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Política laboral
Uno de los pilares del discurso de Alfonsín que lo llevó a la victoria en 1983 fue la
denuncia de un supuesto "pacto sindical-militar". La denuncia estaba orientada a
identificar al peronismo con el autoritarismo y a subsumir al sindicalismo en el
peronismo. Siete días después de asumir el gobierno Alfonsín abrió la confrontación
con los sindicatos, enviando al Congreso sin consulta ni diálogo alguno, un proyecto de
reforma sindical conocido como "ley Mucci", con el objetivo de incluir a las minorías en
los organismos de dirección de los sindicatos. El proyecto fue aprobado por la Cámara
de Diputados pero rechazado por la Cámara de Senadores, dominada por la oposición
peronista que controlaba la CGT.
El sector eléctrico argentino experimentó una seria crisis en el año 1988. La escasez de
electricidad había comenzado en abril de 1988 por lo que se realizaron cortes del
servicio eléctrico. En ese mes, se hicieron cortes rotativos de 5 horas por turno. Con la
llegada del verano, y el esperable aumento de la demanda, los problemas se agravaron
a lo que se sumaron varios incidentes: salió de servicio la central nuclear de Atucha
I,fallaron dos bombas de la central hidroeléctrica de embalse del Río Tercero y un
incendio en La Pampa afectó líneas de transporte desde la central de El Chocón.
Plan Austral
El Plan Austral fue un programa argentino de estabilización monetaria que se inició en
junio de 1985, fue del tipo "política de shock" y logró contener la inflación rápidamente
sin frenar el crecimiento económico. El programa terminó en los hechos cuando hacia
1988 un rebrote inflacionario forzó a crear un nuevo programa, conocido como "Plan
Primavera", que no lograría evitar la Hiperinflación argentina de 1989 y 1990, que
terminaría en la renuncia de Alfonsín y en una transición adelantada al presidente
electo Carlos Menem. Las medidas incluidas en el plan eran: control de los precios de
los productos y tarifas delos servicios públicos, congelamiento salarial y no emisión
monetaria. Se pretendía así detener la inflación que crecía por entonces un 1% diario.
Muchas de esas medidas eran condiciones que el FMI exigía para continuar las
negociaciones que llegaron a buen puerto cuando Alfonsín firmó con esa entidad un
acuerdo de reescalonamiento del pago de la deuda externa que vencía ese año y el
otorgamiento de un crédito suplementario de 4.200 millones de dólares, pese a que en
los primeros meses de su gobierno promovió la creación de una comisión legislativa
para que estableciera el monto de la deuda legítima y a que intentó no negociar el pago
de ella solamente con el FMI, acudiendo al Banco Mundial ,a Club de Paris, al Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y a la banca privada. El éxito inicial del Plan Austral
se reflejó en las elecciones legislativas de noviembre de 1985. Pero a fines del 86 el
Plan Austral dio muestras de agotamiento. El austral comenzó a desvalorizarse
fuertemente con respecto al dólar en el mercado de cambió. La inflación volvió a trepar
mientras que la recesión y los conflictos sociales se agravaban más y más. Ante esta
situación, se opté por el abandono de tos estrictos controles y por la liberalización
económica. Esto significó el rompimiento con el modelo de economía semi cerrada
puesto en marcha desde hacia medio siglo y la apertura del mercado a los productos
extranjeros, acompañada por la reforma del Estado.
La fuerza más inestable fue Ejército Argentino, ya que se sucedieron cinco titulares
durante el gobierno de Raúl Alfonsín, ellos fueron los generales de división Jorge Hugo
Arguindegui (1983-1984), Ricardo Gustavo Pianta (1984-1985) y los tenientes
generales Héctor Luis Ríos Ereñú (1985-1987), José Segundo Dante Caridi (1987-
1988) y Francisco Eduardo Gassino (1988-1989)
Carapintadas
Alfonsín sufrio tres levantamientos militares en Argentina entre 1987 y 1989
autodenominados Carapintadas debido al hecho de que se presentaban con la cara
pintada como en la guerra, desobedecieron las instituciones constitucionales y la
cadena de mando. Los levantamientos fueron considerados como intentos de golpe de
Estado en los juicios de «copamiento de aeroparque» en 1988. El primero de los
levantamientos tuvo lugar en la Pascua de 1987.
Ley de divorcio
La Ley 23.511 es la norma que crea el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) en
Argentina. Se trata de un proyecto formulado por Abuelas de Plaza de Mayo que fue
aprobado por el Congreso de la Nación en forma unánime en mayo de 1987. Esta ley
permitió dar validez legal a los análisis genéticos realizados y guardados en el Hospital
Durand, con el objetivo de resolver los conflictos por temas filiatorios, sobre todo en el
caso de los niños desaparecidos durante la dictadura cívico-militar argentina. Por
medio de la ley se estableció que los tribunales debían realizar estudios genéticos a
aquellos niños de dudosa filiación y, en el caso de negación a este requerimiento,
podía considerarse como señal de complicidad en los secuestros de los niños.
La ley nacional n.º 23302 sobre Política Indígena y apoyo a las Comunidades
Aborígenes fue promulgada el 8 de noviembre de 1985 y creó para su aplicación el
Instituto Nacional de Asuntos Indígenas como entidad descentralizada con participación
indígena en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional. Al momento de su creación, el
instituto dependía del entonces Ministerio de Salud y Acción Social.
Política exterior
Para Alfonsín garantizar la paz con Chile fue una cuestión prioritaria desde el momento
de asumir, a mediados de 1983 el Papa presentó una segunda propuesta de solución
(la primera había sido rechazada por Argentina). Alfonsín estimó necesario entonces
cerrar el conflicto aceptando la propuesta de la Santa Sede. Como primera medida,
Alfonsín firmó en la Ciudad del Vaticano el 23 de enero de 1984 una Declaración
Conjunta de Paz y Amistad en la que los dos países se comprometían a alcanzar una
solución “justa y honorable” para el conflicto, “siempre y exclusivamente por medios
pacíficos”.
El Grupo de Cartagena
puntos importantes
Uno de sus primeros actos, apenas cinco días después de asumir, fue firmar los decretos 157/83
y 158/83, en los que se ordenaba el enjuiciamiento a los miembros de las tres juntas militares
que tomaron el poder el 24 de marzo de 1976, y a los dirigentes de las organizaciones armadas
ERP y Montoneros. El mismo 15 de diciembre, Alfonsín envió al Congreso un proyecto de ley
que declarara nula la ley de autoamnistía (Nº 22.924) dictada por la dictadura cívico militar. Una
semana después, este se convirtió en la Ley Nº 23.040, la primera de la nueva etapa
democrática. El Juicio a las Juntas se desarrolló entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985.
Dado que el tribunal militar se negaba a enjuiciar a sus compañeros se optó por hacerlo en
tribunales civiles, lo que representó un hecho inédito a nivel mundial. En el proceso se trataron
281 casos. El 9 de diciembre se dictó la sentencia que condenó a Jorge Rafael Videla y Eduardo
Massera a reclusión perpetua, a Roberto Viola a 17 años de prisión, a Armando Lambruschini a 8
y a Orlando Ramón Agosti a 4. El juicio a las juntas militares realizado por un gobierno
democrático sigue siendo un hecho sin precedentes, reconocido en todo el mundo.
Creación de la CONADEP
En lo relativo a la economía, las recetas neoliberales aplicadas por la dictadura cívico militar
habían complicado gravemente la situación del país. Con la esperanza de revertir esto, en
febrero de 1985 Alfonsín nombró a Juan Vital Sourrouille como ministro de Economía. Buscaba
implementar una política económica que atacara la inflación. El 14 de junio, Alfonsín y
Sourrouille anunciaron la puesta en marcha del Plan Austral, un proceso por el que se creaba
una nueva moneda, el Austral, se congelaban todos los precios de la economía y se establecía
un mecanismo de desagio por el cual se deflactaba los precios quitándoles la inflación que
llevaban implícitamente calculada. El Plan Austral se basaba en la idea de que, en una economía
de alta inflación durante varias décadas, el único modo de lograr la estabilidad era frenando lo
que llamaban “inflación inercial”, es decir, la anticipación de la inflación por parte de los
operadores económicos, para después atacar las causas estructurales. El Plan Austral arrojó
buenos resultados al comienzo, pero para 1986 la inflación volvió a ascender. En 1988 el
gobierno radical intentó un nuevo programa para doblegar el rebrote inflacionario, el Plan
Primavera, pero este no lograría evitar la hiperinflación de 1989, que terminaría con la renuncia
de Alfonsín y el adelanto de las elecciones
Ley de divorcio
En Argentina, la patria potestad compartida había sido establecida en 1949, mediante la reforma
constitucional realizada ese año. La derogación de dichas reformas por proclama militar en
1956, y la ratificación de dicha derogación por la Convención Constituyente de 1957, restableció
la desigualdad de la mujer frente al hombre por varias décadas más. En 1974 el Congreso volvió
a establecer la patria potestad compartida, pero María Estela Martínez de Perón vetó la ley. Los
sectores conservadores argumentaban que la unidad de la familia exigía que uno de los
cónyuges tuviera el poder de decisión y, por razones culturales y tradicionales, esa facultad era
atribuida por la ley al varón. En 1985 el gobierno de Alfonsín restableció la patria potestad
compartida mediante la Ley 23.264, un derecho que había sido largamente reclamado por las
mujeres.
Confrontación con el poder sindical
Cuando transcurría el año 1983 Argentina venía ya desde hacía varias décadas,
soportando deformaciones que entorpecían su vida socio-económica. Una de ellas estaba
vinculada con el sindicalismo. Su dirigencia ocupaba espacios políticos que no le
correspondían, manejando a veces la clientela gremial con espíritu faccioso, y sirviéndose de
ella para obtener réditos personales, y esto no era secreto para nadie. No obstante, esa
dirigencia, en general, transitaba por caminos ideológicos de signo argentino, y estaba lejos
de atar a sus prosélitos al carro de aventuras internacionales trasnochadas, violentas y
fracasadas.
El proyecto fue aprobado por los diputados, donde el radicalismo tenía mayoría, pero
no pudo pasar el Senado, en el que por el contrario, predominaba el justicialismo. Pero
resultó mucho más grave que esta derrota parlamentaria, el hecho de que las estructuras
sindicales, al no haber sido consultadas respecto de la propuesta, consideraron a ésta como
un verdadero acto de agresividad política. En consecuencia, los gremios galvanizaron su
unidad dentro de la CGT, y se dispusieron a ofrecer batalla. El operativo terminó mal, con la
renuncia del ministro de Trabajo y Seguridad Social, Antonio Mucci, hombre de izquierda,
de marcada tendencia antiperonista. Azorado, Alfonsín empezaba a constatar que no poseía
suficiente fuerza dirigencial en el campo obrero. Apeló para cubrir el cargo ministerial a
Juan Manuel Casella, de cuyos ribetes ideológicos se ha señalado una pista con antelación.
Como había sucedido con el caso militar, Alfonsín habría de intentar transitar,
entonces, el camino de la concertación. Pero claro, la falta primigenia de tacto político, hubo
de pagarla muy caro. Melo lo apunta cuando, refiriéndose al manejo de choque esgrimido
por el presidente en esta esfera, lo califica como «absolutamente contraproducente porque
generó el efecto de reacción contraria en el sentido de que el aparato sindical replicó con la
misma estrategia de confrontación entretejida de reclamos salariales y protestas, paros
generales y hasta el cuestionamiento de la legitimidad de ejercicio de las autoridades
constitucionales. Pero además, porque la confrontación iniciada por el gobierno, al no
superar la prueba de fuerza con el poder sindical en el ámbito institucional del Congreso, lo
puso en la situación de negociar, cediendo considerablemente en sus propósitos de
democratizar las estructuras sindicales»1207. La cuestión siguió por caminos tortuosos. Hubo
de restituir la sede de la CGT a los gremios que le enfrentaban y aceptar planteos de éstos
respecto de la Conferencia Económica y Social, organismo creado por el gobierno para
concertar en esos campos. La CGT llegó aún más lejos, permitiéndose lanzar una campaña
contraria al pago de la deuda externa, y ante la perspectiva estabilizadora del Plan Austral,
la central obrera solicitó aumentos de salarios por encima de lo que el gobierno estaba
dispuesto a conceder, teniéndose en cuenta el esfuerzo antiinflacionario que se estaba
realizando.
A pesar de la lucha interna en el seno de la CGT entre los distintos sectores peronistas:
renovadores, ubaldinistas y miguelistas, la central obrera puso su acento en la oposición a la
política económica del ministro Sourrouille, que materializará –a pesar de las resistencias
apuntadas– con un rosario de paros generales, los que durante la gestión alfonsinista
llegaron a unos doce. Las dificultades con los sectores sindicales no amainaron a pesar de
una aparente progresiva flexibilidad en la posición del gobierno. Tampoco disminuyeron las
pujas internas dentro de la CGT, acicateadas por la lucha entre Cafiero y Menem por lograr
el liderazgo justicialista de cara a las elecciones presidenciales de 1989.
En el ámbito económico-financiero
Luego de su fallida embestida contra el frente sindical, Alfonsín intentó una política de
concertación con los sectores empresariales y sindicales que se sobrellevó hasta la renuncia
de su primer ministro de economía Bernardo Grinspun, a principios de 1985. Los remedios
gradualistas caseros de éste, tendientes a controlar las variables mediante regulación de
precios, tasas de interés y tarifas públicas; el intento de arreglo con el Fondo Monetario; el
pago de la deuda externa que se considerara justa; ajustes salariales en consonancia con la
inflación, aunque en menor escala, para evitar desbordes; y demás medidas, terminaron en
fracasos.
A Alfonsín y a su ministro no les quedó otro camino que el heroico, esto es, el de un
ajuste severo en las variables económicas: disminuir el déficit fiscal, pero asimismo
comprimir las ganancias de las empresas, y los salarios. De esta decisión surgió el Plan
Austral a mediados de 1985. Sintetizamos así como se estructuraba: 1°) Se daba a luz un
nuevo signo monetario, el austral, que le daba su denominación al Plan. Un austral, a partir
del 15 de junio de 1985, equivaldría a mil pesos argentinos de la anterior moneda, que
desaparecía sustituida por la nueva; 2°) Pero las paridades entre ambos signos monetarios,
en cuanto al pago de deudas de origen anterior a la fecha de entrada en vigor del plan, con
vencimientos posteriores al mismo, no serían lineales ni exactas, esto es, quedaban sujetas a
escalas de conversión. De tal manera que a quien le tocara recibir dinero en australes en
pago de una deuda anterior, pactada lógicamente en pesos argentinos, recibiría menos, todo
de acuerdo a las escalas de conversión que establecía el plan, originando lo que se denominó
desagio. A favor de éste se argumentaba que al deudor le sería más costoso hacer los pagos
con vencimientos posteriores a esa fecha, que debía hacerlos en australes, que en el caso de
continuar haciéndolo en los pesos argentinos, sujetos como estaban éstos a la inflación, que
ahora con el Plan se venía a detener, y por ello, a la inversa, sin el desagio, el acreedor se
hubiese beneficiado indebidamente recibiendo el pago en australes. No obstante, para
tomar esta decisión, el poder ejecutivo no solicitó la aprobación del Congreso, como
tampoco para producir el cambio de signo monetario –ambas, atribuciones constitucionales
de aquel– por lo que dichas medidas fueron tachadas de inconstitucionales, especialmente
la primera, pues afectaba el peculio de muchos, por ejemplo, al restar a los ahorristas en
plazo fijo bancario un porcentaje que consideraban de su propiedad, inviolable, según el
resguardo establecido en el artículo 17 del texto constitucional; 3°) Preventivamente, antes
de anunciar el Plan, el gobierno hizo una buena emisión de billetes, y aumentó impuestos,
tarifas de servicios públicos y tipo de cambio, que la critica interpretó como un buen
reaseguro frente a las promesas de no emitir y del congelamiento de las variables; 4°) Se
reduciría drásticamente el déficit fiscal con el aumento de la presión tributaria y un
cercenamiento del gasto público; 5°) Se congelarían precios, salarios y tarifas, aunque estas
últimas, como se ha dicho, convenientemente aumentadas.
En abril de 1988 el costo de vida había subido un 17,2% y en los doce meses anteriores
el índice de precios minoristas lo había hecho en un impresionante 247,6%. El que fue a ser
candidato presidencial por el radicalismo en las elecciones de 1989, sostenía en mayo de
1988 que la «inflación está en un índice insoportable» que permita a «la gente desarrollarse,
pues hoy no puede llegar a fin de mes con el sueldo que percibe» 1208. En agosto se produjo
una suba de las tarifas de servicios públicos del 30%, con lo que se buscaba equilibrar las
cuentas fiscales, produciéndose una consecuente remarcación de los precios. La situación de
los asalariados, se fue tornando cada vez más insoportable. La escalada del dólar y la espiral
inflacionaria parecían imparables.
Las aspirinas del ministro sustituto, Juan Carlos Pugliese, no mejoraron al enfermo,
que entonces entró en colapso: pérdida del poder adquisitivo del salario en un 60% respecto
del que tenía al asumir Alfonsín; «la loca escalada del dólar» según palabras del propio
Pugliese 1210; derrota electoral en las elecciones presidenciales del 14 de mayo;
hiperinflación; desabastecimiento en productos de primera necesidad; saqueo de
supermercados y casas de comercio; agresión a edificios públicos; caos en las calles de
Rosario, Córdoba, Capital Federal, Gran Buenos Aires, Mendoza; estado de sitio. Con este
trasfondo, ¿podría terminar su período el presidente Alfonsín que había iniciado el mismo
con tanto ímpetu?
La educación
Hemos visto que 1984 y 1985 fueron años en que el proyecto de Alfonsín pareció
alcanzar su mejor nivel. En esos años, disparó buena parte de la carga reformadora que traía
en sus alforjas la corriente vencedora en 1983. Aprovechando que en 1984 se cumplía el
centenario de la ley 1420, paradigma por su laicismo de los ideales sarmientinos que el
alfonsinismo compartía, el presidente propuso la realización de un nuevo Congreso
Pedagógico que abordara la actual problemática educativa.
Así se dictó la ley n� 23.114 en septiembre de 1984, con el voto unánime de diputados
y senadores, convocando a estudiantes, padres, cooperadoras escolares, gremialistas,
docentes, especialistas en ciencias de la educación, partidos políticos, organizaciones
sociales y pueblo en general, a pensar el tema de la educación, encarar sus problemas,
plantear soluciones y asesorar a los poderes del Estado en tales cuestiones. Se encargaba a
una Comisión Organizadora Nacional del Congreso, presidida por el ministro del ramo e
integrada por miembros del poder legislativo nacional y representantes de los poderes
ejecutivos de las provincias, regentear sus actividades.
Estas se desarrollaron entre septiembre de 1984, fecha de sanción de la ley, y la época
de la reunión de la Asamblea Nacional realizada en Embalse Río Tercero entre el 27 de
febrero y el 6 de marzo de 1988; tres años y medio de labor, pues. La organización del
Congreso, en cada provincia, Capital Federal y territorio de Tierra del Fuego, estuvo a cargo
de los gobiernos provinciales, municipalidad de Buenos Aires y gobierno del territorio
mencionado. Ellos formaron en cada una de las veinticuatro jurisdicciones una Comisión
Organizadora, jurisdiccional y una Asamblea Pedagógica jurisdiccional. Cada una de las
áreas territoriales dispuso la creación de un número de zonas locales en las que se
desarrollarían asambleas pedagógicas de base de las que podían participar personas
mayores de quince años residentes en ellas que sacarían sus conclusiones. Y así, cada
Asamblea Pedagógica Jurisdiccional, integrada por representantes de las asambleas de base
de cada provincia, a su vez, elaboraría sus propuestas y designaría sus representantes que
las presentarían en la Asamblea Nacional.
Con este resultado, aprovechando que no era vinculante para los poderes públicos, era
de esperar que un sospechoso manto de silencio cayera sobre este pronunciamiento
democrático, surgido después de cuatro años de labor de un Congreso promovido por los
mismos que ahora intentaban relegarlo al desván del olvido. Actitud deplorable que sin
embargo habría de ir al fracaso en su estrategia, pues las conclusiones del Congreso
Pedagógico servirían para iluminar la Ley Federal de Educación que se dictaría durante el
período presidencial siguiente.
Ese mismo decreto reconocía además, un solo centro de estudiantes por cada facultad,
una sola federación de centros por cada universidad, federación que a su vez se nucleaba en
una sola Federación Universitaria Argentina, lo que nos parece sencillamente
antidemocrático y contrario a una elemental libertad gremial.
Política internacional
No puede olvidarse que en los comienzos del período presidencial, nuestra cancillería
apuntaba nada menos que a interferir en actitudes concretas de esta potencia respecto al
área centroamericana, zona altamente sensible para ella, pues el sandinismo nicarag �ense,
de reconocida postura marxista, la enfrentaba. Para ello se arbitró la adhesión argentina al
grupo «Contadora», así llamado por haber surgido en 1983 de una reunión entre los
cancilleres de Colombia, México, Panamá y Venezuela en la isla panameña de Contadora.
Este grupo se fijó como meta el logro de la paz en América Central tratando de evitar que
Estados Unidos ejerciera intervención alguna en esa región. A esos efectos surgió el «Grupo
de los ocho», plegándose a los cinco anteriores también Brasil, Perú y Uruguay. A principios
de 1985 la dura realidad llevó a Alfonsín a abandonar sus devaneos con Contadora, el Grupo
de los ocho y el Movimiento de Países No Alineados. Había, tempranamente, advertido que
era el momento de acercarse al Fondo Monetario, al Banco Mundial y de alinearse con los
mismísimos EEUU
La creación del «Grupo de los seis’’ conjuntamente con Méjico, Grecia, Suecia,
Tanzania e India, tendiente a lograr la paz mundial y el desarme nuclear, enjuiciando de
paso a EEUU, Francia, Gran Bretaña, Unión Soviética y China, fue otro inoperante y
temerario paso dado por una conducción internacional jactanciosa, que olvidaba el
apotegma de que la política es el arte de lo posible.