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Trabajo Práctico n.º 1

Universidad de la Cuenca del Plata.

Carrera: Licenciatura en Psicología

Psicología Evolutiva Adulto-Vejez. Com A

Profesor: Beltramo, Flavia

Alumnas:

Morales Puppo, Martina (DNI 44.387.114)

Santa Cruz, Sol Ileana (DNI 40.279.466)

Fecha de entrega: 04 de abril

Año lectivo: 2023


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Trabajo Práctico n.º 1

Introducción:

A lo largo de este trabajo se podrá identificar qué se entiende por viejismo

implícito, los distintos prejuicios que acechan la vejez y la manera en que estos se

reflejan tanto en la cotidianidad, como en el arte y también en el entretenimiento. Se

pretende hacer énfasis en cómo la información que circula por las redes sociales y los

medios de comunicación producen daños tanto en los viejos como en los futuros viejos,

y preguntas sobre quiénes son los promotores de diversas ideas que la sociedad va

transmitiendo día a día. Para ello se toman diversos ejemplos y autores que otorguen a

estos un marco teórico; entre ellos grandes referentes de la gerontología como Leopoldo

Salvarezza, R. Iacub, E. Muchinick, entre otros.

Antes de comenzar con el desarrollo anteriormente mencionado, es preciso citar

a Butler, quien define por primera vez, en 1993, el concepto de viejismo como “un

prejuicio de un grupo contra otro”, que se aplica particularmente de la gente joven a la

gente vieja. Sobre esta última apreciación se han producido cambios en la medida en

que se han realizado investigaciones, como la que presentan Levy y Banahi (2004), que

demuestran que los mismos viejos son prejuiciosos con la vejez y pueden ser incluso

más crueles que los jóvenes cuando de ellos mismos se habla.

Representaciones de viejismo en el arte y entretenimiento

Butler (1993), establece que en el viejismo subyace un espantoso miedo a

envejecer, que lleva por consecuente al deseo de distanciarnos de las personas mayores

que “constituyen un retrato posible de nosotros mismos en el futuro”. Podríamos

también hablar no solo de un distanciamiento de los viejos, sino de una tendencia

impulsada por el sistema capitalista que nos gobierna, de hacer todo lo posible para
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posponer o directamente evitar convertirnos en viejos, actitud que vemos

constantemente plasmada en redes sociales y campañas de marketing.

Es entonces relevante añadir un fragmento del poema “Esencia” de Aurora

Orozco, que plasma a la perfección las consecuencias que pueden tener estos prejuicios

antes mencionados:

Mirarme desnuda de frente al espejo

me cuesta trabajo, me abraza el recuerdo,

es de gran impacto ver como mi cuerpo

va dejando huellas de todo su tiempo.

Y veo en mi cara un dulce reflejo

con esas arrugas que enmarcan mis ojos

en las comisuras de esta sonrisa,

se cuentan historias de viejas heridas;

después analizo sin piedad mi piel,

aún sigue suave, más en cada espacio,

encuentro los rastros del tiempo olvidado (2017).

La vejez es objeto de múltiples prejuicios enlazados entre sí, en general,

relacionados a concepciones sobre la corporeidad y los cambios en esta que acarrea el

“convertirse” en viejo. Alexandra Kohan (2021), expresa:

El cuerpo es lo más extraño que tenemos - si es que lo tenemos-. Es

nuestro y no es nuestro a la vez, es propio e impropio al mismo tiempo. A veces

se nos vuelve siniestro, sobre todo en su presencia, cuando fracasa el olvido; en

el dolor, en el sufrimiento, por ejemplo.

Encontrar estos prejuicios y viejismos en el contenido que nos es ofrecido

constantemente, no es para nada complicado. Uno de los grandes tópicos que expone
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muy gráficamente este pavor a envejecer es el género de terror, sobre todo hablando de

películas y series. En el cotidiano, podemos observar cómo el cuerpo de la vejez es

objeto de miradas aterradas, no solo para los mismos viejos, sino también para la

juventud que ve en ellos un destino irreparable. Muchinick (2005), le da a esta idea un

marco teórico muy claro, afirmando que, más allá de que la vejez haya sido más o

menos respetada a lo largo de la historia, es un hecho que está asociada a la imagen de

la decrepitud y al temor a la humillación; temor que, como lo plantean Levy y Banahi

bajo el nombre de “viejismo implícito”, no solo acecha a los jóvenes sino a los mismos

viejos, quienes pasaron toda su vida siendo perpetradores de aquellos prejuicios, tan

arraigados a su inconciente, de los que ahora son víctimas (2004).

Múltiples ejemplos son útiles para exhibir este terror al cuerpo asociado con la

decrepitud y la enfermedad, entre ellos podemos mencionar, por ejemplo, a la famosa

película “La Muerte le Sienta Bien”, protagonizada por Meryl Streep, Goldie Hawn y

Bruce Willis (1992). En dicha película, se plasma a la perfección como, socialmente, el

cuerpo de la vejez aleja al sujeto de ser un objeto de deseo y lo deserotiza por completo.

En la obra se satiriza de manera cruda lo que es capaz de hacer uno con tal de mantener

su juventud (incluso venderle el alma al diablo). Desde el guion se hace especial

hincapié al papel que toma esto para la mujer, y sobre todo para aquellas que pueden

haber construido una carrera y personalidad en base a la mirada de admiración de un 3.º,

que deja de mirar al momento en que los años comienzan a plasmarse en lo corporal.

Otro gran exponente artístico que involucra la temática es “El retrato de Dorian Grey”

(Oscar Wilde, 1890). En este relato, se resuelve trágicamente el sueño de la eterna

juventud, un sueño que se puede alcanzar pagando un precio muy alto.

Cuando pensamos en los cuerpos y la manera en que constantemente se intenta

esconder las imágenes que muestran arrugas, cuerpos flácidos, con celulitis, entre otros;
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entonces, se puede comenzar a vislumbrar a esta “nueva generación” y su constante

crítica social, que permanece en el intento de (a través de distintas formas de

comunicación que incluyen, por ejemplo, el arte) desprender a la sociedad de ciertos

lugares estáticos y prejuiciosos respecto a la vejez, sumando por supuesto a las mismas

vejeces, que tienen mucho que decir al respecto. Un gran ejemplo de esta lucha contra

los prejuicios, es la fotografía de Magdalena Wosisnska; en una de sus obras se pueden

identificar dos cuerpos: uno joven y otro viejo, y puede verse en sus imágenes la manera

en la que ambos conviven a pesar de las diferencias, sobre todo en las formas en que

son percibidos socialmente. Se puede ver en ellos el afecto de la aceptación por cada

cuerpo y la inspiración mutua entre sí, reacciones contrarias al asco u horror y demás

términos despectivos frecuentemente utilizados para referir a un cuerpo arrugas.

Desde este planteamiento, podemos referirnos al autor Iacub, que en su libro

“Proyectar la vida” (2001), presenta la importancia de una nueva manera de nombrar la

vejez, hace en este caso hincapié en la importancia del lenguaje. Es preciso también ver

al lenguaje y los discursos, más allá de las palabras; dándole importancia, por ejemplo, a

la trasmisión de imágenes, tanto en el arte como en la televisión y las redes sociales, que

representen cuerpos viejos, puesto que es una manera de comunicar y tomar o

resignificar, resignificarlos.

El miedo a “dejar de ser” con el paso a la vejez se encuentra inmerso en nuestra

cultura; podemos, por lo tanto, evidenciarlo también en la música. Lana del Rey

interpreta una reconocida canción llamada “Young and Beautiful” (2013), en cuyo

estribillo la artista pregunta reiteradas veces a su amado si la va a amar, incluso cuando

deje de ser joven y hermosa. En primer lugar, la obra se presta para preguntarnos, ¿por

qué el abandono de la juventud implicaría necesariamente dejar de ser bella? ¿Por qué

esta asociación juventud-belleza, excluyendo de esa ecuación a la vejez? Y, en todo


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caso, ¿por qué dejaría ella de ser merecedora de su amor si perdiera la belleza que

caracteriza su juventud? ¿Por qué dejaría él de amarla si eso sucediera por tal o cual

motivo? Por otro lado, inmediatamente después de preguntarle eso a su amado, la

protagonista de la canción repite la pregunta y agrega: “¿Vas a amarme aun cuando no

tenga nada, excepto mi sufrida alma?”. Y, a pesar de que la respuesta acaba por ser un

sí, es preciso preguntarnos por qué la pérdida de la juventud deja a este sujeto,

representativo de nuestra cultura, con una sensación de vacío absoluto, haciendo una

única excepción al sufrimiento. ¿Acaso el único cuerpo que sufre es el de los viejos?

¿Cuánto pierde uno al llegar a la vejez? Más bien, ¿por qué se entiende a la vejez como

sinónimo de pérdida sin más?

Podríamos encontrar respuestas o guías a dichas preguntas en el primer capítulo

de “Psicología del Desarrollo” (2005) de Urbano y Yuni, donde se relata el desarrollo

histórico de las maneras de entender a la vejez. Los autores enfatizan la manera en que

los antiguos enfoques biologicistas relacionaban las primeras fases de la vida y el

desarrollo evolutivo con periodos de complejización y mejora de las capacidades y

características psicológicas de los individuos. Mientras tanto, las últimas instancias de la

vida eran enlazadas a momentos de deterioro, pérdida, declinación, regresión e

involución; preconceptos que aún subsisten en nuestro accionar motivado por la

naturalización de los prejuicios antes presentados.

En relación con lo anterior, Ricardo Iacub plantea a la no sexualidad como uno

de los mayores prejuicios y fantasmas enlazados en la vejez. También agrega que, hoy

en día, “sabemos que la sexualidad es posible y que incluso, en la mayor parte de los

casos, es importante y necesaria” (“Proyectar la vida”, 2001. pp 37). Sin embargo, saber

que ocurre no evita que la sola idea de una persona mayor participando de actividades

sexuales genere horror y disgusto en el consumidor. Para ejemplificar la manera en que


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esto es no solo reconocido, sino también utilizado como móvil para generar miedo y

asco, añadiremos una lista de películas, que pudiera ser mucho más extensa, pero por

motivos prácticos incluye solo algunos ejemplos seleccionados:

- X (2022). Una película que incluye escenas de sexo entre jóvenes, pero

también entre una pareja de ancianos (que resultan también ser abusadores y asesinos

sanguinarios); sin embargo, los comentarios que recibió por parte del público eran

repetitivos y similares al de una joven que expresó que “el verdadero terror fue ver dos

viejos coger”.

- El resplandor (1980). En esta famosísima película, se incluye como uno

de sus tantos elementos de terror a un personaje que sale de una bañera siendo una bella

joven desnuda que, al establecer contacto con el protagonista, se convierte en una

anciana que produce, tanto en el hombre en cuestión como en el espectador, un miedo

paralizante y miradas horrorizadas sobre su cuerpo. Uno podría en este caso pensar que

el factor terrorífico es más bien la transformación repentina, pero entonces deberíamos

preguntarnos ¿si en primer lugar hubiera sido una anciana que luego se transformaba en

una mujer joven, hubiera producido las mismas impresiones?

- The Visit (2015). Otra vez nos encontramos ante la incógnita sobre el

miedo al cuerpo de la vejez expuesto, específicamente al cuerpo de la mujer. En ciertas

partes de la película, escenas intencionadas a causar terror muestran a una mujer de

edad muy avanzada que corre por su casa desnuda; ¿hubiera generado el mismo terror si

se presentaba a esta mujer vestida?

Continuando con la idea de sexualidad posible en la vejez, tomamos uno de los

videos producidos por @senes.personasmayres (Instagram). En este material, se puede

identificar nuevamente el gran fantasma prejuicioso que considera poco frecuente o nula

la sexualidad en las personas viejas, y demuestra que en realidad es todo lo contrario.


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Algunas funciones (como la erección del pene o tal vez la duración de los orgasmos)

pueden variar, según investigaciones proporcionadas por Masters y Johnson (1925). Sin

embargo, Iacub recupera en su libro, sobre erotismo en la vejez, una investigación

realizada por Star Weines y Bakur (1981) que resalta la importancia de encontrar otras

vías para llevar a cabo la intimidad entre la pareja de viejos. Así también, en dicho texto

se busca no focalizar la atención en lo genital, sino en el afecto, el tacto, las caricias, la

masturbación, entre otros, permitiendo encontrar nuevas maneras de producirse placer

(2006).

“¿Dónde están las mujeres que no parecen siempre de 25 años?” Se preguntaron

las pertenecientes al blog titulado “Mujeres que no fueron tapa”. En esta publicación,

Lala Pasquinelli se plantea serios interrogantes alrededor de la temática en cuestión y

pone en jaque el papel del periodismo y la industria del entretenimiento televisivo, al

momento de mostrar otras representaciones que integren a mujeres mayores que no

vivan de la pretensión de parecer 40 años más jóvenes. La autora se pregunta “¿Dónde

están esas pieles, esas manos, esas arrugas? ¿Dónde están las mujeres que no parecen

siempre de 25 años? ¿Dónde se cuentan sus historias?” (2021). Y no es solo interesante

por estas interrogantes en sí, sino también para poder pensar de que manera esta falta de

representación afecta al imaginario colectivo y a las expectativas que se ponen sobre las

vejeces y su aparentemente nulo carácter de atracción al consumidor.

Pasquinelli dice allí mismo, que muchas mujeres no retrocederían ni un solo día

en sus vidas, entonces, “¿Por qué ese relato sobre la vida de las mujeres no aparece?

¿Será que le tienen miedo a esas mujeres?”. Volvemos entonces a poner el foco en este

espejo que representan las personas mayores, un espejo en el que nadie se quiere ver

reflejado. Así lo explica Álvarez (1998), cuando plantea que nos negamos a reconocer

nuestra condición de finitud, “nos negamos a reconocernos en el viejo que seremos”;


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resalta allí esa idea sobre la herida narcisista que nos impide elaborar la propia

existencia y llama a la huida, a hacer oídos sordos y la vista gorda ante aquello que no

soportamos ver, no por los viejos allí retratados, sino por los viejos que algún día

seremos y en los que no queremos pensar.

Innumerables ejemplos como los anteriores dejan ver como estos viejismos

implícitos (Levy y Banahi, 2004), que lejos de ser expresados como un odio a los

viejos, se manifiestan como terror a la vejez, al cuerpo de la vejez. Dejando de lado el

contenido audiovisual, buscamos también fragmentos artísticos de otra índole que

manifestaran la presencia de los prejuicios anudados a la vejez. Entre ellos, encontramos

dos cuentos de un escritor infantojuvenil de nuestra región, que exponen de maravilla

como estos prejuicios se hacen carne en mitos y creencias locales. Hugo Mitoire escribe

en 2013 sobre el viejo de la bolsa, esta leyenda que adopta distintas características

alrededor del mundo, y lo incluye a su séptima antología de relatos terroríficos para

niños. Mitoire cuenta que, universalmente, el mito gira en torno a la idea de un hombre

mayor, de aspecto siniestro y lúgubre, que viste ropas viejas y carga con un gran saco de

tela en el que introduce el cuerpo de los niños que secuestra por diversas razones. El

autor afirma que “la figura imaginada o la presencia real del hombre de la bolsa es

universal. No existe lugar en el mundo donde no se haya hablado o no se hable de este

personaje”.

Dos años más tarde, Mitoire lanza un nuevo tomo para su colección y en este

incluye un cuento muy particular. Esta vez, relata brevemente la vida de un anciano y su

angustiosa y pasiva espera a la muerte; lo titula “El viejo y la Muerte” (Mitoire, H.

2015), resaltando así desde un principio esta aparente asociación lógica entre la vejez y

el fin de la vida. Para ponerlo en perspectiva, podemos pensar en el aporte de Iacub

frente a la temática del ocio y los prejuicios de una vejez pasiva. El autor en cuestión
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finaliza el tercer capítulo de “Proyectar la Vida” (2001), señalando que la organización

del tiempo libre debe ser acompañada por la sociedad, ya que “los jubilados actuales

tienen una perspectiva de varias décadas para programar, inventar o simplemente vivir”.

Pero Mitoire sitúa su relato en un pueblo del interior del Chaco, y cuenta la historia de

un anciano que pasa sus días esperando la muerte y, simultáneamente, temiendo su

llegada.

(...) El viejo sabe que no debe tentar al destino y que, en su caso, el más

mínimo descuido puede ser fatal. Presenciar el paso de la procesión fúnebre no

es aconsejable para nadie y menos para él (...) Entonces la duda lo angustia y

desespera: no sabe si solo lo ronda para recordarle que pronto deberá

acompañarla… o si ya viene a llevárselo (2015).

Lamentablemente, relata allí la penosa realidad de muchos adultos mayores,

sobre todo de aquellos que pasan sus días en una soledad no elegida y, por qué no, en

asilos cuya estadía no disfrutan.

Antes de terminar, es necesario aclarar que en este trabajo se han incluido

específicamente aquellos objetos culturales que permiten ver los prejuicios y

asociaciones a factores “negativos” con la vejez. Sin embargo, es posible encontrar

muchas obras de arte y entretenimiento que corren a los adultos mayores de ese lugar

despectivo y ubican a la vejez en posiciones que no generan tal temor o rechazo.

También es preciso decir que, muchos de estos casos, dejan también salir

prejuicios negativos en la pretensión de alabar a los viejos o de negar nuestros propios

preconceptos. Como es el caso de la canción “Two Slow Dancers”, donde la artista se

sitúa bailando con su pareja en el gimnasio, sitio donde bailaban en las fiestas escolares,

pero ahora siendo viejos, y relata los pensamientos que le cruzan la mente. Esta canción
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pone a la vejez nuevamente en relación directa con la muerte, pero ahora también con el

disfrute posible durante esa espera.

Es gracioso como todavía lo olvido

Sería cien veces más fácil

Si fuéramos jóvenes otra vez

Pero es como es

Somos solo dos bailarines lentos, los últimos en salir

Y el suelo nos ha estado tirando lentamente hacia abajo

Lo ves tanto en nuestra piel

Tenemos unos años y luego nos quiere de regreso

Sería cien veces más fácil

Si fuéramos jóvenes otra vez (Mitski, 2018)

Otra cuestión que encontramos necesaria tener en cuenta antes de llegar a las

conclusiones de este trabajo, precisa citar nuevamente los videos dirigidos por

@senes.personasmayores. Encontramos en ellos información muy valiosa sobre la

importancia de que exista una educación sexual destinada a las personas mayores (y la

sociedad en general). Su finalidad es comprender y dar a conocer que, a través de la

comunicación y el aprendizaje, se puede lograr no solo el placer y la continuidad de la

vida sexual, sino también entenderla como una forma de evitar que se sigan propagando

los prejuicios hacia los viejos, considerándolos como personas que en realidad pueden

seguir gozando.

Lo anterior se puede entrelazar nuevamente con lo que plantean Master y

Johnson (1925). Los autores resaltan la importancia de la pedagogía y el aprendizaje en

las personas mayores, utilizando un nuevo lenguaje donde predomine la importancia de

la comunicación y la expresión de la sexualidad en sí; como una nueva ética para


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contrarrestar el silencio y los errores, relacionados a su vez el tema central de este

desarrollo: los prejuicios en la vejez.

Conclusión

En resumen, los prejuicios hacia la vejez y el viejismo implícito son formas de

discriminación y estigmatización que se dirigen hacia las personas mayores y, como

pudimos ver a lo largo del desarrollo anterior, están completamente naturalizados tanto

por jóvenes como por los mismos viejos. Aunque a menudo son subestimados y pasados

por alto en nuestra sociedad, estos prejuicios tienen graves consecuencias para la salud

física y mental de las personas mayores, y por consecuente, así también para su calidad

de vida y bienestar emocional.

Uno de los temas más destacados en este contexto es el de la sexualidad en las

vejeces. A pesar de que la sexualidad es una parte normal y saludable de la vida humana

en todas las edades, las personas mayores a menudo se enfrentan a estereotipos y

prejuicios que sugieren que son asexuadas, enfermas o inapropiadas sexualmente. Esta

falta de reconocimiento y respeto a la sexualidad de las personas mayores puede afectar

negativamente su autoestima, su bienestar emocional y su capacidad de disfrutar de la

vida en general. La deserotización de la vejez proviene de múltiples factores y conlleva

a variadas problemáticas, algunas de ellas mencionadas en el desarrollo de este trabajo.

Es importante destacar que el envejecimiento no es una experiencia uniforme

para todas las personas mayores. Cada persona tiene sus propias necesidades y deseos,

incluyendo las relacionadas con la sexualidad, que deben ser respetadas y valoradas.

Como sociedad, es nuestro deber abogar por la inclusión y la igualdad de derechos para

las personas mayores, incluyendo su derecho a una vida sexual satisfactoria y plena;

para ello, se requiere de una problematización, concientización y reflexión de nuestros

propios prejuicios y prácticas discriminatorias. Son barreras importantes que deben ser
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superadas para lograr una sociedad más justa y equitativa para todas las personas,

independientemente de su edad. Al reconocer y desafiar estos prejuicios, podemos

trabajar juntos para crear un futuro más respetuoso y acogedor para las personas

mayores y sus necesidades, incluyendo, por ejemplo, la sexualidad en las vejeces.


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