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GOBIERNO RAUL ALFONSÍN (1983-1989)

El doctor Raúl Alfonsín logró el triunfo electoral en 1983 con el apoyo de su partido, pero
también con un nutrido electorado de variado origen. Esta realidad, lo llevó más tarde a dar a
interpretar el resultado electoral como una proyección en la posibilidad de crear un "Tercer
Movimiento Histórico".

Su gobierno enfrentó dos grandes grupos de problemas: la consolidación de la democracia y la


difusión de la misma hacia todos los ámbitos de la sociedad y la relación con las Fuerzas
Armadas; y la obra general de gobierno condicionada por la inflación y la crisis de la deuda.

Ese primer periodo de la presidencia de Alfonsín, caracterizado por un gran apoyo de la


población y un clima generalizado de optimismo, se conoce como "primavera alfonsinista"
(también como "primavera democrática") y se extendió hasta el 4 de diciembre de 1986
cuando Alfonsín anunció la Ley de Punto Final, lo que provocaría el 19 de diciembre una
protesta de 50.000 personas, siendo igual promulgada el 24.

JUICIO A LAS FUERZAS ARMADAS

El 15 de diciembre de 1983 Alfonsín sancionó los decretos 157/83 y 158/83. Por el primero se
ordenaba enjuiciar a los dirigentes de las organizaciones guerrilleras ERP y Montoneros; por el
segundo se ordenaba procesar a las tres juntas militares que dirigieron el país desde el golpe
militar del 24 de marzo de 1976 hasta la Guerra de las Malvinas. El mismo día creó la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). También el 15 de diciembre Alfonsín
envió al Congreso un proyecto de ley declarando nula la llamada ley de auto-amnistía Nº
22.924 dictada por el gobierno militar.

En juicio se realizó entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985. Se trataron 281 casos. El 9 de


diciembre se dictó la sentencia condenando a Jorge Rafael Videla y Eduardo Massera a
reclusión perpetua, a Roberto Viola a 17 años de prisión, a Armando Lambruschini a 8 años de
prisión y a Orlando Ramón Agosti a 4 años de prisión. Para intentar mantener bajo control el
descontento en las Fuerzas Armadas, en 1986 Alfonsín debió intervenir personalmente para
que el Congreso sancionara la Ley de Punto Final imponiendo un plazo de 60 días para
procesar a acusados de delitos de lesa humanidad cometidos durante el gobierno militar.

LEVANTAMIENTO DE LOS CARAPINTADAS

La Ley de Punto Final no fue suficiente y en la Semana Santa de 1987 se produjo una gran
rebelión militar compuesta mayoritariamente por jóvenes oficiales que se denominaron
“carapintadas” dirigidos por el teniente coronel Aldo Rico. Millones de personas salieron a las
calles para oponerse al alzamiento militar y la CGT declaró la huelga general en defensa del
gobierno constitucional. Durante varios días el país estuvo al borde de la guerra civil.

El envío de tropas leales para exigir a los rebeldes que depusieran su actitud. Poco después
habría de darse cuenta que esas tropas, en los hechos, no existían. Ni una sola de las unidades
convocadas en la Capital Federal, y zonas adyacentes, respondió a esa orden.
Alfonsín concurrió personalmente a Campo de Mayo a reducir a los insurrectos. Horas después
anunció, que los amotinados habían depuesto su actitud, en lo que aparentemente había sido
una victoria sin concesiones del gobierno democrático. Poco después se haría evidente que
este pretendido triunfo no había sido tal.

Alfonsín, sin poder militar para detener el golpe de Estado, negoció con los líderes militares
«carapintadas» la garantía de que no habría nuevos juicios contra militares por violación de
derechos humanos. Esas medidas se concretaron en la ley de Obediencia Debida y el
reemplazo del general Héctor Ríos Ereñú por el general José Dante Caridi, al mando del
Ejército argentino. Este último, desde su cargo, comenzaría a defender públicamente la
dictadura y la guerra sucia.

Quienes justifican las decisiones que tomó para detener los juicios contra las personas
acusadas de cometer delitos contra la humanidad, sostienen que en aquel momento las
Fuerzas Armadas no obedecían las órdenes del presidente y que no existía poder para reprimir
las insurrecciones militares, lo que hubiera llevado a un sangriento golpe de Estado y
eventualmente a una más sangrienta guerra civil.

El gobierno en su diagnóstico de la crisis consideró que los problemas económicos eran menos
significativos que los políticos: lo fundamental era eliminar el autoritarismo y encontrar los
modos auténticos de representación de la voluntad ciudadana: se propendió a la libertad de
expresión, a la libertad de opinión, se buscó una sociedad de participación, el pluralismo y el
rechazo de los dogmatismos. Se realizó un programa de alfabetización masiva, el congreso
pedagógico, la eliminación de la censura en las actividades artísticas. Hubo profundas
transformaciones en la universidad y en el sistema científico.

POLITICA ECONOMICA

La situación económica y social en la que Alfonsín asumió el gobierno era realmente negativa,
interna y externamente. Externamente, en 1982 estallaba la crisis de la deuda externa
latinoamericana, ante la moratoria de México y la negativa de los acreedores a refinanciar
préstamos, así como la exigencia de que la deuda se cancelara con los activos de los Estados
deudores.

En una primera etapa Alfonsín recurrió al esquema económico que el radicalismo había
utilizado con considerable éxito durante la presidencia de Illia 20 años antes. Su primer
ministro de Economía, Bernardo Grinspun, y gran parte de sus colaboradores habían sido parte
de aquel equipo. A poco andar fue evidente que el nacionalismo económico clásico del
radicalismo, que estaba llevando adelante Grinspun, tenía serios problemas. Al finalizar 1984
el salario real había aumentado un 35%, pero la inflación alcanzó 625% anual.

PLAN AUSTRAL

En febrero de 1985 Alfonsín reemplazó a Grinspun por Juan Vital Sourrouille con el fin de
implementar una política económica que atacara frontalmente la inflación. El 14 de junio
Alfonsín y Sourrouille anunciaron por televisión la puesta en marcha del Plan Austral. El Plan
Austral fue un plan no monetarista, que se basaba en la idea de que, en una economía de alta
inflación durante varias décadas, como la argentina, el único modo de lograr la estabilidad era
frenando lo que llamaban “inflación inercial”, es decir la anticipación de la inflación por parte
de los agentes económicos. Las medidas incluidas en el plan eran: control de los precios de los
productos y tarifas delos servicios públicos, congelamiento salarial y no emisión monetaria. Se
pretendía así detener la inflación que crecía por entonces un 1% diario.

El éxito inicial del Plan Austral se reflejó en las elecciones legislativas de noviembre de 1985.
Pero a fines del 86 el Plan Austral dio muestras de agotamiento. El austral comenzó a
desvalorizarse fuertemente con respecto al dólar en el mercado de cambió. Esto significó el
rompimiento con el modelo de economía semi cerrada puesto en marcha desde hacia medio
siglo y la apertura del mercado a los productos extranjeros, acompañada por la reforma del
Estado.

PLAN PRIMAVERA

En abril de 1988, Argentina entró en moratoria del pago de su deuda externa. En agosto la
inflación alcanzaba el 27,6% mensual. En octubre entonces, el gobierno de Alfonsín puso en
práctica un plan de salvataje, el Plan Primavera

El nuevo plan económico impulsaba la apertura de la economía y la privatización de empresas


estatales, tuvo la decidida oposición del sector rural y escaso apoyo de los sectores
industriales. El denominado Plan Primavera paralizaba las negociaciones con los sindicatos y el
congelamiento de los salarios de los empleados estatales. En pocas semanas, el plan había
fracasado. En febrero de 1989, en medio de un clima de ebullición político y social, el gobierno
dispuso una devaluación de la moneda. Esta medida produjo un alza de precios que se fue
acelerando —hasta producir hiperinflación—.

Alfonsín renunció el 9 de julio de 1989 para anticipar la entrega del mando a Carlos Menem ya
que por esos días una escalada de saqueos se dieron en todos los comercios y supermercados
del país por parte de la población marginal. Fueron unos días de mucha tensión, violencia y
robos descontrolados.

DEUDA EXTERNA

Política internacional

Alfonsín sostuvo una activa política internacional implementada por su ministro de Relaciones
Exteriores, Dante Caputo, el único que se mantuvo durante casi todo su mandato. Las
prioridades fueron: fortalecer el sistema democrático en Argentina, evitar que la Guerra Fría
regenerara la concepción de la seguridad nacional, impulsar el proceso de democratización
regional, resolver las cuestiones limítrofes, generar mayor capacidad negociadora regional
frente a las grandes potencias y promover la integración subregional.

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