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EL GIRO, STEPHEN GREENBLATT.

NACIMIENTO Y RENACIMIENTO
La Florencia italiana que conocemos hoy, a inicios del siglo XV prácticamente no existía. Se trataba
hasta entonces de un núcleo urbano típicamente medieval en apariencia, cerrada. Altas torres y edificios de
piedra fortificados, junto a callejuelas y retorcidos callejones enmarcaban su centro densamente poblado. Una
ciudad que no había visto aún la obra de Brunelleschi y su enorme cúpula sobre la Catedral de Santa María del
Fiore, ni tampoco, el baptisterio de la ciudad con sus magníficas puertas de Ghiberti, así como la fachada de
Santa María Novella de Alberti, o la obra de Michelozzo en San Marcos. Época donde las grandes familias
tales como los Médici o los Rucellai no habían levantado sus grandes palacios.
Ciudad azotada por la peste bubónica, a la cual llegó la figura de Poggio Bracciolini a finales del siglo
XIV. Autor que nace en 1380 en Terranuova. Un hombre de ámbito rural familiarizado con los campos de la
Toscana, el cual no podía alardear de largo linaje de antepasados ilustres. De familia notarial fue algo
fundamental. Y es que, Poggio fue un gran calígrafo, siendo especialmente importante para la recuperación
del poema de Lucrecio De Rerum Natura (S. I a.C.).
Un hombre cuya familia se arruinó, el cual aprendió en Arezzo el latín y dominar la escritura. Más
tarde se trasladaría a una Florencia de unos cincuenta mil habitantes, en la cual era un don nadie. Una
Florencia cuya política, sociedad y comercio estaba dominado por una serie de familias: los Strozzi, los
Capponi, etc., que marcaban su presencia con desembolsos bien visibles. Hombres acaudalados rodeados
siempre de clientes, administradores, contables, secretarios, criados y esclavos. Una ciudad donde la riqueza
radicaba en la actividad bancaria y la posesión de tierra, así como las labores del tejido y los paños que daban
fama a la ciudad.
Ciudad de gran cantidad de iglesias, donde el servicio a Dios estaba garantizado, las cuales atraían a
multitud de fieles, en una época de gran temor religioso.
Una industria textil potente, que requería gran cualificación y organización gremial, aunque existía
jornaleros en la miseria, que hizo estallar rebeliones siendo manifestaciones del popolo minuto reprimido
(Rebelión de los Ciompi).
Ciudad – estado que controlaba una franja territorial del centro italiano y que se veía inmersa en un
tablero frente Venecia, Milán, Nápoles y Roma.
Poggio consiguió llegar a la alta sociedad gracias a su caligrafía hermosa, con una forma de dibujar
letras lejos de la enrevesada escritura gótica, existiendo gran demanda de una letra más abierta y legible, ante
la dificultad de lectura de textos de la época.
Lo que hizo Poggio es coger la minúscula carolingia y la convirtieron en letra base para copiar
manuscritos y escribir cartas. Además, sirvió de base para el desarrollo de la itálica y redonda. Inventores de
la escritura considerada más clara y sencilla y elegante. Ello ponía de manifiesto una respuesta creativa a las
poderosas corrientes culturales que habían surgido en Florencia. Poggio se percató de la necesidad de una
nueva escritura cursiva, en relación con la búsqueda de lo antiguo. Búsqueda compartida cuyos inicios se
pueden situar en Petrarca, el cual hizo la recuperación del legado de Roma una obsesión, en una visión que se
creía que la Antigüedad Clásica Romana había sido olvidada por completo. Interés por lo antiguo que ya se
puedo encontrar en el Renacimiento Carolingio de siglo IX, así como en la Alta Edad Media con autores como
Averroes que leían a Aristóteles. Pero es cierto que a estos humanistas no les parecía evidente la búsqueda en
la que se embarcaron, los cuales se veían como exploradores. Un intento visible de recuperar o imitar el
lenguaje, objetos materiales y logros culturales, de una civilización que había sido destruida y hoy solo
quedaba restos materiales de aquel mundo clásico.
Algo que trajo gran impacto moral, ya que se trataba de una civilización pagana cuya religión era
considerada un culto al demonio. Pero, aun así, se insiste en los logros culturales de la Antigüedad Clásica.
Así, Petrarca, religioso cristiano, empezó a buscar textos antiguos olvidados, no siendo el primero, pero supo
revestir esa búsqueda de un nuevo placer casi erótico. Así, incluso escribía cartas a los autores antiguos. (Ej.
Cicerón). A su vez criticaba a su época como un mundo inculto e ignorante. Autor que solo hizo crecer en
fama, y con él la importancia del pasado.
Así, en las generaciones siguientes se implantó un nuevo proyecto pedagógico: las humanidades
(Studia Humanitatis), haciendo hincapié en el dominio de la lengua griega y latina y la retórica. Pero el
humanismo no era algo intrínsecamente académico. Humanistas que sentían mezcla de asombro y temor en un
movimiento que iba a marcar la época haciendo referencia a algo ya muerto. Indicaban que la tradición
cultural romana que se siguió tras su caída no fue realmente Roma. El objeto de recuperación era cultural y
secular.
Pero Poggio llegó a Roma cuando el movimiento había empezado a declinar. La sensación de audacia
creativa dio paso poco a poco a un espíritu de anticuarismo. Pero Poggio, y su generación cada vez más una
obsesión de evitar los errores gramaticales latinos. Además, la letra que creó no era una evocación directa del
mundo romano. Escritura en base a manuscrito de carolingios, la cual llamaron lettera antica, en referencia
confundida a Cicerón y Virgilio.
Se dedicó a copiar libros y documentos, y perfeccionó su latín. Se formó en notaría con estas
ganancias.
Cuando llegó a Florencia, Salutati ocupaba el puesto de canciller y se había lanzado a la búsqueda de
vestigios de la cultura clásica, pretendiendo imitar el estilo de Virgilio y Cicerón. Reconocía que la
recuperación del pasado debía ser un interés y no solo de anticuario. Tanto este como Petrarca pensaban que el
humanismo no debía consistir en imitaciones del estilo clásico sino también ponerse al servicio de un fin ético
más amplio.
Para Salutati, que Florencia fuese una República gobernada por un grupo de ciudadanos era lo más
importante del mudo. Ponía de manifiesto que la retórica antigua seguía viva, siendo practicada por él. Creía
que Florencia era la heredera del republicanismo de la antigua Roma. A su larga edad, angustiado tomó a un
grupo de jóvenes de talento entre los que se encontraba Poggio, así como Leonardo Bruni, siendo el más
destacado y admirado, estudiado en derecho y con interés en los estudios clásicos. Así destaca el estudio del
griego antiguo gracias al bizantino Manuel Crisoloras que fue a Florencia a residir impartiendo clases de
lengua, y que huía del avance turco en Oriente.
Poggio había entablado amistad con Niccolò Niccoli, otro del grupo de jóvenes, de familia rica gracias
al comercio de la lana, y que estaba obsesionado con los vestigios de la antigua Roma. Hombre que prefirió
ser soltero en una época en la que la familia era un núcleo fundamental. Fue uno de los primeros europeos que
coleccionó antigüedades entendidas como obras de arte, en una amorosa apreciación de unos objetos estéticos.
Ello inspiró al afán de coleccionar obras del pasado. Pero aún más se preocupaba por los textos de la literatura
clásica y patrística que los humanistas localizaban en bibliotecas de los monasterios. Estudiarlo y copiarlos.
Llegando a formar una importante biblioteca. Mandó que a su muerte permanecieran juntos sin ser vendidos,
con norma de préstamo y devolución, y legaba una suma de dinero para la construcción de una biblioteca. Así
evitaría la suerte del trabajo de Petrarca y Boccaccio.
La ambición y creatividad literaria de Petrarca había disminuido en ambos, al igual que el celo
patriótico y la pasión por la libertad de Salutati; para ellos, fue importante el culto a la imitación y el afán de
exactitud. Soñaban con devolver a la vida algo viejo. Sueño condenado al fracaso, pero con resultados
sorprendentes.
Élite intelectual vista por el resto de la sociedad, cuya obsesión por el pasado resultaba repelente.
Sostenían que nadie había superado a los grandes autores clásicos en perfección estilística. Tras ellos solo hay
una historia de corrupción estilísticas y de pérdida. Los medievales habían olvidado construir las frases donde
las muestras de textos clásicos habían sido corrompidas.
Un clasicismo radical es lo que sobreviene en la nueva generación de humanistas de Poggio, la cual
opinaba que Petrarca, Dante o Boccaccio no habían hecho nada valioso. Pero Poggio reconocía de Petrarca
que fue el primero que abrió la senda.
Poggio carecía del celo patriótico de Salutati, inculcado en Bruni. Tampoco vocación sacerdotal. Su
espíritu era secular, y sus deseos eran del mundo y estaban en éste.

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