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Capítulo 1: El diagnóstico Psicopedagógico, Silvia Schlemenson

El objetivo del diagnóstico psicopedagógico es dar cuenta de las particularidades psíquicas que
restringen el proceso de aprendizaje de un niño. Puede ser considerado como un proceso en el
que se intenta encontrar el sentido histórico subjetivo – la naturaleza- de los problemas de
aprendizaje de un niño a través de las dificultades escolares que presenta, es decir síntomas y
signos. Para comprender la génesis de la actividad representativa en la infancia, la autora
toma el modelo planteado por Piera Aulagnier, el cual se sustenta en la hipótesis de que la
actividad psíquica se encuentra constituida por tres modos de funcionamiento: el proceso
originario, el proceso primario y el proceso secundario.

La característica que distingue al proceso originario – en el que se constituyen los esbozos del
aparato psíquico- es la tendencia a manifestarse a través de reacciones intensas,
desorganizadas y masivas que se expresan en la actividad pictográfica. En cuanto al proceso
primario, la actividad característica representativa del mismo es la fantasía, siendo ésta una
forma de compensar psíquicamente la ausencia de la madre cada vez que se aleja o pospone
su asistencia al niño. Cuando la madre se ausenta, la separación se consolida y tiene lugar en el
psiquismo infantil la representación de la existencia de dos espacios: el de la madre y el niño.
El eje referencial presencia/ausencia se establece entre ambos, complejizando el psiquismo
del niño mediante la producción de fantasías; éstas se caracterizan por un tipo de contenido
que suele representar los rasgos identificatorios que el niño imagina que tiene el nuevo
espacio constituido por su madre. Dichos rasgos identificatorios – extraídos de los padres- no
siempre resultan beneficiosos para la expansión del psiquismo del niño, limitando algunas
veces el despliegue del mismo. Así mismo, las fantasías del niño no solo tienen que ver con
formas pasadas – referidas a los caracteres primarios de los progenitores- sino que también se
encuentran vinculadas con la calidad de las oportunidades sociales a las que puede acceder
para enriquecer su pasado. La autora considera a la escuela como un lugar no solo de
socialización obligatoria, sino también una posibilidad para la complejización del psiquismo.
Con el inicio de la etapa escolar, el niño se integra a una estructura en la cual sujetos y objetos
se le imponen. De esta manera el sujeto reedita con ellos situaciones originarias pasando de
objetos pertenecientes a la fantasmática edípica a objetos socialmente valorados, con los
cuales reproduce relaciones semejantes a las experimentadas con los objetos parentales, pero
produciendo modificaciones en su forma de operar psíquicamente. Nos encontramos ahora
frente a otro modo de funcionamiento psíquico: el proceso secundario.

Para abordar este modo de funcionamiento es necesario tener en cuenta las teorías que
consideran a la producción simbólica de un individuo como una actividad sustitutiva, la cual le
permite diferir la fantasía que caracteriza su actividad primaria para depositarla en forma
parcial en representaciones sociales simbólicas, actuando éstas como una oportunidad para
enriquecer los procesos de simbolización. La obligatoriedad de ingresar a la escuela permite
una diversificación del atractivo exclusivo por los objetos originarios, al mismo tiempo que
impone otras formas de acceso al placer. Las nuevas formas de circulación y de descarga
estarán constituidas e instituidas por la el éxito obtenido en la integración del niño a la
escuela, la posibilidad de intercambio con los semejantes y el despliegue de un discurso
autónomo. Para Piera Aulagnier “el interés por el mundo evaluado en la apertura a objetos y
sujetos distintos que los parentales tiene que ver con la historia infantil del sujeto (…) El sujeto
no se relaciona secundariamente con cualquier objeto o sujeto, sino que se siente atraído por
su realidad psíquica anterior.”

Es importante mencionar que no todos los objetos atraen y constituyen representantes


psíquicos potenciales que ofrecerán placer a partir de su apropiación significativa. Muchos
pueden constituirse en objetos de no – deseo, dando lugar a un movimiento libidinal de
desinvestidura y retracción, produciendo restricciones en el potencial simbólico del sujeto.
Dichos objetos pueden considerarse como representantes psíquicos de situaciones
traumáticas y/o conflictivas, parcializando y limitando el acceso al aprendizaje, así como
también limitando el despliegue de la producción simbólica. La actividad característica del
proceso secundario es la producción simbólica, la más compleja de las actividades psíquicas.

Si nos encontramos frente a una predominancia de elementos traumáticos, el pasaje al


proceso secundario será insuficiente debido a que los restos no reprimidos invaden las
producciones secundarias y las contaminan.

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