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La sanidad pública británica se
fundamentaba en un sistema tripartito de
hospitales, autoridades sanitarias locales, y
un «consejo ejecutivo» responsable de los
El Reino Unido médicos de cabecera, los dentistas, etc.
Desde entonces todos los ciudadanos
británicos tienen acceso a un servicio
sanitario público, pero junto a este coexiste
una red de atención privada exclusiva para
aquellos que cuentan con suficientes
recursos para pagarla.
En 1989 se introdujeron una serie de
reformas al funcionamiento del NHS, con
objeto de hacer su funcionamiento más
eficiente y efectivo. El conjunto de reformas
se puede resumir en la creación de un
«mercado interno» en la sanidad pública,
un aspecto más de la política Thatcherista
orientada a la introducción de mecanismos
de mercado en la gestión de servicios
públicos.
En materia de sanidad, el gobierno
canadiense funciona como una gigantesca
compañía de seguros que financia
hospitales y médicos que, no obstante,
Canadá funcionan de manera autónoma. El
gobierno federal canadiense, en consulta
con los gobiernos estatales y las
asociaciones de médicos, fija las tarifas de
los servicios sanitarios, pero eso es todo.
El sistema de salud canadiense, por lo
tanto, es un sistema de financiación
gubernamental, pero no es un sistema
sanitario socializado como el sueco, pues
los hospitales y médicos no están sujetos a
supervisión estatal. Por añadidura, algunos
médicos no están integrados en el sistema
de financiación gubernamental y pueden
cobrar las tarifas que mejor les parezca.
Los médicos en Japón trabajan de manera
Japón autónoma, pero los gastos sanitarios se
financian por un sistema mixto de
programas gubernamentales y seguro
médico privado. El enfoque japonés a la
salud se asemeja al europeo en la medida
en la que, en última instancia, la mayor
parte del gasto sanitario corre a cargo del
estado.
Estados Unidos es único entre los países
industrializados en carecer de un sistema
de sanidad pública, aunque sí existen,
Estados Unidos como veremos a continuación, algunos
seguros médicos de carácter estatal.
En Estados Unidos, no obstante, predomina
un sistema por el que los usuarios pagan
de forma directa el coste de médicos y
hospitales. De este modo, mientras los
gobiernos europeos cubren
aproximadamente el 80 por ciento del gasto
sanitario de sus respectivos países (a
través de los impuestos), dicha proporción
no llega a la mitad en el caso
norteamericano (Lohr, 1988; US Bureau of
the Census, 1995).