conventos en Madrid y Andalucía en mayo de 1931, y en el sindicalismo
confederal, que en enero de 1932 provocó una sublevación en Cataluña, y en
enero de 1933 otra en Andalucía; pero también en los sectores de extrema dere-
cha, que en agosto de 1932 apoyaron el levantamiento del general Sanjurjo, [...]48
334
nificado esa Iglesia en España; por supuesto, la cuestión fue "mucho más profunda que la
quema de conventos e iglesias", con todo lo grave que fue esto. Arbeloa reconoce y justi-
precia el anticlericalismo español:
335
Tuñón en su exposición del inicio de los sucesos que pese al tiempo transcurrido aún "no
es posible saber quién tomó la iniciativa de lo que ya luego se convirtió en el tradicional
motín anticlerical tantas veces repetido durante un siglo". En Madrid los acontecimientos,
a lo largo de la jornada, fueron a peor y el Director de la Seguridad acabó desbordado; ante
esto, relata Tuñón,
producida la separación entre la Iglesia y el Estado, era preciso que éste asu-
miera aquellas funciones administrativas y sociales que la Iglesia se había arroga-
do tradicionalmente en razón de su propia identificación con el Estado monár-
quico. Otra cosa era que esto hubiera debido hacerse con un ánimo menos pro-
picio a la revancha. La inclusión de medidas manifiestamente anticlericales en el
texto constitucional y los apasionados debates que ello originó dieron una dimen-
sión excesiva a un problema que debía haberse relegado a una regulación legal
posterior y más específica. Lo cierto, sin embargo, es que, contra el parecer de
muchos republicanos, el anticlericalismo se convirtió en uno de los pilares nor-
336
mativos del régimen, difuminando el efecto democratizador de la legislación lai-
cista y otorgando a los adversarios de la República una baza psicológica que
supieron utilizar adecuadamente.51
337
da Horas graves, acentuaron en los católicos un reflejo de persecución y dotaron
a la actividad antigubernamental de la derecha conservadora de un cierto aire de
‘cruzada’, hasta el punto de ser la movilización religiosa del electorado una de las
causas de la recuperación derechista en las elecciones de noviembre de 1933.52
338
que participaron en estos sucesos violentos luego, durante la guerra civil, tan sólo sería
represaliado y fusilado el joven que condujo el camión, con el cual arrastraron las imáge-
nes de los santos por las calles.
Estos acontecimientos crearon un problema bastante importante, pués con ellos se
pone en tela de juicio la actuación del mismo alcalde, el cual somete su continuidad en
el cargo al juicio que emitan los miembros de la corporación. Pero uno a uno los seño-
res concejales se colocan a favor del Presidente del Ayuntamiento, aprobando la gestión
realizada por éste.
Parece ser que no fueron miembros de ningún partido (o al menos no en nombre del
mismo), los que llevaron a cabo las acciones. E1 mismo alcalde afirma que no fueron hom-
bres republicanos los culpables, que quizás sea una de las acusaciones que se le hace y por
la que é1 presenta su dimisión. Algunas personas de la ciudad que vivieron esos momen-
tos, aducen que fueron personas venidas de la ciudad de Málaga, quienes enfervorizaron y
arrastraron a la destrucción a las clases sociales más bajas de Algeciras. Pero estos bochor-
nosos sucesos que vinieron a enturbiar los inicios de la II República en Algeciras, como en
otros tantos lugares de España, aún no han quedado totalmente resueltos. Como dice
Tuñón, ninguna organización se responsabilizó de lo sucedido, ni lo haría jamás.
Algunas personas adujeron, en su momento, que lo más razonable hubiese sido sacar a
la calle al ejército, que podría haber cortado todos los brotes de saqueos. Pero como dice
un concejal de la corporación algecireña quizás el sacar a la calle el ejército hubiese encres-
pado aún más los ánimos y "la violencia hubiese sobrepasado los límites".
Arbeloa argumenta, que la reunión de monárquicos el día 10 de mayo y la carta del car-
denal Segura no son razones convincentes para justificar el cúmulo de acciones que se rea-
lizan en los dos días. Según él, tras los hechos habría una razón profunda: la camarilla for-
mada por Ramón Franco, Rada y algunos ateneístas de Madrid.
En sentido contrario se manifiesta un concejal del Ayuntamiento republicano de
Algeciras, para quien las dos razones, que en el futuro Arbeloa desdeñará, son las verdade-
ras causantes de los saqueos y destrucciones. No obstante, personalmente, pensamos que
los sucesos ocurridos en Algeciras se debieron más a la extensión de los mismos durante
esos días en Andalucía (Sevilla, Málaga, Cádiz...). Sin embargo, no descartamos como
causa indirecta la reunión de los monárquicos y la famosa y desafortunada carta del carde-
nal Segura, que en cierto modo nos recuerda al turbio asesinato del gobernador civil de
Burgos en el interior de la catedral, cuando intentaba realizar un inventario de bienes ecle-
siásticos en cumplimiento del decreto de 25 de enero de 1869.
Quizás lo único que cabe decir en este asunto es que, lógicamente, se pone todo en
conocimiento de la justicia, aunque no sabemos el resultado de las pesquisas, pero creemos
que no tendrían mucho éxito.
339
Concluyendo el presente aspecto de nuestro estudio, podemos decir que es, el que
mancha la pacífica proclamación de la República, tanto en el ámbito local como nacio-
nal. Tal vez, sea esta una cuestión que junto a otras similares, e incluso más trágicas que
irán apareciendo en las páginas siguientes, nunca se deban de olvidar, pero que con la
calma y la objetividad que el transcurrir del tiempo trae, se transformen en un catálo-
go de errores y horrores que nunca más cometamos los españoles, ni de la generación
presente ni de las venideras.
Los cinco años de vida republicana discurren en Algeciras con los mismos ritmos polí-
ticos, económicos y sociales que en el resto del territorio nacional, con la salvedad de los
matices propios de la zona del Campo de Gibraltar, ya enumerados en otros apartados.
Se profundiza y ensancha el foso que separaba a las dos Españas; una conservadora,
integrada por la derecha tradicional, fragmentada en grupos reacios a ceder un ápice de
sus privilegios y dueña del 90% de los recursos financieros y económicos del país; la otra
progresista, integrada por una izquierda nueva en el poder político, dividida ideológica-
mente en cuanto hacía referencia a la estructura y funcionamiento final del Estado y a
los medios a emplear para la consecución de sus metas políticas y sociales; se unía a esto
los crecientes tintes anticlericales y anticatólicos de amplios sectores sociales y la conse-
cuente reacción defensiva de los católicos; además del aumento de la conflictividad labo-
ral entre los obreros y la patronal, los sangrientos sucesos de Casas Viejas y la revolución
de Asturias, junto con las situaciones insolubles de la reforma agraria, lenta y desorgani-
zada al principio y paralizada después durante el bienio cedista, y la laicización de las
escuelas primarias para las cuales la República no tenía suficientes maestros, fueron,
todos ellos, factores que coadyuvaron al progresivo deterioro de la vida civil y al creciente
enfrentamiento entre los españoles.
En Algeciras se padecieron estos enfrentamientos; así con motivo de hacerse cargo de
los templos la Orden Salesiana en 1934, ya que habían permanecido cerrados al culto por
carecer las parroquias de sacerdotes diocesanos, se volvieron a reiniciar los cultos católicos,
tales como la celebración de primeras comuniones, produciéndose en algunas ocasiones el
apedreamiento de niños vestidos según la tradición para dicha celebración eucarística.
También poseemos testimonios de este anticlericalismo visceral en los insultos de "fachas"
a algunos padres, que no eran católicos practicantes, por llevar a sus hijos pequeños al
Colegio de las Monjas de la Huerta de la Cruz.
Ilustrativo de la situación de Algeciras y del Campo de Gibraltar durante 1934 e ini-
cios de 1935, desde la óptica de personas afines o militantes de Acción Popular y Acción
Agraria, será el semanario SUR, Semanario defensor de los intereses del Campo de
Gibraltar, editado en Tarifa y a cuyos números 1 y 2, de fechas 14 y 21 de enero de 1935,
340
hemos tenido acceso. Nos parecen dignos de ser reproducidas parte de la página 2 del
nº. 1, con noticias de Algeciras, y un artículo firmado por Antonio Valdivia que hace
alusión a los políticos republicanos algecireños, aparecido en la página 5 del nº. 2 del
citado semanario.
- INTERESES DE ALGECIRAS
341
PERFIL DE LA SEMANA
MIRADA RETROSPECTIVA
342
Don Emilio se quedó con su cabeza. Roca también. Todos los presuntos deca-
pitados siguieron poniéndose sombreros. La bruma empezó a disiparse y la polí-
tica local a despejarse un poco. Pero no nos fiemos del tiempo, que allá - en lon-
tananza- se ve asomar -todavía- la cresta de nubes negras que el viento puede
hacer variar de rumbo.
ANTONIO VALDIVIA.
343
ACCIÓN POPULAR.
¡CONTRA LA REVOLUCIÓN Y SUS CÓMPLICES!
Revolución o contrarrevolución.
Anti-España o España.
O ellos o nosotros.
Quien se abstenga de votar es un traidor y un criminal.
El que siendo propietario de algo no ayude al Frente contrarrevolucionario es
un suicida y un insensato.
Hay que aplastar la Revolución.
El marxismo no pasará.
Todo el poder para el JEFE.
¡VOTAD A ESPAÑA!
¡CONTRA LA REVOLUCIÓN Y SUS CÓMPLICES!
Elector:
Si quieres conservar el bienestar que disfrutas, sacrifica tu egoísmo el próximo
16 de febrero, y aunque tengas que hacer cola como un vulgar ciudadano, no
dejes de votar.
EN LAS PASADAS ELECCIONES NO LO HICISTE.
¿Te lo impidió una gran enfermedad?
¿O, por el contrario, fue la satisfacción de un capricho, o lo que es peor, tu
cobardía, la causa de que no cumplieras tu deber de ciudadano?
TU VOTO HACE FALTA A ESPAÑA. Que tu nombre no haya de ser exe-
crado por los buenos españoles."
Los resultados de las elecciones del 16 de febrero de 1936 han sido objeto de discusio-
nes historiográficas; por supuesto desde la óptica franquista, de forma falaz y torticera, se
58. ALGARBANI, J.M. Op. cit.
344
extendió la especie de la ilicitud de las elecciones, para de esa manera defender la legitimi-
dad de la sublevación militar de los días 17 y 18 de julio de ese año. Sin entrar en diatri-
bas historiográficas, señalemos que el triunfo del Frente Popular en la comarca campogi-
braltareña fue indiscutible. La Línea de la Concepción fue la ciudad de la provincia gadi-
tana donde el Frente Popular obtuvo los mejores resultados, con un 90% de los votos
escrutados. En San Roque obtendría un 87,2% y en Algeciras un 85,4%. Para Algarbani y
Torres, los factores que nos hacen comprensible el alcance de esta victoria frentepopulista
en el Campo de Gibraltar, entre otros, son: "- Una fuerte tradición republicana en la zona.
- [...] - La candidatura derechista era poco representativa para el Campo de Gibraltar. En
líneas generales los integrantes de la misma estaban más estrechamente vinculados al eje
Cádiz-Jerez, al igual que ocurrió en las elecciones de 1933".59
De febrero al verano de 1936 la situación fue complicándose cada vez más. Se ha cul-
pado de la marcha hacia la guerra civil a la actuación del gobierno de Casares Quiroga, que
sucedió a Azaña, cuando éste, elegido Presidente de la República, tomó posesión de la
Jefatura del Estado el 11 de mayo. Desde un punto de vista objetivo, es indudable que el
gobierno Casares fue débil y en ocasiones, como por ejemplo tras el impacto político y
social que produjo en la Nación los asesinatos del teniente Castillo y del parlamentario
Calvo Sotelo, actuó con una total inanidad política, siendo incapaz de reaccionar con efi-
ciencia y celeridad contra las cabezas del levantamiento militar de julio. Sin embargo, está
claro que los factores que originaron la contienda civil fueron múltiples y complejos de
analizar, y con seguridad si lo intentásemos nos excederíamos del marco de esta exposición;
no obstante si es conveniente que, siguiendo a Gil Pecharromán, esbocemos la conspira-
ción preparatoria del golpe de Estado faccioso.
En principio existieron dos tramas insurreccionales: una conspiración cívico-militar de
carácter monárquica, que había estado latente desde el fracaso de agosto de 1932, la "san-
jurjada"; la segunda, estrictamente militar, sin características ideológicas precisas, con el
"propósito de restaurar un orden social deteriorado por el expeditivo procedimiento de un
golpe de Estado en colaboración con elementos civiles subordinados al mando militar".
Parece fuera de toda duda que a partir de febrero, la conspiración castrense se impuso a la
civil, pasándose de esta manera de un proyecto de insurrección popular al tradicional pro-
nunciamiento militar con apoyo civil. "Sólo cuando éste, afirma Gil Pecharromán, enfren-
tado a una auténtica reacción popular, fracasara en sus objetivos, se avendrían los militares
a dar mayor protagonismo a organizaciones capaces de arrastrar una movilización masiva
en torno a conceptos ideológicos definidos, como la Iglesia y los partidos derechistas".
En la reunión del 8 de marzo en Madrid, los conspiradores acordaron organizar un pro-
nunciamiento para derribar al gobierno del Frente Popular. La Junta Militar coordinadora
59. ALGARBANI, J.M. Op. cit.
345
estaría presidida por el exilado Sanjurjo y la integrarían los generales Mola(con nombre
clave en la conjura de El Director), Franco, Goded, Saliquet, Fanjul, Ponte, Orgaz y Varela.
Se aprobó que el golpe no poseería un matiz político definido.
La prensa se hizo eco de los rumores del golpe, que por su parte denunció la Unión
Militar Republicana Antifascista; las organizaciones sindicales obreras movilizaban a sus
bases ante el peligro inminente. El presidente del Gobierno Casares Quiroga se fió "de las
promesas de algunos conspicuos golpistas" y dejó de investigar la trama denunciada. Así, a
mitad de julio todo estaba preparado. El 17 de julio de 1936 la mecha insurreccional era
prendida por los militares rebeldes en Melilla. Se iniciaba una larguísima tragedia nacional.
"Enfrenada la oligarquía partidista de los años 1917 a 1923 por la férrea mano de la
Dictadura militar y presente en la memoria de la generación actual, los hechos ocurridos
de entonces a hoy, quédese su narración para otra pluma dentro de 50 años, la nuestra aquí
pone punto, rogando a Dios no deje de su mano a nuestra amada Algeciras,[...]"60
Ahora, transcurridos algo más de esos 50 años, con la objetividad y la reflexión serena
que el tiempo pasado marca en nuestros espíritus, podemos escribir sobre esa crudelísima
experiencia histórica que Algeciras, al igual que el resto de nuestra nación, vivió desde el
18 de julio de 1936 al 1 de abril de 1939.
En el capítulo anterior exponíamos la trama de la conspiración militar. Los asesinatos
del teniente Castillo y del Jefe de la Oposición, Calvo Sotelo, precipitaron el curso de los
acontecimientos. Aunque todo estaba previsto para el día 18 de julio, el alzamiento mili-
tar se inició en Melilla, a las tres de la tarde del viernes 17.
La historiografía sobre esos primeros momentos de la Guerra Civil, incluso sobre las
primeras jornadas, es extensa, ya sea desde el punto de vista de los sublevados, o desde él
de los defensores de la legalidad republicana; andando el tiempo la visión de los rebeldes,
que fueron los vencedores, se convertiría en la única versión oficial, canónica, del régimen
franquista; por el contrario, la del bando republicano sería la historiografía ignorada, rea-
lizada en el exilio, a lo sumo conocida clandestinamente por unos pocos especialistas.
Algeciras en esas horas cruciales fue un objetivo de primer orden en la estrategia de los
militares rebeldes; era, otra vez más en nuestra historia nacional, la puerta de entrada al
60. PÉREZ PETINTO. Op. cit. pp. 175-176
346
territorio peninsular de tropas
invasoras procedentes de África.
Después del 18 de julio
el Campo de Gibraltar se
convierte en uno de los pun-
tos más sensibles y delicados
de todo el territorio de la
península. Su importancia es
doble. Por un lado forma
parte de una de las defensas
del estrecho; en la otra ori-
lla se encuentra el
5 DE AGOSTO DE 1936: EL CAÑONERO DATO ARDE EN EL PUERTO DE Protectorado, con el potente
ALGECIRAS, TRAS SU COMBATE CON EL ACORAZADO REPUBLICANO JAIME I.
ejército que hay que transpor-
tar urgentemente a la
Península. Por otro es zona
fronteriza.61
347
En Algeciras, desde el mes de junio, residía como Comandante Militar del Campo
de Gibraltar el coronel March, con mando sobre el Regimiento de Infantería de Pavía nº.7,
uno de cuyos batallones estaba destacado en La Línea de la Concepción. Había desempe-
ñado anteriormente el mando de dicho Regimiento el coronel Peña. Al parecer March era
hombre de estima y confianza del Presidente Azaña, quien había intervenido en su nom-
bramiento para un puesto de tanta responsabilidad estratégica. Sin embargo, la
Comandancia Militar campogibraltareña estaba implicada en la trama golpista a los más
altos niveles. El Ministerio de la Guerra siguiendo una política errónea en los nombra-
mientos y destinos de generales y jefes había designado, en febrero de 1936, Segundo Jefe
del Regimiento de Pavía nº.7 al teniente coronel Coco.
Según palabras de Bertrán Güell refiriéndose al teniente coronel Manuel Coco, era éste
348
6 DE AGOSTO DE 1936: JUEGO DE TRES FOTOGRAFÍAS TOMADAS EN LA CASA DONDE LA METRALLA DEL BOMBARDEO DEL JAIME
I, EL DÍA ANTERIOR, CAUSÓ LA MUERTE DE UNA PERSONA. DONDE CAYÓ SE SEÑALA CON UNA X, SEGÚN SE INDICA AL DORSO.
NO HEMOS PODIDO CONSTATAR SI LA VICTIMA FUE Dª LUZ NATERA GONZÁLEZ, SOLTERA, DE 51 AÑOS, QUE MURIÓ EL DÍA 7
POR MULTIPLES HERIDAS DE METRALLA.
LAS REPRODUCCIONES SE HAN OBTENIDO DE FOTOGRAFÍAS PROPIEDAD DE LA PROFESORA Dª IRENE SALVO.
349
Algarbani y Torres, al estudiar los hechos a más de 60 años de distancia escriben:
350
Para la lectura del Bando, se dispuso que el Capitán que lo leía se colocase en
el centro, cubierto los cuatro frentes por cuatro soldados con sus fusiles y otro sol-
dado a su lado con el fusil preparado. El teniente coronel Coco recorrió la pobla-
ción de Algeciras, hallando a todo el mundo cohibido y comprobando el orden
más completo. En la puerta del Ayuntamiento se encontró con el oficial Núñez,
de Aduanas, que momentos antes había cortado la comunicación con Sevilla,al
que hizo detener inmediatamente. La situación quedaba de este modo domina-
da, por lo que al orden público se refería.66
Por lo que respecta a la terminología del Bando, "haciéndose fuego sin previo aviso",
encaja perfectamente dentro del más puro método de sembrar el terror entre la ciudadanía
por parte de los golpistas y así evitar cualquier reacción adversa a sus propósitos. Ya desde
los primeros momentos de la rebelión las arengas patrióticas de Franco o de Queipo de
Llano marcaban esas pautas. Así en una pronunciada por Franco se decía:
Aún es tiempo para enmendar los yerros anteriores: al que persista en la rebel-
día contra el Movimiento Nacional le espera un negro porvenir de incertidum-
66. BERTRAN, F.: Op,cit. pp. 34-35
67. BERTRAN, F.: Op,cit. pp. 33
351
bres y zozobras; los que rápida y voluntariamente se entreguen a nuestras auto-
ridades disfrutarán, si no han cometido personalmente delitos, de una benevo-
lencia grande. Para los que persistan en la hostilidad o pretendan rendirse a últi-
ma hora no habrá perdón.68
A partir del día 19, la aviación roja procedente de Málaga y la Escuadra bom-
bardearon a diario el Campo de Gibraltar, que sehallaba cercado por todas par-
tes: de Ronda llegaban trenes de campesinos; de Málaga, columnas de carabine-
ros, fuerzas de la guarnición y muchos milicianos. Por la tarde llegó a Algeciras el
segundo tabor de Regulares de Ceuta, al mando del comandante Amador de los
Ríos. Una sección de este tabor acudió a la Aduana, en cuyo local se hizo formar
a todos los carabineros con todo su armamento. El teniente coronel Coco les diri-
gió una arenga, explicando las razones del Levantamiento, que iba en contra del
imperio de la injusticia y del desorden. Terminó su arenga pidiendo a los adictos
que diesen un paso adelante, y gritando un ‘¡Viva España!’ al que contestaron
68. EL TEBIB ARRUMI (Victor Ruíz Iriarte) La proeza del estrecho de Gibraltar. Madrid, 1939, pp 9-10
69. DELGADO GÓMEZ, C. Op. cit. p. 66
70. BOLÍN, L.: Los años vitales. Madrid, 1969, p. 103
352
todos. Luego fueron conducidos a su cuartel. En cuanto a los carabineros de la
Comandancia, nadie les había hablado, y el teniente coronel Coco tenía malísi-
mas impresiones sobre su orientación política. Se hallaba en aquel momento ante
una de las situaciones más críticas, de cuya resolución satisfactoria dependía
mucho el desarrollo ulterior de los acontecimientos. Resolvió arengarles y diri-
giéndose a la Comandancia, los mandó formar todos con su armamento, con lo
cual se reunieron unos ochenta carabineros armados, frente a un Jefe que iba tan
solo acompañado de sus dos ayudantes. El teniente coronel de Carabineros,
Córdoba, pidió venia para hablarles primero, y recomendándole velasen por sus
intereses y los de sus hijos y mujeres, insistió en que siguiesen adictos al Poder
constituido. Habló a continuación, en sentido inverso, el teniente coronel Coco.
Su discurso fue escuchado con gran frialdad y nadie contestó cuando al final
pidió que gritasen ‘¡Viva España!’, ni aun cuando por segunda vez, pistola en
mano, volvió a decir ‘¡Viva España!’ Entonces, indignado, aludiendo a Córdoba,
dijo a los carabineros: ‘Vuestro jefe no os quiere ni como militar ni como jefe.
Nuestra revolución es en defensa del pueblo, que no puede vivir en la actual
situación. Todos estamos con vosotros.’ Un carabinero repuso: ‘Yo no obedezco
más órdenes que las de mi teniente coronel.’ Coco, entonces, apeló al nombre y
ejemplo del general Queipo de Llano, Inspector general de Carabineros, que
había sido el primero en sumarse al Movimiento Nacional, y apostrofando a con-
tinuación al teniente coronel Córdoba, le dijo: ‘Con usted ya arreglaremos cuen-
tas.’ Finalmente, los carabineros le prestaron su adhesión. Pero, días después, reci-
bió confidencias de que esta adhesión había sido fingida, y con hábil estrategia
dispuso en la primera orden de operaciones, que los carabineros acudiesen arma-
dos en camiones a lugar y hora determinados y cuando los tuvo allí reunidos, los
hizo desarmar por el tabor de Regulares. Los carabineros, llorando, le aseguraron
que eran plenamente adictos al Movimiento, pero que nada podían hacer a las
órdenes del teniente coronel Córdoba, con cuya enemiga contaban a la menor
indicación de sentimientos nacionales. El teniente coronel Coco les hizo condu-
cir entonces al cuartel de Infantería, donde por secciones fueron agregados a las
compañías de dicha Arma. En cuanto al batallón de La Línea, hizo causa común
con el pueblo y el gobierno rojo, encerrando a los oficiales en el cuarto de
Banderas. De Algeciras llegó el torpedero nº. 19, que había sido desarmado allí
por nuestras tropas, desde el cual se cañonearon el Ayuntamiento y el Cuartel de
Infantería de La Línea, que pronto pusieron bandera blanca, anunciando la ren-
dición. Cuando el tabor de Regulares hubo acabado de desembarcar en Algeciras
se acudió a terminar la rendición de los sublevados de La Línea. A poco de llegar
los Regulares ya se habían izado en todas partes banderas blancas. El día 20 el
coronel March ordenó al tabor de Regulares que saliese de La Línea; Coco dio
inmediatamente la contraorden, mandando permanecer allí una compañía de
Regulares. Cuando ya los moros estaban dentro de los camiones, desde azoteas,
balcones, calles y plazas se les dirigió una descarga cerrada. A los pocos días, desde
Algeciras, los Regulares salieron para Sevilla. El 27 de julio, una columna de
353
2.000 milicianos atacó San Roque, defendido sólo por 40 hombres, que se con-
dujeron con todo heroísmo. Siguieron luego los demás episodios de la gloriosa
campaña bajo el mando del General en Jefe del Ejército del Sur don Gonzalo
Queipo de Llano.71
Pese a estos bandos de guerra impuestos en el Campo de Gibraltar por los militares alza-
dos en armas, poseemos testimonios de algecireños, que manifiestan que la bandera republi-
cana ondeó en los edificios oficiales y en la Comandancia Militar del Campo de Gibraltar
durante estos días iniciales de la guerra; e incluso, los que en aquellas fechas eran niños o jóve-
nes, recuerdan que las tropas indígenas del Tabor de Regulares desembarcadas en Algeciras,
el día 19 de julio, desfilaron por las calles gritando "¡Viva la República!". El velo del engaño
lo levantarían los sublevados a finales del mes.
Mientras tanto para Franco, que ya se había hecho cargo del mando de las operaciones
en las plazas norteafricanas, seguía siendo fundamental el envío de tropas de refuerzo a la
Península, a Sevilla sobre todo para que Queipo de Llano consolidase su posición en la
plaza, importantísima para los rebeldes. De momento el control naval del estrecho de
Gibraltar lo poseía la República, gracias a la presencia de varias unidades leales comanda-
das por el acorazado Jaime I; ante esa circunstancia Franco decidió trasladar tropas al terri-
torio peninsular utilizando para ellos aeroplanos, desde el día 20. Al principio los aviones
utilizados fueron Breguets y un Fokker, que procedente de la base de Cabo Juby se unió a
71. BELTRAN, F. Op. cit. pp. 35-37
72. ALGARBANI, J.M. Op. cit.
354
los rebeldes. Las tropas trasladadas a Sevilla y Cádiz en el primer puente aéreo de la histo-
ria militar fueron legionarios y regulares. Como relata Luis Bolín pronto el gobierno fas-
cista italiano prestó su primera ayuda a Franco, consistente en doce Savoia-81, que despe-
garon el 30 de julio de Cagliari (Cerdeña) hacia el aeródromo de Nador, en el Marruecos
español. ( Tres de ellos nunca llegarían a Nador: uno aterrizó cerca de Orán; otro se estre-
lló en la ribera derecha del río Muluya, en el Marruecos francés; y el tercero desapareció en
el Mediterráneo con toda su tripulación.)
A partir de esa fecha el transporte aéreo de tropas y el dominio del aire en la zona del
Estrecho quedaba en manos de los rebeldes. Hasta que punto esto fue importante nos lo
revelan las palabras de El Tebib Arrumi, cuando refiere la proeza de un avión Dornier 8 que
llegó a hacer en un solo día hasta veinte viajes entre España y Marruecos, lle-
vando a bordo fuerzas y material de guerra, sin que, gracias a ola marcada ayuda
de la Providencia, ni uno solo de esos hombres resultase herido, ni se perdiese en
los viajes ni un solo cartucho de fusil. ¡Dios estaba de nuestro lado cuando hacía
posible el sueño, la aventura, digna de un Hernán Cortés o de un Pizarro, en que
Franco se había metido para acudir en auxilio de las fuerzas levantadas a su voz
en la tierra española!.73
Algarbani y Torres por su parte estudian en su trabajo los dos contraataques guberna-
mentales en el Campo de Gibraltar, los de los días 22 y 27 de julio. Con respecto al pri-
mero escriben:
355
aeroplanos bombadearon la estación de la Almoraima y obligan a los trenes a
retroceder hasta las estaciones de Jimena de la Frontera y Castellar, donde se
establece la línea defensiva.74
El hecho de armas del lunes 27 de julio tuvo lugar en San Roque y según
ambos autores
Cuando parecía que todo estaba bajo una relativa normalidad -solo había
250 hombres en el Regimiento de Pavía - [obsérvese el contraste con los 40
hombres que vimos asignara Bertrán Güell a la guarnición de San Roque; cifra
que siempre nos pareció falta de rigor histórico y sí sobrada de una clara inten-
ción propagandística y magnificadora del Movimiento Nacional] a las cinco
de la mañana se presentó frente a San Roque una columna de fuerzas republi-
canas procedente de Málaga, compuesta por unos 2.000 milicianos y un gran
número de mujeres. Llegan en coches ligeros y camiones y traen, además de
fusiles y ametralladoras, morteros y dos cañones. El episodio termina con la
llegada desde Algeciras de una compañía del II Tabor de Regulares de Ceuta,
que después de algunas escaramuzas sobre las once de la mañana hace retroce-
der hacia Málaga a la columna de milicianos.75
Después de las discordancias habidas entre el coronel March y el teniente coronel Coco,
éste relevó a don Emilio March del mando, siendo trasladado a Marruecos, donde más
tarde sería fusilado. Como reseña Cristóbal Delgado, esa consumación de la rebelión del
teniente coronel Coco contra su inmediato superior en el mando tuvo lugar "El 23 de
aquel mismo mes se hace cargo de la Comandancia de Algeciras el Teniente Coronel don
Manuel Coco Rodríguez, bajo cuyo mando quedan las fuerzas del Campo de Gibraltar.
Algeciras está definitivamente al lado de las tropas nacionales."76
El máximo de la actividad bélica se registraría en la comarca del Campo de Gibraltar y
en la zona del Estrecho el día 5 de agosto con el paso del convoy, posteriormente denomi-
nado por la propaganda franquista "Convoy de la Victoria"; y el día 7 con el bombardeo
efectuado por el acorazado republicano Jaime I sobre la ciudad de Algeciras.
Con referencia a los hechos del 5 de agosto la noticia que da El Tebib Arrumi, a fuer
de manipuladora de la verdad histórica, se convierte en testimonio de lo que puede hacer
con la ciencia de la Historiografía una ideología totalitaria. Reproducimos el texto de las
páginas 41 y 42.
74. ALGARBANI, J.M. Op. cit.
75. Idem
76. DELGADO,C. Op. cit. p.166
356
El desembarco en Algeciras no tuvo inconveniente mayor. Los muelles esta-
ban vacíos, y dentro de la andalucísima población, apenas si unos cuantos des-
graciados simularon una leve resistencia, que duró escaso tiempo. [Por más que
hemos indagado entre coetáneos de esos sucesos, nadie ha recordado resistencia
alguna, entre otras razones por una principal: el teniente coronel Coco domina-
ba con poder pleno en la plaza desde el 23 de julio.]. Los soldados, recién desem-
barcados, ocuparon los lugares estratégicos y edificios públicos, y la alegría de los
vecinos se desató en jubilosas manifestaciones de afecto a nuestras tropas y de
reverencia a nuestra bandera amarilla y roja. Aquella noche todo fue júbilo en
Algeciras. [Ni que la ciudad hubiera estado ocupada por tropas republicanas.]. Y
actividad también, porque las unidades, apenas dominada la situación, [ignora-
mos a qué situación se refiere] empezaron a ocupar los camiones, que en el acto
se requisaron, y ya en ellos tomaron la ruta de San Roque y de La Línea, donde
se acusaba la presencia de núcleos rojos de alguna importancia, al parecer dis-
puestos a resistir. [Es evidente que está atribuyendo los hechos bélicos de los días
19, 22 y 27 de julio a un hipotético e inexistente 5 de agosto en el Campo de
Gibraltar.] No fue así, afortunadamente; porque, apenas los gorrillos de los legio-
narios asomaron por el populoso barrio de La Línea de la Concepción, [¿?] los
marxistas salieron huyendo, unos hacia el Guadiaro, con rumbo a Málaga; otros,
los menos, hacia el interior, camino de Medina Sidonia y Vejer, y los más se refu-
giaron dentro de Gibraltar, que les abrió las puertas so pretexto de que eran obre-
ros que habitualmente trabajaban dentro del peñón que Inglaterra detenta en
indignante y ya demasiado larga expoliación.
Sin embargo, Luis Bolín es veraz al relatar los acontecimientos de guerra referidos a esta
fecha, con independencia que los matice de acuerdo a su posición política y a su extrema-
da admiración personal por Franco; tan sólo comete un error que indicaremos en su
momento. Dice el periodista, convertido en diplomático del general Franco:
357
sus componentes, el diminuto remolcador, no pudo con el oleaje que barría sus
cubiertas y hubo de regresar a puerto. [...] A cinco millas de Algeciras, el vigía del
cañonero divisó un destructor rojo, Alcalá Galiano, navegando hacia el convoy
desde la orilla española del Estrecho. Dato, no obstante su inferioridad manifies-
ta, metió proa a babor para interceptar el destructor, al que inmediatamente ata-
caron los tres navíos que daban escolta. El combate duró media hora; [...].
Cruzáronse cien cañonazos. [...] Finalmente, el buque rojo optó por seguir la
derrota del Lepanto. Los componentes del convoy llegaron sanos y salvos a
Algeciras, ciudad indefensa y abierta, [¿?] a la que el acorazado Jaime, a título de
represalia, cañoneó día siguiente [he aquí el error al que aludíamos, no fue el 6,
sino el 7 de agosto] con sus piezas de grueso calibre. En esta acción,Dato sufrió
daños considerables tras defenderse gallardamente durante el cañoneo.77
las seis de la tarde habían zarpado del puerto ceutí los buques que compo-
nían el convoy. A la cabeza el cañonero ‘Dato’ y tras él el guardacostas ‘Vad-
Kert’, seguidos de las motonaves ‘Ciudad de Ceuta’ y ‘Ciudad de Algeciras’, el
mercante ‘Arango’ y el remolcador ‘Benot’; este último, que iba cargado con
material de artillería, no pudo resistir la fuerte marejada de Levante y tuvo que
volver a Ceuta.78
Tras narrar el combate con el Alcalá Galiano, da las 8 de la tarde para la llegada del
convoy al puerto algecireño y acto seguido se refiere al ataque del Jaime I:
358
Por testimonios familiares conocemos el pánico que sembró el bombardeo del Jaime en
la ciudadanía algecireña, que en gran número huyó despavorida a los campos que rodea-
ban la población: hacia el Cobre, hacia Botafuegos, a los montes del viejo camino a Los
Barrios, en dirección a la Garganta del Capitán...
La referencia a las tropas y armas transportadas por el convoy que pasó el Estrecho de
Gibraltar, la obtenemos del profesor Tuñón de Lara:
A partir de este momento, lo que había empezado como un golpe de Estado militar se
transforma en una guerra crudelí-
sima, plagada de represiones bruta-
les por ambos bandos y que para
colmo de desgracias duraría hasta
el 1 de abril de 1939, dejando al
país prácticamente arrasado, con-
vertido en un campo abonado para
el ejercicio de la dictadura más
larga de la historia de España y la
tercera de Europa en duración, tras
la soviética en Rusia y la salazarista
en Portugal. Y hasta el uno de abril
de 1939, como escribirá Cristóbal
Delgado "muchos algecireños ALGECIRAS Y TARIFA, 1952: CARTERILLA DE LA JUNTA SUPERIOR DE
ABASTOS (J. S. A.), QUE CONTENÍA LOS CUPONES DE RACIONAMIENTO.
mueren en los campos de batalla";
la lista con sus nombres, "Caídos por Dios y por España", inscrita en una lápida situada
sobre la fachada principal de la Iglesia de la Palma, presidió los juegos de miles de niños
algecireños en la Plaza Alta, llamada durante 40 años del Generalísimo Franco.
En la actualidad, sus nombres están inscritos en el monumento a los caídos por Dios y
por España que existe en nuestro cementerio, muy próximo al patio donde está la fosa
común de los sin nombre, caídos tan sólo por sus ideales y por España. Estos 29 jóvenes
algecireños del Monumento, muchos de ellos hijos de esa tercera España que estudia Paul
Preston, son:
80. TUÑÓN DE LARA, M. Op. cit. p.574
359
Carlos Salvadores Claudín Antonio Turriente Miguel
Jaime Guenals Daggnino Fernando García Santos
Joaquín Pérez Benítez Francisco León Esquivel
Mariano Salvatierra Moya José María Rivas Montero
José María Allan Vidal Pérez Benítez
José Rubiales Hormigo Manuel Esteban Barros
Eduardo Guerra Camacho Emilio Muñoz Milán
Manuel Garzón Gallego Enrique Méndez Martínez
José María González Gaggero Julio Hermosilla Tercero
Manuel Delgado Rioja Juan Guerra Gallardo
Francisco Delgado Manuel Pérez Gala
Juan Pérez Llorca José Carretero Pérez
Luis Gutiérrez Antonio Benítez Fernández
Pedro Jiménez Manuel Ruiz Ruiz
José Sediel Ruiz
Aunque no figura su nombre en la lista del Monumento, tal vez por no haber nacido en
Algeciras, si se encuentra en el patio o crujía de San Antonio la tumba de Rafael López
Trujillo, miembro de una familia muy vinculada y enraizada en Algeciras. Este joven murió
en el frente de Córdoba el 23 de septiembre de 1938. Era Sargento del Regimiento de
Infantería Pavía nº. 7, 8º Batallón y tenía 25 años. Otro joven algecireño caído por el bando
nacional, en el frente de Teruel, y cuyo nombre no figura en el Monumento, fue el excelente
cantaor de flamenco José Ruiz Arroyo, de sobrenombre artístico Corruco de Algeciras. Al
contrario de las informaciones y documentos que nos han facilitado los algecireños D.
Diego Ocaña Pecino, D. Francisco Crespo Anillo y D. Manuel Moya Graggera, contem-
poráneos del citado artista, el historiador del Arte Flamenco, D. Luis Soler Guevara, sostie-
ne que Corruco de Algeciras murió en el frente de Teruel, pero combatiendo a favor del
bando republicano. Pensamos que, tal vez, el que no aparezca en la lápida algecireña se deba
al hecho de que Corruco de Algeciras había nacido en La Línea de la Concepción.
360
Luis Bolín, en cambio, opina que "más de una vez las amenazas del general, [Queipo
de Llano] aunque carentes de sustancia, intimidaron a los rojos y les movieron a abando-
nar posiciones o pueblos que a falta de esas conminaciones hubieran resistido más tiem-
po."82 Sin embargo mal casan esas "amenazas del general, aunque carentes de sustancia"
con lo que relata más adelante, donde narra la liberación de Ronda y los desmanes come-
tidos por los "rojos" y cuenta, como él acompañó al teniente de navío Ramón Carranza a
liberar, "en el sentido genuino de la palabra" a Constantina, Lora del Río, Arahal y Fuentes
de Andalucía. Escribe:
Las escenas eran siempre parecidas. Cadáveres de los asesinados por los rojos,
yaciendo al sol, con las viudas y los hijos sollozando ante ellos; iglesias profana-
das, casas reducidas a cenizas, hombres que protestaban su inocencia a gritos y
luego resultaban culpables. Los instigadores habían huido. Solíamos llevar con
nosotros alguienque conociese bien el pueblo: un abogado competente, uno o
dos policías. Los criminales acababan confesando. Sus alegatos eran siempre
iguales. Habían sido engañados por agitadores rojos, inducidos a creer que si eli-
minaban a los que no compartían sus creencias políticas e incendiaban las
viviendas y las cosechas y se entregaban al saqueo y al pillaje, un nuevo orden,
basado en el ocio y la abundancia, tardaría poco en establecerse. La necesidad de
trabajar desaparecería como por arte de magia. No fue solo en la región andalu-
za donde semejante tesis prosperó, en forma inconmensurable e increíble,
durante la guerra civil, y antes." [En verdad, resulta increíble que los campesi-
nos españoles de la época fueran tan estúpidos; pero de esa forma el autor sos-
laya explicar, no le interesaba, los conflictos y tensiones socioeconómicos que las
zonas rurales españolas venían padeciendo desde el siglo XVIII y que, en la
mayoría de los casos, fueron la causa inmediata de los desmanes y crímenes
cometidos en esos lugares durante la guerra].83
Es una conclusión comúnmente aceptada que la guerra civil española fue una
lucha entre extremos llevada a cabo por fanáticos apasionados de la derecha y de
la izquierda, por fascistas contra comunistas, por católicos militantes contra ateos
convencidos, por separatistas contra centralistas, por campesinos hambrientos
contra terratenientes. No es difícil encontrar los conflictos amargos que parecían
hacer la guerra inevitable en los años anteriores a 1936. Sin duda, la guerra civil
no era una sola guerra sino muchas, que coexistieron y se solapaban de tal mane-
ra que acentuaban el odio. Extremismos que ya existían y hostilidades latentes se
vieron estimulados por muchos aspectos de la confrontación. En cualquier gue-
rra se suele dar rienda suelta a los odios reprimidos. Esto se acentuó con el colap-
82. BOLÍN, L. Op. cit. p.124
83. BOLÍN, L. Op. cit. p.127
361
so de la legalidad republicana en toda España, al ser sustituida en la zona nacio-
nal por militares, curas y falangistas y en la zona republicana por milicias sindi-
calistas y comités políticos. Fue una oportunidad para vengarse de los resenti-
mientos acumulados. Hubo muchas atrocidades y, junto con las muertes en bata-
lla, provocó el deseo de venganza entre familias y compañeros de las víctimas.
Entre los de izquierda y los de derecha había muchos que consideraban la guerra
civil como la oportunidad de resolver conflictos que se habían intensificado
durante los últimos cinco años. Una minoría importante fue responsable de los
brotes de odio ciego y matanzas irresponsables en toda España. Por ambos lados
hubo sacas. Odios religiosos y de clase provocaron atrocidades tremendas en
ambas zonas. A menudo fueron llevadas a cabo por grupos incontrolados que
preferían matar civiles en la retaguardia a enfrentarse a la dureza del frente.84
RELACIÓN DE REPRESALIADOS EN ALGECIRAS DURANTE EL PRIMER AÑO DE LA GUERRA CIVIL (POSIBLE COPIA DE LISTAS ENVIA-
DAS AL GOBIERNO CIVIL DE CÁDIZ EN OCTUBRE DE 1937)
84. PRESTON, P. Las tres Españas del 36. Barcelona, Plaza y Janés, 1999 p. 14
362
A continuación razona Preston:
363
nacional," la represalia del "terror negro o fascista"; tales fueron los casos de Málaga, Alcoy,
Bilbao, Villamartín, Murcia, Madrid, Hellín... entre otras ciudades. En este sentido, tam-
bién recoge con horror patente Tuñón de Lara
Y añadía: ‘Las columnas rescatadoras, que Dios guía, no tenían para qué actuar con el
ímpetu justiciero y purificador que en Badajoz y en Málaga’.86
Sin embargo en numerosos lugares de Galicia o en Sevilla, Valladolid, Burgos y en
Algeciras sólo se padeció la brutal represión de los sublevados; y a poco que se estudie con
objetividad la escasa documentación existente al respecto y los múltiples testimonios de los
contemporáneos, aunque hubiese grupos incontrolados en la zona nacional ("escuadras
especiales" se llamaban en Valladolid), es indudable que los fusilamientos se practicaron
siempre con la anuencia de los mandos y jefes militares rebeldes, los cuales ejercían el
mando que el estado de Guerra les confería, cuando no siguiendo sus órdenes concretas.
En Algeciras, excluidos los militares muertos en los días iniciales de la rebelión, los pri-
meros fusilamientos de ciudadanos civiles tuvieron lugar el 1 de agosto de 1936. Las tres
primeras víctimas fueron el zapatero Manuel Terrinches Ortíz, viudo de 46 años de edad;
el odontólogo Tomás R. Lorenzo y Vigil, soltero de 22 años; y el electricista de la
Compañía Sevillana de Electricidad Joaquín Fernández Sierra, casado y de 56 años.
Pretender que en Algeciras sólo hubo unos pocos fusilados, asesinados por grupos
incontrolados que rápidamente fueron reducidos o controlados por la autoridad militar es
más que una ligereza: es una falacia y una falsedad histórica, que en la actualidad no pode-
mos admitir. Desde que hace un cuarto de siglo leímos,87 que el número de obreros elimi-
nados en Algeciras eran unos 400, hemos intentado corroborar dicha cifra con el testimo-
nio de ciudadanos contemporáneos de aquellos hechos luctuosos. Determinadas personas,
por su notoriedad ciudadana con base en que eran cargos o funcionarios públicos, o bien
por su pertenencia destacada a partidos políticos republicanos, socialistas, comunistas, o a
sindicatos, era del conocimiento público que habían sido fusilados sin mediar juicio algu-
no y sin haber cometido más delito que el de poseer una ideología diferente a la de los
rebeldes. Así la tradición popular algecireña fijó para siempre el "día de los masones", die-
ciséis fusilados por la mañana y nueve por la tarde; el "día de los ferroviarios"; el "día de
los carabineros", que en su mayoría fueron ejecutados junto con su jefe, el comandante
86. TUÑÓN DE LARA, M. Op. cit. p. 563
87. THOMAS, Hugh. La Guerra Civil española. París, Ruedo Ibérico, 1962, p. 137
364
Córdoba, por ser leales a la República. El pueblo de Algeciras sabía que los fusilamientos
se producían con el consentimiento y con órdenes del jefe militar del Campo de Gibraltar,
teniente coronel Manuel Coco, en esa jefatura desde el 23 de julio del 36.
La memoria colectiva algecireña guardó nombres y hechos.
Don Cayo Salvadores Martínez, profesor que tuvo entre sus ejecutores a algunos de sus
antiguos alumnos. El librero Cristóbal Gamboa Puig (a quien los esfuerzos de su amigo
don Ventura Morón no pudieron salvar) y el industrial Francisco Mateos Ruiz fueron lle-
vados al paredón con la salud tan quebrantada, que sus verdugos los sentaron en sillas para
fusilarlos sin que se les cayeran antes de tiempo. Don Lino García Baquero y don Adolfo
Utor Utor ejecutados, el primero por sus discursos como concejal republicano en el
Ayuntamiento, el segundo además de por ser republicano y masón, por una discusión muy
sonada en el Casino con un militar sobre las diferentes educaciones recibidas, la del mili-
tar encaminada a destruir a sus enemigos, la de él, que era farmacéutico, dirigida a prepa-
rar específicos que salvaran vidas. O el escalofriante caso de aquel hombre, cuyo nombre
ignoramos, que vendía roscos y que al proclamarse la República empezó a pregonar sus
productos al grito de "hay que roerlos", en clara referencia a la dureza de sus dulces, pero
que se estimó por los represores como alusión chusca contra las derechas; o aquel carabi-
nero recién ascendido a cabo, a quien le había confeccionado el uniforme nuevo la sastre-
ría militar Palafox, de Barcelona, la mejor sastrería del ramo en España, que pidió y se le
concedió ser fusilado con el uniforme de su nuevo grado. Nos resulta desgarrador el caso
de don Alberto Lobit Fernández, de 47 años, Jefe de Telégrafos de Algeciras, ejecutado, tras
ser sentenciado por la autoridad militar, en Sevilla el 8 de noviembre de 1936; y su hijo,
José Lobit Ibáñez, de 21 años, que alistado en el bando nacional para salvar a su padre, se
sublevó cuando tuvo noticia del fusilamiento de aquél, siendo condenado por su reacción
desesperada y ejecutado, también en Sevilla, el 12 de diciembre de 1936.
Qué decir del jovencísimo Francisco Marín Campano, de 17 años, el más joven de
los algecireños represaliados, fusilado el 24 de agosto de 1936; o de Lorenzo López
Rodríguez, de 24 años, fusilado el 7 de agosto del mismo año, por ser Secretario de las
Juventudes Socialistas de Algeciras; o el niño jornalero natural de Estepona, de 14 años,
José Guillén Díaz, muerto en el Hospital Municipal de Algeciras el día 16 de enero de
1937 por heridas de armas de fuego, al parecer recibidas cuando se combatía en aque-
lla localidad. O el soldado "rojo", según la documentación oficial, Juan Correro Limón,
de la 4ª Compañía del 5º Batallón del Regimiento Infantería nº.8, muerto el 21 de
enero de 1937 en el Hospital Militar de Algeciras, por causa de herida de arma de
fuego; o el soldado algecireño Manuel Romero Bernabeu, de la 4ª Compañía, Primer
Batallón del Regimiento Infantería Pavía nº. 7, muerto ahogado al lanzarse a la charca
de la prisión de Los Castillejos.
Cientos de historias humanas que forman un momento de la Historia de Algeciras, trá-
gico sí, pero que existió y que sesenta años de silencio oficial no pueden condenar al olvi-
365
do histórico; caiga éste sobre el nombre de los ejecutores, algunos de ellos lo fueron sir-
viendo a unos ideales en los que creían y que los arrastraron a dar muerte a otros hombres,
que no habían hecho más daño que el sostener ideas diferentes y contrarias. Caiga el olvi-
do de la Historia sobre aquellos mercenarios asesinos, que fusilaban por el salario diario de
aquellas fechas: 7,50 pesetas; y sobre aquéllos que pagaban 25 pesetas a muchas de las viu-
das, para que en los documentos oficiales sus maridos fusilados figurasen como muertos
por sincopes cardíacos, apoplejías, bronconeumonías e incluso por inanición. Cuando el
último de los algecireños de aquella época haya desaparecido, el viento de la Historia habrá
borrado de la memoria de las piedras el nombre de los verdugos pero no él de sus víctimas.
Muchos de los coetáneos consultados nos hablaron de 90 ó 100 hijos de Algeciras fusi-
lados; otros dijeron que fueron cerca de mil; los más centrados, incluso familiares de eje-
cutados, nos dieron cifras entre 350 y 500, teniendo en cuenta que, por desgracia, en
Algeciras se fusilaron personas avecindadas en la Comarca y en poblaciones cercanas tales
como Casares, Alozaina y Alcalá de los Gazules; ese fue el caso de la docena de fusilados el
Viernes Santo del 37, a las 7,30 de la tarde, con las procesiones en la calle y el viento de
Levante trayendo el estruendo de las descargas desde las tapias del cementerio a una pobla-
ción sobrecogida. Esas víctimas eran naturales de La Línea de la Concepción, Benalauría,
Casares, Vejer de la Frontera, Alcalá de los Gazules y Ubrique.
Para corroborar la cifra exacta nos dirigimos al Instituto Nacional de Estadística, pues
conocíamos por nuestro compañero Francisco Fuster que hasta 1942 constaban en dicho
organismo las causas exactas de muertes violentas habidas en España. La respuesta fue
negativa. En el mismo sentido nos hemos dirigido al Ayuntamiento de Algeciras, solici-
tando tener acceso a los Libros de registro diario de enterramientos, si existiesen del perio-
do de julio de 1936 al 1 de abril de 1939; y si no existieran, que se nos expida certifica-
ción de tal extremo. A la corrección de estas líneas hemos recibido respuesta a nuestra soli-
citud, poniendo" en su conocimiento que no existen libros registros que daten de esas
fechas." Finalmente, hemos tenido acceso a fuentes documentales del Registro Civil y así
mismo a una lista, confeccionada en dos folios numerados en sus rectos K.4.545.167 y
K.4.545.169, presumiblemente copia de la que se envió en octubre de 1938 al Gobierno
Civil de Cádiz. En esta lista aparecen 120 fusilados, carece de fecha de inicio y finaliza con
una nota manuscrita sobre un fusilado el 5 de julio de 1937, Salvador Conde Navarro, de
27 años, soltero y de Alozaina.
Las fuentes registrales que hemos estudiado hasta este momento abarcan el periodo de
22 de julio de 1936 hasta el 22 de agosto de 1937. Si tenemos en cuenta que los fusilados
en Algeciras aparecen metafóricamente transformados en muertos por lesiones, contamos
17 militares (los muertos en combate aparecen con detalle de las heridas y a veces el fren-
te donde se las infirieron) y 114 civiles; más 25 civiles muertos por síncopes cardíacos y
otros 36 de inanición, septicemias, asistolias, apoplejías y ulceras gástricas, (todos estos
civiles, curiosamente son jornaleros o ferroviarios en su mayoría); y finalmente, 4 militares
366
muertos en circunstancias extra-
ñas. Así pues, estas cinco partidas,
que son consideradas fundamenta-
les por los especialistas en esta
etapa de nuestra historia, arrojan
un total de 196 muertos. Si aplica-
mos el baremo establecido por los
especialistas en la materia, que
marca que los muertos registrados
son siempre un 20% o un 30% de
los realmente represaliados, nos
moveríamos entre 392 y 588 fusi-
lados; cifras que se ajustan a las
dadas por Thomas y por los testi-
monios objetivos de los contempo-
ráneos consultados. Incluso si úni-
camente aplicamos el baremo a
los114 civiles y los 17 militares
muertos, eufemisticamente, por
lesiones nos moveríamos en una
horquilla de 262 a 393 fusilados,
que ya de por sí es una cifra escalo-
friante.
Al parecer los fusilamientos cesaron en otoño de 1937, cuando Queipo de Llano ordenó el
traslado de las causas a tribunales militares en Sevilla. Por otro lado, poseemos información que
indica, que la orden de acabar con los fusilamientos indiscriminados la dio el general Borbón,
duque de Sevilla, cuando sustituyó a Coco como Comandante Militar del Campo de Gibraltar.
Durante esta etapa amarga de nuestra ciudad, dos ciudadanos usaron su influencia y
prestigio personal para salvar muchas vidas, además del ya mencionado coronel don Emilio
March; estos dos hombres fueron don Ventura Morón y don Ramón García Varo. Quede
su recuerdo entre nosotros y agradezcamos a la piqueta demoledora de la estética urbanís-
tica o de la especulación que lugares de horror como el Cuartel de Escopeteros, el Casino
Cinema, que fueron prisión y checa respectivamente, hayan desaparecido de la faz de
Algeciras. Unos muros que contemplaron tanto horror no merecen conservarse; tampoco
debe de apenarnos que donde hasta hace poco se alzó La Oropéndola se derribe; allí los
falangistas le daban los purgantes de aceite de ricino a ciudadanas y ciudadanos de dife-
rente ideología política.
367
4.- ALGECIRAS DE 1939 A 1979
El historiador debe ser objetivo, pero contempla el devenir del río de la Historia desde
la ribera de su época. Ahí está la dificultad: sus propias circunstancias históricas contami-
nan su objetividad.
Arnold J. Toynbee, La II Guerra Mundial.
368
zados y entrañaban más riesgos. El estraperlo que entraba por la aduana del Puerto y el
que salía por ferrocarril, o el que se vendía en lugares estratégicos de la ciudad, en patios
y casas determinadas, padecían sus requisas periódicas por las autoridades encargadas de
la represión del fraude fiscal; sin embargo, la verdad es que, entre el soborno que com-
pletaba sueldos oficiales cortos y las órdenes emanadas de la autoridad superior para tole-
rar dicho tráfico, que evitaba situaciones sociales extremas en una Comarca, que la Guerra
Civil había desarticulado y arruinado, resultaba que el estraperlo era una panacea para
numerosas familias algecireñas durante los años cuarenta, cuando las cartillas de raciona-
miento y la venta en los comercios de emblemas servían al Auxilio Social para intentar
paliar el hambre, que se padecía en "la larga posguerra y los años de pertinaz sequía", en
palabras oficiales.
A este respecto, aunque referido al Campo de Gibraltar, sigue siendo ilustrativo el libro
del periodista Antonio Figueruelo. Así en su página 98 nos informa a cerca de los campo-
gibraltareños, tanto mujeres como hombres que trabajaban en Gibraltar: "En 1953 eran
más de doce mil, casi tantos trabajadores como habitantes tenía entonces el Peñón"; más
adelante, en la página siguiente nos dice:
369
Algeciras fue insuficiente para satisfacer las necesidades alimentarias de su población, que
había aumentado con rapidez desde finales de los años 50 y a la que el cierre de la Verja
con Gibraltar no afectó en su crecimiento demográfico, gracias a la fuerte inmigración
que los Planes de Desarrollo para el Campo de Gibraltar consolidará en los decenios 60
y 70; y en segundo lugar, la propia extensión urbanística de Algeciras que acabó devo-
rando las zonas hortícolas.
Es evidente que las fábricas corcheras, aún en los decenios 40 y 50, siguen mantenien-
do una línea productiva que iniciará su decadencia en los años 60, hasta culminar con sus
cierres en los 70. Igual suerte correrán las fábricas madereras, de las que sólo funcionará en
las décadas finales del siglo la Aserradora Gaditana. En la década de los 70 habrán cesado
en sus actividades industriales la fábrica de harina de la familia Bandrés y la de fideos y pas-
tas de la familia Bozzino. Igual camino seguirán las fábricas de hielo y la de gaseosas y sifo-
nes; aunque si se mantendrán las de destilación de licores y las vinícolas, que proliferan en
los decenios de 1940 y 1950, con sus propias redes de tabernas y abasteciendo a los bares
de la ciudad, tales como La Bahía de la familia Pérez de Vargas. Efímero fue, en el decenio
de los 50, el intento de formar una sociedad industrial de productos lácteos, Industrias
Lácteas de Algeciras - ILDEA-, que aprovechase los recursos ganaderos de las pocas fami-
lias algecireñas, que aún seguían con la actividad económica de sus antepasados de finales
del siglo XIX e inicios del XX. Por el contrario, si tuvo un importante desarrollo la activi-
dad pesquera con una saneada balanza comercial en sus dos vertientes. La primera, de
suministro de pescado fresco a las regiones interiores del país, pesca que diariamente se
subastaba en la Lonja siendo adquirida por las diversas firmas de remitentes de pescados;
y la segunda, las industrias conserveras con base en las capturas de una de las primeras flo-
tas pesqueras de España, sobre todo a partir de los años cincuenta, manteniendo su activi-
dad hasta la crisis del sector pesquero. Destacaron en este periodo, entre otras muchas, fir-
mas tan importantes como Pescados, S.L., Conservas Salvarrey, Alfageme, Gándara y Haz,
o Garavilla, cuyos productos ocuparon lugar destacado en el mercado nacional. Debemos
señalar que la actividad de La Ballenera cesaría totalmente en el decenio del 50, siendo esta
época la última en que se vendió y se consumió carne de estos cetáceos en Algeciras.
Desde los años cuarenta tendrá auge, casi ininterrumpido, en nuestra ciudad la indus-
tria de la construcción. En sus inicios para fortificar el área del Estrecho, pues durante los
años de la II Guerra Mundial la Dictadura franquista llegó a temer un desembarco aliado
en nuestras costas. Miembros de los tristemente famosos batallones de castigo, integrados
por soldados y civiles afectos a la vencida República, fueron los que realizaron las carrete-
ras militares y fortificaciones, preferentemente casamatas o nidos de ametralladoras y bate-
rías artilleras, cuyas ruinas jalonan hoy nuestras playas y costas. Por la parte del Faro y de
Punta Carnero se elevan aún lo que conocemos como "Las Pantallas". Muchos de estos
hombres, en su mayoría jóvenes, trabajando en unas condiciones infrahumanas acabaron
370
sus días víctimas de la escasa alimentación y de la tuberculosis, que se cebó en ellos. Si
durante la contienda el poeta algecireño, José Luis Cano trabajó en estas obras, ahora, en
la posguerra inmediata le tocó hacerlo a otro poeta: Leopoldo de Luis.
Finalizada la conflagración mundial, la Dirección General de Regiones Devastadas
realizó un grupo de viviendas en la Cuesta del Rayo. Años después, la política de cons-
trucción de viviendas baratas protegidas fue permitiendo el desarrollo urbanístico de
Algeciras, que excede de nuestro estudio; tan sólo indicaremos que ya en 1954, se edifica
la primera casa algecireña que supera los tradicionales tres pisos de altura máxima en nues-
tra población, concretamente tenía cinco plantas de alzado, sin ascensor y se construyó,
siguiendo el proyecto del arquitecto Manuel Blanquer, en el desaparecido nº.32 de la calle
comandante Gómez Ortega (hoy Pablo Mayayo). A mediados de los 60 y desde los años
70, ante el gran aluvión poblacional que atraen los Planes de Desarrollo para la Comarca,
y al quebrarse, en palabras del profesor Suárez Japón, "la secular diarquía urbana que regía
el Campo de Gibraltar, La Línea de la Concepción y Algeciras, a favor de ésta última", el
sector de la construcción se convierte en la actividad fundamental de Algeciras. La ciudad
crecerá como la mancha de tinta caída sobre una cuartilla: polígonos de El Calvario, la
Piñera, la Bajadilla (donde don Isaac, otro gran benefactor de los desposeídos que venían a
poblar Algeciras, casi regalaba los terrenos donde se edificaban barracas provisionales, berra-
cas se las llamaban aquí, a la espera de obtener mejor fortuna y edificarse poco a poco una
casita, a lo más de dos plantas), el Camino Viejo a Los Barrios y La Granja, Las Colinas...
El desarrollo incontenible del Puerto de Algeciras, a veces aletargado, otras sostenido,
desde inicios de la centuria, durante el último cuarto del siglo XX contribuirá al creci-
miento permanente de construcciones civiles públicas, hasta convertirse en la actualidad en
el superpuerto de toda la
comarca campogibraltare-
ña. Tales construcciones
han realizado el cambio
paisajístico de Algeciras y
del Arco de la Bahía, ya
anteriormente modificado
profundamente por las
instalaciones industriales
derivadas del refinado del
petróleo, de la fabricación
de laminados de acero y
de las centrales térmicas
precisas para la obtención
de energía eléctrica CRECIDA DEL RÍO DE LA MIEL
371
motriz. Dicha transformación paisajística llega, en el caso concreto de Algeciras, a reducir
las catorce playas o lugares de baño a los tres actuales; ya son meros nombres en el recuer-
do Los Ladrillos o El Carmen, El Chorruelo, El Saladillo, El Chinarral, Paredones, La
Mariposa...
Es claro, que la actual situación industrial y de servicios de Algeciras y la Comarca obe-
dece a la implantación de los Planes de Desarrollo, a raíz del endurecimiento del proble-
ma o contencioso de Gibraltar entre los gobiernos británico y español, que al fin acarreó
el cierre de la frontera el 6 de junio de 1969. A partir de ahí, la historia económica y social
de Algeciras cambiará de forma radical. Hasta los Planes de Desarrollo del decenio de los
60, se puede aplicar a Algeciras, lo que para toda la Comarca escribiera Antonio Figueruelo
en varias páginas de su libro. Así nos dice:
Nos hallamos ante una comarca que reúne todas las características típicas de
los países subdesarrollados, a saber: estructuras sociales y económicas atrasadas,
producción primaria, recursos mal explotados, falta de cultura y gran tasa de
analfabetismo, escasez de capital, etc. Al lado de este panorama la realidad exul-
tante del Gibraltar inglés contrasta como la imagen refulgente de un escaparate
en medio de una calle mal iluminada. Gibraltar es un pedazo de Europa, con
nivel de vida incluso superior al de su metrópoli; su Campo, por el contrario, per-
tenece a una de las zonas más subdesarrolladas de un país - España- que aún (des-
pués de la devaluación de la peseta en noviembre de 1967) no ha superado la
barrera fatídica de los 500 dólares de renta media por habitante. Las diferencias
son tan acusadas y a todos los niveles que huelgan no sólo los comentarios sino
cualquier otra consideración de tipo ideológico o político. Las pocas gentes ins-
truidas existentes en el Campo - y no ligadas a los intereses necesariamente opti-
mistas del triunfalismo oficial- consideran con buen juicio que el problema polí-
tico de Gibraltar no se resolverá mientras perdure esta tremenda disparidad entre
el enclave británico y la zona española. En definitiva: hay que resolver antes el
89. FIGUERUELO, A.: Op. cit. p. 100
372
problema económico del Campo de Gibraltar, su promoción social y económica
que permita, a la zona y a sus habitantes, tratarse como iguales con sus hermanos
del Peñón inglés.90
373
10. Declaración del Campo de Gibraltar "Zona de interés turístico nacional", agrega-
da a la Costa del Sol.
11. Se intensificarán y acelerarán las obras de infraestructura, abastecimiento y distri-
bución de agua; como así mismo las de creación y mejoras de alcantarillados, pavimenta-
ciones, alumbrados, centros sanitarios y demás edificaciones oficiales anejas a los proyec-
tos de desarrollo.
El referido Decreto 3223 marcaba una duración de seis años al programa de medidas
para poner en pie al Campo de Gibraltar, contados desde el uno de enero de 1966. E inclu-
so, preveía la posibilidad de prorrogar "aquellas actuaciones que por su naturaleza así lo
exijan". Con respecto al hecho histórico del primer Decreto sobre el Plan de Desarrollo
para nuestra Comarca, conocemos la anécdota, por habérnosla relatado nuestro compañe-
ro, el economista algecireño Manuel Natera García, que cuando el Consejo de Ministros
recabó información actualizada sobre las condiciones económicas y sociales del Campo de
Gibraltar, el profesor Fuentes Quintana les informó de la existencia de un trabajo de inves-
tigación sobre dicha Comarca, realizado en su Cátedra por un joven campogibraltareño,
recién licenciado en Ciencias Económicas. Era el único trabajo existente en esos momen-
tos que contemplaba la realidad de las estructuras socioeconómicas del Campo de
Gibraltar; su autor era Manuel Natera, quien nada más concluir sus prácticas de la Milicia
Universitaria Naval se incorporó como técnico cualificado a la Gerencia del Plan de
Desarrollo, de la que, en el transcurrir del tiempo, llegaría a ser su último Gerente.
Por estas fechas, a finales de los 60, los habitantes de hecho de Algeciras habían pasado
de los 25.671 de 1940 a los 81.663 de 1970. A mediados de este decenio se habían cons-
truido 471 nuevas viviendas y estaba prevista la construcción de 889 viviendas y su urba-
nización, en la prolongación de la actual avenida de las Fuerzas Armadas. Es cierto que,
como escribiera en 1968 Antonio Figueruelo, cuando llegase "la hora del corte total - lo
que está sucediendo en los últimos años- nos encontramos con que es preciso partir de
cero. Está casi todo por hacer en la parte española".
Hasta estas fechas, 1968/69, las relaciones sociales y laborales en Algeciras eran pareci-
das a las existentes en el resto de las localidades de la Comarca y semejantes a las que se
daban en Andalucía, con la única excepción que los trabajadores agropecuarios algecireños
no padecían las circunstancias de sus compañeros de La Almoraima u otras grandes fincas
comarcales. En ese extremo, también es lúcido el autor de Informe sobre Gibraltar, cuan-
do escribió:
374
que pervive el espíritu feudal, aún muy acusado en amplios estratos de los terra-
tenientes españoles."91
375
4.2.- CULTURA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
La Guerra Civil Española causó un daño irreparable en todos los órdenes de la vida
nacional por lo que significó de ruptura, de quiebra violenta del fluir histórico de todo
un pueblo. No fueron sólo las inapreciables vidas de hombres y mujeres sacrificadas cruel-
mente en la lucha, sino todas aquellas personas que vieron truncadas para siempre sus ilu-
siones, sus sueños, y aquellas otras, como explicaba Paul Preston, pertenecientes a la
Tercera España que, situadas entre las otras Dos Españas irreconciliables, fueron muchas
veces víctimas de una incomprensión ciega por parte de uno y otro bando. Para nosotros
aún existe una Cuarta España: la de los niños que nacimos durante la Guerra o en la
inmediata posguerra, fuésemos del bando que fuéramos nos da igual, a todos nosotros nos
condenaron a una educación, a una visión del mundo unidireccional y sesgada; todos, sin
importar de cuál de las Tres Españas éramos hijos, crecimos en una España, en una
Algeciras donde el recuerdo del pasado reciente ponía amargura, silencio, miedo e igno-
rancia en nuestras mentes. En la escuela se nos enseñaba a leer y a escribir. Aprendimos
cosas prácticas, matemáticas, geometría, urbanidad... pero aprendíamos una Historia de
España singular, de grandezas sin
cuento. Algunos ni eso, pues nunca
pudieron asistir a una escuela.
En la España Nacional-Católica
franquista, al igual que en todos los
regímenes totalitarios, sean del signo
que sean, la Cultura, cercenada por
depuraciones y exilios, adquirió tintes
de mediocridad causados por el diri-
gismo y la censura imperantes.
Algeciras no fue una excepción a la
regla general. Contaba José Luis
Cano, que en una de sus visitas fue a
ver al librero a quien había entregado
veinte ejemplares de su obra Sonetos de
la Bahía: "En dos años tan sólo había
vendido un ejemplar. Le recogí los
diecinueve restantes."
De aquellas ocho compañías de
teatro de aficionados que llegó a pose-
er la ciudad antes de la Guerra, no
quedan ahora, en la posguerra, ni las
cenizas. Tampoco existe ningún perió-
376
dico local. El Casino de Algeciras persiste en estos años envuelto en su elitismo languide-
ciente y opaco, (muchos de sus socios preclaros fueron eliminados en la hoguera de la vio-
lencia y el odio; igual destino sufrió su magnífica biblioteca, expoliada, tal vez para hacer
válido el viejo refrán "a río revuelto, ganancia para pescadores" ). De nuestros artistas
Ramón Puyol sufre cárcel, Rafael Argelés exilio en Argentina, José Luis Cano es archivero
de Campsa en Madrid donde inicia sus andaduras en Insula y en la colección poética
Adonais. Joaquín Costa y José Román por estos años también están fuera de Algeciras;
Valdivia y Cabrera guardará silencio poético hasta los años 50.
Una losa sepulcral, tenebrosa y estéril, ha caído sobre las Artes y la Cultura de la
Algeciras de los años cuarenta. Al final de la década, el Algeciras Club de Fútbol, las revis-
tas y compañías de comedias en giras nacionales y las películas proyectadas en el Casino
Cinema y el cine Florida durante el invierno, y en el cine las Latas y luego la plaza de toros
en verano; la romería en mayo al Cristo de la Almoraima, la Feria con sus corridas de toros,
la tarde y noche de los Tosantos en la Plaza Baja ; las novelas de El Coyote, El Pirata Negro,
Rodeo con las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía, las novelas de amor de la
colección Pueyo y los tebeos de El Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín, que
habían sustituido a los fascistas declarados Flechas y Pelayos y Juan Centella constituyen
todo el acervo de diversión y cultura que pueden disfrutar los habitantes de Algeciras. La
familia de Pascual Duarte, Aleixandre, Juan Ramón Jiménez... ¿eso qué es?
En los años 50, iniciados con los fastos oficiales de la Feria del Centenario, el domin-
go 28 de mayo de 1950 durante una "matiné" en el escenario del cine Florida ameniza-
da con las interpretaciones de las piezas musicales en concurso, efectuadas por bandas
militares y la Rondalla de Guitarras de la ONCE de Algeciras, se eligió por votación de
los espectadores un pasodoble que sería representativo del evento e himno de Algeciras.
Resultó más votado el pasodoble Algeciras, obra del músico algecireño José Luis Valdivia
Ortega. Por una controvertida y polémica actuación a posteriori se hizo creer al pueblo
que el elegido había sido el pasodoble La Novia del Sol de Emilio Burgos, que no había
entrado en concurso.
En este decenio se fundaría la Sociedad Algecireña de Fomento, SAF, la cual, pronto
bajo la batuta del médico Emilio Burgos, optaría por el desarrollo de actividades musica-
les con predominio sobre otras manifestaciones artísticas, quedando poco a poco minimi-
zadas las actuaciones en otras esferas culturales, tales como las literarias, en especial las vela-
das y recitales poéticos en la sede social, que habían sido actividad destacada en los prime-
ros momentos de la sociedad .
Será también en este decenio, cuando alcanzarán gran auge dos elementos de la cultu-
ra popular algecireña: en primer término, las rondallas de pastores, "pastoradas" como
algunos entendidos vienen nombrándolas de algunos años acá, que recorrían las calles de
nuestras barriadas y el centro vestidos de pastores y cantando villancicos durante un mes
largo, en las tardes-noches de diciembre y enero con motivo de la Navidad; en segundo
377
lugar, las procesiones de Semana Santa con el desfile de los pasos, acompañados por los-
penitentes, hermanos de las Cofradías de amplia solera y raigambre en Algeciras (algunas
de ellas remontan sus actas fundacionales al siglo XVIII), y en algunos casos, tal como el
Medinaceli de San Isidro seguido por miles de devotos en cumplimiento de promesas efec-
tuadas a la venerada imagen. Precisamente, de un Pregón de Semana Santa pronunciado
en el Casino Cinema recordamos, tal vez fuera su primera actuación pública en el ámbito
cultural algecireño (fue sobre el año 58 ó 59), al doctor en Medicina, Vicente Iranzo Prieto,
hombre que jugaría en los próximos años un papel importante en el renacer cultural de
Algeciras.
Y es que, iniciados los años 60 el panorama cultural de Algeciras empieza a cambiar;
sin embargo, como siempre ha sido en nuestra historia ciudadana, la transformación fue
fruto del esfuerzo de unas minorías. En los comienzos del decenio, aperturada la cafetería
EUROPA de Paco Cepero, con terraza y ventanal a la Escalinata del Paseo Marítimo y a la
bahía, los sábados por la noche se reunía una tertulia informal y de la cual recordamos, aún
a trueque de dejar algunos nombres en el olvido, que solían ser sus animadores principa-
les y contertulios fijos García Beamud, Pablo Mayayo, Julián Martínez, Andrés Siles y
como asiduos más irregulares asistimos muchos sábados con Juan Márquez, Felipe
Gallugo, Alberto González Troyano, Fernádez Mota, Daniel Florido, Antonio Sánchez
Campos, Salvador Fontelles, e incluso pensamos que Vicente Iranzo también fue conter-
tulio. En aquellas noches de inviernos dulces y primaveras luminosas hablábamos de lite-
ratura, de San Bernardo de Alcira o Algeciras, el santo mozárabe que posiblemente fuera el
auténtico patrón del Campo de Gibraltar y no san Bernardo de Claraval, de Arte y de la
Historia reciente de España y del mundo. Ninguno de los contertulios éramos afectos al
régimen franquista.
Paulatinamente, ese estado de opinión cultural contrapuesto o disidente de la cultura
oficial cristalizaría en la fundación de la Agrupación de Cultura y Arte de Algeciras, la
ACA. Recordamos que en sus comienzos, dos o tres años después de su fundación nos reu-
níamos, al no tener aún domicilio social, en el Colegio General Castaños. Era entonces
Presidente de la ACA, el Director del referido colegio, Javier Maestre Torregrosa, Tesorero,
el poeta Daniel Florido, Vocales Vicente Iranzo, los maestros y escritores Julián Martínez
y Manuel Fernández Mota, y Secretario, Luis Alberto del Castillo. En aquella etapa eran
escasos los socios y mínimos nuestros recursos económicos; por ello nos dirigimos al
Ministerio de Información y Turismo, a la sazón su titular era Manuel Fraga Iribarne, y le
solicitamos y obtuvimos dos máquinas de escribir, tipo de oficina, y una multicopista, de
las llamadas con posterioridad "vietnamitas".
La presidencia de la ACA la ostentó en los años siguientes Vicente Iranzo. Ya con
nuestra sede social en la calle Muñoz Cobos, se unieron a los miembros que procedíamos
de la tertulia de la cafetería EUROPA, Jaime Orozco, Juan José del Aguila, Francisco
Moya, Francisco Acevedo, Jorge Blanco, Ángel Luis Jiménez, José Triviño y otros muchos
378
más, que encontraron en la ACA la solución y el vehículo para sus inquietudes cultura-
les, artísticas y políticas.
Recordamos de este periodo, 1964/68, como ACA desarrolló una importante tarea a
través del foro de su Cine Club. Fueron dos temporadas con ciclos muy específicos de buen
cine, a veces de Arte y Ensayo, otras con fuerte contenido político y social. Los sostenedo-
res y organizadores de los ciclos cinematográficos fueron Jaime Orozco, que aportaba el
fondo documentalista filmográfico, Francisco Acevedo y Francisco Moya. Luis Alberto del
Castillo inició el Primer Ciclo, presentando y moderando el debate de la película Salvatore
Guliano; el psiquiatra José Espín presentaría Días de vino y rosas. Hiroshima mon amour, El
Rostro, El manantial de la doncella entre otros filmes se proyectaron en el auditorio del
Colegio Salesiano de Algeciras, que supo sumarse a la iniciativa desde el principio.
Cerramos este ciclo presentando y llevando a debate la película número 11, El año pasado
en Mariembad. El Segundo Ciclo se proyectó en el cine Almanzor. Recordamos de esta
segunda serie películas como la española La caza, premiada en el Festival de Berlín, que fue
presentada por el doctor José Luis Posada; El Proceso, y entre otras, Las fresas salvajes.
Pronto la ACA se significó ante la Brigada de Investigación Social, sobre todo aquellos
de sus miembros que posteriormente jugarían un papel en la política ciudadana durante el
tardofranquismo y la transición democrática, a través de su afiliación a partidos políticos,
como sería el caso de Juan José del Aguila y Francisco Acevedo miembros del PCE y los de
Jaime Orozco y Ángel Luis Jiménez del PSA. Tampoco fue mínima la tarea del Gobierno
Militar del Campo de Gibraltar como instrumento del régimen franquista para el efectivo
control de las actividades disidentes.
En 1964, se produjo un importante hecho cultural: la primera organización de una
Feria del Libro en Algeciras. Patrocinada por la ACA a título privado - no se contó con
ayudas o subvenciones oficiales-, sus organizadores fueron los hermanos del Águila, Juan
José y Jorge, y Francisco Moya. Los del Águila lograron gratis de diversas editoriales y dis-
tribuidoras españolas libros de sus fondos propios; así se pudieron vender a precios ase-
quibles a los lectores algecireños, dedicándose los escasos beneficios para alquilar películas
para las sesiones del Cine Club. Las mesas o tablas expositoras se colocaron durante varios
días, un fin de semana, en el céntrico callejón del Ritz, en la fachada lateral del Banco
Español de Crédito, esquina a la Plaza Alta.
Será el gran momento de la radio algecireña. Al veterano José González Márquez de
Radio Algeciras, E.A.J. 55, se le unen las voces de María Dolores García Gamba, Agustín
Moriche y un jovencísimo Pepe Ojeda. Programas tales como los semanales a favor de las
campañas del Padre Flores para socorrer a las víctimas de la arriada, que habían perdido las
chabolas donde malvivían y así edificarles casas nuevas y dignas en la actual Barriada Padre
Flores; o para construir la nueva iglesia del Carmen, donde se instalaría un comedor, que
tras la muerte del Padre Flores, el 13 de mayo de 1963, continuaría y consolidaría el Padre
Cruceira; o el que sería con el discurrir del tiempo un clásico de la solidaridad navideña,
379
Navidad con Amor, acabaron convirtiéndose en valores integrantes del acervo popular
algecireño. Cuando la SER adquirió la Emisora de Algeciras empezó sus programaciones
con una cartera de clientes incondicionales de la etapa anterior. La razón era muy sencilla,
tanto como que no podemos echar en saco roto el papel que la radiodifusión jugó en las
décadas de la dictadura franquista.
Los ciudadanos algecireños que deseaban conocer versiones diferentes o contradictorias
de los hechos difundidos por los medios de comunicación oficiales, escuchaban las emi-
siones de la BBC de Londres, a veces un cuarto de hora antes del parte de Radio Nacional
de España a las diez de la noche, o, según los cambios horarios, tres cuartos de hora des-
pués. Tres o cuatro días a la semana se oía, cuando las interferencias gubernamentales lo
permitían, Radio España Independiente, Estación Pirenaica. Las escuchas se realizaban
siempre con total discreción, manteniendo la sintonía baja para que no trascendiese al exte-
rior; y, lo más importante, haciéndonos comprender a los pequeños y jóvenes de la fami-
lia que en modo alguno podíamos comentar en la calle, o en la escuela, que en nuestra casa
se escuchaban las emisiones republicanas.
Gracias a la BBC y a Radio España Independiente los algecireños conocimos el boicot
de los tranvías en Barcelona, seguido de la huelga general de marzo de 1951, "un movi-
miento espontáneo popular, el más importante y más amplio de los primeros veinte años
del franquismo",92 en palabras de Albert Balcells. También escuchamos todos los progra-
mas de los meses de septiembre y octubre de 1953, especialmente virulentos en sus ataques
a la "dictadura fascista del usurpador de El Pardo", en los cuales La Pirenaica, como se la
conocía popularmente, denunció e informó de los pactos hispano-americanos. Se estaba
produciendo en ese periodo lo que Balcells resume:
Por medio de la BBC y de La Pirenaica los algecireños sabíamos del estado de salud del
Dictador, si su parkinson empeoraba o no; si era verdad que le había reventado una esco-
peta en las manos mientras cazaba; si el maquis resistía aún; y si determinadas inversiones
económicas eran ciertas o mera propaganda del Gobierno.
En Algeciras se recibía la prensa diaria normal del país, aunque al igual que en otras
zonas andaluzas cercanas se vendían, durante los 50, el Diario España de Tánger y la revis-
ta humorística Don José, también editada en Marruecos español. En 1956 inició su publi-
92. BALCELLS, A.: El Nacionalismo Catalán. Madrid, Historia 16, 1999
93. BALCELLS, A.: Op. cit. p. 146
380
cación ALGECIRAS, subtitulado Semanario gráfico de información general del Campo de
Gibraltar. Gabriel Baldrich, Flores, Ciriaco de Vicente son firmas frecuentes en los dos pri-
meros años, cuando su formato y contenido intenta revivir las antiguas publicaciones
periódicas de nuestra ciudad y de la Comarca, que ya referenciamos en apartados anterio-
res. En 1957 constatamos en su número 44, de 15 de julio, que se imprimía en tamaño
folio con 12 páginas. Al parecer, hubo un lapso de tiempo en que la publicación estuvo
interrumpida, reiniciándose en su año III, número 74, el sábado 4 de octubre de 1958.
Aparece, ahora, con el subtítulo de Semanario de Información General; y con una foto-
grafía en primera plana del Dictador, por ser la fecha de su onomástica, compartiendo
entrevista del redactor Guillermo Ortega al Alcalde Rafael López Correa, en la que se infor-
maba de la próxima construcción de más viviendas en el Calvario y la parcelación de los
terrenos en el Paseo Marítimo; en la última hoja, la nº.4, un artículo de Tomás Parra, ilus-
trado con fotografías de la alternativa de Miguelín como matador de toros. Se suprimía el
subtítulo de información general del Campo de Gibraltar, porque ya en La Línea de la
Concepción, Antonio Gómez Rubio había conseguido la licencia administrativa del
Ministerio de Información y Turismo para editar ÁREA, Diario del Campo de Gibraltar. El
contenido del semanario ALGECIRAS en esta nueva etapa, que no sería muy larga, se des-
granaba al principio en cuatro hojas, tamaño infolio.
381
En lo referente al tema de la educación en Algeciras durante la época, nos remitimos a
la exhaustiva tesis doctoral de Manuel Martínez Selva, La educación pública en el Campo de
Gibraltar durante el franquismo, que leímos inédita y que en la actualidad ha sido editada,
en 1999, por el Instituto de Estudios Campogibraltareños.
1969 verá la edición de Algeciras. Pasado y presente de la ciudad de la bella bahía, de
Cristóbal Delgado Gómez, obra importante, con independencia de sus méritos propios,
por cuanto venía a rellenar el vacío existente en publicaciones sobre nuestra ciudad desde
la edición de la obra de Santacana, en 1901; y habida cuenta que la obra historiográfica
sobre Algeciras de Manuel Pérez-Petinto y Costa, que el Ayuntamiento de Algeciras había
comprado en 1943 por 3.000 pesetas, no se editaba por razones, que incluso ahora se nos
escapan o no comprendemos.
382
El segundo, según Cristóbal Delgado, sucede en 1953 "un hecho importante: la muni-
cipalización del servicio de Aguas, al declararse caducada la concesión de 1911 a D.
Ubaldo de Aspiazu, que este señor transfirió en 1912 a la ‘Andalusia Water Company
Limited’. Los elementos de esta sociedad mercantil fueron adquiridos por el Ayuntamiento
en tres millones de pesetas."94
Durante la década de los años 40, la Guardia Civil de la Comandancia de Algeciras actuó
contra los grupos de guerrilleros o maquis republicanos de la zona. En su extenso y docu-
mentado trabajo sobre la materia, Manuel Pérez Regordán nos transmite información a tra-
vés de varias de sus páginas sobre los miembros de los maquis que eran naturales de Algeciras,
o a cerca de sucesos que tuvieron lugar en nuestro término municipal. Fueron naturales o
vecinos de Algeciras, Luis Beas Rodríguez, alias "Julio el del Tren", que fue muerto por la
Guardia Civil de Los Barrios el 17/12/1949; y el industrial y estudiante de Farmacia, Justo
Sancho Peiró que el 23 de mayo de 1943 mató en el Puente del Guijo al soldado de Sanidad,
José Jiménez Avellán. Al día siguiente, fue detenido en el cortijo de "San Bartolomé" el huido
Antonio Caravantes Jiménez, natural y vecino de la localidad malagueña de Guaro. La lista
de guerrilleros y hechos de armas es dilatada; sin embargo, no omitiremos incluir el tiroteo
del 20 de octubre de 1948 acaecido en la calle Munición, popularmente nombrada como la
calle de las niñas pues en ella se encontraban los burdeles o casas de trato de Algeciras. De
esta manera lo relata Pérez Regordán en la página 98 de su libro:
En 1956 Ángel Silva Cernuda fue relevado en el cargo por el exmilitar Rafael López
Correa, que sería el Alcalde con mandato más duradero de la etapa franquista, hasta 1969.
Bajo su alcaldía entraría en vigor el Primer Plan de Desarrollo Económico y Social del
Campo de Gibraltar.
Siendo Alcalde, el letrado Francisco Javier Valdés Escuín (1969-1971), se vio frustrado
en las altas esferas políticas madrileñas el proyecto de creación de la novena provincia de
94. DELGADO,C.: Op. cit. pp. 169-170
95. PÉREZ REGORDÁN,M.: El maquis en la provincia de Cádiz. Sevilla, 1987, p.98
383
Andalucía, que comprendería las siete localidades del Campo de Gibraltar además de algu-
nas otras, que se les añadirían extrayéndolas administrativamente de las provincias de
Cádiz y Málaga. La idea parece ser que surgió al socaire del Plan de Desarrollo para la
Comarca. El origen y el desenlace del asunto siempre se han mantenido en una penumbra
borrosa, plagada de rumorología y escasas, por no decir nulas pruebas documentales. Una
opinión generalizada en la Comarca afirma que intereses políticos poderosos, al parecer
gaditanos y malagueños - las dos provincias limítrofes del Campo de Gibraltar que se verí-
an afectadas territorialmente por la creación de la Novena - se opusieron con éxito al inten-
to, igual que ya sucediera en el siglo XIX.
Emilio Lledó López, vista de Aduanas, algecireño igual que Valdés, sustituyó a éste en
1971. Ocuparía la Alcaldía hasta 1976, fecha en que le sucedería el abogado algecireño,
José Ángel Cadelo Rivera, ya en los inicios de la Transición Democrática.
En 1979 cuando se abrió el proceso electoral municipal, José Ángel Cadelo dimitió
de Alcalde para poder presentarse a las elecciones por la formación gubernamental UCD.
El Primer Teniente de Alcalde, José Manuel Soriano no aceptó ser nombrado Alcalde, reca-
yendo dicho nombramiento, según la legislación vigente, en el profesor de Filosofía,
Concejal Delegado de Hacienda, Francisco Bravo, que sería durante un período de más de
dos meses el último Alcalde no electo de Algeciras. También dimitieron los concejales
Francisco Esteban Bautista, que se presentó candidato a la Alcaldía por el PCE, y Alberto
González Amador que lo haría por el CD.
Las elecciones democráticas municipales de 1979, las primeras después de la II
República, arrojaron un resultado sorprendente en Algeciras. Votó el 49,3% del censo elec-
toral, porcentaje sensiblemente más bajo que la participación habida en las primeras gene-
rales de 1977, en las cuales votaron un 60% del electorado. El escrutinio arrojó el siguien-
te balance en votos emitidos a favor de cada formación política; en porcentaje obtenido
por cada una de ellas sobre el total de los votos emitidos; y, finalmente, en el número de
concejalías, de las 25 a que tenía derecho el Municipio de Algeciras en aquella fecha, que
le correspondieron a cada uno de los partidos que lograron representación municipal:
VOTOS % CONCEJALÍAS
384
La sorpresa generalizada, pues prácticamente nadie esperaba el resultado, estuvo pues
en el PCE, que triplicó sus votos con respecto a las elecciones generales del 77, donde obtu-
vo 3.206 votos, un 8,6% del total de los emitidos. De ello se hizo eco en 1982 Antonio
Rodríguez Díaz, quien escribió las siguientes reflexiones y consideraciones:
385
donara el Ministerio de Información y Turismo sirvió, en más de una ocasión, para tirar
ediciones de folletos, octavillas y panfletos antifranquistas, además de los programas de
actos no clandestinos.
De forma espontánea, que nos recuerda el boicot a los tranvías y la huelga de marzo
de 1951 en Barcelona, tuvo lugar la huelga del pueblo de Algeciras contra la subida del
precio de las entradas a los cines de verano en 1959. Téllez y Silva escriben en el refe-
rido artículo:
El propio Jorge del Águila nos confirma que las subidas fueron de cincuenta céntimos
en dos cines de barriadas, de 2,50 pesetas a 3 pesetas, mientras que en los del centro, cines
Delicias, Florida, Plaza de Toros y Fuente Nueva la subida fue del cien por cien, de 2,50 a
5 pesetas. Recordamos haber visto romper su entrada en la puerta del cine Delicias al
Gobernador Militar del Campo de Gibraltar, siendo coreada su actuación con los aplausos
y ovaciones de la multitud que estaba congregada en las inmediaciones del citado cine de
verano. Guardamos memoria, que algunos jóvenes también fueron llevados a los calabozos
de Comisaría por causa de la huelga de los cines; pero ninguno de ellos, a diferencia de
Jorge del Águila, participaría de forma activa en la vida política durante los años siguien-
tes. Dos o tres meses después la subida de las entradas a los cines fue inevitable.
Por estas mismas fechas Comisiones Obreras, en la clandestinidad, comienza su
implantación en Algeciras y La Línea de la Concepción. Como escribiera Balcells, estas
huelgas y boicots espontáneos en sus inicios indicaban algo muy importante, que se esta-
ba produciendo en el mundo laboral: "obreros antifranquistas se habían infiltrado en la
base del sindicato vertical y de que el falangismo había estado a punto de ser desbordado
por ellos",97 que es lo que acabaría sucediendo, sobre todo en la etapa del tardofranquismo.
Así en Algeciras, recuerdan Téllez y Silva,
97. BALCELLS, A.: Op. cit. p. 145
386
Francisco Esteban, primer alcalde democrático y comunista de Algeciras, se
encontraba próximo a Comisiones Obreras, a mediados de los sesenta, y en la
estructura del Vertical. A finales de esa década iniciaría contactos con el partido.
Disfrutó, durante años, de un amplio carisma popular que habría de valerle su
inusitada mayoría en las primeras municipales.
Hombres de la HOAC y de la JOC, como así mismo los sacerdotes Ramón y Andrés
de la parroquia de Pescadores jugaron un papel destacado en aquellos años cruciales en la
política local. Destacable fue la decidida actitud del párroco de la Palma, Sebastián Araujo,
cuando la Policía Armada invadió el templo para desalojar un encierro de trabajadores que
se celebraba en dicha iglesia.
En definitiva, fueron estos años cruciales los que fueron preparando las mentalidades
de las gentes de Algeciras, igual que las del resto de los habitantes de España, para las trans-
formaciones sociales y políticas que traerían consigo la recuperación de las libertades
democráticas. Lo que acaeció después de 1979 es materia histórica viva, todavía en forma-
ción, que requerirá otro cuarto de siglo para que la sedimentación de las opiniones, las
noticias cotidianas y las pasiones permitan su estudio reflexivo y sereno.
387
Juan Antonio Bandrés Navarro 1927
Laureano Ortega y Arquellada 1928
Emilio Morilla Salinas 1930
Diego López Tizón 1931
Francisco Borrego Román 1933
Ricardo Casero Sanjuán 1934
José Sotomayor Patiño 1936
Miguel Cardona Juliá 1936
Luis Granadino Gómez 1938
Lamberto Cano López 1938
Luis Granadino Gómez 1940
José Vázquez Morales 1940
Manuel Baleriola Soler 1946
Ángel Silva Cernuda 1948
Rafael López Correa 1956
Franciso Javier Valdés Escuín 1969
Emilio Lledó López 1971
José Ángel Cadelo Rivera 1976
Francisco Bravo García 1979
Francisco Esteban Bautista 1979
Ernesto Delgado Lobato 1983
Antonio Patricio González García 1992(Novbre/91)
388
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España y América, social y económica. Barcelona, Ed. Vicens, 1974. 1ª reedición.
390
Sumario Obra Completa
TOMO I
Capítulo I
El factor geográfico
Angel J. Sáez Rodríguez
Capítulo II
Historiografía
Luis Alberto del Castillo Navarro
Capítulo III
Prehistoria e Historia Antigua
Maribel Gómez Arroquia
Capítulo IV
Algeciras Medieval
Antonio Torremocha Silva - Angel J. Sáez Rodríguez
TOMO II
Capítulo V
El siglo XVIII: el resurgimiento
Mario L. Ocaña Torres
Capítulo VI
El siglo XIX: la consolidación
Juan Ignacio de Vicente Lara
Capítulo VII
Algeciras siglo XX: tragedia, crisis y expansión
Luis Alberto del Castillo Navarro
TOMO III
Capítulo VIII
Arte, arquitectura y urbanismo en la Algeciras moderna
Juan Carlos Pardo González
Capítulo XI
El siglo XX: Sociedad, cultura y creación en Algeciras
Juan José Téllez Rubio
LIBROS DE LA DIPUTACIÓN DE CÁDIZ