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Desde la segunda mitad del siglo XX, hasta la actualidad, la tasa de natalidad se
ha mantenido relativamente estable en muchos países en vías de desarrollo a la
vez que disminuía la tasa de mortalidad, mientras que la mayoría de las
economías occidentales han registrado una reducción de la tasa de natalidad al
mismo tiempo que aumentaba la esperanza de vida de su población. Sin embargo,
el conjunto de la población mundial ha continuado creciendo a buen ritmo
gracias, fundamentalmente, a los fuertes crecimientos de las áreas en desarrollo.
Estos y otros cambios demográficos afectan a las actividades de negocio. Por
ejemplo, la baja tasa de natalidad de los países desarrollados provoca que el
consumo de juguetes y alimentos infantiles disminuya, a la vez que aumenta la
demanda de planes privados de pensiones y de residencias para personas
mayores.
La tasa de natalidad va en continuo decremento, al mismo tiempo que sube la
esperanza de vida.
Ello conlleva a un menor crecimiento de la población y a una inversión de la
pirámide poblacional, que va tomando forma de “bala”, estrechándose por el
menor número de jóvenes y el mayor número de mayores.
La tasa de fecundidad en España en 1965 era de 3 hijos por mujer, mientras que
hoy en día estamos incluso por debajo del 1%, siendo uno de los países con
menor tasa de fecundidad del mundo. Y así con otros muchos países, que, en
mayor o menor medida, también sufren este descenso en la tasa de fecundidad.
Desde la década de los 80, la dimensión y la composición de los hogares han ido
cambiando, de manera que muchos de ellos ya no responden a la estructura de la
familia tradicional, integrada por padre, madre e hijos. Esta tendencia es fruto de
la disminución del número de matrimonios y del incremento de la inestabilidad de
las familias, registrándose un aumento de separaciones y divorcios. Sucede,
además, que en un mismo hogar conviven a menudo personas sin vínculos
familiares, a la vez que hay un número cada vez mayor de hogares con un único
miembro (solteros), o bien parejas que permanecen sin hijos.
Recuerda que…
De Estados Unidos nos han goteado algunos neologismos (yuppies, dinkis,...) para
bautizar estilos de vida y modelos familiares que también tienen presencia entre
nosotros. “Dinki”, por ejemplo (es el acrónimo de Double Income-No Kids),
parejas en las que ambos aportan ingresos y que han decidido no tener niños (al
menos, por el momento).
Los DINKI’S (Double Income No Kids)
Cada vez existen más parejas de este tipo en Europa, y a pesar de que
pertenezcan a clases sociales de diferente nivel económico, todas ellas
comparten un mismo estilo de vida que se caracteriza por su gran capacidad de
gasto en viajes de vacaciones, frecuencia de salidas nocturnas, tendencia a la
compra de alimentos pre-cocinados, alta capacidad de endeudamiento
hipotecario, probable presencia de coches compactos en el hogar....Suelen
conservar los respectivos amigos de juventud y se reúnen con parejas de similar
condición. No les preocupa demasiado que las ventanas de casa estén todavía sin
cortinas, pero suelen ser adictos a los equipos electrónicos de última generación.
Estas pautas de comportamiento comunes a los “dinkies” permiten considerarles
como un grupo objetivo idóneo para ciertos productos e incluso pronosticar con
grandes probabilidades de acierto su adhesión o rechazo a una nueva categoría
de productos.
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No es nada nuevo hablar de esto ahora, cuando economistas como Joseph A. SCHUMPETER ya hablaban de ello en los
años 40, afirmando que el motor de los “ciclos económicos” era la INNOVACIÓN (¡menudo visionario!). Schumpeter fue el
que acuñó el concepto de “Destrucción Creativa”, es decir, que para avanzar es necesario dejar atrás lo viejo y adaptarse
al cambio de las nuevas creaciones, que en este sentido suponen un sinónimo de las “tecnologías disruptivas” de las que
habla Christensen.
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