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Feudalismo y estilo románico

MAGAÑA CANTORAL DIANA LAURA 1203

La nobleza proveniente de la aristocracia franca de guerreros y funcionarios, nobleza


que a partir del siglo IX se hace cada vez más feudal, está situada en esta época en la
cumbre de la sociedad y se convierte en la poseedora efectiva del poder estatal. La
falta de medios monetarios su cientes para mantener el necesario aparato
administrativo y un ejército adecuado, el peligro de las invasiones y la di cultad de
defender contra ellas los extensos territorios eran cosas que existían ya en los nales
de la época romana. La propia aristocracia griega, en su época de mayor orecimiento,
aseguraba a sus miembros menos libertad personal que la que tenía que conceder a
los señores feudales la debilitada monarquía de la Alta Edad Media. 

Los siglos en que dominó esta aristocracia han sido, con razón, designados como la
época aristocrática por excelencia de la Historia de Europa . Lo ordinario en esta
época es consumir los bienes dentro de la misma economía en la que se han
producido, aunque haya tantas excepciones y el trá co de mercancías nunca haya
cesado del todo. Y así como en la economía faltan por completo el espíritu del
racionalismo, la comprensión para los métodos exactos de producción y la aptitud
para el cálculo y la especulación, y lo mismo que en la vida práctica no existe sentido
alguno del número exacto, la fecha precisa y la evaluación de las cantidades en
general, de igual manera a esta época le faltan en absoluto las categorías de
pensamiento basadas en el concepto de mercancía, de dinero y de ganancia.
Tampoco tiene esta época ningún sentido para el valor de lo nuevo. El siglo XI es una
época brillantísima en la arquitectura sagrada como es también una época de
orecimiento de la losofía escolástica y, en Francia, de la poesía heroica de
inspiración eclesiástica. 

La época de las reformas monásticas es, al mismo tiempo, una época de grandes
donaciones y fundaciones a favor de los monasterios .

Por eso en Alemania las grandes iglesias episcopales de esta época son consideradas
y llamadas con razón «catedrales imperiales». El arte del período románico es más
simple y homogéneo, menos ecléctico y diferenciado que el de la época bizantina o
carolingia, por una parte, porque no es ya un arte cortesano, y, por otra, porque desde
la época de Carlomagno y a consecuencia, sobre todo, de la presión de los árabes
sobre el Mediterráneo y de la interrupción del comercio entre Oriente y Occidente, las
ciudades de Occidente sufrieron un nuevo retroceso. Pero con esto no está dicho que
el lenguaje artístico de la época románica fuera más comprensible para las grandes
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masas que el de la Antigüedad o el de la Alta Edad Media. El arte de la época
carolingia dependía del gusto de los círculos cultos de la corte y, en cuanto tal, era
extraño al pueblo. Sería también la explicación más sencilla relacionar el espíritu
autoritario de la época con la coherencia funcional de los elementos de una
construcción románica y su subordinación a la unidad arquitectónica, e igualmente
atribuir éstas al principio de la unidad, principio que domina las formas sociales
contemporáneas y se mani esta en estructuras colectivas como la Iglesia universal y el
monacato, el feudalismo y la economía doméstica cerrada. Los nuevos temas, esto es,
los temas del Juicio Final y la Pasión, son tan signi cativos de la peculiaridad de la
época como del estilo con que son tratados. 

La sociedad aristocrática de aquella época tenia que vencer su repugnancia ante la
representación del desnudo, repugnancia que tenía motivos sociales y no sólo
religiosos.

EL DUALISMO DEL GÓTICO




La movilidad espiritual del período gótico puede, en general, estudiarse mejor en las
obras de las artes plásticas que en las creaciones de la poesía. 

Y aun cuando por el momento las cosas sólo merezcan atención en cuanto dan
testimonio de Dios, y estén ordenadas en una rigurosa escala jerárquica según su
grado de participación en lo divino, la idea de que ninguna categoría del ser, por baja
que sea, es totalmente insigni cante ni está completamente olvidada por Dios, y no es,
por tanto, indigna por completo de la atención del artista, señala el comienzo de una
nueva época. 

El naturalismo gótico es un equilibrio inestable entre la a rmación y la negación de las
tendencias mundanas, de igual manera que toda la caballería es en sí una
contradicción, y que toda la vida religiosa de la época oscila entre dogma e
interioridad, fe clerical y piedad laica, ortodoxia y subjetivismo. 

También esta nueva concepción del amor está en correspondencia con la tendencia
liberal del espíritu de la época. El artista tuvo que conocer personalmente a aquel viejo
sencillo, de aspecto campesino, con pómulos salientes, nariz corta y ancha, y los ojos
un poco oblicuamente cortados. 

La idea de que la representación de un objeto verdadero en sí, para ser artísticamente
correcta debe conformarse a la experiencia de los sentidos, y de que, por tanto, el
valor artístico y el valor ideal de una representación no tienen, en absoluto, por qué
estar de acuerdo, concibe la relación de los valores de una forma totalmente nueva, en
comparación con la concepción de la Alta Edad Media, y signi ca, en realidad,
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simplemente la aplicación al arte de la doctrina, bien conocida, de la losofía de la
época acerca de la «doble verdad». 

El idealismo gótico era al mismo tiempo un naturalismo que trataba de representar
correctamente, también en el aspecto empírico, sus guras espirituales ideales
arraigadas en el mundo suprasensible, lo mismo que el idealismo losó co de la época
colocaba la idea no sobre las cosas particulares, sino en ellas, y a rmaba tanto las
ideas como las cosas singulares. 

El nominalismo moderado, que no niega la realidad de las ideas, pero las considera
inseparables de las cosas de la realidad empírica, es la fórmula fundamental de todo el
dualismo gótico, tanto de los antagonismos de la estructura económica y social como
de las íntimas contradicciones del idealismo y del naturalismo artísticos de la época. 

El nominalismo, que asegura a todas las cosas singulares una participación en el Ser,
corresponde a un orden de vida en el que también aquéllos que se encuentran en los
últimos peldaños de la escala social tienen una posibilidad de elevarse.
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