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LA EMPRESA FLUIDA

Ignacio Orrego C.
Ya nos hemos referido suficientemente al hecho de que el mundo se está volviendo
cada vez más fluido y volátil. Los cambios vertiginosos que se producen en todas las
áreas obligan a las compañías que aspiren a mantenerse en la cresta de la ola –o
escalar hasta ella− a orientarse hacia el crecimiento y el desarrollo permanentes, lo
cual incluye, inexorablemente, el crecimiento y el desarrollo individual de sus
empleados.
La clave de este proceso está en dirigir la voluntad individual y colectiva hacia el
perfeccionamiento constante. Otro factor fundamental es la adaptabilidad, la
versatilidad, la capacidad de ajustarse constantemente al entorno crecientemente
complejo en que se desenvuelve la vida de la organización. La alternativa a este
dinamismo es el estancamiento y el fracaso.
Las organizaciones que aspiren a transformarse en líderes de sus propios sectores de
actividad deberían volverse conscientes de que la realidad actual de los mercados y los
ambientes laborales le imprime a su quehacer la necesidad de darse a sí mismas una
estructura interna que facilite y promueva los cambios.
Una empresa fluida es una organización en la que cada miembro es estimulado a
crecer individualmente, buscando constantemente la superación de desafíos
ajustados a su propia capacidad. La idea es que cada empleado sea capaz de ir más
allá de sus propios límites. El primer paso es superar las creencias limitantes de cada
individuo respecto de sí mismo. Este paso es fundamental ya que muchas veces, estas
creencias cobran la forma de dogmas o de profecías auto cumplidas.
Comprender y aplicar el concepto del flujo es de la máxima importancia para los
equipos de proyectos. Un equipo de proyectos en estado de flujo es un equipo
enfocado, comprometido, despabilado, responsable, proactivo, etc.
Todo Director de Proyectos ambiciona dirigir equipos así… pero hay que saber cómo se
llega a este estado para producirlo. No es llegar y hacer el gol, hay que construir la
jugada. ¿Cómo? Para eso estamos en PMO2Win.
Fluir, fluir, fluir
Vamos viendo. Fluir no es sinónimo de dejarse arrastrar por el viento. No se trata de
dejarse llevar por la corriente sin esfuerzos. Muy por el contrario, significa cultivar un
estado de alerta permanente. Se trata de aspirar a un estado de aprendizaje constante
que transforme la vida laboral en un desafío siempre vigente y renovado.
Fluir significa aventurarse en la novedad con los ojos bien abiertos. Se trata de echar
cotidianamente la red de nuestras capacidades sobre el mar de información en el que
navegamos para pescar ideas, conceptos, intuiciones que nos sirvan, individual y
colectivamente, en función de transformarnos hoy en algo mejor de lo que éramos
ayer.
Los expertos señalan que cuando las personas son desafiadas de acuerdo a sus propias
capacidades, sobre todo cuando estos desafíos se alinean con sus propias metas, es
cuando más crecen y disfrutan de sus trabajos. De hecho, se ha descrito esta
experiencia como un estado óptimo de motivación intrínseca en la que la persona se
encuentra absolutamente inmersa en lo que está haciendo. Las sensaciones
involucradas aquí van desde la libertad y el gozo hasta la responsabilidad y el
compromiso. Ante estas poderosas emociones, se someten o adormecen otras
urgencias temporales, como el paso del tiempo y la necesidad de alimentación o de
sueño, entre otras.
Es decir, el estado de flujo individual ocurre cuando el individuo se encuentra
completamente inmerso en la actividad que está ejecutando y desaparece la sensación
de esfuerzo. El efecto psicológico de este estado es un sentimiento placentero de
energía enfocada, de compromiso total y de absoluta responsabilidad.
Entre otras cosas, se ha observado que la meditación, el yoga y las artes marciales
pueden mejorar las capacidades de las personas para fluir ya que ayudan a enfocar la
atención.
Fluir en el trabajo
Este concepto fue propuesto en 1975 por el psicólogo y catedrático de neurociencias
de la Universidad de Stanford, Mihaly Csikszentmihalyi, un destacado investigador de
los conceptos de felicidad, creatividad, bienestar subjetivo y diversión. Su idea de flujo
(flow) ha sido adaptada a diversos campos.
En una entrevista para la revista Wired, Csikszentmihalyi describió el fluir como "el
hecho de sentirse completamente comprometido con la actividad por sí misma. El ego
desaparece. El tiempo vuela. Toda acción, movimiento o pensamiento surgen
inevitablemente de la acción, del movimiento y del pensamiento previos. Es como si
estuviéramos tocando jazz. Todo tu ser está allí, y estás aplicando tus facultades al
máximo”.
Es aquí cuando el papel del líder es esencial. Un requisito fundamental para alcanzar el
flujo es encontrar un estado de equilibrio entre el desafío de la tarea que se debe
acometer y la habilidad de quien la realiza. Si la tarea es demasiado fácil o demasiado
difícil no se presentará esta ansiada experiencia de fluir con el trabajo.
Un líder o Director de Proyectos competente, si quiere producir este estado de flujo
entre los miembros de su equipo, ha de preocuparse de darle a cada quien la tarea que
le corresponde equilibrando las necesidades del proyecto con las capacidades
individuales, la motivación, los espacios de libertad, las recompensas, el
reconocimiento, etc.
Es decir, sin dejar de lado los aspectos técnicos del trabajo propiamente tal, hay que
meterle inteligencia emocional al asunto, perspectiva, visión de conjunto, empatía.
Nada ni nadie fluye en los proyectos si no hay armonía entre el contexto laboral y las
capacidades y motivaciones interiores de los actores involucrados. Esta situación ideal
puede ser descrita como armonía productiva.
Según Csikszentmihalyi, los componentes de una experiencia de flujo son:
1. Objetivos claros.
2. Concentración y enfoque (evitar la dispersión a toda costa).
3. Retroalimentación directa e inmediata.
4. Equilibrio entre el nivel de habilidad y el desafío.
5. La actividad ha de ser vista como intrínsecamente gratificante (así no se nota el
esfuerzo cuando se ejecuta).
Cuando se dan estas condiciones, los resultados esperados son:
1. La fusión entre acción y conciencia.
2. Distorsión del sentido del tiempo (sensación de que el tiempo vuela).
3. Un sentimiento de control personal sobre la situación o actividad.
Por supuesto, no todos los componentes son necesarios para conseguir una
experiencia de flujo.
Recomendaciones
Csikszentmihalyi sugiere varias maneras en que se debe trabajar en grupo de forma
que cada miembro pueda alcanzar el estado de flujo, entre ellas citamos:
 La existencia de espacios de planificación creativa que incentiven el dinamismo,
el movimiento, la energía (sillas, paredes decoradas, gráficos, evitar las mesas
para facilitar la circulación, etc.).
 Intentar hacer ver cada tarea como si fuera un juego.
 Dejarse ir en el proceso.
 Incorporar cierta dosis de “locura”.
 Diseño de recreación (gráficos para entradas de información, gráficos de flujo,
resumen del proyecto, lugares seguros, pared de resultados, temas abiertos,
etc.).
 Trabajo bien organizado, paralelo.
 Grupos concentrados en objetivos.
 Avance de objetivos existentes (prototipo).
 Incremento de la eficiencia a través de la visualización.
 Incentivar la idea de que la existencia de diferencias entre los participantes es
más una oportunidad que un obstáculo.
Pero, fundamentalmente, no perseguir el éxito. Casi por regla general mientras más
busquemos el éxito y lo convirtamos en una meta necesaria, menos probabilidades
habrá de que lo consigamos finalmente.
Según el investigador de origen croata, el éxito, al igual que la felicidad, debe ser una
consecuencia de la dedicación personal hacia algo más grande que uno mismo. Esto es
lo que separa su teoría del flow de las técnicas clásicas de búsqueda de la felicidad.
En palabras de Csikszentmihalyi: “Puede parecer contraproducente argüir que la
felicidad y los negocios tienen algo que ver entre sí, pues para la mayoría de las
personas, el trabajo en el mejor de los casos, es un mal necesario, y en el peor, una
carga. Sin embargo, ambas cosas están inextricablemente unidas”.
Hasta la próxima semana.

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