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Alimentación del ninó recien nacidó

hasta el primer anó de vida.


P OR : M ARÍA E STELA A LMONTE R ODRÍGUEZ 2-16-0743

La alimentación en el infante, desde su nacimiento hasta el primer año de vida, es crucial


para que el mismo crezca con normalidad, desarrolle resistencia a las infecciones, tenga
una buena salud a largo plazo y logre un desarrollo cognitivo y neurológico optimo. Esta
debe contar con los nutrientes requeridos en cada etapa, manteniendo el delicado balance
entre el exceso y la deficiencia.
Las etapas observables durante este periodo son:
Periodo Lácteo. La leche es el único alimento, sea leche humana o artificial. Va desde el
nacimiento hasta los 4-6 meses aproximadamente. El lactante es capaz de succionar y
deglutir, pero aún no ha desarrollado la capacidad de digerir ciertas proteínas y sus riñones
no son capaces de soportar líquidos muy concentrados en partículas. El recién nacido
desarrolla la capacidad de mamar en las primeras 48 horas de vida. El reflejo de succión
tiene la máxima respuesta a los 20-30 minutos después del parto.
La leche humana y la lactancia materna son los estándares ideales y la norma para la
alimentación y la nutrición del lactante. Es un fluido biológico complejo que contiene
proteínas, nitrógeno no proteico, hidratos de carbono, lípidos, vitaminas hidrosolubles,
minerales, iones y células, y que presenta una serie de propiedades nutricionales que
aventajan a la leche de vaca para la alimentación del niño en este periodo. Es un líquido
dinámico que cambia cronológicamente, diferenciándose la composición con la edad del
bebé.
• El calostro es la leche que se produce desde el nacimiento hasta el 4º-6º día de vida.
Posee gran contenido proteico, con IgA secretora, lactoferrina, oligosacáridos, factor
de crecimiento intestinal y minerales. Es pobre en grasa y predomina en ella el
colesterol. Su función principal es la de proporcionar lo que el niño necesita para el
crecimiento y protección del aparato digestivo.
• La leche de transición (desde el 6º al 15º día de vida del bebé) tiene una
composición intermedia entre el calostro y la leche madura. En su composición
disminuyen la cantidad de inmunoglobulinas, aumenta la lactosa, los lípidos, las
vitaminas liposolubles e hidrosolubles.
• La leche madura tiene un contenido energético mayor (700 KCAL/L). El 80% es
agua, con un contenido proteico de 0,9-1,2 g/dl, más bajo que la leche de vaca (3,5
g/dl).
Las proteínas principales de la leche humana son las del suero, que representan el 60-65%
del total proteico, siendo su componente principal la alfalactoalbúmina y en segundo lugar
la lactoferrina. El 20% de las proteínas está representado por la caseína en forma de
micelas formadas por caseinato cálcico, fosfato, magnesio y citrato. En la leche humana
también hay otras proteínas que tienen una función protectora, como son la IgA secretora,
lactoferrina y lisozima. Los nucleótidos están presentes en la leche de mujer en una
proporción de hasta 70 mg/L.
Con respecto a los carbohidratos, el contenido en la leche humana es de 7 g/dl, (40-50%
del aporte calórico). El 90% es lactosa que favorece el desarrollo del Lactobacillus bifidus y
del resto de la flora bacilar intestinal. El 10% restante está representado por oligosacáridos
(fucosa, glucosamina, galactosamina, inositol, factor de crecimiento del Lactobacillus
bifidus), que tienen un papel relevante tanto metabólico como inmunológico.
El contenido en grasa de la leche de mujer es de 4-4,5 g/dl, en su mayoría triglicéridos. Su
aporte energético es importante (50% de la energía). Predominan gran cantidad de ácidos
grasos de cadena larga. Los poliinsaturados de cadena larga predominantes son el ácido
oleico, el palmítico, el linoleico y el alfalinolénico, junto a otros ácidos grasos de cadena
muy larga de más de 20 átomos de carbono (el araquidónico y el docosahexanoico),
imprescindibles para el desarrollo de la función neural y retiniana y para la síntesis de
eicosanoides.
Las vitaminas liposolubles e hidrosolubles están en cantidad suficiente para la nutrición del
recién nacido en esta etapa, excepto la vitamina D y la vitamina K. La leche contiene más de
60 enzimas, siendo las más importantes, la amilasa, la lipasa y la tripsina. En cuanto a los
factores inmunológicos y defensivos, contiene lactoferrina, lisozima y lactoperoxidasa, que
actúan como bacteriostáticos. Los oligosacáridos, que contienen N-acetilglucosamina
estimulan la proliferación de L. bifidus con efecto protector sobre las infecciones
gastrointestinales. Otros componentes con acción antibacteriana son los gangliósidos y la
proteína fijadora de vitamina B12. La IgA secretora, especialmente presente en el calostro.
También posee anticuerpos frente a diferentes virus, como el de la poliomelitis, Echo,
Coxsackie, Influenza y bacterias, como Escherichia coli, neumococo y estafilococo. Se ha
demostrado el efecto protector de la leche materna frente a Campylobacter yeyuni y
rotavirus.
Los primeros 2 días de lactancia materna, y quizás la primera hora de vida, pueden
determinar su éxito. La idoneidad de la toma de leche puede ser valorada por los patrones
de micción y defecación del lactante. Un lactante bien hidratado orina de seis a ocho veces
al día. Cada micción debe empapar, no sólo mojar, un pañal, y la orina debe ser incolora.
Hacia los días 5-7 debe evacuar heces sueltas amarillentas al menos cuatro veces al día. La
tasa de ganancia de peso proporciona el indicador más objetivo de una ingesta adecuada de
leche. La pérdida total de peso tras el nacimiento no debería sobrepasar el 7%, y el peso del
nacimiento debería recuperarse hacia los 10 días.
Entre las contraindicaciones para la lactancia materna se encuentran: la tuberculosis
activa, la varicela, virus de la gripe H1N1, infección de la mama por virus del herpes simple,
VIH, uso de fenciclidina, cocaína o anfetaminas, alcohol, radiofármacos, antineoplásicos e
inmunosupresores.
Formula adaptada.
Las fórmulas basadas en leche de vaca constituyen la mayoría de las fórmulas comerciales.
Casi todas las fórmulas basadas en leche contienen suplementos de hierro, y los padres
únicamente deben usar fórmulas enriquecidas con hierro a menos que su pediatra aconseje
lo contrario. Las fórmulas basadas en soja, a las que a veces se añade hierro, pueden usarse
en recién nacidos alérgicos a la leche de vaca. Sin embargo, algunos recién nacidos
alérgicos a la leche de vaca también son alérgicos a la proteína de la leche de soja. Hay
fórmulas hipoalergénicas para los lactantes que no pueden tolerar las fórmulas básicas,
como aquellos con alergias a la leche o a las proteínas de la soja.
Período de transición, destete o beikost. A partir del cuarto mes de vida. Se van
introduciendo paulatinamente alimentos no lácteos, preparados adecuadamente en
consistencia y cantidad, para no alterar el ritmo de maduración digestiva y renal, así como
el progresivo desarrollo neuromuscular. Esta etapa debe favorecer el desarrollo de los
sentidos, de modo que se puede pasar de succión a cuchara, lo que permitirá paladear
mejor, y cambiar la textura, de líquido a triturado, y cuando ya tenga dientes, a troceado.
Los cereales se mezclan a menudo con la leche materna, la fórmula o el agua, y más tarde
con fruta. Para ayudar a identificar posibles alergias o intolerancias alimentarias que
pueden surgir cuando se añaden nuevos alimentos a la dieta, se recomiendan cereales de
un solo grano (arroz, avena, cebada} como cereales de inicio. Si se administra zumo,
debería iniciarse sólo después de los 6 meses de vida, darlo en una taza y limitarlo a unos
100 cm3 al día de zumo 100% natural sin azúcar.
Las verduras aportan nutrientes, vitaminas, minerales y micronutrientes. Deben darse dos
a tres raciones de verduras. En los niños con fuertes antecedentes familiares de alergia
alimentaria probablemente sería aconsejable evitar alimentos con alto potencial
alergénico, como pescado, cacahuetes, frutos secos, productos lácteos y huevos. La miel,
debido al riesgo de botulismo del lactante, no debería administrarse antes del año de vida.
Los alimentos precocinados o cocinados en casa ayudan a satisfacer las necesidades
nutricionales del lactante. Si se retrasa la introducción de alimentos sólidos pueden
desarrollarse carencias nutricionales y producirse anomalías bucales sensitivas (aversión
oral y a la textura). Los signos generales que indican que el lactante está preparado para
recibir este tipo de alimentación son la capacidad para mantener la cabeza erguida, peso
cercano al doble del peso al nacer, la apertura amplia de la boca, mostrar anticipación e
interés al ofrecerles alimentos, sentarse sin ayuda, llevarse objetos a la boca y tener
capacidad para seguir la trayectoria de la cuchara.

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